CUENTOS CON HISTORIA LENGUA CASTELLANA PROYECTO
LH 5.B (2014/2015) Paz de Ziganda ikastola
PROYECTO -Cuentos con historiaÍndice 1. CLARA ARRASATE .......................................... 2. GARAZI BERASATEGI ...................................... 3. CARLOS EGUILLOR ......................................... 4. PAULA ELIZALDE ............................................ 5. NAROA EUGUI ................................................ 6. EGUZKIÑE GIL ................................................ 7. ANNE GONZÁLEZ ........................................... 8. AITOR HUARTE ............................................... 9. ARRATE JAUREGUI .......................................... 10. SHOE LAZKOZ .............................................. 11. OIER LOPERENA ........................................... 12. NAHIKARI MARTÍN ......................................... 13. MAIALEN MARTÍNEZ ...................................... 14. OIER MAYO ................................................... 15. IRAIDE MORALES .......................................... 16. MADDI OLABE ............................................... 17. JULEN PÉREZ ................................................ 18. URKO PÉREZ ................................................. 19. AIMAR RASCÓN ............................................. 20. MIKEL RODRÍGUEZ ....................................... 21. ALAIN RODRÍGUEZ ....................................... 22. NAHIA SANZ ................................................. 23. ARANTZAZU SARALEGUI ............................... 24. AINHOA SATRUSTEGUI .................................. 25. DAFNE VELASCO .......................................... 26. AIMAR ZABALA ............................................. 27. PAULA ZALBA ...............................................
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EL PUEBLO QUE ACABÓ SIENDO FELIZ
En
un pequeño pueblo de Egipto llamado
Alejandría vivían una familia de agricultores: el padre Amsu, la madre Amarna, el hijo Edjo y la hija Amunet. Amsu era tan gruñón como un troll, muy estricto con su familia y si le salía algo mal se enfada mucho. Un gran trabajador. Estaba muy fuerte y también muy moreno porque trabajaba todos los días de sol a sol. Amarna era muy maja y tenía muy buen corazón. Le encantaban los niños y tenía mucha paciencia. En cambio Amarna, era muy blanquita porque trabajaba en casa y no estaba a diario a pleno sol. Edjo, el hijo pequeño, estropeaba y desordenaba la casa. Le gustaban mucho los animales y aparte de todo eso, le ayudaba a su padre en las tareas del campo. Amunet, la hija mayor, era muy presumida y le gustaba mucho jugar con los amigos y la familia. En cambio, Amunet ayudaba a su madre en las tareas de casa. Nefertiti era una hermosa reina egipcia que ayudaba a su marido, el faraón, y los habitantes de Alejandría la querían mucho porque les tenía en cuenta y ayudaba al pueblo. Alejandría tenía 20 casas, estaba rodeado de palmeras y vegetación. Era alegre porque las familias y los niños se bañaban en el río, cogían agua de allí para regabar los campos de cultivo… La gente vivía allí porque lo demás era todo desierto. El río Nilo les ayudaba mucho en sus oficios. Solía hacer mucho calor, pero algunos días llovía y por ello, construyeron canales, diques y acueductos. A las orillas de río había campos de cultivo, porque era una tierra buena para trabajarla y para conseguir buenos alimentos. Un día pasó algo muy raro y dijo Amsu: - ¿Qué está pasando hoy aquí, que sólo estamos nosotros en el pueblo? - No sé, la verdad, pero vamos a ver qué pasa respondió Amarna.
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Los cuatro miembros de la familia corrieron hacia el lugar donde estaban sus campos, pasando a su vez a lo largo de la aldea, donde pudieron comprobar que efectivamente, el pueblo estaba desalojado. Cuando llegaron a los campos, vieron que lo que había pasado era que el río Nilo se había desbordado. Al ver todo esto, Amarna, la madre de la familia, se desilusionó mientras que Amsu, el padre, se alegró mucho, puesto que eso era muy bueno para su plantación de arroz. Ese año, la cantidad de agua que se había desbordado del río Nilo era mucha, en comparación con otros años anteriores y por eso, la aldea que se encontraba cerca del río había sido desalojada por peligro de inundación. Lo que quería esta familia no era irse de Alejandría, la aldea en la que habitaban al igual que el resto de habitantes, sino más bien lo que querían era trabajar todos juntos y poder buscar una solución que pusiera fin a todos los problemas causados por el desbordamiento de río Nilo. Un día, cuando Amsu estaba trabajando, por el calor que hacía se desmayó. Al rato, se despertó y no sabía dónde estaba. Dijo que había tenido unas ideas muy buenas. Pero pensó que no se lo podía contar a nadie porque pensarían que estaba loco. Entonces fue a Nefertiti y se lo contó. Nefertiti le dijo que eran muy buenas ideas y reunió a todo el pueblo para comentarlo. Unos estuvieron a favor y otros en contra: - Eso está muy bien - dijo un habitante. - ¿Eso bien? Si es una locura... - dijo otro. Entonces Nefertiti como creía en Amsu dijo: - Sí, venga, vamos a hacerlo que son muy buenas ideas construir diques y así. Si sale bien, tendrás una gran recompensa. Entonces construyeron diques, acueductos y canales. Como salió todo muy bien, la recompensa de Nefertiti por tener esas ideas tan fabulosas, fue ser el ayudante del faraón, porque él solo no podía con todo. Y ese pueblo acabó siendo feliz, porque si se desbordaba otra vez el río Nilo, tenían cosas construidas para que no les afectara en sus oficios.
Fin Clara Arrasate
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LA AVENTURA DE RAMSES T odo empezó al lado del río Nilo, en unas tierras preciosas en cuanto al sonido, olor, color y clima. Los atardeceres eran maravillosos, algo que el faraón no podía apreciar. Normal, pues sólo sabía dar órdenes. En este lugar maravilloso nació un niño llamado Ramses. Era fuerte, guapo, listo, con muchas ideas, resumiendo: que era especial, se mire por donde se mire. La pena era que estaba destinado a ser esclavo, algo que a él no le parecía nada justo. Vivía con su madre en una de las humildes chozas del poblado de esclavos. Estaban hechas de barro y paja. Apenas tenían utensilios y dormían en una camita de paja. Sobrevivían con la única ración de comida que repartían los soldados una vez al día. Su padre y su hermano de doce años murieron en un accidente, trabajando en la construcción de la gran pirámide para el faraón. Esta tremenda obra iba durar unos cien años. En ella trabajaban todos los varones mayores de 5 años. Muchos morían en ella. El faraón Amenofis, era un hombre caprichoso, tirano y malvado. Trataba muy mal a su pueblo. No se preocupaba por ellos. Si enfermaban no les daba medicinas ni cuidados. Ramses se fue haciendo mayor y cuando cumplió 6 años, los soldados del faraón vinieron a por todos los varones, como la ley mandaba. Para entonces, él pensaba acabar con toda esa injusticia pero nunca podía hacer nada, porque claro está, tenía 6 años. Su madre siempre le apoyaba diciendo que si continuaba con esas ideas, la injusticia algún día se terminaría. Eso sí, cuando fuera mayor. Esas palabras de su madre siempre le ayudaron a mantener la esperanza, que era lo único más fuerte que el miedo. A medida que crecía y se hacía mayor se le acumulaban más ideas en su cabeza y más, y más, y más… Cuando cumplió dieciocho años, su madre enfermó gravemente. Trataron de curarla con los remedios que tenían, pero empeoraba cada día que pasaba. Ramses intentó hablar con el faraón para pedirle medicinas que curasen a su madre, pero los soldados no le dejaron ni acercarse al palacio porque era un esclavo. Su madre le dijo que era lo normal, eso era lo que siempre había ocurrido, pero que sus ideas eran muy buenas. Le explicó que tenía intención de llegar hasta el faraón y convencerlo de que debería de tratarlos como personas y no como animales de trabajo. Ramses supo que su madre le estaba intentando decir que podía empezar una revolución con sus ideas, teniendo mucho cuidado. Fue de casa en casa a ver quién iba con él. Explicó las ideas que tenía y al final todos los esclavos se unieron, pero antes de empezar a organizar el ataque, fueron discretamente al pueblo a ver si los trabajadores libres (agricultores, ganaderos, comerciantes…) también se -3-
unían. Se unieron todos los hombres y empezaron a planificar el ataque. Cada uno tenía ideas distintas, pero finalmente consiguieron organizarse. Muchos querían matar al faraón, pero Ramses les dijo que esa revolución era para el pueblo y para conseguir más derechos para todos. Lo que decidieron fue echar del pueblo al faraón. Trabajaron muy duro y siempre en equipo, cosa que les distinguía del faraón. Así se hizo la revolución y cuando terminó, muchos acabaron llorando de alegría, otros saltaban y algunos desgraciadamente fueron heridos. Consiguieron echar al faraón y a su ejército. Decidieron que todos vivirían igual económicamente y que todos tendrían los mismos derechos. Nombraron a Ramses faraón, pero éste decidió vivir en una casa humilde, ser como los demás. Sí que sería el faraón, pero sólo sería tratado como tal en decisiones importantes. Lo primero que hizo fue conseguir una cura para su madre, los heridos y para todos los que lo necesitaran. El antiguo faraón se fue a otro pueblo donde fue tratado como esclavo y murió como tal. En el pueblo de Ramses, jamás volvió a reinar el mal hasta el día de hoy.
FIN Garazi Berasategi
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LA HISTORIA DE JULIO CÉSAR
É rase una vez, en la ciudad de Roma, un militar y político cuya dictadura puso fin a la república en Roma y era tan gruñón como un rey. Le gustaba mucho ser emperador romano. El emperador romano, tenía un gran problema: los Bárbaros iban a conquistar Roma y pidieron más refuerzos a Eneko Aritza, pero los bárbaros también conquistaron Navarra: - Lo haré por mi cuenta - dijo. Entonces, el emperador cogió una espada, un escudo, una casco y ordenó a todos sus guerreros más fuertes y más inteligentes: -
¡Lucharemos por Roma, cueste lo que cueste! Entonces unos patricios se dieron cuenta:
-
No podemos arriesgarnos, perderíamos todo el dinero. ¿Entonces qué hacemos? Mataremos al emperador - respondió uno.
El día siguiente, en el coliseo Romano, los patricios apuñalaron a Julio Cesar por la espalda. Los patricios decidieron esperar a que los bárbaros atacaran, pero en un plis-plas el gran imperio de Roma fue conquistado por los bárbaros germanos. Pocos años después, el hermano adoptado de Julio Cesar fue nombrado emperador de la nueva Roma. De repente, algo explotó y al emperador le intrigó mucho lo que pasaba. Una cápsula gigante surgió de la nada y de repente se abrió. Con una voz gruñona dijo el extraño hombre que estaba dentro de la cápsula: -
¿Dónde estoy? - preguntó el hombre extrañado. En el país más precioso del mundo, en el que tenemos al emperador más grande de Roma - respondió el emperador. -5-
El extraño hombre dijo que venía del futuro para ayudar a Roma. -
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-
¡Qué ropa más extraña llevas! - le dijo el emperador. Vengo de una guerra del futuro, yo te ayudaré a que Roma sea un gran imperio como fue en un principio. Te hago un trato, si me ayudas a recuperar mi reino, te recompensaré tallando en una gran piedra tu nombre - le dijo el emperador. Vale - respondió el hombre extraño.
Entonces el hombre extraño, el emperador y su armada fueron poco a poco conquistando España, Rusia y África entera. -
Gracias a ti he conseguido agrandar mi reino, gracias por todo. De nada, gracias por hacer negocios conmigo.
