53 minute read

Los polos de la virtud, Diego S. Garrocho

CÁTEDRA ABIERTA Diego S. Garrocho Salcedo

Los polos de la virtud

Advertisement

«No llegaré a alinearme con Heráclito, para quien la guerra era el padre de todas las cosas, pero sí creo que existen virtudes civiles que solo se ejercen en el enfrentamiento y en la fecunda oposición de ideas»

LA POLARIZACIÓN ya no es lo que era. En un tiempo en el que todo el mundo clama en su contra, merecería la pena, así fuera como intento, ensayar una posible apología de esta expresión contemporánea del enfrentamiento verbal. Sabemos que ya no amamos —ni odiamos— como solíamos, que la crispación pública y mediática se ha visto agravada por la intoxicación de las redes sociales y sospechamos, haríamos mal en no hacerlo, que detrás de cada tecnología se esconde una nueva forma de dominación política.

Pero debemos ser sinceros. La polarización nos molesta, sobre todo, porque nos ocurre como con el infierno de Sartre: los que polarizan y tensionan son siempre los otros. Nunca somos nosotros los que cometemos excesos ni son nuestras las ideas que asedian la posición de los interlocutores. La defensa legítima de nuestras posiciones jamás nos resulta hiriente, y la agresividad o el ruido se exhiben siempre como atributos del adversario. «L’enfer, c’est les autres».

No llegaré a alinearme con Heráclito, para quien la guerra era el padre de todas las cosas, pero sí creo que existen virtudes civiles que solo se ejercen en el enfrentamiento y en la fecunda oposición de ideas. Nuestra tradición filosófica asienta sus raíces en el diálogo platónico, que encarna la sublimación de un desacuerdo, y las universidades medievales consagraron la disputatio como un instrumento imprescindible para la indagación y el conocimiento. Las ideas no solo se cultivan a través del contacto armónico y mullido sino que germinan y florecen mediante la oposición lealmente instruida. Por eso es de justicia recordar que en el debate, como en la guerra, también existen las reglas. E incluso formas de cortesía y ocasión para la elegancia. Lo que está degradando el régimen de nuestra palabra pública no es tanto la polarización como la mediocridad de los polos. Nada nos impide concebir un espacio público de deliberación donde los contendientes aglutinaran fortalezas y virtudes, principios y recursos de seducción que nos hicieran capaces de amar a un contendiente y a su contrario. Así ocurría en los duelos homéricos, en los que uno nunca sabe del todo por qué héroe habrá de tomar partido, y así imaginamos que sucedían las remotas justas literarias, en las que ambición y vanidad servían para preñar de tino e ingenio a la producción del escribiente. La oposición de ideas no es solo una consecuencia de lo político sino que se distingue como la condición de posibilidad de su más alta dignidad. Recordemos, por ejemplo, que Aristóteles en su Política no describía el logos como un puro instrumento comunicativo. Si somos animales de razón, en verdad lo somos por cuanto conversamos (disputamos, debatimos...) acerca de lo justo y lo injusto. Pedimos la palabra, damos la palabra e incluso, a veces, también la perdemos. Dos amigos lo resumieron en el certero título de un libro: somos seres de palabra. Pero lo somos de la buena como también lo somos de la mala. El hombre es un animal que duda y esa duda, habremos también de recordarlo, es el alimento que nutre su creencia. Es más que probable que el arraigo identitario de nuestros valores —somos aquello en lo que creemos— justifique la vehemencia con la que tantas veces defendemos nuestras ideas. Pero si la valentía debe apreciarse como una virtud civil, y así lo era en sede griega, la generosidad para exponer nuestras creencias a la crítica habrá también de describirse como una forma de excelencia. No sé si el bien, como advirtió el de Estagira, se dice de muchas maneras. Lo que sí tengo claro es que para encontrar tal bien, signifique este lo que signifique, habrán de reunirse distintas maneras de decir para reconocer, de entre todas ellas, la que ojalá mejor lo exprese. Diego S. Garrocho Salcedo es profesor de Ética LA PREGUNTA DEL AUTOR de la Universidad Autónoma de Madrid y presidente del consejo académico de Ethosfera. En noviembre de ¿Hace cuánto que no 2021 recibió el II Premio de Periodismo David Gistau. cambia de opinión sobre @GarrochoS algún tema muy relevante para usted? @NTunav Opine sobre este asunto en Twitter. Los mejores tuits se publicarán en el siguiente número.

Libros

7000

idiomas distintos existen en el mundo, según redondea el anuario Ethnologue. idiomas pueden estar hoy en peligro de extinción, se teme la ONU.

2500

¿Que una imagen vale más que qué…?

Entre los conocimientos que elevan la cultura y sus posibilidades en una persona, debería sobresalir hoy el saber interpretar imágenes, fijas y en movimiento, incluso el poder crearlas.

texto Joseluís González [Filg 82], profesor y escritor @dosvecescuento

Suelo examinar a mis estudiantes de Cultura Audiovisual con dos preguntas básicas y sencillas. Aparentemente. Pretendo comprobar, por supuesto, su hondura de reflexión, su capacidad para relacionar lo que van asimilando, la fuerza de su originalidad o al menos su pericia en esquivar tópicos. Una —no la pongo todos los años— plantea «¿Para qué sirve una fotografía?». La otra cuestión, más trillada, interpela por esto: «¿Comparte usted el axioma de que una imagen vale más que mil palabras?». La respuesta más frecuente es «Depende».

Cierto: depende. ¿Pero de qué factores, de qué circunstancias, de qué objetivos...?

Un argumento irrefragable consiste en asegurar que para afirmar la primacía de la imagen por encima de las palabras se necesitan —¡oh, casualidad!— siete palabras. Quedan bastantes para llegar a las mil. Y la potencia del aforismo y los mensajes afilados está fuera de duda. Aquel constante y esperanzador «Hoy es siempre todavía» de Machado admite millares de glosas.

Delphine de Vigan Ignacio Uría Rachel Cusk

Jean Echenoz

Depende, por supuesto. Parece que tienen diferente tratamiento y distinta consideración el plano del Madrid de los Austrias, un entusiasta dibujo infantil para el Día de la Madre, el Guernica o un Rothko o El mundo de Cristina de Andrew Wyeth, una foto de 1932 de unas marisqueiras o el retrato de unos recién casados. No digamos un holograma, la estatua de una de las decenas de fundiciones de El pensador de Rodin o un cartel veraniego pero artificial de Coca-Cola o incluso la señal de dirección prohibida. Puede añadirse una cohorte de ejemplos.

Mis estudiantes destacan la inmediatez de tener delante una imagen fija y pararse a mirarla y, además, la universalidad de ese lenguaje.

Un texto verbal —una sucesión de palabras— o una película son secuenciales: hay que dar un paso y a continuación otro, el siguiente, el que se eslabona con el anterior. Los lingüistas distinguen hoy entre los textos continuos y los discontinuos. Son discontinuos las infografías, los mapas, una tabla estadística, el formulario de una inscripción, incluso una factura. Suelen apoyar informaciones y requieren «estrategias de lectura no lineal»: admiten leerse a saltos, sin empezar por el principio ni seguir por el «a continuación». Pero una imagen es como una avalancha: una repentina y habitualmente masa enorme de información. Y admite múltiples interpretaciones si resulta compleja. Aunque quizá no tantas si corresponde a la foto en internet de unas sandalias bajadas de precio o de una linterna recargable.

Algún alumno destaca que las palabras —la verborrea, más bien— tampoco ayudan. Una imagen, y en según qué circunstancias el silencio, supera en elocuencia a mil palabras. También un acto es más valioso que mil promesas. Suena contundente. Como los poemas perfectos de César Vallejo: «Por ellos va mi corazón a pie».

