EDITA OBRAS MISIONALES PONTIFICIAS
C/ Fray Juan Gil, 5 28002 - Madrid
Tfno: 91 590 27 80 Fax: 91 563 98 33
E-Mail: dir.nal@omp.es http://www.omp.es
AGUSTINOS RECOLETOS
Paseo de La Habana, 167. 28036 Madrid.
Tel. 91 345 34 60
COMPAÑÍA DE JESÚS
Avda. de la Moncloa, 6. 28003 Madrid.
Tel. 91 534 48 10
COMPAÑÍA MISIONERA DEL SAGRADO CORAZÓN
Estocolmo, 9. 28022 Madrid. Tel. 91 313 56 40
FRANCISCANAS MISIONERAS DE MARÍA
Cardenal Marcelo Spínola, 38. 28016 Madrid.
Tel. 91 302 61 99
MISIONERAS DE NUESTRA SEÑORA DE ÁFRICA (HERMANAS BLANCAS)
Ángela Figuera, 39. 28003 Madrid.
Tel. 91 553 82 60
MISIONEROS CLARETIANOS
Clara del Rey, 6. 28002 Madrid.
Tels. 91 415 23 61 y 91 415 21 99
INSTITUTO ESPAÑOL DE MISIONES EXTRANJERAS
Ferrer del Río, 17. 28028 Madrid.
Tel. 91 726 84 27
MERCEDARIAS MISIONERAS DE BÉRRIZ
Fereluz, 2. 1ª A 28039 Madrid. Tel. 91 571 63 03
MISIONERAS CRUZADAS DE LA IGLESIA
Madre Nazaria, 7. 28044 Madrid.
Tel. 91 462 88 40
MISIONERAS DE CRISTO JESÚS
Peñuelas, 18. 5º A. 28005 Madrid.
Tel. 91 517 41 78
MISIONERAS DOMINICAS DEL ROSARIO
General Kirkpatrick, 44. 28027 Madrid.
Tel. 91 367 36 71
MISIONEROS ESPIRITANOS
Santa Engracia, 149. 1º B. 28003
Tel. 91 554 21 57
Olivos, 12. 28003
Madrid.
Madrid. Tel. 91 553 36 16
MISIONEROS DE MARIANNHILL
Arturo Soria, 249. 28033 Madrid.
Tel. 91 359 07 40
MISIONEROS DEL VERBO DIVINO
Corazón de María, 19. 5º B. 28002 Madrid.
Tel. 91 415 43 55
MISIONEROS OBLATOS DE MARÍA INMACULADA
Diego de León, 36. 28006 Madrid.
Tel. 91 411 12 12
Pozuelo de Alarcón, Madrid. Tel. 91 352 34 16
PADRES BLANCOS
Liebre, 25. 28043
Madrid. Tel. 91 574 04 00
SOCIEDAD DE MISIONES AFRICANAS
Asura, 34. 28043
Madrid. Tel. 91 300 00 41
El pasado 31 de diciembre fallecía el papa Benedicto XVI, quien, a través de sus viajes, encíclicas, exhortaciones e intervenciones públicas, se erigió en todo un abanderado de la evangelización
La Campaña contra el Hambre de Manos Unidas viene a denunciar este año las desigualdades globales que condenan a la pobreza a millones de personas en todo el mundo
El 5 de marzo la Iglesia española celebra el Día de Hispanoamérica con el lema "Hermanos en la fe", subrayando el profundo compromiso de nuestra Iglesia con los católicos del otro lado del Atlántico
7 TRIBUNA Gracias, Benedicto XVI
12 EL OBSERVADOR
BRASIL - TIERRA SANTA
VENEZUELA - NIGERIA
22 ASÍ VA EL MUNDO
ARMENIA / AZERBAIYÁN
MYANMAR - SIRIA
36 ENTREVISTA
Jesús María Aristín, obispo del vicariato de Yurimaguas (Perú)
45 AYUDAMOS A... Burkina Faso
48 CULTURA De Ucrania a Mongolia: un sobrecogedor viaje de película
54 EN EL OBJETIVO
56 MISIÓN VIVA
José Luis Bandrés, misionero de África
Con el comienzo del año, el papa Francisco ha iniciado un nuevo ciclo de catequesis, que ha querido dedicar a “la pasión por la evangelización”. Un asunto que el propio Santo Padre ha calificado de “urgente y decisivo para la vida cristiana”, porque la disminución del celo en el anuncio del Evangelio es signo de una patología, de una vida que “se enferma: se cierra en sí misma, se vuelve autorreferencial, se atrofia”.
En este sentido, es realmente preocupante la situación en las Iglesias de vieja tradición, donde la falta de vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada ha ido en paralelo a una disminución en las filas de los que sienten la llamada a la misión ad gentes y de los que son enviados a territorios de misión. Al mismo tiempo, los misioneros y misioneras en activo ven cómo va aumentando su edad media y cómo la enfermedad –y, a menudo, la muerte– los lleva a abandonar por la fuerza su apasionada vocación de servicio a los demás como anunciadores de la Buena Nueva.
