COMENTARIOS SOBRE EL CANCIONERO GENERAL DE LA VERA Y VALLE DEL JERTE de:
Pedro Lahorascala Ángel Tirado García
Tengo en mis manos, en el momento de redactar estos apuntes sobre folklore de la Alta Extremadura, el magnífico libro publicado en estas primeras fechas del presente año de 2014 por los dos autores arriba reseñados, cuyo contenido me ha impresionado por su calidad y por su rigor científico sobre una parcela de la cultura tan etérea y difícil de expresar, como son los cantos y bailes populares de una región concreta de nuestra tierra. Antes de entrar en materia de tan importantísimo estudio sobre el folklore de dos zonas concretas de la región extremeña como lo son las ricas Comarcas de la Vera y el Valle del Jerte, convendría explicáramos qué significa la terminología de dicha palabra y los estudios que sobre tan amplio concepto se han venido haciendo desde su implantación, allá por los años finales del siglo XIX. Cualquier manual al uso nos indica que folklore (folclor, folklor, del inglés folk, “pueblo” y lore, “acervo” “conocimiento” “saber”, es toda expresión de la cultural de un pueblo: leyendas, cuentos, música, bailes, historia oral, gastronomía, proverbios, chistes, supersticiones, artesanías, costumbres, etc., común a una población concreta. También recibe el nombre de folklore el estudio de dichas materias. Sabemos que el término anglosajón folklore fue acuñado allá por los años de mediado del siglo XIX por el arqueólogo británico William 1
John Thoms, para definir lo que hasta esos momentos eran estudios sobre antigüedades populares. Según estos mismos estudiosos y los que le siguieron, para que una manifestación cultural sea declarada y se le considere un hecho folklórico, debe de reunir los siguientes requisitos imprescindibles: a) debe transmitirse por vía oral; b) debe de ser de autoría anónima; c) debe de ser patrimonio colectivo de la comunidad que represente el lugar donde se manifieste el fenómeno folklórico; d) debe de ser funcional. Es decir, debe de cumplir una utilidad funcional con fines rituales; e) debe de ser un fenómeno duradero y perdurable durante largo tiempo, nunca ser considerado como una moda efímera; f) debe de ser múltiple en sus variantes, sin que exista una versión oficial del fenómeno, estando sujeta a reformularse cada vez que éste aparezca o renazca; g) pueden existir versiones rurales o urbanas, sin que tengan unas u otras mayor relevancia sobre la contraria; y h) debe cumplir una función aglutinante, formando una corriente, estilo, género o tipo que la distinga. Por otra parte, dichos estudios sobre el folklore deben de tener muy en cuenta cuatro etapas: 1ª) Que correspondan a una cultura muerta o extinta, conservada exclusivamente en relatos de viajeros, códices, archivos u otras fuentes escritas, arqueológicas o pinturas. 2ª) Cuando la cultura a la que pertenece solamente conserva parte de los elementos de la misma, casi siempre apoyados por la memoria de los ancianos del grupo. 3ª) Cuando se sigue practicando en la vida cotidiana o está integrada en su cultura de origen. Y 4ª) Cuando aparecen rasgos culturales de nueva creación, que con el paso del tiempo se convertirán en tradicionales. Los primeros estudios folklóricos aparecen para documentar el espíritu y la tradición del pueblo germano, muy cercanos por otra parte al movimiento literario romántico que hacía furor por aquellas fechas y que más tarde se expandiría por toda Europa, llegando a nuestro país cuando ya había sido superado por otras nuevas corrientes literarias en su lugar de nacimiento. Con los temas folklóricos sucede, a nuestro entender, lo mismo que sucedió con los romanceros y cancioneros cultos y populares a partir del siglo XVI, que se fundieron entre ambos de tal manera que no sabemos con certeza quien influyó más en el otro, siendo tomados por el pueblo como algo suyo, vulgarizándolos y sirviendo en muchas ocasiones como señas de una verdadera personalidad e identidad de los pueblos.
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Aunque los comienzos de estos estudios, tal como hemos indicado anteriormente, tienen como finalidad rescatar el carácter auténtico de la cultura nacional de los pueblos germanos perdida por las élites burguesas de finales del siglo XVIII y principios del XIX, serían los hermanos Grimm, con la recopilación de sus famosos cuentos orales germanos, en 1812, los verdaderos pioneros de este nuevo proyecto, al que rápidamente se unirían nuevos escritores de toda Europa, sobresaliendo principalmente los de los países escandinavos. A partir del XIX es cuando se emprende la tarea de educar a los pueblos en su propio folklore, tomando en muchos casos la forma de una propaganda nacionalista, resaltando la originalidad y singularidad del folklore propio para distinguirlo del de los vecinos, vinculándolo de esta manera a sus propias peculiaridades como pueblo. Si bien en sus comienzos estas diferencias se limitaron a la tradición oral, hacia mediados del siglo XIX, concretamente a partir de Gottfried von Herder, se amplía el ámbito del folklore comenzando los recopiladores a interesarse también por otras manifestaciones culturales populares, tales como artes, ropas, creencias, medicina tradicional, etc. No sería hasta el siglo XX cuando los etnógrafos comenzaran a despolitizar los estudios sobre las creencias populares, como se había venido haciendo hasta esos momentos. El estudio del folklore, aunque en su conjunto pueda ser un totum revolutum, en el que figuren temas de tipo religioso o mitológico, no deja por ello de tratar temas con tradiciones a veces de lo más vulgar de la vida cotidiana, pudiéndose apreciar que como en el caso de los cuentos populares o narraciones de corte histórico son comunes para muchos pueblos, alejados entre sí, tanto en la distancia como en la cultura actual, como lo demuestran los estudios comparativos varios que sobre el tema se han venido realizando. En la creación de los cuentos populares, tanto germanos como escandinavos, subyacen de una manera manifiesta una enseñanza sobre los peligros del entorno en donde se vivía tradicionalmente, como es la seguridad en los abundantes bosques que rodean a las poblaciones, los peligros sobre el hambre de esas mismas poblaciones en un entorno hostil, así como otros de menor calado como las relaciones familiares adversas, para pasar, en estos nuevos tiempos, a comprobar que en los relatos contemporáneos en Occidente se incluyen relatos urbanos, sin que el ciudadano actual advierta tema de folklore en los acertijos, rimas infantiles, cuentos de fantasmas e, incluso, actos cívicos tan comunes como lo puedan ser bodas, bautizos, funerales, chistes, juegos, leyendas, refranes, música folklórica, etc.
