"Cuentos con historia" Proiektua - 5.A.

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CUENTOS CON HISTORIA LENGUA CASTELLANA PROYECTO

LH 5.A (2014/2015) Paz de Ziganda ikastola


PROYECTO -Cuentos con historiaÍndice

1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26.

ILARGI ARANA ………………………................... MAIDER ARCAUZ ..…………............................. IRENE ARELLANO …………………………........... AMAIA BRETÓN ……………………………….....… MARTIN DEL CASTILLO …………………………… NAHIKARI DOMEÑO ……………………………..… IRUNE EGOZKUE ……………………………......... EKAITZ ELOSUA ……………………………….…… ERLANTZ ESPARZA ……………………………...... JON ETXEBERRIA ……………………….............. LEYRE GOIKOA ……………………..................... NAROA IDOATE ………………………................. MADDI ITURRIERA ………………………............. UNAI JUAREZ …………………………….............. FERMIN LARRAGUETA …………………….......... HAIZEA LÓPEZ ……………………………............ LEYRE MACAYA ………………………….............. IBAI MARTÍNEZ ………………………….............. ALAN D. MERCADO …………………….............. FERNANDO MORA ………………………............. ARITZ OREJA …………………………………........ AIMAR ROMEO ……………………………............ SAIOA ROMEO …………………………............... BAKARTXO TELLETXEA …………….................. IÑAKI TELLETXEA .......................................... URKO URRA ...................................................

1 4 6 8 10 12 14 16 18 20 22 25 28 30 31 32 35 38 40 41 42 43 45 47 49 50


EL CASTILLO DE OLITE

H ace

muchos años, en el viejo reino de Navarra, vivía una

princesa llamada Blanca. Sus padres eran los reyes de Navarra. Blanca, su madre, era muy cariñosa y Juan, su padre, tenía que cuidar del reino y de sus enemigos. La princesa tenía un hermano pequeño llamado Jaime, era inteligente gracioso y le hacía reír a su hermana. La princesa solía vestir con un traje de color blanco y negro, largo hasta el suelo, con una chaqueta corta apretada de color dorado. En la cabeza, solía llevar una corona pequeña de princesa. Su pelo era rubio, tan rubio como los rayos de sol, recogido en un moño y con trenzas. Llevaba zapatos de color negro con una hebilla plateada. Su cara era muy bonita, como una flor en primavera, sus mejillas rosadas y sus ojos azules como el cielo. Del castillo de Olite salió Blanca por primera vez y vio que era más bonito que ningún otro castillo que conocía. El castillo era de color marrón madera, con torres altas que se veían desde lejos, muros gruesos que protegían del frío y del calor, salones amplios y confortables, le encantaba estar en la Torre de “Las dos Coronas”, donde jugaba con su hermano. Blanca era alegre, pero su vida no fue tan maravillosa porque su padre no le dejó vivir la vida a su manera, pero pasaron los años de su infancia siendo feliz con su familia.

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Cuando

fue

mayor,

se

enamoró

de

un

guerrero que vivía en el castillo. Se llamaba Ignacio y conocía a Blanca desde que eran pequeños. Pero un día su padre llamó a la princesa para decirle que tenía que casarse con el príncipe Enrique de Francia y se tendría que ir a vivir lejos de su familia, porque las princesas se casaban con otros príncipes aunque no estuvieran enamoradas. Entonces, se puso triste cuando su padre quiso que se casara con el príncipe, porque ella no lo había elegido y no estaba enamorada de él. Enrique de Francia era un hombre mayor, y tenía fama de ser malvado con los habitantes de su reino. Por ello, Blanca, además de no estar enamorada de él, no quería casarse e irse lejos de su familia. Cuando llegó la primavera, Enrique, visitó Olite y le llevó muchos regalos a Blanca. Su padre lo recibió y se pusieron de acuerdo para celebrar la boda en otoño. Blanca habló con sus padres y les pidió que no le obligaran a casarse porque ella no estaba enamorada. Pasaron unas semanas y los reyes empezaron a preocuparse porque Blanca empezó a comportarse de forma rara. No salía de su cuarto, no iba a montar a caballo, tampoco hablaba y cada día se quedaba más tiempo en la cama. Mientras tanto, Ignacio el guerrero, que tuvo que ir a luchar a Burgos porque los musulmanes querían conquistar otros reinos, pensó olvidarla y se fue de Olite

unos

meses.

Blanca,

viendo

que

no

podía

olvidarle, se puso muy enferma y el médico del rey aconsejó a sus padres que esperaran un tiempo, para que pudiera curarse de la tristeza y casarse con el príncipe Enrique. Pasaron los meses y Blanca les dijo a sus padres: – ¡ No voy a casarme con Enrique ! ¡ No quiero irme con él !

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– ¡ Pues si no te casas con él, no saldrás de la torre hasta que seas vieja y fea ! - contestó su padre. Blanca empezó a llorar y se fue corriendo. El rey, llamó a su ayudante y le pidió que encerraran a su hija en la “Torre de las dos Coronas” hasta que llegara el día de la boda. Blanca, fue encerrada en la torre y como no quiso salir nunca más, suspendieron la boda y su hermano tuvo que cuidarla hasta que murió en la torre de tristeza. Años más tarde regresó Ignacio de sus batallas y cuando se enteró que Blanca había muerto, fue a su tumba y dejó encima unas flores blancas en recuerdo de su gran amor.

Fin Ilargi Arana

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MIKE, EL ESCLAVO DIFERENTE

É rase una vez una ciudad llamaba Atenas. Atenas era una ciudad que al entrar producía mucha alegría, estaba en una zona montañosa y además el clima estaba lleno de naturaleza, estaba rodeado de vegetales que plantaban los agricultores en sus campos. En Atenas vivía un esclavo llamado Mike. Mike tenía 36 años. Los ciudadanos tenían unos derechos muy buenos pero él, al ser esclavo, no tenía ningún derecho. A él le parecía injusto que todos pudieran entrar al palacio y él no. Mike tenía unos brazos y piernas tan flacas que parecían espaguetis, era muy delgado. Tenía unos ojos tan azules que en ellos se reflejaba el mar. Mike, como era esclavo, llevaba una ropa pobre, una camiseta que se la encontró en el suelo y también se había encontrado en un árbol unos pantalones y como estaban tan verdes, cuando se tumbaba en la hierba no se le veía. Mike no se reía de la gente, entonces, a él no le gustaba que se rieran de él. Era amable y muy simpático con la gente, pero cuando se enfadaba era imposible que le parasen. Su dueño era un ciudadano que tenía derechos para entrar a sitios importantes como el palacio que había en Atenas. Él no tenía mucha relación con los del pueblo pero con su dueño tenía mucha amistad. Mike trabajaba de agricultor para su dueño y hacía muchos recados. La casa de su dueño parecía un palacio, tenía cinco cuartos, tres baños y una sala con juegos que parecían los juegos olímpicos.

Un día soleado, Mike tenía que ir a las olimpiadas que se jugaban. Tenía que preparar un carro, la gente solía contar que todos los años ese carro había sido muy grande. Él no lo tenía listo, por lo que se metió en un grave problema. Mike no sabía qué hacer y se le ocurrió una gran idea: - Tengo que conseguir palos muy grandes que hay en el suelo y luego tendré que atarlos con las cuerdas de mis sandalias para que queden bien sujetos. Las ideas de Mike eran muy originales, hasta entonces no se le habían ocurrido a nadie. Al llegar al circo, todos estaban con mucha intriga de ver el carro, porque todos los años los esclavos tenían que fabricar uno diferente. Cuando todos vieron el carro de Mike, se quedaron asombrados, todos pensaban que iba a ser mucho más bonito. Entonces la olimpiadas empezaron y un muchacho se montó en el carro de Mike. Al montarse, no aguantó ni dos segundos encima porque una rueda se había descolocado. Rápidamente Mike se dio cuenta y entró corriendo en la plaza y gritó: -4-


– ¡Yo te salvaré arreglando la rueda que se te ha escapado! Después, cogió la rueda y se la llevó. Al estar solo, se dijo a sí mismo: – Qué mal he quedado, me he humillado a mí mismo, soy un fracasado para mi pueblo, nadie me quiere, aquí todos se ríen de mí… Luego algo le hizo cambiar de opinión y se dijo: – He quedado muy mal, pero si arreglo la rueda, todos pensarán que he salvado las olimpiadas. Entonces, Mike se puso a ello: – Necesito: un clavo, la rueda rota y tengo que arreglarlo a solas en mi casa. Una hora más tarde, Mike había arreglado la rueda y se dirigió al circo. Al llegar allí, Mike le dijo al guardia que había llegado y el guardia avisó a los espectadores del circo. Los espectadores, al ver que estaba muy bonito, se alegraron mucho. – ¡Gracias, he tardado mucho en hacerlo, pero aquí está! - exclamó contento Mike. Finalmente, las olimpiadas siguieron y después de que acabaran, todos fueron a darle las gracias a Mike: – Gracias Mike, sin ti no se podrían haber seguido las olimpiadas, pero como la has arreglado, toma, te voy a dar diez monedas - le dijo la señora. – Gracias, como he dicho, no ha sido nada - respondió Mik. Al llegar a su casa se lo contó a su padre y a su madre.Pero luego se dio cuenta que al llegar a casa le faltaban las monedas y no sabía quién se las había robado. Fin Maider Arcauz

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LOS HERMANOS ANUBIS Y RA

H ace 200 años a.c., en un pueblo a orillas del río Nilo se encontraba Giza. Era la aldea de dos ingeniosos hermanos llamados Anubis y Ra. Eran unos muchachos de 12 y 14 años. Además de hermanos eran grandes amigos. Anubis de 12 años es alto, de pelo castaño y grandes ojos negros como la noche. Era guapo y un poco vergonzoso. Ra, el de 14 años, era también alto como las plantas del papiro, el pelo era negro y tenía unos ojos oscuros como la noche. Diciendo la verdad, Ra era un poco feucho aunque sea, tenía buen corazón. Por el contrario con su hermano Anubis era muy abierto y hablador. Todo el pueblo de Giza estaba muy nervioso. El faraón Tutankamón iba a visitarlos. Giza era el pueblo más famoso, en el que hacían mejor los papiros de todo Egipto. Como el pueblo estaba a orillas del río Nilo, tenían unos magníficos pescados y en sus orillas cultivaban unas verduras muy buenas. Anubis y Ra estaban escondidos entre los papiros para poder ver al faraón cuando pasase de camino al taller de papiro. Como se aburrían se estaban tirando piedrecillas entre ellos. Con tan mala suerte que una le dio al caballo del faraón en la pata. El caballo se asustó y tiró al faraón por los aires. El faraón se levantó un poco mareado y como tenía un carácter muy fuerte y era muy mandón todos estaban un poco asustados. Enseguida se acercó el médico Isis. El médico personal del faraón, no tenía buen corazón y era un poquito gruñón. El médico mandó llamar los esclavos para que le llevaran vendas y medicinas, ya que el faraón tenía un corte muy feo y profundo en la pierna. Al ver tanta sangre el faraón se asustó y empezó a gritar a todos los que le rodeaban. Enseguida le hicieron una camilla con tallos de papiro y lo trasladaron al tranquilo pueblo de Guiza. Anubis y Ra se asustaron por lo sucedido que se salieron de su escondite y se marcharon rápidamente a su aldea. Al cabo de unos días el faraón comenzó a ponerse nervioso ya que su herida no mejoraba, por el contrario cada día tenía peor color y le dolía, no conseguían calmarlo. El médico Isis siempre había sido un poco chulo con los que le rodeaban porque pensaba que era mejor que los demás ya que podía curar. Isis empezó a desesperarse porque sabía que si la infección no paraba tendría que cortarle la pierna al faraón. -6-


