1x02 - Kiss the cook (Especial 'Breaking Bad')

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PILOTO KISS THE COOK -1x02- 1X01 -

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-ÍND EL OSO ROSA Y LA MUTACIÓN HEISENBERG Por Jesús Villaverde Sánchez

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ARISTÓTELES Y "BREAKING BAD" Por Javier Meléndez Martín

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DICEEL DESIERTO CRECE Por Jorge Dueñas Villamiel

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White TO BLACK Por Nacho Bibián

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ยกAtenciรณn spoilers! La totalidad de esta revista puede incluir spoilers de Breaking Bad. ยกLuego no digas que no te avisamos!

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¡Sorpresa! Sí, lo sabemos, nos hemos adelantado. No nos esperabais hasta septiembre, pero no hemos podido esperar tanto. Emocionados por la buena acogida que tuvo el primer número, nos hemos puesto las pilas para traeros el segundo cuanto antes. Además rompemos (temporalmente) con la variedad temática que queremos que tenga cada número de OchoQuince para crear un especial monográfico de, no podía ser otra, Breaking Bad. Impacientes por el inminente final de la que sin duda es una de las mejores series de la televisión, no hemos podido esperar siquiera a su conclusión para hablar de ella. En vez de eso la cogemos en marcha para sacar nuestras propias ideas y conclusiones, aun a riesgo de que quizás algunas de ellas queden obsoletas dentro de ocho capítulos. Si así ocurre no lo sentimos en absoluto, porque si algo hemos aprendido de Walter White es que quien no arriesga, no gana. Lo que os espera a continuación es un número con un 99,9% de pureza, cocinado a fuego lento y con mucho cariño. Está compuesto de tres ensayos y un relato corto, además de un montón de referencias visuales a una de nuestras series favoritas. Disfrutadlo, pero recordad consumirlo con responsabilidad, es adictivo.

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EL OSO ROSA Y LA MUTACIÓN HEISENBERG

Por Jesús Villaverde Sánchez

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Las dos historias que ocupan este texto transcurren próximas en tiempo y espacio, pero no a la vez.

En algún lugar del mundo, pongamos por ejemplo Nuevo Méjico, dos aviones acaban de colisionar en el cielo. La catástrofe acaba de producirse y el fuselaje del avión se funde en el fuego con las pertenencias de los pasajeros e, incluso, con sus propios cuerpos. Una bola de fuego ilumina la ciudad residencial. Un oso rosa empieza su caída libre.

Colisión. Cr ash Cuando la vida asestó el gran golpe a Walter White, él sólo era un humilde profesor de química recién cincuentón que sobrevivía como podía junto a su mujer Skyler y su hijo Walter Jr, y que además esperaba un nuevo bebé. Pero así es cómo la vida te sacude, de repente y sin avisar. Cáncer, fase 3, inoperable. Difícil pronóstico. El mundo de Walter White se tambalea y se viene abajo en pocos días.

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Walter White no es nada más que otro pringado. En ese momento de su vida, su aspecto, además, lo corrobora. Un pelo despeinado, sin apenas orden ni concierto, un bigote que ni impone respeto ni da masculinidad, y una camisa verde, casi siempre verde, que parece simbolizar la esperanza, el bien o algún valor intangible de ese calibre, presto para perderse entre la maldad del mundo. La viva imagen de un pringado con poca suerte. La misma poca suerte están teniendo en el cielo. El fallo de un controlador aéreo, que atraviesa una gravísima situación personal, provoca que dos aviones se estrellen. El oso rosa, que ha empezado su descenso, se ha escapado de las manos de una niña a la que no veremos nunca. Cae a una velocidad de vértigo y sin paracaídas. No puede haber final feliz. El primer momento de cambio importante en Walter White lo atisbamos tras una reunión de padres en el colegio de Walter Jr., que ahora se hace

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llamar Flynn para más vergüenza de su padre. Walt mete mano a Skyler por debajo de la mesa mientras la reunión se desarrolla. Entonces, Walter ya ha con-


en el coche. Y digo follando porque es follando, nada de hacer el amor. Skyler pregunta: “¿Qué ha sido eso y por qué ha sido tan bueno?” En ese momento, la contestación de Walter denota un primer atisbo de cambio. Sin posar la mirada en Skyler, que respira alterada, responde: “Porque ha sido ilegal”. Ese cambio se corresponde también con uno de los primeros cambios de imagen del protagonista. Aproximadamente en ese momento –quizás el mismo capítulo o un par de ellos atrás–, Walter se rapa la cabeza por completo cuando empieza a perder el cabello por su enfermedad. Ahora luce una calva brillante, más impactante, pero sigue manteniendo ese bigotillo y ese jersey verde un tanto insulsos.

tactado con Jesse Pinkman para cocinar metanfetamina y ha empezado a meterse en el negocio de la droga. Poco después vemos al matrimonio follando

El pelo del oso se eleva hacia el cielo mientras los ojos apuntan hacia el barrio residencial que hay justo debajo. Algunos pelos se desprenden y vuelan hacia arriba por la inercia, para después caer lentamente hacia el

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suelo. Le adelantan piezas del avión, fuselaje, asientos e, incluso, restos humanos. Sigue asistiendo a su caída con aspecto imperturbable. Ha pasado un tiempo desde la escena anterior. Walter se reencuentra con su antigua socia, amiga y pareja, Gretchen Schwartz. Cuando eran jóvenes fundaron la compañía farmacéutica Gray Matter. Sin embargo, cuando Gretchen se casó con su actual marido, Elliot, la relación profesional se fue deteriorando hasta que Walt dejó la empresa, que posteriormente se convirtió en un baluarte y provocó el enriquecimiento del matrimonio. Ahora, la pareja, millonaria gracias a Gray Matter, se ofrece a costear el tratamiento de quimioterapia de Walter. Sin embargo, él, que culpa a Gretchen de su ruina por haberle dejado fuera de la compañía, le niega su ayuda y le dice que no le hace falta. Enfadado, herido en el orgullo y ajustando cuentas con ella le espeta en el bar un “Fuck you!” con una de las mayores expresiones de odio que se le ven en la serie. El bueno de Walter, que probablemente antes de su enfermedad nunca habría

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hablado a nadie de esa manera, está cambiando de forma drástica. Mentir a Skyler, alentar a Jesse a un asesinato por venganza o asistir al abogado Saul Goodman en su actividad delictiva se convierten en actos corrientes y tan cotidianos como preparar el desayuno para Walter Jr. o acudir al supermercado. El cinismo y la doble moralidad se han convertido en una forma de vida. Tan pronto obliga a su hijo a beber hasta vomitar delante de toda su familia como le compra un Mustang de competición sin importarle lo que pensarán los demás. “Esto sólo funciona si te temen”, llega a decir en uno de esos episodios de cambio. Walt ya no es el que era, ni de lejos, pero aún quedan cosas que todavía pueden hacernos empatizar con él; por ejemplo, el momento en que, odiándose a sí mismo por las cosas que ha hecho, le dice a Jesse: “Me lo merezco”, en relación a su enfermedad. De hecho, como si nos quisiesen recordar el fondo de bondad, que todavía no se ha esfumado por completo, en alguna de estas escenas Walt aún mantiene el color verde en su vestuario.