Aclaró bastantes de esos dependes un catedrático de la Universidad Complutense, Justo Villafañe, pionero en estas investigaciones. Todavía deberíamos leer su Introducción a la teoría de la imagen (1984 y 2006) para curarnos del analfabetismo visual. Villafañe aplica dos criterios o más bien dos procesos inherentes a una imagen y su naturaleza: la percepción y la representación. Establece una útil tipología: imágenes mentales, naturales, creadas y, si admiten multiplicarse, imágenes registradas.

Las naturales requieren de dos milagros: la luz y un sistema de percepción visual eficaz. Por ejemplo, ver a los de enfrente esperando el mismo semáforo en rojo o un hayedo recién amanecido. Las compartimos. Las mentales, tan por dentro, ¿qué materia tienen? ¿Cómo transmitir, si se recuerdan, una alucinación psicotrópica o una secuencia onírica?

Las creadas pretenden seleccionar un fragmento del entorno óptico. La mano humana dibuja, pinta, esculpe, rueda, diseña, dispara la foto… El artista reinterpreta o abstrae. Pero no sabemos siempre los fundamentos de la plástica: para qué la escala del tamaño, cómo ordenan a nuestros ojos hacia dónde mirar, qué efectos entraña la textura, los significados del color y su tríada de matiz o tono y saturación y brillo. Ni vemos puntos ni líneas ni formas ni pesos visuales. Cuánto nos perdemos.

Lo anterior es una lenta coartada para resaltar la reedición de un imprescindible sobre «lenguaje icónico», el manual La sintaxis de la imagen. De Donis A. Dondis. Suena a pseudónimo y no lo es. Sintaxis significa «con orden». Nt

APUNTES

¿cuánto vemos? ¿qué interpretamos? Formada en el Massachussets College of Art, la diseñadora estadounidense Donis A. Dondis (1924-1984) enseñó en la Boston University. Su manual La sintaxis de la imagen, de 1973 y pulido después, es imprescindible en alfabetización visual.

Con ejemplos claros, y basándose en principios de percepción de la Gestalt o psicología de la forma, Dondis adiestra en fundamentos de composición, en cómo se disponen los elementos medulares de una representación gráfica o una plasmación abstracta. Punto, línea, contorno, dirección, tono, color, textura, dimensión, formato, escala y movimiento desgranan cómo se configura una imagen.

Los contrastes entre equilibrio o inestabilidad, entre simple o complejo, entre economía o profusión suelen marcar los recursos técnicos. Dondis agranda la forma de mirar.

Jugando con la novela negra La vida es un jardín ¿Sin hombros ni gigantes? Tiempo hecho tempo

Vida de Gérard Fulmard

Jean Echenoz Anagrama, 2021 176 páginas, 17,90 euros

La vida de Gérard Fulmard es monótona y previsible hasta que se le ocurre fundar una agencia de detectives. Realmente, su clientela se reduce a dos casos de desaparición de mujeres algo estrambóticos y peculiares. Por medio de su psiquiatra le encargan el secuestro de la esposa del presidente de la Federación Popular Independiente, un conocido partido político francés. El autor presenta una serie de protagonistas que solo se mueven a la sombra del poder y a los que no les importa ordenar el asesinato de un líder en decadencia para ascender a otro. Pero, en esta novela, nada es lo que parece: hay secretos y aspiraciones ocultas entre los personajes que se van mostrando a medida que avanza el relato.

Jean Echenoz, en esta obra, muestra su maestría en las detalladas descripciones, así como en los giros imprevisibles, que rozan en muchas situaciones el absurdo.

Rebeca Arias

Recuerdos de un jardinero inglés

Reginald Arkell Periférica, 2020 224 páginas, 17,90 euros

Quienes disfrutaron de Los restos del día también lo harán con esta novela de 1950 (recientemente traducida), escrita por Reginald Arkell, un periodista inglés que destacó por sus guiones y libretos. Si la obra maestra de Ishiguro rinde homenaje al trabajo de mayordomo, este libro ensalza el oficio de jardinero al contarnos la vida de Bert Pinnegar, jefe de jardinería de una mansión inglesa. Y hay más paralelismos: comparten tono elegíaco, cierta alabanza de virtudes sin brillo social —como la lealtad o la discreción—, y la historia de una relación entre la amistad y el amor.

La narración fluye con un estilo delicado y elegante, en el que hay una mirada irónica sobre las vidas humanas. Vaya esta cita como ejemplo: «La reina Victoria murió y el príncipe de Gales se convirtió en rey de Inglaterra, cuando ya era casi demasiado tarde para que eso tuviera importancia para él».

Gonzalo Robles

La lira de Linos. Cristianismo y cultura europea

Gabriel Insausti, Encuentro, 2021, 374 páginas, 24 euros

El nuevo libro de Gabriel Insausti se compone de tres ensayos: «Estética del atrio», «La luz en el túnel: tres citas en la Lumen fidei» y «La cultura: ¿liturgia o akelarre?». En el primero reflexiona acerca de las diferentes reacciones suscitadas por el proceso de secularización entre algunos escritores franceses. El siguiente estudia el papel de lo estético en la cristología moderna y la añoranza de un sustrato teológico para edificar una civilización que parece haber olvidado sus raíces. En tercer lugar, partiendo de algunas características de cierto arte contemporáneo y del cine, se ocupa del olvido del pulchrum en las artes plásticas, así como de las contradicciones íntimas del conato posmoderno de construir una nueva cultura sobre la negación del legado judeocristiano. Admira la familiaridad de Insausti con la literatura moderna en distintas lenguas y con el actual debate de ideas.

Manuel Casado

Tiempo sin claves

Ida Vitale Tusquets, 2021 130 páginas, 15 euros

El nuevo libro de Ida Vitale (Premio Cervantes 2018) parece susurrarnos al oído la clásica cita: «Nomen omen», el nombre es el sentido. En efecto, en esta poesía, la vida siempre es lo esencial y nunca va de vuelta. El primer poema tiene algo de exposición de motivos: «Como no estás a salvo de nada, intenta ser tú mismo la salvación de algo». Para ello, se propone «caminar despacio, a ver si tentado el tiempo hace lo mismo». La poeta ensaya tentaciones al tiempo para que se transforme en música.

Hay muy poco postureo artístico: «Después de los ochenta […]/ dejarán de angustiarte/ las teorías estéticas». En estos poemas encontramos «tiempo esperanzado» y un juvenil regodeo en las rimas y las aliteraciones. Sucede a sus versos, al fin, lo que a las hojas de otoño: «no están cayendo: vuelan/ en el viento tangente/ con novísimas alas/ al terminar su vida:/ otros pájaros ciertos/ que acompañan el año».

Enrique García-Máiquez

La amabilidad de lo cotidiano Merci Amores eternos El salvavidas y la estaca

Entre columnas. Historia, periodismo y otros animales

Ignacio Uría Renacimiento, 2021. 244 pág., 18,90 €

El cine, el amor, Morante de la Puebla, la literatura, Gattuso, la infancia, Dios, la familia, Cuba, ganar, la música, Gijón, Indiana Jones, «el escalafón y el horario» de D’Ors, Les Luthiers, Pamplona, Hamlet, la felicidad, Roma, perder, Audrey Hepburn, Juan Pablo II, viajar en tren, Cabrera Infante, la pandemia…

La vida es lo que da unidad a esta colección de artículos de Ignacio Uría, director de Nuestro Tiempo de 2012 a 2017, publicada por Renacimiento. Así, tocando infinidad de temas con un estilo ágil y sin perder la profundidad, Uría logra transmitir al lector una mirada de sorpresa siempre renovada ante lo cotidiano.

Enrique García-Máiquez, poeta y columnista de estas páginas, firma la presentación del volumen y señala que la memoria favorable del autor es también protagonista de la obra, porque este sería uno de los libros que, como en la novela Fahrenheit 451, habría que salvar del fuego del olvido.

María Tapias Fraile

Las gratitudes

Delphine de Vigan Anagrama, 2021 176 páginas, 18,90 euros

«¿Os habéis preguntado cuántas veces en la vida habéis dado realmente las gracias? Unas gracias sinceras. La expresión de vuestra gratitud, de vuestro agradecimiento, de vuestra deuda», dice Marie, uno de los personajes de Las gratitudes.

