Manual para el estudio de las historias nacionales (pg 69 131)

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recho frente al tradicional, y para ello necesitaba apoyarse en otro concepto jurídico de antiguo cuño, ya adoptado en su tiempo por los sajones. Se trataba del derecho del soberano a aplicar su ley y evitar conflictos entre sus súbditos, circunscrito en inicio a los caminos reales o al interior de sus dominios, pero que el monarca hizo extensivo a todo el territorio y a la totalidad de sus súbditos. El principio chocaba también con el Derecho feudal, limitando en cierto modo los derechos de los señoríos feudales, dentro de los cuales y salvo caso de abuso notorio, sólo imperaba la ley del señor, aplicable a cuantos vivían en los límites del manor. En lo que al orden civil respecta, con cambios paulatinos y sin necesidad de promulgar nuevas leyes ni de chocar frontalmente con el poder feudal, Enrique II consiguió también que estos pleitos se dirimieran con mayor frecuencia ante los tribunales regios que ante los feudales, ofreciendo un juicio más rápido y eficiente. Para atraer a los litigantes a sus tribunales, en lugar de acudir a los del señor feudal, Enrique estableció como prerrogativa exclusiva de su jurisdicción el juicio por jurado, de gran éxito popular, que solo podía convocarse ante sus instancias. Otro expediente utilizado por el monarca para unificar la jurisdicción civil fue el derecho de apelación, reconocido desde siempre a todos los súbditos si consideraban vulnerados sus derechos de posesión de tierras —supuesto bastante frecuente. El instrumento fue ofrecer un juicio más rápido y eficiente de los habituales que seguía el procedimiento feudal. Además, cuando las partes llegaban a un compromiso ante la Corte regia, esta imponía y fiscalizaba su cumplimiento. La condición fundamental para lograr la concentración del poder jurisdiccional en las manos del rey, tanto en materia civil como penal, era la presencia constante de jueces de la Corona en todos los condados. Creo así la figura de los jueces itinerantes (justices in eyre) para resolver los conflictos in situ, procurando el acceso a los mismos por parte de sus súbditos y controlando las actuaciones de los sheriffs que conservaban ciertas facultades jurisdiccionales. Esto significaba un aumento del poder crecientemente monolítico que el propio rey encarnaba. Sin embargo, aun con todas las facilidades otorgadas, la posibilidad de acudir a la justicia regia estaba vedada a los villanos y a cuantos dependiendo de un señor feudal no eran libres. La distinción entre un hombre libre y otro que no lo era se hizo mucho más rígida. La condición de siervo se presumía en quien trabajaba la tierra sin un contrato; o en el que estaba obligado a prestar servicios personales al señor; o en el que pagaba tasas por casarse o para poder heredar, claros indicios de pertenencia al grupo de los villanos, sobre los que el señor feudal ostentaba un verdadero derecho que podía incluso reivindicar ante los tribunales regios. 68 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


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La obra jurídica de Enrique II sentó las bases del sistema inglés denominado Common Law, ley común. Durante su reinado fue publicada una de las obras cumbre del derecho inglés, el Tratado sobre las leyes y las costumbres de Inglaterra, atribuida dudosamente a su «justiciario» Ranulfo de Glanvil. La característica más peculiar del sistema fue que, en materia procesal, no se dieron normas escritas, sino que se dio preferencia al hecho jurisprudencial, es decir, se recurría a las sentencias dictadas sobre hechos iguales o similares, lo que se entiende por los usos precedentes o de costumbre. La profunda transformación que el reinado de Enrique II supuso, con la expansión de la Common Law y aquel primer bosquejo de un gobierno tendencialmente centralizado, como hemos descrito, consolidaron una eficacia administrativa en el reino inglés sin parangón en otros espacios europeos. Desde la perspectiva del transcurso de los siglos, estos pasos dados por Enrique II insinúan un preludio de lo que luego llegaría a ser una nación. Existió durante su reinado una identidad colectiva, y sobre todo, la conciencia de esa identidad en la población. De un lado había una elite, una clase dirigente que era extranjera: los señores eran normandos, bretones, flamencos, picardos, y hablaban otro idioma, el francés, que era la lengua oficial de la Corte. El alto clero, los prelados, los abades, los obispos, también eran mayoritariamente extranjeros y se comunicaban en otra lengua igualmente ininteligible para el pueblo, el latín. Pero, a pesar de todo, el inglés prosiguió su pujante expansión no sólo en aislados lugares del campo sino que empezaba también a ser la lengua de las ferias bulliciosas y de las fiestas en las ciudades. El mercadeo, los tratos y hasta el intercambio de noticias se hacían en inglés, entre los artesanos y los comerciantes, aunque todavía habrían de transcurrir casi dos siglos para que terminara por convertirse en la lengua oficial para los asuntos de gobierno y de la administración de Justicia. El cuerpo jurídico inglés también fue muy característico. Se conformó sobre la base de un derecho consuetudinario y de fueros locales, pero reinterpretado de modo que determinadas normas, de un modo gradual, fueron aplicándose en todo un territorio unificado, para lo que fue igualmente necesaria una organización supraterritorial. Por supuesto existían, y seguirían existiendo durante siglos fueros distintos, aplicados y aplicables a determinados grupos de personas, así como derechos feudales particularistas. Pero incluso dentro de los señoríos, donde funcionaba la propia jurisdicción señorial, los vasallos de los señores empezaron a poder acceder, con carácter de apelación, a la justicia real, estableciéndose dos instancias jurisdiccionales: la señorial en primera instancia y la real en grado de apelación. De esta forma siempre prevalecía la justicia del rey. Esta concep69 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


ción, más que de una derivación del derecho común, fue una introducción de mecanismos de la administración regia en aras de una mayor eficacia y del establecimiento de un aparato más impersonal, profesionalizado, y por tanto, más objetivo, e independiente de los potentados y grandes magnates de los lugares. Por tanto, lengua progresivamente común, leyes tendencialmente igualitarias, superación de los confines locales, todo marca en este reinado un notable cambio en las estructuras sociales, políticas y culturales, que se tradujo en una mayor identificación y compromiso activo del campesinado, fuera libre o dependiente, así como de los habitantes de las ciudades, y hasta de los caballeros de la nobleza feudal, en favor de su rey durante las rebeliones promovidas por los hijos de éste. Una buena mayoría se fue poniendo de parte del soberano por un legítimo deseo de mantener la paz, el orden y la tranquilidad. Pero también influyó un sentido de pertenencia a algo distinto y superior a lo que era el ámbito de sus aldeas y sus señoríos, una identificación y afirmación de una entidad suprema, la monarquía, con su máquina administrativa, que funcionaba para garantizar una ley suprema y un orden en el que participaban todos.

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12. Juan sin Tierra y los límites al poder real: la Carta Magna A finales del siglo XII. el acto de investidura de los caballeros se había convertido en una gran ceremonia, a la vez religiosa y mágica, cuya majestuosidad trataba de poner de relieve que el juramento de fidelidad no se limitaba al señor sino a un sistema de valores, a un código de honor. John de Salisbury consideraba como función de las órdenes de caballería «proteger a la Iglesia, combatir la falsedad, reverenciar al sacerdocio, salvar a los pobres de la injusticia, mantener la paz en la propia provincia, derramar la sangre y si es necesario, entregar la vida por los hermanos de orden y por estos ideales». Ideales que tenían la característica de ser universales, válidos tanto para los caballeros ingleses, como para los caballeros franceses, germanos o castellanos, animados todos por los mismos principios que alentaron la gigantesca movilización voluntaria en las campañas contra los infieles que fueron las Cruzadas. Entre esos caballeros estaba el bien conocido Ricardo Corazón de León, al que ensalzan las crónicas por su sentido del honor y su carácter magnánimo, describiéndolo como un extraordinario guerrero protagonista de gloriosas gestas. Sin embargo no resultó ser tan bueno como rey. Se ausentó de tierras británicas para acudir en defensa de la fe en las Cruzadas a Tierra Santa. Durante la mayor parte de la década que duró su 70 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


reinado dejó su país en otras manos para cumplir con aquella que consideraba su primera y fundamental misión. Al poco de ser coronado recaudó de sus súbditos la enorme suma de dinero que necesitaba para participar y marchó a la Tercera Cruzada (1189-1192). Fue uno más entre los muchos príncipes europeos que se embarcaron en la empresa de recuperar los Santos Lugares para la Cristiandad, después de que Saladino hubiera sometido en 1187 Jerusalén, toda Palestina y Siria; pero de su singular empeño, de la exhibición de sus dotes guerreras y de su espíritu caballeresco han quedado sobradas muestras en la mucha literatura que de él se ha ocupado. Fue el artífice de la toma de Acre y por muy poco no llegó a recuperar la Santa Cruz; en todo caso, al fracasar las negociaciones con Saladino, fue el último de los grandes príncipes cristianos en reconocer el fracaso de la expedición y en retirarse de Tierra Santa.

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La prolongada permanencia en el extranjero del Rey Ricardo I fue en cierta medida la prueba de la eficacia del sistema de gobierno instaurado por su padre Enrique, ya que pudo funcionar en ausencia del monarca sin recibir siquiera directrices e instrucciones suyas durante mucho tiempo. Y gracias a la labor desempeñada por la madre de Ricardo, la reina Leonor de Aquitania, siempre olvidada por los historiadores, que actuó como regente de los dominios angevinos durante las ausencias de Ricardo. Inglaterra conocía entonces un período de prosperidad y crecimiento demográfico y económico: aumentaba la producción agrícola, favorecida además por unos años de climatología favorable, crecía la superficie de los terrenos dedicados al cultivo, se fundaban nuevas aldeas y villas, a la vez que se consolidaban y desarrollaban antiguos asentamientos; muchos de ellos por iniciativa de los señores feudales, o aprovechando la ubicación de monasterios. Precisamente por entonces, en el año 1191, se instituyó el sello municipal de Oxford, población que contaba con fueros desde 1155, y que en origen había sido una abadía, aunque ya en aquella época se estaba convirtiendo en una ciudad estudiantil. El florecimiento era generalizado entre las urbes, con el consiguiente incremento de su población, y se debió en buena medida al incremento de las actividades comerciales y artesanales. Mientras tanto, en los manors también se estaban produciendo cambios. Al conjunto de edificios en los que residía el señor y su familia, junto con su corte de vasallos, se añadía un territorio más o menos amplio, parte del cual explotaban los siervos por cuenta de aquel, y parte cedido a los campesinos a cambio del pago de rentas o prestaciones de servicios personales. Así como en el siglo anterior los señores preferían cobrar una renta y despreocuparse de los cultivos, a finales del siglo XII empe71 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


zaron a aumentar los precios de los productos agrícolas y aquello conllevó la vuelta al fundo de muchos señores, que preferían ser pagados en especie o con la prestación de mano de obra y encargarse ellos mismos de comercializar lo obtenido en sus tierras. También empezaron, por parte de los señores, las inversiones en ganado, sobre todo ovino: la lana era una de las grandes riquezas de Inglaterra que se vinculaban con el comercio.

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Mientras todo esto sucedía, Ricardo había emprendido en el año 1192 el viaje de vuelta hacia la patria, a la que sin embargo no llegaría hasta dos años después, porque fue hecho prisionero mientras atravesaba el territorio de su enemigo el duque de Austria, con el que existía una rencilla personal desde su estancia compartida en Tierra Santa. El Emperador Enrique VI, a quien le entregaron sus captores, pidió por su rescate la astronómica cantidad de 150.000 marcos, el doble de la renta anual de la corona inglesa. El pago de esta suma hizo estragos en las finanzas británicas y obligó a incrementar la presión fiscal sobre sus súbditos, clero y propietarios de tierras incluidos. Las iglesias dieron limosnas y tesoros mientras que los laicos aportaban la cuarta parte de sus ingresos. Finalmente, Ricardo llegó a la isla en el mes de marzo de 1194. Pese a todo, gozaba del favor de un pueblo orgulloso de su fama de cruzado. Pero la situación política no le resultaba demasiado propicia. En Francia, el rey Felipe Augusto, que había vuelto antes de la Cruzada, y cuyas relaciones con el soberano inglés no eran tampoco amistosas, se aprovechó de sus horas bajas para ocupar parte de sus dominios en Normandía. En Inglaterra las cosas no estaban mejor. Su hermano pequeño, Juan, a quien él mismo le había concedido grandes extensiones de tierra, se había pasado los años de su cautiverio difundiendo el rumor de que había muerto, e intrigando para hacerse con el trono. Cuando finalmente se conoció en tierras inglesas la noticia de su liberación, Juan se alió con Felipe Augusto de Francia y declaró en estado de rebeldía sus feudos ingleses. También aquí se demostró la efectividad del gobierno regio, porque incluso antes de la llegada del Rey sus funcionaros ya habían conjurado el peligro y los dos últimos castillos de Juan terminarían rindiéndose poco tiempo después de que desembarcara el soberano. Después de las múltiples humillaciones soportadas, el rey Ricardo debía recuperar a toda costa, y públicamente, la dignidad puesta en cuestión. Tal vez por eso tuvo lugar una segunda ceremonia de coronación. Tras ella, el monarca se puso a recaudar fondos a toda prisa para recomponer su ejército y hacer la guerra a su enemigo, el rey de Francia. Cuando salió de la isla, que no volvería a pisar, nombró como justiciario al arzobispo de Canterbury, Hubert Walter, buen administrador y 72 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


estadista de acreditada habilidad que puso en marcha una serie de reformas en materia de leva militar y en el ámbito tributario. Ricardo I, continuando su interminable guerra, falleció por una herida durante el sitio al castillo de Chalus, en Aquitania, en abril de 1199. Antes de morir nombró sucesor a su hermano Juan, a quien previamente había perdonado su deslealtad.

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Es posible que la designación hecha por el rey avalase a Juan ante los súbditos británicos. Pero no ocurrió lo mismo en los dominios continentales, donde sus derechos sucesorios fueron intensa y violentamente discutidos. Fue ésta la primera de las cuatro grandes controversias jurídicas que marcaron el reinado de Juan I, y cuya evolución desencadenó graves conflictos. Según una cierta interpretación del derecho feudal y del valor de la primogenitura, Arturo, señor de Bretaña, hijo de Godofredo, hermano mayor de Juan y nieto de Enrique II, tenía prioridad sobre éste para ser investido de los títulos y dominios que anteriormente había ostentado Ricardo, por pertenecer a una rama mayor. Además, el pretendiente gozaba del apoyo de su suegro, el rey francés. El intento de Juan por hacer valer sus derechos provocó una guerra entre ambos parientes y sus respectivas facciones que acabó en 1203 con el encierro de Arturo y su posterior desaparición de la faz de la tierra; nadie dudó que había sido asesinado por orden de su tío Juan, lo que no ayudó a la popularidad del nuevo rey. El segundo conflicto, de mayor envergadura y duración, fue con Felipe Augusto. Juan I ostentaba entre otros títulos el de conde de Poitou, y como tal, era vasallo del rey de Francia. En tal condición Felipe Augusto le había convocado en 1202 para que se sometiera a juicio y respondiera de algunos cargos presentados en su contra por nobles de la región, a lo que Juan, como rey de Inglaterra, rehusó. Felipe alegó entonces que no perdía sus derechos sobre un vasallo, a pesar de los otros títulos que éste poseyese, y para hacer valer su autoridad marchó sobre Normandía. El derecho feudal le facultaba a recuperar el feudo para su Corona. A mediados de 1204, con la toma de Rouen, Felipe Augusto había completado la conquista de Normandía y las inútiles tentativas de Juan para recuperarla caracterizaron muchas de las decisiones tomadas durante su reinado. La siguiente contienda tuvo lugar en 1205 teniendo como adversario, en este caso, al papado. La cuestión que se debatía era de índole jurisdiccional: se trataba de determinar a quién correspondía el nombramiento del arzobispo de Canterbury, el más alto cargo en la jerarquía eclesiástica insular, que llevaba aparejada la condición de primado de la Iglesia en suelo inglés. La sede había quedado vacante tras el fallecimiento de Hu73 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


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bert Walter y el papa Inocencio III aprovechó las discusiones entre el cabildo catedralicio y el rey para elegir a su propio candidato, Esteban Langton. La Corona no aceptó al nuevo arzobispo y la tensión con Roma fue in crescendo. Por supuesto, el asunto que se dirimía era la aplicación del derecho consuetudinario inglés y las prerrogativas del rey. Cuando Juan comenzó a confiscar propiedades eclesiásticas, la respuesta de la Santa Sede fue poner en entredicho la isla. Esto quería decir que la Iglesia dejaba de hacerse presente en la vida cotidiana y se traducía en templos cerrados, cementerios abandonados y campanas silentes. Durante seis años y ante la preocupación popular, el reino vivió sin sacramentos. Pero Juan no se dio por vencido y redobló sus ataques, hasta que en 1209 fue excomulgado por el papa. Las consecuencias de este hecho eran dramáticas para el rey; no solo implicaba que sus súbditos quedaban liberados del juramento de obediencia, sino que la legitimidad de su título era negada por el papa y todos cuantos le atacasen lo harían con los mismos privilegios de quien intervenía en las Cruzadas. Evidentemente la ocasión se puso muy favorable para su enemigo del otro lado del Canal de la Mancha, que empezó a preparar la invasión. Ante circunstancias tan adversas, la poderosa combinación que se estaba fraguando en el continente entre la fuerza militar del rey francés y la espiritual del Pontífice, Juan terminó por amilanarse: no solo se arrepintió públicamente de su conducta sino que ofreció a Inocencio III un juramento de fidelidad como vasallo, transformando su reino en feudo del papado. A partir de ahí, la situación cambió totalmente. El Papa, en un giro radical, prohibió al rey Felipe Augusto que atacase Inglaterra. Juan aprovechó entonces la favorable coyuntura para forjar una coalición que llevaba pergeñando desde hacía tiempo, con el propósito último de recuperar Normandía. Consiguió captar para su causa a todos los señores del norte europeo que, como él, se sentían amenazados en sus personas y en sus reinos por el expansionismo del rey francés. Entre ellos se implicaron en el proyecto figuras como el emperador Otón IV, el conde de Flandes, el conde de Boulogne, o el duque de Brabante, junto a muchos caballeros flamencos. La iniciativa, sin embargo, terminó en un rotundo desastre. Los aliados fueron derrotados en la gran batalla campal de Bouvines, en julio de 1214, y el propio Juan, que había atacado desde Poitou, fue obligado a retroceder hasta la costa. Cuando regresó a Inglaterra, Juan era un rey fracasado y con su autoridad quebrada; la derrota de la expedición militar, como ya le habían advertido algunos de sus consejeros, había acabado con su credibilidad. 74 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


