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Una dura lección

Por Sergio Colin

Desde hace 4 años, estoy enamorado de la hermana de mi mejor amigo. Fue un jueves el día que la conocí, “noche de videojuegos”, solía sentarme con su hermano en la sala de su casa para jugar hasta altas horas de la noche, comíamos tacos, platicabamos sobre la vida, amor, mujeres y sobre nuestros sueños. Éramos demasiado jóvenes y nuestras preocupaciones eran pocas. Fue hasta una noche en particular, que ella decidió salir de su cuarto en la madrugada y bajar a cenar. Debo admitir que la primera vez que me saludó me agarró por sorpresa, yo estaba demasiado concentrado en el videojuego y no noté que ella estaba detrás de mí.

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Lo único que me dijo fue: “Hola tú debes ser el amigo de mi hermano”, con voz temblorosa por los nervios le contesté su saludo, levantándome y presentándome de una manera bastante forzada y formal, ella debió de verme como un bicho raro, pero yo estaba impactado por su hermosura, tenía la piel canela, el cabello negro y lacio, unas cuantas pecas en sus mejillas, delgada y más o menos de mí misma estatura. Los meses fueron pasando y estos encuentros nocturnos continuaron, me gustaría decir que cada vez las cosas fluyeron más, pero no fue así. Para esos tiempos ya toda su familia sabía que me gustaba, -hasta ella-, lo tomó de un modo peculiar, al ser yo tan tímido le daba ternura, de alguna manera le resultaba divertido el ponerme nervioso, a veces le gustaba por “accidente” rozar mi mano con la suya, otras veces se me quedaba viendo fijamente para ver mi cara de asombro y luego reírse.

Todo cambió una noche que por cuestiones del destino ella y yo nos encontramos solos en su casa y por primera vez la plática fluyó, comenzamos a tener confianza, nos agradaba nuestra mutua compañía. Tres años pasaron, yo me había vuelto muy apegado a su familia, el tiempo hizo sus cambios, entre ella y yo había nacido una bella amistad, no éramos los más apegados pero cuando nos veíamos en verdad que era lindo, yo tenía novia y ella tenía a su pareja, sin embargo, también entre nosotros había nacido un coqueteo mutuo, algunas mañanas cuando me quedaba a dormir y su hermano había salido de la casa, entraba ella y me despertaba para preguntarme en qué vestido se veía más bonita y en secreto me hacía una pasarela de modas. Otras noches cuando su hermano no veía y ella se encontraba en la cocina distraída yo iba y le susurraba al oído algún chiste. Pero a quien quiero engañar, en este juego de la seducción siempre ella me ganó, iba un paso delante de mí y a pesar de que yo ya era una persona mucho más segura de sí mismo, ella siempre lograba ponerme la piel de gallina.

Algún tiempo después ambos terminamos nuestras relaciones, un día de la nada empecé a recibir mensajes en mi celular, eran de ella, había sacado mi número del celular de su hermano, en estos mensajes ella me confesó que siempre le había parecido guapo. Sé que solo había que pedirle una cita, pero, mi maldita conciencia no me dejó, no pude evitar pensar en su hermano, mi mejor amigo, salir con ella significaba terminar la amistad, y si entre ella y yo no funcionaba, acaso podría seguir yendo a su casa.

De algún modo quiero entender su sentir, han pasado 4 años desde que nos conocimos, ella por fin me confiesa todo lo que siente, y yo, yo no le correspondo. Han pasado dos días desde que le dije que me gusta pero que no podemos intentar nada, hoy su hermano ha organizado una fiesta en su casa, ella estaba en su sala en aquel sillón en el que tantas veces nos sentamos a platicar, estaba maquillada, se ve que ha llorado, siendo sincero yo también lo he hecho, me acerqué a saludarla, pero ni siquiera quiso verme. Es una chica muy guapa, alguien más se acercó a hablarle, de alguna manera ella se aseguró que viera cómo se metió a su cuarto con aquel chico y cerró la puerta.

Me he salido de su casa, para escribir esta historia, ahí está su ventana, la única con vista a la calle, con las persianas cerradas y la luz apagada, nunca había conocido esta clase de dolor, es un dolor que no te permite llorar, las lágrimas se mantienen justo al borde de los ojos, cada respiración duele, la imaginación quema, siento cada latido de mi corazón, un latido amargo, vacío, sin sentido, quisiera gritar, decirle por favor no lo hagas, arrojar una piedra gigante que rompa su ventana pero ya nada importa. No sabría decir si ella me rompió el corazón o yo solito lo hice, 4 años he soñado con sus labios, con su mano, y ahora solo me queda irme, qué caso tiene, no creo volver a esta casa.

¿Acaso habré tomado la decisión correcta?

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