Detección precoz, alertas psicológicas frente a situaciones de emergencia sanitaria

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TEMA 2 Detección precoz, alertas psicológicas frente a situaciones de emergencia sanitaria BLOQUE

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2.1. La importancia de la detección precoz de los efectos psicológicos de la emergencia sanitaria en el profesional sanitario La detección precoz de los efectos psicológicos de la emergencia sanitaria debería ser una tarea de todos porque la salud psicológica de toda la población está en riesgo. Detectar a tiempo las señales y comprender lo que comunica el cuerpo a través de los síntomas requiere saber vigilar el estado de salud, reservarse algo de tiempo para ello, conocerse y entender lo que uno siente. Solo así podemos cuidar de los demás, manteniendo nuestro bienestar emocional y el de las personas del entorno más cercano. En términos generales, la desinformación y la falta de conocimiento provoca estrés, frustración, desesperación, inquietud, rumiaciones, preocupaciones constantes, agotamiento, y desestabiliza a las personas. El principal objetivo de la detección precoz es paliar cuanto antes los efectos psicológicos de la emergencia, promover la resiliencia y el autocuidado del profesional sanitario, porque para cuidar hay que cuidarse, y minimizar el riesgo de desarrollo o cronificación de los síntomas psicológicos posteriores. La mayoría de las dificultades emocionales avanzan porque no se adoptan medidas de prevención o no se ha intervenido de forma eficaz. Es decir, si las personas no nos sentimos capaces de atajar el origen de lo que nos está pasando, lo más probable es que psicológicamente empeoremos porque en salud mental no funciona pensar que el tiempo lo cura todo. El profesional sanitario pertenece al ecosistema de salud que vigila y actúa por la salud porque “más vale prevenir que curar”, pero para ello hay que reconocer los síntomas o las señales que vienen anunciando un desenlace indeseable e intervenir a tiempo. La preparación, formación, capacidad de trabajo en equipo y experiencia del profesional sanitario le hace ser capaz de gestionar con solidez su día a día en consulta, abordar con responsabilidad, eficacia y eficiencia su especialidad, y atender pacientes con circunstancias muy variadas, necesidades y enfermedades bien distintas. También le capacita para afrontar con garantías las situaciones adversas y las emergencias sanitarias, pero todo ello sería mucho mejor si de ahí saliera fortalecido, tomara conciencia de que es imprescindible que identifique sus necesidades, exprese sus sentimientos y sea coherente con lo que siente, hace y piensa, así como tener suficiente equilibrio emocional y salud mental como para tomar decisiones adaptativas y adecuadas ante las dificultades que se presentan en cualquier crisis.

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La capacidad para ser resiliente también puede ayudar al profesional sanitario para reiniciar su presente, extraer aprendizajes y estar en continua interacción con las personas y los profesionales de otras especialidades que le pueden ayudar a encontrar soluciones ante sus propias crisis personales, familiares o profesionales.

No voy a poder, ya estoy harto, abandono, ¿por qué me está pasando esto a mí?, no me dejan ser feliz, nunca voy a lograr salir de esta, todo lo malo me ocurre a mí y no hay nada bueno en todo esto...

El profesional sanitario que es resiliente, y lleva a cabo conductas de autocuidado en su rutina diaria, tiene la capacidad de tolerar el malestar y de superar adversidades porque diariamente está en contacto con la enfermedad y anima a sus pacientes a adoptar un afrontamiento basado en el reto, siendo un referente para ellos porque lo pone en práctica en su vida: “Esto es muy difícil, lo sé, pero se puede superar. Ánimo”. “No te vas a dejar vencer por la enfermedad, tú puedes”. Además, tiene la capacidad de explicar al paciente que el afrontamiento basado en la amenaza, la injusticia, el derrotismo o el victimismo, así como los extremos o generalizar, son unas estrategias desadaptativas que le perjudican. Tal y como hace consigo mismo, le anima a superar creencias limitantes y a superarse cada día, haciendo menos caso al soliloquio que le boicotea: En los casos en los que el profesional sanitario presente una mayor vulnerabilidad, para garantizar su salud mental debería conocer los síntomas emocionales más comunes en estas situaciones de emergencia sanitaria, puesto que lo más importante para un abordaje eficaz es identificarlos lo más precozmente posible con el fin de adoptar las medidas necesarias. Sin embargo, las personas, por lo general, solemos tener la sensación de que nuestra salud emocional está bajo control, aunque la realidad, en muchos casos, es bien distinta.