Delphine de Vigan narra con gran delicadeza el deterioro de Michka Seld, una anciana que sufre afasia y poco a poco va perdiendo sus facultades cognitivas. En este camino la acompañan Marie, vecina de la infancia, y Jérôme, su logopeda, en una preciosa amistad hilvanada por la gratitud.

De Vigan nos habla de la importancia de las palabras, también de aquellas que no llegamos a decir, de la soledad, la vejez, los recuerdos y las ausencias… Una conmovedora novela desde el corazón en la que el agradecimiento interpreta el papel protagonista.

Las gratitudes forma parte de una trilogía que comenzó con Las lealtades. Ambas tienen en común la búsqueda de lo que nos hace seres humanos.

Teresa Llamas

Editor para toda la vida. Conversaciones con Juan Cruz Ruiz

Mario Muchnik. Trama editorial, 2021. 120 pág., 19 €

El físico Mario Muchnik heredó de su padre ser editor y la vocación definitiva de traer al mundo libros necesarios y además urgentes. Quinientos. Con Léxico editorial, Normas de estilo y otros títulos retrató su carácter.

Audaz, clarividente, este nonagenario honrado y con criterio propio, «torrente de historias, torrente de vitalidad», con memoria fiel para las anécdotas reveladoras, aceptó departir amistosa y larga y sinceramente con el periodista y escritor —editor también— Juan Cruz Ruiz.

Preguntas y respuestas llenan un centenar vivo de páginas en torno a la experiencia de qué significa este trabajo. Se suceden confidencias y confesiones de Muchnik. Declara la supremacía de Guerra y paz, el respeto a la personalidad de Canetti y de Primo Levi, su devoción por su colega de profesión Carlos Barral, su admiración por Ernesto Sabato, su afecto por Cortázar... Y enseña a ser mejor editor.

Joseluís González

Segunda casa

Rachel Cusk Libros del Asteroide, 2021 184 páginas, 17,95 euros

A través de un largo monólogo, la protagonista de Segunda casa cuenta el cambio que experimenta al acoger en su casa de invitados a un afamado artista cuya pintura la deslumbraba. El encuentro propicia la oportunidad de mirar a través de un nuevo prisma su propia identidad como mujer y como madre, así como de reexaminar su pasado. «Incluso estando yo en mi casa y rodeada de las cosas que más quería, L tenía la capacidad de suscitarme dudas y revelar dentro de mí lo que normalmente estaba oculto», explica la mujer. Esta situación le permite también indagar en las relaciones familiares y en su percepción del mundo desde la marisma aislada en la que vive con su pareja y, temporalmente, con su hija y yerno. La narración, con una densa dimensión abstracta, logra horadar los personajes y propone una reflexión en torno al arte, muy entrelazada con la figura del artista, en la que un pretendido salvavidas puede ser una estaca.

Leire Escalada

La mirada de Dios Desmitificando a Nietzsche Paz y esperanza del siglo xx ¿Ser alguien o hacer algo?

Autoestima a la luz de la Palabra de Dios

Julio Sánchez Díez 2021, 64 páginas, 7,90 euros

Cautivados por la libertad

Miguel Ángel Balibrea Cárceles 2021 236 páginas, 15,90 euros

Enfermeras: mujeres protagonistas en los conflictos bélicos

María López Vallecillo 2021. 212 páginas, 15,90 euros

23 claves para el éxito en la Universidad

José López Guzmán 2021, 224 páginas, 11,90 euros

El autor se abre con generosidad para transmitir su vivencia del amor que entiende más puro: el que recibe como don gratuito de Dios. Esto le lleva a considerar la autoestima como un regalo que se obtiene sin merecimientos y que capacita para mirarse interiormente tal como el Creador ve al hombre. La autoestima, como tal, no se encuentra condicionada a habilidades o méritos particulares, sino que el Amor encarnado la trasciende y supera; de algún modo la desborda. Así, la referencia constante a la Escritura como alimento espiritual de la existencia se convierte en el hilo conductor en una obra que se construye con reflexiones sinceras que brotan de una experiencia de filiación divina, gratitud y misericordia. Se trata de una realidad personal liberadora que el autor comparte haciendo vivo el mandato evangélico de «Dad gratis lo que habéis recibido gratis».

Alejandro Iribas Lo inalcanzable del mito es lo que lo configura, el horizonte que separa la mitología de la historia. El punto donde el mito deja de ser accesible posibilita la interpretación, la suposición. Nietzsche se construye a sí mismo como una fábula, y el siglo xxi ha sabido alimentarla hasta el punto de que cualquiera cree que conoce su filosofía. Cada uno elige la porción intelectual más sabrosa y la hace suya para poder justificarse.

Miguel Ángel Balibrea recorre con agudeza y sentido crítico las enseñanzas que han configurado el pensamiento social de nuestra época, poniéndolas en relación con las inquietudes y corrientes más influyentes: ideología de género, ecologismo, el conocimiento, la verdad, etcétera, argumentando con un estilo atractivo y de divulgación, desmitificador. Una invitación a la reflexión sobre lo cotidiano como un todo y no una parte interesada.

Álvaro Aramendi En estos tiempos en los que el personal sanitario ha tenido tanta importancia en el escenario mundial, conviene echar la vista atrás para conocer también su impacto en nuestra historia. María López Vallecillo nos muestra los entresijos de una profesión que, a pesar de haber estado siempre en segundo plano, se volvió urgentemente indispensable durante los conflictos españoles de principios del siglo xx. Más allá de los frentes de guerra, el icono de la enfermera tuvo también un gran impacto sobre la imagen social de la mujer como cuidadora.

Las condiciones deplorables de su entorno, un trabajo exhaustivo sin remuneración económica y el escaso reconocimiento de su labor solo muestran el espíritu heroico de miles de enfermeras cuyos nombres han sido olvidados. La historia de la enfermería es también la historia de la mujer.

Guadalupe Arévalo «Si se hiciera una película sobre mi vida, todas las escenas acabarían suprimidas en la sala de montaje. Son solo pequeños acontecimientos sin importancia. Pero para mí son recuerdos valiosos llenos de sentido». Como en estas líneas de Murakami, José López Guzmán hilvana anécdotas en apariencia insignificantes que han determinado su vida y también la de muchos de sus alumnos universitarios.

En su nuevo libro, el autor extrae de la realidad lo que permite sondearse a uno mismo: casos prácticos, actitudes, formas de ser… que retan a tomar el pulso a la trayectoria personal. Su objetivo es ofrecer puntos desde los que reflexionar sobre la propia situación y, en esa especulación, vislumbrar una versión mejor de uno mismo. No lo olvidemos: «Es más difícil ser alguien que hacer algo». Por eso, unas claves para el éxito particular y académico no nos vienen nada mal.

Beatriz Leopardi

DIEGO FERMÍN

Ancho mar de los Sargazos

Jean Rhys Anagrama, 1998 192 páginas, 5,10 euros

Entre dos continentes

La lectura de Ancho mar de los Sargazos nos aporta una satisfacción doble, porque no leemos una novela sino dos al mismo tiempo. Su protagonista, Antoinette Cosway, reaparecerá en Jane Eyre de Charlotte Brontë, una vez convertida en Berta Mason, la mujer «loca» que Edward Rochester mantiene encerrada en su mansión de Thornfield. Conocemos la historia: Berta, que es el obstáculo para el nuevo matrimonio de Rochester con Jane, acabará prendiendo fuego a Thornfield y suicidándose. Posibilitando así el final feliz de Jane Eyre.

Igual que Berta Mason, Jean Rhys (1894-1979) era antillana, y cuando de niña leyó la novela de la Brontë decidió que esa mujer muda en la novela inglesa merecía una voz. Y que esa mujer loca merecía una lucidez. En definitiva, que esa mujer —de la que Jane Eyre nos dice que «no se sabe si es persona o animal»— merecía ser, reconociblemente, un ser humano.

