POR MATÍAS CLARO Y FRANCISCO GALLEGOS
H
ay muchos que todavía no se explican cómo Egon Álvarez (Puerto Montt, 1979) se convirtió en escritor. Luego de salir del liceo –donde prácticamente no leía nada-, estudió y se graduó en tecnología médica que, dicho sea de paso, poco y nada pareciera tener que ver con el mundo de las letras. Como le faltaba plata, no se hizo de rogar y trabajó en una zapatería y en patología de salmones. Por eso, a varios les pareció extraño que no le tuviera temor a enfrentarse a una hoja en blanco, de un día para otro. Y que, aún más, fuera reconocido en los concursos más importantes del país –como el Paula, en 2006, o el Teresa Hamel, en 2008- por sus relatos.
médico-, Nikolái Gógol y Leonidas Andréiev. En un principio, no supo descifrar el por qué de su debilidad por la literatura de esa región. Lo descubrió en el olor. Los cuentos y las novelas rusas olían a frío. Olían a Puerto Montt; olían al sur de Chile. En especial, Gógol olía a las historias que escuchó de sus abuelos, mientras calentaban sus cuerpos rodeando una cocina a leña. Álvarez, que había dejado Puerto Montt y Valdivia, y por cuestiones laborales debió trasladarse a Santiago, recordó el sur y a sus habitantes de una manera particular. Comenzó a incorporar, en su escritura, retazos de lo que les oyó decir alguna vez a sus “ancestros”: la oralidad, esos extraños relatos que hablaban de brujos y eventos ajenos al mundo físico. Pero las cubrió de una realidad auténtica que sólo podían ser construidas por él. Una realidad nueva que pertenece y que, a la vez, no es de este mundo. Así nació El show de los incompletos (Contracorriente Ediciones, 2011). Y, aunque viviendo lejos de los barrios en los que caminó y escuchó esas historias, no se puede entender sin la oralidad por qué Egon Álvarez se convirtió en escritor. Gracias a ello, podemos, esta vez, conversar con él.
Pero hay algo que viene y va en la vida de Álvarez. Algo que está más arraigado en él, incluso, que el lenguaje escrito. Aunque lo descubrió a través de los libros. Como tal vez las clases en la Universidad Austral, en Valdivia, se hacían algo tediosas, decidió seguir el consejo de un amigo y leer El hobbit, de J. R. R. Tolkien. De ahí no paró más. Se devoró cuanto libro pudo de la biblioteca. Sus predilectos eran los rusos, principalmente 1 Antón Chéjov –escritor y también 1
“E
ÁLVAREZ, EL LECTOR
n las historias del sur de Chile, esta permanente ‘nube oscura’ que hay sobre todo lo que tú podrías hacer y su significado maligno que tiene del futuro, todo eso fue parte de mi infancia”.
- ¿Cómo fue tu acercamiento al mundo de las historias? - Yo creo que son las historias que se tejen en torno a los orígenes, de donde vienen mis papás; todo un cuento, digamos, de historias sobrenaturales, de este persistente mal augurio dentro de todo lo que tú haces. De hecho, hay un escritor, Roberto Cárdenas, que recolecta muchos datos de historia local: tiene todo un compilado, un glosario, de sueños, de interpretaciones que se dan en la isla de Chiloé y alrededores. Entonces esta permanente “nube oscura” que hay sobre todo lo que tú podrías hacer y su significado maligno que tiene del futuro, todo eso fue parte de mi infancia. Teniendo ese background es imposible no apuntar a algo. En ese sentido, con mis dos abuelos hay una contraparte, porque mi abuelo materno era el de las historias macabras, de las historias donde él no era, precisamente, el protagonista, el jovencito de la película: era un antihéroe. En cambio mi otro abuelo, el que vivía en la isla, todas sus historias eran muy de moraleja. Él te contaba la historia de los hermanos que se peleaban y el papá los llamaba… cosas que dejaban una enseñanza, que sé yo, de que te portaras bien. Entonces, como te decía, tenía todo ese imaginario detrás y la lectura fue el chispero del asunto. Faltaba eso para completarme como escritor.
ra cuando estaba en la universidad, cuando estudiaba con un compañero de curso y me empezó a pasar libros de (John Ronald Reuel) Tolkien. El primero que me pasó fue El hobbit y ese libro, en sí, es un viaje. Ese fue el punto de partida para encontrarme con la escritura porque, después de eso, me di cuenta que este ejercicio de leer me era muy satisfactorio y empecé a frecuentar la biblioteca en la universidad, la parte donde había otras literaturas -literatura rusa, literatura norteamericana-. Entonces, empecé a pedir libros de lo que me tincaba. Lo primero que empecé a leer fueron compilados. Ahí conocí a (Antón) Chéjov, a (Nikolái) Gógol, Mark Twain, que en un principio fueron mis puntales. De ahí en adelante fue leer lo que ellos habían leído y, con eso, ya empecé a abrir muchas puertas. Pero te diría que, en un principio, fueron Chéjov y Gógol los primeros autores que me deslumbraron mucho. Pero claramente al empezar a leer por mi cuenta, de inmediato fueron cosas similares a las que había escuchado las que me sorprendían.