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La última controversia jurídica fue planteada por los propios vasallos del rey, probablemente a causa de la agresiva política del monarca, que muchos de sus nobles habían desautorizado. Algunos de ellos se habían negado a acompañarlo a su nueva aventura militar en Francia, y ninguno estaba dispuesto a sufragar otros gastos y pagar nuevas tasas después de la ignominiosa vuelta. Con Juan no sólo se había generalizado la fonsadera —esto es, el impuesto con cuyo pago un noble podía eximirse de prestar el servicio militar, que en Inglaterra se llamaba scutage— sino que habían surgido además nuevos tributos que gravaban los matrimonios y las tutelas, y se habían incrementado las cargas feudales, gravando las rentas con el treintavo, el séptimo e incluso el cuarto de los rendimientos. Tampoco el clero inglés apoyaba al monarca ni veía con buenos ojos el sometimiento a Roma, que conllevaba no solo la pérdida de su tradicional autonomía sino sobre todo, la de una considerable proporción de sus rentas, que terminaban en los dominios papales. La rebelión de numerosos barones, apoyada además por parte del clero, presentó en esta ocasión un perfil diferente. Su descontento no se manifestó con revueltas armadas, asedios de castillos y altercados violentos entre leales al monarca e insurrectos, sino con la formación de un partido de barones, liderado por el poderoso Roberto Fitzwalter y por Esteban Langton, aquel arzobispo de Canterbury elegido por el papa pero inglés al fin y al cabo, que pedían a su rey el respeto de las leyes y las costumbres y la abrogación de impuestos extraordinarios. De nada sirvió la conocida habilidad del rey Juan para soslayar los problemas dilatándolos en el tiempo. El 15 de junio de 1215 el monarca se vio obligado a poner su sello en el documento que más tarde, debido a su tamaño, sería conocido como Carta Magna. El escrito constaba de 61 artículos que regulaban las relaciones entre la Corona y sus súbditos, la administración de justicia, las finanzas, ciertos derechos feudales como la fonsadera y el pago de otras rentas. No contenía ninguna reforma extraordinaria, ni establecía ningún principio de gobierno ni de doctrina constitucional. La Carta era, sencillamente, un contrato que el grupo nobiliario estableció, aprovechando la ocasión que se le brindaba, para asegurar sus derechos e intereses tradicionales cuando los vieron comprometidos por el comportamiento de su señor natural que era el rey. En cualquier caso, el documento establecía un axioma categórico: que existían normas que el mismo Rey tenía que observar, y que por tanto la arbitrariedad regia tenía su límite en el imperio de la ley. El documento, firmado a regañadientes, nunca fue de verdad aceptado por el rey Juan, que, con la excusa de que el reino era un feudo pontificio 75 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


y necesitaba la aprobación papal para promulgar ese documento, lo envió a Roma con recomendaciones negativas. El papa declaró la nulidad de la Carta Magna y amenazó con excomulgar a quienes pretendieran su observancia. Esta decisión de Inocencio III dio alas al rey para tomar medidas contra los barones rebeldes. Empezó así un período de agrias turbulencias y de descontroles que llegó a afectar al orden territorial, lo que llevó a una parte de la nobleza a volver a ponerse del lado del soberano. Mientras tanto, y aprovechando la situación de tensión, el Delfín de Francia había desembarcado en las costas inglesas en ayuda de los rebeldes y con el propósito de ocupar, él mismo, el trono inglés como esposo de Blanca de Castilla, nieta de Enrique II. En medio de todo este conflicto, el rey Juan I murió. Era el mes de octubre de 1216. 13. Las provisiones de Oxford y las atribuciones del Parlamento: el reinado de Enrique III (1216-72)

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Siguiendo el orden de la descendencia dinástica, la sucesión a la Corona inglesa recayó en Enrique, un niño de 9 años, coronado con el único apoyo de la facción de la nobleza que había mantenido su fidelidad al rey Juan. Guillermo Marshal se hizo cargo de la regencia (Rector Regis et Regni) durante la minoridad de Enrique. Hizo publicar nuevamente la Carta Magna y se enfrentó militarmente a Luís, el Delfín de Francia, que estaba bien atrincherado en Londres. Recuperó los territorios perdidos en una guerra que duró casi un año, y aunque la armada inglesa logró una importante victoria contra la flota francesa que transportaba refuerzos para Luís, fue necesario el pago de una cuantiosa indemnización para persuadir al heredero galo de que volviera a cruzar el Canal y liberase a sus seguidores ingleses del juramento de fidelidad prestado. Otra versión de la historia, de obvia orientación nacionalista, cuenta que fueron los mismos partidarios del Delfín quienes lo rechazaron después de haberse asegurado el perdón real. El regente murió en 1219 y la dirección del gobierno fue asumida por el «justiciario» Hubert de Burgh, que había sido ya un fiel servidor del rey Juan. El nuevo regente se mantuvo en su puesto hasta 1232, en medio de continuadas rencillas con la Corte privada del joven rey, que intrigaba para conseguir un mayor poder. Su posición quedó seriamente tocada tras la derrota de una expedición enviada a Francia en el año 1230 para recuperar las antiguas posesiones continentales de la familia. De hecho fue considerado responsable de las inadecuadas medidas tomadas en la preparación de una aventura a la 76 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


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cual había accedido de mala gana. Con la pérdida del prestigio de Hubert de Burgh el rey aprovechó la situación para reclamar el Sello Real. A partir de entonces fue aumentando gradualmente las competencias de su círculo de cortesanos, hasta llegar, dos años más tarde, a un control completo de todo el gobierno. Era la revancha de los funcionarios de la Corte que hasta entonces se habían ocupado exclusivamente del Wardrobe, el guardarropa, esto es, el patrimonio y los intereses personales del rey y de su familia. El reinado de Enrique III no ha sido muy considerado por los historiadores salvo para destacar el impulso que dio a obras como la ampliación de la Abadía de Westminster, las mejoras introducidas en la capilla de San Esteban, y las fortificaciones de los castillos reales, incluido Windsor. También se le reconoce su gusto por las colecciones de objetos preciosos así como su profunda piedad y fe religiosa. Es probable que su manera de reinar no fuese apreciada tampoco en su época, porque a partir de 1258 los barones volvieron a poner al rey bajo su tutela. Argüían que había dejado el gobierno del país en manos de extranjeros, así como el fracaso repetido de muchas de sus decisiones; desde los fallidos intentos por recuperar los feudos continentales, a los que nunca renunció, hasta el apoyo que prestó a su hermano Ricardo de Cornualles para reclamar sus derechos sobre el título imperial, así como una desastrosa y fracasada expedición militar enviada a Gales. El desgaste económico de tales iniciativas y sus otras magnificencias obligaron a Enrique a pedir más contribuciones, lo que aprovechó el partido de los barones para hacerse con buena parte del control del gobierno. Estos exigieron al rey la destitución de los funcionarios extranjeros que ocupaban los puestos clave en la administración regia e impusieron una comisión para que se hiciera cargo de lo que estimaban debía ser un proceso de reformas políticas, que, naturalmente, eran más favorables a los intereses aristocráticos que a los intereses del rey. La composición de la comisión debía ser paritaria: doce miembros elegidos por la nobleza y otros doce propuestos por el propio rey. El resultado de sus deliberaciones fue un documento, conocido como las «Provisiones de Oxford», en virtud del cual se recortaban los poderes de la corona en favor de los de la nobleza. Fue éste el primer documento oficial redactado tanto en francés, que era el idioma gubernamental, como en inglés. El líder carismático de la facción nobiliaria, sin duda uno de los artífices de las ventajas para los nobles en el citado documento, fue Simón de Monfort, normando de nacimiento y por cultura y a la vez cuñado del propio rey (casado con su hermana). 77 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


Obviamente lo que aquí se dirimía era quién se hacía con el control del reino. El crecimiento del poder real y su concentración chocaba con las prerrogativas que tenía la nobleza, poco dispuesta ésta a perder su influencia y su relevante papel en la toma de decisiones que afectaban al reino. En suma, se estaba determinando cómo y por quién se iba a organizar a partir de entonces el mando; si iba a prevalecer la prerrogativa del rey y su corte, o si por el contrario iban a ser los grandes barones del reino los que mantendrían su control.

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De esta forma salieron a luz las Provisiones de Oxford, y aunque el rey Enrique III no reaccionó de modo tajante, sí trató de zafarse de los controles impuestos, y apeló a la Santa Sede, que le liberó del juramento que había prestado a las mismas. A partir de entonces el conflicto se radicalizó y acabó en lucha armada que finalmente ganaría Simón de Monfort. En la batalla de Lewes, de mayo de 1254, el rey fue hecho prisionero junto a su primogénito, Eduardo. Sin embargo, poco después, el príncipe logró huir y mientras gobernaba Simón de Monfort, Eduardo consiguió reconstruir el partido de los realistas. La etapa política de Monfort fue variable. Aunque comenzó poniéndose al frente de la rebelión nobiliaria, enseguida tuvo que enfrentarse a los privilegios consolidados de los grandes señores, que entonces le consideraron un peligro para su posición. De hecho, cuando se convocó el Parlamento en enero de 1265, acudieron representantes de los condados rurales y de las ciudades, pero pocos representantes de la nobleza (sólo cinco condes y 18 barones). Finalmente la gran aristocracia abandonó a Monfort y prestó su apoyo a las fuerzas realistas lideradas por Eduardo, el hijo del rey Enrique, que se comprometió a respetar la Carta Magna y las Provisiones, así como a expulsar a los extranjeros. En el mes de agosto de 1265 Eduardo, al mando de las tropas realistas, derrotó en Evesham a Simon de Monfort, que perdió la vida en aquella batalla. El reinado de Enrique III se prolongó sin alteraciones durante algunos años más, hasta su fallecimiento en 1272. 14. Eduardo I y la nueva rebelión nobiliaria Cuando murió Enrique III, su hijo Eduardo se encontraba luchando en las Cruzadas. Recibía la herencia del reino de Inglaterra cuando era ya un hombre maduro, de 33 años de edad; con visión del Estado y curtido tanto en la política interna como en la exterior y en los campos de batalla. Su reinado puede ser visto como un paso más en la transformación del feudalismo medieval: las jurisdicciones privativas fueron perdiendo prota78 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


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gonismo en favor de los tribunales regios, pues el servitium debitum se había ido reduciendo con el tiempo y los reyes de la dinastía Plantagenet llevaban mucho tiempo recurriendo a la fonsadera (scutage), para eximir a la nobleza del servicio militar y reclutar con el dinero así conseguido a mercenarios profesionales, más eficientes y organizados que las mesnadas aportadas por los señores feudales. El desarrollo de las ciudades fue, no obstante, el factor determinante de la transformación. En la segunda mitad del siglo XIII las ciudades adquirieron un papel protagonista. Se incrementaron considerablemente el número de fundaciones regias. La composición de sus habitantes era absolutamente heterogénea. A los funcionarios del rey se añadía un grupo siempre creciente de artesanos y de comerciantes, cada vez más ricos, que en las ciudades portuarias se dedicaban al comercio a larga distancia de materias primas, trigo y sobre todo lana. Entre ellos, muchos extranjeros con privilegios y fuero propios y también judíos, que gozaron de la protección real hasta que en 1290, al exacerbarse los sentimientos antisemitas de una parte de la población, fueron expulsados de Inglaterra. Los comerciantes se constituían en agrupaciones profesionales y los artesanos en gremios como en las ciudades del continente. La cultura ya no quedaba circunscrita a los muros de los monasterios y crecía el número de laicos alfabetizados. Los señores feudales enviaban a sus hijos a la ciudad a estudiar. A comienzos del siglo XIII, Oxford y Cambridge eran centros reconocidos de estudio donde se impartían clases de las más variadas materias. Nuevas órdenes religiosas como la de los dominicos tenían un papel relevante en esa nueva difusión de la cultura. Mientras tanto en el campo la producción de lana se habían impulsado las manufacturas textiles que ofrecían a los campesinos una alternativa al trabajo agrícola. Se desarrollaban nuevas técnicas agrarias, se alternaban anualmente los cultivos, se generalizaba el uso de abonos, y se iban sustituyendo las prestaciones personales a los señores feudales típicas de tiempos anteriores por la contratación asalariada de jornaleros, concertándose los arrendamientos por períodos cada vez más largos. Estos cambios económicos y sociales durante el reinado de Eduardo I fueron acompañados por la extraordinaria actividad legislativa del soberano durante las dos décadas siguientes a su coronación. Ya en el año 1274 el monarca había encargado una importante encuesta para que en todos los condados del país sus delegados interrogaran a los jurados locales sobre las posesiones reales de tierras y castillos, y las rentas de sus fincas e investigaran si habían tenido lugar transgresiones de los derechos reales. En la misma encuesta, preguntaban también acerca de 79 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


la conducta y de los métodos de los funcionarios de la Corona, incluidos los sheriffs y los recaudadores. El resultado de esas investigaciones fue la promulgación de un «estatuto», el primero de su abundantísima producción legislativa, que fue conocido como Estatuto de Westminster de 1275. La norma trataba de paliar, dentro de los dominios regios y particularmente en el ámbito municipal, los abusos y desmanes que cometían los empleados de la Corona o que iban en contra del patrimonio real.

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Tres años más tarde, se promulgó el Estatuto de Gloucester, a través del cual se limitaron los derechos de los señores a administrar justicia en sus propios tribunales, que entraron en concurrencia con la jurisdicción regia. Más tarde promulgó otro estatuto que iba dirigido al clero, el Estatuto de Mortmain de 1279 (morts mains, manos muertas); por él se prohibía la donación de tierras a la Iglesia sin autorización regia. En la misma línea legislativa, también se dieron disposiciones que afectaron a la ordenación del comercio o las transacciones mercantiles (Estatutos de Acton Burnell y el de los Mercaderes, de 1283 y 1285 respectivamente). Un tercer estatuto de Westminster establecía la posibilidad de enajenar libremente la propiedad de la tierra, convirtiéndola así en un objeto más de la actividad comercial, si bien se mantuvieron ciertas restricciones. Aun cuando los mecanismos e instancias encargados de la acción de gobierno seguían siendo los mismos de épocas anteriores, sus funciones se vieron afectadas y se hicieron mucho más pormenorizadas. Se estableció una clara distinción entre el Exchequer o Tesoro, con sede en Westminster; la Chancery o Cancillería, que operaba como una secretaría general y que por muchos años desempeñó su hombre de confianza, Robert Burnell; y finalmente el Wardrobe, organismo que, circunscrito al ámbito interno de la Casa Real, se ocupaba de los asuntos de intendencia y financieros de la propia casa. Sin embargo, la institución que jugaría el papel más determinante de la evolución futura del reino sería el Parlamento. En tiempos de Eduardo, el rey lo empezó a convocar con mayor frecuencia. El término Parlamento no tenía entonces la acepción actual de cámara legislativa, representante de la voluntad de la sociedad. El Parlamentum de la época aludía a un «coloquio», a parlamentar, a un encuentro de consejeros de la Corona o del clero, que tenía un carácter meramente esporádico y funciones de simple consulta. Poco a poco empezó a revestirse de cierto carácter oficial, dando mayor importancia a sus reuniones, que en todo caso involucraban a la nobleza y al clero en las personas designadas por el monarca en cada caso según su conveniencia. Eduardo I llegó a reunirlo en treinta y una ocasiones. Convocó también, junto con los miembros de la nobleza 80 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


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y el clero a los representantes de las ciudades (los boroughs) y de los condados rurales (los shires). Cierto que seguía tratándose esencialmente de un instrumento en manos del monarca, que éste convocaba si lo estimaba preciso y disolvía una vez logrado el acuerdo; pero por otra parte también significaba que le reconocía cierta representatividad del reino. Así salieron de sus sesiones las aprobaciones de los Estatutos —un Estatuto era precisamente una ley promulgada por el Rey en el Parlamento y que solo otro Parlamento podía revocar—. De esta forma y poco a poco su consentimiento llegó a hacerse imprescindible cuando las decisiones que se tomaban afectaban a los patrimonios de los ingleses. Cuando los ingresos ordinarios de la Corona se mostraron insuficientes para sufragar los enormes costes de las guerras, como las que se acometieron contra Gales, Escocia o Francia, el rey buscó el apoyo y el consenso del Parlamento, para que este aprobase el establecimiento de nuevas tasas y tributos que cubrieran el desfase. Se producía así un pacto político entre los poderes del reino. Al principio este pacto funcionó y el Parlamento accedió a todas las peticiones del rey; en 1294, por ejemplo, aprobó el establecimiento de aranceles aduaneros para la exportación de la lana y el cuero, y poco tiempo después aprobó la implantación de una tasa sobre bienes muebles. Pero llegó un momento en que las exigencias generaron el resentimiento y la rebeldía de los afectados, tanto entre los propios comerciantes como entre los nobles, y hasta en el seno de la jerarquía eclesiástica, que tenía que entregar al fisco una parte importante de sus ingresos. Cuando los conflictos son sostenidos durante un tiempo la situación se tensa hasta hacerse peligrosa. Una acción cualquiera puede hacer desbordar el vaso. Eso fue lo que ocurrió en 1297, cuando el propio pontífice prohibió al clero que admitiese en el Parlamento una nueva subida de impuestos que afectara a sus miembros. Fue así que en aquel verano estalló una sublevación, mientras el rey se encontraba en Flandes. Este nuevo conflicto con los poderes del reino dio lugar a una negociación entre los delegados del rey y los rebeldes, de la que salió un documento, conocido como «Carta del Bosque», que quedaría después como un anexo de la Carta Magna. En ella se recogían nuevas condiciones impuestas al rey, como que en el futuro no podría reclamar nuevos impuestos sin el consentimiento de la comunidad, ni confiscar productos de primera necesidad como el trigo o la lana, y que además debía reconocer algunas libertades al clero y a la nobleza negadas anteriormente. Pocos años más tarde, en 1301, el rey volvería a confirmar e incluso ampliaría esas concesiones. Fue de esta forma como se fueron conformando unas relaciones políticas que irían marcando cierto equilibrio entre el rey y el reino. Relaciones políticas que volverían a emerger cuando la balanza basculara hacia uno u otro lado. 81 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


En cuanto a las posesiones continentales del monarca, lejos de consolidarse, seguían siendo fuente de los mismos problemas que habían venido sucediéndose a lo largo del tiempo. La Gascuña fue confiscada por los ejércitos franceses tras el Parlamento de París de 1294. Aquello desencadenó una nueva guerra entre las dos potencias, que con altibajos y treguas se prolongaría hasta Tratado de París de 1303, en el que entre otras cosas se pactaba la boda del príncipe heredero, Eduardo, con Isabel, la hija del rey Felipe de Francia. Los conflictos bélicos de mayor alcance en tiempos de Eduardo I, sin embargo, acontecieron dentro del mismo territorio insular, con Gales, primero, y con Escocia más tarde.

