POR MATÍAS CLARO Y FRANCISCO GALLEGOS
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icardo Piglia (Adrogué, 1940) nos dice por el intercomunicador bajo enseguida. En Buenos Aires hace calor, ese calor húmedo y pesado de una ciudad a orilla de mar. En todo caso, no nos importa mucho: estamos contentos por haber llegado puntuales a la entrevista, pues la preocupación de perderse en la combinación de caminar dos cuadras-remis-subte -camina otras dos cuadras y dobla después de la plaza era, considerando la escasa capacidad de ubicación en una ciudad que no es la acostumbrada, bastante alta. Por eso estamos contentos: recorremos Buenos Aires –cada día la conocemos mejor y nos perdemos menos–, y llegamos a la hora a entrevistar a un escritor que admiramos.
tanto, respondemos) y nos indica el pasillo del ascensor. Avanzamos y, casi al llegar al lugar que Piglia señaló, nos quedamos estáticos: un juego de espejos nos confunde. No sabemos dónde sigue el pasillo, dónde está la puerta del ascensor. Los espejos cubren las paredes de arriba a abajo y se reflejan mutuamente. En todos ellos aparecemos quietos, dudosos de seguir caminando sin correr el riesgo de chocar contra nuestro propio reflejo. Piglia, detectando nuestra situación, ríe y nos ayuda a seguir el camino. No nos perdimos en todo Buenos Aires y nos desorientamos en el vestíbulo del edificio. Que no les de vergüenza, porque a casi todos les pasa lo mismo en este pasillo, nos consuela Piglia, entre sonrisas. Logramos subir al ascensor. Nos pregunta sobre los escritores y libros que nos gustan. Al final, llegamos al departamento sanos y salvos, sin perdernos y sin romper ningún espejo de un cabezazo. Piglia va a buscar un vaso de agua antes de empezar. Nosotros nos acomodamos. Lo invitamos, entonces, a que usted también se acomode: descubriremos las lecturas y autores que fueron importantes en su formación, conversaremos de Hemingway y nos contará anécdotas de Borges. Poder escuchar
Un par de minutos después aparece. Los lentes que cuelgan apenas afirmados en la nariz, la frente amplia y la mirada: es el mismo rostro que observa a sus lectores desde la solapa de “Respiración artificial”, “Plata quemada”, “La ciudad ausente”, “Prisión perpetua”, “El último lector” y tantos otros títulos publicados en la más importantes editoriales de todo el mundo. Piglia abre la puerta, estira la mano para saludarnos (¿Les costó mucho llegar? No 1 1
a Ricardo Piglia, uno de los escritores más importantes, hoy por hoy, de la literatura en Latinoamérica, es todo un honor. En otras palabras, una entrevista para no perderse.
revés. -En su adolescencia, ¿qué libros recuerda haber leído? - Estando yo en Mar del Plata –mi familia se mudó desde Adrogué a Mar del Plata, teniendo yo dieciséis años-, mientras caminaba por una galería, insólitamente encontré un libro de (Ernest) Hemingway. Era la edición en inglés del primer libro de Hemingway: In our time. Me acuerdo perfectamente. Volví a casa y recuerdo bien dónde estaba cuando leí ese libro, en qué parte de mi casa y cómo la luz
PIGLIA, EL LECTOR - En su niñez, ¿cómo fue su acercamiento a los libros? - Uno aprende a leer en la escuela, ¿no? Eso siempre hay que recordarlo. La relación con la literatura es siempre una relación azarosa. Siempre hay alguien que trae los libros. En mi casa, el que leía mucho era mi abuelo; él es el punto de partida. A mi abuelo lo veía siempre leyendo.
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n día, cuando niño, me senté en el umbral de la puerta de mi casa. Me senté ahí, para verme leer. Una sombra bajó y me dijo que tenía el libro al revés. Como Borges vivía por ahí, pensé que había podido ser él quien me había dicho que tenía el libro al revés. Desde entonces no he hecho otra cosa que leer los libros al revés”.