2.2. Factores de vulnerabilidad, señales o secuelas psicológicas que deberían generar una alerta en el profesional sanitario en situaciones de emergencia sanitaria y ante la desescalada Como consecuencia del impacto de la situación de emergencia sobre el propio profesional sanitario como individuo directamente afectado, el miedo, la ansiedad y otras experiencias emocionales, como la tristeza o la ira, han ido apareciendo en algunos profesionales como reacciones normales ante una situación de emergencia. El estrés y la intensa incertidumbre sostenidos en el tiempo, sumados al excesivo y prolongado ritmo de trabajo (algunos continuando incluso contagiados y sin material de protección adecuado), viéndose además obligados a afrontar situaciones límite, tanto desde su especialidad como teniéndose que adaptar a otras, tomando difíciles decisiones bajo desbordantes estados de estrés, trabajando sin descansos ni tregua, sin la debida protección tanto física como emocional, lidiando con sus propias dificultades personales y miedo por contagiar a sus familiares, duplicando turnos, sirviendo de refuerzo en días festivos, aumentando sus días de guardia y desafortunadamente un largo etcétera, hacen que los profesionales sanitarios constituyan uno de los grupos más vulnerables de la población desde un punto de vista psicoemocional.

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Sin embargo, solo el 9% de las llamadas recibidas a través del Servicio telefónico de intervención psicológica que puso en marcha el Ministerio de Sanidad y el Consejo General de la Psicología al inicio de la crisis de COVID-19, procedían de sanitarios durante el primer mes de apertura*.

* Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid (01/05/2020) Comunicado. Más de diez millones de españoles en riesgo de presentar problemas psicológicos derivado de la pandemia de Covid. Recuperado de: https://www.copmadrid.org/web/comunicacion/noticias/1518/comunicado-mas-diez-millones-espanoles-riesgo-presentar-problemas-psicologicos-derivados-la-pandemia-covid19

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La desprotección del profesional sanitario es evidente, pero su vulnerabilidad, además, puede ir en aumento si el propio profesional no se psicovigila a sí mismo, y se protege, estableciendo medidas de autocuidado, teniendo además en cuenta que con la desescalada es esperable que aumente la demanda asistencial, por no mencionar la probabilidad de un futuro rebrote.

FACTORES QUE SE PREVÉN QUE GENERARÁN MAYOR VULNERABILIDAD PSICOLÓGICA EN EL PROFESIONAL SANITARIO DURANTE LA DESESCALADA (y ante los que es preciso desplegar la propia psicovigilancia) • Desbordamiento de la demanda asistencial, que se espera en la fase de desescalada y en el caso de un posible rebrote. • El riesgo y el temor por contraer enfermedades temidas y transmitirlas a familiares, amigos y otras personas en el trabajo. Este factor juega un papel muy importante porque puede provocar el propio aislamiento del sanitario con respecto a su familia y la pérdida de apoyo psicoemocional. • Equipos de protección laboral que pueden llegar a ser insuficientes, poco confortables, que limiten la movilidad y la comunicación o que puedan producir, por otro lado, una sensación de seguridad incierta. • La gestión de la angustia del paciente y las familias, que puede ser cada vez más difícil de manejar para el personal sanitario conforme aumente la demanda y continúe la sensación de incertidumbre. • La prolongación de la intervención directa con pacientes que pueden mantener e intensificar las sensaciones de miedo, pena, frustración, culpa, insomnio y agotamiento. • Situaciones en las que el profesional se vea obligado a tomar decisiones complejas, en un breve tiempo, generando intensos dilemas morales y culpa. • Lidiar con una constante incertidumbre laboral al desconocer los adecuados y específicos protocolos de intervención o los pronósticos, principalmente en la población pediátrica u otros grupos de los que actualmente existe insuficiente información médica. • Posibles problemas psicológicos (estrés, depresión, fobia, hipocondría…), y dificultades personales (problemas familiares, de pareja, etc.), previos a la situación de emergencia. • La preocupación económica y/o familiar también puede contribuir a la vulnerabilidad del profesional sanitario durante la desescalada, ya que aquellos profesionales o familiares sin contrato laboral experimentarán una grave angustia socioeconómica, siendo un factor de riesgo de problemas psicológicos, como ansiedad o depresión, varios meses después. • El concepto de héroe del sanitario, que de alguna manera puede someter a mayor presión u obligar a cumplir expectativas de la población, bloquear las propias emociones, etcétera.