Y eso hace Ancho mar de los Sargazos: devolverle a Berta Mason su voz, su lucidez, su condición humana. La trama de la novela la constituyen entonces dos procesos. Primero, el de desposesión: cómo Antoinette Cosway se va convirtiendo en Berta Mason; cómo de ser una rica heredera pasa, después de su matrimonio con Rochester, a no tener nada. Y cómo se va tejiendo su supuesta locura con hilos de intereses, confusiones, crueldad.

El segundo proceso es el de reposesión. Porque Antoinette/Berta hará en la novela lo que tiene que hacer: prender fuego a Thornfield y tirarse por la ventana —su destino está escrito en Jane Eyre—. Pero lo hará siguiendo su propio texto; como un sujeto en plena posesión de su memoria y su lucidez, es decir, consciente de que está ahí para desempeñar un papel, el que le conviene a Rochester, y a la causa de las identidades monocordes, sabiendo que no tiene sitio en ese mundo, porque su identidad es criolla, polifónica, como el propio mar de los Sargazos que se abre entre dos continentes.

Ancho mar de los Sargazos siembra dudas en las certezas de Jane Eyre. Alumbra rincones oscuros. Da voz a quien no la tenía. Cumple, en definitiva, lo que hace la gran literatura: interrogar, revelar, darle una verdadera oportunidad a lo humano.

Luisa Etxenike

Cine

25

películas han sido protagonizadas por el agente 007.

6

actores se han metido en la piel de James Bond. El primero fue Sean Connery, en 1962.

James Bond vuelve a casa

Sin tiempo para morir es un ejemplo de cómo se puede adaptar un clásico que se había quedado absolutamente acartonado. La evolución del personaje ha servido para resucitar una saga moribunda.

texto y críticas Ana Sánchez de la Nieta Como dice un buen amigo, a mí lo que me gusta es hablar de la vida aprovechando las películas… Y como en NT me dejan mezclar el cine y la vida voy a hablar de mis reflexiones sobre James Bond. Aviso, hay spoiler.

La última película de Bond, además de sacar la saga del dique seco, me parece el broche final de una interesante evolución del agente 007 hacia una masculinidad mucho más sana. Y aquí hago un inciso para los que piensen —con toda la razón, probablemente— que qué hago yo metiéndome en el jardín de las masculinidades. Acepto todas las críticas, podéis enviar vuestras sugerencias a los maravillosos editores de la revista, que ellos me las hacen llegar. Hablo desde la distancia y el cariño, que es desde donde podemos hablar cada uno de hombres, mujeres y viceversa.

Después de este inciso, entremos en materia. James Bond siempre se ha presentado como un personaje cien por cien

Dolores Fonzi

masculino dirigido a un público mayoritariamente masculino. Un hombre de acción, sin miedo al peligro, resolutivo y frío, que además podía presumir de una elegancia y atractivo que le hacían absolutamente irresistible para las mujeres, que estaban encantadas de sentirse maltratadas por un tipo con tanto glamour. Al escribir estas líneas una se pregunta cómo semejante personaje pudo sobrevivir al siglo xx. Pero lo hizo. Lo de los papeles femeninos, mejor lo dejamos para otro día.

La resurrección empezó hace quince años, en 2006, con Casino Royale y con el estreno de Daniel Craig como James Bond. El actor británico repetía muchos clichés de los agentes anteriores —seguía siendo igual de atractivo—, subrayaba la ironía de Ian Fleming pero, y aquí estaba lo novedoso, añadía profundidad a la historia de nuestro protagonista, que, por fin, tenía un pasado y sufría por un futuro.

Un sufrimiento todavía un poco básico, pero algo es algo. El agente 007 comenzaba, tímidamente, a explorar sus emociones, y sus relaciones no eran mecánicas y sin consecuencias. Dejaban una huella. Como en la vida real. Y no me refiero solo a sus relaciones con las mujeres, que por supuesto, sino con sus jefes, con sus compañeros, con sus amigos e incluso con sus adversarios.

Y esta evolución en las cinco películas del que algunos llaman «ciclo Craig» culmina con un broche de oro en Sin tiempo para morir. Porque ya no se trata de que James Bond tenga amigos y sufra por ellos, o que no utilice a las mujeres como hasta ahora. No se trata incluso de que sea capaz de valorarlas e incluso de ser fiel a su pareja. Todo esto ha ido configurando al protagonista en los últimos títulos, pero hay un paso más. El recorrido termina en un legado sorprendente: la paternidad.

Sorprendente, aunque en cierto punto lógico, porque la evolución de James Bond le ha llevado de un encerrado solipsismo en el que los demás eran simples instrumentos para conseguir retos —unos más confesables que otros— a un darse en una relación más sincera, más gratificante y mucho más fructífera. Este proceso de Bond no se entiende sin su progresivo abrirse al resto de personajes. Y ese abrirse se traduce, en las sucesivas películas, en aceptar, en perdonar, en renunciar, en pedir perdón, en ceder. En amar.

El impacto es que nuestro héroe —ya sí podemos llamarle héroe— ha vuelto al lugar donde el hombre —y también la mujer— son más auténticos y más valiosos. Ha vuelto a la familia. Ha vuelto a la filiación y a la paternidad. Ha vuelto al hogar. Al lugar donde cualquier gesta, grande o pequeña, tiene sentido.

Y, por eso, el final de Sin tiempo para morir me parece sencillamente espectacular para entender el valor de la nueva masculinidad. Una masculinidad capaz de perder la vida por salvar a su familia. Y una masculinidad que gira alrededor de la paternidad, de los detalles —ese peluche—, de la escucha y de la apertura al otro. Una masculinidad que se demuestra, en primer lugar, en lo doméstico y en lo cercano.

Después de recorrer el mundo, James Bond —ahora sí, irresistiblemente atractivo— vuelve a casa. Nt

TELEGRAMAS

doble influencia «Espero que Bond haya cambiado mucho mientras he sido parte de él», afirmó Daniel Craig en una entrevista para GQ en la que también señaló que interpretar este personaje le había cambiado la vida enormemente, «el 99 por ciento de ella para mejor». ¿un 007 mujer? «No estoy particularmente interesada en tomar un personaje masculino y que una mujer lo interprete. Creo que las mujeres son mucho más interesantes que eso». Son palabras de Barbara Broccoli, productora de Sin tiempo para morir, cuando le preguntaron por distintas opciones para el próximo 007.

heredero de una saga «No puedes cambiar al personaje sin traicionarlo. Lo que sí puedes y debes es cambiar el mundo que le rodea y mostrar cómo le afecta esa transformación. Las películas de Bond reflejan su tiempo», ha comentado Cary Fukunaga, director de Sin tiempo para morir.

En el desierto de Arrakis

Dune

Dirección: Denis Villeneuve. Guion: E. Roth, D. Villeneuve, J. Spaihts EE. UU., 2021 Para los amantes de la ciencia ficción.

Año 10000. Un planeta desértico —Arrakis, también llamado Dune— es el único lugar de la galaxia donde se puede encontrar la especia, un bien absolutamente necesario para el progreso y la supervivencia.

Con este argumento, Frank Herbert publicó en 1965 una novela de ciencia ficción que se convertiría en best seller. Diez años después, el cineasta chileno Alejandro Jodorowsky presentó a varias productoras un detallado proyecto de una adaptación de Dune que fue imposible rodar: el guion era tan ambicioso como poco realista. En 1984, David Lynch adaptó Dune a la pantalla grande, pero la cinta no convenció a nadie y relegó a Dune a la categoría de obra maldita.

