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Literalmente: El negocio de la muerte

Por Jorge Cortés

Hace unos días me encontré en una circunstancia en la cual pensé que sería buena idea, incursionar en el negocio de la venta de planes funerarios, todo esto debido a mi necesidad de encontrar un empleo desde casa en esta cuarentena.

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Negociar con clientes acerca de los precios de venta y costos funerarios me hizo darme cuenta de cómo la muerte es algo inhumano, en el literal significado de la palabra, porque solo los humanos tenemos la capacidad de negociar con algo tan esencial, inamovible e intocable como es la muerte.

En occidente, los griegos no tenían una explicación que no apelará hacia la ficción para representar el fin de la existencia del ser o de la propia muerte. Mientras que por otro lado, en zonas del Oriente, desde la antigüedad se ha visto a la muerte más como un medio para alcanzar otro escalón de la vida misma, más que algo representable. Aunque en ambas interpretaciones de dicho evento tan humano se ha buscado encontrarle un fin, sin ninguna respuesta concreta más que, en muchos casos, la fé de que sirve para algo más.

Y es que, debido a que sabemos que es una de las cosas que no podemos evitar, hace que queramos racionalizarlo de una u otra manera, a veces contradiciendo esa racionalidad con una fé bruta y poco fundamentada sobre la existencia después de la muerte. Queremos, esperamos y buscamos que tenga un propósito nuestra muerte más allá del fin de un ciclo. El racionalizar la muerte hace que le pongamos un precio a ésta y al mismo tiempo hace que queramos negociar sobre aspectos de la misma: ‘Dios, fui bueno, trátame bien’. ‘Solo quisiera ya no sufrir’, ‘Sólo se nos adelantaron’, estos son algunos de los ejemplos de cómo suenan esas “negociaciones” o justificaciones. Sin embargo, esta capitalización no solo va desde un punto de vista personal y espiritual, sino que escala todavía más en un lado material. Esta capitalización no es algo necesariamente malo puesto que la muerte es algo sumamente humano y, a causa del descontrol que existe en la sobrepoblación humana, la administración de los espacios en nuestra topografía como recursos para el alojamiento de nuestros cuerpos después de la muerte se vuelve una necesidad inherente de la humanidad.

El gran inconveniente con el que yo me he topado es la evasión de parte de las personas por este imparable evento: nuestra muerte. El miedo a ésta es algo que, naturalmente, puedo entender, pero la gran apatía que se muestra por la planificación de nuestra muerte es algo raro e ilógico, puesto que lo único que es seguro de la vida es el término de ella. Esta apatía endémica es una de las razones por las cuales el negocio de la muerte es sumamente rentable, si no existen muchas opciones para su planificación, significa que las pocas que existen tendrán muchos frutos, más aún si hablamos de algo incontrolable como es

LA MUERTE.

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