Recuerdo el primer libro que leí, y lo recuerdo con una imagen muy fuerte. Un día me subí a una especie de banqueta y saqué un libro azul de la biblioteca. Me senté en el umbral de la puerta de mi casa –en Adrogué, donde yo había nacido-. Mi abuelo murió cuando tenía cinco años, así que –calculo- yo debo haber tenido cuatro; por lo tanto, no sabía leer. Me senté en el umbral para hacerme ver leyendo, porque en esa cuadra que vivíamos –que era muy tranquila- pasaba cada media hora el tren desde la capital. La gente pasaba por la puerta de la casa saliendo de la estación del tren. Yo me senté ahí, para verme leer. Una sombra bajó y me dijo que tenía el libro al revés. Desde entonces no he hecho otra cosa que leer los libros al revés. La marca de mi lectura es leer los libros al revés. Por otro lado, siempre me he preguntado quién era ese individuo que se tomó el trabajo –un poco malvado, por lo demás- de decirle al chico que tenía el libro al revés. Podría haber pasado sin decir nada. Como (Jorge Luis) Borges vivía por ahí, pensé que había podido ser él quien me había dicho que tenía el libro al
iba cambiando mientras iba cayendo la tarde hasta que me terminé el libro. Cuando salí a la calle, después de haber leído ese libro, ya era otro. Y después me di cuenta que el recuerdo de la situación –esa luz cayendo-, en realidad era un efecto de la lectura de Hemingway. Yo ya estaba mirando la realidad como Hemingway, que tiene la capacidad siempre de poner elementos externos, como la luz y las sombras en los climas de los relatos. Con esto quiero decir que, a menudo, cuando recuerdo la situación en que he leí-
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do un libro, recuerdo dónde estaba. A veces no recuerdo bien qué decía ese libro, pero si recuerdo la situación, quiere decir que ese libro me produjo un efecto importante. Muchas veces he recordado a los libros ligados a la situación en la cual los he leído. Y son siempre, para mí, una marca de que ese libro ha sido importante a lo largo de mi vida.
invitar a Borges a dar la primera conferencia. Lo llamé por teléfono. Borges era muy generoso, sobre todo si uno le decía algo que tenía algún interés, como por ejemplo el ir a dar una conferencia a La Plata. Él inmediatamente recibía a la gente. Fui a verlo y me empecé a sentir cómodo. Borges tenía una capacidad notable para crear cierta intimidad, que es algo que está en sus textos también. Entonces, me empecé a sentir cada vez mejor, y en un momento le digo: “Borges, me parece que en su cuento ‘La forma de la espada’ no está bien el final”. Porque yo venía con Hemingway, que trabajaba mucho la idea de no contar los finales. Entonces le dije a Borges que sobraba el final de ese cuento. Eso quería decir que yo estaba leyendo a Hemingway en ese momento. Pero Borges me dijo algo que yo siempre recuerdo. Me dijo: “usted ya lee como un escritor”, como diciendo, “usted ya lee para ver cómo están hechos los libros, cómo están hechos los relatos”.
- ¿Por qué la obra de Hemingway es fundamental para la literatura? - In our time es un libro extraordinario. Es el primer libro de Hemingway y es una de las grandes revoluciones de la literatura del siglo XX. Hemingway, en ese momento, tomó la decisión de alejarse de (James) Joyce. “Si Joyce escribe con toda la lengua inglesa, tenemos que empezar de nuevo”, decía Hemingway, “en pocas palabras, con un idioma mucho más conciso”. Y consigue esa prosa extraordinaria, muy reticente, una gran prosa para contar
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- Una persona que se está acercando a los libros, ¿dónde puede encontrar lecturas que lo entusiasmen?
iempre he estado muy ligado a esa poética de Hemingway, a contar la mayor cantidad posible de cosas con la menor cantidad de palabras”.
- En el caso de la literatura, es más bien horizontal esa realidad. Siempre hay una relación familiar en el comienzo. Pero luego son familias más deliberadas, menos sanguíneas. Son relaciones horizontales que uno tiene con un grupo de gente que también está descubriendo la literatura y que hacen circular los libros con esa cualidad que tiene la generosidad cultural. Porque uno no recomienda un saco; uno no dice “comprate una camisa”. O no le da la camisa a un amigo porque le gusta. En cambio, un libro sí se lo da.
los acontecimientos. Siempre he estado muy ligado a esa poética de Hemingway, a contar la mayor cantidad posible de cosas con la menor cantidad de palabras. Hemingway es uno de los grandes estilos que ha producido grandes escrituras. ( J er o m e D a v i d) Sa l i ng e r y (Raymond) Carver no se podrían comprender sin Hemingway.
Después uno empieza a leer sabiendo más bien lo que uno busca. O intentando imaginar lo que uno busca. Pero me parece que hay mucho de azar en la circulación de los libros. Hay un amigo que le dice a otro que lea un libro y el otro lo lee, o si uno mismo lee un libro que le gusta, se lo pasa a los amigos.
Yo me acuerdo que fui a ver a Borges. Yo estaba estudiando en esa época; tenía diecinueve años. Decidimos hacer un ciclo de 3 conferencias y, desde luego, decidimos 3
- ¿Hay que leer sólo “clásicos” o cualquier lectura puede ser valiosa?
siempre es muy bueno: estar abierto a la posibilidad de ver la tradición como un repertorio o técnica en la forma de narrar.
- No siempre los mejores libros son los más importantes. Es el caso de Hemingway, por ejemplo, que es un gran escritor. Pero, a veces, los libros que influyen o cambian en uno ciertas percepciones son libros que no tienen importancia. No son los libros que uno elegiría si tuviera que decir cuáles son los libros más importantes que ha leído. Muchas novelas policiales, por ejemplo. En muchas novelas menores o secundarias dentro del género, que incluso yo he olvidado ya, encontré algunos elementos que fueron quizá más decisivos que el elemento que uno puede encontrar en libros que uno admira muchísimo. A mí divierten los escritores, porque cuando les preguntan “y usted, ¿qué lee?”, todos dicen “Homero o Dante (Alighieri)”. Nunca bajan de ahí.
