Fabián Casas

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POR MATÍAS CLARO Y FRANCISCO GALLEGOS

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odo lector, por lo menos una vez, se ha preguntado “¿habrá sido cierto?, ¿será verdad lo que leí?”. Entonces uno averigua del autor –de su vida– para buscar cuánto de veracidad hay en la historia que nos cautivó. Y aunque las experiencias que tuvo el escritor marcan sus textos, casi siempre la ficción es la que manda.

Conversar con él es, en alguna medida, como leer sus libros. Lo que habla y escribe es lo que siente y lo que le pasa. “Yo no tengo imaginación”, nos dijo en otro momento. No hay poses ni dobleces en Casas: lo que uno lee es la verdad.

No es el caso de Fabián Casas (Buenos Aires, 1965). Su obra y vida tienen una estrecha relación; lo que para nosotros –sus lectores– es una suerte. Casas escribe de lo que le interesa: boxeo, karate, rock & roll, su perra Rita. No le importa lo que piensa la “academia”. Por ejemplo, le gusta Serrat –y ha escrito del catalán– porque a su mamá le gustaba, y le da lo mismo lo que digan sus muchos amigos críticos de rock.

CASAS, EL LECTOR - En tu casa, ¿se leía? - Mi papá leía, pero era un lector intenso de diarios y revistas. Esporádicamente leía libros. En esa época, cuando yo era niño, tenía un montón de libros en una biblioteca grande. Él decía que iba a ser para mí, cuando me gustara leer, cuando pudiera empezar a leer. Los recuerdos de chico que tengo es estar creciendo, parado y viendo cómo me iba acercando más a los estantes de la biblioteca. Ésa era la forma de medirme.

Casas ha dicho que, a veces, escucha una “musiquita” en el oído y con eso se pone a escribir. Puede ser un poema o prosa. Así nació “Tuca”, su primer libro de poesía (1990), también “Ocio”, una novela breve (2000), y “Ensayos bonsai” (2007), entre otros. Lo importante es que sea “honesto y auténtico” –como nos contó en la entrevista–, “no quiero escribir sobre lo que se ‘tiene’ que leer o lo que es cool”. 1

Lo primero que empecé a leer fueron cómics. Había una editorial que se llamaba Novaro –no sé si sigue saliendo en México, que era la que enviaba todas las revistas de superhéroes a Buenos Aires-. Tengo un recuerdo muy vívido de no sa1


ber leer todavía, pero tener una “Batman”, donde Batman aparecía arriba de una alcantarilla con Robin y abajo había un enmascarado al que ellos le hablaban a través de los globitos del cómic. Yo me quedaba fascinado mirando eso, tratando de entender qué estaban diciendo –qué diría el globito-; era una obsesión para mí. Esa “Batman”, hará unos dos o tres años, la encontré en un lugar de librerías y revistas de viejo que venden en el Parque Rivadavia, en Buenos Aires. Me impactó encontrar ese ejemplar, porque siempre lo había buscado. Para mí, los cómics prometían una felicidad en la lectura, en los colores, los cuadritos; prometían una vida más interesante que la que uno lleva cotidianamente. Cuando sos chico, los colores, la acción y los guiones de los cómics son impactantes.

empecé a leer literatura latinoamericana. Soy un lector intenso. No escribo mucho, pero sí leo mucho, todo el tiempo. También me gustaba mucho la literatura inglesa; con eso aprendí inglés, para traducir y leer el idioma original, y leía a los poetas anglosajones, que me gustaban mucho. - ¿Hubo algún escritor que cambiara tu forma de ver la literatura? - Hubo un libro que me impactó mucho: Viaje al fin de la noche, de (LouisFerdinand) Céline. Cuando leí ese libro,

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oy un lector intenso. No escribo mucho, pero sí leo mucho, todo el tiempo”.

Esas fueron mis primeras lecturas. Después ya empecé a leer. Un maestro de la primaria, de séptimo grado, me empezó a pasar los libros que él tenía. Ahí empecé a leer literatura latinoamericana, de todo un poco. Y después mi papá me compró una colección de cien libros de la Editorial Bruguera, que editaba a todos y disímiles. Tenía desde Ciro Alegría a William Burroughs. Como mi viejo me los iba comprando, mientras los iba trayendo yo los iba leyendo. Ésa fue la primera formación.

tuve una empatía inmediata con el autor. El mundo que estaba narrando y las cosas que decía sobre el mundo eran cosas que yo compartía. Tuvo una historia relacionada con los nazis; fue pro-nazi, estuvo a favor del gobierno nazi y todos esos problemas graves. Pero Viaje al fin de la noche y Muerte a crédito son dos novelas, para mí, extraordinarias. Son novelas de una gran compasión por la humanidad, muy emotivas. No son novelas antisemitas, ni nada por el estilo. Inclusive, la trilogía final (De un castillo a otro, Norte y Rigodón), cuando empieza a viajar de un castillo a otro, es una especie de hiperrealismo extraordinario. Me parece un escritor increíble. Pasa que los escritores de derecha, por lo general, escriben mejor que los de la izquierda. Porque los de izquierda tienen una obligación de dar cuenta de cambios sociales, es decir, que la literatura tenga una utilidad. En cambio, los de derecha, están más libres de eso. Siempre recomiendo que uno lea a escritores que estén

