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Presentación
El 2 de mayo de 2016 se inauguró el cubrimiento del Yacimiento de la Plaza del Corazón de María.
A partir de ese momento, la gestión del espacio quedó a cargo del Museo de Reproducciones de Bilbao que ha emprendido un proceso de adaptación de sus propios espacios para hacer posible la visita al Yacimiento al público.
Desde 2021 el acceso al Yacimiento se realiza por la propia sede de la institución a través de un acceso que comunica con el claustro del antiguo convento de San Francisco.
Siguiendo este acceso principal, hemos preparado un itinerario que nos permita conocer no sólo los restos de las edificaciones aparecidas en la excavación arqueológica, sino también algunas de las piezas más emblemáticas de la Colección de Euskal Museoa que se exhiben en el Yacimiento.
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La Excavación
En el año 2006, el Servicio de Patrimonio Histórico de la Diputación Foral de Bizkaia solicitó un proyecto de Evaluación Arqueológica previo a la posible remodelación de la Plaza del Corazón de María, proyectada en el Plan Especial de Bilbao La Vieja, San Francisco y Zabala. El Grupo de Investigación en Arqueología de la Arquitectura de la Universidad del País Vasco y Quark S. Coop. llevaron a cabo la prospección, entre los meses de octubre y diciembre, bajo la supervisión de Bilbao Ría 2000.
La documentación conservada, relativa a la historia del lugar, hablaba de la existencia de un convento franciscano, en pie entre los siglos XV y XIX, así como de la posterior construcción de un cuartel militar. Utilizando como punto de partida una superposición de antiguas imágenes del mencionado convento, sobre el plano de la Plaza del Corazón de María, se procedió a determinar la posible ubicación del conjunto y, con él, del área a excavar.
| Una intervención en tres fases 2006-2010
En 2006 se llevaron a cabo los primeros sondeos. Durante esta fase, se investigaron únicamente 320 m2, en el centro de la plaza. Si bien los resultados fueron alentadores, el espacio excavado era tan pequeño que resultaba difícil hacer interpretaciones precisas. A pesar de todo, se hallaron ya vestigios de las estructuras tanto del Convento de San Francisco, como del Cuartel del Príncipe Don Alfonso. Estos resultados tan prometedores animaron a los responsables forales y municipales a iniciar una segunda fase de investigación arqueológica.
Ésta dio comienzo a mediados de 2007 y cubrió un área mucho más extensa que ocupaba la práctica totalidad de la plaza, entre la línea de árboles y el edificio de la escuela infantil. En esta intervención no sólo se sacaron a la luz diversos espacios del antiguo cuartel y del convento, sino también vestigios de estructuras previas a la construcción del segundo.
El éxito de la segunda fase de excavación llevó a la realización de una tercera que amplió el espacio a intervenir. En esta ocasión, la prospección se desplazó hacia el patio de la escuela infantil y permitió descubrir al completo uno de los claustros del antiguo convento, así como sacar a la luz una parte más amplia de la iglesia.
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Vista de Bilbao
La litografía original que aquí podemos ver ampliada pertenece a la colección de Euskal Museoa y es la única imagen conocida de esta vista general de la Villa de Bilbao.
Se trata de una producción de la segunda mitad del siglo XIX. En ella se recrea, a la perfección, el Bilbao del primer tercio del siglo XIX. Al tiempo que retoma las clásicas panorámicas del siglo XVIII, incorpora las edificaciones propias del momento como el Hospital de Atxuri (a la derecha de San Antón), levantado en 1818 sobre el antiguo hospital de peregrinos, el cementerio de Mallona (1828) o la Plaza Nueva (1829). Al mismo tiempo nos muestra elementos curiosos, como El Puente Colgante, muy ligado a la historia del propio Convento. Éste puede verse en el ángulo inferior izquierdo, con la iglesia en la parte trasera y dos claustros adyacentes en primer plano.