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Enrique III había reconocido la independencia de Gales bajo el mando del príncipe de Llewellyn. Pero su hijo volvió a conquistar esas regiones, y con el Estatuto de Gales integró ese principado en el dominio regio. De hecho, su hijo sería el primer heredero al trono con el título de Príncipe de Gales. La campaña escocesa empezó con la solicitud que la nobleza de Escocia hizo a Eduardo para que solventase el conflicto sucesorio entre dos pretendientes al trono escocés: Bruce y Balliol. El rey resolvió a favor de éste último y consideró por ello que toda Escocia le debía vasallaje. No fue así, ya que la nobleza local rodeó al nuevo rey de un consejo formado por doce grandes señores que defendieron los derechos tradicionales frente a las intromisiones inglesas y forzaron una alianza con el rey de Francia. Fue entonces cuando Inglaterra inició su campaña contra el vecino del norte, inicialmente victoriosa hasta que William Wallace se puso al frente de la resistencia, y gracias a sus brillantes dotes militares derrotó a las fuerzas inglesas en 1297, en la que fue conocida como la batalla del Puente de Stirling. Eduardo tuvo que volver de Francia y ponerse al frente de toda la leva feudal de su reino para recuperar el terreno perdido. En 1307 moría el rey Eduardo I y dos años después era capturado y ajusticiado Wallace. 15. Eduardo II, los Lords Ordainers y Eduardo III, el control real y el papel del Parlamento El sucesor de Eduardo I fue su hijo Eduardo II. Las crónicas lo retratan como un hombre que aborrecía la caza, los torneos y las gestas bélicas que tanto habían atraído a su progenitor, y en cambio disfrutaba de los placeres cortesanos, de la música y de la compañía de jóvenes, y que mostraba escaso interés en el gobierno de su reino, delegándolo en sus corte82 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


sanos favoritos. Ante esta situación, tres años después de la muerte de su padre, los barones y el clero decidieron designar a un grupo de veintiún condes, barones y prelados, a los que se denominó Lords Ordainers para que se ocupasen de controlar el gobierno.

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Entre los lores y barones despertaban particulares suspicacias los privilegios y honores que el rey otorgaba a ciertos favoritos. Fue un caso sangrante para la nobleza los que concedió al favorito Piers Gaveston, un gascón de la nobleza menor, que fue nombrado primero chambelán, después regente durante la ausencia del rey en 1308, y finalmente lugarteniente de éste en Irlanda, y a quien los nobles acabarían decapitando. En 1311 los Lords Ordainers, entre los que destacaba el primo del rey, Thomas de Lancaster, publicaron un documento, las llamadas «Ordenanzas», en las que introducían reformas en el gobierno del reino, en materia administrativa, militar y de moneda. Durante su reinado, Eduardo II utilizó frecuentemente la convocatoria del parlamento para huir del control que sobre él ejercían los Lords Ordainers. Fue precisamente en este período cuando el grupo de los comunes empezó a adquirir mayor importancia. Estaba formado, además de por los representantes de las ciudades, por la country gentry, los caballeros rurales y también los labriegos libres que habían ascendido socialmente comprando haciendas con derechos aparejados; todos ellos tomaron la costumbre de reunirse para discutir sus asuntos, naturalmente de forma separada o en dos cámaras: la de los lores y la de los comunes. En 1314, en un desafortunado intento de someter a Escocia, las tropas inglesas sufrieron una vergonzosa derrota a manos de las tropas escocesas, lideradas por Robert Bruce. En la batalla de Bannockburn, los escoceses destruyeron a un ejército formado por más de veinte mil hombres, convocados en una leva general. Tras este episodio Eduardo II agotó su autoridad en el Parlamento. El gobierno pasó directamente a manos de los Lords Ordainers, inicialmente dirigidos por Lancaster, que tuvieron que enfrentarse a los nobles partidarios del rey. Estos últimos, liderados por los Despenser, padre e hijo, que habían formado una especie de partido monárquico, terminaron derrotando y matando a Lancaster. El recuperado poder real, o mejor, el poder de los Despenser —Hugo, el hijo, era por entonces el favorito del rey— duró hasta 1326. Fue entonces la misma esposa de Eduardo, Isabel, la que planeó su destronamiento. Enviada a Francia para negociar la restitución del feudo de Gascuña frente a su hermano Carlos, rey de Francia, que lo había ocupado, tramó el derrocamiento con Roger Mortimer, un exiliado perseguido por Eduardo. Desde Francia mandó llamar a su hijo Eduardo, de 14 años, que era el heredero 83 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


del trono, y apoyándose en él organizaron una invasión de la isla. Un grupo de exiliados y una compañía de mercenarios holandeses fueron suficientes para hacerse con el poder. Eduardo II, abandonado por todos, fue obligado a abdicar en favor de su hijo, y encerrado en el castillo de Berkeley, donde en 1327 murió asesinado.

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Eduardo III La violencia continuó durante los tres primeros años del reinado de Eduardo III, mientras todavía era menor de edad y quien de verdad regía el reino era el amante de su madre, Mortimer, conde de la Marca (Earl of March). La nobleza no apreciaba su carácter despótico ni los desmanes cometidos contra alguno de ellos. Pero sobre todo le reprochaban la humillación que con su mal gobierno había sufrido Inglaterra, obligada a pagar una indemnización de guerra en virtud de un tratado firmado con Francia, y a renunciar a toda pretensión sobre el trono de Escocia por el Tratado de Northampton. Por eso un grupo de aristócratas acabó por convencer, finalmente, al joven rey para que diera un golpe de timón. Efectivamente, en octubre de 1330, aprovechando una reunión del Parlamento en Nottingham, la reina y su amante fueron capturados, acusados del asesinato de Eduardo II y condenados, el uno a la horca y la otra a la reclusión de por vidaPor entonces, el rey, a pesar de su corta edad, ya estaba casado y tenía un hijo, Eduardo de Woodstock, que pasaría posteriormente a la historia con el sobrenombre de El Príncipe Negro. El reinado efectivo comenzó entre los habituales choques con los países vecinos. El de Escocia se cerraba esta vez con un resultado favorable para los ingleses, que ganaban en 1333 la batalla de Halidon Hill. Con Francia, en cambio, las rencillas que se habían venido sucediendo entre ambos reinos desde el siglo XII culminaron durante el reinado de Eduardo III en la larguísima contienda conocida como la Guerra de los Cien Años, que merece una consideración más detallada. La guerra duraría, efectivamente, más de un siglo, desde el año 1339 hasta el 1453, pero el suceso desencadenante, que se anticipó a su declaración formal, fue la muerte de Carlos IV de Francia sin descendencia en 1328. Su sobrino, el rey Eduardo de Inglaterra, se consideró con legítimo derecho para reclamar el trono. Pero el otro pretendiente, Felipe de Valois, primo del difunto, era el favorito de la aristocracia francesa y había sido coronado en Reims en mayo de ese año. A partir de entonces la tensión entre ambos reinos fue en aumento, con continuas ofensas y humillaciones de un lado y otro. En 1337 Eduardo se autoproclamaba rey de Francia y, acto 84 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


seguido, para perjudicar a su adversario, declaraba el embargo de las exportaciones de lana inglesa a Flandes, lo que ocasionó en aquella región una crisis de gravísimas proporciones y la revuelta de la burguesía flamenca contra su aristocracia, aliada tradicional de París. Mientras el conde de Flandes se refugiaba en la corte francesa, el nuevo capitán general de Gante, para poner fin al embargo, se aliaba con Inglaterra y dejaba desembarcar a Eduardo III, que poco después conseguiría que también el emperador germano lo reconociese como el auténtico rey de Francia.

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En 1339 la guerra quedaba formalmente iniciada con el asedio de las tropas inglesas y de sus aliados flamencos contra Cambrai. En realidad no hubo a partir de entonces una guerra continuada, sino una sucesión de encuentros y choques puntuales, interrumpidos por treguas de duración variable, en función del estado de las finanzas o de las fuerzas militares de los contendientes. Así, tras el fallido intento de ocupar Tournai, los ingleses aceptaron una tregua de un año que finalizó cuando ingleses y franceses tomaron partidos contrapuestos en el conflicto sucesorio entre dos ramas familiares por el Ducado de Bretaña. La causa francesa iba ganando adeptos en detrimento de los ingleses e incluso el propio emperador germánico cambió de bando. A partir de 1345, sin embargo y por algunos años, la fortuna favoreció al rey Eduardo. Sus ejércitos avanzaban hacia Angulema y Poitiers sin que los franceses fueran capaces de oponerse, y en 1346 era el propio Eduardo III el que desembarcaba en Normandía. Nueve años después de la declaración de la guerra, los arqueros ingleses derrotaban en Crécy a la poderosa caballería francesa y tomaban Calais en 1347, que a partir de entonces se convertía en su base de operaciones. Ya en aquellas batallas empezó a destacar la figura del joven Príncipe Negro, por entonces con 16 años, cuyo arrojo y habilidades militares le convertirían posteriormente en el más famoso guerrero de la cristiandad. Después de los triunfos británicos, el Papa consiguió que se declarase una nueva tregua entre los contendientes que, con interrupciones, duraría hasta 1355. En ese año, mientras Eduardo III devastaba la región de l’Artois, su hijo y heredero, el Príncipe Negro, hacía lo propio en toda la Francia meridional, destruyendo cuanto se le ponía por delante. Al año siguiente repitió la hazaña enfrentándose finalmente en Poitiers con las huestes del nuevo rey de Francia, Juan II, que allí fue derrotado y hecho prisionero el 19 de septiembre de 1356. Conducido a Londres, el monarca galo se vio constreñido a firmar en 1360 el tratado de Brétigny, por el que se comprometía a pagar un rescate de tres millones de escudos y devolvía las viejas posesiones inglesas de Gascuña, Aquitania, Ponthieu así como el 85 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


puerto y ciudad de Calais; a cambio de lo cual Eduardo renunciaba definitivamente a sus pretensiones sobre el reino de Francia. Tras años relativamente tranquilos, recomenzaron las hostilidades a causa de Aquitania en 1368, cuando, ante la presión fiscal inglesa, sus vasallos apelaron al rey de Francia. Carlos V, sucesor de Juan, se enfrentó al Príncipe Negro, aunque apoyado en esta ocasión por mejores militares y más hábiles estrategas, como Du Gesclin, que consiguieron recuperar nuevamente los territorios abandonados en manos británicas por el Tratado de Brétigny. El Príncipe Negro, pese a estar enfermo, dirigió una expedición hacia Limoges, aunque hubo de retirarse ante los avances de las tropas francesas.

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En 1376 moría el Príncipe Negro, en 1377 lo hacía su padre, el rey Eduardo III y cuando tres años después les seguía Carlos V de Francia, de todas las conquistas de la guerra sólo quedaban en manos inglesas las ciudades de Calais y Burdeos, con poco territorio circundante. En el tiempo transcurrido desde el inicio de las hostilidades, se habían producido cambios y transformaciones importantes en las técnicas y organización de la guerra; los arcos y armaduras habían dejando paso a la pólvora y a nuevas máquinas de guerra; las formas del reclutamiento habían cambiado. Sin embargo, la guerra seguía manteniendo una atractiva fuerza de cohesión, al mantener vivos los sentimientos patrióticos y el orgullo del pueblo inglés, en un momento especialmente difícil en el que se estaban produciendo hambrunas, deflación, malas cosechas, y epidemias que diezmaban el ganado. Otra característica peculiar de la época fue la aparición de los ejércitos privados de los grandes señores, magnates de riqueza parangonable a la del propio rey, cuando no mayor, que derivaron en el sistema conocido como livery and maintenance cuyo momento álgido se alcanzaría un siglo más tarde. El nombre hacía referencia a las libreas —livery— que con el escudo de armas del señor que les contrataba, llevaban los soldados de esos ejércitos particulares («comitivas»), mientras que maintenance aludía a la contraprestación que otorgaba el señor en comida, alojamiento, cuidados, vestido y dinero, a cambio de servicios. Ya era bastante común por entonces que los sirvientes de una casa señorial vistieran un uniforme distintivo, de vivos colores, con el blasón y escudo del señor, y esa costumbre que al principio sólo se aplicaba a los servants civiles se extendió después a los soldados contratados. La nobleza, en general, no siempre estuvo de parte de Eduardo III, a pesar de que este había hecho esfuerzos por ganársela —por ejemplo, 86 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


creando seis nuevos condados en 1337— y por reforzar sus vínculos feudales, reafirmando los valores del código caballeresco, tan apreciados en tiempos de guerra. Tal vez por ello en 1348, el año de la peste, creó la Orden de los Caballeros de la Jarretera, de la que formaban parte además del propio rey y de su hijo, el Príncipe Negro, otros veinticuatro caballeros, que se reunieron por primera vez el día de San Jorge en Windsor, donde se suponía que el mismo rey Arturo había convocado su Tabla Redonda. En cierto modo la fundación de la nueva orden era el reconocimiento de que la sociedad concedía cada vez mayor importancia a las cuestiones de la jerarquía y de los linajes, y que se vinculaban con la tradición de sus antepasados; lo mismo ocurría por entonces en toda Europa.

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También como en Europa asolaba a Inglaterra por entonces la peor de las plagas que sufrió el mundo medieval, la Peste Negra. El bacilo lo portaban las ratas escondidas en las bodegas de los barcos que atracaban en Bristol y Southampton y en muy poco tiempo invadió el territorio. Nueve de cada diez personas contagiadas morirían, sin distinguir entre ricos y pobres, nobles o clérigos, habitantes del campo o de las ciudades. A causa de la Peste Negra sucumbió más de un tercio de la población británica, en torno a 1.300.000 personas. Cuando por fin remitieron sus estragos, faltaban funcionarios, artesanos, y campesinos. Los jornales aumentaron, muchos terratenientes se vieron obligados a abandonar los cultivos por carecer de mano de obra, los señores se pelearon por los villanos y trataron de volver a poner en vigor derechos feudales ya olvidados para retener a sus siervos en las tierras, mientras estos huían masivamente y vendían su trabajo al mejor postor. El Parlamento, cuyos miembros, nobles o no, pertenecían al grupo de los terratenientes, trató de frenar el aumento de precios y salarios y establecer una legislación represiva sobre contratos laborales mediante el Estatuto de los Trabajadores de 1351. Pese a ello, se habían iniciado grandes cambios estructurales que no tenían vuelta atrás. Un nuevo sistema de propiedad y de fuerza de trabajo empezaba a configurarse, y el cual alumbraría el nacimiento de la propiedad privada, a través de los cerramientos de las tierras y la generalización paulatina de la mano de obra asalariada y jornalera. Se iba implantando un nuevo sistema de relaciones de producción, que sustituiría la renta feudal por el pago de la fuerza del trabajo. En el ámbito de las instituciones políticas, durante el reinado de Eduardo III, el Parlamento acabó por configurarse definitivamente como el órgano bicameral que todavía es hoy, distinguiéndose la Cámara de los Lores y la de los Comunes. El nombre de «Cámara» procede de la sala donde se reunieron unos y otros en la convocatoria que tuvo lugar en 87 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


Westminster en 1345, ya que mientras los Lores, procedentes del Consejo del Rey se reunían en la Cámara Blanca, los caballeros y los burgueses, o sea, los Comunes, lo hacían en la Cámara pintada.

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Respecto de éstos últimos, en el mismo período se desarrolló el procedimiento de la petición colectiva, es decir, la presentación a través de una delegación designada, de sus peticiones formales, procedimiento que ya había comenzado a ocurrir con Eduardo II, y con el que se pretendía que sus propuestas se transformasen en Estatutos. Por entonces ya contaban con un secretario propio, encargado de redactar esas peticiones y las alegaciones posteriores. También surgía una figura nueva, la del presidente, el speaker, que al principio no formaba parte de la Cámara y que era quien presentaba sus reclamaciones ante todo el Parlamento. En 1376, durante lo que fue conocido como «Buen Parlamento», el speaker Peter de la Mare, hablando en nombre de los Comunes, exigió y obtuvo el enjuiciamiento de algunos de los favoritos del rey, de comerciantes londinenses acusados de malversación y de capitanes sospechosos de haberse vendido a los franceses. Aquello fue un hito en la historia parlamentaria, porque por primera vez no eran los nobles sino los comunes los que pese al buen trato recibido del monarca, atacaban al poder real recurriendo al procedimiento del impeachment, que permitía a una Cámara del Parlamento juzgar a los acusados por la otra cámara. Los últimos años del reinado de Eduardo III se caracterizaron por la debilidad en el exterior y las complicaciones en el interior. El anciano rey, ya senil, sólo confiaba en los más íntimos, y quienes realmente mandaban eran John Hastings, conde de Pembroke, yerno del rey, y el hijo menor del rey, Juan de Gante, duque de Lancaster. El hijo mayor, Eduardo, el Príncipe Negro, que después de la batalla de Poitiers había vivido una época vendiendo sus servicios a otros príncipes europeos, había muerto en 1375, dejando un hijo pequeño, Ricardo, que a la muerte del viejo monarca ascendería al trono de Inglaterra.

