Sastrería y Barbería

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SASTRERÍA Y BARBERÍA (Monografía)

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Imprime: Gr谩ficas Diputaci贸n de Badajoz Dep贸sito Legal: BA- 000395/2013

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Índice SASTRERÍA 1.- INTRODUCCIÓN ......................................................

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2.- LOS GREMIOS..........................................................

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3.- EL SASTRE O ALFAYATE OLIVENTINO ..............

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4.- ÚTILES DEL SASTRE ..............................................

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BIBLIOGRAFÍA..............................................................

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BARBERÍA 1.- INTRODUCCIÓN ......................................................

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2.- EL OFICIO DE BARBERO .......................................

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3.- LOS INSTRUMENTOS .............................................

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BIBLIOGRAFÍA..............................................................

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SASTRERÍA

1.- Introducción Para hablar del origen del sastre o alfayate debemos remontarnos a la Prehistoria. Fue éste uno de los oficios artesanales más reconocidos socialmente y el que implicaba, de forma directa, a casi todos los miembros de la familia. Sastre es la persona que crea prendas de vestir de forma artesanal, de acuerdo con las medidas y preferencias del cliente. Fue una profesión de gran prestigio entre la realeza y sus cortesanos, hasta que entró en decadencia tras la Revolución Industrial, que trae consigo la producción masiva de textiles e indumentaria. Reseñar que mientras que al hombre se le denominaba sastre, a la mujer se la llamaba modista o costurera. En la actualidad, la estandarización en el vestir ha propiciado el que este oficio haya casi desaparecido. 2.- Los gremios Los sastres se han iniciado tradicionalmente en el oficio desde su niñez, realizando recados, después como aprendices, para pasar, tras los exámenes oportunos, a oficiales y, por último, a maestros. Hasta la primera mitad del XIX esta actividad estaba regulada por los gremios que, bajo la advocación de un santo patrón o patrona, en este caso, Santa Ana, agrupaba a todos los que desempeñaban este oficio. Además, el gremio desempeñaba la labor social de proteger, en caso de enfermedades, y de ayudar a las viudas y huérfanos de los asociados. No olvidemos también su función religiosa, organizada en forma de cofradía, con sus reglamentos y festividades. 5


El taller se ubicaba en una de las dependencias de la casa del maestro. Allí acogía al aprendiz, tras firmar un contrato en toda regla. Éste tenía como primera misión la de pasar hilos y picar solapas y cuellos, con la finalidad de endurecer la zona, colocando refuerzos entre la tela exterior y la interior. Con esta tarea cogían mano y rapidez. Dominada esta labor, pasaban a hacer liguetas, es decir, colocar, cosiendo a mano, una especie de cinta que tapa los cantos de tela. Un tercer trabajo era el hilvanar o ir poniendo en posición y sujetando una con otra la tela exterior y la entretela, pasando unos hilos entre ellas. Hasta 1950, los aprendices acudían al taller con su propio dedal, tijeras y pequeña banqueta; desde entonces, sólo con los dos primeros útiles. Adquirido el rango de oficial, se ocupaban de tareas más complejas como forrar piezas y rematar telas, así como de coser mangas, hombreras y piezas similares. 3.- El sastre o alfayate oliventino Como se ha comentado, el sastre disponía de una de las habitaciones de su casa para desarrollar su labor. Aquí enseñaba a sus aprendices, en buen número mujeres, quienes después se dedicaban, por su cuenta, a esta labor, realizando confección o remiendo de trajes. Unido al sastre se encontraban cardadores y tejedores quienes, según Ledesma Abrantes, desempeñaban su labor, en Olivenza en 6