El relevo de esta galería de hombres y mujeres de talla excepcional es fundamental, no simplemente porque se esté buscando la difusión del catolicismo, sino, especialmente, porque, como señala Francisco, “la misión es el oxígeno de la vida cristiana”, la que “la to-
nifica y la purifica”. Su abandono supone, por tanto, la asfixia de la fe, su falta de vigor, su empobrecimiento –lo que no se da se pierde– y su muerte. Por eso, el Papa advierte de que “no debemos esperar a ser perfectos y haber reco-
tad, amor y compasión entre aquellos que nunca han oído hablar de él y que más lo necesitan. “Vivir la misión –tiene dicho Francisco– es aventurarse a desarrollar los mismos sentimientos de Cristo Jesús y creer con Él que quien es-
rrido un largo camino siguiendo a Jesús para dar testimonio de Él”.
El Santo Padre, que tanta importancia ha dado a la evangelización en sus encíclicas, exhortaciones y mensajes –y también en sus viajes a las periferias–, hasta el punto de presentar el paradigma misionero como modelo para toda la Iglesia, no quiere que se pongan excusas: “Nuestro anuncio comienza hoy, allí donde vivimos”. “Y no comienza –añade– tratando de convencer a los demás, sino dando testimonio cada día de la belleza del Amor que nos ha mirado y nos ha hecho levantar”.
Hagamos de la necesidad virtud. La vocación a la misión no es algo del pasado o un recuerdo romántico de otros tiempos. Se siguen necesitando hombres y mujeres que salgan a las periferias del mundo, geográficas y existenciales, para dar a conocer el mensaje evangélico de justicia, liber-
tá a mi lado es también mi hermano y mi hermana. Que su amor de compasión despierte también nuestro corazón y nos vuelva a todos discípulos misioneros”.
La pasión por la evangelización alimenta la fe y la vida de la Iglesia para llevar a los católicos por un camino de “alegría, liberación, luz, sanación y asombro”. Alegría, “porque la fe es una maravillosa historia de amor que compartir”, que “debe comunicar liberación”, y que alumbra “una luz que hace ver la vida de forma nueva” y que se nos invita a compartir con los demás por su capacidad sanadora. “Jesús nos sana del pecado siempre y gratuitamente”, afirma el papa Francisco, quien añade que “el anuncio de Jesús debe llevar siempre al asombro de la gracia”; y es que “el Evangelio va acompañado de un sentido de maravilla y de novedad que tiene un nombre: Jesús, que siempre nos está esperando”.
Sahagún, Juan Lázaro Sánchez ARCHIVO FOTOGRÁFICO Antonio Aunés, Rafael Santos, Ana Fernández
El relevo en la misión ad gentes es una tarea fundamental, porque, como apunta el Papa, “la misión es el oxígeno de la vida cristiana”.
De los misioneros, lo que más me sorprende es la capacidad de meterse en la tierra y respetar las culturas y ayudarlas a que se desarrollen. No desenraízan a la gente, al contrario. Lo católico es eso, respetar las culturas.
Hay muchos adultos mayores que no tienen ningún familiar, están inválidos, pero poseen lo más grande, la gratitud y un alma orante que se inmola día a día y está salvando a la humanidad. Cada día aprendo de los valores tan grandes que tienen nuestros mayores , la profundidad de su fe, la valentía de su esperanza y la sencillez de su amor.
Misionera de Nuestra Señora de África en la R. D. del Congo
Yo sigo soñando con una mejor calidad de educación en esta zona. ¡Cuánto me gustaría que los niños recibieran apoyo extraescolar en lectoescritura, talleres que desarrollaran su imaginación a través del teatro, la música! Pero no sueño sola, hay muchas otras personas que, como yo, soñamos por llevar la esperanza al mundo.
Me siento feliz. Estas personas me han enseñado el amor de Dios para todos. No me cambio por nadie, a pesar de mis 75 años.
Misionero pasionista, tras su experiencia en Haití Llama la atención que, dada la crisis humanitaria y la incertidumbre de Haití, se hable tan poco de este país; no hay información. ¿Por qué los medios callan tantas crisis humanitarias? Quizá una de las voces que podemos escuchar es la de la Iglesia
María José Carrero
Hermanita de los Ancianos Desamparados en Bolivia
Misionera comboniana en Ecuador
Era una noticia esperada; era una realidad que teníamos que vivir en algún momento. Pero no por ello deja de ser triste, a la vez que reaviva nuestra memoria agradecida: el papa emérito Benedicto XVI falleció el último día del año 2022.
Con 95 años, no nos extraña que haya fallecido. Su salud no estaba bien y, de hecho, el mismo papa Francisco, el día de los Santos Inocentes, ya nos había pedido oraciones por el Papa emérito, porque había tenido un deterioro grave en su salud. Por lo tanto, no fue una sorpresa. Es más, podríamos decir que, en el fondo, Benedicto XVI ya había elegido una “muerte en vida”, recluyéndose en el Monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano desde 2013, cuando presentó su renuncia.
En cierto modo, había decidido pasar sus últimos años dedicado a la oración, al estudio, al acompañamiento de la vida de la Iglesia desde la discreción. En este tiempo, Benedicto XVI se ha identificado con una expresión bonita de san Pablo, que a veces podemos no entender del todo y que él ha personificado de forma espectacular: llevar una “vida escondida con Cristo en Dios” (Col 3,3).
