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Microcircuitos contra electrónica visible
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Algunos de los más ingeniosos avances en el lenguaje cinematográfico sucedieron a la luz de una mejora, hack, en el proceso tecnológico.
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La aparición de un proceso probablemente distinto de creación audiovisual surgió a la llegada del registro magnético de sonido e imágenes en movimiento a fines de los años cincuenta, con la invención de la televisión (Dhake, 1999, p. 135), invento que tuvo, por cierto una significación considerable en la creación audiovisual.
Dicha significación provino para nuestro interés, de la creación en tiempo real. La televisión comenzó transmitiendo la obra audiovisual en el momento en el que se registraba en la cámara y medió con avances tecnológicos, la posibilidad del “productor” de mirar la obra en pantalla al momento de estar siendo creada; posibilitó además, que un conjunto de telespectadores accedieran simultáneamente a la pieza casi al mismo tiempo. La eficacia de la obra audiovisual estuvo ligada íntimamente a la tecnología de su proceso de producción. La teletransmisión otorgó al audiovisual lo que el cinematógrafo parecía retirarle gradualmente: un vínculo con las artes performáticas, del modo que el teatro de sombras en China, la linterna mágica o por supuesto, la danza y la música fueron siempre audiovisuales. El problema inherente a esta situación, fue la exclusividad y costosas patentes que posibilitaron esta
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Esto quedó patente en el nacimiento de la edición cinematográfica, que nació accidentalmente como un hack para utilizar la detención voluntaria o no del funcionamiento de la cámara durante la filmación, y aprovechado posteriormente con fines creativos por Fregoli el actor y cinematógrafo temprano, y por Georges Meliès en su obra cinematográfica.
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tecnología; sólo los grandes capitales accedieron a ellas, y las desarrollaron a través de un modelo de negocios en el marco de la teletransmisión de contenidos. Pero la mejora de los procesos tecnológicos, pronto dieron nacimiento al registro videográfico magnético, resultado obvio del registro sonoro y luego registro magnético sonoro de los años cuarenta, transformando la propia industria televisiva, pero también un nuevo espacio para hackers.
Microcircuitos contra electrónica visible
En los años cincuenta se popularizó el transistor: un sistema discreto de compuerta electrónica; es decir, un componente electrónico que tuvo la simple posibilidad de activar, desactivar, atenuar o potenciar una señal eléctrica en correlación con la recepción de otra señal. Si bien esto puede sonar complejo, el mecanismo en esencia es muy elemental y transformó la historia de prácticamente todos los aparatos electrónicos que en su mayoría, funcionaban a través de voluminosos componentes que lograban esta misma lógica eléctrica
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. El transistor, concebido en los Laboratorios Bell en 1947(ETHW, 2015), simplificó el diseño electrónico reduciendo las dimensiones de estos circuitos y permitiendo su complejización. En consecuencia, facilitó la fabricación de placas electrónicas y su principio gobernó en adelante prácticamente toda aplicación electrónica.
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Su antecedente más cercano es el tubo de bulbos, que cumplió una función similar en la electrónica anterior a 1940.
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Los transistores, accesibles en tiendas especializadas en muchas ciudades, se convirtieron en componentes con los que cualquiera podía experimentar. Aprender a utilizarlos y entender su lógica y aplicaciones, se volvió de interés público. Un transistor fue manipulable y soldable con un cautín durante muchos años; talleres de reparación, profesionales o entusiastas tuvieron acceso a transistores para reparar electrónica de consumo doméstico.
A la vuelta de los años, la llegada de los materiales semiconductores a la industria posibilitó el nacimiento de una nueva era: la del circuito integrado. Conjuntos de compuertas lógicas en material semi conductivo suplieron conjuntos de transistores en un espacio cada vez más pequeño. Los circuitos integrados monolíticos, ideados por Jack Kilby en los laboratorios de la empresa Texas Instruments en 1958 y en distribución desde los años sesenta (nobelprize.org, 2003) posibilitaron la tan sonada reducción física de muchos dispositivos. Su fabricación implicó un nivel de producción y precisión microscópica nunca vista en las industrias, que hizo todavía más exclusiva su utilización.
Los circuitos integrados cupieron en pequeños microchips con funciones múltiples. La electrónica comenzó un proceso de modularización asombroso en el que cualquiera con el interés podía integrar algunos de estos circuitos para crear novedosos dispositivos electrónicos. Los CI abrieron además una nueva frontera: el concepto del transistor puede fácilmente prender o apagar un foco; la realidad puede ser representada por un conjunto de focos prendidos y apagados, si asociamos
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La evolución desde los transistores (1964) que servían para soldar interesantes compuertas lógicas, y que posteriormente fueron reducidos a placas de material semiconductivo dentro de circuitos integrados (aprox. 1970); finalmente complejizados en tanto el avance tecnológico en elaborados y microscópicos circuitos integrados que eran calculadoras completas.
ese sistema binario con un sistema numérico más complejo, entenderemos el nacimiento de la digitalización. Un número puede ser representado por ese conjunto de corrientes prendidas y apagadas al interior de un bulbo, un transistor o un CI; este último, dio origen al desarrollo de los dispositivos digitales más avanzados, y al acelerado nacimiento de la era computacional.
Pero la altísima especialización no inició como amenaza para la cultura hacker. Las primeras décadas en la producción de circuitos integrados potenció el poder creativo de los grupos de entusiastas. Los clubes armaron dispositivos electrónicos con ingenio, y compartieron los resultados en sus grupos de influencia.
En cuanto fue factible comprar pequeños microchips que despeñaban funciones complejas con tan sólo conectarlos bien, se
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dio origen a la generación de hackers de garage que hoy son leyendas populares.
El cómputo que se desarrollaba en máquinas muy costosas en grandes instituciones, vio pronto su llegada a la electrónica de consumo. La primera computadora personal, capaz sólo de hacer operaciones matemáticas conforme a un conjunto de instrucciones alimentados y presentados sólo con diodos luminosos prendidos y apagados. El desarrollo de monitores con información alfanumérica sucedió precisamente en esta era de hackers y circuitos integrados.
En todo grupo de cómputo entusiasta
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había que soldar. El audiovisual vio sus más poderosos desarrollos tecnológicos: desde los años sesenta con la generación de sonido a través de osciladores analógicos, ingenieros electrónicos como Robert Moog y Ray Kurzweil idearon instrumentos electrónicos que para la era del CI alcanzaron altos niveles de desarrollo.
Las computadoras sólo con focos LED, serían pronto reemplazadas por computadoras personales que podían conectarse a un cinescopio o a la televisión, y ahí mismo podían ser programadas. La aparición de la célebre Apple I en manos de la empresa de innovación de garage Apple Computers en los Estados Unidos en 1977, y la consecuente respuesta de Tandy Computers (Radio Shack) entre otras, para lanzar al mercado máquinas que compitieran en este esquema.(Pitre & Loguidice, 2013), anunció sin duda, una popularización tecnológica
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Sólo en Reino Unido, se contaban 33 grupos de entusiastas reunidos en torno a la electrónica y los microprocesadores; los primeros clubes de cómputo (Lean, 2016)