88 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


IV SEGUNDA PARTE

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FECUNDACIÓN DE LOS EMBRIONES REGNÍCOLAS: FRANCONIA Y OTROS DOMINIOS (SS. II-XIV)

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La llegada y asentamiento en el Occidente europeo de pueblos bárbaros se produjo a través de un proceso largo y complejo. Sus inicios arrancan del siglo II, en la época del emperador Marco Aurelio, y se puede decir que todo, o casi todo, finalizó a mitad del siglo XI, con los últimos establecimientos normandos. Novecientos años de continuo desplazamiento de pueblos por Europa, fueran migraciones propiamente dichas, o invasiones con el consiguiente asentamiento y mestizaje con los pueblos o tribus allí establecidas. Entre los siglos II al IV esos movimientos fueron solo fracciones, grupos a los que en ocasiones los romanos permitieron emplazarse en suelo imperial otorgándoles el estatus de federados con el objetivo que se romanizasen con mayor rapidez. Pero a partir del siglo V afectaron a «pueblos» completos, que se hallaban unidos por creencias y tradiciones y que liderados por sus propios jefes traspasaron los limes del hasta entonces mundo civilizado En diciembre del año 406 oleadas de suevos, vándalos y alanos cruzaron el Rin y se extendieron por las Galias; tres años después penetraban en la Península Ibérica por los Pirineos Occidentales.

91 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


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1. Predominio franco en un mosaico de pueblos barbáros y el nacimiento del reino (siglos V-VIII)

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La entrada de los francos en los dominios del Imperio tuvo lugar a comienzos del siglo V. Finalmente acabaron por instalarse en tierras que abarcan en la actualidad buena parte de Bélgica, el norte de Francia y el sur de Holanda, zonas llanas de bosques con diversos recursos y regadas por los ríos Loira, Mosa, Escalda, Mosela, etc. No era la primera penetración franca en ese territorio: siglos atrás, las defensas fronterizas romanas habían sido forzadas por alamanes y francos, aunque rechazadas por el general romano Probus (emperador c. 275). Como sabemos, la presión de los bárbaros sobre los dominios imperiales se debió a múltiples causas, entre las que operaba el deseo de establecerse en algún lugar donde pudiesen subsistir, alejándose de pueblos que, como los hunos, perturbaban su existencia. En el año 418, el Imperio reconoció el asentamiento visigodo en el sur de la Galia, entre el Loira y el Garona, el espacio donde se constituyó la Aquitania, primer reino bárbaro en tierras del Imperio. Aquellos visigodos se agruparon en torno a su líder, rex gothorum, más que rey, jefe militar, por cuanto reconocía la autoridad del emperador. En el año 427 los vándalos, bajo el mando de Genserico, llegaron al norte del continente africano, punto vital del Imperio a ese lado del Mediterráneo. Una década después tomaron Cartago, la gran base naval romana en Occidente y, posteriormente, hicieron lo mismo con Cerdeña, Baleares y Córcega. Genserico se había hecho dueño de la provincia más rica del Imperio y desafiaba a éste con la piratería, poniendo en peligro el avituallamiento del ejército y de todo el Imperio. Los burgundios, en el año 436 tras iniciar una marcha desde la región de Brandeburgo, establecieron una federación en la cuenca del Ródano, en la zona de lo que conocemos como Saboya. Veinte años después tomaron Lyón y se extendieron por todo el valle hasta la Provenza. A finales del siglo V, el territorio que estuviera bajo la autoridad de Roma era una especie de mosaico formado por cuasi reinos bárbaros autónomos. La autoridad imperial iba siendo sustituida por la de caudillos 93 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


germanos, y los espacios caían bajo nuevos dominios: ostrogodos en Italia; vándalos en África; en una parte de la Península Ibérica, suevos, y en el resto, visigodos; burgundios en el valle del Ródano; los francos en el norte de la Galia. Los pueblos germánicos tenían sus propias estirpes reales de las que procedían sus reyes, sucesores o electos. Entre los más importantes linajes germanos que alcanzaron desarrollo político estuvieron los visigodos Baltos, los ostrogodos Amalos y los francos Merovingios.

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La desaparición del último emperador de Occidente Rómulo Augústulo, en el año 476, provocó cambios profundos en el norte y el nordeste de la Galia. El dominio de los francos acabó empujando a los alamanes que se situaron en la actual región de Alsacia y Lorena; los burgundios ocuparon tierras más allá del territorio fluvial del Saona y del Ródano; los visigodos de la zona de Aquitania, establecieron su capital en Tolosa; finalmente, los francos ripuarios se extendieron a lo largo del curso descendente del Rin, mientras que los francos salios lo hicieron en los actuales territorios de Frisonia y Limburgo. Únicamente la Provenza se mantuvo romana. Desde el 480, los francos fueron el pueblo dominante en toda la Galia al derrotar a los alamanes y empujar a los visigodos hacía Hispania. Los francos, originarios del este del Rin, cuando todavía la autoridad imperial estaba en todo su esplendor, alrededor del 420, traspasaron las fronteras del Imperio y tras duros enfrentamientos con Roma recibieron el estatus de federados con la obligación de prestaciones militares. Los francos salios, liderados por Childerico, ocuparon el valle del Loira y llegaron a Tournai en el 481; su hijo y sucesor Clodoveo, convertido al cristianismo tras su bautizo en Reims por el obispo Remigio, sería el fundador del reino franco. La conversión de Clodoveo, por una parte, supuso para la Iglesia la recuperación de la imagen de un nuevo Constantino; por mediación eclesiástica casó con la ya católica Clotilde, hija del rey pagano burgundio; por otra parte, su alianza con la aristocracia territorial que dirigía la administración, en especial la eclesiástica de los obispados, daba comienzo al proyecto de crear un reino unido en el que se fundiesen galorromanos y francos. Desde el originario territorio de Tournai se inició la política de expansión franca: primero fue una campaña contra los visigodos, que fueron derrotados cerca de Poitiers, en el año 507 (batalla de Vouillé) y obligados a abandonar la Aquitania; después Clodoveo prosiguió con éxito sus acciones militares venciendo a todos los pueblos asentados desde el Canal de la Mancha hasta los Pirineos. Sus victorias consolidaron el 94 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


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Mapa I: El núcleo originario de Tournai y la expansión (s. VI)


poder franco, y según escribe Gregorio de Tours, el emperador Anastasio le nombró su representante en la Galia, concediéndole el título de cónsul, y permitiéndole ceñir la corona franca.

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Nace así el reino franco y se establece su capital, por su situación estratégica, en París. Tras ello, se crea una especie de protectorado sobre el débil reino burgundio, y se recopilan antiguas leyes francas, instituyendose un código en el que las leyes se fueron adaptando a las distintas situaciones locales. A la muerte de Clodoveo, en 511, siguiendo la tradición germánica que se apoyaba en un concepto patrimonial del poder, el reino fue dividido entre sus cuatro hijos: Teodorico I (511-534), Clodomiro, (511-524), Childeberto (511-558) y Clotario (511-566). Tras este reparto, cada uno se asentó en una ciudad: Metz, Orleáns, París y Soissons. Sin embargo, a todos les unían la misma fe y la misma lengua, la latina. Los hijos de Clodoveo prosiguieron con la expansión iniciada por su padre: conquista de Turingia en el 531; sometimiento de los burgundios, cerca de Dijon, en el 534, por Clotario y Childeberto; salida al Mediterráneo por cesión de los ostrogodos del resto del territorio alamán y la Provenza, incluida la desembocadura del Ródano. En el año 551, cuando Clotario derrotó a los ostrogodos y sometió Baviera, el reino franco de la dinastía merovingia, se convertía en el más duradero de los reinos germanos de Occidente. Diez años después, Clotario, único superviviente de los hijos de Clodoveo, reunificó el antiguo reino. Pero la unión no fue duradera. Tras su muerte, el territorio fue repartido de nuevo, y dieron comienzo una serie de conflictos internos entre las distintas unidades políticas, monarquía y nobleza, por controlar el poder y su organización. En esos primeros años del reino merovingio, la Galia osciló entre la división interna que llegó en algunos casos hasta la atomización, y una relativa unificación que permitía vislumbrar un poder franco centralizado. Los obispos, un segmento importante de la aristocracia, actuaban según su conveniencia, unas veces, a favor del monarca, prestándole ayuda en la labor de articular la sociedad, otras, por el contrario, en su contra, si entraban en juego o se cuestionaban sus propios intereses. De esa realidad social compartimentada nacieron los siguientes reinos: — Austrasia, el más oriental del territorio franco y el más germanizado. Comprendía las regiones de Champaña, del Mosela y del Mosa, con capital en Reims. — Neustria, en el occidente romano, entre el Escalda y el Loira, con capital en París (Aquitania formaba parte de Neustria aunque los lazos de unión eran muy débiles debido a sus deseos secesionistas). 96 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


— Borgoña, la antigua Burgundia, entre el Loira y el Ródano, con capital en Orleans y con población en su mayoría galorromana.

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En cada uno de esos territorios se mantuvo el derecho consuetudinario adaptado a las peculiaridades locales, pero era indudable la necesidad de una legislación unitaria. Ya en sus inicios como reinos fue notoria la rivalidad entre Austrasia y Neustria, pues ambas deseaban lograr la hegemonía sobre el contrario y reunificar el territorio. Clotario II (614-629) consiguió, tras la adhesión de la nobleza de Borgoña y Neustria, encabezadas por el obispo Arnulfo de Metz y por Pipino el Viejo, unir de nuevo todo el territorio. A su vez, el rey se comprometió, por un documento conocido como el Decretum Clotarii, a ceder parte de su poder político a la nobleza latifundista. En el manuscrito se decía que los funcionarios reales, los condes, serían elegidos entre la nobleza terrateniente (la Iglesia era la más importante); también se declaraba libertad en las elecciones episcopales, ampliándose la competencia de los tribunales eclesiásticos; se ordenaba respetar las mandas testamentarias que los fieles hiciesen a favor de la Iglesia y, por último, se suprimían parte de los impuestos. Dagoberto I, el sucesor de Clotario, fue el último rey merovingio que reunió bajo su corona a los tres «Estados»; a su muerte, el reino franco se fragmentó, y fue a partir de los años sesenta del siglo VII cuando la decadencia de la dinastía merovingia se hizo palpable y comenzó el ascenso de los maestros de palacio, los llamados mayordomos. Ellos eran los que dirigían la administración palatina, encabezaban las huestes reales y ocupaban el primer lugar entre la nobleza. Las causas del derrumbamiento merovingio fueron complejas y tuvieron mucho que ver en ellas la minoridad de los monarcas cuando ocupaban el trono, las tempranas muertes de los reyes, las taras hereditarias y, desde luego, los conflictos civiles y faccionales. Estas circunstancias producían verdaderos vacíos de poder que, con frecuencia, eran asumidos por las camarillas de nobles con el mayordomo de palacio al frente. Se trataba de una nobleza laico-eclesiástica descendiente de las antiguas familias galorromanas, que gozaba de privilegios y tenía ilimitadas ansias de poder. 2. El florecimiento carolingio. Mecanismos institucionales En Austrasia, dos de estas grandes familias de terratenientes habían alcanzado el poder político merced a la ayuda prestada a Clotario II. Encabezaba una de ellas el obispo Arnulfo, dueño de un gran patrimonio te97 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


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rritorial situado entre los ríos Mosa y Mosela, en torno a Worms. Arnulfo, en recompensa por los servicios prestados, recibió el obispado de Metz, varios cargos palatinos y la tutoría del hijo de Clotario II, Dagoberto. La otra gran familia era la de Pipino Landen, llamado el Viejo, mayordomo de Neustria que, a su vez, disfrutaba de un extenso patrimonio entre los ríos Mosela y Brabante. Personificada en ambos personajes, la aristocracia mostraba su poder y hegemonía. Tras el enlace matrimonial de una hija de Pipino con el heredero de Arnulfo las dos ramas se fusionaron. El hijo de Pipino, Grimoaldo, heredero de la mayordomía y dotado de cualidades políticas muy superiores a las del sucesor real Sigeberto III, estableció la estrategia de gobierno sobre dos bases. Primero, respecto a la Iglesia, apoyando a los prelados, confirmando y ampliando sus privilegios y posesiones, y propiciando la fundación de monasterios; la Iglesia satisfecha con esa conducta le concedió sin titubeos su apoyo. A partir de entonces surgió en torno a la dinastía pipínida un halo de sacralidad y espiritualidad que nunca la abandonó, y que la diferenció del aparato mágico-pagano que rodeó a la dinastía merovingia, cuyo fundador Meroveo, decía la leyenda que había sido engendrado por un monstruo marino. En segundo lugar, el mayordomo encontró la forma de consolidar en el poder al linaje pipínida, al conseguir que Sigeberto, sin descendientes hasta entonces, adoptase a uno de sus hijos con el nombre de Childeberto. Ello significaba que los Pipínidas, sin el uso de la violencia, llegaban a alcanzar el rango real. Pero los planes del mayordomo se vieron frustrados cuando el monarca, finalmente, tuvo un heredero, y aunque Grimoaldo trató de imponer como sucesor a su hijo, la aristocracia austrasiana no lo consintió. Sin embargo, el poder pipínida se restableció de nuevo a través de otra rama familiar, la de los Arnulfingos. En el año 679 el cabeza de ese linaje, Pipino de Heristal, Pipino II (680-714), ejerció el cargo de mayordomo de Austrasia con el título de dux et princeps francorum. Su gobierno coincidió con el final del reinado de Teodorico III, y de sus sucesores Clodoveo III, Childeberto III y Dagoberto III, personajes reales merovingios que fueron eclipsados por la notable figura del mayordomo. Cuando Austrasia venció a Neustria-Borgoña en Tertry, Pipino vio realizado su sueño de gobernar sobre la totalidad del reino, sobre todo cuando se celebró el matrimonio entre los hijos de ambos mayordomos. De nuevo se buscó el apoyo de la Iglesia, nombrando como obispos y abades a hombres de su confianza. Aunque el mayordomo tomó parte en diversas acciones contra sajones y alamanes, su gran victoria fue la con98 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


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Mapa II: Origen de Franconia (ss. VII - VIII)


quista de la Frisia occidental, que incorporó al reino franco a finales del siglo VII; ello le llevó a ocupar la ciudad de Utrecht y crear en ella un nuevo obispado que facilitó la conversión de los frisones.

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En el año 714 murió Pipino y la aristocracia, sometida por el mayordomo en vida, reaccionó y se opuso tenazmente a sus sucesores. El heredero de la mayordomía, elegido por Pipino antes de su fallecimiento, fue su nieto Teobaldo. Su corta edad aconsejaba que la regencia estuviera en manos de su abuela. La regente se encontró primero con el rechazo de la nobleza, deseosa de evadirse de la tutela de los mayordomos pipínidas para hacerse con el gobierno de palacio; después, con el acoso de los bávaros, frisones, alemanes y sajones, que tras la muerte del mayordomo, atacaron el reino. Fue entonces cuando un hijo natural de Pipino, llamado Carlos Martel, prisionero en Colonia por orden de la viuda de su padre, fue liberado y puesto al frente del gobierno austrasiano. Carlos reclutó un gran ejército y se enfrentó a las tropas de Neustria a las que venció en Venchy y Cambrai. En Aquitania, el duque Eudo, que se había mantenido al margen de los conflictos entre Austrasia y Neustria, creyó llegado el momento de jugar sus bazas. Eudo había extendido sus dominios desde los Pirineos hasta el Loira, y aspiraba a la dignidad real contando con el apoyo de un poderoso bloque aristocrático. Aliado con el mayordomo de Neustria, ambos atacaron a Austrasia; sin embargo, la ofensiva resultó un fracaso ante la victoria de Austrasia, con lo que el duque se convirtió en enemigo de Carlos. Gracias a sus méritos militares, Carlos Martel (715-741) alcanzó la mayordomía de Austrasia, e inmediatamente nombró rey a Clotario IV, sin que ello fuese obstáculo para que, del mismo modo que lo habían hecho los mayordomos anteriores, él mismo se comportase como un auténtico soberano. Carlos puso en práctica acciones de desgaste contra alamanes y bávaros, lo que supuso la incorporación de nuevas tierras al territorio franco. Sin embargo, una de sus grandes preocupaciones fue terminar con el pillaje en las zonas medias y bajas del Maine habitadas por colonos, a fin que se estabilizara un sistema productivo capaz de asegurar la supervivencia de los mismos y permitir que éstos pudieran pagar rentas. Las campañas que emprendió el mayordomo contra frisios y sajones tuvieron como fin conquistar y evangelizar, para dotar de la unidad necesaria a todo el cuerpo social; por ello en sus acciones bélicas iba acompañado siempre por misioneros anglosajones, entre los que destacó un benedictino llamado Wifrido, que en el año 722 fue consagrado como obispo con el nombre de Bonifacio. Gracias a Wifrido se estableció una 100 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