Benedicto XVI ha muerto de forma discreta, silenciosa, sin dar guerra, humilde y sencillamente, tal como fue su existencia, incluso cuando tenía una grandísima res-
ponsabilidad, en los años en los que era uno de los personajes públicos más importantes del mundo. Así vivió su tiempo de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, así vivió sus ocho años de pontificado y así ha estado viviendo durante sus casi diez años en los jardines del Vaticano; sin molestar, sin llamar la aten-
sión determinada de renunciar al pontificado el 28 de febrero de 2013 se lo ganó y lo desarmó de todo argumento contrario. Ese día el Papa dio una impresionante, preciosa y valiente lección de humildad para todos nosotros.
Tras casi diez años de esa renuncia, podemos decir que ha vivido este periodo con una ejem-
ción y ¡haciendo lo que más importa en la vida de la Iglesia!: siendo apóstol a través de la oración.
Francisco ha hablado muchas veces de la primera y más importante obra misional: la oración. Y Benedicto XVI ha sido un vivo ejemplo de ser apóstol desde el claustro, desde el silencio, desde la capilla donde se recogía a orar y a interceder por la Iglesia, por el Papa, por la evangelización de los pueblos, por ti y por mí.
Se destaca de él, con todo sentido, su prodigiosa cabeza: un gran teólogo, un gran filósofo, un gran intelectual, capaz de escuchar a los que discrepaban con él y, como decía un antiguo anuncio de televisión, de explicar “de forma sencilla las cosas más complicadas”. Y si alguno tuvo un enfrentamiento con él en algún momento, con su deci-
plaridad y una fidelidad que no han hecho más que engrandecer su persona y su ministerio. La humildad con la que se ha recogido para no molestar, para no estorbar y para no ser un obstáculo a su sucesor nos ha movido a todos a dar gracias a Dios por él.
Desde Obras Misionales Pontificias de España no podemos más que agradecer al Señor la vida y el ejemplo de este buen hombre, que nos ha ayudado tanto con su magisterio, que ha sido todo un testimonio de ejercer la autoridad con humildad y sencillez, que ha vivido siempre con el deseo de que fuera Cristo el que se luciera y no él... Y agradecerle los ocho años en los que ocupó la Sede de Pedro.
Lo único que puedo decir, de corazón, es: ¡gracias, Benedicto XVI!, ¡gracias, Santo Padre!
Este último decenio Benedicto XVI ha sido un vivo ejemplo de ser apóstol desde el claustro, desde el silencio, desde laoración.
Si el joven teólogo Joseph Ratzinger fue uno de los impulsores ad gentes del Concilio Vaticano II, Benedicto XVI, a través de sus viajes, encíclicas, exhortaciones y demás intervenciones públicas se manifestó como un abanderado de la evangelización. Falleció el 31 de diciembre con la misma profesión de fe que Teresa de Lisieux, Patrona de las Misiones: "Jesús, te quiero".
Nunca soñó con ser misionero. Tampoco con ser Papa. Sin embargo, lo uno y lo otro acabaron fusionándose cuando el 19 de abril de 2005 la fumata blanca anticipaba su elección como Sucesor de Pedro. Aquel día, el hasta entonces prefecto para la Doctrina de la Fe se presentó en el balcón de la Logia de las Bendiciones de los Palacios Apostólicos como “un humilde trabajador de la viña del Señor”. Así, dejaría su despacho en el palacio del Sant’Uffizio para asumir un ministerio durante ocho años, en los que ha dejado sobre la evangelización sin fronteras una impronta que arrancó mucho antes.
Y es que el joven teólogo Joseph Ratzinger formó parte del comité que formularía el decreto Ad gentes sobre la actividad misionera de la Iglesia, uno de los 16 documentos magisteriales conciliares, aprobado con 2.394 votos a favor y 5 en contra en 1965, en el último día laboral del Vaticano II. Él mismo recordaría su vigencia,
ya como obispo de Roma, en marzo de 2006, en un discurso que dirigió a los participantes en un congreso organizado precisamente para celebrar los 40 años del texto: “Hoy la Iglesia está llamada a afrontar desafíos nuevos, y está dispuesta a dialogar con culturas y religiones diversas, tratando de construir con toda persona de buena voluntad la convivencia pacífica de los pueblos”. En este encuentro, Benedicto XVI constataba que “el campo de la missio ad gentes se ha ampliado notablemente,
y no se puede definir solo basándose en consideraciones geográficas o jurídicas; en efecto, los verdaderos destinatarios de la actividad misionera del pueblo de Dios no son solo los pueblos no cristianos y las tierras lejanas, sino también los ámbitos socioculturales y, sobre todo, los corazones”.
Precisamente tocando a lo vivencial definió su línea magisterial a través de la encíclica programática Deus caritas est, que firmó el día de Navidad, dentro de su primer año como Papa. Así arranca
en los primeros párrafos de esta hoja de ruta inicial, exponiendo cuál es el desafío que se presenta hoy para cualquier creyente, para cualquier misionero a la hora de contagiar su fe: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. Esta expresión, que vertebrará todas las alocuciones de su pontificado, le lleva precisamente a concluir su Dios es amor con una oración de un tinte ad gentes, en cuanto que llama a todos los católicos a “ser fuentes de agua viva en un mundo sediento”.
