Retales de Barcelona
Sagrada Familia Más allá del monumento El barrio de la Sagrada Familia ahora es uno de los centros turísticos de Barcelona. En sus orígenes, era un terreno de cultivos y ganado, a la afueras de la ciudad. Entre autobuses y puestos de venta de souvenirs se mueve un nutrido grupo de turistas. Algunos de ellos buscan entre los puestos algo que llevarse de recuerdo, bien sea un bolso, un mantón andaluz o una figura que reproduce alguna de las construcciones emblemáticas de Antonio Gaudí. Otros están atareados intentando retratar un monumento cuya altura les obliga a apuntar casi al cielo. Tratan de sacar una buena imagen de la Sagrada Familia, monumento que da nombre y millones de turistas cada año al barrio que ocupa el norte del distrito del Eixample barcelonés. La Sagrada Familia es uno de los monumentos más emblemáticos de la obra de Antonio Gaudí. Empezó a construirse en 1882 y 126 años después sigue en obras. Es el centro turístico del barrio al que da nombre, pero mientras atrae a millones de turistas, tiende a repeler la vida cotidiana a su alrededor. La fachada del Nacimiento del edificio se reflejaba en el lago central de la plaza Gaudí hasta que en 2007 el decreto de la Generalitat de Cataluña contra la sequía obligó a vaciarlo. Hoy sigue sin agua pero lleno de desechos. Papeles, recipientes de comida envasada, latas, pilas y hasta preservativos usados están a la vista. Al alcance del olfato, se encuentra el hedor a orina que emerge de entre los
arbustos y plantas. Frente a la plaza, cada día estaciona una media de ciento cincuenta autobuses cargados de turistas, según datos del Ayuntamiento. El autocar es un ocupante incómodo del espacio de la Sagrada Familia porque densifica el tráfico por unas calles cuya condición de nexo con el centro de la ciudad les otorga un elevado volumen de tráfico.
Problemas de tráfico y suciedad rodean el templo
Treinta minutos es el tiempo aproximado que tarda un autobús en descargar y volver a recoger a la mayoría de grupos de turistas que se acercan a la Sagrada Famlia. De vez en cuando se puede ver alguno paseando por la avenida Gaudí, que une la iglesia con otro monumento característico del modernismo catalán, el hospital de la Santa Creu y Sant Pau. Cuenta el historiador y político José Maria Ainaud de Lasarte que “Antonio Gaudí había diseñado un sistema de grandes calles en forma de estrella con cinco puntas para que la Sagrada Familia se viera bien desde todos los ángulos, pero si hubiera sabido que la única avenida que se haría iba a conectar su edificio con el de un contrincante, Luís
El templo de la Sagrada Familia y la antigua fábrica de cerveza Damm (a la derecha), son dos edificios históricos y emblemáticos del barrio. Doménech i Montaner, no le hubiera gustado nada.” Ainaud vive en el barrio cincuenta años y tuvo que hacerse cargo de su gobierno cuando asumió la presidencia del distrito del Eixample entre 1987 y 1992. Una de sus principales iniciativas fue el acondicionamiento de los pasajes; pasillos abiertos en el interior de la manzana de algunos edificios, con casas
bajas. Allí encontraron una vivienda barata los obreros empleados en las industrias que empezaron a establecerse en el barrio a finales del siglo XIX. Una de ellas fue la ‘Bohemia’, donde se elaboraba la cerveza de la marca Damm, que hoy sigue abierta como centro de oficinas, museo y espacio de cultura. Los pasajes son legado del pasado industrial de una
zona que comenzó siendo tierra dedicada a la agricultura y la ganadería. Los primeros datos sobre población, hacia 1876, hablan de un grupo de barracas y casas de campo rodeadas de plantaciones y ganado. Se conocían con el nombre del Poblet y se situaban entre el creciente Eixample de Barcelona y el municipio de Sant Martí de Provençals, que acabaría
Retales de Barcelona
Mercados paralelos Los Encants Vells es un gran mercado donde trabajan cerca de 500 comerciantes legales y una cifra variable de vendedores ilegales. Estos últimos se instalan en las calles aledañas al recinto. Sobre sábanas, en el suelo, exponen un variado conjunto de objetos entre los que se puede encontrar desde un zapato viejo y sucio hasta los altavoces nuevos de un ordenador. Su horario de venta es paralelo al de actividad del mercado entre semana, aunque las noches de los fines de semana, en la madrugada, también resulta fácil encontrarlos en el lugar. “Este tipo de mercado es ilegal porque los productos son sacados de la basura o robados y me preocupa que este tipo de mercado sirva como pretexto para poner en duda la actividad de los Encants Vells”, denuncia Diego
Escámez, presidente de la Asociación de Vendedores. Escámez cree que los controles puntuales que ahora aplica la guardia urbana no son suficientes, “sólo los ahuyenta unos minutos.” No muy lejos, hay un centro comercial conocido como los Encants Nous, que fundaron algunos comerciantes de los viejosy que padece un problema similar. En este caso hay gente mayor vende relojes, joyas y móviles. La presidenta de la Asociación de Comerciantes del Mercado, Julia Méndez, se queja de que la policía sólo consiga ahuyentar momentáneamente a estos vendedores. En ambos mercados se ha recurrido a los Mossos de Esquadra y la Guardia Urbana para exigir medidas más duras. Ningún cuerpo ha querido hacer declaraciones.
Los vendedores ilegales aprovechan los días de mercado
uniéndose a la ciudad condal a través del Eixample en 1897. El antiguo Poblet es hoy un barrio residencial y comercial. Se trata de la zona con más densidad de población de la ciudad y la más envejecida. La mayoría de los vecinos son de la misma Barcelona, aunque la
exposición universal de 1929 y la construcción del metro más tarde, propiciaron la llegada de inmigración procedente de Aragón, Murcia y el norte de Castellón en el siglo pasado. En los últimos años, la Sagrada Familia está recibiendo inmigrantes de
China, Latinoamérica y Marruecos, cuya presencia se ha hecho notar en la actividad comercial. Los primeros son los más eclécticos y regentan bares, tiendas de alimentación y bazares. Los segundos han optado por abrir restaurantes de comida típica de su región. En
ambos casos, siguiendo la estela de los comercios tradicionales, han situado la mayoría de sus negocios cerca del centro del barrio: su mercado de productos frescos, a pocos metros de la Sagrada Familia. Los ciudadanos marroquíes se concentran, en cambio, en el mercado de los Encants
Vells. Según Ainaud, esta zona “nunca han formado parte del barrio porque ni sus comerciantes ni sus clientes han vivido en el vecindario. La identidad del barrio de la Sagrada Familia gira en torno a su iglesia y su mercado central, porque en torno a ellos está la vida.”