El oso también está perdiendo el pelo debido a la velocidad de su vuelo. Su imagen cada vez es más desaliñada mientras sigue cayendo a un ritmo vertiginoso. Walter se va acercando al peligro cada vez más. Sus actos cada vez son más deplorables. Todo por la familia, pero sin la familia, que no sabe nada de su actividad. Poco a poco empieza a gustarle el sabor de la vendetta, que ha conocido recientemente. “Venganza es lo que necesitamos”, le dice a Saul tras convencer a Jesse para que vaya a por dos yonkis que le han robado y poco después advierta a dos camellos con un elocuente “manténgase fuera de mi territorio” y esa mirada de odio intenso que ya le veremos hasta el final de la serie. La escala del mal de Walt está creciendo a pasos agigantados y entonces tiene lugar uno de los momentos en los que empezamos a dejar de empatizar con él. Muere Jane, la novia de Jesse, sin que él haga nada por evitarlo y se quede mirando impasible como se traga su propio vómito en plena sobredosis. No la mata, no, pero tampoco evita su muerte. Y, justo entonces, por si lo anterior fuera poco, se aprovecha de

la web de ayuda que su hijo crea para blanquear su dinero de la droga. En ese periodo el cáncer parece estar remitiendo, pero él ya ha entrado de lleno en el abismo, ha empezado a trazar la curva exponencial del mal y, a estas alturas, ya no hay quien lo pare. Se empieza a convertir en Heisenberg. Esta escalada de violencia, ese descenso a los infiernos total en el que parece comenzar a caer, coincide nuevamente con un cambio de aspecto. Por fin se quita el bigote y el color verde para dar paso a una perilla poco poblada que da un aspecto algo más vil a Walter y un jersey de lana rosa, que compara su caída con la del oso del accidente de avión. Un oso que se está acercando peligrosamente al suelo, cada vez con menos pelo, igual que Walter, ahora vestido exactamente igual que el peluche.

POLLOS A partir de entonces todo va rodado. Entran en juego Gus Fring, el capo de la droga y dueño de Pollos Hermanos,

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y Mike, su lugarteniente. Walter ya no es Mr. White –sólo para Jesse, quizá el único con el que, por momentos, parece mantener las hechuras–, ahora es Heisenberg. En su nueva situación se permite gritarle como un loco a un guardia de tráfico, conducir a toda velocidad jugándose la vida, pelearse con el propio Jesse y dejarle fuera del nuevo laboratorio o comprometer la vida de su cuñado Hank para salvar su pellejo. La ambigüedad está dejando paso a una incipiente oscuridad que se acentúa con su nuevo puesto en el laboratorio de Gus y queda patente en el tratamiento de la imagen que sufre el personaje cada vez que aparece en escena, con un evidente juego de luces y sombras en el rostro, de claroscuros, en el que las sombras van tomando cada vez más terreno. Pronto la transformación será total e irreversible. Walter asesina a sangre fría a dos matones que van en busca de Jesse y acepta que a partir de entonces no hay medias tintas. A continuación, planea el asesinato de Gale Boetticher, su ayudante de laboratorio, al verse amenazado por la posibilidad de que Gus le sustituya por el químico.

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A sangre fría. La mutación Heisenberg está afectando a las células White. Su ascenso a la cumbre de la droga transcurre paralelamente a su descenso al abismo. Vuelve a comprometer a Hank cuando, herido en el orgullo porque éste crea que Gale es Heisenberg, le pone en la calle, con su consiguiente peligro, asegurando que, desde su posición de químico, parece es una copia. Heisenberg está ganando la partida a Walter por goleada. La doble moralidad es ya historia y empatizar con Walt, imposible. El partido ya es irremontable. No hay prórrogas. La mutación se torna irreversible cuando idea el plan macabro para quedarse con todo el mercado y eliminar en una única jugada a Gus y al único miembro del cártel que queda –a los demás los aniquila el propio Gus poco antes–. Para ello se vale de la vida de un niño, Brock, al que envenena con la flor de lirio para hacer creer a Jesse que ha sido Fring y que su discípulo se una a su cruzada para eliminarlo. En ese momento Heisenberg ya ha ganado la partida a Walter White, que a pesar de seguir vivo, ha muerto metafóricamente. En realidad, el tránsito ocurre unos días antes, cuando le grita a Skyler el famoso “I am the danger! […] I am the one who knocks!”. Ese discurso ya no lo pronuncia Walter, no queda rastro de él, nunca volverá. Se ha completado la mutación Heisenberg. La caída del oso rosa ha terminado. Se acaba de estrellar contra la piscina de la casa de Walter, que lo mira caer atónito, sentado con un jersey del mismo color que su piel. El peluche ha perdido un ojo y casi la mitad del pelo y ya ni siquiera recuerda cuando su vida era plácida en manos de la niña que lo llevaba en el avión. Ha dejado muy atrás todo eso. Es recogido por las manos de un policía. Está empapado, con el agua al cuello. Su descenso, como el de Walter White, se ha consumado.