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Una vez analizado y comentado el término genérico de folklore, vamos a introducirnos en el espacio territorial de nuestras comarcas extremeñas para comprobar detenidamente cómo ha evolucionado dicho fenómeno en nuestra tierra, qué peculiaridades lo caracterizan, el valor actual del mismo, los distintos estudios que sobre este indiscutible hecho cultural se han venido realizando, quiénes fueron y son en la actualidad sus más firmes defensores y, por último, el estado en que ha llegado hasta nosotros, teniendo muy en cuenta para ello, tanto en su difusión como en su adaptación, otro fenómeno tan importante como lo es la emigración de gran parte del pueblo extremeño a otras comunidades nacionales, e incluso, a otras naciones del mundo. Como sucede en otras partes de Europa durante los siglos XVIII y XIX, también en España comienzan por esas fechas a desarrollarse en algunas regiones españolas un movimiento político de reivindicación sobre las peculiaridades de los pueblos, seguramente como acto de protesta o de defensa por lo que se consideran agravios comparativos con otras regiones con más fuerzas políticas y económicas y, por lo tanto, con más poder de decisión en los foros políticos madrileños, siendo en algunos casos verdaderas y sangrantes ofensas, cuando no verdaderos expolios de sus riquezas naturales en beneficio de otras regiones. Hemos anunciado anteriormente que todos estos fenómenos reivindicativos, tanto en Europa como en España, tienen una influencia de marcado sesgo romántico, como podemos comprobar en las numerosísimas obras literarias de aquellos tiempos, siguiendo los aires de libertad que emanan de la Revolución francesa y que se expanden como una verdadera y revitalizadora fuerza de opinión por cada uno de los rincones del continente europeo, de donde dará el salto definitivo a todas las naciones del mundo. Siendo los siglos XVIII y XIX los más convulsos de la historia de la humanidad, son al mismo tiempo los siglos de las conquistas individuales del hombre. Conceptos como igualdad, libertad o fraternidad, los tres pilares sobre los que se sustenta la imparable revolución que llevará al hombre a ser verdaderamente libre, a conquistar su condición de ciudadano frente a la de súbdito, por mucha sangre que tenga que derramarse hasta conseguirlo, eran impensable hasta esos momentos. Y aunque hemos dicho que a España llegan tarde estos movimientos libertadores o liberalizadores del ciudadano, no por ello dejarán de tener su importancia en los acontecimientos políticos nacionales de un país que ha sufrido en sus propias carnes y durante siglos (cuando no creados y mantenidos por él mismo) tantas luchas internas como a escala internacional, dado el enorme protagonismo que 4
hasta esas fechas habíamos tenido como nación, con un régimen monárquico absolutista y despótico, siendo una potencia colonizadora de medio mundo y, por lo tanto, dueña de sus bienes materiales y destinos como naciones. Los mismos movimientos literarios de aquellos tiempos confirman lo que venimos relatando, siendo las mayores figuras en nuestro país personajes de la talla del duque de Rivas, Zorrilla, la gallega Rosalía de Castro, el también gallego D. Manuel Curros Enriquez, los extremeños Espronceda o Carolina Coronado, el murciano Vicente Medina, el cordobés Manuel Reina, por nombrar algunos de los más representativos, alguno de ellos con importantes obras literarias en la lengua vernácula (gallego ó catalán) o, tema que nos afecta directamente para nuestro estudio, en hablas populares o dialectos comarcales extremeños, en el caso del vate salmantino-extremeño Gabriel y Galán con su obra poética Extremeñas, cuya primera edición aparece en la Editorial Calón, en 1904, o en las de su seguidor y más firme “creador” del castúo, forma dialectal de la Comarca de la Serena, de la que es oriundo, el poeta de Guareña Luis Chamizo, cuyo libro de poemas El miajón de los castúos, de 1921 tuvo una gran repercusión en los ambientes literarios nacionales, que con todos los condicionamientos que se quieran, van a tener sus seguidores y detractores hasta muy avanzado el siglo XX. Estos esfuerzos de muchos escritores, avalados la mayoría de las veces más por sus buenas intenciones que por hechos reales y contrastados, de dar (o crear) unas señas de identidad regional a los pueblos por los que luchan, van a producir un curioso ramillete de obras literarias que pretenden todas ellas, sin que podamos decir que con mucho éxito, aglutinar unos rasgos reales (la menor de las veces) o ficticios (en su mayoría), que con otras pretendidas señas de identidad regional, intentan dar carta de naturaleza a su “diferencia” con otros pueblos de España. Dichos movimientos regionalistas nacidos en distintas provincias españolas, promovidos y azuzados convenientemente por personas influyentes y por estamentos oficiales como una manera de defenderse de los ya citados sangrantes agravios políticos e injusticias sociales y económicas que desde siempre se venían cometiendo desde el poder central, o en casos muy concretos, de exaltar los sentimientos nacionalistas que venían coleando desde hacía mucho tiempo atrás, junto con las desigualdades sociales de las distintas regiones, llegaron a tener, con el transcurso del tiempo, graves consecuencias políticas, como lo fue la proclamación de la República en Cataluña, los graves acontecimientos en las cuencas mineras asturianas, los levantamientos de braceros y 5
jornaleros en Andalucía y Extremadura, llegándose a ocupar por la fuerza fincas particulares, con la consiguiente alteración de los esquemas sociales y políticos del momentos y la gravísima alteración del orden público, que todo ello reunido, nos llevaría fatalmente al pronunciamiento militar de julio del 36, frente a las consecuencias no previstas de un desarticulamiento de la unidad política nacional. Por otra parte, todos sabemos que una nación, un pueblo, para sentirse dueño de su propia entidad como tal, necesitan, entre otros muchos factores, de una serie de símbolos que lo definan y lo sustenten. Así tenemos que la bandera, el himno, el escudo, la lengua (principalmente la lengua), etc., forman parte oficial del concepto nación, como la pueda ser la delimitación de sus fronteras o el mismo pueblo que lo habita, como así viene recogido en sus leyes fundamentales. Pero al margen de lo ya consignado, los pueblos tienen otros signos externos que los identifican y que tienen una gran relevancia en su configuración: bailes, gastronomía, modas, canciones, etc., es decir, su identidad folklórica, de tanta fuerza y raigambre, en muchos casos, como lo puedan ser los recogidos en su Constitución. Para ello, vamos a hacer un breve comentario de la importancia que han tenido desde tiempos pretéritos las danzas y canciones en las manifestaciones externas de cualquiera de los pueblos que conocemos a lo largo de la ya de por sí extenuante e intensa historia de la humanidad. Podemos decir, sin lugar a equivocarnos, que desde que el hombre puebla la tierra, éste ha manifestado sus estados emocionales a través de la danza, acompañándose de canciones e instrumentos creados para cada ocasión. El hombre, allá donde se encuentre, ha cantado y bailado lo mismo en el nacimiento de una nueva vida como a la llegada de la muerte; tanto en la alegría como en el dolor; en la suerte como en la desgracia; en la victoria como en la derrota y así nos ha quedado reflejado a lo largo de la historia en numerosas manifestaciones culturales, bien en cuevas primitivas a través de obras pictóricas elementales, como en brillantes y costosos documentos escritos conservados en prestigiosas bibliotecas de todo el mundo. Cuanto más avanzado culturalmente es un pueblo, más ricas y numerosas son las referencias y manifestaciones folklóricas que nos han dejado como verdaderas joyas de su pasado. En Extremadura, durante el siglo XIX y como sucede en otras regiones españolas, también se van a dar estos esporádicos pero intensos 6
movimientos de identidad regionalistas, participando en ellos destacadas personalidades del mundo de la cultura (principalmente escritores y periodistas), pero también hombres de la política o de la economía, como veremos a continuación. Refiriéndonos al mundo de las letras, se va a producir un positivo fenómeno en nuestra tierra, impensable hasta esos momentos, como fue el nacimiento, en 1925, por iniciativa de la Diputación Provincial de Badajoz de una sociedad cultural denominada Centro de Estudios Extremeños, con la finalidad, según rezan sus estatutos de: promover, impulsar, proteger y realizar trabajos de investigación de la historia y el estado coyuntural de Extremadura; publicación de documentos referentes o que para Extremadura tengan interés, la edición de obras inéditas o deficientemente publicadas de autores extremeños; reconocimiento y publicidad de las bellezas artísticas y naturales de Extremadura, de sus fuentes de riqueza, de sus problemas, de sus posibilidades, de sus peculiaridades fonéticas, lexicográficas y sintácticas, de sus caracteres etnográficos y antropológicos, de sus costumbres en todos los órdenes. Poco tiempo después aparecerá su órgano de difusión llamada por entonces Revista del Centro de Estudios extremeños, para, años más tarde, a partir de 1945, pasar a llamarse, Revista de Estudios Extremeños, que ha llegado hasta nuestros días con renovadas fuerzas, siendo considerada una de las mejores revistas culturales y científicas españolas. Desde los primeros momentos de la fundación del Centro de Estudios Extremeños participaron en su mantenimiento los hombres más relevantes de la cultura pacense, a la que rápidamente se les unieron los cacereños, habida cuenta del fracaso y cierre de sus importantes medios de difusión como lo fueron la Revista de Extremadura, 1899-1911, cuyo primer director fue Publio Hurtado, la posterior revista Archivo Extremeño, 1908-1911, cuyo director fue Jesús Rincón Giménez y, por último, la revista Alcántara, nacida en 1945 bajo la dirección de Tomás Martín Gil y renacida en tres ocasiones hasta su definitiva reafirmación como revista de investigación científica. Desde un primer momento el Centro estuvo dirigido por el prestigioso periodista don José López Prudencio, entre cuyos miembros de primer orden encontramos al profesor Francisco Santos Coco, al escritor Enrique Segura Otaño, contando también con las colaboraciones del más importe y prestigioso de los bibliófilos, bibliógrafos y también folklorista, don Antonio Rodríguez-Moñino, en cuya páginas publicó numerosos trabajos de investigación sobre la tierra extremeña. Está fuera de este trabajo enumerar a tanto prestigioso hombre de la cultura como fueron los que participaron en los primeros años de la fundación del Centro y de su Revista, pero, para este trabajo sobre 7
folklore dejaremos, por el momento, señalado dos nombres importantes en los estudios de los mismos (tanto nacional como regional) como son don Antonio Machado Álvarez, Demófilo, uno de los hombres fundamentales en este campo a finales del siglo XIX, a quien seguirían infinidad de folkloristas ligados muchos de ellos al Centro, y el polémico e imprescindible hombre de letras don Nicolás Díaz y Pérez, a quien otras circunstancias ajenas a su obra literaria han borrado de la memoria del pueblo extremeño, pero que junto a Mario Roso de Luna, escritor nacido en Logrosán, fueron los primeros en reivindicar e, incluso, de redactar un Estatuto de Autonomía para Extremadura, en aquellos años de confusionismo e incertidumbre. Antonio Machado Álvarez, descendiente de padres extremeños y afincado en Sevilla, nació en Santiago de Compostela en el año 1846, en cuya Universidad su padre desempeñaba la cátedra de Física; fue trasladado muy pronto a la ciudad andaluza, en donde haría sus estudios de Derecho y Filosofía e inicia sus colaboraciones como periodista fundando el periódico La Juventud. Fue el fundador y mantenedor hasta su desaparición de las prestigiosas revistas Morón y Bético–Extremeña y El folk-lore Frexnense verdaderas impulsoras de estos estudios en la zona, teniendo gran influencia en los continuadores de su obra, como lo puedan ser Manuel García Matos, Bonifacio Gil, Rafael García-Plata de Osma, Rafael Rodríguez-Moñino y otros menos conocidos (después los nombraremos), pero tan importantes como los señalados, en el estudio global del folklore extremeño. Para los curiosos o entendidos en estos temas, señalar que la revista dirigida por Machado Álvarez ha sido nuevamente publicada en forma facsimilar por la Excma. Diputación Provincial de Badajoz y Fundación Machado, con fecha 1988. Por las fechas de 1868 contrae matrimonio y tiene dos hijos: Manuel y Antonio, escritores fundamentales en años posteriores de la literatura española. También por esas fechas aparecen sus primeros trabajos sobre literatura popular, donde más tarde va a profundizar sobre ellos, una vez que en 1881 se cree la fundación del Folklore Español, Sociedad para la recopilación y estudio del saber y de las tradiciones del pueblo. La repercusión de esta Sociedad en el mundo del folklore fue muy importante, teniendo gran predicamento en toda Europa y parte del continente americano, principalmente sobre los pueblos de habla hispana. Un acontecimiento provincial, va tener en un futuro próximo un papel relevante en el mundo del folklore y, sobre todo, en la vida de Machado Álvarez; nos referimos a la fundación en Fregenal de la Sierra (Badajoz), en 1882, de la Sociedad del Folklore Frexnense, bajo la 8
presidencia de Luis Romero de Espinosa, al que seguirían la apertura de otros centros en otros pueblos de la provincia pacense, dada la importancia que dichos estudios venían teniendo en las sociedades reseñadas. No muchos más tarde, se irán abriendo nuevas sociedades en distintos puntos de España (Galicia, Cádiz, Cataluña, etc.), como resultado de los ímprobos trabajos realizados por Machado Álvarez, que en el año 1881 ve complacido como se publica su Colección de Cantes Flamencos, que el autor dedica a la Institución Libre de Enseñanza, siendo la primera vez que en España se publique un estudio sobre coplas flamencas, tomadas directamente de sus creadores e intérpretes, siendo considerado como el primer flamencólogo. Muere en Sevilla en el año 1893. Manuel Machado Álvarez era un hombre liberal, amigo de Francisco Giner de los Ríos y muy ligado a la Institución Libre de Enseñanza, lugar en donde se le daría entrada, a través de la Sociedad del Folklore Español, a las primeras mujeres que se interesaron sobre el folklore, entre las que se encuentra su propia madre, doña Cipriana Álvarez Durán, a quien podemos considerar como a una de las precursoras en España de la recogida de materiales de primera mano por los pueblos extremeños, como años después lo serían mujeres tan importantes como la escritora Cecilia Bhöl de Faber, conocida en el mundo de las letras como Fernán Caballero, nacida en 1796 de padre alemán y madre gaditana, siendo de esta última de quien heredó su amor por las coplas populares. Mujer de una gran cultura, su obra literaria es de gran importancia para aquellos tiempos, estando dicha obra plagada de cantos, relatos y refranes procedentes del habla popular de la comarca sevillana. Su obra folklórica podemos clasificarla en los siguientes apartados: a) Cuentos y poesías populares andaluzas; b) El refranero del campo y poesías populares; c) Cancionero de coplas y romances populares; d) Cuadros de costumbres populares andaluzas y e) El Pueblo andaluz, sus tipos, sus costumbres, sus cantares. Falleció en Sevilla, en 1877, siendo la primera mujer a la que le cabe el honor de ser considerada oficialmente la primera recolectora de materiales folklóricos de España. Siguiendo los pasos de tan importante personaje literario, podemos señalar a doña Emilia Pardo Bazán, recopiladora también de las tradiciones de su Galicia natal, como podemos rastrear en muchas de sus obras literarias. Más cercana a nosotros pero con la misma vocación en la recopilación de materiales folklóricos aparece la extremeña Isabel Gallardo Rodríguez, nacida en Orellana de la Sierra (Badajoz), en 1879, a quien le debemos trabajos interesantísimos que abarcan las comarcas 9
de Villanueva de la Serena, Portugal y Badajoz, ciudad en la que fallece en 1950. Sus trabajos, desgraciadamente poco conocidos, esperan la llegada de un especialista que los rescate del olvido. Fue colaboradora de la Revista de Estudios Extremeños, en la que volcó muchos de sus descubrimientos, como asimismo participó muy directamente en los trabajos de campo de Bonifacio Gil para la publicación de su Cancionero extremeño. Y para que nada ni nadie quede en el olvido, queremos recuperar la figura de Angelita Capdevielle, nacida en Cáceres en 1890, quien dio vida a numerosos coros en su ciudad, en la que ejerció la docencia musical en el Ateneo, para, posteriormente pasar a ejercer de profesora de música en la Escuela de Magisterio. Excelente folklorista, recopilaba sus trabajos a pie de calle por pueblos y plazas de la provincia siguiendo a sus grupos de baile, de los que era su directora y publicando un memorable trabajo titulado Cancionero de Cáceres y su Provincia, 1969. Otra folklorista cacereña poco conocida pero con un trabajo de importancia en este campo es Magdalena Mata, autora de un interesante Cancionero Popular de Cáceres, publicado en 1932. La última de las mujeres por nosotros conocidas y con trabajos de relevancia sobre el folklore extremeño, es Francisca García Redondo, autora del Cancionero Arroyano (Arroyo de la Luz), 1985. Siguiendo el hilo de nuestro estudio hemos de señalar que las Revista de Estudios Extremeños y Alcántara fueron desde sus inicios las encargadas de publicar los numerosos estudios que sobre el folklore extremeños se venían haciendo y que todos juntos forman un importante tesoro para los especialistas del tema. Vamos ahora profundizar en los, si no numerosos sí importantísimos estudios que hasta el momento se han publicado sobre el folklore extremeño, a la espera de ver publicado este nuevo trabajo salido del saber y bien hacer de dos hombres tan imbricados con Extremadura como lo son el poeta verato Pedro Lahorascala (residente desde hace muchos años en Guadalajara) y Ángel Tirado García, a quienes desde estas páginas agradecemos el ingente trabajo de campo realizado durante años por tierras cacereñas. El primer trabajo que conocemos del folklorista riojano Bonifacio Gil sobre Extremadura aparece en la Revista de Estudios Extremeños, 1946, en la que se hace eco del descubrimiento y publicación de varias canciones populares con destino a ser publicadas en la revista Folk-lore 10
Frexnense y Bético–Extremeño recogidas por don Dámaso Chávez director de la Banda Municipal, así como, también en la misma Revista, en 1948, aparece su artículo titulado Miscelánea inédita de D. Matías R. Martínez sobre el folklore literario de Extremadura. Hemos dicho autor riojano y a algunos lectores les parecerá, como mínimo extraño, que sea un foráneo quien haya estudiado con más acierto el rico folklore de nuestra tierra extremeña. Vamos a hacer nosotros una mínima biografía del personaje, para así conocer los pormenores de su llegada a nuestra tierra y entender sus afanes y preocupaciones sobre la música popular. Bonifacio Gil nace en Santo Domingo de la Calzada (La Rioja) en 1898, ingresando con catorce años como tambor en el Regimiento de Infantería La Lealtad nº 22 de Burgos, donde sigue cursos de solfeo. Tres años más tarde, es destinado como músico a la Academia Militar de Ávila, ciudad en la que comenzarán sus primeras composiciones musicales. Después de ser destinado en años posteriores a otras plazas militares e, incluso, participar en la campaña militar de Marruecos, en 1924 gana las oposiciones a Director de de Música Militar, siendo destinado al Regimiento de Infantería “Castilla 16” de Badajoz. Hemos señalado en notas anteriores la feliz circunstancia que vive la capital de la Baja Extremadura al ser fundado por un grupo de intelectuales el Centro de Estudios Extremeños. Bonifacio Gil, hombre de grandes inquietudes culturales, no tiene ningún inconveniente en integrarse en este interesante movimiento cultural, para cuya revista oficial recoge y publica más de ochocientas canciones populares y romances extremeños, así como en la misma línea creativa del Centro funda el Conservatorio de Música de Badajoz, en 1927, creando ese mismo año el Orfeón de Badajoz, con coros de hombres y niños, seguramente recordando sus años juveniles riojanos, en los que él mismo participa en grupos de escolanía. A partir de su llegada e integración en los ambientes culturales extremeños, Bonifacio Gil desplegará durante muchos años una inmensa labor de estudio, publicación y difusión del Cancionero Popular de Extremadura, cuyo primer tomo aparece en el año 1932. Pero el mundo musical de este gran hombre no acaba en los estudios folklóricos; interesado en todo lo que tenga que ver con la música y su difusión, le vemos en estos inicios de los años treinta, como Director-Presidente de la Sociedad Coral e Instrumental Santa Cecilia de Villafranca de los Barros, recogiendo el Premio Nacional de Música, otorgado por el Ministerio de Instrucción Pública, o siendo condecorado 11
con la Cruz de la Orden del Santo Cristo de Portugal, por el Presidente Carmona. En su faceta creadora, Bonifacio Gil compone un Himno de Extremadura con letra de D. Juan Hernández, publica numerosos trabajos en la Revista de Estudios Extremeños sobre folklore de las provincias extremeñas, entre los que podríamos destacar el poema sinfónico titulado Nochebuena Extremeña, etc., siendo premiados sus esfuerzos musicales con la Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo y siendo nombrado Académico Correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en 1943, así como también y en premio a sus estudios extremeños se le nombra en el mismo año Consejero Secretario de la Sección de Cultura Popular del Centro de Estudios Extremeños, entre otros muchos premios y distinciones en los siguientes años, que no citaremos para no alargar estas notas biográficas. Si señalar que los estudios folklóricos de Gil no solo se ciñen a la región extremeña, puesto que en su afán divulgador del rico patrimonio cultural español, sus estudios también abarcarán La Rioja, Madrid, y otras regiones españolas, o temas tan específicos como la publicación de un Cancionero taurino, éste publicado después de su muerte en Madrid, en 1964, por su hijo Carlos, de quien esperamos vaya sacando a la luz el inmenso y extraordinario tesoro inédito que conserva de su padre. Al mismo nivel que el músico riojano, tanto en conocimientos musicales como en la importancia de sus estudios folklóricos, está don Manuel García Matos, nacido en Plasencia (Cáceres) en 1912. Desde muy niño siente la vocación musical, a la que se entregará en cuerpo y alma durante toda su vida. Después de unos años de estudios en el Colegio de los Escolapios de la calle Hortaleza de Madrid, vuelve a su ciudad de nacimiento, donde comenzará estudios de solfeo, composición, armonía y piano, siendo alumno aventajado de un hombre extraordinario como lo era D. Joaquín Sánchez Ruiz, Maestro de Capilla de la catedral placentina, para finalizar sus estudios musicales en el conservatorio superior de Música de Madrid. Con 17 años funda la importante Masa Coral Placentina, Coro con más de 80 voces mixtas, cuyo debut se efectuó el 9 de septiembre de 1931en la misma ciudad, actuación que sería muy aplaudida por el numeroso y entusiasta público que llenaba el Teatro Alcázar. En 1935, García Matos decide transformar dicho grupo creando los Coros Extremeños de Plasencia, incorporando a sus actuaciones no solo canciones del folklore extremeño, sino, también, bailes y danzas tradicionales del elenco popular. Entre 1933 y 1935, al igual que años después harán nuestros dos protagonistas de este libro, Pedro Lahorascala y Ángel Tirado, el folklorista placentino, consciente del valioso tesoro musical que se venían encontrando en sus viajes por 12
Extremadura y temeroso de que dicho tesoro desapareciera a la muerte de sus conservadores populares, recorrió las comarcas del Valle del Jerte y de la Vera, recogiendo en cuadernos de campo y de viva voz de sus habitantes los bailes y canciones tradicionales, primeramente para incorporarlos, una vez trabajados por el Maestro, a los Coros Extremeños y, después de nuevos viajes por toda la provincia de Cáceres, incorporarlos como parte importante de su fundamental libro Lírica Popular de la Alta Extremadura, publicado por la Unión Musical Española en 1944. El gran valor de este trabajo no solo se centra en la recuperación de letras y músicas de las composiciones populares, sino que García Matos, como buen musicólogo de vocación, recupera los instrumentos que le eran propios, tales como la gaita y el tamboril, teniendo el privilegio de ser el primer compositor que presta atención a la música popular de esta región extremeña. Pero García Matos es mucho más que un colector (así quiere García-Plata de Osma que se les llame) de canciones y coplas regionales. En 1941se traslada a Madrid entrando en contacto con otros numerosos e importantes folkloristas españoles, siendo nombrado profesor interino, a propuesta del jesuita padre Nemesio Otaño, por entonces su director, de la Cátedra de Folklore del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, alcanzando la Cátedra en 1958. Antes, en 1944, tendrá un cargo de alta responsabilidad en el Instituto Español de Musicología, adscrito al C. S. I. C., siéndole concedido en 1945 el Primer Premio Nacional de Folklore. Para dicho Instituto recogió el autor trabajos de campo que darían como resultado el Cancionero Popular de la Provincia de Madrid, obra publicado en tres tomos, durante los años 1951, 1952 y 1960. También, en tres tomos aparecerá su importante trabajo titulado Danzas populares Españolas, uno de cuyos tomos, publicado en 1964, está dedicado a Extremadura. Al crearse en la Real Escuela Superior de Arte Dramático y Danza de Madrid, la cátedra de Historia de la Danza y Folklore le encargan al músico extremeño que imparta dicha disciplina. García Matos será el personaje más influyente a escala internacional sobre estudios folklóricos, e infinidad de organismos internacionales encargados de la música étnica cuentan con su colaboración y apoyo, como sucede con la Universidad de Puerto Rico, nación a la que se traslada nuestro músico para fundar en ella una sección de investigación sobre el folklore puertorriqueño. También Londres o Méjico le reclamarán para su asesoramiento en materia tan específica. 13
Entre otros reconocimientos, García Matos, sería nombrado por la Sociedad General de Autores de España, como asesor musical; en 1970 fue nominado para académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando; en 1966 le ofrecen la dirección del Real Conservatorio de Música de Madrid, puesto que fue rechazado por no querer robarle tiempo a sus investigaciones populares. Especial interés tienen sus estudios sobre el Cante Flamenco, a los que dedica numerosos artículos, teniendo interesantes relaciones con los cantaores más importantes de la época, a los que asesora en las distintas publicaciones de sus discos. Manuel García Matos, después de una vida intensa dedicado a la música en general y dedicando gran parte de la misma a la recuperación del importantísimo legado popular que en España existe, fallece en Madrid, el 26 de agosto de 1974, dejando tras de sí una importantísima obra publicada, pero no menos importante obra inédita que esperemos vaya siendo publicada por los organismo competentes, especialmente por los extremeños. Menos conocido, dada su muerte prematura, pero tan interesante como los anteriores en sus estudios de temas folklóricos, es Rafael García-Plata de Osma, nacido en Guadalcanal (Sevilla), pueblo que hasta el año 1933 había pertenecido a la Baja Extremadura y casado con una extremeña del pueblo de Alcuéscar (Cáceres), interesante punto de referencia para los estudios folklóricos de la zona. Hombre de talante liberal y con una cultura enciclopedista, tan usual en aquellos años, dedica parte de su tiempo al estudio de los restos arqueológicos de la comarca (principalmente restos romanos) y a las peculiaridades del habla de la zona en donde él mismo tiene y explota propiedades agrícolas, como consecuencia de su matrimonio con una mujer del pueblo. Rafael, que se vincula desde sus primeros días en tierras extremeñas con los movimientos culturales que tienen como medio de expresión a la Revista de Extremadura (desgraciadamente de corto pero intensísimo recorrido cultural, 1899-1911), revista fundada por el marqués de Castrofuerte y en la que participan personajes del mundo cultural cacereños como Publio Hurtado, Joaquín Castel, Daniel Berjano, Juan Sanguino Michel, etc., va a publicar en dicho órgano escrito sus numerosos e interesantes estudios sobre el habla y el folklore de la zona. Para ello toma como modelo a los pastores, carboneros y gañanes o labradores de su finca, a los que escucha atentamente y toma nota de todo cuanto dicen, cantan y recitan, principalmente en las fiestas populares y religiosas, con una clara diferencia semántica en cuanto al nombramiento de sus estudios. Él considera, y así lo hace valer, que la mejor forma de denominar estos trabajos es la de “demosofía”, palabra de raíces griegas y latinas, frente a la de folklore, de raiz, como hemos explicado anteriormente, sajona. 14
Hombre bueno, de gran corazón e incapaz de pensar mal de la gente de su entorno, no tiene inconveniente en poner en conocimiento de otros escritores sus avances en los estudios del rico folklore de la zona. Decimos esto, porque –y no ha sido reconocido en muchas ocasiones–, nuestro autor, seguramente dejándose llevar por la fama y el prestigio de personajes como Menéndez Pidal –que también hace sus pinitos literarios en el tema de los canciones y romanceros populares españoles, pero que no trabaja a pie de obra sobre el tema– pone en conocimiento de éste sus avances, sobre todo en recuperación de romances populares, ofreciéndole un bellísimo romance titulado La loba parda, escuchada una Nochebuena que pasa con sus pastores en los chozos de su majada y que celebérrimo autor no duda en publicar en sus famoso Flor nueva de Romances viejos, sin nombrar ni agradecer la colaboración del extremeño. A su muerte en Cáceres en 1918, García-Plata dejó sin editar en forma de libro –por falta de dinero– numerosos trabajos sobre el folklore de Alcuéscar, que sí fueron publicados casi en su totalidad en la Revista de Extremadura y, por lo tanto, con la posibilidad de ser nuevamente consultados. La biografía de tan curioso como interesante personaje está publicada por José María Cancho Sánchez por la Diputación Provincial de Badajoz, en 1987, en sus Biografías extremeñas, nº 4, y nosotros mismos en el tercer tomo de Escritores extremeños en los cementerios de España, páginas 61-99 le hemos dedicado un amplio y detallado estudio a su vida y a su obra. Hablar de don Antonio Rodríguez-Moñino es acercarnos a uno de los personajes literarios más importantes del siglo XX de España y, por consiguiente de Extremadura, su lugar de nacimiento (Calzadilla de los Barros, Badajoz, 1910). Aunque don Antonio no es, exclusivamente, un folklorista, sus estudios sobre las costumbres populares extremeñas, sus leyendas, su intrahistoria, su compromiso con la cultura de su tierra en general, hacen de él un gran referente de los movimientos culturales del momento. Muy allegado desde su juventud al Centro de Estudios Extremeños, en las páginas de su Revista… daría a conocer innumerables trabajos de investigación y creación, entre ellos sus estudios sobre el folklore extremeño, tales como: Folk-lore extremeño. Brevísimos apuntes sobre el desarrollo de los estudios folklóricos en Extremadura, Badajoz, 1926 (tenía por lo tanto el autor dieciséis años), o el más extenso y definitivo estudio sobre el tema, titulado Dictados tópicos de Extremadura. Materiales para una colección folklórica, recogidos, ordenados y concordados, por A. R-M, Badajoz, 1931. 15
Pero donde destacaría Rodríguez-Moñino durante toda su vida, sería en la recuperación de los desconocidos y dispersos por todo el mundo Romanceros y Cancioneros españoles, poniéndolos desde esos momentos a disposición de los más expertos bibliófilos mundiales y siendo reconocidos por éstos como una autoridad en la materia. No debemos ni podemos olvidar la gran importancia que éstos Romanceros y Cancioneros (principalmente de los siglos XV y XVI, es decir del siglo de oro) tuvieron desde siempre en la literatura popular y cómo muchas de sus historias, romances, coplas, etc. eran llevadas al pueblo por buhoneros, juglares, ciegos y copleros, que las hacía suyas y las modificaba según los gustos y costumbres de las zonas donde arraigaban. Los estudios sobre la vida y obra de don Antonio han aparecido estos últimos años realizados por verdaderas autoridades literarias, como consecuencia del primer centenario de su nacimiento, por lo que les remitimos a ellos, especialmente a la Biografía hecha en 2002 por su sobrino Rafael Rodríguez-Moñino Soriano, publicada por Beturia Ediciones. Otro folklorista que no queremos olvidar es el Maestro Nacional y profesor de Música Emilio González Barroso, nacido en Calzadilla de Coria (Cáceres) 1942, afincado desde su juventud en Badajoz y muy unido a los Coros y Danzas de la capital pacense, con los que ha recorrido medio mundo, recogiendo allá por donde ha pasado aquellos datos que consideraba necesario para sus estudios del folklore del mundo. Emilio conoce como la palma de su mano cada rincón de Extremadura y es en estos momentos uno de los grandes (re)colectores de su folklore, trabajos que han ido siendo publicados a lo largo de los años y que le sirven para seguir dando conciertos con la Coral y recitales de música popular extremeña allá donde se lo pidan. González Barroso es en la actualidad coordinador de actividades del Conservatorio Superior de Música de la Diputación de Badajoz, Vicepresidente de la Federación Extremeña de Corales, asesor musical de la Fundación Europea Academia de Yuste y cuenta, entre otros muchos y merecidos reconocimientos, con el Premio Nacional de Investigación Folklórica del Ministerio de Cultura. Y finalmente, a modo de mero recordatorio, reconocer el trabajo de otros folkloristas extremeños como Félix Barroso Gutiérrez: Compendio de adivinanzas en la Alta Extremadura (1984) y La cultura oral de las Hurdes, Revista “Alcántara”, 1994, págs. 93-126; Luis Casado de Otaola: El romancero tradicional extremeño. Las primeras colecciones, 1995; Valeriano Gutiérrez García: Cancioneros extremeños, Revista de 16
Folklore, 154, página 144, La Serrana de la Vera en el folklore, Revista de Folklore, 92, páginas 39-43. Creemos que con los datos aportados hasta aquí, son más que suficientes como para conocer, en su conjunto, los estudios emprendidos en estos últimos años sobre el folklore de nuestra tierra extremeña, su importancia en el devenir de la literatura regional, si es que alguna vez la hubo con carácter reivindicativo, así como el conocer a sus autores y su valía dentro del mundo de la música nacional. Pero estos estudios sobre el folklore no han finalizado ni son frutos de tiempos pretéritos, ni las nuevas tecnologías, gustos o tendencias musicales, hoy tan estridentes e incomprensibles musicalmente hablando, han sepultado la belleza y sencillez de las canciones populares. Afortunadamente, aunque con muchos peros a la hora de ensalzarlos, la proclamación del Estatuto de Autonomía de Extremadura en 1983, ha servido, como lo fue siempre desde sus titubeantes pasos allá por el siglo XIX, el revitalizador de unas señas de identidad del pueblo extremeño, que si no muertas, como hemos podido comprobar por los estudios a lo largo de dos siglos, sí adormecido o anestesiado por esa falta de reivindicación de sus verdaderos protagonistas como lo fue, lo es actualmente y lo será en el futuro el pueblo extremeño. Doy fe, como Presidente de la Federación de Asociaciones Extremeñas en la Comunidad de Madrid, de que en el numerosísimo colectivo de emigrantes extremeños y como parte importante de sus actividades culturales, las canciones y bailes populares tienen un lugar preferente entre sus socios y que hoy en día, los nietos de aquellos que tuvieron que salir de su tierra buscando un mejor modo de vida, son los que mantienen vivo y rejuvenecido el rico patrimonio folklórico de sus ascendientes, a lo que hay que sumar, importantísimo este dato, la gran labor de recuperación que en los talleres de dichas Asociaciones se viene haciendo de los ricos trajes regionales de las dos comarcas extremeñas, teniendo entre todas las Asociaciones (25 en Madrid) un amplio y rico vestuario que lo lucen nuestras bellísimas mujeres en los distintos acontecimientos folklóricos que se realizan a lo largo del año. Decíamos que estos estudios sobre el rico patrimonio folklórico de nuestra tierra extremeña están tan vivos como cuando los realizaron Bonifacio Gil y García Matos, por poner dos ejemplos de colectores a pie de calle, porque tienen ustedes en sus manos otro agradecido ejemplo de hombres dispuestos a seguir trabajando, en estas fechas y con lo que está cayendo, para que ninguna copla, ningún baile popular, ningún villancico extremeño quede en el olvido por falta de interés, a la altura de la primera década del siglo XXI. Dos hombres, dos escritores, dos 17
poetas extremeños de la diáspora pero arraigados en su tierra de nacimiento han vuelto a hacer el milagro de recorrerse uno a uno los pueblos de las Comarcas de la Vera y el Valle del Jerte, rebuscando entre sus hombres y mujeres de más edad, últimos tenedores de tan rica tradición –decimos nosotros– aquellos datos que quedaron sin explorar en anteriores excursiones. El resultado son 510 entradas (muchas de ellas ya estudias y reseñas) pero, y esta es la gran sorpresa, añadiéndoles 296 temas inéditos, que hacen del actual estudio un verdadero monumento al Cancionero popular. Pero los autores de dicho estudio no solo se dedican a recuperar canciones o bailes populares, sino que como buenos y ejemplares folkloristas, estudian y documentan una a una las nuevas aportaciones, las musicalizan con sus correspondientes partituras, analizan su recorrido por los distintos pueblos y comarcas por donde se expanden, creando un verdadero y riquísimo mapa turístico tan de agradecer por los futuros visitantes; estudian los distintos instrumentos de las zonas, así como su afinamiento y las clasifican por temas y pueblos, haciendo que sea muy fácil su seguimiento y comprensión. Por último, y no menos importante como tema folklórico, analizan cada nuevo vocablo, algunos de ellos ya en desuso durante siglos, formando con ellos un curioso diccionario como en su día fueron apareciendo en obras escritas en “castúo”. Todo ello nos lleva a decir en estas páginas que es un trabajo monumental, de verdadero valor añadido a lo ya publicado anteriormente, creando, todos juntos, una verdadera pieza maestra en los estudios del folklore nacional. No podía ser de otra manera. Los autores de dicho trabajo cuentan en su haber y desde hace años con una amplia y rigurosa obra literaria en la que, desde sus comienzos, podemos rastrear lo que años después será brillante realidad. Pedro Lahorascala, poeta, novelista, ensayista, articulista, compositor de canciones populares, etc., nacido en Madrigal de la Vera (Cáceres) –un pueblo cuyo nombre es poesía–, después de muchos años rodando por esas tierras de España, se afincó en la capital de la Alcarria (Guadalajara), en donde ha realizado, hasta su jubilación, tareas de periodismo para un diario nacional, así como numerosos trabajos de investigación y periodismo sobre Castilla la Mancha, siendo nombrado, por su implicación en los eventos culturales de la ciudad Popular del Año en dos ocasiones. Poeta con una amplísima obra publicada, es poseedor de infinidad de premios, entre los que podemos destacar: Albatros, 1985, Leon Felipe, 1985, Ciudad del Doncel, 1986, José Antonio Ochaíta, 1991, etc., así como Nueva Alcarria, 1996, de Narrativa o el Tamarón, 1989, de Periodismo. Una parte importante de su obra, principalmente poética, está dedicada a su tierra, entre las que destaca una obra de corte y título folklórico: 18
Canciones para ir a la tierra, 1984. En el año 1989, en colaboración con otro autor de este trabajo, Ángel Tirado García, publicará un cancionero para el grupo folklórico “Manantial Folk”, titulado Así canta Extremadura. Muchas son las iniciativas en las que se embarca este hombre sin fronteras. Fundador del grupo literario “Enjambre”, de fuerte raíces en la región; miembro de la Institución Cultural “Marqués de Santillana”, folklorista y guía literario del grupo musical “Manantial folk” (para el que ha compuesto varias letras, ha grabado 10 Lp’s y un cancionero fundamental sobre el folklore de Extremadura a la altura de los importantes trabajos de García Matos o Bonifacio Gil, es también autor de numerosos videos etnográficos sobre la tierra castellanomanchega). Ha merecido el honor de ser incluido en numerosas antologías poéticas. El otro autor de este importante trabajo de recopilación musical folklórica es Ángel Tirado García, nacido también en Madrigal de la Vera (Cáceres), estudiando Bachiller con los Padres Franciscanos, en donde adquiere los primeros conocimientos de solfeo y música coral, especializándose con los años en los instrumentos de cuerda. Se traslada a Madrid en cuyos ambientes musicales alterna los estudios con la pertenencia a grupos de música folk y pop. En 1981 regresa a su pueblo de nacimiento y comienza a organizar lo que después sería uno de los grupos más interesantes del panorama folklórico de nuestra tierra: el Grupo Manantial Folk, siendo, junto con Pedro Lahorascala, su verdadero mantenedor. Hombre con grandes conocimientos musicales, aprendería las técnicas instrumentales de su abuelo, como éste lo aprendiera del suyo, así como, desde muy joven, emprendería por pueblos de la Vera un verdadero y fructífero viaje a la búsqueda de las canciones y músicas populares que se mantenían puras en la memoria de los ancianos del lugar. La unión del trabajo de estos dos nuevos juglares ha sido de un acierto indudable y aquí tenemos el resultado de tanto esfuerzo realizado para dar a conocer el rico patrimonio cultural folklórico de las dos comarcas: La Vera y el Valle del Jerte. Es un deber y una obligación por parte de aquellos que seguimos creyendo y amando las señas de identidad de Extremadura, desde la distancia a la que nos han forzado las circunstancias políticas y sociales de nuestra tierra, trabajar para que aportaciones a la cultura como la presente no queden en el olvido. A la generosa entrega para su difusión por parte de los dos colectores, hemos querido aportar estos comentarios sobre el devenir de los estudios folklóricos hasta el momento presente. Esperamos haber contribuido a su enriquecimiento.
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Ricardo HernĂĄndez MegĂas Marzo de 2012
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