Fin Carlos Eguillor
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CÉSAR ENTRE PELEAS
H ace miles de años existía un pueblecito de Egipto que era hermoso y producía mucha alegría. Estaba rodeado por el desierto, pero las tierras eran muy húmedas. El pueblo tenía una gran pirámide en la parte alta del desierto, al lado estaban las casas, a la izquierda de las casas se situaba el río Nilo, donde allí trabajaban los agricultores. Al lado, había un mercadillo y enfrente del mercadillo, había otra gran pirámide donde vivía Cleopatra. Cleopatra tenía 36 años, era guapa y alta, flaca y tenía los ojos tan claros como la luna, los labios rojos y un cabello tan negro como el carbón, una nariz larga como la de las brujas y unas orejas pequeñas. Solía pensar mucho en los demás y era de buen corazón. Le gustaba ver a la gente feliz, sin embargo, no tenía más remedio que mandar. No le gustaban los emperadores chulos y arrogantes y aunque era la que dirigía el imperio, tenía buena mano con la gente. Cleopatra decidió casarse con César. César era alto y fuerte, tenía el cabello tan canoso como la nieve, tenía una nariz chata, los labios tan naranjas como las mandarinas y tenía unos 40 años. César era malvado como los ladrones y cruel con los esclavos. Era un mal emperador y no solía ayudar a nadie, ni en las peores circunstancias. Le encantaba abusar de su poder y no podía soportar no tener la razón. La mejor amiga de Cleopatra era Nefertiti. Nefertiti era alta, flaca y tenía una gran nariz, como la de un elefante, la boca de color tan rosa como una flor y unos ojos tan azules como el color del cielo. Era de buen corazón, como Cleopatra, espléndida y sensible. Le encantaba estar con Cleopatra, pero odiaba estar con Cesar puesto que sabía que César tramaba algo. Un día, después de la boda, César mató al gato de Cleopatra y culpó a Nefertiti diciéndole a Cleopatra que él le vio hacerlo y no pudo detenerla. Al día siguiente, a la noche, Cleopatra entró a la pirámide de Nefertiti y rompió su collar preferido para vengarse. Nefertiti la vio salir y cuando entró a su vestidor, ahí estaba el collar roto. Nefertiti se extrañó porque ella era su mejor amiga y no haría una cosa así por nada, así que Nefertiti le dijo a uno de sus esclavos que hiciese de detective para investigar lo que ocurrió. Al Anochecer, el detective vio el cuarto donde se encontraba el gato muerto de Cleopatra y corriendo fue a avisar a Nefertiti. Nefertiti sabía que alguien lo había asesinado, así que lo investigó día y noche, pero nada. No fueron los esclavos, ni los privilegiados, ni los mercaderes o los agricultores. Siguió buscando pruebas y... el único que quedaba era César. Investigó a fondo y encontró una pista: el anillo de boda de César estaba al lado del gato. Para confirmar que fue él, empezó a buscar más pruebas. Ella sabía que César había ido a clases de lucha y también sabía que si no había ido, sería porque lo mató él. Así que le preguntó a su profesor y le confirmó que César no acudió ese día, así que fue a decírselo a Cleopatra. Cuando Cleopatra se enteró de que él mató a su gato, idearon un plan… Al día siguiente Cleopatra fue al cuarto de César y rompió toda su ropa, joyas valiosas y demás. César al ver lo ocurrido, pensó que había sido Nefertiti para vengarse. Fue a su pirámide y le dijo: -
Sé que has sido tú la que ha roto mis cosas, también sé que has sido tú porque maté al gato de Cleopatra y te eché la culpa, pero esto no acabará así. -7-
-
A mí me parece que sí - contestó Nefertiti, puesto que Cleopatra y los guardias estaban escondidos en el vestidor. Cleopatra llevó a César al calabozo y no la volvió a ver jamás.
FIN
Paula Elizalde
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LA CORONA DORADA DE CLEOPATRA
E n un pueblo chiquitito de Egipto llamado Naqada, al lado del río Nilo, había un guerrero llamado Halim que vivía en una casa vieja y sucia. El pueblo de Naqada tenía unas casas viejas y en el centro se colocaba la pirámide. Halim tenía la piel tan blanca como la nieve, sus ojos eran tan azules como el agua del río Nilo, su pelo era de color castaño y sus labios eran de color rojo como las fresas. Solía llevar una armadura vieja de maya a medio romper. Una oscura noche, Cleopatra lo llamó a su pirámide para una misión: a Cleopatra le habían robado la corona dorada. Entonces, Halim aceptó la misión y se dirigió hasta el río Nilo. En ese momento los ladrones estaban robando una barca, pero de repente se les cayó la corona al el río y Halim no pudo recuperar la corona. Los dos ladrones la cogieron y se fueron por el río, montados en una barca con la corona. Halim se dirigió a la muralla donde estaban los ladrones. Halim intentó alcanzarlos pero, de repente aparecieron cuatro guerreros más. Uno de ellos llevaba la corona. Halim mató a los guerreros uno a uno, hasta que quedó el último guerrero. Lo mató y se llevó la corona. Halim llegó a la pirámide y a cambio Cleopatra le dio una recompensa: un ejército y un montón de dinero. Así Halim se compró una armadura de metal y vivió feliz.
Naroa Eugui
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EL NIÑO Y ROMA
H abía una vez un lugar precioso en Egipto. Era alegre como el sol, tenía unas piscinas muy feas como los cerdos en el barro. Ese lugar se llamaba Pablo. Allí vivía un niño de 5 años llamado José. Era flaco, cariñoso y tenía una hermana mayor de 15 años. El pobre niño tenía que vivir con sus padres, con los que no se llevaba muy bien. Un día, José se escapó de casa y se fue a la pirámide del faraón de Egipto. -
Hola José - le dijo el faraón sorprendido al verle. Hola mi señor. - dijo el niño bajando la cabeza - Quiero ir a casa de mi tío porque mis padres no son buenos conmigo, mi tío vive en Roma en Santa Real. ¡Guerreros, venid a la sala del faraón! - gritó Félix, el amigo del faraón.
Todos llegaron y llevaron a José a la casa de sus tíos. Tuvieron que pelear contra sus padres y ganaron los soldados. Los demás soldados se fueron a la pirámide con el faraón. José, al llegar a Roma, llamó a la puerta y le abrió su tío Manuel. -
Hola José - le dijo su tío emocionado. Hola tío Manuel. Los soldados se fueron escopeteados. La tía se fue con José al mercado a comprar ropa y comida.La tía, el tío y José mataron a los padres de José a la noche y se olvidaron de ellos. Y José se apuntó a la escuela de Roma. Y vivieron a gusto y bien con los mensajes de la pirámide que se lo dejaba en la puerta de casa el viejo cartero.
Eguzkiñe Gil
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EL VENENO DE AMOR
É rase una vez una princesa llamada Cleopatra. Era guapa amable y respetuosa. Cleopatra vivía en la pirámide más alta de Egipto, en una ciudad llamada El Cairo, que era una ciudad rica y alegre hasta el día que llegó Tutancamon, el mayor enemigo de Cleopatra. Tutancamon era un chico guapo pero nada amable y estaba muy celoso porque estaba enamoradísimo de Cleopatra. Entonces, un día, Tutancamon y Cleopatra quedaron y Tutancamon le echó un veneno de amor a Cleopatra en su copa: - Voy a echarle veneno de amor… - pensó Tutancamon. - ¡Dah qué asco de copa! El vino sabe mal - respondió Cleopatra. Entonces, se fueron a la pirámide de Cleopatra y sin que nadie se diese cuenta le volvió a echar veneno a la copa, pero entonces, un esclavo de Cleopatra lo pilló y le preguntó: - ¿Qué haces aquí? - Estoy con mi futura esposa - respondió Tutancamon. - ¿Tu futura qué? - interrumpió Cleopatra. Entonces no le contó el plan a nadie, hasta que un día, iban por la ciudad y cogieron un baklava y Tutancamon lo volvió a intentar. Metió una pizca de veneno de amor sin que Cleopatra se enterase, pero otra vez un esclavo de Cleopatra lo vio y le dijo: - ¿Qué haces con el baklava de la princesa? - Envenenarla con un veneno de amor para que sea mi esposa - le respondió Tutancamon.
-
De camino a casa, a Cleopatra le mordió una serpiente venenosa y gritó: ¡Ayuda, necesito ayuda!
Tutancamon corriendo fue a ayudarla pero era tarde, la serpiente se había ido y Cleopatra ya estaba envenenada. Pero a Tutancamon se le ocurrió una idea: - Y si le echo el veneno de amor en la herida... igual revive... vamos a probar – dijo Tutancamon. Tutancamon probó y funcionó. Cleopatra le agradeció diciendo: - Gracias Tutancamon, ya se ve que has cambiado y sí, me casaré contigo, eres el amor de mi vida. Al final Cleopatra y Tutancamon se casaron y vivieron felizes.
FIN - 11 -
Anne González
LA GUERRA POR EGIPTO
T
odo empezó cuando en el año 2.789 a.C. vivía un rey llamado Tutankamón. Era viejo,
pequeño y barbudo y vivía en una mansión. Ese pueblo se llamaba Estractus. Era muy grande, tenía 112 casas y tres mansiones. Estaba rodeado por el desierto y soldados. Las casas eran pequeñas y las mansiones gigantes. Dos mansiones eran de Tutankamón y una de un médico muy famoso. En Grecia, el rey era Augusto, era atrevido y muy muy fuerte (hasta podía levantar dos carrozas) y en Francia, el rey más famoso era Carlomagno, rey de los Francos, que era alto, fuerte y mala persona. Un día, Augusto quiso conquistar Egipto, pero Carlomagno también quería conquistarlo. Tutankamón se enteró que querían conquistarlo y fue a hablar con Augusto: -
Hola Augusto, me he enterado que me vas a conquistar Egipto - dijo Tutankamón. No, eso es una mentira como una casa de grande - contestó Augusto - Carlomagno te lo va a conquistar, yo no - siguió Augusto.
Mientras, en Francia, un franco esclavo le dijo a Carlomagno que Tutankamón se había enterado de que iba a conquistar Egipto. -
Señor - dijo el franco esclavo. ¿Sí? Tutankamón se acaba de enterar de que vas a conquistar Egipto, y que Augusto y los griegos se van a reunir con Tutankamón para ganarnos - le dijo el esclavo. Augusto fue a decirles a todos los griegos que fueran a Egipto a vivir con él y Tutankamón
dijo: -
Escuchad, tenemos que salvar Egipto, porque nuestro enemigo Carlomagno va a conquistarlo y va a matar a Tutankamón - les dijo Augusto a los griegos.
Rápidamente cogieron las armas, los trajes especiales para las guerras y pusieron rumbo a Egipto. Llegaron a Egipto, se prepararon los egipcios y los griegos rápido … De repente, llegaron 1.000.000 francos y Carlomagno. Empezaron saliendo desde el palacio y las mansiones de Tutankamón 5.000 egipcios, y 5.000 más , y 5.000 más … y así hasta 20 veces. Mataron a 750.000 francos, pero luego, por sorpresa para Carlomagno, salieron los 2.000.000 griegos y para rematar, todos los egipcios que faltaban. Ganaron a los francos, pero Carlomagno no murió aún. Se escondió en una casa abandonada. Tutankamón ya sabía que él estaba ahí y fue con Augusto para matarlo. Esto le dijeron Tutankamón y Augusto a la vez: -
Por querer matarme, te haremos lo mismo. Y por mal rey de los francos y del mundo, lo mataron.