@jesusvs_txetxu

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SAY my name

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“Surgirá un nuevo orden y sus hombres serán los sacerdotes del hombre, y cada hombre será su propio sacerdote.” Walt Whitman

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ARISTÓTELES Y ‘BREAKING BAD’

Por Javier Meléndez Martín


La ordenación de los sucesos Lo más principal de todo es la orBreaking Bad es una tragedia griega contemporánea. En muchos aspectos sigue el “canon” establecido por Aristóteles en La Poética hace más de 2300 años. (Aunque hablar de “canon” es incorrecto. Es más simple: Aristóteles observó que unos temas y formas de exponerlos funcionaban y otros no, y expuso sus conclusiones por escrito). Nuestra manera de pensar, de sentir y hacer no es muy diferente de aquellos que por primera vez vieron Medea o Edipo. Sólo tenemos más cachivaches. Quizá por eso, las mismas “reglas” que arrancaron emociones hace milenios puedan ahora funcionar. Vamos a verlo…

denación de los sucesos. Porque la tragedia es imitación, no tanto de los hombres cuanto de los hechos y de la vida, y de la ventura y desventura. Aristóteles Algunos episodios de Breaking Bad comienzan con momentos del pasado del personaje o del futuro. Son cebos. Es un recurso que Vince Gilligan suele utilizar en la primera y segunda temporada porque aún no sabemos quién es realmente Walter White, hasta dónde puede llegar. Sin embargo, en la estructura general de la serie Breaking Bad comienza “por el principio”: desde que Walter White es un tipo corriente y buena persona hasta convertirse en un genio del crimen. El drama no está tanto en la transformación de Walter White a Heisenberg como en los residuos emocionales que

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deja a su paso: pierde el afecto de su esposa, pierde la confianza de los hijos y prácticamente destroza el trabajo y la vida de su cuñado, que es casi un hermano. Y todo esto lo sabemos y lo sentimos porque hay un orden. Se empieza en A y se acaba en Z.

La tragedia necesita de la realidad La fábula es lo supremo y casi el alma de la tragedia, y en segundo lugar entran las costumbres. Aristóteles Comedia costumbrista o drama costumbrista son géneros o definiciones que más o menos conocemos. Sabemos que veremos una sátira sobre la

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sociedad en el caso de la comedia o la historia de un grupo de personajes que viven en un ambiente deprimido y sin un futuro distinto a la vista. Para Aristóteles las costumbres son el terreno donde se mueve la tragedia. Breaking Bad se cimenta sobre la crisis, el pluriempleo mal pagado, la desconsideración social hacia los enseñantes, el estigma social de la enfermedad y el culto al dinero. Walter White se mueve en un mundo real. Tú y yo nos identificamos con ese Walter White cargado de frustraciones y facturas.


La duración de la tragedia La tragedia debe tener una duración que verosímil o necesariamente se requiera para que la fortuna se trueque de feliz en desgraciada, o de infeliz en dichosa, ésa es la medida justa de la extensión de la fábula. Aristóteles Si Breaking Bad comenzara cuando Walter White ya es Heisenberg no estaríamos hablando de una tragedia si no de un criminal que hace y deshace a su antojo. Walter estaría más cercano a Tony Soprano o Nucky Thompson. No veríamos cómo su matrimonio se rompe o cómo le duele traicionar a su cuñado. El espectador estaría emocional-

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mente menos implicado en la historia. El espectador sentiría por Heisenberg el mismo apego que por Pablo Escobar.

trario, y eso, como decimos, que

Breaking Bad tiene la duración suficiente para que Walter White pase de “blanco” a “malo” y sea creíble. El drama es la destrucción de un hombre no por el cáncer, sino por los propios demonios.

Walter White piensa que cuando haya muerto, su esposa vivirá tranquila con el dinero acumulado con las drogas. Sin embargo, no sucede así. Es la revolución que indica Aristóteles. Skyler rechaza tanto a su esposo como al dinero. Como ya he comentado en otras ocasiones, reacciones comprensibles, pero que algunos espectadores rechazan porque “Skyler rompe el puntito”. Los que quieren ver muerta a Skyler parecen ignorar que sin ella, Heisenberg sería un caballo desbocado: la serie pasaría de la tragedia a fuegos artificiales. Estaría vacía.

El personaje de la tragedia recibe una reacción opuesta a la que esperaba Dos son las partes de la fábula: revolución y reconocimiento; otra tercera es la pasión (…) La revolución, es según se ha indicado, la conversión de los sucesos en con26

sea verosímil o forzoso. Aristóteles


La tragedia griega se consumará con la quinta temporada según las palabras de Bryan Cranston (Walter/Heisenberg): Breaking Bad acabará mal. Va a ser muy feo, un horrible desastre, y creo que la audiencia es consciente de ello.

La tragedia no elude lo inevitable Pasión es una pena nociva y dolorosa, como las muertes a la vista, las angustias mortales, las heridas y cosas semejantes. Aristóteles Hay cosas inevitables en la tragedia (como la desaparición de media familia Stark en Juego de Tronos, tema del que hablaré en otro artículo). En Breaking Bad también hay hechos que son tan trágicos como inevitables. Sabemos que Hank, el cuñado de Walter, ha sido emboscado. Aquello acaba mal…

¿Acaso esperamos que Walter se vaya con su mujer y sus hijos a una casita en la playa sin más ni más? También está el cáncer, que no perdona…

Hay personajes que sirven a la tragedia y otros que no La composición de la tragedia más excelente ha de ser no sencilla, sino complicada, y ésta representativa de cosas espantables y lastimeras. La tragedia no ha de introducir ni personas muy virtuosas que caigan de buena 27


en mala fortuna (pues causa indignación); ni malvadas, que de mala fortuna pasen a buena (porque no es lastimoso, ni terrible); ni tampoco sujeto muy perverso, que de dichoso acabe en desdichado porque tal constitución no producirá compasión ni miedo; porque la compasión se tiene del que padece no mereciéndolo; el miedo es de ver el infortunio en un semejante nuestro. Aristóteles Walter White es un personaje perfecto para la tragedia. Si bien el planteamiento puede conducir a la indignación (un tipo bueno coge cáncer de pulmón sin haber fumado en su vida), Vince Gilligan hace que pronto los espectadores olviden esto. Walter tampoco es un malvado que pase de mala fortuna a buena, si no una persona que adquiere su fortuna mediante el daño, y en ese proceso se envilece.

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El personaje de la tragedia toma desiciones erróneas Es preciso que la fábula bien urdida sea más bien por mudanza, no de adversa en próspera fortuna, sino al contrario, de próspera en adversa; no por delitos, sino por algún error grande de las personas. Aristóteles La historia de un gran error es Breaking Bad. Un hombre que pretende salvar a su familia: la destruye. Así lo dice Skyler: “Yo soy quien protege a esta familia del hombre que dice que quiere proteger a la familia”. Aunque la tragedia de Walter White parece venir de su carrera criminal, realmente hay que encontrar el germen en la DECISIÓN. Ahí está el error grande que señala Aristóteles.