- ¿Cómo fue tu encuentro con la literatura? - Recuerdo que cuando chico en mi casa no había muchos libros, pero los que me daban en el colegio y los que habían por ahí igual los leía. Hubo una especie de quiebre con la lectura, en mi caso, cuando entré a la enseñanza media. Tiene que ver con que fue una mezcla entre la edad del pavo y quizás malos profesores. En realidad, yo me vine a reencontrar con la lectu-
- ¿Qué libro te marcó de manera decisiva? - Huckleberry Finn (Mark Twain) siempre fue un libro que me gustó mucho. Yo no lo leí en el colegio, me lo leí cuando ya era grande, cuando tenía veinticinco años. Me lo regaló un amigo. Y claro, es
2
2
como una road movie, una “balsa movie” por así decirlo. Hay otro escritor norteamericano que me gusta harto, que es Cormac McCarthy. Tiene una novela que se llama Suttree. Siempre me he imaginado que el personaje de Suttree es lo que le pasó a Huckleberry Finn cuando creció y se decepcionó del mundo. Porque la novela Sutree se trata de un tipo que lo abandona todo; tenía una familia y se vuelve un vagabundo. Siempre me pasa, siempre relaciono esos dos libros y siempre lo imagino así: lo que le pasó a Huckleberry Finn cuando creció.
está viviendo acá, que se llama Juana Inés Casas. El tiempo de los peces me gustó mucho. No es una línea de escritura que yo practique, pero dentro de todo el vértigo que muchos quieren hacer, esa pausa fue muy necesaria cuando lo leí. - ¿Ha influido, en tu forma de ver la literatura, el hecho de que provengas del sur de Chile? - Claro, de hecho hace poco recomendé un libro de Leonidas Andréyev por lo mismo, porque hay un cuento que al leerlo te da frío. Entonces en un otoño tan poco exitoso, con tanto calor, igual es bien refrescante leer algo así. Ahora que me lo mencionas, hay otro escritor que me provoca lo mismo, Peter Stamm. Es un escritor centroeuropeo que es lo mismo, tiene locaciones en Noruega, pero al norte de Noruega, y con una cosa fría en su relato. Claramente, eso es una evocación del lugar de donde soy, de Puerto Montt y de todo lo que yo veía, lo que sentía. Aparte que mi familia tiene mucho que ver con las zonas rurales e insulares de la zona. Mi mamá tiene familia en las islas que están en el seno de Reloncaví y eso es otro sur, incluso otro sur anexo a Chiloé. Es un mundo muy propio, incluso con figuras mitológicas muy particulares de ese lugar. También yo crecí escuchando mucho de esas historias.
- ¿Cuáles han sido tus últimas lecturas? - Lo último que leí, que me gustó harto, fue (Leonardo) Sanhueza, con su libro Colonos. Es un rollo de la inmigración, pero él se centra en la zona de la Araucanía. El libro es una poesía, una prosa poética, bien interesante. Me dejó impactado lo que leí. Hay una chica que es argentina, pero
“M
i familia tiene mucho que ver con las zonas rurales e insulares de la zona. Mi mamá tiene familia en las islas que están en el seno de Reloncaví y eso es otro sur, incluso otro sur anexo a Chiloé. Es un mundo muy propio, incluso con figuras mitológicas muy particulares de ese lugar. También yo crecí escuchando mucho de esas historias”.
ÁLVAREZ, EL ESCRITOR - ¿Recuerdas el momento en que comenzaste a escribir? - Claro, fue cuando empecé a leer mucho más, después de los rusos y todas esas cosas, y me planteé la posibilidad de que yo podría hacer esto. Justo tenía una libreta en blanco por ahí y empecé a escribir a mano. El primer cuento que escribí, me acuerdo, se trataba de un tipo que llegaba a un monasterio y en la noche los santitos empezaban a caminar por el pasillo. Ese
3
3
fue el primer cuento que escribí. Igual no era muy bueno, pero la idea me gustaba.