El Convento de San Francisco (1476-1821)
Bajo los restos del cuartel, la excavación arqueológica halló los del antiguo Convento de San Francisco. El complejo conventual, que dio nombre a la actual calle San Francisco, fue uno de los edificios religiosos más importantes de Bizkaia, si no el principal. Consecuentemente, fue también el lugar de enterramiento elegido por muchas de las más renombradas familias de la Villa que construyeron en él sus capillas. Entre sus muros se impartieron clases de latín, filosofía y teología. Su actividad fue casi frenética hasta que, a comienzos del siglo XIX, se inició un rápido y absoluto declive que llevó a su clausura definitiva en 1821.
La intervención arqueológica ha rescatado varias de las estructuras que un día conformaron el Convento de San Francisco. La mayor parte de la antigua iglesia es perfectamente visible, junto a uno de los dos claustros que parece que pudo tener el convento. Además se han excavado también la Sala de Terciarios, añadida a comienzos del siglo XVII, así como la zona de ingreso o portería y un albañal utilizado para drenar el agua de lluvia hacia la ría.
Todos estos espacios forman parte de esta visita al Yacimiento.
Bilvao. Hogenberg Franz, Muflin Johannes. 1575
© Euskal Museoa. Bilbao. Museo Vasco
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Restos de Bilbao
Los objetos que podrás ver a continuación forman parte de la Colección de Euskal Museoa y se han incorporado temporalmente al Yacimiento de la Plaza del Corazón de María durante el proceso de Renovación Integral del Museo.
En la zona más alejada, casi en la esquina, pueden verse las bolas de piedra que remataban los arcos del antiguo puente de San Antón o Puente Vieja. Hasta un total de seis, se disponían por parejas sobre el mismo.
El Puente de San Antón fue, durante siglos, la única vía de entrada a la Villa de Bilbao y fuente de muchas discusiones con los frailes del Convento de San Francisco que querían controlar su propio punto de acceso. Por eso, desde el momento en el que comenzaron a construir el Convento, solicitaron también levantar su propio puente junto a él.
Junto a las bolas puedes ver una secuencia de tres escudos, todos ellos de la Villa de Bilbao. El primero, el más próximo a las bolas, estuvo en la fachada de la Basílica de Santiago, hoy Catedral de Bilbao. La fachada histórica del edificio era la que hoy se encuentra bajo el pórtico lateral, puesto que era la que miraba al núcleo de la Villa.
Junto a él, el siguiente escudo se ubicó en la antigua estación del ferrocarril Bilbao-Tudela, la primera que hubo en Bilbao. Estuvo ubicada en las proximidades de la actual estación de Abando. Para edificarla hubo que trasladar el convento de las franciscanas que, hasta finales del siglo XIX, se ubicó allí.
El último escudo de Bilbao, se ubicó en el cementerio de Mallona, el segundo construido fuera de las iglesias parroquiales de Bilbao. El primero fue, precisamente, el del Convento de San Francisco.
Por último, junto a ellos, podemos ver el escudo de armas de la familia Barco, Urrutia, Montiano y Arbolancha. Estuvo ubicado en la casa que la familia levantó entre los siglos XV y XVI en la Ribera. Procedentes de las Encartaciones, se trasladaron a Bilbao para dedicarse al comercio atlántico de los paños.
Escudo de Bilbao. Ca. 1650
© Euskal Museoa. Bilbao. Museo VascoPARADA 5
Un poco de historia
Según nos cuentan varias fuentes documentales, a finales del siglo XV, existía en Bilbao una comunidad de frailes franciscanos con convento en la parte de San Mamés. A finales de ese mismo siglo, la congregación solicitó su traslado a un terreno más próximo a la Villa de Bilbao. Y en 1475, Sixto IV concedió a los franciscanos de San Mamés ese traslado a Abando mediante la bula Sacrae Religionis. Desconocemos si la construcción del nuevo edificio se inició de forma inmediata pero, a juzgar por ciertos restos hallados en las excavaciones, es posible que los frailes comenzasen a levantar alguna estructura temporal, como forma de tomar posesión de un terreno que no les sería concedido de forma oficial hasta unos años más tarde.