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El asesinato en la tragedia y otras fechorías (La muerte en la tragedia). Si el enemigo matare al enemigo, no causa lástima, ni haciéndolo ni estando a punto de hacerlo; ni tampoco si se matan los neutrales. Mas lo que se ha de mirar es cuando las atrocidades se cometen entre personas amigas, como si el hermano mata o quiere matar al hermano, o el hijo al padre o a la madre, o hace otra fechoría semejante. Aristóteles Walter White ha llegado a poner en peligro la vida de Pinkman, su compañero de batalla, ha perjudicado la imagen de Skyler ante la hermana de ella, y ha estado a punto de provocar la destrucción de Hank, su cuñado. La tragedia está en estas “fechorías” más que en el hecho de que White venda drogas o mate a personas desconocidas o que no empatizan con el espectador.

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Las soluciones de las dificultades han de seguirse naturalmente de la misma fábula Una frase bastante conocida que en ocasiones se olvida. En ningún momento hay en Breaking Bad soluciones de deus ex machina. Incluso es responsable del accidente de avión que actúa como un importante punto de inflexión en Walter White. La inteligencia del profesor es la que para bien o para mal resuelve los distintos problemas en Breaking Bad.

@tipsguion

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“La realidad objetiva acaba de evaporarse.� Werner Heisenberg

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EL DESIERTO

CRECE Por Jorge Due単as Villamiel

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“Dios ha muerto, y el desierto crece.” Nietzsche

El desierto de Nuevo México en Breaking Bad es mucho más que una simple localización, mucho más que el refugio físico donde Walter y Jesse pueden cocinar su metanfetamina al margen de la legalidad. El desierto es un silencioso personaje más de la serie, simboliza el vacío moral al que Walter se arrastra a sí mismo, y al mismo tiempo sirve como un catalizador fundamental para su metamorfosis en Heisenberg. Al margen de toda sociedad, de todo referente histórico, cultural y moral, el desierto es el terreno yermo perfecto en el que Heisenberg puede florecer y crear, cual “superhombre” nietzscheano, su propio sistema de valores.

Muchas son las ocasiones en las que Nietzsche habla del desierto en sus escritos. Muchas y muy discutidas por sus traductores; en primer lugar porque hay varias palabras en alemán para referirse a lo que en castellano siempre se traduce con la palabra “desierto”, y en segundo lugar, porque no siempre lo utiliza con el mismo sentido. A veces el desierto simboliza para el filósofo alemán el ideal ascético de la soledad a la que todo filósofo, artista o libre pensador debe encomendarse, ¿y por qué no… un profesor de química? En el desierto Walter se sienta a contemplar el paisaje en los descansos de su producción; sólo allí puede ser él mismo, sin mentiras ni reproches, sin nadie que le diga lo que debe hacer. Este arquetipo del desierto como lugar de meditación y libertad, como rito de iniciación, se acentúa todavía más si tenemos en cuenta que estamos, ni más ni menos, que en el Far West ame-

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ricano: “El desierto occidental resuena en el imaginario cultural de Estados Unidos como el hogar de la frontera mítica, con sus valores masculinos de sólido individualismo, autosuficiencia y libertad” (Robert Alford). En otras ocasiones Nietzsche utiliza el término “desierto” como analogía del nihilismo, del vacío moral al que se enfrenta el hombre tras la desaparición de los valores y sentidos absolutos que el filósofo advierte con su más que conocido anuncio de la muerte de Dios. “El desierto crece”, afirma Nietzsche, se acabaron las certezas absolutas, nos encontramos en un terreno inexplorado, desértico, donde todo lo que ayer eran dogmas hoy son tan solo ruinas, y desde donde solo podemos empezar a construir desde cero y producir sentidos propios. Este, y no otro, es el lugar perfecto que permite a Walter abandonar su “moral de esclavo”, que es el término que utiliza Nietzsche para referirse a la resentida moral inventada por los siervos para aceptar y hacer más llevadera su condición de subalternos. Es la moral judeo-cristiana que nos dice que la obediencia es buena y que el orgullo es

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malo, que promueve la misericordia y critica el egoísmo y el poder. Walter abandona en el desierto su condición de profesor ejemplar y modélico para tomar las riendas de su propio destino y construir su propio sistema de valores, más cercanos a la «moral de señores», basada principalmente en el poder y el orgullo. Evidentemente este cambio no se produce sin más. Como toda reacción química, el proceso alquímico que convierte a Walter en Heisenberg se desencadena ante unas determinadas

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condiciones. En primer lugar un detonante, “un trauma”, porque si la construcción del héroe siempre está basada en un trauma de origen (basta pensar en Superman, Batman, Spiderman…), nuestra particular construcción del “antihéroe” no podía ser menos. El cáncer y la imposibilidad de asegurar el futuro económico de su mujer y sus hijos es el golpe que sacude la vida de Walter. En segundo lugar hace falta un catalizador que acelere la reacción, y que en este caso sería según Nietzsche la propia “voluntad de poder”, el deseo instintivo de todo ser vivo por ir más


allá de todos, más allá de sí mismo, más allá de la muerte incluso. Y por último es necesario un espacio, un refugio donde el héroe/ antihéroe se transforma, donde se quita y se pone la máscara. La muy particular “fortaleza de la soledad” de Walter es, como ya hemos mencionado, el propio desierto.

Walter se hace fuerte en el desierto, abandona finalmente la debilidad que había regido su vida y comienza a seguir una moral ambigua y relativa, y lo que es más importante, propia. Aunque puede que sea al revés, y lo que estemos presenciando no sea su liberación, sino las consencuencias finales de su debilidad, y que ante la incapacidad de afrontar la adversidad Walter se esconda y se camufle en ese sinsentido de ego, inmadurez y masculinidad que representa Heisenberg.

En calzoncillos y bajo el ardiente sol del desierto americano, Walter White deja atrás su vida anterior para empezar a controlar su propio destino y convertirse en alguien del que poder sentirse orgulloso. Porque como llega a reconocer en algún momento, ya no es por el dinero, sino por el poder, por el respeto de los demás. Renace en el desierto con el apropiado nombre de Heisenberg, y muy presumiblemente también en el desierto será donde acabe su aventura. Como Ozymandias en el poema de Percy Bysshe Shelley, su imperio desaparecerá semihundido entre las dunas de arena.

¡ay de aquel que guarde

“El desierto crece, desiertos en su interior!” Nietzsche

@sickmonkeys

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YEah,

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science!