De ahí la expectación que ha rodeado el estreno de la película del cineasta franco-canadiense Denis Villeneuve (La llegada, Blade Runner 2049), presentada en el Festival de Venecia. El resultado es una película que emocionará a muchos y cansará a otros tantos. Villeneuve ha rodado una pieza maravillosa desde el punto de vista de la producción. Ha creado un mundo visual absolutamente subyugante: desde el sobrecogedor desierto con sus monstruosos gusanos de arena hasta las naves, el vestuario o la puesta en escena de los desfiles militares. La planificación y encuadres de Villeneuve —da igual que sean las escenas con centenares de extras que los diálogos íntimos entre madre e hijo— están cuidados al detalle. El universo que se despliega ante nuestros ojos muestra una riqueza y una belleza apabullantes.

Y, al mismo tiempo, el tono que utiliza Villeneuve es excesivamente frío, solemne y árido para que el espectador conecte con los personajes. Y el tempo narrativo, muy lento, tampoco facilita esta conexión emocional. Y con todo… es cine de muchos quilates.

No te alejes, mamá

Distancia de rescate

Dirección: Claudia Llosa. Guion: C. Llosa, Samanta Schweblin Perú, 2021 Un thriller con un punto filosófico.

Una mujer joven vive calculando mentalmente todo el día la distancia que puede haber entre ella y su hija para que la pequeña no corra peligro: es la distancia de rescate.

La cineasta peruana Claudia Llosa adapta la novela homónima de Samantha Schweblin, uno de esos textos a priori inadaptables porque todo lo que pasa ocurre en la mente de los protagonistas. Llosa sale bien parada del reto y construye una película mitad drama intimista mitad thriller de terror que funciona gracias a un guion inteligentemente construido, una puesta en escena que recoge la potente atmósfera de la obra original y un magnífico casting en el que destacan las interpretaciones de las dos protagonistas: María Valverde y Dolores Fonzi.

Como paisaje de fondo, la película encierra una potente reflexión sobre la maternidad, ese hilo capaz de unir para siempre y a pesar de cualquier circunstancia, desgracia o catástrofe a dos seres humanos.

Apariciones marianas: una investigación

Medjugorje

Dirección y guion: Jesús García Colomer, Borja Martínez-Echevarría España, 2021 Para creyentes y escépticos.

Medjugorje es uno de los fenómenos espirituales más importantes de finales del siglo xx y principios del xxi. Unas apariciones marianas en una aldea desconocida de Bosnia. Un acontecimiento que, desde su inicio, ha llamado la atención a multitud de creyentes, escépticos… y periodistas. Uno de ellos, Jesús García, empezó en el año 2006 a investigar sobre las apariciones. Desde entonces, ha escrito libros, ha pronunciado cientos de conferencias y, ahora, dirige —junto con Borja Martínez-Echevarría— este documental.

Dos horas que recogen una gran cantidad de datos, testimonios y entrevistas. El resultado es un reportaje muy completo narrado en un tono documental. Muchos de los detalles que se narran no son novedosas para quien ha seguido estos sucesos, pero el mérito es haber recopilado y ordenado la información y contar con las declaraciones en directo de la mayoría de los protagonistas de este misterio.

Open Arms: un compromiso que salva vidas

Mediterráneo

Dirección: Marcel Barrena. Guion: Danielle Schleif. Historia: M. Barrena, O. Camps. España, 2021 Para amantes del cine con mensaje.

Después de contemplar el cadáver de un niño inmigrante en la playa, un empresario decide hacer algo para ayudar a las personas que tratan de escapar de la guerra de Siria.

Al cineasta catalán Marcel Barrera le va la marcha social, el cine con mensaje, las películas que ponen el foco en problemas humanos o, mejor dicho, en soluciones humanas. Si en su primera película —100 metros— recreó la hazaña de Ramón Arroyo, un enfermo de esclerosis múltiple que terminó participando en una prueba de triatlón, ahora lleva a la pantalla la gesta de Open Arms, una iniciativa que ha salvado la vida de miles de migrantes.

La cinta quizás no es redonda desde el punto de vista cinematográfico —hay algunas caídas de ritmo y subtramas peor contadas— pero la historia es magnífica, tiene un reparto más que notable y algunos actores muy solventes y, sobre todo, es de ese tipo de películas que nos hacen mejores personas. Que falta nos hace.

Vuelve el maestro Entre el amor y el odio

Cry Macho

Dirección: Clint Eastwood Guion: N. Richard Nash, Nick Schenk. EE. UU., 2021 Para seguir disfrutando del wéstern.

A sus 91 años y después de más de cincuenta al frente de películas, Clint Eastwood dirige e interpreta este wéstern crepuscular. Una vieja estrella del rodeo más que jubilada recibe la petición —casi exigencia— de un antiguo jefe: rescatar a un joven de las malas influencias y llevarlo de vuelta a casa.

El duelo entre lo nuevo y lo viejo, la tradición y el futuro está servido. Un duelo que le apasiona a Eastwood y que hemos visto otras veces en su filmografía. Al igual que las reflexiones sobre el amor, el legado o el perdón.

Eastwood es un clásico: por su edad, por su manera de rodar, por sus temas y por el modo —siempre el mismo— de acercarse a la complejidad del ser humano. Lo hace con respeto, con admiración, con curiosidad, con un punto de pesimismo pero —y esto se percibe aún más en su última película— también con esperanza y apertura a la trascendencia. En un cineasta casi centenario es de elogiar y mucho. Un maestro.

Sevillanas de Brooklyn

Dirección: Vicente Villanueva Guion: Juan Apolo, Nacho La Casa España, 2021 Risas y un brindis a la familia.

La comedia española —al menos algunos títulos— tiene un don especial para sacarle la chispa al no siempre agradable choque cultural. Aquí quienes se estrellan son una humilde familia sevillana y el snob estudiante americano al que acogen.

Vicente Villanueva utiliza una fórmula muy sencilla —apelar a las emociones más comunes del ser humano— sin recurrir al humor facilón ni a los clichés. El guion mezcla en su justa dosis la comedia costumbrista, una historia de amor y una lúcida radiografía social con una sólida carga de denuncia, aunque venga envuelta en risas. Hay una crítica interesante al imperio del postureo y el vivir para las redes sociales, y un positivo y esperanzador mensaje sobre la importancia de los lazos familiares.

Destaca además un elenco de actores convincentes y algunos gags definitivamente hilarantes.

El rápido paso de los minutos

Tiempo

Dirección y guion: M. Night Shyamalan EE. UU., 2021 Thriller atmosférico.

Una familia emprende unas vacaciones paradisiacas. El destino: una isla de ensueño con todo tipo de incentivos para disfrutar. El lugar es tan maravilloso como extraño, especialmente cuando descubran que el tiempo en aquel paraje transcurre mucho más deprisa.

Night Shyamalan fue un cineasta prodigio en sus inicios, pero lleva años pegando bandazos y su filmografía podría decirse que, con excepciones, está en punto muerto. En Tiempo Shyamalan exhibe algunas de sus virtudes y consigue una fuerte atmósfera de misterio y un primer tramo de suspense clásico apoyado en las relaciones entre los personajes y una planificación cuidada minuciosamente. Sin embargo, los constantes giros de la historia hacen que pierda interés y se vuelva inverosímil.

Una pena, porque el envoltorio visual es más que notable y el planteamiento de la trama resulta original. La película promete mucho y da poco.

Series

6

capítulos tiene La Fortuna, primera miniserie dirigida por Alejandro Amenábar, basada en un cómic de Paco Roca.

206

expertos de 43 países distintos consultados por la BBC han seleccionado The Wire como la mejor serie desde el año 2000.