A esta encíclica la siguió una trilogía sobre las virtudes teologales. Firmó las referentes a la esperanza (Spe salvi, en 2007) y a la caridad (Caritas in veritate, en 2009), pero su
renuncia impidió que rematara su propuesta sobre la fe hoy. Lumen fidei vería la luz en junio de 2013, con la rúbrica de Francisco, pero con “el sello” de los dos papas.
Pero donde quizá se perciba más la impronta misionera de su pontificado sea en sus exhortaciones apostólicas postsinodales, especialmente en las que escribió tras celebrarse los Sínodos de Oriente Medio y África. En noviembre de 2011 veía la luz Africae munus, en la que se empapa del inestable contexto político, social y económico en el que se mueve el continente negro, para incidir en la prioridad de apostar por el perdón entre los pueblos, que permita avanzar “por los caminos de la verdad y de la justicia, del amor y de la paz”.
“El rostro de la evangelización lleva hoy el nombre de reconciliación”, asevera en varias ocasiones. Con esta idea como eje, se detiene en el papel de la Iglesia como portadora de un mensaje de anuncio y de denuncia: defensora de la vida en todas sus etapas, garante del respeto a la creación y protectora de los migrantes, desplazados y refugiados. Con esta preeminencia de la Doctrina Social, Benedicto XVI se adentra también “en la apreciación positiva y en la preservación de las culturas africanas” por parte de la Iglesia dentro de su misión. Lejos de ver la inculturación como un apósito, el Pontífice insta a los misioneros a ponerla en un primer plano. Hasta tal punto que plantea que “lo que está en juego en estos encuentros entre culturas es la identidad de las comunidades africanas”. Por ello, considera que
“hay que esforzarse, pues, en transmitir los valores que el Creador ha infundido en los corazones de los africanos desde la noche de los tiempos”.
En Ecclesia in Medio Oriente , profundizó en el concepto de “católico”, que aúna “la comunión entre lo universal y lo particular” desde “una relación de mutua interioridad entre la Iglesia universal y las Iglesias particulares”. En el documento publicado en 2012 va repasando cuál es el papel de los patriarcas, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos “en un contexto multicultural y religiosamente plural”. En concreto, llama a los creyentes de esta región asiática a dar un salto, a pasar de ser receptores de apóstoles de otros rincones del mundo para tomar el relevo. En palabras de Benedicto XVI, les propone “renovar su espíritu misionero por la formación y el
envío de hombres y mujeres orgullosos de su fe en Cristo, muerto y resucitado, y capaces de anunciar con valor el Evangelio, tanto en su región como en los territorios de la diáspora, o incluso en otros países del mundo”.
Este salto cualitativo dado por el Papa teólogo es el que le llevó a desarrollar la que se ha convertido ya en una de sus grandes aportaciones: crear una estructura y aportar recursos para priorizar la llamada “nueva evangelización”, un término que san Juan Pablo II acuñó en 1983. Así, decide crear en 2010 un Pontificio Consejo para poner el énfasis en la urgencia de llevar a cabo un “primer anuncio” en países de tradición cristiana que están sufriendo una rápida secularización. De esta manera, el concepto de misión se amplía, no
quedando limitado únicamente a las Iglesias jóvenes, sino también a aquellos territorios envejecidos demográficamente que precisan de una revitalización en su pastoral con su propia dinámica de acción. De ahí, que aparezcan en sus reflexiones conceptos como “el atrio de los gentiles” o los “areópagos” (ya en Juan Pablo II), como espacios físicos y existenciales en los que promover un diálogo de fe y razón con los no creyentes para acercarles a Dios. Así lo certifica también a través del Sínodo de los Obispos que convocaría con este mismo tema: “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”.
Esta inquietud también contagió cada uno de sus mensajes para la Jornada Mundial de las Misiones. Porque no se quedó únicamente en su mirada a un Occidente descreído. En todos y cada uno de ellos reconoció el papel que jue-
ga la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y, especialmente, Obras Misionales Pontificias a la hora de apoyar a los misioneros en su día a día. Así, en el que fuera su último Mensaje del Domund, el del año 2012, elogió cómo “por medio de sus actividades, el anuncio del Evangelio se convierte en una intervención de ayuda al prójimo, de justicia para los más pobres, de posibilidad de instrucción en los pueblos más recónditos, de asistencia médica en lugares remotos, de superación de la miseria, de rehabilitación de los marginados, de apoyo al desarrollo de los pueblos, de superación de las divisiones étnicas, de respeto por la vida en cada una de sus etapas”.
