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Amores universitarios, María Álvarez

FIRMA INVITADA María Álvarez de las Asturias

Amores universitarios

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El matrimonio puede resultar un horizonte lejano en primero de carrera, pero siempre es buen momento para poner las bases. Los años universitarios son una ocasión privilegiada para aprender a cultivar relaciones sólidas.

LOS AÑOS EN LA UNIVERSIDAD son un regalo: una época de preparación para la vida profesional, pero también para formarse personalmente, poniendo las bases de unas buenas relaciones afectivas.

Con la madurez intelectual, hay que buscar también la emocional: aprender a reconocer los sentimientos sin tenerles miedo, sin dejar tampoco que gobiernen los propios actos, sino aprendiendo a nombrarlos —a veces confundimos, por ejemplo, tristeza con enfado, cansancio con tristeza...— y dirigiéndolos hacia el bien y la belleza de relaciones verdaderas.

Cultivamos las amistades cuando somos capaces de abrirnos a los demás y compartir ilusiones, miedos, proyectos; cuando no solo somos los amigos incondicionales para las noches de fiesta sino también en los momentos en que el otro tiene un problema; cuando damos lo mejor que tenemos —en forma de tiempo, energía, atención—. Unas actitudes igualmente válidas para vivir el noviazgo y el matrimonio pero que, en estos casos, se ven como cargas en lugar de bienes, por la sospecha con que consideramos los compromisos definitivos.

Tal vez este rechazo tiene su origen en que la noción de matrimonio natural, que incluye el «para siempre» entre sus aspectos esenciales, ha desaparecido de la preferencia social y de las leyes y solo permanece en la propuesta de la Iglesia. Por eso muchas personas consideran que es algo que afecta exclusivamente a los católicos; pero lo que la Iglesia enseña sobre el matrimonio (fidelidad, indisolubilidad y fecundidad) es consecuencia del amor: he descubierto que mi mundo es mejor porque tú existes, elijo estar contigo, todos los días, y este amor nos da vida y saca lo mejor de los dos. Las estadísticas —en España, la duración media de los matrimonios que se rompen es de poco más de dieciséis años— pueden llevar a creer que el «para siempre» es imposible. Pero se nos olvida que el matrimonio es un tipo especialísimo de amistad y, por lo tanto, se puede construir, como hacemos con otras relaciones. Esa tarea comienza en el noviazgo: un tiempo de conocerse y ver si, además del enamoramiento, se comparten los valores fundamentales sobre los que se quiere edificar la vida. Un noviazgo bueno no termina en boda necesariamente: lo importante es que acabe en la decisión libre y sensata de seguir adelante —casarse— o en ruptura, cuando se ve que no tiene sentido o no se quiere dar el paso siguiente. Los años universitarios son una ocasión privilegiada para aprender a cultivar relaciones sólidas porque los estudiantes se enfrentan a situaciones que pueden favorecer este crecimiento. Por ejemplo, cumplir los compromisos, como estudiar, entrena en no seguir automáticamente los «Me apetece» sino complementarlos con el «¿Me conviene?». Estos dos aspectos, emoción y razón, son imprescindibles en las relaciones afectivas. Más la voluntad, que se ejercita estudiando con ganas y sin ellas, por la satisfacción de seguir el bien que uno ha elegido. Establecer unas rutinas ayuda a centrarse y a integrar trabajo, descanso, relaciones... y así resulta más fácil afrontar sin mucho drama los imprevistos (cambios de horarios, temas que entran en el examen a última hora…), porque irrumpen sobre terreno trabajado. Esto supone un entrenamiento para superar las crisis, que no son más que alteraciones de la situación existente y la necesidad de llegar a un nuevo equilibrio incorporando lo que ha surgido como novedad. Por otra parte, en los encontronazos con compañeros y profesores se aprende a respetar ideas distintas, a llegar a puntos de encuentro compartidos, a saber apreciar a la persona por encima de las diferencias, a discutir y expresar los enfados sin atacar, y a pedir perdón y perdonar. Estas herramientas ayudan a resolver las dificultades y a lograr LA PREGUNTA DE LA AUTORA una mejor comunicación, dos de los aspectos más importantes para el éxito en la pareja. ¿Qué actitudes nos ayudan El matrimonio puede resultar un horizonte a cultivar relaciones algo lejano en primero de carrera, pero siemperdurables? pre es un buen momento para cimentar las bases de una manera de vivir que sitúe a las personas en el centro. Hay que ser valientes para arriesgarse a amar, ya que eso nos hace vulnerables. Pero dejarse impactar por los otros, eso es amor. @NTunav Opine sobre este asunto en Twitter. Los mejores tuits se María Álvarez de las Asturias [MMF 08] es abogada, publicarán en el siguiente canonista y orientadora de familia. Dirige el Instituto número. Coincidir. En 2021 ha publicado Más que juntos. Cómo disfrutar del matrimonio desde el «sí, quiero».

El alma de una guerra eterna

Nacieron a 460 kilómetros de distancia y jamás se habrían conocido sin el estallido del conflicto del Donbás (Ucrania) en 2014. Una experiencia cercana a la muerte y un mensaje en Facebook transformaron su relación en el compromiso de salvar a una generación crecida bajo las bombas y el odio. La historia de Andrii Polukhin y Olga Vovk es la de un matrimonio joven en el frente de guerra, pero también el reflejo de un país que no se rinde a pesar de las derrotas.

texto Fermín Torrano Echeandía [Com 18]

fotografía Miguel Osés

Aoscuras y con el frío invierno de un 18 de enero en el este de Ucrania, un coche se acerca al aeropuerto de Donetsk a recoger heridos. Sin tiempo para cargar los cuerpos de los soldados, el segundo disparo de un lanzagranadas impacta en el vehículo y el chófer comienza a arder. El automóvil está en llamas, la terminal está en llamas. Son ocho meses de asedio y más de ciento sesenta muertos. Apenas quedan tres días para la derrota a manos de los rebeldes prorrusos. Vova —así se llamaba el conductor— tan solo durará unas horas más. Su muerte y la llegada inesperada de un oficial de sus filas para preparar la última barricada con basura y escombros tiene un único significado: nadie acudirá al rescate de los aguerridos ucranianos.

La escasez de agua apremia, la moral está por los suelos. «Empiezas a pensar en la muerte», recuerda Andrii Polukhin, capellán militar. Los días y las noches traen un goteo constante de nuevas bajas, y el material quirúrgico para las heridas más graves se termina. Entonces llega la calma. Quizás se pueda aguantar, quizás solo es cansancio, quizás Kiev envíe refuerzos.

Son las 3:30 a. m. y hay un nuevo aviso: un convoy marcha hacia la terminal. Una hora después, el vehículo aparecerá. «Y empezamos a cargar», explica Polulkhin. Los cuerpos se apilan. La adrenalina mitiga el dolor del voluntario religioso, que lleva tres días con cortes en las extremidades. Cuando todo está listo para regresar al coche, el médico le obliga a marcharse. El espacio es tan reducido en el carro blindado que los cadáveres los atan al techo. Andrii se aprieta contra la puerta trasera. Poco después, escucha que el vehículo se detiene. Bombardean la carretera y no hay marcha atrás. El conductor acelera, los proyectiles explotan al golpear el suelo. Todo parece que va a salir mal. Minutos después, un soldado abre la puerta y Andrii cae al suelo. «¿Y tú qué haces ahí?», le pregunta. Él no responde, está tan cansado…

Olga Vovk entrechoca las sartenes mientras friega. La cama de su dormitorio se ha convertido en un improvisado expositor militar. Dice que prefiere no oír, pero se acerca de vez en cuando y matiza algunas palabras de su marido. Ha escuchado muchas veces la historia en la que Andrii estuvo a punto de morir. En aquel momento todavía no estaban casados, ni siquiera eran pareja. Sin aquel providencial convoy que nadie esperaba ya, Olga jamás le hubiera escrito a través de Facebook un mensaje que dio inicio a una amistad fraguada en una iglesia de Kiev y que acabó en boda tres años más tarde, en 2018.

Desde entonces, viven en el único apartamento con luces de colores de la triste Svitlodarsk, una ciudad industrial de once mil almas en el frente ucraniano. A pesar de su juventud —veinticinco años ella y cinco más él— saben que está en juego el futuro de su país y el de una región que lleva desde 2014 hundiéndose en las trincheras. Un conflicto que, según Naciones Unidas, ha dejado cerca de catorce mil muertos y que paradójicamente les ha unido para siempre. La de Olga Vovk y Andrii Polukhin es la historia de una artista bohemia y un capellán militar protestante. La de una chica del oeste y un chico de la capital. La de una hija de militares ucranianos y el vástago de un inmigrante ruso. La de una voluntaria que trata de

—Una ciudad gris. Svitlodarsk es una localidad industrial donde viven 11 000 personas. En 2013, 12 000, y antes, más. La cercanía del frente la está despoblando. —Capellán militar. Andrii Polukhin se alistó como voluntario religioso en el Ejército ucraniano. Su primera misión, en 2015, fue el sitio del aeropuerto de Donetsk.

curar las heridas emocionales de los más pequeños y un héroe de guerra herido en combate.

Su batalla constante —quizás estéril— puede compararse con la memorable resistencia del ejército ucraniano en el aeropuerto de Donetsk entre mayo de 2014 y enero de 2015. Fueron ocho meses de asedio y muerte que terminaron en derrota pero que levantaron el orgullo de una nación.

No sé quién defiende el aeropuerto, llevamos tres meses sin poder echarlos […] Hemos disparado multitud de misiles y se esconden en los túneles subterráneos. No sé quiénes están allí, pero no son humanos. Son cyborgs». Había desesperación en el mensaje que los ucranianos interceptaron a un militante separatista de la autoproclamada República Popular de Donetsk. Pero también respeto hacia un grupo de soldados y voluntarios que soportaron doscientos cuarenta y dos días de sitio.

