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Janis Joplin

Hugo Germán Serrano Miranda

Este año de 2020, inició con una terrible pandemia que nos tiene inmovilizados lo más doloroso es que se inició con la muerte de grandes músicos rockeros como son: Neil Ellwood Peart baterista y letrista en la banda de rock progresivo Rush (7 de enero de 2020), le siguió Little Richard. (9 de mayo de 2020) y el más reciente, Edward Lodewijk Van Halen. (6 de octubre de 2020), todos ellos virtuosos en este género musical y que se esperaron a morir viejos y enfermos, justo cuando se cumple el medio siglo del aniversario de la muerte de Janis Joplin y de Jimi Hendrix ( a la mitad del año siguiente después de que falleció este dúo moriría Jim Morrison: el rey lagarto).

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Después de 50 años las nuevas generaciones se preguntarán ¿Quién fue Janis Joplin (1953-1970)?, la respuesta es muy simple: Una chamaca de gafas redondas, su imagen es muy recurrente y reconocible en posters donde aparece su figura montada en su motocicleta y a veces en un cochecito descapotable pintado con dibujos psicodélicos; una mujer considerada como el perfecto símbolo sagrado del movimiento hippie de los años 60’s.

La gran Janis fue una mujer muy cabrona y decidida que se abrió paso en el mundo del rock masculino (¿machista?), con la botella de whiskey Southern Comfort en mano y logró ponerse por encima de los Jaggers, Hendrix, Morrison y Claptons. Así fue su espíritu indomable y beligerante. Se le conocía por muchos nombres: la bruja cósmica del blues, la reina blanca del blues. Fue en vida una mujer de piel blanca y corazón del color de los esclavos, de mirada triste pero de portentosa voz rota, aguardentosa, descarnada y dotada a un tiempo de pasmosa sensibilidad.

Janis pertenece al famoso club de los 27, el club que comparte junto con Jimi Hendrix, Jim Morrison, Brian Jones de los Rolling y hasta el blusero Robert Johnson. Las famosas jotas de este club, una cofradía de muertos prematuros (mi querido lector entienda por jota a la letra del inicio de su nombre no su preferencia sexual, el número se refiere a la edad en que murieron).

Amy Winehouse fue la última en conseguir el poco deseado ingreso al exclusivo Club de los 27. Todos ellos vivieron bajo la gran consigna y principio que instituye al club:

Vive rápido, muere joven y tendrás un cadáver que se vea bien.

Pero estas jotas también fueron fieles y leales a la consigna del manifiesto que dejó el grupo de Pete Townsed, The Who, en su canción My Generation, en 1965.

La gente intenta humillarnos (hablo de mi generación)

Sólo porque somos conocidos (hablo de mi generación)

Las cosas que hacen se ven mal (hablo de mi generación)

Espero morir antes de envejecer (hablo de mi generación)

My Generation, The Who (1965)

Janis, Jimi y Jim, desde que se dieron a conocer musicalmente en el mundo, siempre representaron el espíritu irreverente de éxtasis y provocación que estuvo más acorde con el sentir y el vivir de la juventud contracultural en las décadas de los 60’s y 70’s…buenos alumnos de la escuela del rock de esa época.

Este portentoso trío y el género musical que los acomunaba constituye la mejor forma de representación de la realidad imperante de sus tiempos, haría de la canción estrafalaria y libre de prejuicios, el mejor vehículo de comunicación para expresar las ideas de muchos jóvenes, siempre dispuestos a rechazar las estructuras de la experiencia ñoña y mojigata de la clase media, de las ligas de la decencia y la forma de vida orientada hacia el trabajo sumiso e irreflexivo, el poder, el status y el consumo...y también del profesorado (we don´nt need education, Pink Floyd).

Desde luego, el espíritu de estas tres jotas, no correspondía al prototipo de juventud a la que la familia de los 60’s preparaba de manera obsesiva, por tener una educación decente y tradicional y su correspondiente proceso de socialización acorde a los cánones de los adultos, Janis, Jim y Jimi optaron por seguir otros horizontes menos ortodoxos. Ciertamente sus fines serían totalmente desacreditados dentro del sistema de valores imperante.

Pues bien, en la década de los años sesenta cuando los hippies se movían tras la consigna: sexo, drogas y rock, en un pueblito que se llama Los Mochis, en el estado de Sinaloa, yo, el que escribe, estaba a punto de terminar mi primaria, no sabía ni tenía la más remota idea de quien era Janis Joplin, pero si conocía la música de Leo Dan, Raphael, Los rebeldes del rock y algo de los Apson Boys

Tres meses antes de incorporarme a la secundaria, El sábado 17 de junio de 1967, tuve conocimiento de un evento de reunión de jóvenes de tres días, el eje de este tumulto era la música de rock: El festival de Monterey. La presentación de en este festival fue considerado la primera gran actuación pública de Janis Joplin, quien apareció como miembro de Big Brother and The Holding Company, alternó con las grandes grupos de la época como fueron, -conviene señalarlos para ubicar el contexto musical-: Canned Heat, Country Joe and the Fish, Al Kooper, The Butterfield Blues Band, The Electric Flag, Quicksilver Messenger Service, Steve Miller Band, Moby Grape, The Byrds, Jefferson Airplane, entre muchos otros.