la rúa de Santa Ana, dando vida a colchas, paños, mantas, todas realizadas en “o tear manual primitivo” (1). Muy cerca de la rúa mencionada, Ledesma nos informa de que en la segunda mitad del XX existían algunos telares donde se cosía (2). Este mismo autor nos refleja como vestía un hombre de campo: “… veste com o seu chapeirão, largo e preto, camisa segura por um botão, caminha com jaqueta ao ombro. Uns usam coletes, geralmente forrados de peles de colehos, outros uma blusa de riscado aos queadradinhos, cujas pontas de abertura se fecham no nó, trazendo fora das calças. A calça é do mesmo teçido. No inverno aparece o velho capote de pano grosso, gola de raposa e um gorro em meia laranja. Os chapeus são quase sempre pretos ou escuros; os de côr são para os moços” (3). En cuanto a la vestimenta de la mujer, nos comenta: “A mulher usa varias saias compridas que se desdobram em duas ou três camisas, saia branca, cujas rodas são de rendas ou bordadas a mão. O corpete é de pano cru ou de Bretanha, apertado sobre a caixa do peito. Se a rapariga é pequeña, o corpetezinho é fechado na parte das costas; se é mulher, da parte da frente. Uma blusa a que se chama chambra ou um chalé é o remate”(4). Las prendas más demandadas fueron chalecos, chaquetas y pantalones; las telas más comunes: paño, lana, pana y dril.

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VALLECILLO TEODORO, M.A.: Olivenza vista a través de sus costumbres y gente. Olivenza, 2010. LEDESMA BARRANTES,V.: O Patrimonio da Sereníssima Casa de Bragança em Olivença. Lisboa, 1950. IDEM. IDEM.

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En las sastrerías, además de ropa de campo y trajes de vestir, se fabricaban uniformes para los componentes de la banda de Música de La Filarmónica y otras agrupaciones culturales de la villa. En la actualidad, la estandarización en el vestir ha propiciado el que este oficio haya casi desaparecido. 4.- Útiles del sastre Elementos esenciales fueron las tijeras de un solo filo y ojos de diferentes tamaños, y el dedal, que podía ser abierto por uno o por dos lados.

Tijeras

Dedal

Patrón

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Junto a éstos hallamos patrones, piezas de cartón, de forma irregular, para confeccionar trajes. Primeramente se tomaba la medida al cliente, usando cinta métrica. Dichas medidas se llevan al patrón, empleando reglas de madera, cartabón y escuadra para marcar los ángulos. La silueta se trasladaba al patrón marcándola con jaboncillo.

Cinta métrica

Regla

Jaboncillo

Escuadra y cartabón

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Una vez terminadas las piezas, éstas se montaban e hilvanaban, haciendo la primera prueba con el cliente para aplomar la prenda. Otros útiles eran las almohadillas, piezas rectangulares o circulares, parecidas a un cojín, que servían para pinchar agujar y alfileres; carretes de hilo, bobinas y ovillos que se aplicaban a máquinas de coser.

Almohadilla o alfiletero

Carretes de hilo

Máquina de coser

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Una vez realizada la prenda, tocaba planchar, empleando para ello planchas de hierro que podían contener un depósito para introducir carbón, u otras completamente macizas que se calentaban en contacto directo con el fuego. Dichas planchas tenían un soporte, de forma similar a la plancha, con tres pies en sus vértices y mango de madera. Auxiliar de la plancha era la tabla de planchado, pieza de forma triangular y alargada, empleada para trajes y mangas.

Plancha de sastre

Tabla de planchar mangas

Como mobiliario del sastre no se deben olvidar la mesa, espejo basculante, sillas y perchas.

Mesa

Espejo

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En Olivenza, atendiendo al Anuario del Comercio, redactado por Rudolf Mosse, en 1927, nos encontramos con las sastrerías de Guillermo Bautista, Julio Cruz, Baldomero Díaz, Baldomero García, José Marcos, Mariano Márquez y Juan Ortas. En la década de los años cincuenta, siguiendo a Ledesma Abrantes, apreciamos el notable descenso de estos profesionales, rescatando algunos alfayates oliventinos caso de José Canas, Guillermo Carazona y Baldomero Santana. Entre ellos eran cotidianas las adivinanzas y refranes como los que recogemos: Adivinha: “Com o bico pica, com o rabo aperta e com o que pendura aperta a greta.” A agulha. Rifoneiro: Alfaiate sem dedal, costura pouco e mal.