Al final, Tutankamón dio una recompensa a todos los griegos y a Augusto 200.000 denarios y marcharon a Grecia. Tutankamón se quedó tranquilo y celebró el día de los griegos. Además, se casó con una mujer y vivieron felices para toda la vida. Aitor Huarte
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PABLO Y SUS PROBLEMAS
H abía una vez un señor llamado Pablo, vivía en Mesopotamia, en un pueblo muy pequeño. Antes de irse a trabajar iba al río Tigris a mojarse y a beber agua. Trabajaba en el palacio para el rey que se llamaba Luis, y le mandaba a Pablo limpiar el palacio, hacía todo lo que le decía el rey. Se vestía con ropa muy elegante, camisa pantalón y zapatos. A Pablo le gustaban las cosas graciosas y no le gustaba que le gritasen. El pueblo de Pablo era muy bonito, estaba lleno de murallas. Había dos monumentos muy importantes, que eran los primeros reyes de Mesopotamia y las calles estaban hechas de baldosas viejas. No vivía mucha gente en ese pueblo, No había mucha luz, había un mercado, dos bares y una tienda de ropa (costuras, costureras...). Pablo conocía a todas las personas del pueblo, que la mayoría eran agricultores. En el pueblo también había algún animal y algún pastor. Pablo tenía muchos problemas, por ejemplo, el rey no le dejaba a Pablo limpiar las ventanas con un trapo que traía de su casa. Un día le dijo el rey: -
No quiero que limpies con ese trapo, toma, limpia con ese. Vale, limpiaré con ese - le contestó Pablo.
Y cuando el rey se fue, Pablo cogió su trapo y empezó a limpiar, pero de repente... apareció y le dijo enfadado: -
Yo te he dicho que no cojas ese trapo.
Le castigó por no trabajar bien. Después le levantó el castigo, salió y se fue corriendo, pero no pudo porque el rey lo pilló y se quedó limpiando. Un día Pablo decidió decirle al rey: -
No me lo estoy pasando muy bien, quiero que me trates mejor.
El rey se lo pensó y dijo: -
¡Vale, vale! me gusta la idea, yo te trataré bien pero tú a mí - 13 -
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también. ¡Trato hecho, nos trataremos bien! - dijeron los dos juntos.
Pero Pablo tenía otro problema. Un día, el rey se fue del castillo y vino un señor llamado Manolo disfrazado de rey. Pablo pensó que era el rey de verdad, pero no, era un señor malo. Manolo empezó a darle órdenes y Pablo pensó que el rey Luis no era así de gruñón. Entonces, Pablo le dijo: -
¿Oye, tú quién eres?
-
Yo soy el rey.
Pero Pablo no se lo creyó, le quitó el disfraz y… ¡oh no! era Manolo el malo. Pablo se asustó y Manolo le dijo: -
Tranquilo, no te asustes. Vale, vale - dijo Pablo.
Por fin vino el rey Luis y Manolo y Luis se conocieron. Al final Pablo trabajó y trabajó y consiguió mucho dinero y él y su familia se fueron a vivir a un lugar muy tranquilo. Pablo se despidió de Manolo y Luis, pero se puso muy triste y como le daba pena alejarse de sus amigos (Manolo y Luis), decidieron irse todos juntos para que se lo pasaran muy bien. Se fueron a Roma y disfrutaron mucho.
Fin Arrate Jauregui
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EL ESCLAVO GAZARD
É rase una vez un joven llamado Gazard. Gazard vivía en Egipto, en un pequeño pueblo situado junto al río Nilo. Gazard era alto y fuerte. Fuerte como los soldados del faraón que solía ver a menudo desde la choza en la que vivía junto a otros esclavos. Tenía tanta fuerza, que los trabajos más duros los solía hacer siempre él. Su piel era morena, oscura como el carbón y el pelo rizado, lo solía llevar atado en una coleta. El blanco de sus ojos y de sus dientes resaltaba en aquella cara morena. Su ropa era vieja y estaba rota por muchas partes, pero a él le gustaba siempre ir bien limpio y por eso, todos los días iba a las orillas del río Nilo a lavarse cuidadosamente. Gazard amaba a su pueblo. Era un pueblo rodeado por el desierto y en medio un oasis con montones de casas una tras otra, colocadas en orden como si algún niño, jugando a hacer un puzzle las hubiera colocado cuidadosamente. Unas casas eran viejas, destartaladas como la de Gazard, ya que en ellas vivían los esclavos como él. Otras en cambio, eran preciosas, grandes, con jardines con preciosas flores en su interior y pozos de agua donde quiera. Pero en medio de todo aquel montón de casas, una de ellas destacaba sobre las demás: el gran palacio del faraón. El palacio del faraón era enorme, tenía tres plantas, cuatro baños, doce dormitorios, enormes salones donde se celebraban grandes fiestas y dos cocinas. Además, el palacio estaba rodeado de un enorme jardín con termas, pozos y una gran jaula en la que se encontraban los tigres y leones. Una mañana temprano, Gazard tenía que hacer junto a los demás esclavos una pirámide para él faraón. Primero, trajeron unas piedras enormes en los barcos que la corte del faraón tenía. Después, tallaron aquellos grandes bloques de piedra, dándoles la forma adecuada y comenzaron a hacer la gran pirámide de Keops. Se llamaba Keops porque el faraón así se llamaba. Sin embargo, el segundo día murieron un montón de esclavos, al ser golpeados con un látigo por no hacer las tareas correctamente, tal y como lo ordenaban los violentos soldados. Veintitrés años tardaron Gazard y los demás esclavos en terminar de hacer la pirámide. Un buen día, el faraón iba caminando por su enorme terraza del palacio, cuando se fijó en Gazard. El faraón llamó al esclavo y sin darle explicación alguna, le dio una bolsa llena de monedas, oro, diamantes y otras piedras preciosas. Entonces el esclavo le preguntó al faraón: -
¿Por qué me da esta bolsa? - 15 -
El faraón se le quedó mirando con felicidad y le dijo: -
Te la mereces, por los trabajos tan duros y peligrosos que haces. Tengo oro, diamantes, dinero y piedras preciosas y no tengo una casa decente para vivir. Tengo que gastarme el dinero en algo - pensó Gazard. Al siguiente día, decidió gastarse todo el dinero para comprarse una casa como la del faraón. Una casa con tres baños, cuatro habitaciones, dos salones, dos cocinas, un jardín enorme con dos piscinas... En aquel momento el faraón le dió la libertad y los dos vivieron felices y comieron perdices.
Fin Shoe Lazcoz
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LA VALENTÍA DE ABASI
H ace muchos años, en el año 2010 a.c., en un pequeño pueblo llamado Dahab al lado del río Nilo, había un montón de casas pequeñas, pero una que sobresalía. Era el palacio del faraón. Era tan tan tan grande como una pirámide, y tan dorado como 1000 lingotes de oro, y en una de esas casas había una persona milagrosa llamada Abasi. Como su nombre indica, era duro, humilde, alto y corpulento. Sus ojos eran tan azules como el mar, sus labios eran tan rojos como las fresas, su cara tan morena como un rayo de sol y su pelo tan castaño como 1000 castañas tostadas. Él era alegre, no solía deprimirse fácil, era gracioso y musculoso. A él le gustaba hacer deporte, cocinar y sobre todo le gustaba dibujar. Pero no le gustaba que le tratasen como un esclavo, ni trabajar, ni obedecer, pero la cosa que menos le gustaba era leer. Un día cuando fue al palacio a pedir un poco de comida, el faraón le denegó la petición y se enfadó tanto que el faraón le dijo: -
¡Como me pidas más cosas te juro que te condenaré a muerte! Vale, te juro por mi vida que no te pediré más cosas - le respondió Abasi.
Entonces Abasi cogió sus cosas para salir del pueblo, pero los guardias del faraón lo vieron y le preguntaron: -
¿A dónde vas? - preguntó un guardia. Me voy del pueblo - respondió Abasi. No te puedes ir del pueblo - dijo otro guardia. ¿Por qué no puedo irme del pueblo? - respondió Abasi.
Entonces, los guardias lo llevaron al palacio del faraón y cuando llegaron, el faraón se enfadó mucho al saber que Abasi intentaba huir del pueblo y le dijo: -
Con que te intentabas escapar de mi pueblo… - dijo el faraón Sí - respondió Abasi. ¡Pues no te vas a ir de mi pueblo!
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Cuando terminaron la conversación, los guardias llevaron a Abasi a las mazmorras. Pasaron dos días y Abasi estaba intentando salir de allí hasta que le tiraron un tenedor a la hora de comer y estuvo un día rascando con el tenedor los barrotes de la ventana y al final lo consiguió, salió por la ventana e hizo un túnel subterráneo. Esquivó a todos los guardias, hasta que se cruzó con la mascota del faraón. Cuando la mascota lo vio, se puso a hacer ruido y cuando el faraón lo escuchó y lo vio, gritó: -
¡Guardias! ¡Abasi ha escapado, detenedlo!
Pero Abasi se puso a correr. Justo cuando estaba a punto de salir, se tropezó y los guardias lo cogieron. Abasi no se rindió y le dio una patada al guardia que le sujetaba y consiguió salir del pueblo, por lo tanto, ya era libre. Cuando ya era libre, se puso a construir una casa. Le costó días y días hacerla, pero sobre todo encontrar el material. Después de hacerse la casa, hizo un viaje en busca de animales para crear una granja y encontró 15 caballos, 33 ovejas, 18 cerdos, 24 vacas, 9 perros, 15 gallos y 15 gallinas. Le costó domarlos mucho tiempo. De pronto, se encontró con una chica llamada Anat. Era alta, lista, valiente y muy alegre. Sus ojos eran tan azules como el mar, sus labios tan rojizos como unas fresas y su pelo tan rubio como el sol. Le gustaba dibujar, hacer deporte e inventar cosas. No le gustaba obedecer, ser tratada como una esclava ni tampoco leer. Se enamoraron, se casaron y tuvieron dos hijos llamados Akil y Anúm. Continuaron su vida y fueron felices y comieron perdices.