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White to Black Por Nacho Bibiรกn

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1. Llevo casi un año viviendo en Sheffield y apenas he recibido visitas, así que siempre trato de vender bien la ciudad a mis amigos, a ver si de una maldita vez se apuntan. Que si hay mucha fiesta, que si las chicas van en minifalda hasta en enero, que si el centro de la ciudad, que si MeadowHELL... Pero en lo que más insisto, porque creo que es lo que más tirón tiene, es en la cantidad de famosos que circulan por aquí. Si están de paso o residen en Sheffield lo ignoro, pero la realidad es que son casi una plaga. Incluso el Town Hall ha recibido ya quejas. El día que conocí a Walter White estaba disfrazado de Jesucristo. Eso yo. Él decía ir de Trotski, pero se daba todo el aire a Lenin. Así es como rompí el hielo: - Hey, Vladimir, ¿qué tal tu apoplejía? ¡Se te ve muy simétrico! No le hizo mucha gracia y el piolet comprado en una tienda de artículos de broma que parecía incrustado en su cráneo tiró una copa de la barra al inclinar él la cabeza. Así que me ofrecí a invitarle a un tequila y él aceptó. Aquella noche fue la primera de una serie de fiestas temáticas en el West Street Live, lo que significaba

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que había descuentos en ron con cola y en vodka con redbull. Únicamente. Y para conseguirlos había que ir ataviado convenientemente para la ocasión, que en este caso era “Líderes revolucionarios”. Yo detesto ambos combinados, pero aun así me disfrazo, no vaya a ser que un día no lo haga y la oferta esté en godfathers (Disaronno con Black Label, que ponen en la Old Room) o en Glenfiddich con hielo en copa de balón, o en Coca-cola de vainilla, ya que estamos. Por pedir que no quede. Pero no, la oferta se mantuvo en roncolas y vodkabulls, así que ordenamos un par de tandas de tequila, pasándonos el testigo. A esas alturas a Walter ya se le había pasado el enfado y bromeó con que si él era Lenin y yo era Jesucristo bien podría ser una fiesta de dictadores en lugar de de líderes revolucionarios. Yo reí y contesté que eso habría sido imposible, porque yo tenía bien planchado y colgado en el armario mi atuendo de Merkel, bigotito incluido, esperando la ocasión. Como no soy tan comprometido como los ingleses en cuanto a los disfraces, me cuesta ajustarme al papel de un tipo semidesnudo cuando, digamos, un 20 de junio, el termómetro no pasa de 15 grados y el viento supera los 30 nudos (nudos, como si yo supera cuánto es un nudo, yo, que me ato los cordones con el truco del conejo y la madriguera... si me leyera Pérez Reverte se avergonzaría de que alguien como yo haya leído La carta esférica). El respeto al frío me empujó a combinar el taparrabos con una gruesa chaqueta de cuero que me acercaba más al Superstar, que sinceramente no sé cómo de revolucionario era. Él hizo el chiste señalando mi chaqueta y haciendo el gesto Fiebre de Sábado noche a lo John Travolta. Mi Jesucristo acababa por ser una suerte de híbrido entre un hippie y un heavy. O como si a un rockero le hubiese pasado un tractor por encima. Tequila a tequila me desgranó su historia. Que le diagnosticaran cáncer de pulmón con un hijo dependiente y la mujer embarazada fue una mala broma de mi padre (el de mi disfraz, digo). ¡Y cómo salió adelante! Él, un pobre profesor de química de instituto, obligado a ensuciarse las manos. Bueno, lo que sea por los hijos, claro. Cuando le dije que era un gran cabeza de familia sacudió la suya y yo tuve que esquivar el mango del piolet. “Mi mujer no estaba nada contenta. Claro que no lo

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sabía todo, pero le sentaba mal que saliera de casa dando excusas”. Qué desagradecida, le dije, qué arpía, pensé también, pero me lo callé. ¡Y cuando me contó que su cuñado era de la Agencia Antidroga! Guau, eso fue un shock. Pero mi admiración por él no hizo más que crecer. Un pobre moribundo atándose los machos y enfrentándose a su enfermedad, su familia y su propia conciencia para conseguir sacar adelante a sus hijos si a él le pasaba algo. Y todos los demás, mezquinos y egoístas, lejos de apoyarle, solo se dedicaban a cuestionarle y sospechar. Si no le admirara tanto llegaría a darme lástima. Esa primera vez me cayó bien. Y por la noche tuve el primero de una serie de sueños de lo más particular. Recuerdo estar situado a cientos de metros sobre la casa de Walter White en Albuquerque, con una visión perfectamente perpendicular al suelo, como si uno de los primeros Grand Theft Auto estuviera ambientado en Nuevo Méjico. No veía las caras de nadie mirando desde arriba, pero podía reconocer de alguna manera los gestos y ademanes. Más o menos alcanzaba a seguir la trama. Y como estaba a tanta altura, mi vista caía en picado en la cabeza rapada de Walter y podía adentrarse ligeramente en ella. No era un narrador omnisciente, pero la sensación lo parecía. En mi sueño todo esto tenía sentido. Al principio el sueño solo consistió en darme cuenta de mi propia situación, que por otra parte era algo colectivo: yo formando parte de un nutrido grupo de espectadores algo-así-como-omniscientes-pero-no-exactamente. Era como si el videojuego se estuviera cargando y el mini-juego de inicio fuera la toma de conciencia. Al rato Walter salió de su casa. En ese momento su nombre era solo Mr. White. El punto de su cabeza no destacaba en absoluto sobre los demás puntos, de hecho pasaba bastante desapercibido y por momentos parecía incluso desaparecer. Pero paulatinamente, según iba interactuando con otros puntos, el suyo fue ensanchándose y creciendo. Los gráficos no eran muy buenos y a veces era difícil de saber si lo que había ocurrido era que Mr. White había crecido o estaba situado en una colina o qué sabíamos nosotros.

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Otra interacción extraña sucedía con un par de puntos amarillos que al principio resultaban considerablemente mayores que el destacado como Mr. White: en cada encuentro de este con cualquiera de estos dos puntos amarillos, no solo aumentaba el tamaño del protagonista, sino que disminuía el del interlocutor, por lo que el contraste era aún mayor. El resto de la noche soñé con algo relacionado con un perro y una manzana, pero lo olvidé al despertar.