Sin embargo, su preocupación por este maridaje entre anuncio y cooperación para el desarrollo ya estaba ahí desde años antes. Así lo
constata el arzobispo emérito de Valencia, cardenal Antonio Cañizares, que reivindica la influencia de Ratzinger como figura determinante en el pontificado de Juan Pablo II. En concreto, el purpurado se detiene en Dominus Iesus, la declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe publicada el 6 de agosto de 2000, aprobada por el papa Wojtyla y firmada por él al frente de ese dicasterio. “Es una cristología impecable”, asevera Cañizares. El que fuera un colaborador estrecho de Benedicto XVI como prefecto para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos entre 2008 y 2014, desvela que “nos expresó muy alarmado su preocupación por lo que estaba sucediendo en África y Asia: los misioneros estaban llevando a cabo una impagable e ingente labor social y de promoción humana, pe-
ro sin anunciar con claridad a Jesucristo”. Cañizares detalla cómo esta declaración “subraya la singularidad del anuncio: Cristo, Hijo de Dios, hecho hombre, presente y actuante en la Iglesia y a través de la Iglesia en la misión”.
Esta alerta la lanzaría también posteriormente como Pontífice, al dar vía libre a la Nota doctrinal acerca de algunos aspectos de la evangelización, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, publicada el 3 de diciembre de 2007, fiesta de san Francisco Javier, Patrón de las Misiones. En ella se recalca que “la misión de la Iglesia es universal y no se limita a determinadas regiones de la tierra”. “La evangelización, sin embargo, se realiza en forma diversa, de acuerdo con las diferentes situaciones en las cuales tiene lugar”, se expone, con esa preocupación, latente en todo su
pontificado, respecto a “los relativismos de hoy en día y los irenismos en ámbito religioso”.
La profundidad en sus mensajes la supo combinar con una pedagogía a ras de suelo, consciente de quiénes eran sus interlocutores. Así lo puso de manifiesto, por ejemplo, en la audiencia con los niños de la Infancia Misionera que
mantuvo en el aula Pablo VI en mayo de 2009. A ellos les indicó cuál tenía que ser su “programa”
vital: “Escuchar, rezar, conocer, compartir, ser solidarios”. “Estos son los elementos esenciales que constituyen realmente una forma de ser misionero, de hacer que crezca la Iglesia y la presencia del Evangelio en el mundo”, los animó.
De sus encíclicas al diálogo de tú a tú se fue configurando el lega-
do del ya considerado por muchos como “el Papa sabio”. Un reconocimiento que llega hasta tal punto que incluso se pide que sea proclamado doctor de la Iglesia por su aportación en el ámbito teológico, que, a la vista está, también tiene un particular tinte ad gentes. Benedicto XVI había arrancado su aventura papal en su Alemania natal, abanderando la Jornada Mundial de la Juventud de Colonia. También se reuniría con los jóvenes en Sidney y en Madrid. Pero no llegó a Río de Janeiro. Su sentido de la responsabilidad, ante la alerta de los médicos de que no soportaría el ritmo de un vuelo transoceánico y una peregrinación de esas características, precipitó su renuncia. Lo ha compartido en múltiples ocasiones como razón principal de su retiro voluntario, que duró más de diez años, aunque sea inevitable que todavía hoy se considere determinante el que su “ya no tengo
fuerzas” se vinculara a la crisis de los abusos sexuales y a las encrucijadas curiales y financieras del Vaticano. No poder desplazarse de nuevo a Brasil precipitó la que hoy es ya una decisión que marca la historia de la Iglesia.
Benedicto XVI se convirtió en 2013 en el primer Pontífice en renunciar en seis siglos. Precisamente a raíz de no poder afrontar una peregrinación a un país eminentemente misionero. Una decisión que le llevó a situarse en el plano de la Patrona de las Misiones, Teresa de Lisieux, para acompañar al pueblo que había pastoreado desde un silencio orante, desde una vida contemplativa. Hasta que el pasado 31 de diciembre puso rumbo a la casa del Padre, con el ardor de cualquier misionero, prácticamentecon las mismas palabras que la joven carmelita francesa: “Jesús, te quiero”.
JOSÉ BELTRÁN
Si con sus escritos teológicos ha apuntalado la formación de no pocos evangelizadores y dado pistas sobre cómo debe ser el perfil del misionero en el arranque del tercer milenio, a través de sus 24 viajes internacionales, visitan-
de humildad, Benedicto XVI aportó un matiz ecuménico e interreligioso a cada una de sus visitas, lo mismo fuera a Tierra Santa que a Reino Unido, multiplicando los encuentros con otras confesiones, especialmente con judíos y musulma-
do Latinoamericano. Allí, el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, ejercía de relator de unos documentos en los que ya se hablaba de la necesidad de ser "discípulos y misioneros", postulados que vertebrarían luego estos
do 22 países en los cinco continentes, Benedicto XVI pudo palpar la realidad de una Iglesia universal y, sobre todo, la entrega de quienes decidieron dejarlo todo por anunciar la Buena Noticia entre los últimos.
No fue sencillo configurar una agenda global, cuando se trataba de tomar el testigo de Juan Pablo II, el Papa viajero por excelencia. Con dosis
nes. Más allá del malentendido generado por su discurso académico en Ratisbona, que subsanó posteriormente en Turquía, su presencia en Camerún, México, Cuba o Líbano permitió alentar a comunidades católicas muy diversas.
Resultó especialmente significativa su presencia en Aparecida en 2007, para inaugurar la V Conferencia General del Episcopa-
diez años de Francisco. Ante quien sería su sucesor como Papa, Joseph Ratzinger alentó al continente a "iniciar una nueva etapa", en la que dar a "conocer el mensaje de Cristo y hacerlo guía de la propia vida". "Hay que recordar que la evangelización ha ido unida siempre a la promoción humana y a la auténtica liberación cristiana", enfatizó el Pontífice alemán.