BIBLIOGRAFÍA DEL RÍO LÓPEZ, Á.: Viejos oficios de Madrid. Madrid, 1993, pág. 131 y ss.

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BARBERÍA 1.- Introducción La profesión de barbero es antiquísima. En las sociedades del paleolítico las personas con más autoridad eran las que cortaban el pelo al resto del grupo. Cortarlo era una forma de quitarse la esencia de lo malo acumulado en ellos y renovar energías, por ello se confiaba a los más sabios. En el Antiguo Egipto, los barberos eran personas muy respetadas, afeitando todo el pelo del cuerpo, rostro y cabeza; de ello dan cuenta los papiros que nos informan de su labor, así como esculturas que representan a diferentes personalidades del pueblo egipcio totalmente rasuradas. En la Antigua Grecia, fue un oficio tan popular que se convirtió en profesión, disponiendo de locales propios donde, además de cortarse el pelo, se masajeaba, se perfumaba con esencia…, y lo más importante, era punto de reunión donde corrían las noticias. Esta influencia se traslado a Roma (1). La barbería fue, por tanto, importante lugar de socialización. En la Edad Media, en el siglo XIV, llegaron a practicar operaciones de cirugía menor que, ante los abusos, tuvieron que ser reguladas por los Reyes Católicos, en España, previniendo de que solamente pudieran sangrar, echar sanguijuelas, poner ventosas y extraer muelas y dientes aquellos barberos mayores quienes dispusiesen de la oportuna licencia. Frecuente en el refranero oliventino era escuchar: Aquele que le doi o dente busca o barbêro. Finalmente, por Real Orden de primero de octubre de 1860, se les prohibió, terminantemente, realizar las operaciones mencionadas, dedicándose exclusivamente a afeitar y cortar el pelo. (1)

http://thehistoryofthehairsworld.com

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2.- El oficio de barbero

La barbería, destinada en principio a la compostura masculina, encerraba un complejo mundo de relaciones que iban más allá del corte de pelo o afeitado. Aquí se comentaban todos los acontecimientos y noticias ocurridas en la localidad. Éste era un oficio que se transmitía de padres a hijos y, también, a otros aprendices. Del Archivo Municipal de Olivenza se ha rescatado un contrato gremial, de veinte de junio de mil ochocientos once, entre José Joaquín Abadeso, maestro barbero, y Feliberto Rodríguez, para que aquél “eduque y enseñe el citado oficio (…) a su hijo, por tiempo de año y medio” (2). A lo largo de dicho contrato se estipulan otras condiciones como el salario con el que el maestro remunerará a citado aprendiz, la obligación del maestro de instruirlo correctamente en el oficio; por su parte, el aprendiz se compromete “a no hacer la menor falta de asistencia de su oficio” (3).

Ventosa para practicar sangrías

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Como ya se ha comentado, los barberos, desde la Edad Media realizaron algunas operaciones de cirugía menor, hasta que les fue prohibida en 1860. Hasta

VALLECILLO TEODORO, M.A.: Olivenza vista a través de sus costumbres y gente. Olivenza, 2010, p. 163 IDEM

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dicha fecha actuaron como sangradores, ayudándose de un objeto de vidrio y goma, a modo de ventosa. Para practicar la sangría, sumergían el brazo del paciente en agua caliente y le hacían un torniquete. Después buscaban la vena y extraían la sangre haciendo una incisión. También solían usar sanguijuelas. Otra de las actividades del barbero fue la de extraer piezas dentales, empleando para ello un instrumento que en nuestra localidad se le denominó dentusa, con dos mangos de acero que confluyen en un hueco giratorio; el extremo superior, que servía para agarrar Dentusas muelas o dientes, se adaptaba al uso para el que era requerido, de tal modo que la empleada para extraer muelas se curvaba, mientras que la utilizada para los dientes, no. 3.- Los instrumentos Para desempeñar su labor, el barbero solía utilizar una de las dependencias de su casa o, en último lugar, una habitación no muy alejada del centro de la localidad. Entre su mobiliario destacaban el sillón de barbería, siendo los más antiguos de respaldo y asiento de rejilla de colmena y saliente en la parte superior para apoyar la cabeza. Para los más pequeños se empleaba una trona. A escasa distancia de Mobiliario de barbería 15


