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Escena 709

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Música 709

Música 709

La maldición de Mondonville

William Christie rescata una ópera francesa que llevaba sin subir a un escenario más de dos siglos. La pandemia impidió finalmente que se representara con público.

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TEXTO Felipe Santos [Com 93] @ultimoremolino FOTOGRAFÍA Stefan Brion

La lista de recuperaciones históricas de William Christie es larga, quizá no tan prolífica y ecléctica como la de Jordi Savall pero al menos igual de relevante para la música barroca gala. En el recuerdo, por ejemplo, sobresale el Atys de Jean-Baptiste Lully que dirigió en 1987 al frente de su ensemble, el formidable Les Arts Florissants.

Para este año había programado el rescate de una obra que permanecía en el olvido desde los albores de la Revolución Francesa, escrita por un contemporáneo de Jean-Philippe Rameau. Jean-Joseph Cassanéa de Mondonville, violinista de la corte, compuso Titón et l’Aurore, una ópera-ballet que dio en llamar pastoral heroica y que se convirtió en una de las muestras más simbólicas del teatro musical francés de la época prerrevolucionaria. Se estrenó en 1753, justo en los años en que se libró una pugna intelectual, la querelle des bouffons, entre los partidarios de la tradición de su país y los defensores de una apertura a nuevas formas como la ópera bufa italiana, que contaba en sus filas con Jean-Jacques Rousseau.

Una maldición que ha querido conjurar William Christie con uno de sus compositores predilectos. Tan solo existía una grabación dirigida por Marc Minkowski en 1992. No oculta el músico americano afincado desde hace años en París que le atrae este estilo ligero y virtuoso a la vez, forjado en la tradición del teatro dieciochesco. La Opéra-Comique tenía previsto ofrecer cinco funciones a lo largo del mes de enero pero, debido a la pandemia y al cierre de los teatros franceses, las redujo a una, que al menos pudo retransmitirse por streaming y que puede verse en el canal medici.tv.

WILLIAM CHRISTIE:

Estamos ante un drama muy humano: el amor, los celos, el odio... Eso hace que esta pequeña obra pastoral sea a la vez heroica y monumental

Titón et l’Aurore se abre con un prólogo custodiado por dos preludios orquestales llenos de fuerza y vigor que servirán de guía al resto de la obra. En él escuchamos de Prometeo la afrenta de haber proporcionado el fuego a los hombres. «¿Qué somos, oh, cielos?», canta el refinado coro de Les Arts Florissants, «esperanzas y deseos hay en nuestras almas», todo como una forma de avanzar en la historia de Titono, el pastor, y la Aurora, que se despliega todos los días para iluminar el mundo.

Ese primer encuentro está contado con mucha finura y gusto por Basil Twist, el director de escena estadounidense, que también se ha hecho cargo de la escenografía y el vestuario. Destacan el uso de la luz y las marionetas de tamaño natural que son manejadas por figuras vestidas de negro, al estilo japonés, y por hilos, según la tradición europea. El conjunto demanda del espectador dejarse llevar al territorio de la imaginación, de lo mítico.

Quien haya presenciado un amanecer entenderá aún mejor el fugaz ofuscamiento en el encuentro, cada mañana, entre el pastor y su amada. Cuánto hay de ese fulgor en una vida que se escapa entre los dedos, un fenómeno de la naturaleza que ocurre inusualmente deprisa. Hay un crescendo musical en esa iluminación súbita de la esfera celeste: primero una mitad, luego la otra, mientras las estrellas van perdiendo su brillantez. Al fondo, el azul que se deshace en tonos rojizos y luego amarillos, como si emergieran de un dulce volcán.

De los dos amantes recelan Eolo, el dios de la tormenta, y Pales, la diosa protectora del ganado, que envidian esa felicidad y conspiran para que el deseo de Aurora por citarse con Titono se convierta en una maldición: el pastor seguirá viviendo pero al cumplir años irá mermando en sus sentidos hasta casi no poder ver cada mañana a la razón de su vida. La intervención de Amor, el otro dios que con Prometeo se presenta como aliado de los hombres, solventa el conjuro y reencuentra a los amantes en un final feliz avant la lettre.

Merece mucho la pena escuchar esta obra y sumergirse en ese ambiente grácil que dibujan las melodías de Mondonville, y más en estos tiempos de pandemia. Ayudan a relativizar bastante la situación que vivimos unas notas compuestas en un mundo aún más terrible, ausente de derechos y acosado por enfermedades hoy consideradas leves. Ojalá pudiéramos rescatar gran parte de esa levedad existencial que nos revela como pocas esta música galante. Como nos dice Amor en el prólogo de esta obra: «Preservad vuestros mejores días para él».

MARIONETAS EN LOS GENES

Hijo y nieto de titiritero, Basil Twist es el único graduado estadounidense de la École Supérieure Nationale des Arts de la Marionette de Charleville-Mézières. Se dio a conocer en el Festival Internacional de Títeres Jim Henson de Nueva York, que le otorgó el primer premio por su espectáculo The Araneide Show, en 1993. Ha creado más de veinte obras y en Broadway diseñó los títeres para Charlie and The Chocolate Factory o The Addams Family. Titon et l’Aurore es su primera colaboración con la Ópera-Comique.

FICHA ARTÍSTICA

Titon et l’Aurore, pastoral heroica estrenada en enero de 1753. Opéra- Comique (París), enero de 2021.

Director: William Christie · Director de escena, escenógrafo y figurinista: Basil Twist · Iluminador: Jean Kalman · Intérpretes: Reinoud Van Mechelen, Gwendoline Blondeel, Emmanuelle de Negri, Marc Mauillon, Julie Roset, Renato Dolcini, Virginie Thomas, Maud Gnidzaz y Juliette Perret. · Orquesta y coro: Les Arts Florissants

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