Obras de Luis Esteso

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LA REATA HUMANA



LUIS E S T E S O Y L Ó P E Z DE H A R O

La Reata Humana. ALARIDOS PLEBEYOS, EN ALEVES

ROMANCES,

RISA,

DE

MUCHA

GRAN PICARDÍA Y A L -

GÚN DOLOR, PARA ALIVIO DE =

=

TRISTES

=

MADRID IMPRENTA

DE

JUAN

PDEYO

Mesonero Romanos, 34

1911

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OBRAS DE LUIS ESTESO

La pobre Dolores, sainete lírico. Una peseta. La influencia del tango, entremés lírico. ídem. La loca, zarzuela, ídem. Diálogos de teatro (contiene cinco). ídem. OBRAS PICARESCAS A DOS REALES TOMO Rebuznos de Luís Esteso.—Contiene 19, entre ellos El toreo. El tartamudo. Alma. Discurso de un ladrón y otros. El asesinato de !a cupletista "Ombligúete" novela t e rrorífica y de varietés, en la que se ve el fin trágico de una artista frescales y algo recreativa nada más. -Monólogos picarescos (seguuda edición), con un juicio crítico de Benavente. Contiene El crimen. Pregón, Sermón místico, Reunión alegre, Mercado y otros hasta 18. Lecherías de Luís Esteso.—Contiene 13 entre monólogos y diálogos de un sabor picante y fresco. .Monólogos excitantes.—Contiene El hortera cómico, El barbero, El tabernero, La buenaventura, Petición de mano, El carterista y sus timos, Conferencia y otros. Monólogos alegres.—Contiene Sermón burresco, La licencia, Recareda, Piñal de un drama y otros, entre ellos Vida y milagros de Luis Esíeso y unas palabras de Car rere. Quince romances en chufla.—Milagros de santos. Crímenes de ciegos, Parodias de oraciones. Escritos en estilo popular y regocijante. La reata humana.—Alaridos plebeyos, en aleves romances, de mucha risa, gran picardía y algún dolor, para alivio de tristes. De venía en las principales librerías, y Encomienda, 20, Madrid, á nombre del actor.


CARTA ABIERTA Sr. Director de Eco

ARTÍSTICO.

Muy señor mío: El día 20 del corriente embarcaré en Santander para Cuba, contratado para recitar mis trabajos, harto conocidos en España, y al despedirme de esta tierra tan querida, se me ocurre copiar algunos fragmentos, de una de mis primeras poesías, que publiqué siendo un niño, y que son como hechas de encargo, hoy que vuelvo á emprender la cuesta arriba, con el mismo entusiasmo que cuando tenía, veinte años: "Yo soy el mismo luchador de siempre. Al comenzar el año que hoy expira, canté al trabajo, y esperé sereno del destino las fieras embestidas... y han cruzado las muertes ilusiones de mi ardiente pasión ante mi vista! sembrando el desaliento, que en el a l m a deja los ideales hechos trizas. No me falta la fe; vuelvo de nuevo


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á escalar la penosa cuesta arriba, y volverá el turbión de desengaños á arrastrarme en su loca arremetida. Nunca mi incierta mano por el mundo sintió el contacto de otra mano amiga, y á solas voy, por la escabrosa senda, con los pies apartando las espinas. Y así un año tras otro, hasta que caiga rendido de una vez por la fatiga. Así he de ir, escalando palmo á palmo, con doble ardor la codiciada cima."

Estos versos revelan el estado de mi espíritu en aquellos tiempos de hambre de popularidad, y aunque hoy he podido saciar en algo mis famélicos arrebatos, el hambre es la misma, y lo peor es que tiende sus miras al estómago, lugar para mí tan sagrado, que con tal de no ser molestado por él, sería capaz de ser concejal ó .diputado de la mayoría. Y con un abrazo para empresas, agentes y compañeros, me despido repitiendo las últimas palabras de mi VIDA Y MILAGROS: " Y termino estas páginas con un cariñoso recuerdo para todos los que rieron mis versos, porque con sus risas amasé el pan de mi boca, que es tan amargo cuando se gana entre la indiferencia del espectador, como yo lo comía cuan-


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do recitaba mis poesías, de pueblo en pueblo, y el posadero me despedía diciéndome á gritos: — Y déjese usté de refranes y agárrese á un azadón, porque eso no es ser poeta; eso es ser un tío sinvergüenza. ¡Nos ha fastidiado, el gandul de leñe!" Luis ESTESO Madrid 15 de Mayo de 1911.



A MI PATRIA Como la joven perdida que al hogar paterno vuelve con lágrimas que denuncian su embarazo..., vuelvo á verte, patria de mis alegrías, cada vez más floreciente, sin dinero y sin contrato, pero tranquilo y alegre. El afán de las pesetas, de ti me alejó unos meses; sólo en tu ausencia comprendo los vagidos que entristecen el alma de esos poetas melenudos y crueles. Mas, ya estoy aquí de vuelta; ya vuelvo á mi dulce albergue, donde me esperan tres sillas, una mesa, dos sartenes, cuatro cucharas y un catre, que de puros chinches hierve, (i)

Al regresar de Cuba y Veracruz.


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dispuestos á hacerme polvo en diciendo que me acueste. Todo está igual; los pepinos á flor de tierra florecen; crece el tomate, en sus vainas maduran las habas verdes. Canta el ave, muge el viento, trisca el cabrito inocente, y la fecunda coneja salta llevando en su vientre, los gazapos respectivos de diez padres diferentes. Con el recibo en la diestra, el mismo casero viene; todo está igual; por la calle van luciendo las que pueden, sus bandullos sacrosantos y sus miradas ardientes. Los mismos maletas llevan trenzado el glorioso apéndice, en cuyos pelos el piojo suelta á millares la liendre. L o s inéditos y activos fabricantes de sainetes, apuran la amarga copa del dolor, sin conmoverse. Y en sus miradas sombrías de observadores ingentes..., al teatro que se derrumba, un arte nuevo prometen. Los directores de escena que en los cines más alegres,


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fueron asombro del arte y alegría de las gentes, pasean despreciativos, magníficos y solemnes, arrastrando unos zapatos huérfanos de contrafuertes. Los golfos siguen tan golfos; con la miseria de siempre, sonríen á la desgracia, y se chispan de aguardiente, y fuman puntas de tísico, y sin decir dónde duermen, le roban á Dios la capa, tan pronto como amanece. Por una persona digna, se encuentra catorce imbéciles, que sueñan con la vagancia, y se enchulan indecentes, con las dueñas de zahúrdas, ó con otras de su especie, que ante un joven escultórico, se les muda la epidermis. Y no hablemos de esos machos cabríos, que se desprenden de sus ahorros á cambio de las caricias ardientes, que fingen cuatro haraganas, que antes que pasarse un peine por el testuz, son capaces de dejar que los degüellen. Ni de los supersticiosos, que en todo hallan el pesebre

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de su pienso; ni de aquellos pesimistas que padecen la manía del contrario con tal pasión y tal fiebre, que hasta con su propia sombra se enfurruñan á cachetes. Ni de los tristes que sufren el dolor constantemente del bien ajeno, y por todas las alegrías padecen, y lloran todas las dichas, y maldicen de su suerte, cuando ven que una pareja de enamorados se enciende, y se comen á pellizcos, y se besan, y se muerden. Ni de los falsos amigos, que aún quedan; ni de los peces de colores, que son todos los caballeros que tienen una sonrisa en los labios, y en la mano un estilete, para darnos la puntilla, cobarde y traidoramente. T o d o Madrid es el mismo; sólo mi espíritu tiene una pequeña tristeza, que no conocí otras veces. Hoy vengo más convencido que nunca de la inocente preocupación de ser algo... Hoy veo que en mi caletre


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no bullen las luminosas ideas que resplandecen... Traigo tronchada la punta de la pluma, y por mi mente no cruzan vagas visiones, dando al aire los dobleces de sus mantos, que á la tierra descendieron pliegue á pliegue, como los dulces encantos de señoras apetentes, que convulsas palpitaron del cogote á los juanetes. Ya no comprendo qué dice la flor, cuando palidece, ni lo que canta el capullo colorado, que yergue viril; ni lo que murmuran las lenguas de la corriente corrosiva. Ahora le llamo pan al pan, leche á la leche. Mis oídos se cerraron á las canciones pedestres, y los ripios de mis versos, panecillos se me vuelven. L a s ilusiones se alejan, y los desengaños vienen; ¡ay! qué dulce es el recuerdo

de mi infancia adolescente... Trabajando como un burro, en un taller sin higiene, ora poniéndole tapas á un collerón indecente,

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ora haciéndole á los cerdos de comer, ora en solemnes alejandrinos, cantando la paz de mi San Clemente, donde mis pobres abuelos pasaron horas crueles, careciendo en muchos casos del dinero suficiente para comprarse una mitra ó una perra de alcagücses. Se marcharon los amigos de mi infancia..., aquellos fieles, que á peñazos y á silbidos me recibían al verme con la guitarra, y tenían razón, porque era un percebe, que trataba con mis cantos de entristecer á las gentes. T o d o huyó, todo; tan sólo queda una arruga en mi frente, y un corazón en mi pecho que ante el dolor se entristece, y una voluntad muy grande por amparar á los débiles, que luchan para ganarse la vida, que es una muerte. Patria mía, no te pido un ataúd que me encierre entre pinares, ni un ave que cante que se las pele, mientras estiro los remos... T e exijo, con voz doliente,


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que pongas en mi camino almas sencillas y alegres, que rían, porque la risa es el pan blanco y caliente de las almas, ¡santa risa! Y así, contra los reveses de mi fortuna, cantando por el mundo alegremente, iré tranquilo, si encuentro hombres, niños y mujeres que al pasar me dan su mano. Y yo, mientras me la estrechen con ilusión, patria mía, no temas que te moleste. Madrid 5 Octubre 1911.

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EL SACAMANTECAS Por muchos hijos herejes que nazcan en esta tierra, á tos les echa la pata encima el Sacamantecas; monstruo tan feroz, que tiene quebrantas tres aldeas, por sus acciones impías, impúdicas y groseras. Su primer crimen fué g r a n d e si se ve la transcendencia que tiene el p e r d e r á un joven de inclinación muy opuesta... Pero el segundo, abusando de dos hermanas solteras, que estaban como su madre las parió..., fué una acción de esas que hasta el cura desde el pulpito la mentó pa escarnecerla, diciendo que si se lo hacen á él ó alguno de la iglesia, se hubiesen nmerto de miedo, del dolor y la vergüenza.


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P e r o su crimen tercero, no tuvo nombre en la aldea de Vara del Rey, que dista de Sisante legua y media, donde el alcalde, que estaba cavando, le dan la nueva de que le ha hecho un desacato muy feo con la alcaldesa. Y como se resistía la dama, le ató las piernas á un arca, y así se pudo salir con la suya, á fuerza de pincharle en los sobacos, y hurgarle en la riñonera, y morderle en los nudillos, y restregarle la geta. El alcalde, al enterarse, se puso como una fiera, y más de cincuenta mozos salieron con escopetas; pero como no se sabe por dónde toma la senda después de un crimen, no dieron ni con el rastro siquiera. A t e r r a s están las pobres mujeres; y las doncellas no pueden salir al campo como antes, porque las pesca, y sin pudor las disfruta, por detrás de una ladera, ó las oculta debajo de una sima, y las degüella, 2


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si se niegan á los gustos que tiene el Sacamantecas. Muchos se creen que es un mono con estintos de pantera; ó un fenómeno que mandan pa castigo de las hembras los santos, porque no hay una devota que vaya en regla. Pero una viuda, que tuvo el gusto de ver lo que era, ha declarao que es un tío de una vez, y por las señas que da, debe ser el asno más g r a n d e de España entera. La manía más ingrata que tiene el Sacamantecas, es contra las zagalicas; así es, que si ve una vieja, sale de pira, sin darle los buenos días siquiera. A un pastorcillo, que estaba pastando con sus ovejas, trasconejao me lo pilla, y al ver á la fiera aquella, le dice el pastor: "¡Por Dios, no me la saque aunque vea que estoy solo!" Y él, entonces,, le dijo: "Poca vergüenza; si tienes ese capricho, que te la saque tu abuela." Y aquí termina la historia, verídica y verdadera,


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del monstruo, que con sus crĂ­menes tiene asustas tres aldeas, sin que protesten en serio, ninguna de sus doncellas.

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SUEÑO DE VERANO ...Y soñé que por veredas de tumbas abandonadas, iba leyendo las tristes inscripciones de las lápidas. En todas había un rasgo de orgullo, miseria y lágrimas, que cantaba las proezas de unas míseras piltrafas, envueltas en el sudario de la vanidad mundana. Se oyó un crujido siniestro, y se agitaron las ramas de los ci preses. Salieron las cabezas funerarias de los muertos, y en sus bocas sonaron voces hurañas. —No profanes con tus pasos esta mansión solitaria (me dijo un negro esqueleto), porque dentro de esas jaulas yacen los grandes cerebros que ennoblecieron tu raza. .


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Aquel cráneo espeluznante, hizo á su mujer esclava de sus caprichos; y aquella calavera apepinada, descubrió las diferentes aptitudes de la araña. T o d o s fueron algo grande. —Yo, con la moneda falsa, demostré que es un imbécil el animal que trabaja. —Yo inventé un braguero inútil.. — Y o fui un modisto de fama, que congestioné á las hembras con nuevos cortes de mangas. —Yo hice un suero antibilioso, para extinguir la galvana. —Yo hice una leche de trapos, y mi leche fué la causa del aumento de adulterios en diferentes comarcas. —Yo escribí un libro ensalzando la usura, y en toda España tuvo tan buena acogida, que agoté cuatro tiradas. —Yo propagué las costumbres de la antigua poligamia, que embellece los hogares y santifica las almas. —Callar, vanidosos (dijo una boca desdentada), y descubriros ante esa cupletista, que descansa

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sin una cruz. Esos huesos, se estremecieron en aras del amor y el bien. Gozaron, y una sífilis reumática los trajo aquí, arrebatando la flor de una edad temprana. —No alabemos los cadáveres de las hembras poco castas (gritó un jorobado ronco muerto en presidio); mi hermana, fué libre como una corza, y aquí ninguno la alaba. En esto, un cura furioso, comenzó á pegar patadas, y á decir qne le trajesen á las hijas de su alma. Salieron de su olvidado retiro, sus muchas amas, y ante el panteón de un fraile, se liaron de palabras. Como en vida el reverendo, fué admirador de las damas, al oir las frases gordas -se le movieron las nalgas, y asomando los mofletes comenzó á sermonearlas. Un protestante, escuchando •del fraile la ardiente plática, desde su tumba se puso é. llevarle la contraria. Protestaron los cadáveres, •desde deatro de sus cajas,


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y á un nuevo crujir de tibias se armó la g r a n zarabanda. Voces, carreras, insultos, silbidos y carcajadas; esqueletos en camisa, calaveras enigmáticas... y la luna, resbalando sobre su trono de nácar, indiferente asistía con su luz fúnebre y pálida... Solo algunos esqueletos de personas ignoradas, salieron desde sus nichos, llevando al hombro la caja, en busca de un cementerio, donde el dolor y la farsa no existiese; un sitio alegre... ¡sin muertos de resonancia! Y yo, viendo la doliente marfilina caravana, quise secarme los ojos y lancé una carcajada.

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C O S A S DEL DIABLO L a noche fué deliciosa. Entre una nube de rayos, con el tridente fatídico, y en cuclillas sobre un cráneo ' pantagruélico, reía Su Majestad el Diablo, con esa mefistofélica serenidad que da el ánimo de hacer bien. T o d o el enjambre, obediente á su mandato, giraba, y se transformaba ante su conjuro mágico, como el amor de las hembras, ante la ruina del macho. En los pesebres de augustas caballerizas de mármol, entran las recuas mezquinas de parias desamparados, entumecidos de frío, y con un hambre de á palmo. , Mientras bajan á sus cuevas, llenas de roña y harapos, las princesitas cubiertas


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de diamantes y topacios. De las malditas tabernas, van saliendo los borrachos, cual si dentro de sí mismo despertasen de un letargo, y no hay quien de sus entrañas no arranque el vicio de cuajo. L a s alegres concubinas miran la luz de los astros, y ven que su estrella errante tiene un fulgor tan amargo, como los negros dolores de sus tristes desengaños. Las puertas de los presidios, devolviendo presidiarios, en una arcada angustiosa, sienten un cólico de asco, y la morralla que sale se purifica al contacto del viento, que trae en sus dedos oxígeno de relámpagos. R u e d a n como un hormiguero las cuentas de los rosarios, y los seráficos frailes bailan la rumba descalzos, sobre las espeluznantes esquinas de los guijarros. L a s horcas abandonadas, ya no tienen parroquianos, y sin verdugos que valgan, vuelan como un aeroplano. Saltan cadenas y potros,

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no hay cárceles ni juzgados, los cañones se convierten en embutidos prosaicos; la dinamita es más dulce que la miel, y los soldados, con los obreros que luchan, se estrechan en un abrazo tan ardiente, que parece que todos somos hermanos. L a s cajas de los banqueros saltan en dos mil pedazos; corre el oro, y se prodiga triunfante de mano en mano. L a humanidad es dichosa; los idiotas y los sabios toman asiento á la mesa redonda del bien cercano, y al comenzar el banquete llega Dios crucificado. Y el mundo vuelve á su sitio; las princesas al palacio, los míseros á sus cuevas, á su vino los borrachos. Y la Santa Cruz, venciendo las astucias del diablo, ondea sobre las frentes de los míseros humanos, hasta que Satán se empeñe, y pueda darle un cambiazo y ponga, como es debido, todo lo de arriba abajo.


MESALINA V.

Entre las g r a n d e s cocotes, que en el mundo se las dan de eróticas, ni una sola se ha podido comparar con la célebre vehemente Romana, por lo venal que fué con su esposo Claudio, el E m p e r a d o r de más ríñones de aquellos tiempos, como se puede probar con hechos; p o r q u e era Claudio el hombre más liberal, y el E m p e r a d o r más sabio, y el tribuno más sagaz, de los que en R o m a tuvieron el capricho de imperar. Sus desórdenes impuros crecieron de un modo tal, que Mesalina, al mancebo que encontraba regular, lo violaba sin respetos en la cámara nuncial,


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entre ricos pebeteros y tazas de flor de azahar, porque el que menos salía con la cabeza troncha, de tanto como luchaban p o r salvar su honestidad. L o s filósofos de entonces lo tomaron tan á mal, que le metían á Claudio sus puyas, por evitar que la Emperatriz siguiera adornándole el frontal. P e r o sigue Mesalina gozando sin descansar, de tal modo, que de Cayo Silio se halla enamora como de nadie; y le pide una cita en un desván de Roma. Cayo se niega, porque se quería casar con una hija de Valeria Sabina, la más honra del paganismo, y que estaba por desgracia embaraza, aunque era la más católica de todo la cristiandad. Y Mesalina emborracha á su esposo con champán, que rara era la comida que no se solía chispar, mandando buscar á Cayo para que en la intimidad


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de su cámara se entregue, como cosa natural, al verla en el mismo traje que usó la mujer de Adán. Y Cayo, viendo las formas de aquella hembra, y el mirar que tenía cuando estaba un poco sugestiona, sintió el tirano zarpazo de la voluptuosidad, que al hombre más eucarístico lo pone hecho un animal. Y en un relincho lascivo, cayeron sobre un diván de piel de zorra, con clavos de plata sobredora. Después Cayo se refresca, y al quererse levantar, se ve de nuevo en los brazos de la esposa desleal, que siente á cada minuto deseos de liviandad; y al verla fuera de quicio, queriéndolo extrangular con absorbentes caricias, Cayo se envuelve en un chai para cubrir sus vergüenzas, y sale por la ciudad, con tal temblor en las tibias que apenas si puede andar. Mesalina se enfurece, mirándose abandona,

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y como Claudio hacia Costia sale, porque va á tomar las aguas, que le enderezan la columna vertebral, desde que tuvo un sarnazo que le pegó un musulmán; al recaer en sus manos el poder, manda llamar á Cayo, que se presenta con la cabeza amaga. En lugar de castigarlo, le principia á suplicar que la estreche, porque tiene la m a r de necesidad. Y á qué punto llegaría de aquella hembra la maldá, que busca á sus pretorianos para poder proclamar emperador al mancebo que la tiene disloca. Entonces un fiel esclavo de Claudio, lo va á buscar; y Claudio, al ver la partida .que le juega aquel charrán, j u r a por Júpiter darles lo suyo, y m a n d a matar á Cayo delante de ella, que se tira desmaya sobre el cadáver del joven que tanto le hizo gozar. Y en la postura que estaba, uno le da por detrás


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á Mesalina tal golpe, que no vuelve á levantar cabeza aquella perjura, monstruo de la humanidad, que dejó con su conducta un relajamiento tal, que aún quedan muchas infieles que la suelen imitar, aunque en cuestión de lujuria todas se quedan atrás, pues no ha habido en este m u n d o quien la pueda descalzar.

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¡ALEGRÍA, ALEGRÍA! Viva la gran ciudad de la Farándula, donde todas las fuerzas se aniquilan, los rostros palidecen, y los ojos se ocultan en las cuencas amarillas; como la joven de catorce Abriles, que se entrega al amor desvanecida y al laborar para los siglos, pone cerca del mismo Dios la rabadilla. Allá va la corriente impetuosa del amor, que las almas santifica, del amor, que nivela á los mortales; del amor, que á los hombres esclaviza, y á cuyo soplo bienhechor se incendian las blusas, las sotanas, las levitas, sin distinguir de clases. L a s entrañas ante el amor, traiciónanse á sí mismas. Viva el sabio doctor que ha descubierto el modo de morir sin medicinas; respirando millones de microbios que minarán el cáncer de la vida, y llenando las glándulas bronquiales, de gérmenes que no se conocían,


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al dulce roce del impuro bien dejarán nuestra sangre corrompida. ¿Para qué trabajar, si ha descubierto la ciencia, que con una sola pildora p u e d e el hombre vivir? ¿A qué esas luchas con los negros dolores de barriga, si el bisturí de un tajo te separa los ríñones, el hígado y las tripas y te parte el estómago lo mismo que se parte un melón? L a cirugía se levanta radiante sobre el remo que se pudre, se encoge, ó que se estira, y cosiendo remiendos, y cortando te deja los tejidos y las fibras más sensibles, intactos... ¡Oh la ciencia! L a s mujeres que tengan la malicia de q u e d a r como nuevas, con un punto llevarán al hogar honor y dicha. Y los hombres sin alma, por un duro se podrán adquirir u;:a sencilla, que no sepa sentir, ni se interese por el manso turbión de la alegría, que invade los cerebros al conjuro del rumor armonioso de la vida. A vivir, á vivir; mueran los tristes; abajo la ponzoña corrosiva del temor al ridículo; las gentes se van á dar la mano sin envidias, sin rencores, riendo á carcajadas, ante la dulce paz que se avecina. Despreciando el cocido con repollo, que esclavizó á los hombres tantos días, 3


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irá la humanidad como una loca; porque, vamos á ver, ¿qué necesita? ¡Si ya tiene un doctor que antes de un año nos podrá mantener con una pildora!...


LAS TRES HIJAS DE ELENA Zagalas de quince Abriles, viudas, casadas, solteras, que al borde del precipicio del infierno andáis á ciegas, escuchad la triste historia de las tres hijas de Elena, y apartaros de la ruta y tomar por otra senda. No fiaros de varones, aunque j u r e n y se vean arrastrando por el suelo, con una cuarta de lengua. Porque el varón, cuando tiene su manía satisfecha, te da una pata en el mismo momento que le recuerdas su deber, y sin decoro, se lía con la primera que le sale al paso, y goza lo que puede sin conciencia. De las tres hijas que tuvo, ninguna le salió buena;


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pero fué porque el marido le dio una vida tan perra, que si no se lo buscaba por donde podía Elena, no entraba en la casa un polvo de harina, ni una libreta d e pan; y como que estaba tan bien forma y tan bien hecha, porque de puro redonda se puso como una cerda, hecho un animal, to Cristo se venía detrás de ella. Ninguna de las tres hijas, sacó una facción siquiera del marido, que era rubio, porque nacieron trigueñas. Y aunque la menor tenía la nariz tirando á griega, nació con la misma cara del vicario de la iglesia. / hasta un lunar que el vicario .gozaba en una cadera, lo sacó la niña encima d e la paletilla izquierda. Como jóvenes criaturas, nadie reparaba en ellas, -cuando andaban con los mocos colgando, y desde la escuela -corrían á que su madre les largase la merienda. Pero al cumplir los catorce la grande, echó unas caderas


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tan exageras, y un pecho, y unas pantorras tan recias, que hay muertos, si no le alargan á las faldas cuarta y media. Elena como su madre se llamaba la pequeña; y la mayor, Celestina; y la de en medio Eluteria, q u e hubiera sido una santa por lo calla y lo risueña, si no llega á ser por Lucas el sacristán, que con ella se fugó, y aún no se sabe si está viva ó si está muerta. Los ceviles á buscarlos salieron, y por parejas preguntan. En todas partes, en cuanto que dan las señas, responden que allí estuvieron dos jóvenes sinvergüenzas, forasteros, que pasaban to el día echando la siesta. Por más que le dan alivio,, la madre no se consuela; y la mayor de las hijas, embarga por la tristeza, cae con dolores de parto y su delito confiesa, sin saber á quién echarle la culpa de su flaqueza. Lo que resiste una madre,, no ló resiste una piedra;

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y más, cuando ve á su chica menor, que siendo una perla, se lía con un pintor de brocha gorda, porque era protestante, y no quería la bendición de la Iglesia. Aquel fué el golpe más rudo; pero lo resiste Elena sin perecer, porque fía en la santa Omnipotencia. Y separa del marido, á sus dolores se entrega, viviendo como una mártir con un cobrador de Hacienda, que se desvive por darle los gustos que se le tercian, p a que la pobre disfrute de algo que no la entristezca. Zagalas de quince Abriles, comprar la historia completa r u é vendo por cinco céntimos, d é l a s tres hijas de Elena. Y no fiar de varones, ni de palabras que llevan -el engaño, p u e s de fijo, n o saldréis ninguna buena.


EL RÍO DE LOS VENCIDOS Las ondas ensangrentadas de aquel río turbulento, lanzaban á las orillas montones de carne y cieno. H o m b r e s rudos conservando la rigidez de sus cuerpos; carnes blancas, virginales, rostros deformes, siniestros, pingajos de una asquerosa repulsión, muecas y gestos del último grito, dientes sangrantes, ojos abiertos, en una estupenda y muda contracción, ante el horrendo turbión, que entonaba un himno desbordante, loco y negro. Había entre los ahogados vientres enormes; pequeños mártires de la ignorancia de inservibles cocineros. Brazos redondos y fuertes, q u e en un descanso perpetuo


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vagaron; carnes lascivas de adúlteras, siempre en celo. Espinazos de lacayo; rabadillas y pellejos de asesino; lujuriantes mandíbulas; esqueletos sin alma, como sus madres los echaron de sus cuerpos. A las orillas del río llegaban todos los muertos, ocultando una sonrisa bajo sus rostros soberbios, como el autor á quien manos torpes le dan un meneo. Y el turbión, ante los brazos descarnados, en revuelto torbellino, levantaba la cascada de su pecho, para tragarse cadáveres como si fuesen pimientos. Yo tuve un arranque estúpido, y alcé los \*azos al cielo increqando al dios del agua, y el dios se quedó tan fresco; porque, según sus noticias, los cadáveres aquellos se componían de simples sinvergüenzas de ambos sexos. Allí nadaba una dueña de un rico establecimiento de placeres; un marido consentidor y un ratero.


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Había espíritus g r a n d e s que defendían siniestros contra seguros; fondistas; carteristas de altos vuelos; filósofos de verano, y borregos de entretiempo. T o d a la loca jauría de soñadores hambrientos, víctimas de la abstinencia de aplausos y de alimentos, nadaba en la indiferencia sin poder romper el hielo. Desesperados, gandules; hombres de carácter serio, de esos que j a m á s sonríen, porque lo tienen á menos, y que conservan intacta la gravedad del jumento. Y al escuchar de las aguas el rumor, y al ver el cieno de aquel mar, que me sorbía, tuve un negro pensamiento. Me miré sobre las ondas, y vi, como en un espejo, mi rostro congestionado, como un ahogado de aquellos.

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EL ORIGEN DEL HOMBRE Con la ayuda sacrosanta de Dios Todopoderoso, vais á saber el origen del hombre, que en cuatro tomos de merecina, describe don Darvín, sabio famoso, muy leído y muy amigo de revisar los embrollos del pasao, pa que se sepa que descendemos del mono por línea reta; y que el hombre, por más que se ponga tonto, tiene la mismas faciones del gorila, aunque sus modos son más refinaos, á causa de su carácter morboso. Antiguamente no había por el mundo más que arroyos de agua, bosques y desiertos deshabitaos, que el asombro sembraban en los viajeros de los países remotos.


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Como no había presónos,

ni deputaos, ni arodromos, ni cines, ni ná... vivían los animales dichosos en las selvas, sin más casa que un abujero en el tronco de un árbol, y allí se hacían el amor, como nosotros nos lo hacemos, porque entonces no existían los tenorios, ni á aquellas hembras modelos las tentaban los piropos. Así es que, la que tenía un abujero en un chopo decente, se la rifaban; porque allí lo más costoso era el hogar, y el bujero decidía el matrimonio; porque sin tener un sito pa ocultarla, eran muy pocos los que accdían, y estaban cada vez más volutiiosos, pero con cierta decencia, y cada quisque en su tronco. La vida de aquellos seres era disfrutar á chorros, porque tenían las frutas de balde, y si el uno al otro le exigía una pera, estaban al quite, pa hacer lo propio los demás, y la alegría corría de rostro en rostro.

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Como llevan la misma vestimenta en to el contorno, ninguno se las tiraba de espormdn, ni de orgulloso, y allí cada cual lucía sus pelos, dende los propios tobillos hasta los mismos remates del hilo el lomo. Continuó perfeccionándose la raza, sin darse tono ni presumir, aunque algunos se colocaban adornos infantiles en las partes adecúas, y por los hombros se echaban algunas plumas de ganso y pieles de zorro. Ni contribución,,ni cédulas se pagaban en el globo; así es que el mundo ofrecía un paraíso á los ojos del habitante, que estaba más alegre que un cachorro, espulgándose á la sombra pa contrarrestar sus ocios; en lugar de ir como muchos, dándole que hacer al prójimo, con recargos, que le encogen la alegría al más chistoso. Después, en España hacían ca pueblo que daba el opio, con suterráneos y cuevas, sus murallas y sus fosos


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pa pelear; y ca estatua por encima, de arte gótico, que daba gusto, porque era la última moda del cosmo. Pero dcnde que en España se nos colaron los moros por el Guadalete, y tuvo tan mala pata el rey godo que la diñó, no se han visto más que trabajos y oprobio. ¿De qué nos sirve en E s p a ñ a ^ haber tenío en el trono á quien no se le ponía el sol en su territorio? Si levantasen los remos del sepulcro aquellos lobos, como Bernardo el del Carpió y Prim, que se hacían polvo con el enemigo, y vieran lo femeninos que somos... Se les caía la cara de vergüenza y á los morros nos tiraban la mundicia que nos estanca en el lodo. El señor Darvín demuestra, con procedimientos sólidos, nuestro origen, y se escuece d e que se haya hecho tan poco por el mico, que en las venas lleva sangre de nusotros. No hay nías que coger seis chicos y á aquel que le apunte el bozo,

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probarlo con una moza, y si no se vuelve loco pa expresarse, es porque lleva virutas en el meollo. Y esas manifestaciones externas de nuestros pollos, son la prueba inrefutable de nuestro origen de monos. Sin contar con que haya algunos que resulten tan exóticos, que te seducen en cuanto les tocas el dedo gordo. Si se nos volviese hoy día á nuestro origen recóndito, y nos viésemos al fresco tari alegres y tan cómodos, no echaba ni Dios de menos el pogreso, ni el ahorro, porque con un trapo alante y otro atrás... ¡Sería el colmo!


TROYA (1184, A. DE C.)

Con el mismo desahogo que cantó el Célebre Homero, para asombro de las gentes, las hazañas de los griegos, héroes de Troya, yo agarro mi péñola, porque quiero cantarle á Esparta, en lugar de abismarme en pensamientos, eróticos, ó quitarle á mi familia el pellejo, como hacen muchos, que dicen que tienen un gran talento. El rey Menelao, de Esparta, se alejó por algún tiempo, dejando á su esposa Elena, que era una gachí modelo, sin su dulce compañía... Aunque le daban los siervos músicas, y ni por asomo le faltaban al respeto,


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Elena estaba más triste que la manga de un chaleco, sin poder pegar un ojo, y echando tanto de menos á Menelao, que ya estaban los espartanos aquellos inventando la manera de encontrarle algún recreo, cuando el hijo de Príamo, rey de Troya, entra soberbio, con mil regalos, y Elena que lo ve con aquel pelo que tenía, aquellas piernas y aquel morrillo tan recio, le dice que se halla sola, pero con tan dulce acento, que abre un mundo de venturas en el alma del mancebo. Y aunque Elena era más pura que el sol, al tomar asiento junto al Páris, se sonríe de un modo tan manifiesto, que Páris se le echa encima á lo burro de yesero, sin rebuznar; y ¿qué cosas no sentiría en su pecho la esposa del rey, que deja la dirección de su reino, y feliz como una tórtola con Páris tiende su vuelo? Pero como impunemente no se le puede hacer eso


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á Menelao, el de Esparta llega á T r o y a hecho un cabestro, la sitia, y el rey Príamo tan pronto como ve el cerco, se apresura á la defensa con sus mejores guerreros. Dan principio los asaltos, y empiezan á morir griegos como liendres en costura, sin poder llevar á efecto la toma, y los sitiadores, como eran ya perros viejos, fingen una retirada fiicticia pa distraerlos, y abandonando un caballo de madera como un templo, se ocultan. Al ver que acaba la guerra, dan á los cielos mil gracias, y el rey Príamo manda meter el jamelgo dentro de Troya. Derriban la muralla, y al meterlo, por el boquete que dejan se cuelan la mar de griegos, mientras del vientre del arre salen cuatro mil guerreros antorcha en mano, y le prenden, á to lo que pillan, fuego. Y allí fué Troya; los unos á defender su pellejo, y los otros á quitarle al enemigo el resuello, 4


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se armó una carnicería tari grande, que daba miedo. Ignorante estaba Elena, con los dos brazos al cuello de París, en un poteosis de cariño manso y tierno, cuando Menelao, desnudo en la derecha el acero, entra y muge como un toro y les arremete ciego. Saca la suya el amante con arrojo y cor. denuedo; pero como se halla débil por el abuso que ha hecho con Elena, no levanta la punta ni cuatro dedos, y muere de un golletazo, mientras Elena, cayendo á los pies de Menelao, j u r a no volver á hacerlo. Así, Troya, la grandiosa, cayó para tanto tiempo, que hoy á penas si se sabe dónde tuvo los cimientos. Por una mujer perjura y un amigo traicionero, que con tal dé darse gusto tiraron por tierra á un pueblo.


O R A C I Ó N DEL PESIMISTA Padre nuestro, que estás siempre en los cielos: para el baile, y desata las parejas que danzan abrazadas á la vida sin conocerse. Arranca la careta, que irónica sonríe, mientras saltan los corazones en la lucha horrenda. L o s falsos oropeles con que cubren sus deformes huesudas riñoneras, caigan entre el ciclón de los postizos que los hinchan, los tunden y modelan, y saltando desnudos como cafres, que se insulten, se peguen y se muerdan. Santificado sea el nombre tuyo: Ábrenos el arcano en que se encierra la gran sabiduría de ios tiempos, que todo lo definen y lo enseñan, y á cuyo paso, el timo y el timado, en la gran bacanal, se dan la diestra, y el que ayer era cura, es hoy bandido, y el que fué senador, es un gatera. Vénganos en tu reino haciendo breve nuestra vida fugaz sobre la tierra,


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y limita el presidio de las almas acortando esta horrible permanencia. Aquí, donde se viste con levita, todo el que puede hacer cuatro pesetas, y se enfada en seguida que sorprende á su mujer con otro, aunque no sea más que por presumir, y porque dejen limpio el honor las falsas apariencias. Hágase lo que mandes, y el par: nuestro dánosle hoy, que el hambre siempre es nueva, y quítale á los hombres la manía •de nadar en el mar de la opulencia. Mira, señor, que tiene poca gracia, q u e unos coman jamón y otros se abstengan. Así como nosotros perdonamos al indigente mísero que niega, perdónanos también las osadías, los heroicos alardes de belleza, las falsas oraciones, y en el humo de la nada disipa las miserias de los grandes amores, de unos cuantos jovencillos que no tienen vergüenza. No nos dejes caer en tentaciones. Ni pongas á mi alcance una peseta, ni me des una chica que me sirva, n i á inconsolable viuda me sometas, ni á faltarle á un amigo me des vuelo, ni á agradecer favores me des rienda. P u e s si al ir á comer una manzana, que fecundó un granuja con su esencia, nos comemos al hombre; si comemos muerte, muerte no más, en las materias


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hallamos nuestro dulce aperitivo, y así siguen los mundos, y así ruedan. El gusano que nace en una tumba, la gallina lo come; y en la mesa, los hombres nos comemos las gallinas... ¡Quién sabe si los hombres y las bestias renacen á la vida sin cambiarse de corazón, de fe, de inteligencia! P a d r e nuestro, perdona nuestras culpas^ y danos alegría mientras puedas, que bastantes pasiones en el mundo nos llevan á los hombres de cabeza.

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VIDA DE SANTA P O L C A MAZURCA Señor, que estás en el cielo, y el fuego del sol alumbras, y haces r o d a r las estrellas, y le das giro á la luna, y con tus fueros empíricos, y tu mansedumbre astuta, eres el rey de la tierra, y nuestras almas son tuyas... Déjame contar la vida de Santa Polca Mazurca, que á los diez y siete siglos •de muerta en Fuenteovejuna, del sarcófago la sacan los ateos, pa hacer burla del cadáver, y al sacarlo, los rayos del sol se nulan, y del fondo de la tierra, brotan caimanes y furias, pegando cada relincho, que retiemblan las colunas del firmamento, y las nubes


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tiran á carros la lluvia. Cuando nació Santa Polca, tuvo su madre una duda; pero al verle los mofletes (porque sacó una gordura, impropia en edad tan corta), y notar lo testaruda que salía y lo traviesa, le echó al alcalde la culpa. Y el ateo, en vez de darle su apellido, se recula pa atrás, diciendo que aquello era alzarle una calurnia. Pero como Santa Polca trajo un cáliz en la nuca, cuando van á echarle el agua del bautismo, le ve el cura la señal, y de rodillas queda ante la Virgen pura, diciendo en latín laus deo y otras palabras confusas. Y llevándose á la chica p a su casa, la desnuda del to, sin hallar en ella más que lo que se acosiumbra en un ángel tan pequeño como aquella criatura. Sin biberón ni nodriza, la crían con tal endustria, que se pone como un topo, tomando leche de burra, sopa eri vino, picatostes

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y naranjas con azúcar. P e r o como dende niña, ni finge ni desimula, ve entre sueños al arcángel San Grabiel..., y de resultas del ensueño, manifiesta que el moro está en la llanura, dispuesto contra el cristiano, p a entablar sangrientas luchas. Al rato, dende el castillo ya se ve la media luna que avanza, y nuestros pendones salen á hacer de las suyas, gritando: ¡Viva Castilla!, con más arrojo que nunca. Ya se acercan; ya los moros de á pie nuestro honor insultan; ya el infante castellano va con el arma desnuda. Ya los de á caballo arrancan chispas de las herrauras, y va á correr un torrente de sangre inocente y pura. Ya van á darse pal pelo las dos huestes furibundas, sin ver lo mucho que ofenden al de arriba sus desputas. Pero una mano invisible detiene en alto la lucha, mientras dice Santa Polca: "Perro moro, ¿di, qué buscas? Vuelve á Granada, y le dices


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de mi parte al gran Munuza, que, pecho á pecho, un cristiano lo espera á orillas del Júcar." Y los fieros combatientes vuelven sus cabalgaduras, ante el conjuro asombroso de Santa Polca Mazurca. A la siguiente mañana en tierra está la a r m a d u r a del moro con el cadáver, y en el río lo sepultan los cristianos, pues no tienen á mano otra sepultura. Al cometer un milagro tan g r a n d e en Fuenteovejuna, nacen envidias, y todos tratan de hacerle la cusca. Pero como Santa Polca lo sabe to, y se figura que quieren quémala viva, en un convento se oculta, donde ni su propia m a d r e la ve, por más que la busca. Entonces, enfurecías contra la iglesia, las turbas arman la de Dios es Cristo, sin pudor, y en su locura, no dejan custodia sana, ni hostia en el copón segura. Y derribando las puertas del convento, con argucias de mala ley, no respetan

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á las devotas reclusas, y comienzan á viólalas en sus celdas, una á una, hasta que le llega el turno á Santa Polca Mazurca, y al ir á meterle mano se convierte en peña dura, y deja á las muchedumbres, anonadas y confusas. Desde aquel día nefasto, todas las noches de lluvia, por las tapias del convento quejas de muerte se escuchan; y aunque tocan la campana las monjas, con gran pavura, no suena, porque el badajo lo agarra una mano oculta. P e r d ó n pido por las almas que cometieron la injusta catástrofe, y les deseo que se sienten en la altura del cielo, donde residen los santos, que por las culpas del malvado, perecieron con Santa Polca Mazurca, r i r g e n y mártir, guerrera, y aboga de las verrugas.


EL CRISTAL MARAVILLOSO Señores: Estos cristales, d e trasparencia diáfana, son el último alarido simple, que la ciencia humana, después de estudios profundos, á los cuatro vientos lanza, para que el hombre se vea tal y como es... Con albarda, si la merece; con cuernos, si embiste; con siete placas, si le caben, y tirando como una muía d e varas, de un carro, si sus instintos le exigen tan dulce carga. Antes, en los fementidos espejos, se contemplaban los hombres, sin que el azogue protestase de unas canas ridiculas, mal teñidas, ó de un pantalón á rayas. P e r o con estos cristales, cuya transparencia pasma, ni hay chistera que te cubra,


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ni levita que te valga. Ahora puede todo el mundo verse hasta las telarañas del gualguero, los ríñones, las costillas y la caspa. No faltará quien se asome, y halle en el fondo grabada la noble efigie de un congrio, de un mochuelo, ó de una cabra, porque el desnudante vidrio, ni te adula ni te engaña. Y así, si eres descendiente del mono, como la raza no miente, verás qué mico te llevas al ver tu cara. Ni alfires de brillantes, ni zapatos, ni corbatas se ven á través del útil cristal, pues sólo se graban los vicios, enfermedades, y liendres que te acompañan. P a r a pasar un buen rato, como este cristal no hay nada; se pone al revés, y entonces la humanidad que se arrastra, cruza ante ti, denunciando los dolores de su alma. Y á un torero, que se come los toros desde su casa,

lo vés, al ceñirse el trapo encomendarse á las ánimas, y verás cómo del miedo


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se le rizan las entrañas. Mascará un cura oraciones, ante todos en voz alta, y su ausente pensamiento, saltando de mata en mata caerá sobre los conejos como si fuese una bala. No faltará más de un viva la Virgen, llenos de trampas, que á la legua se les notan los regüeldos á carnaza. Recostando el espinazo sobre el embrollo y la farsa, que es el vehículo que antes te conduce á la posada de la luna, donde habitan los caballeros del hampa. Ante el cristal portentoso desfilaron las aladas modistas, con sus enredos; con sus líos, las casadas, y las viudas, con sus nuevos proveedores de mojama. Los cómicos, que fingiendo talento, sobre las tablas hagan un sabio, aunque pongan todo el arte de su farsa, demostrarán que en los hombros llevan una calabaza con melena, que carece de ideas buenas ó malas; pues no hay nada tan ridículo

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como convertir en cátedra, para asombro de las gentes, el pulpito de las gracias picarezcas, donde tantos autores ganaran fama con sus dramones, repletos de frases patibularias, que las hordas aplaudieron con la misma fe que ladran ante un abdomen redondo, que oscila al son de una danza. Será inútil que se pongan de pie, fingiendo arrogancia los q u e , ante el cristal no pueden andar más que á cuatro patas, y en cuya recua figuran, la flor de la despreciada juventud de dramaturgos, gandules, cafres y randas. Y ahora, ustedes me perdonen que los guarde y que me vaya. Pues para alcanzar un solo cristal de éstos hacen falta dos cosas, que con dinero no se compran. Una larga carrera de desengaños, y una experiencia tan clara de la vida, que ante el oro se sienta una repugnancia tan grande, como ante el pecho de un hombre lleno de llagas.


EL TRAGABUCHES Nació este varón tan raro, tan ansioso y avariento, por parte madre y por parte de padre, tan sin afetos, que quiso hacer de su ombligo el centro del universo (i), fundándose en la católica mansedumbre de los pueblos, y en las másimas de algunos filósofos extranjeros. A los seis ó siete meses de su bautismo, lo vemos cómo por su bien, le agarra la cabeza á un clavo ardiendo. Lo que pilla por delante se lo apropia, y es tan terco, que hay que darle un cogotazo ó hay que ceder del derecho. Así es que, al saber los frailes que tiene resabios neos, (i)

Perdonen mis enemigos que robe este pensamiento.


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se apoderan del muchacho como si fuere algo de ellos, metiéndole entre suspiros tanto latín en el cuerpo, que el chico, en cuatro semanas, se hace un jesuíta completo. Pero en lugar de tirarle la religión y lo güeno, se escarrila con leluras de protestantes traviesos y socialistas, y tanto se empapa, que se hace incrédulo del jesuitismo, y al pulpito se encarama, sin respeto, diciéndole á los oyentes, sobre poco más ó menos: "Hermanos míos: El látigo del dolor estalla dentro del ser de cada presona, dende que hocica en el pecho para libar, hasta que exhala la sonrisa del conejo y espira... Na en este mundo tiene en la vida un cimiento tan sólido; y cuanto el hombre goza con cualquier pretexto, es pa sufrir con más brío, . porque el dolor es eterno, y si hace un alto, arremete más rencoroso y más ciego. E s así como una noria, cuyos arcaduces, llenos


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de amargura, se derraman para llenarse de nuevo. P u e s si Dios hizo este m u n d o de miserias y lamentos y resfriaos, y mujeres descocas... Siendo tan reto, ¿por qué al hacer este mundo se quedó tan satisfecho, y nos dejó esta manía por figurar?... Noble pueblo:

el día que re ¡lesionen los hombres con más criterio, y refrenen sus estintos volutuosos, habrá menos generación, porque á sangre fría y á descarga arriero tiene muy poquita gracia que se multiplique el género, que viene á sufrir las costas de vuestros actos funestos. Y si la mujer no fuese tan débil, y sus excesos se remediasen, sería ponerle al delirio un freno." Antes de acabar, lo bajan del pulpito cuatro legos, y le pegan una tunda que le mudan el pellejo. Pero como las presonas dan lo que llevan adentro, y es difícil que si ordeñan á un mico dé ná en concreto, 5


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la criatura, que tiene mala saliva, derecho se va pal monte, y se vuelve criminal y bandolero. Lo mismo roba un cortijo que las cartas del correo, pa ver si llevan valores declaraos, y con objeto de enterarse: no hay engaño que él no sepa, ni secreto que inore; así es que le temen tos los que andan con enredos. Pero un cevil valeroso se viste de matutero, y entre dos piedras feroces lo acecha, y sin darle tiempo pa decir Jesús, le tira, con tan inseguro acierto, que las balas no le llevan más que el forro del sombrero. Entonces, el Tragabuches le dice al cevil: "No quiero matarte, porque eres padre de familia; pero veo tu mala intención, y voy á ver si te dejo tuerto." Y cuando le apunta al ojo, se arranca el cevil corriendo con tanto terror, que en vez de acertar, le da en el hueso del final del lomo, y le hace la rabadilla un siniestro.


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Al notar la puntería que tiene, nuestro gobierno lo indulta, y el Tragabuches viene á Madrid, con objeto de demostrar que á balazos le quita á Dios el resuello. Le ponen una tarjeta, y la parte por en medio; le ponen un duro falso á mil y quinientos metros, y al ir á tirarle, dice: "¡Qué cuño tiene tan feo!" Pero como tó se acaba, y no hay foragido eterno, ni mal que cien años dure, ni enfermo sin enfermero, ni bien que alegre á los'otros, ni moza sin trapicheo, ni ladrón que se arrepienta, ni embarazo sin regüeldos, ni escritor sin enemigos, ni nube sin su aguacero, ni torero sin cogidas, ni cómica sin meneos... Al año de aquel indulto se murió en su propio lecho de una pulmonía doble, como un peón caminero.

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BEATRICE DI BENCI Conforme hay personas serias, en este mundo traidor, que venden al más amigo, hablan mal de su nación, ó roban al que les fía... Y conforme hay más de dos miserables, que de pena s e mueren en un rincón, viendo á sus hijos enfermos, para pedir un pedazo de pan, por amor de Dios. Y conforme hay criminales que, sin tener pundonor, s e ríen de la miseria de los demás, mientras son la escoria de la cochina hez que los emboquilló... Beatrice di Benci (bella como los rayos del sol); hija de Francisco Benci, por su desgracia nació para inflamar los instintos


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de un padre sin corazón, que al ver á su hija soltera, tal latigazo sintió por sus adentros, que quiere gozarla, sin remisión, cediendo á la bestia humana, y sin ver que es el autor de sus días, arremete contra ella, como un grañón. Pero Beatrice se opone con tal fuero y tal ardor, que el padre, al ver que defiende lo suyo con tal tesón, en un castillo la encierra. Mientras, fraguan un complot su madre y el prometido de Beatrice; y á las dos de la mañana, al esposo le envenenan un capón, que se come al día siguiente, porque jamás sospechó Francisco, y en los horrores de la negra digestión le pegan tres puñaladas, y Beatrice que lo vio morir, se desmaya y dice: "No me abandones, Señor." Después de muerto lo tiran, á un río, que en el rumor de sus aguas va diciendo desenfreno y corrupción. Y al encontrar el cadáver


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dan parte al corregidor, que encarcela, sin preguntas, á Beatrice, pues ya son populares sus disputas con aquel tirano atroz que á viva fuerza quería tirar p o r tierra su honor, habiendo tantas que cifran en tirarlo su blasón. ¡Oh, lujuria! ¿Por qué tronchas tantos capullos en flor, y dejas secarse tantas flores en plena sazón? Después de unos cuantos meses la causa se revisó, y al patíbulo Beatrice, sube con tal aversión, que sólo al poner la planta s e le dimuda el color, y aunque sabe que su madre fué la que lo envenenó, calla el crimen, sin dignarse saludar al confesor, que con un Cristo en la mano le pide la confesión, y que al ver la última mueca d e aquella cara, dudó •de si era Beatrice un ángel ú un diablo exterminador. Así mueren muchas almas, 'dignas de aplauso y perdón, y entre tanto, cuántos cucos


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se pasean en lando, y se ponen guantes limpios, y se comen el jam贸n, sin arrojar las piltrafas al arroyo del dolor.

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JUAN, "EL PERDIO" Historia de los desastres del pobre Juan, el Perdió, que en cuna de oro lo mecen, le ponen pañales finos, le dan teta dos nodrizas solteras, y á plazo fijo, si no obra bien, le colocan emplastos en el ombligo. L o s juguetes que le brindan, en vez de hacerlos añicos, se los regala á los pobres para que jueguen sus hijos. Y como todo le apena, si encuentra descalzo á un chico, le regala sus zapatos y se queda tan tranquilo. Siempre con cara de Pascua, va por el mismo camino; respetando á sus mayores, y queriendo á sus amigos; sin aborrecer á nadie, ni envidiar, ni ser temido,


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y haciéndole el bien que puede á sus propios enemigos, pues nadie se encuentra libre de un animal tan dañino. Si uno le tira una piedra, J u a n no halla ningún delito, y al que le roba le dice que no ejerza tal oficio; pero que si le conviene, que le quite á Dios el hipo. Cuando crece Juan, las chicas, como es joven, guapo y rico, se lo rifan, y él no sabe á cuál darle su cariño. Y al fin se casa con una morena de genio vivo, que antes de los cuatro meses se la pega con un primo, más feo que Juan, que vive porque J u a n le presta asilo. Antes de los nueve meses tiene su mujer un chico; y el pobre se vuelve loco contemplando al angelito. Y consiente que la suegra le consuma en el bautizo la mitad de sus ahorros; y que lo ponga en ridículo su suegro, y que sus cuñadas lo dejen en cueros vivos, llenándole á J u a n la casa de noviazgos repentinos,

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que le quitan el pellejo y le fuman los pitillos, y cuando comen se llevan la cuchara distraídos. Así vivió J u a n algunos años; y cuando un amigo lo enteró de su desgracia, se echó á reir como un chino, y dijo: "¡Qué cosas tienes!", en vez de pegarse un tiro. Después de agotar sus fincas,

y hacerle bien d to Cristo, abandonado en la calle lo encuentran unos bandidos, y al ver que no lleva encima ni siquiera un perro chico, le dan tal pie de paliza que le hacen los huesos cisco. L e pregunta el juez de guardia que si los ha conocido, y aunque los conoce, dice que no. Sin hogar ni abrigo va por la corte, y lo prenden por sospechas, y en un lío lo meten, y al fin se salva, y se queda sin amigos. Y le preguntan los sordos, y lo desprecian los ricos, y los cojos lo atrepellan, y J u a n ve que es su destino sufrir, y sufre en silencio, y muere sin decir pío.


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Lo entierran sin oraciones... Ni ponen sobre su nicho la cruz, ni nadie se acuerda de Juan. Y allá, en su retiro, cuando por su calavera cruza un recuerdo fatídico, J u a n hace con los tres dedos de la mano izquierda un signo tan gráfico, tan corriente, que es el gesto más castizo del mundo, para decirnos que el mundo le importa un pito. Y con toda la tristeza de sus huesos ateridos, se pregunta muchas veces para sus adentros rígidos: Bueno, si llego á ser malo, ¿me hubiera muerto lo mismo?

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NOMBRES DE GACHÍS Este romance es algo mejor que el de las Marías son muy frías, de dond e lo he robado alegremente.

L a s Leonas, son cobardes, no esperan las Esperanzas, ni las Lucías alumbran, ni una sola Luz se apaga, ni son, porque Dios lo quiso, todas las morenas Blancas. H a b r á Dolores alegres y Virtudes poco castas, y Castas poco decentes, y Celestinas honradas. ¿Pero Claras transparentes, y Justas de poca talla, Canutas sin agujeros y Olivas sin hueso?... ¡Magras! L a s Domingas son festivas, inconstantes, las Constancias; Cenonas hay que no cenan, y si no miente la fábula, toda la esposa de un Cancio


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al final se hace borracha; pues bien claro dice el hombre que si él es Cancio, ella es Cañeta. L a s Simeonas se pueden poner detrás de una tapia, pues Simeonas nacieron, Santa Solóme les valga. T o d a s las Presentaciones son violentas ó son falsas. T o d a s las Rosas te huelen, y te pesan las Romanas. H a j Píaj de un color solo, y cuando de ellas se trata, hay quien dice: "si no es Pía r

Pía ha de ser y Sera pía. Amigas de hacer favores fueron siempre las Bernardas, y lo serán mientras vivan, como Remigias y Eulalias. Las T e r e s a s y Gertrudis son aficionas al mapa, y te dicen de memoria las capitales de España. Y saben donde está Jódar, Bujalance, Muía y Cabra, cuatro pueblos, que se pueden cocear con T o r o y Jaca. También confunden los pueblos con los autores de fama, y dicen con desparpajo, como el que no dice nada: Benavente está en Zamora

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y los demás en España.

Las Marías son muy frías, y tienen que calentarlas sus maridos, pues les llevan casi siempre la contraria. Las Isabeles son zurdas, pero tienen tanta maña con la izquierda, que no hay cosa que á derechas no les salga. L a s Antonias y Josefas son golosas y holgazanas, y donde tienden sus remos no se mueve ni una paja. Son chismosas las Benitas, y sus calumnias son tantas, que al que cogen por su mano, sin querer se la levantan. T a n bobas son las Vicentas, que mentiras las engañan, y da pena al ver á algunas lo gordas que se las tragan. A m a n d a s y Micaelas, Valentinas y Alejandras, son cosquillosas y tienen manía por ser casadas. L a s Mónicas son histéricas, las Isidras son linfáticas, y las Puras, son las menos, porque se apuran y acaban. L a s Andreas, cuando pueden, á Dios le dan la castaña. L a s Tiburcias son solteras,


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hasta que el cura las casa. L a s Florentinas, Mateas, Petras, Martinas, Acacias, Higinias y Victorinas, Ritas, Eugenias y Lauras, suelen tener aficiones distintas, según las causas, y si comen, se indigestan, y si beben se emborrachan, y paren como las otras, cuando están embarazadas. Alfonsas y Margaritas, Quiterias y Sebastianas, Hipólitas y Gabrielas, Jerónimas y Tomasas, en polvos y otras esencias gastan calderilla y plata. Y no hablemos de Polonias, Celedonias y Anastasias, Federicas, Rigobertas, Petronilas y Marianas. Las Basilias, son golosas, dormilonas las Hilarias, las Elenas impotentes, y algo libres las Libradas. Casi todas las mujeres tienen una cosa mala, tienen una cosa buena, y otra corta, y otra larga. Pero el nombre, sobre todas las cosas, es quien señala su carácter, pues no puede

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ser bonita quien se llama Mamerta, aunque de rodillas lo aseguren treinta Juanas. Y antes de caer en manos de una Indalecia callada, prefiero que cien Cirilas me den su amor; que me salgan granos como Timoteas, en la nariz, y mil Blasas me arrastren de coronilla por los cerros de sus panzas.


EL AGENTE DE VARIEDADES Ni Cicerón, ni Descartes, ni Fidias, ni Praxiteles, aludieron en sus obras á dicho ser, y se teme que coincidieran los cines

con su aparición terrestre, pues á primeros de Junio de mil novecientos nueve, con la invasión de las pulgas, farrucas y molinetes, ya comenzó á hacer visible su figura inapetente poniendo agencia, y mediando de intermediario (una especie de la perdimos) entre ambas partes. L o s números fuertes, como barristas, atletas y domadores de allende los mares, son los primeros que emplearon al agente, pues tomaban por su cuenta los teatros diferentes 6


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que surgían en su dulce caravaneo perenne. Después, el chalan de artistas, llamado así entre las gentes vulgares, tendió su radio de acción, y el género alegre fué su base, contratando bailarinas inocentes, cupletistas corrosivas y orciladoras de vientre, que por entonces hacían las delicias de la plebe. Como todo lo moderno, tuvo enemigos crueles al darse á luz, que quisieron extirparlo, siendo á veces objeto de tomaduras de pelo; y constantemente lo vemos recién peinado, ya llevando entre los dientes el palillo, ya adoptando posturas inconvenientes, ora en cunclillas ridiculas, ora haciéndose el solemne, como si en el mundo él solo gozase de alguna higiene. Una vez en su apogeo, se pone gabán de pieles, fuma de á cuarenta y cinco, lleva recto el contrafuerte, y comienza á producirse, como la mala simiente,


LA REATA ÍIÜMAMA

saliendo de cada casa lo menos cuarenta y siete. Los dignos padres de algunas artistas, la mar de fieles, vieron en el contratante cosas muy poco decentes, porque eso del diez por ciento, era así como excederse, pero hubieron de tragarse comisiones como nueces, porque no se daba un golpe sin que mediara el agente. Si escuchamos al artista, que con un relato breve nos lo dibuja, es un tipo muy parecido al percebe; y si empresarios sagaces nos lo reseñan, se puede calcular que hay en la clase figuras de gran relieve. Nosotros, fiel á la historia,

de un ejemplar tan reciente, sólo á los coleccionistas, brindamos los datos breves, adquiridos en estudios por personas competentes.


LOS CUATRO NIÑOS DE UN PARTO Mujeres que habéis tenío sucesión; oir el caso, curioso, que en El Pro vencí o sucedió, estando de parto un matrimonio sin hijos, ella y él recién casaos, tan jóvenes, que no habían cumplió veintidós años. A los cuatro ú cinco meses de notarse el embarazo, la mujer llamó al marido (que se llama Ugenio Paños, por parte padre), y le dijo: "Yo no tomo más emplastos, Ugenio, más que sacuda de un golpe cinco muchachos." Y como Ugenio sabía que más tarde ú más temprano, lo que fuera iba á sacar la cara del boticario, que se llamaba don Rufo, y además era padrastro


LA REATA HUMANA

de su mujer, soltó un terno y se quedó alebronao encima de los colchones, maldiciendo y berreando. Entonces la Timotea se encomendó á los diablos, diciendo: "Así se me güelvan escorpiones coronaos, y pegue un trueno lo mismo que un cohete", y en el acto se comenzó á dar saliva por el ojo, pues el llanto se lo irritaba, como era tuerta del otro, de un palo que le pegó un primo suyo, en un orzuelo enconad. Al oiría su marido, como era republicano, se echó á reir y le dijo: " El mal ya está, no hagas caso de demonios, y si pares, que sea antes del verano." Ni le sirvieron purgantes, ni culantrillo con ajos, ni cornezuelo en adobo, ni lo que abusó tornando telarañas en ayunas... Y el bombo iba pa lo alto, sin que por eso el marido se privara de sus actos, que como joven, tenían repetición á ca paso.


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Antes de los siete meses de su boda, en los costaos sintió un dolor tan agudo, que pegó en la cama un salto, y le dio una gomitona tan grande, que se hizo un charco, mientras que por ca bujero, como si tuviera un caño, soltaba la pobre mártir, las mundicias á carros. Y entre el dolor de ríñones y los suspiros y el llanto, largó tres niños iguales en edá, peso y tamaño, dos con la nariz lo mismo que el suegro, y el otro chato. Y pa que vean las gentes, adonde llegan los ánimos de una madre, al ver los chicos llorar, se agarró al respaldo de la cama, y sin quejarse le soltó al marido el cuarto, que tenía las facciones de Usebio, y el pelo claro. Y una voz desconocía, le dijo así á Usebio Paños: "Son tuyos, p o r q u e en tu cama nacieron; á cama é galgos no vayas á por mendrugos por que saldrás á gétazos." Entonces aquel marido, cegao de orgullo, á los cuatro


LA REATA HUMANA

les puso sus apellidos, y cuando murió el padrastro de su mujer, de la rabia ni quiso ir á acompañarlo, ni recoger un majuelo que le dejó abintestato, pa vengarse del recuerdo que en su mente tuvo arraigo H o y el noble ayuntamiento de El Provencio, en un retrato tiene á las cuatro criaturas retratas con mucho agrado, en pelota, y las enseña por un real el secretario.

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SAN SOSTITUTO, SONÁMBULO Con la venia del Sagrado Cristo de las Enaguillas, que se venera en Minaya como una santa reliquia, pues no queda de su cuerpo más que un tobillo, la espina dorsal, cuatro maxilares, medio codo y una encía... Voy á contarle á los fieles las máximas que tenía San Sostituto, discípulo, sonámbulo y congreguista, para alegrarle á los hombres los pesares de la vida, que crecen como las malas hierbas, y que fructifican en los corazones secos y en las almas corrompidas. Como en los tiempos del Santo no estaban en la malicia, como están hoy, tanto mozas como casas, existía


LA REATA HUMANA

menos corrupción, y menos disgustos en las familias, porque era contá la joven que daba á luz una niña, ó un varón, sin pasar antes por la santa Vicaría. Tampoco estaban los hombres tan chochos por las artistas de cine, ni se fugaban con ninfuna bailarina; aunque entonces, como ahora, se le echaban á uno encima las más, al verle en los dedos relucir una sortija. Así es que San Sostituto, al ver la fe que tenían, les tiraba crí sermón por ná, que los encendía. Y animaba á los mancebos al trabajo y á la risa, único bálsamo santo p a r a curar la hitericia. Después de sus oraciones, como este Santo vivía por el bien de tos, si alguna persona estaba en camisa, él se quitaba la suya con tal de poder cubrirla; y hubo ocasión que él vino á la aldea en que vivía, tapándose lo preciso con un trapo de cocina.

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Ya vienen de siete leguas las ciegas y las tullidas, porque el cerrojo que cierra p o r dentro la sacristía, cura los males secretos que la ciencia no adivina. Un manco coge el cerrojo y se le alarga en seguida la mano, y al poco rato sin ayuda se persigna. Un cojo, que hace tres años tiene la pierna encogida, la pasa por el cerrojo y al momento se le estira tan á gusto, que á su pueblo se va á pie, con la alegría que se recibe al contacto de una mano femenina. Un ciego de los dos ojos, en cuanto que se aproxima, ve el cerrojo, y dice: "Tiene la forma de una salchicha." Y hasta su mujer, que estaba dándole teta á la chica, ve cómo en el otro pecho le hace el sacristán cosquillas. Los sordos, oyen al rato de entrar en la sacristía; los mudos, en cuanto ponen la lengua, sin medicinas dicen: "Rediós, que me dejen, que quiero ayudar á misa,"


LA REATA HUMANA

Y personas, que por dentro llevan el mal de si mismas, echan en agua el cerrojo, y al beber lo que destila, se ponen como ceporros, de coloras y rollizas. Entonces vienen de fuera personas desconocidas, sin fe, y al ver los milagros del cerrojo, certifican que aquel modelo de santos es sonámbulo, y le miran las junturas de los huesos, que las tiene en carne viva, y al notar su csperiiisino le dan tal pie de paliza, que me lo dejan más negro que el forro de una morcilla. San Sostituto, por eso, ni reniega ni se achica, y al morir como un bendito, la Iglesia lo canoniza, viendo que muere soltero y mártir de las desidias humanas, que al más humilde consiente que lo cohiban ó que le tomen el pelo y que le rompan la crisma. Cuando paséis por Minaya, lugar de la pleita lina, ver \os frumentos del Santo Cristo de las Enaguillas,

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que es el que á San Sostituto le dio tanta nombradla, y rezarle un P a d r e Nuestro para salvar de las iras celestiales á los mansos usureros que se fían de los ahogaos, qué hipotecan por cuatro cuartos sus fincas.


LA VAMPIRA Según cuentan los papeles, hace sesenta y tres años nació en Utrera una niña, de padres amontonaos, llamada Jorja Martínez y López. La bautizaron de limosna, y la nodriza, cuando le dio el jugo lácteo, juró que estaba la chica disloca de los sobacos, porque al chupar no dejaba lo que se llama un gotazo. Le vieron cuatro dotores las encías, y los cuatro aseguran que la Jorja tiene hocico de murciélago; pero el más inteligente manifiesta por lo bajo, que es vampira aquella niña, dende el pelo á los padrastros, y que tendrán que mirarla con mucho ojo, por si acaso. De su primer matrimonio se quedó el pueblo aterrao,


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LUIS F.STKSO Y LÓPEZ DE HAÍÍO

porque el marido, que estaba gordo y tieso como un ajo, á las dos ó tres semanas se comenzó á poner flaco, y á perder la sangre como si se la hubieran chupado. Después se quedó el marido más encogió que un galgo, hasta que en su propio lecho falleció, y el cirujano quiso ver por qué conduto la muerte le había entrao, y cuando lo supo, dicen que se quedó turulato. Dende aquel día la Jorja no le dio al morro descanso, y se volvió tan vampira, que al que se encontraba al paso, si era niño, le chupaba la sangre con tal amaño, que no dejaba señales que denunciasen sus actos. Y á qué punto llegarían su afición y su relajo, que en meta de su camino se encuentra un fraile descalzo, y trata de con omperle su voto con un abrazo. Y el penitente, cayendo de hinojos, tiende las manos hacia arriba, y estas frases le dice á su Dios amado:


Í.A REATA HUMANA

"Señor, que no se me doble tu amor, ni me falte el ánimo, porque mi humana flaqueza sigue dura como un canto, y pa ablandármela tienen que arrancármela de cuajo." Y sin escuchar la hereja, las súplicas de aquel santo varón, le pega un mordisco en un sitio reservado, y al,verle correr la sangre quiere chupársela en vano, porque al fraile se le pone como coagula en los vasos, tan y mientras que la Jorja tiene la muerte en los labios dibuja, porque le viene un castigo tan amargo, que muere á los pies del padre sin confesar sus pecados. En la población de Utrera, dende aquel día nefasto, cuando nace alguna niña le pinchan en los sobacos, pa ver si chupa con ansia; y si chupa, como hay sabios que saben de to, le quitan la afición al jugo lácteo, porque cuando se hacen grandes suelen guardar el resabio, y es una afición que tiene los más tristes resultaos.