En aquel edificio destruido empezó la vida militar de Andrii en 2015, sustituyendo al anterior capellán, al que en menos de veinticuatro horas hirieron gravemente. Las paredes de la terminal temblaban por los impactos de los tanques. Los ojos de los veteranos revelaban que algo no iba bien. La torre de control se había desmoronado. Al tercer día en aquella ratonera, la metralla de un proyectil impactó en los hombros y las piernas de Andrii. Quedaban cinco jornadas para la victoria prorrusa —o «los terroristas», como él prefiere llamarlos— y medio centenar de hombres sucios y exhaustos permanecía arrinconado en una esquina del aeropuerto. Mientras unos le gritaban que se resguardara, él decidió exponerse para salvar a un compañero maltrecho que yacía en mitad de la sala. Aguantó tres días más pertrechado con su chaleco antibalas de veinte kilos. La última madrugada,

—Algo de color.. Andrii y Olga se casaron y viven dedicados a los niños del frente. Su piso, lleno de color, contrasta con el tenebroso gris soviético de la ciudad. —Arteterapia. Olga es licenciada en Bellas Artes. En la ONG, ella ayuda a los niños del Donbás a reconciliarse con la vida a través de la pintura.

pasadas las 4:30, un vehículo llegó hasta su posición para evacuar heridos y cadáveres. Le obligaron a montar. Fue el último en subir al vehículo, el penúltimo carro que abandonó aquel infierno. El restó de los militares ucranianos terminaron muertos o capturados por el enemigo.

En su galardonado El encanto de la batalla, Cathal Nolan, director del Instituto Internacional de Historia de la Universidad de Boston, explica cómo el término «decisión» es más útil para analizar el resultado de una guerra que el concepto de victoria o derrota. Lo que vuelve decisivas a muchas contiendas —teoriza— no es el éxito, sino su capacidad para generar cambios a través de decisiones políticas y sociales.

Quizá fuera ese, precisamente, el logro de los cyborgs en Ucrania, tras casi un año apilando féretros a lo largo de la línea del frente. Si aquel puñado de hombres sobrepasados en número resistió en la «pequeña Stalingrado», ¿por qué no iban a poder miles de voluntarios con meses de experiencia? ¿Qué pasaría cuando el Gobierno profesionalizase el Ejército gracias al impuesto creado en 2014 para sufragarlo?

Sus pírricas victorias antes de la derrota final más la negativa a rendirse definen muy bien el espíritu de la sociedad ucraniana. Un pueblo que en 2004 anuló el resultado de unas elecciones amañadas gracias a sus protestas en la llamada Revolución Naranja. Una nación que diez años después obligó a huir en helicóptero a Viktor Yanukovych, entonces presidente, tras incumplir sus promesas de acercamiento a la Unión Europea. La represión del Maidán dejó un centenar de muertos en las calles de Kiev y Moscú lo aprovechó para invadir Crimea y apoyar la ocupación de Donetsk y Luhansk. El Donbás, como se conoce la re-

gión, da nombre a un conflicto que ha estado a punto de saltar por los aires siete años después de su inicio.

En abril de 2021, Rusia desplegó más de cien mil efectivos en la frontera, mientras las bajas de las fuerzas armadas ucranianas aumentaban en un goteo lento pero incesante. Con la Unión Europea mostrando su «profunda preocupación» ante la mayor movilización de tropas desde 2014, Ucrania presionó sin demasiado éxito para acelerar su entrada en la OTAN. Desde entonces, los informes de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) revelan cientos de violaciones diarias del alto al fuego. Una misión de transparencia y vigilancia que puede haber terminado; el 30 de septiembre de 2021, Rusia no renovó el acuerdo para que el organismo continuara trabajando en el territorio ocupado y su frontera. En Kiev alertan de que una guerra abierta podría estallar en cualquier momento.

En esta calma tensa, los ejércitos llevan años en las mismas posiciones y los desplazados internos —menos de 800 000 a finales de 2020— se han reducido a la mitad. Mejoras que no podrían comprenderse sin la ayuda internacional y el apoyo económico estadounidense, pero tampoco sin la decisión que tomaron miles de ciudadanos de a pie al lanzarse a las trincheras para defender la integridad territorial de su país.

En aquellos días, cientos de voluntarios organizaron la ayuda humanitaria, y chicos con cara de niño murieron con fusiles en mal estado entre los brazos. Al mismo tiempo, la división identitaria se propagó de la mano del odio por todo el Estado. La toponimia, el idioma e incluso el acento siguen siendo motivos de sospecha. Cualquier vecino que esté viendo la televisión rusa —teóricamente bloqueada desde Kiev—se hace candidato a que lo consideren un espía. A alguien que esté hablando ucraniano se le tilda de banderivtsi, o fascista, en referencia a Stepan Bandera. Este líder nacionalista es una de las figuras más polémicas en la historia ucraniana: terrorista nazi para unos; promotor de la independencia contra la URSS y Alemania para otros. Por eso, en las poblaciones del frente que están fuera de tiro, las bombas preocupan menos que las miradas, los comentarios y los escupitajos. Las primeras se escuchan, todo lo demás duele.

Abril de 2021. Se tapian algunas ventanas en el este. Los estallidos suenan cada vez más cerca. La cadencia de los disparos se ha incrementado en las últimas semanas y todas las conversaciones giran en torno a la guerra. Olga resopla: está agotada. Ya no tiene ganas de hacer el tonto como hace dos años. Teníamos la misma edad —23— y la noche anterior a viajar a Svitlodarsk quiso enseñarme la «música tradicional» del Donbás. El mensaje de voz parecía vacío hasta que las explosiones empezaron a acumularse: pum, pum, pumpum, pum... El audio terminaba con una carcajada y susurrándole a un gato. No estaba loca. Días después comprendí que tan solo era una persona feliz en un lugar violento.

Ahora está asustada y harta de las continuas «agresiones rusas». Ya no ríe, y sus ojos tristes se encienden únicamente al hablar de su marido y al cruzar la

puerta de VPN, la organización que montaron cinco jóvenes que soñaban con cambiar el mundo a través de la infancia. El nombre hace referencia a las redes privadas virtuales, una forma de navegar en internet lejos de la vigilancia de los algoritmos. Es una metáfora de un espacio en el que ser libre, sin importar el origen o el pasado. Una antigua sucursal bancaria convertida en un local seguro donde la ideología y las diferencias económicas no caben. Organizan talleres, conciertos, noches de cine y seminarios con profesionales. Utilizan la biblioteca, los ordenadores o los juegos de mesa como medios para alejar del rencor a los más pequeños. Son víctimas de la guerra, pero también de familias sumidas en la pobreza, el alcohol y las drogas.

Hay entre esos niños biografías como la de Daniel, de once años, que pesca en el lago y vende en el mercado para alimentar a sus parientes y a los perros abandonados de la ciudad. O la de Vlada, una chica de catorce que solo tiene dos amigas —el resto huyó cuando cayeron las primeras bombas— y ahora teme quedarse sola. Son historias llenas de grises que se pintan en negro, por eso Olga trata de abordarlas con arteterapia desde hace un año, gracias a un proyecto con Voices of Children, otra ONG del frente ucraniano.

«En Toretsk, por ejemplo, tenemos un chico que no deja de dibujar personas ahorcadas en árboles y siempre con tonos oscuros —cuenta bajando la voz—. Al principio era un poco escéptica con esto, pero he visto cómo cambian a la vez la paleta de colores y los temas de conversación. Me siento con ellos, les escucho, les animo y luego traslado mis impresiones a la psicóloga para planificar el trabajo».

Ahogada por la emoción de estas historias, Olga intenta ser fiel a unos versos de la poeta Lesya Ukrainka que lleva tatuados en su cuerpo: «Cuando no lloro, hago bromas». Y sonríe al reconocer que las sesiones pueden llegar a torturar a una licenciada en Bellas Artes. «Para mí es lo contrario a terapia: no puedo ver algunas mezclas o fallos. ¡A veces me quiero tirar del pelo!». Sin embargo, hay orgullo en sus palabras. Al hablar de los menores regresa la vitalidad que los meses de pandemia, alejada de los niños, parecen haberle robado. No es sencillo, asegura, seguir peleando a 1300 kilómetros de su hogar, sin más amigos que su marido y el pastor que coordina la organización. Menos aún cuando figuras relevantes, como el director del colegio, les dicen a las familias que «los ucranianos de VPN asesinan a niños». S e acaba el grechka —trigo sarraceno— de la cena, también la tarta, y Andrii Shutkevych se balancea en la hamaca del cuarto de estar de la pareja. Es el líder del centro juvenil y la única amistad de la familia en Svitlodarsk. El grupo lo completaban Aleksandr y Alla, otro matrimonio forjado en el frente. Sin sueldo fijo y con un segundo hijo a punto de nacer, decidieron marcharse en 2019, después de tres años de acoso vecinal. En una población mayoritariamente prorrusa, todos sabían que él era un desplazado por la invasión de Crimea. Lo mismo ocurre con el pasado militar de Polukhin y la procedencia de Olga. Un juicio público que se ha reducido con los años, aunque siguen sufriendo al ir a comprar el pan.

«Nadie ha dicho que vivir aquí sea fácil. Mis amigos pensaban que había perdido la cabeza, no me entendían, pero cuando me trasladé sabía que era

—La ventana indiscreta.

En Svitlodarsk, donde el 75 por ciento de los habitantes habla ruso, el idioma y la procedencia resultan siempre sospechosos para alguien. —Una vieja sucursal. Las oficinas que ocupaba un banco son el local donde la ONG VPN desarrolla sus actividades con los niños del frente de guerra.

duro: yo venía a una región con problemas para ayudar a niños que ni entienden ni son responsables de la situación política del país —explica Olga—. Vivir en el frente tiene un coste para ellos. Necesitan personas, programas, educación para tener otra mirada. Necesitan apoyo psicológico».