Anubis y Ra se sintieron culpables de lo sucedido al faraón, por eso fueron a hablar con Isis para contarle que ellos conocían un ungüento que podría curar al faraón. Ellos sólo lo habían utilizado cuando los animales estaban heridos y siempre se habían curado con una gran rapidez. Isis desconfiaba de los hermanos, los veía muy jóvenes para saber de plantas medicinales y ungüentos. El faraón empezó a ponerse peor y cada vez más temía que le tuvieran que cortar la pierna. Los esclavos que atendían a Tutankamón le contaban que en la aldea había unos muchachos que conocían un ungüento que funcionaba con los animales, pero que el médico Isis no había dejado que lo probase con el faraón. El faraón se enfadó con Isis porque no había dejado a Anubis y Ra probar el ungüento con él. Los esclavos del faraón fueron a buscar a los hermanos para que intentasen curar al faraón. Anubis y Ra estaban muy nerviosos por si su ungüento de papiros no funcionaba y le aumentara la infección. Isis no permitió que los hermanos tocasen al faraón, tenían que explicarle cómo utilizaban el ungüento y él lo aplicaría en la pierna herida de Tutankamón. Después de dos días, el faraón llamó a los hermanos para agradecerles personalmente lo fenomenal que le había sentado el ungüento de papiro. Tutankamón se sintió muchísimo mejor y ya no estaba nervioso. Como recompensa, el faraón les dio el título de médicos de la aldea de Giza. El faraón reunió a todos los aldeanos para que supiesen la noticia de su curación y de los nuevos médicos. Los aldeanos estuvieron muy orgullosos de los hermanos Anubis y Ra. Así se marchó el faraón feliz y contento y Giza fue famosa no sólo por sus papiros, sino también por los muchachos que curaron al faraón.

FIN Irene Arellano

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EL MISTERIOSO GLADIADOR DORADO

É rase una vez un chico llamado Claudio, y tenía un buen amigo llamado Lucius. Claudio vivía en la ciudad de Roma, su casa era muy grande aunque no pasaba mucho tiempo en ella. El Coliseo estaba muy cerca de su casa, y le gustaba mucho visitarlo, se quedaba embobado mirándolo. Sus arcos le encantaban, pero también le gustaba perderse por las tiendas llamadas ágoras llenas de vida. Un sitio cálido donde la gente no paraba de hablar, gritar, reír...Todo estaba muy cerca del puerto donde la gente pescaba. Abajo a la derecha había un teatro, casas grandes y muy bonitas. A Claudio le encantaba el Coliseo, se pasaba horas, días y hasta noches allí. Claudio era un gladiador alto y fuerte como un león. Sus piernas eran largas y sus brazos musculosos. Tenía la cara redonda y llena de cicatrices. Sus ojos eran tan azules como el cielo.Tenía los labios rojos y los dientes blancos como la nieve. Era rubio y por eso todas las chicas querían estar con él. Claudio solía vestir con ropa de trabajo: túnica corta con un cinturón, en el brazo llevaba un brazalete y en el otro un escudo para protegerse. Claudio era un chico majo, alegre, gracioso, de buen corazón, amable y muchas cosas más. Le encantaba hacer deporte y quedar con sus amigos. Sin embargo Claudio odiaba que se metieran con él, perdía los nervios y se convertía en una fiera como aquella vez... En las mazmorras del Coliseo, después de toda la tarde peleando y luchando, Claudio estaba tumbado en el suelo y escuchó como lloros de niños y empezó a buscar. No sabía si era su imaginación o de verdad, tampoco tenía mucha fuerza, las peleas lo habían dejado como una gominola. Los encontró en un rincón encadenados, como muertos de hambre y asustados, muy asustados. – ¡Tengo que hacer algo, no los puedo dejar así! - dijo Claudio. Sabía que era peligroso, si le pillaban le podía costar la vida. - Tranquilos chicos, os voy a salvar ¿Quién os ha hecho esto? Uno de ellos le dijo: –

Soy Lucius y nos ha traído un gladiador que viste de dorado, ¿lo conoces?

No, nunca he oído hablar de él, esperad que os voy a sacar de ahí. Claudio cogió un martillo de los soldados y fue soltando a cada uno de los esclavos de

diferentes edades. Después de soltar a todos, pensó a ver qué iba a hacer con ellos y se los llevó a su casa por un pasadizo secreto que conocía. Después de mucho rato andando por los largos laberintos y oscuros pasadizos, salieron al centro de la ciudad, muy cerca de su casa y lo primero que hizo fue limpiarles las heridas, darles de comer… Estaba asustado, tenía diez esclavos en su casa. Claudio sabía que el terrible gladiador

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dorado le iba a atacar y tenía que estar preparado. Pero uno de los chicos que estaba en su casa que se llamaba Lucius le dijo: – Gracias por salvarnos, ahora nosotros te vamos a ayudar a ti a encontrar a el que ha hecho esto. Todos estaban muy cansados y Claudio también y se fueron a dormir porque había sido un día largo. Al día siguiente... Claudio se levantó el primero porque no pudo dormir pensando en todo lo que había pasado. Lucius fue el segundo en levantarse y estuvo una hora haciendo el retrato del gladiador de la armadura dorada. El retrato, al principio, no les ayudó mucho porque tenía la cara tapada por un casco como una nuez, falda corta con un gran cinturón, en el brazo derecho una armadura y una gran espada y en el brazo izquierdo un escudo dorado. Al principio Claudio no se dio cuenta, pero Lucius, sin querer, había dibujado una escalofriante cicatriz en su pierna derecha. Claudio le dijo a su amigo Lucius: –

¡Ya lo tenemos!

¿Lo qué tenemos? - dijo Lucius

Sólo tenemos que esperar al entrenamiento de mañana de los gladiadores, aunque se cambie, me fijaré con todos los que pelee y el que tenga la cicatriz, será nuestro hombre. Al día siguiente, uno, dos, tres... ya no sabía con cuantos

había peleado, el salvaje no aparecía y Claudio empezaba a estar cansado. Cuando lo vio le entró miedo porque podría ganarle y así salvar a sus nuevos amigos. No podían estar mucho más en su casa y al final los esclavos tenían un dueño y era el gladiador dorado. Llegó la hora, Claudio empezó a luchar contra el gladiador de la armadura dorada y entonces cayó a la arena como un animal abatido. Los demás gladiadores que estaban viendo se quedaron callados al ver que Claudio no se levantaba. Pero entonces, los esclavos empezaron a aplaudir y Claudio al ver eso se animó, se levantó y siguió luchando. Al final Claudio ganó la pelea y le hizo prometer al gladiador dorado que sus nuevos amigos iban a quedar libres. Ese fue el motivo de perdonarle la vida. ¡ Qué felices fueron todos al enterarse! Claudio y Lucius fueron amigos para siempre y..... colorín colorado este cuento se ha acabado. Amaia Bretón

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MARCUS EL GLADIADOR LIBRE…

É rase

una vez un gladiador llamado Marcus. Marcus era

gladiador desde los 15 años. Vivía con su madre enferma en una casa vieja, fea y casi destruida, cerca de Roma en una ciudad llamada Ligur. Ligur era una bonita y alegre ciudad de gran tamaño. En aquella ciudad vivían todo tipo de personas, desde esclavos pobres, hasta ricos personajes. Por las calles regulares de aquel lugar se sentía alegría porque nadie montaba ninguna pelea, la mayoría de la gente era muy tranquila. El clima de aquella ciudad era bastante húmedo. Su familia era muy pobre, hijo de una esclava y un gladiador condenado a muerte por el padre del gran César. Todas sus pertenencias eran una armadura heredada de su padre y una vieja espada que siempre llevaba en mano. Marcus era un tipo fuerte, como aquellos legionarios del César. No era muy alto, pero era uno de los más fuertes de la zona, gracias a que dedicó mucho tiempo entrenando como gladiador. Era muy guapo, de cara afilada y alargada, con unos labios bastante finos. A Marcus le gustaban las viejas historias que le contaba su padre. Lo que no le gustaba era que le dieran órdenes ni tampoco que lo interrogaran. Un día, cuando Marcus ya tenía los 23, se enteró de un gran torneo con el premio de poder ser libre. El torneo se celebraba dentro de 2 días en el coliseo, entonces se apuntó. Pasaron los días y el torneo había llegado, Marcus se preparó para su primer combate. Por primera vez tenía la oportunidad de poder ser libre y de mostrar su valentía a Roma. Cuando empezó el combate, fue con todas sus fuerzas y luchó para seguir ganando y poder conseguir el premio. Marcus fue venciendo a sus rivales hasta conseguir el premio. Al gran César no le gustó nada que Marcus hubiese ganado, ya que era hijo de un condenado a muerte y no quería que fuera libre, con lo cual, sólo tuvo una opción, que era matar a Marcus. Entonces llamó a uno de sus generales llamado Décimus para acabar con él. Décimus pidió unos - 10 -


cuantos guerreros, dado que iban a morir algunos soldados por culpa de la increíble habilidad de Marcus. Cuando llegaron a su casa nadie había en ella, ya que uno de sus amigos le avisó cuando vió a los soldados salir en su busca. Marcus cogió a su madre, se metieron en un carro y aquel les llevó hasta las montañas lejos de las armas Romanas. En la tranquilidad de las montañas, conocieron personas amables que les dieron cobijo pero…

Continuará..