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Á LAS MAMAS (LOA)

Ilustres expendedoras del nabo y la brecolera; célebres madres de artistas espontáneas...; damas frescas que, al abandonar la dulce gritería de plazuela, perdéis el mayor encanto... para subir á la escena, apoyadas sobre el lomo de vuestras hijas ingenuas y, agarrándoos á las mallas, naufragáis por las empresas, llevando por todo lujo dos taparrabos de á tercia y una gasa, que hasta el molde del esternón se os clarea. P a r a ensalzaros, tan sólo tiene mi lira una cuerda; p e r o como es tan alegre la musa que me la tienta,


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al dulce son de una danza de vientre..., por la gatera del arte llego á vosotras; deshollinad las orejas. ¡Salve á las mamas, oh dulces acompañantas de pega!, que os tocáis con el chapeo y, arrastrando las chancletas, al hombro el gabán de pieles de zorro, ú de lo que sean, el manguito por delante con tres ó cuatro cabezas, llegáis al café, descanso para reponer las fuerzas, y os atracáis de patatas mientras alguno parchea. Benditas bocas que, al tiempo de engullir, cuentan proezas de vuestras hijas, ó dando al delirio rienda suelta, despellejáis á la que antes se os aproxima á la lengua. Dios guarde vuestros gargueros, despeñaderos de. almejas por donde las cataratas del vino á la panza llegan. Dios acorte vuestros tragos y os alargue la paciencia y os dé frases, a! hacerle la apología á una empresa. Donde ensalzáis lo primero las carnes d u r a s y frescas, 7


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LUIS ESTESO Y LÓPEZ DE HARO

la timidez, sólo propia de una doncellez á prueba y los deseos de que alguien, con la natural decencia, pueda atender á los trajes, los polvos y las esencias. Gloria y paz á vuestras uñas que todo lo despellejan. Y descanso á vuestras manos, que se pasan de ligeras para bendecir la dicha de dos seres en porreta. Y, á falta de mejor cura, de confesor sirven ellas, q u e d á n d o s e con aquello que no quieren que se sepa. Mamas, para vuestras hijas no encuentro palabra fea, pues con haber ido ahi dentro, ¿para qué mayor tristeza?' Pero para vuestras almas tengo una palabra de esas... que no la digo, y la tengo en la punta de la lengua.


SONETOS, Ó C O S A ASÍ

i EL BAILARÍN

Del cafetín en los revueltos mares, náufrago entre las olas imponentes de haraganes, rateros y sirvientes, tienes puesta tu cátedra de achares. Al puerto salvador de tus pesares, sobre el tablado, asombro de las gentes, llegas con unos tangos indecentes, meneando tus rítmicos ijares. Y te yergues tristón, fiero y altivo, porque, queriendo ser despreciativo con las hembras, al fin las compadeces... Sin comprender, al "verte la melena, los infinitos años de condena que por bailar flamenco te mereces,


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II CARNAVALESCOS

Del carnaval se oirá el cascabeleo y la Patro, y la Luz, y otras señoras, al compás de las danzas tentadoras, se erigirán en Diosas del deseo. Lucirán el azar como trofeo, el mantón de alquiler, y en pocas horas sus atrayentes gracias seductoras, caerán como ante el trono de Himeneo. Y como premio al terminar la orgía, ¿sabéis lo que le espera á la jauría, al final de sus bailes divertidos, donde se hace el señor cualquier pelusa? H a c e r girar el torno de la Inclusa, cuando pasen los meses consabidos.

III Se compone la alegre estudiantina El Tiberio, de varios "industriales," que tratan de alegrar los carnavales, por la sana intención de la propina. Tocan en El Tiberio la ocarina, el Tinoso y el Guy (primos carnales), la guitarra, el que está con la Mochales, y la flauta, el que le habla á su sobrina. Y como estos sujetos se proponen, entre tanto que llenan el abdomen,


LA REATA HUMANA

distraer la atención con su estribillo... El Chaval, y el Gruñón, y el Solitaria, ejercerán su industria temeraria, extrayendo carteras del bolsillo.

IV LA CASA DEL ARTISTA

Para bien de la escena, con anhelo, entré en la casa de una artista un día; y eran tantos los muebles que tenía, que me senté en cuclillas junto al suelo. Miré á mi alrededor cbn desconsuelo; sobre un baúl que en el pasillo había, un niño rubio á su placer dormía, envuelto en un mantón, que era un camelo. Vi la cesta sin pan, dura la cama, contemplé abandonada la lendrera, y presentí en el niño las lombrices. Y recordando su grandiosa fama, dije: "Si vive así la que prospera, ¡qué será de las pobres infelices!"

V A UNA CUPLETISTA

P a r a ti la vergüenza es un secreto; tú, la moral apenas si conoces, y tu trato social se da de coces


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con la seda que cubre tu esqueleto. Mas como g u a r d a s amorosa el feto que pregonó tu deshonor á voces, aunque con golfos sin honor te roces, eres digna de amor y de respeto. Sigue cantando sonriente y bella, que el fruto de tu amor sencillo y sano, se conserva en un frasco de aguardiente. Sube hasta las estrellas, como estrella, y que Dios te dé pronto un aeroplano para ver si te estrellas de repente.

VI EL CANTAOR

Con menos voz que un grillo y más posturas que hace el socio que toca con anhelo, te decides á darnos el camelo con un ¡ay! mensajero de torturas. Clavas una mirada en las alturas, y te tocas la nuez con desconsuelo, y golpeas los cascos en el suelo... y á cantar una copla te aventuras. Y la turba flamenca y miserable te jalea, pues todos te comprenden, y ante ti con placer se queda absorta. Pues conoces la magia incomparable de encontrarte las tortas que se pierden y perderte al sonar la primer torta.


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VII LA

BAILAORA

Se escuchan los arpegios arrobadores de la tierna farruca, dulce y bravia, y estremeces tu cuerpo con valentía, envuelta en tu pañuelo de mil colores. T u s pies sobre las tablas bordan primores, ofrecen tus caderas placer y orgía, y el olor atrayente de mancebía enardece á tus mudos espectadores. Y al escuchar los gritos de aquella gente, al público acaricias lascivamente con la luz excitante de tus ojazos. Y en un catre sin ropas, comprado á plazos, te entregas en los brazos de un indecente, que vive de tus piernas y de tus brazos.


EL SUEÑO DEL ESTÓMAGO Señores, no va de cuento: Sucedió el séptimo día, que nuestro Señor dormía entre mohíno y contento, con su traje de mecánica después de haber hecho el mundo, en un sueño más profundo que un discurso de botánica. De pronto voces extrañas de la tierra se elevaron, y es natural, despertaron al Señor; de sus pestañas la luz inundó el espacio, miró al suelo con fastidio, y dijo Dios: "Va á presidio, el que se encuentre reacio." Era la tierra un burdel; los animales estaban medio locos y graznaban como un mozo cordel. Aves, reptiles y peces, cuadrúpedos y demás,


LA REATA HUMANA

no podían decir más laberínticas sandeces. Aullaba el perro, mugía el toro, como es costumbre, la pantera echaba lumbre y el hombre les repetía: "No gritar, que yo hablaré, porque aunque bruto me encuentro, me siento bullir por dentro la oratoria de Moret." Llegó á Dios con sus cabales, el hombre quedó parao, porque era el más desahogao de todos los animales; Y rascándose la oreja, le dijo en tono zumbón: "por orden de la reunión, voy á exponer una queja." Los animales con modo las cabezas levantaban, como diciendo que estaban conformes coi"! él en todo. "Estamos en to conforme, respetive á constructura, nos entusiasma la hechura y nos gusta el uniforme. P e r o esto que nos ha puesto pa llenarlo de comida, el llevarlo toa la vida es una miaja molesto. U el estómago enmudece ú nos dice lo mejor,


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pa llenar el interior que de alimentos carece." Se echó el Señor á reir, y sin dar contestación, saludando á la reunión se volvió al cielo á dormir. Y el hombre ya desconfía; pero es tonto que se apene, ¡porque el estómago tiene, menos sueño cada día!


UNA SOCIA Entre el hampa del día, goza la Rubia ya tal nombradía, sin ser hermosa ni tener dineros, que es la más popular de Embajadores, es la más conocida en los Viveros, y de tales favores, disfruta entre laceros, maletas, timadores, chulos y organilleros, y derrocha en vestir tales primores, que hoy envidian su porte, casi todas las ninchas de la corte.

La noche augusta, silenciosa y fría, sensual se presta á su vagar cansado, y cual la luz del sol alumbra al día, alumbra con su amor y su alegría la antorcha del placer y del pecado. Y aquí se para, mientras gime el viento, y allí al nocturno rondador que pasa,


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le llama la atención con un lamento, que brinda amores y que ofrece casa. Después, luciendo su mantón de alfombra, entra en la popular buñolería, cruza el negro salón como una sombra, despierta á un sinvergüenza que dormía, y se sienta con hondo desconsuelo, á tomarse cinquito de recuelo.

Amarga realidad; con cuánta pena contemplo en la verbena á la Rubia del brazo de El Tinoso, que es sin duda el golfante, más sucio, más moroso, más gandul, más ratero y más cargante, Con cuánta pena veo, cuando baila la Rubia ante un bolsillo, excitando el deseo, al compás de una polca de organillo. A ti, excelente Rubia, que en jamás despreciaste ni una alubia. Pero es mayor su pena, aunque á veces les sirve de recreo, cuando se halla El Tinoso de quincena, y ella en San J u a n de Dios de veraneo.


BROMEANDO Como me importa una oblea que no se me tome en serio, voy á exponer una idea para formar ministerio. Un ministerio galante de una fuerza tentadora, más activo y más constante que los que se usan ahora. Ni Moret por su belleza, ni Maura por su cultura, ni Aguilera por su alteza, di Dato por su frescura... En el ministerio entrante tendrán sólo un partidario; porque para ser galante, hace falta lo contrario. Anulo á esos diputados, que son el yugo y el peso de los pobres desgraciados que los llevan al Congreso. Y voto á las coupletistas, de la alegría sostén,


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porque son muchachas listas que saben vestirse bien. Abajo los senadores, los senadores abajo; á ocuparse en sus labores de labranza... ó al trabajo. Y arriba las bailarinas alegres y seductoras; ya veis, jóvenes beduínas, se os proclama senadoras. L a s tiples que canten mal, si abasto con ellas doy, pues de éstas hay un caudal, gobernadoras desde hoy. Que se bajan al cantar ¿y cometen una errata? ese cargo singular es para meter la pata. Y así, desde el alguacil, que suele cobrar un real, hasta el ministro cerril, que husmea una credencial, T o d o s serán ahuecados de sus destinos odiosos, y por hembras ocupados se harán menos peligrosos. Sólo para presidenta se exige, porque es preciso, una pájara de cuenta por si ocurre un compromiso. Una mujer de una vez, más serrana que Vadillo, que igual te casque la nuez,


LA REATA HUMANA

que te disloque un tobillo. Y tienen en un instante, los pobres contribuyentes, un ministerio galante, honra y gloria de las gentes. ¿Que han de gobernarnos mal? ¿que yo soy un animal, si no cedo en mi manía? Hombre, cualquier concejal, es más bruto todavía.

III


BANQUETEO ELECTORAL Convencidos los políticos, de alto rango y gran copete, de que en los momentos críticos la palanca es el banquete, huyen del mitin adusto, que en palabras se desborda, para atracarse á su gusto de comer, que es lo que engorda. L o s candidatos de cuna, cuando van á sus distritos, son precedidos por una triste recua de cabritos. Y los electores fieles á la lucha palpitante, mientras devoran crueles los restos de un semejante, entre mordiscos y tragos, ensanchando el corazón, colman de vivas y halagos al eximio en embrión. No hay quien absorto no esté, ni habrá quien dude de mí,


LA REATA HUMANA

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pues en la prensa no se ven más que cosas así: "Villahambrienta. Llegarán mañana mil electores, para comer con el can didato señor F u r o r e s . Se hace de verdura acopio, y el monárquico Ombligúete ofrece de mutuo propio su cuadra para el banquete. Valdecanina. Nos dicen que al cerrar este despacho, es fácil que descuarticen á la suegra de Camacho. Pues se halla comprometido á dar el banquete, y son á comer, todo el partido y además la comisión. Valfamélico. Anteayer, en honor de Cienmarrones, se juntaron á comer los miembros de tres regiones. En unión de hombres honrados, procede el juez á un acuerdo, pues hay mil intoxicados por la trichina de un cerdo." En fin, que los oradores cayeron ¡ay! en olvido; hoy quieren los electores múrirse como es debido. H o y vota un hombre por siete

que están en la eternidad, 8


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l.riS ESTKS0 Y Lร PEZ DE HARO

hoy adelanta el banquete que es una barbaridad. Y รก falta de sensaciones orales, en los distritos ยกvengan pavos y capones y borregos y cabritos!


MODERNISMO Si anhelas lo pintoresco, simbólico, modernista, de pensamiento grotesco, publica en cualquier revista semanal, ciñéndote á este modelo, algo tan sentimental que le encienda á Dios el pelo. Si se te pone en la testa, poco trabajo te cuesta, escribir versos sin horma, á ti que tanto te apesta sujetarlos á la forma. Pinta un paisaje eucarístico por donde vaya un atleta persiguiendo á un joven místico que no quiere ser poeta. Y después pon en boca de un dragón, que tendrá un loro á sus pies la adjunta denotación: —Mi voz es la tenue brisa ;


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que exhala ebúrnea bacante con traje de Vampirisa, cuando en brazos de su amante, sonríe al tiempo que llora, porque recuerda el martirio que al amanecer la aurora sufre un lirio enamorado, junto á un cirio que medita y lagrimea... como un alma transparente despeñada del torrrente de la idea. Oye mi voz, noble atleta; á ese joven que suspira, dale la sonora lira, porque al fin será poeta. Y si dice que no quiere, le cantan un miserere, con tierno desembarazo, ¡con terrible paroxismo! (ó le das un puñetazo que le rompas el bautismo). Al decir esto el dragón, que se oculte en un rincón por donde no crucen penas, y pase una procesión de jacintos y azucenas, y de nardos, y de cardos y de rosas olorosas,


LA REATA HUMANA

que florecen y perecen sin color. Y que cante una bacante su alegría con punzante picardía metida en un colaor. Simbólico modernista de pensamiento grotesco, ni encuentras quien te resista, ¡ni yo sé lo que me pesco!

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Á UN MANSO CABRITO Con los dos brazos abiertos á mí llega ruborosa la Musa de mis rebuznos, y ante ti me desabrocha para que teja en tus sienes los ripios de tu corona, y en la almohada de la duda tu astada cabeza ponga. Acariciando visiones, tu imaginación trastornas, ¡oh! ardiente creador de tenues figuras fantasmagóricas. Y tras el ojo tercero, con dulzura encantadora, vas en busca de que el ojo te haga ver claras las cosas. E r e s oriental, y acaso con tu indolencia te expongas á que el ojo referido, vea á través de tu historia las veces que has consentido que tu mujer te los ponga.


LA REATA HUMANA

Pero dejando triviales pequeneces, por la borda de tu nave al mar sonoro tira el fardo que te encorva. Baja al fondo de ti mismo, y al brocal de tu cachonda mansedumbre asoma el negro morrillo que te deshonra. Y mira los crucifijos dolorosos que te adornan, espantajos inconscientes de tus ideas diabólicas. El espiritual descanso de tus remos te acogota de tal modo, que resultas impotente con tu esposa. "Quien bien ama bien castiga", dice un refrán, y tú cobras fama de que no la quieres, porque apenas si la sobas. Por tu humildad te mereces un huequecito en la gloria; pero por tus inocentes arrebatos de alma irónico, ¡te tienes bien merecido que te arrastren de una soga!

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LAS FRESCAS Después de siete meses y medio de estar enferma la Soledad, y de ponerse corsé de moda, porque no alzase la enfermedad, Pasó unos días en tal aprieto, que una mañana sobre un baúl, se puso pálida, se puso lívida, se puso en facha de dar á luz... Y el señor cura, que era un bendito, y que en su casa la chica entró como criada de treinta reales, sin más quehaceres ni obligación, Llamó á la m a d r e de la afligida, soltando un terno casi en latín, y repelándose las narices le dijo el cura: "Venga usted aquí; Y á ver qué cuerno tiene su chica, que Dios me libre de averiguar, y á ver qué cuerno se hace con ella, para que acabe su enfermedad." Era la madre bastante fresca; todo en el acto lo comprendió,


LA REATA HUMANA

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y al cura dijo:—No hay tales cuernos, el cuerno es ella por ser melón. Pero no es cosa de disgustarla, porque lo mismo me pasó á mí, cuando la tuve con el vicario que hace veinte años estuvo aquí. —Pero, señora, ¡si era mi tío! ¡Qué desvergüenza, válgame Dios! —Pues todos somos de la familia, y ahora resultan primos los dos.


PROSPECTO En una ciudad de España, cuyo nombre no recuerdo, me encontré hace pocos días con el siguiente Prospecto: "Con más humildad que tienen todos los santos del cielo, sale á luz La Vía Pública, en esta ciudad de enredos, de carlistas rencorosos, de liberales arteros, de republicanos sandios y de monárquicos memos. La Via Pública, tiene perfectísimo derecho, para llenar un vacío y navegar por el piélago de la ilusión, como muchos navegan... ¡Nos las hacemos! Pues sin ilusiones viven los percebes y los cerdos, los guindillas, los cabritos, 11


LA REATA HUMANA

los ladrones y los perros. . "No tenemos estandarte que defender; no queremos fin político ninguno, pues el fin será supremo, si nos salen los granujas envidiosos al encuentro á interceptarnos la Via y á rompernos algún hueso. La Vía Pública quiere proporcionar un momento de alegría á los mortales que trabajan, á los buenos, con sátiras inocentes, con artículos y versos de los autores que empiezan ganando á palmo el terreno. "Nada de que si mañana u

le dan el acta á los nuestros; que Fulano es un borracho y Mengano es un ratero; nada, nada, solamente dará su palito en serio, cuando suban las patatas, y cuando caiga el Gobierno. "No escribirán en La Vía Pública, ninguno de esos que tienen firma, y no cito los nombres, porque son viejos. "La prensa no nos importa dos pepinos, pues tenemos la seguridad completa.

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LUIS ESI ESO Y LÓPEZ DE HARO

de que la prensa en su seno ahogaría nuestras bromas, al contemplar el salero de los chistes y los chascos y los chismes y los cuentos. "Al pueblo le pedimos, con la mano en el sombrero, que los domingos se acuerde de gastarse cinco céntimos en la Vía, ya que tantos se gasta por ahí en centros, donde se escuchan rebuznos de acreditados lateros. "Y con una reverencia propia de un lacayo enfermo, doblamos el espinazo, que es cosa que en estos tiempos se dobla ante las personas que tienen algún dinero." Supongo que habrá alcanzado este periódico un éxito, porque en España hace falta siquiera uno, por lo menos.


Á LA CARNE

¡Oh'carne! mi canto sublime ó rastrero elevo á tu trono y exhalo á tus pies, y quiero cantarte con tono altanero, pues muchos ignoraban las cosas que tiés. Caprichos, la mano de Dios soberano de carne en distintas posturas formó, trazando caderas, gualgueros, ríñones, y haciendo asaduras, y haciendo tendones, y haciendo varones lo mismo que yo. L a carne seduce, la carne embrutece, la carne parece que espasmos produce, y el ansia carnal... según han probado conspicuos varones, fué siempre la causa de ardientes pasiones y origen del mal.


LUIS ESTESO Y LÓPEZ DE HARO

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¡Oh trozos de lomo de cerdo murciano!... costilla de oveja, tobillo tirano, que cubre un zapato de cabra ó chagrén... Filetes que comen los ricos banqueros, y alegres arreglan dos mil cocineros, que fríen y fríen y comen también. Machorra colgante de un clavo del techo, que nada contienes allá en tu interior, sin sesos tu testa, tu abdomen deshecho, tus tripas en manos de algún comprador... ¿Qué fueran sin carne tus huesos pelados? igual que el paraguas de viejo armazón, sin tela que cubra sus ocho costados; ¡igual que el poeta que está en embrión! Piltrafas que al gato calmáis la canina, en tanto que riñen el gato y el can; pechugas de pollo que en regia cocina, sin propios esfuerzos tal vez cocerán. ¡Oh cien rabadillas de mansos corderos, de alegres cabritos, que antaño ligeros triscasteis al daros la manutención. Y haciendo piruetas, libando la ubre, chupasteis el caldo caliente y salubre, que á algunos glotones les da indigestión. La carne jugosa que apenas se cuece, de recias ternillas, que vienen y van; ó aquella que el talle modela y se crece debajo del rico corsé catalán. L a carne de nalgas, la carne de cuello, de faldas... la carne que invita al placer; la carne de tablas que no lleva sello, y al precio del lomo se suele vender.


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¡Oh carne! palanca que mueves el orbe; prosigue tu marcha, que yo voy detrás, y aquel que te muerda ó aquel que te estorbe, tu dulce contacto que no goce más!


TU G A T O Distinguid a" Encarnación: Desde que llegó el cajón que conducía á tu gato, no he pasado un solo rato sin sufrir una impresión. Antes de e m p r e n d e r el viaje, dócil y manso sería, pero llegó hecho un salvaje; ¡si vieras cómo traía de manchas el equipaje! En cuanto lo recibí y en mi casa lo solté, me enseñó las uñas, y á la cámara s e fué sin hacer caso de mí. La paz de mi casa huyó desde aquel funesto día; ¿y sabes cuándo volvió? cuando tu gato estiró las tres patas que tenía. P u e s a d e m á s de ser chato, era tan cojo el ingrato,


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tan nocturno y tan infiel, que siempre anduve tras él

buscando tres pies al gato. ¡Qué gato tan calavera! Lo maté la otra mañana raspándole la mollera, porque se tiró á mi hermana, detrás de la regadera. , Y demostró su doblez el infame al expirar, pues dijo á todo maullar, que le arañará otra vez si vuelve á resucitar. T e aprecia de corazón, distinguida Encarnación, el que sufre tos y flato, desde que llegó el cajón que conducía á tu gato.


EL "CLUB CASTANA" EN SU ANIVERSARIO

No esperéis de mi voz dulce y sonora la queja encantadora que al alma llega del que adora ciego y se abrasa en el fuego de una pasión de amor abrasadora. No esperéis que al a m o r rinda homenaje como rinde en América el salvaje y el caribe en Arabia; no gastaré mi labia en deslindar el candido linaje de aquel que vive en Babia, amando sin cesar á su albedrío, como adoran las flores el rocío, como la trucha al trucho, como la pesca al río, y la sierra al serrucho y mi tía á mi tío. Quiero cantar al Club de la Castaña,


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gloria del baile y galardón de España. Perdona que hasta ti llegue sediento, y medite un momento, antes de herir las cuerdas de mi lira. Castaña de mi amor: yo que te siento, como te siente el joven que delira por tu oscilar violento, y al compás de una polca alegre gira, imitando al burgués, que sin descuento hace de la verdad una mentira, ¡y carga en su girar el diez por ciento! Por tus amplios salones, al rumor de bandurrias y acordeones, sílfides de belleza extraordinaria, bailaron rigodones, llevando en su interior la solitaria. T e hiciste universal en sólo un año, y tu nombre corrió de polo á polo, como corren las aguas por un caño. Rindió su culto Apolo, á tus tardes de amor y movimiento; T e r p s í c o r e reinó como una loca, Euterpe á ti llegó con su instrumento, y fué Castaña Club de boca en boca, llenando de placer y de alegría hasta al pastor que los borregos cría. El triste dependiente de tejidos, en sus ratos perdidos, recuerda tu recinto esplendoroso, y exhalando quejidos se muestra á su parroquia hasta ojeroso. ¿Y quién no recordar de la habanera


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el rítmico vaivén dulce y tranquilo, si el que recuerda es algo calavera, y coloca la mano en la cadera de una joven feliz que suda el quilo? ¿Quién olvidar del vals vertiginoso el danzar peligroso de una histérica sílíide clorótica, si se guarda el perfil aparatoso de su nariz romántica y despótica?' La mazurca simpática, que llega adentro con dulzura estética y enardece al amante en rauda plática, mientras la niña lo contempla estática, y entre tierna y poética, su mirada linfática se clava como flecha cinegética. La polca noble y mística, que se inspira en las ruedas ele un vehículo para entonar su música eucarística, en tanto que un pillín hace el ridículo, engarzando á una joven muy artística, de esas que en el amor no hallan obstáculo ni escuchan los sermones de un oráculo, ni piensan en que Job fué paralítico, ni en que existe aún un báculo, ni en que un loco tal vez se haga un político. Castaña Club, mi juventud te cedo, te doy mi sangre en rima, pero seguir no puedo... Perdona que s u p r i m a las frases de alabanza; mi oratoria es pobre, y es tan corta mi memoria,


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que para hablar de ti gasté un minuto, demostrando al final que soy muy bruto. Y acabo de cantar al Club Castaña, gloria del baile y galardón de España.


SAN CLEMENTE (LUGAR

DONDE YO

NACÍ)

A las orillas de un río que en el verano se seca, y en el invierno se sale de madre... se alzan soberbias, dos torres, una morisca, y otra de ignorada fecha, que cual dos dedos enormes de una mano gigantesca, desafiando á los vientos, se mantienen en sus piedras, aunque los vientos que corren, cuando hay elecciones serias, ó el tío de los gorrinos viene..., son vientos que hielan! No hay más que ver las dos torres, desde El Pro venció, ó L a Alberca para comprender que estamos en la provincia de Cuenca (de cuya existencia dudan algunas almas ingenuas)


LA REATA HUMANA

próximos á San Clemente, villa fecunda y risueña, donde el pepino y el nabo perfuman con sus esencias los arenosos caminos que conducen á las huertas al pacífico hortelano, que con el tomate sueña. Cuando los ardientes rayos del sol abrasan las eras, y el pez de trigo levanta su lomo, y la parva quema, se oyen los sonoros cantos del labrador que acarrea la mies, y un himno al trabajo lánguido se despereza, más embriagador que el higo maduro en la verde higuera. Entonces, hasta las aves que en el estanque reflejan su vuelo, bajo el alero del tejado echan la siesta,

y el Casino de la muerte en hondo silencio queda sumergido, cual tramposo que escabulle su presencia, para evitar que el taimado tendero le dé la cuenta. Mas cuando el viento sacude su invisible cabellera, llevándose entre los pliegues los árboles y las tejas...


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Cuando azotando la lluvia, las campanas de la iglesia, siembra el espanto en las almas, y arranca de las veletas chirridos como lejanos alaridos de alma en pena... Cuando la voz del sereno, lúgubremente se aleja, cantando el ¡Ave Marta

Purísima! La una y media... lloviendo. Suenan los ecos, que de las musgosas piedras arranca un desconocido, y en el casino se interna, donde los g r a n d e s fanáticos del sarcófago se mezclan, como el café con la leche, sin repulgos ni protestas. En la mansión de la muerte, dolorosamente negra, se puede afirmar que hay muchos caballeros á dos velas, que con el sable en la mano, su valor y su destreza, se erigen en profesores de esgrima; y por dos pesetas se están en guardia tres horas buscando la línea recta. Sobre un ataúd de pino, los m á s viciosos se juegan la vida, apurando copas de dolor y de agua fresca,


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que aguadores perniciosos traen del pozo de la arena. Suena el marfil de las bolas del billar sobre la mesa, como en el fondo insondable de un usurero resuenan los lamentos del continuo haragán de siete suelas. Los camareros, más tristes que las viejas en Cuaresma, roncando duermen, y algunos se puede afirmar que sueñan con cobrar algunas tazas de café que les adeudan. Una ráfaga de viento se extiende al abrir la puerta, por el antro, y se levantan todos al ver al que llega. El saluda, descubriendo su atrabiliaria cabeza, y con voz ronca les dice: "Señores: La parca inquieta viene á por un cuerpo nuevo de esta humanidad perversa, para calmar de los cielos la justísima soberbia y saciar el apetito de las arañas hambrientas, que os descarnarán los huesos bajo las bóvedas tétricas, sin considerar qué fuisteis, en esta vida superílua;

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pues las arañas, lo mismo se comen un alma buena, que el hígado de un borracho ó el corazón de un albéitar. Paga, mortal, tus afanes y anhelos; aquí se estrellan los odios y las pasiones... Bajo el polvo de la tierra, que florecerá fecunda con la savia de tus venas." Y todos los circunstantes quieren morir; porque esperan las próximas alabanzas de la mundanal colmena, á cuyos zumbidos meten el aguijón una tercia. Al día siguiente el triste cortejo á la tumba llega, dejando una masa inerte que se olvida y se desprecia. Y al regresar dos amigos dicen con doliente pena: — " Y a ves, tan bueno, y la viuda se casará con cualquiera. —Y los ahorros, de fijo, los gastan por ahí en juergas. —Y harán bien, porque una vida como él llevó de miseria... —¡Y con lo ruin que ha sido! —¡Y con lo guapa que es ella! —Yo que tú, la pretendía. —De fijo no me desprecia,


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porque con él ha pasado la pobre, una vida perra. San Clemente, yo te envidio; tus dulces horas de siesta son atrayentes, tus frutas son sabrosas, tu agua fresca, tu leche pura, tus hijas la flor de la Mancha entera. Pero en tu regazo duermen el ahorro y la tristeza, y hasta que el sepulturero no los llama no despiertan, y á mí, mientras ellos duermen, déjame que me divierta.


NEGCCIO. REDONDO —Yo no es por criticar de tus acciones, pero voy á decirte lo que siento, lo primero, porque él es un amigo, y lo segundo, porque estoy ya viendo salir pa Cartagena á Pepe, el día que se llegue á enterar de lo que has hecho. —Es que á Pepe le ha dao por levantarse á la hora de almorzar, y á mí el almuerzo no me lo traen las ánimas, y, claro, que de alguna manera hay que traerlo. —Pero se obra mejor, ó con personas que te puedan guardar ese secreto per sécula infinita, y no con Roque, que aunque es mi amigo y yo le doy consejos, te descubre delante de la gente, en lugar de cubrirte. —Pues por eso estoy yo resentida. —Y sobre todo, ¿tú lo haces por capricho ó por dinero? —Yo lo hago por la Biblia; ¡qué preguntas es te ocurren, Rufino!


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—Pues no veo entonces el por qué de que ese mono se pueda poner moños, no teniendo dos pesetas dispuestas, si se tercia, para poderte hacer un mal obsequio. — T ú no has tratao á R o q u e . —Sé que tiene el negocio de los chicos volanderos por cuenta suya, y sé que la otra noche atracó á un señorito en Recoletos, v le limpió un reloj y una cadena que al verla bien se la amarró al pescuezo pa suicidarse, y sé que si no suelta cuarenta y cinco duros pa primeros del que viene, lo entornan los del orden, porque está con el jele en descubierto. ;Y sé más que u:: letrao! ¡Pa que lo sepas! —Lo que estás tú es errao desde el momento que dices que no tiene dos pesetas un hombre que, con na que nos miremos v me vio á mí una falda que llevaba con la mar de costuras y agujeros sacó un duro y me dijo: "Toma, y cómprate una bata de moda, y quítate eso." Un hombre que me sigue á todas partes, y que me ha regalao en año y medio las botinas y el chai, y cuatro frascos de licor de los dientes de lo bueno, además de pasarme tos los días dos misas, y llevarme á los estrenos de Apolo, y darle á Pepe toa la ropa que tiene un poco usa, y hasta un chaleco


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que no le vino bien,*y dijo, dice: "Anda á ver si le viene á ese borrego." —Porque te lo mereces; si tú fueras una mujer con luz y con criterio, le dabas á ese vago la arsoluta, te ligabas á mí, que es lo correzto, y entre los dos unidos le sacábamos á R o q u e los calzones por los sesos. —¿Y Pepe mientras tanto? —Que se muera, ¡por morral, y por cafre, y por cabestro!


EN LAS PROPIAS ASTAS —Pero ¿estás en tu camisa pa volver allí otra vez, sabiendo que la T o m a s a hace ya tiempo que no es ni soltera, ni casada, ni viuda, ni ná? —-Manuel, hay cosas que se las dicen al individuo que tié dos dedos de frente y sufre mucho más que sufre un buey, y se enfada, y, sin embargo, llega el momento de hacer lo que debe, y en lugar de cogerla de la nuez y cascársela, y pegarle dos patas, si es menester, le pasa tó lo contrario, y va uno con el aquel de decirla, verbigracia: "Señora, ya sé que usté ¡se ha pitorreado de un joven


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diciendo que es cosa de él lo del chico, y á mí nadie me toma el pelo otra vez." Bueno, pues voy con la idea, si se quiere, de romper, y lo mismo es verme entrar por la puerta, ya me tiés hecho un manso. —No las jures, Toribio. —¿Y sabes por qué? porque al verme la T o m a s a no se puede detener, y delante de su m a d r e me atiza lo menos tres apretones, exponiéndose á que si un día nos ve tan apretáos, nos regañe. —No será pa tanto. —¡A ver! Luego me asiento, y á escape me saca un puro de á diez, ú de quince, y dice: "Fuma, porque no te quiero ver sin algo en la boca." ¿Y sabes lo que hace depués? Asentarse en mis rodillas, y aunque yo tengo quinqué, y comprendo que ella lo hace sin ánimo... —Ya lo sé, te quedas aquella noche,


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y hasta otro día á las seis eres un cadáver. —¡Claro! — P u e s no lo vuelvas á hacer, que si se entera su madre, ¡no sabes tú lo que tiés!

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Á LA PESTE BUBÓNICA Cantarte pretendo, ¡oh Peste Bubónica! y puesto que quieres hacerte aquí crónica, decirte es preciso que me hallo en un tris. ¿De qué ha de servirte tu buhonería, aquí que hace tiempo se espera á porfía que llegue algo horrendo que salve el país? Serás tremebunda, serás temeraria, mas hoy, por desgracia, tu suerte es contraria, si piensas dolores sembrar por doquier. Aqui estamos todos de ti deseosos; aquí te esperamos con ojos llorosos, temiendo que al vernos te quieras volver. ¿Qué importa que llegues sembrando la muerte aquí donde todos maldicen su suerte sufriendo el contagio de hablar por hablar? Aquí donde nadie de nada se ocupa, y el más atrevido, si tú le haces pupa, tendrá silencioso que echarse á llorar. ¡Oh! tú necesitas que el cuerpo esté sano; por eso, señora, tu esfuerzo es en vano, pues sólo de tísicos tu pasto será. Verás cómo enferma tu negra guadaña -


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si ejerce un minuto su oficio en España... ¡no sabes España lo mala que está! Enfermo está el aire de mala política; al agua le pega microbios la crítica, el pan se satura de mala intención. El sol m a n d a rayos de luz esplendente, que á obscuras nos dejan, pues corre un ambiente con gérmenes de esos de mala nación. ¡Oh! Peste Bubónica, no temas si vienes, que ricos ó pobres, con fríos desdenes temiendo á la muerte se acerquen á ti. Mas oye, señora: Si no te decides, te ruego una cosa que espero no olvides... ¡que vengas á España, siquiera por mí!


MATRIMONIOS A

MI AMIGO CASTO MUSÒZ, A F E C -

TUOSAMENTE.

H e perdido la paciencia, y estoy dado á los demonios desde que tengo la "Agencia especial de matrimonios." Con animo de casarse todo el mundo acude á mí, porque quieren anunciarse del modo que lo hago aquí. Viuda con veinte mil duros en dinero y en acciones, que puede sacar de apuros á un chico de aspiraciones. Señorita milionaria, "en muy buena posición", que tiene la solitaria y que toca el acordeón, prefiere un chico de tropa con antecedentes buenos,


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que le siente bien la ropa y sea sargento lo menos. Joven formal y decente, sin oficio y sin dinero, y que está precisamente desde que nació... soltero, en matrimonio legal se unirá á señora h o n r a d a si tuviese capital, que el pobre no tiene nada. Señorita distinguida y con muchos intereses, quiere casarse en seguida, porque está de cinco meses. Bailarina retirada por haber dado un mal paso, con una alcoba amueblada y nueve trajes de raso de la última temporada. Curó extraordinariamente, y hoy el más inteligente no sabe dónde fué el roce; al andar únicamente es cuando se le conoce. Señorita procedente de un saldo. Quiere un b a n q u e r o que pueda darle dinero mayormente. Su gordura no es abuso,

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y conste que no hay engaños. Nota. Se encuentra en buen uso desde hace treinta y dos años. Y termino de anunciar. T o d a s estas que aquí ves, lector, se quieren casar para primeros de mes; conque á escribir sin tardar. Se contesta puntualmente, con esmero y con reserva, y se prueba fácilmente que se ha unido una caterva con mi trabajo influyente. Sólo haré una observación, y hay que darme gusto en ello para mi satisfacción: se ruega escriban con sello si quieren contestación.


¡ALÁi Este monólogo lírico, que yo escribí para mi uso particular, ha tenido la desgracia de caer en manos de piratas artísticos, que me lo revientan sin ningún beneficio para mí ni para Alá. Y desde este momento queda prohibida su representación, reimpresión y traducción, como todos los trabajos de este tomo, que son propiedad de su

autor, para cuyo efecto queda hecho el depósito que marca la ley. ' El monólogo dice así, con música inglesa, que yo arreglé, por mediación de D. Julio Pradera, que poseía las notas, y ya ven cómo lo confieso. Lo que siento es no poder estampar aquí el nombre del maestro. Según dice un santón, igual que en el J a p ó n coleta gastarán los moros y el sultán. Y según se dice, no es cosa de broma, sino una exigencia del señor Mahoma. ¿Por qué querrá el profeta dejarles la coleta? De fijo que será porque lo m a n d a Alá, ala, ala, porque lo manda ala.


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Se diferenciarán los moros del sultán, en que él como señor la gastará mayor. Y dirán las moras para su capote, qué pelos más largos lleva en el cogote. ¿Por qué querrá Mahoma gastarles esa broma? De fijo que será, etc., etc. Mahoma es un guasón, que no tiene perdón, pues quiere con afán que gaste eso el sultán. Y la favorita le dirá al profeta, ¿por qué me lo adornas igual que á un maleta? ¿Por qué en horas amargas la cúspide le alargas? De fijo que será, etc., etc.


ERRATAS Esta obra, á pesar de ir incluida en el catálogo de los tomos á dos reales, vale dos pesetas, y por ese precio la mandará su autor, desde Encomienda, 20, donde mora, y no su actor como reza en la lista de referencia. L a cuestión es que la pidan. También había quedado por decir, que LA REATA HUMANA, es propiedad de su autor. En al romance el Sacamantecas, dice un verso: quebrantas tres aldeas, debiendo decir: amedrantas

tres aldeas.

En el Beatrice di Benci, se han comido este verso:

porque les falta valor; Póngalo el lector en donde quiera. Claro, que habrá más erratas, entre ellas la de haber dado á luz este tomo, que no hacía falta; pero la inteligencia de mis lectores sabrá suplir, con su buen juicio, aquello que no efté bien con su opinión. También encarezco que se tenga por no dicho cualquier chiste ó palabra que no esté de acuerdo con la fe y buenas costumbres de que hacemos gala las personas decentes; pues sólo por pasar el rato se han escrito y para que se haga más llevadera la carga que pesa sobre nuestras repajoleras e x i s tencias. Y como m e parece oportuno justificar el título de este libro, haré así como mención de lo que les acae-


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ció á dos frailes que iban de viaje, uno franciscano y otro dominico. Eran limosneros, y llegaron á cruzar un vado. Como el franciscano andaba descalzo, el otro, al verse frente á la corriente, le rogó con buenas p a labras, que se cargase al cofrade, y así, puesto que no tenía que mojarse, lo transportara á la otra orilla. El dominico se cargó al amigo, pues siempre se habían llevado bien sus mayores, y en medio del río, como había algunas piedras y la carga pesaba más que un muerto, comenzó á zarandearse y con voz ahogada le dijo al de arriba: —¿Lleváis algún dinero': —Poco—respondió el jinete. — P u e s baja, presbítero—ordenó el de abajo—, que á mi comunidad nos está prohibido llevar dinero encima. Y el limosnero dominico, halda en cintura, tuvo que salir á nado, mojándose hasta más arriba del halda, cuando si se hubiera descalzado al aventurarse, sólo hubiera sacado húmedas las partes extremas de su cuerpo. . Y ahora, se me ocurre á mí, que al verme sobre esta REATA me pregunte alguno: "Hermano, ¿llevas algunas ideas?" —Pocas, pero no son mías. —Bueno; pues apea, que el público no está acostumbrado á llevar peso encima. Y si me dejan en mitad de la corriente, no sabré qué camino tomar; pues a r r e a n d o con el látigo, fácil es salir de apuros, si se trata de recua ó piara; pero a r r e a n d o á LA REATA HUMANA, tal vez me vea

á merced de las olas, que como no tienen corazón, me arrastrarán inhumanas. De todos modos, la edición está á salvo, gracias al buen entender de Caparros, y la falsa presunción de Jara; si me ahogo con ella, no es la primera vez.


LA REATA HUMANA

Caparros y JL. j o n los que me han hecho pasar el mar, y á ellos les debo el dinero que me cuesta este libro. El ser agradecido no es un vicio. Y como no hallaba otro título más propio, según mi entender, le puse LA REATA HUMANA.

El que quiera que lo enmiende.


JUICICS CRÍTICOS LUIS ESTESO

Luis Esteso, artista de mérito, que posee muchas habilidades para atraer público, sigue triunfante su hermosa labor escénica en nuestro principal teatro. Lisonjas, aplausos y buen montón de pesetas, es el resumen de su valiosa gestión en Terry. Desde la noche de su debut demostró el genial Esteso, el Rey de la risa y la mímica, que vale mucho. A continuación transcribo varios parrafitos que, refiriéndose á Esteso, han visto la luz pública en importantes diarios hispanos, firmados por ilustrados cronistas. De Ricardo Atienza: He tenido la honra de hacerme su amigo, y al preguntarle por qué no se dedica á cultivar de lleno la poesía, para la que tiene condiciones admirables, me ha contestado estas palabras acompañadas de una sonrisa amarga: "La poesía es muy bella; y o l a amo con idolatría. Pero no da pan. En su consecuencia, tengo que hacer reir al público para no morir de hambre." DeYori " Luis Efiteso habla siempre en verso. El romance popular, con sus malicias, con sus picardías, con sus donosuras, con sus groserías atenuadas por


L A REATA HUMANA

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la gracia, surge espontáneo. A veces, en medio de las chocarrerías de su ingenio, se siente una pequeña nota sentimental." De El Porvenir, de Cartagena. " No es este artista un monologuista vulgar, no; es una inteligencia culta que se ha puesto al servicio de su comprensión de la vida, que ha satisfecho sus ansias de independencia y d i arte, y así io vemos que pone su alma toda en su trabajo., y lo hace doblemente, pues todo lo que declama, poesía y prosa, está compuesto por él." ¿Réstame decir algo á lo mucho y bueno que de éste artista se ha escrito? No; plumas más autorizadas que la mía ya lo han hecho. Sólo me concretaré á felicitar á Paco Gil por el acierto que tuvo al contratar al Rey de la risa; al delicado poeta Luis Esteso y su bella y gentil compañera. CONDESA DE NEVERS.

De La Tribuna de Cienfuegos (Cuba). * *

Mirando la vida... UN

TIPO

0R1CINAL

Nervioso. Conservador. Risueño. Bajito. Flaco. Feo. Cómico. Poeta. Prosista. Bohemio. Y... hombre de bien. Allá por la villa del oso y el madroño ha hecho furores. Bajo su firma se ha publicado una infinidad de libros que el público ha leído, pagándolos de buen talante. En sus versos falta muchas veces aliño, pero hay siempre vida. ¿Y qué más exigir?


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Su verso es, en lo alegre, triste. Y con sus chistes se llora. Ya probó Larra á sus contemporáneos, que en el chiste, en la sátira sangrienta que hacía estallar en risa al lector, había una tristeza mayor que la que in tentaban poner los "serios" en el verso ó en la prosa.. Es artista. Sin embargo, hace aíirmacion._s como éstas: "yo escribo y trabajo, para comer; porque tengo que dar vida á un par de mocosos'''. Me ha gustado por eso. Yo que he tratado á tanta gente vanidosa, que ha hecho arte—que ellos llaman arte—y lie oído decirles que trabajan por amor, no teniendo idea material alguna, he quedado asombrado ame este hombre que, comprendiéndole yo con condiciones ele artista, me confiesa que su arte tiene un fin puramente material, ¡Ah! ¡Señores; y tanta nulidad como se hincha ante uno! Va á publicar un libro que titulará LA REATA HUMANA. Lo venderán en los trenes. En los paraderos. En los muelles. En los vapores. El, personalmente, lo pondrán en manos del público... mediante el correspondiente precio—sépanlo los lectores "guagüeros" de todas partes. ¿Queréis saber un hecho de su vida... literaria? Oid. Una vez apareció un libro bajo su firma en las librerías de Madrid, con un prólogo de Jacinto Benaven te... que Benavente no escribió. (Lector, si usted es mi amigo, guárdeme el secreto.) ¿Y queréis ahora conocer el nombre de este señor que es tantas cosas en una pieza? Escuchad. Se nombra—-prepárense con alimentos fuertes—D. Luis Esteso y López de Haro.

El Débate. Manzanillo. Agosto 1911.

J. DE LA Luz LEÓN.


LA REATA HUMANA

En Variedades, ha debutado Luis Esteso, un actor de verso, con vis cómica, con gracejo natural, y con una rapidez en la lengua maravillosa. El trabajo de Esteso, fino y de observación, va siendo comprendido por el público á medida que pasan los días. Esteso no es cómico grotesco, no tiene chistes cho carreros, no es de un gracejo de payaso; su gracia es natural; es chistoso sin esfuerzo ni amaneramiento. Su manera de decir en forma de imitación, conserva el deje del tipo á quien imita, ya sea un ciego, ó un pregonero de pueblo; con sólo hablar evoca el recuerdo del personaje de que se trata y hace pensar en las aldeas típicas española-;, donde abundan los tipos que Esteso nos piesenta. SAÚL ORTÍZ.

(Ue La Opinión de Yeracruz (México). Septiembre, 1911.


ÍNDICE Pesetas.

Carta abierta. Á mi patria El Sacamantecas Sueño de verano ¡ Cosas del diablo Mesalina ¡Alegría, alegría! =—Las tres hijas de Elena El río de los Vencidos El origen del hombre Troya Oración del pesimista Vida de Santa Polca Mazurca — El cristal maravilloso El tragabuches Beatriz di Benci Juan «el Perdíou •«=- Nombres de gachís El agente de variedades "•-Los cuatro niños de un parto San Sostituto, sonambulo •••La vampira Á las mamas Sonetos, ó cosa así El sueño del estómago Una socia Bromeando Banqueteo electoral Modernismo Á un manso cabrito Á la peste bubónica Matrimonios ¡Alá! Erratas Juicios críticos vss^sc

5 9 10 20 24 7 3 35 39 4 47 5 54 59 63 "° 7 7° 8* °4 °9 93 9° 99 4 7 9 2

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OBRAS

DE

LUIS

ESTESO

La^pobre Dolores, .saínete lírico. Una peseta. La influencia del tango, entremés lirico. Idem. La loca, zarzuela. Idem. Diálogos de teatro (contiene cinco). Idem. OBRAS PICARESCAS A DOS REALES TOMO Rebuznos de Luis Esteso.—Contiene li), entre ellos El toreo. El tartamudo. Alma. Discurso de un ladrón y otros. El asesinato de la cupletista "Ombligúete" novela terrorífica y de varietés, en la que se ve el Un tráfico de una artista frescales y algo recreativa nada más. Monólogos picarescos (segnuda edición), con un juicio critico de Benavente. Contiene El crhnen. Pregón, Sermón místico, Reunión alegre, Mercado y otros hasta 18. Lecherías de Luis Esteso.—Contiene 13 entre monologos y diálogos de un sabor picante y fresco. Monólogos excitantes.—Contiene El hortera cómico, El barbero, El tabernero, La buenaventura, Petición de mano, El carterista y sus timos, Conferencia y otros. Monólogos alegres.—Contiene Sermón burresco, La licencia, Recareda, Final de un drama y otros, entre ellos Vida y milagros de Luis Esteso y unas palabras de Carrere. Quince romances en chufla.—Milagros de santos. Crímenes de ciegos, Parodias de oraciones. Escritos en estilo popular y regocijante. A (l«s p o s H a w .

La reata humana.—Alai-idos plebeyos, en aleves romances, de mucha risa, gran picardía y algún dolor, para alivio de tristes. De venta en las principales librerías, y Encomienda, 20, Madrid, á nombre del autor.


IOS CAIiONES COLORAOS J U G U E T E CÓMICO EN PROSA : —:

robado de un mal pensamiento chino

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p o r q u e u n m a l p e n s a m i e n t o lo t i e n e c u a l q u i e r a

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IGJ1MI0 W O Z y ItÜIS ESTESO i

E s t r e n a d o c o n é x i t o e n el T E A T R O M A D R I L E Ñ O la n o c h e del 1 6 de D i c i e m b r e d e 1 9 1 4

MADRID B . V1LASOO, IMP., HABQUSS DB BASTA AVA, 1 1 BUP.° Teléfono número 561 1914



los actores espaĂąoles

CompaĂąeros: Si alguna frase os parece atrevida, sustituirla con otra de mejor gusto, que estos buenos amigos os lo agradecerĂĄn mientras cobren.


REPARTO

PERSONAJES

ACTORES

DOÑA ANGUSTIAS

CABMEN IBÁÑEZ..

SEVERIANA

ADELA MARGOT..

DON TORIBIO

SE.

ESTESO.

MAMERTO

MuSoz..

VOZ

N. N.


LOS CALZONES COLORAOS

CUADRO ÚNICO íSala, puertas laterales y al foro. Una ventana al fondo, sobre la ven tana una campanilla cuyo tirador da á la calle. Es de noche. Severiana al oir la campanilla se quita de la ventana mutis por la izquieida.

^Voz Tor. Voz Tor. Voz Tor. Voz

Tor. Voz Tor. Ang. Tor. Sev.

(TORIBIO, SEVERIANA y DOÑA ANGUSTIAS.)

(Desde dentro.) D o n Toribio, ¿pero está usté sordo? No estoy sordo, pero v o y á perder el tímpano con esos tirones que le arreas á la campanilla. D o n Toribio. A s í pierdas la campanilla, |ladrón! ¿Qué OCUrre? (Sale derecha vistiéndose.)

Que le h a n vuelto los dolores á la chica. ¡Así revientel ¡Maldita sea su sangre! ¿Pero v a de veras? E s o parece, y no sabe usté l o que sufre; como la pobre es soltera. Voy volando. E s que se muere si no v a usté. Dile que no se muera, que v o y en u n vuelo. ¡Angustias! ( A la derecha.) ¡Severiana! ( A la izquierda.)

¿Qllé quieres, hombre? (Por la derecha.) L a capa, el sombrero, la levita... ¿Manda algo el S e ñ o r ? (Haciéndose la dormida.)


¡Pero Severiana! No he podido venir más ligera. Y a te veo, demasiado ligera de ropa. E n e s o t e fijas tú. A n g u s t i a s , por Dios, que no estoy para d i s cusiones domésticas. Y a ves qué noche llevo.. Y a ves qué modo de vestirme y desnudarme... ¡Esto no es para mí! ¿ Y quién es la paciente? Una de esas jóvenes del catorce; como sonvarias no puedo señalar á punto fijo. ¡Pero también esas chicas!... Naturalmente. No ves que no hacen otracosa que poner de su parte lo que pueden.. ¡Qué desgraciadas! Esta no. Esta es m u y agraciada. Lo que d a es unos gritos que aterra. ¡Severiana! Pero,, ¿qué haces? L a corbata. Si la tiene usté puesta. ¿La llevo derecha? Si, señor. Eso m e faltaba. E l agua que está cayendo.. E l paraguas. T o m e usté. (Aparte.) ¡Cómo se v a á poner Mamerto! Q u e vuelvas pronto. Angustias, no m e precipites. T ú te crees q u e es cuestión de un rato y esto tiene un rato, largo de conversación, cuando no viene por derecho. H a y que ponerse en el caso de la, paciente. ¡Ojalá m e viera y o así! Ojala Dios, y entonces verías angustias á la hora, digo, al cuarto de hora de la Verdad. V a y a , parto á ver qué ocurre en el c a t o r c e Que me quedo impaciente. ¡Pero mujer!... Que no me fío de las del catorce. Eres u n a esposa imposible, ¿Pero tú m e crees capaz á mí de faltarte en un caso c o m a este? , E s que me tienes sedienta. B e b e agua. Nos h a hecho las siete y media.. (Sale por el foro.)

¡Se v a h e c h o u n toro! Pobrecito míOj qué noche v a á pasar. (Apar


... 9

Sev.

Ang. Sev. Ang. Sev. Ang. Sev. Ang. Sev. Ang.

Sev. Ang, Sev. Ang. Sev. Ang. Sev. Ang. Sev. Ang.

-

te.) Pobre Mamerto de m i alma, se v a á poner hecho una sopa. Bien dice el refrán que en casa de comadrón, es de palo el cucharón. E s verdá, porque si usté tuviera la suerte de dar á luz, el señor pondría los mejores medios. Naturalmente. ¿ Y qué hacen ustedes? No poner los medios. ¿ Y no se ha visto usté nunca...? D e casada, no. ¿Pero es que antes de casarse...? No, mujer, es que no sé lo que m e digo con estas noches de insonnio. Desde que nos casamos no he pasado una noche buena. Sí que estará usté aburrida. N o ves que don Toribio, con tanto como le d a n que hacer fuera de casa, cuando vuelve cae e n la cama como un plomo. ¿ Y aunque esté la cama dura se duerme? Por m u y dura que la tenga se queda hecho u n ovillo. Vaya, v o y á á conciliar el sueño. Y y o también. Me llamas temprano. Bueno. T e n cuidado con la leche que no suba de prisa. Bueno. Y la quitas la-espuma, y que no se corte. Bueno. Y que m e la traigas de la cabra negra, (se va derecha, apagan la luz.)

Sev.

Mam.

Pero, ¿qué leche' querrá' tomar esta señora de Una Cabra negra? (Se asoma á la ventana.) Y Mamerto eilvándome desde la Una. (silba fuerte.) Le echaré la llave pa que suba. ¡Qué noche de perros! A h í va eso. (La tira.) Y a está durmiendo la señora. Y luego dice que pasa malas noches y en cuanto cae se queda roque. Y a sube Mamerto. Silencio, Mamerto. (Entra tentando.) OJO, m u c h o OJO, porque SÍ trompiezo, m e salto un ojo. Severiana... Q u é bien se vé que no se v e gota, (se va ai cuarto izquierda.)


Sev. Mam.

Sev.

10, —

¿ A n d e v a s , arrastrao? A tu cuarto de dormir y de soñar, al cuarto por el cual n o duermo, porque porél n o pego u n ojo. N o es preciso, porque h a salió el a m o . (üa la luz.)

Mam. Sev. Mam.

Sev. Mam.

Sev. Mam. Sev. Mam.

¿Está de servicio? Asistiendo á u n a . Bendita sea la mare de lo que nazca, a u n q u e sea mujer, E s e don Toribio no debía estar aquí nunca... Chico, vienes cálao. Chorreando como u n percebe. Y a v e s cómo m e rezumo por los poros del pantalón, pero no m e apuro. ¿Porqué? Porque m e los quito y los cuelgo. ¿Pero te vas á quedar en calzoncillos? Por ti soy y o capaz de quedarme en cueros VIVOS. (Se quita los pantalones.)

Sev. Mam.

Q u e te v a s á quedar frío. ¿Frío y o , que en cuanto estoy á t u vera m e pongo hecho u n motor eléctrico? Calla, S e veriana de m i s pantalones h ú m e d o s , que n o sabes lo que te dices. (Se quita los pantalones y los pone sobre una silla que habrá junto á la puerta derecha.)

Sev. Mam.

Sev. Mam.

Sev.

Q u é salías tienes pa tó. Pregt'tntamelo á m í , que no sé cómo he p o dio salir esta noche del cuartel. Pero p o r esos ojos, soy y o capaz de evadirme del calabozo m á s profundo que susista. ¿Traen gans? Deseando morderte en cualquier parte. D e m o d o que sácame lo que quieras que te muerda. N o h a n sobrao m á s que huevos moles, (sobre la mesa habrá algunas viandas y botella con vino.)

Mam. Sev. Mam. Sev. Mam. Sev.

' P o r huevos, no lo dejes, y si tienes v i n o , venga vino; aunque sea rancio. ¡Qué cosas tienes, Mamerto! Pa cosas las tuyas; ahora que t u s cosas n o v a n á ser n u n c a pa m í , ¿verdad? C u a n d o nos casemos. C u a n d o cenemos. N o , eso, no; t ú en cuanto cenes te largas.


11

Main.

¿Pero es que te cierras hasta la hora del casorio?

Sev.

Y si no, no me caso; t ú dame por cerra.

Mam. Sev. Mam.

Severiana, que se me atragantan las y e m a s . Bebe, hombre. E s que no vivo, digo, no bebo más que veneno. (Canta.)

E n u n a alcoba los dos, veneno que tú m e dieras, veneno bebiera y o . Sev. Mam. Sev. Mam. SeV. Mam. Sev. Mam.

Sev. Mam. Sev. Mam. Sev. Mam.

Sev. Mam.

Sev. Mam.

Que vas á despertar á la señora. E s guapa, ¿verdá? ¿Te gusta más que yo? iJamásl Por ti soy capaz de quedarme, sin comer. D a t e prisa. (Le quita el plato.) O y e , tú, que me dejas sin cenar. D é j a m e q u e rebañe. ¿Te-gusta el rebaño? Según, porque en cuanto que nos casemos, no v a á haber en casa más rebaño que el que t ú ' fabriques. Y a verás borreguetes. y becerrillos. A s í te pondrás más manso. ¿Manso? L o que me pondré será hecho u n toro fogueao. Estáte quieto. E n . cuanto me des el primer abrazo... ¿ Y después? Después me das tos los que tú quieras. Gracias á que tenemos el cuartel en frente y te veo á cada m o m e n t o qué me ponen de centinela. ¡Qué bien te pega el fusil! Y el sargento Berrinches. Ese es el me pega bien. H a y noches que sueño conque tú te habías vuelto tercerola y que te tenia que montar con el deo, y que y o era de caballería, y que te montaba, y que hacía fuego, y que no salía la bala. ¿Por qué no salía? Porque se quedaba en el cañón pa toa la vida.


Sev. Mam.

SeV. Mam. Sev. Mam.

Sev. Mam. Tor. Mam. SeV.

Tor. Sev. Mam. Sev. Mam. Ang. Sev. . Mam.

12 —

Q u é ganas tengo de que no sueñes más q u e al lao m í o pa que se te afloje el carácter. Y y o , porque me la voy á pasar toa en vela tirando al blanco, (como si bebiera.) ¿ A n d e tienes el tinto? ¡Tomal (l.e da una botella.) Pero no seas desigente, Severianá, y d é j a m e que estudie u n plan de ataque en ese campo de operaciones. Q u e no te pongas cargante. Y o cargo, pero que á l a bayoneta. Se h a n roto las nostialidades. Prepárese el e n e m i g o por m a r y por tierra, que avanzo á sus p o siciones. Imposible. No te pongas ©n mala posición; ¡armen! apunten... ¡fuego! (Suena la campanilla.) Alto el fuego. S í trae bandera blanca que pase. (Dentro.) ¡Severianá! ¡Severianá! T e llaman por su nombre. L e diré que no está el amo. (Se asoma á la ventana.) V a y a usté al catorce y pregunte p o r don Toribio, q u e está de parto. Pero si soy y o . ¡ A y , Mamerto, que ee el amo! Maldito sea el pescao frito. ¿Qué hacemos? O c ú l t a m e en cualquier parte. (Dentro.) Severianá, ¿no oyes llamar? Y a voy. (Apaga la luz.) Me das palabra de... E n u n caso como éste cuenta con m i p a 1

labra. (Mutis primera izquierda.)

Sev. Ang. Sev. Tor. Ang. Sev.

Pasa entonces. ¿Pero no abres? Si y a le h a n abierto en la portería. (por ei fondo.) ¿Pero no dais luz? Da l u z , chica. Y a , y a , es que h e perdió el tino. (Tentando i©

pone la mano á don Toribio en el vientre.)

Tor.

Sev.

¿Pero te crees que tengo la pera en el estómago? A s í pierdas el apellido; qué n o c h e , calándome debajo de una canal. Pero si le h a n abierto en seguida.

Tor.

E n canal que te abran á ti. (Tira la capa sobre la silla donda están los pantalones )

Ang.

¿Cómo se h a dado? (saliendo.)


_

Tor.

Ang. Tor.

Ang. Sev. Ang. Tor. Ang. '

Mam. Sev. Mam.

Sev. Mam.

Sev. Mam. Sev. Mam. Sev. Mam. Sev. Mam. Sev. Mam.

13

Nada, mujer, nada; esas primerizas no h a cen más que berrear y luego se quedan conel borrucho en el cuerpo. ¿Pero tendrás que ir otra vez? Si me llaman no tendré otro remedio. Y luego te quejas porque no tenemos familia. ¡Maldito sea mi oficiol Ser comadrón es loúltimo. No te quejes, hombre, que más sufrirá lá enferma. Si no v a n ustedes á hacer nada me acuestoNada, hija; dormir nada más. D u e r m e con u n ojo abierto por si acaso.. Esto no es vida, esto no es para mí. Y a ves, dice que no es • para él. (pasan derecha. Don Toribio saca una mano y mete la silla de los pantalones en la alcoba.)

(saliendo.) De buena nos habernos librado. Y a estás en la calle. ¿Pero te osunas en que parta con el frió que hace? T ú no tienes frío, digo, corazón; tú no eres la Severiana de antes, que por tó sereblandecía. Que no m e llega la camisa al cuerpo. N i á mí tampoco me llega; pero en estoscasos la camisa es lo de menos. A q u í lo que más son mis calzones. ¿Pero y mis calzones? Y o los dejé en u n a silla que y a noexiste. ¿Se la habrá metido dentro don Toribio? Eso pregúntaselo á su mujer. Ese comadrón. es u n prestidigitador. No, pues.no parecen. Severiana, no m e dejes en calzoncillos q u e m e afusilan por inmoral. ¿Qué quieres que baga? Entrar y sacármelos. Estás loco. ¡Loco! Verás cómo se los pido á don T o r i b i o . Por Dios, que me mata si te ve. A t i n ó t e toca ese á un pelo de la ropa;. ¡conque no te puedo tocar y o y te v a á t o c a r él! (Suena un campauillazo.)

Voz Sev. Tor.

Don Toribio, que va de veras la cosa, Y a va; señor, que llaman del catorce. ¡Voy como un rayol


Mam. Sev. Mam. TOP.

Mam. • Sev. Mam. Sev. Mam.

Sev. Mam. Sev. Mam. Sev. Mam. Sev. Mam.

Sev. Mam.

Sev. Mam. Sev. -Mam.

Sev. Mam. Sev. Mam.

H

Gracias á ese hijo de la casualidad. E n cuanto salga el a m o paso á por lo mío. Entra,, que sale. Cuidao con empujar, (pasa.) (Saliendo por la derecha con los pantalones coloraos

puestos.) Si esto no es oficio. Esto es un h u racán, que m e trague, (se va foro.) S á c a m e los pantalones, ó paso. ¿ Y si despierta la señora? L e das un abrazo de mi parte. No hagas ruido. Por ti m e veo y o así, por ti, pa que luego m e lo pagues con desdenes. ¿Ñas dao con ellos? Si. Gracias al santo del día. ¡Toma! ¿Pero qué me entregas? ¡Ay Mamerto, que son los pantalones del amo! ¡Ay Severiana, que me has perdió pa siempre! ¡Sal de esta casa! ¿Salir y o incompleto? ¿Tú crees que no m e van á notar en el cuartel que m e falta algo? Pué que no se fijen. A l l í en lo primero que se fijan es en los calzones, y desgraciao del que no los lleve bien puestos. No te aturdas. Soy u n a tormenta desencadena. D a m e un . abrazo pa calmarme, y u n poco vino p a pensar. T o m a y bebe. No hace falta más. Sal, y dile al centinela, que es de m i pueblo, que por la patrona del regimiento, te dé unos pantalones, que en seguida se los devuelvo. Cuéntale lo que pasa. ¿Cómo se l l a m a ? Mauricio; es uno chiquitín, que tiene u n l u nar que no se le v e . ¿Y me los dará? S u sangre le había y o de pedir, y estoy seguro de que no m e la daría, pero unos p a n -


Sev. Mam. Ang. Mam. Ang. Mam. Ang. Mam. Ang. Mam.

Ang.

Mam.

Ang.

15

talones... ¿No ves que por miedo al frío l l e v a puestos tres pares?... Bajo y subo volando. Y a estás aquí. (Dentro.) ¡Severianá! Mal calambre te asesine. ¿Pero éstas aún en la cama? A n d a que y a e s de dia casi. P o n m e el corsé. E s t a tia está soñando (sale.) ¡Qué nerviosa m e levanto! (Dentro.) Así se te encienda el hígado. V a m o s , mujer, apriétame esto, (negaáia puer:

ta izquierda y se pone de espaldas.) (Sin salir saca las manos y le comienza á abrochar el

corsé.) Manos á la obra. ¡Qué tirones m e das! Fíjate bien, Severianá. ¡Pero qné manos más ásperas! ¿Estás dormida? No contestes, cabezona. No, si c u a n do te da por c a l l a r . . Y a está bien. V o y á. darme la pomada. (Se va por la derecha.) [Qué fatigas pasa un quinto! Y esa sin venir. Luego dicen que hay rayos y truenos encendios. (sale.) ¿Dónde me has puesto la pomada?' (Viendo que llega Severianá con un lío en las manos.)'

Mam. Ang. Sev. Ang. Sev. Ang. Sev. Ang. Sev. Ang. Sev. Ang. Mam. Sev. Mam. Sev. Mam. Sev.

¿Pa qué querrá esta tía p o m a d a , estandofuera Toribio? ¿Pero vienes d6 la calle? Sí, señora; no vengo. (Dudando.) ¿Pero no me has apretado el corsé? E l corsé... sí, y a lo creo. ¿Qué es eso? E s t o es u n lío. U n lío colorao... de cosas c o loras. V a m o s , t ú estás loca. Sí, señora. Y y o creo que estoy durmiendo todavía. Sí, señora, está usté casi dormida. (so va.) La p o m a d a es lo que y o necesito. (sale) ¿Traes eso? T o m a y póntelos en la escalera. ¡Pantalones de mi alma! (Se oye ruido en la escalera y se vuelve.) ¿Qué ruidos son esos? E l a m o que riñe con el portero. Se perdió el centeno. No salgas, que te pilla en la escalera.


16

Mam.

Al cuarto á vestirme. ( S e va izquierda.)

Tor.

(Por el ioro, eoi los pantalones de militar.) H a b e r

Ang. Tor. Ang. Sev. Tor. Ang. Tor. Ang. Tor. Sev. Tor. Sev. Tor.

Mam.