Del precio que ellos pagan no dicen nada. Rehúyen hablar de sí mismos tras años rodeados de personas que no disponen de la oportunidad de empaquetar todo y empezar una nueva vida en la otra punta del país. No obstante, el sacrificio es alto: ambos descartan formar una familia en esta ciudad.

«Cada año pensamos que es el momento de marcharnos, aunque mientras sintamos que somos útiles nos quedaremos. Un año, dos… los que sean. Cuando veamos que no hacemos falta o que otras personas de aquí pueden encargarse, será la señal de que ha llegado nuestra hora —confiesa Andrii—. Este no es un buen lugar para criar a un hijo. A pesar de todo, no hay que temer vivir en lugares incómodos. Tiene desventajas y es peligroso, pero somos humanos y podemos ayudar a los demás».

Sin embargo, las fuerzas flaquean y reconocen en privado que la tentación de rehacer su vida en la capital aumenta mes a mes. Son muchos los días en los que Andrii y Olga dudan de una labor cuyos resultados ni siquiera alcanzan a intuir. ¿Cuándo da frutos la semilla de la educación? ¿Cómo medir el efecto terapéutico en la vida de un niño? ¿Qué proporción de éxito compensaría el esfuerzo de tiempo y dinero? Preguntas sin respuesta en el sofá de un matrimonio que, al igual que sus compatriotas del Maidán o el aeropuerto de Donetsk, no está dispuesto a arrojar la toalla. Su refugio es Dios, y la batalla, sacar adelante a una generación olvidada a las puertas de Europa. Nt

CAMPUS 367

NOS VISITARON

CARLOS PARRY

Government Affairs Head de AstraZeneca

[10.11.21 Facultad de Derecho] Con transparencia, honestidad y empatía. Así es como deben afrontarse las crisis de reputación, según Carlos Parry, Government Affairs Head de AstraZeneca. El director de la fundación de esta compañía intervino en la I Semana de Asuntos Públicos, organizada por la Facultad de Derecho de la Universidad en colaboración con Kreab.

Meses antes, cuando los efectos secundarios de las vacunas de AstraZeneca llenaron portadas y titulares, esta firma farmacéutica, que buscaba «contribuir a la erradicación de la pandemia para ayudar a la sociedad», se vio inmersa en una profunda crisis. Para recuperar la confianza fue clave hallar un punto de encuentro con la estrategia del Gobierno de España: la necesidad de donar vacunas. Actualmente, AstraZeneca distribuye dosis a 170 países de todo el mundo.

SANTI NOLLA

Director de Mundo Deportivo

PATRICIA PHELPS DE CISNEROS

Coleccionista e impulsora de la Fundación Cisneros

m. montilla - mundo deportivo mauricio donelli

[21.10.21 Centro de Estudios Olímpicos] «Ahora mismo un periódico deportivo no es sostenible sin fútbol, pero las buenas historias harán que otros deportes comiencen a tener más visibilidad». Esta fue una de las conclusiones que Santi Nolla, director de Mundo Deportivo desde 1991, compartió con los asistentes al Foro Deporte y Sociedad, organizado por el Centro de Estudios Olímpicos en colaboración con ADESP y patrocinado por Caixabank.

Nolla habló de cómo ha evolucionado la comunicación del deporte en las tres últimas décadas y reflexionó sobre el exceso de información. A su juicio, la prensa debe «ayudar a interpretar» los numerosos impactos que se difunden a través de diversos canales para «ofrecer una información que no esté manipulada». Durante su visita al campus, el periodista también mantuvo un encuentro con alumnos de la Facultad de Comunicación. becas Alumni se pudieron conceder a estudiantes de más de veinte países durante el curso 2020-21 gracias a todas las donaciones recibidas. El programa distribuyó 2,8 millones de euros con una beca media de 7725 por alumno.

[11.10.21 Museo Universidad de

Navarra] Como promotora de educación y de arte desde los años setenta, Patricia Phelps de Cisneros suele trabajar con museos universitarios como el de Harvard. En España «no es algo tan común» y por eso quiso donar piezas de fotografía latinoamericana de su colección para apoyar al Museo Universidad de Navarra en 2018. Aquellas obras han protagonizado este curso los Trabajos de Fin de Máster del Master in Curatorial Studies y Phelps de Cisneros participó en su defensa. «La relación entre arte, museo y academia es algo fundamental. Del arte se aprende a pensar, a sentir, a comunicar, y me parece que este modelo une teoría y práctica de manera ejemplar», comentó. La coleccionista venezolana considera que el arte es «un espacio de libertad y de pensamiento crítico» que la sociedad necesita «para crecer y desarrollarse».

ADOLFO SUÁREZ ILLANA

Presidente de la Fundación Concordia y Libertad

[17.11.21 Foro Universidad de Na-

varra] Más de un centenar de alumnos escucharon en el aula 6 de la Facultad de Comunicación a Adolfo Suárez Illana en el acto de apertura del congreso anual Foro Universidad de Navarra (Forun), que lleva por título en esta edición «Reconstruyendo juntos. El valor de las relaciones humanas».

El presidente de la Fundación Concordia y Libertad destacó en su ponencia el espíritu de la Transición española como solución para sanar heridas y unir a la ciudadanía en momentos convulsos. «El secreto de la convivencia está en la renuncia a la exigencia máxima, en dejar espacio a la discusión», señaló Suárez. Asimismo, recalcó que solo basándose en los principios se consigue «despejar temores para defender lo razonable y lo fundamental». Porque «quien obra renunciando a sus principios está dejando que otros impongan los suyos».

8900

estudiantes de grado han comenzado el curso 2021-22 en los campus de Pamplona y San Sebastián. El 29,1 por ciento de las más de 2300 nuevas matriculaciones corresponde a alumnos internacionales.

ALFOMBRA ROJA

¿Cómo valoran su paso por la Universidad los antiguos alumnos?

4,45 sobre 5 es la nota con la que los alumni califican su experiencia en el campus. Además del grado de satisfacción global, los resultados de la primera encuesta lanzada por la Universidad a finales del curso 2020-21 han permitido conocer las necesidades formativas de los antiguos alumnos y la relación que mantienen con su alma mater, entre otros aspectos. «Si eres alumni, tienes mucho que decir» fue el lema elegido para la encuesta, que logró reunir la opinión de 7626 titulados. «QuestiUN» ha ayudado a constatar que los antiguos alumnos tienen una percepción muy positiva sobre la formación académica recibida en la Universidad, valorada con un 4,44 sobre 5. La recomendación para estudiar en su Universidad es también muy alta, con un indicador de 8,84 sobre 10. Acerca de la demanda de aprendizaje continuado y actualización profesional, el 75 por ciento de los participantes expresa su deseo de seguir formándose en la Universidad de Navarra.

Sergi Molas [MGEC 05], director de la Oficina Alumni, afirma que «gracias a estos datos, estamos trabajando, en colaboración con las facultades y escuelas, en un plan de acción para satisfacer las necesidades de los egresados». Este plan, que se comienza a implantar a lo largo del curso, consta de varios proyectos orientados a facilitar el networking entre los graduados, poner en marcha una plataforma de mentoring, generar nuevas oportunidades de colaboración con la Universidad, ampliar la oferta de formación continua, así como personalizar los servicios teniendo en cuenta la variedad de perfiles de los antiguos alumnos.

EFEMÉRIDE

Se cumplen cincuenta años de la llegada de Cambridge a Pamplona

El Instituto de Idiomas de la Universidad celebra este curso el cincuenta aniversario del centro de exámenes de Cambridge. José Dawid, entonces director del Instituto (en la imagen), y su esposa, la profesora Diane Milner, secretaria local de Cambridge, lo inauguraron en 1971. Fue el primer centro examinador en Navarra y el séptimo de España. Desde ese año, se han realizado más de cien mil exámenes. En la actualidad, el campus acoge a alrededor de seis mil aspirantes cada curso.

ALUMNI

¿Conoces «Punto de encuentro»?

Desde noviembre llega a nuestra bandeja de entrada cada quince días «Punto de encuentro», la nueva agenda de eventos que recoge toda la oferta de actividades formativas, culturales y de empleabilidad dirigidas a antiguos alumnos.

PREPARANDO EL CURSO 2022-23

El nuevo grado en Lengua y

Literatura que la Facultad de Filosofía y Letras pondrá en marcha el próximo curso integra en una única oferta lo mejor de los grados en Filología Hispánica y en Literatura y Escritura Creativa. Además de ofrecer formación filológica, incluye dos diplomas de especialización en Escritura Creativa y en Ciencias del Lenguaje.

El Máster en Cristianismo y Cultura

Contemporánea es un programa único en España que la Facultad de Filosofía y Letras lanzará en septiembre de 2022 en colaboración con la Facultad de Teología, el Instituto Core Curriculum, el Instituto Cultura y Sociedad (ICS) y el Grupo Ciencia, Razón y Fe. Tendrá un formato semipresencial que combinará clases en el campus de Madrid una tarde a la semana y contenidos online.

El Máster en Práctica Avanzada de Enfermería en Oncología

comenzará a impartirse el próximo curso en el Campus de Posgrado de Madrid. El programa se orienta fundamentalmente a profesionales que trabajan en el ámbito de la oncología y ven necesario ampliar su formación con un máster que los sitúe como referentes en el cuidado del paciente y de su familia.

