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Escena 710

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Cobra Kai: nostalgia, ironía y adolescencia

La tardía continuación de Karate Kid actualiza la pelea entre Larusso y Lawrence.

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Texto: Alberto N. García [Com 00 PhD 05] es profesor titular de Comunicación Audiovisual y crítico cultural.

Cobra Kai no es Shakespeare. Ni pretende serlo. Pero es una serie que tiene muy claras sus aspiraciones: entretenimiento adolescente, nostalgia ochentera y un juego textual en el que los espejos andan invertidos. De ahí su imponente éxito, capaz de barrer espectadores desde los cuarentones que entonces echaron los dientes escuchando las enseñanzas del profesor Miyagi hasta chavales que se flipan con las torsiones del kárate y su mística.

Aunque se haya convertido en un fenómeno gracias a Netflix, Cobra Kai fue estrenada por YouTube Premium, un intento fallido de producir series propias para competir en la batalla del streaming. La cadena de vídeos de Google sabía del potencial —pero también de los riesgos— de rescatar, treinta años después, a los personajes de una película icónica. Le permitía insertar a la audiencia en un entorno bien conocido, cebo en teoría ideal para un usuario evanescente, siempre a un clic de huir. Al mismo tiempo, la novedad radicaba en haberle dado la vuelta al esquema de Karate Kid. El tiempo ha sido benévolo para el triunfante Daniel Larusso. Ahora es un empresario de éxito, con familia profidén y casoplón en la zona rica de California. ¡Un triunfador con raigambre nipona! Por contra, para el matón de Johnny Lawrence, aquel guapete rubio y cruel, la vida ha resultado un desastre desde que perdió el campeonato por culpa de una patada que califica de ilegal. Amargado, divorciado, habitando un antro ruinoso, gasta su existencia gris bebiendo cervezas baratas y saltando de un trabajo temporal a otro. Una caricatura de lo que fue… que encuentra una segunda oportunidad.

Cobra Kai revive así, tras más de tres décadas, la rivalidad entre Larusso y Lawrence partiendo de una simpática subversión. Pero la complica aún más insertando un nuevo grupo de adolescentes que tienen que lidiar con las mismas espinillas de siempre: cómo enfrentarse al bullying, los primeros amores, el cobijo de la tribu o los desencuentros familiares y generacionales.

Porque lo que convierte este relato en adictivo es su mirada amable al pasado, un ayer que reaparece una y otra vez mediante imágenes recuperadas e incesantes alusiones narrativas directas

En esta nueva dinámica es donde Cobra Kai se permite sus momentos más inspirados, en especial en la primera temporada, la más redonda. Porque resulta divertido —y refrescante en estos tiempos de corrección política— constatar la sorpresa del adulto Lawrence ante la fragilidad de los nuevos estudiantes o el pleito inacabado entre los protagonistas, aún púberes a sus cincuenta y tantos tacos. Ahí la serie sabe, además, exprimir con brillantez la memoria del Karate Kid original, amasando una curiosa mezcla de nostalgia visual (desde los disfraces de calavera hasta el viaje a Okinawa) con una constante relectura irónica. En esto último radica el encanto que cautiva también a los espectadores talluditos: ver «grullas» vacilonas, trucos sanadores de Miyagi fuera de contexto o un «dar cera, pulir cera» convertido en meme desata una complicidad picante, gustosa.

Esa distancia autoconsciente hace que la parte baja del elenco —muchachos malentendiendo la necesidad de defenderse cuando abusan físicamente de ti— no parezca tan latosa. Es la típica trama que hará las delicias de los espectadores de entre diez y quince años con ganas de marcha, pero no deja de ser el ángulo ciego de Cobra Kai.

Porque lo que convierte este relato en adictivo es su mirada amable al pasado, un ayer que reaparece una y otra vez mediante imágenes recuperadas e incesantes alusiones narrativas directas. La idea de fondo es evidente: puede que la cáscara cambie, pero la pasta de la que estamos hechos siempre será la misma. Habrá rabia y estupidez adolescente, pero también idealismo y superación. Habrá abusones ante los que será necesario emplear la violencia para defenderse, pero también habrá puñetazos crueles e innecesarios. Habrá padres injustos y madres alocadas, padres comprensivos y madres coraje. Habrá amores perdidos y amores ganados. Habrá error y habrá redención. Porque entre risas, melodrama, entrenamientos y peleas, Cobra Kai rememora la enseñanza básica del señor Miyagi en su gramática macarrónica: «Primero aprender sostener, luego aprender volar. Regla naturaleza, Daniel-San, no mía». Vamos, lo que toda la vida de Dios ha sido aprender, madurar y aceptar las propias limitaciones. Caer y levantarse. Errar y redimirse. Conflictos tan viejos —y tan actuales— como el mundo. nt

Apuntes

AVALANCHA GALÁTCICA DISNEY+. Sigue dando que hablar tras su desembarco en las guerras del streaming. Era conocida la apuesta de ObiWan Kenobi, pero en diciembre anunció que tiene diez series más en cartera. El éxito de The Mandalorian parece contagioso.

LA GUERRA CIVIL EN LA TELE. Tras el aplauso de la crítica y el fervor del público, los creadores de la excelente Antidisturbios tienen nuevo proyecto. rodrigo sorogoyen e Isabel Peña abordarán la contienda española en una serie para Movistar+.

DEL AUTOR DE 'PEAKY BLINDERS'. Steven Knight, el creador de la violenta epopeya de la familia Shelby, está preparando una serie para la BBC. La historia, centrada en las fuerzas aéreas británicas durante la Segunda Guerra Mundial, estará protagonizada por los televisivos Jack o’Connell y Dominic West.

Números

7,13

euros cuesta de media una suscripción a una plataforma de streaming. Prime es la más barata y HBO y Disney+, las más caras.

400

horas de anuncios se ahorran al año los niños que solo ven Netflix frente a los que ven televisión convencional.

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