+ 2. - ¡Qué sorpresa! No vienes disfrazado -dijo-. - No, pero debería venir de gato, porque no veas qué problemón en casa. Bueno, ¿y tú de qué vas? Eso no vale. - ¿Por qué? ¿Qué pasa? - La abeja no es un animal peligroso, solo se dedica a trabajar y no ataca nunca si no se siente atacada. - Es que no soy una abeja, soy una avispa. - Jaja, no, eres una abeja, seguro. - Las abejas tienen el abdomen grueso y el mío es más delgado. De todas formas, las abejas también son algo peligrosas, no es como si fuera de sírfido. - ¿Perdón? - Te explico. Hay ciertas especies animales y vegetales que presentan rasgos característicos destinados a disuadir a sus depredadores. Algunas plantas tienen mal sabor o producen urticaria, por ejemplo. En muchos casos, los animales que tienen veneno muestran colores llamativos para que los agresores, escarmen-

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tados por experiencias desagradables previas, se lo piensen dos veces antes de meterse con ellos. Este fenómeno se ha denominado aposematismo. - ¡Qué bien te expresas! Cómo se nota que eres profesor. - Pues resulta que hay algunas especies que no tienen veneno ni son peligrosas ni nada, pero se aprovechan de esos depredadores escarmentados y se protegen “gratis” -dijo haciendo el gesto de las comillas-. Esto se conoce como mimetismo batesiano y un ejemplo son una familia de moscas llamadas sírfidos, que muestran los colores amarillo y negro con la esperanza de ser confundidas con avispas o abejas y que así las dejen tranquilas. O las serpientes que imitan a las de coral, de anillos negros, rojos y amarillos. Es decir, una especie inofensiva se protege simulando ser peligrosa “disfrazándose” -y volvió a hacer el gesto- de la especie modelo. Así que cuéntame, ¿por qué vienes sin disfraz? - Mira, Walter, jamás creerías lo grande que es el bicho este. Estaba jugando al ordenador en mi cuarto con la puerta abierta, que está enfrente de la cocina y asomó la cabeza y saludó: “Hola, soy la nueva inquilina”. ¡Una rata de proporciones épicas! Levantaba al menos cuatro palmos del suelo. Asustado pegué un grito, “¡Hijaputa!”. Salió disparada y yo cerré la puerta de golpe y seguí con mi partida, que estaba muy emocionante. Cuando fui a la cocina, que es el cuarto que escogió para instalarse, no fue sin antes armarme con una barra de cortina, y fui avisando de mi llegada con golpes de madera en suelo y paredes empuñando la barra como si fuera un cayado. Cuando abrí la puerta casi me da algo. ¡Estaba con las maletas abiertas encima del sofá, desempacando! Se me escapó otro grito, uno muy varonil y como de guerrero mítico, y se escurrió por detrás del horno. Con un portazo me impulsé escaleras arriba para alertar a mi compañero de piso, que me dijo: “El mes pasado, que había arañas en tu cuarto, el anterior, cucarachas en el baño y ahora esto. ¿Pero qué problema tienes tú con los animales? ¿Tanto te molestan?”. En fin, al final, como él es mi casero le convencí de que llamara al exterminador. Así que mañana no puedo dormir en casa. Tenemos toda la noche para estar por ahí. ¿De qué te disfrazarás tú? Es noche de superhéroes. - ¿De superhéroes? Genial. De Súper Ratón.

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- No tiene gracia. - Discúlpame, amigo -dijo en castellano- creo que iré de Speedy González. - Ya vale. Entonces esta amiga mía, llamémosla Teresina, vino a saludarme. Es una estudiante italiana de magisterio que está en Sheffield en su año de Erasmus. Una chica majísima, de verdad, y muy mona y todo eso. Creo que mi problema con ella fue que no supo ocultar su interés por mí desde el principio. La pobre Teresina lleva unas gruesas gafas de culo de botella que deben pesar una tonelada, aunque le dan cierto aire interesante. A veces me preocupa que su nariz y orejas cedan bajo el peso del cristal. - ¡Hola! ¿Qué haces sin disfraz? Ignoró a Walter como si no le hubiera visto. Yo le expliqué en pocas palabras mi problema casero y fui a presentarle a mi compañero de bebida, pero me interrumpió para contarme otro problema de la misma índole. - Estoy muy harta, de verdad. ¡Qué bien que estés aquí para poder contártelo! Ya sabes que me compré una nueva cama doble, ¿no? Te comenté que era tan grande como para que dos personas durmieran estupendamente. Bueno, pues los imbéciles de mis compañeros de piso, que me tienen hartísima, en serio, llevaban toda la semana poniendo excusas para escaquearse. Porque ya te dije que estoy apuntada a yoga, que es buenísimo para la flexibilidad, y el camión de reparto llegaba justo durante mis clases. Que estoy super flexible, eh, que para mañana he pensado venir disfrazada de Miss Increíble de lo flexible que estoy -soltó una risita nerviosa y se ruborizó un poco-. Pues al final todos se hicieron los sordos o salieron del piso y el del camión se volvió sin dejar la cama doble suficientemente grande como para que dos personas duerman en ella. Así que me ha tocado pedirle a mi jefe que me dejara la furgoneta para ir a recogerla yo misma. En fin, hartita hartita, pero al menos ya tengo mi cama doble para que dos personas duerman estupendamente en mi cuarto. Se ruborizó de nuevo, miró sobre mi hombro reconociendo a sus amigas, me besó en la mejilla tropezando con un taburete y se fue con prisa sin siquiera mirar a la

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abeja-avispa-sírfido gigante, como si sus franjas amarillas y negras le camuflaran con la barra del bar. Sí, era bastante obvio que ella estaba interesada en mí. Walter también se había dado cuenta. Yo me giré hacia él con aire solícito y la intención de seguir nuestra conversación donde la habíamos dejado. - Déjate de disfraces. Tú no vas a venir mañana. - Ah, ¿no? ¿Dónde vamos? ¿Es que tienes algo pensado? Recuerda que tiene que durar hasta la mañana porque no tengo dónde pasar la noche. - Claro que sí. Vas a pasarla con Teresina, esta chica tan majísima y mona y con una deficiencia visual tan grave como para pasar por alto lo que tiene delante y estar loquita por tus huesos. - ¿Y qué? ¿Le pido que me deje dormir en el sofá? Ya has oído los problemas que tiene con sus compañeros de piso. - Nada de sofás. Tú te vas a acostar con ella. Y dormirás en su nueva y maravillosa cama doble. Y si no eres lo suficientemente estúpido como para dejarte asediar por estúpidos remordimientos, dormirás estupendamente y te dejarás agasajar por la mañana con un desayuno continental de dos huevos fritos con beicon, café recién hecho y todo. - No voy a hacer eso. Es mi amiga. No le haré eso. No me aprovecharé de ella. - Por supuesto. Creo que me voy a ir yendo. Te veré el sábado. - ¡Por supuesto que no! ¡Me verás mañana! ¡Ve preparando tu disfraz de Super Ratón! - Buenas noches. Y le vi alejarse y salir por la puerta del local, maniobrando ágilmente entre la gente con su alargado y delgado abdomen, cargado de venenos. Ni siquiera estaba dormido del todo, creo, cuando el videojuego empezó a cargarse de nuevo, pero esta vez tardó bastante menos en pasar a la acción. Todo lo demás iba creciendo alrededor de Walter, pero él permanecía estable. Era una sensación algo vertiginosa para todos nosotros. Entonces se escuchó en off su voz