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1. Riverview es la primera novela de Álvaro González Alorda [Com 96 PDD-IESE 06]. El consultor empresarial relata la metamorfosis de Sara, que tras años de silencio decide retomar el contacto con una de sus mejores amigas. Una historia esperanzada para comprender los retos de los habitantes del impetuoso siglo xxi. 2. Jaime Sanz Santacruz, capellán de la sede de posgrado de la Universidad de Navarra en Madrid, describe en Reilusiónate treinta posibles causas de desilusión que pueden presentarse en el camino de la vocación cristiana y sus correspondientes remedios. 3. En el silencio de la madrugada, Teresa Gutiérrez de Cabiedes [Com 99 PhD 06] se sumergió en un viaje interior meditando los misterios del rosario de la mano de san José cuando no lograba rezar por un enfermo grave de covid. De esa experiencia que ha marcado su vida da cuenta en San José, ¿rezamos juntos? 4.El yo y sus metáforas es un regalo que Rosa Montenegro [Pedg 87] hizo a su marido en sus bodas de oro. Como dice la autora, se trata de un libro sobre antropología para saborear a «sorbos cortos», para adentrarse en un periplo «submarino, hacia dentro, a veces costoso». 5. Después de cinco años de investigación, el catedrático de Historia Económica Rafael Torres Sánchez desmonta en Historia de un triunfo el mito de la decadencia de la Armada española en el siglo xviii. Alejado del «fatalismo de la derrota de Trafalgar», el profesor defiende que la Armada fue una de las mayores palancas de riqueza que tuvo España en esa época. Los cuatro mil ejemplares de la primera edición se agotaron en solo quince días. 6. El Libro Blanco de la Influencia Responsable nace en el marco de un proyecto europeo para facilitar un uso seguro del ecosistema digital. Es una iniciativa de iCmedia, en la que ha participado ISEM Fashion Business School como partner académico. La profesora Patricia SanMiguel ha coordinado esta guía que se puede conseguir online (influencerstrustlabeleu.org).

¿CONOCES «CUENTA»?

La editorial Graviola ha publicado Cuenta, una antología que recoge 18 relatos de 18 voces jóvenes españolas y latinoamericanas. Los estudiantes de la Facultad de Comunicación están acompañados por tres profesores: Beatriz Gómez, Josean Pérez y Antonio Martínez Illán.

Un prototipo de vacuna frente al covid-19 nacido en la Universidad

Investigadores del Cima y de la Clínica Universidad de Navarra han desarrollado un prototipo de vacuna frente al SARS-CoV-2 cuya eficacia se ha confirmado en un modelo animal. Los resultados de este estudio, publicado en la revista especializada Emerging Microbes and Infections, han dado lugar al registro de una patente. Dada su facilidad de desarrollo, puede ser una alternativa en países que todavía no tienen acceso a una vacuna. El proyecto se ha realizado gracias a la financiación del Gobierno de Navarra, entre otras instituciones e iniciativas solidarias.

¿Cuáles son las áreas de mejora de los cuidados paliativos en el mundo?

El Observatorio Global de Cuidados Paliativos ATLANTES del Instituto Cultura y Sociedad ha coordinado para la Organización Mundial de la Salud un conjunto de indicadores para evaluar y monitorizar el desarrollo de cuidados paliativos en el mundo. El trabajo, presentado en octubre en el Congreso Mundial de Cuidados Paliativos, recuerda que cada año 56,8 millones de personas necesitan estos cuidados y que 2,5 millones de niños mueren con sufrimiento derivado de una enfermedad.

LOS MÁS CITADOS

Los investigadores Ignacio Melero, Miguel Ángel Martínez-González, Jesús San Miguel y Pascual Berrone repiten su presencia entre los más citados del mundo según Clarivate. La lista, elaborada siguiendo el índice de citación de Web of Science, destaca a 6602 científicos de más de setenta países; 109 de ellos, españoles. Jesús San Miguel [Med 76], director de Medicina Clínica y Traslacional de la Universidad, director médico de la Clínica y director científico del Cima, ha sido distinguido con el Premio Nacional de Investigación Gregorio Marañón de Medicina. También ha sido galardonado por la Real Academia de Artes y Ciencias de Holanda.

César Izquierdo [Fia 76 PhD 88 Teo 77 PhD 80], director de la revista Scripta Theologica y vicedecano de la Facultad de Teología, ha sido nombrado por el papa Francisco nuevo miembro del Pontificio Comité de Ciencias Históricas del Vaticano.

Luis Montuenga [Bio 81 PhD 84], investigador sénior del Cima Universidad de Navarra y decano de la Facultad de Ciencias, ha obtenido el I Premio de Investigación de la Lung Ambition Alliance España. El proyecto, dotado con 60 000 euros anuales, estudia cómo detectar de manera personalizada el riesgo de sufrir cáncer de pulmón.

Luis Chiva, director del departamento de Ginecología y Obstetricia de la Clínica Universidad de Navarra, ha sido elegido por el American College of Surgeons como uno de los diez cirujanos más destacados del mundo. Es el segundo ginecólogo español que recibe el reconocimiento de Honorary Fellow desde 1913.

REPUTACIÓN

Green Flag Award. Por cuarto año consecutivo, el campus de Pamplona ha sido elegido como una de las mejores zonas verdes de Europa. En su edición de 2021, el Green Flag Award ha entregado 29 premios en ocho países, después de valorar 2297 candidaturas. En España, han sido reconocidos otros tres parques.

La primera universidad española

en el ámbito del derecho. El ranking por áreas de Times Higher Education (THE) califica a la Facultad de Derecho como la mejor de España en docencia, investigación, impacto de su investigación (citas académicas) y enfoque internacional. La Universidad se encuentra entre las cien primeras del mundo en derecho, en la posición 67.

En el podio nacional en el ámbito de

la salud. La Universidad de Navarra es la tercera de España en el ámbito de la clínica y salud del ranking británico THE por áreas. Según los indicadores, ocupa el primer puesto nacional en cuanto a los ingresos de investigación procedentes de la industria y segunda por impacto de la investigación, medida por el número de citas que obtienen los artículos publicados por sus profesores.

Líder en el impacto de la investigación en las áreas de medicina y enferme-

ría. Para llegar a esta conclusión, el informe anual de la Fundación CYD ha considerado el número y la calidad de citas que recibe en otras publicaciones académicas. Asimismo, la Universidad de Navarra es la primera de España en orientación internacional y se encuentra en el top ten en indicadores de rendimiento en enseñanza y aprendizaje.

Global Alumni Reunion del IESE: transitar juntos hacia un mundo más sostenible

La Global Alumni Reunion, celebrada del 11 al 13 de noviembre en el nuevo edificio del IESE en Madrid, ha transmitido un mensaje claro: la sostenibilidad debe incardinarse en el mismo corazón de las empresas mediante una acción inmediata, colaborativa e integral. De manera presencial y online, los más de cinco mil inscritos pudieron escuchar a una treintena de referentes del ámbito de la empresa, el pensamiento y la política que inspiraron un cambio global sostenible.

El grado en Diseño, ganador del premio Nueva Bauhaus Europea

El grado en Diseño de la Escuela de Arquitectura ha sido galardonado con el premio New European Bauhaus en la categoría Modelos Educativos Interdisciplinares. Entre dos mil candidaturas, otros tres proyectos del centro académico resultaron finalistas: el campus de la Universidad, el Máster en Diseño y Gestión Ambiental de Edificios y el Museo. La New European Bauhaus, iniciativa de la que la Universidad es socia, fomenta un desarrollo común y sostenible desde la colaboración y el saber hacer de los distintos agentes públicos y privados de Europa.

EMPLEABILIDAD

La Universidad de Navarra es la 41.ª en empleabilidad del mundo, según el ranking de Emerging para Times Higher Education. El dato representa una mejora de cuatro posiciones respecto a la edición anterior y sitúa a la Universidad como segunda de España, entre los siete centros nacionales que han conseguido clasificarse.

La Fundación IEISA renueva el convenio de Matching Funds y celebra su cuarenta aniversario

Cumplir cuatro décadas es un buen momento para mirar atrás y hacer balance de la colaboración entre la Fundación IEISA y la Universidad de Navarra. Como resumió Alberto Horcajo, presidente de la Fundación, durante este periodo han impulsado la puesta en marcha del centro de investigación Cima Universidad de Navarra y han destinado más de 26 millones de euros a becas de grado y posgrado, facilitando así que estudiantes brillantes, pero con escasos recursos, puedan realizar sus estudios en la Universidad. Un afán que mira también al futuro porque, en el contexto del aniversario, la Fundación anunció la renovación por tercer año consecutivo del convenio de emulación o Matching Funds para el programa de Becas Alumni. Este acuerdo tiene como objetivo incentivar las nuevas donaciones al igualar la cantidad que se reciba de nuevos benefactores, es decir, por cada euro recibido, la fundación aportará otro, hasta un máximo de 300 000 euros.

Para celebrar su cuarenta cumpleaños, la Fundación IEISA reunió a más de un centenar de amigos en el edificio Alumni del campus de Madrid. El evento contó con la participación de los tres últimos rectores de la Universidad —José María Bastero, Ángel J. Gómez Montoro y Alfonso Sánchez-Tabernero—, que conversaron sobre la institución universitaria, su misión en la sociedad y hacia dónde se dirige. Sánchez-Tabernero resaltó que el proyecto de la Universidad, basado en el mensaje cristiano, solo ha sido posible por los amigos: «Estamos aquí por ellos». Antes de finalizar el acto, cuatro antiguos becarios alumni compartieron su testimonio y agradecieron la generosidad de los donantes.

PREMIO BRAJNOVIC

La Facultad de Comunicación entregará el 17 de febrero de 2022 el Premio Luka Brajnovic a título póstumo a David Beriain [Com 99], asesinado el 27 abril de 2021 en Burkina Faso. El acto académico irá acompañado de diversas iniciativas en las que participarán amigos y compañeros del periodista navarro.

silvia penco carlos naya, director de la escuela superior de arquitectura «Navarra está en las mejores condiciones para ser una región faro sobre el futuro de la edificación y el diseño»

Del artículo «El arquitecto de una sociedad mejor», publicado el 16 de octubre de 2021 en Navarra Capital.

ricardo piñero, catedrático de estética y teoría de las artes «Si prescindimos de la verdad, de los otros, del bien, construimos una sociedad al margen de las grandes cuestiones filosóficas, que son las grandes cuestiones del ser humano»

Del vídeo con motivo del Día Mundial de la Filosofía, celebrado el 18 de noviembre de 2021.

alfonso sánchez-tabernero, rector de la universidad de navarra «En Navarra sumamos fuerzas; colaboramos desde el ámbito público y privado porque así prestamos un servicio mejor a los ciudadanos»

De la intervención en el acto de apertura de curso, que tuvo lugar el 3 de septiembre de 2021.

