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El arte es una forma de ser de nuestra naturaleza animal? Un sueño un bosque y algunas respuestas.

» Por lAurA gAlAzzi y guAdAluPe luCero

Filósofas

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Cuando la filosofía apareció se escribía en forma de diálogo. Esta forma de escritura siguió vigente durante muchos siglos y varias veces hizo que los personajes del diálogo fueran más famosos aún que sus autores. Al recibir las preguntas de este manual y comenzar a pensarlas tuvimos –las dos autoras de este texto– durante la misma noche un sueño casi idéntico. En ese sueño se encontraban dos filósofas (¡sí, hubo y hay muchas filósofas!) y conversaban al modo de una maestra y una discípula. Supongamos que fuera Christine de Pizan, una filósofa humanista del siglo XV y una discípula. Las dos mujeres conversaban largamente mientras caminaban por un bosque. Ninguna de las dos recuerda exactamente las palabras que se dijeron en el sueño, pero sí coincidimos en las imágenes de un bosque en otoño, lleno de extraños animales, de pájaros con plumajes llamativos, de lobos con pelaje muy suave que caminaban a nuestro lado. También de extrañas cavernas con pinturas rupestres.

El diálogo que sigue es una forma de reconstruir lo que pudo haberse dicho en esa conversación.

CHristine: Hace tiempo que me pregunto qué nos distingue de estos animales, de este lobo que camina a nuestro lado, de esos pájaros que hacen sus nidos tan complejos y cantan a nuestro alrededor ¿Es posible que el arte sea fundamental en esa diferencia? ¿Pensás que solo nosotros, los seres humanos, producimos arte? disCíPulA: Muchas piensan que eso es lo que nos diferencia de los animales. Por ejemplo, hay quien considera que lo que separa al ser humano de los animales no es tanto la posibilidad de trabajar, razonar o discernir, sino la creación artística. Por ejemplo,

Georges Bataille, filósofo francés del siglo XX, dice que “El aporte introducido por el Sapiens es paradójico: es el arte y no el conocimiento” y más adelante: “los hombres de Lascaux –una cueva donde se encontraron pinturas prehistóricas– hicieron evidente el hecho de que, siendo hombres, eran nuestros semejantes, pero lo hicieron dejando la imagen de una animalidad que acababan de abandonar”. En muchas pinturas rupestres,

Gilles deleuZe (Francia, 1925-1995):

fue un filósofo francés, que desde 1969 fue profesor en la Universidad de París VIII, donde trabajaría hasta su retiro de la vida universitaria en 1987. Allí conoció al psicoanalista

FéliX Guattari

(Francia 1930-1992),

con el cual comenzaría una larga trayectoria de colaboración, que permitió la publicación de dos libros: Capitalismo y esquizofrenia: El AntiEdipo y Mil mesetas.

instalaciones: son

frecuentes en el arte contemporáneo y consisten en el diseño y ambientación de una habitación o una serie de habitaciones, donde se disponen objetos, otras obras, incluso sonidos y olores, para que espectadores y espectadoras tengan una experiencia en el recorrido.

parecidas a las que hay en este bosque, se observa que los animales están mucho mejor dibujados que los hombres. ¿Sabés por qué? CHristine: No, ¿qué pensás al respecto? disCíPulA: Parece ser que en el arte rupestre el hombre logra por primera vez dejar de percibirse a sí mismo como un animal y comienza a pensarse como una cosa diferente. Los animales pasan a ser otros, de los que puede distanciarse por medio del arte. CHristine: ¿Te convence ese punto de vista o solo lo estás exponiendo? disCíPulA: Estaba esperando que vos, maestra, me digas qué te parece esa postura… CHristine: Es posible que haya en ella razón. Yo veo, sin embargo, algo más en esas pinturas y en el arte de los pueblos originarios.

Veo la necesidad de detener las imágenes de los animales salvajes, ¿quizá para mirarlos largamente a los ojos? ¿Quizá para desentrañar su misterio y complejidad? Veo también la mezcla entre la pintura y la piedra, entre la mano y el elemento con el que se pinta, entre los materiales de la naturaleza y los cuerpos que los intervienen y manipulan. Veo también distinciones entre figuras masculinas y femeninas, y a las mujeres unidas a la tierra por su fecundidad, pensadas en alianza con la naturaleza. ¿Quiénes se empeñan en esta diferencia con los animales para la perspectiva que exponés? ¿Todos los humanos?, ¿los guerreros?, ¿los cazadores?, ¿las primeras mujeres que cultivan la tierra y vivencian la extraña experiencia del embarazo y el nacimiento?