Ang. Mam. Tor. Sev. Tor. -Ang. Tor. Mam. Tor. Mam. Tor. Mam. Tor.

esa esposa infiel. |Que salga la infame! ¡Angustias! ¡Angustias! (sale.) ¿Qué pasa, Toribio? ¿Qué le parecen á usté estos pantalones? Impropios de un comadrón. ¿ H a sido niño ó niña? H a sido u n demonio con pantalones coloraos. ¿Conocéis esto, infames? Déjate de bromas.' Angustias, t u tranquilidad m e arrebata. Confiesa tu traición, ó te pego u n tiro. Mira, no teas loco, que esos pantalones te los has tenido tú que poner á la fuerza, Dios sabrá por qué. Severianá, no escucho más. ¿De quién son estos pantalones, habla, ó te degüello? E s a : pantalones son de un soldao. E s o y a lo sabía yo. ¡Ah, infame! ( A Angustias.) ¿Cómo se llama ese canalla? Se l l a m a Mamerto. ¿Conque Mamerto? Y a vé usté, esposa traidora. ¿De modo que estos son los calzones de Lamberto? (Sale con unos pantalones puestos, que le estarán muy

cortos.) Lamberto n o , Mamerto. Diga usté que no, que mis pantalones son estos, pa servir á Dios y á usté. ¡Socorro, ese hombre! ¿Pero, quién es usté? ¿Yo? ¡Mamerto! Usté y y o nos veremos las caras. ¿ Q u i é n e s usté? E s m i novio, don Toribio. ¿Conque es este tu novio? Mire usted la sinvergüenza. ¿Y qué hace usté aquí? No, á mí, como me empiece usté á chillar, m e largo. De aquí no sale usté vivo. Ni muerto tampoco. ¿Por qué? Porque si m e mata usté, no salgo, me sacarán. ¿Y tú no sabías que este hombre entraba en • casa?


— 17 — IVIam. Tor. Mam. Ang. Mam. Tor. Ang. Mam. Tor. Sev. Ang. Mam. Tor. Mam. Tor. Mam. Tor. Mam Tor. Sev. Tor. Mam.

No, señor; no queríamos que se enterasen ustés. ¿Me engañas? L e digo á usté la misa de alba. Y o he venío por la Severiana, y su señora de usté no sabe el mieo que y o he pasao toda la noche. Estás despedida de la casa. Me alegro, así no se propasará otra vez á meter gente inocente. Y usté, largo de aquí. ¿Te convences, celoso? Pero, antes de dirme, déme usté esos calzones, porque estos no son míos. Estos los llevaré y o al cuartel. No dé usté parte, señorito. Déjalos, h o m b r e , son jóvenes. Sí, señor, y tenemos la sangre revuelta. ¿Volverá usté á entrar en mi casa de noche? ¡Si usté me tira la llave, no hay inconveniente. Bueno, bájese á hacer centinela. Me hará usté el favor de decir cuáles son sus honorarios. Cinco duros. ¿ Y si vienen dos de un golpe, me haría usté alguna rebaja? (Mirando á Severiana.) ¿De modo que hace tiempo se conocían? De atrás, pero tampoco queríamos que se supiese. Estos, por lo visto, no se han quedado cortos. No; aquí, los únicos que se han quedao cortos, son estos pantalones, que no m e pasan de la rabadilla. (Al público.)

Y a que salvé los calzones, solicito una p a l m a d a d é l o s buenos corazones; que no se asustan de nada.

FIN


O B R A S DE I G N A C I O M U Ñ O Z

Conchita. H o j a s sueltas. L a primera del concurso. E n t r e olivares. Baños al placer. ( 1 ) L o s calzones coloraos. (2)

(1) En .colaboración con D. Eduardo Haro. (2) ídem con D. Luis Esteso.


'

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20.—Madrid

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LTTIS

ESTESO

volver de las capeas ENTREMÉS EN VERSO

LEÓN ENTREMÉS EN PROSA

'j

Copyright, by Luis Esteso, 1915

SOCIEDAD

D E AUTORES

ESPAÑOLES

Calle del P r a d o , n ú m . 24 ISIS



AL VOLVER DE LAS CAPEAS


Estas obras son propiedad de su autoi, y nadie podrá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla en España ni en los países con los cuales se hayan celebrado, 6 se celebren en adelante, tratados internacionales de propiedad literaria. El autor se reserva el derecho de traducción. Los comisionados y representantes de la Sociedad de Autores Españoles son los encargados exclusivamente de^eonceder 6 negar el permiso.de representación y defrco'braüdé los-derechos de propiedad,'; Dioits de représentation, de traduction et de reproduction réservés pour tous les pays, y compris la Suède, la Norvège et la Hollande. Queda hecho el depósito que marca la ley.


VOLVER DE LAS CAPEA ENTREMÉS

origina,! y en

verso

DE

akoi®

-s-^r^so

MADRID a

T B L Í S O O , I I C P S B S O B , « A B Q D á s os S A N T A A S A , 11

Teléfono n amero 55^ C9 I 5

DDP.'


PERSONAJES

FELIPA. SEÑA

PATRO.

FERMÍN. DOMÍNGUEZ.

La acción en Madrid.—Es de noche

Si O T A .

E s t e entremés devengará por d e r e c h o s

de representación, la mitad de ios que corresponden a u n a obra en un acto.


AL YÛLVER DE LAS CAPEAS Taller de plancha. Cuatro puertas.

ESCENA

PRIMERA

SENA PATRO y FELIPA, planchando. FERMÍN entra al levantar el telón

Patro Fel. Fermín

Fel. Fermín 'Pairo Fermín Patro Fel-

Ahí lo tienes, Felipa. Pero, chico, vienes hecho U n adán. (Quiere abrazarlo.) (parando el brazo.) Tras de u n a ausencia de tres meses bregando con los toros... ¿Y no has podio ponerme cuatro letras? ¡Amos, anda! E n seguida hago yo el cursi. E n t r e toreros no hay correspondencia, si no es por telegrama. Pero atiende, ¿no es nadie tu mujer? Mas que lo fuera. Con el sueño que traigo yo a estas horas, ¿vamos a discutir? Chico, dispensa. Nos has cogido así tan de repente... que nos azara u n poco la sorpresa... Otra vez que regreses del toreo pon U n parte... (Como indecisa.)

Fermín Patro

¡Ay qué gracia; haber si empiezan a darme celos!... Eso se merecen


— 6 —

Fermín

los hombres que se esfuman y se dejan u n a mujer así. Yo, cuando emigro, y dejo a mi mujer sin mi presencia es por que sé que no hay... Poquito a poco, que a esta mujer la siguen, y la asedian, y la ofrecen... Cuidao con las palabras, que se enroscan igual que las cerezas. • Ya sé que el corazón de las mujeres viene a ser, ínter nos, como una percha donde todos colgamos... Los calzones colgarás tú de u n clavo. ¡Anda mi agüela! ¿Pero a qué viene to esto? A que debías de saber conducirte con las hembras y no ser tan... ¡Felipa!

Fel.

(planchando.)

Fermín Fel.

¿Pero tú estás conmigo? Bueno fuera, tras de ser tu mujer y de quererte COmo tú solo sabes. (Cariñosa.) No me vengas con rodeos. ¿Qué ocurre en esta casa? Lo de siempre. Te vas, y aquí me dejas. ¿Vienes? y eres el amo. ¿Qué más quieres? E s que tengo u n run rún en las orejas; y a m í celitos, no. ¿Dónde me acuesto? Dos camas hay que a su placer te esperan; una, la de soltero, allí la tienes, (Derecha.) y, otra, el lecho nupcial... Abre la puerta, si tienes celos, y verás que vivo como la más honra de las doncellas.

Fermín Patro Fermín

Patro Fermín Patro

Fermín Fel. Fermín Fel.

No te excites.

(Señala primera izquierda )

Fermín Patro

¡Nunca de ti dudél Claro, se fía porque no vales na.

Fermín Patro

¡No sea usté pelma! que a buen hambre el pan duro es u n bizcocho¿Es que es algún mendrugo esa libreta, recién saca del horno?


Fermín' '

Patro

Fermín Fel. Fermín Fel. Fermín

.

S e ñ a Patro,

m e la sé de memoria; és cosa buena. Pero al hombre que vuelve de esas plazas, con la piel ventila', rota la cresta, que aún llevo aquí u n chinchón, sin u n a [gorda, porque el ir por el m u n d o de capeas .'. •."] es trabajar de gratis... Al que vuelve como yo, ovacionao, no se le increpa, : ni se le hace preguntas. Se le escucha absorto el corazón, m u d a la lengua. Desde que me alejé, fueron las palmas tras de mí; las mujeres en la arena se volvieron tarumba, porque cuelgo del pitón enemigo la vergüenza. Yo levanté a los públicos en peso cuando llegó el momento... E n la suprema suerte de recibir, siembro el espanto. Con el trapo hago así, meto la pierna, y h u n d o el acero. ¿Sí? Pero en t u casa, cuando la pobre esposa que te espera, plancha en mano, te ve llegar, debías d e ser más expansivo. La abstinencia no es u n delito. Bueno, ¿tienes ganas? Traigo u n hambre que m o n d a ; conque Si tienes qué mascar... [agüeca. E n la cocina hay u n poco escabeche. Algo se pesca. (Mutis segunda derecha.)

Patro

Eres u n a infeliz; si a m í me ofende de ese modo, le arranco la coleta. (Esto lo dice asomándose al íoro y viendo a Domínguez.)

Fel. Patro Fel. Patro.

Ya está otra vez Domíngez en acecho. ¿No le he dicho cien veces que no vuelva? Si es que lo tienes loco. S e ñ a Patro, q u e soy mujer casa. ' Con u n boceras, ; que se fué a torear hace tres meses, y acaba de llegar hecho u n maleta, y ya ves cómo viene. ¡


s —

Fel. Patro

|Es m i marido! . , ¿Tu marido, u n gachó que en primavera se las pira, y regresa con el frío, sin otro capital que la lendrera y presumiendo encima de bonito, y haciéndote desprecios a docenas? Fel. E s que de puro chulo, se le olvida que somos matrimonio. Patro Si tuviera yo los años que tu. Fel. Si es que no puedo abandonar de u n golpe la vergüenza. Patro Además, t u marido no te quiere. Fel. ' ¿Que no? Patro |Qué ha de quererte! Fel. Algo m e aprecia cuando vuelve al hogar. Patro Claro, atraído por el rico garbanzo. No seas m e m a y fíltrale los celos. Yo no digo . • que te lances al ruedo... Fel. Si no fuera porque no soy capaz. Patro ¡Anda, valiente! y dale con Domínguez en la jeta. Fel. ¡Quiero tanto a Fermín! Patro ' • Porque lo quieres • ; lo debes de atraer a- la querencia. Y eso se hace con celos, y que sufra. Fel. Le sobra a usté razón. E n cuanto vuelva. Domínguez a subir que entre, y veremos cómo le tomo el pelo. Patro E n la escalera •' lo tienes de guardián. (Se asoma y lo llama.) Joven, adentro. '

'

'

v:

¡Valiente suerte! (A Domínguez.)

,

E S C E N A II

PATEO, FELIPA y DOMÍNGUEZ, dependiente de ultramarinos

Dom. Fel.

t

Téngalas m u y buenas, / la mejor planchadora en prendas flojas, < que se honró en fabricar la Omnipotencia. ¿Se va usté a chunguear? (planchando.)


Oom.

Patro

Que m e dividan por la mita si miento. ¡Ole las hembras sabiendo sacar brillo! Muchas gracias. Este es u n hombre, (A Felipa.) Como todo llega, y en el m u n d o esperar es u n misterio, yo aguardé esta entrevista, con la pena que puede suponer. Amargamente lloré sobre las latas de conserva,, sobre el saco de arroz lancé suspiros, contemplé las sencillas habichuelas anegado en desdén, y los fideos se alzaban ante m í cual centinelas, como diciendo: «Aguarda, Federico, que el triunfo del amor es del que espera». ¿Eso es m u y largo? Acortaré el relato. Le voy a reseñar las pericias, que para conseguir esta entrevista, pasé sumido en la invernal trastienda. Déjate de hojarascas, (A Domínguez.) Ay, Domínguez, .; yo soy casada... . Sí, con u n maleta, que la abandona... Duro y no te achiques. La voy a trastear con la derecha. Bueno, y si ese... su esposo, en u n arranque m e sorprende. Se m a t a con cualquiera por m i amor. Ese cuento es u n infundio. Con su permiso voy a hacer la cuenta de lo vendido y cierro. No te tardes.

Dom.

Regresaré volando. -Mutis foro.)

Fel. Patro

Que no vuelva. Déjalo, a ver si sale ese granuja, y ve que te pretenden. Dios lo quiera.

Fe!. Patro

Dom.

Fel. Dom.

;

Patro

Fel. Oom. Patro Dom. Fel. Dora.

Fel.


—• 10 —

E S C E N A III DICHAS y FERMÍN por la cocina

Fermín Patro

Fel. Fermín Patro

¿Conversávais con alguien? Los oídos. que te hacen chirivitas. Con la cena que m e acabo de dar, ni u n gastronómico. (Jomo no era pa ti. ¿Tienes tarea pa m u c h o rato? Velo hasta las doce. Tienes ahí por causal, una peseta pa m a n d a r por tabaco. Toma y baja, y cómpratelo tú. (Le da el dinero.) Fué que no quiera bajar sin registrar. ¿Estás celoso? Eso quisieras tú. Foca vergüenza.

Fermín

¿Es a mí?

Patro

Sí, señor; ya estamos hartas de soportar insultos a la vela. Y yo de consentir que en esta casa... ¿Qué dices? La verdad. (Dirigiéndose izquierda.).

Fermín Patro Fermín Fel. Fermín Fel. Patro

Fermín Fel. Fermín Fel.

(Deteniéndose.)

¡No pases!

Fermín

¡Fuera! ¡que quiero registrar! (Entra izquierda y sale.)

Fel. Patro

Lo ves ¡so primo! Si eres u n infeliz.

Fermín

( A Felipa.)

Fel. Fermín

Niega que tienes celos. V03

Pairo

r

Plancha. ¿Te alegras?

Por lo pronto a comprar tabaco. P a q u e veas.

(Mutis por el foro Fermín.)


— 11 —

ESCENA I V PATEO, FELIPA y DOMÍNGUEZ por el foro

Patro Fel. Patro Fel. Patro Fel. Dom. Fel. Dom. Patro Dom. Patro Dom.

Patro

¿Lo ves como eres tú? Si es que m e quieren ¡Que no te quiere! Bueno, aunque así sea: ¡Esos celos son algol Ahí tienes a ese. Esta noche le acuso las cuarenta. Felipa. Pase usté. Serán mis ojos, o es realidad. ¿Fermín se halla?... No t e m a s ; aquí está su marido. ¡Caracoles! ¿A ver si se arma bronca? Considera, que está por ti lá pobre... Yo no puedo jugar con el honor, porque en la tienda, ya sabe usted que yo soy hombre serio, y u n pequeño tropiezo... (Domínguez paso izquierda.) ¡Pasa y cierra!

ESCENA ULTIMA TODOS

Fel.

Fermín Fel. Fermín

Patro Fermín

¿Eres tú? (A Fermín que llega.) Servidor. % Estoy temblando. (¡Vanidad de mujer adonde llegas!) (Viendo que la seña Patro se dispone a marchar.)

¿Se marcha usté tan pronto? , Sí, m e largo porque y a va de paso la faena y os tendréis que acostar... ; (Fumando.)

Por m í no no h a y p r i s a .


—' 10 —

E S C E N A III DICHAS y FERMÍN por la cocina

Fermín Patro

Fel. Fermín Patro

¿Conversávais con alguien? Los oídos. que te hacen chirivitas. Con la cena que m e acabo de dar, ni un gastronómico. Como no era pa ti. ¿Tienes tarea pa m u c h o rato? Velo hasta las doce. Tienes ahí por causal, u n a peseta pa m a n d a r por tabaco. T o m a y baja, y cómpratelo tú. (Le da el dinero.) -Fué que no quiera bajar sin registrar. ¿Estás celoso? Eso quisieras tú. Poca vergüenza.

Fermín

¿Es a mí?

Patro

Sí, señor; ya estamos hartas de soportar insultos a la vela. Y yo de consentir que en esta casa... ¿Qué dices?

Fermín Patro Fermín Fel. Fermín Fel. Patro

Fermín Fel. Fermín

Fel.

La verdad. (Dirigiéndose izquierda.)

(Deteniéndose.)

¡No pases!

Fermín

¡Fueral ¡que quiero registrar! (Entra izquierda y sale.)

Fel. Patro

Lo ves ¡so primo! Si eres u n infeliz.

Fermín

(A Felipa.)

Fel. Fermín

Niega que tienes celos.

Pairo

Plancha. ¿Te alegras?

Por lo pronto voy a comprar tabaco. Pa que veas. (Mutis por el foro Fermín.)


~ 11 —•-

'

ESCENA IV

PATRO, FELIPA y DOMÍNGUEZ por el foro

Patro Fel. Patro Fel. Patro Fel. Dom. Fel. Dom. Patro Dom. Patro Dom.

PatrO

¿Lo ves como eres tú? Si es que m e quiere* ¡Que no te quiere! Bueno, aunque así sea; ¡Esos celos, son algo! Ahí tienes a ese. Esta noche le acuso las cuarenta. Felipa. Pase usté. Serán mis ojos, o es realidad. ¿Fermín se halla?... No t e m a s ; aquí está su marido. • ¡Caracoles! ¿A ver si se arma bronca? _ Considera, que está por ti lá pobre... Yo no puedo jugar con el honor, porque en la tienda, ya sabe usted que yo soy hombre serio, y u n pequeño tropiezo... (Domínguez pasa izquierda.) ¡Pasa y cierra!

ESCENA ULTIMA TODOS

Fel. Fermín Fel. Fermín Patro

Fermín

¿Eres tú?

(A Fermín que llega.)

Servidor. % Estoy temblando. (¡Vanidad de mujer adonde llegas!) (Viendo que la seña Patro se dispone a marchar.)

¿Se marcha usté tan pronto? ' ' i Sí, me largo" porque ya va de paso la faena y os tendréis que acostar... (Fumando.)

Por m í no no hay p r i s a .


— 12 -

Patro Fermín

Anda, hombre. ¡La verdad! (A relipa.)

Fe!.

Haste las doce,

Fermín Patro Fermín

Que descanséis.

Patro Fel. Fermín Fel.

Fermín

Patro Fermín Fel.

Fermín

¿O es que no velas? (seca.)

Bueno, yo m e acuesto. Me miras con sorpresa. ¿Pasa algo? Serme francas. Son visiones. de t u mente. Registras, y te quedas tranquilo, y a dormir. ¿Planchas? ¡Ni en broma! Que m e tienes m u y harta, y si te piensas que con desprecio ganas... Yo te quiero, pero te quiero franca, por las buenas, sin tanta tontería. No m e asustes; porque si yo hago así con la paciencia. registro toa la casa, y como encuentre el indicio menor... ]Pué que te abstengas! A ver si hago u n a entra... (Por la puerta izquierda.) Pasa si quieres, y registra, y amuélate, y demuestra que te comen los celos. Buenas noches. Aquí, en el interior de la derecha, dormita u n servidor. (Se dirige y pasa primera derecha.)

Fel.

¡Así revientes! (Felipa se dirige y llama a la puerta derecha.)

Fermín

Fel. Fermín

Oye tú, que me faltan, que m e besan. Goza, mujer infiel. (Desde dentro.) Que está Domínguez dentro de casa. • (Dentro,)

¿Cuál?

Fel.

E l de la tienda.

Fermín

Ese es u n falderillo.

Fel.

Sal y mátalo que m e tiene en los brazos, que m e aprieta. Dale recuerdos míos. (Dentro.) (saie asustado.) . Estas bromas pueden costamos caras. ¡Suelte!

Fermín 4)om.

(Dentro.)

(Lo agarra de la mano Felipa.)

í»atro

(A Felipa.)

¡Suelta!


— 13 —

Dom. Patro

¿Y son estos los hombres? ¡Cucaracha! ¡ Largo de aquí! (A Domínguez.) ¡Caray! si no valiera más que hacer u n a hombrá... ¡Que te persiguent (Mutis foro corriendo. Mira primera derecha.)

Fel. PatrO Fel.

Ahí lo tienes, durmiendo a pierna suelta. Na, que con estos hombres, no m e vale; tengo que ser honra. Claro, a la fuerza. ¡Que pases buena noche! (Mutis.) Hasta m a ñ a n a . ¡Es más difícil ser mala que buena!

FIN DEL ENTREMÉS





ENTREMÉS

original y en

prosa

DE

T ^ U I S .

E> ®

ES®

O

Estrenado con éxito en el SALÓN N O V E D A D E S de Alicante,

el 15 de Febrero de 1316

MADRID •«

V B L A B C O , I S Í P B B 8 0 B , MAECJDÉS D E S A H T A A N A , 11 D U P . *

Teléfono número 651 1915

2


REPARTO

PERSONAJES LUZ

ACTORES SETA. DÍAZ G A Y .

CLAEA

HEEREEO.

M E LITÓ N SERAFÍN

SE. «

ESTBSO. ALVATIEZ.

La a c c i ó n en un pueblo de España.—Época actual

NOTA.

Este entremés devengará por derechos

de representación, la mitad de los que corresponden a una obra en un acto.


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Sala. Puerta al íoro y laterales. Dos mesas a cada lado con recado de escribir.

(LUZ peinando a vra perrillo. CLARA por el foro.)

Ciara Luz

Clara Luz Ciara 'Luz

Clara •LUZ Clara

iLuz

S e ñ o r i t a , p o r Dios; u s t é se v a a v o l v e r loca con León. C a d a d í a le q u i e r o m á s . ¿Ves t u q u e i n t e l i g e n c i a d e a n i m a l ? E s t o n o es u n p e r r o , q u e e s u n a p e r s o n a e n m i n i a t u r a . ¡Y q u é agradecido! ¡Y q u é sucio! ¿Usté h a v i s t o a l g ú n p e r r o m á s i n d e c e n t e ? , con p e r d ó n sea d i c h o . Calla, Clara, q u e le t i e n e s e n v i d i a . N i q u e y o fuese d e su i g u a l . T ú eres m á s p e r r a q u e L e ó n , y m á s desa g r a d e c i d a , y m á s h a r a g a ñ a q u e t o d o s los perros juntos. P o c o m e f a l t a p a n o e n t r e g a r l e a u s t é el p a r t e q u e m e h a d a o el d e l t e l é g r a f o . ¡ U n t e l e g r a m a ! (Se pone a leerlo.) S í , t ó m e l o u s t é . O j a l á sea de s u p r i m o Melit ó n . A v e r si en c u a n t o v e n g a d e l servicio l a d e j a a u s t é sin u n p e r r o , c o m o c u a n d o se fué. ¡Ay, Ciara, q u e llega h o y M e n t ó n ! ¡Que está al llegar! ¡Que v i e n e e n el p r i m e r t r e n ! (Leyendo.) «Llego u n a t a r d e . R e c i b e a b r a z o a p r e tado.—Melitón.»


— 20 - ~ CÍaVa Luz Clara Luz Clara

Luz Clara

Luz Clara Luz Clara Luz Clara

Luz Clara Luz Clara

¿No m a n d a otro pa mí? ¿Qué dices, chiquilla? . Como al dirse me dio uno detrás de la h i guera. Y lo dices tan cumplida. Toma, yo no tuve la culpa; fué Melitón, quecomo se iba al servicio tan entristeció, ledije: No se apure usté. Y él me dijo: Se hará, lo que se pueda, y yo le dije: Que lleve u s t é buen viaje. Y. él me dijo: No te digo más. Y me dio un abrazo, y se me saltaron las lágrimas. ¿Y qué más? Que cuando me sequé las lágrimas de Iosojos, pus que ya no estaba Melitón, que Behabía dio. E n cuanto venga, lo araño. ¡ No, por mí no le haga usté na, que a m í nome dio rabia ¡Imbécil, animal! ¿Tú sabes lo que es unabrazo de un quinto? Lo que el abrazo de otra persona. ¿No lo sabes? Lo sé por él; que cuando se fué a ser soldaome dijo: Adiós, Clara. Y yo le dije: No se . apure usté. Bueno, bueno, que no te vuelva a dar otroabrazo, porque te arranco el pelo; ¡estúpida! ; Anda, si la llega a abrazar a ella, lo m a t a ¿No te da vergüenza? foí, señora, me da una poca, y ganas de honrar.

Luz

Clara Luz

Clara Luz

(Lloriquea )

No llores, y no te dejes abrazar de nadieVamos a peinar a León, y a esperar la llegada de mi primo. ¡Qué ganas tenía de quevolviera ese loco de atar! Con el coraje que le tiene a los perros, encuanto vea a León... Se aguanta. Yo necesito vivir con seres queme quieran. Y León es más cariñoso quem a d l o s hombres Si lo dejase solo, se moría, de pena. Y de hambre. ¡Ay, Melitón de mi vida, qué ganas tengode verte con la ropa de caballería!


— 21 —

Clara :

Luz Clara ¿Luz

Como que el señorito Melitón, de caballería, estará clavao. Y lo peor es que tendrá que venir andando de la estación. ¿Andando, siendo de caballería? Clara, que eres una bestia. Prepara la comi da, que yo voy con León a avisar a mis primas, porque como estamos hoy solas, no está bien que recibamos a Melitón así, m a n o a mano. (Muy alegre.) Ahora me caso, Glara. Pon dos cubiertos y prepara el café. Aunque soy tan joven... (pon vino viejo), y aunque estoy sola... (de postre uvas), y aunque el día de la boda... (agua, Liara), pon agua fresca, que se acerca el día de la boda. (Mutis foro.)

Clara

Qué aturdía se pone la señorita Luz en cuanto que se acuerda del casorio. Pos a m i me ha dao una barbaridá de vergüenza, que no diera vergüenza, el abrazo que m e aió Melitón. ¡Una cosa tan sencilla, y tenerle que dar a una vergüenza! ¡Qué trabajo m e cuesta tener que avergonzarme! Calla, si ya está ahí Melitón; pero si es propiamente Melitón, desfigurao de persona.

•K3el.

(Entra foro con traje de soldado de caballería, como si viniera montado.) ¡Alto! pié a tierra... ¿Pero

Clara sflliel. •Clara Me\. -Clara sMel.

•Clara «flflel. Clara. ¡Mel. Clara ¿Mel.

no me reconoces, Clara? Claro que no. Pero si soy Melitón. Como si fuera usté el obispo. Vengan esos brazos, chiquilla, y no te hagas la desconocía, que soy Melitón, con to este golpe de caballería que me ves. Si lo conozco a usté, señorito; sé que usté es usté, pero no se acerque a mí, porque grito. ¿Pero, tan feo güervo, que así te asustas? Ven a mis brazos, paloma torcaza, y dime dónde está mi prima Luz. ¿Pero has perdió el juicio? ¡mal tiro te den! No, señor. ¿Te hallas enferma? No, señor. ¿Se te h a fallecido alguien? Sí, señor. ¿Y por eso te afliges?


— 22 —

Clara Mel. Clara Mel. Clara Mel.

Clara Mel.

No, señor. Pues que te ajorquen del gañote. ¡Malas-pedrás te metan, so insípida! ¿Después deu n a ausencia militar, me recibes así? Es que ahora me duele el abrazo q u e j e di cuando se fué usté. Pues tómalo, ladrona, que n o quiero na. tuyo. ¿Por qué llorabas detrás de la higuera? ¡ ^or que no sabía lo que vale la vergüenza!. Ni ahora tampoco lo sabes. Y si lo supieras, vergüenza te debía de dar de verme rendío> a tus pies, de puro cansao, sin otrecerme u n a silla. ¿Dónde se halla mi prima Luz? A dio a u n a visita, Y yo voy a gobernar la comía, que está puesta al fuego. Anda, que traigo un hambre, que me afloja la badana del gorro. (.Mutis Clara, por izquierda.) Quien dijo que el corazón de la mujeres u n a sima sin suelo, no dijo ninguna cosa del otro hemisferio. No quisiera yo tener más que u n anteojo que profundizara en el abismo sin fondo del corazón fermenino. Ayer dejé a esta criatura desvanecía en u n m a r de llanto, y hoy me la encuentro en la.mayor lejanía. ¡IndiscutibleL La mujer es un ser que desconfía por t e m peratura. ¿Que se halla fría? ¡Se. aleja! ¿Que se templa? ¡Se aproxima! Vamos, que l a m u ^ jer es u n estira y encoge, que te pillo, q u e vacuna al sarampión. Y mi prima Luz, e n el mayor misterio. ¿Tendrá todavía aquella maldita afición a l a raza canina? Amos, q u e si la veo yo junto a u n perro, soy capaz d e dívorciarme en la primera amonestación, (Eutra CLARA, izquierda.)

Clara Mel. Clara Mel. Clara Niel. Clara

¡Ay, qué desgracia más grandel ¿Qué ocurre, mujer insípida! Que subía la señorita Luz por la escalera,. jugando con León, y se h a caído. ¿Mi prima? No, León. ¿León? ¿Pero, q u é . m e cuentas? (Un h o m bre en casa de m i prima., y jugando con? ella.j Como es tan alegre...


— 2a —

Niel. Clara Mel. Clara Mel. Clara Mel. Clara Niel. Clara Mel. Clara Mel. Clara Mel. Clara Mel. Clara Mel. Clara Mel. Clara Mel. Clara Me). Clara Mel. Clara Mel. Clara Mel.

Clara Mel.

Habla, mujer; ¿viene a verla tos los días? . ¿Quién? ¿León? oí, León o pantera. No viene, porque no se va. ¿No ve usté q u e vive con ella? ¿Desde cuándo? Desde que se fué usté al servicio. De modo, que mientras yo me descrismaba con la estrución, ellos... ¡Siempre juntos! ¡Juntos siempre! ¡Ay, su madre! De m o d o que mi prima lo quiere... Como que hasta lo besa delante de m í . ¿Pero delante de ti?... Na tié de particular. Repara en que levantas u n a calurnia^fea. Yo digo la pura verdá. Clara, por tu salú, que como sea ñrticio, hago contigo u n a completa desaborición humana. ¡Que le digo a usté el Evangelio! ¿Y de dónde ha venío ese bicho? La señorita dice que es de fuera de España. ¡Ay, que me la pega con u n extranjero! A tiempo hellegao. (Furioso.) ¡Clara, inútil! ¡Que yo no tengo la culpa! Yo le tengo u n odio a muerte, por feo, y por sucio. ¿Conque es suizo, digo sucio? ¡Sí, señor. ¿Y qué pelaje tiene? Corto y rizao. ¿Conque, rizao? Ya le daré yo pal pelo. ¡Me alegro! ¿Qué estatura tiene? Pequeño y chato. Le chafo las narices que le q u e d e n . Los dientes blancos y los ojos saltones. ¡Ay, Luz, ingrata; si yo tuviera u n anteojo de larga vista, pa buscarte el fondo! Pero., qué anteojo, con un garrote m e sobra. Confía en la novia que le jura amor. Confía en. la. prima que asegura y no da. ; • Yo soy- más inocente que el. sol que nos . alumbra. Apártate, mujer.


— 24 —

Clara Mel.

Si no lo quiere usté a su lao, ¡mátelo usté! Retírate de mi vista, si no quieres fallecer a manos de u n novio traicionao. Que yo no te vea; por hoy va a arder en esta casa hasta el agua de Carabaña. (Clara mutis, primera izquierda.) ¡Luz infame, prima infiel, novia traidora, que así me tronchas las alas del porvenir! ¡Quién fuera u n mísero volátil para alejarse de este recinto, en u n solo vuelo! Sólo anhelé tu felicidad, sólo tu bien, sólo... que tu me dejas sólo por otro en t u compañía. Si ese hombre fuera objeto de u n amor puro, te perdonaría, pero no hay puro que valga. Así sois las mujeres, negáis la caricia del primo, por el abrazo del que no os toca na. Pero no; yo mato a ese miserable como se mata a u n perro. El perro, fuera del ladrido, no es ofensivo, pero t ú eres ofensivo y traidor, to en u n a sola pri • nía. Antes de partir, le dejaré a mi p r i m a cuatro renglones despreciativos, (se sienta a la mesa izquierda y escribe.) (SERAFÍN, tipo cubano, que habla despacio, todo lo cómico posible; entra por el foro.)

Ser.

Mel.

Ser.

Niel. Ser. Mel. Ser. Mel. Ser. Mel. Ser.

¡Qué golpe, mi amigo! Debió ser sabroso. Pero no me apuro, mas graves los curé. ¿Qué veo? Un militar escribiendo, y al parecer furioso. ¿Será el amo del perro? (se sienta a la mesa derecha y escribe.) (Escribiendo.) Eres u n a

persona insirnificante... Nos separa u n abismo de los m á s profundos... Yo necesito hoy mismo... (Escribiendo.) Media docena de sanguijuelas y u n sinapismo en los ríñones. . Morir es poco, porque deseo matar... Si León es hombre, que salga. Que no salga León en tres días. ¡Y si sale, muere! - • No morirá, confío en mí. , Hombre, me alegro de trompezarme con usts. ¿Quién es usté? Si no pide otra cosa, con mucho gusto. Este tío es León. Yo nací en Cuba; hermoso país del relajo y la guayaba. ¿Usté sabe lo que es guayaba? ;

;

K ;


— 25—

'Me!. Ser. Mel. Ser. Mel.Ser. Mel. Ser. Mel. Ser. Mel. Ser. Mel. Ser. Mel. •Ser.

Mel. Ser.

Sí, señor, lo sé tó. Tengo treinta años y tres meses. Me llamo Serafín Flores. Profesión, practicante. Afeito, a ratos. No me dé usté jabón y siga Me gusta el mamey y el coco. Sé tocar el güiro Deseo contraer pronto matrimonio y estoy en la prángana, (sin dinero.) E n su lugar descanso. Yo, lo que necesito es saber a qué ha venío usté a esta casa. . Perdone si me dilato. Cuando falta el cirujano, curo al que sufre. Cuando falta el veterinario, curo al que sufre. ¡Ei demonio que te sufra! Entonces, usté h a venío.. Aquí está la receta. ¿Y cómo se halla? ¡Muy grave! ¿Morirá? ¿Morir? ¡Nunca! Hoy solo muere el que cierra los ojos... Como antes. El que cierra los ojos a la luz de la ciencia, No me miente usté la luz. La h u m a n i d a d está de enhorabuena. H o y volvemos a curar por el antiguo procedimiento. Tengo escrita u n a memoria sobre el empleo de las telarañas con aceite en el cielo de la boca, que no falla. ¿Ve usté la lavativa, que parece antigua por la forma? Pues para m í es la invención más gloriosa del pensamiento humano. Yo jamás la abandono. ü ü e n o , señor cirujano, a mí lo que m e corre prisa es que se muera León. A m í la cencía, la lavativa y lo demás... ¡ni u n cacagüés! (Aparte ) Es u n pequeño ignorante. U n guanajo, como decimos en Guantánarno. (Hace una reverencia y mutis loro.J

Mel. Clara

Mel. Clara Meli Ciara

Vaya con Dios el barbero. ¡Clara! ¡Clara! ¿Llama USté? (Sale izquierda.) Ven aquí. Como decía usté que no quiere verme .. E s la última vez que nos vernos. Esta carta pa m i prima. (Se la da.) ¿Se marcha usté?


26

Mel.

Clara Mel.

Clara LUZ

Clara Luz Clara Luz Clara Luz Clara

Luz Clara

Luz Clara

Luz Ser.

Luz Ser.

|Pa toa la vida! (Se oyen gritos dentro.) León, que se queja. .Maldita sea la hora en que puse aquí l o s pies. Y de palabra le dices a mi prima quesi alguna vez me ve, que cierre los ojos, por-, que se los salto. ¡Me evaporo! (Mutis foro.) Se. va, y tó por un perro. Así se m u e r a n tóslos perros juntos. (Por la puerta derecha.) ¿Y mi primo Melitón'i* Se acaba de dir pa siempre. ¡Clara! E n cuanto se ha enterao de que está a q u í León, se h a puesto hecho una fiera, y me h a dao esta carta. ¿Y tú, por qué le dices lo del perro? Porque se empeñó en saberlo. Ay, chiquilla, que tú has buscao mi perdición. Lee esta carta, que yo no me atrevo. (Lee.) Querida infiel: Dos puntos. Sé quevives con u n punto, coma, que no q u i e r a ver en tu casa, coma, porque si le encuentro, coma, es fácil que me lo coma, punto. No leas más; anda y que vuelva al punto. ¿Al punto? Voy. (Leyendo.) Eres u n a sinvergüenza. Calla, Clara, o te mato. Busca a Melitón y que venga ahora mismo. Dile que necesita hablar con él. ¡Corre! Voy, señorita, voy. ¡Renaricesl No le dejan a u n a vivir. Que si León, que si Melitón, , que si... cuándo querrá Dios que den u n reventón. .Mutis foro.) Este golpe me quita la vida. Pero, qué loca estará mi primo, que por la tontería del perro me trata así. (por primera derecha.) Señorita, el perro se queda bien. Algo de fiebre y el decaimienta general, por causa del magullamiento. E s o , en América, no hubiera sido mas que un. susto; pero aquí, todo lo más que puede suceder es que se muera. ¿Pero puede morirse? Ya,lo creo; si se le complica el bacilo rabio-? so con la viruela tífica, y las. vías respirato. rias se le paran...


¡Pobre León! • Galeno afirma que el perro rabioso no es d e cuidado si la rabia sobreviene a la muerte. Pero tenemos el consuelo de no haber podido hacer más por él. Cuando yo llegué tenía León el espinazo en tres partes, las orejasen dos y el rabo en uno. ¿Y qué ha hecho usté? Unirle el lomo, levantarle las orejas y pegarle la cola. ¿Y no se le caerá? No, porque la cola siempre pega bien. Veremos si mi primo consiente que lo salvemos de la muerte. Yo he cumplido mi cometido y m e retiro. (Reverencia y mutis foro.) ¡Viendo que llega Melitón, foro.)

Ingrato, dejarm& así por una cosa tan pequeña. ¿Qué motivostienes? Y te sienta al pelo la ropa de militar. Qué ganas tenía de verte. . ¡Señorita! ¿Pero sigues poniéndote tonto conmigo? ¿A qué he sío llamao? Melitón, no seas así. Yo he vuelto como caballero y no como Melitón, aunque me veas de caballería. ¿Pero, qué quiere decir- esa cara tan seria? Hace unos meses que .me juró usté amor. Estaba yo al borde del servicio..Si caes, dijousté, aguardaré tu regreso, y si no caes, nosuniremos. Eramos primos, y como primo, caí por partida doble, en el servicio y en el lazo. No me atormentes. Con varias lágrimas en los ojos, partí al servicio. A caballo, pensaba en usté. Con l a tercerola en la mano, no se me olvidaba el nombre de Luz. Soñaba con Luz, andaba con su recuerdo, bebía .con listé y ni a l a hora de comer se apartaba esa cara del pesebre. ¡Qué bueno eres! Hoy llego a este hogar y me entero de q u e ha magullao usté aquel juramento. Es cierto, Melitón, no he cumplido m i palabra.


— 28

Mel. Luz ¡Vlel. Luz Mel. Luz Mel. ¡Luz Mai. Luz Mel, Luz Mel. Luz IVIal. Luz .Mel.

luz Mel. Luz Mel. Luz

-

¿Por qué abriste las puertas de esta casa a •• ese León, que no quiero ni ver? Porque contaba con tu buen corazón. Y tienes la osiadfa de decírmelo. No me condenes sin oirme. Tu ausencia me entristeció. Y tú dirías, a soldao que se larga, otro a la carga. Estaba sola... Y te buscaste u n a compañía tan escandalosa. Un pasatiempo inocente. Quería tener u n compañero que me distrajera. ¡Viva la libertad! La soledad es tan triste... Compadéceme si he pecado. Eso no es pecar, eso es perder la vergüenza. No te consiento ciertas palabras. No-levantes la frente delante de mí. Todos tenemos debilidades. Pero tan gordas, nadie. Y sobre tó, u n extranjero. Extranjero. De la provincia de Jaén. Con u n pelo rizado que encanta. ¿Quieres verlo? Chiquilla, tú has perdió hasta el último rincón del pudor. Con esas palabras, m e exci tas a la venganza y mé vengaré. Sea de donde sea, con el pelo rizado, o con el pelo corto, ¡lo mato! Detente, Melitón. Ya es tarde. Acabas de recordarme tu amor, que él me roba. Respeta su vida, por el amor que yo ;te tengo. No me hables de tu amor. Tu corazón sabrá perdonar, y si tienes valor para matarlo, matulo delante de mí. (LUZ mutis derecha y sale con- el perro.)

Mil. Luz

Mel. Luz Mel.

¡Cómo cambian las mujeres! Ayer u n ángel, hoy emperrá con ese... (saliendo.) Aquí tienes a León, mátalo si es t u gusto.. ¿Pero León es u n perro? No, que va a ser un león. ' ' (Aparte.) ¡Me colé hasta la guerrera!


— 23 —

Luz Mel. Luz Mel.

Este animal no te quitaba el cariño leal q u e te tengo. ¿Consientes que se quede? ¡Nunca! ¡León o Melitón! ¡Tú antes que el mundo! Yo, ¿verdad?

LUZ

¡Tú siempre! (Se abrazan.)

Niel"

¿Ande tiés a Clara? ¡Clara!

Ciara

(for «i foro.) ¿Es a mí?

Mel. Clara

¿Qué me dijiste tú, so infundiosa? Yo le dije a usté lo de León. Y a mí no vuelva usté a darme otro abrazo, porque se lodiento a la señorita. Anda, carga con León y lo rifas. Llévaselo a mis primas. ¿Me querrás como antes? Mucho más Si tó esto ha sío por u n a perrería de Clara, que tó lo embrolla, (se dan mt

Me!. Luz Me!.

abrazo.)

Clara

Señorita, cuidiao con los abrazos, que luegoda vergüenza.

Mel.

( A I público.)

Si consigo tu perdón, y no eres intransigente, veré con satisfacción que no es tan fiero el león como lo pinta la gente.

FIN



Obras de Luis Esteso

La pobre Dolores, saínete lírico. La influencia del tango, entremés lírico. La loca, zarzuela. Consulta gratis, juguete cómico. Lo del chico, entremés lírico. Los calzones coloraos, (1) juguete cómico de 2 mujeres y 2 hombres. JSl señor catalán, (1) juguete cómico en prosa de 2 mujeres y 2 hombres. El bailarín misterioso, (1) juguete cómico en prosa de 2 mujeres y 2 hombres. León, entremés en prosa de 2 mujeres y 2 hombres. Triunfa el amor, entremés en verso de 2 mujeres y un hombre. El rival de Belmonte, de una mujer y un hombre. La tía, í d e m id.

Monomanía torera, í d e m id. El asistente portero, í d e m id. El ninclú, í d e m id. Petición de mano, í d e m id. La pena del querer, í d e m id. La bofetada, ídem id. Bina gitana, í d e m i d . Pastillas Plum, de 2 hombres. Las nodrizas, juguete cómico de 2 mujeres y 2 hombres. La mujer del primo, juguete cómico en verso de 2 mujeres y 2 hombres. Al volver de las capeas, entremés en verso de 2 mujeres y 2 hombres. Pancho y Mendrugo, saínete trágico, de autor desconocido, arreglado para 2 mujeres y 2 hombres.

(1)

Con Ignacio Muñoz.




Precio: H Đ› Q. peseta


LUIS ESTESO ó IGNACIO MUÑOZ

O señar catalán JUGUETE CÓMICO EN PROSA

Copyright, by Luis Esteso é Ignacio'Muñoz, 1914

SOCIEDAD DE AUTORES

ESPAÑOLES

Calle del Prado, n ú m . 1 9 1 6

24



EL S E Ñ O R

CATALÁN


Esta obra es propiedad de sus autoies, y nadie podrá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla en España ni en los países con los cuales se hayan celebrado, 6 se celebren en adelante, tratados internacionales de propiedad literaria. Los autores se reservan el derecho de traducción. Los comisionados y representantes de la Sociedad de Autores Españoles son los encargados exclusivamente de conceder 6 negar el permiso de reí ;esentación y del cobro de los derechos de propiedad. Dioits de representation, de traduction et de reproduction rénervés pour tous les pays, y compria la Sué de, la Norvége et la H611ande. Queda hecho el depósito que marca la ley.


46106 " EL SEÑOR CATALÁN JUGUETE CÓMICO EN PROSA

POR

LUÍS ESTESO é IGflflGIO

TOOZ

Estrenado con éxito en el TEATRO MADRILEÑO la noche del i de Enero de 1916

MADRID Si

V3I.ASCO,

IMP., HABQUttS

DB

SAETA

Teléfono número 551 1915

A S A , l i

O'CP."


REPARTO

PERSONAJES

ACTORES

DALIA

ADELA MARGOT

PURA

CAEMEN IBÁÑEZ,

G E R V A S I O , habla con marcado acento catalán.. S E . PEPITO....

MUÑOZ. ESTHSO.


ACTO

ÚNICO

•Sala. Un balcón segundo término derecha. Dos puertas izquierda. Un perchero, con ropa, que habrán sacado de un baúl mundo, que se hallará primer término derecha. En este tyaúl ha de caber un hombre.

DaÜa Pura .Dalia Pura

.Dalia Pura Dalia

Pura Dalia Pura Dalia Pura Dalia Pura

(Paseando rápidamente.) N o a g u a n t o m á s . ¿Pero qué hace usted, señorita? V o l v e r m e loca. ¿ P e r o n o le a s e g u r o á u s t é , q u e ese c a t a l á n q u e a c a b a d e llegar al b a l n e a r i o , es c a p a z de todo? Es que no m e atrevo á proponerle que h a g a d e m a r i d o postizo. P u e s yo no tendría inconveniente, porque es la m a r d e s i m p á t i c o . Y o necesito n n m a r i d o h o y m i s m o . ¿No ves q u e P e p i t o cree q u e soy c a s a d a , y s u i l u s i ó n consiste en ponerle á m i pobre marido... p o r q u e dice q u e es s u m a y o r e n c a n t o . ¡áí q u e es c a p r i c h o d e h o m b r e . C o m o lo d e v e n i r á t o m a r l a s a g u a s á C a l d a s d e F l o j i l l a , p o r q u e a b r e n el a p e t i t o . Y c o n lo b i e n q u e e s t a r í a u n a , t e n i é n d o l o siempre cerrado. D e s d e q u e e s t a m o s e n F l o j i l l a , n o sé q u e es de mí. Pues atrévase usté ¿Y t ú crees q u e ese c a t a l á n ? . . . A c a b a d e l l e g a r al e s t a b l e c i m i e n t o , m u e r t o


— 6 -

Dalia Pura Dalia Pura Dalia

d e n e c e s i d a d . C r e o q u e es c ó m i c o . A q u í n o le c o n o c e n a d i e , y c o m o u s t é l e h a d i c h o á Pepito q u e está aquí s u esposo, y como P e p i t o v a d u d a n d o . . . Yo creo q u e d e b e u s t é Hablar c o n el c a t a l á n . T ú r e s p o n d e s 3i s e o f e n d e ese s e ñ o r . ¿Le digo q u e pase? ¿ P e r o l e h a s d i c h o t ú algo? C o m o e s t á u s t é t a n n e c e s i t a d a , lo h e p r e venido. B u e n o , y en cuanto m e entienda con él, a v i s a s á P e p i t o , p a r a q u e s e l o presiente c o mo á mi

Pura Ger.

Dalia Ger.

Dalia Ger. Dalia Ger.

Dalia Ger.

Dalia Ger.

Dalia

e s p o s o . (Sale Pura primera izquierda.)

D e este catalán, d e p e n d e m i felicidad. ¿Por qué habré yo tenido necesidad de hacerme la c a s a d a ? B u e n o , P e p i t o t i e n e l a c u l p a ; él q u e d i c e q u e se m u e r e p o r l a s c a s a d a s . A q u í está, pase usté. (Este señor llevará puesta una bota y una sandalia. Usa pera y está calTO. Entra por primera izquierda. Pura mutis, segunda izquierda.) ¿ H a y per-

miso? P a s e usté. P u r a m e acaba d e revelar su triste situación. M i r e , j o v e n , n o es j a c t a n c i a ; y o a c a b o d e l l e g a r á este s a n a t o r i o a c u á t i c o , e n g a ñ a d o como un hijo del oriente. Supongo q u e usté sabrá q u e los de oriente, son los q u e llevan la t r e n c i l l a c o l g a n d o . Adelante. N o , la llevan atrás. P u r a m e h a dicho q u e viene usted á Floji11a d e a b a j o , y q u e v a u s t é á D o s V e l a s . Sí, señora; esa era la idea, pero conste q u e si v o y á D o s V e l a s , es p o i q u e h a f r a c a s a d o estrepitosamente la compañía d e teatro en que apuntaba. Y a lo sé. Bueno, yo apuntaba, a u n q u e aquí, donde usté m e tiene, yo h e sido barítono d e verso. D e esos b a r í t o n o s q u e n o c a n t a n . A lo q u e llegamos, ¿verdad? Y o m e h e h e c h o m á s d e seis travesuras de aquí á las Américas, y nadie m e h a sacado p o r el r a s t r o , q u e q u e s o y d e G r a n o l l e r s . S e ve q u e es u s t é a r t i s t a .


Y lo m a l o es q u e al d e s c a l a b r o d r a m á t i c o , m e h a n d a d o l a d i r e c c i ó n d e este b a l n e a r i o b a ñ í s t i c o y a g ü í s t i c o , sin c o n t a r c o n q u e a q u í solo v i e n e n los i n a p e t e n t e s ; y a ve u s t é qué traición. ¡No sé p o r q u é l P o r q u e y o el a p e t i t o lo t r a i g o d e l i b r e circumbalación. T o d o se a r r e g l a r á . Por m á s q u e m i r u i n a v i e n e d e la A m é r i c a . C u a n d o e s t u v e e n C a r a c a s , m e j u g u é m i fort u n a al j u e g o f a v o r i t o d e l p a í s . ¿Y q u é j u e g o es ese? M u y sencillo, á c a r a ó c r u z , y allí s i e m p r e salían caracas. ¿ Y u s t é se h a r í a cruces? Por eso m e lo p e r d í t o d o . Volverá usté á tener dinero. No m e embolique. Si m e d a u s t é p a l a b r a d e s e r v i r m e d e m a rido con decoro. De coro n o m e h a b l e , p o r q u e y o b e s i d o d e verso. E s q u e y o t a m b i é n soy d e t e a t r o . C a l l a , á m i m e e n s e m b l a , q u e . el r o s t r o d e l a fisonomía del s e m b l a n t e , d e l a c a r a d e v o s t e ' t , n o m e es d e s c o n e g u d o . Yo soy l a D a l i a ¿ L a D a l i a ? S i esa es m i s a n t a f a v o r i t a . Y o n o v o y á p a r t e a l g u n a , s i n Sandalia (Enseñanao la sandalia.) S i á u s t é m a la r e c u e r d o y o del Paralelo. , N e c e s i t o q u e c o m o c o m p a ñ e r o s n o s favorezcamos. Usté necesita comer. L o llevo e n l a c a r a , ¿ v e r d a d ? A la vista salta. A t o d o el q u e s a l t a le d a n t r e s p o r u n o , conque vengan cuatro bistek. Y o necesito q u e sea usté m i esposo p a r a u n a sola p e r s o n a . E s a p e r s o n a está al c a e r . ¿ V i a j a en bisicleta? Se h a l l a e n el b a l n e a r i o . E s u n j o v e n q u e cree q u e estoy casada. Usté no tiene q u e h a c e r m á s q u e d e m a r i d o celoso. Y si conseg u i m o s q u e ese j o v e n se i n t e r e s e d e f i n i t i v a m e n t e , le regalo á usté mil pesetas.


— 8 — Ger.

Dalia

Ger. Dalia Ger. Pura

Oiga, Dalia; con esta ropa n o estoy m u y p r e s e n t a b l e q u e d i g a m o s ; d e m o d o q u e si tiene por ahí a l g u n a levita, algún g a b á n de pieles, q u i e n dice u n a b u f a n d a , q u i e n dice u n a s o p a al c u a r t o d e h o r a , la c u e s t i ó n es que yo m e vaya poniendo á tono. I n m e d i a t a m e n t e . P u r a , P u r a , (sale Pura segundaizquieraa.) D i l e al m é d i c o d e l e s t a b l e c i m i e n t o q u e t e d é el c h a l e c o café, y el p a n t a l ó n manteca. P u e s n o veo la tostada. Y el c h a q u é c r u d i l l o . Oiga, P u r a , q u e m e lo p a s e n á la p l a n c h a , porque á m í crudillo m e hace d a ñ o . ¡Pero q u é d o n . G e r v a s i o m á s o c u r r e n t e ! (se va primera izquierda.)

Dalia Ger. Dalia Ger. Dalia Ger. Dalia Ger. Dalia Ger. Dalia Ger. Dalia

Ger.

Dalia Ger. Dalia

¿ C ó m o se l l a m a u s t é ? G e r v a s i o R i p o l l é s d e la V a i n a . B i e n , s e ñ o r Pollés... N o , R i p o l l é s d e la V a i n a . O d o n Gervasio; yo necesito u n m a r i d o formal. C u a n d o y o m e aferró e n u n a cosa, soy d e los q u e t i e n e n d u r a la t e s t a . E s o es lo q u e y o n e c e s i t o ; u n t e s t a f e r r o . M e j o r t e s t a f e r r o q u e y o , n o se s u e ñ a . P e r o l a c u l p a d e t o d o l a t i e n e mi e s p o s a . ¿Es usted casado? E r a , p e r o la d o n a q u e m e tocó e n s u e r t e , se m e fugó con u n t a l M a r i a n o G a s . ¿ Y q u é hizo usted? N a d a ; p o r q u e m e q u i t ó el c o n o c i m i e n t o aquella fuga de Gas. E n e3ta o c a s i ó n le r u e g o q u e n o p i e r d a el c o n o c i m i e n t o , y p r o c u r e e n f a d a r s e á tiempo. Si u s t é n e c e s i t a q u e m e e n f a d e , y o le p r o meto t o m a r u n diegusto por m i n u t o . Y si m e lo p e r m i t e , m e h a r é el e s p o s o . . . v a m o s , ¿ c ó m o q u i e r e q u e le diga?... el e s p o s o q u e s i e m p r e e s t á en la l u n a d e la m i e l . D e l a n t e d e g e n t e s sí, p e r o p o r d e t r á s . . . Si á u s t é n o le g u s t a , p o r d e t r á s n i u n a sola c a r i c i a . Sin e m b a r g o , p r o c u r e estar en esa m i e l q u e usted dice.


9 Ger. Pura

E s q u e y o d e la m i e l p a s o en s e g u i d a al arrope manehego. (Primera izquierda.) A q u í e s t á la r o p a . (Gervasio la toma y se comienza á desnudar.)

Dalia Ger. Pura Dalia Pura Ser. Dalia Pep. Dalia Pep. DaÜa Pep. Dalia Pep. Dalia Ger. Dalia Ger. Pep. Ger. Dalia Ger. Pep. Dalia Ger. Pep.

Ger.

Dése p r i s a . ¿Se va u s t é á d e s n u d a r ? Lo q u e m e v o y es á v e s t i r . Ya l e h e d i c h o á d o n P e p i t o q u e p u e d e venir. Por Dios, Ripollés. ¡Que v i e n e d o n P e p i t o ! ¡Que v e n g a , q u e v e n g a ! P a s a r á m i h a b i t a c i ó n . (Pasau Pura yGervasio.) (primera izquierda.) ¿Se p u e d e , D a l i a ? Pase u s t e d , a m i g o P e p i t o ; y a era h o r a d e q u e le p r e s e n t a r a á m i esposo. No, por m í no hay prisa. E s t á usted para desmoronar á u n luchador romano. Siempre tan galante. E s q u e á s u l a d o n o se m e o c u r r e n m a s q u e pensamientos revolucionarios. ¡Será u s t e d j u i c i o s o ! ¡Si h e p e r d i d o el j u i c i o e n el b a l n e a r i o ! ¿A q u i é n se le o c u r r e c a s a r s e m á s q u e á u s t e d ? Soy m u y d e s g r a c i a d a . . . Mi esposo. G e r v a s i o Ripollés... De l a V a i n a . Pepito Espada. ¿ C ó m o dice q u e le va, p o l l a s t r e ? T o m a n d o las aguas á todo beber. ¿Y usted? Yo n o p u e d o c o n ellas. T i e n e el e s t ó m a g o p e r d i d o . Sí, u n e s t ó m a g o atroz. P u e s m e a l e g r o q u e n o s e a cosa m a y o r . D o n P e p i t o tenia m u c h a s g a n a s d e conocerte, pero c o m o s i e m p r e estás delicado... . C o m o d e l i c a d o , c r é a m e q u e lo s o y . Sí, y o s i e m p r e le e s t a b a d i c i e n d o á D a l i a : p e r o y t u esposo, ¿ q u é h a c e ? ¿ d ó n d e se m e t e ? P o r q u e á u s t é n o se le v e el p e l o . A m í n o m e a g r a d a salir c o n ella, p o r q u e c o m o es t a n c o n o c i d a , e s c o m i e n z a n t o d o s á d e c i r n o s : «¡Qué b u e n a pareja!» « ¡ V a l i e n t e tío c e r d o , q u é s u e r t e tiene!» E n fin, q u e n o rae va b i e n q u e d e l a n t e d e m í m e la glop e c k e n . Y s i n o , ¿á q u e á u s t é le p a r e c í a u n a broma, lo d e l m a r i d o ?


— 10 — Pep. Dalia Pep. Ger. Pep. Dalia Ger.

Pep. Ger. Dalia Ger. Dalia Pep. Ger.

Pep. Ger.

Pep. Ger. Pep. Ger. Dalia Pep. Ger.

Pep. -Ger. Dalia

Sí, u n a b r o m a p e s a d a ; p o r q u e e n c u p l e t i s tas, s o n p o c a s l a s q u e lo t i e n e n . ¿ P e r o n o se s i e n t a n u s t e d e s ? (A Gervasio.") ¿Ves q u é s i m p a t í a de criatura? (Aparte.) | Q u é f r e s c u r a d e m u j e r l ¡Sí q u e e3 c a m p e c h a n o el j o v e n l ¡Es favor, d o n G e r v a s i o ! ¿ P o r q u é n o se d i s t r a e n u s t e d e s j u g a n d o á c u a l q u i e r cosa? H o y n o m e p i d e á m í el c u e r p o m á s q u e d e g l u t i r algo c a l i e n t e , a u n q u e n o f u e r a m á s q u e u n arroz con leche á la vinagreta. Si y o estorbo... N o , j o v e n ; si es q u e n o m e d e j a é s t a c o m e r n a d a h a s t a q u e m e l l e g u e la h o r a . A.cabas d e t o m a r t e u n p o n c h e . ¿ P o n c h e yo? M i r a , n o e m b o l i q u e s á d o n Pepito. ¿ V e u s t e d q u é g e n i o t i e n e ? Por eso n o lo presento á nadie. ¡Se c o n o c e q u e a l s e ñ o r .Ripollés u o le ent r a n estas aguas! Aguas, n i n g u n a s . A m í m e da usté vino, y m e lo b e b o . P e r o m e d a u s t é a g u a . . . ¿Ve usté las a g u a s aperitivas?... L a s t e n g o aborrecidas. ¿ E s q u e le h a n h e c h o á u s t e d m a l ? Ularo. ¿ N o v e u s t é q u e u n m a d r i l e ñ o m e metió en un negocio acuático, q u e consistía e n r e c o g e r l o s d í a s d e l l u v i a t o d a él a g u a q u e caía e n el s o l a r ü e l p o l o N o r t e , e n el s o l a r d e F o m e n t o , e n el s o l a r d e l a A l m u dena?... ¿Y q u é h a c í a n con ellas? V e n d e r l a s como agua de Solares. ¿Y p e r d i e r o n el d i n e r o ? Como que desde entonces no m e puedo consolar. ¡Qué cosas tienes, Gervasio! ¡Se v e q u e es i n d u s t r i a l ! Y o s o y el p r i m e r o q u e h a d e s c u b i e r t o m i n a s d e a l g o d ó n h i d r ó f i l o e n la p r o v i n c i a d e Soria. ¿Y d a n a l g o las m i n a s d e a l g o d ó n ? Las de algodón, algo dan(Aparte.) E s m u y b r u t o , ¿ v e r d a d ?


— 11 Pep. Ger. Pep. Dalia Ger. Pep.

Ger. Dalia Ger. Dalia Pep. Ger. Dalia Pep. Ger. Pep.

-

-

(Aparte.) ¡Es m á s b i u t o t o d a v í a ! Me p a r e c e q u e esto se m e p o n e m a l o . ¿ E s t á u s t é a l g o indispuesto? ¿ V u e l v e s á t u s celos? (A Pepito.) S i t u v i e r a u s t é u n a e s p o s a c o m o a q u e s t a , ¿ q u é s e h a r í a u s t é c o n ella? H o m b r e , lo pensaría; p o r q u e con u n a m u j e r a s í , s e p u e d e n h a c e r m u c h a s cosas... É s t e Sospecha. (Aparte.) P u e s y o n o sé q u é hacerme c o n ella. P o r q u e e s t o de t e n e r m e s i n d o r m i r y s i n c o m e r . . . E s q u e eres u n Ótelo. Y t ú prefieres u n Oletito. Gervasio, ya sabes q u e no m e gusta que m e t i r e n d e la l e n g u a . N o le t i r e u s t é , d o n G e r v a s i o . P e r o si n o l e t i r o , si es ella, q u e m e e n s e m bla q u e u n d í a v a á llevar lo suyo. ¿Ve usted, Pepito? ¡Calma, s e ñ o r e s , c a l m a ! E l s e ñ o r R i p o l l é s t i e n e r a z ó n p o r u n l a d o , p e r o p o r el otro... Venga lo del otro. ¿Usté sabe d e alguno? N o , s e ñ o r ; y o n o sé más q u e lo q u e se le alc a n z a á t o d o el m u n d o . U s t e d t i e n e u n a m u j e r g u a p a , j o v e n y cupletista. L a g e n t e n o s a b e q u e u s t e d e x i s t e , y c o m o el v a r ó n de h o y n o piensa m á s q u e en la m u j e r del

prójimo... Ger. Pep. Ger. Pep.

¿Ves c ó m o r a z o n a este j o v e n ? Yo h a b l o p o r h a b l a r . ¿ Y sería usted capaz d e faltarle á u n amigo dé la niñez? S e g ú n c o m o fuese l a esposa, p o r q u e h a y algunas q u e le h a c e n tambalearse á u n

franciscano descalzo. Ger. Pep. Ger. Dalia Pep.

Ger. Dalia Pep.

¿Descalzo? Mejor desnudo. E s t o n o q u i t a p a r a q u e u s t é se r e s i g n e . . . ¿Pero q u é embólico m e h a c e d o n Pepito? l í s u n j o v e n delicioso. A u s t e d le h a t o c a d o e n s u e r t e esa s e ñ o r a ; pues h a y q u e aguantarse conque le guate á los d e m á s , ó b u s c a r s e o t r a m á s fea. R a z o n a u s t é c o m o s o l t e r o , p e r o q u i s i e r a verlo d u e ñ o d e ella. V e r í a m o s e n t o n c e s , E s t e n o haría lo q u e t ú . P o r Dio=, D a l i a ,


—. 12 — Ger. Pep. Ger.

N o d i s c u t a m o s . S i e n t o un p e s o e n l o cap, que voy á d e j a r m e c a e r e n l o Hit. Con su permiso m e retiro. Y a d i s c u t i r e m o s esto de la m u j e r s o b r e el t e r r e n o . E s t a n o c h e n o e s t o y para nada. E l g u s t o va á Ser mío.

Pep. Dalia Pep.

(Se va segunda izquierda.)

Dalia, m a n d e u s t é . Espérese usté en la .puerta q u e tengo q u e hablarle. E s t a m u j e r es t e r r i b l e . (Pepito se va primera izquierda. Sale GERVASIO.)

Dalia Ger. Dalia Ger.

Dalia Ger. Dalia Ger.

P ó n g a s e u s t é furioso. ¿Grito? Sí, h o m b r e , grite usté, y diga q u e sospecha d e ese j o v e n . ( F u e r t e ; E s l a ú l t i m a vez q u e e n e s t a c a s a e n t r a otro trincheraire c o m o e s e , q u e n o v i e n e c o n b u e n fin. E s e joven es u n caballero. M e n t i r a . E s e es un d o n J u a n T e n o r i o , y en c u a n t o lo c o j a le treneo el eoll. Infame, calumniador. Dalia, q u e me s e p a r o d e t i . ( s e acerca y la abraza.)

Dalia Ger. Dalia Ger. Dalia Ger. Dalia Pep. Dalia Pep. Dalia Pep. Dalia Pep. Dalia Pep. Dalia Pep.

S u e l t e u s t é . A p á r t e s e de mí, c a n a l l a . |OÍga, i n s u l t o s nol (Tomándolo en serio.) ' No puedo soportar esta,vida. Mañana cada u n o p o r su l a d o . P e r o a n t e s , q u e me den d e c e n a r . ¡No me p e g u e u s t é , a s e s i n o ! M a ñ a n a n o s v e r e m o s l o s s e m b l a n t e s , (se va segunda izquierda.) (A la primera izquierda.) P a s e

Usté, P e p i t o . ¿Pero se atreve usted s a b i e n d o q u e su esposo s o s p e c h a ? Se acaba d e ir á dormir. E s un cocodrilo. H a s t a m e ha pegado. U s t e d t i e n e la c u l p a . M a ñ a n a me fugo c o n el p r i m e r o q u e s a l g a . E l p r i m e r o s o y yo. ¿ P e r o u s t e d me q u i e r e ? C o n la m a y o r e n a j e n a c i ó n p o s i b l e . Cuente usted conmigo. M e h a c e u s t e d m u y feliz, D a l i a olorosa. A n t e s de q u e s a l g a el sol e s t a m o s c a m i n o d e la


— 13 — Dalia Pep. Dalia Pep. Dalia

felicidad. A d e l á n t e m e usted u n tibio beso. ¿Pero q u é h a c e u s t e d ? ¡ P o n e r m e tibio! No m e empuje al abismo. No pierda usted á u n a pobre mujer enamorada. D a l i a , esto e s u n t o r m e n t o s o r d o . Me a r d e n las sienes. A b r a usté ese balcón que necesito aire.

Pep.

R e s p i r e USted. (Abre el balcón que se halla derecha.)

Dalia

¡Qué l o c u r a h e c o m e t i d o ! M i e s p o s o q u e sale. M é t a s e u s t é e n el balcón* Yo n o h a g o papeles feos. ¡Por m í , p o r D i o s ! (Pepito se queda fuera del balcón.) V a á p a s a r u n m a l r a t o . ¿Se fué? (Sale segunda izquierda.) E s t á e n el b a l c ó n . R e p i t a m o s l a e s c e n a . A l l á voy. (Fuerte.) ¡Señora m í a l ¿Qué o c u r r e ? ¿Con q u i é n h a b l a b a u s t e d ? Con q u i e n m e d a b a la g a n a . E s q u e tengo la mosca en la oreja, y y o m a t o á ese h o m b r e , ¡Atrás, Gervasio! ^ A p a r t a , e s p o s a e n v i s i a d a . ¡Salga u s t e d , j o v e n

Pep. Dalia Ger. Dalia Ger. Dalia Ger. Dalia Ger. Dalia Ger.

s i c a l í p t i c o ! (Abre el balcón y al no ver á don Pepi-

Dalia Ger. Dalia Ger. Dalia Ger. Dalia Pura Dalia

to, vuelve asustado.) ¿Pero d ó n d e e s t á d o n P e pito? ¿Se h a b r á tirado desde u n s e g u n d o piso? H a b e r si p o r c a u s a s u y a m e e m b o l i c a n e n una causa criminal. ¡Ese h o m b r e , R i p o l l é s ! (vuelve ai balcón y no lo ve.) ¡Ese h o m b r e s e b á estrellado! ¡Todo lo v e o nebuloso! ¿ E n qué q u e d a m o s , n e b u l o s o ó e s t r e l l a d o ? B a j a r é á v e r si l o v e o . A v i s e USté al m é d i c o . (Se va primera izquierda.) Pura, Pura. (Sale segunda izquierda.) ¿Qué p a s a ? ¿ E s t á listé enferma? E n f e r m a no. E s t o y p e r d i d a ; se acaba d e suicidar d o n Pepito.

Pep.