En 1498, los Reyes Católicos autorizaron por fin su construcción. Ésta se llevó a cabo sobre un terreno cedido por Don Juan de Arbolancha y Doña Elvira Fernández de Basabe, conocido como Viña del Infanzonado. A partir de esta fecha, dio inició la obra gótica del Convento de San Francisco. Aquel primer complejo estuvo integrado por la iglesia, el claustro y otras dependencias anejas. De algunas conservamos todavía restos arqueológicos; de otras no.
En el transcurso del siglo XVI, el hecho más notable, desde el punto de vista histórico, fue el permiso que Carlos V concedió al convento para utilizar su escudo de armas gracias al cual el convento pasó a llevar el título de Imperial.
A partir del siglo XVI, el convento comenzó a experimentar un importante crecimiento que alcanzó su punto más álgido con el establecimiento oficial de la Orden Terciaria en Bilbao, en 1614. Fue entonces cuando el conjunto incorporó uno de los espacios más significativos del yacimiento, la Sala de Terciarios.
Con el inicio del siglo XIX llegó el principio del fin para el Convento de San Francisco. En 1820, las Cortes decretaron su cierre. El lugar había comenzado a utilizarse como espacio de acuartelamiento desde la Guerra de Independencia. Sin embargo, su fortificación definitiva no llegaría hasta 1833. Desde ese momento en adelante, el convento pasó a utilizarse como cuartel, con la lógica y necesaria modificación de los espacios.
Sin embargo, en 1848, se optó por demolerlo y construir un cuartel de nueva planta. El proyecto lo presentó Juan Salces. Las obras se demoraron todavía unos años, mientras el convento se derribaba progresivamente. Desapareció definitivamente en 1861, aunque las obras del nuevo cuartel no comenzaron hasta 1865.
El Cuartel del Príncipe Don Alfonso se mantuvo activo hasta 1929. Su derribo, iniciado en ese mismo año, finalizó en 1931 y dio paso a la urbanización de la plaza, en la que se edifico el grupo escolar Tomás Meabe.
Puerta de la Parroquia de San Juan Bautista de Sondika
La iglesia de San Juan Bautista se demolió en 1939, cuando dieron comienzo las obras del Aeropuerto de Bilbao. Uno de los arquitectos que participó en su construcción, Manuel Ignacio Galíndez Zabala, rescató la puerta y la dono al Euskal Museoa.
Esta puerta daba acceso a la iglesia que parece que remontaba su construcción al siglo XII, aunque con remodelaciones y reconstrucciones posteriores. Además de la puerta de acceso, Euskal Museoa conserva también un capitel románico del antiguo edificio.
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La Iglesia del Convento
De todos los vestigios que se conservan del antiguo Convento de San Francisco, los restos de la iglesia son los más antiguos. La construcción de buena parte de los muros que vemos dio comienzo a finales del siglo XV. Aunque, como el resto de los espacios, sufrió muchas modificaciones para adecuarla a los nuevos tiempos.
La iglesia, de nave única, tenía 13 metros de anchura y una batería de cinco capillas a cada lado del espacio central. La excavación ha sacado a la luz buena parte de su estructura. A ambos lados de la nave central, pueden distinguirse la totalidad de las capillas del lado sur y algunas de las del flanco norte. No se ha podido recuperar, sin embargo, el espacio de cabecera que quedaría debajo del actual Centro Cívico.
Tanto las capillas como la nave central se utilizaron, según la costumbre, como lugar de enterramiento. En la nave de la iglesia, se llevó a cabo un encajonado que permitiese un aprovechamiento intensivo del espacio disponible. Por otra parte, las capillas laterales, sufragadas por las familias más notables de la Villa, acogieron un numero menor de sepulturas pero de mayor calidad artística. En la más próxima al Altar Mayor, en el lado del Evangelio, se enterró la familia Arbolancha, principal benefactora de los Franciscanos y, frente a ellos, en la nave de la Epístola, los Arbieto.