Natalia López-Moratalla: «He visto el nacer de la bioquímica: apasionante, preciosa. A mí me gusta la vida»

Natalia López-Moratalla estudió Ciencias Químicas en Granada y es catedrática de Bioquímica y Biología Molecular. Pionera, la segunda de España. También fue vicerrectora junto con Alfonso Nieto y Francisco Ponz. Recibió la Medalla de Oro de la Universidad por su defensa de la vida. A la búsqueda del conocimiento de ese origen consagró su carrera científica.

texto Victoria De Julián [Fia Com 21] fotografía Archivo Fotográfico Universidad de Navarra y Manuel Castells [Com 87]

el profesor esteban santiago camina nervioso, de un lado a otro, por los pasillos de los laboratorios de Ciencias. Dirige la tesis de Natalia López-Moratalla, que ha pasado meses triturando cientos de kilos de cáscaras de calabaza. El trabajo investiga la Localización de componentes de la cadena respiratoria en partículas submitocondriales. O sea, cortar por la mitad una mitocondria y ver dónde se sitúan ciertas moléculas. —Echaba ácido ascórbico para partir la mitocondria —explica—. Pero luego no quería que se metiese dentro sino, con precisión, quitar un compuesto que me estorbaba, para ser rigurosa. Así que pensé: «Ascórbico oxidasa y me lo cargo». No existía como reactivo, pero yo sabía que estaba en la cáscara de las calabazas, aunque en cantidades muy pequeñas.

Natalia ríe al recordar el tamaño de las calabazas —abre los brazos como para dar un abrazo, calcula en su memoria la anchura—, cómo las hacía rodar por los pasillos y que llenaron la despensa de los colegios mayores durante meses. Treinta calabazas después, llegó el momento de precipitar unas gotitas del diminuto tubo que había conseguido. —Esteban Santiago estaba muy nervioso solo pensando en el tiempo que llevaba yo detrás de las calabazas —ríe de nuevo—. Yo, tan tranquila, pensaba: «Lo voy a obtener y punto». Eso lo valoraron mucho en el tribunal de la tesis. No se me ponía nada por delante.

a un coñac de la cátedra. Natalia

López-Moratalla llegó de su Granada, donde estudió Ciencias Químicas, a Pamplona el 24 de septiembre de 1968 para convertirse en doctora. Viajó en tren con una carta de recomendación del rector de la Universidad de esa ciudad andaluza y catedrático de Bioquímica, el profesor Federico Mayor Zaragoza. Esteban Santiago se había incorporado a la Universidad de Navarra en 1962 desde Wisconsin y estaba a punto de marcharse a Murcia, donde ganó en aquella época la cátedra. Así que buscaba a alguien que le sustituyese. —Y se encontró conmigo, que no sabía ni una palabra de bioquímica —confiesa Natalia—. Me miró… Era muy cría y siempre he aparentado menos edad. Él se esperaba una auténtica señora, ¡pensaba que yo era una bioquímica! Y no. Iba a trabajar en la mitocondria y me preguntó por la fosforilación oxidativa. No tenía ni idea y le dije: «Lo contrario de la fotosíntesis». Me respondió: «Señorita, ¿no sabe usted algo más de este tema?».

«LOS DE LA MALETA»

Este texto es la octava entrega de «Los de la maleta», una serie de reportajes y entrevistas con los que Nuestro Tiempo pretende escarbar en los corazones de los pioneros que levantaron la Universidad de Navarra. En esta ocasión presentamos un perfil de Natalia López-Moratalla, investigadora, científica, profesora, gobernante, maestra.

Esteban Santiago le mandó estudiar una serie de artículos suyos y la dejó a las órdenes de Merche Preciados en el laboratorio, donde Natalia «cacharreaba bien». A la vez, empezó a impartir clases de Bioquímica clásica. No había libro de texto porque se trataba de una disciplina muy nueva, así que Natalia inventó el programa de la asignatura. Preparaba la clase de las nueve de la mañana con los artículos que leía y lo que veía en el telediario la noche anterior. Por ejemplo, cuando Luis Federico Leloir ganó el Nobel de Química, centró una clase en sus descubrimientos. En los exámenes fotocopiaba un trabajo de investigación al que le quitaba la discusión para que la pensasen los alumnos y les dejaba llevarse el papel a casa. Una noche de mayo, allá por los años setenta, Natalia dormía cuando le llamaron por teléfono a las dos de la mañana. Eran unos alumnos, que se habían reunido para hacer la prueba y se habían atascado. —Al principio los estudiantes me daban miedo porque yo no tenía ninguna formación en bioquímica y era casi de su edad. Iba estudiando delante de ellos. Se reían de mi acento andaluz, pero obedecían. Definí mi sistema de enseñanza: si a mí me gusta algo, les tiene que gustar a ellos, porque a mí me gustan las cosas buenas. Eran unas clases muy de diálogo. Disfruté mucho con los alumnos. Les retaba. Me parece que en las aulas sobran trabajitos y falta más trato directo. Para mí la universidad no es examinar, es enseñar a pensar. Es como echar las redes para pescar. »Y cuanto más lejos eches la red, más abarcas. A mí siempre me han gustado los resultados negativos. Mis doctorandos se reían de mí… ¡Natalia, tenemos un resultado negativo! —lo dice expresando alegría—. Si un experimento sale, has dado un pasito. En cambio, si no obtienes el efecto esperado, no hay que hundirse. Eso te impulsa a lanzar las redes más lejos. Aunque Esteban Santiago no quería resultados negativos.

Natalia cree que Esteban Santiago le pidió al profesor Juan Jiménez Vargas que cuidara de ella. Don Juan, catedrático de Fisiología, había llegado a Navarra en 1954, apenas dos años después de la fundación del Estudio General, como una de las piedras angulares de la Facultad de Medicina y la Clínica. Si Esteban Santiago, dice, ejercía de padre para ella, don Juan fue como su abuelo. Como Natalia era pequeñita, le puso una tarima en clase. La perseguía por los pasillos para que no se juntara con los filósofos: «Mira, Natalia, el cerebro es como es y no como los filósofos quieren para que les encajen sus teorías». Y le dio la idea para deslumbrar al tribunal en su oposición a catedrática: —Ponte un vestido y un maquillaje de esos. —Pero, don Juan, ¿qué quiere decir? —Esos que hacen mayor. Mira, los del tribunal están comentando que pareces una monjilla —le explicó, molesto—. Y que hablas tan flojito que, en un aula con cien alumnos, tú desapareces. Cuchichean que es que eres mujer. Mañana no desayunes. Te tomas una copa de coñac y te vienes.

El rector Francisco Ponz impone el birrete de doctora a Natalia LópezMoratalla en mayo de 1972. En el acto de apertura del curso 1984-85, cuando Natalia era vicerrectora de Profesorado.

La lección magistral, el cuarto de los siete ejercicios de la oposición, era a las ocho de la mañana. —¡Salí como un toro! Y, además, con la copa de coñac. A don Juan le enfadó tanto que me consideraran una niñita que quería que yo sacara el genio. Había recibido un curso de doctorado solo para esa lección magistral y me ayudó Isidoro Rasines [antiguo secretario general de la Universidad que fue profesor de investigación del CSIC y pionero de la química de materiales]. Trataba sobre una enzima que yo creía que tenía hierro. Estudié cómo cambiaba la actividad de los electrones a través de ese elemento químico. Muy trabajada. De hecho, el tribunal me pidió la bibliografía.

Entre la tesis, que leyó en 1971, y la cátedra, en 1981, Natalia sacó otras dos oposiciones, impartió las clases de Evolución y Embriología, comenzó a dirigir tesis, fue vicedecana de Ciencias, impulsó en 1976 el departamento de Bioética y viajó por medio mundo con el profesor Esteban Santiago —que estuvo en Murcia y en Oviedo y regresó de nuevo a Pamplona— para asistir a congresos de bioquímica. En uno celebrado en Suecia, como Santiago sabía ruso, le echó una mano a Natalia para que pudiese conversar con el nobel de Química Aleksandr Oparin, a quien la URSS había censurado su investigación sobre el origen de la vida. Una noche fueron a cenar con Alberto Sols, pionero de la bioquímica en España. Natalia y Sols hablaron sobre una nueva manera de comprender la célula que luego se extendió con el nacimiento de la biología molecular. En medio de la cena, escribían fórmulas y dibujaban proteínas en una servilleta. —He visto todo el nacer de la bioquímica, apasionante, preciosa. Mejor que las químicas. A mí me gustaba la vida.

la bomba atómica y san josemaría.

Un día de 1963, mucho antes de pensar en Navarra, cuando aún cursaba primero de carrera, Natalia escuchó hablar de Niels Bohr, el físico que dilucidó la estructura íntima del átomo y en quien encontró la clave del sentido de su propia carrera científica. «Me deslumbró que pudiera explicar el mundo subatómico con esa precisión. ¡Se entendía! Eso me atrajo mucho», recuerda alegremente. Lo que oyó sobre el alma del átomo, el origen material de las cosas, hizo que se decantara por la química. Fue en una lección que impartió Fermín Capitán. Después de clase, corrió a buscar libros sobre Bohr. Comprender el átomo implicó saber cómo se desintegraba y qué era la radiactividad. Y, sin embargo, algunos de los discípulos de Bohr participaron en la fabricación de la bomba atómica. —Leí que Bohr se lamentaba de no haber hecho pensar a sus estudiantes. Decía: «Si hubiera reflexionado en mis clases, mis alumnos no habrían fabricado la bomba atómica». Aquello se me grabó. Me impactó ver que tu propia investigación pudiese usarse para el bien o para el mal. La técnica en sí misma es neutra. Me fui a Pamplona con ese runrún que luego me impulsó a dedicarme a la bioética.