chico que se quiere hacerse una cirugía plástica pero no puede. Los papás se mueren y él decide hacérsela, pero no puede porque tiene hemofilia. Y él descubre que esa hemofilia la hereda de su papá, es la herencia de una enfermedad que le prohíbe cortarse o sangrar. Entonces, en esa
- ¿Buscas parecerte a algún escritor cuando escribes? - Yo creo que son momentos. Por ejemplo, me pasa cuando me rayo con algo que estoy leyendo. En algún momento, me rayé mucho con (Kurt) Vonnegut y, con quererlo o sin quererlo, adopté esa impostura, el tono, las cosas que escribía, pero ya después se me pasó. El año pasado me pasó con Aleksandar Hemon, me gustó mucho y también empecé a tratar de parecerme consciente e inconscientemente, pero después como que se me pasó. Ahora no sé con cuál más me pasará, hasta el momento no estoy rayando con ninguno, pero sí me pasa eso. En mi caso es una cosa medio oscilante, tengo temporadas.
“S
iempre está presente el recuerdo. Siempre que me siento a escribir, me siento con un mapa al lado y pienso en los lugares, en las carreteras. Me acuerdo mucho de los lugares por donde andaba” .
- ¿Con qué se encuentra el lector de El show de los incompletos?
historia, él va buscando en todos sus ancestros al culpable número uno de esa herencia. Esto es muy influenciado por las cuestiones que yo escuchaba de niño y deben haber otros más. Siempre está presente el recuerdo. Yo, siempre que me siento a escribir, lo hago con un mapa al lado y pienso en los lugares, en las carreteras; me acuerdo mucho de los lugares por donde andaba. Pero cuando me vine a Santiago tuvo que pasar un tiempo para empezar a mirar para atrás y decir “bueno, el lugar de donde vengo igual me va a pesar siempre, siempre va a estar ahí”. En ese sentido, en la escritura siempre fue bien progresivo el buscar el sur, porque al principio, cuando llegué a Santiago, empecé escribiendo cosas, no sé si urbanas, pero sí quizás un poco fantásticas, pero no con un sitio en particular. Ahora ya estoy netamente recorriendo las calles que recorría de niño o los lugares a los que me llevaban.
- En realidad, el libro es un compilado de cuentos que he hecho desde el 2006 hasta el 2010, aproximadamente. Yo iba a ponerle al libro “El día del juicio final y otros cuentos”, porque “El día del juicio final” es uno de los cuentos que está adentro, pero Ignacio Fritz me recomendó ponerle El show de los incompletos y tenía toda la razón del mundo. Me dijo que va más acorde con la línea del libro esta sensación de “incompletitud”, por así decirlo, de los personajes, que todos buscan algo, a todos les falta algo y entonces se sienten, incluso, un poco abusados. Fue un gran consejo, un gran aporte el de Ignacio al sugerirme cambiar el nombre del libro. - ¿Crees que la oralidad, propia del sur de Chile, ha influido en tu escritura? - Yo creo que sí. El primer cuento es una cruza entre mis vivencias personales de una vez que trabajé en una zapatería. Se llama “Los alumnos más brutos son los que mueren” y, entremedio, me tomo una licencia y cuento una historia aparte de un 4
- ¿Dónde crees que se “hace” el escritor? - Si tú me preguntas en mi caso, yo me hice 4
hice cuando niño, cuando joven. Sin toda esa experiencia que tuve, sin todas esas cosas que escuché, incluso todas las travesuras, la casi delincuencia que cometí: sin esas cosas es imposible que se me hubiese ocurrido escribir lo que yo escribo. No concibo, sin ese pasado en todos sus as-
pectos, no estar escribiendo ahora. Por supuesto que la lectura es algo que te agiliza al momento de encontrar un estilo, encontrar algo que en un principio tú podrías hacer como de impostura, incluso. Pero finalmente, cuando tienes que empezar a fabular o inventar historias, en mi caso, están todas esas cosas, las estupideces, todos esos actos vandálicos que uno hacía sin pensar, o las cosas tiernas también.
“S
in toda esa experiencia que tuve, sin todas esas cosas que escuché, incluso todas las travesuras, la casi delincuencia que cometí: sin esas cosas es imposible que se me hubiese ocurrido escribir lo que yo escribo. No concibo, sin ese pasado en todos sus aspectos, no estar escribiendo ahora”.
- ¿Por qué para ti es importante seguir escribiendo? - No sé, yo pienso que desde el momento en que empecé a hacerlo y que empecé a tomar en serio lo de la escritura fue como que acoplé otra extremidad más a mi cuerpo. Y que tengo que ejercitarla porque me gusta como se ve, y supongo que si dejo de ejercitarla se va a atrofiar. Pero me gusta sentirla así, como que esté muy en rodaje. Podría decirse que es como levantar pesas para una persona que le gusta verse bien. Y también me implica un desafío.
5
5
© Todos los derechos reservados Diseño de formato Docuseco: Francisco Gallegos Celis