El tumulto universitario se hace televisión

The Chair ofrece una farsa sobre el auge del identitarismo en los campus.

texto Alberto N. García [Com 00 PhD 05], profesor titular de Comunicación Audiovisual y crítico cultural Desde hace casi una década, la universidad estadounidense anda navegando un extraño oleaje. Sus aguas están más revueltas en el ámbito de las humanidades y las ciencias sociales, pero tampoco se salvan las ingenierías o la medicina. La libertad para pensar cuestiones controvertidas y para expresar opiniones minoritarias está siendo asediada. Cada quincena salta una nueva noticia de escraches en el aula, cancelaciones a invitados polémicos, códigos de habla obligatorios, linchamientos mediáticos por naderías y, en general, una presión impuesta por los guardianes de la corrección política que dificulta la sagrada misión académica de reflexionar en voz alta. En ese convulso paisaje intelectual se ubica The Chair, la miniserie de seis episodios creada por la actriz Amanda Peet y Annie Julia Wyman, una doctoranda de Harvard que se ha pasado a Hollywood; de ella proviene la autenticidad que se respira en buena parte de la propuesta.

Porque The Chair narra las desventuras del departamento de Literatura Inglesa en la ficticia Universidad de Pembroke. La profesora Ji-Yoon Kim (interpretada con solvencia por Sandra Oh) acaba de ascender a directora, lo que explica el título de la serie. Entre sus nuevas tareas como jefa

Elena Rivera

está la de lidiar con un claustro avejentado y escasas matriculaciones de alumnos. No obstante, el verdadero gatillo del drama se dispara cuando una de las estrellas del departamento, Bill Dobson (Jay Duplass), hace una parodia de un gesto nazi en clase. Con la preceptiva descontextualización, su levantamiento de brazo se convierte en viral y una bola de nieve echa a rodar. Cada vez más grande, más grande. Hasta que se vuelve imparable.

Ahí es donde The Chair captura con precisión un ambiente turbulento que, para quien siga las noticias de educación superior, es ya una trinchera más de las sempiternas batallas culturales. Emergen estudiantes que se sienten «amenazados» por un gesto sacado de contexto, se suceden las manifestaciones para exigir el despido del docente y se eleva la anécdota a ejemplo de racismo «sistémico». El diálogo se torna imposible y las autoridades sacrifican su integridad académica por el terror de convertirse en trending topic. En esa recreación moderna de la caza de brujas, The Chair retrata más y mejor el actual tumulto universitario.

La gestión de la «crisis nazi» provocada por el profesor Dobson evidencia, además, una institución obsesionada con la imagen hasta límites patológicos, incapaz de tratar a los alumnos como seres maduros que trasciendan el sentimentalismo de las apariencias y para quienes las palabras hieren como cuchillos. En esa mezcla de marketing omnipresente, mermelada emocional y fragilidad estudiantil que la serie retrata, resulta especialmente lúcido el cameo de David Duchovny (el famoso coprotagonista de The X-Files), interpretándose a sí mismo, bajo la excusa de que la lección inaugural del curso académico necesita hacer ruido en la opinión pública. Duchovny realizó en Princeton una tesina sobre Samuel Beckett, allá por los ochenta. La metabroma, pues, apunta hacia una cultura de la celebridad que arrambla con la excelencia del pensamiento y la visibilidad pop por encima de años de investigación rigurosa.

Aunque The Chair sea crítica con la deriva woke de la universidad norteamericana al mismo tiempo que denuncia su obsesión por la imagen, el punto flaco de la serie es el de subirse, también, al carro de los identitarismos. Las entretelas del drama —a ratos muy cómico— ponen el acento en cuestionar la meritocracia universitaria, acusándola de discriminatoria en favor del hombre blanco. Sin matices. De manera maniquea. Así, el relato denuesta por sistema a los profesores eméritos, reflejados todos como dinosaurios de tarima, aburridos y endiosados. Y apuesta por una docencia divertida, activa y revisionista, dejando como lamentable cualquier alternativa tradicional, sí, esa tradición que tan buenos resultados ha ofrecido al progreso desde que se fundara la Universidad de Bolonia en el siglo xi.

Con sus aciertos y exageraciones en la representación del ethos universitario actual en Estados Unidos, The Chair se revela como una propuesta imprescindible para todos aquellos interesados en el mundo de la enseñanza: sus derivas, sus problemas y sus espinosas promesas de futuro. Por suerte, más allá de sus simplificaciones y tópicos, The Chair también abre una ventana para un relato de personajes que luchan por encontrar un equilibrio —vital y profesional— entre el deber y el querer, entre la pérdida y la esperanza. Una extraña comedia romántica entre el melting pot de los muros del saber, esos en los que hay días en los que la realidad supera a la ficción. Nt

APUNTES

el universo de dc comics Durante años, Marvel ha llevado la delantera expandiendo su gigantesco universo narrativo. DC parece que contraataca con fuerza: una de las series más esperadas de 2022 será Peacemaker, un spin-off de El escuadrón suicida que se verá en HBO Max. Rotundo.

‘sequía’, la apuesta de tve Dos cadáveres aparecen en un pueblo que quedó inundado años atrás. Un crimen oculto, dos familias. Es la premisa de Sequía, un ambicioso thriller rural con el que la cadena pública quiere no perder el tren de las series de calidad. Nostálgico. el pequeño willow regresa a lo grande Quienes tengan más de cuarenta años recordarán aquella fantasía épica producida por George Lucas en 1988 en la que unos granjeros enanos salvaban a un bebé de las garras de una bruja malvada. El actor Warwick Davis retoma aquel emblemático papel para una serie que prepara Disney+. Ambicioso.

Música

hacer disfrutar disfrutando

Live Vol.1 es un trabajo en directo grabado en los Hansa Studios de Berlín, ciudad donde reside la banda desde 2018. El álbum, editado en vivo, cuenta con una magnífica e hipnotizante versión audiovisual de poco más de una hora que se encuentra disponible en YouTube. Imperdible.

Parcels, madura juventud

Los componentes de Daft Punk se quedaron prendados de Parcels tras verlos actuar en 2016 en un club de París, y les ofrecieron pasar por su estudio. Tras esta colaboración, la banda australiana saltó a la palestra.

texto Alberto Bonilla [Com 12] Con apenas 26 años y solo un álbum de estudio editado, los australianos Parcels se erigieron en la nueva sensación del pop internacional. Bendecidos y apadrinados por Daft Punk, los dos cascos más famosos de la música, han logrado hacerse un hueco en el panorama gracias a una magnífica selección de melodías apacibles a la par que bailables. La fórmula se nutre de diferentes géneros, como el electropop, el funky, el soul, el folk, el bluegrass y la música disco de finales de los setenta, entre otros, creando una dócil atmósfera de sonidos tan accesibles como pegadizos.

Fue en París, en 2016, cuando Thomas Bengalter y Guy-Manuel de HomemChristo, los dos integrantes de Daft Punk, asistieron al directo de unos jóvenes por entonces desconocidos que mostraban unas tablas y una calidad inusitadas encima del escenario. Al terminar, les invitaron a grabar en su estudio un tema que acabó llevando por título «Overnight», y que les situó en el radar de la prensa musical especializada. Sin un disco publicado y con tan solo algunos sencillos en las plataformas, Parcels generaron una expectación poco común para una banda novel, y la incógnita acerca de su progresión y futuro termi-

Parcels

[2018]

Live Vol.1

[2020]

Day/Night

[2021]

nó por despejarse con el lanzamiento de «Tieduprightnow», una de esas canciones contagiosas difíciles de olvidar.

Después llegó otro adelanto de ese primer y esperado disco por medio de una de sus composiciones más complejas, «Bemyself». «Trabajamos durante un año. La grabamos a principios de 2017, intentamos hacer algo diferente. Podemos estar horas, meses o todo un año centrados en una sola canción», declaraba Noah Hill, el bajista de la banda, en una entrevista con Jenesaispop.

Y con esos mimbres y delicado oficio aparecería Parcels, un disco homónimo que se coló entre lo mejor del año para la crítica gracias a canciones como las mencionadas y otras revitalizantes y paradójicas composiciones como «Withorwithout», que, a pesar de mantener un pacífico clima, cuenta con un tenebroso videoclip protagonizado por Milla Jovovich al más puro estilo slasher (un subgénero del cine de terror); así como otras melodías atrapantes como «Iknowhowifeel», con ese ritmo disco-funk añejo, o la inagotable «Everyroad», en la que exploran multitud de estilos durante más de ocho minutos.