(sale por el balcón.) T o d a v í a n o .

Dalia Pep. Dalia

Pero ¿qué h a hecho usted? A g a r r a r m e al a l e r o d e l t e j a d o . E s t a situación es insostenible;


— 14 — . P a r a o" Dalia

¿ P e r o y s u esposo? H a b a j a d o a l j a r d í n c r e í d o d e q u e se h a b í a tirado. Pep. C a l m a u n a vez. ¿Me d a u s t é p e r m i s o p a r a q u e le p e g u e á d o n G e r v a s i o u n a paliza? Dalia , J a m á s . E l n o t i e n e la c u l p a d e q u e y o n o le quiera. Pura ¡Que s u b e p o r la escaleral P e p . . ... • ¡Que s u b a ! Dalia Por m i , P e p i t o , e s c ó n d a s e u s t é e n e s t s b a ú l . Pep. Yo no m e escondo. Dalia ¡Que es m i esposol Pep. C o m o si f u e r a u n t o r o . Dalia Por nuestro amor. Pura H á g a l o u s t e d p o r la s e ñ o r i t a . Pep. ¡ A q u í m e ahogol ( s e mete.) Dalia " . Si está vacío. Pep. E s t e sacrificio es el ú l t i m o . Pura Q u e llega don Gervasio. Pep. ¡Que v e n g a ese tío! Dalia Pepito, no m e pierdas. Per. S i n o a b r e n p r o n t o , l l a m o , (cierran el baúl.) Dalia P u r a , e s t e h o m b r e es m í o . Pura Demasiado hace. Ger. . (sale.) E n el j a r d í n n o h a c a í d o . Dalia ¡Silencio! Ger. Q u e eate lío m e b u s c a u n a r u i n a . Dalia N o se a s u s t e q u e e s t á e n s a l v o . Ger. ¿ D ó n d e está? Dalia E n ese b a ú l . Ger. E s q u e n o s i g u e l a farsa. Y o m e p o n g o m u y granuloso c u a n d o m e a s u s t o . Dalia P i e r d a u s t é el m i e d o . Pura N o s e a u s t e d así. Ger. . P e r o , ¿ q u é q u i e r e u s t é c o n estos e m b ó licos? Dalia C a s a r m e c o n él. Ger. H a b e r h a b l a d o claro. D é j e m e dos m i n u t o s c o n él, y c o m o si le h u b i e r a n l e í d o l a e p í s tola. Dalia ¿Qué va usté á hacer? Ger. C a s a r l a p o r la t e l e g r a f í a s i n h i l o s . Pura No lo e c h e u s t é t o d o á r o d a r . Ger. Mientras n o te echen á ti, que rule la tángana. Dalia Señor Ripollés.


_

Ger.

Dalia Ger. Pep. Ger.

IB —

E n esto soy p e r i t o . O m e d e j a u s t e d q u e le h a g a l a s a m o n e s t a c i o n e s ó t i r o el c a r r o p o r las piedras. E n sus m a n o s confío. D e j a d m e SOlo. (Se van segunda izquierda. Abre el baúl.) I s c a p a c á fora y n o se a s u s t e . ¿ P e r o es u s t e d , s e ñ o r Ripollés? A m í m e d e b e u s t e t e s t a r a ú n e n este m u n d o , (furioso.)

Pep. Ger. Pep. Ger. Pep. Ger. Pep. Ger.

Pep. Ger. Pep. Ger.

Pep. Ger. Pep. Ger. Pep. Ger. Pep. Ger. Pep. Ger. Pep. Ger.

Muchas gracias, yo creía q u e era u n a b r o m a de Dalia. Salga, salga pronto. U s t e d n o s a b e el d o l o r q n e m e c a u s a a b a n d o n a r el m u n d o . ¿De m o d o q u e u s t é h a t r a t a d o d e e n s u c i a r , m e el h o n o r ? T a n t o c o m o eso... L e advierto q u e m e l l a m o Gervasio Ripollés d e la Vaina. P e p i t o E s p a d a , p a r a lo q u e u s t e d g u s t e . Es que en m i pueblo no h a y m á s Vainas q u e n o s o t r o s , y lo q u e u s t é a c a b a d e h a c e r conmigo no lo h u b i e r a y o i n t e n t a d o con u n Espada. Lo q u e h a c e u n E s p a d a lo s o s t i e n e . ¿Con l a v a i n a ? Y c o n e l filo. (Aparte.) L o h a t o m a d o e n s e r i o . A m í m e t e n í a u s t é q u e h a b e r vieto l a s e m a n a s a n g u i nolenta en Barcelona. E s t u v e allí. ¿Y v i o u s t é l a q u e m a d e edificios q u e se armó? Sí, s e ñ o r , y n o salí h u y e n d o d e l a q u e m a ; ¿Se fijó u s t é e n el h u m o q u e Balía p o r t o d a s partes? Sí, s e ñ o r . ¿Y h a v i s t o u s t é a l g u n a s e m a n a m á s h u m o ristica? ¡Sí, señor! ¿Dónde? E n la batalla de L e p a n t e . H o m b r e , n o sea usté, e m b u s t e r o , q u e u s t é n o h a estado en esa batalla. E n r e s u m i d a s c u e n t a s , ¿ q u é se ofrece? ' M i r e , y o estoy d e s h o n r a d o d e s d e e s t e m i s m o :


16

-

m o m e n t o . Ese baúl encubre mi honra. Si u s t é t i e n e el valor... Lo tengo. Se t r a t a d e p o c o d i n e r o , p e r o v a m o s . ¿Será usted capaz d e ofrecerme u n a cantidad? E n m í n o c a b e eso. E s a o f e n s a l a e s p e r a usté d e u n González, d e u n García, ó d e u n G u t i é r r e z , p e r o n o la e s p e r e u s t é n u n c a d e un Vaina como yo. Entonces, ¿qué quiere? D u r o es lo q u e Je p r o p o n g o . Q u e m e d e u s t é q u i n i e n t a s pesetas y m a ñ a n a m e largo p a Barcelona. ¿Solo? Solo n o ; c o n la c r i a d a d e D a l i a . E s t o y d e e s t a s a g u a s h a s t a t o c á r m e l a s c o n el d e d o . No las p u e d o tragar. ¿Y Dalia? Dalia n o p u e d e tragarme á m í . De m o d o q u e , p o r l a s q u i n i e n t a s , piro, s i n volver ojo a t r á s . ¿ L o d i c e u s t e d e n serio? Y si q u i e r e le h a g o u n r e c i b o . , S e ñ o r Ripollés, es u s t e d el h o m b r e m á s t r a table del globo. L o q u e sí l e r u e g o es q u e m e g u a r d e el s e c r e t o , p o r q u e si D a l i a s e e n t e r a . . . N i u n m o n o s í l a b o . A u s t e d l e e n t r e g o las q u i n i e n t a s y a l t r e n . (Le aa el dinero.) C r é a m e q u e e s t a a c c i ó n m e c u e s t a u n a vergoña bárbara. N a d a , h o m b r e , usted, con estas q u i n i e n t a s , se p a s a a l l á l a g r a n v i d a . Y a v e r á v o s t é q u é sane e n s e v a m e atizo, revuelta con macarrones á la norteamericana, ¿ A m i g o s ? (Dándole la mano.)

H a s t a el lejano p a n t e ó n d e familia. Cuente conmigo. E s t a s i m p a t í a d e usté m e h a c e , l l o r a r c o m o c u a n d o lloré p o r p r i m e r a vez e n m i v i d a . F u é el d í a d e l a C a n d e l a r i a . ¿ Y p o r q u é lloró u s t e d ? P o r q u e c u a n d o la C a n d e l a r i a plora, el invernó fora. E s UBted t o d o Un.filisteo. (Se va Pepito primera izquierda.)


— 17 — Ger. Pura Ger.

Dalia Ger. Dalia Ger. Dalia Ger. Pura Dalia Pura Ger. Dalia Ger.

Daíia Pep. Dalia Pep. Dalia Pep. Dalia Pep. Dalia Pep. Dalia Pep. Dalia Pep.

¿Me h a b r á i n s u l t a d o ? (segunda izquierda.) ¿ Q u é h a h e c h o u s t e d ? S a c a r l e q u i n i e n t a s p e s e t a s . M a ñ a n a , en el primer tren, salimos facturados. Despídete de Dalia. (segunda izquierda) ¿ Q u é h a h e c h o u s t e d , so sinvergüenza? No escomencemos á bromear. E s o es u n a estafa. N o c u e n t e c o n l a s m i l pesetas mías. ¿ Y u s t é n o m e estafa á m í ? ¿Qué h a b r á dicho Pepito? Q u e le c o b r o m u y b a r a t o . S e ñ o r i t a , y o m e m a r c h o c o n el s e ñ o r R i p o llés á B a r c e l o n a . ¿ P e r o q u é t e g u s t a d e este h o m b r e ? |Ay, señorita, la pera! E s q u e h a y q u e v e r lo b i e n q u e m e las h a g o . P o r algo h e s i d o p e l u q u e r o d e t e a t r o . Me d e j á i s sola, c u a n d o m á s n e c e s i t o el c o n sejo d e b u e n a c o m p a ñ í a . ¿ Q u é h a g o y o si se escama Pepito? U n a vez e s c a m a d o lo e s c a b e c h a . Y o v o y á v e r si t r a g e l o a l g o , p o r q u e e s t o y c o m o p a r a p e r d e r el p u l s o . (Se va primera.) Me d e j a n sola, Dios m í o . (pura, segunda se va.) E s t o y y o c o n u s t e d . A g á r r e s e á m í , p a r a recibir u n a s o r p r e s a . P e r o , ¿es q u e u s t e d n o m e q u i e r e ? M á s q u e a n t e s . S u esposo es d e u n a f r i a l d a d q u e l e p a r a el reloj á u u c a n ó n i g o . Y a sé q u e le h a p e d i d o á u s t é q u i n i e n t a s pesetas. Ese dinero n o m e duele. ¿ l ' e r o le sigo g u s t a n d o ? A mí me gusta usted viuda inclusive. Pero c o m o u s t e d es c a s a d a , ¿ q u é h a b í a d e d e c i r sino q u e m e g u s t a n las casadas? Pues, amigo, agárrese usté para no desma^ y a r s e . ¡Yo soy s o l t e r a ! E n t o n c e s , el s e ñ o r c a t a l á n . . . N o es n a d a m í o . ¡Dalia d e m i s a n g r e ! Que ha perdido usté quinientas pesetas. P u e s a g á r r e s e u s t é o t r a vez. L a s q u i n i e n t a s pesetas son cinco anuncios.


— 18 — Dalia Pura Dalia

No comprendo. ]Señorital (saie Begund» izquierda.) Al s e ñ o r R i pollés le p a s a algo a h í abajo. ¡ E s e h o m b r e e s t á loco! (Entra DON GERVASIO primera izquierda, sin pantalones ni chaquet, solo con el chaleco y el sombrero. Viene como loco.)

Ger. Pep. Ger. Pep. Ger. Dalia Ger.

Pep. Ger.

E s t o q u e se acaba' d e h a c e r c o n m i g o n o e s h u m a n o , yo necesito venganza. Señor Ripollés. Por m i s v e n a s corre la sangre de m i paisan o P r i m , p e r o n o la d e p r i m o . Don Gervasio, dos p a l a b r a s . N o e s c u c h o á n a d i e . Yo soy m á s ñ a m e n c o q u e l a P u e i t a d e A l c a l á y d e a q u í n o sale n a d i e vivo. ¡Ante todo, decencia! Q u é d e c e n c i a n i q u é r o p a i n t e r i o r , si e n c u a n t o m e h a n visto los d e p e n d i e n t e s del médico m e h a n quitado las p r e n d a s . T o d o se a r r e g l a r á . E s q u e esto d e d a r m e á m í c i n c o a n u n c i o s d e l p e t r ó l e o G a l , p a r a q u e c r e z c a el c a b e l l o , es m u c h a t o m a d u r a d e í d e m , (se quita el sombrero y se queda calvo.)

Pep.

Ger. Pep. Ger.

Pep. Ger.

¿Se c o n t e n t a u s t e d con d e s b i l l e t e s d e cien p e s e t a s y p a g a r l e e n c i m a el g a s t o d e esta n o c h e en el b a l n e a r i o ? ¿ P e r o b i l l e t e s de v e r d a d ? ¡Sí, h o m b r e , d e c i e n p e s e t a s ! M e a m o l d ó , y h a s t a si u s t é m e l o p e r m i t e , h a r é el sacrificio d e a c o s t a r m e c o n P u r a , p a r a a h o r r a r l e l a p e s e t a d e la c a m a . G o m ó q u e P u r a es d e l a s q u e f u m a n e n pipa. Q u e c u e n t e con u n b u e n p u r o . ¿ T i e n e u s t é un cigarro . A h í v a eso. Y t o d o esto lo h a b r á u s t e d h e c h o p o r q u e n o tiene con q u é encender. E s verdat, que m e den lumbre. Si te d i s t r a j o el j u g u e t e , y nos quieres perdonar. C u e n t a con las s i m p a t í a s d e u n a m i g o c a t a l á n . (Telón.) 9

Pep. Dalia Ger. Dalia Ger.


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6

15


PROLOGO A

LA S E G U N D A

EDICIÓN

Por los años medios del siglo XVlf, y cuando eran t a n leídas y estimadas las novelas Universidad de Amor y Escuela de interés, de Antolínez d e Piedrab u e n a (Bí-nito Ruiz), publicada el año 1 6 3 6 , y El Diablo Cojudo, de Luis Vélez d e Guevara, el a ñ o 1 6 4 1 , escribió Marcos García, cirujano de esta corte, La Flema de Pedro Hernández, que se publicó el año 1657. E s t a obra es una más de las visiones sugeridas p o r las obras de Q u e v e d o , a las que siguieron El Diablo Cojuelo, Universidad de Amor, Hospital de Incmaíles, d e Polo de Medina; El no importa de España, d e Francisco Santos; Visiones y visitas, de T o r r e s V i llarroel, y o t r a s . T o d a s estas obr¿s siguen la senda trazada por Q u e 'vedo en Los sueños, t o m a n d o el m o d o y el estilo. Comienza Q u e v e d o su sueño primero: «Los sueños, dice H o m e r o , que son de Júpiter y q u e é! los envía; y en otro lugar, que se han de creer; es así cuando t o can a cosas importantes y piadosas, o los sueñan reyes y grandes señores, como se colige del doctísimo y admirable Propercio en estos versos: I'lec tu sperme piis venienüa sonmia portis; Cum pia, venerunt somnia pondus habent.


IV

Dígolo a propósito, que tengo por caído del cielou n o , que y o tuve en estas noches pasadas, h a b i e n d o cerrado los ojos con el libro del b e a t o Hipó'ito, d e la fin del m u n d o y venida de Cristo; lo cual fué c a u s a d e soñar que veía el juicio final. Y a u n q u e en casa d e u n poeta es cosa dificultosa creer que h a y a juicio, a u n q u e por sueños, le h u b o en mí por la razón q u e d a Claudino en la prefación al libro segundo del R a p t o , diciendo que todos los animales sueñan de noche c o m o sombras de lo que trataron de día. Y PetronioA r b i t r o dice: Et canis in somnis leporis vestigia

lairat.

Y hablando d e los jueces: Et pavidus

cerno inclusum corde

tribunal.

Parecíame, pues, que veía un mancebo, que d i s c u rriendo por el aire daba voz d e su aliento a una trompeta, afeando cou su fuerza en parte su h e r m o s u r a . Halló el son obediencia en los mármoles, y oído en les muertos: y así al punto comenzó a moverse toda, la tierra, y a dar licencia a los huesos, que a n d a b a n y a unos en busca de otros. Y pasando tiempo, a u n q u e fué breve, vi a los que habían sido soldados y capitanes levantarse de los sepulcros con ira, juzgan • dola por seña d e guerra: a los avarientos con ansias y congojas, recelando algún rebato, y los dados a vanid a d y gula, con ser áspero el son, lo tuvieron por cosa d e sarao o caza.» Y a continuación voy a copiar las primeras líneas d e los libros citados, comenzando p o r El Diablo Co° juelo: «Daban en Madrid, por los fines de Julio, las o n c e en p u n t o , hora m e n g u a d a para las calles, y por faltar la luna, jurisdicción y término redondo de t o d o r e q u i e b r o lechuzo y p a t a r a t a de la m u e r t e .


V

El prado d e San Jerónimo b o q u e a b a coches en la última jornada de su paseo, y en los baños d e M a n zanares, los A d a n e s y las E v a s de la Corte, fregados m á s en la arena que limpios del agua, decían el ite rio est, cuando don Cleofás L e a n d r o Pérez Zambullo, •caballero huracán y encrucijada de apellidos...» Hospital de Incutables: « H a dudo vuesa merced, señor F u l a n o d e T a l , en estar terrible con este servidor suyo: apenas m e puse a escribir este discurso en sueño, cuanto dijo vuesa merced contra el sueño y la soltura, y con tan g r a n des voces que no me dejaba pegar los ojos, diciendo m u y engreído: N o vale, q u e es imitación d e don Francisco d e Q u e v e d o . ¿Parécele a vuesa merced q u e m e h e de morir por eso? P u e s señor mío de mi corazón, no me pasa por el pensamiento; antes quiero advierta que lo mesmo que vuesa merced me riñe p o r injuria, So tengo y o por aplauso.» El no importa de España: «Una porfiada mariposilla, que procurando su m u e r t e galanteaba a su matador, y entre torneos, p a seos y escaramuzas, a un tiempo murieron, ella a la luz d e un candil, y la luz bajo el pabellón de sus alas. A esta pobre luz, compuesta de una torcida y alentad a d e un poco d e aceite, leyendo me hallaba una n o c h e los desaciertos del hombre, cuando falto d e la ^compañía clara, que me dejaba conocer los caracteres, movía la lengua contra el agresor, creyéndole batallar medio q u e m a d a s Jas alas, y dije: N o i m p o r t a q u e castigado q u e d e tu atrevimiento, si m e has quit a d o la mitad de la vida, pues sin luz será fuerza dar «1 cuerpo a la tarea de morir, o ensayo del espirar, y doblando el libro me pareció que oía una delicada v o z , q u e bien entendida dijo...» Universidad de Amot: «En mucha obligación le estoy al sueño, pues en él


VI

h e hallado mi soltura, donde otros mil engaños, a u n q u e breves desengaños yo, que serán inmortales. Desvelado me tuvo una noche de estas de Diciembre h a s t a la mitad de su curso un pensamieuto, que confiscando mi inquietud, e m b a r g ó mis sentidos de suert e que negándose a sus propias operaciones, se vieron forzados, sin serlo, a tomar el remo para a y u d a r a salir a tierra el esquife de la razón, que entre mil olas de pensamientos zozobraba. Los que ahora c a u saban esta borrasca en el mar azul de mis celos fueron los de una dama, que más debió de ser d a m o , c u y o apetito fué de materia prima, que haciéndome cadáver de su amor introdujo en mi lugar otra forma,, que es la que nhora vive.> Visiones y visitas: «A la héctica llama de un viudo candil, que aunq u e es un mocoso ha días que padece achaques d e caduco, destilaciones y gota, males yiejos en candil de astrólogo, que como estudia a luz más derecha tiene mal cuidada la torcida, estuve anoche aguantando la mecho, y enojando a los párpados, que los quiero sobre las niñas de mis ojos, por brujulear las dicciones de un curioso libro que ha meses q u e le d o y mi lado porque m e despierta el sueño; y p o r m á s que porfiaba a vencer con mi atención ¡os asperezos c e la mugrienta luz, p u d o más su flaqueza q u e mi constancia, pues en la palidez de sus congojas se desmayaron antes mis pestañas; con que enferma la. vista, se me quedó difunto el miramiento. C a n s a d o , pues, y aun medroso, p o r q u e entre bostezos d e viviente y boqueadas de agonizante, m á s susto m e d a b a que luces; por no levantarme de la cama a atizarlo (que no es candil el mío que se pueda hacercera y pábilo de él) y lo principal, porque no me atisb a s e la camisa un c o m p a ñ e r o que se acuesta en m i cuarto, arrirr.é el papel a u n a silla en d o n d e d e s e a n -


VII

san mis vestidos, y cogiendo una calceta que se columpiaba en uno de sus brazos, tiré dos azotes al aire, para que acabase d e un soplo vida que propiamente es humo; mas como guió el golpe mi ceguedad (mal presumida la distancia) del primer calcetazo le prendí ¡as narices al candil, y en el suelo acabó d e vomitar t o d a la asquerosa herrina, y quedó tan sentido del porrazo, que después q u e amaneció en mi posada le vi moquear por todas sus coyunturas. l i r a d o s todos, el libro en la silla, el candil por tierra, y yo en mi catre, enrosqué los lomos, di dos suspiros a! aire y eché d e golpe la cabeza en la almohada, y al caer se enterraron la mitad de las facciones h a s t a medias narices; y como el dibujo de las ancas, musios y suras se distinguía sobre la manta, q u e d é un medio perfil metamorfosis entre galgo y astrólogo, que si m e hubiera visto se horrorizara un San Antón. Sin susto de cosa d e esta vida llamé al sueño, y en el breve espacio de si viene o no viene me pintaba la consideración d e postrado (¡válgame Dios, qué acuerdo tan naturall) las parecidas imágenes de cama y sepultura, m u e r t e y sueño.» La Flema de Pedro Hernández es una feliz continuación d e Los sueños de Quevedo, como veremos Dor un juicio que le dedica a esta bella novela F r a n k W a d l e i g h Chandler, en su estudio La novela picaresca en España, traducido del inglés por Martín Robles: «Relacionado con estas sátiras alegóricas, y m o d e lado directamente sobre Los sueños, está el libro titulado La Flema de Pedro Hernández, impreso en Madrid en 1 6 5 7 y debido a la pluma de Marcos García, cirujano en esta capital. E n una visión que sobreviene al lector leyendo a Quevedo, maestro grande sin imitación, y discreto sin lisonja, ve soldados, estudiantes y médicos, gentes de todas clases, atrepellándose confusamente para abrirse paso en el m u n d o ,


VIII

sin dejar, en su afán, de recurrir a la estafa y al engaño, mal contentos con c a m i n a r i e n t a m e n t e y sin peligro p o r el camino q u e conduce al éxito. » Él mitólogo Pedro Hernández, figura proverbial española, conocido por su cachaza, es motejado por t o d o s aquellos precipitados pretendientes al aspirante poético, porque suele decir q u e pura prosperar en cualquier cosa es menester invertir diez años en e s tudiarla. »Así es q u e usan el estribillo: «A Pedro Hernán»dez con esta flema, y o espero ser poeta en un instante.» »E1 enamorado que h a estado esperando u n a s e m a n a para ver a su amada, exclama: « F u e g o d e » D Í O Í con esta flema y con quien quiera q u e la ini¡ ventó.» »Así. al satirizar la poca paciencia d e la gente e s pañola, y las trampas y embustes a q u e , como consecuencia d e ello se recurre en cada profesión, pasab a revista García a la sociedad, produciendo frecuentemente escenas de la novela picaresca.» Marcos García escribió su discurso político, q u e n o es otra cosa que una novela picaresca, t o m a n d o por modelo ia vida de sus contemporáneos. Dice F e r n á n d e z de Navarrete, en su Bosquejo histórico sobre la novela española (Autores españoles): «Llórente, hablando de la composición del Sigio Pitagórico, de A n t o n i o Enríquez Gómez; d e Don Razmundo el Entrete7iido, c o m p u e s t o por Diego d e T o bar y Valderrama, y del Teatro del hombre, el hombre, o vida del Conde Martirio, de D . Juan d e Zabaleta, dice q u e estas tres obras se escribieron con o b jeto de amortiguar el gusto nacional a las novelas picarescas y dar a la fábula una dirección hacia objetos m á s elevados. L a s dos últimas puede ser; pero respecto a la primera no sé en q u é pueda fundarse. A ñ a -


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d e en seguida que Marcos García, en vista de los partidos que había, ya en favor d e la u n a clase d e novelas, y a en pro de la otra, tuvo la h u m o r a d a d e reírse d e éstos y aquéllos, escribiendo en 1 6 5 7 el discurso que puso por título La Flema de Pedro Hernández. E s t a bella y graciosa novela, con Soledades de Aurelia, que es mucho m á s elevada en el estilo, y d e una ternura honda en el fondo, sólo c o m p a r a b l e a Cárcel de amor, a u m e n t a la Biblioteca de Autores célebres, d o n d e figuran las más ingeniosas producciones literarias españolas.

Luis

Madrid, 13 noviembre 1 9 1 S .

ESTESO.



EPISTULA D E L AUTOR, A L DOCTOR DON FRANCISCO D E L O B E R A

Para dar a Ja luz común esta breve obrilla, m e parece acertado que v. m. la vea, que aunque es verdadque ha de papar por otras dos censuras, aquellas las temo, y esta la deseo, r.orque roe dirá con cariño y sin embarazo su sentimiento, y yo podré e n m e n d a r m e sin ruido. Esta desconfianza es hija de mi modestia; q u i siera que este humilde hijuelo volara felizmente; y así, imitando al ave Revea, le pongo a los resplandores de B U ingenio, y si de este examen sale bi>.-n, podrá sin riesgo passr a los que le faltan. Sol es su grande capacidad de v. m. y Bol sin nublado, ni eclipse, no tiene delante las manchas de la lisonja, ni la niebla de la adulación, y así descifrará, los defectos sin tibieza. No hace la experiencia de sus polluelos la imperial m o n t a raz en día nublado, ni en Astros inferiores, que lucen entre las sombras, porque elias cubren, y no avisan las fealdades; los que hacen esto, más quieren que los disimulen que los coi rijan. Tenga paciencia, y pase por esta proligidad, que ia amistad todo lo sufre, y apercíbase, si acaso le levantaren algún testimonio, como IK, vez pasada para enojarle muy bien con quien no le c u noce, y crea que le embaraza en cot-as tan humildes, sobrándole ingenio y letras para escribir doctrinas más elevadas, y es mucho, que siendo tan conocido su talento por haberle oído predicar innumerables veces, y algunas de repente, con pasmo y admiración de los oyentes, se persuadan a esta boberia. Una y otra razón pudiera servirles-de piedra en la boca que les embarazara los graznidos y les disimulara la envidia; p?ro a u n q u e tienen este riesgo, no sabrán imitar a la cigüeña; ella


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LA

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coge la piedra al pie del monte Tauro, ds astuta; pero ellos ejercitan el pico da maliciosos; yo no hago queja, ni v. m. la debe hacer, puesto que le suena bien m i aplauso, y si degradan t-u opinión, autorizan mi crédito: así se lo pienso decir al Lector en su Epístola a su tiempo. Espero la respuesta, y deseo a sus muchas partes premios y a su salud aumentos, etc. Amigo de v. m., q. s. m. b., Lic.

MARCOS GARCÍA

E L DOCTOR DON FRANCISCO D E LOBERA, A L AUTOR EPÍSTOLA

Bien pudiera v. m. haber excusado el honrarme tanto en la suya, pues sólo con enviarme desnudamente su tratado me dejaba m u y favorecido, pues no sólo es alivio del ánimo cuidadoso, Pino enseñanza del mejor ingenio, que en él puede aprender fácilmente a regalar sus acciones, de modo que se empiecen con acuerdo, se prosigan con seguridad, y con felicidad se consigan. Y. m. fué siempre tan ingenioso, que aun cuando por su poca edad pudiera ser discípulo, ya era maestro de muchos en su facultad, y los mayores maestros de Madrid le admiraron varias veces en actos públicos, y repetidas conclusiones, con tal destreza sustentadas que j u s t a m e n t e fundaron entonces la esperanza de la profesión que gozamos hoy. Y no me admiro, porque como sé la verdad por nuestra m u y continua y antigua amistad, puedo decir que es v. m. uno de aquellos del n a t u r a l tan feliz, que encarecen los sabios, que cuando tuvo


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PEDRO

HERNÁNDEZ

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uso de razón, más parece que repasó lo que sabía d i s putando, que supo lo quo ignoraba, aprendiendo. Uno de estos ingenios raros fué San Agustín, a quien por eso llamaron Antod id Actus, que así sa llaman los do esta clase. Bien ¡é que me desempeñó m u y presto da este que parees encarecimiento la insigne obra, sobre toda la Cirugía, que tiene ya para dar a la luz y utilidad común, donde tendrán bien que estimar y admirar los que saben, en el ínterin tendremos este tratado, donde me parece que está muy bien templado lo g a s toso con lo provechoso, por quien parece que dijo Horacio: Omne tulit punctum, qui miscuit utíle dulcí Lectorem de lectando pariterque movendo. Bien sé que habrá algunos, que no teniendo flema para leerle, tendrán cólera para censurarle, achaque antiguo conque nacieron, no ios libros, sino los d i c t á menes de cada uno, que, o porque piensa que puede más se desvanece, o porque conoce que no p*<ede tanto se irrita, mas ya se sabe la cura de e-ta enfermedad, que es despreciar a quien la padece, pues nunca se espera que pueda mejorar. Entre los cortesanos de R o m a anduvo tan válida, que hasta los niños la padecían, y por eso dijo Marcial: Etpueri nasum Bhinocerontis habent;a mí me hacen mucha merced kw que piensan que obras mías salen con título de v. m. pues con esto sólo p u e d e n calificarse, aunque creó que es porque las m i ran con ceño. E n la presento no hay este peligro, porque como toda es tan plausible, nada tendrán en ella que atribuirme, sino todo el afecto de celebrarla, y me holgara de poderles dar a entender cuánto riño yo con su modestia de v. m . sobre que no encarcele su talento (en que siempre le he hallado más fiscal que parte), pues es tan lucido y grande, que en todas materias puede correr seguro, y si por esta verdad alguno se estremeciere,., compóngase con el epigrama 61 del lib. sexto:


LA.

FLEMA

Lauclat, o.mat, caniat, nostros mea Boma libellos. Meque; sinus omnis, me manas omnis liabet: JEcce ruber quídam, pMer, stupet, escitat, odit. Hoc voló: nunc nóbis, carmina riostra placent. Guarde Dios a v. m. con los aumentos que merece, etc. Amigo de v. ni. q. s. m. b., D.

FRANCISCO D E

LOBSRA

Aprobación del Reverendísimo Paáee Fray Plácido de Agííííar, Predicador de Stí Majestad, áú Orden de Maestra Señora de la Merced Gallada de Madrid. Mándame dar mi censura el Sr. Doctor D. Pedro Fernández de Parga y Garoso, Canónigo de la Santa 'Iglesia de Santiago, y Vicario general de esta villa de Madrid y su partido, de un libro intitulado La flema de Pedro Hernández, su autor el Licenciado Marcos García, y aunque es verdad que viendo el título, presumí que no era remisión parn un hombre de mi ocupación, ni el libro m u y necesario para la estampa, porqueTos que son solamente de chiste a u m e n t a n la ociosidad y ayudan poco o nada para la enseñanza; por la buena opi.nión que tengo años ha del juicio de su Autor, y de sus buenas letras, le leí con atención, conociendo que tenía más sustancia lo interior que lo exterior del sobrescrito; es libro que puede correr parejas con el que más provechosamente enseña. Está l L n o de moralidades desengañadas, de avisos cuerdos, de documentos advertidos, es u n sueño que despierta a los dormidos


DE

PEDRO

HERNÁNDEZ

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para que despiertos conozcan que todo es sueño. Propone de la sueite que se enferma en la culpa, y receta la medicina coi;que se h a de sanar en la enmienda. Advierte cómo se despena el que camina ciego en su presunción y enciende la luz conque vuelva a ver las tinieblas de sus yerros. Discurre por todos los estados enseñando cómo se h a de vivir ea todos par;! conseguir el acierto. Finalmente, no tiene C03a que disuene a la verdad de nuestra Fe Católica, ni que contradiga a la sinceridad de las buenas costumbres, antes muchas verdades provechosas, qu;' enseñan a conocer lo cauteloso de las mentiras. Así lo siento, y que merece la licencia que para imprimirle pide su Autor: En el Convento de Nuestra Señora de la Merced, Redención de Cautivos, de esta villa J e Madrid, a 28 de Mayo de 1656. F S A Y PLÁCIDO DS AGUILAR

Aprobación úe D.

LÍÍÍS

M.

de Uíloa Pesreyra

P. S.

Por m a n d a d o de V. A. b.3 visto u n libro intitulado La flema de Pedro Hernández que escribió el Licenciado Marcos García. De estos avisos, que los Italianos llam a n Kaguallos, fué gran artífice D. Francisco de Quevedo, y haberle seguido sin quedar inferior es la mayor alabanza de este intento. Nada es dificultoso para u n ingenio grande, y el de este Autor es tan conocido por sus estudios y grandes noticias de todas letras, que no necesita de que yo le encarezca, y si por esto, y por la eminencia con que ejercita su profesión no tiene todos los aumentos que merece, no es queja sólo suya, acompáñanla muchos doctos y discretos, que sin duda debe de ser gran prelacia la del entendimiento, pues


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LA

FLEMA

tantas pensiones carga la fortuna sobre él. E n todo el discurso nada hay que contradiga a la Religión y b u e nas costumbres: antes mucha doctrina moral envuelta en estilo elegante y agudezas ingeniosas, y por todo será m u y útil para los que le leyeren, y merece la licencia que suplica. En Madrid, a 4 de J u n i o de 1656. DON

SUMA

DEL

LUIS DE ULLOA

PEREYRA

PRIVILEGIO

l i e n e despachado privilegio el Licenciado Marcos García para imprimir un libro que ba compuesto que se intitula La flema de Pedro Fernández por tiempo de diez años, su fecha 19 de Junio de 1656, como más largamente consta ante Martín de Villela, Secretario del Rey nuestro señor. SUMA DE LA TASA

Tasaron los señorea del Consejo este libro, intitulado La flema de Pedro Hernández, a cuatro maravedís cadapliego, y a este precio mandaron se venda en papel. Y para que conste doy la presente en Madrid a diecisiete de Julio de 1656 años. DON

DIEGO D E CAÑIZARES Y

FE DEL

ARTEAGA

CORRECTOR

Este libro intitulado La flema de Pedro Hernández corresponde con su original. Madrid, doce de J u n i o d e 1656. Lic.

D. GARLOS MURCIA

D E LA

LLANA


DE

PEDRO

HERNÁNDEZ

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AL LECTOR Eres tan vario que por poco no te llamo camaleón, animalejo inconstante en la variedad de los colores conque se viste, bien que si le imitaras no m e dieran cuidado tus accidentes, porque sólo fueran manchas de la exterioridad; en el alma las tienes, y asi es fuerza que me den más horror; per esta causa te dividiré antes que te invoque, ya que ha llegado a tan miserable estado el ingenio, que t e a e más el diente del ignorante que agradece el aplauso del discreto. Si eres docto sabrás enmendarme, lastimándote de lo que dejo de decir. Si incapaz, no alcanzarás la verdad de mis argumentos; si necio, de todo dirás mal; si presumido, de lo máB harás asco; si vano, lo atrepellarás; si envidioso, lo despedazaras; si enemigo sabio, la mayor fineza será no darte por entendido. Y finalmente, si eres necio dirás lo que sueles y de mí has dicho que ahora te lo acordaré. Por esta razón ten entendido que entre todas estas especies hablo sólo contigo, lector envidioso e ignorante, contigo es mi sesión, escucha en tanto que ciñe la coscoja, víbora del crédito huma.no, que a costa de tu s e r t e despedazas, a costa de tu carne te alimentas, a costa de tu hermosura te desfiguras, tú que ni en los labios te templas, ni en la lengua descansas, ni en las manos te reportas, ni en los ojos te aplacas, porque mirando, tocando, respirando y hablando, hieres. E s cucha y verás de qué te sirven esas diferencias de venenos que derramas. Los primeros pasos que di en mi ciencia pararon en hacer dos veces conclusiones, cuyas cuestiones se las prohijaste al Doctor J u a n de Hoyos y Montoya, que hoy es dignísimamente Médico de Cámara de las dos Majestades, que Dios guarde, y duró el crédito de esta cizaña hasta que las defendí, y desvanecí esta opinión en la palestra, que es el crisol de la verdad. De allí a pocos días por un tema que se ofreció di a la estampa u n librillo, que intitulé honor de la medicina y aplauso de la Cirugía Castellana, y siendo la 2


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materia tan distinta del pulpito, aseguraste con grande esfuerzo que era del Reverendísimo P. M. Fr. Francisco Boil, Predicador entonces de S. M. Pocos días ha que imprimí otro papelillo, que también quisiste que fuera del Doctor D. Francisco de Lobera, insigne Orador Evangélico, y la razón en que te has fundado es en que todos son y han sido mis a m i gos, y personas de ingenio, talento y sabiduría: en esto acertaste, pero no en lo primero ni en lo principal, porque queriendo deslucirme, me aplaudiste, y fué mucho en tu condición, que por ajar el crédito de uno confesaras los méritos de tres. Nunca pensé yo que la cortedad de mi ingenio pudiera competir luz con los m a y o res Planetas, y tú le has acreditado, y el miedo reverente de mi temor le bas hecho virtuoso aliento de m i osadía, y así de donde tú creíste sacar escarnio, saqué yo triunfo, y con lo que pensaste acobardarme, me estimulaste; en esta breve obrilla puedes proceder en la misma manera, que yo por todas estas razones no cumplo con el prólogo, porque no hay razón para tj, negándote el argumento de este discurso, que será infructuoso decirte que tira a moderar la desordenada priesa de los necios, con ejemplo de la templanza de los discretos; si te enojares, grita y muerde, que por ello n o m e he de irritar, antes debo hacer agradecimiento y n o querella de tus voces, que en la opinión de quien te oye serán como las obras de Archiloco, que por maldicientes las echaron los Lacedemonios de la ciudad porque ninguno las leyera, y que mayor venganza que r e chazarte las palabras quien te las entiende, presto tendrás blanco dilatado en que emplear tus saetas, si antes no te bas quedado en I03 huesos y has pasado de cadáver a esqueleto.


DE

PEDRO

HERNÁNDEZ

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DEDICATORIA A Agustín Jiménez, Tesorero de la Capilla Real y de gastos de Justicia del Consejo Supremo de Castilla La dedicación de los libros, es según la inclinación de su autor; unos los ofrecen a reyes, otros a príncipes, otros a sus amigos, y algunos a la3 imágenes de su devoción. Estos siempre lo aciertan, pero é n t r e l a s demás diferencias de afecto, alabo el de aquellos que dedicaron con propiedad, porque hacer dueños de las obras a los que no les ajusta el argumento, es darlas padres extraños y hacerlas a ellas hijas bastardas; porque, ¿qué mayor diformidad puede haber que libro que trata de virtud ofrecérsele a u n escandaloso, y el de letras a u n ignorante, y el de milicia a un religioso? Huyendo yo, amigo y señor, de incurrir en esto último, y eligiendo, a m i ver, lo mejor de lo primero, imito a los que dedicaron sus obras a sus amigos. Esta es la devoción sin sospecha, el valimiento sin lisonja, la ofrenda sin vanidad, y el rendimiento sin cautela. A v. m. ofrezco esta breve obrilla, aunque pequeña en el cuerpo, grande en el alma. Perdone, que esta no es confianza, sino estimación, que fuera m u y humilde la ofrenda, si mirada por algún lado no tuviera valor, viénela también el protector, que a ninguna luz disuena, porque v. m. ha ejercitado con magisterio lo mismo •que yo aconsejo, pue3 ha sabido con su apacibilidad tener amigos, con su verdad crédito, con su p u n t u a l i dad negocios, y con su perseverancia comodidad; prendas, que todas juntas, le hacen bien quisto, que es el mayor caudal de los cortesanos, y lo que más es, que siendo su ocupación con tantos y tan diversos, a ninguno tiene quejoso, maña que la puede envidiar el m á s letrado; testigo soy de haberle visto en su despacho algunas veces moderar a muchos, que destempladamente pedían sin razón y con priesa, los cuales corrigió coa modestia y venció con razón. Esto es todo lo que puede


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hacer el hombre más sabio, porque no hay más que saber que dejar contento al quejoso negándole lo que pide. Creo es m u y de su genio la doctrina, y si por mí n o merece buena acogida, no peligrará en ser m u y de su gusto siquiera por lo que tiene de Hernández. Con este seguro quedo contento, deseando a v . m. y a toda su. familia salud con muchas felicidades, etc. De v. m. q. s. m. b., L¡c.

MARCOS GARCÍA.


fa flema k pe9ro fCenándiz

DISCURSO MOTíAL Y POLÍTICO Aquél descanso ladrón de la vida, que tiene su d u ración en apocarla, pues cuanto él es más, ella es m e nos. Aquel hijo del ocio, suspensión de las potencias, embargo de los sentidos y prisión del entendimiento; aquel que vestido de diferentes trajes en el teatro de la muerte representa, a unos lo que son, a otros lo que serán, y a los más lo que quieren ser. El sueño, en fin me ejecutaba con violencia a tiempo que acabé de leer la Visita de los chistes; discurso de nuestro grande sin imitación y discreto sin lisonja don Francisco de Quevedo, donde palió con los donaires las sentencias, y predicó de gracia las burlas más veras que nudo intim a r la severidad; a la música de aquellas cláusulas, a la dulzura de aquellas voces, a la verdad de aquellos conceptos, me adormecí, dando y tomando, sobre n o haber hallado en aquella visita la flema de Pedro Hernández, ni a él, y pareciéndome que habia sido descuido. Batallaba con si hizo bien, no hizo bien, hasta que de todo punto tocaron a silencio; dormime, y en esto, ya no lo pude errar, pues le imité; si lo hice en lo q u e soñé, sera seguro el aplauso, y si no, di que tenía m o dorra; dormido, en fin, m e pareció que m e hallaba en u n campo estéril, lleno de abrojos y pedernales, donde


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apenas podia dfr paso sin riesgo; caminé una vereda angosta y menos áspera, hasta que descubrí el bulto de u n hombre bien dispuesto, iba a buen paso, y cuando le tuve cerca se me desapareció, volví de allí a poco a descubrirle, y en llegando hizo lo mismo, tantas veces cuantas bastaron a cansarme; aguardo entonces, descifré su persona y era, si no me engañó la vista, gentilhombre, si bien macilento y algo flaco, galanamente vestido, limpio y sin afectación, pulido y sin melindre, su edad mediana, su estilo templado, su conversación apacible, todo lo sabía, nada me preguntó, a cuanto le dije m e respondió, y de unas en otras palabras me dio a entender que era el cuidado del hombre; el primer discurso que le oí fué éste: Licenciado o bachiller, o todo junto, dormido y desvelado te oigo tantas dudas, como si no hubieras vivido en el m u n d o , y la causa es que los de allá después de larga carrera morís ignorantes; preguntado me has ocom despierto, y yo te quiero satisfacer como si me oyeras con todos tus sentidos. Yo soy el cuidado a quien los continuos desvelos apenas dan lugar de dormir: esto me tiene macilento, pero acomcdado,quelos que viven como yo, no pueden engordar; estos campos, que apenas con la vista registras sus extremos, son míos; no llevan más apacibles flores que espinas, ni más mullida arena que guijarros, porque no m e hallo en las delicias; nací desacomodado, hijo del ocio y de la culpa, que a no tener estos padres, vosotros vinierais en paz, y sin mi, el descuido de un precepto, dio cuidado a todo el género humano, y aun. al mismo Dios; en estos campos vivo seguro de no perder lo que Eoy, y « s í s e m e luce, porque todo m e sobra, al revés de los del siglo, que por parecer otra cosa de lo que son, pierden su ser y se hacen disformes, sin conocer que con el traje ajeno se desfiguran; tienen poco y esto hace tener en menos a quien lo tiene; ya ves, prosiguióseñalándome un hermoso edificio junto al cual nos hallamos de repente, esta casería que apuesta duraciones a la m á s robusta peña, pues es dilatado albergue de m i


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familia, que ahora verás; tocó la puerta, abrióse y después de haber pasado un espacioso zaguán, llegamos a una estancia florida, donde en diversas calles se repartían algunos cuartos. Dimos vuelta a todo, y él volvió a darme noticia diciendo: Esta primera posada es del desvelo, hermano mío, aquélla de la opinión, ésta más levantada, de la honra, la última, que está cercada de aquellos cuatro laureles que la coronan, de la fama; personas que viven conmigo y sin m í no se hallan: dejóse otra división que estaba a u n lado sin nombrar, pedíle me dijese quién la ocupaba, a lo cual respondió que a su tiempo; mandóme sentar junto a una fuente, hícelo y prosiguió: Ya me parece que te oigo preguntar, cómo habiéndote yo dicho que vive entre espinas y piedras, tengo este retiro tan deleitoso; pues sabe, por si lo dudas, que allí vivo para ejercitarme, y aquí para descansar, también tengo mi rato de ocio, pero templado, que a no ser esto acabaría m u y presto; demás que estas posadas que aquí ves, sirven a las personas que te he dicho, si no de templo, de resguardo, viven, si no colocadas, seguras; ese ignorado y breve edificio, que con ansia queda en t u imaginación, enigma de tu deseo, antes que salgas de aquí le averiguarás. Dime, ¿qué es lo más que ahora pretendes? Esto es fácil, repliqué, agradeciéndole la p r o m e . sa antes. Yo estaba enfurecido con don Francisco de Quevedo, sobre no haber hallado en el infierno a la más honrada gallega que de las montañas de Galicia bajó a la Corte a andarse, como si fuera cantar de boca en boca, hija de Pedro Hernández, un hombre que también debía de ser gallego principal, pues tenía por alhaja una dama tan celebrada y tan suya, que siempre la oí llamar la flema de Pedro Hernández, y como hallé en aquél discurso tanto número de sabandijas, eché menos esta, quizá porque la estudio y no la gasto, pareciéndomejjque era descrédito de su calidad olvidarla, no siendo menos repetida que las otras; con estas rabias y quimeras me quedé dormido, y como fueron las últimas


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antes de mi sueño, no puedo echar de mi sus especies; pues si es eso, fácilmente saldrás d e e s a duda, que no acaso la tienes; pero antes sabe que la flema de Pedro Hernández es una pimienta, y la llaman ese nombre por ironía, porque consigue más que la GÓlera, porque ia gloria no consiste en el intentar depriesa, sino en el conseguir despacio, y aunque en el m u n d o la hacen m a d r e de los relojeros, pescadores de caña, pretendientes, enamorado?, tahúres de damas y ajedrez, poltrones y perezosos; es mentira, que de ella no proceden sino los cuerdos, los honrados, los entendidos y los prudentes; levántate y ven conmigo. Llevóme a la estancia de la fama, y desde lo alto de u n a torre me hizo volver la cabeza y me pregunto: ¿Qué ves? A Madrid, él por él, como le veo cada día. Pues atención y fija la vista en su calle Mayor y sabrás lo que hace la flema de Pedro Hernández, bien ufana, y los daños del ímpetu m a l advertido. Ya lo hago, respondí; y él prosiguió diciendo: ¿No ves pasar dos mujeres? Sí, ten cuenta con su jornada; iban humildemeute vestidas; la una daba priesa a la otra; la apresurada decía: H e r m a n a mía, no ha de ser todo servir, dos años ha que estás acomodada con un sastre y yo con u n cerero, y cuando pensé que estabas aprovechada me dices que no tienes cincuenta reales, hurtaras, cuerpo de tal, que en casa del tamborilero todos son danzantes, que más hicieras si hubieras servido a u n a beata; yo he sabido coger mis provechos, y como veía que mi amo metía enlashachas pez, trapos, tierra y cabos de zapatero, y los vendía a ocho reales la libra, me pareció tomar la lección; hurté por los cabos y he salido por más de quinientos realea horros; con ellos me quiero meter a señora; ayer me desacomodé y ya he comprado un m a n t o viejo, unos zapatos de ponlevi, y u n vestido de terciopelado, que aunque pelado el tercio al fin es de seda; a mi ama la hice noche unas enaguas que la hurté de día, y las pagaron los oficiales, sin comerlo ni beberlo, y otras zarandajillas de lazos y medias, que tengo al suelo del arca, conque me pienso poner de veinticinco alfileres, que este m u n d o otro le


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h a de heredar; si tú quieres estar conmigo ya tengo alquilado un aposento con su alcoba, pasarás con los de fuera por criada, y conmigo por compañera, y, por lo menos, después-de otros dos años saldrás casada, porque entre los entrantes y salientes, hay muchos pajes tontiñcndos, que enamoran de matrimonio. Escuchó el sermón con grande paciencia la sierva del sastre y respondió: Amiga, mucho estimo tu buen celo, y lo que juzgo de tus resoluciones, que lo indubitable será gastar tu dinero y meterte por tus pasos contados en el hospital, porque el manto <¡e seda en quien no le acostumbró, cubre y descubre a un tiempo la liviandad y la persona; el terciopelado te lo conocerán por lo raído a .cien pasos, el ponlevi se te torcerá y en cada calie caerás mil veces, y nunca en la cuenta. De las enaguas te quedarán en breve tiempo las aguas en llanto, ese aposento, a a pocos días se a h u m a r á y parecerá un bodegón del infierno, y dará testimonio de las ruinas de lo que en él cometiste, y, en fin, te vendrá a suceder la mayor desdicha, que e?, que habiendo vivido en casa de un cerero, morirás sin luz; lo que yo pienso hacer es reforzar mis andrajos y mejorar de amo, hasta que poco a poco vaya llegando mi dote d-¿ aquí a cuatro o seis años. L i n d a flema de Pedro Hernández, replicó la señora; ya entonces estarás vieja y no habrá quien te quiera; adiós, que yo voy a poner en ejecución lo dicho. Despidiéronse y cada una se fué por su calle. Volvió a mí el cuidado y dijome: a la vuelta las verás antes que recuerdes, porque esta vida es un soplo; vuelve a mirar a aquellos dos estudiantes que van a Alcalá y escucha lo que dicen. —Señor Licenciado—decía el más poblado de barba y más derecho de presunción en este viaje de la vida— es menester valerse de aquello que llaman agibílibus, y atrepellar algunas dificultades con la maña; porque si aguardamos que todo lo ¡haga el tiempo, seiá m e nester la paciencia de Job, y al cabo llegar tarde; al fin la fortuna se la ha de hacer el hombre y no aguardar


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que ella le haga a él, qne es achaque de que adolecen los perezosos. Digo a v. m. esto, porque yo aún ,no sé Gramática y m e voy a matricular; en el año'de S ú m u las la aprenderé, y la Lógica la estudiaré en el curso de Filosofía, y despnés con cuatro pollos y dos gazapos buscaré testigos que digan de mi asistencia p u n t u a l mente, y cuando me llegue a examinar de Bachiller, no faltará un cartapacio de lo preciso que tome de m e moria, y algunos amigos que templen los Examinadores, porque aunque es verdad que los más exámenes se hacen rigurosamente, yo no pretendo hundir las Cáte-^ dras ni abollar los pulpitos; voy con ánimo de ser Letrado, Médico o Cirujano latino, y de poderme firmar Licenciado, para abogar; como yo tope un buen dote y compre muchos libros, hable claro, y sepa de memoria los nombres de cincuenta autores, y por postrera diga con desahogo un disparate, como una sentencia, no he me nester más. Si me inclino a Médico, con una barba larga, unos guantes cumplidos.y una muía de dos varas, tengo lo que he menester; porque en esta profesión—piensan algunos necios—que el hábito hace al monje. Si a C i rujano, aunque no haya visto hospital, ni curado llaga, ni herido en mi vida, pondré un cartel y me confirmaré de apellido, que suene más que un catarro y diga: «A esta corte ha venido el Licenciado Martin de A r a u jo, que cura de cataratas y potras, sin abrir, y a los pobres de gracia.» Será cosa de ver la gente que me buscará, 3' más si antes me arrimo a diez o doce médicos, y tengo cuidado de regalarlos, dirán que no hay tal hombre en el mundo, y me introducirán, hasta que m e metan en la Casa Real; con esta maña tendré la dicha colmada y los reales a montones. Acabó el tal, y el otro, con más templada confianza, le dijo: —Señor mío: alabo a nuestro Señor, de oir la facilidad con que v. m. ha de estudiar y enriquecer; no me parece a m í que es segura esa cuenta, porque después de haberme ocupado dos años en la Gramática, y uno en las Súmulas, ha tres que trato de la Jurisprudencia,


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y es tal su latitud, que m e parece que aún estoy en los principios: esta nobilísima ciencia tiene los fondos profundos, y Ja fonda de la mayor edad no llega a su centro, acábase antes de hallar pie; este año vuelvo a repetirla y a oir algunas doctrinas, para después ponerme a Pasante, y cuando esté más maduro de habilidad, meexaminaré y haré la cuenta al revés, porque v. m. dice buscará mujer para tener libros. Yo digo que buscaré libros para bailar mujer; a lo demás que me ha dicho, no puedo dejar de responder. Todas las artes que se profesan, pueden consentir ser malos o medianos sus artífices, porque la última linea, que tira su descrédito se termina en el dinero propio o ajeno. El mal abogado pierde el pleito; el mal pintor engaña en el lienzo, y asi los demás, la pérdida es para el que compra y para el que hace; para el que compra, porque da diez ducados por lo que no vale diez reales. Para el que hace, porque en conociendo en ignorancia, no vende lo que hace, sino lo que no puede hacer; estos errores pasen, porque en la común cortesanía hay más noticia de las pinturas que de los médicos. Las artes, que se juzgan por el oído, y la vista, son más fáciles de conocer, porque las cadencias y los colores hacen exterior hermosura, con que deleitan; pero la Medicina y Cirugía ni se retrata ni se' canta: toda es textos y experiencias, que desde el libro se trasladan al cerebro de sus artífices, no se ponen los talentos, ni los discursos colgados a las puertas de los Príncipes, DÍ en los palacios de los Reyes, donde p e r manecen para todos; aun si las juntas de los médicos fueran en público, pudiérase juzgar algo; pero es entre ellos abuso que introdujo la miseria popular, y la ignorancia común; bien que esta ley de tinieblas se deshace entre los señores, que todos asisten a ellas. ¿Qué dirá, pues, el vulgo de unas sentencias que se conciben a oscuras, sino que son monstruos abortados del e n tendimiento? Asi que, señor mío, guantes cumplidos, m u í a elevada, barba reverenda, hacen u n lindo figurón, n o un buen Médico; porque para serlo, es preciso sergrande Filósofo, saber m u y por menor la fábrica del 1


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hombre; y por postrera la medicina con su división y partes tan difíciles como dilatadas; y no basta estudiarlas si no hay talento para entenderlas, y prudencia para usarlas. ¡Si v. m. es Cirujano, como dice, los medios que propone, no los creo; porque no los juzgo posibles, porque v. m. ponga u n cartel con dos hipérboles, tres mentiras y cuatro nombres griegos, ¿quiere que le sigan? No ve que ese engaño no puede pasar del año del noviciado; hay en Madtid muchos saltabancos, que viven como lechuzas, de lo que chupan de noche, y no les falta un dedo para brujos; porque son embusteros. La introducción de que dice se valdrá con los médicos si ser pudiera, es caso en que cualquiera que incurriera merecía ser castigado severamente; los favores en las materias de habilidad, han de ser después de ella, merecer es primero que alcanzar; y si no diga v. m. si fuese su profecía a medida (como ia pinta) de su deseo y de su priesa,y que antes de ser docto los tales módicos le apoyaran, no ve que incurrirían en tres delitos casi i m pos bles de satisfacer, y sino atienda, que si no me engaño en la cuenta, yo se la ajustaré. El primero es el mentir; esta es fealdad tan disforme que en los hidalgos pechos no cabe, y calificada en daño del pobre paciente grita un castigo ejemplar con que ha de restituir u n médico, que apoya a u n mal cirujano, los daños que el tal hace, los dolores que multiplica, las dilaciones que ocasiona, los dineros que usurpa, la vida que destroza y el escándalo que causa; que miente es infalible, pues n o hay mayor mentira, que ia que hace virtud del vicio; decir que lo malo es bueno, es lo más que hay que m e n tir; por manera que de aquí quedan probados des delitos; lo que mienta y el daño que hace al enfermo. E l tercero es que la pitanza que se lleva indignamente el idiota se la quita el médico al cirujano docto que por el camino de la verdad le buscaran y justamente se lo gratificaran, y ee queda sin ello el que lo merece y se lo lleva el que nunca lo puede merecer, y así no m e persuado que sea posible, y cuando lo fuer.i, v. m. mism o por su vergüenza no se h a de correr de hacer y co-


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nocer, que aquellos le busquen, no por lo que sabe, sino por lo que los sabe lo que los da, y que en tanto que deje de dar dejará de recibir. No digo esto para hacerle ingrato ni espetado; a ser agradecido con estimación le persuado, pero no pechero. Lo uno, es hidalguía; lo otro, vileza. Rendirse puede sin arrastrarse, y humillarse sin abatirse. Lo primero es reconocimiento. Lo segundo es bajeza. Lo demás es querer que su aplauso se compre en la plaza y se m u r mure en las conversaciones; su crédito será metal de plomo, que mientras más se manosea ensucia más las manos; trabaje basta que sea oro puro, que mientras m á s le traten hallen más valor y quede más lucido; este consejo le doy, y a más ver que yo sigo mi opinión y voy a trabajar de nuevo y tomar de espacio el parecer algo. El tontón le replicó mal y temblando: linda sorna para mi humor. Yo no gasto tanta broma. Pues yo sí, volvió a decir el astuto, porque para estas cosas soy devotísimo de la flema de Pedro Hernández. Pues Dios le ayude con ella, que 3 o me voy a ser sabio de repente y doble; buen viaje, camarada. Dividiéronse, y el cuidado me dijo: alerta para cuando vuelvan. Apenas hubieron dejado la calle cuando vi venir dos soldados, iguales en la estatura, aunque no en el aliño n i en la edad, porque el uno tenía canas y parecía de cincuenta años; el otro sería de treinta; éste hablaba despepitadamente de la guerra, y decía: «Señor Capitán, yo he servido a S. M. (Dios le guarde) diez años; soy Alférez; he gastado mi patrimonio, que valdría más de diez mil ducados, en la campaña; h a tres meses que vine, y no puedo sacar una ventaja; no se puede sufrir que hombres como yo los detengan, y voto a Dios que le importa más m i asistencia al Rey en la guerra, que monta todo lo que me puede dar. En fin, esta mañana m e dijo un señor Ministro, que era mozo, que sirviera,, y que a su tiempo se me haría merced. Úon una atención entre sisga y veras escuchaba el Capitán al bala-


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tirón, y en acabando, dijo: Si yo no conociera que eso que me ha dicho ha sido ño conociéndome, le respondiera de otra manera. Es posible que viéndome en traje de soldado no ha discurrido que le puedo conocer y tener noticias de su vida y milagros; linda confianza y atrevido desahogo, y porque sepa que sé quién es, cómo ha servido y que no m e engaña, oiga sus hazañas y temple este desvanecido cerebro. Sobre Barcelona le conocí, gobernando aquel Ejército el Excmo. Sr. Marqués de Mortara, cuyo valor y prudencia pide más dilatado poema y más alentada pluma; allí le vi en dos ocasiones, que no fué poco, según estudiaba que no le vieran; alabé a nuestro Señor de verle mirar por el individuo; era su maña grandísima en llegar el postrero; mejor entendía el vuelco de los dados que el leoguaje del clarín; mejor barajaba unos naipes que disparaba u n mosquete; nunca le afligió la ejecutiva necesidad de la hambre, porque era la gorra incesante de todo el Ejército. Si de v. m. hubiera yo de hacer algunas armas, le eligiera para espaldares, porque su genio más se aplica a cejar que a correr. No vale dos maravedís para caballo regalado, porque se queda en la mitad de la carrera, bien que cuando huye no está pesado. Acuérdese que era gallina para todos, y ninguno le podía tragar, y a lo que entiendo, con mil como v. m. no estuvieran seguras las ollas de cien Conventos. Su Majestad (Dios le guarde) nunca sabrá «sto, ni sus Ministros, y así es providencia He Dios que le dejen sin nada. Esta es su maña; mire si se queja con razón. El mísero hombre, sumida la voz, agazapada la estatura, embebido el aliento, rehilándole las piernas y tentándose los botones, respondió: Digo que cuanto v. m. dice es así, y que no sé mi verdad derecha, callaré como una piedra. Eso importa, volvió a decirle, y si se enmienda de corazón y de lenguaje le llevaré conmigo y será m i camarada; servir y esperar importa. La mayor ventaja está en la mayor lealtad. El mejor mérito, en la mayor constancia; sirva y espere, que yo h a treinta años que lo hago, y con u n a ayuda de costa


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q u e me han dado voy contento, y serviré hasta que llegue la mía, que esto da medrar no consiste en el valor del soldado, ni en la atención del Ministro, ni en la liberalidad del Príncipe, sino en otra cosa, que a u n q u e la conozco no la sé explicar, porque mis discursos los hago con la espada, y mis conceptos con la pistola. No sé más política militar que servir a Dios y al Rey y tener flema para esperar y cólera para embestir. N a d a s e hace de golpe, y si algunos llegan antes al premio que a la muralla, o lo merecen por sus antepasados, o por lo que Dios fuer9 servido. Bien me ve y conoce que soy colérico, pues para esto de la ambición no m e desvelo u n a hora en un año; gasto srande cachaza y venga lo que viniere. Cierto, replicó el gallina, que es mucho que siendo v. m. tan bizarro sea tan reposado. Sí, señor, que esto importa para vivir y medrar. La flema de Pedro Hernández es niña de teta conmigo; no creo que n a d a h a de llegar hasta su hora; hacer la diligencia para valer y valgamos cuando Dios fuere servido; no gastemos más prosa y déme v. m. palabra de cumplir como buen español lo que me ha prometido, que si a su tiempo no le premiaren, quéjese de mí. Confirmólo al pie de la letra; marcharon hacia San Felipe, y de allí a poco venían dos hombres, uno en una muía, y otro en u n caballo; el uno traía muchos papeles en la pretina, y le venía dicieudo al otro e3tas razones: E n lo poco que he oído a v. m. conozco la variedad d e su inclinación; pues en cuatro años que h a que heredó de sus padres en Sevilla más de doce mil ducados, ha tenido más oficios que ellos maravedís. La cantidad era bastante para elegir uno que le diera de comer, y no andar gastando el tiempo y el dinero en probar habilidades, que a v. m. no le han reprobado. E l primero que tuvo, fué agente de negocios, y se entró con tanta facilidad en él como si hubiera estudiado en ellos toda su vida: más han dado de comer a los ministros las ignorancias de los agentes, que las mismas trampas; ya buena razón, y mejor cuenta habían •de tener los gajes de ellos; pues lo que agencian, es


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hacerse y hacerlos ricos y empobrecer al miserable litigante. Diga v. m. si así como murió su padre, sepuso en una muía, y empezó a diligeneiarnegocios.sin saber de ellos más que ella, ¿cómo quería acertar diligencia ninguna? Ser novicio y ganar dinero, no se sufre en la facultad m á s fácil ni en el oficio más bozal. Luego se metió a ser corredor de cambios, donde dice que se perdió, porque sin conocimiento de los hombres de negocios, tomaba todas las letras hasta que se quedó sin blanca, y le fué fuerza trampear las últimas y venirse a tMa-^ drid; sin duda quiso v. m. cumplir con lo que sonaba su ocupación, pues corrió de tal manera con las letras que le quedaron, que no le han podido alcanzar. En Madrid se acomodó de mayordomo de u n señor, donde por mandárselo todo, se desmandó y malquistó hasta que le echaron de casa. Después se metió a oficial de libros. Quebró su dueño y quedó desacomodado, y como si hubiera sido al revés se casó, según h a dicho, más que medianamente. Está con dinero, y por postrera dice que hace diligencia para entrer en u n a contaduría, fiado en que tiene algunos doblones y ese caballo que es razonable. Cierto que a n o haber conocido a sus padree y tenerlos algunas obligaciones, le apartara de mí sin decirle mi parecer por creer que todo su cerebro está lleno de aire, incapaz d e consejo; pero para q u e discurra y piense mejor lo que ha de hacer, se le quiero dar, preguntándole primero el intento que lleva para e n trar en ese oficio t a n nombrado y tan poco Babido. E n buena hora, respondió el tal caballero: Señor mío, el designio que y o llevo, eB estar por oficial en una con-*taduría de 8. M. y e n habiendo servido algunos días pediré una plaza de Resultas, después u n a de Relaciones, luego podrá ser que sea del Consejo. Tenga v. m . que desvaría; y si no le voy a ila m a n o , es sin duda que no ha de parar hasta que sea Presidente d e Hacienda. Dígame, así Dios le mejore de meollo, que de pensamientos, no hay para qué ¿ha entrado en los


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oficios de Relaciones o mercedes, alguna vez? No señor: ¿base criado con algún Contador de S. M.? ¿Tampoco sabe contar? Algo, algo pesa tal con sus repuestas; pues entiende que el manosear los libros del Rey, es lo mismo que barrer los zaguanes de Palacio. Calle y repárese en lo que dice, que esta materia es tan dificultosa, que m e consta que hombres criados y versados en ella desde niños, tienen m u c h a dificultad en los despachos; y hay hombre que para notar u n a libranza la empieza en Madrid y la acaba en Noruega, y la da tantas y tan diversas vueltas que parece el laberinto de Creta. Finalmente, suele hacer en lugar de despacho u n a paulina con que descomulga al que la lleva, porque en lugar de abreviar su cobranza, se la alarga y se la entrampa; y es que las notas, ni todas son breves, ni todas pueden ser compendiosas, porque todos I03 contadores no pueden ser iguales en la discreción y en el discurso. Mire ahora cómo se quiere entrar de golpe en u n a cosa tan difícil. Pues ¿qué importa?, replicó, que esto se hará en cuatro días, y yo tengo favores y dineros; esos bien podrá ser que le den la plaza, pero no la suficiencia y el crédito. ¿Pues qué le parece a v. m. que haga? yo se lo diré. Negociar u n entretenimiento en la Contaduría, servir allí dos o tres años sin gajes, hacerse capaz, tomar consejo de quien lo entiende, dejarse corregir, no irritarse de ver en puesto a otros que pueden ser sus hijos; hablar con todos, escuchar y aprender; y después de haber hecho estas caravanas, si estuviere en sazón, hacer lo que me h a dicho ahora. Pardiez que a esa cuenta, primero seré viejo que contador, y después seré contador de viejo: no hago yo mis haciendas tan despacio. Pues yo si,—replicó el otro—y tengo cincuenta años de edad, y no he podido alcanzar más que ser obligado de la limpieza y tener u n cuartel; y con ser esto tan fácil, he menester todas estas memorias que llevo en estos papeles en que asiento las calles que van limpiando por su turno; y hay picaro, que con saber 3


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m i cuenta y razón, m e hace cada mes diez calles de trampa, por acudir a sus maulas. Ese oficio, respondió el contador en profecía, es más difícil que el qne yo pretendo, porque en él so ocupan todos los hombres ilustres de España, y todas las damas bizarras de la Corte: ¿tn qué manera? En que ellos limpian las Repúblicas y los linajes, y ellas las faltriqueras y escritorios, Pnes yo, replicó, tengo ese cargo remotamente, y con cuatro coritos trato de m i limpieza más materialmente y cumplo con -mi oficio. Ya entiendo, pues si es así, haga lo q u e le he dicho; para ese consejo déme v. m. s u fiema y será fácil. No lo será el dársela parque la he menester para mí y aunque gasto la misma de Pedro Hernández, no la presto ni la doy. Vaya v. m. y haga sus tropelías, que al cabo de l a jornada verá si la habia menester. Despidiéronse, y al instante vi venir paseándose u n seglar y u n estudiante: este iba diciendo al otro: E s indubitable, que la poesía no consiste en tantos primores como v. m. dice; porque yo conozco muchos poetas que lo son sin más trabajo que haber leído el Romancero general, cuatro comedias y dado dos paseos por el arte de Rengifo, a imitación de los cuales quiero salir a volar; y cuando más no pueda, no han de faltarme coplas para los ciegos y villancicos para la?, monjas. Bien discurrido, respondió el seglar, pues dígame v. m., ¿con qué alas quiere introducirse en la ventolera de su imaginación? Con las de Virgilio, Marcial, Ovidio, Terencio y otros muchos. Lindas plumas para componer u n vuelo de varios colores. Y en fin, ¿a qué se aplica su genio, a hacer comedias, y es eso lo primero? Si señor; pues más fácil será empezar con entremeses que así la risa será equívoca y v. m . pensará que se ríen de la gracia, y será de las coplas, y con este engaño hará aplauso de la mofa. Déjese v. m. de donaires, volvió a replicar el estudiante, que no es tan dificultoso, y si quiere hacer u n a experiencia y escucharme u n cuarto de hora, lo verá.