Tanto la iglesia como el claustro original fueron construcciones góticas. En el caso de la iglesia, esta característica es todavía perfectamente visible en los arranques de los pilares situados a ambos lados de la nave central. El claustro original, sin embargo, se desmanteló en el siglo XVII, para adecuarlo a las nuevas necesidades del convento.
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Primera capilla de la Epístola
Te encuentras en este momento en la primera capilla de la nave de la Epístola, aquella utilizada por los Arbieto como lugar de enterramiento familiar. Era la primera capilla tras el Altar Mayor y como tal era la segunda en importancia en el conjunto de la iglesia, sólo superada por la que quedaba justo enfrente, en la nave del Evangelio que perteneció a los Arbolancha. Desgraciadamente, aquella capilla no pudo excavarse, al quedar bajo las edificaciones del lado norte de la plaza.
Aún puede verse, aunque muy dañado, el arranque del pilar que la separaba de la capilla adyacente. También conserva parte del suelo, fechado a finales del siglo XVII, en torno a 1680.
Dintel de la torre de Zurbaran
En la siguiente capilla puede verse, apoyado contra el muro, un dintel que perteneció a la casa-torre de los Zurbaran.
Los Zurbaran fueron, junto a los Arbolancha o los Arbieto ya mencionados, otra de las importantes familias del Bilbao del siglo XV. Este dintel, perteneciente a la Colección de Euskal Museoa, daba acceso a la torre familiar en la calle la Torre.
El edificio fue derruido en 1878, pero aún conservamos este dintel sobre el que puede leerse «Esta casa fiso Lope Martines de Çurbaran basallo del rei en el año de mil e cccc e cincuenta e tres» Esta casa hizo Lope Martínez de Zurbaran, vasallo del rey en el año 1453.
Nicolás Bustrín. © Archivo de la Real Chancillería de ValladolidPARADA 8
Imágenes del Convento
En el pasillo paralelo a la iglesia puedes ver varias imágenes que ilustran el aspecto que debió tener el templo a finales del siglo XVII. Los dibujos originales se guardan en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. Se realizaron por petición de Francisco Antonio de Salazar, copiándose del Libro becerro de sepulturas del convento. Su autor fue Nicolás Bustrín, pintor vecino de Bilbao, pero de ascendencia flamenca.
En la primera ilustración puede verse un alzado de la que fue la Capilla Mayor, cubierta con una bóveda de crucería y decorada con un retablo de estilo clasicista.
La segunda reproduce, con casi total seguridad, la perdida capilla de los Arbolancha, dedicada a Santa Clara. En el dibujo se representan las tres paredes de la misma, con toda la ornamentación de la que un día hicieron gala.
Finalmente, en la tercera puede observarse un plano de las sepulturas más próximas a la cabecera. Por un lado los enterramientos encajonados en la nave y por otro las cuatro capillas más próximas al altar, dos a cada lado de la nave.
Lápida funeraria de Cándido de Arechaga
Justo al otro lado del pasillo, apoyada en la pared exterior de la iglesia, puedes ver una lápida funeraria rectangular, con una moldura en todo su perímetro, que enmarca una inscripción. En ella puede leerse:
«[Nac]io en Bilbao el 4 de sep/[tie]mbre de 1802 y fue alevosa/[men]te asesinado el 3 de octu/[br]e de 1833 dia en que fue da/do en esta villa y en España/el primer grito de la rebeli/on carlista despues de la mu/erte de Fernando VII»
Cándido de Arechaga fue la primera víctima de la I Guerra Carlistas en Bilbao. Lo mató, junto al puente colgante de San Francisco, una partida de carlistas, de las muchas que circularon por la Villa a la busca y captura de liberales, al grito de «Viva Carlos V»
La lápida, procedente del Cementerio de Mallona, es una donación relativamente reciente, lograda gracias a la mediación de Ramón
Talasac, miembro de la Sociedad El Sitio.
