LA PUMA Y EL NIテ前
Una Leona hambrienta y asustada se interna en el territorio de la Mujer.
Es su último recurso. Sólo queda ánimo vital para una embestida y una huida. El Niño juega embelesado con las chinitas. Está llenito de leche y caricias.
La Puma inhala una vez más y sus pupilas alcanzan su máxima
abertura. Ve al Niño y la luz que emana. En el mismo ángulo focal ve la casa, la chacra, el sendero, incluso el cerro de los eucaliptos al otro lado del río.
El Niño lanza sus últimas exhalaciones. Los colmillos le han penetrado completamente su frágil cráneo. Los ojos de la Leona nunca se han cerrado y las puertas de la casa no se han abierto (aún). El Niño pesa y la huida se siente difícil. El instinto de supervivencia tira… y el raquitismo arrastrado por meses dificulta el trote. La Leona lucha con la flaqueza y se enfoca en los matorrales y el cerro de donde vino.
Posee la capacidad de recordar los olores y mientras corre adrenalínica recorre los aromas de los lomitos de cada uno de sus cachorros. La más pequeña es la que duerme todo el día y huele a leche. Los otros son gruñones y huelen a roca y hierbas