Los López-Moratalla son muy de ciencias. Su madre, Consuelo, era maestra de escuela. Y su padre, Natalio, quería ser médico, pero le pilló la guerra. La hermana mayor de Natalia, Conchi, estudió Matemáticas. Y sus dos hermanos, Manuel y Gabriel, sí fueron médicos. Natalio era de un pueblecito granadino, Atarfe, y fue comisario de la policía secreta: se dedicaba a vigilar los libros que entraban en

«Me impactó ver que tu propia investigación pudiese usarse para el bien o para el mal. Me fui a Pamplona con ese runrún que me impulsó a dedicarme a la bioética»

La profesora López-Moratalla junto a don Álvaro del Portillo en la investidura de doctores honoris causa de 1989. Natalia y otros compañeros, reunidos en al salón de grados con profesores de la Universidad de Moscú en 1990.

España. Natalio sacaba todas las semanas alguno bueno del centro artístico del Casino de Granada, que tenía una biblioteca estupenda, para llevárselos a sus hijas. Natalia se deshace en elogios hacia su familia: «Mis padres nos pedían estudiar a fondo; eran profundamente trabajadores, honrados, una familia feliz».

En tercero de carrera, en 1965, Natalia conoció el Opus Dei. —Eso es otro lío —ríe—. Entonces había muchos grupos de oración de jóvenes. Íbamos gente de la universidad a la típica sabatina. Los que estábamos más comprometidos comentábamos entre nosotros el Evangelio. Y después, como Dios manda, salíamos a ligar. Los chicos eran majos y tenían inquietudes. Un día alguien criticó al Opus Dei. Yo leía Camino (supongo que me lo regalaría mi madre) y me encantaba. Ese libro era impresionante pero yo no tenía ni idea del fundador ni conocía la Obra. Luego me entró el remordimiento por haberme callado y no haber defendido una institución de la Iglesia y me fui a confesar.

El sacerdote al que acudió le dio la dirección de un centro del Opus Dei en Granada. «Me acompañaron unas amigas por si me raptaban», comenta riendo. La directora se ofreció a explicarle qué era la Obra, pero, como al día siguiente empezaba un curso de retiro, le invitó a conocerla por ella misma. El retiro era en una casa en la carretera que lleva a Atarfe. —Y caí en el curso de retiro, paracaidista del todo, buscando la verdad. Me encantó todo lo que vi. Tenía un novio, lo planté de la noche a la mañana y nunca he dudado.

El 7 de octubre de 1967 Natalia se subió a un tren: el Pitasur de Córdoba a Pamplona. Montaron chicos, chicas, familias y sacerdotes para asistir el 8 de octubre a la II Asamblea de Amigos de la Universidad de Navarra. La misa al aire libre que se celebró en el campus a los pies de la Biblioteca deslumbró a Natalia. Cinceló en su corazón cada palabra de Amar al mundo apasionadamente, la homilía que pronunció san Josemaría. Sobre todo, eso de «descubrir ese algo divino que en los detalles se encierra».

Por eso, un año después, cuando pidió consejo al profesor Federico Mayor Zaragoza sobre dónde realizar la tesis en Bioquímica y este respondió que en Navarra, no se lo pensó dos veces. En Pamplona siguió bailando con la fe y la ciencia, algo que nunca le ha supuesto conflicto. Todo lo contrario. —Los primeros capítulos del Génesis me han servido para echar las redes muy lejos y sin miedo a encontrarme algo que no me cuadrara. Cuando Dios crea a Adán y Eva dice que cogió barro de la tierra, lo amasó y llegaron a ser seres vivos.

Natalia completa el Génesis con sus conocimientos de biología, genética, evolución y la filosofía de Leonardo Polo; y decanta con sutileza su hallazgo sobre el origen de la vida. —No es «aquí tengo un ser vivo», sino que llegaron a ser. No es que haya un cuerpo sobre el que llegue un alma, sino que no hay cuerpo sin el alma que lo desarrolla. No es que los padres hagan el cuerpo y Dios vierta el alma. Los padres preparan el barro, los gametos. Ese genoma solo se convierte en un cigoto que arranca a vivir si Dios le llama a la existencia y le comunica libertad. Eso es ser persona.

Cuando Federico Mayor Zaragoza le recomendó que realizara la tesis en Navarra, no se lo pensó dos veces. En Pamplona siguió bailando con la fe y la ciencia.

media vértebra extra para sujetar un vicerrectorado. Natalia cambia todas las letras de sitio, las confunde y tiene muchas faltas de ortografía. Es distraída. Su madre le intentaba

Campus Los de la maletaJunto a don Juan Jiménez Vargas, maestro y amigo, en el acto en el que él recibió la Medalla de Oro, en 1990. A Natalia siempre le ha gustado andar por el laboratorio. En la foto, de 1996, con Carlos de Miguel.

enseñar cuando era pequeña que la b tiene barriguita y la d no. En el colegio la mandaban a párvulos para castigarla, y ella hacía rabiar a las monjas, porque se ponía a jugar con los niños pequeños. Ya era catedrática cuando, leyendo un artículo de Telva, se enteró de que tenía dislexia. —Hay una serie de palabras que no soy capaz de decir y he ido buscando sinónimos. Con las veces que he de escribir neuro sigo poniendo nuero. Yo esto lo he tenido siempre, pero nunca le he llamado nada. Hasta que leí un artículo sobre niños disléxicos. Solo hubo una pieza que no me encajó. Hablaban de falta de afecto. ¿Yo? ¡Si algo soy es adoración de mi madre y de mi padre! Ahora todo es psicológico y falta de nosecuantos.

Natalia fue nombrada vicerrectora de Profesorado en 1984 para sustituir a don Ismael Sánchez Bella. Su misión consistió en alentar la calidad de la docencia y la investigación. Hablar mucho con los profesores y buscar personas que mejoraran el equipo de la Universidad. «Yo tenía un concepto muy claro de lo interfacultativo. Me tocó lo más fácil y lo más bonito», cuenta. Alfonso Nieto, entonces rector, le aconsejó que se arrimara al profesor Francisco Ponz, que llevaba desde 1966 en el Rectorado.

Otro secreto de Natalia López-Moratalla es que siempre ha sufrido una lesión muy fuerte en la espalda. Media vértebra de más hace que se le curve la columna hacia la izquierda. La han operado varias veces: en el 69, recién llegada a Pamplona; en el 80, preparando las oposiciones; y en el 92, ya siendo vicerrectora. Esa vez le injertaron un trozo de peroné en la columna y estuvo unos meses recuperándose en la Clínica. Fue a visitarla el entonces prelado del Opus Dei, el beato Álvaro del Portillo. —¡Con esos ojos azules! Me dijo que la enfermedad era un bien para mi alma. ¡Y oye! Así fue. Yo hubiera sido una yuppie, pa’rriba, pa’bajo… Y como estaba más limitada, me he frenado y he podido pensar.

Cuando se recuperó y volvió al trabajo en Rectorado, el doctor Ponz la recibió con un escueto «bienvenida». Natalia recuerda lo sobrio y recto que era, y que esa fue la muestra de afecto más efusiva que le dio. Por su parte, Alfonso Nieto era muy sociable y alegre, tenía una vitrina en su despacho de la facultad en la que guardaba detalles de congresos, cacharros, tonterías, pequeños detalles que luego regalaba a todo el mundo. «Tan cercano y divertido, me tomaba muchísimo el pelo. Me llamaba Pantoja por mi acento», recuerda. —El doctor Ponz tenía un Bic. Nunca le he visto otro. Y una letra muy pequeñita. De él aprendí el rigor. Estudiábamos muchos expedientes. Recuerdo uno en particular al que él dedicó mucho tiempo y me pasó después para que lo revisara. Cuando se lo devolví me llamó. Se puso de pie, siempre de pie, respetuoso al máximo. Me preguntó con asombro: «¿Podría usted explicarme cómo ha resuelto este expediente tan rápido? No ha pasado ni un cuarto de hora». Lo que pasó es que yo me había guiado por la intuición femenina.

Nieto bromeaba con Natalia sobre ese sexto sentido: «Huele esto, a ver a qué te suena». Después de investigar sobre el origen de la vida en Embriología, Genética y Evolución, la doctora LópezMoratalla comenzó a indagar en el cerebro humano y las diferencias entre el varón y la mujer a nivel cognitivo. Ella sabía a ciencia cierta que sus conexiones cerebrales seguían patrones ligeramente

«El doctor Ponz tenía un Bic. Nunca le he visto otro. Y una letra muy pequeñita. De él aprendí el rigor»

En el Aula Magna de la Universidad, Natalia recibió la Medalla de Oro en 2008, de manos del rector Ángel J. Gómez Montoro.

distintos: ellos realizan más conexiones en el hemisferio izquierdo, el analítico; y ellas, más conexiones entre hemisferios, viajando del analítico al emocional. «La intuición. Con el primer golpe casi siempre aciertas. Luego había que razonarlo, para que los hombres entendieran que llegabas a lo mismo, pero de otra forma», se jacta.

En 1987, cuando el Gobierno de Navarra impulsó la creación de la Universidad Pública de Navarra (UPNA) y dejó a la Universidad de Navarra sin subvención, su intuición presagió tormenta. En el Rectorado debatieron qué hacer al respecto. El doctor Ponz pensaba que el Gobierno obraba legítimamente y estaba de acuerdo con Nieto en elevar el precio de las matrículas para solventar el problema de financiación. A Natalia aquello le horrorizó. —Eran muy magnánimos, acostumbrados a conseguir mucho dinero si hacía falta. A mí los temas económicos me parecían un mundo, porque en mi familia siempre hemos ido muy justicos. Yo no quería subir las matrículas. Me parecía que eso iba en contra de todo lo que quería el fundador: que nadie se quedara sin estudiar en la Universidad de Navarra porque no tuviera medios económicos. Hablé un poco triste con el vicecanciller, porque me parecía una decisión muy fuerte. ¡Me daba miedo que empezara otra universidad diferente! Me consoló y me dejó muy claro que esa medida iba acompañada de buscar medios para los que no pudieran pagar la matrícula. He dado muchas gracias a Dios porque no me hicieran caso entonces. Es muy importante para una institución educativa gozar de autonomía; san Josemaría quería que fuese una universidad «del pueblo y para el pueblo». Por eso creó la Asociación de Amigos. Él también soñaba que, a partir de un momento, fuesen los antiguos alumnos quienes ayudaran a otros alumnos, y eso son las Becas Alumni. Es muy bonito.