FIN Oier Loperena
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LAS DOS HERMANAS
I ssa y Salama eran dos hermanas gemelas con el pelo rubio, que aparecieron en las orillas del río Nilo. Issa y Salama eran dos egipcias, tan iguales como dos gotas de agua. Issa tenía los ojos tan azules como el mar. Por otro lado, la diosa Isis era la madre de una niña llamada Akila. Una bonita mañana soleada, Isis y Akila decidieron ir al río Nilo. Akila, la niña, encontró a Issa y a Salama en las orillas del río Nilo. Akila avisó a su madre Isis para que se llevaran a Issa y a Salama con ellas, porque no quería que se murieran y decidieron acoger a Issa y a Salama para que viviesen en su pueblo egipcio. Era un pueblecito pequeño y la mayoría de la gente eran esclavos. Issa y Salama por fin tenían una casa donde vivir. Por fin conocerían a los dioses egipcios Anubis, Amon-Ra, Osiris y Horus. La madre, Isis, les enseñó el palacio y las habitaciones de Issa y Salama para que se sientieran como en casa. Al rato las dos niñas cogieron algo de Anubis que para él era muy valioso y entonces se enfadó mucho y tomó una decisión: matarlas. La diosa Isis lo detuvo diciendo que lo podrían pagar de otra manera, pero que no matase a sus niñas sólo porque fuesen desconocidas. Entonces se lo pensó mejor y decidió no matarlas sólo porque fuesen diferentes y de otra parte. Nahikari Martin
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EL SUEÑO H abía una vez, en el año 3.228 a.c.
en Egipto, en un pueblo situado al lado del río Nilo, una pirámide llamada La Mayor. Era tan grande como el coliseo de Roma, preciosa y de piedra. Ese entorno era un poco triste, ya que se podía ver por todos los lados esclavos o soldados, aunque en aquellos tiempos la mayoría eran agricultores o esclavos. El clima de ese lugar era muy caluroso de día y muy frío por la noche, por eso en ese entorno moría mucha gente. En esa pirámide vivían los dos hermanos gemelos Usi y Tut. Eran dos hermanos de 32 años, egipcios, que vivían defendiendo la pirámide y tenían un sueño: no ser soldados, no les gustaba su trabajo. Eran muy altos y un poco anchos, tenían los ojos tan azules como el cielo, una nariz tan bonita como una rosa y unos labios gorditos. Llevaban unas armaduras con dos broches, un escudo y unas sandalias. Eran alegres, divertidos y muy majos. Les gustaba tener un día de fiesta y no les gustaba que el faraón les hiciera daño. El faraón se llamaba Aha y tenía una piel tan oscura como el carbón, mandaba y mataba a soldados y esclavos y sobre todo era muy pero que muy malvado. Un día caluroso, ahí estaban los dos hermanos defendiendo la pirámide. Tenían un hambre tremendo, ya que el faraón no les daba comida desde hacía muchos días para ver cómo sufrían. Tras terminar su turno de trabajo, se fueron a su habitación chiquita donde dormían 30 soldados, pero por suerte, a esa hora sólo estaban ellos. De repente, Usi oyó una voz y le dijo a Tut: -
¿ Has oído eso ? No - respondió Tut. Alguien ha dicho “hola” - dijo Usi. ¡No digas esa bobadas, aquí no hay nadie. A veces me asusto contigo! - respondió Tut.
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De repente debajo de las camas apareció una mujer y les dijo a los dos hermanos: -
Hola, me llamo Femi, aunque me llaman “la maga”. Hola, nosotros Usi y Tut - dijeron asustados los dos hermanos a la vez. He venido a ayudaros a cumplir vuestro sueño, que me han dicho que es dejar de ser soldados y salir a la libertad, digamos, dejar de vivir en esa tremenda pirámide - dijo la maga. Sí, es ese - respondieron los dos hermanos.
Fami no era una maga normal, no tenía varita ni sabía poderes, pero era muy lista. Tenían un objetivo: intentar llegar al imperio de Roma y conocer a gente. Primero tenían que salir de la pirámide, entonces a ello fueron. Usaron lo que habían aprendido en su trabajo para salir. Fue muy difícil salir ya que tuvieron que pelear contra muchos soldados, pero después de varios días lo consiguieron, eso sí, bastante heridos. Muchos días después, consiguieron llegar al imperio de Roma, eso sí, por el camino tuvieron muchas dificultades, como por ejemplo: cruzar heridos el río Nilo, enfrentarse a los leones, pelear contra muchos soldados… De repente Fami desapareció ya que había cumlido su tarea. Después de unos días, los dos hermanos encontraron a dos mujeres artesanas y con ellas vivieron felices y comieron perdices: -
¡ El esfuerzo vale para algo ! - dijeron los dos hermanos a la vez.
FIN Maialen Martínez
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El Coliseo Romano
S oy Espiratus y antes de dejar este mundo, me gustaría contaros la historia de cómo a los dieciséis años, fui nombrado emperador de Roma. Era el año 27, mi padre, el emperador Espestus, mandó construir el gran coliseo Romano, junto al mercado. Por aquel entonces, Roma no era una ciudad tan grande como ahora. Tenía unas grandes murallas y un templo para adorar a nuestros dioses. Gracias a la magníficas aguas subterráneas, nuestras termas eran las mejores del todo el imperio. Yo era un joven guerrero, valiente, mucho más alto que mis amigos. Desde pequeño aprendí a manejar la espada y la armadura. Todos los días entrenaba duramente, por lo menos 6 horas. Por eso, mi cuerpo era musculoso. Mi piel y mi pelo eran morenos, y mis grandes ojos negros destacaban en mi rostro. Roma también tenía enemigos dentro de sus fronteras. Mi padre fue emperador por ganar la gran batalla contra los galos. En aquella batalla, mi tío Emiracles ayudó a mi padre. Pero mi tío era una malvada persona, tenía muchos enemigos, no encontró el apoyo suficiente para hacerse emperador. En cambio, mi padre era muy generoso y el pueblo lo quería, por lo que fue nombrado emperador. Desde entonces mi tío juró que se vengaría de mi padre Espestus y conseguiría hacerse con el poder de Roma. Mi tío Emiracles tuvo un hijo, Extastus. Yo casi no lo conocía pero sabía que era igual de malvado que su padre. Un día, fui con mi padre a ver como iban las obras del coliseo. Ya estaban muy avanzadas. El encargado nos acompañó a ver las gradas, cuando de repente, una lluvia de rocas cayó sobre nosotros. - ¡Socorro ayudadme! - exclamé asustado. El ruido fue tan fuerte que los tenderos del mercado de al lado acudieron a socorrerme. Cuando llegaron yo estaba inconsciente, ya que una roca me alcanzó en la cabeza. Me desperté dos días más tarde en mi casa. Al lado de mi cama estaba el médico. - ¿Dónde está mi padre? - le pregunté inquieto. - Ha muerto. Una enorme roca cayó sobre él. No ha sobrevivido. Aquella noticia me entristeció profundamente. Los días siguientes fueron muy duros para mí. Se celebraron los funerales por la muerte de`mi padre. Todo el mundo me mostraba su pesar por el terrible accidente que había terminado con mi padre. Pero yo sentía que no había sido un accidente. Mi tío y mi primo no vinieron al funeral, pero no me sorprendió. Yo empecé a - 22 -
investigar el accidente que para mi no era un accidente. Volví al coliseo. Fui donde las gradas. Vi unas cuerdas de metal y unas poleas. Yo pensé que serían parte de la obra del coliseo. Le pregunté a un obrero: - ¿Estas poleas y cuerdas son parte de la obra? - ¡Ooooh! Es asombroso. Estas cuerdas no sólo son de metal. Están 100 veces más refinadas. Cuerdas de esta calidad no se utilizan en las obras. - Entonces, ¿usted diría que alguien las puso ahí? ¿alguien que no trabaja en esta obra? - Yo creo que sí - contestó el obrero- además los trabajos de esta zona ya están terminados. Me marché de allí con la certeza de que el accidente había sido provocado. Como no tenía ninguna pista para seguir mi investigación, decidí ofrecer una recompensa a quien supiera darme alguna información sobre lo ocurrido. La recompensa era de 1000 denarios. Durante los siguientes días me visitaron cientos de personas dispuestas a llevarse la recompensa, con historias increíbles y absurdas sobre lo sucedido. Pero un día llegó un campesino cuyo relato me pareció creíble. Esa mañana había escuchado a otras cuatro personas, por lo que cuando entró el campesino a mi despacho, comencé a escucharle sin mucho interés. - Dime qué sabes de lo ocurrido el día que murió mi padre. - Un jueves fui al mercado a vender la leche de mis cabras. Allí, en la plaza, escuché una conversación entre su tío y el encargado de las obras del coliseo. Su tío le ofrecía 10.000 sestercios al encargado, si provocaba el derrumbe de una parte de las grada y conseguía hacer que pareciera un accidente. Me fui a casa de mi tío y tiré la puerta enfadado: - ¿¡Dónde estás!? - grité fuertemente. Busqué por toda la casa pero no lo encontré. Lo que sí encontré fueron unas cadenas idénticas a las que vi en las gradas del coliseo. Ahí tenía la prueba que necesitaba para inculpar a mi tío. Todos mis soldados se pusieron en busca de mi tío. No tardaron en encontrarlo a las afueras de Roma. Lo trajeron ante mí. Lo llevamos ante la Cámara de la Corte Imperial donde fue juzgado junto con el encargado de las obras del coliseo. Ambos fueron condenados a muerte. Días antes de la ejecución, mi primo Extastus vino a verme suplicando clemencia por la vida de su padre. Accedí a suspender la ejecución a cambio de que abandonaran Roma para siempre. Nunca más volví a saber de ellos. Una semana más tarde fui nombrado emperador de Roma.
FIN Oier Mayo
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EL OSO Y PEDRO
H abía una vez un chico llamado Pedro. Pedro significa piedra en latín. Tenía 10 años y era del año 60 a.c., del Paleolítico. Vivía en las cuevas de Altamira, al lado de las orillas del río para cuando quisieran beber. Su cueva era cálida, pero tenían que estar al lado de la entrada para asustar a los animales y para que les entrara luz. Su deber era la caza, y sólo cazaba gracias a su inteligencia. Los animales que cazaba eran conejos, liebres y ciervos y los materiales que usaban eran la piedra y el palo para lanzar las piedras. Nunca pensaba en pescar. Tenía el pelo tan castaño como la madera de los árboles del bosque, los ojos tan azules como el mar, los labios tan rojos como los claveles. Medía 1,50 cm y se vestía con las pieles de animales que él mismo cazaba. Zapatos nunca llevaba. Jugar era lo que más le gustaba, y no le gustaba nada que le gritasen. Tenía un gran corazón, hasta con los animales, sólo cazaba lo necesario para comer. Valiente sí era, no había mejor persona que él. La madre de Pedro cayó enferma y sólo la podía curar una flor según le dijo el sabio curandero: primero tendría que pasar por el bosque tenebroso y luego tendría que ir a la cueva del oso pardo, porque allí en medio estaba la flor. Pedro le preguntó: -
¿Será peligroso? Sí, será peligroso - le contestó el sabio curandero.
A Pedro le entró el pánico pero lo superó. Cogió un poco de comida para el viaje y partió al bosque tenebroso. Al principio, cuanto más pensaba en el bosque tenebroso, más se alarmaba. Tuvo muchos problemas: por el camino le aparecieron lobos, jabalíes y más animales salvajes, hasta que llegó a la cueva del oso pardo. Entró de espaldas y el oso lo tenía detrás. El oso le dio un toque muy fuerte y Pedro se dio la vuelta asustado y se encontró con el oso pardo de frente. El oso pardo acechando a Pedro se asustó y cogió una piedra y se la lanzó al oso, y lo dañó pero a Pedro le dio pena y lo curó rápidamente. Cogió la flor y el oso por curarlo lo llevó rápidamente a donde estaba su madre y se la dio al sabio curandero. Al cabo de unos minutos se curó y el oso en vez de ir al bosque, se quedó siendo la mascota de Pedro.
Fin Iraide Morales
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O UNA O LA OTRA
H ace mucho tiempo, en un pueblo del antiguo Egipto, al lado del río Nilo (el Cairo), vivía un esclavo llamado Jerjes. Este hombre tenía 24 años, era alto con el pelo tan negro como el carbón, tenía los ojos grandes y tan azules como el mar y siempre iba vestido con su túnica, tan rota como la nariz de la esfinge. Era muy buena persona, le encantaba tanto trabajar que hizo él solo una pirámide entera. Un día caluroso como los demás, en la orilla del río Nilo, vio a una chica preciosa en la cima de una colina. Al día siguiente la vio salir del palacio, pensó que iría a pedir dinero al faraón para comprar comida. Entonces, se acercó a ella y le preguntó: -
¿Cómo te llamas? Me llamo Neferite- respondió ella nerviosa.