El apóstol que viajó como “discípulo y misionero” El apóstol que viajó como “discípulo y misionero”
Frenar la desigualdad está en tus manos”. Este es el eslogan de la nueva campaña de Manos Unidas para este año, con el objeto de concienciar a todo el mundo sobre la necesidad de acabar con una absurda inequidad global que lleva al hambre y la ruina a millones de personas en todo el mundo. Se trata no solo de denunciar la creciente desigualdad en varios niveles fundamentales –trabajo, produc-
ción agrícola, salud, educación y género–, sino también de enviar un mensaje completamente alejado de la resignación.
“No hay razón para la impotencia, aunque haya obstáculos y suponga la resistencia del 10% de la población que concentra el 52% de la renta global, mientras que la mitad de la población mundial más pobre solo recibe el 8%. Pero la denuncia de la acumulación de una minoría privilegiada debe ser com-
patible con la invitación a renunciar a estilos de vida no generalizables, insostenibles e insolidarios”, proclama Manos Unidas en la presentación de la nueva campaña.
Así lo corroboró el propio papa Francisco en su encíclica Fratelli tutti: “Todo ser humano tiene derecho a vivir con dignidad y a desarrollarse integralmente, y ese derecho básico no puede ser negado por ningún país... Cuando este principio elemental no queda a sal-
vo, no hay futuro ni para la fraternidad ni para la supervivencia de la humanidad”.
Pero, para buscar las soluciones, antes hay que ofrecer el crudo diagnóstico de los hechos...
Las desigualdades de ingresos y riqueza han aumentado en todo el planeta desde la década de 1980, pero el incremento no ha sido uni-
La Campaña anual de la ONGD Manos Unidas pone esta vez el foco en las inequidades globales que condenan al hambre y a la pobreza a millones de personas cada año.
forme. Estas diferencias confirman que la inequidad no es inevitable: es una elección política. Ahora mismo, las desigualdades globales contemporáneas están cerca de los niveles de principios del siglo XX, en el apogeo del imperialismo occidental. Si bien esa desigualdad ha aumentado en la mayoría de los países, en las últimas dos décadas las desigualdades globales entre naciones han disminuido.
Este fuerte aumento de las inequidades dentro de los países ha significado que, a pesar de la recuperación económica y del fuerte crecimiento de los países emergentes, el mundo sigue siendo particularmente desigual en nuestros días. En efecto, las desigualdades dentro de los países son ahora incluso mayores que las inequidades significativas observadas entre países. La parte de los ingresos que actualmente capta la mitad más pobre de la población mundial es aproximadamente la mitad de lo que era en 1820.
Una forma de entender estas desigualdades es centrarse en la brecha entre la riqueza neta de los Gobiernos y la riqueza neta del sector privado. Durante los últimos 40 años, los países se han vuelto significativamente más ricos, pero sus Gobiernos se han vuelto significativamente más pobres. La baja riqueza actual de los Gobiernos tiene implicaciones importantes para las capacidades estatales a la hora de abordar la desigualdad en el futuro, así como los desafíos clave del siglo XXI, como el cambio climático.
El aumento de la riqueza privada también ha sido desigual dentro de los países a nivel mundial. Los multimillonarios globales se han hecho con una parte desproporcionada del crecimiento de la riqueza general en las últimas décadas: el 1% acaparó el 38% de toda la riqueza adicional acumulada desde mediados de la década de 1990, mientras que un 50% obtuvo apenas el 2% de ella. Las desigualda-
des de riqueza dentro de las naciones se redujeron durante la mayor parte del siglo XX. Es cierto que bajaron significativamente en los países occidentales entre principios del siglo XX y la década de 1980, pero la mitad más pobre de la población de estos países siempre ha poseído muy poco, es decir, entre el 2% y el 7% del total. En otras regiones, ese porcentaje del 50% es aún menor.
Como expone Manos Unidas en su último informe, “las cifras de pobreza y hambre han aumentado” durante las últimas décadas, cuando más se ha exacerbado la concentración de riqueza y la falta de oportunidades para las rentas más bajas. Más de 828 millones de seres humanos pasan hambre en el mundo, y mueren entre 5 y 11 personas por minuto por esta razón. Unos 800 millones de personas viven con menos de 1,90 dólares al día, una cifra 100 millones mayor que antes de la
pandemia, la guerra de Ucrania y el aumento de la inflación, según el último análisis del Banco Mundial de abril de 2022.
Como siempre, son los países del Sur los que más padecen esa falta de recursos diarios. Sus economías están aferradas a tradiciones siniestras, como materias primas baratas, reserva de mano de obra generalmente mal pagada y un potencial mercado de bienes y servicios procedentes del Norte. Junto a ello, la corrupción de sus Gobiernos y la mala gestión de los recursos solo contribuyen a agravar las malas condiciones de vida de la mayoría de sus habitantes.
