Entrevista a Santiago Gamboa

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POR MATÍAS CLARO Y FRANCISCO GALLEGOS

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iene una voz profunda, grave. Y rara vez la levanta: prefiere mantenerse en un tono bajo, donde el acento colombiano destaca. Alguna vez leí que en Colombia se habla el mejor español de América Latina, y aunque a estas alturas parece una frase hecha, tiene mucho de razón. Santiago Gamboa pronuncia sus respuestas con tranquilidad y certeza, con la confianza que le dan los muchos años dedicados a la literatura: en Bogotá estudió Literatura y luego viajó a Madrid donde se licenció en Filología hispánica. Después vivió en París para estudiar Literatura cubana y trabajar como encargado de programas culturales.

transmitieron el amor “paralelepípedos de papel”.

por

esos

Actualmente Gamboa vive en Roma, acaba de publicar una nueva novela (Plegarias nocturnas) y sigue leyendo mucho. GAMBOA, EL LECTOR - En tu casa, ¿se leía? - Sí. Yo tuve la suerte de nacer en una casa en donde había, más o menos, siete mil libros. Y no sólo eso: también había arte, cuadros precolombinos y muchos objetos bellos. Mis padres son profesores de la universidad pública. Éramos una familia de clase media, pero mis padres eran intelectuales. Hablaban todos los días de libros. Leían siempre. Desde niño veía a mi padre con cinco libros en la mesa de noche y mi mamá otros cinco libros. Los fines de semana, cuando no estaban trabajando, siempre estaban leyendo. Los amigos que venían a cenar a la casa hablaban con ellos de libros. Ellos nos leían, a mí y a mi hermano. Por lo tanto, yo ya sabía lo que había ahí dentro, en esos extraños paralelepípedos de papel que ellos

Claro, para él no era algo nuevo. En la entrevista nos contó que creció en una casa absolutamente repleta de libros, donde todos eran muy lectores. Incluso reconoce que su hermano mayor ha leído mucho más que él. No se pierda, entonces, la conversación que mantuvimos con este destacado escritor colombiano. No deben ser muchos los autores que quieren tanto a la literatura como la quiere Santiago Gamboa. Se entiende: nos contó que los libros los asocia a 1 sus padres y que los ama porque ellos le 1


tanto querían. Pero, sobre todo, para mí eran importantes porque para ellos eran importantes, que eran las personas que yo amaba y eran mi mundo. Ellos me transmitieron el amor por los libros desde antes de que yo los leyera. Sencillamente, porque me mostraron lo importante que eran para ellos. Y, por supuesto, apenas empecé a leer me metí de cabeza en ese mundo también.

mente inconsciente. Yo sencillamente leía esas novelas latinoamericanas, porque además eran las que mis padres, también en esos años, leían. Si salía un nuevo libro de Vargas Llosa, mis padres lo compraban y se lo leían en dos días. Mi papá empezaba a contárselo a mi mamá y ella le peleaba para que no le contara. O aparecían marcas en el mismo libro, porque mi padre o madre empezaba a leer el que estaba leyendo el otro y empezaban las dos marcas a acercarse. Y esa era mi vida en la adolescencia. Una vida llena de libros y, por supuesto después, llena de escritura.

- De tu juventud, ¿qué lecturas te marcaron? - Precisamente, Julio Verne desde muy joven. Emilio Salgari, lo que se considera como literatura juvenil; lo leí a los nueve o diez años y me pareció fascinante. Pero después ya empecé a tener necesidad de un poco más de complejidad y empecé a leer a Mark Twain y a Oscar Wilde. Yo imitaba mucho a mi hermano mayor, dos años apenas. Recuerdo que un día mi hermano, en una finca, hablaba con sus amigos de una forma apasionada, de Cien años de soledad (Gabriel García Márquez). Yo tenía doce años y dije “yo también quiero leer Cien años de soledad, porque quiero participar en esas mismas conversaciones”. Y recuerdo que la leí y quedé absolutamente deslumbrado. Y ahí empecé a leer novela latinoamericana, a (Mario) Vargas Llosa, a Carlos Fuentes, José Donoso. Y toda mi adolescencia la pasé leyendo novelas latinoamericanas. Manuel Puig, (Julio) Cortázar.