Esa querencia a disfrutar de la progresión melódica en sus composiciones es algo que se visualiza claramente en el maravilloso directo Live Vol.1. Ahí encontramos quizás el corte más significativo, con el triunvirato musical y sin pausa formado por «Redline, Iknowhowifeel y Elude», que se erige como la mejor credencial de lo que son capaces a pesar de su insultante juventud. La entrada de «Elude» en el minuto seis del vídeo es probablemente uno de los momentos musicales del pasado año, no solo por el goce para el oyente sino por los propios gestos de deleite de una banda acompasada y que disfruta con la melodía.

Tras este impresionante debut, en la actualidad el quinteto ha estrenado Day/ Night (Because Music, 2021). Desde junio hemos podido conocer varios temas que confirman una línea continuista. «Free» es una de esas canciones que crece conforme avanza el minutaje, en la que los teclados asumen un especial protagonismo previamente al estallido final; en «Comingback» demuestran que son capaces, si les apetece, de volver a facturar un himno pop sin estridencias ni florituras innecesarias; y en «Somethinggreater» vuelven a los sonidos tenues de la música funky y disco que manejan a la perfección por medio de un apartado vocal delicado y coral.

Si has llegado hasta aquí, puede que te estés preguntando de qué nos hablan los Parcels más allá de su calidad y virtuosismo instrumental. La respuesta es simple y común: de amor y desamor, pero también de identidad, anonimato, aislamiento, nostalgia y del “yo”. «Fuiste algo divino, aunque diría que fuiste el principio de algo que no necesito» o «Hasta que dure para siempre, hasta que dure tanto, hasta que volvamos a estar juntos, estaré solo» son algunas de las sentencias de sus canciones. Pero eso no significa que Parcels sea una banda para el desánimo; al contrario: el optimismo es un terreno que domina el quinteto a la perfección. Quien quiera reflexionar por medio de su música sobre este tema universal tiene vía libre; pero quien desee adentrarse en un universo de atmósferas y baile encontrará en esta magnífica banda una aliada ya sea para mover la cintura o para amenizar una jornada de trabajo. Es algo que tiene la música, que cada uno la puede interiorizar, interpretar y disfrutar como prefiera. Nt

APUNTES

por su cuenta Aunque seguro que no les faltaron novias, Parcels quiso autoproducirse su primer álbum para así contar con toda la libertad creativa en el proceso y desarrollarlo a su manera. Es algo poco común para un grupo debutante que había generado tanta expectación. la confirmación El segundo disco de Parcels, Day/Night, recoge 19 canciones grabadas en París, en La Frette Studios. Compusieron los temas los miembros de la propia banda y James Ford, productor de grupos como Arctic Monkeys y Foals. Se publicó el 5 de noviembre.

todos para todos No busques a un líder o cantante principal en Parcels. La banda disfruta entonando las letras a coro en buena parte de las canciones y, realmente, el único motivo para que alguien ponga voz a un verso u otro en una composición es bastante sencillo: quien escribe canta.

Escena

un emigrante, en el acto i de ‘intolleranza 1960’

«Estoy cansado de esta vida gris, de este trabajo en la oscuridad»

Cien artistas, entre cantantes y bailarines, están presentes a la vez en el escenario durante casi toda la obra.

«I can’t breathe»

El ya centenario Festival de Salzburgo convierte en clásico la ópera Intolleranza 1960, del compositor italiano Luigi Nono.

texto Felipe Santos [Com 93] @ultimoremolino fotografía © SF / Maarten Vanden Abeele «No puedo respirar». Las muertes de los estadounidenses Eric Garner, Javier Ambler II, Manuel Ellis y George Floyd están unidas por unas palabras famélicas y suplicantes, inaudibles o más bien ininteligibles para sus torturadores. Apenas queda en esas grabaciones el eco de unas calles asoladas por el tráfico y las sirenas de policía. Lo que para unos es un grito de auxilio para otros es una treta para poder escapar. De esta frontera creada por la incomunicación trata esta ópera que sube por primera vez al Festival de Salzburgo.

No muy lejos de donde Thomas Bernhard veía a sus compañeros de internado suicidarse se levanta la imponente Felsenreitschule, la que fuera escuela de equitación del obispo de la ciudad. El celebrado director de escena Max Reinhardt, que junto con Richard Strauss y Hugo von Hofmannsthal fundó el Festival en 1920, lo convirtió en lo que es hoy: un inmenso teatro labrado en la piedra de la colina que sirve de decorado del mundo y de la cultura occidental. Todo puede representarse aquí como si contuviera todos los mitos y todos los diálogos. Un siglo más tarde, aún mantiene su magia.

Intolleranza 1960 se estrenó al año siguiente del que figura en su nombre, una década y media tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Como suele ocurrir con hechos traumáticos como aquellos — también esta pandemia—, la aspiración consiste en volver a la normalidad anterior. Pero ya nada es lo mismo. No puede serlo.

El planteamiento de unas formas artísticas que querían volver a formulaciones antiguas provocaron en Luigi Nono la necesidad de revisar las bases de la ópera tradicional. Ya lo decía Adorno: no era posible escribir poesía de la misma manera después de Auschwitz, y tampoco podía serlo componer música o escribir una novela. La magnitud de la barbarie al-

Jan Lauwers. © bea borgers

FICHA ARTÍSTICA

Intolleranza 1960, de Luigi Nono. Nueva producción del Festival de Salzburgo, estrenada el 15 de agosto de 2021.

Director de escena, escenografía

y vídeo: Jan Lauwers. Figurinista: Lot Lemm. Intérpretes: Sean Panikkar, Sarah Maria Sun, Anna Maria Chiuri, Antonio Yang, Musa Ngqungwana, Victor Afung Lauwers. Orquesta Filarmónica de Viena. Dirección musical: Ingo Metzmacher.

teró radicalmente la mirada contemporánea. Pero lejos de convertirse en un hecho histórico superado, sus efectos siguieron confirmando que las causas seguían, y siguen, latentes.

Esta es la historia de un emigrado que decide volver a su país, y que en el camino tropieza con las grietas de la intolerancia, la aversión a lo distinto, a lo diferente. El Festival de Salzburgo estrena este montaje en un momento que, al escribir estas líneas, recupera una vez más su actualidad, con miles de migrantes atrapados entre Polonia y Bielorrusia.

El director de escena belga Jan Lauwers emplea un lenguaje expresionista que narra la violencia con que puede conducirse el cuerpo, la carne, lo finito, la mortalidad. Todo se convierte en huida o agresión en una sociedad atravesada por alambradas y controles. Lo era en 1961, anticipando unos meses la fractura que provocaría el Muro de Berlín, y desgraciadamente lo es hoy, sesenta años después. El escenario es vasto y ancho como el mundo. Nono lo intuyó buscando sonoridades más amplias, con los doce percusionistas al fondo que pelean con las veintiséis maderas y cuarenta cuerdas de la orquesta en primer término. El espacio sonoro que se crea es en sí mismo una frontera por donde transita una partitura disonante, que empieza a hacer hueco al ruido por encima de la música, según cuenta en el programa de mano el director, Ingo Metzmacher.

La estructura pensada por Nono otorga al coro un papel esencial, similar al de una tragedia griega, que comenta las escenas entremezclado con los personajes. Lauwers mueve con eficacia al coro, los figurantes y los cantantes, e introduce un elemento nuevo: un poeta ciego, un trovador sin mirada en cuyas palabras resuena la metáfora del mundo. El libreto es obra de Angelo Maria Ripellino, aunque Nono incorporó textos de Bertolt Brecht o Jean Paul Sartre, entre otros autores.