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El Albañal
Al fondo del yacimiento, junto a los pies de la iglesia y tras la Sala de Terciarios, se ubica una de las construcciones más llamativas del conjunto. Se trata de un albañal utilizado para la canalización de las aguas en esta parte de la ladera.
La zona en la que se ubicó el Convento de San Francisco tenía una pronunciada pendiente que drenaba las aguas hacia el noreste, trasladándolas hasta la ría más abajo. La excavación ha descubierto diferentes intervenciones que tuvieron como objeto la canalización de esa escorrentía. Se han detectado obras anteriores incluso al propio convento. Pero, la de mayor envergadura, sin duda, es este albañal.
Se orienta de norte a sur y, en su extremo norte, en la parte más cercana, se inclina hacia el oeste, nuestra derecha, para drenar el agua a través de una alcantarilla. Su pavimento presenta dos zonas claramente diferenciadas. En la parte superior, al sur, se utiliza el canto rodado, disponiéndose en forma de espina de pez, mientras abajo, al norte se cubre con losas de piedra caliza. Esta diferencia parece obedecer a la función de cada espacio. El agua fluía sobre los cantos rodados, descendiendo hacia las losas planas, sobre las que se remandaba, para, después, ser canalizada a través del sumidero lateral.
A lo largo de la visita podrás observar en varios puntos zonas de canalización que corren paralelas a los muros. Formaban parte de todo ese conjunto de drenaje construido por los franciscanos para trasladar las aguas a la ría.
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La Sala de Terciarios
La Orden Tercera de los Franciscanos no llegó a Bilbao hasta 1614, a pesar de haber sido creada por San Francisco en el siglo XIII. Se trataba de una tercera vía para abrazar el modelo de vida franciscano dirigido a todas aquellas personas que no podían o no querían tomar los votos pero sí vivir conforme a los preceptos marcados por el santo.
Parece que la creación de la Orden en Bilbao marcó la construcción de este espacio en el que nos encontramos. Sin embargo, en el proceso de excavación se encontraron vestigios de dos estancias anteriores, que ocuparon el mismo lugar, pero es poca la información que puede deducirse sobre ellas. Es posible que la primera fuera anterior a la construcción del propio convento. La segunda pudo estar dedicada a la Orden Tercera, incluso antes de que esta entrase en el convento de forma oficial.
En cuanto al espacio que se conserva, se trata de una sala de aspecto corte clasicista, en la que aún pueden verse los arranques de las columnas toscanas que la dividían en tres naves. Las referencias documentales que conservamos parecen indicar que tuvo un uso doble, por un lado litúrgico y por otro académico. Es posible que el espacio, efectivamente, contase con un pequeño altar, así como con una biblioteca y pupitres dedicados al estudio.
Desde principios del siglo XIX el convento fue abandonándose. Las Cortes decretaron su cierre en 1820 y en 1833 se hizo oficial su fortificación, convirtiéndose, a todos los efectos, en cuartel. De esa época datan los orificios que pueden verse en el muro derecho, así como su enlucido y algunos graffitis. Los orificios se realizaron como punto de anclaje de las argollas utilizadas para sujetar a los caballos del cuartel, al modificarse el uso del espacio.
Además, las excavaciones han demostrado que la Sala de Terciarios se utilizó también para fabricar balas durante las Guerras Carlistas, al encontrar en este espacio un crisol para fundir plomo y numerosos proyectiles.
PARADA 11 La Portería
Continuando nuestro recorrido, tras la Sala de Terciarios, encontramos la portería de entrada al Convento de San Francisco. Hoy quedan pocos restos de aquel acceso, pero aun es visible lo que debió ser la caja de la escalera que conducía a las plantas superiores del conjunto.