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ara mí, los libros eran importantes porque para mis padres eran importantes. Eran las personas que yo amaba; eran mi mundo. Ellos me transmitieron el amor por los libros desde antes de que yo los leyera. Apenas empecé a leer me metí de cabeza en ese mundo también”. - ¿Qué libro le recomendarías a un joven escritor? - Me gustaban mucho las historias que hablaban sobre los inicios de un escritor. Por ejemplo, La tía Julia y el escribidor, de Mario Vargas Llosa, que cuenta, precisamente, la juventud de un escritor. Es casi biográfico, es casi la vida de Mario Vargas Llosa. Entonces, ese tipo de libros yo los recomiendo mucho. Porque un joven escritor siempre cree que su caso es desesperado y que nunca va a poder lograr lo que quiere, que es ser escritor o publicar un libro. Yo lo sé, porque lo sentí. Y lo viví de una manera también muy traumática.

Yo creo que cuando uno tiene vocación literaria lo que más le conviene leer es lo que está escrito en su propio idioma. Lo que está escrito en tu propio idioma no tiene la mediación de un traductor. Entonces, es donde uno más puede apreciar el talento de un escritor. Si uno es bilingüe o trilingüe y lee muy bien en otros idiomas también lo puede hacer en esos idiomas. Pero en donde uno más disfruta, goza y aprovecha el talento es en su propia lengua. Para mí esto era una cosa completa2 2


Cuando uno es joven, aspirante a escritor, piensa que nunca en su vida va a publicar un libro, que eso es algo que le pasa a otros y no a uno. Entonces, no está nada mal leer, a veces, las memorias o los libros “biográficos” de los escritores para darse cuenta que eso mismo lo han vivido todos. La tía Julia y el escribidor es uno de los mejores, para mí, nada más porque es un libro divertidísimo. Y es un libro que a ninguna persona lo deja indiferente. Es un libro divertido, inteligente y una gran novela, con un gran talento literario.

puerta y tiré la llave. Empecé, lentamente, a querer participar de una manera más activa. Por ejemplo, de algunos libros que me gustaban especialmente, y en donde los personajes ya estaban definidos, yo inventaba un capítulo nuevo de esa aventura o historia. Eso lo hacía relativamente joven y se lo mostraba a un amigo del barrio, y le decía: “mira, hice un capítulo nuevo de Julio Verne”. O me inventaba un episodio de Tom Sawyer (Mark Twain), con los personajes de Tom Sawyer. Es decir, yo no tenía que hacer una creación de personajes; tampoco tenía que inventarme un lenguaje. Lo que yo hacía era imitar. Era sencillamente la imaginación. Yo lo disfrutaba mucho. Y después, lentamente, fui encontrando mi propio mundo.

GAMBOA, EL ESCRITOR - ¿Cómo te convertiste en escritor?

- ¿Hubo algún autor que haya influido en tu escritura?

- Yo no digo que leer, de manera intensa, lleva necesariamente a la escritura. Mi hermano, que leía casi más que yo, no se convirtió en escritor, sino que en arquitecto. Pero para mí sí fue una cosa fundamental decidir, más o menos hacia los dieciséis años, que definitivamente el mundo de la literatura era una cosa demasiado fuerte, y que yo quería vivir ahí adentro. Ahí fue cuando salté dentro de la jaula, cerré la

- Vargas Llosa yo creo que es el gran maestro, precisamente, porque es un autor de mi lengua, del que uno puede aprender mucho sin contaminar su propio estilo. Cuando uno admira mucho a un escritor – uno no lo puede evitar- conviene que, si uno va a escribir, no sea un autor que tenga una fuerza tan grande en su propio lenguaje. Eso le pasa mucho a los que siguen de manera muy cercana a García Márquez; terminan escribiendo como García Márquez. El camino detrás de García Márquez es un camino sin salida, porque García Márquez lo agotó. Lo único a lo que puedes aspirar es a ser un copista. Lo mismo pasa con Cortázar; es un camino agotado. Y, mucho más recientemente, también pasa con (Roberto) Bolaño. Son caminos agotados por los propios autores. Y, luego, se nota muchísimo, porque el que sigue por ahí sólo puede ser un copista, y es horrible. Y termina haciéndole daño al modelo, además.

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uando uno tiene vocación literaria lo que más le conviene leer es lo que está escrito en su propio idioma. Lo que está escrito en tu propio idioma no tiene la mediación de un traductor. Entonces, es donde uno más puede apreciar el talento de un escritor”.