Martin del Castillo

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LA COMERCIANTE Y EL RICO

É rase una vez, una comerciante llamada Luisa, esto pasó en la edad antigua en Grecia, en el año 500 después de cristo, el 15 de diciembre. En el ágora había tiendas y era la plaza general, estaba en el medio de la ciudad. Una niña que se llamaba Claudia tenía 6 años. El padre Roberto, la ciudad era Atenas, era grande, bonita, ¡mpresionante. Un día soleado estaba durmiendo y de repente empecé a oír ruidos y entonces me acordé que era el día de Zeus. Entonces fui corriendo al ágora para abrir mi comercio que estaba en el mercado, vendía arte: jarrones,

tazas,

teteras

etc .

Entonces

la

tamborrada

que

celebraba el día de Zeus pasó por mi comercio y la gente venía como loca a comprar ¿por qué? porque era el día de Zeus. De repente vino una anciana y me preguntó: - ¿Por dónde se va al monte de los dioses, al monte Olimpo? Entonces le expliqué que tenía que ir hasta el fondo y después a la derecha. Se fue y después de cinco minutos que la estaba observando, se dio la vuelta y me compró una taza y me dio 1 drakma de menos y pensé “no importa es una anciana, no ve y encima no puede andar, va muy lento, pobre…”. De repente la abuela se quitó la ropa y … ¿quién era…? la hija de la familia rica. Era la más importante de Grecia después de la reina claro y fui corriendo a donde ella y no la alcanzaba: - ¡Eh niña, no te disfraces de abuela, no vayas corriendo que te alcanzaré! - Nunca me pillarás, voy a atletismo - respondió la niña. Iba mirando para atrás y se chocó contra su padre, y su padre le dijo: - ¿Qué haces hija? ¿Por qué te grita esa mujer del mercado? Luisa lo oyó decir eso y dijo: - Se ha disfrazado de abuela y me ha comprado una taza y me ha dado 1 drakma de menos. - ¿Qué haces Claudia? Te voy a castigar - le dijo el padre guiñando un ojo. - ¿Me perdonas? Luisa lo vio y dijo:

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- Te he visto Roberto, has guiñado, te perdono pero yo que vosotros no lo haría nunca más. Adios. - ¡Adiós!- dijeron los dos a la vez. - Espera toma 1 drakma, lo siento - dijo el padre - Tranquilos y gracias, adios. - dijeron los dos a la vez Al cabo de dos días.. hizo un jarrón de 2.000 drakmas, fue el padre y lo compró. Al final, eran tan ricos que se casaron y fueron reyes, Luisa era reina, Roberto rey y Claudia la princesa.

Colorín colorado este cuento se ha acabado. Nahikari Domeño

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LA GRAN HISTORIA DE EGIPTO

É rase una vez en el antiguo Egipto un faraón llamado Tutankamón que tenía una piel de color canela y un mechón de pelo que con él se hacía una coletilla pequeñita. Sus ojos eran tan marrones como el color de las hojas en otoño, su carácter era bueno pero cuando se enfadaba podía ser muy peligroso, tanto como la rabia de un toro. Su trabajo no era difícil, ya que era el faraón de todo Egipto. Tenía una hermana caprichosa y manipuladora. Todo lo que él tenía, ella lo quería, y eso era lo que más lo enfurecía. Allí el paisaje era seco, amarillo y caluroso. El faraón, que tenía mucho poder, siempre tenía agua, en cambio, los pobres habitantes tenían que andar kilómetros para conseguir una sola gota de agua. Allí la vida era difícil para todo el que era pobre, pero para llegar a ser un poco más rico, había que hacer cosas imposibles o quizás hasta podrían ser de vida o muerte. Una noche que el faraón dormía en su cama con ochenta guardias vigilando, vio una cosa extraña por el largo pasillo de diez metros, pero no le dio importancia y siguió durmiendo. A la mañana siguiente, también lo volvió a ver y esta vez vio más, algo que iba hacia la cocina, como si estuviera flotando, como una especie de sábana blanca con detalles brillantes. El faraón lo siguió y entonces, cuando iba a averiguar qué era ¡puff! desapareció. Esa mañana tenía que hablar con su hermana Cleopatra de lo que pasó, pero ella le dijo que no pasaba nada, ya que tenía ochenta guardias vigilando el templo por fuera y por dentro. Cuando le habló de todo lo que le había pasado, el faraón la notó un poco avergonzada y entonces Cleopatra no aguantó y se lo dijo. Ella dijo que era sonámbula y por la noche se dirigía a la cocina y comía chocolate. Entonces el faraón se tranquilizó. Unas semanas después, mientras miraba la puesta de sol que en Egipto brillaba tanto como una bola de discoteca, oyó unos pasos, unos pasos finos y ligeros, como los de un niño. Entonces fue a investigar y había un rastro de pintura roja y pensó en su hermana Cleopatra, pero ella estaba recibiendo a los emperadores romanos que venían una vez cada año para visitar al faraón. Finalmente, el faraón estuvo todo el día con los emperadores romanos.

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Fueron a las pirámides, también visitaron la esfinge, pero al faraón no se le podía quitar de la cabeza todo lo que le había pasado. Cuando el día terminó, a medianoche, en su habitación vio un rastro rojo que iba hacia una especie de espada, pero esta vez no era pintura, sino sangre. También olía a camello ¿pero qué hacía un camello en el templo? y ¿de quién sería esa sangre roja tan llamativa? … y colorín colorado, este cuento se ha acabado, pero todavía queda un misterio por resolver en el gran Egipto...

Irune Egozkue

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MESOPOTAMIA

L a historia transcurre en Mesopotamia, donde había dos ríos llamados Tigris y Éufrates, los dos muy largos y anchos. El tigris tenía 1900 km. El Éufrates sin embargo, tenía 2780 km. Mesopotamia tenía una zona desértica de 211.000 km. En Mesopotamia había un rey llamado Nihamy. Era rubio y tenía mucho carácter. Tenía una nariz larga, como la de una jirafa, Ojos azules como el mar y unas orejas de elefante. El rey vivía en un palacio llamado “Andían premious”. El palacio era muy grande, tan grande

como

una

pirámide,

tenía

cuatro

habitaciones, dos baños y no tenía cocina porque un esclavo iba a su casa, le hacía la comida y se la daba. El palacio estaba a las orillas del río Éufrates. El rey solía tener a su servicio a un esclavo y a cuatro soldados. El esclavo se llamaba Mohamed Al-rachid, era feo, pero siempre estaba dispuesto a ayudar. Los cuatro soldados eran iguales, eran fuertes y musculosos como los cocodrilos del Tigris. – Hola, buenos días, ¿está aquí el rey Nihamy? - preguntó el soldado llamado Omar Abdulrahman. – Sí - contestó el esclavo. – ¡¡¡Dile que se han inundado los dos ríos y el agua llegará hasta aquí !!! - exclamó el soldado. Pasaron unos minutos… el rey salió y de repente un soldado llamado Shiran le propinó un repentino latigazo en la pierna. El rey fue llevado a un curandero que había en Egipto, en la capital El Cairo. Allí estuvo durante 2 meses. Mientras, en Mesopotamia, el soldado Omar Abdulrahman estaba de rey. Hizo cosas muy raras, como por ejemplo, decir que luchasen el soldado y el esclavo para ver qué querían hacer. La lucha era para decidir cosas. Después de una lucha muy muy larga… - 16 -


El soldado ganó y decidió que fuesen y asesinaran al rey y rompieran su palacio llamado Andian Premious para así, hacer un palacio más grande y cómodo para los soldados. El esclavo se volvió loco y se disfrazó de soldado para ir con el rey Nihamy, que ya estaba de vuelta, para romper el nuevo palacio y dejar

Mesopotamia sin palacio. De repente apareció Yaky. Yaky se

puso de parte de Nihamy y mató a los tres enemigos con sus trucos.

Finalmente , Nihamy volvió a ser rey, Yaky murió y el soldado y el rey a pesar de la muerte de Yaky los dos vivieron felices, comieron perdices y además se tocaron las narices. Seguirá…

Ekaitz Elosua

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RAJITÚ EL INGENIOSO

E l imperio de Mesopotamia tenía un zigurat que se extendía a un gran patio, rodeado de almacenes y talleres. Los palacios del rey se hallaban fuera del témenos. Allí vivía un niño llamado Rajitú, le gustaba ir de paseo por el mercado, al lado de las murallas, el lugar más seguro. Rajitú era un niño de 13 años, era pobre y era agricultor. Era un niño bajito y muy flaco, tan flaco como un palillo. Tenía unos brazos fuertes y unas piernas ejercitadas. Solía llevar unas sandalias, un pantalón corto y una camisa de manga corta. Tenía los ojos azules y aparte de eso, una nariz puntiaguda. También una boca con unos labios rojos. Era muy bueno, de buen corazón, pero a la hora de dar cosas era muy tacaño. Eso sí, gracioso como un payaso. Rajitú estaba con su padre trabajando duramente para conseguir comida y su hermana estaba enferma. Entonces, Rajitú fue a visitar a un curandero para que le diese el antídoto para su hermana. El curandero le dijo que se tenía que ir al “bosque de las hierbas sanadoras”. Rajitú se fue a por las hierbas con su padre y al volver, su hermana ya había muerto. Rajitu y su padre empezaron a llorar y la enterraron en el bosque. Un día Rajitú estaba con su padre cultivando trigo y se fue a descansar a una orilla del río Tigris. Un poco más apartada de la orilla, había una niña llamada Dashi, parecía una niña agricultora, era de Mesopotamia. Dashi era bajita, con unos brazos y piernas débiles. Llevaba una falda rasgada llena de agujeros, unas sandalias rosas y una diadema. Dashi era amable, pero cuando se burlaban de ella era un puro demonio. Se reía mucho. Rajitú se acercó a ella y empezaron a hablar. Al momento que empezaron a hablar se escuchó un lloro, salía de una choza. Rajitú y Dashi se - 18 -


acercaron a la choza y oyeron que en el castillo que se encontraba al lado del río Eúfrates, había un elixir que revivía a la gente muerta. Entonces Rajitú le dijo a Dashi que se le había muerto la hermana y a Dashi se le había muerto el padre. Rajitú tuvo uno idea y le dijo a Dashi que fueran al castillo del río Eúfrates. Rajitú y Dashi fueron al castillo enfrentándose a escalar montes y cruzar ríos llenos de cocodrilos. Unas semanas después llegaron al castillo. A Rajitú le parecía un castillo enorme lleno de criaturas horribles y esqueletos de humanos que murieron al intentar conseguir el elixir. Rajitú y Dashi no se lo pensaron dos veces y entraron sin miedo. En un momento dado, el suelo empezó a temblar y salió un dragón con el elixir. Por suerte, Dashi sabía hipnotizar animales e hipnotizó al dragón y cogieron el elixir. Cuando

volvieron

del

río

Eufrates,

vieron

que

había

una

advertencia y decía que el elixir sólo tenía un uso. Después de leer eso, estuvieron pensando a quién dárselo y estuvieron un día entero discutiendo. Al final ya sabían a quién dárselo, se lo dieron a...

