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Sepultan a Jaciel, niño asesinado en ataque armado

CUQUIS HERNÁNDEZ

G ENARO CODINA. Con el dolor reflejado en los gritos y en las mejillas bañadas de lágrimas, Marisa despidió a su hijo Jaciel, que con apenas seis años fue asesinado el sábado por sujetos que ingresaron a su casa en la colonia San Gabriel, en Guadalupe. Minillas, comunidad minera

Su padre también fue despedido de antaño, compartió el luto de la familia, pues el padre también fue asesinado en ese mismo hecho, y con apenas minutos de diferencia, camino al hospital, murió también su tío El Güero

Este lunes, luego de ser velados el domingo en Minillas, padre e hijo fueron separados para ser sepultados.

Abel (padre de Jaciel) y su hermano fueron trasladados por sus padres hasta Rancho Viejo, Valparaíso, de donde eran originarios.

El hijo Jaciel era el penúltimo de sus niños. Cursaba el tercer grado de preescolar: “ahora quién me va a recibir el lonche en el kínder”, gritaba la mujer que además quedó viuda a los 32 años y que se resistía a dejar a su hijo sepultado en ese “frío y oscuro hoyo” que ahora será su última morada.

“Mi amor, yo no te quiero aquí, no aguanto este dolor, yo quiero cargarte. Hijo, levántate, mírame con esos ojotes. Quién me echará el balón. Por favor, sáquenmelo de aquí; mi amor, vámonos para la casa, Jaciel, Jacielito, ¿por qué tú, mi amor?, ¿por qué tú, Güero?”, gritaba con desespero Marisa antes de que le fuera arreba-

LA AGRESIÓN tado el pequeño féretro blanco para sepultura.

Jaciel estaba con su padre aquél sábado en la casa que recién rentaban en el fraccionamiento Real de San Gabriel, pues quería vivir cerca de su lugar de trabajo como recolector de residuos en el relleno sanitario. De manera intempestiva, sujetos comenzaron a disparar sus armas y mataron de inmediato a Abel y a Jaciel.

El camino fue largo hacia la capilla del Sagrado Corazón, a donde fue llevado el pequeño para ofrecer por él un rosario antes de llevarlo al panteón.

El sol a plomo hacia el mediodía y el seco clima de marzo que, sin embargo, no detuvo a toda la comunidad que se unió en solidaridad para despedir al niño.

Marisa expresó el agradecimiento a la comunidad por acompañarla en su dolor, mientras entre la rabia y la tristeza se preguntaba “¿por qué a él, por qué al niño. Si tenían algo contra mi esposo o mi cuñado, por qué tuvieron qué agredirlo a él, si él no les hizo nada?”. Sin embargo, la ahora viuda se dice confundida, pues dice no saber si exigir justicia por la muerte de su pequeño hijo le llevará a ganar algo. Ahora ni su esposo, ni su hijo estarán con ella.

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