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excelente relación entre el pontificado y Carlos Martel, que resultaría muy beneficiosa para el acceso al trono de la dinastía carolingia. Mientras tanto, en el año 711, Tarik ben Ziyad empezaba la conquista de Hispania. El reino visigodo, después de la victoria del Guadalete, fue arrasado, y desde el año 716 la práctica totalidad de la Península Ibérica, salvo un pequeño reducto en Asturias, la ocuparon los musulmanes. Un éxito tan arrollador hizo que el poder musulmán se sintiese tentado de ampliar sus conquistas más allá de los Pirineos. En el 720 ocuparon Narbona, Nimes y Carcasona, e intentaron penetrar con mayor profundidad en la Galia. En Tolosa fueron derrotados, y a partir del año 725 interrumpieron sus campañas por la escasez de tiempo y de hombres. En el 732, un ejército mucho más importante que los precedentes, bajo el mando del valí Abd Allad al-Gafeki, se dirigió hacia Aquitania con el propósito de terminar con el dominio del duque Eudo; la conquista de ese territorio suponía controlar todo el valle del Loira. Los musulmanes atravesaron Gascuña, saquearon Burdeos, y avanzaron hacía Tours. En los alrededores de Poitiers, en ese mismo año, Carlos Martel al frente de un ejército les derrotó, frenó el avance musulmán y les obligó a retroceder hacia los Pirineos. Tras este éxito Carlos Martel fue considerado como el defensor de la Cristiandad frente al Islam. Desde este momento, el gobierno de Carlos Martel, y su poder personal creció de tal forma que, cuando murió el rey Teodorico IV, no se designó a ningún sucesor merovingio, se respetó la presencia del mayordomo, y los documentos oficiales emitidos desde esa época se fecharon haciendo sólo mención a los años transcurridos desde la muerte del monarca. A la muerte de Carlos, en el año 741, según la costumbre franca, se repartió el gobierno de las mayordomías entre sus herederos: su hijo Carlomán recibió la de Austrasia, Turingia y Alamania; a su hijo segundo, Pipino, conocido como el Breve, se le entregó Neustria, Borgoña y Provenza. Ambos compartieron la soberanía sobre Aquitania y Baviera, que seguían siendo ducados autónomos aunque vinculados bajo juramento de vasallaje. Un tercer hijo, de origen bastardo, llamado Gripón, recibió algunos territorios dispersos. Los herederos legítimos, educados en el monasterio de Saint Denis, tenían personalidades muy diferentes; Carlomán, era un ferviente católico de carácter impulsivo; a Pipino, de carácter más templado, le atraían las armas y tenía dotes de buen estadista. Cuando ocupó el trono el último rey de la dinastía merovingia, Childerico III, los mayordomos, para reconciliarse con la Iglesia, le devolvieron las tierras expropiadas por Carlos; de esta forma contaron con el 101 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


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apoyo del ya entonces arzobispo Bonifacio, y con el beneplácito del nuevo papa Zacarías. El primer sínodo de los obispos francos se llevó a cabo bajo la presidencia de Bonifacio, que actuó como legado pontificio. Se manifestaba así la vitalidad de una Iglesia en expansión, a la vez que se establecía un pacto de mutua ayuda entre la Santa Sede y el poder franco. Pasados unos meses, Carlomán renunció al poder, tomó los hábitos e ingresó en el monasterio de San Silvestre, cercano a Roma y después, en Monte Cassino. De ese modo, Pipino, en el año 751, se convertía en único gobernante, y se iniciaba la dinastía carolingia. A partir de entonces su meta fue lograr la estabilidad definitiva en sus territorios, y para ello preparó con mucho esmero sus acciones. Buscó el favor del papa Zacarías y de la nobleza, y en el año 751 envió dos comisionados a Roma, el abad de San Denis, Futrado, y el obispo de Wurzbuse, que en presencia del Papa cuestionaron quien debía ceñir la corona: «… el que lleva el título de rey y no gobierna o el que realmente ejerce el poder». La contestación del pontífice fue concluyente: era rey quien se había hecho con el poder, y no, el que no había sabido conservarlo. El juicio emitido por el papa cobró importancia posteriormente por dos razones: una, porque se anteponía al derecho del linaje, y otra, porque según la doctrina agustiniana la palabra rey venía de reinar y el que no cumplía con ese requisito, indispensable, no podía ser considerado como tal. De esta forma se establecía por fin una doctrina sobre los reyes que trataba de conjugar el poder de derecho con el poder de hecho. 3. Carlomagno y la expansión del reino de los francos: luchas con sajones, lombardos y eslavos En el año 751 fue depuesto y recluido en un monasterio Childerico III, y aunque se quiso dar visos de legitimidad a esa acción, muchos la consideraron una usurpación. En Soissons, en una solemne ceremonia, Pipino fue elegido rey de los francos (752-763), y ungido con óleos santos, un rito empleado primero por los reyes de Israel y luego por los visigodos; de este modo, Pipino aparecía como vicario de Dios y, además, se sacralizaba a la dinastía carolingia. En la consagración se pusieron en evidencia varias concepciones de importante alcance en siglos posteriores. La superioridad papal frente al poder temporal aparecía como el único poder que podía conferir ese privilegio y, por tanto, la situaba por encima de los reyes. Por otra parte esto suponía un avance en el pensamiento teocrático del poder, del que los monarcas carolingios serían los garantes. 102 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


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En el año 753 Esteban II solicitó la ayuda de Pipino para enfrentarse a los lombardos que habían atacado Roma y ocupado el exarcado de Rávena. El monarca, en principio, buscó la negociación diplomática, pero al ver que el rey lombardo se negaba a restituir los territorios ocupados, se reunió con el papa en Ponthieu. Allí Pipino recibió los títulos de Defensor, Protector de la Iglesia y Patricio de Roma, y obtuvo del papa que, en el futuro, bajo pena de excomunión, no se eligiese un rey que no descendiese de la dinastía pipínida. Los acuerdos entre el papa y Pipino quedaron recogidos en un tratado firmado en Quiercy, en el año 754. Pipino agradeció las concesiones papales con dos campañas contra los lombardos: la primera, ese mismo año, la segunda dos años después; en esta última el rey franco logró la rendición lombarda y la entrega de las zonas ocupadas, dominios que puso bajo la administración de la Santa Sede, junto con el ducado de Roma, y que pasaron a formar parte del patrimonio de los Estados Pontificios. En la base de esa entrega estuvo la famosa y conocida Donación de Constantino, un documento falso redactado por la chancillería a mediados del siglo VIII. Según el escrito, en el siglo IV, el emperador Constantino habría entregado al papa Silvestre la ciudad de Roma, todas sus provincias, y todas las ciudades de Italia y de Occidente. Después de las victorias frente a los lombardos, Pípino consiguió el desalojo de algunos reductos musulmanes que persistían en tierras francas y dirigió varias campañas en contra del ducado de Aquitania, refugio de rebeldes hasta que, sometida en el año 768, comenzó el gobierno de los condes francos designados por Pipino. Murió ese mismo año, recibiendo sepultura en la abadía de Saint Denis, lugar emblemático, tanto para los merovingios como para los carolingios. Al no existir una idea de Estado en la que apareciese separado el derecho público del patrimonio real, y siguiendo la tradición, dividió el reino entre sus hijos Carlos y Carloman. Carlomagno y su hermano Carlomán, accedieron al trono en el 763. La muerte del segundo hizo que Carlomagno (763-814), en solitario, asumiese el legado de Pipino de expandir el reino franco. En esos primeros años prosiguieron las campañas contra los lombardos y los sajones, de los que se obtenían botines y tributos, hasta que en el 773 los francos absorbieron de manera definitiva al reino lombardo. El duque Tasilón de Baviera, como vasallo que era del rey franco, fue convocado por Carlomagno a Worms, para que renovase su juramento de fidelidad. Estando presente se le acusó de traición y de mostrar amistad a lombardos y ávaros; el duque fue depuesto y recluido en un convento, y Baviera, que había mostrado siempre sus deseos de autonomía, en el año 788 desapareció como ducado hereditario, integrándose en el reino franco y di103 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


vidiéndose su territorio en condados. Sin embargo, en la Dieta de Ingelheim se le permitió conservar sus leyes y su unidad como ámbito político.

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El broche de oro del reinado de Carlomagno lo constituyó la incorporación de Sajonia al reino. Se trataba de una región húmeda y pobre habitada por pastores repartidos en pequeñas unidades tribales, un último reducto de la Germania pagana. En principio, los sajones reconocieron el poder franco, haciéndole entrega de un tributo expresado en bueyes y caballos, después Carlomagno decidió su definitiva conquista y su sometimiento. Sin embargo, la empresa resultó larga, costosa y tuvo frecuentes levantamientos. Con las Capitulares Sajonas se instauró un verdadero régimen de terror, que se acompañó de una rígida administración. Los sajones fueron obligados a la conversión al catolicismo y al bautismo, y a los que se mantuvieron en su antigua fe, se les condenó a muerte. Con el fin de lograr un dominio completo del territorio, se nombraron condes a sajones procedentes de las élites, y aunque momentáneamente se respetaron algunas de sus costumbres más antiguas, comprendidas en la Ley Sajona, de forma paulatina se introdujeron otras procedentes de la Ley Ripuaria y el Derecho Franco. Carlomagno mantuvo una relación de alianza sólida con el papado y no le faltó la ayuda de la Iglesia de Hamburgo en la operación de integrar al pueblo sajón en el conjunto franco, de igual modo que la tuvo, cuando quiso abrirse camino hacia escandinavos y eslavos. En el año 773 el monarca intervino a favor del papa Adriano I, nuevamente amenazado por el lombardo Desiderio, padre de Berta, esposa repudiada de Carlomagno. Desiderio fue sitiado en Pavía, y durante el cerco, Carlomagno se dirigió a Roma para celebrar la Pascua; de nuevo un franco se mostraba a los ojos de la cristiandad como salvaguardia de la Santa Sede. Tras la victoria, Carlomagno se anexionó el territorio lombardo, incluido el ducado de Spoleto, y se proclamó y ciñó la corona de hierro lombarda. Confirmada su alianza con el papa y tras recibir el título de «Patricio de los romanos», abandonó Italia; dejaba el gobierno de los dominios conquistados en manos de condes francos y no del papado, pues una cosa era proteger al papa y otra bien distinta subordinarse a su poder. De hecho, cuando en el año 780 llegó a Roma por segunda vez para celebrar la Pascua, impidió al Santo Padre que extendiese su autoridad a Spoleto, ya que el duque era súbdito del reino franco. Sin embargo, cuando en el año 778 parte del ejército franco se hallaba en Hispania en apoyo de los gobernadores musulmanes de Zaragoza y Barcelona enfrentados al emir cordobés Abderramán I, las tropas francas tuvieron que retirarse cuando les llegó la noticia de una sublevación sajona; 104 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


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Mapa III: El Imperio Carolingio. Su expansión (s. VIII - IX)


a su paso por Roncesvalles fueron los vascones y no los musulmanes los que atacaron la retaguardia del ejército. Después de este golpe, Carlomagno inició la expansión franca hacia el sur de los Pirineos, convirtió el territorio aquitano en reino y designó a su hijo Luís, rey de Aquitania. Este, hábilmente, atrajo a su causa a muchos de los cristianos sometidos por los musulmanes. Urgel y Cerdaña fueron ocupadas en el año 795, Gerona y Barcelona en el 801. De ese modo surgió la Marca Hispánica.

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En el año 790 se inició otra de las campañas francas en contra de los ávaros, un pueblo de origen mongol llegado de Asia en el siglo VI, y un peligro latente en la cuenca danubiana. Los ávaros penetraron en la Europa occidental detrás de los hunos, se establecieron en la Dacia y en un extenso territorio que comprendía parte del sur de Rusia y algunas zonas más occidentales constituyeron un jaganato o janato, especie de Estado con un gobierno controlado por un jan. Carlomagno destruyó su organización política y sus fortalezas circulares, reductos que guardaban los ricos botines obtenidos en sus razzias. Tras la derrota ávara, la Iglesia de Salzburgo comenzó su evangelización, constituyéndose una nueva marca franca en la región que constituye, más o menos, la actual Hungría. Todas estas empresas fronterizas pusieron a los francos en contacto con otros pueblos: sajones, daneses y fundamentalmente eslavos. Los eslavos cruzaron el Danubio e invadieron Tracia en el siglo VI. Avanzaron hacia el oeste y el norte, ocupando territorios, pero sin enfrentamientos y sometimiento de otros pueblos. Un primer grupo llegó a Dalmacia y de allí al Adriático, donde fueron asimilados por los dálmatas; otro, formado por los eslovenos, croatas y checos de épocas posteriores, a Bohemia y Austria; un tercer contingente permaneció en lo que hoy es Bulgaria. Los eslavos no estaban constituidos ni organizados de manera formal; se unían y se disgregaban de manera inestable. Les gobernaba una especie de príncipe satélite de los reyes francos, lo que indica que, aunque no se les reconoce una nobleza de sangre, existía cierta primacía entre ellos. El establecimiento eslavo en los Balcanes se hizo lentamente. Hasta que se produjo la invasión magiar, los eslavos se dividieron en dos grupos: uno situado en Panonia y el otro, en Iliria. Hay indicios de que pudieron superponerse grupos germanos con otros eslavos; es el caso de Silesia, que conservó el nombre tomado de los vándalos silingos y ofrece una continuidad entre la época germana y la eslava. En el año 818, en Panonia, el jefe croata se rebeló contra los francos y se unió a servios y eslovenos, constituyendo un efímero primer «Imperio» yugoslavo que fue destruido por Ludovico Pío, sucesor de Carlomagno. Desde entonces los croatas panonios dependieron del protectorado búlgaro, y los de Dalmacia, casi 106 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


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Mapa IV: Los dominios de los sucesores de Luis (s. IX)


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cristianizados, de los francos. Tras constituirse un obispado, el país se convirtió paulatinamente al catolicismo. Carlomagno fue heredero de una política expansiva que convirtió el reino franco en el más grande y poderoso de su tiempo. El titulo de rey de los francos lo recibió por herencia; el de rey de los lombardos por conquista; y el de patricio de los romanos, un título de dignidad, por agradecimiento y respeto. Cuando suprimió el ducado de Baviera y conquistó Sajonia gobernó sobre toda Alemania; en Italia anexionó al reino franco el lombardo; y al sur de los Pirineos, llegó hasta el Ebro. Sus conquistas convirtieron el reino franco en un verdadero Imperio, no sólo por su extensión, sino también porque tuvo su materialización, en el año 800, cuando fue coronado con el título de emperador. Los impulsores de la restauración de la dignidad imperial fueron sus consejeros Alcuino de York, Arno de Salzburgo y Teodulfo de Orléans, exponentes de una intelectualidad no resignada a que el poder imperial estuviese sólo en manos bizantinas. Carlomagno recibió el título y corona de emperador en Roma de manos de León III. El papa colocó la corona sobre la cabeza del monarca y después invitó al pueblo a que le aclamase. El orden que se estableció era inverso al empleado en las coronaciones bizantinas, e indicaba que el pontífice se arrogaba el derecho de conceder o no el Imperio. De nuevo se planteaba el debate sobre cuál de los titulares de los dos poderes tenía preeminencia sobre el pueblo cristiano. Hasta el año 812 el emperador bizantino no reconoció al emperador de Occidente. A Carlomagno se debe la generalización de muchos de los sistemas establecidos en Occidente, algunos de los cuales llegan hasta nuestros días. El sistema monetario de libras, chelines y peniques que todavía, hoy se conserva en Inglaterra se inspira en el sistema instituido por él, y estuvo vigente en la mayor parte de la Europa occidental; lo mismo se puede decir de las letras mayúsculas; pero lo más destacado fue el estímulo que recibieron las relaciones sociales entre señor y vasallo, que posteriormente se conocería como feudalismo, y que él generalizó por buena parte de Europa. Carlomagno, al igual que sus antecesores, concibió el título de emperador como algo personal, y en el año 806 preparó la división del Imperio entre sus hijos para que fuese efectiva después de su muerte. Carlos, el mayor, que en vida del emperador había estado asociado en el gobierno del reino, murió joven, lo mismo que Pipino, el segundo sucesor, lo que supuso que todo el peso del Imperio recayese en otro de sus vástagos, Ludovico Pío. Carlomagno falleció en el 814 en Aix-la-Chapelle. Después de su muerte no tardó en comenzar la desintegración de su Imperio. 108 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


Con Luis el Piadoso (814-840), la degradación del poder imperial tuvo diversas causas. Entre las más importantes constan: la falta de cohesión interna de lo que fue el Estado franco; los intereses particulares de la nobleza, que limitaban el poder central; las intenciones secesionistas de los señores locales; los ataques desde el exterior; y, desde luego, aunque esto fuera coyuntural, el débil carácter del nuevo emperador. Sus consejeros, Agobardo de Lyón y Benito de Aniano, defensores de la unidad del Imperio, sabían que para mantenerla se debía reconocer la tradición política y social de las distintas regiones, y fortalecer a la Iglesia franca como vía religiosa y, por tanto, ideológica, de cohesión.