Y otro asunto nada menor y profundamente contemporáneo es el empobrecimiento de las llamadas clases medias, que cada vez es-
tán más lejos de serlo. Es muy frecuente en los países industrializados encontrar ya familias con trabajo que, sin embargo, se endeudan al no poder sufragar gastos insoportables cada mes. Los precios disparados de las energías y la alimentación, la inflación a todos los niveles, la vivienda y los sueldos
congelados, producto de la voracidad del liberalismo extremo, son las razones de un ocaso de una clase media herida.
Las disparidades mundiales de ingresos y riqueza también están estrechamente relacionadas con las desigualdades ecológicas y con las desigualdades en las contribucio-
nes al cambio climático. Por ejemplo, el conjunto de datos sobre las diferencias en las emisiones de carbono revela importantes desigualdades en las emisiones de CO2 a nivel mundial: el 10% de los principales emisores son responsables de cerca del 50% de todas las emisiones, mientras que el otro 50% produce el 12 % del total. Las grandes divergencias en las emisiones sugieren que las políticas climáticas deberían centrarse más en los contaminadores ricos.
Desde Manos Unidas se defiende que “el desarrollo será inclusivo o no será”. Porque no vale un mundo dividido entre el centro y la periferia, integrados y excluidos, iguales y desiguales. “Como también sostiene la Agenda 2030, creemos que urge construir un mundo donde impere el respeto por la dignidad y los derechos humanos, el Estado de de-
recho, la justicia, la igualdad y la no discriminación, con el compromiso de no dejar a nadie atrás y «primerear» a los más rezagados”, reclama Manos Unidas.
Las claves estarían en encontrar un modelo económico que respete los derechos de todas las personas para reducir las desigualdades y superar el asistencialismo, junto a una gestión pública que ponga en el foco a los más vulnerables. “Como la desigualdad es
estructural, combatirla supone integrar al menos tres variables estratégicas: trabajo decente con ingresos justos; políticas públicas –financiadas por una fiscalidad justa– donde el gasto social es una inversión social que inserta a los más vulnerables; y participación política para promover la democracia, la buena gobernanza y el Estado de Derecho, esenciales para el desarrollo inclusivo”, es la receta de Manos Unidas.
Precisamente, dignidad humana, destino universal de los bienes, bien común, opción por los pobres, solidaridad o justicia social son principios de la Doctrina
Las desigualdades de género siguen siendo considerables a nivel mundial, y el progreso dentro de los países es demasiado lento. En general, la participación de las mujeres en los ingresos totales por trabajo (ingresos laborales) es inferior al 35% en la actualidad. En un mundo con igualdad de género, las mujeres alcanzarían el 50% de todos los ingresos laborales.
En los países del sur terráqueo, "el grupo humano más pobre y peor alimentado es el de las mujeres", según denuncia Manos Unidas. Es la llamada
Social de la Iglesia. Y ayudan a entender y juzgar la realidad de la desigualdad como contraria al ser humano. “De aquí que precisamente el salario justo se convierta en todo caso en la verificación correcta de la justicia de todo el sistema socioeconómico y, de todos modos, de su justo funcionamiento”, proclamó el papa san Juan Pablo II en la encíclica Laborem exercens. La lucha continúa.
ALBERTO BRAVO
"feminización de la pobreza".
"Ellas comen siempre las últimas, después de haber cumplido con el cuidado de los campos, el hogar y la familia. Casi un tercio de las mujeres en edad reproductiva en el mundo, más de 500 millones, y casi la mitad de las mujeres entre 15 y 49 años, en Asia central y meridional, sufren anemia, en parte por la mala nutrición", añade Manos Unidas.
El Día de Hispanoamérica acompaña la vida de la Iglesia española desde hace décadas. Es una fecha con un hondo calado misionero, que ha marcado el caminar de la Iglesia en nuestro país. Una Iglesia profundamente comprometida con la misión en Hispanoamérica desde hace más de 500
años, que, a pesar de no siempre haber acertado en las decisiones y los caminos elegidos para llevar a cabo esa misión, ha intentado ir haciendo realidad aquello que nos dice el lema de este Día en 2023 –5 de marzo–: "Hermanos en la fe".
La celebración de esta jornada está en estrecha relación con los llamados sacerdotes Fidei donum , un concepto nacido con la promulgación de la encíclica que lleva por título ese nombre, con la que en 1957 el papa Pío XII pedía la colaboración a los obispos diocesanos para enviar sacerdotes y laicos a tierras de misión, especialmente a África. En el caso de la Iglesia española, podemos decir que el Episcopado se adelantó a la petición del Pontífice, pues, ya en 1949, la jerarquía católica de España decidió crear la Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana (OCSHA). Con ella se buscaba colaborar con la
Iglesia católica en Latinoamérica. Se estableció así una relación de hermandad que ha producido abundantes frutos a lo largo de casi 75 años, no solo para las Iglesias de Hispanoamérica: también para las diócesis que desde España han enviado sacerdotes, algunas de manera muy generosa.
En muchas diócesis de América Latina la escasez de presbíteros era algo muy presente, por lo que los obispos del continente suplicaban de manera constante a la jerarquía española el envío de sacerdotes diocesanos. No podemos olvidar que, en aquel momento, en muchas de nuestras diócesis era abundante el número de clérigos,
lo que facilitaba su envío. Estos en muchos países se convirtieron en una fuerza evangelizadora de especial relevancia.