Pero Jerjes no sabía que era la sobrina del faraón Necao y si le pillaba hablando con ella lo mandaría al trabajo y no le dejaría verla más. Entonces preguntó Jerjes: -
¿Por qué has entrado en el palacio? Porque vivo ahí, soy una princesa - respondió ella más tranquila.
Entonces llegó la novia de Jerjes que se llamaba Isama y se metió en casa a preparar la comida. Jerjes se enteró de que Isama había vuelto, le dijo adiós y se fue a casa. -
¿Dónde estabas? - le dijo Isama. En el campo - respondió Jerjes en voz baja.
De repente, hubo un terremoto en la aldea, la mayoría de las casas se derrumbaron y a Isama se le cayó la casa encima y se murió. Jerjes fue a ver si el palacio seguía en pie y por suerte así era . Subió a la parte de arriba y se encontró con el faraón Necao y le preguntó a ver dónde estaba Neferite y le respondió que no sabía. Fue a buscarla por toda la aldea y al final la encontró en el río. Al final pidieron permiso a Necao para casarse, les dejó, se casaron y ...
VIVIERON felices Y comieron PERDICES Maddi Olabe - 25 -
La GranAventura de Juanito
L os Reyes Católicos transcurrían su estancia en el gran Alcázar de Toledo, una construcción majestuosa rodeado de cuatro hermosas y puntiagudas torres y adornado por tantos ventanales como una colmena con sus celdillas y encima de una pequeña colina. Un día, un mensajero bastante fuerte fue al castillo con un gran mensaje para el rey. En voz alta lo leyó: - Soy el mensajero del rey de Inglaterra. Necesito que nos ayudes a recuperar nuestra preciosa y valiosa torre de Londres, un malvado tirano apodado como ``El Caballero Negro´´ nos la ha conquistado. Por favor trae un gran ejército. - Parece que necesitan ayuda - dijo la reina con voz preocupada. Entonces el Rey dijo en voz alta: - Le pediremos ayuda al gran, robusto, inteligente, y ... sabio Juanito el imbatible. Entonces, ya que estaba el mensajero del rey de Inglaterra, le pidió que fuera hasta Navarra, al castillo de Olite y le pidiera que en honor a su rey fuera a Inglaterra. El castillo de Olite era precioso, con sus torres, puertas y algunos ventanales. Alrededor del castillo estaba el poblado lleno de campesinos, artesanos y mercaderes y también había desde casas pobres de siervos y campesinos, hasta grandes casas de nobles. El mensajero, pidió permiso a dos centinelas para entrar y se dirigió al interior del castillo a hablar con Juanito en el salón del trono: - ¿Quién eres?- preguntó Juanito. - En nombre de los Reyes Católicos, piden ayuda con gran antelación para que vayas hacia Inglaterra y recuperes la gran torre de Londres - respondió el mensajero. - Lo haría encantado pero es que no tengo un gran ejército - afirmó Juanito. - Por eso he traído a la gran armada de los Reyes Católicos - dijo el mensajero. Entonces Juanito se puso la cota de malla, la armadura, enfundó su espada, cogió su escudo y listo. También llamó a sus dos comandantes favoritos, Pedrito y Felipe y en voz alta dijo: - ¡Hacia la victoria!!! - ¡¡¡Sí!!! - dijeron sus soldados. Duraron once días en llegar desde Olite hasta Galicia. Ya en el puerto, cogieron una flota de unos diez barcos. Era un puerto lleno de mercaderes que llegaban desde otras tierras para traer otros alimentos, jarrones … También había barcos de gran tamaño, otros más pequeños y al final de la fila, los barcos de los pescadores pobres. Toda la tripulación embarcó y partieron:
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¡Levad anclas! ¡Desplegad velas! - gritó Juanito a su tripulación y como posiblemente algunos soldados no habían oído el grito, los dos comandantes Felipe y Pedrito repitieron: ¡Levad anclas! ¡Desplegad velas! - entonces partieron desde el puerto de A Coruña de viaje hasta Londres. Tardaron cuatro días en llegar a Londres.
El primer día lo pasaron sin problemas por el precioso mar cristalino. El segundo día hubo una tormenta horrible con truenos, relámpagos … El tercer día fue bonito, con una brisa agradable y el cuarto día llegaron al puerto, un puerto con mercaderes y algunos drakkares del río Támesis en la desembocadura del mar. Formaron un campamento alrededor de la torre de Londres. La torre era preciosa rodeada de murallas y con arqueros y centinelas vigilando. Había unas veinte tiendas de campaña de color rojo y amarillo. Estuvieron dos días Juanito y los dos comandantes Felipe y Pedrito discutiendo cómo asediar al caballero negro y a sus secuaces: -
¿Y si hacemos una oleada de caballeros y otra de soldados? ¿y si …? insinuó Felipe. O podríamos atacar con torres de asedio - afirmó Pedrito.
Al final quedaron en un acuerdo y Juanito salió de su tienda y gritó: -
¡A la pelea!
Juanito contó a todos la táctica de ataque para asediar la torre. Primero fueron guerreros con escaleras para escalar la muralla. Lo malo era que los secuaces del caballero negro tiraron ollas de alquitrán ardiendo y flechas en llamas, eso perjudicó el ataque y murieron muchos soldados. Fueron con arietes para tirar el portón y con bastante fortuna lo destrozaron. Entonces, el ataque por el medio ya estaba sentenciado por parte de los de Juanito. Por el flanco derecho, que se ocupaba Pedrito, ganó y por el flanco izquierdo, que se ocupaba Felipe, salieron victoriosos. Entonces empezó la persecución, los soldados de Juanito entraron y empezó la lucha entre piqueros, guerreros con maza, espadachines … Mientras, Juanito, Felipe y Pedrito entraron al centro de la torre para enfrentarse ante el Caballero Negro. Pero de repente: -¡Parad! No pasaréis - dijo un soldado acompañado de unos soldados más. Entonces empezaron a luchar. Primero, Juanito mató a uno de los diez soldados. Luego Felipe de una estocada aniquiló a otro y de paso le clavó la espada a uno que le venía por detrás y así hasta matar a todos. -
Pan comido - dijo Pedrito feliz. ¡Ahora a por el Caballero Negro! - exclamó Juanito dirigiéndose al salón del trono donde en la puerta había dos centinelas.
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Entonces Pedrito sacó dos puñales, los lanzó y les dio en todo el pecho. Sigilosamente abrieron y cerraron la puerta y vieron que el Caballero Negro estaba sentado en el trono y le rodeaban cuatro grandes y robustos guerreros, como si fueran sus mejores hombres. Entonces el Caballero Negro se levantó y dijo: - Sé que estáis ahí – dijo mirando a las columnas. Al saber que estaban ahí los cuatro guerreros, fueron a por Juanito, Pedrito y Felipe. Los tres salieron del escondite y fueron a pelear. Eran buenos, bloqueaban los ataques y eran hábiles con la espada. Entonces Juanito mató a uno, ahora eran tres contra tres. Luego Pedrito mató a otro, estaba todo sentenciado por parte de los tres y al final mataron a todos. De repente, el Caballero Negro se levantó fue a por Pedrito que se cayó desplomado y herido en el suelo: -
¿Eso es todo lo que sabéis hacer? - preguntó con voz burlona el Caballero Negro.
Entonces se levantaron Felipe y Juanito dirigiéndose hacia el Caballero Negro, por la derecha tenía a Felipe atacándole y por la izquierda a Juanito. -
Eres bueno - admitió Juanito esquivando un ataque del Caballero Negro.
De repente, el Caballero Negro se levantó del suelo y le atravesó la espada por toda la tripa a Felipe. Lleno de ira, Juanito a todo correr fue y vengó la muerte de Felipe. Al final, en Londres montaron un banquete lleno de gente en honor a Juanito. Juanito no estaba de muy buen humor por la muerte de Felipe. Menos mal que Pedrito lo consoló: -
Yo también estoy triste, pero así es la vida de un gran guerrero, lucha pero todos los guerreros mueren por su país al final se puso más contento y se unió a la fiesta.
Unos volvieron al Alcázar de Toledo y otros como Pedrito y Juanito al Castillo de Olite y vivieron muchas más aventuras los dos juntos.
VIVIERON FELICES Y COMIERON PERDICES
Julen Pérez
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LA AVENTURA DE CÉSAR Y GAIA
E
n un lugar llamado Roma nació Julio César. Roma era una
ciudad grande y caótica. En ella vivía mucha gente de todas las condiciones: ciudadanos romanos, esclavos, comerciantes y viajeros de todos los lugares posibles. En Roma vivían personas de muchas razas diferentes, al ser un imperio tan grande gracias a los territorios conquistados. Todas las riquezas conseguidas por las legiones romanas, acababan en Roma, lo que permitía la construcción de todo tipo de monumentos. Julio César era ciudadano romano. Eso le permitía un nivel de vida bueno. Era un joven inteligente, educado y muy guapo. Cuando cumplió 14 años se fue al ejército. Era fuerte como la roca y alto como la torre Eiffel. Cuando estuvo en el ejército, se echó un enemigo al que un accidente con un caballo hizo que sólo tuviera piel en la cara. Un día, César y su compañero Braco fueron a investigar por las bonitas calles de Roma. Vieron a una mujer que estaba en peligro. César fue corriendo a salvarla y le dijo al ladrón : -
¡Deje a esa mujer! ¿O sino qué?- contestó el ladrón.
César puso la mano en su espada brillante de plata y funda de cuero y la saco. El ladrón salió corriendo y dejó a la mujer en paz. César fue corriendo y le dijo: -
¿Estás bien? Sí - le respondió la mujer. ¿Cómo te llamas? - le preguntó César. Gaia - le contestó la mujer. ¿Dónde vives? - preguntó César con curiosidad. En una casa al lado del coliseo – le contestó Gaia.
Gaia impactó a César por su melena morena y sus ojos grises, tenía una cara preciosa que dejó a César atontado. César le dijo a Gaia que quería acompañarla a casa para poder estar más rato con ella. De camino, César y Gaia volvieron a cruzarse con el ladrón, dándose cuenta que no tenía cara y que era su enemigo del ejército. Los dos lucharon cuerpo a cuerpo, César le dio un gran puñetazo que tiró a su enemigo al suelo. Entonces, Gaia se acercó corriendo al lado de César para ver cómo estaba. Cuando ya estaban los dos juntos, pensando que estaban a salvo, su enemigo se levantó y clavó una navaja en la espalda de César y éste cayó al suelo herido. Gaia, llorando, se tiró a su lado para cogerlo en sus brazos y fue cuando César le dijo “te amo” y murió. Gaia triste y desolada, cogió la espada de César y la clavó en su corazón muriendo a su lado.
Hoy, en esa parte de Roma hay una preciosa estatua de los dos amantes: César y Gaia.
FIN Urko Pérez - 29 -
LA CONQUISTA
E
sta historia comienza con dos imperios, el romano y el griego.