En un texto dedicado a la fotografía, Roland Barthes, el semiólogo francés (es decir, alguien que se dedicó a analizar los signos), decía que la fotografía lograba atrapar el tiempo de un instante, porque lo que allí quedaba era el registro de algo que ha sido. disCíPulA: No sé realmente si quienes sostienen estos pensamientos tienen en cuenta tus preguntas. Quizás habría que escuchar a aquellos que, como Gilles Deleuze y Félix Guattari, consideran que los animales son los primeros artistas. Si así fuera, entonces el arte sería una forma de ser nosotros mismos animales, de formar parte de la naturaleza. Hacer arte sería un poco como devenir-animal. Por ejemplo, existe un pequeño pájaro de

Australia, el Scenopoeetes, que al momento de realizar su cortejo a la hembra dispone un escenario en el que organiza pequeños montoncitos de hojas de colores, diminutas esculturitas con ramas, al modo de un artista contemporáneo que propone una instalación. A lo que se puede agregar la maravillosa complejidad y belleza del canto de los pájaros y los intentos que la música en todas las épocas ha hecho para establecer un diálogo con ese canto imitándolo, retomándolo, transformando sus melodías, interviniéndolo, documentándolo.

CHristine: Justo en eso estaba pensando. ¿Es posible que el camino a través del arte sea una forma de establecer una hermandad con la naturaleza, más que una forma de diferenciarnos de ella? Si la respuesta a esta pregunta fuera afirmativa encuentro, no sé si acordás conmigo, que se evitaría una idea que me inquieta frecuentemente: pensar que el arte nos diferencia de los animales.

Desde esta perspectiva, se suele considerar al arte y a los artistas como seres refinados, espíritus especiales que se distinguen un poco también del género humano y que expresan algo superior; con lo cual se pone a la humanidad por encima de la naturaleza.

Esto genera diferencias, escalas, jerarquías entre nosotros, que yo al menos, no quiero sostener. En cambio, prefiero pensar que cualquiera puede hacer arte: un niño dibujando, una vieja que inventa un cuento para sus nietos, una coplera que canta en la calle mientras se gana la vida. disCíPulA: Siguiendo tu pensamiento, maestra, si tomamos en serio la afirmación anterior, aquella que decía que el arte no es solamente humano, tendríamos que revisar nuestros prejuicios sobre los productos del arte. Muchas veces creemos, como bien decís, que las obras de arte, aquellas que vemos en museos y en los libros, son las que definen el arte. Pero si el arte es también una práctica de toda la naturaleza, deberíamos pensarlo no tanto en las obras de arte como en los afectos y el tipo de sensibilidad que permiten. Quizás lo que está en juego es la creación de nuevas sensaciones y afectos… CHristine: Es tan hermosa esta conversación que tenemos… La música, estaba pensando, no solo en el canto de los pájaros, también en los sonidos de la naturaleza. Si ahora nos ponemos a escuchar, ¡existen tantos pequeños sonidos que nos rodean!, el agua de un río que corre lejos, pero que parece correntoso, el crujir de las ramas y las hojas a nuestro alrededor, las pisadas de los animales que nos acompañan, el viento que con sus ráfagas nos envuelve. Si escuchamos todo eso con atención comienza a organizarse en un discurso. Por ejemplo, el compositor norteamericano John Cage trabajó con los sonidos no musicales que lo rodeaban para hacer música y los pueblos originarios de América pensaban sus músicas a partir de los sonidos de la naturaleza. disCíPulA: ¡Ay! Pero el discurso… ¿No será que el lenguaje nos juega una mala pasada? ¿Y nos hace ver lenguajes en todas partes, pero porque es solamente nuestro más íntimo prejuicio? CHristine: Sin embargo, quizás es al revés, porque ¿cuál habrá sido el origen del lenguaje? ¿No había, en el principio, imágenes, onomatopeyas, gritos, señas? Quizás el lenguaje tenga su origen en metáforas y figuras, en imágenes que solidificadas se volvieron palabras y parecen haber olvidado su origen artístico, como expresó Friedrich Nietzsche en el siglo XIX.