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Es precisamente este último uno de los factores silenciosos que dificulta en ocasiones al profesional de la salud la conexión con su propia emoción. Muchas veces el concepto de médico establecido en nuestra sociedad genera que la población espere que, ante ciertas situaciones de crisis, el sanitario sea un modelo resolutivo, implicando con ello la promoción del razonamiento lógico en detrimento, muchas veces, de la adecuada conexión y gestión emocional. La desconexión emocional en ciertos momentos puede ser realmente útil, pero mantenida en el tiempo puede colocar al profesional en una situación de vulnerabilidad emocional desde la que continúa trabajando al límite de sus posibilidades mientras suma secuelas psicológicas. Por todo ello, es imprescindible dotar al propio profesional sanitario de herramientas de psicovigilancia y psicoprevención que “le hagan sonar las alarmas” para la aplicación de medidas de autocuidado que le permitan protegerse, proteger a su familia y continuar realizando su trabajo con calidad; en definitiva: cuidarse para cuidar. Experimentar cierto nivel de ansiedad anticipatoria ha sido necesario para afrontar las situaciones de riesgo de contagio en el entorno laboral y familiar y, a su vez, desempeñar la labor profesional con garantías de seguridad y calidad para el paciente, así como con la mayor eficacia y eficiencia posibles con los recursos disponibles, pues permite la movilización del organismo cuando percibe posibles amenazas. Las señales de estrés, por su parte, constituyen el resultado del esfuerzo excepcional que realiza el organismo para responder a una situación que sobrepasa los recursos personales.

REACCIONES NORMALES QUE PUEDEN PERCIBIRSE DESDE DIFERENTES NIVELES ANTE UNA EMERGENCIA SANITARIA • Área fisiológica: náuseas, fatiga, escalofríos, mareos, dolor de cabeza o estómago, contracturas, parestesias, taquicardia, aceleración del ritmo cardiaco, palpitaciones, alteraciones del apetito, sensación de falta de aire, respiración irregular, aceleración de la respiración, hiperventilación, acaloramiento súbito, sudoración y necesidad continua de orinar. • Área emocional: ansiedad, miedo, fobia, irritabilidad, shock emocional, culpabilidad, tristeza, enfado, impotencia, frustración, anestesia emocional, fatiga por compasión, negación y sensación de irrealidad. • Área cognitiva: hipervigilancia, pensamientos intrusivos o contradictorios, confusión, dificultades para desconectar, dificultades para dormir, insomnio, interrupción del sueño, sobresaltos y despertar con desorientación temporo-espacial, problemas de atención, concentración y memoria, e indecisión.

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• Área de comportamiento: sensación de hiperactividad, temblor en extremidades, dificultades para el propio autocuidado, incapacidad para descansar, para comer o ingesta compulsiva, habla acelerada, gritos, comportamiento nervioso, paralización, huída, conductas de evitación, aislamiento, verborrea y llanto descontrolado.