Tras quedar en desuso, a mediados del siglo XIX, el convento comenzó a desmantelarse con la intención de re-aprovechar los materiales constructivos en la edificación del cuartel posterior. Y así, desaparecieron todas las estructuras superiores del que un día fue el convento más importante de Bizkaia.
Sin embargo, las excavaciones han conseguido hallar restos de diversas fases constructivas en esta zona. Los primeros restos, no visibles a día de hoy, pudieron pertenecer a alguna estructura anterior a la construcción del convento.
El auge económico vivido por el convento durante los siglos XVII y XVIII trajo consigo modificaciones en el espacio de acceso, llevándose a cabo diversas obras de ampliación. Así, se creó un nuevo acceso doble de los que todavía pueden verse algunos restos. El primer acceso desde el exterior conducía a la zona de portería y la Sala de Terciarios. Todavía puede verse el arranque de una de las jambas de la puerta, construida en piedra caliza labrada. El segundo se clausuró posteriormente con ladrillos que todavía son visibles cerrando el muro perimetral del claustro. Este acceso, lógicamente, comunicaba el exterior, directamente con el pasillo del claustro.
Como dato curioso puede observarse además en esta zona del convento la reutilización constante de materiales que se fue haciendo en las diversas intervenciones. El muro de ladrillo que separa la portería de la Sala de Terciarios está íntegramente levantado con ladrillos antiguos re-aprovechados. Esto se deduce de la forma decorativa
de los ladrillos que tienen dos de sus lados lisos, mientras los otros dos forman una moldura. Su reutilización era sencilla; sólo había que colocarlos con la moldura hacia el interior del muro para crear una pared lisa al exterior.
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El Claustro
El claustro que hoy podemos ver data de la época de máximo esplendor de la congregación, es decir, de mediados del siglo XVII. Las excavaciones han sacado a la luz, además, algunos restos del claustro anterior, el correspondiente al construido con el convento, a finales del siglo XV.
Poco sabemos de aquel primer claustro a excepción de que tenía traza gótica. Las excavaciones han recuperado numerosos restos arquitectónicos de aquel espacio, consistentes, sobre todo, en capiteles, claves de arcos, nervios de la bóvedas y tracerías de los vanos y las cresterías, muchos de los cuales pueden verse sobre los muros y en el centro del propio claustro. Todos ellos son de clara inspiración gótica.
Además, parece que tuvo también un pozo en el centro del espacio. Según los pocos restos que se han hallado de él y que ya no son visibles, se habría tratado de una estructura baja de piedra coronada por otra de madera, sujeta mediante postes.
A mediados de siglo XVII parece que se llevó a cabo una remodelación del claustro. Fue entonces cuando se incorporaron los aires clasicistas de la época y se reorganizó el espacio. El patio quedó dividido en cuatro jardines acompañados de un pequeño aljibe en la cruz central. Hay que señalar que el pozo que hoy puede verse en el claustro no corresponde a la obra del convento, sino a la del cuartel posterior.
Las excavaciones encontraron también las improntas de dos grandes árboles en el centro de los cuadrantes noreste y sudoeste. Estos agujeros conservaban incluso restos de sus raíces.
Claustro del Convento de San Francisco
© Qark Arqueología
Como hemos visto al comienzo de la visita, en varios grabados y estampas del pasado puede verse el convento con dos claustros alineados. Desgraciadamente las excavaciones no han descubierto ningún rastro del segundo.
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El Cuartel del Príncipe Don Alfonso
Lo que hoy es la Plaza Corazón de María, estuvo ocupada, durante buena parte de los siglos XIX y XX por el antiguo Cuartel del Príncipe Don Alfonso, un edificio de considerables dimensiones que orientaba su fachada a la actual calle San Francisco.