«I can’t breathe» se escucha como una losa en la escena de la tortura, cuando al protagonista lo detienen en un lugar que recela de su origen. Un susurro que emerge entre los golpes y los jadeos de torturadores y torturados. Qué extraña es la coreografía del dolor. Esa respiración es la antesala de la muerte. Y se escuchan las palabras del filósofo francés: «En ninguna época la voluntad de ser libre ha sido más consciente y más fuerte. En ninguna época la opresión ha sido más violenta y ha estado mejor armada».

Cuando el 13 de abril de 1961 esta obra se estrenó en Venecia, un grupo de fascistas trató de reventar la función. Algunos recuerdan cómo, mientras eran detenidos, se alejaban gritando «¡Viva la Policía!». Nt

APUNTES

el director

A Jan Lauwers (Amberes, 1957) le une a Salzburgo que allí dirigió su primera ópera, en 2018: L’incoronazione di Poppea. Con esta Intolleranza 1960 augura una relación larga con el Festival. Se ha dado a conocer por su trabajo pionero para la escena con Needcompany, a la vez que creaba un importante conjunto de obras de arte visual. Desde 2009 hasta 2014, Needcompany fue compañía residente en el Burgtheater de Viena. Lauwers recibió la Condecoración de Honor en Oro por los Servicios a la República de Austria en 2012. En 2014, fue premiado con el Golden Lion Lifetime Achievement Award en la Bienal de Venecia.

Arte

la «casa» del genio El Museo del Prado es el lugar de referencia para estudiar la figura de Goya. Entre pinturas, dibujos y estampas, la pinacoteca conserva 1200 obras, más de la mitad de su producción. También atesora 118 cartas escritas a su amigo Martín Zapater, imprescindibles para comprender la personalidad del artista.

«autorretrato», serie «caprichos». museo del prado

Goya, el espejo en el que se miró Picasso

Fragmento del óleo El 3 de mayo de 1808 en Madrid, también conocido como Los fusilamientos, pintado por Goya en 1814.

Pablo Picasso nació 135 años después de Goya y estuvo media vida admirando al genio aragonés. No sin razón lo bautizaron en París como «le petit Goya».

texto José Javier Azanza López, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Navarra «El tiempo también pinta», dijo Goya en una ocasión. Una frase que se interpretó como la voluntad del artista de que el tiempo modificara sus obras o la percepción que se tenía de ellas. 275 años después de su nacimiento, Goya continúa pintando en el tiempo a través de aquellos artistas que sintieron —y sienten— la influencia del genio. Uno de ellos fue Pablo Picasso, que en octubre de 2021 habría celebrado su 140 cumpleaños.

En el verano de 1895, al regreso de las vacaciones con sus padres, Picasso descubrió a Goya en el Museo del Prado. Pese a la distancia de más de un siglo, enseguida se estableció una conexión no solo artística sino también vital. Aquel adolescente malagueño de catorce años se vio reflejado en el temperamento rebelde e individualista del pintor aragonés.

Volvió dos años después a las salas del Prado, durante su formación en la Academia de San Fernando, para copiar a Velázquez, Murillo, Tiziano, y también a Goya. Los cuadernos de apuntes de Picasso se convirtieron en su diario

víctimas y denuncia Picasso creó en 1951 Masacre en Corea, una obra en diálogo con Los fusilamientos que Goya pintó 137 años antes. Sobre un paisaje devastado por la guerra, militares desfigurados como robots sin alma encañonan a personas inocentes. Con esta violenta escena Picasso denunció las matanzas durante el avance del Ejército de EE. UU. en Corea del Norte.

musée nacional picasso-paris

íntimo, su laboratorio de ideas. «Je suis le cahier», escribió en 1907 en uno de ellos. Las páginas del Cuaderno de Madrid (1898) contienen dibujos de las series goyescas Caprichos y Tauromaquia, tratados con precisión y energía a pesar de su inmediatez y espontaneidad. Goya y Picasso comprendieron bien el universo taurino —resalta la figura del minotauro como alter ego picassiano— en un país en el que los ruedos fueron uno de los ejes vertebradores de la sociedad.

La temprana fascinación de Picasso por Goya se manifiesta en Episodio de la Guerra de la Independencia (1896), inspirada en El 2 de mayo de 1808 en Madrid o La lucha con los mamelucos (1814). Ambos nos ponen frente a la barbarie y la sinrazón de la guerra, más allá de la visión épica y patriótica. También en La nana (1901) la actitud desenfadada de la muchacha con el brazo en jarra hace pensar igualmente en los retratos goyescos. Picasso es conocido como «le petit Goya» ya en la época barcelonesa de Els Quatre Gats y también por sus amigos franceses en París, donde el eco de Goya está presente en obras como El peinado (1906), trasunto del Capricho n.º 31, Ruega por ella.

Los años treinta, en especial las series Suite Vollard (1930-1937) y Sueño y mentira de Franco (1937), abren nuevos espacios de diálogo entre ambos. El desgarrador grito femenino del Guernica (1937) —que no es munchiano, sino goyesco, picassiano, sauriano— es el grito de Los fusilamientos (1814) y del Ataque a un campo militar (1798-1800). Un alarido humano de quienes huyen una y otra vez en el transcurso de la historia de la violencia del enemigo. Como en Masacre en Corea (1951), marcada por la desolación general con las ruinas del fondo en recuerdo de Hiroshima.

Pero la barbarie no había terminado. Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, Picasso desarrolla el tema de la vanitas mediante descarnados bodegones de cráneos de toro, cabezas de cordero y costillares que entroncan con la tradición pictórica del Siglo de Oro español y, de manera especial, con la serie que Goya pintó entre 1806 y 1812. «Goya comenzó algo que yo he terminado», afirmó en octubre de 1939 desde su refugio en Royan al presentar su Naturaleza muerta con cráneo de oveja. No extraña que el crítico y coleccionista de arte británico Douglas Cooper, propietario de un bodegón picassiano, se refiriera a él como «mi Goya». Picasso sigue la estela del aragonés en Gato atrapando un pájaro (1939), alegoría de la Guerra Civil española.

En medio de este intenso dramatismo, Picasso tiene tiempo a partir de la década de 1950 para fijar su mirada en la belleza de la Maja desnuda (1795-1800), como antes lo hicieran Manet, Zuloaga o Romero de Torres. La regeneradora creatividad picassiana alumbra así un conjunto de desnudos femeninos tumbados en los que, bajo las violentas distorsiones, se oculta y al mismo tiempo se hace visible aquella anatomía femenina, a veces hipertrofiada, a veces grotesca.

El legado de Goya en el arte moderno es probablemente más rico que el de ningún otro pintor. «Con Goya comienza la pintura moderna», afirmó André Malraux. Picasso no solo tomó sus temas y composiciones, sino también su espíritu y su mensaje. Lo que uno comienza el otro lo culmina, en un eterno diálogo entre dos artistas universales, pictórico y poético, que trasciende las coordenadas del tiempo y del espacio. Nt

APUNTES

caminando entre goyas Con motivo del 275 aniversario del nacimiento de Goya, se estrenó en marzo la gira mundial de la primera exposición inmersiva dedicada al artista: #INGOYA. Las treinta y cinco pantallas gigantes sobre las que proyectan más de mil imágenes se trasladaron en octubre de Granada a Madrid, donde permanecerán hasta el 16 de enero de 2022. La experiencia se acompaña de partituras musicales de Albéniz, Falla o Granados.

reverencia al precursor del arte moderno Alrededor de dos centenares de piezas—pinturas, dibujos, grabados— integran la mayor exposición sobre Goya presentada fuera de España. La Fundación Beyeler, en colaboración con el Museo del Prado, inauguró el 5 de octubre en la ciudad suiza de Basilea un «viaje hacia lo bello y lo insondable» de una trayectoria artística que abarca más de seis décadas. Hasta el 23 de enero de 2022, los visitantes podrán dejarse fascinar por la genialidad de sus retratos y el drama de sus enigmáticos universos pictóricos, en los que los límites entre la realidad y la fantasía se vuelven borrosos.

This article is from: