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DOCUMENTOS

Reúne diferentes tradiciones cristianas de todo el mundo, abriéndonos los ojos, fortaleciendo nuestra fe y reforzando la convicción de nuestras raíces cristianas comunes en un mundo dividido. Orar juntos es algo para lo que no es necesario que las personas se reúnan físicamente en un mismo lugar, como han señalado repetidamente en las últimas semanas los grupos cristianos, incluidos los organizadores mundiales de la Semana de oración por la unidad de los cristianos: el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) y la Iglesia Católica Romana. El Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y el CMI organizan conjuntamente la Semana de oración por la unidad de los cristianos desde 1968. El tema de este año, “Nos trataron con una solicitud poco común”, está tomado de Hechos 28:2, y se basa en la historia de cuando Pablo halló refugio en la isla de Malta después de un naufragio. Los recursos para la semana han sido preparados por miembros de diferentes iglesias de Malta. El secretario general interino del CMI, Rev. Prof. Dr. Ioan Sauca, afirmó que, al tiempo que personas de todo el mundo oran al unísono y recuerdan la hospitalidad recibida por San Pablo y aquellos que naufragaron junto con él, reflexionarán sobre el significado de la amabilidad y la hospitalidad con los extranjeros en este momento preciso. “Oramos por la unidad de los cristianos en nuestros diversos lugares y tradiciones, pero también creamos espacio para las preocupaciones de nuestros hermanos y hermanas de otros contextos y los dones que nos aportan”, añadió. “Mantener la distancia física en estos momentos puede convertirse también en una expresión de bondad si así atendemos a las necesidades de los más vulnerables entre nosotros”. (oikoumene.org) 20/05/2020

73.El CMI y la Conferencia de Iglesias de Toda África instan a estrechar los lazos entre las iglesias y los proveedores de servicios de salud El Consejo Mundial de Iglesias y la Conferencia de Iglesias de Toda África instaron, en una declaración conjunta, a estrechar la colaboración entre las iglesias y las asociaciones y establecimientos sanitarios de las iglesias. “La pandemia de la COVID-19 ha generado desafíos sin precedentes en el mundo”, dice el mensaje. “En África, las estructuras socioeconómicas y los medios de vida se han visto alterados”. También existe la correspondiente pandemia de las noticias falsas y la desinformación, continúa el mensaje. “Nos alientan las relaciones dinámicas en algunos países entre las iglesias y los establecimientos sanitarios de las iglesias en las que los profesionales sanitarios cristianos apoyan a las iglesias al proporcionar educación para la salud, disipar los rumores y la desinformación, y acompañar a los dirigentes de las iglesias cuando toman decisiones pertinentes”, recoge el mensaje. “En otros lugares, sin embargo, las iglesias y los establecimientos sanitarios de las iglesias están trabajando de manera aislada y los establecimientos sanitarios no forman parte de la vida y del testimonio de las iglesias, o solo se coopera en el marco de la misma denominación”. (oikoumene.org) 20/05/2020

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74.Hacia una mística de ojos abiertos, corazón solidario y amor políticamente eficaz (1): Juan José Tamayo*

Nuestras maestras y maestros

Estamos celebrando este año el décimo aniversario del fallecimiento de Raimon Panikkar, místico itinerante, que supo aunar en su vida y su pensamiento ambas dimensiones –mística e itinerancia- con una extraordinaria coherencia y fue capaz de conciliar en su persona experiencias místicas de diferentes religiones: judía, cristiana, hinduista, budista, y la mística secular. 2020 es también un año de para recordar a teólogas y teólogos nonagenarios que brillan con luz propia y viven –o vivieron- la mística no como evasión y huida del mundo, sino en el corazón de la realidad con todas sus contradicciones, al ritmo de la historia, en el horizonte de la liberación, en busca de nuevos valores humanistas y ecológicos y desde el compromiso por la transformación personal, comunitaria y estructural. Me refiero a Gustavo Gutiérrez, para quien el método de la teología de la liberación es la espiritualidad; a Johan Baptist Metz, fallecido el año pasado, que propone una “mística de ojos abiertos”, que lleva a con-sufrir, a sufrir con el dolor de los demás; a Pedro Casaldàliga, que vive la mística en el bien decir estético de su poesía, en el compromiso con los pobres de la tierra y en defensa de los derechos de las comunidades indígenas y afrodescendientes; a Hans Küng, ejemplo de mística interreligiosa que conduce al diálogo simétrico de reli-

giones, espiritualidades y saberes; a Dorothee Sölle, fallecida en 2003, que supo compaginar en su vida y su teología armónicamente mística y feminismo desde la resistencia. Celebramos el ochenta y dos aniversario del nacimiento Leonardo Boff, que definió a los cristianos y cristianas como “contemplativos en la liberación” y de Jon Sobrino, testigo de la mística vivida en torno al martirio y de la “liberación con espíritu”, convencido como está de que “sin práctica, el espíritu permanece vago, indiferenciado, muchas veces alienante”; el ochenta y cinco aniversario de Juan Martín Velasco, fallecido en abril pasado, místico en tiempos de ausencia de Dios, y el ochenta aniversario del nacimiento de la carmelita Cristina Kauffmann, fallecida en 2006, cuya vida fue, en palabras suyas “un correr hacia Dios”. Ellas y ellos han hecho realidad la conocida afirmación de Karl Rahner: “El piadoso de mañana o bien será un „místico‟, una persona que ha „experimentado‟ algo, o no será nada” (1).

Preguntas

Pero llegados aquí me surgen no pocas preguntas. Hace cerca de 40 años, Gustavo Gutiérrez se preguntaba en su libro La fuerza histórica de los pobres si tenía sentido seguir haciendo teología en un mundo de miseria y opresión, si la tarea más urgente no era más de orden social y político que teológica, si se justificaba dedicarle tiempo y energía a la teología en las condiciones de urgencia que vivía América Latina y si los teólogos no estarían dejándose llevar más por la inercia de una formación teológica que por las necesidades reales de un pueblo que lucha por su liberación (2). Yo me planteo y os planteo similares preguntas, en este caso en relación con la mística. ¿Tiene sentido hablar de mística en tiempos de secularización, de crisis de Dios y de fundamentalismos religiosos? ¿Se trata de la búsqueda de una “nueva espiritualidad” o, más bien, de una especie de “tapa-agujeros” en una época postreligiosa y de una manera de evadirse de la realidad? ¿No puede parecer una distracción ociosa hablar de mística en medio de la pandemia provocada por el coronavirus con más de cuatro millones de personas contagiadas en el mundo y más de trescientas mil fallecidas y con una postpandemia de incalculables consecuencias negativas para los países, regiones, continentes, clases sociales, etc. más vulnerables? A la vista de las grandes brechas abiertas en el mundo entre ricos y pobres, hombres y mujeres, personas “nativas” y “extranjeras”, pueblos colonizados y potencias colonizadoras, de tamañas situaciones de injusticia estructural, del crecimiento de la desigualdad, de las agresiones contra la tierra, contra los pueblos originarios, contra las mujeres, contra la memoria histórica y a favor del olvido: feminicidios, ecocidios, epistemicidios, genoci

71 dios, biocidios, memoricidios, ¿se puede seguir hablando de mística con un discurso que no sea alienante y unas prácticas religiosas que no sean estériles? Las preguntas se tornan más urgentes y radicales todavía tras las dramáticas imágenes que vemos a diario en televisión de personas migrantes, refugiadas y desplazadas que quieren llegan a nuestras costas surcando el Mediterráneo o saltar las vallas con concertinas y mueren en el intento por la insolidaridad de la “bárbara” Europa llamada “cristiana” o que, procedentes de los países centroamericanos empobrecidos por el voraz y salvaje capitalismo, son detenidas en la frontera de Estados Unidos y separados los niños y niñas de sus padres y madres. O en los campos de refugiados donde viven hacinadas decenas de miles personas en condiciones infrzhumanas, las mujeres son abusadas, muchos niños y niñas deambulan solos y desnutridos y a todos se les ha robado la esperanza y el futuro, muy difíciles de recuperar. Son preguntas que me golpearon durante la visita que hice hace un par de años a la Casa Museo de la Memoria de Medellín (Colombia), donde vi las estremecedoras imágenes que representaban a las 8.731.000 víctimas oficiales (las reales son muchas más) del conflicto colombiano. Fueron víctimas de masacres, desapariciones forzosas, violencia sexual, amenazas múltiples, homicidios, reclutamientos forzosos, desplazamientos forzosos, torturas, despojo de bienes, separaciones familiares, etc. ¿Es posible hablar de mística y ser místicos y místicas en un mundo construido sobre el sistema de dominación patriarcal que inferioriza a las mujeres, naturaliza dicha inferioridad, ejerce la violencia machista de manera sistemática e incluso la justifica a partir de la masculinidad hegemónica y, en el caso de las religiones, de las masculinidades sagradas, que dicen representar a Dios? En medio de la dictadura del patriarcado que convierte a las mujeres en subalternas, ¿no se corre el peligro de convertir la experiencia mística en evasión de la realidad y el discurso sobre la mística en música celestial? ¿Cómo pueden pensar y vivir la mística las mujeres en las instituciones religiosas donde imperan las estructuras patriarcales, se elaboran discursos androcéntricos, se impone a las mujeres una moral de esclavas, se niega su corporalidad y no se las reconoce como sujetos morales, religiosos y teológicos autónomos, cuando la mística constituye una afirmación de la subjetividad y de la autonomía, como veremos en el artículo siguiente? Tras la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto y el Mal Absoluto que fue el nazismo, el filósofo de la Escuela

de Frankfurt, Theodor Adorno, afirmó en su libro Notas sobre literatura: “No querría yo quitar fuerza a la frase de que es de bárbaros seguir escribiendo poesía lírica después de Auschwitz”. ¿Podemos hacer la misma afirmación hoy en relación con la mística? Aquí dejo planteados los interrogantes. Dejo tiempo suficiente para que los lectores y lectoras puedan responder a partir de las preguntas que vayan plantándose. Mi respuesta, en el siguiente artículo. * Juan José Tamayo es Director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones “Ignacio Ellacuría”, de la Universidad Carlos III de Madrid. Autor de Hermano Islam (Trotta, 2019). Acaba de aparecer la 4ª edición de ¿Ha muerto la utopía? ¿Triunfan las distopías? (Biblioteca Nueva, Madrid).

Referencias

1) Tomo la cita de Johann Baptist Metz, Por una mística de ojos abiertos. Cuando irrumpe la espiritualidad, Herder, Barcelona, 2013, p. 182. 2) Gustavo Gutiérrez, La fuerza histórica de los pobres, CEP, Lima, 1979 (Sígueme, Salamanca, 1982). (amerindiaenlared.org) 14/05/2020

75.Hacia una mística de ojos abiertos, corazón solidario y amor políticamente eficaz (2): Juan José Tamayo

Mística desde la identificación con las víctimas

En el artículo anterior planteé algunas preguntas en torno a la místicas en tiempos de pandemia, de crisis y silencio de Dios y de intensificación de las diferentes brechas que vive la humanidad. En este intento dar respuesta ofreciendo otra imagen de la mística, de las místicas y los místicos muy distinta de la que con frecuencia funciona en el imaginario religioso y cultural.

Místicas y místicos, inconformistas y críticos de las instituciones

La mística ha sido presentada como un fenómeno prelógico, pre-racional e incluso anti-intelectual y antiracional, como si se moviera solo en la esfera emocional y pasiva. Sin embargo, los más recientes estudios interdisciplinares parecen desmentirlo y muestran que la mística compagina el intelecto y la afectividad, la razón y la sensibilidad, la experiencia y la reflexión, las facultades de pensar y la de amar, la teoría y la práctica transformadora. La filósofa María Zambrano considera la experiencia mística como una experiencia antropológica fundamental. Si otrora se ponía el acento en el carácter a-histórico, desencarnado, puramente celeste y angelical de la mística, hoy se subraya su dimensión histórica. La mística tiene mucho de sueño y se mueve en el mundo de la imaginación, es verdad, pero el sueño y la imaginación están cargados de utopía.

Y, como dice Walter Benjamin, la utopía “forma parte de la historia”, se ubica en el corazón mismo de la historia, mas no para acomodarse a los ritmos que impone el orden establecido, sino para subvertirlo desde sus cimientos, no para quedarse a ras de suelo, sino para ir a la profundidad de las cosas, de las personas y de la naturaleza. A la mística se la ha acusado de huir de la realidad como de la quema y recluirse en la soledad y la pasividad de la contemplación por miedo a mancharse las manos en la acción. Pero eso es desmentido por los propios místicos y místicas como la carmelita Cristina Kauffmann, para quien la mística “es el dinamismo interno de toda actividad solidaria y creativa del cristiano. Crea personas de incansable entrega a los demás, de capacidad de transformación de las relaciones interpersonales”. Los místicos y las místicas aparecen, a los ojos de la gente, como personas excéntricas, pacatas, conformistas, integradas en el sistema. Sin embargo, su vida se encarga de falsar esa imagen. En realidad se comportan con gran libertad de espíritu y con un acusado sentido crítico. Son personas desinstaladas, con frecuencia comprometidas en la reforma de las instituciones religiosas y políticas, con capacidad de desestabilizar el sistema, tanto religioso como político. Por eso resultan la mayoría de las veces incómodas para el poder que no puede controlarlas y son sospechosas de heterodoxia, rebeldía y dudosa moralidad. Ello explica que sean sometidas a todo tipo de controles de ortodoxia por parte de los inquisidores, de fidelidad institucional por parte de los jerarcas y de cuestionamiento de integridad moral por parte de los cancerberos de la moralidad; que sean encarceladas e incluso ejecutadas. Y no cabe extrañarse porque así ha sido siempre. Baste recordar a algunas figuras místicas relevantes del cristianismo y del islam: el Maestro Eckhart, acusado de herejía y algunas de sus ideas fueron condenadas; Margarita Porete, quemada en la hoguera junto con su libro El espejo de las almas simples, declarado herético por un tribunal patriarcal; Juan de la Cruz, encarcelado por sus propios hermanos; Teresa de Jesús, sospechosa de heterodoxia por sus escritos espirituales, sus visiones místicas y su vida andariega; el sufí murciano Ibn Arabi, perseguido y condenado por la ortodoxia islámica, y el poeta persa Rumi, uno de los más grandes maestros del sufismo de todos los tiempos.

Mística y política: amor políticamente eficaz

La relación entre mística y política no es arbitraria, ni oportunista, sino intrínseca a las religiones y muy especialmente a la judía y la cristiana. En la tradición bíblica uno de los nombres de Dios es “Justicia”, como afirma el profeta Jeremías: “Este es el nombre con el que lo llamarán: „Yahvé, nuestra Justicia” (Jr 23,6). Uno de los nombres más bellos que da el Corán a Dios es “el Justo”. La justicia no es solo un tema político o jurídico; es también teológico. Es una característica irrenunciable del Dios de la Biblia que se revela en la historia y en la naturaleza por vía de liberación. Dios hace justicia a las víctimas y es defensor de la dignidad y de los derechos la naturaleza, quizá la víctima más maltratada de todas ellas. Hablar de Dios y preguntar por Dios y hablar de la justicia y preguntarse por la justicia son discursos e interrogantes interrelacionados. Coincido con Metz en que el cristianismo, ha sido históricamente una religión más sensible al pecado que al dolor de las víctimas. Es necesario invertir las prioridades: el dolor antes que el pecado o, por mejor decir, el dolor causado por el pecado de causar víctimas y de olvidarse de ellas. No hay más que abrir el Evangelio, la primera biografía del cristianismo, para comprobarlo en la persona de Jesús de Nazaret, el Cristo liberador, indignado con las injusticias y compasivo con quienes las padecen en su propia carne, y estas hoy no son excepción, sino la regla general en esta “cultura del descarte”, a la que se refiere críticamente el papa Francisco. El cristianismo es una religión mística no solo como experiencia espiritual, sino como experiencia política; no una mística sin rostro, sino buscadora de rostros, de los rostros de las personas y colectivos humanos doloridos y sufrientes. Una mística que tiene su fundamento en la autoridad de las víctimas y su fuerza en la compasión, caracterizada por el hambre y la sed de justicia. Una mística inconformista y no evasiva de la realidad, que tiene una dimensión crítico-pública e incide directamente en la vida política al servicio del bien común. Una mística, en palabras del teólogo alemán J. B. Metz, “de los ojos abiertos, que nos hacen volver a sufrir por el dolor de los demás: los que nos instan a sublevarnos contra el sin sentido del dolor inocente e injusto; los que suscitan en nosotros hambre y sed de justicia, de una justicia para todos”. (1) Una mística en fin, política, de amor eficaz político, que es inseparable de la revolución, como dijera y practicara Camilo Torres: “La revolución no solamente es permitida sino obligatoria para los cristianos que vean en ella la única manera eficaz y amplia de realizar el amor para todos… La revolución…, es

la forma de lograr un gobierno que dé de comer al hambriento, vista al desnudo, enseñe al que no sabe, cumpla con las obras de caridad, de amor al prójimo, no solamente en forma ocasional y transitoria, no solamente para unos pocos, sino para la mayoría de nuestros prójimos” (2). La mística es una experiencia fundamental de las religiones y un camino –quizá el mejor camino- para la superación de los fundamentalismos, que constituyen hoy una de las más graves patologías de las religiones. Como acabo de afirmar, la mística es inseparable de la lucha por la justicia. Un ejemplo es la experiencia de la pensadora francesa Simone Weil, que vivió la experiencia mística trabajando en cadena en una fábrica de coches en solidaridad con los sectores más vulnerables de la sociedad. La mística debe tratada desde la perspectiva feminista, integradora de las diferentes experiencias religiosas y laicas, que responda a los desafíos de nuestro tiempo, compagine teoría y práctica liberadoras, trabaje por la justicia y contribuya a construir una sociedad fraterno–sororal y una comunidad eco-humana sin exclusiones. Albert Einstein, nada sospechoso de apologista de la religión, ve en la más bella emoción del ser humano y la fuerza de toda ciencia y arte verdaderos. “Para quien esta experiencia resulte extraña, es como si estuviera muerto” –afirma-.

Mística desde la identificación con las víctimas

Termino con la pregunta que vengo planteando desde el principio: ¿es posible hablar de mística hoy? Sí, pero con una condición: ponerse del lado de las víctimas que generan los diferentes sistemas de dominación: capitalismo, patriarcado, colonialismo, terrorismo global, racismo, fundamentalismos, depredación de la naturaleza. Ponerse del lado también de las víctimas causadas por grupos religiosos fanáticos que dicen matar en nombre de Dios, lo que supone convertir a Dios en un asesino, como dijera José Saramago. Y asumir un compromiso de solidaridad con las personas y los colectivos que sufren, como lo hizo la II Asamblea General del Episcopado Latinoamericano celebrada en la ciudad colombiana de Medellín en 1968: “El Episcopado Latinoamericano no puede quedar indiferente ante las tremendas injusticias sociales existentes en América Latina, que mantienen a la mayoría de nuestros pueblos en una dolorosa pobreza cercana en muchísimos casos a la inhumana miseria. Un sordo clamor brota de millones de hombres [sic], pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte. „Nos estáis ahora escuchando en silencio, pero oímos el frito que sube de vuestro sufrimiento‟, ha dicho el Pa-

pa [Pablo VI] a los campesinos en Colombia‟… La pobreza de la Iglesia y de sus miembros en América Latina debe ser signo y compromiso. Signo del valor inestimable del pobre a los ojos de Dios; compromiso de solidaridad con los que sufren” (La pobreza en la Iglesia, nn. 1 -2 y 7).

Citas:

1) Johann Baptist Metz, o. c. 2) Camilo Torres, “Mensaje a los Cristianos”, Periódico Frente Unido, n. 1º, Bogotá, 1965, p. 3. (amerindiaenlared.org) 21/05/2020

76.Algunas orientaciones para interpretar el Apocalipsis: Pablo Richard El Apocalipsis no es un libro de terror sino de esperanza. El Apocalipsis nace en tiempos de persecución, sobre todo en situaciones de caos, exclusión, opresión permanente. El Apocalipsis, en tales situaciones, permite a la comunidad cristiana, reconstruir su esperanza y su conciencia. El Apocalipsis transmite una espiritualidad de resistencia y orienta hacia la organización de un mundo alternativo. El Apocalipsis representa un movimiento importante en los orígenes del cristianismo. El Apocalipsis cumple en la Iglesia una función crítica y de resistencia a la helenización del cristianismo y su institucionalización autoritaria y patriarcal. El olvido del Apocalipsis hizo posible a largo plazo la integración de la iglesia en el sistema imperial dominante y la construcción de una cristiandad autoritaria. El Apocalipsis es un libro histórico. La utopía del Apocalipsis no se realiza más allá de la historia, sino más allá de la opresión y de la muerte en un mundo nuevo. Esta utopía trascendente y liberadora puede ser adelantada en la historia presente. El Apocalipsis no es un libro aislado, propio de una minoría sectaria o desesperada sino un libro universal de una nueva manera de ser cristiano. La escatología del Apocalipsis se realiza fundamentalmente en el tiempo presente. El hecho fundamental que transforma la historia es la muerte y resurrección de Cristo. El Apocalipsis es la revelación de Dios en el mundo de los pobres, oprimidos y excluidos. El Apocalipsis se expresa mediante mitos y símbolos. El mito es histórico y reconstruye la conciencia colectiva y la praxis social del pueblo de Dios. La violencia en el Apocalipsis expresa la situación límite de extrema opresión y angustia que vive la comunidad. Estructura literaria de todo el libro del Apocalipsis Prólogo: tiempo presente (1.18) A. Mensaje apocalíptico a las siete Iglesias de Asia: Efeso, Pergamo, Esmirna, Tiatiran, Sardes, Filadelfia, Laodicea. (1.9- 3.22) B. Visión profética de la historia (4. 1 –8, 1) C. Las 7 Trompetas: relectura del Exodo (8.2 –11.19) Centro: la comunidad cristiana entre las Bestias (12.1 –15.4) C. Las 7 Copas: relectura del Exodo (15.5 –16.21) B. Visión profética de la historia (17.1 - 19.10 ) A. Visión apocalíptica del futuro (19.11 –22.5) Epílogo: Tiempo presente (22.6 -21) Es una estructura concéntrica Cf. Pablo Richard. “Apocalipsis reconstrucción de la esperanza” Editorial DEI 1994. 215 pp. (Traducido al inglés, francés, alemán, italiano y portugués). (amerindiaenlared.org) 20/05/2020

77.Hacia el cincuentenario de la Fraternidad Teológica Latinoamericana, algunas notas (5): Carlos Martínez García

Indagar sobre la identidad, ¿quiénes somos, y para qué somos?, ha sido un ejercicio constante en la Fraternidad Teológica Latinoamericana

A Samuel Escobar, C. René Padilla, Pedro Arana y Pedro Savage (in memoriam), con profundo agradecimiento Indagar sobre la identidad, ¿quiénes somos, y para qué somos?, ha sido un ejercicio constante en la Fraternidad Teológica Latinoamericana. Cada generación debe abordar la cuestión identitaria, para examinarla, mirarse en el espejo y comprender la herencia recibida. Nadie nace ni se desarrolla en el vacío cognitivo, sino que lleva consigo un cúmulo de presupuestos desde los cuales se interpreta la realidad. La generación fundadora de la FTL evaluó el legado recibido, hizo un cernimiento del mismo para renovarlo y esforzarse en pensar teológicamente el turbulento contexto de América Latina. Antes de que la pandemia del COVID-19 hiciese estragos, estaba programada la Consulta Identidades evangélicas en América Latina: contextos, contrastes y desafíos, con la cual se celebrarían las cinco décadas de fundación del movimiento. La reunión ha sido pospuesta para realizarse en el 2021. El tema del evento celebratorio convocaba para

explorar nuestro pasado, evaluar el presente y hacer ejercicio de prospectiva sobre el horizonte vislumbrado. El Comité directivo de la FTL acertó, me parece, al elegir identidades evangélicas, en lugar de identidad, porque el cristianismo protestante/evangélico latinoamericano es diverso y se encuentra en un proceso de mayor diversificación. Antes de continuar hago una aclaración. En la entrega pasada de la presente serie escribí incorrectamente el lugar donde tuvo lugar, en diciembre de 1970, la fundación de la FTL. Escribí que fue en Carachimpa, en Cochabamba, Bolivia, cuando debí teclear Carachipampa. Agradezco a Marcelo Vargas, director de Centro de Capacitación Misionera, en la capital boliviana, la observación sobre mi errata. La identidad tiene que ver con las características particulares, singulares, que tiene una persona/grupo y le dan elementos nucleantes que conforman un perfil de ideas/creencias y conductas que se desprenden de aquéllas. El colectivo protestante/evangélico latinoamericano fue estigmatizado como extraño a la cultura hispanoamericana, un advenedizo malquerido por la matriz cultural y religiosa que forjó el régimen colonial español y portugués, permeado religiosamente por el catolicismo de la Contrarreforma. Desde los primeros pasos de la FTL correspondió a Samuel Escobar incidir en la temática de la identidad del protestantismo iberoamericano y su pretendida ajenidad en España y América Latina. Al principio Escobar bosquejó el asunto, conforme fue adquiriendo más datos y herramientas analíticas estableció líneas interpretativas en cuento al origen y desarrollo del cristianismo evangélico en Amerindia. Enfatizaba la necesidad de preservar, y potenciar, los que consideraba rasgos de las iniciales generaciones evangélicas en nuestras tierras: la necesaria relación causal entre dar a conocer el Evangelio de Jesucristo, su encarnación en una comunidad confesante y el contraste de tal comunidad con la cultura en que estaba inmersa, transformándola mediante el servicio y creación de ciudadanía democrática. Ésta última no la conceptualizaba con los términos que he usado, sin embargo el discipulado integral que visualizaba contenía como expresión hacia la encarnación en el mundo un perfil ciudadano bien diferenciado del patrimonialismo dominante en el Continente. De allí su advertencia en 1970 al referir los argumentos de quienes, en el seno evangélico, dedicaba casi la totalidad de sus fuerzas al objetivo de crecer numéricamente: Lo que sí me preocupa sumamente es que si esa nueva forma de cristianismo,

75 cualquiera que sea su énfasis particular , deja de lado el fundamento bíblico y la exposición de “todo el consejo de Dios” [Hechos 20:27], podría bien caer en una forma religiosa desprovista de dinámica ética porque creo que todos estarían de acuerdo conmigo en que la transformación de un hombre que luego ha de transformar la sociedad no se da instantáneamente en un momento sino en el contacto con la Palabra, día tras día, a partir del momento en que ese hombre ha aceptado como su Señor al Señor de la Palabra. Pero si ciertas experiencias religiosas desplazan lentamente a la Palabra, ¿qué cambio, qué santificación, puede darse? Un cristianismo que ha desplazado la Biblia a un lugar secundario ¿no corre el peligro de quedarse en “opio del pueblo” o “refugio de las masas”? Al hacerse esta pregunta no estoy pensando en una denominación particular, pues creo que el desplazamiento de la Palabra de Dios se ha dado en varias de ellas en América Latina. (1) La incisiva observación de Samuel Escobar sobre el protestantismo que estaba emergiendo como una nueva “forma religiosa desprovista de dinámica ética” se fortalecería de tal manera que en los siguientes años sería la forma predominante en el cristianismo evangélico latinoamericano. Se estaba gestando un cambio de paradigma identitario, del cual Escobar daría cuenta con mayor detenimiento en un ensayo publicado en los primeros números del órgano oficial de la FTL, el Boletín Teológico. (2) En cuatro décadas los análisis de dos protestantes comprometidos son contrastantes respecto de, por un lado, el horizonte promisorio vislumbrado por Gonzalo Báez-Camargo en el Congreso Evangélico de la Habana en 1929, y, por el otro, la constatación por parte de Samuel Escobar del tipo de cristianismo evangélico que más se arraigaba. El primero deseaba y esperaba que el cristianismo evangélico tuviese energía para renovar religiosamente, social y culturalmente a Hispano-América. (3) Escobar atestiguaba que la identidad evangélica emergente descansaba más en cambio de rituales que en la consolidación de un ethos transformador de la que Gabriel García Márquez, en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura, llamó la “realidad descomunal” de América Latina. (4)

Notas:

1) La Biblia y la revolución social en América Latina, fotocopia, p. 3, ponencia presentada en la consulta fundacional de la Fraternidad Teológica Latinoamericana, Cochabamba, Bolivia 12-18 de diciembre de 1970. Este trabajo no fue incluido en el volumen que compiló la mayor parte de las ponencias, Savage, Pedro (coordinador), El debate contemporáneo sobre la Biblia, Ediciones Evangélicas Europeas, Barcelona, 1972.

2) “Identidad, misión y futuro del protestantismo latinoamericano”, Boletín Teológico, núms. 3-4, 1977, pp. 1 -38. 3) Gonzalo Báez Camargo, Hacia la renovación religiosa en Hispano-América. Resumen e interpretación del Congreso Evangélico Hispano-Americano de la Habana, Casa Unida de Publicaciones, México, 1930. 4) Gabriel García Márquez, “La soledad de América Latina”, discurso en la recepción del Premio Nobel de Literatura 1982, en Yo no vengo a decir un discurso, Random House Mondadori, México, 2010, p. 25. (protestantedigital.com) 17/05/2020

78.Puertas cerradas, puertas abiertas: Víctor Codina, SJ Después de unos meses de pandemia en los que las noticias eran exclusivamente sobre temas de salud, ahora al comienzo de una tímida pero progresiva desescalada del confinamiento, el tema central es el económico, la terrible crisis que se avecina, las empresas que cierran, el aumento de los parados, etc Las preguntas ahora miran al futuro, un futuro lleno de incógnitas sociales, económicas, políticas, científicas, tecnológicas, ecológicas y humanitarias: ¿hacia dónde vamos? ¿Qué futuro nos espera como familia, país y humanidad? ¿Tiene sentido la vida ante tantos interrogantes? Sobre la pandemia hemos sabido que la causa era un virus letal, pero ahora no sabemos hacia dónde vamos. Sociólogos, politólogos, economistas y pensadores nos ofrecen sus teorías sobre el futuro, con más interrogantes que certezas. Han desaparecido la utopía y el sueño de un futuro mejor. Y así como en la primera fase muchos preguntaban a los creyentes si tenían una palabra de consuelo para superar el dolor y miedo, ahora nos preguntan si tenemos alguna palabra de esperanza de cara al futuro. ¿Dios nos ha abandonado en medio de la tormenta? ¿Somos unos pobres náufragos sin saber ni de dónde venimos ni hacia dónde vamos? ¿Tiene sentido esta vida? La tradición judeo-cristiana no solo nos habla de un Dios creador de todas las cosas, sino ante todo de un Dios Yahvé que estará siempre con su pueblo, un Dios de la historia, de la promesa, que lo libera de la opresión, un Dios que en Jesús entra en nuestra historia, se encarna y tiene un proyecto de vida de filiación y fraternidad, en comunión con la naturaleza, que se llama el Reino de Dios. Y este Jesús muerto y, resucitado por nosotros, nos ha entregado su Espíritu, es un Dios- connosotros, que cuenta con nosotros para construir un mundo solidario y justo, de

76 vida, donde vayamos transfigurando la realidad y la abramos al futuro de una nueva tierra, de una vida sin fin. Hay utopía, hay esperanza, hay sentido, aunque caminemos a veces en la oscuridad de la noche. Dios no nos abandona nunca. Hay un texto de los Hechos de los apóstoles un tanto desconcertante. El Espíritu Santo no consiente que Pablo predique la Palabra ni en Asia ni en Bitinia. Pero aquella noche Pablo tiene la visión de un macedonio que le suplica que vaya a Macedonia a ayudarles. Pablo lo cuenta a sus compañeros y deciden embarcarse hacia Macedonia, Filipos, Atenas y finalmente a Roma (Hch 16,6-10). El Espíritu les cerró las puertas a una predicación a comunidades de origen judío y les abrió puertas hacia los gentiles. Seguramente Pablo no entendió plenamente su vocación a los gentiles hasta el final de su vida, cuando estando en Roma les dice a los judíos que la salvación de Dios ha sido proclamada a los paganos (Hch 28,28). Y aquí se acaban los Hechos de los apóstoles. Intentando actualizar este texto podemos constatar que el Espíritu Santo hoy nos está cerrando puertas, no solo de comercios, hoteles, fábricas, escuelas, estadios y templos, sino a un tipo de sociedad, de economía, de política, de investigación y de ecología, que no generan vida, sino discriminación y violencia. El antropocentrismo tecnológico moderno y el sistema económico vigente provocan muerte y víctimas. No nos extrañe que el Espíritu cierre puertas y que esto nos produzca sensación de fracaso, incertidumbre sobre el futuro, caos y confusión. Pero el Espíritu, aunque nos cueste aceptarlo, nos está abriendo otras puertas a otro posible mundo, con una economía solidaria, con prioridad de los pobres y descartados de la sociedad, un mundo más ecológico, más sencillo y participativo, que no invierta en armas sino en salud y educación, con trabajo y salarios dignos vitales para todos, un mundo más interconectado y pacífico, más cercano al proyecto del Reino de Dios. Para los cristianos también se nos abre una puerta hacia una Iglesia no clerical ni patriarcal, sino a una vida cristiana con mayor participación creyente y comunitaria de todo el Pueblo de Dios, no encerrados en el templo sino formando una Iglesia en salida a las periferias, una Iglesia más fermento que cemento. No intentemos reabrir las puertas que el Espíritu nos ha cerrado. Todo esto no es algo mágico, exige nuestra colaboración, creatividad, iniciativa y conversión para construir entre todos un mundo diferente, solidario y justo, para transfigurar esta realidad y abrirla a la nueva tierra, a una vida sin fin, el Reino de Dios. ¿Seremos capaces de discernir hoy en estas puertas que se cierran y se abren, un nuevo signo de los tiem-

pos, una siempre nueva y sorpresiva acción del Espíritu del Señor? Todo es gracia, hay Utopía en el horizonte, hay un Principio esperanza, esta virtud que es la más pequeña de las virtudes teologales, pero la que más agrada a Dios. En formulación de una mujer boliviana de un barrio popular de Cochabamba: “Diosito nos acompaña siempre”. (amerindiaenlared.org) 15/05/2020

79.¿Conservador o liberal?: Máximo García

Ruiz No es la primera vez que alguien se interesa por conocer en qué ámbito teológico me muevo. La pregunta, el interés o la curiosidad, viene de lejos. Y ya me he acostumbrado a escuchar, aunque sea de rebote, algunas de esas catalogaciones en las que se me incluye. Recién graduado en el Seminario Teológico Bautista, ubicado entonces en Barcelona, hace ya muchos años, un miembro de la primera iglesia que pastoreé, el más ilustrado de la congregación, estuvo durante un año a la caza de mis sermones para comprobar hasta qué punto podía ser verificable la información que le habían transmitido de que el nuevo pastor, es decir, yo mismo, era modernista. Llegó un momento en que el tema se puso sobre el tapete y pudimos dialogar abiertamente con un elevado sentido de fraternal entendimiento. El problema entonces era que ni mi interlocutor, ni yo mismo, sabíamos a ciencia cierta qué significaba eso de ser modernista, aunque a ambos nos sonaba a algo fuera de la ortodoxia oficial de la Iglesia. Lo cierto es que el modernismo era una tendencia doctrinal relacionada más con la Iglesia católica que con el protestantismo en general; una tendencia promovida por algunos pensadores católicos de fines del s. XIX y comienzos del XX, condenada enfáticamente por el papa Pío X. Con posterioridad al concilio Vaticano II resurgiría esa corriente bajo la denominación de neomodernismo. Su interés se centraba en conciliar la fe con algunos principios de la filosofía. En cualquier caso, nada que ver con las corrientes teológicas protestantes. Tal vez tuviera yo en aquellos tiempos algún toque modernista, dentro de mi absoluta e incuestionable vinculación con los postulados de la teología de corte hiperconservadora que me habían enseñado en el Seminario, sostenida por una teología elaborada y difundida por la Casa Bautista de Publicaciones de la Convención Bautista del Sur de los Estados Unidos. Posteriormente he tenido la posibilidad de bucear en diferentes escuelas teológicas, de la mano de teólogos de reconocido nivel intelectual, unos de extracción protestante y otros vinculados con el catolicismo romano, aunque en esos niveles de la reflexión teológica resulte difícil distinguir dónde están unos u otros, como Karl Barth, Emil Brunner, Rudolf Bultmann, Jürgen Moltmann, Johann-Baptist Metz, Harvey Cox, Dietrich Bonhoeffer y otros, sin olvidar a mi tutor Casiano Floristán, el impulsor de la teología pastoral en España, a quien debo algo tan sencillo como haber aprendido a aplicar el sentido común a los grandes enigmas de la teología, para trasladarlos luego al terreno práctico. En todo ese largo y enriquecedor itinerario, creo haber entendido unas pocas cosas elementales, pero de enorme importancia para mí a la hora de la reflexión teológica: 1) el Dios que nos presenta Jesucristo no se contradice a sí mismo; si nos encontramos con alguna contradicción aparente en las Escrituras, es cosa de sus intérpretes, pero jamás lo es de Dios; 2) la suprema revelación que nos aproxima a Dios y ofrece respuesta a nuestra necesidad de redención está en Jesucristo, según lo presenta el capítulo primero del evangelio de Juan; cualquier supuesto, al margen de esta verdad axiomática, venga de donde venga, es errónea, o mal interpretada; 3) como seres humanos, aún no hemos sido capaces de desentrañar todos los misterios que encierra la creación, si bien Dios ha dado capacidades y herramientas al ser humano para que indague y vaya descubriendo los arcanos de esa creación que, entre tanto, se muestra envuelta en aparentes misterios indescifrables. Hay otros postulados básicos, pero bástenos lo dicho para enmarcar la respuesta a la pregunta acerca de la postura teológica en la que uno mismo considera estar incluido. Antes, veamos otra de las denominaciones con que algunos pretenden encuadrarme teológicamente, supongo que a partir de la lectura de algunos de mis escritos más que a causa de mis predicaciones, que suelen tener siempre un cariz pastoralista y devocional. Estos críticos, que me honran con su atención, me han motejado de liberal. Ese sí es un término vinculado con la teología protestante que, simplificando mucho, trata de definir un movimiento de investigación teológica surgido en el siglo XIX, principalmente en Alemania, que se extiende a lo largo del siglo XX, muy influenciado por la Ilustración y el Historicismo. Una corriente teológica que hizo una extraordinaria aportación a la exégesis bíblica y que ha marcado desde entonces el proceso de la teología contemporánea. Su interés se centra en aprovechar el avance de las ciencias modernas en la interpretación de la Biblia, buscando, una vez más, la convergencia entre la fe y los aportes de la Ilustración, en este caso. Se relaciona y vincula al liberalismo con las investigaciones críticas sobre la historia de Jesús, apoyándose

en la capacidad de la ciencia para ayudar a discernir la verdad. Pone un énfasis especial en la humanidad de Jesús. Se acusa a la teología liberal de devaluar el papel de la fe en aras de una exaltación del papel de la ciencia. En cualquier caso, la teología liberal es una forma de reflexión teológica, aunque sea parcial, como ocurre con cualquier otra escuela, que ha contribuido a relacionar la fe con el mundo moderno. Llegados a este punto, sigue en pie la pregunta: ¿cómo me percibo yo mismo teológicamente? Rechazo el verbo definir para sustituirlo por percibir, porque definir implica limitar, condicionar a un espacio reducido lo que en ocasiones resulta imposible ajustar dada su complejidad. Si tuviera que utilizar un solo término diría que soy conservador. Veamos algunos aspectos concretos. En cualquier caso, la teología liberal es una forma de reflexión teológica, aunque sea parcial, como ocurre con cualquier otra escuela, que ha contribuido a relacionar la fe con el mundo moderno. Conservador de las esencias del mensaje de Jesucristo como punto de referencia para entender a un Dios que nos ama, sin distinción de raza, color, nacionalidad, origen, sexo, cultura o expresiones litúrgicas con las que intentamos corresponder a ese amor en un espíritu de identificación personal y colectiva. Una revelación, la que se produce en Jesucristo, que supera los límites cerrados del judaísmo para hacerse extendible a toda la humanidad. Conservador a la hora de asumir el núcleo central del relato bíblico que reconoce a Dios como creador del universo, creador de la naturaleza, creador del hombre y de todas las especies, dotando a la naturaleza en su conjunto de unas reglas y recursos capaces de conservarse y reproducirse, en su caso, por sí misma y, al ser humano en particular, de la capacidad necesaria para desentrañar los misterios de la creación transformando en comprensible lo que hasta entonces resultaba inexplicable. Y, siendo Dios inmutable, él mismo no rompe las reglas con que ha revestido al hombre y a la naturaleza, mediante actos caprichosos, sean de propia iniciativa o a instancias de ciertos “intérpretes” o “mensajeros” que se arrogan el derecho y la prerrogativa de modificar esas reglas a su antojo, mediante actos ajenos al curso normal de los designios universales establecidos por Dios mismo. Conservador porque asumo el proceso de formación de la Iglesia cristiana, primero a impulso de los apóstoles, posteriormente de los padres de la Iglesia en su conjunto a pesar de las controversias que surgieron entre ellos y, todo ello, consensuado bajo la dirección del Espíritu Santo en los grandes concilios ecuménicos que dieron lugar a estructurar la comunidad de creyentes en iglesias unidas entre sí por un cuerpo de doctrina compartido, aunque independientes unas de otras. Conservador porque reivindico el valor de la Tradición como soporte de las esencias doctrinales que dan forma a la Iglesia cristiana universal, diversa en sus manifestaciones pero unida en Jesucristo. Una Iglesia que se renueva y desprende de ciertas adherencias históricas ajenas al corpus doctrinal común, mediante la aportación de la Reforma Protestante del siglo XVI. Sin el reconocimiento de la actuación del Espíritu Santo a través de toda la historia de la Iglesia, a pesar y por encima de los errores y desviaciones humanos, las comunidades se transforman en sectas y los pastores corren el peligro de convertirse en lobos. Conservador porque estoy a favor de la vida. Nadie ni nada tiene el derecho de disponer de la vida de otra persona, cualquiera sean las circunstancias. La vida es un don sagrado que es preciso cuidar y respetar. Un principio que me hace estar en contra de la guerra, de la condena a muerte por parte de los estados, del maltrato a niños, mujeres y seres indefensos, de la explotación infantil y de cualquier otra acción tendente a mutilar o suprimir la vida de un ser humano. Pero ser conservador no me inhabilita para tener cierta proclividad liberal. Si el término liberal reivindica la condición de libre, no puedo por menos que aceptar como una experiencia personal lo dicho por Jesús que se recoge en el evangelio de Juan 8:31 -38, afirmando que el conocimiento de la verdad nos hará libres, ya que mi experiencia personal ratifica lo afirmado en este pasaje bíblico. Dios me ha hecho libre para pensar, libre para tomar decisiones por mí mismo no inducidas ni controlados por otros, libre para investigar e ir descubriendo los arcanos de la creación en la medida en que lo permitan mis propias capacidades personales. Liberal porque considero un don de Dios el hecho de poder servirnos de las ciencias en su más amplio sentido, que nos ayuda a desentrañar los misterios de la naturaleza y del propio ser humano, los misterios de la creación, sin necesidad de recurrir a explicaciones míticas cuando no somos capaces de entenderla; explicaciones que algunos presentan como dogmas de fe. Liberal porque creo que el amor de Dios es infinito y no establece barreras de tiempo, raza o religión para ofrecer los mismos dones y oportunidades a todos los seres humanos, sin que ninguna entidad religiosa tenga la prerrogativa de administrar, condicionar o limitar la forma de relacionarse con Dios. Liberal porque me he acostumbrado a pensar críticamente, a cuestionar cualquier argumento que no encaje con mi estructura mental, a no quedarme con preguntas sin buscar insistentemente las respuestas, aunque due-

lan, aunque resulten desestabilizadoras para los esquemas mentales previamente establecidos. Liberal porque creo que el amor de Dios es infinito y no establece barreras de tiempo, raza o religión para ofrecer los mismos dones y oportunidades a todos los seres humanos, sin que ninguna entidad religiosa tenga la prerrogativa de administrar, condicionar o limitar la forma de relacionarse con Dios. Liberal porque no acepto las formulaciones fundamentalistas que pretenden controlar y, con frecuencia dirigir, la acción divina, estableciendo fórmulas mediante las cuales administrar la gracia y la intervención del Espíritu que, como el viento, sopla de donde quiere y hacia donde quiere (cfr. Juan 3:8) y no puede ser controlado por voluntad alguna. Liberal porque creo que la inmensidad de Dios no se confina ni circunscribe a un pueblo, ni a un libro, ni a una iglesia, ni a una liturgia especial, ni siquiera a una dogmática determinada elaborada por personas finitas que en manera alguna pueden alcanzar a entender siquiera sea una mínima parte de lo que Dios y su obra creadora y redentora representa. Liberal porque creo en la igualdad de derechos y deberes de hombres y mujeres, tanto en la vida civil como en la religiosa, por lo que detesto y rechazo cualquier ideología que establezca limites a ese derecho inalienable y coloque entre ambos barreras de separación o de acceso a determinadas funciones. En cualquier caso, ambas posturas resultan insatisfactorias, insuficientes al tratarse de términos abstractos, polisémicos, que pueden tener, como así ocurre con frecuencia, una gran carga ideológica. Sirva, no obstante, lo dicho como aproximación para calmar la curiosidad de quienes han mostrado su interés al respecto. (pensamientoprotestante.com) 22/05/2020

80.Al Nakba es recuerdo permanente: Pablo Jofré Leal El tiempo, definido por la ciencia como aquella magnitud física donde suceden hechos y eventos, resulta ser implacable, nada lo detiene. No hay manera de impedir su avance pero, el recordar impide que hechos que marcan nuestra vida se pierdan en el olvido. El tiempo es un flujo constante de sucesos y entre ellos, este mes de mayo nos permite evocar hechos, acontecimientos con enormes consecuencias en el ámbito de la vida de diversos pueblos en Oriente Medio, en especial del pueblo palestino. Un suceso, que con el paso del tiempo no deja de encender nuestros corazones, de alentar nuestra indignación y estimular el diario recuerdo, como la etimología de esta palabra lo refiere recordis: del latín, volver a pasar por el corazón. Ese suceso es Al Nakba, la catástrofe en árabe, el crimen sin resolución desde que se diera curso a la creación de la entidad sionista, el día 14 de mayo del año 1948 y con ello el comienzo de un genocidio que no ha terminado. Al Nakba es de esos acontecimientos que nos trae al presente recuerdos trágicos, incluso algunos que se perpetraron un mes antes que el sionismo concretara su mito fundacional, como fue la matanza de Deir Yassim (1). Una Nakba con emociones contenidas y otras que se desbordan al dar cuenta de la serie de hechos, que implicaron la expulsión de cientos de miles de palestinos de sus hogares, donde hoy se erige la entidad sionista bajo el nombre de Israel. Ciudades y pueblos ocupadas por colonos extranjeros, que se levantaron sobre los despojos de las aldeas y pueblos palestinos arrasados por la furia homicida de paramilitares sionistas, alzados sobre la sangre y los huesos de miles de palestinos asesinados en sus tierras hoy usurpadas en un proceso de expansión sobre territorio palestino. Por ello, cuando suelo hablar de Al Nakba, señalo con pleno convencimiento, que esta catástrofe es memoria y es presente sobre los objetivos que tiene y debe tener toda reivindicación palestina sobre su tierra: el retorno y la autodeterminación. Tareas indudablemente complejas a la luz de la actual dinámica de la política cívico y militar de Israel, con un gobierno de coalición que une corruptos y criminales de guerra y que está decidida a violar a todo lo que huele a derecho internacional, contando para ello con el apoyo irrestricto de Washington. Una complicidad evidente la de Washington, sin pudor alguno, ya sea trasladando la embajada estadounidense de Tel Aviv a Al Quds, apoyando a Israel en su desconocimiento de las resoluciones condenatorias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) de instituciones como la UNESCO, no reconocer jurisdicción de la Corte Penal Internacional (CPI) en los crímenes cometidos por el sionismo y en los últimos días, alentar la anexión de los asentamientos con colonos sionistas en Cisjordania, el Valle del Jordán y las tierras al norte del Mar Muerto, en beneficio de los apetitos expansionistas del mito del Eretz Israel (2) Traer a colación Al Nakba es dificultar que la memoria quede oculta, impedir que sea una expresión de justicia. Recuerdo, en una disputa con un sionista, que solía alegar su parte árabe como escudo frente a las críticas, el señalarle la importancia de la memoria como arma a quienes basan sus argumentos en construcción de mi-

tos utilizando para ello, no sólo la religión, sino aparentes promesas y definiciones de pueblo elegido. Mitos construidos, incluso con la usurpación de su arqueología, el vestuario, comida, música, cambiar la denominación de pueblos y aldeas, que es la manera que tiene el sionismo de tratar de borrar la identidad de un pueblo, apropiándose de su historia. Pero, está la memoria y esa no se hace desaparecer así como así con los palestinos, ni con nadie que ame su historia y la defienda como lo hace Palestina y su pueblo. El poeta nacional palestino Mahmud Darwish nos refiere que el combate del pueblo palestino por su libertad, su lucha contra el opresor tiene un componente esencial: el campo de la memoria. En el sentido que uno de los actores, el sionismo, que pretende borrar, invisibilizar la memoria de un pueblo milenario, su historia, su lengua, mediante un proceso de sionización.

“Pero, el pueblo palestino, a pesar de 72 años de una política de exterminio puesta en práctica desde el momento mismo que nace la entidad sionista y comience Al Nakba, lucha día a día para que esa memoria permanezca, porque esté presente aún en las condiciones más adversas. Una Palestina indomable, que haciendo uso de todas las formas de lucha resiste, para gloria de sus hijos e hijas y para la admiración de todos aquellos que creemos que más temprano que tarde Palestina será capaz de alcanzar su plena libertad”

Mayo Infausto

El 14 de mayo es una fecha dolorosa para el pueblo palestino. Un número desgraciado, pues la cobardía de las potencias occidentales permitió, no sólo concretar el fin del Mandato británico sobre Palestina sin generar la autodeterminación de su pueblo, sino que dio vía libre para la conformación de una entidad que daría impulso a décadas de crímenes, usurpación, expolio y saqueo de un pueblo y su tierra. Efectivamente, el día 14 de mayo del año 1948 nace, no sólo un régimen totalitario, sino también un patógeno que ha causado un daño enorme a la región donde decidió instalarse. Lo denomino Sion 48, versión israelí del SARS COV post segunda guerra mundial. Una entidad, que gracias a la crisis de conciencia de las potencias occidentales, principalmente, le ha hecho pagar al pueblo palestino los delitos, crímenes y exterminio causados por una extinta Alemania nacionalsocialista. Una Alemania, que hasta el día de hoy asigna fondos para expiar sus culpas por haber asesinado a connacionales de creencia judía, como también a polacos, franceses, holandeses, checos y otros innumerables países, donde también se practicó una operación destinada a exterminar a otros seres humanos por su creencia, etnia o raza. Claro está, que los gobiernos germanos y sus conciencias no alcanzaron para dar cuenta de los 23 millones de soviéticos muertos en esa guerra, gitanos, personas con deficiencia mental, homosexuales, políticos opositores, prisioneros de guerra. Para ellos no hubo y no hay fondos de reparación e incluso negacionismo respeto al valor y esfuerzo del pueblo soviético en el triunfo sobre el Tercer Reich.. Hubo indemnización para algunos y olvido para otros, aquellos quienes no recibieron el maná surgido de una verdadera industria, que dotó de ingentes recursos financieros al naciente régimen sionista, tal como lo señala el intelectual estadounidense Norman Finkelstein (cuyos padres estuvieron en campos de concentración en Majdanek y Auschwitz) en su libro titulado “La Industria del Holocausto”. ¿El premio mayor? Permiso para constituirse como entidad y declarar unan supuesta independencia, cuya primera manifestación será la ocupación de tierras palestinas a manos de sus grupos paramilitares: Haganah, Irgún, Lehi, dotados con moderno armamento proporcionado por los mismos que finalizaron su mandato y que permitió ocupar vastas tierras ajenas y dar comienzo a Al Nakba. Y hablo de supuesta independencia con la certeza que no se puede usar ese concepto, tal como lo he sostenido en oportunidades anteriores y lo reafirmo: “Israel no puede hablar de independencia ya que es una denominación fantasiosa pues, ¿de quién se independizó este Israel surgido del atropello del pueblo palestino? ¿Cómo atreverse a signar un proceso de despojo como algo asimilable a la declaración de independencia? ¿Qué emancipación puede glorificar una sociedad que se forma al amparo del crimen, el robo, en el marco del desarraigo, la expulsión y la usurpación del territorio palestino y amparado en esa acción criminal bajo el mito de un supuesto derecho divino? No se puede hablar de independencia cuando entendemos que este concepto atañe a la formación o restauración de un país después de la separación de otro del cual formaba parte. Israel no ha restaurado nada, no se ha separado de nada del cual pudiésemos decir que logró su autodeterminación y menos aún formaba parte de otro Estado que pudiese remitir a la idea de independencia. Es, por tanto, una creación ficticia”. Una formación nacida al amparo de decisiones que violaron los derechos de millones de seres humanos, forzados a abandonar sus aldeas, pueblos y ciudades. Marcharse forzadamente de sus hogares, dejar atrás sus cultivos, sus

plantaciones de olivos, su ganado, en un proceso de expulsión que no termina. Una Nakba, que día a día expresa nuevas acciones del régimen terrorista que impide el retorno de millones de palestinos a su tierra: la demolición de viviendas de familias palestinas en Cisjordania (cuya perversidad se expresa en esperar que se construya el hogar, que se habite, para después no dejar piedra sobre piedra), destrucción de cultivos en los bombardeos crónicos contra la Franja de Gaza y su bloqueo brutal desde el año 2006 a la fecha. En la construcción de asentamientos para instalar allí, en tierras palestinas, a decenas de miles de extranjeros sionistas. Al Nakba es un hecho presente 72 años después y con la misma violencia de antaño. El sionismo sigue siendo ese virus ponzoñoso y criminal que expulsó a 800 mil palestinos de sus tierras, de esa palestina histórica que por donde transites, así aterrices en Tel Aviv o ingreses por la frontera con Jordania, logras escuchar a los cuatro vientos “me llamo Palestina hoy usurpada”. Resulta evidente que 72 años desde Al Nakba, sólo la lucha del propio pueblo palestino, de sus movimientos, organizaciones, sus hombres y mujeres, junto a la solidaridad activa de las sociedades de este mundo, podrán impedir el plan sionista de anexar Cisjordania y frenar el bloqueo de la Franja de Gaza. Palestina es capaz de impedir el plan a través de su propia lucha, que debe tener todas las formas imaginables, que debe intensificarse contra esta “imposición del siglo” disfrazada de acuerdo e impulsado por este binomio conformado por Washington e Israel. El robo, las sanciones impulsada por esta alianza y el chantaje permanente socavan permanentemente la confianza en instituciones internacionales, timoratas y sometidas a la presión financiera y política, incapaces de aplicar las leyes internacionales que castiguen al sionismo por sus crímenes. Una institución como la ONU, incompetente de aplicar la Carta de las Naciones Unidas en su Capítulo VII, donde ha quedado demostrado, desde el mismo año 1948 a la fecha, que Israel amenaza la paz, la quebranta, no cumple medio centenar de resoluciones que exigen su retiro de los territorios ocupados, que demuela el muro de la vergüenza, que deje de construir asentamientos. Israel es un virus en el seno de Oriente Medio y ejerce su influencia negativa sobre otras regiones del mundo. Una entidad frente a la cual hay que exigir su aislamiento y hacerla desaparecer por el peligro que representa como ideología, como política contra sus vecinos. Israel es el Sion 48 que requiere el concurso internacional para luchar contra él. Todo lo demás es hipocresía y doble rasero Siete décadas después de Al Nakba, la reivindicación del retorno está intacta. Y en ello el valor dado a la memoria es fundamental. Día a día, en cada Dabke que se ejecuta, en cada comida que se comparte y se le denomina con su nombre en árabe, tanto en el territorio palestino como en el transtierro. Cada bandera que se iza en cualquier lugar del mundo en honor y solidaridad con Palestina nos recuerda que no es hora de flaquear. Nos impone la obligación de denunciar al sionismo y sus cómplices, no temer, no dejarnos amedrentar. Los Hombres y mujeres que habitan cada rincón de la Franja de Gaza y Cisjordania, como también aquellos que viven la ocupación, la segregación y el apartheid en la Palestina histórica, sabrán luchar por sus derechos y que cuenten con nuestro apoyo, de los que no estamos bajo la bota inmunda del sionismo, aquellos que estamos fuera de Palestina. Nuestro deber es impulsar y apoyar este combate que no terminará hasta el fin de una ideología malsana, como también llevar adelante la campaña del Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) y todas aquellas formas de lucha que permitan derrotar al sionismo. Al Nakba ha sido una catástrofe, sin duda y hoy el combate contra el Virus Sion 48 exige fortaleza y esa se encuentra en abundancia en el pueblo palestino.

Notas:

1) Deir Yassim: Pueblo palestino ubicado en las inmediaciones de Al Quds donde se asesinó a 260 civiles palestinos entre los días 9 de abril al 11 de abril del año 1948. Deir Yassim, una localidad de aproximadamente 600 habitantes fue cercada por milicianos de los grupos terroristas sionistas israelíes Irgún y del Lehi (Banda Stern) y con menor número de efectivos participó también una unidad de la Haganáh llamada Palmaj. La documentación existente ha comprobado que los terroristas, previo a asesinar a sus víctimas, acompañaron su acción con mutilaciones, violaciones obligándolos incluso a desfilar por los barrios judíos antes de ser ejecutados. 2) Eretz Israel. Término que da cuenta de la denominación de la “Tierra de Israel” que al recoger el trabajo de intelectuales como el historiador israelí Shlomo Sand, nos permite afirmar, en base a lo sostenido en su libro “When and how was the land of Israel invented” que el sionismo robó el término religioso Eretz Israel (tierra de Israel) y lo convirtió en un término geopolítico.

La tierra de Israel no es la tierra de los judíos. Se convierte en patria de origen a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, sólo a partir del surgimiento del “movimiento sionista”. Nuevamente la afirmación del crear mitos, de mentir en forma descarada de establecer ideas fundacionales a partir del despojo. (rebelion.org) 19/05/2020

81.Cómo hacer del decrecimiento un movimiento social de masas La crisis climática lleva a la humanidad a un túnel oscuro. Echar el freno de mano del crecimiento turbocapitalista es una necesidad requerida por la propia ciencia. Sin embargo, de fondo hay un reto mayúsculo; el de cambiar la cosmovisión individualista y tejer una conciencia comunitaria capaz de poner la vida en el centro. Es difícil escapar de las evidencias de la crisis climática cuando, cada poco tiempo, un temporal inunda pueblos enteros. Deslizar argumentos negacionistas choca con la realidad de los veranos más largos. Las fotografías aéreas de unos polos derretidos podrían servir, en este mundo del símbolo, para reforzar la verdad de la ciencia. Sin embargo, pese a los numerosos informes, la conciencia ecológica no despega lo suficiente como para despojar a la sociedad del peso del individualismo. La historia del tiempo presente es la de la desigualdad, la del neoliberalismo y el consumo vertiginoso. Todos ellos, elementos que imposibilitan frenar –más bien mitigar–las consecuencias de la crisis ecosocial. Actuar es necesario. Así lo reclamaba Hoesung Lee, presidente del Panel de Científicos Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC), en la pasada cumbre del clima. Pero para que el problema se ataje de lleno también se requiere un discurso capaz de revertir la espiral ideológica sobre la que se asientan los principios del individualismo neoliberal; reforzar lo común se presta esencial si se quiere afrontar el reto climático con aspiraciones de triunfo. «Somos una cultura que no se siente ecodependiente y no es capaz de entender hasta que punto dependemos de la naturaleza. Se pone en práctica el antropocentrismo; el no sentirse dependiente de la tierra», expresa Yayo Herrero, antropóloga ecofeminista. Es, en definitiva, «el triunfo de la individualidad», apunta Jordi Mir, doctor en Humanidades y experto en filosofía política. Y este es un principio esencial de un sistema basado en el crecimiento exponencial y de un modelo socioeconómico que no atiende a la evidencia de que la riqueza material choca con los límites biofísicos del planeta. «Detrás de estas ideas dominantes hay una clara idea de imponer ciertos pensamientos en la agenda. Por ejemplo, el tema del transporte público frente a la libertad individual de poseer un transporte privado: las compañías de automoción son muy activas en promover la necesidad de crear un derecho a comprar un coche, pero no porque sean malas ni perversas, sino porque ese es su modelo de negocio».

«No hay salidas individuales a la crisis climática»

Sin embargo, esos anhelos de poseer riquezas materiales podrían chocar, desde una perspectiva climática, con los derechos comunes y, en definitiva, con el devenir de una sociedad que, ante todo, aspira a sobrevivir. «La crisis ecológica o la crisis que vivimos ahora de la covid tienen en común algo básico, que nos afectan como como especie y no como individuos. No hay salidas individuales; sabemos que anualmente hay miles de personas que fallecen por enfermedades relacionadas a la contaminación y no existe una solución individual a ese problema», agrega Mir, evidenciando cómo la denominada libertad individual de consumir o tener ciertas conductas pueden ir en contra de lo común. El poder de la industria cultural ha sido clave para generar esta necesidad de construir una identidad en torno al consumo. «Desde los años ochenta, se llevó adelante un discurso neoliberal muy intenso para desprestigiar lo público, eliminarlo si fuera posible, lo que incentivó una tendencia humana a buscar reconocimiento. Esa tendencia puede tomar formas buenas para el conjunto de la sociedad, pero también negativas como diferenciarse competitivamente a través del consumo, lo cual no es puramente espontáneo, sino fruto de un desarrollo discursivo muy apoyado por todos los medios que nos rodean, también desde la ficción», valora Alicia Puleo, doctora en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y Catedrática de Filosofía Moral y Política en la Universidad de Valladolid. «Cuando vemos ficción no nos damos cuenta de cómo interiorizamos el modelo de consumo. En cambio, lo público, lo común y ecológico, es presentado de una forma estereotipada, como algo negativo y fantasioso. También se ha representado como algo antiestético o, incluso, como algo que responde a algún tipo de patología mental», añade la filósofa y autora de Claves ecofeministas.