Las sucesivas fases de excavación han sacado a la luz los espacios traseros de aquel antiguo cuartel -sobre todo pavimentos de los patios de maniobras-, además de algunas estructuras que formaban parte de sus edificios anexos orientados hacia la actual calle Conde Mirasol. Sin embargo, la necesidad de profundizar en la prospección provocó que la práctica totalidad de los restos tuviese que ser desmantelado para poder alcanzar las ruinas del antiguo convento de San Francisco que quedaba bajo ellos.
LOS MUROS DEL CUARTEL
En el extremo suroeste del Yacimiento, justo tras el albañal y la Sala de Terciarios, podemos ver aun el muro trasero semicircular del bloque central del antiguo Cuartel del Príncipe Don Alfonso. Como ya hemos mencionado, el cuartel tenía su fachada hacia la actual calle San Francisco.
Gracias a fotografías de la época y a la documentación conservada sabemos que los 90 metros de fachada del edificio se dividían, verticalmente, en siete bloques. En el central se situaba el vestíbulo de acceso que parece que daba paso a la escalera que ascendía a las dos plantas superiores. El muro semicircular que puede verse tras la Sala de Terciarios se correspondería con la parte trasera de ese modulo central que cobijaba la escalera del cuartel.
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El Pozo
En el claustro del convento puede verse hoy en día un pozo que perteneció al Cuartel Príncipe Don Alfonso. Lo más probable es que su construcción se llevase a cabo durante los primeros años de la vida del cuartel y que aprovechase, en la medida de lo posible, la perforación que ya habían utilizado los frailes.
Llama poderosamente la atención su aspecto. La obra, en ladrillo, se hizo a saco. Es decir, se construyó, directamente, contra el corte vertical del agujero realizado para alcanzar el nivel de las aguas subterráneas. Por ese motivo, la construcción, que hoy queda expuesta, nos da cierta sensación de inacabada; porque, en realidad, nunca iba a ser vista, adosada como quedaba a las paredes del orificio. Sin embargo, retirada la tierra de alrededor, son precisamente esos ladrillos los que le dan su aspecto más característico.
En uno de sus laterales, el pozo presenta varios huecos de forma cuadrada posiblemente utilizados para insertar una polea. Por medio de este mecanismo se harían descender los cubos hasta el nivel freático, a seis metros de profundidad.
El pozo no fue el único sistema de abastecimiento de agua del cuartel. Se han encontrado también las huellas de diversas intervenciones de canalización. El Ayuntamiento calculaba su ocupación por aquellas fechas en un máximo de 1500 hombres, a quienes concedía 4 litros de agua potable y 6 litros de agua de la ría por día y persona.
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Imágenes del Cuartel
Para terminar este recorrido nos vamos a acercar a ver dos fotografías en las que aparece el Cuartel del Príncipe Don Alfonso.
La primera, perteneciente a la Colección Roisin, está tomada en la actual calle San Francisco. En ella pueden apreciarse muy bien las enormes dimensiones del edificio que tenía 90 metros de fachada, divididos en 7 cuerpos verticales, y 20 metros de altura en tres plantas. En la baja y la primera parece que se encontraban las dependencias generales, mientras en la última se ubicaban los dormitorios.
La escalera que comunicaba el conjunto se levantaba en el cuerpo central, visible en primer término en la fotografía. En el fondo, pueden apreciarse las torres tanto de la Iglesia del Corazón de María, actual Museo de Reproducciones, como de la Quinta Parroquia.
En la segunda imagen puede contemplarse una estampa de los patios traseros del cuartel, en invierno. En el centro es perfectamente visible el muro semicircular que todavía se conserva en el yacimiento. El resto de edificaciones y, sobre todo los pavimentos del gran patio trasero que se hallaron durante las excavaciones, pero que tuvieron que ser desmantelados para poder alcanzar el nivel inferior del convento.
Sabemos que durante las obras de construcción de un parque de artillería en estos espacios traseros, hacia 1879, se hallaron restos humanos pertenecientes al cementerio del antiguo convento, que se trasladaron a Mallona.