En tiempos pasados, uno de los quehaceres necesarios y fundamentales
para la mujer era el arreglo, corte y confección de la
ropa interior de los familiares, como así mismo de todas aquellas
piezas que constituyen el ajuar de una casa.
La confección de tejidos era una labor a la que el hombre sólo
aportaba la materia prima y algunos instrumentos de fabricación
casera. El grueso del trabajo de transformación doméstica recaía
sobre la mujer.