Uno puede aprender de cualquier libro. Un escritor no debe responder a la misma exigencia que puede tener, suponte, alguien que estudie filosofía. Alguien que estudió filosofía y que no leyó a Kant –en fin, que no leyó a los grandes clásicos de la filosofía- no es alguien a quien uno pueda tomar con seriedad. Pero un escritor no está obligado a recorrer los clásicos. Sí puede ser la obligación de un hombre culto, que quiere conocer la tradición cultural. La formación de un escritor es algo mucho menos claro, mucho menos nítida. Más bien, hay que ver qué es lo que el escritor tiene que leer en función de lo que quiere escribir, y en función de aquello
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n escritor no está obligado a recorrer los clásicos. La formación de un escritor es algo mucho menos claro, mucho menos nítida. Más bien, hay que ver qué es lo que el escritor tiene que leer en función de lo que quiere escribir y en función de aquello qué le parece que puede ser su camino propio”.
PIGLIA, EL ESCRITOR - ¿Qué autor fue decisivo para que usted se convirtiera en escritor? - Yo creo que fue Hemingway. Me pareció que en Hemingway había una claridad en la prosa y un misterio, al mismo tiempo. Hay algo muy enigmático ahí. Pero el azar tiene mucho que ver. Es la disposición que tiene uno hacia el libro, más que el libro mismo, lo que hace que uno lo lea como un libro que tiene una importancia central. Podría haber leído en esa época otro libro, quizá, y me habría producido el mismo efecto, porque era mi disposición a ver cómo estaba hecho eso que yo también quería hacer. Me parece que esa lectura es una lectura que hay que cultivar –la lectura de ver cómo están hechos los libros o los relatos-, para aprender a hacer algo distinto o algo parecido si te parece, pero también para encontrar tu camino. Eso
qué le parece que puede ser su camino propio. Por eso digo que la formación de un escritor, o la pregunta de cómo se forma un escritor, es una pregunta compleja de responder, porque tiene mucho que ver con elementos absolutamente inesperados y
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personales. La pregunta debería ser: “¿por qué alguien se dedica a escribir, después de todo?”.
e parece que lo que hace falta para ser escritor es confianza y no esperar resultados inmediatos. Muchos jóvenes se ilusionan inmediatamente con que en su primera novela van a tener un éxito extraordinario y van a conseguir chicas y dinero. Y no, no es así. Hay que ser capaz de sostener más allá de lo que suceda con los primeros libros que se publican”.
- Para usted, ¿cuáles serían las claves para ser escritor? - Yo creo que la voluntad de saber, por decirlo así. La pasión por conocer, por saber, me parece que es muy importante en el escritor, en el sentido de querer siempre aprender algo nuevo. Yo a veces tengo que leer libros que son manuales de cuestiones que están ligados a las vidas de los personajes. Si el personaje es un joyero, por ejemplo, es probable que tenga que leer libros para saber cómo es eso. Me parece que esa voluntad de querer aprender cosas es siempre una función importante y que ojalá nos acompañe hasta el fin. Si no, la vida sería monótona, si uno piensa que ya sabe. - ¿Qué consejo le daría a alguien que quiere iniciarse en la escritura?
(Roberto) Bolaño, que empezaron escribiendo y sostuvieron eso; recibieron el reconocimiento varios años después. Y, a veces, los escritores que tienen éxito con el primer libro sufren las consecuencias posteriormente. Muchas veces no se reponen, después. Hay muchos escritores a los que les ha pasado. Entonces, consejo: disuadirlos por un lado y, por otro, que sean capaces de esperar y dejar que la obra se desarrolle sola. Consejos muy sensatos. Como verán, me he convertido en un hombre sensato.
- Con respecto al consejo, voy a terminar con una anécdota de Borges, que es muy buena. Una vez, Borges estaba en una reunión en la Sociedad de Escritores y un escritor, que se llama Córdova Iturburu, que en ese momento era presidente de la Sociedad Argentina de Escritores, se preguntaba “¿qué hacer por los poetas jóvenes?”. Y Borges decía “¡disuadirlos, disuadirlos!”. Mi consejo es ése: disuadirlos. No, los consejos son siempre arbitrarios también. Me parece que lo que hace falta para ser escritor es confianza y no esperar resultados inmediatos. Muchos jóvenes se ilusionan inmediatamente con que en su primera novela van a tener un éxito extraordinario y van a conseguir chicas y dinero. Y no, no es así. Hay que ser capaz de sostener más allá de lo que suceda con los primeros libros que se publican. Esas, me parece, que son las grandes lecciones de Borges, de (Juan Carlos) Onetti, de (José) Donoso mismo, del propio 5
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