Mucho se peleaban hasta que un terror surgió de la nada. Roma era una bonita ciudad, con el famoso Coliseo romano, su anfiteatro, sus termas, sus acueductos … En cambio, en Grecia, vivían en chozas pequeñas, mal hechas, con tejados de paja, paredes de bambú .... Había algunos edificios bonitos como el partenón, los templos en el acrópolis y las casas alrededor del ágora. En una casa de ladrillos y de cemento, en la parte rica de Roma, vivía Maximus Soldadus. Solía llevar un casco tan ancho como una perola, una capa, una toga, una túnica, una paenula y unas sandalias atadas con tiras de cuero hasta las rodillas. Tenía una nariz tan larga como la de Pinocho, unos ojos tan azules como el mar y dos palas (dientes) tan grandes como las de un conejo. Trabajaba en el ejército, preparando estrategias de guerra. Entonces, cuando Maximus Soldadus supo que iba a comenzar una gran batalla y que él y sus amigos iban a participar en ella, se lo contó a todo el mundo y Maximus y sus amigos se prepararon para la guerra. Pero sólo fueron once a la batalla. Lo que no sabían era que iban a luchar contra dos ejércitos: los romanos de Roma y los espartanos de Grecia. Roma y Grecia se habían unido para la guerra contra Maximus Soldadus y su mini ejército, después de que el emperador de Roma, Julio César, le desterrase, matase a tanto soldado griego y les engañase a los Romanos y Griegos. Ellos intentaron crear mejores armas y muchas más cosas, pero ninguna dio resultado. Pensaron y pensaron en estrategias, y al final, se les ocurrió una gran idea. Enviaron a un emisario diciendo que eran unos cobardes y luchasen ya. Se citaron al mediodía en el campo de batalla. Los romanos fueron con todas sus legiones y los griegos con su ejército de espartanos. Mientras tanto, Maximus y cuatro amigos, haciéndose pasar por vendedores de joyas, lograron colarse en los aposentos de César. Al mismo tiempo, el resto del mini ejército se dirigió al palacio de Agamenón, en Grecia, y con el mismo engaño se presentaron ante él. Aprovechando un descuido de César, Maximus sacó su espada y le cortó la cabeza. Y mientras, en Grecia, Cornelius, el otro capitán del mini ejército, sacó su espada, se la clavó en el corazón a Agamenón y al sacarla, el órgano se quedó pinchado en ella. Al anochecer, los dos ejércitos volvieron a sus ciudades y se llevaron una grata sorpresa. Tenían un nuevo líder, Maximus de Roma, que pasó a llamarse Maximus Emperatus y Cornelius de Grecia, que pasó a llamarse Aristóteles I. Y como ambos eran amigos nunca más hubo guerra. Bueno, hasta que llegaron sus descendientes...
Fin Aimar Rascón
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LUCHA DE TITANES
H ace mucho tiempo, en la edad antigua, había
una ciudad gobernada por Julio César: Roma, que era la capital del imperio romano. La sociedad romana se dividía en las siguientes clases: patricios, plebeyos y los esclavos. Roma era una ciudad muy grande y poderosa. En la parte alta de la ciudad, donde vivían las clases nobles, estaban los templos y refugios para las guerras, en cambio, en la parte baja de la ciudad vivían los campesinos, artesanos, esclavos y toda la gente pobre en casas pequeñas y en malas condiciones. Julio César era un gobernador de 49 años que vivía en el palacio más grande de Roma. César era muy bajo y paticorto, tenía el pelo más blanco que la nieve y los pies tan malolientes como el vertedero. En su rostro sobresalía la nariz, tan grande como la de las brujas. Solía vestir con una túnica tan bonita como el vestido de una princesa. A César le gustaba el dinero y las riquezas y no le gustaba escuchar a los demás. Entre esas ciudades y pueblos que atacaban a Roma estaba Atenas, una de las ciudades-estado más importantes de la Antigua Grecia. Atenas, la capital del imperio griego, estaba construida sobre una colina y allí vivía Aquiles. Aquiles era un soldado pobre de 28 años. Aquiles era un hombre tan fuerte como un toro, tan guapo como un modelo y tan alto como los pilares del templo. Aquiles era la persona perfecta e invencible. Solía llevar una armadura muy brillante y muy pesada y unas botas de bronce que junto a su gran espada eran la envidia de los demás soldados. Él era muy majo y obediente, le gustaba luchar y no le gustaba rezar a los dioses. Un día, Grecia quiso atacar Roma. Pero había un problema, Roma era enorme y poderosa, contaba con grandes ejércitos. Vieron que no podían conquistarla. Pero si conquistaron otras ciudades más pequeñas y menos poderosas. Tras cinco años, Grecia era enorme, tenía en sus manos a todo el planeta menos Roma, pero no se dieron cuenta de que no tenían Roma en sus manos. Un día Aquiles dijo: - 31 -
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¡¡¡ Oigan, oigan por favor, no tenemos Roma conquistada !!! Patoso... déjate ya de bromitas y vete - le respondían los ciudadanos.
Aquiles era sabio y sabía que los romanos tramaban algo. Entonces fue hacia el emperador y le dijo: -
Su majestad, tiene que creerme, yo no miento. ¡No tenemos Roma conquistada! ¡Cállate! - le cortó el emperador. Nos va a caer una… - insistió Aquiles. Baaaahhh. Qué nos van a hacer… - dijo el emperador chuleándose. Dejarnos sin riquezas - dijo Aquiles.
El emperador se quedó callado. Tras un minuto dijo arrepintiéndose: -
Tienes toda la razón, no nos podemos arriesgar.
Salió a su balcón y gritó poderosamente: -
¡Ciudadanos, presten atención por favor! Gracias. Debemos prepararnos para luchar contra el imperio romano. ¿¿¡Qué!??- se oía por las calles. Preparemos planes y ataques, tenemos poco tiempo, atacaremos por sorpresa - dijo el emperador - ¡¡¡Viva nuestro imperio!!!
Lo mismo pensaba el astuto César “algún día nos arrasarán los griegos”. Entonces, los dos imperios decidieron por casualidad atacar el mismo día. Llegó el día y los dos imperios iban en camino: los romanos hacia Grecia y los griegos hacia Roma. A mitad de camino se juntaron los dos imperios. Aquiles iba en cabeza del imperio griego. Se pusieron los dos imperios en fila y los romanos sacaron a un guerrero enorme. Aquiles no le tenía miedo y se enfrentó a él. Aquiles fue corriendo hacia él, fingió un salto y le clavó la espada en el corazón y después de matarlo dijo: -
¿Alguno más quiere pelear contra mí? El silencio era absoluto. De repente Aquiles gritó: -
¡¡¡A LA GUERRA!!!
Todos los griegos atacaron a la vez y como eran un millón de personas contra el resto, los griegos se proclamaron vencedores. - 32 -
Mataron a todos los romanos y murieron miles de personas. El emperador griego se sintió muy orgulloso de sus ciudadanos y especialmente de Aquiles. Con lo cual, al tener un ciudadano tan bueno y pensando que gobernaría bien el mundo, el emperador nombró a Aquiles “emperador del mundo”. Al final todos fueron felices y comieron perdices.
FIN Alain Rodríguez
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RAZARO CONTRA LOS PERSAS
En
el año 332 a.C., en Egipto, había una pequeña aldea
gobernada por el malvado faraón persa Darío III, y situada en la orilla del mar Mediterráneo. Era una aldea montañosa con muchas palmeras. Cerca del mar estaban las casitas de los campesinos. A lo alto de una colina, también había una herrería donde se fabricaban las herramientas de los campesinos. En medio de la aldea se situaba el mercado, donde la gente vendía comida, herramientas y materiales por algo que necesitara. Las casas eran blancas y con ventanas pequeñas para evitar el calor. En una de ellas vivía un campesino llamado Razaro. Razaro era muy trabajador, solía llevar unos harapos de colores oscuros y un turbante blanco. Era tan moreno como el chocolate, tan alto como una pirámide y tan fuerte como un tigre. Tenía buena puntería y era el mejor de la aldea con el arco. Le gustaba jugar a los dados y al dominó. Le daban miedo los peces y por eso no le gustaba navegar, pero siempre intentaba vencer sus miedos. No le gustaba trabajar para el faraón y tener que darle la mayor parte de la cosecha porque era campesino. Un día las personas que decían tener un talento especial con espadas, arcos, lanzas... y que estaban en contra del faraón Darío III se reunieron. Acudieron muchos y entre ellos estaba Razaro: -
Propongo hacer un ejército para acabar con los persas - gritó Razaro.
Dos valerosas personas, la guerrera Isifima y el luchador Osiratum estuvieron de acuerdo, pero todas las demás dijeron que era mala idea, una tontería o algún otro comentario de esos. Los tres guerreros, Razaro, Osiratum e Isifima, fueron a un lugar oculto en la playa para maquinar un plan y acabar con los persas. Al cabo de un tiempo, se empezaron a escuchar unos pasos. Razaro asomó la cabeza entre los matorrales. -
Son la guardias persas - dijo Razaro. - ¿Qué hacemos?
Los tres se quedaron paralizados mientras los pasos se acercaban. De repente, Osiratum lanzó una daga a los persas, pero, por desgracia, no apuntó bien y sólo atrajo a los guardias a su escondrijo. Entonces, echaron a correr como en un maratón. No conseguían despistarlos, por suerte se encontraron con un barco abandonado.
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-
¡El barco es nuestra única salida! - dijo cansada Isifima.
De un salto subieron al barco y empezaron a remar. -
Menos mal - dijo Osiratum - casi me muero. ¿Cómo que menos mal? - dijo Razaro enfadado. -¡Casi nos matan por tu culpa! Al menos yo he hecho algo - respondió Osiratum. ¡Silencio!- interrumpió Isifima - Todos tenemos parte de culpa: Razaro y yo nos quedamos de piedra y Osiratum atacó sin avisar ni apuntar. Así que silencio y vamos a seguir con nuestro plan. Tenemos que ir a Grecia para pedir ayuda a Alejandro Magnoexplicó Isifima- que es el mayor guerrero del Mediterráneo.
Pusieron rumbo a Grecia, pero se avecinaba una tormenta. El cielo se volvió gris, las nubes empezaron a amontonarse y en pocos minutos empezó a llover. Cada vez llovía más y más y las olas se hacían más grandes y acabaron destrozando el barco. Los tres empezaron a chapotear, salpicar y gritar, pero nadie les hacía caso. De repente, Osiratum sintió un movimiento entre sus piernas y sin pensarselo, se agarró a una piel escamosa, agarró la mano de Isifima y ella la mano de Razaro. Era un extraño animal que salió del agua y empezó a volar no más alto que las nubes, pero muy alto. Era una gran criatura de unos 50 metros de largo y 5 de alto. Tenía dos alas grandes, una cola puntiaguda y la piel de color verde, era un dragón. -
¡Que me caigo!- gritó Razaro desde la cola del dragón. El dragón lanzó a Razaro con la cola hacia la parte delantera. ¡Esto es super guai!- gritó Isifima. Gracias por salvarnos Atlas - dijo Osiratum. ¿Atlas? - gritaron los dos sorprendidos ¿Conoces al dragón? Sí, lo crié desde que salio del huevo y me ha cogido mucho cariño desde entonces dijo Osiratum - Y ahora… ¡pongamos rumbo a Grecia volando!
En un abrir y cerrar de alas llegaron a Grecia y el dragón les dejó en la orilla del mar junto a la escuela de sabios. Se dirigieron al palacio de Alejandro que no era difícil de encontrar, ya que estaba situado en lo alto de la ciudad y era el edificio más grande. Atravesaron las puertas del palacio y entraron en un jardín lleno de flores. En una esquina, había un jardinero que estaba regando las flores. -
Perdone señor, ¿no sabrá usted dónde se encuentra Alejandro - 35 -
-
Magno? - Le preguntó amablemente Razaro. ¿Alejandro Magno? - contestó - Estará un su trono, detrás de aquella puerta de ahí, pero iros ya, me estáis chafando el aroma de mis flores.