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Sea corno v. m. lo dice. Entráronse en el zaguán de u n a casa cerca de la puerta y volvió a decir el estudiante. Yo tengo in mente la traza de una comedia excelentísima que intitulo: «La fuerza lastimosa»; el argument o e3 este. Introduzco una plaza en Lx Picardía sitiada y abierta una brecha y habiéndose levantado el sitio, por una parte se empezó a tapar, al punto que una d a m a que había sido muchos días pretendida de su galán, iba con él y al pasar por la rotura de la muralla, se hundió y los mató a entrambos. ¿Y por qué da v. m. ese título a esa tragedia? porque la fuerza es la plaza y la lástima la de los muertos. Bien está: ¿y cómo empieza la tal comedia? De esta manera. Entra una procesión de frailes descalzos y clérigos, cantando una letanía, y el Cabildo detrás y el Gobernador de la plaza y los soldados con sus rosarios en las manos repondiendo: y en habiendo d a d o vuelta al tablado, dice el Gobernador: Religiosos y soldados recemos con devoción porque en aquella ocasión no ka de haber naipes ni dados. Antes que den la batalla porque trabajo les cueste, quiera Dios que les dé peste y no lleguen la muralla. E n cuanto la peste, fué vsrdad, porque se la dioMire v. m. si importa poco ser los soldados buenos cristianos. Algunos los atribuyeron a los frailes, pero esto no hace al caso. En fin, señor, vuelve a andar la procesión y se entra: sale la dama por u n lado, que h a de ser coja, y el galán por otro, que ha de ser tuerto. Pues ¿para qué? Es forzoso para la novedad de mi intento, que es pretender que en esta comedia sepa el galán de que pie cojea su dama, que andan en otras d u d a n d o si es honrada o no es honrada, y ella también conozca si él lo yerra, que es forzoso y no adrede, porque no p u e d e hacer cosa a derechas un tuerto. Enamórense


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sin más ni más, porque ella le mira de lado y él la ve que se está queda. Es cosa graciosísima verlos andar toda la comedia, al uno haciendo reverencias, y al otro mirando de puntería. El segundo galán ha de ser zurdoy la segunda dama gangosa. (Jesucristo, y lo que v. m. ensarta! ¿A dónde va con esas visiones, ni dónde ha de hallarlas el autor? Pues esto no es nada, que el gracioso ha de ser hermafrodita. A mí no me toca el vestir la comedia, sino dar la razón de las figuras y de los lances, él allá se los busque. Tiene rarísimas cosas, y lo escrito no puede ser mejor. No le quiero cansar, que mañana se la leeré toda. Acepto, dijo el seglar; ¿pero antes no me dirá vuesa merced si tiene algunos aprietos? Si, señor, un mal de garganta que le da al galán de rondar de noche; y a la postre un ahorcado por traidor. Bien aprietan.—Y cerno, ¿qué le parece a v. m.? Si he de decir la verdad, que esa comedia y su traza, da a entender que su cerebro es tuerto, cojo, hermafroditay ahorcado; y quelo debiaestar quien disparatan a rienda suelta. Hombre de los demonios, ¿quieres que te tiren piedras? ¿Eso es ser poeta? Ni empezar. Déjalo con todos los diablos; enamórate y escribe algún romancillo a los cabellos, ojos o manos de tu dama, y deja las comedias para quien las entiende, hasta que tú te entiendas, y advierte que no hay más que escribir, y quieres empezar por lo más. Da primero (como has dicho) que cantar a ciegos, que chillar a las m o n jas y que ahullar a capones; y en tanto estudia la poesía y sabe lo que es y en cuantas se divide. Los afectos de que se visten las Musas, la influencia de las aguas de Áganipe, la virtud del Pindó, y la propiedad de los metroe en las pasiones, que yo he escrito doscientas comedias y la mitad se las llevó Galbán y las pasaron a silbos; las otras dicen que parecieron bien, no tanto que no disgustasen a muchos; y si está del diablo que seas poeta, que es la mayor desdicha que te puede s u ceder, tómalo despacio.


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¿En qué tiempo, replicó el estudiante, le parece que lo seré? E n diez años. Volvió a decirle a Pedro Hernández con esa flema, que yo desde luego pienso ser poeta. Adiós, Rey mío, que v. m. verá lo que pasa. Quedóse el seglar en el templo y el estudiante caminó, según dijo, hacia el mentidero, a introducir su patarata. Apenas se desaparecieron, cuando vi venir u n mozo muy galán, a quien venía sosegando un anciano, •diciendo!e estas palabras: Mi señora doña Lucrecia, no puede más con su condición. H a mucho tiempo que 'la sirvo, y jamás la conocí fácil. V. m. ha ocho días que la festeja y ya está mohíno de que no le admite: su entereza lo ocasiona, demás que el estado de virgen, y las inseguridades que tiene la reportan: que yo sé que est i m a mucho sus favores. Tenga un poco de pacienoin, •que no es tarde. Sí es, respondió el mancebo, que en ocho días se suele rendir una ciudad y ya me canso. Por ultima diligencia la tengo escrito este papel, y diciendo y haciendo, le sacó del pecho, que v. m . le h a de llevar y dice así, porque no entienda que es otra cosa. El viejo socarrón viendo la simpleza del galán, dejóle la rienda para que se desbocase, y él empezó a leer: Mi señora doña Flemática, ocho días ha que la pido se deje ver, y cada día tiene con su noche veinticuatro horas, cada hora se me ha hecho un año: si sabe multiplicar haga la cuenta y hallará que ha noventa y dos años que la galanteo, mire sí es como quiera mi firmeza. Estoy resuelto a no esperar un día más. Respóndame sin darme esperanzas, que yo solicito posesiones. Dios me la guarde, etc. El escudero era discreto, y por no quitar a su ama el gusto de leer aquellos disparates, tomó el papel y le dijo: el billete está discreto y lacónico y echa por el atajo. Por cierto que a la cuenta que v. m hace, le replicaré, si me da licencia, por volver por mi señora, dos palabras. Diga v. m. Pues digo, señor, que si ha noventa y dos años que empezó este galanteo, y sobre ellos pone los que tenía c u a n d o le empezó, más está v. m. para cadáver que


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para amante, más necesita v. m. de bragueros que de favores; y está m u y mal consigo el que sobre una flaqueza tan grande quiere cometer otra mayor; empezar a ser galán cuando se acaba de vivir, es hacer siega de la misma vida, y poner a la dama u n momento de calavera. Poco le debe a v. m. mi señora, pues cuando precisamente se ha de acabar el galanteo, le quiere empezar. Dejando esto aparte y hablando de veras, si es que hay más veras que hablar o v. m. no conoce las partes de su merced, o en su vida debe de haber galanteado otra dama. Estoy haciendo la cuenta de las diligencias que caben en ocho días de voluntad, y hallo que no cabe ninguna. Eso de las horas años, es hipérbole de su apetito: no mantienen las casas las hipérboles, ni satisfacen las voluntades, porque son mentira; el amor se corre de la liviandad y las damas se ofenden de los atrevimientos: entréganse por los méritos del a m a n t e y nada puede merecer quien nada sabe obligar, no se puede obligar en pocos días, mídese la posesión con la esperanza, quien en pocos días consigue en pocos olvida; porque en no haciéndose el deseo naturaleza, la posesión se hace instante y se olvida al paso que se ahanza, Esta política cortesana del amcr noble, se guarda como ley inviolable con ha d a m a s como mi dueño. Esotra que v. m . estila, nació en las montañas de Galicia y se crió en las Batuecas. Esto es en cuanto a la metafísica del cariño, porque la física es más fácil de saber; los paseos, las músicas, los regalos, las galas, las dádivas a los criados han de ser muchas, y al cabo de u n año se ha de contentar un galán con que le escuchen. Y con que le aten, dijo atajándole el colérico enamorado, y con que le embalsamen y con que le entitrren, y le resuciten y empiece otra vida para pretender. Fuego de Dios en la flema y en quien la inventó. Y a se pasó ese tiempo, venga m i papel, y diciendo y haciendo E e le arrebató y le rasgó y se fué diciéndole: cuénteselo a su ama, y dígala de mi parte, que busque u n judío que la galantee que yo no espero tanto. Que-v


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(íose el escudero sia saber lo que le había sucedido, y paso aut-3 paso caminó hacia su casa. A poco rato venía un hombre con u n cartapacio abierto en la mano izquierda, en el cual traía pintado u n Orbe con sus repartimientos de signos y Planetas, y en la derecha u n compás, y midiendo con él por unat; y otras partes decía: Mercurio es mucho mayor que Saturno, y la Luna mucho meri'ir que Venus. El S o l e a mayor que la Tierra, y si no estuviera tan alto, y fuera menos lucido, no le err¿:ra una pulgada, ni a los demás í'-lanetas, si estos anteojos tuvieran perfeccionado el cristal; pero sus grados y ios que a mí me dieron en Salarnaucü, no tienen p u n t o fijo. Tras esto hombre venía otro, cuidadoso, corvado cíe estatura, acechándole lo que decía, y así como acabó se llegó a él y le dijo: Según lo que a v. m . he escuchado, me huele a profesor de la Astroiogía. Yo le soy tm poco aficionado, y por esta inclinación merezca perdón de llegar sin licencia. Recibióle con agrado, y rrfspondióle: V. ni, ha hecho m u y bien, porque yo estaba, hambriento de compañía con quien descansar y comunicar esta habilidad que me ha costado muchos desvelos, y así me holgaré que me diga lo que tiene trabajado, y con qué fundamento. A lo cual el codicioso acechador le respondió: V. m. sepa que yo soy hijo de un mercader de Cádiz, que se llamaba Sancho Rodríguez. Embarcóse en galeones, y se perdió; yo quedé sin hacienda y padre; y asi fué forzoso arrimarme a alguna habiddad. E n t r e todas elegí la Astroiogía, contentándome con saber hacer pronósticos y calendarios, y para conseguirlo brevemente compré el Lunario perpetuo del doctor Cortés, y con él y algunos almanaques viejos que tenía guardados, porque me viene m u y de atrás esta inclinación, el año de cuarenta imprimí el primer repertorio, m a n dando a los ciegos que dijesen cuando le pregonasen que era del cautivo del Cairo. Hiriéronlo así, y se vendía mejor que las alfombras. H e corrido con esto despachando bien y ganando mejor, sin que nadie m e bable palabra, porque en este arte no hay juez ni de-


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nunciador, y porque el ingenio h u m a n o no se contenta con pocas cosas, y el alma racional apetece naturalmente la sabiduría, deseo saber del movimiento de los cielos, y del influjo de sus Plenetne, lo que baste para hacer u n a figura astrológica, y acertar algunas adivinanzas, que en Madrid es m u y provechosa esta maña, paréceme que lo conseguiré fácilmente arrimándome a una persona como v. m . No quedó m u y satisfecho ni pagado el señor astrólogo del informe del almanaque, por parecerle que tenía m u y - poco fundamento para emprender tan grande ciencia; pero disimuló, y confiando en el tiempo le admitió por compañero, y prosiguieron su carrera. Apenas los perdimos de vista, cuando le dije al cuidado: Esto3 hombres son los más graciosos trastos de Ja República, y gastan las más bien afortunadas mentiras; pues siéndolo, pasan plaza de verdades, ignoran como todos lo futuro y comen de presente. Eso ee dirá después, replicó, que no es esto lo peor del mundo; n o perdamos ocasión, ni nos divirtamos. A este tiempo el cuidado me llevó de un vuelo a la calle del Carmen y me m a n d ó fijar los ojos en una casa en la cual había grande ruido y aparato de alhajas, que unos hombres acomodaban a toda prisa. La causa era porque acababan de llegar los señores don Alejo y don Bernardino Francolín, genoveses; que venían a poner casa de negocios. Apenas hubieron sentádose, cuando un tropel de gente gritaba por entrar con grande priesa. Dieron cuenta a los señores Francolines, y empezó la audiencia. Entró una dueña reverenda, y después de las comunes ceremonias, les dijo: Señores, vuestras señorías vienen a esta Corte con tanto crédito, que me ha parecido poner en 6u poder mil y quinientos doblones que traigo en este bolsón, y los guardo para casar una hija. E n casa de las mujeres solas tiene peligro el dinero y los ladrones se atreven más. Recíbanmelos a como mandaren. A ocho por ciento (replicaron) vengan los doblo, nes, y t o m e v . m. su despacho. Hízose así, salióse, y


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entró un miserable diciéndolea casi lo mismo, añadiendo: Prometo a vuestras señorías que estos dos mil d u cados que he ahorrado toda mi vida me han hecho p a sar m u y malas comidas y peores camisas; pero al fin y a tiene un hombre para su vejez. No hay en qué e m plear: el vino 8 A vuelve vinagre, la cebada le da gorgoj o , las casas se queman, los juros no se pagan, y no hay debajo de la capa de Dios adonde acogerse, y a u n q u e lo hubiera, en ninguna casa está más seguro que en la de vuestras señorías. Los tales señores tomaron y agradecieron los dos mil ducados; diéronle su papelito, y fuéronse; siguieron a éste otros muchos inocentes con tanta velocidad, que en poco rato ee hallaron armados de caballeros con más de cincuenta mil ducados de contado. Quisieron parecerlo en gasto y ostentación, y los que habían puesto su casa de tramoya y hacienda ajena, engaño antiguo en Madrid, quisieron hacerlo con alhajas propias; compráronlas, echaron coche y caballos regalados. Vien do este aparato y lucimiento, creció el crédito, y las entradas del dinero eran grandísimas; pero los gastos crecían al paso que ellas. Dióme una palmada en las espaldas el cuidado y dijome: Tú verás en qué para. Desaparecióme de allí, y dio conmigo en la casa de u n estudiante reverendo, alto, locuaz y disimulado, q u e estaba hablando con un mozo m u y peinado, a quien decía estas palabras: Señor don Alejandro, v. m . h a hallado lo que ha menester; mi señora doña Elvira es hija de un ¡señor ministro, que murió leal en el levantamiento de Portugal; tiene hasta veinte mil ducados de dote en dinero, y otras alhajas riquísimas, y u n hábito de Santiago. Su persona es grave, hermosa y bien dispuesta; su3 años no exceden de veintidós; su opinión de las mejores; su condición la más apacible; y en fin, ni v. m. puede apetecer otra cesa, ni naturaleza y fort u n a darle más. Replicó el repulido caballero: Señor don Pedro, eso es lo que yo he menester, porque m i tío el mariscal m e -dijo a la hora de su muerte que sobre todo la calidad.


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Esa señora la tiene, y demás a más la hermosura, y así no hay que esperar. Yo quiero que se haga luego; no es menester veda, trátese al punto. V. m. lo dé por hecho y vuélvase por acá mañana, dejándome un papel, de sus pr.dres y hacienda. E n buena hora, volvió a decir, y antes de irme de aquí lo dejaré escrito. Llegóse a un bufete donde habí» recado de escribir , e hizo esta memoria: Con Alejandro Pique, de edad de veintiséis años, hijo de don Tibnrcio Pique, gobernador del castillo del Monti en Calabria, y doña Cristina Sáinz, d a m a napolitana de lo más calificado, tiene hasta seis mil ducados de caudal y los papeles de sus abuelos y padres. Está en pretensión de un gobierno en indias; y le tiene en buen estado. Esta es la memoria que ofrezco de buena voluntad, y a v. m. doscientos escudos de guantes, porque esto se haga luego, que yo no he menester más informes que el que me há hecho. Despidióse, quedando de verse al día siguiente. De allí a poco rato entró una viuda algo turbada. Sentóse, y el estudiante con algunas zalamerías la dijo que se sosegase y dijese lo que mandaba. Algo más reportada, empezó la mujer su demanda de esta manera: No quisiera quea v. m. le pareciera liviandad mi embajada; porque cada uno tiene obligación de mirar por sus aumentos. Yo soy viuda; mi marido era lencero en su principio, y como sin él no se puede llegar a los fines, andaba con su fardo, y anduvo más de cuatro años; corrió buena fortuna, y ganóse de manera que pudo poner u n a tienda de mercería, en la cual se ahorraron en diez años más de ocho mil ducados. Estoy ahita de verme a puerta de calle, y aunque es verdad que no ha más de u n mes que enviudé, quisiera casarme a m i gusto y quitarme de la publicidad. Para eso, señor Licenciado, perdóneme per quien es, he puesto los ojos en u n mancebito que entra y sale en mi tienda, hijo de u n sargento, que vive en la calle de la Encomienda; llámase don Felipe Chin; y aunque sé que ha sido soldado y está pobre, con mi hacienda le haré rico y compraréoficio; v. m . lo haga luego al punto, y le informe, q u e -


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y a m e ha visto muchas veces, y creo que ie doy algún cuidado, aunque hasta ahora no se ha atrevido a decirme nada; y tome para unas pollas. Dióle un doblón de a ocho, y prosiguió que después, si se hace, será diferente. E l bien afortunado casamentero, oída la relación, lo juzgó pr-r hecho, tomó el doblón, consolóla, y con muchas ceremonia-* la acompañó hasta la puerta, al despedirse le volvió a encargar la tal señora, que hiciese al p u n t o la diligencia, quedando en esto, y en verse el día siguiente, se fué con Dios. A.1 apartarnos de la casa del embustero, vimos dos personajes que dieron fin a esta procesión, diferentes tanto en el espíritu como en las exterioridades. Eran casi de una edad, el uno vestido al uso, pero con m o destia, sin afectación, alegre y regocijado; el otro tristón, faldilargo y desaliñado, pobladísimo de quijadas,, u n a tomiza en cada carrillo, una escofina por barba, largo y desatinado de pelo, vista como quien no quiere ver lo que mira, palabras como que se pronuncian para que no se entiendan, amagando a misterio y quedándose en duda; las mangas hasta los dedos, y los guantes sin cubrir las muñecas, zapato acomodado, lazo haragán, media de provecho y valona sin embarazo; figura hecba de admiracienes y admiración hecha de figuras, hablando a paueas y empujones, le iba diciendo ai otro estas palabras: El m u n d o , señor don Claudio, es el mayor tirano de la quietud. Quien le sigue vive en la más estrecha prisión. Hase de usar de éi como quien le ha de dejar; hase de esperar en él lo peor, elegir Jo mejor, y esto es inconstante, y tomar lo que hubiere, .y esto es preciso. E n tanto vive el hombre rey de su voluntad, en cuanto se hace servir del mundo; porque si es al revé3, se hace esclavo, y aun limita su albedrío; porque Jos empeños en que pone a los hombres suelen ser forzosos, y arrastran muchas veces a las potencias. Y a estoy tan desengañado, que desde ahora parece que vivo, porque no vivo a las leyes de cortesano, sino a la d e la razón, dirigida al servicio de nuestro Señor. M i


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vida antes era inquietud: amanecía, y con el día despertaba mi apetito, brindándome a las novedades como si la más gustosa no fuese en breves horas hija del olvido y trofeo da otras. Las que siguen atrasan los presentes, y ninguna es más deleitable que la última, y el logro de esta no excede de una hora de gusto. Mi primer salida era a Palacio, donde arrimándome a los corrillos sabía muchas veces lo que nunca se pudo saber, porque no fué: otras, lo que algunos quisieran que fuera, y las más venía hambriento de novedades. Después me sentaba en la puerta de Guadalajara en casa de u n mercader, donde me entretenía en ver entrar y salir marchantes, a los cuales más de dos veces hice llevar por mi parecer diaimulado, lo que a no estar yo allí fuera despojo del polvo y de la polilla. Hacía esto por tener la gracia del tal mercader, que me fiaba I03 vestidos ha»ta que se me rompían. Duraba esta ocupación hasta la una, que era hora de comer. Hacíalo con la' mayor largueza que era posible, regalándome con las frutas y pescados frescos, que esto importa m u cho a la autoridad de u n a mesa golosa y a la admiración de la visita que suele venir estando comiendo. Dormía la siesta largamente, y después salía hacia la comedia, juego de pelota o garito, varia.ndo I03 días por no cansar el gusto; y en fin, acababa la tarea con alguda dama, hasta las doce de la noche que me iba a cenar. Esto me ha durado veinte años y he quedado tan hostigado de esta vida y tan escarmentado de malas correspondencias, enfermedades y gastos, que dando su imperio a la razón manda en la república de los demás sentidos, gobernándome con templanza. Quinientos ducados tengo de renta; con ellos paso retirado en un cuarto pequeño, donde me sirve una mujer virtuosa y limpia. Madrugo a oir misa, visito las casas de algunos amigos necesitados, acudo a algunos enfermos, y los curo con algunos secretos que aprendí en los estudios de mi mocedad. Recójome al anochecer y vístome como veis. Mi alimento mira a mi conservación y no a m i apetito. Los amigos de mi dinero me dejaron; los de


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m i mesa me olvidaron; los míos se desaparecieron, con lo cual vivo para mí solo, que antes vivía para otros. Gozo del día y sóbranme mucbas horas, que echaba m e nos, porque yo las servía a ellas. Esta es la política conque me gobierno; vea v, m. si mi resolución es justa. ¿Quién oyera esta arenga que no creyera que este este hombre era un santo? Pues luego se verá. El otro quedó pasmado de la relación, y casi esperaba que le contase algún milagro. Replicóle con modestia: Cierto, señor mío, que v. m. me tiene envidioso. Yo procuro mi quietud, pero no me puedo ajustar tanto, i o d o es resolver una cosa (volvió a decir el figurón) que al punto se puede hacer. No tan al punto, y m á s esto de u n a mudanza semejante; flema es menester y tiempo, que un habito no puede pasar en otro contrario con velocidad. Menester son muchos actos para esta. mutación. En fin, señor mío, v. m. lo tome despacio, que yo en dos días me vi galán y me hallé plebeyo, me vi pródigo y me hallé corto, me vi voraz y me hallé templado, me vi obsceno y me hallé continente; y pienso proseguir, confianza en Dios. Paréceme de perlas;, pero yo, aunque deseo eso mismo, lo tomo más despacio. Pues Dios le dé paciencia. Y a v. m. constancia. Despidiéronse y acabóse la procesión. El cuidado dijo:: Bastan estos ejemplos para que viendo el suceso de todos conozcas los daños de la priesa y los. provechos de la flema bien usada. Tres años ha que estás durmiendo, y en el fin de ellos vuelven a representar estos personajes que has visto diferentes papeles. No te admire que en un sueño veas tantas novedades y visiones, porque él no hace más de concebir monstruos y abortar fantasmas. En un sueño se revuelve el m u n d o y despertaron advertidos de sus ignorancias innumerables varones. E n las divinas y humanas letras se prueba esta i n falible verdad. Soñó Abraham la mayor fineza que hizo Dios por el hombre. Soñó José (el mejor esposo) la m a yor satisfacción en crédito de la mayor pureza. Soñó también el otro José tantas felicidades. Soñó San J u a n recostado en el pecho de Cristo, donde le reveló aque-


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líos secretos altísimos de su omnipotencia. E n las humanas Epimenides cretense durmió cincuenta y siete años sin cesar. E n este tiempo puedes preguntarle lo que soñó. Amílcar, capitán cartaginense, creyó haber oído una voz durmiendo que le anunciaba el fin de la batalla siracusana; despertó con esta alegría, creyendo vencer; pero levantóse entre los suyos una grande controversia, la cual sabida por los siracusanos, los embistieron y desbarataron, y Amílcar fué preso. Muchos sueños y sos interpretaciones te pudiera traer; pero es ocioso. Conténtate con saber que al sueño por estas y otras razones le llamó Dios la antigüedad y le consagraron altar; y así con estos ejemplos te aquietarás en recordando Ten atención y repara en aquel tumulto por si'conoces algo. Hícelo y vi una gavilla de pobrecicas desnudas y enfermas, entre las cuales iba aquella dama de repente que empezó este discurso y habia servido al cerero. Llevábala el Refugio al Hospital de Antón Martín, a tiempo que otra de buena persona se llegó a la silla y la conoció, y dijo a los Hermanos: Señores, si el intento de esta santa Congregación es socorrer necesidades, yo tomo por mi cuenta la de esta desventurada, que la conozco, y quisiera curarla en mi casa, si no hay inconveniente que implique su santo instituto, les suplico me la entreguen, que yo cuidaré de su regalo y alivio. Los señores Comisarios, viendo u n a caridad tan ardiente y tan no usada, se la entregaron, y a pocos pasos llegaron a la casa de aquella buena señora, donde la apearon; fuéronse, y la pobre, admirada, dudosa y encogida, no acababa, aunque quería conocer a quien la hacía aquel beneficio, tanta era su flaqueza y debilidad. Dióla un refresco, acostóla, y en descansando un rato, la dijo: Tal estás de pobre y exhausta que, a u n que m e ves y me oyes, no me has conocido; no te espante, porque si te pudieras ver a ti, te sucediera lo mismo, no te conocieras, porque de todo punto te h a desfigurado tu colpa. H a s dejado de ser, pues no hay


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má3 que dejar de ser que dejar de ser buena. Llevóse el pecado la hermosura y agolóse la juventud al calor de tu lascivia, y cuando creíste que madrugabas a ser algo, te hallaste casi en la nada. ¡Oh, miserable! Si entendieran contigo las de tu genio, la infelicidad del después, qué poco solicitaran el engañoso, antes que las brinda con apariencias de alivio, y las deja en el corazón del engaño hasta que se ven como tú, sin salud, sin hacienda y sin vida. H a n menester matar todas las luces de la mocedad para encender la antorcha del desengaño, que no luce en presencia de aquellas desordenadas llamaradas que abrasan la voluntad v no alumbran el entendimiento. ¿De qué te sirvió aquel tropel de máquinas que fabricaste para vivir y te han muerto? ¿De qué te aprovecharon aquellas alhajas que te vestiste que te han dejado desnuda? Como te abrigó aquel miserable albergue, que te arrojó en la calle, todo lo que pensaste que había de ser en tu favor, se volvió contra ti. Y lo peor es que después de facilitarte te acaba. Aquí llegaba cuando la moza, anegada en lágrimas, la suspendió el discurso, y la respondió: Amiga y señora, no me digas más, ya te he conocido, que hasta aquí no te h a bía acabado de conocer. Escuchaste destemplada, y así no hacían consonancia tu voz en mis oidos, porque el •eco del virtuoso es disforme al pecador: abrázanse los de una naturaleza. Mucho me dijo I U piedad en el principio de mi despeno; pero como te escuché sin propósito, tus consejos me sirvieron de ruido y no de acuerdo. Ahora que aquella doctísima triaca la hizo práctica m i maldad, conozco con las experiencias lo que entonces aborrecí; llorando acredito esta verdad, porque es tal el fuego que ha introducido en mi pecho el despertador de tus advertencias, que exhalándose en vapores sale a inundar la playa de mi rostro, palestra donde se agotaron todas verdades. Más debo a tus voces que a mis achaques, porque éstos se terminan en la grosera m a t e ria del cuerpo, pero ellas penetran lo vivo y excelente del alma. El se haca inhábil con ellos; ella se hace docta con ellas: no tengo mas que esperar.


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H a s t a hacerme conocer pudieron trabajar las diligencias; después de conseguido el conocimiento no te h a menester el alma; acude al cuerpo y fíalo de más de la luz de mi razón, que ya alumbro sin embarazo. Hízolo asi la señora, cuya templanza, cuya espera, cuya virtud la tenían bien casada y bien hallada; supo dar los primeros pasos; no se despeñó en los medios con que llegó a los últimos para vivir según su estado. Mejoró la enferma y quedó en su compañía, que la valdría más que todo lo que 3acó de en casa de su amo. Apenas acabó de pasar esta visión, cuando volví los ojos y vi u n severo, grave y autorizado Tribunal, donde asistían seis jueces con su secretario y fiscal; tenían delante el estudiante, que atropelladamente caminaba a ser médico o abogado, y paró en cirujano, al cual, el decano de aquel Cónclave decía así: H e r m a n o mío, con esta son tres veces las que habéis llegado, denunciado por nuestro fiscal, a esta Audiencia, y sin duda os han dolido poco las primeras, pues habéis reinado en vuestra culpa, ocasionada de vuestra ignorancia. Los cargos que el fiscal os ha hecho son muchos; atendedlos, porque apercibáis vuestro descargo, y de camino, y antes os acordaré brevemente lo que debéis a este T r i b u n a l . Foragido y extranjero llegasteis a Madrid, adonde, por hallar un amigo de vuestra Patria, en esta Audiencia os examinamos de boticario, sin saber más latín que hoy sabe el mozo de vuestra muía; pero púdose hacer, respecto de haber tantos libros de la Farmacopea en romance, que os podían habilitar en nuestro idioma, desde los botes y almireces, quisisteis ser médico y cirujano, y recetabais más para vos que para IOB enfermos, porque construíais vuestros talegos y destruíais los ajenos. A todos dabais recetas y ninguno remedios. Vaciabais a un tiempo las bolsas de los otros y los b o tes vuestros; todo el año era dar pócimas, pildoras, recetar purgas sin saber cómo ni para qué; curabais uno y enfermabais diez, hasta que irritado el pueblo nos dio cuenta; la primera vez os confió mucho dinero; la segunda está a nuestra voluntad, y suspensión de oficio,


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porque junto con ser mal médico, nunca llegaréis a razonable boticario. Despechado desta sentencia vendisteis el casco de vuestra botica (mejor fuera haber vendido los vuestros, que mas vale andar solo que m a l acompañado). Y como si fuera fácil os fuisteis a la Universidad de Alcalá, donde, como vo3 y nosotros sabemos, en año y medio procurasteis tres cursos de Medicina y Cirugía, y os vinisteis a examinar de cirujanolatino. Aquí es donde pudo llegar el mayor de los descocos, porque de la Universidad no trajisteis ni aun la memoria; tan igual estudiante no ha venido de aquel sagrado Colegio,porque tanto sabías de Gramática como de Súmulas, tanto desta,como de Lógica y como de Filosofía. Y en fin, de todo, tanto como de Cirugía, que es la que ahora profesáis. Llevasteis vuestro examen por la complacencia de des, sin el gusto de cuatro, quizás por eximirse de la moleslia de vuestras rogativas y favores, y teniendo obligación de no olvidaros deste quiapulvis es, como lego no os pasó por la imaginación, sufrimos el veros espetado y con gualdrapa, el firmaros Licenciado sin saher con cuántas eles se hace. Y en fin, con esta y la otra caravana os introdujisteis, porque en Madrid más lugar hncen al caballo trotón que salpica, que al regalado que pisa con destreza y aliñe. Esto pasaba; pero ahora venís denunciado porque os adelantáis a médico y queréis curar de Medicina; habéis derrotado más de veinte erfermos, muerto tres con unas purgas intempestivas, y otros mil desatinos, que a no estar averiguado era imposible creerlos. Ved ahora qué respuesta dais. Cabizbajo, amarrido y macilento escuchó el miserable idiota, y compelido de su juez respondió, lo menos mal que pudo, estas palabras: Señores, la verdad es que yo me hallo convencido, y no me ha salido la cuenta como pensaba, pues en lo mismo que creí que estab a mi crédito estuvo mi perdición; pensó ganar con darme a conecer, y por esto me he perdido; quise Ber abogado y parecióme cuento largo; médicos había m u chos y cirujanos pocos, y así m e apliqué a serlo, por 4


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parecerme que los de fama estaban viejos, y los de m e nor esfera no serían tan mañosos, y cuando tuviese que hacer, para lo fácil no es menester saber mucho, y para lo difícil hay apelación. Eln los demás, que son doctos, en cuyas manos toman puerto los que naufragan en el Océano de los ignorantes. En cuanto a tomarm e licencia en algunos casos de Medicina me persuadí que quien me tolerábalo primero me disimularía lo segundo; ya estoy desengañado, y conociéndome reo, espero en la clemencia deste Tribunal. Acabó, y replicóle el Presidente: Pensasteis mal, que ya se pasó este tiempo, y ahora, en pena de vuestro delito, sabed que os hemos conocido y descubierto la liga de esos metales, que mañosamente queréis reducir a oro; no lo lograréis, porque alquimia fuisteis alquimia sois" y alquimia os habéis de volver. La otra parte que contiene la sentencia os la hará manifiesta el secretario a su tiempo; id en mal hora. Salió el nebulón apenas del Protomedicato cuando encontró al otro estudiante, que había dejado en Madrid el día que se partió a Alcalá; venia el tal vestido de seglar, modestamente, con su poco de paje; saludáronse, y ajustado el tiempo que no se habían visto, había tres años, dióle a entender el Jurisprudente que estaba acabado de aprobar por el Supremo Consejo de Castilla, y que tenía algunos salarios, y le bullían más casamientos que negocios, de los cuales él no hacía caso, porque antes quería asentar su crédito en la abogacía, y cada año de dilación crecía cuatro mil ducados el dote. Mirar despacio estas cosas, señor doctor (decía el tal); es importantísimo, porque hay muchas leyes, y muchos párrafos, y muchos refranes que dicen «que no se gana Zamora en una hora». De v. m. tengo largas noticias, y lo que tengo entendido es que su priesa le ha hecho enfermar, y es un contagio con que ha inficcionado a m u chos; cúrese despacio si quiere convalecer seguro, y mire no le lleguen sus tropelías a la última desesperación. Desapareciéronse de repente el nebuloso y el abogado, y presentáronse en la palestra dos soldados bien


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vestidos a caballo. Bien los conoces—me dijo el cuidrd o . Bien, le repliqué. Pues escucha al viejo, decía aeí: Señor capitán, días ha que en este mismo paraje nos vimos; aquí disparó v. m. una culebrina de necedades que, a no ser mis oídos dragonee, me hubiera dejado sin orejas; aquí le puse el memento, y desde aquí le llevé en mi compañía; hemos asistido juntos en la campaña de Cataluña tres años, sirviendo a S . M. (Dios le guarde), fuimos soldados simples y volvemos, yo Maeee •de Campo y v. m. Capitán de Infantería, con que si fuera necesario le daba u n tapaboca a las palabras q u e entonces dijo. Mire cuánto vale tener paciencia y obrar bien. H a n sido estas campañas escuelas donde aprendió el corazón a tener valor y el cerebro discreción. A n tes decía lo que no había hecho; ahora no puedo yo contar lo que he visto hacer. Entonces discurría despeñándose, ahora, modesto, se templa, porque los que son valientes hablan no más de lo que basta para dar fe a entender. Y tantas veces se conoce la discreción callando cuantas el valor obrando. ¡Qué de ejemplos ha visto en aquella palestra militar que le han aleccionado los sentidos! Allí aprendió el desvelo y atención del General, la obediencia del inferior, el valor del honrado, la prontitud del vigilante, la osadía del arrestado, la suspensión del cuerdo, el consejo del discreto, la pausa del cauteloso, la maña del astuto; advertencias que repasó cada día y que le han consumado soldado de reputación. Haga bien la cuenta y verá lo que debe al Rey, pues arriesgando u n a vida que una vez se ha de perder, h a ganado una fama que nunca puede morir. ¡Que de necios juzgan a temeridad exponer el pecho al plomo sin advertir que el término de vivir llega en la paz como e n la guerra! También se jubilan los bastones como las togas, y sólo en la c a m p a ñ a se llaman viejos loa oficiales. No hay quien diga fulano fué abogado viejo, teólogo, poet a viejo; pero hay muchos, y es costumbre y honra llam a r a un hombre soldado viejo, luego no m a t a a t o dos la guerra, mala no más de aquellos que han dado


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fin al vivir. Más pólvora tiene un tabardillo y una modorra que un mosquete. Vive Dios que quiero m á s oir el trueno de un tiro que el recipe de una pluma que a Dios y aventura; lo cierto es que el recipe tira a mí sólo y la bala a muchos, y es más cierto morir de lo p r i m e ro que de lo segundo. Esto, aparte, por vida del señor Capitán; ¿ cuántos soldados de fortuna dejamos en el Ejército autorizados c r n las Cruces Militares que a no seguir las Armas no les valiera el fuero de nobles para morir miserables? ¿Cuántas casas de Príncipes grandes lo son por la bizarría de su aliento? Luego el servir al Rey, después de ser útil es honroso. El tal Capitán, embelesado con el discurso de su Maestre de Campo, se adelantó a replicarle: Esas palabras, amigo y señor, son infalibles sentencias, y lo que me. da más mohína, es oir a muchos modorros decir q u e en la guerra no se medra, ni t n muchos oficios, y siendo inmensa la multitud, quieren que suceda en la milicia lo que es imposible suceder en la quieta disciplina. En todas las art s, así mecánicas como liberales, hay pobres y ricos, y por eso los hombres no se dejan de inclinar a aprenderlas, y sufriéndose esto con tanta paciencia, se dr-spcpitan porque todos los soldados no e-lán ricos, como si en esta habilidad no hubiera p r i n cipios, medios y fines, y como si la fortuna no tuviera jurisdicción en las armas. Yo me veo premiado y conozco que muchos lo merecían mejor; estos han de esperar q'ie llegue la hora del premio, pero no por eso deben desconfiar que la vergüenza del ceder desluce la gloria dü conseguir: Concluido quedo, señor mío, en que es nienester flema para ser algo, porque si no nos quederemos en nada. Grande admiración me causó este breve razonamiento, porque muchas veces há sido mi quebradero de cabeza. H a y verdades tan desgraciadas que nunca o tarde llegan a ser entendidas, que es tal la infidelidad de muchos, que para no ser conocidos hablan entre necios o maliciosos, y siendo el defecto ajeno, viven en el o l vido común por falta de quien los entiende, y es q u e w


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no conversan con entendidos. Ibanse alejando los dns •soldados y la voz se desvanecía en la distancia; ayudó a esto la recia y continua algazara de dos hombres, que, acercándose, aun entre sí mismos se confundían. Decía el uno: Cuatro vece3, seis, treinta y cuatro. Y el otro: Veinticuatro.—Si son tal.—No son tal. El que erraba la cuenta se destempló de modo que le dijo al otro: métase v. m. en sus chirriones si son veinticuatro o treinta, que como abultados son fáciles de contar y deje mis números, que yo he de ser Contador mal que le pese, porque sé m u y bien a centena de millar de cuantos. Y aun a cuento de cuentos (replicó el otro), porque todas sus habilidades son cuentos y consejas y cosa de cuento. No suma entre I03 hombres porque es cero solo, y no monta, lo que resta de toda su sabiduría es que se meta a mequetreoe y gorrero entre loa inocentes que entre los doctos, ni multiplica, ni pueda multiplicar, pues el medio partir no es más que partir p o r medio a cuantos le escuchan; el partir por entero es solo acertado cuando enteramente parte de carrera, y deja a los que le oyen desembarazados de su conversación y de su persona. Parta de esta manera y lo acertará, y no parta como rocín de posta, que desuella al caballero que le da de comer, le bazuca y le atormenta, l e C'-insa y muele, y por postrera desea salir de ól como de un potro, que cuando él sea buen Contador seré yo Arzobispo. Por poco estuvieron de sacar las espadas, pero llegóse gente. E n estas v otras se les cayeron los sombreros y los conocimos. Díjome el cuidado: Esto hombre nos h a de matar; aunque dormimos, el obligado de la limpieza tiene razón y el semicontador eis un tonto a nativitate; no sabe la tabla y piensa que de tabla le viene la habilidad; es peidida cosa; cuando se metió a los negocios aprendió quebrados, y habiéndose perdido, quiere saber todas las reglas; no sabe cuántas son cinco y opílase de mülare3. En ninguna Contaduría le quieren y él quiere a todas. Este era bueno para señor, no para ministro; no está graduado por Moya y quiere estarlo por


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su rocín, y con traerle gordo piensa que disimula s u flaqueza. H a corrido todos los oficios Reales y todos leñ a n corrido a él, y con haber tanto que corre aún n o está tierno. No hay razón que lo reduzca, ejemplo que le disuada, argumento que le temple, conclusión que leconvenza. No hiciera en Siyago un bozal Alcalde y quiere en Madrid ser un desvanecido Contador. Tenle lástima, que con este trabajo ha de pasar, porque todoJo ha llevado de priesa; ignorante empezó y asi acabará. Volvamos a ver la pandorga, que va pasando a toda priesa y nos falta poco para despertar. A este tiempo venía un hombre haciendo visajes,, mirando al cielo, dando manotadas; allí se paraba, aquí aguijaba, tal vez miraba al cielo, tal meneaba la cabeza hacia los hombros. Sin duda (dije) este es loco o está, mudo. E n breve rato se llegó otro y le saludó, y después delas comunes cortesías, le preguntó: ¿En qué estado está ese negocio? Oh, señor (respondió el figurero), en famoso; ahora estaba disponiendo una resistencia de Serralonga, que es el último paso de la primer jornada, y al punto que v. m. llegó hablan muerto seis Alguaciles y tres Escribanos, y quedaban más otros diez. Si se tarda un poco no habla de quedar hombre vivo. En fin, señor Licenciado, ¿v. m . ha dado en escribir la vida de esebandolero sabiendo con el acierto que la escribieron tres ingenios de Madrid? Señor mío ^respondió el Poeta) eso no importa, que muchos son Coronistas de una • misma vida. Si, pero no como v. m. que ha hurtado toda la entrada de esa comedia, ella por ella, y el fin que tiene dispuesto es el mismo y eso no se sufre. ¿Cómo' no? Ríase de ello, que ya está olvidado; demás que esto de hurtar de otros está en uso; yo conocí un Doctor que tenía una muía rucia y se la hurtaron y se la volvieron a vender dos veces; la u n a la tiñeron negra y la otra rubia, y, con ser suya, con este leve disfraz, no la conoció y la pagó tres veces; así que la traza con otros versos no la conocerá ni aun sus mismos dueños; demás q u e estos hurtos no se confiesan porque no se pueden


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restituir y porque no son pecaminosos, y fuera bueno que me estuviera yo un mes buscando trazas pudiendo hallármelas hechas; no, señor; ya sabe que no tengo lauta flema. Ya lo sé (respondió el otro) y también sé que le han silbado cuatro comedias que ha hecho en tres años, y tras esta que va, fío en Nuestro Señor que le h a de suceder lo mismo, porque en todas dice u n a misma cosa y el vestido que pone a las trazas ajenas es peor que el tinte de la muía. Ya e3toy ahito de predicarle y no le puedo reducir, ni darle a entender, que el imitar es gala y el hurtar es vileza. El que imita, añade, o pule el discurso ajeno, es digno de alabanza; el que le traslada, de vituperio; porque llama suyo lo que n u n c a lo fué; aun si le costara dinero podía pasar, como Marcial dijo en u n epigrama a u n poeta a quien él hacía versos y se los pagaba, y después los recitaba por suyos: Pulanillo, tú dices que mis versos son tuyos, tú me los compras y me los pagas, luego dices verdad. Con esta conversación se hallaroníjunto a la calle del Baño, cuando llegaron cuatro hombres y embistieron con el tal Licenciado, que a no darse buena m a ñ a y ser conocido de ellos el que estaba con él, le pelaran las barbas. Muy enfurecido, decía uno: Ente bellaco me engañó mudándose el nombre en Alcalá, y yo, como forastero, no le conocí y le pagué dos comedias; llevóme mil reales por ellas. Represéntelas en llegando a Madrid y no las dejaron acabar, porque acabaron la paciencia a los oyentes y á mí me acabaron la bolsa. El es, decía otro. Ya ha m u d a d o de traje; allá estaba de seglar y aquí anda de Licenciado; apártense, le cortaré aquella oreja, que a mí también me engañó con dos entremeses. Llegóse m u c h a gente, apaciguóse con calidad que el tal poeta volviese la mitad del dinero a los Comediantes. Tomólo por su cuenta el amigo; con esto se fueron; volvió a su camarada y dijóle: ¿Estáis contento? ¿Viene bien esto con lo que yo digo? Por fin, duda tengo que deseáis que os apedreen, y será BÍ acabáis esta comedia


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y no so os quita de ¡a cabeza el escribir aquellos Autos Sacramentales que decís que tenéis trazados. Tenga v. ra. y no pase adelante, que si es porque me ha fiado, no paso por la reprensión. Yo he de acabar los Autos y se los he de enseñar al Corregidor antes de ocho días. De Inquisición se te vuelvan, replicó el otro, y te habían de quemar con ellos, que tal priesa te das a disparatar. Prosiguieron su camino y yo volví al cuidado y le dije: Desde que oímos a este simple la traza de la cemedia que llamó «La fuerza lastimosa», le tuve lástima y por fuerza le había de mandar que no escribiera, pena de la vida, aunque si he de decir verdad, harta pena es si él sintiera la que cuesta a su crédito y reputación ser poeta; porque lo ha hecho oficio conque se ha destruido. Esta habilidad que se tiuna y no se hereda, que se halla sin buscarla y se aprende con moderada diligencia, no ha de ser ocupación principal del Cortesano, ni se ha de usar a todas horas, ni se ha de hacer común, porque pierde la estimación, y aunque sean Rojas, Zúñigas y Sandovales, el lugar los llama poetas; y lo peor es que el infame abuso del vulgo no dice esto por aplauso, sino por irrisión; no tiene más por j u dicial animal la Europa que la gente ordinaria civil" ain talento que m u d a los nombres a las cosas y la significación. De aquí se prueba que más noble primor puede tener una alma que hacer música de las palabras y engalanar los conceptos con la hermosura de las selectas voces que le explican con aliño y sin obscuridad, y con ser así lo tienen por sambenito y piensan que dicen una pulla al que llaman poeta; verdad es que en e-ta nobilísima arte se introducen dos mil zánganos que hacen la miel amarga; sapos que inficcionan y enturbian las aguas de Aganipe, les cuales pagan a los cómicas lo que recitan; a las monjas, lo que gritan, y a los capones, lo que cantan; y andan por las calles rebosando, coplas, y dan con ellas a cuantos conocen; desean asuntos que celebrar, escriben a la mona que muerde, al perro


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•que lame, al papagayo que enferma y al gato que araña. Apenas le ha dado tos a la dama vecina, cuando tiene un romance acuestas; si doña Mencía se sangra, antes está el soneto en casa que la sangre en la calle. E n fin, este género de gente versificante tiene sin crédito la poesía. Es verdad, dijo el cuidado; pero deja a los malos, y de los buenos a eso que has dicho puedes añadir que el Poeta es un elocuente Coroniza de naturaleza, pues aunque ella es verdad que engendra y produce las cosas, él las engalana y eterniza con sus d i s creciones y pinturas; no es tan veloz el ave, no es tan hermosa la. planta, no es tan feroz el bruto, n o es tan flamante la luz, no es tan ardiente el fuego, no es tan blando el aire, no es tan matizada la tierra, no es tan apacible !a mañana, no es tan lucido el día como el Poeta los hace cuando los pinta; en su boca, en los rasgos de la pluma, es más fino el enamorado, es más arrestado el valiente, es más hermosa la dama, y aiín parece que hace apacibles los horrores, tanta es la consonancia de su armonía. Pues que si al ser buen Poeta se llegase a ser buen Filósofo, buen Médico, buen Letrado o p r o fesar otra ciencia, la realza grandemente, porque como ne puede haber buen Poeta sin buen ingenio, con estas dos gracias naturales pule y saca el alma a la ciencia q u e profesa, de tal manera, que solo usa de las quintas esencias de las doctrinas, dejando a un lado los ripios y centones, que cansan y no aprovechan; produce el alma como es espíritu, espíritus que comunicar a, las otras. Esto es dar más vida y más lucimiento a las cosas. ¡Oh, vulgo infeliz! ¡Máe duermes que nosotros cuando piensas que el artista se degrada con la Poesía, siendo así que se ilustra; duerme y nunca recuerdes a la temeridad de ese grosero sentir! De esc infiero que puede un hombre ser consumado e n dos ciencias. ¿Quién lo duda? (replicó). Porque el alma, como es inmortal y por la parte de racional igual a los ángeles, tiene los términos de su sabiduría m u y distantes; y así puede alcanzar el fin de las ciencias <¡on el trabajo continuo, y conseguidas todas aún la


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quedara más caudal para aplicarse a las artes mecánicas que quisiere aprender. Míralo en tantos y tan ilustres varones, santos y gentiles. El angélico doctor Santo Tomás, que después de haber cumplido tan delgadam e n t e con la Filosofía navegó el piélago inmenso de la Sagrada Teología, norte por donde hoy se entiende y gobierna la Iglesia católica. El admirable doctor San Agustín, que habiendo sido el pasmo de las primeras artes antes de su conversión, fué su Lógica el horror de la cristiandad; después de ella enriqueció la Iglesia con la agudeza de sus escritos, y con éstos los demásSagrados Doctores y Santos, que casi son innumerables. Mira en los profanos y gentiles a Aristóteles, principe de la Filosofía; a Hipócrates, ilustre Colón de la Medicina, y últimamente a Galeno su comentador, que le supo entender el alma y añadirle conceptos para mayor inteligencia de sus doctrinas. Supieron todos admirablemente I03 secretos de Naturaleza; el movimiento de los cielos, los achaques y gobierno de los hombres, y todo perfectísimamente, tanto que el que escribe estas materias si no los sigue peligra, y aunque las ilustre con novedad-, si se aparta se despeña. E n n u e s tros tiempos hacen y han hecho esto hombres de aventajadísimas prendas, que pudiera acordarte; pero direte lo que oí a uno, cuyo ingenio no excedió ni la elocuencia del mayor orador ni la doctrina del más doctoMaestro. Al Reverendísimo Padre. Maestro Fray H o r tensio Félix Paravesino, del Orden de la Santísima Trinidad Calzada, Predicador de S. M. pauta de oradores evangélicos y norte de la culta predicación, dijo u n día. estando en su celda con ciertos cortesanos estas palabras: Desdichada cosa es que hagan delito de la habilidad y que no quieran que el alma tenga un jardín donde salga a divertirse de la molestia que la ocasionan los afanes y estudios precisos; culpa es el no ahogarse en las veras; pecado el hacer venta en la lícita diversión. Cúlpanme que hago coplas, y quisiera yo que el quem e censura me enmendara los sermones.


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Dijo bien, y no fué presunción, eino enfado; y asi se debe entender. Cómo fueron sus sermones y sus versos, sus libros lo dicen, y cómo él fué, ios que le oyeron y comunicaron lo dirán. En los hombres no es maravillosa esta doctrina, porque en los irracionales, y a u n en los insensibles, se prueban acciones distintas a u n mismo tiempo, que no sólo los embaraza, pero los eternizan. En prueba de esa verdad (le volví a replicar) escribí u n romance por u n a porfía que tuve con u n m a l cortesano. Si le quieres oir, aunque dormido, te le recitaré. Sea en buen hora, volvió a decirme. Y yo p r o seguí: Pues escucha: Silvio, ya que malicioso, ya pertinaz, ya arrogante, niegas el culto que debes, cortesano a las verdades. Aquella cuestión, aquella que tuvimos la otra tarde, que tú llamaste disputa y yo tuve por vejamen. Quiero repetirte, ahora que no nos escucha nadie, húrtele en tanto tu oído la costumbre a tu semblante. F u é tu propuesta que u n h o m b r e estar no e3 posible hábil en dos ciencias, mejor fuera proponer que no era fácil. El alma, que racional goza privilegios tales, que por t a m a ñ a excelencia a ú n se las apuesta al ángel. E s toda sabiduría, a u n q u e la materia frágil en que peregrina vive los aciertos la embarace. Perdió esta gracia en la culpa la ambición del primer padre;


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pero el horror ele un pecado a quien no dejó i-morante. Quedóle la inteligencia frustrada en la mejor parte, y asi al cuidado estudioso fué menester entregarse. El culto, el dulce ejercicio de las ciencias y las artes, hace al docto que no esté expuesto al común desaire. Las artes, pues, se eslabonan tan costosamente graves, que en su proceder se citan y se alternan por instantes. Una y otra cada día se lee en sucesivas clases. ¿Quién la impide al que una estudia que luego a la otra pase? Médico es consumado el-que es filósofo grande; mejor filósofo es el que la lógica sabe. No instingue su suficiencia el alma en habilitarse mejor, si entonces decide mayores dificultades. Que como inmortal agente, no había de sujetarse a esas ciencias, que ellas tienen limitadas las edades. Saber puede el hombre cuanto la tarea vigilante que la estudiosa porfía doctamente le enseñare. Luego con frecuencia es clara que puede bisn ocuparse en dos, entendiendo de ambas los términos y las frases. Ese corazón del día


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globo de luz es portátil que sin peligro corona a los montes y los valles. Tres acciones diferentes ninguna inferior se llame ejercita misterioso, cuando influye, alumbra y arde. El bruto f-abe en la escuela, nacífica y militante; cuanto la mano le industria y le avisa el acicate. El can que guarda la choza, cuando ansiosamente late, a un tiempo llama y despide al ladrón y al caminante. Mira aquel copioso vulgo, que se divide en enjambres, tan próvidamente astuto, con amagos racionales. Como el sudor de las flores, lento chupa, cortés lame, sin ofender sus c.-.ndores y sin ajar su ropaje. Que la cultísima abeja nunca pretende usurparles mas de aquello que las sobra, porque otra vez no la falte. Repara cómo estudiosa, con u n a acción sola, hace la cera y la miel, y deja fabricados los panales. Si en un astro y tres sensibles,, lo mismo que niegas cabe, al hombre para quien viven, dime, ¿por qué ha de negarse? E n hn, si para tu duda n o hay razones eficaces, necio de ti, pues no humillan su cerviz los ejemplares.

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Si rebozado me escuchas, muerde, y mira lo que haces, que en las flores que se oculta hay veneno para el áspid. Déjame vivir, y deja que un rato ahora descanse, si no del m u n d o , a lo menos del demonio y de la carne. E n la m a ñ a de hacer versos no tiene3, no, que culparme, cuanto ha que vives pudieras saber que el poeta nace. Contigo, Silvio, te dejo, que es peor que condenarte al infierno, tu ignorancia aun más que el fuego te abrase. Leísele al tal personaje, y disimulado respondió que le parecía bien. Quiso aplaudirme, y yo, que entiendo el estilo de la simulación (engaño que asea el alma), le respondí: Si la mano de ese aplauso no h u biera sido antes de errarlo, la tuviera ahora por regalillo; pero tengo tan mala fe con ese modo de aplauso, que con haberle satisfecho creo que me halaga a dos haces: los de afuera parece marta, y por de dentro es •escofina; y mauo que desuella cuando acaricia, mejor estará en la banda que en la mollera. Bien, respondió, el romaneo cumple con el asunto, y es lastimoso caso que se gasten razones para probar verdades. Pero tate, no pasemos de aqu!, porque nos embaraza la calle u n figurón, un don Quijote de tantas veo, y trae en la mano una cantidad de billetes. Escuchémosle, que viene hablando a solas y recio. Callaron, y el tal figurón empezó: E n este m u n d o ya no se puede pretender dama, porque no hay sufrimiento para esperarlas; parece el amor religión, pues las más quieren que tengamos u n año de noviciado, y en él gastemos dineros, palabras y paciencia, y yo, aunque tengo el gusto colérico, no tanto, que el apetito sea de golpe.


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•Esperar quiero, pero esperar poco. Mi gusto es elevado y mi cariño grave. No apetezco damas de daca y toma, q u e tienen su ganancia en el luego, porque éstas se dan de repente y lacran de pensado. Damas quiero de alta esfera, que el m u n d o Huma de estofa, si no fueran •cansadas, presumidas, bachilleras y graves; todo les parece poco; y lo que bastan juzgan que es nada. Si hubiera de escoger de esto3 extremos, eligiera el primero si no fuera peligroso. Esta año he galanteado cincuenta y dos damas y no he tenido flema para esperar ninguna. Ahora tengo cuatro en danza, a las cuales escribo •estos papeles. Quitólos de la pretina y tomólos en las manos, prosiguiendo: Esíe es para una portuguesa qua hace excelentísimas conservas, dama mediana. Endulza m a s c ó n s u idioma de mezcla que con su azúcar. Dos días h a que la galanteo, y la he comprado dos libras de dulces más, que, aunque me los he comido, es mucho gasto en tan poco tiempo. Quiero repasar lo que la escribo, por si hay que enmendar. Abrió el papel y leyó: Finísimo búcaro de Portugal, yo estoy muerto por opilarme de vuestro barro. Si queréis enfermarme sea luego, que yo ofrezco no curarme en toda mi vida. Mañana vendré por la respuesta. Pensadlo bien, porque yo no estoy hecho a esperar, Dios os guarde. E n verdad que BÍ ella es de mi h u m o r esto basta. Tomó y desdobló otro, y prosiguió como si estuviera •hablando con alguien: Este es para una viuda, más repulida, más repulgada y más remilgada que su toca, mujer de suspiro, en crepúsculo de tapado en duda de razón, acechada de melindre, patente y manoteado continuo. Piensa que con el suspiro llama, con el tapado inquieta, con las palabras pica, con el melindre brinda y con las manos prende. Y aunque lo más de esto es enfadoso, con el algo que la queda m e inclina u n poco. Repasemos el billete. Ese mongil (mi señora) es mongibelo, hame abrasado lo que oculta tanto como lo que se ve; no basta m i sufrimiento a tanto fuego.


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Sírvase v. m. de mitigarle, pues de nada sirve un.corazón en cenizas En ellas me hallará su resolución si se tarda. E l portador e-< seguro, y así la suplico me despene, Dios me la guarde. Pasó al tercero diciendo, ftste es para una señora que todos dicen que es doncella y yo no lo puedo creer. Responde con casamiento, y siempre responden, las que responden, no está lejos de c o rresponder, podrá ser que se la olvide la virginidad, a quien se la olvida el silencio, que dama de palabras suele p a r a r e n obra?. No hay triaca para el veneno de un atrevimiento como enmudecer, aunque más sacudida sea una respuesta, no despide tanto como no responder, porque la más desahogada es materia para u n a réplica, y tanto son má3 fáciles los discursos cuantos son más los asuntos, varía con destreza el lenguaraz licencioso con la multitud de los motivos. Estos se originan del número y calidad de las respuestas; y asi, quien tiene ninguna no deja que replicar, y es cansera no m u d a r conceptos, aunque se varíen las palabras parece algo esta doctrina contra mi humor. En ñn, esta d a m a no sé si responderá como suele. Si lo hiciere, dejaréla. Veamos el papel. Leyó: Dos veces he visto a v. m. y bastan para haberme parecido muy bien. La segunda se lo dije. Esta es la tercera, y a tres va la vencida; no será mucho darse por tal a la bondad de mi afecto. Deseo me dé licencia en el mismo lugar donde la vi la última vez. Espero su resolución, quiera Dios sea en mi favor. El guarde a v. m. Parece que explico mi sentimiento; y lo que con esto no se hace en u n siglo no se consigue; el que falta es el que más me inclina. Escribo a una andaluza ceceociia, famosa música, linda cara, extremado arte, pulida en la conversación. Hela oído cantar un tono y hablar dos; h a m e inclinado. De todas cuatro es la mejor, y su billete dice así: Reina: Después que vi a v. m. en la cartilla de mi m e m o ria no me ha quedado más que el ce, ece, y en el alfabeto la Z. No bebo sino cerveza o cidra. De las aves no como sino zorzales y capones. De las carnes, el carnero y cecina, porque ninguna de las demás empieza con C. t


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De los pescado.?, el congrio y los cangrejos, los cámarones, las conchas y el cecial. De las frutas me gustan las cermeñas, zamboas, cerezas y ciruelas. De las plantas, las zanahorias, cardos y cebollas. De los árboles, el cinamomo. De ¡as florep, los claveles, clavellinas y cantueso. Y para sazonadísimo postre, las aceitunas, la más sabrosa sevillana, si no me ha engañado la vista, es v. m.; mi gusto, es mal contentadizo, si lo que aceptan los ojos no la traslada al paladar. Vecinos somos, ya m e entiende, y yo por señas a la menor corresponderé. Pagúeme este buen gusto con ser m u y mía, y pues me he declarado, no permita que quede mal quien tnn bien la quiere. Dics me la guarde. En fin, de cuatro no seré tan desgraciado que no caiga una. A buen paso repartió sus billetes el tal galán de tropelías, y como si supieran que aguardaba yo la respuesta dormido, le respondieron al primaro: No puedo creer que se cure tan despucio quien enferma tan apriesa. Yo deseo opilarme de azúcar. Envíeme do3 pilones y cuatro arrobas de cacito; engordaré; y así tendrá más búcaro. Y si quisiere más, aguarde al invierno, que en m i zaguán le darán barro a la mano. Así lo he pensado y no tengo flema para e-perar. Al segundo respondió la viuda extremadamente: Veinte años ha que deseo las cenizas de un a m a n t e para una confección; avíseme en estando hecho polvos, y en tanto conozca cuanto se engaña en pensar que u n hombre quemado no es de provecho. Dé priesa a echarse leña, y si falta quien sople, yo le enviaré una gallega que sopla lindamente. Dios le guarde. La doncella, que no era boba, aunque bachillera, le volvió esta respuesta: Mucho es que siendo v. m. del lugar ignore mi humor y se persuada que sin el motivo de esposo se franquean las puertas de mi casa. Donde me vio la segunda vez fué en la parroquia; en ella he de haber oído tres amonestaciones antes que me tome u n a mano; y antee hay mucho que averiguar. Tómelo despacio o déjelo de priesa. ¿Qué le parece si le aventajo? Pues dice que a las tres va la vencida y yo a una le desengaño. 5


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Fuego de Dios en la dama, dijo, y diciendo y haciendo rompió el papel, j fué a leer la respuesta de la sevillana, que decía: Cierto que uzé ez pulidícimo en zuz cozaz, y le debo tanto que no m e zabré explicar. Cepa que a todoz loz gatoz que me embizlen con ezia priza loz digo zape. Y azi conténteze con eza fineza, y coma de aquí adelante zorraz, cernícaloz y zigüeñas; beba zupia o zumaque, tome cebadilla, cúreze con centaura eza locura que le aíoziga, y zi quiere divertirze baile la zarabanda, que ez un zambacañuto y no merece más rezpuezta zu atrevimiento. Quedó el pobre hombre aturdido con esie papel más que con los otros, y sin hablar palabra las apeldó por la calle abajo. Volví al cuidado y dijele: Extremadamente va despechado este feligrés. .Nunca medrará más en sus pretensiones, sean las que fueren, porque las desazona con su priesa. Apenas nos desembarazamos de este apresurado enamorador, cuando vimos venir el almanaquero del Cairo, muy acedo de semblante y m u y fuerte de acciones, hablando con su padre compañero a tan grandes voces gue le oímos que decía: Tan gran delito ha sido no haber acertado este año la buena cosecha de la bellota, y el pasado errar la de las habas, anteponer seis plenilunios, tres cuartos de luna y cuatro conjunciones o novilunios para prohibirme que haga almanaques, siendo así que todo lo prevengo y lo enmiendo con el Dios sobre todo. El astrólogo le respondió: Amigo mío, en este m u n do nada hay seguro; vos tenéis tan mala fortuna como yo. Tampoco os valen vuestros pronósticos, como a m í mis líneas, y os confieso que tenéis más justicia, y que si yo fuera el juez, en lugar de suspenderos os alentara, porque según decís la culpa que os i m p u t a n es virtud que en estos tiempos se debe estimar, puesto que fué adelantar llenos y cuartos, cosa tan contra lo que se usa; pues no sólo se adelantan, si no se atrasan las cobranzas menores, y el llenar antes es grande maña. Habiendo llegado postrero a saber cómo se llena, lo mis-


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mo corre en las conjunciones: el adelantarlas suele ser provechoso, aunque tal vez corre peligro; lo seguro es señalar las fiestas en que todos se huelgan y prevenir las vigilias en que algunos ayunan, y dejar la abundancia a Dios que nos la envía y al juez que nos la tasa, alabando del uno la liberalidad y sufriendo del otro el apremio. Si el Sol y la Luna se eclipsaren y no •se vieren en nuestro hemisferio, se verá en otro; allá se lo rebocen, que otro día amanecerán claros. A v. m. n o se le dé na la; aprenda otro oficio que le dé cada día de -comer, sin esperar la prolija estación de un año, y luego pregonar la ciencia como si fueran pajuelas y bellotas, y aguardar a la censura común del pueblo, cuya fatal inocencia tiene por verdad infalible las predicciones lunarias. Todo este consejo escuchó zainamente el pobre suspendido, y como si hubiera sido un agravio manifiesto, se enfureció con él y le replicó e.-itas palabras: H a m e reprendido v. m. con tanta confianza de maestro, como si desde la cuna hasta ahora le debiera mi educación, y a u n q u e es verdad que he estado en su compañía tres años, no sé quién ha aprendido de quien, y si yo no sé de almanaques, menos sabe v. m. de estrellas, y se ve, pues en el poco tiempo que le conozco, le he visto cuatro o seis veces a pique de perderse y casi estrellado, -sin ser bueno; acuérdesele el cuento de la lavandera, que por adivinar quién la hurtó u n almirez la llevó ocho reales de plata, y aunque no pareció le asentó la mano, y le hubiera dejado molido a no volverle su dinero; el ama del clérigo de ahora un año, que la quiso adivinar el hurto de la sortija, la corrió con v. m . y le hizo estafermo, y esta fuera la hora que le estuviera vareando la bellota, a no meterse por medio la vecindad; "últimamente tantos azulejos ha puesto en su casa con su ganancia, como yo con la mía, y creo que le buscan, sino para suspenderle, para apresurarle, y con todo esto tiene desahogo p i r a reprenderme con desmesura, sin atender a sus solapas y engaños, sus medidas son peores que de sastre, más broncos y duros sus compases


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que de cantero, hurta a medida de su paladar, y se descompasa al paso de su conciencia; vayase con Dios, quetanto fundamento tiene para lo que sabe, como yo para lo que ignoro. Él enmarada maestro quiso reducir a palabras su satisfacción, pero el discípulo sabía más de obias, y así le embebió dos puñadas en los carrillos y le apartó d e sí; fuese cada uno por su lado, y el cuidado prosiguió conmigo su conversación diciendo: En estos dos oficiales pata es la traviesa. El uno adivina los temporalesy el otro previene los sucesos, a fuerza de ser esponja de las influencias celestes; el ser maes-tro de repertorios,, es fácil para el vulgo, pero no para la verdad, lo que podía hacer, y es importante, y fácil era imprimir el papel de las fiestas movibles y de guardar, y apuntaren él los cuartos y plenilunios, para que se gobiernen los enfermos y el lugar para las sangrías y purgas, a u n que estas dos evacuaciones, cuandohaynecesidad, se hacen sin que lo sepa la Luna, que es muy discreta, y como vive tan lejos, no hace duelo de que no la avisen, y muchas veces sucede bien, purgando el día del cuarto o conjunción, y m u y mal en cualquiera de los otros; porque el bueno o mal S U C P P O , depende de muchas causas que no tienen que ver con la Luna ni el Sol, lo que importa es que las tales evacuaciones se ordenen por médico docto, que sepa salvar y elegir el día, que aunque nunca haya calendarios lo acertará. Otra parte que tienen estos papeles de la agricultura es ociosa, porque si acuerda una cosa, olvida ciento, y los agricultores saben por la práctica esta ciencia, sin saber escribir; per manera que después de ser estos aviF O S cortos, son inútiles. El astrólogo, medidor de Orbes, arriero de eclípticas y ganapán de luces, atlante de la lengua y agorero de viejo, podía arrimarse a ser tutor de las aves nocturnas solitarias, como son lechuzas, cernícalos y murciélagos,, y dejar a los astrob en el cielo que hagan sus círculos y vueltas cada año, sin meterse en si se miran con bueno o mal aspecto, ni m u r m u r a r como vecino, siendo tan.