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mientras a pie de pantalla se podía seguir lo que decía gracias a unos subtítulos en blanco sobre una franja negra. - El término ‘quiro’ viene del vocablo griego para ‘mano’. El concepto es que igual que la mano izquierda y la mano derecha son imágenes especulares la una de la otra, idénticas pero opuestas, pasa igual con los compuestos orgánicos. Pueden existir como imágenes formadas entre ellos hasta bajar al nivel molecular. Pero aunque puedan parecer tan iguales no siempre se comportan igual, por ejemplo, la talidomida. El isómero mano derecha de la talidomida es una muy buena medicina que se da a las embarazadas para las náuseas matutinas, pero si cometemos el error de dar a esa misma embarazada el isómero mano izquierda de la talidomida, ese niño vendrá al mundo con terribles malformaciones, que fue lo que ocurrió en los años 50. O sea, quiralidad, son las imágenes reflejadas: activo-inactivo, bueno-malo... Es una especie de simetría química entre diferentes moléculas que, a pesar de ser como las dos imágenes de un espejo, no se podrían superponer. Las moléculas especulares a veces presentan características totalmente distintas a la hora de comportarse o de interactuar con el cuerpo humano. Lo mismo ocurre con la metanfetamina. La mano derecha es la L-metanfetamina, no muy adictiva y que se usa como descongestionador nasal en algunos medicamentos. La mano izquierda, la D-metanfetamina, tiene efectos altamente psicoactivos, además de ser muy adictiva para el ser humano, más aún, incluso, que la cocaína. Mientras escuchamos su voz le vemos seguir inmune al extraño fenómeno que afecta a casi todo su entorno, que sigue creciendo, despacio pero sensiblemente. Todos los espectadores miramos a la vez dentro de su cabeza y le notamos temer haber cruzado el eje de simetría, haber saltado a través del espejo como Alicia. Si le vemos dentro del reflejo nos damos cuenta de que no podemos mirar dentro de su cabeza, pues la lleva cubierta con un sombrero negro. Y allí dentro nadie le llama Walter, ni señor White, ni papá, ni cariño. A través del espejo a su molécula especular, a su mano izquierda, todos la llaman Heisenberg. En el otro lado todo se ve diferente. Extrañamente similar, pero diferente.

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3.

A las cinco tuve que salir de casa con una percha cubierta por una bolsa negra de basura. Debajo respiraba mi traje de Cíclope, el de los X-Men, que compré en Bruselas el año pasado. De la mano llevé a Cíclope por un tour a través de la amplia variedad de pubs del centro de Sheffield, empezando por The Graduate, mi predilecto desde que un amigo que abandonaba la ciudad me cedió su tarjeta de descuento. Así en cada uno de ellos cayeron dos cervezas, una a mi salud y la otra a la salud de los X-Men. A medida que íbamos avanzando y quemando calles con nuestros ojos rojos, me iba acordando de nuevos miembros del grupo de superhéroes, por lo que la lista para brindar cada vez era más larga y la variedad de alcoholes para homenajearles también. “Esta por mamá y esta por papá”. Pronto brindé por los camareros que me servían y por los dueños y por los que recogían los vasos de las mesas erigien53


do altísimas torres con ellos y por los porteros. Finalmente brindé por la madre de uno de ellos y no le hizo gracia. Y me tiró a la calle sobre el traje de Cíclope, que se rasgó de lado a lado. Lloré entonces un poco de cerveza y fingí ser el compañero de un superhéroe que debía ser vengado, agitando el puño al cielo y exclamando frases confusas y con la lengua plácidamente dormida. Entonces descubrí en mis propias carnes que todos los que se relacionan con Walt parecen pasar en algún momento por el trance de elegir entre respetar sus propios códigos morales, a veces coincidentes con la legalidad o con lo socialmente aceptado, y aprovecharse de una situación favorable. En algunos casos el dilema es resuelto con una demostración de saber estar y una altura moral sorprendente para propios y extraños. Por desgracia, ese no fue mi caso. Huelga decir que no dormí estupendamente en la cama doble y que el abrazo posterior de Teresina, lejos de confortarme, solo me hacía más y más repugnante a mis propios ojos. Si hubiera sido idea mía, incluso con toda la cerveza y demás pociones, me encontraría satisfecho y tranquilo, y puede que incluso aquello fuera a más con el tiempo y pronto (pronto porque yo soy así y fantaseo enseguida) me encontraría fantaseando con pequeños churumbeles de gigantes vidrios en la cara y naricillas y orejas en constante peligro. Pero no, la idea estaba corrupta y maldita antes de nacer. Y desde luego, no tenía cuerpo para disfrutar de un desayuno continental de dos huevos fritos con beicon, café recién hecho y todo, ni de ningún desayuno en general. Pensé que la pobre italiana estudiante de magisterio no se merecía tocar mi piel de reptil a anillos negros, rojos y amarillos, así que salí de la cama, me vestí cubriendo mis escamas y volví a acostarme al lado de Teresina, que al instante me atrapó de nuevo como una boa constrictor.