Abrieron la puerta y encontraron a Alejandro Magno sentado en su trono. Le pidieron ayuda porque su pueblo estaba siendo conquistado por los persas. Alejandro Magno les respondió que estaría encantado de ayudarles si demostraban su virtud en los juegos olímpicos ganando al menos una prueba. Dicho eso, se inscribieron en tres pruebas: Arco, jabalina y maratón. Al día siguiente los juegos dieron comienzo. La primera prueba era la de lanzamiento de jabalina y Osiratum se enfrentaba a Poseidonatus y Monus. POSEIDONATUS: 21,89 METROS OSIRATUM: 21,88 METROS MONUS: 10,01 METROS
“¡El ganador es Paseidonatus!” -
¡Jo, qué pena!- se quejó Osiratum.
La segunda ronda era de tiro del arco. Razaro jugaba contra Zeutor y Publius RAZARO: 104.275 PUNTOS ZEUTOR: 104.275 PUNTOS PUBLIUS: 000.000 PUNTOS
“¡Ha habido un empate entre Zuetor y Razaro!” Por último Isifima se las vería con Harestas y Monitas. “Va a empezar la prueba más importante: el maratón. ¿Quién conseguirá la virtud máxima? La carrera acaba de dar comienzo, el público está animando con todas sus fuerzas. Todos lo corredores están dándolo todo, ¡Uuuuhhhh! Monitas se ha tropezado y ahora está llorando en el suelo... y dejando atrás a Monitas y sus heridas, tenemos a Harestas y a Isifima dándolo todo, parece que va a haber un empate.” Pero de repente, a tres metros de la línea de meta, Harestas estornuda y pierde la carrera. -
¡Bieeeeeeeeeeeeeen! - gritó Isifima sin aliento - ¡Alejandro Magno nos ayudará! - 36 -
Fueron a por Alejando Magno y emprendieron el viaje en un barco lujoso y junto a un ejército y tres valerosos guerreros más: Zeutor, Harestas y Poseidonatus (los tres guerreros que se enfrentaron a Razaro, Isifima y Osiratum). Llegaron a Egipto en un momento y fueron a plantarle cara a Darío III. -
¡Ja ja ja ja ja ja ja ja! - se reía Darío - ¡Guerreros, atacad!
De dos puertas del templo salieron miles de guerreros y todos empezaron a luchar. -
¡Son demasiados! - dijo Razaro. ¡No podremos con ellos! - gritó Alejandro.
Entonces algo rompió la pared del templo. Era el dragón Atlas que empezó a chamuscar a todos hasta que se abrasó a sí mismo. Las llamas alcanzaron a todo el ejército persa pero también a los tres valerosos guerreros egipcios que murieron en la batalla. Desde ese día los nombres de aquellos guerreros se recordaron como dioses: Ra, Isis y Osiris. Alejandro Magno que salió vivo de la batalla, aprovechó para nombrase faraón egipcio, pero eso ya es otra historia.
Mikel Rodríguez
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LA HISTORIA DE HEDELÍN
H
abía una vez, una chica llamada Hedelín de 36
años. Era esclava. Se había criado en una familia con cocodrilos como mascotas. Tenía la cara morena, en la cual destacaban sus ojos y sus dientes blancos y relucientes. Era bella, le gustaban los hombres humildes y no los que se creían los mejores. Vestía mal, pero solía ir a lavarse al río cercano de su casa, el Nilo. No era muy útil para los trabajos de la casa, pero sus dueños la aceptaban. Vivía en un pueblo de Egipto llamado Dahab. Era pequeño, tenía unos 100 habitantes, casas bastante pequeñas y un templo en el que vivía el faraón. El faraón tenía un amigo llamado Ramís, y el estaba enamorado de Hedelín y quería presentarle al faraón a la bella Hedelín para que la liberase. Y así lo hizo. Una mañana se levantó temprano para ir a recoger a Hedelín. La chica se lavó y se preparó con sus ropas más bonitas para ir a ver al faraón. Cuando llegó, el faraón la miró con mala cara y exclamó:
– ¡Llévensela, sólo es una esclava inútil que quiere lo imposible, ser libre! Hedelín se echó a llorar y Ramís la consoló. Entonces el faraón se enterneció, le dió una oportunidad y le preparó tres pruebas para conseguirlo: la primera fue lavar los platos ensuciados al máximo en quince minutos, la segunda era dar de comer a la mascota del faraón llamada Tuctuc y era un temible cocodrilo, y la tercera y última, era dar diez vueltas corriendo al templo que tenía 10 kilómetos en total.
– Esas serán las tres pruebas que tendrás que realizar - dijo el faraón. – ¡Ánimo Hedelín, tú puedes! Hedelín empezó con la primera. Le salió de perlas, pero le faltaron 2 platos por limpiar. La segunda la hizo sin problemas, pues se había criado en una familia con cocodrilos. Pero la tercera no la pudo completar. Estaba muy cansada. El faraón no le dejo ser libre y Hedelín volvió a llorar:
– ¡No sirvo para nada! ¡Soy una simple esclava inútil! - exclamó ella llorando. En cuanto Hedelín se calmó, empezó a correr de la mano de Ramís. Se refugiaron en una casa abandonada del pueblo de al lado. El faraón les seguía, pero lo despistaron. Entonces, el faraón llamó a todos sus guardias para atraparlos y todos fueron a rodear la casa, y en cuanto se despistaron
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un segundo, Ramís y Hedelín salieron corriendo y embarcaron en un gran barco de ganado que salía en esos instantes hacia Jordania. Por delante les quedaba una jornada de viaje. Se escondieron entre el ganado, en la bodega, y cuando llegaron al puerto, lograron salir sin que nadie los viera. Era un gran pueblo, recorrieron sus calles y llegaron a un alegre mercado donde vendían todo tipo de cosas. Hedelín provenía de un pueblo pequeño en el que los mercados eran cuatro puestos. Iba con los ojos bien abiertos puesto que el mercado era enorme. Vendían telas, todo tipo de especias, utensilios, hermosas joyas, sedas, frutas… También había un gran puesto de alfombras de un mercader sirio. Él también tuvo que huir de su país por motivos de trabajo. Hedelín se quedó asombrada y empezó a charlar con él: – Hola, somos de Dahab, Egipto, me encantan tus alfombras, son muy bonitas.
– Buenas, yo soy de Siria, tuve que huir de mi país por motivos de trabajo. Hace unos meses perdí a mi hijo que me ayudaba con el negocio. ¿Queréis ayudarme vosotros? - Les preguntó el vendedor.
– ¡Sí!- exclamaron. Y el sirio los invitó a cenar a su casa. Les ofreció una gran cena, hacía mucho que no comían así de bien y mientras tanto le contaron su historia:
– Yo me llamo Hedelín y este es mi amigo Ramís. Venimos de un pueblo de Egipto llamado Dahab, muy pequeño. El faraón nos perseguía, pero embarcamos en un barco de ganado y él se quedó en tierra. Hemos pasado mucho hambre y te agradecemos esta gran cena y el trabajo. Has sido muy amable con nosotros.
– No pasa nada, gracias a vosotros podré sacar mi trabajo adelante - les respondió él orgulloso. A la mañana siguiente, fueron todos al mercado a trabajar en el puesto. Después de unos días consiguieron bastante dinero y una nueva vida. Así vivieron felices y se compraron una casa al lado del río. Su vida transcurrió en paz y el río de al lado de su casa les recordaba mucho al Nilo. Siempre pensaban que volverían algún día a Egipto.
Nahia Sanz
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¡MENUDO VIAJE EN EL TIEMPO!
H ace un año en Santander, en una zona costera, me ocurrió
una cosa impresionante que nunca olvidaré…
Soy Sara y tengo doce años, vivo en Santander pero nací en Pamplona. Me gusta jugar a baloncesto y aprender cosas nuevas. Soy una de las pocas chicas de mi clase a las que les encanta aprender cosas sobre la prehistoria y bailar a lo profesional, pero detesto perderme en los sitios y que la gente no me haga caso. Bueno, un día estaba en las cuevas de Altamira, cuando de repente toqué una pintura prehistórica y no sé cómo pasó pero fue como aparecer en otra cueva, Muchos de los dibujos prehistóricos no estaban ya pero en cierto modo parecía ser la misma. Entonces salí de la cueva y... ¡ESTABA EN EL NEOLÍTICO! Era un paisaje montañoso con un enorme lago y muchas flores, donde había mucha gente con pieles, otros con animales y otros estaban cultivando. Entonces fue cuando vi a mis padres también vestidos con pieles y supe que tenía que sacarnos de ahí. Pero tocando otra vez la misma pintura no funcionó, así que no sabía qué podía hacer y unos niños se me acercaron. La chica me dijo: – Hola soy Mansa y este es mi hermano Bulum. ¿Tú quién eres? – Yooo s...soy Sara y necesito que me ayudéis dije. – Qué raro, nunca te hemos visto por aquí, pero bueno, da igual. ¿Qué quieres? - dijo Bulum impresionado. Entonces les conté todo lo ocurrido y me llevaron a la casa del sabio donde me dijo: – Necesitas el amuleto mágico de piedra que está en un bosque, detrás de aquellas montañas, en una cueva escondida bajo una hoguera - dijo señalando dos enormes montañas llenas de flores. Por un momento, pensé que sería imposible, pero sé que nada es imposible en este mundo.
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Después de tanto andar llegamos a la hoguera, la apagamos y bajamos a la cueva oscura y fría. Bulum se adelantó y nosotras (Mansa y yo) nos quedamos quietas. Entonces Bulum volvió corriendo hacia nosotras con el amuleto en su mano y volvimos rápidamente al poblado. Una vez allí, pude volver a casa con mis padres y contárselo todo a mis amigas y a la nueva chica, María, y también a su hermano, Bruno, que son idénticos a Mansa y a Bulum. Creo que son ellos pero en la actualidad.
¡ FIN ! Arantzazu Saralegui
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¿REINA DE EGIPTO O REINA DE ROMA?
H
ace mucho tiempo, en Alejandría (Egipto), en el año 69 a.C., nació
una preciosa niña llamada Cleopatra. Cleopatra vivía en Alejandría porque los faraones vivían allí y ella era hija de los faraones. Vivían en un precioso palacio a las orillas del río Nilo. Allí es donde empezaba Alejandría. En frente, a la izquierda y a la derecha del palacio, estaban los dos templos donde vivía el clero. Cerca de los templos estaba la plaza donde se hacían espectáculos, el mercado, etc. Seguidamente, estaban las casas de los comerciantes y mercaderes, después las de los artesanos. Al lado de las de los artesanos, estaban las de los campesinos. Después las de los esclavos, y a las afueras los campos de cultivo. En esos tiempos, los faraones eran los que mejor vivían, tres cuartos de lo cultivado en todas las tierras era de ellos, muchos esclavos trabajaban en el Palacio para servirles y otros haciendo obras (palacios o templos para ellos, esculturas, pirámides, etc.). Los faraones prácticamente no hacían nada más que vivir lujosamente y mandar. Para manejar su imperio, tenían a la clase Sacerdotal. El más importante era un sacerdote llamado Issa. Cleopatra tenía dos hermanas que junto a ella eran trillizas. Las dos hermanas se llamaban Isis y Nefertiti. Cleopatra era la más bella y mandona de las tres, pero tenía muy buen corazón. Tenía el pelo tan negro como la oscuridad, los ojos tan azules como las aguas de Grecia y los labios tan rojos como las fresas. Su nariz era larga y un poco puntiaguda. Nefertiti era la segunda más bella pero no era nada mandona y era muy presumida. En cambio, Isis era una chica guapa y aventurera. Pasaron ocho años y Cleopatra se dio un golpe muy fuerte en la cabeza y no recordaba nada de su infancia. Sus hermanas se fueron con la abuela a vivir para siempre y Cleopatra se olvidó de ellas. Cuando Cleopatra cumplió 20 años, el emperador romano Julio César se enamoró de ella y se quedó a vivir en el palacio. Planearon la boda y César invitó a su hermano Augustus. También llegaron invitados de otras partes del Imperio, como Isis y Nefertiti para la boda. Los comerciantes trajeron alimentos de países lejanos y se hicieron ofrendas a los dioses en todos los templos de Egipto. El día de la boda, Cleopatra conoció a Augustus y se hicieron muy amigos. A Cleopatra le empezó a gustar
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la aventura y se hizo aventurera. Antes de la ceremonia los dos huyeron para visitar medio mundo y entrar en acción. César se enfadó mucho y mandó a sus soldados para atraparlos: -
¡Corred detrás de ellos y atrapadlos, no quiero que huyan!