estos asientos se descubren grandes espejos en los que el cliente iba viendo la labor del barbero. Afeitar la barba originalmente significaba ‘cuidar el mentón’. Pero debido al uso casi exclusivo de los términos afeitar y de barba, la frase obtuvo un nuevo significado: ‘raer el pelo del mentón’. Y así finalmente los términos también tomaron un nuevo significado. Antes del afeitado, muchos barberos tendían a colocar sobre la barba una toalla, remojada en agua caliente, para reblandecerla. El afeitado obligaba a mojar y jabonar, tarea que realizaban los aprendices, si los había. Para ello empleaban un cuenco donde se mojaba la brocha y se pasaba el jabón. Solían ayudarse de la bacia, vasija de loza blanca con fondo semiesférico y ancho borde. Cuenco y brocha Con frecuencia de la brocha iban desapareciendo las cerdas, normalmente de crin de caballo, por lo que el pez rubia se calentaba y servía para pegar cerdas de repuesto.

Bacía

Crines y pez rubia

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El agua se portaba en una jarra de cerámica o de latón; la bacia, con el agua sucia, se vaciaba en una cubeta. Para cortar la barba, tarea del maestro, se empleaba la navaja, que solía afilarse con el asentador de navaja, pieza alargada con mango de madera, unida a otra parte de cuero, de forma rectangular y hueca, atravesada interiormente por dos finas barras de acero; servía para suavizar el filo de la navaja. También existe la piedra de afilar. Navaja de afeitar

Asentador de navajas

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En 1921 el coronel estadounidense Jacob Schick inventa la maquinilla de afeitar, que comienza a comercializarse en 1926. Un año después nace la máquina de afeitar eléctrica. Para el corte de pelo, se disponía de un palanganero para el lavado de cabeza, posteriormente, los instrumentos usados fueron la tijera, con ojos ovalados, circulares o una mezcla de ambos, con un apéndice curvo en uno de ellos, y un peine. Con el paso de los años, una herramienta muy empleada fue la maquinilla de acero, de diferentes números, según el corte de pelo.

Palanganero

Máquina de cortar el pelo

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En la sala de espera solían encontrarse revistas y periódicos de la época para hacer más amena la espera. En nuestra localidad, gracias al Anuario del Comercio elaborado por Rudolf Mosse, en 1927, sabemos que existían las barberías de Emilio Antúnez, Bernardo Fernández, Fernando Fernández, Enrique Franco, Antonio González, Adolfo Ortiz, Félix Ramos y José Torrado. En la década de los cincuenta, Ledesma Abrantes nos informa de los siguientes barberos: “Fausto Barril, na rua das Flores; Antonio Cambalhotas, barbeiro na rua do Espíritu Santo; Canastrêro; o padre de Ledema Abrantes; Félix e Valentim Correia, Julio Ratadas” (4). En nuestros recuerdos quedan las barberías de Eugenio González Martínez, Maestro Barjollo, Antonio Pesoa, Antonio Blanco, Custodio Díaz y Francisco Pimienta, Bicicleta.

BIBLIOGRAFÍA DEL RÍO LÓPEZ, Á.: Viejos oficios de Madrid. Madrid, 1993, pág. 131 y ss.

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LEDESMA ABRANTES, V.: O patrimonio da Sereníssima Casa de Bragança em Olivenza. Lisboa, 1950, pp. 330 a 343.

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