Enseguida me vi suspendido en el aire de nuevo y la tendencia del sueño anterior continuaba: todo crecía mientras Walter permanecía inmóvil. Pero algo encontrábamos extraño. Buscando un punto de referencia nos dimos cuenta de que estábamos muy por debajo de las más bajas nubes, es decir, que no es que todo cre-

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ciera mientras Walter se mantenía, sino que él había ido descendiendo. ¡Y nosotros con él! Y sí, descendiendo, porque no es que Walt hubiera disminuido durante este tiempo, ya que conservaba su tamaño o incluso a ratos diría que seguía creciendo, como un cáncer, pero quizá su propio peso le iba hundiendo más y más en la tierra. Su posición era cada vez más baja. Había comenzado su descenso a los infiernos. Y nosotros conseguimos por poco esquivar nuestro impacto con el suelo. Una vez conscientes de nuestra caída libre anterior, pudimos analizar un poco más la situación de todos los demás puntos. Muy pocos habían seguido los pasos de Walter y ninguno a tal velocidad. Algunos se habían mantenido a la misma altura y algunos otros habían crecido y ascendido al mismo tiempo, especialmente los dos puntos amarillos a los que tanto afectaba el brillante punto de la calva durante el primer sueño. Su relación con ellos era de esa manera inversa: cuando él ascendió ellos bajaban y su caída fue acompañada del crecimiento de aquellos. En mi duermevela la cama doble de Teresina se me hacía diminuta como la celdilla de una colmena. Ella dormía a pierna suelta ocupando cuatro quintas partes del colchón, estirada como una estrella de mar.

+++ 4. No sé hasta qué punto elegí mi disfraz como desafío o más bien como reconocimiento de mi derrota, pero aquella noche gruesas sogas como de ahorcado colgaban tras mis hombros y si apretaba el paso podía notarlas chasquear en mis pantorrillas y chocar con mis zuecos de madera. El atuendo tirolés de Pinocchio me quedaba genial, pero eso solo me hacía sentir peor y más culpable por lo ocurrido. Cuando desvelé el enigma que el portero propuso y atravesé el umbral del West Street Live, enfilé directamente a la esquina de la barra tácitamente pactada para

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nuestros encuentros. Efectivamente allí estaba, y no tuve necesidad de preguntarme qué papel había escogido para la “Noche de personajes de cuento”. En esta ocasión no había duda, el disfraz le sentaba como un guante, como anillo al dedo. Me vio llegar y, con sonrisa ladina, sopló brevemente dentro de su flauta de Hamelín.

- ¿De qué te disfrazaste anoche? ¿De Speedy González, de Súper Ratón o de rata de alcantarilla? - ¿Disfrazarme? Pero si yo tampoco vine. No tenía la menor intención de pasar la noche solo. - ¿Y si no hubiera quedado con Teresina? -Por favor, no seas estúpido. Claro que ibas a quedar, no había ninguna duda. Era tu mejor opción.

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Y reconociendo el reproche en mi rostro de madera se burló de mí exhibiendo su atuendo y haciendo sonar otra vez la flauta: - ¡Encima de que vengo a ayudarte con tu problema de plagas! Su comentario jocoso no borró mi gesto ni mejoró mi ánimo. - ¿Quién maneja tus hilos, Walt? - ¡Yo mismo! ¡Yo manejo todos los hilos! Los tuyos, los de Teresina y los de todos, a tu alrededor y a mi alrededor. Yo sé lo que hago y sé lo que quiero. Y sé lo que hace falta para conseguirlo. ¡Y no soy un cobarde como tantos otros! Así que hago lo que sea necesario para lograr mis objetivos. - Eso te crees tú. El poder de Walt viene del control que ejerce de la situación. De su aparente posición, que lo sitúa sobre las demás cabezas. Parece que nada le afecta y que solo su objetivo es la explicación a sus actos; la sublimación del fin justificando los medios. Es el principísimo maquiavélico. Pero su poder le tiene poseído. Eso es lo que mueve sus hilos. Ya no es él, que ha perdido su libre albedrío, porque está obligado por el ansia de ser poderoso (y de que todos lo noten, si es que aún no lo saben). Todo su poderío es como el Anillo Único de Frodo, dominando su voluntad. Es el hombre al que han regalado un reloj y el reloj gobierna su vida. Antes de irme trastabillando y dejarle a mi espalda sentado en su banqueta con una expresión de inmediato furiosa, dicté la sentencia que mejor me vino a los labios: - Tú no manejas tus hilos, Walter White. Tus hilos los maneja Heisenberg.

@Nacho_Leteo

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WE ARE THE DANGER,

JESÚS V ILLAVERDE SáNCHEZ Periodista cultural, escritor, lector. Blog: www.jesusvillaverdesanchez.blogspot.com Twitter: @jesusvs_txetxu

Javier Meléndez Martín Escribo guiones y colaboro con distintos medios online. A veces imparto talleres o doy charlas sobre la escritura de guiones. Blog: www.lasolucionelegante.wordpress.com/ Twitter: @tipsguion

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we are the ones who knock JORGE DUEÑAS V ILLAMIEL Diseñador digital e historiador del arte. Pensando en imágenes desde 1984. Web: www.sickmonkeys.net Blog: www.realidadesinexistentes.com Twitter: @sickmonkeys

NACHO BIBiáN Licenciado en Periodismo por la Complutense y actualmente estudiando Grado en Lengua y Literatura españolas por la UNED. Reside actualmente en Sheffield (Reino Unido), donde se dedica a supervivir. Blog: www.comosisifo.blogspot.com Twitter: @Nacho_Leteo

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La fama de Heisenberg ya llego hasta Michoacán Desde allá quieren venir a probar ese cristal Ese material azul ya se hizo internacional.

Ahora sí le quedo bien a Nuevo México el nombre A México se parece en tanta droga que esconde. Solo que hay un capo gringo por Heisenberg lo conocen.

Anda caliente el cartel, al respeto le faltaron Hablan de un tal Heisenberg, que ahora controla el Mercado Nadie sabe nada de él, porque nunca lo han mirado A la furia del cartel nadie jamás ha escapado. Ese compa ya esta muerto nomás no le han avisado.

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CRÉDITOS

Concepto e idea: Jorge Dueñas Villamiel y Jesús Villaverde Sánchez. Coordinación: Jesús Villaverde Sánchez y Jorge Dueñas Villamiel. Ilustración y maquetación: Jorge Dueñas Villamiel. Han colaborado en este número: Javier Meléndez Martín y Nacho Bibián.

¿Eres todo un enfermo seriéfilo y además te gusta escribir? Si quieres colaborar en los próximos números de OchoQuince, escríbenos: www.ochoquincemag.com Twitter: @ochoquincemag Mail: ochoquincemag@gmail.com

(2013)

Algunas fotografías de esta publicación pertenencen a AMC Network Entertainment LLC. Otras han sido encontradas en commons.wikimedia.org

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