Consiguieron esconderse dentro de una pirámide: -
¡Uf! Nos hemos librado de él. Si no hubiésemos entrado aquí, estaríamos muertos - dijo Cleopatra.
Y César, que estaba muy celoso, cerró todas las entradas de la pirámide y los dos ahí se quedaron. -
¡Oh no! ¡Nos han cerrado las salidas, no vamos a poder salir de aquí! ¿Qué vamos a hacer? - dijo Augustus. Tranquilo, yo sé por dónde salir - dijo Cleopatra, sacando una llave mágica que abría todas las puertas secretas de las pirámides. - Me la dio mi padre cuando era pequeña.
Consiguieron salir por una puerta secreta, aunque les costó. Pero César, como vio que Isis y Nefertiti eran iguales que Cleopatra, a una la dejó en Egipto y a la otra se la llevó a Roma. -
¡Tú, Isis te quedarás aquí reinando. Y tú Nefertiti te vendrás conmigo! - dijo César mientras gritaba. ¡No! ¿Dónde está Cleopatra? - dijo Nefertiti gritando. ¡No nos iremos de aquí sin saber dónde está Cleopatra! - dijo Isis gritando.
Así, César conseguía que algunos creyeran que Cleopatra estaba en Egipto y otros que estaba en Roma, pero no era ninguna de las dos. De esta manera llegó a ser el GRAN EMPERADOR de los dos reinos. Al final Cleopatra se unió con Augustus para ser militar (que en aquellos tiempos estaba prohibido) “PERO COMO ERA LA REINA DE EGIPTO” le dejaron. Y no llegó a ser ni Reina de Egipto, ni Reina de Roma, sino una GRAN LUCHADORA del ejército de Augustus.
Ainhoa Satrustegui - 43 -
AVENTURA POR TEBAS
É rase una vez, una mujer llamada Khepri Sadat que tenía 27 años. Khepri trabajaba de sirvienta para el faraón y nació en la gran ciudad llamada Tebas. Khepri iba a visitar a su hermana, ya que estaba enferma y el padre había muerto hacía poco tiempo. Era delgada, los brazos y las piernas proporcionadas y era alta. La cara la tenía redonda y los labios tan rojos como las cerezas. De ropa, solía llevar un vestido tan blanco como las perlas y muy largo. El vestido lo llevaba con un broche tan dorado como un trofeo de oro. Khepri era amable y te hacía reír cuando estabas triste. A ella le gustaban mucho los animales y lo que no soportaba era ver a gente discutiendo entre sí. En aquella época, Tebas era una ciudad muy grande donde había una gran plaza con un palacio, un templo y un mercado. Khepri tenía una casa bastante pequeña y vieja, pero de normal dormía y comía en el gran palacio del faraón. Tebas me produce tristeza, ya que en la época en la que vivía Khepri había muchos esclavos que no eran libres y tenían que obedecer todas las órdenes que les daba su señor. El clima era cálido, por Tebas pasaba el río Nilo y desde la colina podías ver todas las casas. Una tarde de verano, Khepri fue a visitar a su hermana, pero cuando ella llegó, su hermana había desaparecido y estaba todo tirado por el suelo. Khepri se volvió loca buscando a su hermana pero no la encontró. Llamó a los guardias, al faraón, a los vecinos... pero nada, nadie había visto nada. Pasaron los días y Khepri estaba más y más preocupada, así que un día decidió buscar a su hermana por su cuenta. Un miércoles por la mañana, recibió una carta de los secuestradores que le ofrecían un trato y era que si le daban 200 monedas de oro, no matarían a su hermana. -
¿De dónde voy a sacar todo ese dinero? - dijo Khepri - ¡Ya sé! Se lo robaré al faraón sin que se entere, claro está.
Al día siguiente, nada más despertarse, fue a la habitación del faraón, al baúl donde estaban las monedas y en un pequeño saco metió las 200 monedas de oro para salvar a su hermana y quedó con los secuestradores en el mercado. El mercado era muy viejo, amplio y con muchos puestos a los lados, pero a esa hora estaban cerrados y no había apenas gente. Les dio las monedas de oro a cambio de su hermana. Pero el faraón se enteró de que Khepri le había robado, entonces, corriendo con sus soldados, fueron por el mercado intentando encontrarlos y de repente… se encontraron con los secuestradores -
¡Alto a la guardia del faraón! - dijo un guardia. Los secuestradores intentaron escapar pero los guardias los - 44 -
cogieron. También les quitaron el saco donde estaba el oro y se lo devolvieron al faraón. El faraón ordenó a los soldados que cogiesen a Khepri y que la llevasen al palacio. Khepri estaba muerta de miedo, pensando que la castigarían o algo peor por lo hecho. Nada más llegar al palacio del faraón, entraron a la habitación del faraón y cerraron las puertas. El faraón se le acercó y le dijo enfadado: -
¡¡La próxima vez que me robes el dinero, tendrás tus consecuencias y te digo yo que no serán buenas!! Esta vez quedas perdonada.
Khepri fue con su hermana para ver si estaba bien o si le habían hecho algún daño. En cuanto a los secuestradores, los metieron al calabozo el resto de sus vidas. La hermana de Khepri se curó de su enfermedad. Fueron pasando los años y Khepri estuvo junto a su hermana pasándoselo muy bien, hasta que un día conocieron a unos gemelos que se convirtieron en mejores amigos y algo más que mejores amigos...
Fin
Dafne Velasco
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EGIPCIOS CONTRA LOS ÁRABES
É rase una vez un pueblo egipcio llamado El Cairo. Había dos faraones llamados Ramsés II y Tutankamón. Ramsés era el mayor, con 25 años y también el más sabio del Cairo. Además de ser el mayor y el más sabio, era considerado mala persona. Tutankamon era altísimo, muy delgado y tenía 14 años. Era conocido como “Tutancamón el justo”. Un día, los árabes vinieron a Egipto a conquistar sus riquezas. El mensajero de los faraones les dijo nervioso: -
Los árabes han venido a conquistarnos. No puede ser. Preparad a los guerreros. Sí señor.
Así, cuarenta mil guerreros se enfrentaron en una mortal batalla. Los egipcios, después de tanto sufrimiento, acabaron ganando la gran batalla pero por desgracia, un árabe se hizo pasar por egipcio y mató a los dos faraones durante la noche siguiente. Cuando los egipcios se enteraron de lo ocurrido, mataron al árabe. Pero no había acabado la lucha, ya que quedaba el rey árabe que se escondía en las pirámides para sorprender a todos los egipcios. La primera víctima fue un niño de cinco años que acabó muerto ante el rey árabe. Pero el hijo de Ramsés, Simentu, que estaba deseando matar al rey árabe, sabía dónde estaba y marchó con sus noventa y nueve hermanos y hermanas a las pirámides y mataron al rey árabe. Finalmente, coronaron a Simentu como nuevo faraón de Egipto y ordenó construir el Templo de Abu Simbel en Nubia para enterrar a sus padres.
FIN Aimar Zabala
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LA AVENTURA DE ANAT
H abía una vez en Egipto una reina llamada Anat. Anat era una mujer de veintiséis años, no trabajaba y vivía en Egipto. Su cara era redonda y tan blanca como la nieve, sus ojos eran tan verdes como la hierba en primavera y sus labios tan rojos como las fresas. A Anat le encantaba llevar vestidos largos y su corona en su pelo tan amarillo como las amapolas. Le encantaba viajar y también le gustaba que su pueblo fuese feliz. Anat vivía al lado del río Nilo. Detrás de su pirámide había chabolas enanas, unos árboles preciosos y un desierto tan amarillo como el sol. Su pueblecillo al lado del río Nilo era muy caluroso. Un día, Anat se casó con un hombre honrado pero a los meses fue asesinado. Anat se volvió a casar con un hombre romano llamado Aurelio. Aurelio tenía cincuenta y seis años, era un guerrero. Cuando viajó a Egipto, se quedó con Anat. Aurelio tenía una cintura ancha, su cara era cuadrada, sus ojos eran tan azules como el mar y su pelo era tan blanco como la nieve. Aurelio era una persona malhumorada, con un corazón de acero. Lo único que le gustaba era matar a la gente. Cuando llegó Aurelio, Egipto cambió demasiado, todos los ciudadanos pobres se volvieron esclavos. Aurelio sólo fue para tener una pirámide más, no le importaba lo que hiciese Anat. Anat se levantaba todos los días a las 7:30 para investigar el asesinato de su primer marido. Un día, fue a visitar su pueblo y vio como estaba sufriendo: -
¡Por favor! Suelta a nuestro pueblo y deja que sea feliz - le dijo Anat suplicándole de rodillas a su marido. No, nuestro pueblo es muy feliz tal y como está - dijo Aurelio con su risa de demonio.
Anat volvió a visitar su pueblo, conoció a un chico llamado Abasi. Abasi era un hombre de 26 años, un esclavo. Abasi tenía unas piernas tan largas como una jirafa, su cara era redonda, sus ojos eran tan marrones como las castañas y sus labios eran tan rojos como la sangre. Abasi solía vestir con ropa vieja, pero todos los días iba a lavarse al río Nilo. Abasi era un hombre de muy buen corazón, le encantaba viajar y no le gustaba su nuevo rey. -
Hola. ¿Cómo te llamas? - le preguntó Anat extrañada. Yo me llamo Abasi - le dijo el esclavo. ¿Tú quién eres? - le preguntó Anat. Yo un simple esclavo que no sirve para nada ¿y tú quién eres? - le preguntó el esclavo. Yo la reina Anat, siento por lo que estáis pasando, es culpa de ese marido que tengo, Aurelio - dijo Anat llorando. Abasi y Anat quedaban todos los días en la orilla del río Nilo. Anat dejó de - 47 -
investigar el caso de su primer marido ya que no le importaba. Anat y Abasi se convirtieron en algo más que amigos y un día Anat decidió contarle todo a Aurelio: -
Hola Aurelio, te tengo que contar unas cosas. ¿Qué tipo de cosas? - preguntó Aurelio. He conocido a un hombre llamado Abasi, me gusta mucho y he decidido separarme de ti - le dijo Anat, ¡No, te lo prohibo! - dijo Aurelio. Ya me he enterado que sólo te has casado conmigo para tener una pirámide de más... y una cosa más, no tienes que decirme qué tengo que hacer. Aunque te hayas casado conmigo yo sigo siendo la reina. FIN
Paula Zalba
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