Suite en tres actos es una coreografía de larga duración, articulada en tres momentos consecutivos. Es la puesta en escena de una crónica ficcional sobre el espacio y el tiempo vivos, cuyos protagonistas son carteles de publicidad exterior. ¿Qué ficción se trata y en qué lugar y tiempo nos coloca a nosotros, espectadores? Este es un relato sobre la percepción y las expectativas –burladas- de la mirada. Sobre la riqueza de comprender con los sentidos para, recién luego, dar lugar al análisis. Meditar (tiempo) y reconocer (espacio). Propone que nos ubiquemos en un sitio –hoy desbordado- y desde éste, nuestro punto de vista, experimentar las sensaciones que el relato nos plantea de manera vivencial y física. La materia que pulsa es la curiosidad como aquello que queda después de la sorpresa. Las conclusiones no deben ser apresuradas…
02/11 PRESENTACIÓN
1.
Presentación – inversión de términos. Los carteles ya no se obliteran en su función: hacen acto de presencia. No soportan ninguna publicidad que nos grite pseudo-certezas de felicidad a la cara sino que disparan más preguntas que respuestas. ¿Qué están ocultando, si es que eso hacen? ¿Qué es la obra, los carteles como piezas ready-made o el sitio por ellos delimitado, como un cover actual de los vivo dito de Alberto Greco? ¿Cómo es que el espacio vacío –condición de posibilidad de esta sala de exhibición- se volvió en sí mismo objeto exhibible? La presente obra se inscribe en la línea del Site Specific. Instalaciones que se proyectan “a partir de” y “sobre” un sitio
específico. Esta relación entre emplazamiento y obra es de estrecha necesidad. La obra se concibe como un comentario poético sobre el lugar –la galería- o como una respuesta estetizada a las preguntas que el entorno formula. Las obras de Guido Ignatti, por sus características intrínsecas, deben ser alineada menos en las filas de Richard Serra que en las de Gabriel Orozco. No es la espectacularidad de un discurso a gran escala, como podemos presentir dentro de los intersticios que los enormes paneles de Serra ofrecen, sino la perseverante intimidad dislocada y dislocante de una caja de zapatos abierta para mostrar su interior rojo. No es grito, ni imposición. Es invitación a la pregunta. En obras anteriores, Guido nos invitó a reflexionar sobre lo permeable que somos y cómo nos dejamos afectar en la convivencia con los otros. Señalaba de manera sutil carteles publicitarios y muros vacíos, buscaba así reubicar una “realidad otra” en un contexto no-correspondido. Desubicaciones y reubicaciones con el único fin de llamarnos la atención sobre lo que ya no vemos por cotidiano. De esta manera nos estaba despertando al hecho de que la vida interpersonal en las ciudades es un diálogo, la mayoría de las veces, interrumpido. Que la manera en que percibimos nuestra realidad no es nunca lineal y conclusiva, sino una acumulación más o menos caótica de fragmentos. En 2009 realiza una obra caprichosa: dentro de un tinglado de amplias dimensiones pinta de blanco piso y paredes hasta un cierto límite, y coloca luces que destacan este cubo invertido, inexistente. Para reforzar la materialidad de tan incorpórea obra, nos engaña con la representación realista de una línea de musgo y pared derruida: es el límite entre el galpón-que aloja y la obra-que es alojada. De esta manera, operando un juego de opuestos, vuelve sobre el tema de la convivencia esta vez para recordarnos la importancia de los antagonismos a la hora de