Vargas Llosa no es así. Vargas Llosa es un escritor que, en cambio, te enseña co-

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sas. Leyendo las novelas de Vargas Llosa, uno aprende a construir novelas. ¿En qué me influyó? Eso no lo puedo saber. Tendría que estudiarlo un crítico. Pero yo sé que los libros de Vargas Llosa me llevaron a plantearme muchas preguntas, a resolver situaciones, a querer ser ambicioso con mis libros. A buscar una línea narrativa que puede ser considerada del realismo. Y, al mismo tiempo, la contemporaneidad. Vargas Llosa tiene una novela ambientada en el siglo XIX, pero generalmente habla sobre la contemporaneidad de su juventud -1940 o 1950; los escritores generalmente escriben sobre la época en la que fueron jóvenes-. Eso me influyó también. Yo no escribo novelas históricas, ni de ciencia ficción futurista, y eso también es un modo de estar situado dentro de un universo vargallosiano.

una gran catedral. Ya harás más adelante la catedral. - ¿Qué nos puedes contar de Perder es una cuestión de método? - Es una novela que forma parte de una tradición latinoamericana, que es la novela negra latinoamericana. Pero es una novela negra no muy convencional, porque no tiene un detective. El protagonista es un periodista. Es una historia que muestra algunos de los pecados sociales –como hacen las novelas negras- de la realidad de Bogotá, mi ciudad. Transcurre en Bogotá. Es una especie de retrato literario de Bogotá con la clave de la novela negra, mostrando la corrupción, la violencia, la gente anónima y frágil que lucha porque haya una ciudad mejor; periodistas enamorados, románticos, jóvenes; mujeres malvadas y mujeres bellas; amigos. Es el mundo de

- ¿Qué consejos le darías a alguien que quiere dedicarse a escribir?

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os libros de Mario Vargas Llosa me llevaron a plantearme muchas preguntas, a resolver situaciones, a querer ser ambicioso con mis libros. A buscar una línea narrativa que puede ser considerada del realismo. Y, al mismo tiempo, la contemporaneidad”.

- Eso, que escriba. Si quiere hacer novelas, que se acostumbre a escribir todos los días. Las novelas tienen muchas páginas y alguien tiene que escribirlas. Si quieres escribir novelas no puedes escribir los domingos solamente, a no ser que quieras escribir un libro cada diez años. Hay que escribir todos los días y leer muchísimo. Y, sobre todo, leer cosas de alta calidad y, en lo posible, en tu propio idioma, para que el crítico que uno tiene por dentro, que lo tiene que cultivar, sea cada vez más implacable y exigente, y haga que tu escritura se levante. Porque si tienes un crítico amigo complaciente, lo más probable es que no avances. Lo mejor es cuando tienes un crítico implacable, duro e, inclusive, cruel ahí dentro de la cabeza que te dice “esto es una porquería, adelante, sigue trabajando, puedes hacer algo mejor”. Pero a ese crítico hay que alimentarlo. Y se alimenta leyendo. Mi consejo es ése: no planear grandes proyectos. Las catedrales ya las podrás hacer más adelante. Conténtate con hacer una bonita iglesia de pueblo en lugar de

una novela negra sumergida en un marco periodístico - en una redacción de un periódico en Bogotá- y una pequeña aventura, que consiste en descubrir la identidad de un cadáver. Eso es Perder es cuestión de método. El nombre proviene de una novela de Luis Sepúlveda, que se llama Nombre de torero. Y en esa novela –eso está cita-

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do dentro de Perder es cuestión de método - de Luis Sepúlveda, hay un momento en que un personaje escribe una carta y ahí termina diciendo eso: “perder, siempre he perdido, no me irrita ni me preocupa, perder es una cuestión de método”. Este tipo de cosas se hace mucho en la literatura: poner el título de un verso o la frase de una novela. Sin embargo, cuando yo conocí a Luis Sepúlveda, le pedí autorización solemne y él me firmó una autorización en la servilleta de un bar.

i consejo es este: no planear grandes proyectos. Las catedrales ya las podrás hacer más adelante. Conténtate con hacer una bonita iglesia de pueblo en lugar de una gran catedral. Ya harás más adelante la catedral”.

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