FriedricH nietZscHe:

filósofo alemán del siglo XIX. Esta propuesta respecto del origen del lenguaje la desarrolló particularmente en la obra Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, editada en castellano por múltiples editoriales.

FiloFolÍa: esta palabra es discutida por Christine de

Pizan en el libro La ciudad de las damas (Ed. Siruela, 2000). La autora retoma la etimología de la palabra

Filosofía, que quiere decir en griego amor (filo) a la sabiduría (sophos) y la confronta con la palabra

Filofolía, inventada en su época con diversos orígenes: la ya mencionada “filo” (amor) griega y “folía” que se emparenta con folie —en francés “locura”— y también posiblemente con la palabra latina follis.

platÓn: filósofo griego del siglo III a. C., expone esta teoría en el diálogo Ion, donde se piensa acerca de la poesía y los poetas.

aristÓteles: filósofo

griego del siglo II a. C.

“Mundo al reVés”: es

un concepto que surge de la perspectiva indígena acerca de la conquista de América. Silvia Rivera Cusicanqui lo retoma de la obra de Waman Poma de Ayala —cronista indígena del Virreinato del Perú— y descubre en él una clave importante para comprender cuál fue la postura de los pueblos originarios frente a la colonización. La vincula con la palabra “Pachakuti” que significa ‘la revuelta o vuelco del espacio-tiempo, con la que se inauguran largos ciclos de catástrofe o renovación del cosmos’. Rivera Cusicanqui, Ch’ixinakax utxiwa: una reflexión..., Buenos Aires, Tinta Limón, 2010.

» lecturas sugeridas

disCíPulA: Quizás entonces el arte sea algo así como quedarse en ese primer impulso creador y sacudir con ello esas palabras sólidas. Alguien dijo por ahí que cuando la filosofía se pone en relación con las mujeres se convierte en filofolía, es decir, que de amor a la sabiduría se vuelve amor a la locura. Algo como eso puede pensarse del arte, es una forma de pensar que enloquece las palabras, las cosas, los colores, los sonidos, el mundo. Se establecen mundos nuevos al imaginar, inventar, descongelar lo petrificado. Y en esto, seamos sinceras, ¿qué ser podría soportar el mundo tal cual es, siempre?, ¿cómo es posible que solo pudiéramos existir para soportar, sin inventar jamás nada nuevo? CHristine: Esta cuestión de la locura no pudo poner de acuerdo al propio Platón consigo mismo, tal como expuso en el diálogo de

Fedro. Porque de joven decía que los artistas debían estar poseídos por las musas, porque no podían explicar lo que hacían apelando a las reglas del conocimiento. Pero de viejo, ya consideraba que la sabiduría implicaba algún tipo de manía cercana a la de los poetas. ¿Será quizás el arte un modo de ser paradójico? disCíPulA: ¿Por qué paradójico? ¿Qué querés decir con eso? CHristine: Porque quizás en la ficción se afirma algo que, de una manera distinta, tiene que ver con lo verdadero. Como decía

Aristóteles en el capítulo IX de su Poética, la poesía es más filosófica que la historia, porque representa lo universal –es decir, lo que vale para todos y siempre– en lugar de lo particular –es decir, lo que vale temporariamente y para algunos–. disCíPulA: Creo vislumbrar algo de lo que proponés: ¿un mundo prometido, quizá?, ¿un mundo soñado?, ¿un mundo justo es el que puede abrirse como verdad en la ficción? CHristine: Un mundo loco, trastocado, donde los pájaros son músicos, el cielo verde y la tierra azul. Donde todos y todas podemos hacer arte y también soñar, inventar, pintar palabras y decir músicas. En definitiva, ¿no será el arte un modo de darle la vuelta al derecho del mundo al revés en el que vivimos hace muchos siglos? disCíPulA: Te quiero profundamente maestra. Como no podía ser de otra manera, nuevamente me dejaste pensando.

»Barthes, R., La cámara lúcida. Notas sobre la fotografía, Buenos Aires,

Paidós, 2003. » Bataille, G., Lascaux o el nacimiento del arte, Córdoba, Alción, 2011. » Deleuze, G. y Guattari, F., Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia.

Valencia, Pretextos, 2002.

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