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Series 712

El tumulto universitario se hace televisión

«The Chair» ofrece una farsa sobre el auge del identitarismo en los campus.

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TEXTO: Alberto N. García [Com 00 PhD 05], profesor titular de Comunicación Audiovisual y crítico cultural

Desde hace casi una década, la universidad estadounidense anda navegando un extraño oleaje. Sus aguas están más revueltas en el ámbito de las humanidades y las ciencias sociales, pero tampoco se salvan las ingenierías o la medicina. La libertad para pensar cuestiones controvertidas y para expresar opiniones minoritarias está siendo asediada. Cada quincena salta una nueva noticia de escraches en el aula, cancelaciones a invitados polémicos, códigos de habla obligatorios, linchamientos mediáticos por naderías y, en general, una presión impuesta por los guardianes de la corrección política que dificulta la sagrada misión académica de reflexionar en voz alta. En ese convulso paisaje intelectual se ubica The Chair, la miniserie de seis episodios creada por la actriz Amanda Peet y Annie Julia Wyman, una doctoranda de Harvard que se ha pasado a Hollywood; de ella proviene la autenticidad que se respira en buena parte de la propuesta.

Porque The Chair narra las desventuras del departamento de Literatura Inglesa en la ficticia Universidad de Pembroke. La profesora Ji-Yoon Kim (interpretada con solvencia por Sandra Oh) acaba de ascender a directora, lo que explica el título de la serie. Entre sus nuevas tareas como jefa está la de lidiar con un claustro avejentado y escasas matriculaciones de alumnos. No obstante, el verdadero gatillo del drama se dispara cuando una de las estrellas del departamento, Bill Dobson (Jay Duplass), hace una parodia de un gesto nazi en clase. Con la preceptiva descontextualización, su levantamiento de brazo se convierte en viral y una bola de nieve echa a rodar. Cada vez más grande, más grande. Hasta que se vuelve imparable.

Ahí es donde The Chair captura con precisión un ambiente turbulento que, para quien siga las noticias de educación superior, es ya una trinchera más de las sempiternas batallas culturales. Emergen estudiantes que se sienten «amenazados» por un gesto sacado de contexto, se suceden las manifestaciones para exigir el despido del docente y se eleva la anécdota a ejemplo de racismo «sistémico». El diálogo se torna imposible y las autoridades sacrifican su integridad académica por el terror de convertirse en trending topic. En esa recreación moderna de la caza de brujas, The Chair retrata más y mejor el actual tumulto universitario.

La gestión de la «crisis nazi» provocada por el profesor Dobson evidencia, además, una institución obsesionada con la imagen hasta límites patológicos, incapaz de tratar a los alumnos como seres maduros que trasciendan el sentimentalismo de las apariencias y para quienes las palabras hieren como cuchillos. En esa mezcla de marketing omnipresente, mermelada emocional y fragilidad estudiantil que la serie retrata, resulta especialmente lúcido el cameo de David Duchovny (el famoso coprotagonista de The X-Files), interpretándose a sí mismo, bajo la excusa de que la lección inaugural del curso académico necesita hacer ruido en la opinión pública. Duchovny realizó en Princeton una tesina sobre Samuel Beckett, allá por los ochenta. La metabroma, pues, apunta hacia una cultura de la celebridad que arrambla con la excelencia del pensamiento y la visibilidad pop por encima de años de investigación rigurosa.

Aunque The Chair sea crítica con la deriva woke de la universidad norteamericana al mismo tiempo que denuncia su obsesión por la imagen, el punto flaco de la serie es el de subirse, también, al carro de los identitarismos. Las entretelas del drama —a ratos muy cómico— ponen el acento en cuestionar la meritocracia universitaria, acusándola de discriminatoria en favor del hombre blanco. Sin matices. De manera maniquea. Así, el relato denuesta por sistema a los profesores eméritos, reflejados todos como dinosaurios de tarima, aburridos y endiosados. Y apuesta por una docencia divertida, activa y revisionista, dejando como lamentable cualquier alternativa tradicional, sí, esa tradición que tan buenos resultados ha ofrecido al progreso desde que se fundara la Universidad de Bolonia en el siglo XI.

Con sus aciertos y exageraciones en la representación del ethos universitario actual en Estados Unidos, The Chair se revela como una propuesta imprescindible para todos aquellos interesados en el mundo de la enseñanza: sus derivas, sus problemas y sus espinosas promesas de futuro. Por suerte, más allá de sus simplificaciones y tópicos, The Chair también abre una ventana para un relato de personajes que luchan por encontrar un equilibrio —vital y profesional— entre el deber y el querer, entre la pérdida y la esperanza. Una extraña comedia romántica entre el melting pot de los muros del saber, esos en los que hay días en los que la realidad supera a la ficción. Nt

APUNTES

EL UNIVERSO DE DC COMICS

Durante años, Marvel ha llevado la delantera expandiendo su gigantesco universo narrativo. DC parece que contraataca con fuerza: una de las series más esperadas de 2022 será Peacemaker, un spin-off de El escuadrón suicida que se verá en HBO Max. Rotundo.

«SEQUÍA, LA APUESTA DE TVE

Dos cadáveres aparecen en un pueblo que quedó inundado años atrás. Un crimen oculto, dos familias. Es la premisa de Sequía, un ambicioso thriller rural con el que la cadena pública quiere no perder el tren de las series de calidad. Nostálgico.

EL PEQUEÑO WILLOW REGRESA A LO GRANDE

Quienes tengan más de cuarenta años recordarán aquella fantasía épica producida por George Lucas en 1988 en la que unos granjeros enanos salvaban a un bebé de las garras de una bruja malvada. El actor Warwick Davis retoma aquel emblemático papel para una serie que prepara Disney+. Ambicioso.

NÚMEROS

6

capítulos tiene La Fortuna, primera miniserie dirigida por Alejandro Amenábar, basada en un cómic de Paco Roca.

206

expertos de 43 países distintos consultados por la BBC han seleccionado The Wire como la mejor serie desde el año 2000.

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