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extranjero, y cuando no Fe persuada con estas verdades y quiera ser volatín inquisidor de los planeta?, diga a Luciano que le enseñe a volar y le preste las alas de Menipo, aunque no le bastará la velocidad del águila, ni lo apresurado del buitre, ni lo alentado de ambos para levantar y subir al cielo un trasto tan pesado. IcaTOS son estos hombres presumidos, que fiados en la conservación de la cera de sus alas, por la frialdad de su ignorancia, presumen volar, y aunque lo ponen por ejecución y cada día se les derrite al calor del ingenio de los discretos y se despeñan, con todo esto no escarmientan, pudieran darse u n a vuelta y madirse a sí mismos, que también son mundos pequeños, y después de medidos y remedidos, conocer que no se conocen, n i comprenden ni saben cuanto tienen s i s acciones de latitud, y su Ulento de profundidad, viviendo dentro d e sí, y quieren averiguar a los cielos sus minutos « átomos, y que lo creamos y tengamos fe con sus adivinaciones, siendo lo futuro sólo a Dios reservado, y como si la influencia de los astros tuviera imperio sobra el libre albedrío, cosa tan ajena de razón; pues el Criador del m u n d o alzó la mano de ese dominio, y dejó i n d u l tado al hombre con el real privilegio de la libertad, para justificarle sus culpas, lo cual no pudiera ser a estar sujeto al apremio inviolable de los astros, a quien Dios era preciso tomar la residencia de los vicios y virtudes, y condenar los hombres igualmente a la neutral vida ¿el Limbo como inocentes, puesm que la buena o mala obra, para merecer premio o castigo, ha de nacer inmediatamente del hombre, consintiéndolo su voluntad y aprobándolo su entendimiento; esta es ley i n d u bitable de nuestra Católica Religión, los demás son erroj e s contra ella y contra la naturaleza, pues aquella que es más noble, debe gozar mayores fueros, y no puede ser mayor que la que está subordinada a otra. El hombre por animado irracional, es más noble criatura que los cielos; porque aunque ellos en opinión •de muchos son incorruptibles la mejor parte del h o m bre, que es el alma, es inmortal, y demás, a m á s (como


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he dicho) éetá ilustrada con el dote de larazón.por quien dijo Teofrasto: ¡Oh, hombre, milagro de u n a n a t u r a l e za atrevidal Con razón exclamó eete barón docto, prorrumpiendo en elogios suyos, viéndole con discurso como los ángeles y semejante a Dios, cómo pues, esta nobilísima criatura había de estar sujeta para ejecutar sus obras a otra menos noble, si por la parte del cuerpo lo está, por la culpa sintiendo el frío, el calor y otros accidentes que le aquejan, no empero el alma, que antes con lo que conoce y discurre, le alivia, que blasón fuera del Criador si lo que S. M. dejó por más al hombre otra criatura inferior lo hiciera menos? Parece que quedará defectuosa la Providencia; esto no se puededecir ni yo discurrir más en este punto, porque mecausa hastío y porque tenemos delante otros pasajeros. Más dijera si el estruendo y voces de muchos alguaciles no le interrumpieran; dábanlas a un cochero porque parase, rodearon la carroza e hicieron apear a los señores Francolines, que descuidados del fracaso se iban paseando por la calle Mayor, no creyendo que había de llegar la hora de este antubión. Dos de los ministros embargaron el coche y le dejaron en u n a cochera, y los demás llevaron a los caballeros a la cárcel. A esta misma hora estaba u n Alcalde de Corte en casa de los tales señores, embargando y haciendo invetario de toda su haciendia. Aquí fué un juicio final, ver tanto número de acreedore?, que cada uno clamaba por su dinero. Corría la voz de la prisión y corrían los desventurados que habían dado su dinero a ganar y le perdieron, los que se desacomodaron por acomodar sus doblones, el necio, el codicioso, el miserable, lloraban a m a r g a mente su mala fortuna, y más cuando en la tal casa no hallaron más que sillas, bufetes y algunas arcas de v e s tidos y ropa blanca. No montó su hacienda seis mil ducados, y por los libros parecía tener de la ajena más de trescientos mil; bien empleado suceso para aquellos, q u e guardan para que otros lo gocen.


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¡Ah, hombres necios! que aun vivir no sabéis; pues la mejor parte de la vida, es la que se pasa acomodada, y aun de esa no sabéis usar, llamando Providencia a la miseria, y desconfiando de la misma Naturaleza y aun de Dios, cuya vigilancia no oivida al más ínfimo y desvalido animal de la tierra; grosera desconfianza es la de aquellos, que beneficiados, desesperan de lo3 mismos que han recibido los beneficios; no hay libro de memoria que más acuerde la perseverancia, que los favores una vez recibidos. E s empeño del bienhechor no faltar en socorrer m u chas veces a quien favoreció una, siquiera por el crédito de la obra y por el lauro de su magnanimidad; siendo esto así, h a y miserables que porque se ven con algunos bienes, les parece que llegó el término de su felicidad, y no paran hasta aprisionarlos, y no contentos con los candados, los echan de sí y los encargan al cuidado de otros, que habiéndoles confiado menos, desean más para gastar más, y la mayor lástima de este negocio, es que, con tantas exporiencias de fugas y quiebras, hay necios que se desapropian de sus bienes para otros. E n fin, los pobres se quedaron con dolor y sin dinero, con arrepentimiento y sin hacienda, y los señores Francolines en la cárcel, de donde será lástima que salgan, sino es que los saquen. ¿Qué te parece de esta gente, me dijo el cuidado? A lo cual le respondí: Que los presos quedarían libres y ricos, y los libres presos y necesitados.. Bien dices, replicó, y también que si el m u n d o fuera por otra calle, ninguno de estos había de peligrar en el crédito, que juntamente no peligrará en la vida, porque la quitan a quien usurpan su hacienda, pecan contra la ley de Dios, contra el m u n d o , y contra sí; contra la ley de Dios, porque viven con la codicia de los bienes ajenos, hurtan sin peligro con la cara descubierta, con pretexto de bien, con capa de beneficio, hurtan muchas veces, y en cada una cantidad considerable, no u n día, sino una edad; son ladrones de privilegio, visten seda, traen autoridad, válelos la iglesia, ocupan el lado


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de muchos buenos, que ignorando su fin, gozan de su principio. Pecan contra el mundo, porque escandalizan con el mal ejemplo y le dan a muchos para ln imitación, que aunque es maldad, por provechosa la apetecen los que tienen la mira en la cosecha y no en el culto. Causan grandísimas necesidades, en aquellos cuyas haciendas se llevan, porque ¿qné ha de hacer el mozo sin su patrimonio, el viejo sin el alivio do su vejez, la viuda y la doncella sin sus dotes? Padecer y buscar por malos medios lo que quieta y pacíficamente poseían. La necesidad es madre de los mayores delitos, porque la extrema es especie de locura, como locos obran los m u y necesitados; despecha el verse sin nada al que solía tener mucho, y es el mayor despecho aborto de la mayor desesperación, más arrestado embiste el que no tiene que comer que el que solo procura defenderse, porquo este puede librarse en la contingencia y ese otro tiene el peligro infalible, porque es indubitable que sin alimento no se puede vivir. Pecan contra sí, porque los hombres de bien deben guardar palabra y sustentar Ja verdad, ambas estragan estos tales cuando quiebran, porque antes sustentan sus estómagos que t u verdad, satisfacen antes su voracidad que su crédito, y lo que les había de obligar a más fuerte empeño, les despeña más apriesa en su pérdida; ¿qué mayor hidalguía puede hacer el más galante que dar su hacienda sobre u n papel y cuatro letras? Esta confianza debía ser prenda preciosísima, que en el pecho del asentista criara u n a puntual correspondencia, que antes faltara 11 vida que ella. No sé qué mayor injuria podía hacer ;i u n hombre el más atroz enemigo, que hacerle mal visto. Toda la cizaña del demonio es menester para derramar veneno que atosigue el pecho de muchos; y e;-to, que para u n espíritu maligno, es de trabajo desde el punto rpie se declara su quiebra, empiezan los clamores al cielo, las maldiciones, matáranle sino se guardara, no cupieran los puñales en su corazón; como esto no es, conviértense las puntas en maldiciones, y este


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acero encaminado con ansia al cielo franquea las puertas y llega a los oídos de Dios, que severamente los castiga, o luego o después. Saeta es la lengua del pobre, que puesta en el arco de la justicia divina dispara al corazón del tirano, y nunca yerra tiro; tardarse puede, pero no faltür. Queda, el que queda sin crédito, incapf z de comunicación; la vanidad de algunos t.ños lo cuesta la infamia de muchos siglos, fáltale la comunicación de los honrados, ninguno le cree, huye de la justicia, anda escondido como malhechor, y cuando lo mejor le sucede y se concierta con sus acreedores, queda desconcertada su conciencia, porque el necesitado cuando se conviene, no es por la voluntad, sino por la necesidad; los contratos en el riesgo y en el aprieto, ocasiónales la fuerza, no tienen consistencia, son inválidos en no estando el ánimo libre, y las potencias sosegadas, no tiene fuerza, y por esto el que se ajusta a pagar la mitad, siempre debe la otra mitad: desengáñese que no ha pagado, y hasta que restituya no satisface; concluyo conque convalece mal de este achaque el que una vez enferma, y nunca puede ninguna tropelía hacer Príncipe al que no nació Principe. Cesó aquí, porque venían la calle abajo a toda priesa -dos personajes de felice recordación.-Es a saber, el casamentero, y la viuda lencera, que se casó con el espadachín; atendieron a la conveisación, decía la pobre mujer: —Cierto, señor don Alejo, que ya no tengo paciencia. Este mozo me tiene pobre: no se ha contentado con j u g a r m e el dinero, ni con venderme las alhajas; ha pasado su resolución al mayor descaro del m u n d o , está amancebado a pan y manteles dos añosha, y no deja mozuela que d o solicita; con estos excesos está de manera que me ha puesto llena de achaques, desde I03 p i e s hasta la cabeza; no s é que me haga, a v. m . pido consejo, s i me divorciaré o qué será de mí, que estoy sin crédito, sin salud, sin marido y sin hacienda. Respondió el tal, muy cari pesaroso: —¡Señora mía, siempre temí esta- perdición en u n ;


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hombre tan verde y tan holgazán; a v. m. se lo quise decir cuando se trató el casamiento, pero vila tan presurosa y enamorada, que no me atreví, y porque no me buscó para consejero, sino para tercero; y en tales lances, cuando lo contrario fuera, los defectos parecen per fecciones y las moderadas partes prodigios: ahora no m e hallo capaz para decirla lo que ha de hacer, ni ajustaré mi conciencia a que se divorcie, lo que restaba era hablar yo a su marido; pero desde que se hizo la boda no he entrado en su casa, y las veces que le he visto en la calle, que h a n sido pocas, no he hecho más que saludarle de paso: v. m. sufra y busque quien la aconseje,, q u e yo nunca diré otra cosa. Dejóla con la última palabra y a pocos pasos dio con el Caballero Alejandro, sobrino del Mariscal, hijo del. Gobernador, que con la primera amonestación se casó con la señora doña Elvira. I b a el tal don Alejandro vestido de una bayeta m u y trabajada, a quien el tiempo había dejado calva y los achaques descolorida. Su amago de toquilla de humo,, y sus guantes de concha, zapato reluciente, espada con vaina abierta al través; valona de tres semanas sucia y con sus celosías, poi donde se asomaban algunos hilos de la golilla de color de perla, no tan preciosos. Llegóse a él haciendo sus ademanes, y el E s t u d i a n tón le respondió con mesura y extrañó la persona. Tal iba el desventurado de bien alhajado: entre unas y otras palabras le entresacó el casamentero de los demás n o vios, que por haber sido tantos no le conocía. Preguntóle cómo estaba tan deslucido estando casado con una i5eñora tan noble y rica. A lo cual respondió: —Que habia m u c h o que decir, en uno y otro, y ya que la ocasión me brinda, y v. m . me conoce, quiero descansar, que estoy reventando. —Diga, que bien puede—volvió a replicarle— y él prosiguió: — E l día que ajustamos los conciertos, y aquellas s e ñoras se contentaron de mí y yo de sus mercedes, se


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sacaron recados, y con la primera amonestación nos desposamos: a pocos días descubrí mas lacras que tien e un pobre de Antón Martín: todo fué al revés. Mi suegro fué Ministro, es verdad; pero era de vara, andaba a comisiones, y en el levantamiento de Portugal se halló en Lisboa, en una cobranza, donde anduvo tan leal que se volvió a Castilla con más miedo que vergüenza. Los veinte mil ducados que v. m. me dijo que tenía, desaparecieron, y hallando no más de mil por m u c h o que caminé, no pude llegar a los veinte El hábito de Santiago que tenía para su dote, estaba en u n ferreruelo, no dudo que cuyo fué la hizo merced, y s e ría m u y tiabajoso averiguar los servicios que precedieron a este hábito. En cuanto a las partes personales de doña Elvira, no tengo que quejarme, que a no tenerlas,, yo muriera de hambre. Ya eEtoy empeñado en ser su marido y por tal paso, que peor fuera no tener que pasar: esto se lo digo a v. m . en confesión, y téngame lástima. El buen don Alejo, compadecido, le dijo: —Amigo mío, este m u n d o es todo engaño: duendes son los dotes y las riquezas: dicen que los hay y no se sienten: por muchos ha sucedido eso; si v. m. se h u biera informado despacio y no se hubiera desposado depriesa, no le engañaran; pero fué tal su resolución, que apenas oyó las partes de la moza, cuando se dio por contento aun antes de verla: a m í me tocó el proponerla y a v. m. el averiguarlo, que de su merced dije que en estas informaciones forasteras, no somos más que unos simples Embajadores; pero pues come y viste y no trabaja, no es mala esa Capellanía, si el Beneficio trae alguna pensión; pagarle p u e d e por el descanso dela haragana poltronería: Quédese con Dios, que voy a tratar seis bodas que esta noche han de quedar efectuadas; y si enviudare, ya sabrá para otra novia que se h a de informar primero despacio. —Famoso novio, dijo el cuidado. ¿De qué le sirvieron a éste los servicios de su padre y tío para dejar d e ser honrado, de que la sangre y lustre de que procedió,.


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si la manchó con el torpe aceite de su liviandad? Todo lo ha deslucido casándose mal y no tiene disculpa, que quien se casa sin tener para hacsr su hacienda deshace su pundonor, tiara cosa es el capricho de los poltrones, que se persuadan que sin su capa en el hombro los han de dar mujer hermosa, rica y virtuosa. Tan fácil es de -conocer esta falsedad como lo es distinguir la luz de las tinieblas. Yo tengo por sin duda, que no pecan de ignorancia, y llevan tragada su infamia por asegurar su plato; porque no es conforme a razón, que el que no tiene prendas le ofrezcan muchas; las de excesivo valor o se dan a quien las merece, o no merece má-- al que se las dan. Si son verdad, buscan al digno; si indignas, al humilde que las toma, porque fueron tomadas, y en brindarle con ellas se conoce la facilidad conque se ganaron. El suce-o de la lencera no es menos ridículo y digno de reprensión, más que el pasado, porque tiene mucho más gravedad la culpa. Este hombre recibió dote; fuese el que fuese halló quien le sustentara, topó con sus comodidades, sean o no las que él pensó. Tuvo color su engaño, o salida su marrajería; pero la necia de la viuda rica y con casa de trato, perderlo todo per casarse sin consejo, atrepellar inconvenientes por u n .leve aniojo, de quien nunca se pudo prometer seguridad, fué extremada locura. Ven acá, mujer de los diablo:?; ¿tanto pudo el rebato de tu apetite, eme te cegó los sentidos? Y siendo así que la tienda te había hecho rica y no tenías a qué apelar, dejaste tu evidente comodidad por su falible gusto, tu dinero ganado a varas, desperdiciaste a montones y creíste que un soldado enseñado a las licencias y libertad de la milicia, se había de ajustar a la p u n tualidad y asistencia de otro oficio, que si le comprabas, te hacías pobre antes con antes, y luego te quedaba el arrepentimiento de haberlo hecho, y, a tu marido, la ignorancia de no haberlo experimentado, despeñadero en que peligran los m a l advertidos; ¡cuánto mejor fuera estarte sola, teniendo que dar, que no acompañarte •con quien precisamente te había de obligar a pedirl


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Qué mejor marido querías que tus fardos, que te sustentaban; mejor estabas con ellos que con él, porque le sobraban y te sobraba todo; pero ahora te sobra el m a rido y todo te falta. Pudiste resistir u n golpe cuya causa motiva un engaño, por no verte imposibilitada de vencer muchos, que, indudablemente, acabarán c o n tigo. Y en fin, hiciste la última necedad, que es saber empobrecer, habiendo sabido enriquecer, y siendo más dificultoso lo último, lo conseguiste, pero no lo supiste conservar. Con esa diferencia obra el juicio quieto o alborotado; es menester mucho tiempo de razón para adquirir lo necesario, y en un punto da con todo al traste u n ciego y torpe apetito, porque reinando él arrastra y lleva tras sí, como fieras, todas las potencias. E n este lance estábamos, ron ansia de curarle al m u i do esta enfermedad, que siendo común dolencia de muchos, es mortal en los más, cuando me pareció que se mudó de repente la calle Mayor, donde estábamos, y se nos ofreció delante una casa fuerte, cerrada y bien guardada, dentro de la cual se oían fúnebres y lamentables voces. Esta es—me dijo el cuidado—porque salgas del que tienes—la cárcel de los necios; aquí solo prenden y castigan a los que bárbaramente obran; ningún delincuente de los que aquí se encierran puede estar vano de su culpa, antes bien, corrido, porque a todos los p o n e los grillos la mortificación. A ningún viso tienen consuelo estos miserables, porque jamás tienen disculpa, sus yernos. Pues ¿quién son—le repliqué—los presos que tan desconsoladamente pecan? ¿Y quién es el Juez que tan recta y severamente los castiga? Son—volvió a decir—estos desdichados—los q u e a pesar de su ser, m a n c h a n su razón oponiéndose a las verdades católicas; bárbaros que procuran deslucir la verdad cristiana con aparentes razones, que tienen el corazón de alquimia y la apariencia de oro. El Juez es el más severo, el más recto, el más justificado tribunal de cuantos autoriza la potestad Regia,,


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y, por decirlo de una vez, es la cárcel de la Santa Inquisición, ¿pues a qué propósito m e la has puesto delante? No es sin causa, porque quiero que averigües u n punto que toca a nuestro discurso y veas en lo que paró aquél Santón hipócrita que se quiso meter a beato .sin saberlo su alma, por la comodidad de su cuerpo. E s cucha las voces que por esa ventana que tienes enfrente salen a dar noticia de este suceso. Estaba la tal ventana tan frontera de nosotros, que pude ver sentado en un banquillo al hipócrita, triste y macilento, y al que estaba con él, que e i a un Sacerdote y el mismo con quien había tenido el primer coloquio, q u e le estaba diciendo estPb razones: Esta visita la debéis tanto a mi piedad cuanto a vuestra miseria; supe vuestra sentencia, y como F a m i liar que soy de la Inquisición, me ha sido fácil la entrada. Bañado en lágrimas le recibió el infeliz preso, sin poder articular razón alguna, tanto, que fué menester que volviese su amigo a proseguir, diciendo: El valor se hizo para los infortunios, y aunque ahora es virtud esa ternura, es menester mostrar alguno, porque de todo punto no juzgue envilecido vuestro ánimo; no sé, hijo, de quién es ese llanto, si de la vergüenza o del arrepentimiento; de este será más hidalgo, porque promete enmienda, y no parecen tan feos los delitos cuando los conoce el que los cometió, porque él mismo los hace menores con el pequé. Dichosas fueron las culpas si aquella razón engañosa conque persuaden en su principio fuera eficaz motivo del desengaño en su fin. Llorad pues, llorad pues, si el arrepentimiento lo ocasiona y advertid, que para la mala opinión que tenéis en el siglo, ha andado el Santo Tribunal m u y templado; un destierro se pasa presto, y si he de deciros lo que siento, nunca estaréis más bien en vuestra patria que cuando estéis en vuestro juicio; el más sensible tormento, si lo conociera el mortal, es el que le enajena de su razón y aquello tiene de mayor, porque no conociéndole, n o


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está capaz ele enmienda; a vuestra justa, si moderada sentencia, la debéis este recuerdo, y pues lo que nos •queda por remediar es la vida que falta de pasar, salid a cumplir vuestro destierro y volved m u y apriesa a tener exteriores de modesto e interiores de Santo, que yo, como vos lo hagáis así, desde cualquier parte os asistiré. En tanto que oyó estas razones el preso se recobró, y echándose a los pies de su amigo, le respondió: Aunque tarde, he llegado al conocimiento, mas con una verdad tan clara, que ya no es posible se vuelva a empanar con las tinieblas de mi ignorancia; vuestros consejos (señor) han sido en mi memoria un Fiscal, que severamente, por instantes, me ha acusado. Y si los señores Inquisidores hubieran tenido entera noticia de esto, como yo lo siento, excusada fuera la vela, i n ú t i l la soga y ocioso el destierro, porque de manera m e han atormentado aquellas palabras que antiguam e n t e me dijisteis, que me han lastimado todas las partes del alma. Conociéndome estoy y conociendo cuan bárbaro es el que se. quiere introducir de repente •en la vida bienaventurada, porque suele valerse del «mbuste de que yo me valí, y como es una fingida apariencia y se toca de cerca, a pocos lances se ven las tramoyas conque encarama y pone a riesgo de despeñar a su dueño; si aquel aplauso conque al principio engaña no tuviera tan cerca la mofa, el mundo estuviera lleno -de hipócritas y la Religión padeciera grandísimas boTrascss. Así como acabó de decir esto, desapareció aquella iábrica o cárcel y nos hallamos en el jardín donde primero estábamos sentados junto a una fuente.. E l cuidado tomó la mano y empezó a decir: Este último que hemos visto corrió con felicidad en su engaño los primeros pasos de la hipocresía. Cebóse t a n t o en los aplausos, que ellos mismos le desvanecieron. No había Príncipe que no hiciera tema de tenerle en su casa; era el oráculo de las dudas, y engañándose -en las respuestas, las deseaban como si fueran profe-


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cías. La puerta de su casa estaba llena de gente a todas horas; cada uno buscaba en él su remedio: daba algunos en tiempo que los achaques habían de sanar, y siendo Dios quien hacía el milagro, se lo atribuían a él. Entronizóse de modo que no había quien alcanzara u n a palabra suya, sino era con mucho trabajo Esto causó u n mortal odio en el vulgo, y así, m u d a n d o los frenos^ los mismos que le buscaban para los prodigios, le buscaron después la vida y le averiguaron todo el embustede su proceder, y, finalmente, delataron de él al Santo Tribunal, que ajusfándole la cuenta, puntualmente, lo penitenció y desterró por cuatro años de !a Corte; el que estaba con él es el mismo con quien le viste'hablar al principio; hombre cuerdo, de buena vida, prudente y sai az, que por su virtud y estudios, sin más padrinos, ha llegado a gozar mil ducados de renta por la Iglesia, y se los ha dado el señor Cardenal, piadosísimo y limosnero Príncipe, que a n d a a buscar necesitados virtuosos que socorrer; ccn esta mediana renta vive en Madrid, arrimado a la Capellanía 'la un Convento, donde es dichoso ejemplar de otros Sacerdotes; muchos: más sucesos te pudiera contar y repetir que hoy están pasando en Madrid y en el m u n d o , en el tropel de los ambiciosos e ignorantes, pero baste esto y ven a discurrir conmigo esta hermosa Quinta para que te hagas capaz de la amenidad de sus estancias. Bajamos de la torre, y paseándonos, dimos en una calle de árboles, tan dilatada, que apenas sedivisana su fin; anduvimos algún rato por ella y dimos la vuelta a unos jardines cuya hermosísima variedad confundía el apetito y e m barazaba el deseo de los sentidos, porque las manos querían oler, los ojos tocar y el olfato ver, y enrulándose las unas con las otras acciones, no sabían dejar u n objeto para pasar a otro: de todos querían gozar; a u n tiempo hacían más apacibles los cuadros; unas fuentecillas que estaban en medio, más fabricadas de la naturaleza que de! arte, arrojaban con apacible ímpetu el agua, que bajando después en menudos aljófares, fertilizaban las plantas y fecundaban las flores. Debimos d e v


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andar en tornos y veredas diferentes cosa de u n cuarto de legua; más debió de ser si no es que el gusto y la diversión hicieron menores ías distancias. Hállamenos a la puerta del palacio, que al entrar no me quiso enseñar el cuidado. Era el edificio hermoso, moderado, fuerte y vistosamente fabricado de jaspes: embelesado estaba en la variedad de sus matices, cuando sentí abrir la puerta y vi al cuidado a ella; hízome señas que llegase; apenas pisé sus umbrales, cuando me Bailó a recibir una bellísima matrona, que sin los melindres de dama, gozaba los fueros de perfecta; competía su gentileza con su brío, el cabello suelto, negro, pródigo y limpio, atado sin orden, pero con indicios de haber estado muy aliñado antes, negro, vuelvo ha decir, porque no se olvide el color, que al fuego de sus dos soles, pagaron el delito de encubrirlos y la porfía de la defensa al ocultarlos; su frente espaciosa en quien deshojó mil azates la Primavera; cejas del mismo color del pelo, sus ojos me deslumhraron con su severidad y me acobardaron con su luz, eran también negros, que entre sus llamas vivían carbuncos o salamandras, para lo uno m u y sensibles y para lo otro m u y halagüeños; mucho tardaron los míos en apartarme del embeleso de mirarlos, porque sin poderme contener, parece que había parado allí la más presumida ambición, y a no ser suyo lo que resta, no pasara de sus ojos; estaban sus mejillas sin más aliño que su color natural; pero no fué achaque sino confianza de no haber menester a nadie más que a su nariz, que dividía sin hacer sombra sus pensiles, no tan h u milde que no presumiese tener tan buen aliento como su vecindad, y aeí alegando neutralidad, se quedó en el punto de la perfección; su boca sin afectar pequenez, porque el ser extremada en esto es también fealdad, era fresca, cabal y podía en cualquier competencia mostrar dientes a la más linda; remataba su rostro en la barba, como las demás y en ella u n hoyuelo, como quien dice, aquí se entierran los que mueren más arriba. Este hermoso si breve volumen de perfecciones, 6


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se fiaba en el cristal de su cuello, cuya columna era instrumento suavísimo de su voz, las manos se negaron en la avaricia de unos guantes que cuidadosamente las recataban; no vi más de que iba vestida de u n tabi de amusco y plata, aunque engolfado en tanto mar de hermosura; cumplí con las obligaciones que acostumbra la cortesía y llevándonos a m í y al cuidado dos salas más adentro, se sentó en su estrado y empezó a hablar desta manera. Peregrino, en quien miro a u n tiempo el deseo de conocerme y la dicha de hallarme, no acaso has conseguido esta fortuna; misterio h a sido que a venir sin el cuidado no lo alcanzaras, de aquí inferirás que aunque el que duerme está negado a las acciones voluntarias, no a las pasiones, porque aunque el sueño es descanso del hombre, también es hijo de la fatiga que no ees?, ni se aparta de él y también se duerme con cuidado de despertar; este modo de dormir deben tener aquellos a cuyo cargo están los gobiernos y magistrados, porque el que durmiendo acabó con su obligación, ocupa su entendimiento en cosas m u y viles; duermen así los hijos del ocio y de la glotonería. E n fin, tú dormiste con cuidado y con él has llegado a este alcázar, y no has de malograr tu bien nacido sueño. Yo soy la flema de Pedro Hernández, llamóme Mari Hernández Pimienta, no soy su hija sino su sierva, no procedí de él como de padre aunque me poseyó como dueño; mis padres tuvieron más altos principios porque fueron el aplauso y la reputación, pasaron acaso por Galicia necesitados, vinieron a parar en casa del señor Pedro Hernández, hombre astuto, vigilante y de buena vida; aficionóse a m í y pidió a mis padres m e dejasen en su casa; hiciéronlo fiados de su hidalguía y obligados de sus agasajos, viví con él cincuenta años en cuya escuela aprendí y enseñé el modo de medrar con honra y reputación, hasta que llegó el último de mis días y muriendo vino en mi opinión en el m u n d o , bien que mal entendida de todos; pudo entonces tanto el crédito de mi enseñanza que fingieron mis dicípulos que los Dioses me habían


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trasladado al cielo; pero como no era en tiempo de la Ley de Gracia, se persuadieron fácilmente a este error. Lo cierto es que m i espíritu es el que vive en gracia de su Criador y que aquí ha permitido que tome esta forma fantástica para poder hablar y poderme explicar. Mi segundo apellido es Pimienta porque gasto nem a con agudeza, y lo que al principio empieza pausa, acaba en velocidad, no tanta, que m e despeñe. Con esta política se han gobernado los que en el m u n d o han conseguido triunfos y laureles; las grandes batallas con el tesón de la paciencia se vencieron; los sitios de los castillos inexpugnables, con el valor del sufrimiento, dieron fin con honra de los sitiadores; en las conquistas de voluntad sucede lo mismo; la porfía ha conseguido la posesión en las voluntades, al parecer imposibles; llenas están las h u m a n a s y divinas letras de historias, que afianzan esta verdad y yo no te las repito por no molesterte, que aunque la erudición deleita, todavía para probar proposiciones evidentes es ociosa. De aquí inferirás que la paciencia, valor y sufrimiento, se alimentan de mí y la pimienta; esto es el gusto de conseguir, es la sazón que a la postre da la constancia del esperar. Con lo cual te he explicado, mi ser y las operaciones de mi nombre; no se acordó de mí don Francisco de Quevedo, porque no es posible que u n hombre solo se acuerde de todo; fué acaso el olvido; no hago queja de esto, ni t ú la puedes hacer de él, pues ya el cuidado te ha sacado de ese desvelo. Bien pudiera la señora Mari Hernández, traer aquí muchos ejemplos, que noticiosa le era fácil acordarse de Joab, rey de Israel, que preguntándole a Elíseo si había de vencer a Siria, le mandó el Profeta herir la tierra y él lo hizo con la saeta tres veces, en señal de las cuales tuvo tres victorias, si tuviera paciencia acabara con Siria, y así el Profeta le replicó: Si hubieras dado más golpes, consiguieras más triunfos; cansaste presto y por eso no acabaste. De la repetida peregrinación de Moisés, cuando era capitán del pueblo de


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Dios, que anduvo por asperezas cuarenta años, hasta llegar a tierra de promisión, a cuya vista murió de la constancia de Jacob, para conseguir la hermosura de Raquel. Del sufrimiento del justo varón Job, que adargado con su paciencia pasó con aquella tranquilidad de ánimo tantos trabajos, y en las h u m a n a s letras. Júpiter se rindió a tomar figura de bruto, a sufrir el trabajo de romper las aguas y a deslucir y perder el crédito de su deidad. Penélope famosa, en deshacer de noche lo que tejía de día, para engañar los amantes que solicitaban su deshonra, y demás de todos estos, el inumerable séquito de historias, que pudiera traer, y excuso por la razón dicha. E n fin ia señora dejó su estrado y nosotros las sillas, y nos dijo: Id en paz y haced saber al m u n do que yo soy legítimamente la misma que por este sueño habéis visto, y por los varios discursos del entendido. Apenas hubo dicho estas últimas razones, cuando desapareció, y nosotros saliéndonos de su Alcázar o Palacio dimos vuelta al jardín, y llegando a su puerta me dijo el cuidado: Sola u n a cosa, dormido peregrino, te falta de saber. Y es que como siendo en el m u n d o la flema tan enemiga del cuidado, y al parecer tan contraria a la reputación, vive aquí colocada con tanta autoridad; pero porque no despiertes con esta duda, sabe que la flema en el m u n d o se divide en dos. La una es hija de la pereza y por esta se afean las horas, se entorpecen las potencias del alma, se pierden los aplausos, se derriban las Coronas y peligran los reinos. La otra, es hija de la prudencia; por ella se consiguen los triunfos, se vencen las arduas dificultades, se rinden los más fuertes enemigos, se adquieren las mayores dignidades. Si no tuvieran flema los prudentes, no tuviera ejercicio esta virtud moral de la prudencia, porque aunque es verdad que la duración en los trabajos se puede atribuir a la constancia y a la paciencia; estas son especies de la flema prudencial, y se sujetan a ella como


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a su género, el estudiante en la Universidad, el soldado en la campaña, el juez en el Tribunal y el Rey en su solio, han de tener flema, sufrir y esperar para adquirir, conseguir, juzgar y premiar. Así que esta última flema es la que has visto y de quien habla este discurso, que de la otra como viciosa, inútil y desaprovechada no se hace caso y todos la deben huir, como también aborrecer el desordenado tropel de la cólera, hija de la ira, porque es el atroz despeño de las felicidades, la fatal ruina de la razón; enfurecido u n hombre se desfigura y se hace igual a los brutos, no señorean en él las ilustres prendas de las potencias del alma, ni aun él mismo se conoce. Furioso estaba Alejandro Magno y era tanta su diformidad, cuando le arrebataba su ímpetu, que le parecía a su madre ser otro hombre, en tanto que le duraba aquella pasión y no pudiendo corregirle con palabras, hizo que Apeles le retratara u n día que estaba furioso, y otro que le vio pacíticoi] le enseñó su mismo retrato, diciéndole que era de u n varón ilustre, de quien él era m u y amigo; a lo cual él respondió que no solo le conocía, pero que le pesaría tener amistad con hombre de tan desapacible semblante. Ese sois vos cuando estáis enojado. Replicó su madre: mirad cual os pone la furia, pues que vos mismo no os conocéis. Pudo tanto este discreto arbitrio con el Emperador, que de allí adelante se procuró templar en esta pasión, no va fuera de camino, que la priesa las más veces procede de la cólera de quien hablamos, porque todos ios movimientos apresurados son hijos de una causa y no se diferencian sino según más o menos el presuroso se mueve con menos calor que el precipitado; pero todo es precipitarse y la velocidad más templada es arrojo de la razón que peligra en sus llamaradas; menester es que los prisosos se pausen para acertar, no se derriba un árbol con el primer golpe de una hacha, es menester dar el último para que caiga, sino es que sea tan débil que el primero sea el último; no se sazonan los frutos de la cierra, ni se desabrochan las flores en


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u n día, no se desata el agua de los lazos rigurosos del hielo a los primeros rayos del Sol, hasta que calentándolos su asistencia los deshace; no gasta a la peña el el agua con la fuerza, sino con la continuación, las más cosas naturales son retóricos maestros y ejemplos vivos desta verdad. El ingenio de los agricultores, que con ambicioso designios y codiciosa industria enseñan a las plantas al dar el fruto temprano consígnenlo; pero con riesgo dellas mismas, porque se acaban presto, hacen ese placer a su dueño; pero gozan de él pocas veces, ninguna cosa violenta es estable, la priesa las más veces es violencia; queda en esta verdad y recuerda que ya es hora. Dio un grandísimo golpe a la puerta del jardín y quedóse dentro y al estruendo que hizo cerrando, desperté. Después de haber recordado parece buena cortesanía dar los buenos días a los cortesanos que me h a n oído soñar, que cuando el que duerme aprovecha da voces el sueño, buenos días, o buen rato o buenas horas, o como lo quisieren decir, tendrá el que hubiere leído este discurso, si le ha parecido bien, y si no yo los tendré muy malos; pero aunque arriesgue el aplauso en la prodigalidad, es del intento de esta doctrina una cuestión moral y política, sin la cual parece que quedaba defectuoso, y es esta. Pregúntase cuál es mejor, esperar para con seguir o perder por no aguardar. . Si los humores, los temperamentos, los genios y las condiciones de los hombres fueran semejantes, tuviera esta cuestión u n a solución absoluta; pero como son tan varios, no es posible que ni la propuesta ni la conclusión sea a gusto de todos; pero yo la pondré como debe ser. Las cosas que se pretenden, o son tan sumamente necesarias que sin ellas no se puede vivir, o son tales, que aunque sin ellas se puede pasar, con todo eso se apetecen para pasar mejor, o últimamente son de tal jerarquía que sólo se buscan para la ostentación y va-


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nidad y sin ellas totalmente se puede pasar; esto supuesto empezaré por estas últimas. Los puestos, las dignidades, los oficios grandes ordinariamente hacen mayores a los que los tienen, si no es que ellos sean tan grandes que no puedan crecer. Estos son raros, esotros son muchos, porque aunque es verdad que las dignidades no mejoran la sangre, aum e n t a n la autoridad y la renta; y si no fueran verdad estas dos cosas, fuera error grandísimo de los hombres el pretenderlos. Esta, pues, autoridad adquirida es de dos maneras: o es en aquellos que siendo poco desean ser más, o es en aquellos que siendo mucho desean tener mucho. En ambos a dos se debe mirar de u n a misma manera, porque considerándolo a la ley de la Naturaleza tiene con que pasar sin necesitar de otros; y correspondiendo con el fuero de esta ley natural, es ocioso lo que sobra, y el miedo de perder lo moderado es vileza del ánimo que peca contra la Providencia. Mirado a la ley del m u n d o parece que tiene disculpa con aquella honrosa ambición de ser más y tener para lucir más; pero es una fantasía que representa la vana autoridad de los Príncipes, cuya forma perece luego, y así no seré de esta opinión, atendréme a la ley natural que es tener lo que basta para vivir, cuya estoica disciplinaes verdad infalible. Replicarás a esto que si los grandes no h a n de pretender oficios, ¿a quién se h a n de fdar los oficios grandes? Yo te responderé que a los grandes que no los buscan. La segunda división es la pretensión de aquellos que teniendo lo que basta desean pasarlo mejor. Estos m a l contentadizos merecían perder lo que tienen y n u n c a alcanzar lo que pretenden, porque a u n q u e hay bien y mejor, el desvelo debe de ser hasta pasarlo bien, y es mejor fiarlo del mérito que de la diligencia, y así era excusado que la cuestión milite en estos tales. La última, que fué la primera división, es la de aquellos que precisamente pretenden para vivir. Aquí es donde sin d u d a ninguna está la conclusión de esta


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propuesta, en las demás no tiene fuerza, no se ha de suponer u n hombre tan exhausto que esté sin nada, sino que esté pobre, según su calidad en éste; pues veamos cuál es mejor: esperar para conseguir o perder por no aguardar, es opinión que siguen los bien hallados con su miseria. Y. aunque es verdad que por algún c a m i n o l l e v a n r a z o n . n o en el caso propuesto; porque a u n q u e el esperar demasiado apura la paciencia, acaba el sufrimiento y aun apoca la salud, con todo esto no deben ceder los menesterosos por la importancia de su comodidad. Muy cansada cosa es lidiar con la molestia de la dilación y con las tinieblas de la duda, y no hay pretensión, por leve que sea, que no esté expuesta a estas dos penalidades; pero si se gobernara por ellas el discreto cortesano, estuvieran casi vacos los oficios de la República, y así es menester atrepellar estas dificultades, venciendo los ímpetus de la priesa, que en este caso descomponen y no aliñan ninguna pretensión, por manera que juzgare poco atento y menos cuerdo aquel que por cansarse de las diligencias de u n año pierde las comodidades de toda la vida. Responderás que quien h a de tener paciencia tan dilatada, que sufra la continua tarea de la asistencia, perdiendo la hora de su comodidad, desazonando el gusto de la comida y cena, estragando la quietud del sueño, faltando a la conversación de los amigos y últimamente careciendo del gusto de los lícitos divertimientos, cosas todas que alegran el ánimo y aminoran los afanes de la vida. Y yo te replicaré q u i aunque todo esto pesa mucho, tiene el término corto en comparación de lo que te espera; mucho es menester para no haber menester nada; y así el que no sufre no puede conseguir, porque los oficios y ocupaciones nunca están tan huérfanos que dejen de ser pretendidos entre muchos que los solicitan y pocos que los merecen. Y como para la elección ordinariamente batallan el mérito y el favor, es larga la sesión y la conclusión dihcultosa; de donde se sigue la dilación que precisamente ha de sufrir el cuerdo, y más si considera que aun en el digno suele haber difi-


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cuitad por alguua razón, porque hay oficios donde suelen bastar las letras, en otros la calidad, en otros la persona y en los más todo junto, y si esto se pudiese hallar siempre, serían bien afortunadas las provisiones. No quisiera introducirte con esta doctrina a vida mi serable, sino acomodada, porque ningún extremo es apacible ni la razón lo propone, ni la sensibilidad del cuerpo lo consiente sin grande trabajo; los cínicos, cuya cabeza fué el filósofo Diógenes, vivieron desesperadamente, .llamaban virtud a lo que era extremado vicio, trataban al revés de como Dios manda que se traten, porque criando todas las cosas para el servicio de los nombres, ellos servían a los demás, despreciaron lo que con modestia autoriza, y es reprensible vicio aquel que tira a deslucir la obra de su Hacedor. Haber nacido hombre y querer parecer bruto es despreciar lo racional. Ninguna cosa trataron aquellos hombres que no les desdijese el ser de hombres, y se salieron con ello, porque ios llamaron perros, que es lo mismo que cínicos. Tempoeo quisiera reducirte a la vida epicúrea, porque era demasiada confianza, sobrada glotonería y ociosa gula creer que todo se había de gastar en un día, sin guardar para otro, y así alabo la virtud moral que llamamos Providencia, porque a u n q u e 6s verdad que la Divina cuida de todos, también quiere Dios que cuidemos nosotros. Lo demás es pasarse a milagro; bien que los epicúreos no lo hacían por razón religiosa, sino por apetito voraz. De aquí resulta que será mejor la templanza siguiendo al doctísimo Epitecto, cuya estoica disciplina nos da que admirar y que imitar; a esta te persuado para que lícitamente la solicites, desvelándote hasta tener con qué pasar, y si quieres atesorar, fíalo de la buena fortuna y no de ti, y date por satisfecho.

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BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA

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L A

F L E M A D E

P E D R O

H E R N Á N D E Z ,

Difcurfo Moral ,* Político, AÑADIDO, Y ENMEBDAJTO POR FU AUTOR, TI L I CENCIADO MARCOS GARCÍA, CIRUJANO QUEFUC DE FU MAGEFTAD, y LECTOR DE CIRUGÍA ERI'CI HOÍBITAL GENERAL DEÍLACORTE.

DEDICATORIA A Agnfi¡/i Xirntne^ , Teforero de la Capilla, Redi, y de gajlos de lufiícin del fonjip Suprema de Caflilla.

Con prMiegío en Madrid, Por Gregorio Jlodrfyue^. Afiode i 65 7, A cojín de Gabriel de Lew,tnttctier 4c L'hai

P r e c i o : DOS

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de Autores

Célebres, por diferentes ingenios

MADRID H Vslasoo, Impresor, Marqués ds Santa Ana, 11, dup. TBLÍ70NO,

1919

M

55í


Sste libro original, es propiedad de su autor, que será muy animal, pero que al pío lector, (sea varón o mujer) le quedara agradecido, si no se lo deja leer de balde a ningún nacido. Porque si lo leen de balde, a mí no ma tiene cuenta, y es imposible que salde la faetttra de la imprenta. N O T A : Y O seré borrico, pero si algunos se ofenden porque, al pedir, les doy mico¿ desde aqui me ratifico: No doy libros, que los v e n d e » en ouanto se los dedico.


PRÓLOGO I E l gato, que es una fiera, se acurruca en un rincón, y se come en dos minutos -el cadáver de un ratón. E l cerdo come gallinas, porque el cerdo es inmoral, y hace algunas porquerías casi impropias de un corral. E l tigre se come al gato, y no hablemos del león -que se come al gato, al tigre, y al cochino, y al ratón. II E l pez en el agua nada sin otra preocupación que tragarse renacuajos para hacer la digestión. Con la misma indiferencia y la misma estupidez, nadando viene el besugo y a nado se traga al pez. Pero como en esta vida nadie tiene protección, al besugo, dulcemente, se lo traga el tiburón.

ni Las aves, unas a otras, •en la azul inmensidad,


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XJVIÍS

Esteso

se persiguen y devoran con ñera rapacidad. Sin embargo, hay quien se come dando pruebas de tragón, aves, peces, puercos, ratas, osos, gatos y... un jamón. A todos los mata el hombre cara a cara o a traición, luego el hombre es el más bruto de toda la Creación,

I LA

PULGA

En los brazos del niño se rendía sobre la dura cama, mi espíritu burlón, que solo ansia lograr renombre y fama. Para que al ver mi nombre, la humanidad prolífica se asombre, y me insulte el más bruto, o me ofenda cualquier hijo de Cabra; pu¿s yo les doy palabra de que, desj de muerto, no discuto. L a vanidad que a todos enloquece, porque a todos nos tienta de un modo que parece que ponemos orgullo en nuestra afrenta..me tenía sujeto, y era capaz, con tal de ser famoso, de faltarle al respeto al autor más glorioso, al genio más profundo, y en mis versos diabólicos despreciaba a los seres de este mundo por parecerme poco melancólicos. Mi espíritu cedía dulce y tibio a esa calma apacible que disfruta el anfibio lo mismo que el volátil más terrible, y que al hombre más cuerdo convierte en guarro, lechoncillo o cerdo*. aunque algunos lechones


-A.n.im.B,l©s c a s e r o s no son poetas tristes ni ladrones, y el hombre, en su maléfica afición, se hace poeta si nació ladrón. E l hombre es lo que quiere en el planeta, después de haber nacido a fuerza de ripiar, se hace poeta; pero al ser ya poeta... está perdido. Porque se pone triste y el hambre se le ensancha, y no le encuentra chiste al Señor Don Quijote de la Mancha. Digo que me dormía, y ent:e tanto una pulga me decía: « E n esta vida perra, para mí es el placer y la alegría, porque lo único bueno de la tierra es la mujer, y la mujer es mía. Ellas son la divina doradura del mundo vano que por ellas dura. Por ellas es alegre nuestra vida, por ellas conservada, ellas dan al suicida con un beso de amor la paz ansiada. Lavan vuestras afrentas con pena y sufrimiento, y aunque en amores queden descontentas os dan contentamiento. !íon para el mal sufridas y para el bien honradas; sufren con ser temidas, gozan con ser amadas. L e prestan al cobarde el bélico valor que en ellas arde, y sin eilas sería este mundo ruin, cárcel sombría. Por conseguir un beso de su boca te esclavizas al yugo del trabajo; yo salto como loca del justillo al refajo; le clavo el aguijón a la más bella, y tú te abrasas en amor por ella. ¿Quién eres tú, pigmeo? ¿quién eres tú, que luchas torpemente por lograr un deseo que lo consigo yo tan fácilmente?

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Xaiiis 3st,eso

A esa mujer que adoras con pasión que te abrasa, la veo a todas horas, no salgo de su casa. L a sorprendo en el baño; |oh, qué feliz momento! ¡Mientras duerme en la cama la acompaño y su sangre me sirve de alimento! De su nivea garganta salto sobre su frente, y yo sé lo que canta, y yo sé lo que siente; yo sé lo que le espanta, yo sé el amor que le es indiferente. Encima de su pecho me reclino para escuchar su corazón que llora, y a veces adivino la tempestad que en sus adentros mora. Y la siento temblar desfallecida igual que el ave por el rayo herida. Y o sé de las mujeres secretos y traiciones. Y o conozco el placer de los placeres. Y o conozco sus locas tentacionesLas he visto humillar a cien varones, y arrebatar, hasta perder el juicio, al sabio más profundo, que algunos piensan que el amor es vicio, icuando el amor es el dolor del mundo! Sobre un cuerpo más blanco que la nieve y más ardiente que el amor de un mico, he puesto mi pie breve con cierta gracia para hincar el pico. H e paseado, ufana, mi personilla inquieta, por la piel de la noble castellana y por las nalgas de la más coqueta. Y he visto tanto y tanto que al recordar me espanto, me espeluzno y me postro, y en mi negro quebranto toda la sangre se me sube al rostro. Que hay hombres exigentes eon la mujer que adoran, aunque no se desdoran


jikxiim.aJ.s3 c a s e r o s

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si ellas cometen actos indecentes, siempre que la consorte se lo diga, ya que nobleza obliga. Y ponen tal saber en sus consejos sobre el placer, el goce y el deleite, que de algunos pellejos sacan pesetas, en lugar de aceite. Duerme, duerme tranquilo, sueña que has de vivir de lo que escribas; yo no te despabilo, porque quiero que sueñes mientras vivas.»

APÉNDICE I Para que mis bellas lectoras sepan de Lis cositas que lian sido capaces algunas mujeres en este inquieto mundo, voy a referirle algunas anécdotas curiosas. «Preguntaron a Pitágoras, por qué había casado a su hija con su mayor enemigo, y respondió que porque no tenía en su casa nada peor que darle, ni mejor instrumento conque vengarse, ni espada, ni fuego, ni trabajo, ni persecución mayor que poderle enviar. Porque si para todos los males de la tierra hay consuelo, para una mujer vana y deshonesta no hay remedio. Es mayor milagro, dice San Bernardo, estar junto a una mujer y no caer, que resucitar a un muerto. Algunas mujeres, para saciar su desenfrenada lujuria, se han valido de bebidaj, hechizos y demás artes •diabólicas. Eliano las comparó con las yeguas por su lascivo ardor, y San Jerónimo, hablando de Lucilla, mujer d e Lucrecio, dice que usó de bebidas para conciliar el amor, como la torpe Gesona para abrasar en llamas de amor a Oalígula. Valeria Tnsculana, ciegamente enamorada de su padre, se valía de la infernal industria de substituir a las que él esperaba... La ardiente lascivia de Semíramis, abrasada del más fiero amor de su hijo, estableció la obscena ley, consintiendo el matrimonio entre hijo y madre, para casarse con Niño y saciar su liviandad. Iguales atentados nos refieren de í'rateya, madre de Periandro, de Agripina y de la madre de Amiano.


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X J - U Í S Kiste S O

La impúdica Juana, reina de Ñapóles, mandó ahorcar a su marido porque el miserable no satisfacía sus deseos, y se casó con Luis Tarentino, quien no logró satisfacer la sed de su inextinguible ardor. Mesalina fué tan liviana, que obligaba a las mujeresa que ejecutasen horrendas acciones en su presencia, condenando a muerte a la que se resistía. Elefántida, no se contentó con ser discipula de liviandades y pasó a ser maestra en sus execrables escritos. Escribe Antonino Turrecremata, que en Burgos se descubrió un hermafrodita. Mandóle el Juez que eligiese el sexo de su gusto, y se inclinó al de mujer, mas ocultamente usaba el de varón, lo que lograba más a placer, por llevar el traje mujeril, l'or sus deshonestidades le ahorcaron. Las arpías se pintan con el rostro de virgen, los cabellos largos, la boca amarilla, alas en los hombros, el cuerpo de buitre, los brazos hermosos, las uñas largasy los pies de gallina. El rostro, porque aunque sea vieja, siempre se vende por niña. Los cabellos largos para enredar al amor, sin respetar a los muertos, pues si le faltan los cabellos, los busca en el sepulcro. La boca amarilla, porque la tienta el oro. Las alas, porque su deseo es volar a todas partes. El cuerpo de buitre, porque digiere basta las piedras. Los brazos bebos, para atar con ellos el amor de los hombres. Las uñas largas, para clavárselas en el corazón a los amantes confiados. Los pies de gallina, por lo desperdiciadoras y livianas. Dice San Juan Crisóstomo: « L a mujer es enemiga dela amistad, pena inevitable, mal necesario, natural tentación, deseable calamidad, peligro doméstico, detrimento deleitable, detestable naturaleza dei mal, pintado con el color del bien.» Simónides dice, que es la mujer, vergüenza y confusión del hombre, bestia importuna, solicitud continua, batalla loca, daño de cada día, impedimento de soledad, naufragio de la vida continente, vaso de adulterio, perniciosa guerra, pésimo animal, carga pesadísima, áspid incurable y servidumbre humana. N o hemos terminado, lectoras amables, el pequeño examen que me habla prometido y voy a copiar algunas ideas, ma'as desde luego, a pet-'ar de ser de grandes autores.


-A.nim.ales c a s e r o s

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¿Qué le habréis hecho a estos señores? Vosotras que sois tan buenas, por lo menos para mí. Bueno, vosotras sois buenas para todos, lo que ocurre es que, en cuanto los filósofos se hacen viejos y carecen de los suficientes encantos para enamoraros, la toman con vosotras y ponen cátedra de moral. Dice mi tío Arturo Sopenjáguer, pronunciarlo así,, porque era tío mío, vamos, era un tío. « É l disimulo es innato en la mujer, lo mismo en la más aguda que en la más torpe. Es en ellas tan natural, como en un animal atacado, defenderse con sus propias armas». i'or eso dudaremos de la sinceridad de la mujer. Pero, ¿qué puede esperarse de las mujeres, cuando este sexo no ha podido producir un solo genio verdaderamente grande? Por eso las mujeres vulgares ni siquiera son capaces de sentir las bellezas, porque Natura non jacit saltus. En su célebre obra Examen de Ingenios, rehusa Huarte a las mujeres toda capacidad superior. En los pueblos polígamos toda mujer encuentra un hombre que cargue con ella, entre nosotros hay infinitas mujeres solteronas, que vegetan tristemente o se truecan en miserables prostitutas y arrastran una vida vergonzosa. En la vida de las mujeres, las relaciones sexuales son el gran negocio. E l honor en una mujer soltera, es lo que constituye la felicidad del macho Solo el aspecto de la mujer, revela que no está destinada a los grandes trabajos de la inteligencia ni a los grandes trabajos materiales. Don Pablo Mantegazza defiende a la mujer en esta bella página: «Ciertamente que cuando la mujer se halla por su propia culpa metida en aquel fango, no podía ser castigada más cruelmente. La inmensidad de la prostitución, está vengada con una infinidad de ultraje; la cosa más ¡santa se ha sumergido en el fango malfétido; el más grande placer ha sido sustituido por la mayor vergüenza. Pero por el contrario, cuando la mujer ha sido llevado a aquel supremo sacrificio por la tiranía de las leyes, por la mala educación moral, entonces sufre una lenta y despiadada agonía. Otros muchos escritores defiendien o maltratan a la


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1-ITJ.ÍS Hísteso

mujer, según les va en la feria, pues hay desgraciado que carga con una arpia y las pasa negras, pero por eso hay que mirarles a la cara y no fiarse de lo que les diga a uno su madre. La felicidad matrimonial, parte de la belleza de la mujer, y si la mujer es bella, no puede ser mala. Esto no lo habrá dicho ningún sabio, pero es verdad. Dicen por ahí: «Siempre habrá cosas nuevas que decir de las mujeres, mientras quede una en la tierra.» Pero hay que convenir en que esta que quede debe de ser mía. Eso que cuentan las feas, alabando la belleza del alma y el corazón de oro, es un cuento más inocente que un solterón. La mujer que es guapa lo ha conseguido todo. Dice un libro viejo: « Del varón es gran corona la mujer, si es casta y bella, pero si no, es la tahona donde muele a la persona que hace la vida con ella. La mujer, es a mi ver, el más excelente don que el hombre pueda tener, cuando quiere obedecer a la razón. Muy bien dice cuando quiere la razón obedecer, que las más veces no quiere y entonces viviendo muere quien las tiene en su poder.» E n el libro Destierro de ignorancia leo lo que sigue: «Estas cuatro cosas, como más principales, conviene que se hallen en la mujer: Hermosura de rostro, y de cuatro cosas debe tener cuidado la mujer: de amar al marido', de no darle disgustos, de excusarle gastos y ¡de cuidarlo siempre. Cuatro cosas tiene que tener la mujer para casarse con ella: Hermosura, limpieza de sangre, virtud y riqueza.» E l libro, El por qué de todas las cosas dice de la mujer': «¿Por qué se ha de recibir el primer consejo de la mujer?


•A.ziix53.a,l©s c a s e r o s

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—Porque tiene natural viveza, miembros, castidad de cuerpo, honestidad de costumbres y curiosidad en las cosas de casa. De cuatro cosas tienen deseo las mujeres: De tener guapo marido, de que sean muchos sus hijos, de poseer ricos vestidos y de ser la mandona de la casa. De cuatro cosas reciben disgusto las mujeres: De que el marido quiera a otra, de que haya ruidos en casa, de que sus hijos padezcan necesidad y de verlos morir. Y porque suple la Providencia Divina su imperfección, dándole diligencia. —¿Por qué les consejos que dan no tienen fuste? — Porque la viveza no les da lugar a la espera, y consejo sin consulta es desatino. —¿Por qué tienen esa inclinacióm a parecer h e r m o sas? —Porque es la prenda más eficaz para conseguir ser queridas. —¿Por qué las madres quieren más a los hijos quelos padres? Por el mucho trabajo que les cuesta, y por la certeza* de que son suyos. II KL GATO

E n tanto que roncaba un gato me miraba, y no hago su retrato pues y o no soy fotógrafo de un gato. Sólo sé que nació en Cabo de Gata hijo de padre chato, y que antes de robar un duro en plata, se desvivía por robar en plato. Entre dientes me dijo: «Perdóname mortal si te dirijo mi palabra gatuna, y por estar durmiendo te importuna. Y o no soy Micifuz, poeta al uso, que él tampoco entendió'lo que compuso. Soy gato analfabeto que come y no trabaja, pues tengo la ventaja de infundirle a las gentes el respeto,


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que logran tantos vagos y haraganes, empleando sus manos en desmanes. Y o sé que soy buen gato, porque además de puerco soy ingrato, y al ama que me da casa y comida robo si se descuida, y le bufo y le araño, si me hace una caricia y me hace daño. El dueño de mi casa es un torero, que pasa un miedo atroz cuando torea; la vida expone por cañar dinero, y entre tanto mi cuerpo se recrea. Y sin ningún tropiezo. me estiro, me relamo y desperezo. Me guardstn infinitas atenciones y me hago el señorito con el achaque de cazar ratones, cuando ellos son mi plato favorito. N o soy yo como el perro, que en la cuadra duerme de noche con el ojo alerta, y se desvive y ladra con furor, si un ladrón toca la puerta. Mientras roban no paso malos ratos, me duermo hecho un ovillo en la canasta, que ladrones y gatos somos ladrones de la misma casta. Y o admiro a los que venden con ganzúa en el peso; ratas de mostrador que se defienden dando la azúcar falta y falto el queso. Que con tal de robar, le dan al que le pesan un pesar. Cuando más me arrebato es al ver a un fondista, que insensato nos persigue con fiebre... ¡Nadie pide en la fonda arroz y gato, y ellos le dan a Dios gato por liebrel Nos persiguen los perros, pero más nos arredra cuando en vez de asustarnos con cencerros, nos tiran los muchachos una piedra. Porque son tan villanos,' que llevan piedras falsas en las manos, y aunque dicen por ahí gato escaldado, es más triste salir gato empedrado.


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Hasta para el amor tenemos pata; tiples de enero, mudos en estío, porque al ver a una gata si está, nevando, se nos quita el frío. Y publicamos nuestro amor sin miedo de que nos pille nadie en un enredo. Somos los más felices en este mundo amargo, pues teniendo tan cortas las narices olemos donde guisan desde largo.» Y o me quedé asombrado; pegó un bufido y se largó al tejado.

APÉNDICE I I El gato es más antiguo que Madrid. N o sé por qué se le llama gato al madrileño ni la falta que puede nacerle un apodo tan felino. Hubo un madrileño en el siglo xy que fué un gato lírico; me refiero a Juan Alfarez Gato, poeta famoso, cuyo Cancionero inédito ha publicado don Emilio Cotarelo, para recreo de todos los gatos aficionados a las letras. Cuando se habla de un usurera decimos: Ese tiene un gato... Y no faltaría un gato que se lo quitase si fuera fácil. f£l gato y el rata son aquí una misma persona.. que se lleva lo que puede entre las uñas, si le dejan. Un gatera es un hombre que se divierte a su modo. Respetemos al que, siendo gatera, se divierte, si no nos pide dinero a cuenta de su alegría. E l gato es enemigo del perro, porque el perro es el animal más fiel al hombre, y un gato no le es fiel n i a la gata que lo parió. ¿Quién anda a gatas en este valle? El que está lisiado o el que no quiere que lo vean. Uno que va a donde no debe de ir. Porque hay a quien se le ve venir, pero al gato no se le ve apenas, y menos de noche, porque todos los gatos son pardos. E l que hace una gatada, ha hecho una cosa fea. Carne que se lleva el gato... Más loco que una espuerta de gatos. Gato con guantes no caza. El que roba un gato merece mis simpatías, por eso de •el que roba a un ladrón...


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Los ladrones se defienden de la justicia como gato panza arriba. Y son los gatos tan remilgados, que hasta los gatos quieren zapatos. S I gato es tan antiguo como el robo. E n Egipto se les veneraba hasta después de muertos, y el santuario de la diosa Bast, era el panteón de las momias de los gatos. Habría que verlo. Los gatos son enemigos de los jorobados, y tienen siete vidas, según Herodoto, que dice: « L o s egipcios se arrancaban el pelo en señal de luto, cuando se les m o ría un gato joven.» E l hombre que nace de pie, no hace nada más que nacer como caen los gatos. Los supersticiosos, emplean al gato para sus lucubraciones, con arreglo al color del minino. Si es negro, sirve para curar la epilepsia, las anginas y la erisipela. Si es blanco, sirve de talismán para atraer al marido al amor. Los pardos, tienen la ventaja de hacerse invisibles, y la mayor parte de los gatos son unos grandísimos vagos. Haremos alto porque temo que estas divagaciones no las lean ni cuatro gatos. Y copio para entretenimiento mío, una carta en verso que escribí en mis verdes años, dando cuenta de la llegada de un gato. Mi querida Encarnación: Desde que llegó el cajón que conducía tu gato, no he pasado un solo rato sin sufrir una impresión. Antes de emprender el viaje dócil y manso sería, pero llegó hecho un salvaje, |si vieras cómo traía de manchas el equipaje! E n cuanto lo recibí y en mi casa lo solté, me enseñó las uñas y a la cámara ie fué sin hacer caso de mí La paz de mi cssa huyó


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desde aquel funesto día, ¿y sabes c a n d o volvió? cuando tu gato estiró las tres patas que tenía. Pues, además de ser chato, era tan cojo el ingrato, tan nocturno y tan infiel, que siempre anduve tras él buscando tres pies al gato. ¡Qué gato tan calavera! L o maté la otra mañana raspándole la moliera, porque se tiró a mi hermana, que es una chica soltera. T e aprecia de corazón, mi querida Encarnación, el que sufre tos y flato desde que llegó el cajón que conducía a tu gato.

III EL RATÓN

Y , soñando, soñando, vi la figura enteca de un ladino ratón de biblioteca, que iba por los estantes husmeando. Y saltaba de un tomo de retórica de doctrina exotérica, a un manuscrito de moral histórica, original de una señora histérica. De uno en otro volumen, el ratón erudito, su poético numen llenaba con lo escrito por todos los autores, y sabía tanta literatura que, a veces, padecía conatos de locura. Y era tan maldiciente, que a muchos tomos les incaba el diente, y rajaba y tundía la historia y la novela,

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a pesar de que un día por morderle a un autor, perdió una muela. Su alimento era un tomo de versos en romance, a las novelas les mordía el lomo, y con obras de lance, en lugar de tragar libros de texto se purgaba si estaba algo indigesto. En el ultimo estante se escondió, jadeante, detrás de un diccionario, porque era un visionario que se asustaba, sin querer, por todo; y me habló de este modo: « E l habla castellana, en verso se formó, con el Poema del Mió del, y es obra tan galana que es de la prosa emblema. Por eso aunque la peste de poetastros del moderno estro, en despreciar se adiestre la época primitiva... será un maestro siempre de buen decir el arcipreste; pues su verso satírico rupestre, es de tanto valor como el pan nuestro. Los poetas de ahora son tan vanos, que hacen versos sin rima ni sentido, suelen asesinar por el oído, y son, de tanto profanar, profanos. Con muy pocos renglones, cortos y desiguales, quieren ser los pendones de nuestros ideales. | Pendones ellos! Para el vil que os crea, que yo t-é que tenéis muy m¡da idea. |Ayl del que escribe en prosa, y no sabe decir alguna cosa que enseñe, que emocione o que divierta; pero, ¡ayl del inocente que con la musa muerta quiere ser el asombro de la gente. Cuántos poetas veo sin suelas en las botas, que se creen un Gonzalo de Berceo, y no son ni un González de Berzotas.


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¡Cuántos locos de atar, que su destino creen que es cuestión de suerte, aquí, que cada día es d camino más largo, y si para ocho hay un pepino, se lo lleva el más fuerte! Aquí, que cada día se le da al aviador más importancia, y que una poesía no rinde otra ganancia que el laurel de la gloria, mientras come el poeta de memoria. Aquí, que todo es prosa y no tan buena como la que hizo Enrique de Villena; que es todo prosa triste, porque cuatro bergantes empleando la lengua de Cervantes, de cualquier tontería hacen un chiste. ¡Tiempos de Juan de Mena! La altiva poesía castellana era entonces serena, tan dulce y tan amena como la del Marqués de Santillana. Y saltando de un Polo en otro P o l o , de Gil en Salvador, la poesía tan solo residía donde mandaba Apolo. V i v i ó en Jorge Manrique, alentó en Uarcilaso, pasó por alambique, en la pluma de Ercilla, con Gálvez de Montalvo durmió al raso, y fué siempre sencilla con Fray Luis de León, con Argensola, con Baltasar de Alcázar y Quevedo. ¡Ayi con Quevedo fué tan española que lo pudo decir todo sin miedo.» Y se quedó el ratón para ver si le daba la razón, después de dar un s«lto, con todo el rabo que tenía en alto. Salió volando un tomo de Quintana, que pesa como el plomo, y el ratón como rata por tirante, iba de uno a otro estante. Con Menéndez Valdés

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le puse la cabeza del revés. Pero tanto corría, y saltaba y bullía, que le tiré a Cienfuegos y a Árriaza con tal de darle caza. Salió de la refriega como un Lope de Vega, que fué en sus tiempos arbitro del arte de hacer comedias, pero yo afanoso de pegarle un trastazo en cualquier parte,. le tiré las poesías de Reinoso. L e tiré algunas sátiras de Pablo Forner, que son más duras que un diabla y continué la gresca con toda la novela picaresca. L e tiré El Lazarillo, y la Cárcel de amor, La Celestina, el Guzmán de Aljaracke. Estebanillo González, y La picara Justina. La lozana andaluza y El buscón, El donado, (1) y el Marcos de Obregón, Don Gregorio Guadaña, Minconete, El viaje entretenido, El no impon ta de España, El español Gerardo, y a un descuido del ratón, le tiré con ligereza Argenis y Pnliarco a la cabeza. L e tiré El Pasajero, El Curial del i'amaso, Los aisos prodigiosos, y a un certero disparo, fué a parar el ratoncillo junto a veinte novelas de Castillo, junto a Guía y Avisos, de Verdugo, y otras tantas de Salas Barbadillo, que fué escritor porque al Señor le plugo. Con El Diablo cqjuelo le hice rodar al suelo, pero el ratón que estaba siempre alerta se escapó por debajo de la puerta. Y yo en tanto soñaba que por fin lo cazaba, para leerle todo lo que escriben los que al amparo de los toros viven. (l*

Hablador.


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A P É N D I C E 1ÍI « T a l vez no haya ejemplo en la historia de las decadencias nacionales, de un cuadro más desventurado que el que presenta España en los últimos años del siglo xvn.> El señor Cueto no llegó a conocernos. Estamos ahora una cáfila de autores de todo lo por escribir, que esto es el diluvio de tinta. Figúrense ustedes a dónde ha llegado el mal, que me he tenido que lanzar a la crítica. Y o creo que no queda nada serio por escribir, que se ha dicho todo; pero los escritores no lo ven así y nos apedrean tan s n compasión con toda clase de libros, que esto se ha de poner muy feo. |Y qué brutos son los malditosl N o hablemos de los autores teatrales, porque los hay que ladran en la lengua que se les pida. N o soy yo el más llamado para hacsr crítica, porque cuidado que soy bruto, pero se ve cada cafre por esa literatura, que me quedo frío. Claro que hay gente en el gremio que sabe, que estudia y que tiene talento. Con leer mi iibro Nuevo viaje al Parnaso, se ve que alabo y respeto a infinidad de hombres ilustres en el libro, el teatro y la poesía. N o soy enemigo de nadie y admiro a muchos. Pero da pena que sean tan ignorantes en materia literaria hombres que con una bota en la mano izquierda y un martillo en la derecha, serían unos excelentes zapateros. Cada año que pasa nacen menos criaturas y se publican más tonterías. Ifiste es un síntoma grave. Los malos poetas deben hacer buenos hijos. La patria lo necesita. L o malo es que les da a los chicos de los poetas por escribir. H a y que pagar una contribución por hacer versos. Y otra por escribir comedias. A los autores que les aplauda el público, porque le saben divertir, se les quita el impuesto. A los que se les patee la obra, se les llamará a la cárcel y se les dará una quincena y su correspondiente contribución. N o vale que digan que no los ha comprendido el público y al que lo diga, se le debe de pegar una buena paliza con un libro suyo. H a y que hacer un escarmiento. El poeta por el hambre, sigue más poeta, pero por los palos, se pone más áuave que un guante.