Fin Erlantz Esparza

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LAS BUENAS AMISTADES

H abía una vez, en la gran ciudad de Roma, un hombre llamado Valentino Bastianini, era gladiador, tenía 23 años y nació en Roma. Él era alto, medía 1,82 metros, era flaco como un espagueti, tenía unos brazos y unas piernas tan fuertes como una roca, tenía una cara tan bonita como la luna, unos ojos tan azules como el cielo, el pelo tan negro como el carbón y los labios tan finos como los palillos. Llevaba una armadura de metal, tan brillante como una estrella y llevaba una espada tan resistente como un león. Era una persona amable, de buen corazón y luchador, le gustaba dar paseos. Valentino vivía en un lugar, que a lo lejos se veían unos montes muy muy altos, cerca había unos ríos y el más grande era el Tíber, el río principal de Roma, aún más cerca se veían el coliseo, las casas, etc. Un día el señor Julio César fue al coliseo a ver cómo echaban personas a los leones, entre ellos unos jóvenes novios salían para que los leones se los comieran. Uno de ellos, el novio, se llamaba Valentino, la novia se llamaba Valentina. Después, el novio cogió una espada y mató al león, entonces cuando los novios iban a salir del coliseo, Julio César gritó: • ¡Si queréis salvaros, tendréis que sobrevivir a un reto más, el de matar a mis 10 mejores soldados! ¡Si lo conseguís, os soltaré! Valentino le dijo al rey: • ¡Si mato a 5 de tus mejores soldados, dejarás a Valentina que se vaya! • ¡Acepto! - contestó César. En ese momento empezaron a salir soldados, todos les atacaban menos uno, su amigo. Al cabo de unos minutos, había matado a los nueve menos a su amigo, entonces idearon un plan para salir del coliseo todos vivos. Empezaron a pelearse amistosamente para poner en marcha su plan. Se fueron hacia la puerta del coliseo peleándo con la espada. Valentino rompió el candado y se fueron de Roma en barco. Pero la armada romana les perseguía pisándoles los talones. Entonces, los

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tres amigos saltaron del barco, pero los romanos se enteraron. Los tres llegaron a una peque単a isla de Italia, se encontraron con otra gente de la isla y se hicieron amigos de esa gente. Cuando los romanos estaban cerca de la isla, los amigos lucharon contra los romanos y consiguieron ganar a los romanos y ayudar a Valentino, Valentina y al amigo. Ellos se escondieron en una choza peque単a de la isla, que estaba en medio del bosque para que los romanos no los pudieran encontrar. En esa chocita vivieron toda la vida, felices y comieron perdices.

Jon Etxeberria

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EL SUEÑO DEL AGRICULTOR

C uenta la historia que, hace muchos muchos años, en unas tierras desérticas del imperio egipcio, vivía un agricultor. Dicen que el agricultor no tenía nombre propio y por eso sus amigos le llamaban “AGRI”, ya que era un agricultor. Agri tenía 22 años, y tenía lo ojos marrones como el barro, su pelo en cambio, era marrón como las castañas. Agri era alto, pero a la vez flaco, porque era bastante pobre y no tenía mucho para comer, ya que la mayor parte de su cosecha se la tenía que dar al faraón o llevarla al templo. Agri vivía en una casita al lado del río azul Nilo. Lo que menos le gustaba era el calor que hacía en el caluroso Egipto y tener que estar a las órdenes del faraón Ramsés. En cambio, lo que más le gustaba era estar en sus productivas tierras y pensar que él era un dios para poder descansar, que le hiciesen regalos… Un día, después de pasar todo el caluroso día en sus tierras recogiendo la cosecha, se fue al templo a dejar una parte a los dioses, en agradecimiento a la buena cosecha que había tenido, aunque al tener que pagar los impuestos, no se quedase con mucha. Cuando entró en el templo y dejó lo que había llevado, escuchó una voz grave que decía: – Tú eres una buena persona, siempre pagas tus impuestos y aunque te quede poco para comer, siempre nos traes una parte. Por eso, puede que cumplamos tu mayor deseo, el de convertirte en un dios. Pero antes de eso, tendrás que cumplir lo que te diga. El agricultor, un poco asustado, mirando a todos los lados del templo y tartamudeando preguntó: – ¿Qui, qui quién eres? Después de unos segundos volvió a escuchar la voz grave: – Soy Ra, el mayor de los dioses. Estas serán las tres cosas que tendrás que hacer: 1. Juntar a un gran grupo de agricultores.

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2. Ir al palacio del faraón Ramsés y convencerle de que no es justo que él y los privilegiados no hagan nada y tengan mucho dinero, y que vosotros no paréis de trabajar y casi no tengáis comida para comer. Haz que lo cambien. 3. Después de todo esto, vuelve aquí antes del amanecer de pasado mañana. Agri, después de escuchar todo, se fue corriendo a juntar a un grupo de agricultores. Al día siguiente, fueron al palacio del faraón Ramsés, y Agri, después de inclinarse, se puso a hablar con el faraón: – Buenos días, veníamos para cambiar las cosas. El faraón interrumpiéndole preguntó: – ¿Qué queréis cambiar? Aquí todo está bien. Agri siguió hablando: – No está todo bien, nosotros trabajamos y trabajamos y somos muy pobres. Vosotros en cambio no hacéis nada y sois muy ricos. – ¿Y a ti qué te importa? ¿No estás contento? Te dejo que cultives mis tierras y me lo agradeces así? Fuera del palacio - le contestó enfadado el faraón. Agri les dio las gracias a los agricultores que le habían ayudado y se fue al templo para hablar con Ra: – Hola, gracias por darme la oportunidad para poder cumplir mi sueño, pero no he podido conseguirlo. – Un dios nunca se rinde, pero tú lo has hecho, así que no podrás ser un dios, pero, puede que vivir como uno… - le respondió Ra.

Al final, no se sabe muy seguro qué es lo que pasó, pero dicen que desde los alrededores de Egipto se vieron unas luces de colores muy brillantes que fueron desde el - 23 -


suelo hasta el cielo, subiendo despacio. De repente, Agri se despertó sin saber qué había pasado y vio a todos los agricultores que le habían acompañado y a unas personas que tenían cara de animales. Cuando se despertó del todo, se dio cuenta que esas personas eran los dioses Ra, Osiris… Nada más reconocerlos, fue y les preguntó: – ¿Dónde estoy? ¿Por qué estoy aquí...? – Estás en el cielo, en la ciudad de los dioses. – le respondió el dios Ra - Todos vosotros estáis aquí porque habéis demostrado ser buenas personas y en recompensa hemos decidido nosotros, los dioses, que merecéis vivir aquí, con nosotros. En cambio los nobles y el faraón, sólo han demostrado ser unos vagos. Así que ellos se quedarán viviendo allí abajo, con todo el dinero que tienen, pero si quieren comer o cualquier cosa tendrán que hacerlo ellos mismos. Vosotros en cambio podréis vivir tranquilos aquí.

Agri se lo agradeció y contento se fue a ver su nueva casita, aunque más que una casita, era un gran palacio para él solito.

Y así, a partir de ese momento vivieron felices, tranquilos y todos juntitos.

Leyre Goikoa

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EL CASTILLO DE OLITE E n el año 1.300 D.C., existía un lugar lleno de naturaleza, pero a la vez lleno de muros, un castillo, iglesias, llamado Olite, era un lugar pacífico. Para ser específicos, por arriba se veía el castillo hecho con piedras y rodeado de muros de piedra, más fuerte que el metal, en medio de una fila de piedras podíamos ver unas torres altas que se usaban para vigilar si venía algún enemigo. Tenía un portón de madera con unas cuantas cadenas alrededor. Y en la parte más baja, se veía el pueblo de los campesinos, artesanos y mercaderes. Las calles eran de ladrillo viejo, eran calles irregulares, las casas eran grandes y no muy altas, pero sobretodo estaban muy decoradas, y al lado había un río precioso con agua cristalina. Los reyes eran Carlos III y Leonor y tenían dos hijas, Elisabeth y Athanasi. Elisabeth era guapa como las flores, bajita, flaca, con ojos azules y pelo amarillo. Solía ponerse un vestido de color tan rojo como las fresas y a la vez unos zuecos feos y viejos porque había cambiado a una campesina llamada Adith sus preciosos zuecos, por sus feos y viejos zuecos. Bueno voy a seguir contando la historia que me voy del tema. A lo que vamos, Elisabeth era maja, valiente, de buen corazón y humilde, le gustaban los niños y las ciruelas, pero como a todos no nos gusta algo, a ella no le gustaba que se riesen de cualquier persona y por eso se esforzaba en conseguir un mundo igualitario. Por otro lado, su hermana era fea, alta como una jirafa, gorda, y tenía unos ojos que daban miedo. Solía ponerse un vestido de gala feo, pero caro y unos zuecos preciosos.

Athanasi

era

mezquina,

miedosa,

desagradable y nunca se preocupaba por los - 25 -


demás. Le gustaba hacer trastadas, pero no le gustaban los niños. Y para colmo, Athanasi le tenía envidia a Elisabeth y cada vez que hacía una trastada le echaba la culpa a Elisabeth. Athanasi, al ser la mayor, siempre le creían a ella y por eso Elisabeth siempre estaba castigada.

Un bonito día, mientras los reyes estaban paseando, oyeron una trompeta. Eran los mensajeros del rey de Rusia, Anzor. Enseguida avisaron a Elisabeth y a Athanasi. –

Hola, vengo en honor del rey de Rusia - dijo el mensajero.

Hola ¿a qué se debe semejante visita? - preguntó sorprendido el

rey. –

Anzor, el futuro rey de Rusia, ha ido de pueblo en pueblo para

pedirle mano a una bella, amable y sincera princesa. Pero no ha dado resultado, no ha encontrado doncella. Y por lo tanto, dentro de dos semanas vendrá para conocer a sus hijas - afirmó el mensajero. Y tocando la trompeta se fueron los mensajeros. Athanasi, emocionada, se fue a su cuarto. En cambio, Elisabeth, decepcionada se encerró en el suyo. Después de dos semanas, apareció el príncipe. – Hola hermosas doncellas - dijo el príncipe. – Hola principe Anzor - respondieron las princesas. Elisabeth enseguida se enamoró de el soldado que tenía el príncipe Anzor al lado, llamado Dimitri. Más tarde, el príncipe se decidió, había elegido a su futura mujer. – He elegido a... ¡Elisabeth! -exclamó Anzor. Enfadada, Elisabeth se encerró en su cuarto. Llegó la hora de cenar pero Elisabeth no bajó. A las doce en punto, sonó la puerta del cuarto de Elisabeth. – Iros de aquí - dijo Elisabeth. – Lo siento por molestar, sólo he venido para preguntar qué tal estabas, ya me voy - respondió Dimitri. - 26 -


– No, tu compañía me resulta muy agradable, quédate - dijo amablemente Elisabeth. Y con una dulce sonrisa abrió la puerta. No pegaron ojo, estuvieron toda la noche contándose historias el uno al otro. Todos los días quedaban en un río precioso hasta que un día… – ¿Elisabeth

Ordoñez,

quieres

casarte

conmigo?

-

preguntó

enamorado Dimitri. – ¡Sí! - dijo Elisabeth dando saltos de alegría. Elisabeth convocó a toda la familia para dar la gran noticia. – Tengo que daros una noticia. ¡Me voy a casar! - Exclamó Elisabeth. – ¡Bien! Al final te decidiste por el rey Anzor - dijo contento el rey Carlos. – No me voy a casar con semejante persona, ¡me voy a casar con Dimitri, un soldado de Rusia! - Exclamó Elisabeth. – ¡Jamás! Nunca te casarás con un soldado - respondió enfadado el rey. Elisabeth llorando dio un portazo y se encerró en su cuarto. Al día siguiente Elisabeth fue a darle la noticia a Dimitri. Tristes, por ser un amor prohibido, planearon un plan para huir de allí. Pero, Anzor se enteró demasiado pronto y envió matar a Dimitri y lo metió en una celda. El día de la ejecución no estaba en su celda y en el cuarto de Elisabeth, debajo de las sábanas, sólo había un par de almohadones. Naroa Idoate

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EL ESCLAVO SALIM Y LA PRINCESA ENLIL

É rase una vez en la antigua Mesopotamia un esclavo llamado Salim. El soldado tenía 22 años y tenía mucha esperanza para vivir. Él vivía en un pueblo llamado Ur. Salim era pobre, bueno mejor dicho era esclavo, no tenía derechos y por eso no le gustaba que la gente le mandase hacer tareas. A Salim le gustaba estar alrededor del templo del rey y la reina. Era un hombre con mucho músculo, era muy alto y bastante flaco, pero si decían que era gordo, era por los músculos. Tenía unos ojos azules como el mar, unos labios tan grandes como el sol y su nariz era muy pequeña. Él, como no ganaba dinero, siempre tenía que llevar la misma ropa, pantalones cortos de color gris, blusa de color blanco como la nieve y un gorro que daba bastante calor. El esclavo era sonriente, atractivo y guapo. No le gustaba hacerle caso al jefe y que le echase la bronca. Un día muy caluroso, en su tiempo libre, Salim salió a la calle y miró a su alrededor, el pueblo era bastante grande, de los más grandes de Mesopotamia. Alrededor del pueblo Ur había dos ríos, Tigris y Eufrates, y en el pueblo, para protegerse de las demás civilizaciones había grandes murallas. Detrás de las murallas había muchos jardines y tenía calles estrechas y también reguladas. Después se fue hacia el templo del rey y la reina y… cuando llegó al templo, que estaba en el centro del pueblo, vio a una chica. Se enamoró y se puso rojo como un tomate. La chica tenía 21 años, se llamaba Enlil. Enlil era flaca y alta, llevaba un vestido de colores diferentes, unos zapatos tan bonitos como el amanecer y llevaba peinados diferentes cada día del año. La princesa era frágil en los sentimientos, agradable y abierta. Se dirigió a la chica y le preguntó: –

¿Cómo te llamas?

Yo soy la princesa de Ur y me llamo Enlil - contestó la chica.

Perdóname majestad, no te había visto nunca por aquí - dijo Salim.

No pasa nada, es que mis padres me llevaron a casa de mi abuela a vivir y mi abuela dijo que mis padres habían muerto y ahora que tengo 21 años, me han traído a donde nací. Este es mi padre, el rey que se llama Hammurabi y esta mi madre, la reina que se llama Nanna - dijo

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Enlil. –

¿Tú quién eres? - preguntó el rey de pronto.

Yo soy Salim majestad, soy un esclavo- contestó Salim.

¡Pues qué haces aquí! Vete a casa, no debes estar con mi hija - habló el rey.

Y Salim salió de allí pitando, como un rayo. –

¿Por qué le has dicho eso? ¡Me mentisteis en que habíais muerto y ahora esto! - dijo la princesa.

Es verdad, no tenías que haberle echado la bronca a Salim, ahora nuestra hija está llorando - le dijo la reina.

La reina fue a donde su hija y le dijo: –

Tranquila hija tienes razón pero yo he hablado con tu padre y me parece que está aquí para pedirte perdón.

Hija tienes razón, - le dijo el padre - pero no debes estar con ese esclavo. Yo te quiero, quiero que me perdones, e iré a disculparme con Salim. Además te llevé a donde tu abuela porque cuando naciste, aquí estábamos en guerra.

Pero es que me gusta estar con él.

El rey le dijo a la princesa con una cara feliz: –

No puedes estar con un esclavo. Pero si quieres, iré a hablar con él. El rey fue a hablar con el esclavo y le dijo que no se debía encontrar

con la princesa, pero que convertiría a su familia en no privilegiados. El esclavo le dijo que sí y el rey se fue. El rey, al volver, le contó todo a la princesa y se alegró. De pronto, el rey le dijo a la princesa que no debía estar con él y entonces la princesa se marchó corriendo. El rey y la reina estuvieron buscando a la princesa por todas partes y al fin la encontraron en las murallas llorando. El rey se acercó y le dio permiso para estar con Salim. Entonces, se enamoraron, se casaron y tuvieron un hijo llamado Ubá.

Maddi Iturrieta

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EL ESCLAVO MELLIZO

É rase

una vez, en una ciudad del reino

griego llamada Atenas, un pobre esclavo. Ese reino era muy bello, con su ágora y su acrópolis, era igual que los otros reinos excepto que allí habitaba un mellizo, un hijo de un dios griego, el hijo de Poseidón. Tenía 18 años, se llama Percy Jackson, era un hombre guapo, alto, de pelo oscuro, tan oscuro como el carbón, de ojos marrones como el barro, la nariz puntiaguda, siempre se vestía con una túnica roñosa y unas sandalias rotas. Era majo, amable, cariñoso y no iba a ningún sitio, siempre estaba cumpliendo las órdenes de su amo (el rey Carlo). No le gusta que se rieran de él, pero si lo hacían se cabreaba mucho. Tampoco le gustaba ser esclavo. Tenía poderes

acuáticos,

pero

sólo

él

lo

sabía.

Un día, Percy estaba sirviendo a su amo cuando se encontró una joya. Entonces, pensó que era del rey al que servía y se la dio. Más tarde, se enteró que el calamar gigante había perdido su joya mágica y que iría a la casa del que la tuviese, le quitaría la joya y lo mataría. Enseguida fue a la habitación del rey, le suplicó y le suplicó, pero no consiguió nada. Pasaron los días y el rey no quería dársela. Percy intentó hacer todo lo posible para impedir que se la quedara, pero no dio resultado. Después de una semana, Percy salió del polis para hablar con el calamar. Cuando terminaron de hablar, el calamar empezó a destruir todo el polis, Percy decidió que ya era hora de que todo el mundo supiera que tenía poderes y se puso a luchar contra el calamar. El calamar mató a Percy, o eso creía porque al caer al agua su padre Poseidón le curó las heridas y le dio fuerzas para salvar a todo el mundo. Al final, Perci ganó y el rey Carlo le dio la libertad y la joya. Luego Percy se casó con una mujer muy bella y tuvo tres hijos y se hicieron ricos y vivieron felices y ya no comieron más lombrices, comieron calamares.

FIN - 30 -

Unai Juarez


BALOTELLI EL SOLDADO

É rase una vez un soldado romano llamado Balotelli Tale que tenía 32 años. Trabajaba de soldado y vivía en una choza en una montaña. Su casa no era muy grande, tenía una cama, una mesa y un armario. Parece poco, pero era feliz. Era alto y delgado, tan delgado como un palillo y los brazos y piernas las tenía tan largas como el cuello de una jirafa. La cara la tenía tan redonda como un balón y los ojos tan azules como el mar. Los labios los tenía tan rojos como la sangre. Vestía con una túnica rota que se encontró y andaba con unas sandalias y medias. Él era un chico amable y de buen corazón pero en los juegos hacía un poco de trampas. Le gustaba mucho pasear por el pueblo e ir al mercadillo. Lo que menos le gustaba era que la gente se burlara de él. Desde su choza, en las afueras del pueblo, se veía una zona montañosa y una pradera llena de flores y mariposas. Había llegado la primavera y empezaba a hacer calor, pero la cima de la montaña seguía teniendo nieve tras el duro invierno. Desde la choza salía un camino que conducía

a

un

río

rodeado

de

altos

y

frondosos

árboles donde limpiaba la ropa. Balotelli estaba enamorado de una princesa romana, que era hija del rey César y un día fue a visitarla al palacio del rey. Balotelli le pidió casarse con ella y resulta que ella también estaba enamorada de él, pero César no le daba permiso para casarse con ella y dijo: –

Si tanto quieres a mi hija, deberás pasar tres pruebas de vida o

muerte - dijo entusiasmado.

– ¡¡¡¡Vale!!!!

¿¿¿¿Cuáles

son

las

pruebas

de

vida

o

muerte????

-

respondió Balotelli. –

La primera prueba será luchar en el coliseo contra tres leones - dijo

César. –

¡¡Lo conseguiré!! - dijo Balotelli animado.

La segunda prueba será subir a la cima del monte Roller - dijo César.

(“Roller” lo consideraban el monte más alto del mundo en esa época con 9.000 metros.) –

¡¡Lo conseguiré!! - dijo Balotelli animado.

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Y la tercera prueba será hacerle un regalo espléndido a mi hija- dijo

César. –

¡¡Lo conseguiré!! - dijo Balotelli animado.

Tienes cinco días para hacer todo lo que te he dicho, te estaré

vigilando - dijo César sonriente. Entonces Balotelli fue corriendo a ganar algo de dinero para comprarse una buena espada para matar a los leones. Al momento, se acordó que vio una casa de empeños en el centro del pueblo y fue a su casa a ver lo que podía vender. En su casa no había mucha cosa, pero su abuelo hace 14 años le regaló un collar valioso. Lo cogió y fue rápidamente a venderla. Le dieron 500 denarios y se compró una espada de metal. Al día siguiente, fue a luchar con los leones, cogió su espada y se fue al coliseo. Cuando entró, vio que no había cuatro gatos, sino 20.000 espectadores. De repente, se abrieron las puertas y

primero

salió

un

león.

Balotelli

estaba

asustado, pero pensó en la princesa y al primer león le arrancó la cabeza de un movimiento. El segundo era más grande y más fuerte, y le cortó tres piernas

y se

desangró. Balotelli

era muy

fuerte, pero el tercer león era el triple que él. Pensó una estrategia: primero pedir que aplaudiera el público para que el león se asustara y se despistara, y en ese momento clavaría la espada en el corazón del león. Y así sucedió. El segundo día, fue a escalar la montaña de 9.000 metros, pero hizo 3.000, el tercero otros 3.000 y el cuarto otros 3.000. Cuando llegó a la cima, vio una flor de azahar. Le quedaba un día y vio una madera. Se subió y en sólo una hora bajó resbalándose sobre la nieve y le dio la flor a la princesa. A la princesa le gustó mucho y a César también, por eso, al cabo de una semana se casaron y vivieron felices y comieron perdices.

FIN Fermin Larragueta

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EL ESCLAVO QUE SE CONVIRTIÓ EN FARAÓN

É rase

una vez, un esclavo llamado Anzety.

Tenía 18 años y trabajaba de agricultor en Egipto. Su ropa era pobre ya que era esclavo. Anzety llevaba una media túnica y una falda. Era alto, de 1.80m, gordito como un cerdo, majo con la gente y bastante generoso. También era gracioso como un payaso. Su vida para él era un poco agotadora, le tocó ser esclavo. Diariamente iba al río Nilo a por agua para las hierbas, lechugas perejil… y trabajaba para Menés, el faraón. Le gustaba mucho jugar cuando se encontraba con los niños y hacerles reír y los niños se lo pasaban muy bien con él. Vivía al lado de la pirámide de Egipto, pero en una cabaña. La piramide estaba hecha con arena seca y en la parte de arriba vivía el faraón. Abajo sus ayudantes. Una vez que Anzety volvía de traer agua del río Nilo, se paró con los niños a jugar y a reír, pero hubo un problema: el faraón se enteró que no hacía su trabajo y el faraón le pegó un gran chillo: – ¡Ven donde estoy yo ahora mismo! – Ahora voy - dijo Anzety.

Anzety fue y Menés el faraón le echó una gran bronca y lo castigó todo el día plantando sin descansar. Pero al día siguiente empezó a llover y a llover y el río Nilo estaba a punto de llenarse y a las horas, el agua del río empezó a llegar al poblado. El faraón no hizo nada para impedirlo pero Anzety no estaba dispuesto a que - 33 -


muriese mucha gente, así que cogió todas las rocas que pudo y con barro empezó a

poner una encima de otra. Anzety fue a pedir ayuda a Amun, el escriba, y le dijo que lo pusiera todo recto para que no pasara el agua. Los del pueblo le ayudaron y no consiguieron hacer mucho. Total, que llegó el río y pasó un poco de agua pero se salvaron. – ¡¡¡¡Hurra, hurra!!!! - gritaban los pueblerinos. Al final todos eligieron que Anzety para que fuera el nuevo faraón de Egipto. Y a Menes lo condenaron a prisión toda su vida.

FIN Haizea López

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EL REY GRUÑON

H abía una vez, un chico llamado Claudio Tolomé

que

vivía

en

Roma.

Era

un

agricultor fuerte, media 1’81m, tenía una cara tan pequeña como una hormiga, una nariz tan ancha como un toro, unos labios tan finos como un hilo. Era un hombre que iba mal vestido a causa de su pobreza, llevaba unas sandalias rotas, unos pantalones descosidos y una camiseta tan sucia como el barro. Era simpático, amable, honesto... le gustaba salir a las mañanas y respirar el aire fresco. Vivía en una casa abandonada, sucia, había arañas y ratones que vivían en esa casa, no tenía ventanas ni agua, apenas tenían para comer. Por suerte, tenían un rey bastante amable y les daba comida que había sobrado, ropa que no usaba y más cosas. Pero un día, ese rey murió y por mala suerte empezó a gobernar un enemigo de Claudio que era muy grosero, avaricioso, que sólo le importaba tener mucho dinero, conquistar lugares, mandar a la gente hacer lo que él quería… Por eso no pudieron seguir viviendo en Roma. Claudio, su mujer y sus 2 hijos tuvieron que irse a vivir al monte. Estando en el monte, empezaron a pensar cómo podían conseguir comida en el monte, y empezaron a cazar, a coger frutos… como los paleolíticos. Pasaron las semanas y les iba

bastante

bien

en

el

monte,

se

apañaban bien: uno iba a recoger frutos, otro a cazar, otra hacía la comida…

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Pero un día, el rey se enteró que la familia de Claudio estaba viviendo en el monte y mandó a un niño bastante pordiosero a espiarlos. Un día, uno de los dos hijos fue a recoger frutos y se encontró con ese niño que había mandado el rey para espiarlos. Entonces, Claudio y su mujer le trataron como a un hijo más, así que les dijo: –

Escuchad, el rey me ha mandado a espiaros, pero yo he

visto que me habéis tratado como si fuese de la familia y os prometo que no le diré nada al rey, os doy mi palabra. Pasaron enfadada

los días

con

el

y la familia parecía

muchacho,

y

él

para

recompensarlos, les dió unas semillas mágicas que daban millones y millones de frutos. La familia

de

Claudio

decidió

darle

otra

oportunidad y plantaron esas semillas y como tenían tantos frutos, decidieron ir a Roma y hacer un mercadillo. Al principio, como llevaron pocos frutos, no les compraba mucha gente, pero al final vieron que a la gente le gustaba mucho y les compraban un montón de frutos. Después de un tiempo, fueron ganando dinero y volvieron a vivir a Roma. Pero el rey también se enteró de eso y no les dejó seguir con ese mini mercadillo. Entonces, el rey les dijo: –

Tenéis dos días para quitar ese mini mercadillo, y si no lo

quitáis para entonces, os lo destruiré y no podréis volver más a Roma, ¡¿me habéis entendido?!, me lo tomaré como un sí. –

¡No te mereces ser rey! A mi me daría vergüenza ser como

tú! - dijo la mujer de Claudio. –

Ya pero yo soy un rey que tiene de todo y vosotros no sois

más que una familia pobre - dijo el rey. Pero tuvieron una gran idea, Claudio se encargaba del puesto aunque tenía que estar muy atento porque la gente era muy amable pero tal vez alguien cogía algo sin pagar y la mujer de Claudio se encargaba de repartir unos folletos que ponía que se unieran a ellos - 36 -


en una huelga. Y el rey también se enteró de eso y mandó a un hombre normal para que mientras estaban en la huelga, les quitara todos los frutos que habían comprado y a la familia de Claudio les quitara todo el dinero que habían ganado. Al ver que les había quitado los frutos y el dinero, el rey tenía millones y millones. Y un barrio de todos los habitantes de Roma a quitarle el dinero y a repartirlos entre ellos. Cuándo el rey estaba durmiendo, fueron a coger el dinero. Pero en el palacio un guardia les pilló y le tuvieron que despistar y pudieron cogerle todo el dinero que había robado. Al final, el rey volvió a ser un ciudadano normal aunque grosero y avaricioso y todos vivieron felices y hicieron una fiesta muy grande para celebrarlo y.. ¡¿¡¿adivinad quién fue el nuevo rey ?!?! Leyre Macaya

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Las aventuras de BIG

É rase una vez un chico llamado Big. Nació en el 2500 a.C. en África, en el gran imperio de Mesopotamia. Era muy majo aunque feo, en aquel entonces había un rey que era lo contrario a Big, es decir, muy guapo pero tan mala persona como una vieja bruja. Tenía 40 años, vamos, de mediana edad. Su oficio era ser agricultor; le gustaba mucho su trabajo. Lo que más le gustaba eran la uvas, no sabéis cómo le gustaban. Sus tierras estaban al lado del río Tigris, un río muy grande con agua buena para cosechar y por eso cultivaba muy bien. Cultivaba de todo, desde manzanas hasta tomates. Lo malo de él era que era pobre. No tenía dinero para la ropa, pero aún así tenía muy buen corazón. La gente pensaba que era muy majo pero él no se daba cuenta.

Un gran día pensó que si era tan mala persona como el emperador, sería más bello y obtendría mucho más dinero, y ahí empezó su gran historia. El primer día fue a la ciudad muy seguro de sí mismo. Su primera misión fue robar joyas para luego venderlas y conseguir mucho más dinero del que podría conseguir trabajando. Empezó robando pequeñas cosas como: perlas, pendientes de metal, pequeños brazaletes, etc. pero después empezó a robar cosas grandes y muy valiosas como: cadenas de oro, diamantes, piedras caras y muchas más cosas que no llegarías a imaginar. Al vender las joyas, consiguió un montón de dinero y empezó a chulear de sus nuevos calzados, ropa, joyas, incluso de casa. Después de eso, se le ocurrió que no necesitaría más la huerta y dejó de usarla. Aparte de eso, dejó a sus seres queridos de lado y sólo pensaba en él.

Un día, empezó a dar un paseo y se encontró con unos grandes carteles que decían “ Se busca ladrón de joyas ambicioso y sin corazón”. Al ver ese cartel, a Big le dio un vuelco el corazón y no se atrevía a dar la cara ante los justicieros y ante el rey de Mesopotamia. –

¡Mirad, mirad ese es el ambicioso ladrón de joyas! - dijo una

señora con ganas de que devolviera la joyas que había robado. –

Sí, yo soy el ladrón de joyas y me arrepiento de haberlas robado, pero sólo quería

que me respetaran más de lo que me respetaban antes - dijo Big arrepentido. –

Yo te quería tal y como eras antes - dijo un antiguo amigo de Big - cuando

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pensabas en nosotros y no le dabas mayor importancia al dinero. Big se sintió muy feliz cuando su amigo le dijo eso y se fueron a casa para celebrarlo. Después de un gran festín, todo volvió a la normalidad y no hubo ningún robo más . Con esta historia sólo quería contar que aunque seas muy feo o pobre lo que importa siempre es el corazón y no importa lo que digan los demás, tú eres el que tiene que saber cómo eres y no te lo tienen que decir para que seas feliz.

Ibai Martínez

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El BASTÓN DE RA E n un país llamado Egipto a las orillas del río Nilo, vivía un esclavo llamado Mauricio. Era alto como una jirafa, sus ojos eran tan azules como el cielo en verano, su pelo era tan negro como el carbón y llevaba ropa vieja y sucia. Vivía esclavizado con su mujer Fátima y su hijo Meryre que había nacido el mismo día que el hijo del faraón que se llamaba Maya. Pasaron 10 años, durante los cuales Meryre y Maya se hicieron muy amigos porque quedaban cada día a las orillas del río Nilo para ver a los cocodrilos. Un día Meryre y Maya se encontraron con unos cocodrilos pequeños y la madre le atacó a Maya. Meryre le salvó la vida tirándole piedras al cocodrilo. Se enteró el faraón de lo ocurrido y para recompensar a su familia les concedió su libertad.

Un buen día Meryre y Maya encontraron un hueco, en él había unas escaleras muy profundas. Meryre y Maya bajaron al túnel, pero no veían nada, así que Meryre iluminó el camino y misteriosamente se encendieron las luces. Al final del pasillo había un bastón de oro con la forma de un sol. Fátima, Mauricio y el faraón buscaban a Maya y a Meryre. El faraón encontró un agujero en el suelo y bajó. De repente le pareció ver un espíritu y... ¡Se lo tragó! El faraón se convirtió en un ser maléfico. Siguió buscando a los niños para llevarlos al laberinto de las serpientes pero cuando Maya cogió el bastón, apareció el espíritu de Ra, el dios del sol. Les avisó que el faraón les quería raptar para dárlos de sacrificio a las serpientes. Ra les enseñó una salida secreta que les llevó directamente a donde estaban Maurcio y Fátima. El faraón salió fuera, los vio y el espíritu había salido de su cuerpo. Fue entonces cuando todos se fueron al reino, a la cama, pero Mauricio vio una sombra siniestra. Se levantó y desapareció...

FIN Alan Mercado

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Moisés y el faraón

É rase una vez un muchacho llamado Moisés que soñaba con ser un hombre libre, ya que había nacido como esclavo en Egipto. Corría el año 2650 a.c. y Moisés de tan solo 11 años, trabajaba de sol a sol en la construcción de una gran pirámide como el resto de su familia y amigos. Durante el día trabajaba muy duro en la construcción y por las noches ayudaba a sus padres a cuidar del ganado, ya que tenían tres cabras y dos vacas. Un buen día que Moisés estaba trabajando en la construcción de una pirámide, vio como un caballo descarriado caminaba duna abajo y sin pensárselo dos veces fue al rescate del jinete, sin saber que este era el faraón Ra. El faraón, al ver que el muchacho le había salvado la vida, lo convirtió en un hombre libre y lo proclamó guerrero. Pero Moisés no se sentía feliz sabiendo que sus amigos y familia seguían siendo esclavos, de modo que ideó un plan para acabar con el faraón. El plan de Moisés consistía en coger las armas que el faraón guardaba en su armería y dárselas a los esclavos, a si los esclavos estarían armados para poder ir a la guerra y derrotar al faraón. El plan salió a la perfección, los esclavos acudieron al palacio del faraón en plena noche para alzar sus armas. Los esclavos fueron matando a los guardianes del faraón uno a uno, hasta que lograron llegar a la habitación donde el faraón estaba escondido. Moisés fue el primero en llegar y en ver cómo el faraón estaba agazapado en un rincón muerto de miedo: – No me mates, por favor - le dijo el faraón a Moisés. – ¿Por qué no debería hacerlo? - contestó Moisés - si no me matas, te proclamaré faraón. Moisés dudó por un momento, pero comprendió que si se convertía en faraón podría hacer libre a su puedo y así lo hizo. Moisés fue un gran y bondadoso faraón durante todo su reinado. Fernando Mora

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EL ESCLAVO REBELDE

É rase una vez, en plena ciudad de Roma, un esclavo llamado Mirlo. Su casa era vieja y estaba rota, encima estaba en plena ágora. Mirlo era muy alto de 1,75m, fuerte y corría tanto como una cebra. También le gustaba pasearse por la ciudad, las calles eran muy estrechas, y rotas como su ropa que siempre estaba rota o sucia porque era un esclavo. A veces era muy rebelde y le gustaba luchar, por eso Jaliferi, su amo, le llevaba a la calle a luchar y apostaba por él. Un día, se levantó muy cansado, como si tuviera un año más, tenía 17 años. Era el día del dios Zeus y había mucho alboroto en el centro de la ciudad. Entonces, se fue a trabajar a mover piedras y en el camino se encontró con una chica plebeya llamada Alíz, y se la encontró montada en una carroza. Tenía 17 años también y le gustaba la ropa tan colorida como el arcoíris. Ella era tan morena como un tronco, tan lista como cinco personas, no corría mucho y le gustaban los niños. No tenía trabajo. El siguiente día por la mañana, Mirlo salió de casa y se encontró con la chica de la carroza por la calle, pero esta vez no iba ni en una carroza, ni en un caballo, iba con su legítimo marido: Julio César. Entonces se empezó a preocupar porque Julio cada vez que se casaba con cualquier bella dama la mataba al siguiente día, sin importarle que le cayeran cargos para ir a prisión. Después de dos meses, el amo de Mirlo lo mandó a luchar a la arena y así fue, pero dentro de una semana se casaba Aliz. Intentó salir de la arena a tiempo para advertirle y salvarle. Entonces intentó no morir y pasar todas las peleas, pero en la última se decidiría si conseguía la libertad, y Julio se la denegó. Mirlo se escapó por un agujero a tiempo para la boda y al final, después de tantos intentos entró y con disimulo se acercó y le advirtió. Finalmente, Aliz se fugó con Mirlo a un sitio lejano, pero César mandó a todos sus hombres a buscar a Aliz. Justo cuando iban a coger la barca, un soldado los vio pero era tarde porque se fueron por el río de la muerte y acabaron en Navarra. Después de muchos viajes, fueron felices y comieron perdices.

Aritz Oreja

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É rase una vez un emperador llamado Julio César. Era un emperador que, llevaba una túnica tan blanca como las nubes, una corona de hojas tan verdes como la hierba, un broche tan dorado como el sol y sandalias con unas cintas. Tenía mal carácter, era un gran conquistador al que no le gustaba que los enemigos destruyeran sus conquistas. Le gustaba conquistar para que su imperio se hiciese más y más grande en donde podía hacer lo que quisiera, cuando quisiera y donde quisiera. Los esclavos no eran muy sinceros con César y hasta algún día mató a algún esclavo. Todos sus esclavos tenían armas viejas. Por otra parte, los enemigos, más malos que los propios diablos, tenían armaduras y armas de hierro. El Vaticano era muy importante para Roma como el coliseo, San Juan de Letrán, Santa María Mayor, el foro romano y Palatino y finalmente la Piazza del Campidoglio. La ciudad de Roma era muy grande y tenía calles bastante ordenadas, no como en Egipto. La casa de Julio César era grande y muy adornada. A Julio César le encantaba ir al Coliseo para ver a la gente luchar por sus vidas. Un día decidió salir a conquistar toda España y después de muchos años lo logró. Todas las aldeas que conquistó fueron arrasadas, pero… – ¿Quién vigilará tantas aldeas? - dijo César. – No lo sé, pero algo habrá que hacer, pienso yo… - dijo uno de los esclavos. Los esclavos estaban hartos de que el emperador les mandase todo el rato diciéndoles qué tenían que hacer. – ¡Quiero conquistar más! - dijo César. Los esclavos le repitieron una y otra vez: – No somos suficientes y encima estamos muy debiluchos.

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Sabían muy bien que en las batallas había muchos muertos. Los esclavos cogieron las armaduras de hierro y se prepararon para la gran batalla. A medida que avanzaban, los enemigos eran más fuertes. Fué una lucha muy dura para todos. Era un día totalmente oscuro, con fuego por muchos sitios y muertos por todos los lados. Todos los enemigos iban en caballos. Julio César iba en caballo mientras los esclavos, cansados, iban andando. Finalmente, sólo quedó un esclavo vivo y mató al emperador César, en venganza de todos los esclavos que murieron en su causa. Entonces, todos aquellos contra los que había luchado lo nombraron nuevo emperador.

Aimar Romeo

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H

ace mucho tiempo, en Egipto, había un faraón que se llamaba Egan. En su imperio vivían

esclavos, personas libres y el dios Ra. La historia pasó A.C. En la cabeza llevaba un nemes , que es una especie de turbante en el que hay una cobra, con rayas amarillas y azules como el sol y las nubes. Su túnica era blanca como el papel, llevaba brazaletes de oro en los brazos y llevaba un collar lleno de joyas, con oro, diamantes… También llevaba un látigo en la mano derecha y en la izquierda un cetro o báculo. Era gruñón, chillón, siempre estaba enfadado. También había muchos esclavos, todos buenos trabajadores. El dios Ra era bastante majo y estaba dispuesto a ayudar a las personas. Los privilegiados no eran muy trabajadores y no se contaban secretos. En una pirámide situada en las orillas del río Nilo sucedió esto. El clima era muy soleado y tenía pocos árboles. Egan, el faraón, se enteró de que había un tesoro, pero lo tenían las personas libres. Egan ordenó a los esclavos que preguntasen a las personas libres familia por familia, y cuando preguntó a todas, un esclavo fue a decirle a Egan: - Egan, hemos hablado con todas las personas libres, pero nadie nos ha dicho dónde está escondido el tesoro. Más tarde, Egan fue a preguntar a los esclavos: –

¡Quién tiene el tesoro! ¡Entregádmelo ya!

No Egan, no tenemos ningún tesoro - respondió una persona libre. Todos los esclavos y Egan se fueron a la pirámide para idear un plan

Tenemos que matar a alguna familia para lograr el tesoro - dijo Egan.

Más tarde salieron a la calle y vieron a varias personas esconderse dentro de sus casas. Egan entró a una casa con sus esclavos y cogió a un niño pequeño y se puso en medio de la calle y gritó: –

¡Si no me dais el tesoro, mataré al niño!

¡Socorro, socorro, Egan me quiere matar! - gritaba el niño.

Su padre gritó: –

¡No por favor, no matéis a mi hijo, yo os llevaré hasta el tesoro!

Entonces el padre llevó a Egan a un lugar a orillas del río Nilo y cavó la arena debajo de una palmera que había y le entregó el tesoro. –

Toma el tesoro y ahora, entrégame a mi hijo.

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Egan dejó al niño en el suelo y cogió el tesoro. Cuando volvía a su pirámide, de repente le apareció el Dios Ra:

Egan tienes que devolver el tesoro y ser bueno. Si quieres algo pídelo, pero no vayas a robar.

Egan aprendió la lección y dio el tesoro a las personas libres: –

Lo siento, yo quería el tesoro para tener más poder. Toma os lo devuelvo.

Egan entregó el tesoro al niño. –

Toma hijo, para que tú y tu familia estéis contentos - dijo Egan.

Desde aquel día Egan no volvió a robar nunca más.

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LA HISTORIA DE MOISÉS

É rase una vez un niño llamado Moisés que fue abandonado en el río Nilo de Egipto a los dos años. Moisés creció como si fuera un esclavo más del montón que había en Egipto. La historia de Moisés empezó treinta años después de que lo abandonaran en el río Nilo. Moisés tenía treinta y dos años cuando su nombre empezó a conocerse por todo el mundo. Moisés era alto y medía 1,86 y de anchura… Moisés no pesaba mucho, pero tampoco era muy flaco. Tenía los ojos azules como el mar y la nariz chata. Por debajo de la nariz tenía la boca y dentro de la boca tenía los dientes blancos como la nieve. Moisés también tenía los brazos muy largos como el cuello de una jirafa, al igual que sus piernas. A la vez que el cuello y sus piernas, también tenía un cuerpo tremendo como el de un gladiador de aquellos tiempos. Moisés era un chico muy cariñoso, alegre, gracioso como un payaso, humilde….etc. Pero... después, al crecer y llegar a los treinta y dos años, su actitud cambió. Se convirtió en un chico diferente al que era de pequeño. Se convirtió de ser un niño tranquilo, gracioso… a ser un joven muy aventurero y explorador. A Moisés no le gustaba que se burlaran de él y tampoco algunos alimentos, pero también tenía sus gustos, como todo el mundo. Por ejemplo a Moisés le gustaba montar a caballo, subir al monte, pescar… pero sobre todo hacer expediciones y pasar por aventuras interesantes. Aquella mañana, se levantó como si fuera una más de todas las que había vivido. Sin embargo, aquella mañana era diferente a todas las demás. Moisés se levantó con muchas más energías y ganas para trabajar, y sin darse cuenta, empezó a pensar en el bajo Egipto, que estaba situado al norte en la zona delta del río Nilo, y en el alto Egipto que estaba situado al sur en el valle del Nilo: –

Egipto se divide en dos partes, en el bajo Egipto y en el alto Egipto. En

el bajo Egipto… - empezó a pensar Moisés. Más tarde, empezó a pensar sobre las pirámides de Egipto, sobre todo

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dos pirámides: las pirámides Keops y Kefrén . –

Mmmmmm… Me gustaría saber cómo son la pirámides Keops y Kefrén… - empezó a pensar Moisés. Un año después, Moisés decidió hacer un viaje a las pirámides Keops y

Kefrén. En medio del camino, Moisés se quedó sin alimentos y sin bebida (agua). Pasara un día y a la noche le atracaron y a la mañana siguiente se dio cuenta que aparte de quedarse sin agua y alimentos, se quedó sin caballo para poder llegar a las pirámides Keops y Kefrén. En medio del trayecto, estuvo a punto de darse por vencido y volver a su casa, pero en ese momento se acordó de una frase: “sigue y no te des por vencido, que si sigues, tendrás tu recompensa en su momento”. Moisés siguió y siguió hasta llegar a las pirámides Keops y Kefrén. En las pirámides se dio cuenta que en la pirámide Keops había un agujero. ¿¿¿Qué será eso???… Mmmmm… voy a investigarlo - dijo Moisés.

Al ir a investigar el agujero, se dio cuenta que no era un agujero, sino una entrada para que las personas pudieran entrar a ver cómo era la pirámide. En ese mismo segundo Moisés se paró a pensar un minuto. –

¿Qué podrá haber ahí dentro? Moisés decidió entrar a la pirámide. Dentro de la pirámide, en la entrada

había

un

corredor

ascendente muy largo, y en las paredes del corredor había dibujos de un faraón, del faraón Keops. Al final del corredor, había una gran galería, y dentro de esa galería se encontraba la cámara de la reina. Dentro de la cámara estaba la tumba de la reina y encima de la tumba había joyas preciosas. Cuando Moisés cogió una joya toda la pirámide se empezó derrumbar. Y en aquel momento apareció el faraón Keops para salvar a Moisés de que la pirámide no se derrumbara encima de él.

FIN Bakartxo Telletxea

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MESOPOTAMIA

É rase una vez un rey llamado Sargón. Vivía en un palacio, en Mesopotamia, que quiere decir tierra entre ríos, es decir, los ríos Tigris (1.900km.) y Éufrates (2.289km). El rey Sargón decidió que quería tener más esclavos y ordenó a sus guerreros que detuvieran pescadores para ser sus esclavos. Enky y su familia, pescadores de toda la vida, se enteraron de la nueva ley y decidieron esconderse en las montañas. Los guerreros fueron deteniendo a todos los pescadores y al no encontrar a Enky, hicieron una patrulla para buscarlo. Día tras día, buscaron por las montañas pero no los encontraron. Un día que Enky estaba pescando tranquilo en el río, apareció un comando de diez guerreros que intentaron detenerlo, pero el lucho y fue acabando con todos. Los grupos que iban llegando, iban cayendo muertos por Enky y su hijo. Se fue corriendo la voz y todo el mundo hablaba de él. El rey Sargón se desesperaba porque no entendía como todo su ejército no podía con un solo hombre. Al final, ofreció una gran recompesa por Enky, quien lo trajera vivo o muerto pasaría a ser muy rico, pero Enky era muy fuerte y no había guerrero que pudiera con él. Pasaba el tiempo y el rey decidió que ya bastaba, él mismo lo detendría y salió hacía las montañas. Acamparon de noche para así pillarlos dormidos. Enky y su familia dormían tranquilos, cuando oyó un ruido y supo que algo iba a pasar. Estaban rodeados, pero Enky luchó sin parar, al rey le gustó mucho su forma de luchar y cuando sus hombres ya tenían a Enky atado de pies y manos, sorprendió a todos ofreciéndole un trato. –

Si vienes conmigo y eres el jefe de mis guerreros, toda tu familia vivirá, si no, moriréis todos. Así fue como Enky pasó de ser un pobre pescador, a ser el jefe de los

guerreros y lucho fiel a su rey conquistando reinos y destruyendo enemigos. Su nombre de guerrero se hizo famoso. El rey estaba feliz con Enky así que decidió que el hijo de Enky se casaría con su hija y así serían familia. La boda se celebró en el castillo del rey Sargón y Enky no podía ser más feliz. Iñaki Telletxea - 49 -


EL RETORNO DEL ANIMAL

É rase una vez un esclavo muy feliz llamado Isis Ra, de entorno a unos 40 años aproximadamente. Era de Egipto. Tenía unas chanclas de las de un esclavo común, aunque con un producto parecían nuevas. También tenía unos pantalones cortos, eran grises como la roca. Los pantalones estaban acompañados de un cinturón no muy prieto, para no dañar su cintura. Después, una camiseta de manga corta porque era verano, la camiseta le quedaba un poco grande. Su cara era tan seca, que se tenía que echar aceites cada dos días para que la cara no se le secase. Sus labios eran muy suaves, como el pelaje de un animal. Sus ojos eran azules, azules como el mar. Sus brazos no eran muy fuertes, sin embargo era muy inteligente y de carácter era buenísimo, casi nunca se quejaba y le encantaban los niños. Un día Isis, decidió irse de acampada al monte. Fue al monte y se dio cuenta de que se había dejado el papiro para describir el monte. En ese momento no había nada. Volvió a casa para coger el papiro. En cuanto volvió al monte, escuchó un ruido <GGGGGRRRRRRR> se asustó, pero por curiosidad, fue a explorar el terreno. Después de unas horas, vio a un tremendo animal, sacó el papiro y lo dibujo. Pero el animal lo vio y lo empezó a perseguir por toda la montaña. Isis no sabía qué hacer, intentó ir al poblado. Desgraciadamente, le cogió una pierna. Fue a pata coja y cuando llegó al poblado, el animal se detuvo y regresó a la montaña. Preguntó por el animal a todos los sabios de la zona, pero nadie sabía de qué bestia hablaba, hasta que uno dijo: – Acompáñame y te contaré todo. Isis lo siguió, y le sacó el papiro con el retrato, lo miró atentamente y llegó a la conclusión de que era el mismo. Pasaron los minutos y le preguntó al sabio a ver qué ponía en la oración que había en el dibujo, y le respondió: – Significa esto, “el gran animal se esconde en el sitio más oscuro de la montaña”. – Peroooooooooo, no te pone dónde vive exactamente el animal desconocido. – No es desconocido, hace un tiempo atacó a esta misma aldea, justo cuando nací - le respondió el hombre sabio. En un momento dado, cogió su bastón con una piedra extraña en la punta y dijo: – Iré contigo, pero con una condición, en cuanto entremos al lugar oscuro te situarás delante de mí y dirás unas palabras mágicas. – ¿Qué palabras mágicas, por qué yo? No entiendo nada - respondió Isis. – Luego te explicaré - y con esas palabras, el viejo sabio terminó la conversación. - 50 -


Se encaminaron al monte. En cuanto pisaron el primer arbusto del monte, escucharon un ruido muy fuerte, casi como el del animal. Vieron una sombra no tan grande como la del animal y en ese momento es cuando se dieron cuenta de que no estaban solos. El sabio agitó su bastón y de la extraña piedra salió un brillo, ese brillo era un campo de fuerza. La bestia los atacó, pero no consiguió atravesar el campo de fuerza. La bestia se hartó y los dejo en paz. El sabio e Isis, ya tranquilos, continuaron su camino hacia la zona oscura. Isis tropezó con una piedra y se cayó haciéndose una leve herida. En ese momento, no le dio mucha importancia a la herida. A mitad del camino se encontraron con un muro del tamaño de un edificio, de tamaño medio, y lo tuvieron que rodear rápidamente porque creían que el animal se iba a dormir dentro de una hora y media y querían enfrentarse de nuevo a él. Entonces corrieron hasta la zona oscura y al fin llegaron. No sabían si alegrarse o en cambio empezar a correr. Entraron a la zona oscura y como el sabio le comentó a Isis, se puso delante, entonces el sabio dijo: – Ahí está el animal, ¡cuidado! El sabio le dio el bastón a Isis e Isis agitó el bastón, lo clavó en el suelo y pronunció las palabras mágicas. El animal se paró de repente, les miró fijamente y de alguna extraña forma se desintegró. Volvieron a casa y el sabio le comentó a Isis: – Cuenta una antigua leyenda que aquel animal era el dios Bastet, que estaba atrapado en ese cuerpo y sólo el elegido poniéndose en frente y diciendo las palabras mágicas podría liberarle de la maldición. Desde ahora como cuenta la leyenda, aquel dios te protegerá y te acompañará siempre.

En aquel momento se les acercó un gato ronroneando y frotando entre sus piernas. Isis lo cogió entre sus brazos. Los dos amigos se despidieron y decidieron mantener todo como su secreto.

FIN

Urko Urra

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