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Tales reacciones son esperadas y consideradas normales, pero cuando la situación límite real o percibida se mantiene demasiado en el tiempo, como durante la desescalada o ante la incertidumbre y temor de un posible rebrote futuro, el profesional sanitario puede comenzar a experimentar sensaciones que le cueste reconocer o expresar, que puede que le asuste e incluso reprima inconscientemente por mantenerse en la idea errónea de no querer sufrir más, no querer sentirse frágil emocionalmente o mantenerse en una sensación (irreal) de fortaleza psicológica por no expresar sus sentimientos y no parecer vulnerable. Así, es posible que durante el desconfinamiento el profesional sanitario comience a sufrir algún tipo de complicación en relación a los síntomas que ya experimentaba o que eclosionen posibles secuelas psicológicas, por lo que deberá psicovigilar especialmente la siguiente sintomatología para su anticipación y prevención, iniciar su autocuidado o buscar ayuda profesional:

SINTOMATOLOGÍA A LA QUE PRESTAR ATENCIÓN • Crisis de ansiedad, sensación de nerviosismo, un estado constante de alerta que le puede provocar insomnio, pesadillas y dificultades para que el sueño sea reparador. • También puede sentirse más agitado, irascible, irritado e incluso con un sentimiento de indefensión elevado hasta el punto de replantearse su profesión. • Intensa sensación de impotencia y enfado por cómo se ha procedido en algún caso, por la reacción de algunos compañeros, etc., que le bloquee o interceda en el trabajo en equipo. • Dificultades de adaptación a la hora de atender a pacientes con enfermedades más leves o de menor impacto para la salud. • Sentimientos de aislamiento o distancia emocional por el miedo a contagiar a familiares en situación de riesgo. • S entimientos de que la única responsabilidad es la de cuidar de otros, pero no dejarse cuidar, ni darse cuenta de la necesidad de descansar. • S entimientos de incertidumbre y ansiedad anticipatoria por los casos que están por llegar a las consultas y el estado de gravedad que presenten. • S entimientos de pánico o miedo paralizante que conllevan conductas de evitación y en algún caso, hasta incluso necesitar bajas laborales. • Sentimientos de desrealización, estar en “modo automático”, despersonalización, pensamientos como “ya no voy a poder ser el de antes”, etcétéra. • S entimientos de culpa por mantener la creencia falsa de no haber podido ayudar lo suficiente. • Síndrome de Burnout como resultado de una respuesta inadecuada al estrés emocional crónico, cuyos rasgos principales son: agotamiento físico y mental, cansancio emocional, mostrar una actitud fría y despersonalizada con los demás (despersonalización) y un sentimiento de inadecuación a las tareas que ha de realizar. Según la Agencia Europea para la Salud*, un 28% de los trabajadores sanitarios padece estrés laboral en situaciones normales, por lo que cabe esperar un incremento considerable de casos durante el desconfinamiento2.

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* Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo (2003) Cómo abordar los problemas psicosociales y reducir el estrés relacionado con el trabajo. Recuperado de: https://osha. europa.eu/es/publications/reports/309

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• Estrés postraumático, que puede eclosionar meses después de la situación intensamente desbordante. El profesional sanitario que experimente algunas de las siguientes señales con el paso del tiempo podrá advertir la posibilidad de conformación del cuadro y actuar en consecuencia, consultando a un profesional de la salud mental lo antes posible:

- Recuerdo continuado o reexperimentación de eventos traumáticos a los que se ha visto obligado a enfrentarse.

- Recuerdos vívidos intrusivos y desagradables sueños recurrentes relacionados con un intenso malestar ante situaciones asociadas a la situación estresante.

- Conductas de evitación de situaciones similares o que relaciona con la situación estresante y esfuerzos por evadir pensamientos intrusivos desagradables.

- Alta activación fisiológica o intensos deseos de evitar aspectos relacionados con la situación altamente estresante.

- Dificultades para recordar total o parcialmente las situaciones traumáticas.

- Insomnio, pesadillas, dificultades para conciliar el sueño, sobresaltos.

- Irritabilidad, explosiones de ira.

- Dificultades de concentración y memoria.

- Nerviosismo, miedo e inseguridad.

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