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Leamos lo que dice en Ensayos satíricos Vargas Machuca: « D e nociones carece elementales, pues que esta es la doctrina de Cáscales. Con él y con Pinciano, con Jusepe de Salas y Rengifo, probaré que ese autor es un insano que debe ir a escribir a la Siberia, pues en punto a canciones no sabe lo que es forma ni materia. Tu obscuro Criticón sale primero tenebroso Gracián, y al par hinchado de Góngora el terrible Polifemo. N o menos encrespado sale el Paravicino y las obras del Lobo gongorino. Allá ya Montalbán el farraguesta y el Quijote bestial de Avellaneda, y Rengifo el monstruoso preceptista, Torres el salmantino, que remedó a otro genio peregrino.» Vargas Machuca, que no era otro que Kugenio d& Tapia, se desató contra los pedruscos poéticos de su época con la misma ira que Jorge Pitillas en su sátira, primera, que dice: « Y ya que otro no dicta ni se mueve, quiero yo ser satírico Quijote contra todo escritor follón y aleve. Guerra declaro a todo monigote, y pues sobran justísimos pretextos, palo habrá de los pies hasta el cogote. ¿Quieres que aguante más la turba ingrata de tanto necio, idiota presumido que vende plomo por preciosa plataV También yo soy al uso literato, y sé decir romboides, turbillones y blasfemar del viejo Feripato.


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Que aunque es mi musa principiante y lega para escribir contra hombres tan perversos, si la naturaleza me Jo niega la misma indignación me hará hacer versos,» De don Pablo Forner. Sátira contra los vicios introducidos en la poesía: «Antes logres renombre de sufri<¡o en este triste género de afrenta, bien por el gran Cervantes conocido, que hacer número intentes en la cuenta del bando, que en forjar versos malditos su edad consume y su saber ostenta. Hiciera Dios no fuesen infinitos; pero el arte de Apolo es insolente y produce más vanos que peritos.» Copio del prólogo de El Poeta Castellano, de A ntonio Balvas. Año 1627. « H e querido parecer lo que soy por no hacer a la disfraz ida poesía figura de Carnestolendas, dando lustre el vulgo con máscara de disfraz, en deshonor, afrenta y vituperio de la patria España, donde hecha Ginebra, tantos escriben con libertad de ingenio, tan mal entendidos en esta equivocación, que lo que en buen romance o mal latín llaman culto, solo se concede al Colón de este descubrimiento, don Luis de Góngora > Por no hacer demasiado larga la lista y copia de zurriagazos que los buenos escritores dieron en su tiempo a los malos, termino con una página de Salvador Jacinto Polo de Medina: «Primeramente mandamos que ningún poeta tenga en su casa pintadas frutas ni otra cualquier cosa que comer, porque ojos que no ven corazón que no llora. Que porque mucha hambre gasta mucha comida, mandamos que ningún poeta llegue a tener mucha hambre, si no que al principio de comenzar a en hambrecer, lo remedie; porque H1 enhornar se hacen los panes tuertos, y porque los estómagos y las hambres son como las medias, que por un punto se van deshaciendo todas. Advierto que el pan duro se come menos; mandamos que toaos lo tengan al aire y colgando, donde todos lo estén mirando siempre, porque privatio est causa appetitus.


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Por ser materia de estado importantísima a los estómagos, mandamos que si alguno los convidara a comer (quizá por hacer pruebas si comen los poetas) que aunque les den libertad de estómago, como de conciencia, no coman más de lo ordinario, porque es hacerlos a malas costumbres.» Y termino con el final de la Adjunta al Parnaso de Cervantes: « í t e m , que los días de ayuno no se entienda que los ha quebrantado el poeta que aquella mañana se ha comido las uñas al hacer de sus versos.» «ítem, se ordena que todo poeta que diere en ser espadachín, valentón y arrojado, por aquella parte de la valentía se le desagüe y vaya la fama que podía alcanzar por sus buenos verbos.» «ítem, se advierte que no ha de ser tenido por ladrón el poeta que hurtare algún verso ajeno y le encajare entre los suyos, como no sea todo el concepto y toda la copla entera, que en tal caso, tan ladrón es como Caco.» «ítem, que todo buen poeta, aunque no haya compuesto poema heroico, ni sacado al teatro del mundo obras grandes, con cualesquiera, aunque sean pocas, pueda alcanzar renombre de divino, como le alcanzaron Garcilaso de la Vega, Francisco de Figueroa, el capitán Francisco de Aldana y Hernando de Herrera.» « í t e m , se da aviso que si algún poeta fuere favorecido de algún príncipe, ui le visite a menudo, ni le pida nada, sino déjese llevar de la corriente de su ventura; que el que tiene providencia de sustentar las sabandijas de la tierra y los gusarapos del agua, la tendrá de alimentar a un poeta, por sabandija que sea.» H a y que leer más y escribir menos. -

IV

LA ZORRA

E n la empinada sierra, preñada de animales, y cuyos pedernales parece que huyen de la madre tierra para subir hasta el azul del cielo, donde no hay escritores en camelo ni el crítico se ensaña...


•A.n.im.a.les c a s e r o s

Donde crece la próvida espada entre las duras y rajadas peñas para que hagan su nido las cigüeñas. Allí, donde el estoque del rubio sol se mete y centellea para bañar en luz al alcornoque... mientras hay por aquí cada bodoque incapaz de una idea. Donde el áspid, con traje de damasco, por el duro peñasco se arrastra torpemente, y el fiero basilisco en el ojo de un ri?co es más blando al amor que mucha gente.. Allí vive una zorra astuta y vieja, madre de una. vulpeja que no ha encontrado perro que le ladre, porque es mucho más zorra que su madre. E n sus ojos fulgura la tentación ardiente que a toda criatura le hace ser indecente, y por eso tan solo la castigan, la acosan y la obligan, la pegan, la maltratan, y si pueden los bárbaros, la matan. «Somos muy desgraciadas, me decía; nc podemos salir durante el día, porque e! hombre es un pillo' y nos hace imitar al morceguillo, y así, en la oscuridad, nos habla de su amor y su bondad. Nosotras somos buenas y al conocer sus penas, les curamos el mal que les amaga y nos paga muy mal, el que nos paga. Las gallinas nos gustsn y no nos causa pena si se asustan, pues las gallinas son los animales más zorros que deshonran los corrales, aunque gentes ladinas dicen que somos más que las gallinas. E l hombre que en amor busca camorra nos despelleja, porque ya es nombrado «1 refrán malhadado:

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No es la primera zorra que ese hombre ha desollado. Estiman al conejo, acarician al gato, y a nosotras DOS quitan el pellejo; toman nuestras caricias a barato y para darnos caza nos buscan en el campo y en la plaza. L a raposa aldeana presume de inocencia, de curiosa y de sana, para hacernos después la competencia robando en los corrales, por los trigos, rastrojos y maizales. Unos tienen la fama y otros en lo más duro hacen la cama.» Y al ver que yo dormía indiferente dando la zorra encía con encía, porque en la boca no tenía un diente, de mi lado se fué triste y sombría.

APÉNDICE

IV

Astucia, maña, cautela, hipocresía, timidez y maldad., son las características de la vulpeja. H a y hombres que hablan de ella con entusiasmo. Creen que la vulpeja es necesaria; sobre todo, saben que es entretenida. Otros hombres la desprecian delante de la gente, para caer después en la tentación de seguirlas... Las hay con el pelillo rubio, que están diciendo una cosa muy fea; otras son castañas. A mí, que me den castañas de esas. Cuando son jovencillas, no tienen las naturales picardías que aprenden después, con el trabajo y los años. Son fáciles de engañar, y es muy dulce engañarlas. Cuando salen de quintas, comienzan a picardearse y se les suelta la lengua, que es un temor oirías. Una vulpeja joven me leyó el Arte de amar, de Ovidio. A ú n recuerdo el final de la preciosa obra, que termina así: « L o que te repugna enseñar, es lo que más importa a mi culto. Las mujeres aprenderán a ofrecerse a los combates del amor en las más dulces actitudes.


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L a que tenga hermosa cara, adopte una posición supina. L a que tenga buenas nalgas, ofrezca sus encantos sin dudar. Abelanión llevaba sobre sus hombros las piernas de Atalanta; imitarla si disponéis de otras iguales. L a de pequeña estatura, cabalgue sobre el afortunado. A n drómaca lo hacía así para distraer a Héctor. L a mujer alta, apoyará las rodillas, como si fuera a orar. La que tenga formas juveniles, piernas torneadas, pechos túrgidos y ojos de garza, de la forma que se ponga le e n trará la misma cuenta. Soltar vuestros cabellos como las bacantes de Tesalia. Si las arrugas surcan vuestros cuerpos, combatir con el enemigo a la espalda. Circule el placer ¡oh mujeres! hasta la médula de vuestros huesos, y sean felices vuestros amantes. Y tú, a quien la naturaleza haya negado la sensación del placer, di que lo sientes y dirás una dulce mentira. Desgraciada mujer la que se le embote el órgano de la voluptuosidad. Engañad con ojos y manos, y que vuestra voz jadeante complete la ilusión. N o pedir el precio de vuestras caricias al salir de los brazos del amante. N o dejad que penetre en vuestra alcoba demasiada claridad; ganan las bellezas vistas a media luz. Y ahora, bellísimas discípulas, decir: Ovidio fué nuestro maestro». E l señor Ovidio fué un témpano amatorio, a pesar del fuego amoroso que se desprende de su Arte. (Vaya un tío diciendo las cosas con transparencia! H o y le cantamos a la vulpeja con más timidez. Hubo en España trovadores medioevos, ahora son mediocres, que le cantaron la Castellana con toda la fogosidad de sus amantes cítaras. Aquellos ajimeces del gótico castillo, escucharon la charla del juglar enamorado. Mujeres de ahora; no encontráis un solo bardo que al pie de vuestra ventana os teja madrigales, os teja endechas y os teja cánticos. Ese teje maneje se ha e-fumadoy tenéis que salir en busca del cantor. Esto ha dado muchas vueltas.


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I N S O M N I O I N T E R M E D I O (1) EL

CERDO

Do, re, mi, do, re, mi, gruñía un cerdo, fa, solja, sol, charraba un valenciano, do, re, mi, Ja, sol, fa, batuta en mano, cantaba un profesor que no era lerdo. Para hacer el pentagrama, de acuerdo se pusieron los tres, y en un verano hicieron la liturgia o canto llano y otras cosas que a penas si recuerdo. Mucho hicieron los tres, pero el gorrino, inventor de las tres notas primeras, puso con su cantar el primer trino. El ilustró a las gentes venideras, pues tiene más manteca y más tocino que todos los que mayan peteneras. EL

GRILLO

E l grillo saltador, que es un insecto, no se parece en nada a ciertos grillos que sujetan las patas de los pillos o de aquel que comete un desperfecto. Grilloteo tan dulce y tan selecto, que, en vez ele ir a la escuela los chiquillos, por los grillos se van a hacer novillos y dejan las lecciones sin efecto. El grillo es inventor del mal de moda, cuya duda en mi cráneo ya no quepe, ni dudaré aunque un rayo me destripe... E l grillo hizo gri, gri, gri, gri, con toda su ilutíión musical, llamó uno a Pepe, y con pe, pe y gri, gri, vino la gripe. LA

URRACA.

Chacharea la urraca en !a posada y remeda al ladrón y al deslenguado; se la llama marica en el poblado y en la venta su vida es regalada. (1) Estos sonetos los escribí en u n momento en que me oróla daspierto; pero no hay dada de qae soñé mientras escribí.


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N o trabaja, ni canta, ni hace nada; cuando ve que e! ventero se ha enojado, salta sobre el alero del tejado y comienza a insultar a la criada E l ventero es ladrón, que no critica, la ventera, ladrona que no atraca, y ei más sabio del mundo no se explica esta definición que un torpe saca: L a mujer es la urraca del marica, y el marica el marido de la urraca. EL PATO

El pato en el jardín y en el estanque, con sus dos patas torpes de reumático vive, porque es palmípedo y acuático, y del agua no hay nada que lo arranque. Para lograr que estúpido retranque, cuando nos mira cínico v flemático, se le pega en la nuez, pero es lunático, y antes puede que artero se embarranque. Por la noche es un perro que vigila, con el oído alerta y la pupila que croajando tímido dilata... Tiene la hembra un comer muy delicado,, y cuando está la pata en estofado es cuando el pato tiene buena pata. EL

CANARIO

Canta el canario en armoniosos trinosantes de que la aurora nos visite, y su armonioso canto nos repite, hasta que pone en vela a los vecinos. Es el encanto asaz de los felinos, que le dan, cuando pueden, un envite; porque el gato que menos, se derrite y lo acecha con ojos ambarinos. Es el canario un ave distinguida, que canta por ganarse la comida, cómo la tiple en misero escenario. Pero a mí con su canto no me encanta, ni me asombra el clamor de su garganta,, porque un canario ¡siempre es un canario)

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EL PAVO

¿Sois vos el pavo de redondo talle, que sembráis el pavor en la alquería, y os reís de la gracia y valentía que pregonan los gallos por el valle? Pues sois en el corral como en la calle, un tragón de cortezas de sandía, tan pavo, que excitáis la rabia mía, y si os veo comer, puede que estalle. N o sois cantor, ni alegre, ni dichoso, que sois triste, callado, pavoroso; con cantaros así se os menoscaba. Mas, hacéis el amor tan a lo obsceno, que en este mundo, de miserias lleno, sois el primero que peló la pava. LA

CUCARACHA

¿Conocéis a la inmunda cucaracha que va desde el retrete al fregadero, y encontráis en el ala del sombrero cuando es algo miope la muchacha? Pues así es la mujer que se emborracha y entrampa al del carbón y al panadero, y le gasta al marido su dinero, que en lugar de mujer, tiene una facha. Y o , entre las dos, prefiero a la cochina cucaracha, que cruza la cocina y es por toda la casa un entra y sale. Que la mujer que bebe y se hace puerca, si es además tramposa, fea y terca, no encuentra cucaracha que la iguale. LA

AKAÑA

Ese es una arañita... cómo ahorra... suelen decir las gentes por España, comparando a un granuja con la araña, digno merecedor de una mazmorra. A l que le va a pedir, Dios le socorra, le dice compungido... A l mundo engaña, y hace todas las cosas con tal maña, que ha hecho que su mujer se haga machorra.


An.im.ales c a s e r o s

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¿Araña un hombre así? Dios lo maldiga. Eso no §s una araña ni una hormiga, que la araña trabaja por su nombre, y la hormiga protege a sus hermanos. Ella ofrece el granero cuando hay granos, jy éste es un grano que le sale al hombre! EL

BUEY

Entre todos los fieros animales, el buey es el rumiante más casero; el buey todo lo sufre por dinero; él vende a su familia por dos reales. Con los cuernos se libra de otros males, y los lleva con aire pendenciero, que es el buey un filósofo severo que vive de los hombres inmorales. E l duda del infierno y del diablo, y prefiere los goces del establo, aunque al morir se zampe en el infierno. Busca la suavidad de la vagar» cia, y sabe que es un cuerno la abundancia, y que no hay abundancia si no hay cuerno.

V E L CHINCHE

Y cuando ansioso me devora un chinche, le dejo que se hinche, sin pegarle un botazo traicionero. Así cantaba yo siendo soltero, porque el chinche que entonces me picaba, jamás me despertaba; ni fui con él adusto, pues le daba mi sangre muy a gusto. Los chinches son tan tercos, que por nada se toman un berrinche; ¡ay!, cuántos hombres hay que son más puercos que la pulga y el chinche. Su rubor acendrado no le permite ver a la doncella que, sin temor, con luz se ha-desnudado-


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X-j\iis JHJsteso

Para caer sobre ella busca la oscuridad, y en ella trama los sencillos efectos de su drama. Oriundo de Chinchilla, es de la remotez del dios Eolo, él torea en cuadril a, pero, a falta de espada, pica solo. Pica sin recibir ni un sobresalto, porque nunca ha querido picar alto. Su vida es regalada, su domicilio un catre de tijera; él dice que le pica a la casada igual que a la soltera. Y aquel que les critique hace mal; si les pica, que les pique. A la mujer delgada no le hace el chinche nada, porque hay quien tiene un codo que les pincha, y eso al chinche le chincha. N o presume de docto en elocuencia, y aunque el chir.che es más bruto que una tabla, con aseo y decencia te pica mucho, pero no te habla. N o es como los barberos, que detrás de cobrarte los dineros, en hablar se desvelan, y al mismo tiempo te hablan y te pelan. Por eso, mientras tanto, que en la cama dormía como un santo, se hinchó como un botijo, se dirigió a su misero escondrijo... Y termino mi canto, porque nada me dijo.

APÉNDICE

V

E l chinche nace en los lugares sucios. Esto lo ha dicho un puerco, que ignora dónde debemos matarlo. El chinche debe de morir como lo que es; nada de contemplaciones. Si la bota nos parece poco, se le captura COD los dedos y se le deja caer en el océano pacífico, que hallaremos debajo de la cama. Si está dentro de la mesilla de noche, se agaira del asa y se saca, para que nade el picador parásito.


A-jaimales

caseros

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Cuántos disgustos matrimoniales lian surgido por un solo chinche! [Cuántos maridos se alejan del tálamo por miedo al insecto! Las mujeres no tienen la culpa de que nazcan los chinches, pero tier.en la culpa de que vivan. Porque eso de que lo que abunda w> daña, es un refrán sobre el dinero. L o más fácil para entretener a un chinche es hacerse uno el dormido, y si puede ser, ronca uno para animarlo a picar. Cuatro animales dan más provecho al hombre que los oíros, según Destierro de Ignorancia. Las ovejas los bueyes, las gallinas y las abejas. Y cuatro animales se sustentan cada cual de un solo elemento. El topo, de la tierra; el alache, del agua; el camaleón, del viento, y la salamandra, del fuego. E l chinche, además de su olor fétido, es el bicho más caro, porque como ellos no vean buenas camas y ropas limpias, se ponen de un humor que para sí lo quisiera un actor dramático. L a etimología de Ja palabra chinche arranca de los primeros vagidos de la música Uno que tocaba los platillos no hacia otra cosa que hacer chin, chin, chin... Se picaba algo. Y un valenciano le gritó. ?¿No tocas, che? Y entonces hizo chin che y tocó. E l casero es el humano más parecido al chinche. ¡Cómo se sorbe la sangre del pacífico inquilino! H a y gente que se molesta por nada; a lo mejor, porque le toca la lotería a un amigo, ¡ y qué chinches se ponen! N o hablemos del autor dramático, que si se v e aplaudido se hincha, y ya tenernos un chinche más. Para esto no necesita escribir obras originales. L e sobra con tomar una obra vieja y escribir, escena por escena, todo aquello con palabras nuevas. Donde dice litera poner automóvil, y a correr mundo. E l autor de cuplés también es un poquito chinche, pero a este parásito ya se le ha dicho todo en mi libro El pequeño derecho. ¿Quién sabe adonde puede llegar un autor cómico malo? ¡Ay, si quitasen el apetito con una comedia... Entonces serían más estimados que haciéndole al VUIIÍO sonreír... Porque el pueblo ríe, y después no se acuerda. Pero le quitas las ganas de comer, y te besa. ¡Está todo muy caro!


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IJUÍS

Esteso

VI EL

CONEJO

Tan profundo era el sueño, que di una vuelta a zurdas, y me quedé hecho un leño, y comencé a soñar cosas absurdas. Era en toda la fuerza del verano, cuando el sol nos abrasa, y el conejo aldeano salta las bardas del corral de casa, buscando un horizonte para calmar su amor y su tormento, y se dirige al monte ligero como el viento. Entró al corral María, y saltando el conejo que traía, (pues lo había cogido por las patas, para quitarle algunas garrapatas), se sentó en dos gavillas de sarmientos, abrasada por negros pensamientos, y enseñaba dos piernas tan iguales, tan redondas y bellas, que en cuatro mil corrales no habrá otro par de piernas como aquellas. Y mirando al conejo, como aquel que se mira en un espejo, le decía: « T u vida es regalada; tú tienes tres conejas, y yo nada. T ú vives como quieres, porque son a servirte tres mujeres, y las tres se disputan tu sonrisa, pues les corre tu amor la mar de prisa. Y o vivo sin amor, que en los corrales, si hay zagalas hermosas, no hay zagales. Y al entrar un zagal, por las bardas lo tiran del corral. N o te extrañe mi queja, pues en veinte ocasiones quisiera ser coneja. '¿Qué me importa morir a pescozones si aquí me muero a rajas noche y día, sin tener un momento de alegría?


-A.iaims l e s

caseros

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Para ti no hay vigilia, que tú le das la lata a la familia, y a los celos jamás haces orejas, porque con tres, te sobran dos conejas.» Se levantó María, y el conejo rumiaba... con el calor que hacía, en las venas la sangre me saltaba, y durmiendo, durmiendo, ¡madre mía, las cosas que iba viendo! APÉNDICE V I El conejo es un mamífero roedor del género liebre, m u y amante de sus hijos y de sus mujeres, y de las conejas de todos sus amigos. En cuanto suena la palabra amor, no respeta la amistad de nadie. Es muy cobarde con los animales de otra especie, porque está enterado de que riñendo, no se puede llegar a viejo. Y o admiro su resistencia en el amor y su cobardía. Kl tiempo que hemos de perder pegándole a un granuja lo podemos emplear adorando a la mujer. La mujer nos lo agradecerá y el granuja también. Pasar por cobarde ante los ojos de un valiente es mucho más decente que recibir una paliza a cuenta de un valor falso. H a y que animar a los valientes ya que no tienen otra cosa que hacer que pegarle a todo el mundo. A ver si le pegan a los gitanos, que son los pobrecillos unos infelices nómadas, que no viven nada más que del engaño, el hurto y el desprecio que sienten por esta España, tan desacreditada por ellos. Y o prefiero el conejo al gitano. Ellos viven en madrigueras inmundas como los roedores, pero en arroz son más sabrosos los conejos. Las gitanas son más amables, pero tienen poco de limpias y mucho de con?jas. Hay gitana con el manús en la cárcel que suelta un churumbel cada nueve meses. Desconfiad de la amistad del gitano y comer conejo en arroz; después de todo, sabemos que se ha de morir, pero debemos morir confesando ciertas flaquezas. Dios nos perdonará, que sabe más que un gitano, por muy viejo y muy falso que sea.


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luíais E s t e s o

VII L4 GALLINA

La gallina me dijo: « E l mundo es vano; maldigo de mi estrella; nadie me da la mano y sobran muchos que me dan con ella. Y a es hora de que cante la gallina el crapuloso gallo; mi lengua viperina hablará por los codos y no callo, que he de decir verdades de once varas que levanten postema, y mis verdades han de ser tan claras, que voy a dar con ellas en la yema. A mí se me compara torpetemente con la mujer coqueta, cuando soy tan decente que le consiento al gallo, que es poeta, que me haga a cada instante una cuarteta». Porque ¿qué se diría si no rindiese cuitó a la poesía? Ella pone a los hombres como nuevos, los altera y exalta; y yo les pongo huevos, pues sé de sobra que les hace falta. A l descubrir Colón el Nuevo Mundo, nuestro valer activo se demuestra con un peso profundo: ¡El huevo de Colón fué cosa nuestral E l matón hace alarde, porque hay gente ladina y al que nace cobarde lo maltrata, llamándole gallina. ¡Pero cuantos matones quisieran parecerse a los capones! Sin nosotras no hay flanes ni tortillasque siendo tan sencillas servimos para dar el aguinaldo, y sabe el hombre experto, que tenemos un caldo que resucita a un muerto.


.A.nimaloa c a s e r o s

Y o he de cantar victoria, hasta después de muerta, en pepitoria. Alguna posadera nos saca el huevo con su propia mano, antes de que lo saque otro cualquiera. Y es que el género humano por robar con paciencia y disimulo, •es capaz de robarnos ha3ta el C;.. El hombre y la mujer nos dan matraca y nos roban los dos hechos un taco; que para un posadero torpe y caco, nunca falta una esposa lista y caca.» Se fué cacareando, y mientras tanto yo seguí soñando. APÉNDICE

VII

Hablemos una vez en serio. Sabido es que en Roma, el apetito de los pollos sagrados, servía con el nombre de tripudium. N o confundirlo con el tripus o trípode de la sibila de Delfos. Esto me l o ha enseñado a mi Tito Livio. Los sacerdotes se agrupaban en el patio del templo de los pollos traídos, a costa de grandes gastos, de la isla de Eubea. Pontífices, augures y fiscales; estos eran los encargados de declarar la guerra, se ponían al habla con los pollos y si los pollos comían poco, era un mal augurio para ir a guerrear. E n la Edad Media encontramos la adivinación por medio del gallo, que tiene gran analogía con la consulta de los pollos sagrados. Cuando una gallina canta a la manera de un gallo, hay que retorcerle el cuello, porque la desgracia es inminente. El gallo que no se ha muerto antes de los siete años, pone un huevo del que sale un basilisco. Por eso hay que comerse a los pollos con tomate antes de que pongan. El secreto de la gallina negra, para asegurarse el éxito en las cabalas, me lo reveló el viejo de las pirámides. Tomad una gallina negra que no haya puesto huevos todavía y que no haya mantenido relaciones con ningún gallo. Procurad que no grite o cacaree, agarrándola del cuello. Esto se hace a las doce de la noche de un jueves.


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XJÜÍS

Esteso

Os dirigís a un sitio por donde crucen dos caminos y a la una en punto, partid por en medio la gallina y memandáis la mitad. Decid estas palabras: Alajús, Rus y Ferregús. Poneos de rodillas hocia Oriente. Hecho esto, haced la apelación, y el espíritu del mal se os aparecerá vestido de escarlata, un chaleco amarillo y una bufanda de cerdas de caballo loco. Su cabeza será de perro con orejas de asno, y una corona con tres cuernos azules. Sus patas serán de cabra huérfana. Os preguntará por la salud y os dirá que para qué es llamado. L e pedís amor, fortaleza, salud y pesetas. N o podréis estar borrachos para esta operación. Procurad agradar al espíritu, porque si se pone de malas, es una cosa triste de veras. Una vez hecha esta operación, quemaréis maderas aromáticas, como áloe, cedro, naranjo o laurel, y pondréis dos huevos al humo. Después de terminada esta opc-ración humorística, os tomáis los huevos con ron, y a dormir. Sois felices: tendréis de vuestra parte al espíritu, que velará por vuestra suerte y os dará todo lo que pidáis, menos hermosura, que la da Dios. Después de esto, procurareis amar a una mujer que os quiera, porque en caso contrario, lo habéis perdido todo. Y si la mujer os quiere, ya lleváis eso por delante. VIII EL

BURRO

« E l eco de mi voz quiero que suene con un rebuzno angelical, que atruene los oídos más castos, porque como callar no me conviene, cantaré las cuarenta y veinte en bastos.. Que es céfiro mi canto que susurra, al que siempre responde alguna burra. N o invocaré a mi muso, porque de Apolo yo jamás abuso, y antes rebuzno solo que irle con cuentos al amigo Apolo,, porque están de las nueve tres musas en estado interesante,


A.xilxxxsul&s

caseros

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y el hombre no se atreve a dejar a una sola ni un instante. Y o no soy un borrico de esos que se contentan con ser ante los hombres un buen chico; yo soy un burro de esos que se afrentan si me llaman a secas el simpático, porque soy un borrico actor dramitico; y si no me colocan el genial, es como si me tiran del ronzal. Y o no tengo memoria, ni escucho al que me apunta, pero logro el laurel de la victoria con coger ei relato por la putita; que en sabiendo el asunto y o me ciño a la idea, y digo lo que quiero, y hago punto cuando escucho que el pueblo nos menea, y si sigue el pateo no discuto, la culpa es del autor porque es muy bruto. Llevo una compañía, que es más bien un piquete, que no se acuestan hasta ser de día, y que el menos hambrón come por siete. Tropa llena de vicio, que habla raa' de la gente de su oficio, pues-no quiere que nadie los celebre, y si ven que otro brilla les da pena, y que no están atados a un pesebre, porque están amarrados a la escena. Como soy burro zuido, si me insultan a voces porque rebuzno mal, yo no me aturdo, y le suelto a mi padre un par de coces. Que la escena es a veces un cadalso donde sube el actor,., pero si es falso y tira coces la convierte en trono, y le aplaude frenético ei abono, sin reparar al ver sus travesuras, en si lleva zapatos o herraduras. N o pagamos la fonda si nos dejan comer, y nos ofende que en la mesa redonda nos confundan, pues hay quien no comprende


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1-lTJ.ÍS

3st3SO

que partamos, si el cobro se preten'de, como sale la piedra de la honda. Corno el arte nos llama, y buscamos aplausos, lujo y fama, para asombrar así a nuestros hermanos, j a no comemos grama que es comida de burros aldeanos; comemos a la carta mucho y bueno, pero ansiamos la paja de centeno! Elogiamos a todos los que escriben melodramas en prosa, y decimos que A verso lo reciben con cierta indiferencia empalagosa, y aunque nunca he leído a Calderón lo alabo cuando llega la ocasión. Y repito que Lope era mucho más dulce que el arrope, y nombro a seis, a siete, a diez, a quince, y hay borrico que cree que soy un lince. Y o me doy importancia delante de la gente, y digo que mi infancia se deslizó tranquila en San Clemente, nadando en la abundancia. Que hay burros que parece que los traban, y si yo no me alabo no me alaban. Digo que mi mayor enfermedad, es lograr que me rinda su tributo la subyugante y vil posteridad, y lo deseo porque soy tan bruto, que si no lo consigo por talento, lo alcanzaré por burro y por jumento. Que hay quien pide lo mismo con modestia por lograr el agrado de la gente, y es una mala bestia todo aquel que no dice lo que siente. Todo lo que yo digo lo sostengo, porque yo no me avengo con cierta hipocresía que si en el teatro es buena, por mucho que se vista de poesía, es humillante fuera de la escena.» N o lo dejé seguir, y lo confieso, m e quedé estupefacto


Animales caseros

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cuando me dijo: ¡ Y o soy Luis Estesol y me pegó tres coces en el acto. Me caí de la cama, desperté de aquel sueño de animales, y hoy, al contarlo, aumentará mi fama, ¡porque lo escribo en versos inmortales! APÉNDICE

VIII

E l apéndice del burro es el rabo.

Esta obra se escribió en Madrid en tres días, del mea <ie Julio de 1919.



CRÍTICA LITERARIA de los diecinueve tomos DE

LA

BIBLIOTECA DE AUTORES CÉLEBRESPOR

DIFERENTES

INGENIOS



SEPAN CUANTOS... j«( uis Esteso y López de Ha-ro, ej n escribidor manche-go, M nventó un libro en el fue-go imple de su ingenio ra-ro. H scribió con tal desca-ro 3(5 obre literario te-ma ^ odo un tratado, o poe-ma, H l nieto de Don Quijo-te, xn in ver que labró su azote, © halló en vez de fama, fle-ma. ^ al comprender que su nom-bre, abrata el mal de su o-bra, © es Luis Esteso el que so-bra, *¿ orque el nombre mata al hom-bre,. g nfermo de rabia advierte, SI arandillo de la suer-te, y iciendo Luis, o es que so-mos H n este país muy ro-moe. |Sj ipercrítico reco-bra lma, y a escribir se lan-za, £J ompiendo una nueva lan-za, 9 rgulloso de su o-bra.

(1)

Hftn leído o lean libros que enloqueeier n a Don Quijote o M uiefc -

•ie Do» Quijote.


PRÓLOGO Que Luis Esteso escribió para su libro titulado Libros que enloquecieron a Don Quijote, y que, por haberlo publicado bajo el seudónimo de Oide líamete Benengeli, ha sido más elogiado, indudablemente, que si hubiera llevado su firma. ibros que enloquecieron a Don Quijo^ i en la sabia reseña del gran CervanM mpropios del caletre torpe de un zo5B egún mis reflexiones, hoy relevan£j scritos por autores de fantasías ublime, por lo dulce, noble y valienan bien coleccionados que no deriB 1 más sabio erudito, ni el maldicien5B i hay librería alguna que a esta se m i O es superior a todas las que yo v i . — al contemplar los libros que enloquecieP a serena cultura de Don Quijo O bservé que los libros no le valiel"j ara alcanzar la gloria, que era su doH sta enseñanza triste me puso enferN apatero, a tus obras, grité iracun© el famoso Quijote llevo yo el muerta 1 muermo contagioso, gloria del munH ado que me gobiernas a tu caprimpara este librillo sabio y donoepara que es historia lo que yo ha di•.© riada de un respeto muy genero-


.A-nimalos c a s e r o s

T o m o l.~República

Literaria,

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obra inmortal de don

Diego Saavedra Fajardo. (De D. Gregorio Mayans y Sisear, en alabanza de las obras de Saavedra Fajardo, en Valencia, año 1768, República Literaria). Considerando yo con atención que el mejor maestro que he logrado para aprender la propiedad y grandeza de la lengua castellana ha sido y es el excelentísimo escritor D. Diego Saavedra Fajardo, y que a la frecuente lección de sus lindísimos escritos debo este mi estilo (tal cual sea), he juzgado que no puedo desempeñar mejor mi gratitud que dando al mundo un testimonio público del alto aprecio que formo de sus inmortales obras; no por entender que necesita de que yo le alabe, sino porque habiendo sido D. Diego el español que con pluma más airosa y con mayor destreza ha procurado copiar muy vivamente aquella idea perfecta de la pureza y majestad de esta lengua bellísima, fuera obsequio debido a su venerable memoria ver si puedo aficionar a su provechosa y dulce lección a los que viven hoy gustosamente enajenados con el embeleso falso de una locuacidad inútil, hipócritamente suave y armoniosamente lisonjera de tantos y tan incautos oídos. Digamos algo de la República Literaria, hija postuma del excelentísimo ingenio de D. Diego; obra tan admirable, por cierto, que después de leída, ninguna alabanza es igual, ninguna exageración es arrojo. Y o entiendo que ü. Diego aludió a ella cuando en el prólogo de la Corona Gótica empezó diciendo «Pudiera, oh, lector, entretenerte con obra de más novedad y más estudio que ésta.» Y de aquí se puede colegir cuánto apreciaba él este libro de oro, pues lo prefería a una Historia General de España. A tan precioso libro debo yo sin duda aquello poco que sé. El ha sido mi dirección en el escogimiento de los libros, y siendo ésta (hablando de letras) la mejor enseñauza, bien me puedo honrar con el glorioso nombre de discípulo suyo.


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Añadid razones al discurso, viveza a las sentencias, propiedad y claridad ai decir, elegancia y número a la oración; y, en fin, observad atentamente la invención,, artificio y diligencia de D. Diego Saavedra, especialmente en sus Empresas jEepública Literaria, que son las obras que nos dejó más lindas.

T o m o II.—Los Eruditos a la Violeta,

sátira sobre el

buen gusto literario, de D . José Cadalso. Fué hombre de singular talento, y, aunque no hubiera dejado otro monumento literario, Noches lúgubres le acreditan, a pesar de su romanticismo y haber imitado a Young, de escritor imaginativo y tierno. Cadalso manejó con valentía y discernimiento las armas poderosas de la sátira, aunque en Noches lúgubres, que hoy se publican completas, es el terror quien hace la guerra al vicio. Nació en Cádiz el 8 de octubre de 1741, y murió, siendo coronel, en Gibraltar, el 27 de febrero de 1782, defendiendo una batería de cañones, llamada San Martín. Murió ocupando el puesto de un-amigo, quien al sab e r l a desgracia dejó la carrera militar y se hizo fraile. Noches lúgubres las escribió a consecuencia de la muerte de la hermosa actriz María Ignacia Ibáñez, que con este triste suceso trastornó tanto al poeta, que fué su desventura, hasta ir a desenterrar el cadáver de su amada. Llegaron a tiempo unos amigos, y CadalBO fué desterrado de la corte. Cartas Marruecas y Eruditos a la violeta son obras más conocidas que ésta, y por la sátira y erudición de aquéllas se puede comparar a Cadalso con Feijóo y Moratín el de La derrota de los pedantes, que corrigen deleitando. E n el libro titulado Cartas de novias y amantes hay una carta, de la que copio lo que sigue: « Y ya que de libros te hablo hoy, te recomiendo leas Cartas Marruecas, de Cadalso, que tienen cosas de mucho agrado, aunque no tan sabrosas como estos libros raros.» Dice Cadalso en una carta: « E n Europa hay varias r


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clases de escritores. Unos escriben cuanto les viene a la pluma, otros cuanto les mandan escribir, otros todo lo contrario de lo que sienten, otros lo que agrada al público con lisonja, otros lo que les choca con reprensiones. Jios primeros están expuestos a más eloria y más desastres, porque pueden producir mayores aciertos y desaciertos. Los segundos se lisonjean de hallar el premio seguro de su trabajo; pero si acabado de publicar se muere o se aparta el que se l o mandó, y entra a mandarle uno de sistema opuesto, suelen encontrar castigo en vez de recompensa. Los de la tercera clase merecen por escrito el odio de todo el público.» Luis ESTESO

T o m o I I I . — autobiografías

de escritores y poetas españo-

les. Q u e v e d o , Palacio, Ruiz de Aguilera,

Zúñiga,

López Silva, Ruiz Contreras, Estrañi, Lucefio, Joaquín Belda, Luis Esteso, Pérez y González, Palomero. Es tal la gracia, soltura y chispa de esta obra, que constituye la antología más genial que se ha escrito en verso por nuestros ingenios poéticos.

T o m o I V . — L a derrota de los pedantes, sátira literaria; la obra más grande de D . Leandro Fernández de Moratín. E l espíritu fino, culto e irónico, o, más bien, socarrón a la antigua española, revive en este volumen, donde se recopila el famoso alegato de Moratín contra la pedantería de su época, que es, ni más ni menos, la pedantería perpetua e inmanente que late en la Humanidad... Recuerdo siempre a este propósito una observación, tan sagaz y tan certera, de Gustavo Lanson, el gran critico francés, sobre Boileau: que cuando el maes4


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Luis

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tro de « L ' A r t poétique» traducía a Horacio y tropezaba con las invectivas a un pedante, no era el pedante romano el que Boileau veía, sino el de su época, el viviente 3'palpitante entre él, el Cardenal de Bourbon, enfático y pomposo, atravesando las calles de París... Así, el pedantismo con disfraces diversos es siempre idéntico, y cuatido Moratín tunde la pavana a Nifo o a Cornelia noa :-ería fácil a nosotros representarnos un espectáculo idéntico bajo las envolturas de cualquier dramaturgo y poetastro de la época. La derrota de ha pedantes es la más fina sátira que escribió Moratín, a pesar de haberlas escrito tan bellas en verso; y en ella adoptó la forma de sueño mitológico, de viaje al Parnaso, según uso acreditado de estas sátiras alegóricas en que, bajo el velo de una narración fantástica, se ha venido siempre fustigando a los poetas del momento. Tiene además, para mí, una similitud que le hace más grato: es el antecedente inmediato y el precursor directo del « A p o l o en Pafos», de Leopoldo Alas, uno de los folletos literarios más salados, ágiles y humorísticos del maestro «Clarín». Y ello prueba Irque yo decía antes: cómo sobre el pedantismo Víctor Balaguer, el de las plumas de la gacela; Rafael Torróme, el dramaturgo fracasado; Mariano Catalina, ei dramaturgo silbado; el Conde de Cheste, el poetastro mediocre, condecorado con todos los honores y las palmas académicas; y en la época de Moratín lo representaban García de la Huerta, el dramaturgo de la Raquel; don Juan Pablo Forner, el crítico mazorral; Cornelia, el comediógrafo de tantos versos por hora y tantos disparaíes por minuto.,. Y boy, ¿quién representaría esa raza perseverante y tenaz, indestructible e in lesarraigable?... Pues empezad a contar: el Sr. Vasséur, ese poetastro de falso europeísmo; Astrana Marín, ese desdichado tonto disfrazado con una astrosa capa de erudito, queriendo ponerle los puntos a eruditos auténticos, como el señor Rodríguez Marín; y tantos otros.. Pero, tente, pluma, porque de seguir enumerando nombres acabaría por escribir una tan necesaria «Nueva Derrota de los Pedantes».—ANDRÉS GVNZÁLEZ-BLANCO.

(De El Fígaro.)


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Fresca aúa la tinta de los elogios que en una de nuestras anteriores revistas dedicamos a la «Biblioteca de autores célebres», de nuevo hemos de alabar tan notable serie de publicaciones. U n nuevo volumen ha dado a luz y en verdad que estaba haciendo falta se reimprimiera para popularizarse. La derrota de los pedantes, de Moratin, en los actuales tiempos es una obra de palpitante actualidad. Como hace un siglo, hoy, los píeudo hijos de Apolo, atrepellando al que quieren tener por padre y a sus nueve tías la=. señoras Calíope, Olio, Erato, Euterpe, Melpóméne, Politnnia, Talía, Terpsícore y Urania, in • tentan escalar el Parnaso tan sobrados de audacia como faltos de inspiración. Los pedantes han vuelto a levantar sus voces destempladas, y bien está que de nuevo se oiga la voz del verdadero artista que en nombr? del dios de la poesía y de las musas les cantó tantas amargas verdades. A los pedantes de hoy les toca lo mismo que a los pedantes de hace cien años la sátira de Moratin. Y es que son exactamente iguales. Se lee la obra y parece que se está leyendo la diatriba que merecen Fulano, Mengano y Zutano. Leedla y os convenceréis. Convenciéndoos de paso que los pedantes no tienen importancia ninguna Y a nadie recu-rda a los que Moratin alude. Como nadie recordará dentro de un siglo a los de hoy. Esta es la consoladora enseñanza que se desprende de La derrota de los pedantes.—Luis DE OTEYZA. (De La

Nación.)

* * ¿Qué pudieron importarle a D. Leandro Fernández de MoTatín I03 dicterios de sus implacables enemigos, en;re ellos Antonio Nicolás de Solavide, que, luego del estreno de El sí de laa niñas, tuvo la tremenda osadía de dirigir a su autor desde el palacio del Buen Retiro una carta por demás oprobiosa ea que aparte de mofarse de su obra llamábale «tonto* y «majadero», si contra todos había escrito su formidable sátira Li derrota de los pedantes? Acaso esta obra púsolos en guardia, y las ironías que en ella le3 dedicó, avivaron más aún el


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odio hacia el autor feliz, que soportó también el calificativo de afrancesado, si bien él mismo dio el pie, conocida que era su familiaridad con el monarca intruso. En La derrota de los pedantes, la fusta moratiniana obra implacablemente, l o vemos un poco ingenuo porque empleó la forma mitológica; pero quitad toda la alegoría fantástica y os encontraréis con el sangriento látigo que no perdona. Cyrano de Bergerac odió la pedantería y sentó plaza de espadachín. ¡Acaso la más práctica manera de hacer desaparecer el pedantismo! Moiatín, menos quimerista, satirizó no solamente a los pedantes de su época, que no fueron pocos, sino a todos los habidos y por haber. L a pedantería, ¿es imprescindible? E l propio Moratín nos lo afirma. Después de soportar Apolo la charla enfática del malhadado tuerto, héroe escogido por Mercurio para exponer ante el «rubicundo Delio» las peticiones de la turba ofensora, exclama: «Cierto es que en todos los países, a la sombra de los grandes ingerios,, bulle un numero infinito de autores pedantes, serviles imitadores, cuyas obras nacen, mueren y se olvidan en pocos momentos; este daño es inevitable, y aun conveniente, en la república de las letras, si, a beneficio de la general libertad, unos y otros emplean todo su esfuerzo animados de los dos grandes estímulos que mueven al hombre: el premio decoroso y el aplauso. Entonces los talentos sublimes se levantan sobre los demás, y uno, uno solo basta para hacer gloriosa a la nación que le produjo.» Obra muy conocida es La derrota de los pedantes, editada nuevamente por la Biblioteca de Autores Célebres que con creciente éxito se publica en Madrid, para comentarla con alguna extensión. Tampoco nos atrevemos, porque tal empresa acreditaríanos de ridículos y de... pedantes.—F. DEL CAMPO AGUILAR. (De El Diario de Albacete )


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T o m o V . — C á r c e l de amor, por D i e g o de San Pedro. Acabóse la primera edición de esta obra en la m u y noble y muy leal ciudad de Sevilla el 3 de marzo de 1 4 9 2 . Es novela anterior a « L a Celestina», y tal vez se inspiró en ella Fernando de Rojas; su mérito es grandioso. El 28 de abril de 1466, el Maestre de Calatrava don Pedro Girón, en su testamento, otorgado en Villarrubia ante el escribano Gil Gómez de Porral, legó al Bachiller Diego de San Pedro, teniente de Peñafiel, jveinte mil maravedíes. Fué Diego de San Pedro de origen judío, de cuya vida nada se sabe, si no es que anduvo al servicio del Alcaide de los Donceles y del Maestre de Calatrava. Cárcel de amor, es la primera novela sentimental, escrita al final del siglo xv, en ¡492, por ©ie^o de San Pedro, quien acertó con su obra a conquistar el aplauso de sus contemporáneos; pues corrió triunfalmente por Europa. N o fué Cárcel de amor su primer ensayo novelesco: •el año anterior escribió Tratado de Amores de Arnalte y Lucendo, que se tradujo al francés, al italiano y al inglés. Dice Menéndez Pelayo: «Ei la Cárcel de amor libro más célebre hoy que leído, aunque mereca serlo, siquiera por la gentileza de su prosa en los trechos en que no •es demasiadamente retórico. » E l interés romántico de esta sencilla y patética historia, resultará más agradable de seguro en el sentido ingenuamente retórico de Diego de San Pedro.» Tuvo un éxito Cárcel de amor grandioso, no sólo en España, donde Fray Antonio de Guevara, én el primer prólogo de su Belox de Príncipes (Valladolid, 1529); dice: «Compasión es de ver los días y las noches que consumen muchos en leer libros varios»; y se refiere •entre otros a Cárcel de amor; si no también en Francia, en Italia y en Inglaterra. Cárcel de amor se convirtió en breviario de amor de ios cortesanos de su tiempo, y fuá reimpresa desde 1492, más de cincuenta veces. Esta edición de 1918 e3tá


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XJ-UÍS

üsteso

tomada de la edición de Toledo, de Pedro Hagenbach, 1500, en 4.° gótico, sin foliación, signaturas a-g, falto de portada. E l tribunal del Santo Oficio, puso Cárcel de amor en sus Índices, y Luis Vives y otros moralistas le denunciaron como libro pernicioso, pero fué muy leído y admirado por las doncellas, y dio vida a una terie de novelas que imitaron el estilo amatorio de Cárcel de amor. Arrepentido Diego de San Pedro de los atrevimientos de sus zozobras, escribió Desprecio de la fortuna (n.° 263 del Cancionero general). « M i seso lleno de canas, de mi consejo engañado, hans aqu! con obras vanas y en escrituras livianas siempre anduve desterrado. Aquella Cárcel de amor. Que así me plugo ordenar. ¡Qué propia para amadorl ¡Qué dulce para sabor! ¡Qué salsa para pecar! Cárcel de amor, que desde 1598, en Anvers, no se había vuelto a imprimir, figura desde hoy en la Bibliote ca de Autores célebres, no por la ganancia que podamosobtener, sino por dar a conocei a nuestros lectores la obra novelesca más bella del siglo xv. LUIS ESTESO.

1918.

** L a Biblioteca de Autores Célebres, cuyo apostolado de divulgación literaria está mereciendo el aplauso sincero de la crítica y el alto honor del público, ha dedicado uno de sus últimos volúmenes a la peregrina obra Cárcel de amor, de Diego de San Pedro, novela epistolar escrita en las postrimerías del siglo X V , a petición del Alcaide de los Donceles don Diego Hernández, de quien el autor era criado. Escasas son las noticias que de Diego San Pedro tenemos. Sábese también que el Maestre de Calatrava,


-A.nin.aa.les c a s e r o s

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don Pedro Girón, al morir, en 1466, legó «al bachiller Diego de San Pedro» 20.000 maravedíes. ¿Qué señalado servicio prestó Diego de San Pedro al poderoso Maestre, «el más audaz y codicioso Maestres (Inocente Hervá?: «Diccionario geográfico e histórico de la provincia de Ciudad Real»), para que lan gran recompensa mereciera? ¿Acaso su eficaz ayuda en alguna empresa realizada por la ambición desmedida del señor de '. alatrava? De su obra literaria, breve referencia hallamos. Escribió primeramente Tratado de Amore»de Arnalte y hacendó; prosiguió sus ensayos novelescos con Cárcel de amor, y parece terminar con Desprecio de la fortuna, en que trata de arrepentirse de sus «atrevidas vacilaciones», añorando el deleite producido por Cárcel de amor. De las ediciones que de esta obra se hicieron, no se sabe el número. L a última tiene fecha de 1598. Aún siendo perseguida por el Santo Oficio, fué m u y leída y cayó en la devoción de las doncellas, que así procurábanse un escondido rato de ocio para recreo del espíritu y alivio de dulces pesadumbres. Cárcel de amor puede considerarse como un compendio de elegancias amorosas. E l asunto, algo romántico, y las preciosidades de su prosa—relieve de voluntad— la hacen sumamente agradable. L a rudeza de la época en que fué escrita no se manifiesta sino en algunos relatos. Un sentimentalismo nada empalagoso lleva al lector hasta la última página con la avidez en las pupilas. Pero no basta la primera impresión; es forzosa una nueva caminata, aparrando la hojarasca fantástica para pisar sobre seguro. F. DEL CAMPO AGUILAR.

T o m o V I . — L a Flema de Pedro Hernández. N o v e l a del siglo X V I I , por Marcos García. P r ó l o g o de Luis Esteso. IMITADORES DE QUEVEDO.—Esmeradamente impresas, como las publicadas anteriormente, ha puesto a la venta la Biblioteca de Autores Célebres tres obras de otros tantos desconocidos ingenios españoles Trátase de La Flema de Pedro Hernández, de Marcos García; de TJniver-


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Xj-uis E s t e s o

sidad de Amor y Escuela del Interés, de Antolínez de Piedrabuena, y de Visiones y visitas de Torres con don Francisco de Quevedo por Madrid, de Diego de Torres y Villarroel, obras todas ellas en las que con fortuna se imita una vez más la prosa eminentemente satírica de Quevedo en Los Sueños, y, por tanto, incluidas en el género picaresco, del que tan vasta representación tiene la literatura española. Manifestaciones de aquella época multicolor, hampona, de camanduleros y tunantes, pródiga en lupanares y hospitales ambulantes que tan excesivamente sufrió el siglo X V I I , estas obras tienen, fuera el afeite jocoso de la forma en que están escritas — el de sueño alegórico—, un acre sabor de realidad que a veces horroriza.

La Flema de Pedro Hernández, en cuyas descripciones se caracteriza admirablemente a los españoles, es un libro «lleno de moralidades desengañadas, de avisos cuerdos, de documentos advertidos; es un sueño que despierta a los dormidos para que despiertos conozcan que todo es sueño», según se dice en la aprobación concedida por frayPlacido.de Aguilar. Su autor, Marcos García, es otro de los escolásticos del idioma. Ocurre con su prosa como con la de Vélez de Guevara imitador, de quien dice el Sr. Bonilla San Martín: « N o hay que perder una sola de sus palabras, no hay que confiar en el valor directo de cualquiera de sus frases, porque lo mejor del cuento pasaría quizás inadvertido.» Tan graciosamente severo es su libro como el cargo que ejerció: Marcos García era lector de Cirujía en el Hospital General de la Corte.

El dominicano Benito Ruiz—Antolínez de Piedrabuena—escribió otro sueño alegórico de un desenfado y una jugosidad adorables. Sin olvidar la corrección, para que la decencia no peligre, la fábula resulta amena y divertidísima. El autor de la mano del dios Amor, entró en cierta Universidad de Chipre, en cuya fachada se lee. «En esta Universidad las mujeres son tomistas,


-A.ñámales c a s e r o s

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los galanes escotistas. Hombres, al escote entrad.» N o es precisa cualquier otra explicación de Universidad de amor y Escuela del Interés.

• Torres y Villarroel fué más despiadado que Quevedo. A veces supera a su «acompañante» en mordacidad y , acaso, en intención. Es todo un « o m n l v o m o » . L o que sus ojos vieron, detalle por detalle, fué arrojado sin melindres. Su libro Vüiones y visitas, es una serie de cuadros de asombroso realismo. (Lastima que sea tan poco conocido! F. DEL CAMPO AGOILAR.

(De El Diario de Albacete.)

T o m o V I I I . — T o r r e s Villarroel: Fisiones y visitas con don Francisco de Quevedo por Madrid.-

Epílogo d e

Luis Esteso. Para desengrasar leamos la prosa almidonada, crespa •y carmesí de Torres de Villarroel. ¡Tan enfático, tan pomposo, tan hinchado, pero tan castellano!... Leámosle una vez más en la cuidada edición que acaba de aparecer en la Biblioteca de Autores célebres, que en Madrid Jia comenzado a publicarse. ANDRÉS GONZÁLEZ BLANCO EPÍLOGO

¡Oh, señor don Diego! ¡Oh, gran Piscatorl Don Diego de Torres y Villarroel, que, cual don Francisco, soñabas despierto, y fuiste poeta soñador como él. Por la Corte erraste con el gran satírico, descubiendo cuadros de la vida real, y como Quevedo los satirizaste con tu sabia pluma, que se hizo inmortal.


58

Luis

Esteso

Con la pluma misma que escribió tu Vida, desde el mil seiscientos y noventa y tres que naciste, fueron tantos los escritos... que asombró la ciencia del Salamanqués. Influyó en tu espíritu de un modo profundo, aunque tú decías que eras escritor sin ningiin reflejo, la cascabelera Musa de Quevedo... y ¡oh, gran Piscator! T ú que fuiste mozo, vagabundo y pobre, tú que eras poeta sabio y haragán, sufriste la misma leva de cretinos que a mí de las manos me arrebata el pan, Como tú consiento que me martiricen, porque no poseo la pluma florón, con que don Francisco flageló a los torpes... de quien no se acuerda nadie en la Nación. Luis ESTESO Madrid, 10 agosto 1918.

Tomo IX.—El

nieto de Don Quijote.—Andanzas

7

correrías por algunos pueblos de España: En colaboración con Cervantes, A n t o n i o de Guevara, E l Arcipreste de Hita, Gil P o l o , Q u e v e d o , Rojas V i llandrando, Enríquez Gómez, José de Acosta y otros ingenios; en el que demuestra que el Falso Quijote lo escribió L o p e de Vega, por Luis Esteso. Luis Esteso. El nieto de Don Quijote.—Luis Esteso es el artista más trabajador y entusiasta del mundo. Cada noche ee exhibe diez veces ante el público; cada día escribe un libro Esteso no es apreciado en todo su valer, por los señores del plectro; no tiene la acogida que merece, siquier sea por la prodigalidad de su labor. Pero, en cambio, y vayase lo uno por lo otro, goza de una muy envidiable estimación y popularidad en el pueblo, que se sabe de memoria el (rimen de Cuenca, relatados cien


Aninaales

caseros

59

veces cada hora por otros tantos fonógrafos, según estai dísticas que no mienten. Este Nieto de Don Quijote es el primer tomo de otra colección que prepara este gran D. Luis, que vale lo menos dos, y en la cual ocuparán lugar preferente las autobiografías, las sátiras, los chistes de rancio sabor quevedesco, las escenas de aquella España de picaros y genios que pasó a la Historia y que Esteso se sabe al dedillo como nadie Porque el autor de las Novelas picar esc is es, ante todo, un bibliófilo, un «ratoncito» de biblioteca más documentado que algunos eruditos que cuentan con la consagración oficial y nada más. Y a en estas correrías y peripecias del Nieto, demuestra Luis su profundo conocimiento de los clásicos: Gil Polo y Rojas Villandrando, y « i í l Arcipreste» y Antonio de Guevara, y muchos más, los recuerda Esteso con pasmosa fidelidad en las propias tierras donde nacieron. Y la prosa de Estesa que les sirve de guía para sacarl s de ultratumba, ha sido digna compañera de dichos señores, Más que otros poetas humorísticos y prosistas rancios que gozan del incienso permanente, merece Esteso que se le tome en consideración. Esa «Biblioteca de Autores célebres», que ha comenzado, es una cosa muy seria que él mismo teme qne no se acoja así, cuando dice doliéndose profundamente: —: El Eclesiastés habría yo de escribir y lo tomarían, en chufla.— ANTONIO ZAEAGOZA RÜIZ. (El

País)

22-8-918.

* * Dos LIBROS DE Luis ESTESO.—Luis Esteso ha publicado dos nuevos libros: Cartas de novios y de amantes y El nieto de Don Quijote. L a laboriosidad de este ingenioso caricato corre parejas con su gracia. Más de veinte volúmenes, editados con éxito en poco tiempo, abonan cumplidamente esta afirmación. El rey del hambre y de la risa, si en alguna adversa ocasión pudo aplicársele con toda exactitud este mote, ha dejado ya de tener entre sus subditos el ape^


60

l-iiais

Esteso

tito prolongado, aunque continúa ejerciendo plena soberanía sobre la carcajada. Esteso come hoy como un burgués y sigue haciendo reir a las gentes con sus cartas y sus monólogos, manantiales inagotables de alegría sana y de recreo espiritual. Cartas de novios y de amantes y El nieto de Don Quijote no desmienten, por su factura, por su comicidad fina y picaresca y por su estilo desenfadado, su clara estirpe d e hijos literarios de Esteso. (De A B C.)

" T o m o X.—Diálogos y entremeses, en prosa y verso, estrenado

en

diferentes

teatros.

Contiene

once

obras, originales de Luis Esteso. ( 4 . edición). a

T o m o XI.—Teatro ligero;

contiene cinco entremeses

en prosa y verso, estrenados en España y América, originales de Luis Esteso. ( 2 . edición.) a

" T o m o XII.—Noches lúgubres, escritos al borde

del

sepulcro, con todas las fantasías que inspira el terror, por D . José Cadalso. Lecturas.—Dos OBRAS DE CADALSO.—De aquel héroe •del sitio de Gibraltar que se llamó D. José Cadalso, díñese, no sin algo de fundamento, que una inmensa contrariedad amorosa exaltó su rica fantasía de poeta hasta •la concepción de un trágico poema, una fantástica narración emocionante y opresora. En acecho la Muerte, él supo hacerla aguardar. Mirando sus oquedades, sintiendo el soplo helado de su mortificante boca desdentada, llenó unas cuartillas. Y •escribía, escribía, sin repasar lo escrito.


Animales

caseros

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Tediato y Lorenzo dialogaban siniestramente en la' obscuridad, ante la tumba hedionda y llena de gusanos, y sus palabras eran una mezcla de frases entrecortadas, en las que no había escrúpulos para el hondo sentir... Y una filosofía rara, terrible, inmoral si se quiere, b r o taba de los labios de estos espectros, más que personas, que profanaron el silencio del templo húmedo y solitario en noche fría, horriblemente fría... Cadalso legó a la posteridad sus Noches lúgubres sin proponerse nada. Derramó su último tesoro de poesía en esas admirables páginas, la última manifestación de su dolor, en un renunciamiento absoluto de todos los prejuicios y recatos. Los comentaristas del insigne poeta gaditano señalan en la obra de Cadalso una muy marcada influencia de Young, el Young de los Pensamientos nocturnos. A l poeta inglés moviólo a escribir su célebre obra- el mismo motivo que a Cadalso a escribir sus Noches; una c o n trariedad amorosa, la muerte de su nuera, a quien amaba. N o solamente Young fué imitado por Cadalso. E l bondadosísimo cura inglés Hervey escribió sus Sepulcros tomando por modelo los Pensamientos nocturnos. E l librito de Hervey, que conocemos gracias a Le-Torneur, que lo tradujo al francés, y al Dr. D. Manuel de Gorrino, que del francés lo vertió al castellano en el tiempoen que en los salones de nuestras abuelas se comentaban entre aspavientos las barbaridades de la guerra c i vil, es un reflejo exacto del carácter del viajero de Cornovaille. Noches lúgubres acaba de resucitarlas, consecuente ensu loable propósito de difundir las joyas literarias, laBiblioteca de Autores Célebres. Tiempo hacía que nuestros editores no recordaban aCadalso. La casa Calleja publicó el año pasado las Cartas marruecas, prologadas por «Azorín». También ha editado la Bibliotpca de Autores Célebres, con el esmero que la caracteriza, otra famosa obrade Cadalso: Los eruditos a la violeta, la sátira más fina, contra la erudición superficial y la pedantería andante.. F . DEL CAMPO AGUILAR.

(De El Diario de Albacete).


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1-J-U.ÍS B s t e s o

" T o m o X I I I . —Soledades de Aurelia, novela original de Jerónimo Fernández de Mata. Joya del siglo X V I I . Prólogo de Luis Esteso. ( 4 . edición.) a

Copiamos una página de esta obra: «Tienen muchos impedimentos los discretos para ser alegres. N o así los necios, porque huyen las pasiones de quien no las siente. Estimo haber sido instrumento de retirarte a estos campos, donde sin tributo se ejercite tu prudencia. De la Corte te acuerda, en cuya confusión tantas ignorancias sufriste, y ofendiéndote disimulaste. Verás ahora una felicidad, que si labios te faltan necio3 no te impiden. El deseo y la afición acrecientan el ingenio, y en cuanto dura el engaño hace obrar cosas que parecen imposibles. ¡Oh, mi 4urelial, libres estamos de ocasiones en que pudiera aventurarse el buen uso de la vida. N o son aquí profanos los afectos, ni de su destemplanza nos resultan monstruos. Aficiones 3 deseos caducos, tarde engañan al que la verdad es manifiesta, y obra como la entiende. Estos accidentes engañosos andan por los grandes palacios; allí los sustentan, deseo y afición desordenados, cúbrense con falcas pinturas, prosíguense con velos de esperanzas. Todo lo quiere experimentar el que desconfía. Acuerdóme cuando en la Corte estabas llamarse muchas damas tus amigas, y yo, desconfiando de que a guna lo fuese, diversos modos de saberlo experimentaba; diligencia perdida, pues todas eran a tu naturaleza disconformes, y condiciones diferentes, nunca tuvieron amistad grande; sólo es capaz de un corazón, quien con él conforma, de suerte que en e ta parte poco tendrás que desear correspondencias de aquel tiempo, pues de ellas también solías quejarte, no sé si reparando entonces que amistades en virtud no fundadas presto se corrompen, y más donde la malicia tanto señorea, tanto la falsedad se ejercita. Siempre nos va pareciendo mejor lo que amamos, no porque crece en perfección, mas creció el amor y multiplicóse el gusto. Noticia podrás tener de esta verdad, 7

!

a


Animales

caseros

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cuando solías con instancia alabarme aquellas vanidades, que ahí van cebando tu apetito. V i entonces la moderación de tu ánimo, pues conociendo que el consejo falta en las acciones propias y sobra en las ajenas, me pedías parecer, aun sobre los ejercicios, no disconformes a tus años. Ya, alfin,que de aquel mar nunca pacífico salimos y de lejos vemos sus tormentas, llámate dichosa, y creas que contiendas de la humanidad, mejor se vencen huyendo que esperando. Si las grandezas de tu casa se te representan ahora, basta para olvidarlas saber que ninguno, el más habilitado y próspero que sea, tiene privilegio de seguridad en sus felicidades; todas en la mudanza están t-ujetas. Riquezas poseídas y esperadas, se han de perder en una hora. También la fama acaba, que están muchas sepultadas en las sombras del tiempo: de todo triunfa, todo lo consume. Las cosas bien prevenidas, ya efectuadas, no da cuidado, el deshacerlas Dos contentos andan conmigo en estas soLdades: uno, el acierto de mi persuasión; otro, el de tu constancia. Cantemos, Aurelia, ia amable libertad que gozamos. Hagan de tí discursos en la Corte; que los flacos espíritus, los pusilánimes, repriv-íban en otros aquellas obras de que son incapaces. Dirán que perdiste grandes bienes y que de tí se lastiman. Es envidia con velo de piedad; así como ciega no les permite conocer que cualquiera estado es bueno, si agrada al que l o tiene.»

T o m o X I V . — L a zarabanda de las pasiones, drama de almas. Obra cumbre del genial novelista Rafael López de Haro, con proemio de Luis Esteso. «Lecturas.—ia zarabanda de las pasiones, por Rafael López de Haro. - El autor de La imposible—la admirable novela de la carne—, el escritor contemporáneo de los éxitos indiscutiblemente rotundos, compuso hace varios años una obra fuerte y'valiente, moderna y honda, un drama de almas, con la natural esperanza de que el público desinteresado de teatro la sentenciara. Fernando Díaz de Mendoza, a quien el autor entregó la obra, confesó en una sincera carta al Sr. López de Haro: « L a obra de usted me parece algo muy grande y muy


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X-ITJLÍS E s t e s o

hermoso, pero muy difícil de conquistar un éxito escénico » A l g o muy grande y muy hermoso es, realmente, La zarabanda de las pasiones—que conocemos gracias a la «Biblioteca de Autores célebres», que la ha impreso salvándola de una decidida pira injusta—para exponerla a la consideración de un público, siempre el mismo, acostumbrado fatalmente a obras de candida sencillez y de suavidades de pomada como—aunque no quieran los idólatras incorregibles - l a s producidas d e mucho tiempo a nuestros di as.

Asistimos a una lucha de odios. El odio ha surgido del antagonismo de los caracteres. Los caracteres son opuestos por la inadmisión de una idea terrible, monstruosa, que no se aparta para dejar paso a una luminosidad consoladora. El amor entra sin preámbulos. El divorcio fatal de las almas de Edmundo y de Áurea, es puente de plata para el amor del Doctor, que ha sabido urdir una equivocación tremenda. Áurea creyóse amada por el Doctor, pero el Doctor ama a Elia, la hija incierta del matrimonio de artistas, concebida en una noche en que el arte de ambos fué un sólo arte... Elia, ¿es hija de Edmundo y de Áurea? El matrimonio no se entiende, no se quiere entender, y huyó el uno del otro; él, maniático de soledad; ella, irritada. Elia y el Doctor han llegado a poseerse con las almas. E l odio está más definido que nunca. Áurea incita a A l e j a n d r o - e l amadoi despreciado—a la tragedia. Alejandro, abrumado por la obsesión de la dicha perdida, ayudado a pensar en el deleite nupcial de los enamorados—¡deleite que él pudo gustar!—por la implacable incitación de la eomedianta, promete clavar bien. Mientras espera a su victima, Elia, la deseada, «la brava virgen gentilísima», se presenta a su vista y l e provoca con el atractivo soliviantador de su esbeltez. El odio es más intenso. Cuando Alejandro levanta el brazo para apuñalar al Doctor, Elia clava su puñal en la espalda del asesino. Las almas, el verdadero amor, han triunfado sobre la pequenez de los cobardes.