Su segunda grandiosa aparición fue El viernes 15 de agosto de 1969 en el festival de Woodstock (400,000 personas), Alternó con los supergrupos de la época, Ten Years After, Creedence Clearwater Revival, The Who y el chavito de ese entonces Carlos Santana entre otros. Debo aclarar que para estas fechas ya estaba en tercero de secundaria, aprendí rápidamente, como todo púber, a dejar el trompo, las canicas y desprender de mis oidos la música de Leo Dan, los hermanos Carrión, la otrora jovencita Rocio Durcal, para dar paso de manera intempestiva a la escucha de grupo rockeros y cantantes con sus relicarios como The Who, Kinks, CCR, un poco de Rolling Stones y Beatles, pero muchísimo de Frank Zappa, Hendrix, Doors y desde luego a esta diosa encantadora del blues, la reina blanca del blues, la bruja cosmica: Janis Joplin. Para estas fechas ya era una estrella consolidada, ya que le bastaron cuatro álbumes para convertirse en el gran mito y una de las leyendas más sólidas, en el de por sí, muy adoquinado lugar de las historia del rock. hoy...a la distancia de 50 años, todavía escucho sus cuatro discos LP y la recuerdo de manera muy entrañable.

En el ensayo literario que escribió Alfredo Peñuelas Rivas La orfandad de la muerte (Jus, Libreros y editores y CONACULTA, 2013) comenta:

Los mexicanos y creo que en todo el mundo, somos amigos de las tumbas, de los lugares sagrados, de los ritos autoimpuestos. Creemos que aquellos que han alcanzado la iluminación tienen alguna especie de deuda con el mundo de los mortales y, por lo mismo, sentimos que estar en contacto con un ser que consideramos inmortal, aunque sea a través de su obra nos hará partícipes de la gloria.

Así como lo describe Alfredo, muchos rockeros sexagenarios y septuagenarios, queremos ser partícipes del legado de las grandes figuras como Janis Joplin, Jimi Hendrix y Jim Morrison; los consideramos dioses iluminados y su muerte temprana les otorga un grado de misticismo que se asocia con la inmortalidad.

Estas grandes figuras del rock, desde una perspectiva vivencial tibia y amansada, nunca llegaron a su destino, a sus decisiones, a su identidad, a ese concepto resbaladizo llamado amor, a comprenderse a sí mismos, y si lo hicieron llegaron tarde. Pero eso sí lo más seguro es que llegaron muy temprano a su muerte.

Afirmo que Janis Joplin no fue sólo una de las grandes del rock, más bien fue en su momento la mujer del rock una diosa contestataria, que podía llevar una vida salvaje sin ocultarla, una vida de excesos de alcohol, tabaco y heroína que acabarían con ella a los 27 años.

John Cale La describía de la siguiente manera:

Siempre daba la impresión de estar totalmente fuera de control. Su compromiso con su propia verdad era inquebrantable, daba igual lo destructiva o lo extraña que fuera. Era completamente diferente en su forma de vestir, de cantar, de vivir. Sin estilista, sin publicista, sin asesor de imagen. Sólo ella la inmaculada del blues, Janes Joplin.

Su total ausencia de miedo llegaba al límite cada vez que abría la boca para cantar, forzaba la voz, cantando en una tesitura que posiblemente no era la suya sino de todas las voces de los que lloran, sufren, suplican. Conseguía un desgarro enardecido, su cuerpo vibraba desde sus pies hasta sus cejas en perfecto equilibrio con su canto (ver el video de su actuación en Monterey, Ball and Chain en https://www.youtube.com/watch?v=X1zFnyEe3n), al mismo tiempo que expresaba actitudes de liberación, de anticonvencionalismo, de júbilo y desenfreno sexual, de ruptura con lo elegante, con el encanto glamuroso y mamón (¿burgués?). Pero también tenía su lado flaco, se desarmaba cuando se ponía vulnerable.

Lamentablemente Janis se nos fue, dejándonos esa terrible nostalgia, peor que la que dejó el deceso de Maradona a los argentinos. La ausencia de Janis representa para muchos rockeros como yo, viejos, enfermos y actualmente confinados por el pinche covid19, una fatalidad, algo así como el cruzazulista que ve perder a su equipo contra los pumas, así de pendejo y desorientado es ese sentimiento que nos invade: el mundo no es como hace 50 años, ahora es mucho peor que cuando estábamos jóvenes y jodidos, ahora puedo decir que nuestra realidad está impregnada de carencia de emoción y más aburrido sin la presencia y el talento de la Bruja Blanca y su estrafalaria personalidad.

El escritor Sergio Pitol, en su obra El arte de la fuga escribe: La nostalgia vive de las galas de un pasado confrontado a un presente carente de atractivos. ¿Acaso existe atractivo en la música regetón?, ¿en las canciones del cantarín Chistian Nadales?… respondo y exclamo decentemente en voz alta: ¡progenitora dedicada al trabajo sexual! Póngale lo sabroso y vulgar, mi querido lector.

En la prepa donde yo estudié, en los Mochis, una amiga irreverente, inteligente y muy procaz de mi generación: La bellísima, buenona y nunca igualada por sus collares y el talle de sus minifaldas a media nalga, escribió cuando murió Janis Joplin, una especie de epitafio a un lado de la oficina del director:

Puedo decir, de manera sincera y descarada: Janis, yo también te extraño como la adorable Becki, pero a mi edad…mis clases de Mecánica no son las mismas después de haber escuchado tu voz tan llena de blues y de emoción desmedida.

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