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La situación se agravó tras la muerte del emperador Luis y la cuestión sucesoria. Sus hijos, Luis el Germánico y Carlos el Calvo, se opusieron, mediante el Juramento de Estrasburgo, primer documento que se redactaba en lengua alemana y francesa, a que su hermano mayor, Lotario, asumiese el Imperio. El Acuerdo de Verdún, en el año 843, puso fin a los enfrentamientos, y el Imperio se dividió en tres partes iguales: Lotario conservó el título imperial y la Lotaringia, una franja territorial desde el Mar del Norte hasta Nápoles en la que se encontraban las dos capitales Roma y Aquisgrán; Luis el Germánico recibió la zona occidental al este del Rin y de los Alpes; y Carlos la parte occidental al oeste del Mosa, Saona y Ródano. En el año 846, por decreto, se penaron las deserciones de los vasallos de un señor a otro, prohibición que coincidió con las incursiones de normandos, magiares y sarracenos en el Imperio, y que contribuyeron a precipitar su caída. 4. La Capitular de Quiercy, año 877 El feudalismo, como sistema, se consolidó en el mundo occidental entre los siglos IX y X y tuvo una amplia duración que en muchos casos llegaría hasta el siglo XIX, aunque con profundas transformaciones. Se apoyaba en el señorío, donde el derecho de propiedad feudal establecía un régimen de condominio sobre la tierra: el dominio eminente, el que correspondía al derecho del señor, y el dominio útil, derecho del concesionario campesino que dependía social y políticamente del señor, el cual concentraba en su persona poderes de mando, justicia y control social. El régimen feudal se traducía por tanto en deberes y derechos, basados en la confianza personal y en la lealtad entre las partes. Era una pirámide de relaciones de interdependencia. 109 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


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La Capitular de Quiercy del siglo IX (año 877) tuvo sus antecedentes en el año 614, cuando el rey de Austrasia Clotario dio un edicto accediendo a las exigencias de la nobleza a cambio de su proclamación como rey. Entre las peticiones que los nobles demandaban estaba que el cargo de conde recayese en los terratenientes de cada región; en una forma de vincular poder político y territorial en perjuicio de los funcionarios cortesanos, y supuso, con el paso del tiempo, que la autoridad local alcanzase una progresiva autonomía que afectó seriamente al poder monárquico y que podría explicar el ascenso de los mayordomos de palacio. A finales del reinado de Luis el Piadoso comenzaron a imponerse los rasgos característicos de ese sistema, a medida que crecía el vasallaje y disminuía el poder central. Bajo esas circunstancias, en el año 877, antes de iniciarse una expedición a Italia, el rey Carlos, llamado el Calvo, suscribió con sus vasallos más notables una Capitular en la ciudad de Quiercy. El documento declaraba que si un noble fallecía durante la expedición su heredero recibiría los honores, dignidades, beneficios o feudos a los que se hubiese hecho merecedor el padre. Esa disposición no atañía sólo a los feudos otorgados por el rey; también se refería a los que los vasallos reales pudiesen aplicar en beneficio de los suyos propios. Es probable que la Capitular obedeciese a presiones de la nobleza sobre el monarca con el fin de obtener la sanción de una práctica que se había hecho costumbre; pero debe situarse en un contexto de debilidad real y enfrentamientos entre el poder nobiliario y el de la monarquía. En Quiercy, el sistema feudal se consolidó cuando el rey reconoció el derecho de sus vasallos a transmitir por herencia los feudos recibidos; desde ese momento, los monarcas no pudieron recuperar los beneficios otorgados y con ellos premiar a otros vasallos; por el mismo motivo mermaron sus dominios públicos. Por el contrario, los señores incrementaron sus fortunas y pudieron tejer sus propias redes de fidelidades y poderes privados. En el mismo origen feudal, siglos después vio la luz en el mundo anglosajón la Carta Magna. 5. Nueva oleada de invasiones. Los magiares Cada una de las oleadas de invasiones de los siglos VIII y IX tuvo características propias, como por ejemplo, las de los musulmanes. Carlomagno acabó con las incursiones llegadas desde la Península Ibérica con cierta facilidad. Sin embargo, más difícil le resultó terminar con las acciones desarrolladas por los piratas sarracenos que duraron hasta las Cru110 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


zadas, por no hablar de las razias berberiscas, que se prolongaron hasta alcanzar la época moderna.

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Los húngaros o magiares eran un pueblo de origen ugro-finés, cuyo territorio de origen les remite a los alrededores del Kama, afluente del Volga. Debieron ser empujados en un largo proceso migratorio secular por eslavos, iraníos y turcos y entre los siglos VII y VIII se trasladaron a la Ucrania oriental. En el año 889, tras sufrir el empuje de los asiáticos pechenegos, el núcleo de magiares acabó fraccionado. El grupo más grande se dirigió a través de los Cárpatos a Panonia, tierra despoblada tras la destrucción del pueblo ávaro por Carlomagno, que guardaba cierta similitud con su lugar de origen. Debió ser más o menos desde entonces que esos territorios de Panonia tomaron el nombre de los invasores: Hungría. De costumbres y economía nómadas, los húngaros organizaron ataques y razias hacia occidente gracias a la ayuda de su muy eficaz caballería. La situación geográfica que disfrutaban les permitía atacar casi todos los lugares situados a su alcance. Entre sus objetivos principales estuvo el reino de Luis el Germánico, Italia, y poco después, la Galia. Sus incursiones, cada vez más atrevidas, las realizaban en primavera, y en una de ellas, en el año 911, llegaron hasta Borgoña. Cuatro años después, en el 917 tomaron Bremen, Lorena y en el 937 Orléans; transcurrida una década, Otranto. Después dirigieron sus saqueos contra Lombardía y Baviera. No sentían interés en ocupar tierras, sólo deseaban conseguir sustanciosos botines y esclavos. Las invasiones húngaras, a pesar de que aterrorizaban a sus víctimas, apenas tuvieron respuesta por parte franca, porque su veloz caballería los hacía inaccesibles frente al sistema combativo de los carolingios, que era pesado y lento; ésta fue la razón por la que los francos recurrieron a construir fortificaciones de altas murallas de difícil acceso para los invasores, y se generalizaron las fortalezas y los castillos por amplias regiones que iban desde zonas de la actual Alemania hasta el norte de Italia. Finalmente Otón I, duque de Sajonia y futuro emperador del Sacro Imperio, logró frenar la marcha magiar tras infligirles una derrota en el año 955, en Lechfeld, a las puertas de Augsburgo. Tras ese fracaso, los húngaros disminuyeron su actividad guerrera, sin por ello sedentarizarse, para lo que todavía hubo de transcurrir casi un siglo. En el año 962 se celebró en Roma la coronación imperial de Otón I. Se premiaba al duque de Sajonia por haber salvado a la Cristiandad del azote de los húngaros, y se le reconocía como el caudillo que por sus acciones había merecido la traslatio Imperii. De nuevo la imagen de un emperador coronado por un Papa se prestó a varias interpretaciones. El emperador entendió el Imperio como una autoridad moral y hegemónica que le permitía inmiscuirse en los asuntos de Francia y, sobre todo, de Italia. 111 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


Tras esta victoria cristiana, la labor de algunos misioneros bizantinos y bávaros, y la influencia de las zonas circundantes, hicieron que los magiares aceptasen la conversión al cristianismo. Primero recibieron el bautismo los notables, entre ellos el príncipe Vayjk o Rajk, hijo de una cristiana casada con el jefe Geza; después, lo hizo el resto de su pueblo. A Vayk, bautizado con el nombre de Esteban, le concedió la corona real Otón III, el emperador del año mil, nieto de Otón I, de acuerdo con el papa Silvestre II. La formación del reino cristiano de Hungría tuvo repercusiones en la Europa central, no sólo por la sedentarización de los húngaros, sino también porque su presencia separó a serbios y búlgaros, eslavos meridionales, de los occidentales y de los del norte, polacos, moravos y bohemios. Por otra parte, la romanidad balcánica, constituida por rumanos y valacos, quedó definitivamente aislada con la formación de este reino.

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6. El nacimiento de Normandía Durante el siglo VIII los pueblos asentados en las penínsulas de Jutlandia y de Escandinava permanecieron en calma, y aunque no estaban dotados de una organización estatal desarrollada, sí parece que había dinastías circunscritas a determinadas regiones. Existían diferencias entre el pueblo sueco, noruego y danés, aunque los tres, posteriormente, darían lugar a los pueblos escandinavos. Eran gentes tranquilas, campesinos dedicados al cultivo de cereales en Dinamarca, y a la ganadería en Noruega; también eran artesanos y utilizaban el trueque para los intercambios, porque todavía no habían descubierto las ventajas de la moneda. No se ha determinado por qué cambiaron su forma de vida e iniciaron los saqueos en las costas de las Islas Británicas, el Atlántico Norte, Francia y Frisia y, esporádicamente, en la Península Ibérica, Marruecos, y el Mediterráneo e, incluso, por la estepas rusas hasta los territorios bizantinos. La primera ruta de razias fue llevada a cabo por daneses y noruegos, a quienes se ha designado como normandos o vikingos; la segunda fue seguida por suecos o varegos. La historiografía ha explicado los motivos de esas correrías en la superpoblación de los territorios nórdicos y en un empeoramiento climático; otros argumentos más convincentes sugieren que la aristocracia rural normanda vio en las expediciones marítimas una fuente de riqueza y de promoción social, y que su religión agresiva, con ciertos cultos en los que se llegaban a ofrecer sacrificios humanos, favoreció y fomentó su sed de aventuras. Gracias a la arqueología se ha podido saber que sus avances técnicos en la navegación, su pericia como 112 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


marinos para remontar incluso el curso de los ríos, los éxitos en sus primeras incursiones, fundamentados en el factor sorpresa, en el entrenamiento y en sus armas de hierro mejor templadas que las construidas en Occidente fueron factores que decidieron que las expediciones prosiguiesen.

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Lo que se desprende de sus actuaciones es que eran grandes estrategas, que realizaban sus campañas de forma metódica recorriendo la costa sur del mar del Norte, para después, divididos en dos grupos, navegar hacia el oriente de Inglaterra y hacia el Canal de la Mancha y la costa atlántica de la Galia. Tras el remonte de los ríos, no dudaban en convertirse en expertos jinetes o en infantes, si tenían la posibilidad de que un botín importante pudiese caer en sus manos. En estas invasiones normandas se distinguen tres fases que discurrieron en fechas distintas según las regiones. En la zona del Sena la primera, iniciada en el año 810, se caracterizó por la excelente movilidad de los guerreros, por su ferocidad y por los ataques sorpresa; incendiaban, saqueaban, destruían y creaban terror en las poblaciones que eran incapaces de reaccionar. En principio los desembarcos eran breves, pero después ganaron confianza y las incursiones se hicieron más largas, llegando a invernar en algún lugar abandonado. Sus objetivos eran los monasterios, abadías, granjas y aldeas. Mataban y destruían. Esa etapa violenta y devastadora terminó tras el incendio de París. La segunda etapa, iniciada en el 845, aunque más tranquila, no estuvo libre de violencia, y comenzó cuando los normandos se enfrentaron a Estados organizados. Entonces intimidaban a la población, cercaban u ocupaban una ciudad y le exigían un rescate. Rescates colectivos de la ciudad o de sus habitantes. Generalmente esa situación se producía en localidades que anteriormente habían sufrido saqueo, y era muy productiva para los normandos, por el terror que causaban en las localidades cercanas. La tercera fase, a partir del año 911, fue de explotación directa. Las tropas normandas se apoderaban de un territorio y trataban de dotarlo de una organización política y que se la reconociese como tal. El jefe normando buscaba relaciones con el monarca bajo cuya soberanía estaba el territorio ocupado para que se le legitimase. Las circunstancias podían obligar al monarca a acceder a esa pretensión, pero a su vez el normando había de convertirse y bautizarse, cosa que haría sin convicción. Del mismo modo debía aceptar cláusulas políticas: el régimen feudal, la colaboración militar, etc. Fue en esta fase cuando se firmó el Tratado de Saint Clair-sur-Epte, por el cual se otorgó al jefe normando Rollón un territorio que, pasó a llamarse Normandía. 113 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


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Las incursiones marítimas normandas constituyeron un fenómeno nuevo en la Europa occidental, donde los movimientos de pueblos se llevaban a efecto por tierra. Primero empezaron los ataques a las Islas Británicas, y en los primeros años del siglo IX Carlomagno organizó una flotilla de defensa costera ante el temor de que irrumpiesen normandos por la costa norte de la Galia. La amenaza se hizo palpable a la muerte del emperador. Las incursiones se reanudaron a mediados de siglo y no acabaron hasta su finalización. Algunas fueron de largo recorrido, llegando las naves a las costas asturianas, gallegas y portuguesas, al archipiélago balear y a las costas de Toscana (859-862). Los francos, incapaces de luchar contra los asaltantes, buscaron la solución de fortificar las costas próximas a las desembocaduras de los ríos para evitar que penetrasen en el interior. Con ese propósito se fortificaron monasterios y abadías, y se amurallaron ciudades. No todo el Imperio carolingio se vio afectado de igual forma por los vikingos: mientras que el reino franco-oriental sufrió poco su presencia, otras localidades como Hamburgo fue destruida en el 845; sin embargo, la zona que soportó la amenaza normanda de modo más cruel fue al área occidental en su fachada atlántica. La acción normada se vio favorecida por las guerras civiles entre los herederos de Carlomagno que asolaron el territorio. Gracias a ello, en el año 841, los daneses, remontando el curso bajo del Sena, saquearon Rouen; dos años después lo hicieron en Nantes. Posteriormente, incendiaron París y llegaron a Chartres. Esa fase de invasiones terminó cuando se asentaron en Normandía y en algunas zonas de Inglaterra. Producto del temor a los invasores fue la expansión de la encomienda, según la cual, hombres libres se entregaban junto con sus tierras a un señor a cambio de protección. Ese criterio ha hecho que las invasiones vikingas sean consideradas como el agente que hizo del feudalismo un elemento de estructura social importante, perdurable y profundo. En el año 864 el conde Eudes defendió París de una incursión vikinga. Una década después, un ejército danés que había sido rechazado en Inglaterra saqueó zonas de lo que hoy es Francia, Bélgica y Alemania. Por el Tratado de Sainte Claire-sur Epte, en el año 911, se permitió al normando Rollón establecerse en la desembocadura del Sena, tierra que había conquistado, en calidad de feudatario, con el compromiso de defenderla de otras incursiones. Rollón fue bautizado; el feudo se convirtió primero en condado y a finales del siglo X en ducado y el duque en vasallo del rey franco. De este ducado partieron expediciones que en el siglo XI crearon dos importantes Estados: el reino de Sicilia y la monarquía normanda de Inglaterra. Los normandos que se asentaron en ese espacio, futuro ducado, pasaron de soportar una autoridad consentida sólo durante 114 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


las campañas, a hacerlo de forma estable. Hasta entonces, su modo de vida no comprendía principios sucesorios, ni convivencia con la sociedad indígena; someterse a ello fue duro para estas gentes, y pudo ser la razón de que la mayoría de las fundaciones danesas no superasen esa especie de transición. Una excepción fue el ducado de Normandía, debido a la energía y dotes de mando que mostraron sus primeros jefes, y su capacidad para adaptarse al medio. Cuando finalizaron las correrías vikingas se estableció un equilibrio entre el empuje de los poderes daneses y la resistencia de los regionales, y Normandía se integró plenamente en el sistema organizativo del reino franco. En los territorios del norte europeo también se ofrecieron cambios. Se modificó el sistema económico (el trueque dio paso a formas más avanzadas de mercado); se comenzó la cristianización del territorio (en el 960 tuvo lugar el bautismo del rey Haroldo de Dinamarca); finalmente hubo transformaciones políticas y militares. Las realezas locales, hasta entonces inestables, fueron remplazadas por monarquías hereditarias que crearon ejércitos instruidos en campamentos y sometidos a una férrea disciplina.

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7. Límites del poder monárquico: principados, ducados y condados; de Gascuña a Flandes y de Bretaña a Borgoña A fines del siglo IX los carolingios habían terminado con los particularismos heredados de los merovingios. Neustria, Austrasia y Borgoña habían adquirido un sentimiento de unidad, e incluso Provenza y Aquitania se habían desarmado. Sin embargo, el Imperio de Carlomagno lo formaba una sociedad preparada más para la expansión que para la defensa, y la política expansiva a partir del reinado de Ludovico Pío prácticamente había desaparecido. Ello era causa de decepción entre la nobleza, acostumbrada a recibir privilegios y tierras. Rasgos sustanciales del Estado franco en esa época fueron la atomización del poder real, la transformación de la sociedad y el progreso del feudalismo al desarrollarse las instituciones feudovasalláticas. El feudalismo había comenzado a quebrantar el proyecto del Imperio; la ocupación indefinida de los cargos y la apropiación de las rentas por parte de los condes tuvo como consecuencia la fusión de la función pública administrativa y la propiedad privada; el officium dio paso al beneficium, e hizo que creciese el ejercicio de poder y la autonomía de los vasallos. La Iglesia también se feudalizó. El referente para los fieles y la comunidad rural era la parroquia; en ella se celebraban actos religiosos, ju115 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


rídicos, administrativos y judiciales; el párroco recibía beneficios a través de donaciones, rentas por ofrendas, limosnas y diezmo; una fuente de riqueza codiciada por los señores. Como el sacerdote dependía del obispo, unas veces éste y otras el señor local redujeron la parroquia a un beneficium, nombrando o deponiendo a los sacerdotes a su conveniencia, quienes antes de tomar posesión del cargo debían jurar fidelidad al señor.