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Los personajes están definidos magistralmente. N o hay flexiones ni posibles arbitrariedades para el efecto teatral. Se ha prescindido de todo retoricismo y de todo afectamiento. Las almas no necesitan galas. La zarabanda de las pasiones, obra que aumenta y honra el precioso bagaje literario de Rafael López de Haro, es, repitiendo con Díaz de Mendoza, algo muy grande y muy hermoso; algo que no podemos reflejar en esta breve impresión de lectura. L a emoción ahoga todo pensamiento, y el gesto de asombro, como ante las maravillas, perdura, perdura...» P . DEL CAMPO AGUILAR

(De El Diario de Albacete)

T o m o XV.—Universidad de amor y escuela del intsrés, visiones soñadas al pedir de las mujeres, por A n t o linez de Piedrabuena. Con una nota

bibliográfica,

por Luis Esteso. Copiamos una página de esta obra. «Todos los colores tienen su símbolo y significación: lo blanco es señal de castidad; lo morado, de amor; lo encarnado, de rabia; lo azul, de celos; lo verde, de esperanza, y otros traen la color de los celos, porque es cosa que entre los amantes siempre se da y se pide: si les dan alguna ropa de otro color, ¿la reciben? dije yo. En todo lo que es recibir, dijo el Amor, hallarán gran prontitud en ellas, y especialmente vestidos de cual quier color que sean; sólo el color verde les enfada por ser de esperanza y no deposicio, y el que más gusto les da es el de tené, según el refrán castellano: más vale . un toma, etc. Y a , pues, que me has mostrado tu Universidad y las costumbres y leyes de ella, le dice: ¿Cómo no me has dicho los grados que se dan a los que en ella estudian y cursan? Aquí, respondió el Amor, todos son graduados en las artes liberales, siendo las mujeres en pedir y los hombres en dar; mas, quien con más aplauso se gradúa es el oro, la plata y las piedras preciosas, mas no se le

5


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1-,-u.is Sísteso

dá el grado de bachiller, aunque el oro habla mucho, ni el de licenciado, aunque tiene licencia para todo, ni de doctor, aunque puede enseñar a todos, sí el de presentado, a fuer de religioso, porque sólo este grado es el que en esta Universidad se estima. Aquí llegaba de mi sueño cuando lo interrumpió un criado, que me despertó diciendo que ya -era hora de misa, y no acordándome de lo que había soñado, alcé la almohada para ver si me habían puesto debajo algún ramo de laurel para que soñara verdades, y ya desde entonces no me quejo del Amor, sino de mi fortuna, que haciéndome pobre, me privó de las glorias de Amor, donde a finezas de voluntad prefirió el vil interés.»

Tomo XVI.—Diego

Saavedra Fajardo: Locuras

Europa. Biblioteca de autores célebres. U n

de

volu-

men de 50 páginas. Madrid, 1 9 1 8 . Gobernada nuestra nación por el más desdichado gobernante que nuestro país ha padecido, el condeduque de Olivares, vióse a la par atacada por Francia, que era dueña y señora de Cataluña; por Holanda, que protegía la rebeldía constante del Príncipe de Orange; revueltos los Países Bajos; encrespadas todas las pasiones extranjeras y los odios contra España, que se incubaron en aquellos períodos como se incuban siempre contra todo país de presa y de imperialismo—tal la España de entonces—, suscitóse en U. Diego de Saavedra Fajardo el deseo de condensar en unas páginas las Locuras de Europa. E l más terso y severo de los estilos españoles encuadra una apreciación áspera y limitada acerca de los países europeos que por entonces aspiraban a disputar a España la hegemonía mundial. Está escrito este breve tratado de política exterior en un diálogo animado, conciso y seco a ratos, de una concisión que casi equipara el estilo de Saavedra Fajardo al estilo de Tácito. A él le ha comparado Mayans y Sisear, que fué uno de nuestros más sagaces críticos en una época en que sólo había preceptistas, y el crítico era una planta desconocida en aquella flora estética. Leer a Saavedra Fajardo es siempre un gran deleite; y nada nos purifica tanto


•A-nima/les c a s e r o s

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del espectáculo de miseria moral y abyección psicológica, de que dan muestra algunos periódicos exaltados de hoy, como repasar esta prosa serena, en que, con toda lucidez, se exponen al desnudo las lacerias de Europa. Conviene que se lea este diálogo vivo, inteligente, comprensivo, para remozar nuestro estilo moderno, tan incohereate y desatado.—ANDRÉS GONZÁLEZ BLANCO. (De El

Fígaro)

* * Locuras de Europa, por Saavedra Fajardo. Hemos leído este libro cuyo texto, escrito hace cerca de tres siglos, parece compuesto con motivo de la guerra actual o previendo la horrorosa contienda. Por juzgarlo de actualidad, no queremos resistirnos :;1 deseo de copiar uno de los parraros de la citada obra, impresa por vez primera en el año 1645. Cortamos y pegamos: «Habiendo dado vuelta por Europa para comprenderla toda junta con la vista y con la consideración, en todas sus partes vi a Marte sangriento y batallando unas naciones con otras. Consideraba su locura en dejar lo dulce de las patrias y los bienes de sus propios dominios por conquistar los ajenos. Que buscasen nuevas poblaciones los que no eran bastantes a llenar las suyas. Que destruyesen y abrasasen las mismas tierras, villas y ciudades que deseaban adquirir. Que se ofreciesen los soldados a los peligros del expugnamento de una plaza donde no han de vivir, ni aun de reposar, un día después de rendida.» Además de tener el libro este carácter de actualidad, merece ser conocida la obra que ha vuelto a reimprimir la Biblioteca de autores célebres, por ser una verdadera joya literaria. Ignacio de Porras ha dicho de su autor que fué el español que con pluma más airosa y con mayor destreza ha procurado copiar muy vivamente aquella idea perfecta de la pureza y majestad de la lengua castellana y que era obsequio debido a su venerable memoria ver si se podía aficionar a su provechosa y dulce lección a los que viven hoy gustosamente enajenados con el embeleso falso de cierta literatura.


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Xjiiís

Ssteso

Creemos que puede aplicarse, con justicia, a este libro el siguiente juicio cxítico que hizo Francisco G. Prieto de i a República literaria, del mismo autor: «Es obra de gran mérito. Compiten en ella la rectitud de juicio, la viveza de fantasía, la novedad de la invención, la amenidad de las descripciones, la solidez y originalidad de los pensamientos, el acierto en las calificaciones, el tino en la elección de ejemplos, la delicadeza en los elogios, la templanza en las censuras, el chiste urbano, la sal,» Es, pues, esta obra muy digna de figurar en una biblioteca de autores célebres.—V. Pombo Cubreledo. (De El Pai

Itmentario.)

T o m o X V I I . — L i b r o s que enloquecieron a Don

Quijote,

por Cide Hamete Benengeli.—Biblioteca de A u t o res célebres. - Imprenta de Juan

Pueyo.—Madrid.

1918. ISÍo es este un libro de interpretación y exégesis del libro inmortal a la manera de D. Atanasio Rivero, con su traza e investigación personal del libro inmortal; in vestigación anagramática similar a la de los masoretas hebraicos que contaban las veces en que una letra del alfabeto se repetía en la Sagrada Escritura. Tampoco es un libro que apostille, comente y glose con notas eruditas para la mejor comprensión de este libro, cuando esas notas las hacen auténticos eruditos, eruditos de rancia prosapia, como Clemencín y Kodríguez Marín, mal que les pese a pobres diablos que aullan desde las columnas de un periódico, comme un chien wcronpi, que dijo, cantando tristemente su propio destino, Teófilo Gautier. Es un libro de un bibliófilo, y aun de bibliómano, que, por afición decidida a los libros, ha rebuscado y husmeado en las antiguas ediciones aquellos libros de andante caballería que pudieron enloquecer a Don Quijote. E l bibliófilo se ha disfrazado bajo el cervantesco marbete de Cide Hamete Benengeli El tal Cide Hamete es hoj uno de los más avisados picaros que brujulean


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por Madrid, dedicado a menesteres de arte inferior; pero cultivando para su diversión y entretenimiento la obsesión que le asedia desde su lejana juventud: la bibliomanía. Esto es lo que la gente ignora y por lo que quizá desdeña a este, artista de género ínñmo, digno heredero de los truhanes de nuestra novela picaresca, que él ama tanto y que vive como pocos en la realidad espa. ñola de hoy... En este libro, el Estebanillo González, el Ginesillo de Pasamonte se torna bibliófilo y erudito, y como un ar chivero de la época, nos hace el recuento d é l a biblioteca de Don Quijote y nos registra de aquellos libros enf loquecedores, como Don Olivante de Lxura (1564), el Amatiis de Gaula, sobre cuya paternidad disputan desde antaño lusitanos y españoles, atribuyéndolo unos a Vasco de Lobeira, y otros a García Ordóñez de Montalvo, y muy de notar es en este punto la nobleza de un escritor reciente, un notable crítico portugués, hoy entre nosotros, el Sr. Feigueiredo, que se decide por la paternidad española. (Historia da Wteratura clasica, 15021580,-Lisboa, 1917.) Sobre la disputa del Amadis de Gaula español o portugués es curioso transcribir la referencia que a é! hace Larra en su novela caballeresca El doncel de Don Enrique el Doliente: «Era éste el Amadis de Gaula. Hacía pocos años que su autor, Vasco l.obeira, había dado al mundo éste distinguido parto de su ingenio fecundo, y D. Enrique de Villena, por el rango que ocupaba en Castilla y por su decidida afición a las letras y relaciones que con los demás sabios de su tiempo tenía, había podido fácilmente hacer sacar de él una de las primeras copias que en estos reinos corrieron.., No era, pues, la lectura de Amadis lo que a la triste Elvira mejor pudiera convenirle, pero era tanto más disculpable cuanto que en el siglo X I V no había muchos libros en que escoger, y pudiera darse cualquiera por contento con divertir las horas ociosas por medio del primero que en las manos caía.» Pues de este libro, que a nuestro buen Alonso Quijano sorbió el seso, así como de sus oíros hermanos menores —Las Sergas, de Esplandián, Amadis de Grecia(535), por Feliciano <¡e Silva; Florismarte ele Hircania, por Melchor Ortega (1554), y otros libros de ese porte, que eran capaces de bambolear más sentadas cabezas que la de Aionso Quijano.


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I-iiiis

Esteso

Por vía de apéndice y como golosina de postre, nos da el recopilador de esta biblii grafía las historias de Tirante el Blanco, que escribió Juan Martorell, vecino de Valencia, en 1490— Tirant lo Mane, en valenciano dialecto escrita—, y el Orlando, fnrioso, que escribióMester Ludovico Ariosto, padre y maestro de los librosde andante caballería...—A. GONZÁLEZ BLANCO. (De El

Fígaro.)

** Libros que enloquecieron a Don Quijote.—Muy intesan te y ameno es el libro publicado en la Biblioteca deAutores Célebres, con el título que encabeza estas líneas. En él van surgiendo los libros que tuvieron principal fuerza en la locura del hidalgo caballero, mejor dicho, cuantos libros de caballería dieron origen a Cervantes para escribir su libro inmortal, que había de confundir a aquellos otros, tan llenos de disparatadas fantasías,, que sólo servían para llenar la imaginación de duelos y combates y encantamientos. E n un admirable capítulo, en el que se entablan pintorescos diálogos entre don Alonso Quijano y el ladino barbero, se van estudiando los libros de caballería, c i tándose a Florismarte de Hircania, el caballeio Platir, Espejo de Caballería, Reinaldos de Montalván, Amadis de Gaula, Bemaldo del Carpió, I'rimaleón, Palmerín, la Diana, el pastor de Filidias, eíc , etc. Se trata, pues, de un estudio bibliográfico, de gran interés y muy documentado. Después siguen la «Plistoria de Orlando furioso» y la de «Tablante de Ricamonte y Jofre Donasón». Los dos principales libros que mas influencia tuvieron en el n o ble caballero de Ja Mancha. Y después de leer estas páginas, vemos cómo muchos de sus episodios, al proyectarse en el recuerdo de Don Quijote, hacían flor muchas de sus «venturas, que siempre las ajustaba a los libros que había leído y que de tal modo le trastornaron el juicio hasta llevarle a sus locuras. Así, por ejemplo, el episodio de la cueva de Montesinos, a la que bajó el esforzado caballero, nos recuerda el de Bradamante en la cueva—del Orlando furioso—, en la que se encuentra con el mágico Atlante.


•A.nim.al©s c a s e r o s

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E n suma: se trata de un libro de verdadero interés •crítico y de amena lectura. J, C.

(De La Tribuna.)

*

* * Lecturas.— Libros que enloquecieron a Don Quijote, por Oide Hamete Benengeli.—Por modestia, por no hacerse blanco de las coces de la envidia, el verdadero autor de esta interesante obra, publicada recientemente en la Biblioteca de Autores Célebres, ha cubierto su nombre con el del famoso historiador arábigo y manchego. Y , bajo esta máscara, ha hecho un documentado estudio de los libros del aposento de Don Alonso Quijano. Platica el hidalgo manchego con el barbero, y para todos los libros de andante caballería, así como para las deleitosas obras poéticas, tiene exaltadas palabras de admiración y elogio. Sabe de memoria las fechas de publicación de cada libro; afirma rotundamente la paternidad de cada uno, y lee fragmentos de Amadís de Qaula y de Las Sergas de Esplandián; recita versos del Primaleón, repite un soneto de la Diana y se emociona « n t e el canto de Calíope en La Oalatea... Maese Nicolás Je escucha; tiene por acertados los juicios emitidos sobre aquellos volúmenes por Don Alonso, y sonríe con ese gesto estúpido del que oye a un amigo loco. E l ama y la sobrina miran de reojo y empiezan a alarmarse. ¡El señor va perdiendo el juicio! ¡Malditos libros! l¡on Alonso se exalta cada vez más y habla de enanos, de encantamientos, de reinas, del Diablo..., hasta que un día limpia las orinientas armas y sale al campo en busca de aventuras Tras este capítulo, que es un primor de erudición y amenidad, escrito en una prosa admirable, se resucitan dos famosas historias, consideradas como la principal influencia en la locura de Don Alonso: Orlando furioso y Tablante de Bicamonte. Se ha puesto la miel en los labios del lector, que se siente atraído por el interés de í a fábula. F. DEL CAMPO AGUILAR.

(De El Diario

de Albacete.)


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T o m o X V I I I . — E l pequeño derecho, novela satírica y amatoria, por Luis Esteso. El pequeño derecho es una linda novela de carácter humorístico y con un fondo satírico muy acusado. Su autor, el popular caricato y escritor festivo Luis Esteso— que escribe con tanta gracia como trabaja en los escenarios—, suele ser desdeñado como valor literario, injustamente. Su fecundidad extraordinaria le perjudica, porque sus producciones pierden en intensidad lo que tienen de copiosas. En esta novelita, hecha con cuidado, sentida, vivida,. Esteso flagela con razón y con conocimiento de la m a teria diversos aspectos de lo que suelen llamar los autores «el pequeño derecho», caricaturizando tipos de cupletistas y de confeccionadores de cuplés. El pequeño derecho tiene mucha gracia; está escrita con donosura y no desmerece de las compuestas por nuestros escritores festivos de más nombre. (De A B C.)

Lecturas.-=M pequeño derecho, novela por Luis Esteso. Rodando por los escenarios, divirtiendo al público con su donoso, chispeante e inagotable ingenio; habitando cuartos de hoteles, fondas, posada?—¡oh, la hospitalidad 1—fácil le ha sido a Luis Esteso componer la novela de esa eterna, amarga lamentación de la vida del arte de * varietés», y verter en ella, gata a gota, el jugo de adelfas de la intimidad de las «artistas». Así, El pequeño derecho, novela amatoria de cupletistas, poetas, músicos y danzantes, editada con verdadero primor por la «Biblioteca de Autores célebres», es la descripción de uno de tantos episodios grotescos del vivir de las «artistas» del género ínfimo. Y no solamente del vivir de ellas, sino del de esa gentecilla que comunmente les rodea. E l héroe principal de la novela es un destartalado autor de cuplés que va tras el amor de una «desertora


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del fogÓD», cupletista de cierta nombradla, y tras el pequeño derecho de propiedad. Los tipos de esta obra están perfectamente definidos; no escapó un detalle a la caricatura. L a mamá de la cupletista, por ejemplo, tiene un relieve augusto, solemne. El pequeño derecho puede leerlo todo el mundo, sin • prejuicios de ninguna especie. Es una obra regocijante, de un humorismo franco, si que también de una amargura intensa.—F. DEL CAMPO AGÜILAR. (De El Diario

de Albacete.)

T o m o X I X . — N o v e l a s picarescas, Alaridos

eróticos y

Monólogos picarescos, por Luis Esteso. Dice el autor en el prólogo de este libro: «¿Qué podría yo deciros de este libro? Este libro es el primer tomo serio que publica Esteso; serio por el precio y el tamaño, porque, como verá el lector agraciado que lo lea, estas Novelas picarescas constituyen la obra más carcajeante, más emocionesca y más reconstituyente de todo lo escrito desde que don Francisco de Quevedo pasó a la inmortalidad. A q u í tenéis cinco novelas de una rara originalidad y un estilo mago. Aquí hallaréis Alaridos eróticos, libro' agotado, de un color verde marisco, y aquí se publican Monólogos escogidos, que son los más aplaudidos por Iospúblicos más inteligentes de las poblaciones más cultas. Esta obra, como todas las de este raro genio, será l e í da por todos los hombres honrados de esta hidalga tierra española, y lo más raro de todo lo que puede suceder es que ni un solo crítico dejará de alabar a su autor, recomendando a los enfermos su pronta lectura, ya que en sus páginas lleva esa lozana alegría que sólo los espíritus privilegiados saben transmitir al lector. E n las cárceles, en los trenes, en las fondas, en las casas de préstamos, en los manicomios, en todos IOB casinos, casas de juego, sociedades y tugurios, se leerán estas Novelas picarescas, porque alivian al que sufre, calman al hambriento, aconsejan al que duda, divierten al ladrón, entretienen al loco, refocilan al que vaga, excitan a la pecadora y siembran en todos los corazones-


7.4

T-iU.i.5 E s t e s o

el placer de amar, el deseo de olvidar y la satisfacción de reir. En el terreno de la intimidad, pudiera confesaros que Luis Esteso tiene una vanidad loca. E l cree que como poeta, es el más grande del día; como actor cómico, se -cree el mayor de la noche; y, como padre de familia, el más puntual a la hora de comer. Pero nó hemos de contrariarlo, ya que por conseguir la gloria de la popularidad ha perdido el concepto serio con que le distinguían algunos prestamistas, y varios acróbatas toman sú vida por una continua zapateta. Por codiciar la fama de hombre de buen humor, ha sacrificado su porvenir como cobrador de contribuciones, su virtud acrisolada, su salud y sus carnes. ' E l podía sostener relaciones amorosas con la mujer de un amigo íntimo, pero su poca seriedad como adúl tero le ha hecho perder esa ocasión de parecerle hombre serio por lo menos a una mujer. [Caray, qué contrariedad! Muchos hombres formales, y algunos literatos, dudan de los grandes conocimientos literarios de Luis Esteso, pero los que le conocen bien saben adonde llegará con el tiempo este poeta... Y o no lo puedo asegurar; pero en vista de su publicación, la famosa Biblioteca de Autores Célebres, creo que Luis Esteso es algo por descubrir todavía. En esta Biblioteca se publican las obras más famosas -de nuestros clásicos, y las suyas ¿Tendrá derecho a codearse con Saavedra Fajardo? Cuando él lo hace es por algo, por algo que desconocemos nosotros. Respetemos su voluntad y gritemos con el derecho •que nos concede esta ocasión: |Luis Esteso es la honra de su patria y el asombro del mundo! ¡Léanse sus obras!» EL AUTOR.

l.o enero 1919.

Imprenta

y Casa

Editorial

Mígael

Albero

Santa Engracia, 155 : — : Teléfono J-978 Apartado de Correos, 720 : — : MADRID Lea tisted las preciosas obras que edita esta Gasa, tituladas

;£1 oaWario de una obrera, Los dantas del matrimonio y María de las Anjeles


BIBMOTEGfl DE AUTORES GEItEBRES Páselas

1.—República Literaria, obra inmortal de D. Diego Saavedra Fajardo II.—Los eruditos a la violeta, sátira sobre el buen gusto literario, por José Cadalso. III. — Autobiografías de escritores y poetas españoles, Quevedo, Palacio, Aguilera, Zúñiga, López Silva, Ruiz Contreras, Estrañi, Luceño, Esteso, Pérez y González, Palomero y Belda I V . — L a derrota de lospedantes, sátira literaria; la obra más grande de D. Leandro Fernández de Moratía V.—Cárcel de amor. Novela anterior a « L a Celestina», por Dieao de San P e d r o . . VI.— La Flema de Pedro Hernández. Novela del siglo xvn, por Marcos García. Prólogo de Luis Esteso V I L — E l héroe, obra maestra de la literatura universal, por Baltasar Graciáu V I I I . — Visiones y visitas de Torres con don Francisco de Quevedo, por Don Dhigo de Torres Villarroel. Epílogo en verso de Luis Esteso I X — E l Nieto de Don Quijote. Andanzas y correrlas en colaboración con nuestros clásicos, por Luis Esteso X.—Diálogos y entremeses, en prosa y verso, estrenados ea diferentes teatros. Contiene once obras originales de Luis Esteso X I . —Teatro ligero, contiene cinco entremeses en prosa y verso, estrenados con gran éxito en teatros de España y América, originales de Luis Esteso XLI.—Noches lúgubres, escritas al borde del sepulcro con todas las fantasías que inspira el terror, por Don José Cadalso.. X I I I . — Soledades de Aurelia. Novela del siglo xvu, joya del habla castellana, por Gerónimo Fernández de Mata. Prólo go de Luis Esteso

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Pesetas.

X I V . - La zarabanda de las pasiones. Drama de almas. Obra cumbre de Rafael López de Haro, con un prólogo de Luis Esteso 2 X V. - Universidad de amor y Escuela del Interés. Verdades soñadas al pedir de ias mujetes, por Antolínez de Piedrabuena. Con una nota bibliográfica de Luis Esteso 1 XVI.—Locuras de Europa. Sobre la paz con los holandeses, por Don Diego Saavedra Fajardo, obra inmortal 1 X V I I . — L o s libros que enloquecieron a Don Quijote, con una extensa bibliografía de los libros existentes en la Biblioteca de Don Quijote, y las dos historias Tablante de Eicamonte y Orlando Furioso, por Cide Hamete Benengeli 2 X V I I I . — E l Pequeño derecho, novela amatoria, de cupletistas, por Luis Esteso 2 XIX.—Novelas picarescas, Alaridos Eróticos y Monólogos escogidos, ün tomo, el más interesante, el más chispeante y más enajenante de Luis Enteso, con un elogio del autor por él mismo 3

Pedidos: a Fernando Fe, Puerta del Sol, 65 y V i u d a de Fueyo, Arenal, 6 MADRID




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IJ;4/?Ji 1; ( Teatro fácil (16 comedias)........... · '' ........ ... . Cincuenta monólogos verdes ...•........•......... Para que rían las mujeres y Los caminos del amor (4." edición)........•........... . ... .. ......... La reata humana .................•...... .. .•..... Cartas amorosas. Cartas para todos. Cartas de novias y amantes. Nuevas cartas amorosas (agotado) Viajes por España .. ....... ... ............. ... ... . Tres novelas alegres........ . .•................ . . . Novelas picarescas, Alaridos eróticos y Monólogos escogidos .................................... . La lujuri:I, novela (agotada)........ ... ........... . La vana2Ioria, novela (agotada) . ................. . La sala del crimen, novela (agotada) ......•....... . Tonterías y chistes ...... . • .... ..... . ...•. ..•... .. Tres mil chistes .. . ........... . ......... . .. ...... . Cuatro mil chistes ..... . . . .... . ...•. . •............ Diálogos y entremeses. Contiene once obras representables (4.• edición), agotada ... ... . ......... . Teatro ligero. Contiene cinco obras representables (agotada).... .... ............................ . El crimen de Cuenca..........•.........••........ Cinco mil chistes ...................... . . .. . . .... .

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Prólogo al libro -t

Seis mil chistes nuevos>

Se cree que Jos romanos llegaron a superar a los griegos en la oración fúnebre . Las familias de los cadáveres guardaban estas oraciones en libros de oro. Vamos a demostrar que hay que guardar, no las oraciones fúnebres, sino los libros alegres. Quinto Mete/Jo, pronunció en 221 años antes de · jesucristo, el panegírico de su padre. El viejo Fabio Temporizador, escribió la oración fúnebre de su hijo, y Lelio compuso el elogio de Escipión Emiliano. Muy bien. A Mete/lo. no voy a metello en lfos. Pero no por que todos estos filósofos escribieran cositas fúnebres, hemos nosotros de abandonamos al dolor. Hubo tres Me/ellos: el Macedónico, el Numfdico, que triunfó de jugurta, Rey de Numidia, y Mete/lo Ignacio, que quiso morir a cambio de su padre , después de la batalla de Accio. Augusto perdonó a los dos. Bien hecho. Nosotros, como latinos que somos, sin que nos importe la elocuencia de Cicerón, que comparaba a Cantón con Lysias ... (esto es para decir ahora que si tratas de imitarlos te lisias ... ) vamos a recoger en este librito algunos chistes y pensamientos de los


latinos, de los griegos y de quien nos parezca cosa de risa, y al decir de risa, diremos también de cultura, ya que los burros no ríen, ni saben de nada que pueda hacer reir. Va/erio Máximo. coetáneo de Tiberio, escribió Nueve libros de palabrds y de hechos memorables. Los dedicó a su emperador con un prólogo servil. Aulo Oelio, discípulo de Frontón. publicó Noches Áticas, tratado de retórica, de gramática, de historia, de arqueologfa. Obra importantísima para nosotros los filósofos de la risa. Yo, he coleccionado, con éste; seis libros de chisles; cuentos, poesías... Todo cuanto un hombre bueno puede dar a sus hermanos para apartarlos un momento del has/lo, y ¿quién sabe si del más espantoso crimen? En las divertidas páginas de este libro, hallaréis algunos rasgos de las vidas de Alejandro el Madedonio, de Diógenes el Cínico, de Adriano, de Calón y de infinitos hombres grandes. Rasgos que yo no he hecho, ni he inventado, pues los hallé en los dos libros mencionados, en Floresta. Española, de Melchor de .Santa Cruz, Floresta de Francisco Asensio, Un libro del Duque de Frías; Nueva Floresta, de Bernardo María de Calzada. Sales Españolas, de Paz y Meliá, y por último en Enciclopedia Espasa. Ahora, que yo los hallé allí, y los vestí con la ropila de mi donaire. Tú, lector, ya sabes en donde puedes hallar la mina para hacerte rico y casi famoso. Yo no soy ninguna · de las dos cosas, pero estoy en camino de lo segundo, Y para que veas, lector,.lo fácil que es esto de hacer chistes, vamos ahora con los griegos, que debfan haber sido los primeros, pero que en cuestión de eutrapelia, da Jo mismo atrás que aJan/e.


cl~l tren iba con esa rapidez de los expresos del Sur de España ... El señor que viajaba en el mismo coche que yo, al pasar por la estación de Lorca, comenzó a decirme: -En las felices excavaciones que acabamos de realizar en Grecia, donde hemos creido hallar el cuerpo de Agamenón, pues llevaba careta de oro, demuestran la gran influencia de Egipto y Asiria 50bre los griegos. Antes de haber nosotros excavado, se conoce que hablan cavado otros hombres· Yo soy, en arqueologla, un mero aficionado, pero los que han robado las tumbas eran merodeadores. · Los Arios, y no me diga usted que le gustan más las arias, pues eso es música, comenzaron a cantar la gallina, cuando llegaron los Tracios, que ya sa bian escribir. No hay más que fijarse en los lrácios de las eles. A los Tracias, los siguieron los Pelasgos y los Jónios. Los siguieron pegándoles para ·que se march.a ran de Grecia. Luego llegaron los Getas, que tenían muy mala cara. Había que ver la geta que ponlan a la dulce hora de comer. De esta raza vino al mundo en Creta el rey Minos, su mujer también era de Creta . Estaba algo cohibida porque Minos le minaba el terreno, y como ella, además de cohibida, era crocrela, pues tenia que tener mucho ojo con su marido. Así las cosas, Minos mandó a Dédalo que hiciera un laberinto para encerrar al Minotauro, que fué muerto por el joven Teseo. (No confundir a Teseo con Esteso, aunque digan es Teseo). Estuvo Dédalo a dos dedalos de ser muerto por el Minotauro, porque no sabia torear; pero Teseo, se metió en el laberinto, y para poder salir, le di6la punta de un hilo a Aríad -


na, hija de Minos; mató al minotauro y se casó con la chica. Minos se enfadó con Dédalo y lo querla matar, pero él y su hiio se hicieron unas alas de cera, que a Icaro se le derritieron al sol y murió. -Yo sigo para Aguilas -le dije al señor de la relación griega, y me contestó: - Si algún día le vuelvo a encontrar a usted, le contaré la muerte de Acteón por los perJ:OS de Diana. Ya ve usted: Acteón, el primer ateo del mundo. Yo pude cambiar de tren.~ Y, cambiando el disco, palabra que desconoció Suetonio, perdón por todo lo que constituya vanidad. Todo esto es deseo de saber, o locura literaria. La manía-literatura, es un veneno que todos llevamos en la médula de los ricos huesos. ¡Desgraciados de los que ven un libro y no sienten inquietud por saber de qué trata! Podrán ser buenos futbolistas ... pero a mí me dan cien patadas.

LUIS ESTESO


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DEDICATORIA Al critico desconocido:

Usted sabrá encontrar en este Ubro tos defectos y los méritos. Mi primera intención jué dedicar este libro de esta manera . •¿Quiere usted ser inmortal? Erduque de Béjar lo fué por la dedicatoria de El Quijote. .. Usted puede serlo por la encomiástica dedicatoria que yo le ofrezco en mi nuevo libro Sei~ mil chistes nuevos, que es la obra más graciosa que vieron los siglos . No sea usted tonto, mándeme dos mil pesetas y le dedicaré mi eutrapélico libro, muy propio para curar la neurastenia, con el justo elogio que merece un hombre tan espléndido como usted, que protege la literatura y ayuda, con su dinero, a difundir la risa por la faz de la Tierra para bien de la Humanidad. El nombre de L u is Esteso y el de usted, acaudalado desconocido, lle!Jarán unidos de la inmortalidad al alto astento ... Usted por haber dado su dinero, y yo, por haber escrito Seis mil chistes nuevos, libro que, por su gracia incomparable, marcará una fecha en los Anales de la Alegria del Mundo.• Pero por si no habla u n solo hombre capaz de enviarme las dos mil pesetas, he cambiado de opinión, qu e ya es una garantia dentro de la Literatura, donde tan pocas veces cambia el escritor, y he decidido dedicar a usted, con cordial afecto, este libro que, hablando en secreto, no vale !apena. LUIS ESTESO 1 de julio de 1927.


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SEIS MIL CHISTES NUEVOS Abidos. Del alto Egipto, cuyas ruinas se hallan cerca de Girgeh. En 1917 se hallaron las tablas de Abidos, donde están grabados los nombres de dos series de faraones ( 1). Fueron los abidenianos sitiados por Filipo, padre de Alejandro Magno, Rey de Macedo~ nia, 1 .200 años antes de la tragedia de Ga~ lilea. Viendo que Abidos caería en poder de Fili~ po, quisieron salvar las tropas, que Attalo, Rey de Pérgamo, les había prestado. Los pergaminos eran casi todos jóvenes, pero estaban arrugados. Filipo escribió a Abidos, que se dieran prisa, que fueran más ávidos, y que se entregaran con pergaminos y todo. Estos, entonces, cargaron sus navíos con sus riquezas, y abrieron una brecha para morir todos, después de barrenar las naves. Así lo hicieron; mataron a los ancianos, a (1)

En estas tierras los ladrones siempre fueron ha-

bidos.


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los nmos, y a las mujeres, y cuando Filipo, asombrado de su valor, del valor de ellos, fué tan complaciente, que suspendió el sitio por tres días, para que se matasen cómodamente. Filipo fué luego muerto por Pausanias, instigado por Olimpia, esposa del macedonio. Creemos que esta Olimpia no tiene nada que ver con la cantante de aires picarescos. Aurique· algunos dicen que es la misma. En estos mismos momentos, hoy día 5 de mayo, necesito mil pesetas, por pocos días ... Oigo por pocos, pues yo me atrevo a gastarme llís mil pesetas durante las espléndidas fiestas que prepara Zaragoza, para conmemorar las fiestas de Goya. Si alguna persona se cree obligada a que yo celebre las fiestas con el esplendor que se merece el gran pintor de los Caprichos.. . Actúo en el teatro Parisiana. -¿Y ustedes los marinos tendrán que hacer una cosa distinta en cada puerto? -Claro, llegamos a Alicante, y compramos turrón. Llegamos a Túnez, y pescamos bonitos ; llegamos a Tánger, y pescamos a Túnez ... -¿Y cuándo se pelan y se afeitan? -Cuando llegamos a Berbería.

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-¿Usted no gasta pijama~ -No ; yo me contento con las dos vocales : jama.

-Jama es cosa vocal, ya lo sé; pero yo hubiera dicho sílabas. -Bueno, es que si lavas no te estás quieto. A Zaragoza se le debía de cambiar el nombre· de una de sus principales calles, por el de un dios de la mitología. -·-¿Por cuál~ -Pues por Pan, por Sileno o _._,cr Silvano. Supongamos :" «Calle de Silvano, antes OSO )) . --Eso está mal, porque yo, si hilvano, no coso.

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-Camarero, me trae usted agua para afeitarme, cerveza para beber y una guitarra para tocar. -¿Y cómo lo quiere todo el señorito? -Mira, me traes el agua caliente ; la cerve-· za, fría . .• -¿Y la guitarra ? -La guitarra me la traes templada. Albino Lucio. 390 años antes de jesucristo, fué tomada Roma por los galos. Albino salió de Roma en su carro. En el camino se encontró con el sacerdote de Rómulo y las Vestales, que llevaban las imágenes de lo~ dioses.


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Albino, ·que siempre fué hombre al agua, aunque le decían «al vino», mand6 a su fami~ lia apearse del carrito, y que subieran las ves~ tales y el sacerdote. Los condujo a la villa ·de Ceré, donde el pueblo los recibi6 con gran respeto. En Ceré los actos religiosos tomaron el nom~ bre de ceremonias, y tal vez de aquel acto . re~ ligioso venga el nombre a las «cerezas» . ''

Adriano nació en Roma, el año '76. Cuan~ do se vió Emperador, que lo fué del 11 7 al 138, olvidó sus enemistades, como hubiera hecho yo, y les dijo a sus enemigos : No olvidaré que gobierno los bienes del pueblo, y no los míos. Hijo adoptivo de Trajano, y suceso·r del jo~ ven de Emérita Augusta, y gran aficionado a la literatura, reformó las artes, la administraci6n y las letras, pues les hizo girar más vertiginosamente. Momentos antes de morir, pues después de morir no pudo hacer versos, compu~;o estos chistosos versitos : Anímula, blándula, vágula, Hospes, comesques corporis, Que nunc abibis in loca Pallidula, rígida, nadula, Non, ut soles, dais jocos.


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. Un hombre encanecido le pidió una gracia, que negó. El mismo hombre se tiñó los cabe~ llos, y le pidió la misma gracia, y Adriano le dijo: -Ya se la negué a tu padre.

Hablemos de los primeros monos. El último mono me molesta mucho. Todavía no se puede decir es Fulano. Aunque algunos autores de cuplés ... Pero vamos al período cainozoico, o sea hace unos cuarenta millones de años, cuando los primitivos micos y criaturas del orden de los lemurinos aparecieron sobre la tierra del mundo. El estío, que vino a mitad del período cainozoico, siguió el camino de aquellos dos estíos de la historia de la vida. El mundo se enfrió; luego volvió en condiciones más suaves, y volvió a énfriarse. El hombre-mono, que entonces caminaba con la frente levantada, muere de frío, sin dejar más rastro que algunos huesos. Hará unos cincuenta o sesenta mil años vivía sobre la tierra una criat~ra tan parecida al hombre, que se sospecha que ya hacía versitos ultraístas. Se resguardaba en las cuevas del frío, y ha· cía fuego contra los bisontes y el mammut. No conocía el arco para la caza, sino que


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pescaba con garrote, y mataba las liebres a pedradas. Las primeras liebres murieron emi:>edradas. · Europa se iba haciendo cada día más templada, y el hombre-mono comienza a comerse la miel, y a adorar a la luna. Todavía no se casa, y mantiene a la familia. A estos hombres podemos llamar paleolíticos (y llamar todo lo que queramos, porque no se van a enterar ellos), porque sólo tienen hachas y cuchillos de pedernal. Así es que te daban un hachazo, y te encendían. Después, hará unos doce mil años, alboreó en Europa una nueva vida. Comenzó la edad neolítica. El hombre aprende a pulimentar sus armas, se dedica a la música, silvando solamente, y comienza a mayar, y a berrear, imitando al gato, a sus antecesores, que berreaban también. · y ahora hagamos una sola pregunta. uándo comenzó el hombre a pensar~ ¿Qué pensarían los hombres de hace cuatrocientos siglos? Sus mujeres no existían, porque ni tenían memoria todavía, ni sabían escribir, ni hablar. Seguramente el hombre primitivo pensaba en no trabajar, y dejó arraigados imitadores. Yo soy uno.

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En un manicomio había un loco que se había creído ser marqués, y en su enfermedad progresiva, llegó a exigir el trato de duque. Le llamaban excelencia, y no contento con ser duque amaneció una mañana con la regia investidura de Rey, y les exigió a sus curanderos el trato de Majestad. Así pasaban los días ; pero los médicos lo . sorprendieron con los brazos al cielo, y le dijo que hacía unos días había llegado a ser Dios, y que oraba continuamente por el bien de la humanidad. Le daban el trato de Divinidad, y todo iba bien. Un día se presentan unos señores de visita en el manicomio, y al llegar cerca del loco, dice uno . de los enfermeros : -Este señor es Dios. El loco se vuelve indignado y le dice : -¿Con que yo soy Dios? ¡ Dios es mi secretario!

Sargón, jefe semita, 2750 años antes de Jesucristo, conquistó toda la S umeria, que segu ramente sumaría a sus antiguas conquistas, y se hizo el dueño del mundo existente entre el Golfo Pérsico y el Mar Mediterrán eo. Este semita, descendiente de Sem era un bárbaro bastante bruto, que aprendió la es2


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critura y el lenguaje sumerio, y la adaptó como lenguaje oficial. El Imperio babilónico se consolidó bajo la soberanía de un gran Rey llamado Hammurabi, el cual dió el primer Código de las leyes que conoce la Historia. Todo esto sucedió 21 00 años antes de Jesu~ cristo, y lo decimos aquí para que se vayan ustedes enterando. Los semitas descendientes de Sem, fueron los primeros revolucionarios del globo. Lanzaron unas hojas revolucionarias ... las hojas de sen, que todavía revolucionan, Mujer limpia y serena, que todo lo retuerces y lo dejas igual que una patena; óyeme, no te esfuerces al demostrar que vales ... Yo te canto por tu amor a las pompas y vanidades, que seducen tanto, !Y antes de que otras trompas te ensalcen, como sé por dónde campas, te ensalzo yo, que estoy lleno de trampas. En el vado, . en la a rtesa, en la tinaja, en la ermita, en la fuente y en el río, dicen que se rebaja, lavandera gentil, tu poderío; pero lo dicen gentes aJgo avaras, que estarían peor si no lavaras.


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¡Tú nos quitas las manchas de nuestras ricas prendas interiores, y todo lo que enganchas sale de ti con vivos resplandores ! Tu jabón, tu colada ... yo te haría no un himno, no, señor ... Una elegía, de azules tonos, y de dulces frases, siempre que la e «lejía me aclarases». Y es que tú vales más ... ¡Oh, lavandera!, la bandera, que es todo gallardía, pasa de una a otra acera, símbolo augusto de la patria mía . Y no creas, gentil, que yo te canto, porque al cantarte gane tanto y cuanto; te canto, cara prenda, y te venero, noble pitonisa, aunque no tengo más que una camis.a y un par de canzoncillos en la tienda.

-Pues he tenido la desgracia de casarme con una mujer, que de cada parto me da dos gemelos. -¿Y a eso le llamas mujer? Eso es una fábrica de botones. -¿Quién cree usted que fueron los primeros matemáticos del m undo? -Los vidrieros, porque fueron los primerc.:; que se hacían sus cuentas.


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Entra de secretario de la biblioteca de un casino un joven algo pervertido, que todo lo toma a broma. Un caballero le dice : -De obras de numismática, ¿qué tiene usted en el índice ~ -Pues tengo en el índice, una uña. Un paleto contempla el Palacio de Comunicaciones de Madrid, y le pregunta a un guardia, con aire de tunante : -Oiga, amigo, ¿y esta casa la han hecho aquí, o la han traído de fuera ? -Eso es un secreto de los carteros. Se casaba un pollo pera algo afeminado, y se volvió atrás antes de ir a la iglesia. La novia dió parte, y al preguntarle el juez que pruebas tenía del novio, le contestó: -El anillo de boda ; mírelo usted aquí. Entonces el novio le dijo al Juez: -Claro, ella ha tenido la culpa, por ponérselo en ese dedo. Yo se lo regalé para que se lo pusiera en el dedo corazón ; pero ella se lo ha puesto en el anular ... Ya ve, señor juez, anular es no querer casarse. -¿Usted no sabe que le van a levantar un monumento al autor de los mecheros en~ende­ dores}


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-No sabía nada. -Pues, sí, señor: le ponen el siguiente rótulo : ((Al gran mecheron. Y mañana le ponen la primera piedra.

Anacarsis, príncipe escita y filósofo, llegó a Atenas por el año 550 antes de Jesucristo. Se hizo amigo de Solón, y de Periandro de Corinto. Como los escitas eran bárbaros, un ateniense le preguntó si no se avergonzaba de su patria. --Sí, me avergüenzo ; pero es peor lo que a ti te sucede, y es que la tuya se avergüenza de ti. A uno que le preguntó si en Escitia había danzas, le contestó que no había viñas. Decía que los mejores navíos son los que están en seco. uánto tiene de espeso el casco de este barco? -Unos cuatro dedos. -Pues estamos a cuatro dedos de la muerte. Annón, carta~inés rico y poderoso, le escribió diciéndole que pensaba visitarlo con grandes regalos, y él le contestó que los regalos los debía distribuir entre sus paisanos pobres, pues él no necesitaba más que una zamarra,

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pues caminaba descalzo, y para comer, su mejor salsa era el hambre. Volvió a su país, y fué muerto por su hermano, por querer acostumbrar a los escitas a las leyes griegas. Murió diciendo : -La ciencia me dejó salir .de Grecia sin peligro, y la envidia me asesina en mi patria. F ué como un sueño la ligera conferencia que me dió anoche Alejandro el Grande, Rey de Macedonia. Nació de Filipo y Olimpia, en 356 de nuestro cómputo, y subió al trono después de haber sometido a Tracia, a los veinte años de edad. F ué educado por Aristóteles. Ganó a Darío la batalla de Granice, se~ apoderó de Tiro y ganó a los persas la batalla de Arbelas. A mí no me ganó más que la admiración, pues hasta en sueños es simpático Alejandro el Macedonio. -Pues, sí-me dijo-, en la batalla de Arbelas peleaban hasta las mujeres, que yo, ar v elas p elear, me emocioné. Fundé Alejandría, quel)'lé a Pesépolis, llegué hasta el Indo y vencí a Poro, que no tenía más pero que hallarse entre dos moléculas. Mi caballo se llamó Bucéfalo, y fué tan famoso como yo. Tanto me


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gustaba lo que había escrito Homero, que me lo aprendí de memoria. Cuando vi el sepulcro de Aquiles, no pude por menos de decir : -Joven dichoso, tú encontraste un cantor digno de tu valor. Me molestaba un poco un joven tímido lla~ mado Alejandro, y le dije un día : ccMuda de naturaleza, o de nombre.>> Adas, Reina d~ Caria, ~e mandaba siempre golosinas de Ca~ ria, que yo no comía, por las caries, y le hice saber que yo no necesitaba para comer más que lo que tenían los Reyes almacenados. Cuando Parmenión me dijo que atacase a Darío por la noche, pues su ejército era nume~ roso, yo le contesté: «A ese ejército no le te~ mo, porque yo me ejercito sólo en vencer, y Alejandro, no roba las victorias. Fuí el dueño de Asia y Africa, y, corno Marco Polo, d .,¡ la vuelta al mundo. El atra~ vesó Asia por la Mongolia, y regresó por Su~ matra. Después de cinco siglos de exploraciones, no queda más Historia de Asia que la que él escribió y yo conquisté. El Im perio erigido por Gengis-Kan, ya no existe; pero el libro del viajero veneciano, como todas tus cosas, que~ darán. El libro de Marco Polo despertó en Co~ Ión el deseo de descubrir el Nuevo Mundo. Después de tus chistes vendrá para ti el cas~ tigo ... »


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Cuando desperté se había marchado Alejandro. Cayó un hombre en un pozo, y a los gritos acudió otro, y le preguntó : -Pero, ¿cómo te has caído? -Sácame, si quieres que te revele este secreto. F ué advertido por su oráculo Alejandro el Macedonio, de · que sacrificase lo primero que encontrase en su camino. Y lo primero que hallaron fué un viejo montado en un burro. Enterado el viejo por el oráculo de la suerte que corría, le dijo a Alejandro: -No es a mí a quien se busca, sino al burro que me ha traído aquí. Esta respuesta le valió la vida. Como todos los días, al salir de la escuela, me pegaba un chico, un día, antes de salir a la calle, le pegué una pedrada en la cabeza, y lo descalabré. El maestro le preguntó qué me había hecho para que yo le tirase la piedra. -Hoy, nada ; pero le vengo pegando todos los días. -Pues la culpa es tuya-le contestó el maestro-, porque a fuerza de pegarle le has enseñado a reñir.

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Algunos chistes son tan antiguos como graclosos. Arcesilao, filósofo griego, sucesor de . Cratés, en la regencia de la escuela platónica, y jefe de la secta llamada Segunda Academia, nació 316 años antes de Jesucristo. Preguntado por qué muchos hombres dejaban sus sectas para hacerse epicúreos, y éstos jamás cambiaban de secta, contestó que de un hombre se podía hacer un eunuco, pero que de un eunuco no se podía hacer un hombre. Aristipo, de Cirene, discípulo de Sócrates, llamado el antiguo, fundó la escuela cirenaica, cuya misión era el placer, por el año 390 antes de Jesucristo. Aristipo dijo grandes sentencias, entre las que conocemos las siguientes : «Si queréis conocer la diferencia entre un sabio y un ignorante, enviarlos a un país desconocido. n Dionisia, tirano de Sicilia, convidó a un festín a Aristipo, y mandó q ue lo sentaran en el último puesto, creyendo con esto humillar al sabio ; pero él, sin perder su sonrisa, le dijo : -Señor, supongo que habréis querido honrar este lugar. -¿Cómo habéis dejado a Sócrates par~ trasladaros a Sicilia ?~le preguntó Oionisio.


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-Cuando necesitaba sabiduría, acudí a Sócra~~; ahora necesito dinero, y acudo a vos. Embarcó Aristipo, y después de salir a la mar se enteró de que la nave pertenecía a unos corsarios, y entonces tiró su dinero al mar, diciendo: -Más vale que Aristipo te pierda, que no que tú pierdas a Aristipo. -¿No te da vergüenza, haber entrado en casa de una cortesana ?-le preguntaron. Y el respondió que la vergüenza le hubiera dado si no hubiera podido salir. En una ocasión le afearon que se· hubiera puesto a los pies de Dionisia, para conseguir una grac1a. -La culpa es suya, porque tiene los oídos en los pies. A uno que le había preguntado qué clase de mujer debía tomar, le contestó que si era hermosa, lo vendería; si fea, le disgustaría; si pobre, le arruinaría, y si rica, le dominaría ; , , l , as1 es que escoge a tu. El gran amor de Aristipo fué F rine. Sabía que Diógenes se aprovechaba de ella, y jamás protestó. Era un sabio.


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. Se habían llevado tan mal, que el marido, viendo próxima la muerte de su mujer, le preguntó con quién le aconsejaba que se casase. -Cásate con el' diablo-le contestó la muJer. -No es posible con el diablo, porque la Iglesia lo prohibe, habiéndome antes casado con su hija. Se acusaba un aldeano de haber robado unas gavillas de trigo, y el confesor le preguntó que corno cuantas eran. -No lo puedo precisar. -¿Serán treinta o cuare nta? -Llene usted el carro, porque vamos a ir mi mujer y yo a por lo que nos falte.

- ·¿ Sabe usted que he soñado toda la noche con liendres ? -No es extraño, porque siempre se sueña por la noche con lo que nos pasa de día por la cabeza. Se hallaba muy enferma la mujer, y el marido llegó con una medicina que decía en el rótulo : ((Sacudidla bien antes de tornarla». Al día siguiente, cuando llegó el médico, la halló muerta. -¿Qué ha pasado?


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-Nada, que como decía que la sacudieran antes de tomarla, se me ha quedao muerta a la primera sacudía. El cura había pedido una buena lluvia, y el sacristán entró en la sacristía diciéndole que seguramente iba a llover a· cántaros. -Pues no lo permita Dios, porque voy a casa sm paraguas. -Ya que os habéis casado, lo que os deseo es un hijo. -Toma, eso es como desearle higos a la higuera cuando ya están en el árbol. Dos mujeres pobres iban a pedir, la una con un viejo alquilado y la otra con un niño. -¿Cuánto te llevan a ti por el alquiler del chico? -A mí, diez reales al mes y la comida. -Pues a mí me sale más barato el viejo, porque no le doy más que la comida, y algunas veces me sirve de marido. Se presentó la madre con la niña en la iglesia; pero tan delgada y poco formada, que el cura le preguntó, sabiendo que se iba a casar: -¿Trae usted a esta criatura para bautizarla, o para que le sirva de juguete a su marido}


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-Le advierto a usted, señor juez, que esta ha sido la primera vez que yo he ~atado a un hombre. -Por eso hemos dispuesto que te ahorquen también a ti por la vez primera. -Usted ha dicho en el café, que con lo dispuesto contra usted por el Gobierno, le va a costar la vida a más de mil personas ... -Sí, señor; pero es porque ahora me voy a hacer médico. NO PASO NADA Don Rufo Sancho de la Tartaria, que pa.decía de la urticaria, tenía un genio muy quisquilloso, o gambeante, que es má s costoso. Pero su esposa, Paz del Molino, que era una dama color cetrino, como era guapa 1 y algo insinuante, por divertirse tomó un amante. Llega a don Rufo la vil noticia ~ y él, casi casi, se nos desquicia, va hasta su esposa con mano airada . .. , y aquella noche no pasó nada. · Pero don Rufo Sancho vivía con ojo alerta desde aquel día , siempre en sus mano s blandiendo un sable, para castigo de la culpable.


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LUIS ESTESO Y en noche oscura, triste y lluviosa, -Me marcho a Pinto-dijo a su esposa1. Le da dos besos, lo cree la dama., y él va y se mete bajo la cama. Siguen los truenos a la borrasca, y la tragedia casi se masca ... Don Rufo Sancho besa a su amada, y aquella noche no pasó nada. Cuando la a urora brilla en Oriente, sale don Rufo, la cree inocente, la ve dor mida, tal vez soñando, y de su casa sale lluranJo Finge que vuelve, y a l golpe qumto, le abren y dice: -Vengo de Finto. Pasa aquel día de noche !horrenda . .. , porque a don Rufo no hay quien lo entienda. Llega la noche con m anto regio, y un t riste mirlo lanza un arpegio; don Rufo Sa-ncho besa a su amada... ¡ y aquella noche. .. no pasó nada!

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Se tenía que estrenar, con una fábula histÓ· rica , una comedia alegórica, símbolo de «no pecar». Y a un señor que preguntó que por qué se suspendía el estreno en aquel día, el autor le contestó: -Cosas de la juventud, muy justas para vi.


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vir : porque acaba de parir la que ha de hacer de Virtud. El juez, viendo que el letrado se hacía un poco prolijo, le dijo: -Vamos al hijo, o al hecho, que es lo pro~ hado. -Aquí el hecho, señor juez, es el niño, que está hecho-contestó-, y lo que sospe~ cho es que se hizo de una vez .. . La cosa está de un jaez que nadie lo vió en el lecho ... , así es que a lo hecho, pecho, como dicen en Jerez. Uno convidó a almorzar a un padre prior, y a un lego; pero el lego, al primer ruego, par~ tió pan para mojar. Quiso corregir su acción , y con intenció n aviesa, por debajo de la mesa, le dió el padre un pisotón. Pero pisó al que pagaba la comida, que era un loco, y le dijo: -Poco a poco, que la paciencia se acaba. Ya tengo la sangre roja, pues tres veces me ha pisado ... Conque, padre , más cuidado, y pise usted al que moja ... La esposa de un matemático, con quien no tuvo ni un hijo, a otro gran sabio le dijo, por~ que la miraba estático : -Mi esposo es un calculista feliz, hábil ,

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justo, exacto ; pero yo juro en el acto, que tiene muy poca vista ... En cuestiones de sumar su reputación se labra ; pero de multiplicar, no sabe ni una palabra.

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Un zapatero tenía el oficio de llorón, y al entierro que acudía lloraba tan a porfía que .{"' , e1 corazon. , parha Murió un día un millonario, y acudió otro zapatero, y le dijo plañidero: -Hay entierro extraordinari~, conque ojos, , . para que os quiero . Y no le dejó acabar, diciéndole, sin tardar, el llorón: -N9 puede ser ; hoy no puedo· yo Hornr, que se· ha muerto mi mujer. Un avaro tenía un fuelle, y se lo pidió un vecino, pero el avaro, muy fino, contestó: -Aunque me desuelle tu padre, no ha de salir el fuelle de mi cocina; ahora, que él puede venir a casa, si es que se obstina. Y ya que así se propasa, y me ·q uiere molestar, dile que venga a soplar ... , pero que ~ople en mi casa. -Yo te juro, esposa mía, por esta vela de sebo, que soñé que me engañabas con otro. -Pero no es cierto. Y si es verdad, ¡que se vuelva este poco pan veneno ! -Bueno, pues cómete el pan.


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-¿Que me coma el pan? ¡ No quiero ! Cómete tú antes la vela, porque has jurado pnmero.

Como yo me voy a permitir hablar a uste~ des de los Cates, antiguos pueblos de Alema~ nia, espero que me permitan que también les hable de los Catones. Los Cates no podían usar barba, hasta que no traían de una batalla la cabeza de algún enemigo. Los Cates eran entonces feroces, y lo siguen siendo, porque a mí me dan hoy un cate ... y me molestan. Ahora, que me dan un catón ... y me mo~ leste yo. Todo el mundo se cree que sabe lo que es un cató'n; pero no sabe que hubo dos Cato~ nes. Catón Censorino, romano célebre por la austeridad de sus principios y de sus postres, que en 184 antes de Jesucristo procuró limitar el lujo que corrompía a Roma, y Catón de Utica, nieto de su abuelo, que nació 95 años antes de Jesucristo, y que se mató en su pue~ blo, después de la batalla de Tapso, demos~ trando en su vida y muerte que era un estoico. Dijo que Cartago y Mesinisa eran un peligro para la R epública, y terminó siempre sus dis~ cursos con estas palabra s : Caterum censo car~

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thaginemesse delemdam. Preciosas palabras para las personas que aún saben latín. Era de los que inventaban frases : <<Piensa en que se aborrece a la abeja por su ·aguijón, y se conserva por su miel.» . «El alma de un amante habita en cuerpo extraño.» «Me sería imposible vivir con un hombre que tenga mejor paladar que corazón.» «Entre la cólera y la locura no hay más diferencia que su duración.>> Estas fueron algunas de las sentencias de Marco Porcio Catón. No quiero aprovechar esta ocasión para decir que de niño cayó en un porcio lleno de agua, porque es mentira. Volvamos la hoja al Catón pequeño, tan grande como su abuelo, pues hasta para morir fué estoico. Supo que había vencido César a Pompeyo, . se metió en la cama, leyó dos veces el «Tratado del almán, de Platón, y se dió de puñaladas. S'u estoicismo llegó hasta consentir que Hortensia le pidiera que le concediese por algún tiempo a su hija Porcia, casada con Bibulo, y que en cuanto tuviera u.n hijo con ella s ~: la de volvcr.ía a su mari2o. Catón le contestó que, por su parte, le pa, . , • • 1 l 1' , :re c1a bien ; pero que 1gnor aoa o que cnr!a su marido.


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-Pues entonces, cédeme a Marcia, tu esposa, que es la que venía a · pedirte. Catón no se opuso, y como el padre de Marcia consintió el matrimonio, la boda se celebró en presencia de Catón.

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En todas las plazas de los pueblos de España hay unos locos. Se reúnen todos los domingos por la mañana, y se meten bajo un templete, que tienen ya preparado, para dedicarse a su pacífica locura. Las gentes de todos los pueblos miran a los pobres locos con cierta simpatía ... , pero siempre que no metan mucho ruido, porque todos tienen la monomanía de hacer todo el ruido que pueden. Cada loco tiene la extraña chifladura de fabricarse con una caña, cori un poco metal, con un aro y unos pellejitos, o con dos cober.:. teras grandes, un objeto rar~. que no' tiene otro objeto que el de meter mucho · ruido con él. · Llegan todos a la misma hora, se suben al templete, y esperan a que llegue el más loco de todos ellos, que es el único que no hace ruido, pero que, como es el más loco, se cree que agitando una varita en el ai·r e, hace más estruendo que un terremoto. No hablan casi con nadie, porque a ellos lo que les gusta es soplar en sus instrum~ntos.


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Unos soplan, otros dan golpes, otros miran unos papeles que tienen unos signos extraños ... Cuando le parece bien al loco de la varita, hace un signo, que nadie entiende más que los locos, y todos dejan de meter ruido. Si creen que ya han hecho bastante ruido, se apean del templete, cada uno con su instrumento en la mano, y se marchan a sus casas. Se sabe, por personas que los han tratado, que son muy buenos y que se portan muy bien con sus mujeres y sus hijos, pero que adoran tanto a su instrumento como -a su familia. Por eso se les deja que pasen largos ratos en todas las plazas de los pueblos, a estos pobre locos, fabricantes de ruidos. Después de todo, no le hacen daño a las personas que no los escuchan. V amos a aclarar un pequeño error, concepto equívoco o juicio falso. No se trata de Cleómemes, escultor ateniense, a quien se le atribuye la estatua de la Venus de Médicis. Se va a tratar de Cleómenes, rey de Esparta. Hubo muchos de este nombre. Pero éste fué el que venció a los Argivos, y los convenció de que no podían con él. Libertó a los atenientes de la tiranía de Pisistrato, y murió antes de la batalla de Sala-


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miria, ganada por los griegos a Jerjes, 488 años antes de jesucristo. Los lacedemonios no consagran a los dioses los despojos tomados a los enemigos, porque son despojos de cobardes. Estas palabras de Cleómenes, me parece que las estoy oyendo de sus reales labios. Menandro, tirano de Samos, se retiró a Lacedemonia, huyendo de la persecución de los persas. Le ofreció a Cleómenes sus riquezas, pero este austero lacedemonio le dijo a Menandro que su nombre le molestaba un poco, pues eso de .Menandro se aproximaba a un calambur. Mandó que Menandro saliese del Peloponeso, y se quedó completamente pelado, pero con dignidad. Todo esto, que parece que no tiene importancia, es conveniente que lo aclare yo, pues muchos se creían que Cleómenes, el escultor ateniense, era el que le dijo todo lo dicho a Menandro. -Oiga usted ; las bolas de naftalina que me vende no me dan resdltado. Deme otras tres pesetas más. -Pues con estas bolas de naftalina mueren todas las polillas. -¿Que mueren todas ? Se conoce que tienen mejor puntería que yo.


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-¿Pero usted, ¿qué es lo que hace~ -Que les tiro las bolas a las polillas, pero no les acierto. -Federico, ¡acaba de arruinarse mi papá! -Ha hecho todo lo posible por impedir nuestro matrimonio. -¿Y no te gusta mi hermano~ -Para primer niarido me parece bien. -¿Y por qué se insulta de ese modo tu papá~

-Porque sabe que no tiene raz6n. -No sabía que estaba loco. -¿Y por qué has decidido hacerte médico? -Porque nos pagan lo mismo si nuestró trabajo nos sale bien que si nos sale mal. -Por eso yo soy un gran defensor de la madre tierra. La tierra es lo más santo ... -No me hables ; he estado mareado tres veces. -Yo no me he casado contigo para que me tomes el pelo. Estás borracho todo el día. -¿Que yo estoy borracho, y que te tomo el pelo?


SEIS MIL CHISTES NUEVOS ~Sí,

sí ; estás con la

ondulación

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nente. -Oiga usted, camarero: yo le he rogado que me recomendara el plato del día ... , y me ha recomendado usted el plato del día del Corpus. -Cante usted más fuerte, señorita. -Aquí dice a media voz. -Pero es que su voz es demasiado me~ diana. -Etoy apenadísimo desde que sé que ha enterrado usted a su tío. -No he tenido más remedio que enterrar~ lo ; el pobre se había muerto ... -Pues mi tío sufre doble desde que tiene la pierna de palo. -Esas son alucinaciones. -¿Alucinaciones? Menudos palos le arrea su mujer con ella. -Bueno, ¿y si nos divorciamos mamá y yo, con cuál de los dos te quieres ir? -Yo con quien se lleve el auto. -Yo siempre cumplo la palabra que le doy a m1s am1gos.


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-¿Y por qué no me paga usted? -Porque para mí un acreedor es un ene~ migo. -¿Qué ha pasado? -Que le han abierto al negro la cabeza. -Que le den unos puntos. -Sí, pero es que no tenemos más que hilo blanco. Cayeron dos negros de una barca al agua. Uno llegó nadando a la orilla del mar. -¿Qué haces-le preguntaron- ; no sal~ vas al compañero? -No, primero me voy a salvar yo, y ahora voy a salvarlo a él. Decla ra ante el juez un caballero completa~ mente calvo , y d ice que cuando vió a la víc~ tima en el ch a rco de sangre: se le pusieron los pelos d e punta .. . El juez le ataja diciéndole: -Usted ha jurado decir la verdad, y eso del pelo es mentira. -Pero, ¿se va usted a comer este pollo solo? -No; me lo voy a comer con patatas. -Las aves vuelan mejor que los aviadores ,


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porque emplean las alas sobrehumanas del instinto ... -Tiene usted razón ; pero no se caen con tanto estrépito como los aeroplanos. Entra un niño a pelarse en una peluquería, y el peluquero le pregunta : -¿A la garsona? -No, señor ; a mí. -¿Cuánto te cuesta ese sombrero? -Diez del ala .. .' -¿Nada más? -Y cjnco de la copa. -Aquí tiene usted: eStos preciosos calceti· nes de hilo crudo. -Los calcetines crudos... ¿no me los po· drían poner a la ·p lancha ? Se había levantado un huracán terrible, y. el cura preguntó al capitán del barco: -(Hay peligro de naufragio? -S\ continúa este viento, antes de una hora estaremos en el ciélo. -No lo quiera Dios. Deambulaba yo por las arenosas mámenes de un río caudaloso. Era de noche. Una bellí. sima señorita me puso la enguantada manQ


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sobre mi asombrado hombro. Y o dije entre mí : «Hombre». Ella quedóse algo perpleja, y me dijo: -Perdone, yo vengo buscando ... Y con sonrisa mefistofélica le contesté : -Sí, usted busca lo que ha perdido ... Algunas veces soy yo también terrible. Los niños de los posaderos no tienen picardía. Llegué yo a una posada, y el posadero me dijo que no podía servirme más que un par de huevos fritos. Los huevos fritos de las posadas son siempre casi tan frescos como los posaderos, y me incliné hacia el par. Mientras me freían el par de esferas albuminosas, me lamenté en alta voz, como en las antiguas novelas de P~dro Mata, de que no tuvieran la carne del viaje anterior, y el chico del posadero me contestó : -Pues no nos saldría poco cara esa carne si todos los meses se nos muriese un caballo. La pobre · pedía isócronamente, pertinaz, punzante. El caballero, que era altísimo, y con unos pies enormes, no le hacía caso. Fumaba voraz. En vista de la insensibilidad del caballero, la pob re le dijo : -Por el amor de Dios, deme usted uno de sus zapatos.


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-¿Un zapato, para qué} -Para hacerle una cuna al niño. -¿Y usted cree que con este palo de jabón me quitaré las manchas? -Sí, señora. Y si no se quita las manchas, viene, y le doy dos palos gratis. -Vengo a cobrar este cheque. -Ponga el recibí, y se le pagará. El cateto pone el recibí a su manera, se me~ te el cajero y sale con las tres mil pesetas. Una vez que las ha cobrado y se las ha guardado en el bolsillo, le dice al cajero: -Traiga usted el cheque, que le ponga el recibí. -Si ya se lo ha puesto usted. -No, señor; ¿ve usted lo que he puesto? He puesto recibiré ... Pero ahora le pongo ((re~ cibí». · -¿Te has quitado de torear? -Sí. Ahora me dedico a los ((CineS)) . -Es menos expuesto. -Y que para ir a «tientas» prefiero la oscu~ ridad. Dido, hija de Belo, rey de Tiro; hermana de Pigmalión y esposa de Siqueo. Cuando Pigmalión mató a Siqueo para ro~


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barle sus tesoros, Dido llora la pérdida de su esposo, y funda nada menos que Cartago. A Pigmalión lo asesina su mujer, Astarté. No pudo el pobre ni decirle «astarte quietan, y murió. La familia era algo levantisca. Algunos historiadores creen que el apellído de Job era el nombre de nuestra heroína, la reina de los tir~os, porque antes de haberse inventado la pólvora ya había muchos que eran de Tiro. El apellido. de Job, no era Dido. Cartago, fundado por Dido, fué la causa de las guerras púnicas. Circe y Penélope : las dos heroínas de la Odisea, de Homero. Sin Pisistrato no tendríamos hoy las dos obras, pues él mandó recoger todo lo que había escrito el ciego, y con las rapsodias homéricas reunió La Odisea y La Ilíada. Con el asunto Ulis.e s se me ocurrió a mí una canción, que es como sigue: A la guerra de Troya fué Ulises inhumano, y la reina Penélope lo aguardó un año en vano. Pasó el tiempo, y Ulises a reinar no vólvía, y a Penélope un príncipe tirano pretendía. Y como era preciso estrenar manto real, fabrica la reina su vestido nupcial.


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Una tela preciosa en el telar tenía, y lo que fabricaba durante todo el día, con ademán de santa de noche destejía, destejía, destejía ... La reina, silenciosa, fabricaba constante la tela que tenía angustiado al amante. Y esperando que Ulises volviera victorioso, deshacía la tela y .aiguardaba al esposo. Y pasaban los a ños, 'Y la tela nupcial no era nunca bastante para el manto ,real. Una tela, etc. Tras los año s de lucha, vencedor regresaba, y la isla de Circe Ulises arribaba. Y el amor, con su venda, cegó a Circe, que, alhizo a Ulises su e sclavo para toda la vida. [tiva, Y entre tanto la. reina, silenciosa, espectral, fabricaba serena su vestido nupcial. Una tela preciosa en el telar tenía, y aguardando al marido que, ingrato, no volvía, con ademán de santa tejía y destejía , y el ingrato no volvía.

Cada vez que veo partir un aeroplano, no se me ocure más que saludar a los aviadores con estas palabras : -Vayan ustedes con Dios.

-¿Y

c6mo me puede usted probar que


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LUIS ESTESO

estaba borracho cuando· le tiró la piedra al farol? -Porque le tiré más de treinta pedradas, y sólo le dió la última. Los dos amigos habían comido mucho y bebido. Uno de los dos era algo filósofo·, y le dijo al otro: -Si no quieres molestar a tu familia a estas horas, llegas al pie de la escalera, te descalzas y te metes en casa sin que sepan a qué hora has vuelto. Al día siguiente se encuentran los dos amigos. -¿Qué tal anoche? -Muy bien. Doblé la ropa sin hacer ruido; pero, cuando subí la escalera, me encontré en la estación del Metro de la Puerta del Sol. En una aglomeración de la Puerta del Sol, le dice el niño al papá que debía castigarse al hombre que le había empujado tanto. -Bien castigado va : me he quedado con su reloj. -Dos «chauffeurs » hablan, y yo, que soy radioescucha callejero, les oigo decir : -¿Por qué pones esa cara? ¿Has atropellado a alguien ?

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