Natalia no es miedosa. Pero le da miedo que los jóvenes no estén bien formados para los retos del futuro y le preocupa ver que se rompen muchas familias. Por eso en 2021 publicó Humanos. Los vínculos familiares en el corazón del cerebro, que indaga en la vida afectiva a nivel neurológico. Es el libro del que está más orgullosa. También le dio miedo que la Universidad de Navarra cambiara con la introducción del plan Bolonia y los avances tecnológicos. Su intuición, de nuevo, se equivocó. —Me he dado cuenta de que ha cambiado mucho. Pero el aire, la esencia de la Universidad, se mantiene de otra forma. Ahora la comunicación es más personal. Los profesores son más cercanos y los jóvenes son más abiertos y cariñosos.

El día que fue a EUNSA, la editorial de la Universidad, a recoger ejemplares de su último libro, quedó deslumbrada. Cinco personas se acercaron a ayudarla. El bedel de la Facultad de Comunicación le prestó un carrito para que los cargara. Dos profesoras le echaron una mano para superar un obstáculo, unos cables que había en el suelo. Y dos alumnos subieron los ejemplares a su coche —más de treinta, de cuatrocientas páginas—. Y, quizá, sin saber que eran los libros de la segunda catedrática de Bioquímica de España, la maestra audaz que inventó el programa de la asignatura, la científica filósofa laureada con la Medalla de Oro por su incansable búsqueda de la verdad para defender la vida. Tiene entre manos un trabajo sobre los genes que dan la forma y el color —la belleza— a lo natural. Esa sí será, de momento, la última, porque tiene ya 75 años. Nt

«Me he dado cuenta de que la Universidad ha cambiado mucho. Pero el aire, la esencia, se mantiene de otra forma»

Ana Iris y el ratón

Tras el gran éxito de Feria, un relato sobre su propia historia y la de su familia, Ana Iris Simón (Campo de Criptana, 1991) visita la Universidad arrastrando un debate del que prefiere hacer oídos sordos. A través de una prosa certera e ingeniosa, defiende que el amor se entiende mejor con unas flores que con un tratado filosófico, que Machado es tan popular como Don Patricio, y que la mayor herencia puede residir bajo la sombra del almendro que plantó su abuelo Vicente para ella.

texto Judith Alegría [LEC 22 Fil 23] y Antonio Rubio Martínez [LEC 22 His 23] fotografía Manuel Castells [Com 87]

un buen día, un ratón quiso hacer turismo. Pero no a la Alhambra ni al corral de comedias de Almagro, aunque este último le quedara más cerca. Escogió como destino una clase de Inglés del Vicente Aleixandre en Aranjuez. Como suele pasar, nadie pensó en los derechos de tránsito de una criatura tan pequeña, el conserje lo invitó a abandonar el aula, y la profesora de Lengua pidió a sus alumnos una redacción sobre el incidente. El padre de Ana Iris Simón, que era una de las estudiantes, le sugirió la que luego sería una de sus máximas: ponerse en el lugar del ratón. Entonces ganó un diccionario Vox y un estuche, pero ahora ha conseguido que miles de lectores discutan sobre cada línea de su primer libro, Feria (Círculo de Tiza, 2020). En él, a través de su familia y de su propia vida, reflexiona sobre temas tan variados como el amor, la política, el sentimiento de pertenencia a algo que la trasciende, la religión, la cultura popular y los problemas de este siglo. El texto ha suscitado una gran controversia entre quienes piensan que es una defensa de la familia y de la patria y quienes ven en Feria un espíritu reaccionario.

El 9 de septiembre, Ana Iris se encargó de cerrar (ella, que tantos melones ha abierto) el curso de Escritura Autobiográfica de Mujeres organizado por la Facultad de Filosofía y Letras, en el que también participaron, entre otros autores, Ana Caballé y Clara Obligado. Ana Iris ha hecho a sus lectores añorar Ontígola, un pueblo de Toledo que nunca han conocido y donde ella se crio, y que reconstruye con mucho cariño. ¿A quién le iba a interesar que el abuelo Vicente preparara las tostadas el día anterior? A cualquiera que, aunque no sea manchego ni nieto de

Vista de Ontígola (Toledo), el pueblo en el que la escritora pasó su infancia y que reconstruye en Feria.

feriantes, tenga una familia, un lugar al que volver, algo de lo que sentirse tan orgulloso como avergonzado. Porque, como dijo Julio Cortázar, al que citó la autora en la presentación, cuando uno subraya un libro, el subrayado es él, porque este no acaba sus días hasta que no deja de haber personas capaces de emocionarse con las vidas ajenas, en este caso con un matrimonio de carteros. Por un lado, Javier, su padre, hijo de Vicente y Mari Cruz, familia de tradición comunista, y, por otro, Ana Mari, su madre, hija de Gregorio y María Solo, dueños de un puesto de juguetes.

dos infancias. Ya a solas con Nuestro Tiempo en la biblioteca del Museo, y mientras daba de mamar a su hijo, «que tenía más hambre que el perro de un ciego», definió el arte de la escritura como «robarle trocitos al mundo». Y Ana Iris Simón, porque, según su padre, no sabía inventarse nada, decidió tomárselos prestados a su familia y, de paso, a ella misma. En esos momentos que comparte en soledad con una criatura que aún no dice palabra, no puede dejar de explicarle lo que aprenderá en la escuela o de imaginarse cuando vayan a regar el árbol de San Isidro que plantó su bisabuelo en Ontígola. En este mundo de contenidos, de inmediatez, dar de mamar es una ocasión en la que «no se consume nada; al contrario: le estás dando a alguien tu cuerpo, se está alimentando de ti». «Es como estar enamorado —continúa—, la forma de gratitud más pura». Para su hijo, anónimo por decisión de la pareja, el pecho es «la solución a todos los males: a su estreñimiento, a su hipo, a su sueño y, por supuesto, a sus ganas de cariño y a su hambre», como dice en una columna en El País. Para ella, en cambio, es «la revelación primigenia de que casi nunca hay salida individual a los problemas ni alegría posible si no hay un otro con quien celebrar».

Ana Iris querría para su hijo la infancia que ella tuvo, porque «de a poco que hayas sido feliz, quieres que vea lo mismo». No obstante, como le recuerda su padre, eso es imposible. Su Ontígola es más un recuerdo encerrado en las calles en las que jugaba que un lugar al que se vuelve por Navidad. Ella misma tampoco es la niña que, aunque sociable, «estaba mucho sola, y me gustaba». Una de las sensaciones más placenteras era la libertad que sentía, como todos, cuando sus padres dormían la siesta. La casa pasaba a ser cómplice de sus andanzas, aunque no hubo (hasta los diez años) un hermano al que echarle la culpa. Siempre tuvo, además, la manía del cuento de la lechera, la de adelantarse al futuro, que se remonta a la tarde vergonzosa en la que su padre le descubrió una dedicatoria grandilocuente para un libro aún sin escribir. «Me di cuenta de que había hecho algo mal, porque había perseguido la gloria sin hacer nada». Sí

que tenía un diario, en cambio, de esos que uno nunca sabe si guardar o quemar, en el que se prometía que sería o política o periodista.

el dilema del progreso. Ahora, como le ocurría a su padre cuando ella era niña, le irrita la manida pregunta del qué quieres ser de mayor. «Él me decía que respondiera que buena persona». Y tenía razón. ¿Por qué angustiarlos con un futuro en el que todavía no tienen que pensar? Quizá antes tenía más sentido. La generación de sus padres estrenó la democracia y aún no había perdido la confianza en el progreso. Este es el mismo motivo, a su juicio, por el que no se tienen hijos. Al contrario, se promueve la vida individualista, la pobreza del iPhone y el Netflix. «El hombre moderno piensa que la historia es lineal, que el uno es mejor que el cero solo por venir después, pero esto únicamente es parte de la soberbia y de la inocencia», reflexiona. Si, como recuerda, en la Revolución francesa fusilaron relojes, nosotros condenamos a las generaciones previas por no tener nuestros mismos criterios morales. En este punto, recurre a una sentencia de C. S. Lewis que ha citado en varias ocasiones: «Cuando uno se está acercando a un acantilado, lo más progresista es dar dos pasos atrás».

Ante esto, Ana Iris se encoge de hombros y sentencia que la historia se rige por «movimientos pendulares», es decir, que, como los pantalones de campana, algo desaparece para volver a la palestra décadas después. En el arte, comenta, como en todo, si la subversión es un fin en sí mismo, si se ha convertido en la norma, entonces lo clásico es lo que rompe con el sistema. El péndulo no garantiza la repetición literal; así lo dice la cita de Marx reformulando a Hegel que aparece en el libro: la primera vez ocurre como tragedia, y la segunda, como farsa. Hay quien no quiere ver que la historia pueda ser el badajo de una campana, porque se ha creído en el mito del progreso, en ese para el que Ana Iris no encuentra una definición, ni tampoco los jóvenes que buscan una tabla en el naufragio del mundo moderno. Se les ha vendido que con soñar es suficiente para cumplir los planes más ambiciosos. Ana Iris señala que este «pensamiento piruleta, liberal y capitalista» es la otra cara de la autodeterminación, de la búsqueda ilusoria de unos ciudadanos libres de las ataduras no escogidas, como la familia, la lengua o la patria. Muy pocos se atreven a hablar de esto, dice; por eso ella lo hace, y suscita tanto revuelo. En definitiva, no aceptan las circunstancias que resultaban tan importantes en la idea del yo de Ortega y Gasset, y solo valoran aquello que, a juicio de la autora, tienen derecho a elegir por considerarla la única forma de manifestarse y, aún peor, de ser.