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La figura del conde, eje del gobierno carolingio, inserta en el marco de las instituciones feudales, no era la propia de un funcionario; no tenía sueldo, pero se le asignaban tierras para su mantenimiento y percibía una parte proporcional de las rentas que se producían en el territorio. Entre el emperador y el conde existía un vínculo de lealtad y vasallaje, y aunque la dignidad en un primer momento no fue hereditaria, Carlos el Calvo, por la Capitular de Quiercy (877) la instituyó como tal. A partir de entonces, los reyes poco pudieron hacer contra el auge de estos nobles que se convirtieron en elementos dominantes de la sociedad carolingia. Se han calculado en cerca de doscientos cincuenta los condados concentrados en el Imperio. A punto de terminar el siglo IX, el Imperio había perdido su carácter ecuménico y estaba seriamente dañado el título imperial. La efímera reunificación que se logró con Carlos el Gordo no pudo mantenerse por la incapacidad de éste para gobernar, y tras su destitución en la Dieta de Tribur, el Imperio se dividió en cinco partes, cada una con su propio gobernante. Cuatro estaban relacionados con la familia carolingia: Arnulfo, nieto de Luis el Germánico, gobernó en la zona oriental; Eudes, hijo de Roberto el Fuerte, que se ganó el favor de sus súbditos cuando defendió París de los normandos, lo hizo en la occidental, y aunque se lo ofrecieron, no quiso tomar el título de Rey, sólo el de «Duque de los francos por la gracia de Dios»; Italia estuvo gobernada por Berengario de Friul y Guido de Spoleto; y Burgundia eligió como su rey a Rodolfo, emparentado por matrimonio con la dinastía carolingia; Provenza, a Luis, hijo de Bosón. En el siglo X, en la Francia occidental, los grandes señores, duques o condes de Normandía, Aquitania, Gascuña, Anjou, Borgoña, Bretaña, Flandes, etc., eran vasallos del rey, prestaban homenaje al monarca, pero gozaban de gran autonomía. El ducado de Normandía, gracias a las políticas matrimoniales de los hijos de Rollón y de sus descendientes, estaba totalmente consolidado. Aquitania, con capital en Toulouse, se había constituido en tiempos de Carlomagno como reino. Carlos el Calvo había dividido el territorio, y una parte se la entregó como feudo al duque de Poitiers, Gerardo I. Gascuña, en el suroeste del país, formaba parte de Aquitania, y sus duques descendían de una dinastía con origen en la ac116 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


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tual Bélgica; a ese linaje había pertenecido Meroveo, fundador de la dinastía merovingia. El nombre del ducado de Borgoña procedía del pueblo germano burgundio que se estableció en esa región en el siglo V. En época merovingia fue reino, luego ducado y se incorporó a la corona francesa cuando Carlos el Temerario, último duque de esa dinastía, fue vencido por el rey de Francia Luis XI, ya en el siglo XV. Bretaña, territorio de origen céltico, tuvo sus raíces con la caída del Imperio Romano. Se forjó en el siglo V con grupos procedentes de la Britania insular que huyeron de las invasiones germanas de anglos, jutos y sajones. En la segunda mitad del siglo IX los bretones reconocieron la autoridad de los duques normandos, y en el siglo X Godofredo proclamó el ducado de Britania. Dos siglos después, el ducado, por alianza matrimonial, llegó a las manos de Godofredo Plantagenet, hijo de Enrique II de Inglaterra. En el XIII fue de nuevo ducado francés, pero con el matrimonio de Carlos VIII de Francia y Ana de Bretaña pasó a formar parte de la corona francesa, ya en el siglo XV. En los últimos años del siglo IX y parte del X fueron condes de Anjou Fulco I, apodado el Rojo, y Fulco II, el Bueno. Una de las nietas de éste último contrajo matrimonio con Roberto el Piadoso, rey de Francia, pero el territorio angevino hubo de esperar al siglo XIV para convertirse en ducado. El condado de Flandes era el mayor principado del norte, pues había absorbido no menos de cincuenta condados carolingios, en su mayoría anexionados por las armas durante las dos últimas décadas del siglo X. Uno de sus condes, Arnulfo I el Grande, contrajo matrimonio con una hija del primer rey de Francia, Roberto I. 8. Los orígenes ducales de la monarquía capeta y su desarrollo Por el tratado de Meersen de 870, Lotaringia, la zona franca central, corazón del Imperio y punto de partida de la expansión carolingia, se fraccionó entre Francia y Alemania. Una de las partes, la occidental, pasó con la calidad de reino a Carlos el Calvo; mientras que de la zona oriental fue rey Ludovico el Germánico. Un tratado posterior en Ribemont estableció que Lotaringia, íntegramente, formase parte del reino franco oriental. La disposición no fue definitiva; los últimos carolingios, aprovechándose de minorías de edad o de sucesiones discutidas, intentaron apoderarse del territorio; una vez y otra fueron rechazados por coaliciones de condes, temerosos de que se restableciese en esa área el poder real. Entre los años 887 y 987 dos grandes familias combatieron entre sí; una por mantener la corona, la otra por arrebatársela. El trono oficial117 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


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mente estaba ocupado por un carolingio, pero en segundo término, amenazando su posición, siempre había un personaje perteneciente a la casa de Roberto el Fuerte. A finales del siglo X la monarquía decaía y, por el contrario, las familias aristocráticas aumentaban en poder y autonomía. Roberto el Fuerte, marqués de Neustria, yerno del rey Luis el Piadoso y fundador de la casa Robertina, era el miembro más antiguo del linaje de los Capeto y había destacado de forma notable en la lucha contra los vikingos. Cuando Carlos el Gordo fue depuesto, el hijo mayor de Roberto, Eudes, también conocido como Odón I, fue elegido monarca de la Francia Occidental por el valor que mostró cuando los normandos atacaron París en los años 885-886. Sin embargo, la presión que ejerció Arnulfo de Corintia, rey de la Francia Oriental, sobre el robertino para que nombrase como su sucesor al carolingio Carlos III el Simple, restituyó en el trono a la dinastía legítima. En el año 898 Roberto, conde de París, hermano de Odón, no reconoció a Carlos y tomó parte en un movimiento de repulsa en contra del carolingio. Tras la derrota de las tropas de Carlos y su destierro en Lorena, Roberto se hizo coronar como rey en la catedral de Reims, en el año 922. Un año después, Carlos reunió un ejército y se enfrentó a Roberto en Soissons. El hijo de Roberto, Hugo, duque de Francia y conde de París, fue el noble más importante de su época; tuvo oportunidades favorables para sentarse en el trono, pero prefirió dedicar su esfuerzo a que creciesen sus posesiones y a preparar a su hijo, del mismo nombre, para que fuese el futuro rey. Éste, en el 987, al morir el último rey carolingio, por su posición de mayordomo de palacio tuvo fácil el acceso. Además contaba con los apoyos del arzobispo Adalberto, cabeza de la facción imperial, y de varios príncipes alemanes, seglares y eclesiásticos. De ese modo, terminaba la disputa entre carolingios y robertinos, y Hugo recibía un territorio que comprendía desde París hasta Orleáns, y un poder territorial no más extenso que el de los feudatarios de Normandía, Anjou, Bretaña, Borgoña o Aquitania. La institución monárquica era más un símbolo de unión moral que un poder efectivo. A los cambios políticos que la nueva dinastía puso en marcha se unió el de sustituir la denominación del linaje de Robertos por el de Capetos, nombre derivado de una reliquia de San Martín de Tours, una pequeña capa, muy veneraba en todo el territorio franco, y de la que los miembros de este linaje se consideraban sus protectores, por estar situada la ciudad de Tours, en dominios de esta familia. En los primeros cien años de gobierno los reyes capetos buscaron la forma de afianzar el poder real y su propia dinastía en un territorio fraccionado por los distintos feudos. Sin embargo, la monarquía capeta tardó en convertirse en una fuerza política importan118 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


te dentro de la Francia feudal; lo logró sin renunciar a ninguno de sus derechos, con paciencia y fortuna, gracias, entre otras causas, a la longevidad de sus representantes, que les permitió poner en marcha proyectos políticos de largo alcance que consolidaron y organizaron el Estado.

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El primero de sus monarcas, Hugo, a cambio de su plácet como rey, debió reconocer el dominio del Imperio sobre Borgoña, Lorena y Provenza; significaba que su reinado comenzaba con un territorio reducido prácticamente a la Isla de Francia, entre el Loira, el Sena y el Oise. A pesar de ello, puso en marcha instrumentos políticos importantes, como asociar en vida a sus hijos mayores a la corona, evitando el sistema electivo, y buscando el apoyo del clero. Al igual que hizo Carlomagno quiso ser consagrado en su coronación, para dotarse a sí mismo y a la monarquía capeta de poderes taumatúrgicos y elevarla por encima de vasallos y súbditos. También actuó en la afirmación de su propio poder, fragmentando el poder político de los señores. Mérito de la Iglesia franca fue que la estructura feudovasallática, que se extendía del Rin a los Alpes y del Atlántico a los Pirineos, reconociese la supremacía del monarca sobre los demás señores; el rey intervenía en los feudos en casos del incumplimiento de fidelidad, viudedad, minoridades o conflictos entre vasallos, circunstancias que permitieron que se aplicasen criterios uniformes en la resolución de casos judiciales, y que los juristas estableciesen el principio de soberanía sobre vasallos y tierras. Si a estas disposiciones se añade el considerable aumento de la fortuna personal del monarca, al disponer de un territorio, no muy extenso pero sí de gran población, con ricos cultivos y magnífica actividad comercial, podemos explicarnos el que esta dinastía permaneciera en el poder de manera consecutiva durante ocho siglos. Cuando aumentó el dominio territorial del rey, fue necesario ampliar la curia regia; a título honorífico se distribuyeron cargos entre los nobles más señalados, y la administración se puso en manos de clérigos y laicos de la pequeña nobleza fieles a la dinastía. El concepto de soberanía se reforzó desde la curia, donde un cuerpo de especialistas aplicaba la Justicia en nombre del rey. Los avances en la formación política de la monarquía se hicieron notar cuando se mejoró la administración, se repoblaron zonas, concediendo fueros que estimularon la instalación de campesinos, se crearon mercados y ferias y se concedieron privilegios a los comerciantes parisinos del Sena que crearon un área de desarrollo económico, en medio de la cual se encontraba la capital. Con respecto a la Iglesia, se renovó la amistad franca con el papado. Simultáneamente se obtuvieron grandes éxitos en la formación territorial; 119 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


a los avances de Hugo, siguieron los de Roberto el Piadoso, Enrique I y Felipe I, monarcas que aprovecharon la fragmentación de los grandes dominios feudales disgregados en multitud de castellanías autónomas para establecer las bases territoriales de Francia.

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9. Autonomización de condados e importancia de las castellanías. Gascuña y la crisis de los principados meridionales Los Capetos utilizaron para su beneficio la fragmentación de la autoridad territorial y política que se produjo tanto en los principados más significativos como en los que eran menos importantes. Esa desmembración afectó también a las castellanías, en las que los señores se hicieron con poderes jurisdiccionales que transmitían por vía hereditaria y que eliminaban el papel de los tribunales de justicia condal. Las castellanías se configuraron como diminutas células de poder en todo el territorio franco, salvo en los escasos condados o ducados que mantuvieron unas instituciones centralizadas a escala ducal, caso por ejemplo de Normandía. El reparto de poder supuso que el rey de los francos se igualase y compartiese con los grandes aristócratas el control jurisdiccional del territorio, aún contando con el apoyo del clero, que no cejaba en su empeño de elaborar una teoría de la supremacía real, punto culminante de la pirámide feudo-vasallática en la escala social del reino. La misma expresión de monarquía feudal definió la situación de las formaciones políticas de la Europa Occidental en los siglos XI y XII. Los monarcas franceses del año mil fueron la cúspide de la pirámide feudal, que estuvo tejida por los vínculos de fidelidad de los vasallos, aunque en repetidas ocasiones hubieron de enfrentarse a la rebeldía de éstos, en particular de sus grandes rivales, los duques de Aquitania, Anjou y Normandía y los condes de Flandes y de Blois. Estos nobles se consideraban superiores al rey, por cuanto el dominio real, por entonces, se remitía a la Isla de Francia y algunos bienes más esparcidos por el resto del país, que no alcanzaban, ni con mucho, los de los citados duques. Estas circunstancias también se dieron en la monarquía inglesa. Sin embargo, resultó muy favorable a la política de los reyes Capetos la magnifica situación del territorio que ocupaban en el centro del país, y que la Iglesia defendiese la jefatura monárquica y crease una unidad política y centralizada. Aún así, el punto fundamental del éxito habría que buscarlo en la admirable utilización que los reyes supieron hacer de la profunda división y ambiciones personales de los nobles. Bajo esas circunstancias, el afianzamiento de los Capetos en el orden político y real fue simultáneo al proceso de la territorialización. Como se 120 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


verá, poco hay que destacar de los reinados de Enrique I y Felipe I, pero con éste último se inició el proceso de restauración del poder real, con resultados visibles desde el gobierno de Luis VI.

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Para reunificar el Estado y dominar los flancos norte y este del territorio se establecieron acuerdos entre los monarcas y los condes de Champaña y Blois y el duque de Borgoña. Aún así, quedaban intactos los poderosos señores del oeste: Normandía, Anjou y Aquitana; del noroeste: Flandes; y del sur: Gascuña y Tolosa. Sin duda, el enemigo más duro al que la monarquía hubo de hacer frente fue el feudo de Normandía. Sus duques, como se ha visto, eran reyes de Inglaterra, una monarquía fuerte y activa, que no dudaba, si convenía a sus intereses, en sublevar a la nobleza francesa en contra del poder real francés. Otro oponente importante era el condado de Flandes, una entidad feudal fundada a finales del siglo IX, que ocupaba los territorios de Brujas, Gante y Bergues. Los sucesivos condes flamencos habían ganado autoridad y además habían ampliado su territorio con el Henao. Finalmente estaba el ducado de Gascuña, un antiguo condado creado por Carlomagno en el año 781, en el golfo de León, limitado al norte por el reino de los francos, al este, por el condado de Tolosa, y al sur, por Navarra y Aragón. Gascuña estaba estrechamente relacionada con Vasconia por política matrimonial. En el año 1033, Eudes, hijo de Guillermo el Grande, duque de Aquitania y conde de Poitiers tomó posesión del condado. 10. Consolidación de la monarquía capeta. Los apanages El nieto de Hugo I Capeto, Enrique I (1031-1060), buscó la alianza del duque de Normandía para enfrentarse a las exigencias de sus vasallos; la relación duró hasta que el monarca frenó el ascenso político del duque Guillermo, conocido como el Bastardo. Roto el pacto, el rey contó con el apoyo del conde de Anjou, lo que no fue suficiente para hacer frente a Guillermo pues el normando resultó victorioso en Mortemer y Varaville. El fracaso militar, y el desprestigió que envolvió a las tropas reales, no afectaron de forma grave a la joven dinastía capeta, entre otras razones, porque Enrique tuvo el acierto de coronar previamente a su hijo Felipe y colocarlo bajo la tutela de su cuñado Balduino V, conde de Flandes. Felipe I (1060-1108), el sucesor de Enrique, fue un rey caprichoso que se aprovechó de los conflictos familiares y el mal gobierno de sus vecinos más próximos para aumentar el territorio de la monarquía. Siguiendo el plan político de sus antecesores, consolidó la autoridad real y sustituyó en sus funciones a la nobleza por oficiales palatinos leales. Sin embargo, co121 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


metió el desacierto de enfrentarse a la Iglesia, mostrándose contrario a las reformas eclesiásticas emprendidas por Gregorio VII. El rey no varió de actitud ante la condena y la excomunión papal. En el año 1108, enfermo y anciano, dejó el reino en manos de su hijo Luis VI.

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El nuevo monarca (1108-1137) se rodeó de excelentes consejeros, como el abad de Saint Denis, Suger, que fue su cronista oficial y el impulsor de que la estructura vasallatica reconociese la supremacía del monarca sobre el resto de los señores; a tenor de ello, el rey, una vez que recibía el homenaje de los señores, podía intervenir en sus feudos si incumplían el juramento de fidelidad, y en caso de muerte del señor, minoridad del heredero o enfrentamientos entre vasallos. Por esa vía, y amparándose en el Derecho Romano, los juristas establecieron los principios de soberanía real sobre las personas y las tierras de vasallos. La defensa de la preeminencia de la dinastía real frente a la nobleza se hizo primero en el entorno más cercano, la Isla de Francia, y después alcanzó al resto del territorio. Las medidas afectaban seriamente a la nobleza. Pero a pesar de ello, cuando en 1124 el reino se sintió amenazado por los germanos, el país entero, nobles, señores y ciudades, se levantaron contra el invasor, un hecho que ha sido considerado como indicio colectivo del sentimiento nacional francés. Luis VI, a diferencia de su padre, fue un declarado protector de la Iglesia: acogió a los papas perseguidos por el emperador Enrique V, y favoreció a las órdenes monásticas y a sus reformadores, como Bernardo de Claraval, impulsor de la reforma cisterciense en los monasterios franceses. La tolerancia real no fue obstáculo para que Luis interviniese de manera directa, y controlase la elección de obispos, e incluso se aprovechase de las vacantes de los titulares eclesiásticos para recibir sus rentas mientras no se cubriesen los cargos. Siguió una política matrimonial de alianzas y concertó el enlace de su hijo, futuro Luis VII, con Leonor la heredera de Guillermo IX, duque de Aquitania. El matrimonio se celebró en 1137, en el tránsito de los reinados de Luis VI y Luis VII. Esa unión suponía un paso decisivo en el engrandecimiento de la monarquía francesa. Luis VII (1137-1180) en principio mantuvo fidelidad a la Iglesia y a los principios políticos de su antecesor. Sin embargo, varios errores le restaron popularidad. Uno fue enfrentarse al papado por la sede episcopal de Bourg; otro, participar en la Segunda Cruzada dejando durante diez años el gobierno en manos del abad Suger, pues la larga ausencia del rey y el fracaso de las tropas cristianas en la Siria franca tuvieron consecuencias políticas. Pero sin duda su error más grave fue repudiar a su esposa en 122 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


1152. La pérdida de Aquitania, el mayor feudo del reino, fue un serio revés para la territorialización monárquica, más cuando Leonor contrajo un nuevo matrimonio con Enrique Plantagenet, conde de Anjou y duque de Normandía, aportando como dote el ducado aquitano. Por su matrimonio con Leonor, el Plantagenet se convertía en el principal vasallo del reino francés, un vasallo poderoso y temible que acrecentó su poder cuando, dos años después, se convertía en rey de Inglaterra con el nombre de Enrique II. Luis VII murió en 1180, dejaba como heredero a Felipe Augusto y el reconocimiento general de que debía ser la corona la que presidiese el orden feudal.

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En el reinado de Felipe II Augusto (1180-1223) se prosiguió con el proceso de formación territorial y política ideado por los Capetos. Por ese motivo el objetivo fue fortalecer el dominio real y debilitar el de los nobles. Felipe mostró gran habilidad al acudir al ideario romanista e inducir el pensamiento de que existía un espacio, «Francia», que debía permanecer bajo la autoridad del rey, quien además de estar vinculado a todos los grandes vasallos, lo estaba con todos y cada uno de los habitantes del territorio, incluso los más humildes. Bajo esa conciencia el rey dejó de considerarse a sí mismo como rex francorum, y asumió ser rey de Francia. El primer objetivo político de Felipe Augusto fue debilitar el poder de los Plantagenet tanto en Francia como en Inglaterra. Para conseguirlo se aprovechó de las discordias familiares y de las ambiciones personales de los hijos de Enrique II y Leonor. Cuando Enrique murió, persistió en ese propósito, estimulando la codicia y envidia de Juan sin Tierra hacia su hermano Ricardo Corazón de León, el heredero. Favoreció su estrategia la partida de Ricardo con la Tercera Cruzada, y el cautiverio al que fue sometido por el emperador Enrique VI tras su regreso. En 1199 murió Ricardo, y los titulares de Anjou, Turena y Maine no reconocieron como su sucesor a su hermano Juan sin Tierra. Felipe se benefició de ello. Se atrajo el favor del pontífice Inocencio III, en pésimas relaciones con Inglaterra, e hizo lo mismo con un sector de la nobleza gibelina alemana, hostil al emperador Otón IV entronizado por los güelfos. Después acusó a Juan de rebeldía feudal para con su señor natural, cuando no acudió a un juicio convocado por el rey. Con ese pretexto ocupó parte de los feudos ingleses en suelo francés: Normandía, Turena, Maine y Aquitania. No lo hizo con Guyena, situada en la Aquitania más profunda. En 1214 los ingleses quisieron recuperar los territorios perdidos, y con el apoyo del emperador Otón IV y de los condes de Flandes y Boulogne, 123 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


desembarcaron en el continente. Los aliados fueron vencidos en Bouvines y esa victoria le permitió a Felipe eliminar a los Plantagenet del noroeste francés y terminar con la amenaza angevina. La cruzada en contra de los albigenses con Simón de Montfort a la cabeza, y el descalabro que sufrió el condado de Toulouse, ofreció años después a Luis VIII, la oportunidad de anexionarlo a la Corona francesa.