Hacia lo común

Superar esa construcción cultural que vincula el éxito a lo material es, quizá, el gran reto social del siglo XXI. «Tenemos tres ejes claros para superar ese afán de lujo privado. Por un lado, necesitamos una organización basada en la suficiencia económica. Luego, el principio

de reparto, es decir, la redistribución de a riqueza y la lucha contra la riqueza excesiva. Por último, potenciar lo común y el cuidado como práctica política«, razona Herrero. El desafío, por tanto, gira hacia la necesidad de «crear vidas lujosas en un clima de suficiencia» para poder asumir que «materialmente la vida debe ser mucho más sencilla». Mir apunta a la necesidad de alejar los discursos del clima de confrontación, en tanto que «el escario nunca debe ser una opción«, sobre todo cuando la cosmovisión material e individualista responde a un modelo sociedad que deriva en una serie de malas prácticas que son inconscientes por la mayor parte de la población. «Detrás de todo está la idea de que tenemos libertad y derecho a consumir o, por ejemplo, viajar en avión tantas veces como queramos. En el fondo, el mensaje de „compra billetes low cost para viajar barato‟ va ligado a una serie de incentivos económicos de los que depende mucha gente, porque nuestras sociedades se articulan en torno a ello», profesa el humanista. «Nosotros planteamos algo muy diferente. Ante esta idea de libertad para decidir qué, cómo y cuánto consumir, debe haber una respuesta que sea capaz de concienciar». Se trata al fin y al cabo de hacer más evidente las contradicciones del sistema con la sostenibilidad de la vida en todas sus formas «La libertad de todos se tendrá que construir desde una dimensión colectiva; nuestras diferentes libertades individuales puestas a competir ponen en peligro la sostenibilidad» «¿Qué sociedad es más libre: aquella en la que puedes comprar billetes low cost o la que restringe estos viaje por el problema ecológico? ¿Dónde se es más libre: en un lugar en el que se regulan unas condiciones materiales de vida mínimas, o dónde la libertad sólo consiste en poder luchar de manera individual contra la precariedad? ¿Somos más libres cuando permitimos que cada entidad contamine lo que crea oportuno, o cuando se interviene para restringir las emisiones?», plantea Mir. «Parece que la libertad de todos se tendrá que construir desde una dimensión colectiva, porque nuestras diferentes libertades individuales puestas a competir ponen en peligro la sostenibilidad de la vida». Revertir este paradigma y hacer de todos estos valores cercanos al decrecentismo un movimiento social de masas es un reto que viene a revertir una construcción cultural afianzada con décadas de dominio neoliberal. «Una de las claves es que el discurso ecológico sea positivo, basado en el ideal de justicia y en un modelo alternativo de vida que sea atractivo. Si el discurso es el de la renuncia y la austeridad, va a ser muy difícil conseguir algo», arguye Puleo. «Habría que insistir en otro paradigma de felicidad: no se trata de ser más pobres o tener la vida más reducida, sino en descubrir nuevas posibilidades que no estén basadas en el consumo destructivo de la naturaleza«, agrega, poniendo como ejemplo la ética epicúrea: «Es muy adecuada para estos problemas, ya que es hedonista, porque no renuncia al placer, sino que se centra en aquellos que no están vinculados en los lujos materiales» El escritor británico George Monbiot hablaba en una columna en The Guardian de hacer del lujo privado un lujo común. Es decir, hacer que los esfuerzos que los individuos ponen en poseer objetos materiales vayan destinados hacia la construcción de servicios públicos de calidad. Prescindir, por ejemplo, del coche para generar un transporte público de calidad y basado en los criterios de igualdad. «Hay objetos individuales que irremediablemente nos llevan hacia injusticia social, pero que repensadas en torno a dinámicas cooperativas pueden ser válidas», expone Herrero. «Se me ocurre, por ejemplo, que ante las olas de calor el aire acondicionado no pueda ser extensible a toda la población, pero si se pueden crear espacios colectivos refrigerados».

Cuando lleguen los «extraterrestres»

El deseo de cambiar el modelo nace del decrecentismo, no como ideología, sino como fenómeno del que la humanidad no escapará, ya que el colapso del planeta fruto de una actividad económica basada en el crecimiento parece, según advierte la ciencia, cada vez más inevitable. «La clave es cómo decrecer: ¿por una vía fascista y autoritaria que conlleve recorte de derechos o por una vía democrática?», se pregunta Herrero. La dificultad de generar una conciencia global de planeta es uno de los primeros obstáculos ya que el cambio climático lleva siendo denunciado desde los años setenta del siglo XX y los pasos resolutivos, desde entonces, han sido escasos.

«Parece ser que el ser humano necesita una concreción dramática para poder reaccionar»

En cierta medida, existe un paralelismo con la crisis de la covid-19 actual. Así lo entiende la atropóloga ecofeminista, que señala cómo el parón de la economía y las decisiones del confinamiento se han efectuado principalmente porque la vida estaba en juego. Este riesgo mortal es algo común con la situación de emergencia ecológica que experimenta la sociedad en su conjunto, sin embargo, en este caso, «la mayor parte de la gente no tiene esa percepción de riesgo». «Hasta que no lleguen los extraterrestres e invadan el planeta no habrá una reacción conjunta», ironiza Mir, realizando un paralelismo metafórico con los efectos devastadores de la crisis climática. «Parece ser que el

ser humano necesita una concreción dramática para poder reaccionar». No en vano, para el humanista la crisis del coronavirus sirve para evidenciar cómo en ocasiones lo colectivo prevalece a lo individual, incluso en una sociedad como la actual, lo cual genera ciertas esperanzas. En cualquier caso, ese reto de articular un discurso potente, capaz de generar conciencias sociales en torno a un cambio de paradigma, se presta como un paso necesario para que la sociedad pueda tener cierta resilencia ante el colapso climático. Para Puleo, conseguir que el movimiento decrecentista o ecologista tenga cierto calado requiere de «un discurso positivo» e integrador basado en «pactos de ayuda mutua». Es decir, «acuerdos entre movimientos sociales con cierto parentesco –feminismo, ecologismo, animalismo, pacifismo, antirracismo… –que a veces tienen ciertos roces inútiles. La idea es enriquecer cada movimiento con las sensibilidades de los otros. Creo que esta una clave para tejer un decrecentismo exitoso», zanja la filósofa.

Un cambio global

Articular cambios sociales conlleva riesgos. La desvirtuación de un movimiento se puede pagar caro, en tanto que la historia muestra como el poder ha tenido a bien teñir de progreso lo que termina desembocando en desigualdad. El camino de la utopía ecosocial, en ese sentido, no queda libre de curvas y desvíos perversos. El denominado green washing, el lavado de cara verde, es una realidad que se observa ya en el presente, cuando compañías que durante décadas apostaron su crecimiento al petróleo y la expansión materialista de la riqueza, comenzaron a invertir en campañas de marketing o en negocios aparentemente libres de contaminación. «En el siglo XVIII había naciones muy avanzadas en materia de derechos humanos, pero en el fondo, mantenían la esclavitud en sus colonias del caribe. Se podría dar una situación así» La transición ecosocial podría derivar en un aumento de las brechas que separan el Sur Global, estancado en una pila de injusticias sociales, y el Norte Global, que ha basado su supremacía en la extracción de recursos de Estados en desarrollo. «En el siglo XVIII había naciones muy avanzadas en materia de derechos humanos, pero en el fondo, mantenían la esclavitud en sus colonias del caribe. Se podría dar una situación así, en la que los países del norte cambiaran el paradigma verde a costa de mantener sucios otro territorios. Esto es algo que ya ocurre actualmente», advierte Puleo. «Cualquier propuesta verde que no sea consciente del reparto y del derecho de todo el mundo a acceder a lo mínimo corre el riesgo de derivar en autoritarismos», dice Herrero. El ejemplo de Le Pen es válido para la antropóloga, que recuerda cómo su discurso de autosuficiencia y relocalización productiva se asienta en el rechazo y la criminalización. «Sería un error pesar en una organización de ciudades verdes que descansan sobre el flujo de materiales y energías que vienen de otros territorios», incide. Por tanto, la encrucijada de la humanidad pasa, no sólo por desmaterializar las aspiraciones vitales y potencial los valores comunitarios, sino por hacerlo de una forma global, sin generar nichos territoriales de falsa sostenibilidad. (publico.es) 18/05/2020

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