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Un escritor memorioso
Francisco Morales V.
Una palabra suele utilizarse, con sus distintas variantes, cuando se habla del escritor chileno Jorge Edwards: memoria.
Fallecido ayer, a los 91 años, Edwards es uno de los más influyentes memorialistas de la literatura en español, un memorioso retratista literario y un emblema de la memoria que no debe perderse sobre una Latinoamérica convulsa.
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Nacido en Santiago en 1931, como miembro de una familia con un largo y complicado arraigo en la política y la cultura de su país, se convirtió en el primer chileno en recibir el prestigioso Premio Cervantes, en 1999. Falleció en España, país donde se exilió tras el golpe de Estado de Pinochet, que cercenó su carrera diplomática; padecía una diabetes avanzada que se complicó, según declaró su hijo a la agencia AFP.
Con más de una treintena de títulos, entre novelas, volúmenes de cuentos, recopilaciones periodísticas, ensayos y, desde luego, memorias, se le recuerda principalmente como autor del libro autobiográfico Persona non grata (1973).
Al momento de fallecer, Edwards se encontraba escribiendo el tercer tomo de sus memorias, que habría de completar el ciclo iniciado por Los círculos morados
(2012) y Esclavos de la consigna (2018).
“Si en la obra de Jorge Edwards se cifra como en un jeroglífico la historia de Hispanoamérica y de sus letras, en su persona se dibuja una ética de la escritura y del pensamiento”, aquilata el ensayista y poeta Adolfo Castañón.
Tres meses y medio en Cuba
En su libro Persona non grata, Edwards relata, de forma literaria pero sin ficción, sus experiencias como el primer diplomático de su país que fue enviado, en 1971, a restablecer las relaciones con Cuba después de la Revolución, misión que culminó en apenas tres meses y medio.
“Fue enviado a La Habana como representante diplomá- tico del Gobierno de Salvador
Allende como encargado de negocios. A las pocas semanas fue declarado ‘persona non grata’ por el Gobierno cubano. Asumió ese apelativo como un destino, después de editar su libro testimonial Persona non grata, publicado en Barcelona en 1973”, contextualiza Castañón.
El libro cimbró a la intelectualidad política y cultural de Latinoamérica, puesto que Edwards, con aplomo e integridad, ocupó un sitio todavía extraño entre sus pares: un socialista que criticaba al régimen de Fidel Castro.
Rafael Rojas, historiador y ensayista cubano de El Colegio de México, quien ha estudiado la obra del chileno, contextualiza su posición en una entrevista por escrito.
“Como se describe muy bien en el libro, Edwards llega a La Habana con la identificación básica de todos los socialistas chilenos con la Revolución Cubana. Una identificación que se basaba en el rechazo a la hostilidad de Estados Unidos, pero que en el caso del proyecto de Unidad Popular y Salvador Allende incluía, también, un compromiso muy claro con las libertades de expresión y asociación que no se respetaban en Cuba. Ese es el punto que desemboca en la expulsión de Edwards”, apunta. Una postura que, asegura Rojas, es importante situar en el contexto de la misión diplomática de Edwards en Cuba, como representante del gobierno de Salvador Allende, en 1971.
“Edwards, diplomático y escritor muy cercano a Pablo Neruda, quien había sido oficialmente rechazado por el gobierno de la isla, llega a La Habana muy bien conectado con un círculo intelectual, nucleado en torno al poeta Heberto Padilla, mal visto por la burocracia cultural cubana”, explica.
“Su interlocución privilegiada con ese grupo, como se narra en Persona non grata (1973) decide su expulsión de la isla en los mismos días en que se produce el arresto de Padilla en 1971”, agrega.
Tanto el caso Padilla como el libro de Edwards, se sabe ahora, configuraron el escenario político de la intelectualidad de la época.
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