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La política de apanages fue una táctica de la que se sirvieron los Capetos para evitar que revueltas cortesanas y faccionales debilitasen y desmembrasen el territorio. Para mantener satisfechos a los hijos segundones y menores e impedir conspiraciones en contra del heredero y sucesor, los monarcas otorgaron concesiones de tierras pertenecientes al dominio real. El Edicto de Moulins expuso que los dominios reales sólo podían dividirse por dos motivos: uno, por endeudamiento financiero pero con opción perpetua de rescate, y otro, por apanage. En el segundo caso la posesión debía retornar a la corona al extinguirse la línea masculina. En cualquier caso el beneficiario del apanage no podía deshacerse de esa concesión por venta, hipoteca o dote. Las mujeres fueron excluidas del sistema de apanages. El primer apanage se creó en el año 1032. Lo hizo Enrique I, al entregar a su hermanastro Roberto el territorio de Borgoña. Los descendientes de Roberto conservaron ese territorio hasta 1361. Fueron muchos los reyes que utilizaron ese sistema: Luis VI, que entregó el condado de Dreux a su hijo Roberto; Luis VIII, que cedió Bolonia, el condado de Clermont y varios señoríos a su hermanastro Felipe de Hurepel, etc. De la misma forma actuó la dinastía Valois. En general, los dominios entregados como apanages, con el tiempo, aspiraron a ser independientes: a duras penas reconocían la autoridad del rey y fue labor de los monarcas impedir que cumpliesen ese deseo. Muy posteriormente, en el año 1531, prácticamente esos dominios habían retornado al poder real con Francisco I. El único que persistía era el de Bourbon, y Francisco I, tras acusar al conde de traidor, le confiscó el territorio. Años después retornaría de nuevo esa práctica. 11. Incremento territorial por mecanismos feudales y compras Un triunfo militar y político de la monarquía capeta tuvo lugar el año 1213, año anterior a la batalla de Bouvines, cuando se realizó una intervención en contra de la herejía cátara que recibía el apoyo de los señores feudales del Midi. Simón de Monfort, junto con otros caballeros del 124 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


norte, lideró una cruenta cruzada contra ese territorio, y las víctimas más numerosas fueron los herejes de la ciudad de Albi. La nobleza local, que siempre se mostró recelosa del proceso unificador de los reyes, creyó que el movimiento albigense, al margen de la cuestión religiosa, podía ser la fórmula que defendiese su autonomía cultural, política y lingüística. Estos señores, encabezados por el conde de Tolosa y sus aliados, entre ellos Pedro II de Aragón, se enfrentaron a Monfort. Los tolosanos fueron derrotados en la batalla de Muret, y Luis VIII, en 1223, restableció la ortodoxia en el territorio del Languedoc. Lo logró con el respaldo de la Iglesia y suavizando los métodos empleados por Monfort.

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Blanca de Castilla, hija de Alfonso VIII y viuda de Luis VIII, ejerció la regencia del reino francés durante la minoría de edad de su hijo Luis IX. Fueron años difíciles, de inestabilidad política para la regente por la guerra abierta que se declaró entre monarquía y nobleza. Muchos señores estaban disconformes con el reparto de feudos, que según el sistema de apanages, beneficiaba a los príncipes de la dinastía capeta. La difícil situación la salvó la reina Blanca gracias a la evidente falta de cohesión de los nobles y al desafecto que el campesinado mostró hacia una causa que no era suya. En 1234, Luis IX (1226-1270) fue declarado mayor de edad. El rey fundamentó su reinado en los principios paulinos que reconocían en Dios la única fuente de poder soberano. La autoridad real sólo la limitaba el deber hacia los súbditos; el rey era un padre justo, y como tal debía corregir a sus hijos y velar porque triunfasen la justicia y la paz. Independientemente de las cualidades que adornaban la persona del monarca, su postura estaba dirigida a eliminar tensiones políticas y sociales que obstaculizasen el nuevo objetivo de la monarquía: una política de control interno y externo. Luis, aunque respetó los derechos de los señores, no permitió que interfiriesen en sus propósitos de centralización; por ello no dudó en aplastar militarmente la coalición, dirigida por Hugo de Lusignan y Raimundo de Tolosa, quienes, con el apoyo del rey inglés Enrique III, intentaron restablecer la autonomía en sus territorios. Hasta 1243 la autoridad del rey de Francia estuvo amenazada por el conde tolosano, pero cuando se firmó el Tratado de Lorris, y se celebraron los matrimonios de los hermanos de Luis con las herederas de los condes de Tolosa y Provenza, los últimos brotes herejes del Midi finalizaron, y el rey les permitió recobrar algunos de sus derechos feudales. Desaparecido ese obstáculo, Luis estableció las bases de su gobierno: comenzó por instituir relaciones de paz con los demás reinos, acción que redundó de modo favorable en el desarrollo de la propia Francia, y lo hizo 125 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


respetando los apanages de Poitou, Artois y Anjou, concesiones hechas por su padre a sus hermanos menores. Resolvió de forma certera antiguos contenciosos con la corona de Aragón, y por el Tratado de Corbeil, firmado en 1258, consolidó el poder francés frente a los intereses aragoneses de Jaime I de Aragón sobre la zona sur francesa. Otro objetivo del monarca fue alcanzar una estabilidad fronteriza que, a su vez, garantizase unidad interna en el reino: con ese propósito, Francia renunció a hipotéticos derechos a condados catalanes, y el rey aragonés hizo lo propio con unos dominios en el Midi. De esa forma los Pirineos, que se presentaban como una frontera natural, se adoptó como frontera política (a excepción de Montpellier, Rosellón y Cerdaña) entre la Península Ibérica y el reino de Francia.

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Con respecto a Inglaterra, sus intentos de rehacer las posesiones angevinas terminaron en 1242, con la victoria francesa en Saintes. Un tratado, firmado en París en 1259 entre ambos países, sancionaba la pérdida de las posesiones inglesas en suelo francés, por lo que el hijo del rey Juan, Enrique III, había de conformarse con el título de duque de Guyena. Una vez más se recurrió a matrimonios de Estado entre Francia e Inglaterra para fortalecer la paz. En los últimos años del reinado de Luis IX Francia se convirtió en el poder más activo del Occidente cristiano; de hecho, el rey actuó como árbitro en litigios entre monarcas y señores extranjeros. El prestigio logrado paso a paso por la monarquía exigía unos organismos estables de gobierno que fuesen imagen de la unificación interna del reino; esas entidades se iniciaron en la que sería la nueva capital del reino, París. Allí se establecieron las bases de cuatro instituciones que después perfeccionaron los monarcas que le sucedieron: Consejo, Parlamento, Cámara y Estudios Generales de París. El Consejo fue la alternativa a la antigua Curia nobiliaria, un órgano deliberativo integrado por expertos de la administración con carácter de funcionarios. El Parlamento, estudiaba las causas graves y las últimas apelaciones. Incluía en sus reuniones a representantes procedentes de distintos estamentos: clérigos y caballeros; a diferencia del Consejo en el que sólo había nobles. La Cámara, órgano fiscal de la monarquía, se encargaba de las imposiciones y de percibir las rentas. Los Estudios Generales de París, la Universidad, alcanzó el rango intelectual más alto de todo el Occidente. Era el lugar en el que los ser126 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


vidores de la monarquía se instruían dentro de los conceptos ideológicos convenientes para ser futuros oficiales reales. Desde esas instituciones se desplegó un amplio programa de mejoras en la administración: se acuñaron nuevas monedas para unificar el espacio político y se apoyó el desarrollo de las ciudades, cuya fuerza y participación ciudadana era vital, para mantener el poder real frente a la nobleza feudal. La consolidación del prestigio real en el interior y el exterior del reino se consiguió por dos vías: presentando al monarca como encarnación del ideal caballeresco, y como portador de las más altas virtudes humanas, defensor de la Iglesia y de la ortodoxia. Ambos aspectos se hicieron uno y cristalizaron en dos cruzadas, la primera, en 1248 dirigida a Egipto, y la segunda, en 1270 con destino a Túnez.

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La tranquilidad en el reino animó a Luis a participar en ambas, y aunque fueron sendos fracasos, expresaban sentimientos y valores a los que nadie quería sustraerse. Luis IX murió en 1270 ante los muros de Túnez. Crónicas contemporáneas dijeron de él que en su persona se combinaban realeza cristiana y santidad laica. Fue amante de la justicia, guerrero por necesidad, servidor de su pueblo, y enemigo de la impureza y de la mentira. Estas características vienen a sintetizar los valores del agustinismo político, garante de la paz y del orden suscitado por Dios; un hombre justo y bueno, protector del débil y caritativo con los necesitados. Definitivamente, la santidad monacal heredada de los merovingios se sustituía por la santidad mendicante de los Capetos. Una generación después de su muerte fue canonizado por el papa Bonifacio VIII. La talla política de Felipe III (1270-1285) hijo de Luis IX, fue muy inferior a la de su padre. Aún así, con su reinado se cierra la construcción territorial del reino de Francia, pues sólo quedaban excluidas Bretaña y Guyena. La política interior del nuevo monarca siguió los cauces marcados por su progenitor. En el exterior Francia se identificó y prestó ayuda a los planes mediterráneos de su tío Carlos de Anjou, basados en respaldar la política de expansión angevina en Italia; intervencionismo en Navarra y presión en Hungría, donde se intentó establecer un régimen angevino. Con la inesperada participación de Francia en el Mediterráneo se abría un nuevo frente de disputas con la Corona de Aragón. 127 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


12. Afirmación monárquica y autoritarismo de Felipe IV La relativa estabilidad que se logró durante los reinados de algunos monarcas en el siglo XIII, a finales de la centuria evolucionó hacia graves conflictos. Felipe IV el Hermoso (1285-1314), heredero de Felipe III, aprovechó el proceso de consolidación monárquica fundado en un primigenio sentimiento de comunidad nacional para orientarlo a fines más concretos: la creación de una monarquía estable y territorial. Antes, tuvo que imponer el autoritarismo real en el conjunto del reino, identificándolo cultural y territorialmente como realidad francesa. Un concepto, monopolizado por el rey, que resultaba incompatible con el feudalismo.

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Felipe IV, a diferencia de su abuelo Luis IX, no respetó los particularismos feudales por encima de la «razón de estado», y adoptó medidas que no le importó que fueran impopulares. Para alcanzar sus objetivos, el rey creó eficaces mecanismos administrativos atendidos por expertos funcionarios y, paradójicamente, cuando ascendió su control sobre el reino, prescindió, en parte, de ejercer el gobierno de forma directa, considerando que así lo aconsejaba la estructura administrativa política de prestigio monárquico. Cuando reunió la primera asamblea estamental francesa, los Estados Generales, el reino francés estaba perfectamente definido como entidad política e institucional. Felipe se rodeó de consejeros eruditos: Guillermo de Nogaret, Enguerand de Marigny, Henri de Sulli, Pedro de la Flotte, etc., todos expertos en Derecho Romano, que dieron cuerpo al proyecto de institucionalizar las estructuras administrativas. Para conseguirlo había que anular los poderes foráneos que podían interponerse, y para ello, el rey tenía que disponer de autoridad plena en todo el reino, incluidos los feudos dependientes de Inglaterra. Con Francia desvinculada del Imperio Germánico, se evitaría que éste, en un futuro, presentase cualquier intento de hegemonía sobre tierra francesa. Por la misma razón, esta organización política no debía reconocer ningún tipo de soberanía superior, incluida la Iglesia. De estas conclusiones se derivaron los posteriores conflictos entre el monarca y el papa Bonifacio VIII. Quedaba por conseguir la financiación y la independencia económica necesaria para que la monarquía pudiese llevar a buen fin la empresa, frente a los colectivos oponentes dentro y fuera del reino. Los procesos que se abrieron en contra de banqueros, prestamistas judíos y templarios obedecieron a esa política. Después, Felipe IV puso en marcha su programa, y su triunfo estuvo acompañado por distintos factores: un ejército 128 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


asalariado, sin interferencias feudales, vinculado de manera directa a la monarquía; la arrogación de ciertos derechos económicos sobre la circulación mercantil; las devaluaciones monetarias; y, sobre todo, el apoyo incondicional que el monarca recibió de su pueblo, incluso de los que nunca habían tenido representación política. Cuando en 1302 se convocaron los Estado Generales, por vez primera participaron diputados del estamento ciudadano. Durante el reinado de Felipe las relaciones franco-inglesas, marcaron el preludio del largo y grave proceso que se conoció muchos años después como Guerra de los Cien Años. Los desencadenantes de la contienda tuvieron mucho que ver con la política de integración territorial francesa y la disputa con Inglaterra por el control del comercio atlántico, cuestiones que afectaban negativamente a las islas porque ponían en eminente peligro los feudos ingleses de Guyena y Gascuña, y el monopolio inglés en el Canal de la Mancha.

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Cuando en 1294 el parlamento francés convocó al rey Eduardo I y a los titulares de Bretaña y Gascuña para comunicarles la llegada de inspectores reales a sus feudos, el rey inglés se negó a recibirles, y Felipe, de inmediato, ordenó que el feudo fuese confiscado y ocupado por el ejército francés. Los ingleses reaccionaron decretando el embargo de las exportaciones a Flandes, un grave revés para el condado, que importaba de las islas materias primas que después eran trabajadas por los artesanos flamencos; esa floreciente industria textil estaba en manos de oligarquías urbanas de comerciantes que compraban la lana, controlaban la producción y vendían los tejidos manufacturados. Cuando Felipe IV puso en marcha su política integradora, al reducirse los mercados de exportación se encarecieron los productos. Una incipiente crisis y los bajos salarios ocasionaron tensión social general en el condado flamenco, que vio amenazadas sus manufacturas y su independencia. En 1300, el patriciado del condado declaró su fidelidad al rey francés y la anexión del condado a la Corona; con ese apoyo el ejército real ocupó militarmente el territorio flamenco. No por ello la tensión social decreció. Dos años después estalló una revuelta, bien vista por Inglaterra, en la que perdieron la vida a manos de la milicia artesanal un número considerable de oligarcas. Cuando a petición del conde de Flandes el ejército del monarca francés quiso restablecer el orden, fue derrotado en Courtrai. El condado cayó bajo una dictadura liderada por los comerciantes, que se conoció como Uñas Azules. 129 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


Las monarquías europeas, incluida Inglaterra, apoyaron a Francia, y el Papa Benedicto XI amenazó a los rebeldes con la excomunión. Sin embargo, hubo que esperar a 1304 para que, tras un acuerdo matrimonial entre Inglaterra y Francia, el ejercitó francés, bajo al mando de Felipe IV, obtuviese un gran triunfo frente a las milicias flamencas de artesanos, faltos del apoyo inglés. 13. Felipe IV y la «nacionalización» de la iglesia francesa

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La concepción que Felipe IV tenía del poder político determinaba que ningún sector de la sociedad, incluido el clero, estaba por encima. Cuando se ocuparon los feudos británicos el rey exigió a la Iglesia subsidios para mantener al ejército de ocupación; más tarde, la demanda se extendió a las asambleas representativas de cada región. El papado, indignado, declaró ilícita la petición, diciendo que no era misión de la Iglesia atender a los objetivos temporales de los Estados. El enfrentamiento de Felipe con Roma no disminuyó su popularidad. A los ojos de su pueblo el monarca era el defensor de la Iglesia nacional contra el abusivo clericalismo del pontificado. Regnum y sacerdotium, o lo que es lo mismo, Felipe IV y Bonifacio VIII se enfrentaron duramente, y dieron lugar a divergencias entre la monarquía francesa y su proyecto político particularizado frente a los principios universalistas de la Iglesia. Las medidas dictadas por el monarca (elección real de los obispos; sometimiento y control judicial de la administración civil en materias no espirituales y la exigencia impositiva sobre el clero) hicieron más profundo el problema, sobre todo cuando tomó cuerpo la ideología amparada en las doctrinas del franciscano Duns Escoto, que preconizaba la desjerarquización de la Iglesia romana, y favorecía la potenciación de las iglesias nacionales, fáciles de controlar por el poder político. Cuando Bonifacio VIII dictó la bula Clerici laicos, que prohibía a la Iglesia francesa entregar subsidios a la Corona, Felipe respondió prohibiendo que las rentas de la Iglesia gálica se enviasen a Roma, y orquestó una campaña en contra del papado. Tampoco tuvo escrúpulos en dejar correr una idea: si el papa incurría en error, la autoridad suprema de la Iglesia debía recaer sobre el Concilio. En el año 1300 Roma celebró un jubileo que de nuevo puso en evidencia el carácter universalista de la Iglesia e hizo crecer el prestigio papal. A pesar de ello, en Francia, el obispo de Pamiers fue acusado de traición y de extraer del reino de manera ilegal remesas de oro y plata con 130 Ruiz, José Ignacio, et al. Manual para el estudio de las historias nacionales de Europa, Servicio de Publicaciones. Universidad de Alcalá, 2010. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/binaessp/detail.action?docID=4760239. Created from binaessp on 2017-12-21 07:35:07.


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