- ¿Qué lecturas marcaron tu infancia y adolescencia? - El primer libro que me fascinó fue El Principito (Antoine de SaintExupéry). Me lo regaló mi mamá cuando yo tenía ocho o nueve años y desde ahí empecé a plagiar El Principito y decidí hacer ilustraciones. La Editorial Bruguera tenía una antología de Jorge Luis Borges, que a mí me impactó mucho. Estaba El juguete rabioso, de Roberto Arlt, que también me gustó mucho. Estaba también (Ernest) Hemingway. Leía “a tuntunes”, y2 no tenía un sistema de lecturas. Después 2


en las antípodas de su estética, porque amplía tu sensibilidad. Si escribes como escritores como a vos te gustan, te limita; en cambio, cuando empezás a abrirte a otros escritores que resuelven cosas de otra manera, es más interesante.

quince mil personajes, que tuvo que ser guionado por mil cien guionistas. Tolstói tiene la misma cantidad de personajes y cada personaje está mucho mejor resuelto que “Lost” y es él sólo. Entonces, me parece un autor superior, increíble. Y, a su vez, tiene algo en la factura de las novelas que no terminan. No tiene una construcción completamente clásica. Por ejemplo, en el caso de Ana Karénina, parece que la novela hubiese terminado antes, pero él sigue un poco más, como si fuera la vida, sigue un poco más y después vemos qué pasa. En ese sentido, me parece una fuerza de la naturaleza; es una escritura que tiene la potencia de la naturaleza.

- ¿Qué le recomendarías leer a un aspirante a escritor? - Hay un libro que les recomiendo a todas las personas que me dicen que quieren escribir, cuando me preguntan “qué puedo hacer”, “yo quiero escribir”, o si doy un taller. Yo no doy taller. Pero yo les digo que no importa que yo dé taller. Si alguien quiere escribir, yo le digo que lea Ana Karénina (León Tolstói). Si después de leer Ana Karénina no empezás a escribir, entonces no vas a ser escritor. Pero si sos escritor o estás en potencia de eso y leés Ana Karénina, va a ser un cambio radical.

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Tolstói es todo; es la supremacía Tolstói. Es una historia muy pasional. Además, cada uno de los personajes de Tolstói están absolutamente delineados y tienen, a veces, mucha más realidad que las personas que conocés en el día a día; es impresionante eso. Tiene un juego de simetría la novela, que para mí es notable. Otra cosa impresionante es que, por ejemplo, vos pensás en una serie como “Lost”, con

- ¿Cómo es el proceso de tu escritura? - Siempre me propuse escribir de una manera honesta y auténtica, con lo que me gusta a mí. No tener que estar corriendo al clima de época para escribir sobre lo que se tiene que leer o lo que es cool. Yo no tengo imaginación; entonces, trabajo como si estuviera encerrado con un solo juguete. O sea, no podría escribir El señor de los anillos (J.R.R. Tolkien). Trabajo con mi familia, mis amigos y con cosas que me fueron sucediendo o que me cuentan mis amigos. Por eso los bares son, para mí, lugares importantes, porque ahí circulan los relatos, se junta la gente, se transmiten relatos. Como decía (Walter) Benjamin, se juntaban alrededor del fuego y aparecía el narrador, y contaba y narraba.

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iempre recomiendo que uno lea a escritores que estén en las antípodas de su estética, porque amplía tu sensibilidad. (…) Cuando empezás a abrirte a otros escritores que resuelven cosas de otra manera, es más interesante”.

- ¿Cómo se originó tu novela Ocio? - Ocio es un libro que escribí a la par de El salmón. Y, de alguna manera, lo que yo me quería probar en ese momento era que un escritor debe trabajar siempre en contra su habilidad. En un momento sentí

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que yo ya había escrito dos libros de poemas y que los escribía y los terminaba. Entonces, quise ponerme en seguida en algo que yo no manejara bien y empecé a trabajar en una prosa, que fue Ocio. Y lo escribí. Es un libro muy finito, pero que lo escribí a lo largo de cuatro años. No es un libro que escribí enseguida, de un tirón. Se publicó en el año 2000 y rápidamente empezó a agotar ediciones en Buenos Aires, y después se convirtió en un libro de culto en los chicos. No es un libro popular, en términos de que lo lee todo el mundo, pero hay muchos lectores chicos, jóvenes, adolescentes, que se deben de identificar con algo de lo que dice el libro. El libro es el relato de la vida de un personaje, Andrés Stella, que tiene que pasar desde la adolescencia a la adultez, en ese paso tan complejo. Y también es la historia de una amistad con Roli, con su compañero. Ése personaje está construido con un montón de amigos míos, importantes de mi vida.

lguien que quiere iniciarse en la escritura tiene que escribir con tranquilidad, no con ansiedad. (…) No hay que dejarse preocupar por lo que digan sobre su escritura, sino que mantener cierta estabilidad emocional con respecto a lo que está escribiendo para poder ir avanzando de a poco”. que está escribiendo para poder ir avanzando de a poco. Nunca se sabe. Por ahí, escribís a los dieciocho, como (Arthur) Rimbaud, por ahí escribís a los sesenta, como Borges, que fue reconocido recién a los sesenta años y ya tenía toda la obra hecha. Hay autores que a los sesenta empiezan a escribir, como Gesualdo Bufalino. Hay que ser persistente, leer, pero tampoco apurarse, y dejar que eso que uno va escribiendo se escriba.

- ¿Qué consejo le darías a alguien que quiere iniciarse en la escritura? - Yo pienso que tiene que escribir con tranquilidad, no con ansiedad. Y que si alguien va a ser escritor, lo va a ser. No hay que dejarse preocupar por lo que digan sobre su escritura, sino que mantener cierta estabilidad emocional con respecto a lo

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