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Obsesión

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Aún recuerdo el intenso Sol de aquel día en el que te conocí. No me lo esperaba, en lo absoluto, pero qué iba a saber un adolescente que, como de costumbre, perdía el tiempo en las canchas del área deportiva en la preparatoria. Cómo iba a saber que llegaría a tener una obsesión tan grande con una chica.

Me dirigía a la salida cuando mis ojos no pudieron evitar prestarle atención a aquella chica que jugaba voleibol con sus amigos. Grandes y brillantes ojos, cabello lacio que rebasaba los hombros, unos labios finos y pequeños y unas pecas que abarcaban la mitad superior de su cara... juro que jamás las olvidaré. Esa diminuta nariz, pero que era perfecta en ti, y esa envidiable figura esbelta, pero perfectamente bien definida con cada curva.

Conseguí hablarte gracias a nuestro gusto común por el voleibol. Cada vez nos conocíamos más y yo disfrutaba de esas risas, de esos momentos jugando cualquier juego de pelota cuando las canchas estaban ocupadas y de esas miradas que se cruzaban entre tantas personas, incluso de aquellos disimulados labios tuyos rozando los míos durante el beso de despedida. ¡Vaya forma de coquetear!, sí que me mataba.

Físicamente ya me encantabas, pero esa personalidad tuya me derretía: indomable, alegre, espontánea, agresiva e intensa. Me arrinconabas

a tal punto que no sabía qué hacer y, puesto que no era una persona libre, no podía haber nada más que una amistad entre nosotros. No querías que lastimara a nadie por ti, pero tampoco estarías conmigo mientras tuviera a alguien más, solo seguirías ahí, matándome con total conocimiento y totalmente a propósito, como si te complaciera hacerme sufrir.

Así, con el tiempo, comencé a entender esa faceta que no conocía de ti y que, a decir verdad, no quería ver. Prejuiciosamente asociada al género masculino, te gustaba jugar y disfrutar del libertinaje y así alimentar tu ego y engrandecer tu autoestima. Pero, ¿quién era yo para juzgarte por eso? Aun con ese pensamiento en mi mente difícilmente hubiera podido soportar mucho tiempo ese tipo de relación, tan bizarra pero tan común, de la cual no a muchos escucharás hablar. Así que tras una pelea totalmente provocada por mí con intención, decidimos separarnos para jamás volvernos a hablar... o eso era lo que yo pensaba.

Ahora han pasado 2 años y te vuelvo a encontrar. No es un encuentro fortuito que pude haber evitado pues has venido a estudiar a la misma facultad que yo. Estoy en parte orgulloso de ti, aunque también me encuentro totalmente aterrado. ¿Debo saludarte?... corrección: ¿Puedo saludarte? No hay tiempo para pensarlo, estás pasando justo delante mío y dentro tengo la esperanza de que hayas cambiado esos aspectos. Te has sorprendido, dentro de mi estoy tan alegre de que no guardes rencor ni que me hayas evitado. No puedo evitar sonreír.

El color del cielo es más oscuro justo antes del amanecer.

Y así se reanudaron nuestras pláticas y encuentros constantes. Me contaste que conociste a alguien, que te enamoraste y que finalmente te rompieron el corazón. Al menos ahora sé que tienes uno (JAJAJA). Volvimos a vernos más seguido, incluso iba a visitarte a tu salón entre clases, justo como antes. Creí que este instante de la vida sería aquel en el que se me diera la revancha, en donde por fin podríamos estar juntos, pero nuevamente solo fueron falsas esperanzas. En esta ocasión fuiste más directa: “no podías evitar jugar conmigo”, esas fueron tus palabras exactas y en ese instante sentí un enorme golpe dentro de mí.

Todas esas imágenes ficticias generadas en mi mente sobre un futuro entre tú y yo se quedarían solo en eso, en imágenes. Pero eso no era lo que dolía, sino el hecho de que pensaras así y más aún cuando yo había mostrado progresos de mi madurez; el hecho de saber que todo seguía ahí, como la atracción mutua, el gusto por compartir tiempo uno con el otro, la profunda comodidad e, incluso, la confianza de que mutuamente nos teníamos. Y sin embargo no podía dejar de ser denominado como un juego.

Esta vez no buscaré pretexto alguno para alejarnos, sin embargo debo hacerlo. Te he idealizado demasiado, no estoy decepcionado de ninguna forma, pero no debo ni puedo seguir con esto… te has vuelto una completa obsesión. Lentamente, pero lo haré, de manera gradual para que desaparezca como si me fuera caminando lentamente dentro de una espesa niebla. Desprenderé todos mis lazos contigo. Podría sonar exagerado pero no quiero que esto se vuelva un bucle insano y que cualquiera de los dos pueda salir lastimado e, incluso, destrozado.

Debo darte las gracias: gracias por todos esos buenos momentos. Puede sonar genérico, pero de verdad gracias. Gracias por escuchar, gracias por hacerme reír, gracias por acompañarme cuando necesitaba compañía, gracias por cada contacto con tu piel, gracias por dejarme perder mirando esos ojos, gracias por caminar junto a mí, incluso gracias por la ilusión, porque ¿Qué es la realidad sin la ilusión? El color del cielo es más oscuro justo antes del amanecer.

Antes, tan arriba tocando nubes; ahora, tan abajo, sepultado, putrefacto.

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