Quizás lo más fácil sería acusar a una millonaria fábrica de ilusiones como Disney de habernos convencido de que somos capaces de todo, y sin necesidad de mover un dedo. Sin embargo, considera que no hace falta irse tan lejos. Unos días antes de la presentación, cuenta la escritora, escuchó la entrevista de Javier Gómez, guionista de La casa de papel, en El faro de la Cadena SER, en la que argüía que, si había llegado a ese puesto, era exclusivamente por haber estudiado en el sistema público. Ante estas declaraciones, coincide con la respuesta de Sergio del Molino, autor de varios libros sobre la España vacía, que acababa así: «Más nos valdría dejar de poner velas a la fe familiar y reconocer de vez en cuando que también hemos tenido mucho de eso que en el barrio llamábamos potra». Si se entiende la vida como un sistema de causa-efecto, el 68 por ciento de los jóvenes, que son los que estudian en la enseñanza pública, tendría asegurado un trabajo acorde a sus más ambiciosas ensoñaciones. Pero la trágica cifra de que uno de cada dos esté en el paro desmiente esta afirmación.

«Mi padre me decía que iba a ser la cajera más lista del Mercadona», recuerda. Y, aun trabajando en lo suyo, en algo,

«Ana Iris señala que este “pensamiento piruleta, liberal y capitalista ” es la otra cara de la autodeterminación, de la búsqueda ilusoria de unos ciudadanos libres de las ataduras no escogidas, como la familia, la lengua o la patria»

según muchos, infinitamente superior, Ana Iris cobra lo mismo que ella, y tampoco la ha librado de sufrir tres ERE. En uno de sus trabajos, cuenta, viajaba mucho, y pasaba de hoteles de seis estrellas, que los hay, al piso de Malasaña, a la habitación compartida con su madre y su hermano. Ana Iris explica que su generación, por haber ido a la universidad, piensa que tiene el futuro asegurado. «Pero cuanto antes nos caigamos del caballo, mejor», dice. «La mayoría de los de mi curso no trabajan en lo suyo». Y, sin embargo, se creen clase media, cuando son, como dice en un punto del libro, lumpen-burguesía, incapaces de pagar una mala hipoteca y mucho menos de tener un hijo. Esta es la conclusión a la que llega: que su abuela no conoció a su nieto porque no pudo nacer a tiempo, que «el problema es mío por haber elegido la universidad antes que nada en el mundo y el centro de Madrid y las exposiciones de La Casa Encendida y las noches en el Dos de Mayo con todo lo que eso excluye, y todo lo que eso excluye es lo que realmente soy».

españa y el fin de la excepciona-

lidad. Mientras le cambia el pañal a su hijo, concluye que ella es producto de esa España que «dejó de ser excepcional», y que, al volver a sus orígenes, ha encontrado su fundamento. Ella presenció el paso de la papelería El Abanico y los disfraces de la Corales de su pueblo al Leclerc de mostradores brillantes y olor a suelo recién fregado. Y no hay que irse a Ontígola para ver la ruina de unos por el monopolio de otros. Ana Iris, como muchos españoles, fue testigo de un cambio que, de tan sutil, pasó desapercibido. De toda aquella vorágine se ocupa en otra de sus columnas de El País, protagonizada por un zapato rojo que, viudo de futuro, alguien olvidó en el mostrador de Calzados El Rápido, una zapatería de Ontígola que cerró por la falta de clientes. Pero si España ha dejado de ser diferente, como promocionaba el eslogan turístico de los años sesenta, ¿qué era entonces? Lo mismo que ahora, responde Ana Iris: esa pregunta con la que unos se empecinan de por vida y otros, en cambio, evitan constantemente.

Tal vez, menciona, una de las singularidades de este país es que el orgullo que se permiten los humildes mana de las cosas más cotidianas: la comida de casa, los paisajes, las tapas. Porque, como descubrió un amigo suyo, también en Nueva York tienen sobremesa, pero no como la nuestra. Adopta de un libro en el que se refleja el cambio que ha sufrido el paisaje tras la burbuja inmobiliaria el concepto de nación-rotonda, que dio lugar a algunas especialmente extravagantes. ¿En qué otro país podrían dedicarse a una encajera, a una paellera de récord Guinness o a una patata punky? Puede que, al leer esto, dé vergüenza sentirse orgullosos del país, pero cuando partimos, llevamos, como Juan Ramón Jiménez, una brújula siempre apuntando a España, recuerda Ana Iris. Vamos, que tenía razón Juanito Valderrama al cantar aquello de que

«“Me da envidia la vida que tenían mis padres a mi edad”. Cómo debe estar el patio para que, de una frase tan sencilla, de reconocer que ellos poseían algo, poco pero suyo, se haya armado tal marimorena»

«aunque soy un emigrante jamás en la vida podré yo olvidarte».

Aunque lo tome como anécdota, formar parte de una sociedad, de un país, no es solo reconocerse en los monumentos de las rotondas, sino también considerar los muertos del vecino como propios. Eso le hizo a la abuela feriante de Ana Iris insultar a los asesinos de Miguel Ángel Blanco, y puede que motivara a la chica nicaragüense de la que habla en su columna sobre la Hispanidad a ofrecerse para llevarle «un ramito de flores» a su tío abuelo misionero que murió en aquel país. Génesis, que así se llamaba, se sintió hermanada con ella por la lengua, que sin duda es el mejor puente entre dos pueblos, y, como dice en ese artículo, por «nuestra querencia por los vínculos fuertes y nuestra manía de anteponer —aún y menos mal— lo afectivo a lo productivo». Porque ya lo sabían los exiliados republicanos, que abandonaron su casa para irse a la de sus parientes, y Carlos Cano, quien, citando a Lola Flores, cantaba aquello de que «La Habana es Cádiz con más negritos, / Cádiz es La Habana con más salero». Hoy, esta «familia extensa, humilde y rural» se ha visto reducida, según Ana Iris, como La Mancha, a ser la periferia del mundo.

amar en tiempos de perreo. De esa familia, y de la suya propia, mantiene viva una herencia que no precisa de notario: su refranero, esa sabiduría popular a la que uno puede aludir cuando quiere zanjar una conversación. Y es que cosa hecha no corre prisa, diría el abuelo Vicente, que se dejaba «las pastillas del día siguiente preparadas, la bolsa de manzanilla en el vaso» y la escoba presta para barrer las migas del desayuno. Sin embargo, lo estamos perdiendo. A esta reflexión llegó Ana Iris cuando, preocupada por si un día se quedara sin leche para su hijo, le respondió la Ana Mari, que, como dice la autora, se expande como el universo y resulta ser su madre: «Nada, hija, que cuanto más llama, más aclama». Pero la cultura po-

Ana Iris Simón firma un ejemplar de Feria a un alumno de la Universidad en la presentación que tuvo lugar en el Museo.

pular no está solo en los dichos, sino que abarca desde Tijeritas hasta Campos de Castilla, que a los dos se los puede citar sin que se sea ni un clasista ni un marrullero, argumenta en Feria. Sostiene también que «populares y plebeyos son también Machado y Hernández y Lorca, y mi abuelo Gregorio los recitaba a los tres». Se ha impuesto la idea de que hay que aparentar ser de la calle pero no serlo, porque hay que «tener plantas tropicales en vez de geranios para parecer menos provinciano» y «que si no le gusta Camela es porque es un elitista», sentencia. Todo esto, y no solo McDonald’s, es el liberalismo. Como dice en el libro, «es también un señor cantándole a que “estar soltera está de moda / por eso ella no se enamora” porque se conoce que amar es una cosa antiquísima y que la revolución será perreando hasta abajo o no será».

Aquí, como siempre para las cuestiones trascendentales, hay que recurrir al abuelo Vicente, un hombre rudo, poco dado a mostrar sus sentimientos hasta que murió su Mari Cruz. Entonces, puso en palabras y en pequeños gestos lo mucho que la quería, porque «si enamorarse significa la posibilidad de un futuro, no tenerla cerca es lo más parecido a carecer de presente». Por él, y no por el horóscopo, sabe que el amor, como la fe, no es fácil, y que tal vez por eso se niega tanto su existencia, porque es materia de película navideña y poeta cursi. ¿Y a qué se debe esta obsesión? A que «éramos y somos unos mediocres y a los mediocres no les gusta intuir nada que aspire a lo sublime y a lo épico», dice en su libro, y que «las relaciones cada vez son más líquidas porque parece como si le exigiéramos cada vez más al amor a la par que somos, paradójicamente, más incapaces de trabajar y esforzarnos por él cada día». La autora aprendió de su abuelo que «el amor es dejar de plantar solo cosas que sirvan y regar, cada día, un tiesto con flores en su honor», y de Juli y Tamara, dos amigos suyos de los que habla en otra de sus columnas, que «cuando algo se rompe no se tira sino que se arregla».

«Me da envidia la vida que tenían mis padres a mi edad». Cómo debe estar el patio para que, de una frase tan sencilla, de reconocer que ellos poseían algo, poco pero suyo, se haya armado tal marimorena. Entre sus páginas, Ana Iris habla del arte de escribir y de tener hijos, de la infancia añorada, de esa que consistía en «guardar secretos», y del temido abismo de la adultez, de España y de sus vecinos, de la cultura popular y de la religión, pero, sobre todo, de los afectos, que es como decir de la familia. En su libro, ya lo anunciaba el prólogo del músico Pablo Und Destruktion, refleja «el amor a un hermano, a una amiga, al PCE, a un feto metido en un bote, a un oficio, a un país y a todo lo que se ponga por delante», incluso a un ratón que, un buen día, explicó a Ana Iris sin saberlo que, como cantaba El Último de la Fila en Mar antiguo, «No hay otros mundos, pero sí hay otros ojos». Nt

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