En la historia de la OCSHA no podemos ignorar la figura del sacerdote Maximino Romero de Lema, que sería obispo auxiliar de la archidiócesis de Madrid-Alcalá, obispo de Ávila y secretario de la Congregación para el Clero. Él presentó una propuesta al papa Pío XII que, desde el principio, contó con su apoyo explícito y que impulsó su puesta en práctica. En ella tuvo su importancia el Seminario
Hispanoamericano, localizado en Madrid, donde, a lo largo de 13 años, desde 1953 hasta 1966, se formaron aquellos seminaristas que querían ser misioneros en América Latina. Eran sacerdotes que continuaban incardinados en su Iglesia de origen y que de-
sempeñaban la misión desde las diócesis, superando un modelo misionero encargado casi en exclusividad a la vida religiosa.
A lo largo de estas siete décadas más de 3.000 sacerdotes españoles han ejercido su misión evangelizadora en la práctica totalidad de los países de América Latina y el Caribe, así como en Estados Unidos. Muchos de ellos han llevado a cabo esta labor de manera temporal, a través de contratos de colaboración misionera. Pero también podemos decir que no han sido pocos los que han dedicado su vida, casi íntegramente, a ser misioneros en la Iglesia latinoamericana.
Misioneros que, como hermanos en la fe, fueron adentrándose en las diversas culturas presentes
en el continente latinoamericano. Todo ello, desde un conocimiento de la realidad nacido de la escucha atenta de aquellos a quienes Dios y la misión pusieron en la vida de estos sacerdotes. Una vida, en muchos casos, en medio de quienes viven en las periferias geográficas y existenciales, en los cinturones urbanos marcados por la pobreza, en los remotos altiplanos, en las profundidades de la selva amazónica, en aisladas comunidades parroquiales donde las distancias y dificultades hacían que la misión no siempre fuese fácil, pero donde la gran mayoría atestigua haber encontrado la mirada y la mano hermana de los más vulnerables.
La fe ayuda a acortar distancias, a estrechar lazos de hermandad, nacidos del hecho de creer en un mismo Dios y Señor, Jesucristo, encarnado en medio de la
gente. El misionero experimenta eso en su vida del día a día, como corroboran muchos de esos más de 3.000 sacerdotes de la Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana presentes en el continente a lo largo de ese tiempo. Son testimonios que nacen de la misión y del encuentro con
hombres y mujeres en quienes Dios ayuda a descubrir la presencia de un hermano, una hermana.
Una fe que la Iglesia conserva y reparte, ayudando a descubrir su sentido y significado a través de la acción misionera. La tarea del misionero permite que las personas puedan ir captando lo que
significa vivir desde la fe, desde la confianza en un Dios que se hace presente en la vida de su pueblo a través de aquellos que son enviados en misión. Una fe en Dios que sostiene la vida y labor de cada misionero, para poder superar todas las dificultades encontradas en el camino.
Ser misionero es tomar conciencia de la importancia de esa fe en un Dios que une personas, culturas, modos de entender la vida; un Dios que construye puentes y derriba muros; un Dios que crea lazos de hermandad, sentimientos de fraternidad que nacen del hecho de creer en Él. No en vano, es desde la fe como la Iglesia se ha ido convirtiendo en una referencia en la vida de muchos pueblos latinoamericanos, pues han descubierto en ella y en el trabajo callado y cotidiano de muchos misioneros un alimento para su vida y una fortaleza en su caminar.
Una misión que en América Latina lleva a los misioneros a proponer “una forma de vida con sabor a Evangelio”, como indica el papa Francisco en sus primeras palabras de la encíclica Fratelli tutti, recordando el quehacer del santo de Asís. El anuncio del Evangelio nace de la fidelidad a Dios, pero no podemos decir que somos fieles a Él si no lo somos a nuestros hermanos y hermanas en quienes se encarna. Podemos recordar en ese sentido las palabras de la Primera Carta de Juan: “Si alguno dice que ama a Dios, pero odia a su hermano, es un mentiroso. Porque si no ama a su hermano, a quien puede ver, mucho menos va a amar a Dios, a quien no puede ver”.
En el número 8 de dicha encíclica, el Santo Padre nos anima a que “soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobi-
ja a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos”. Una hermandad que nace de la fe, pero también de otros sentimientos que surgen del roce cotidiano, de la presencia continua, una actitud necesariamente presente en la vida de quien es llamado a la misión ad gentes.
El Papa nos recuerda en Fratelli tutti, 74, que “hay maneras de vivir la fe que facilitan la apertura del corazón a los hermanos, y esa será la garantía de una auténtica apertura a Dios”. En ese sentido, podemos decir que, en la vida misionera, aquel que anuncia el Evangelio nunca conseguirá abrir a las personas al interés por las cosas del Dios cristiano si no es capaz de facilitar la apertura al corazón de aquel a quien tiene a su lado, de aquel a quien la vida va poniendo en su ca-
mino. Sin hermandad, la fe se convierte en una idea, dejando de ser el motor que alimenta y fortalece la vida de toda persona.
Una fe que lleva a la gente a acoger a quienes son enviados en misión. En la misión uno experimenta esa acogida, motivada por el hecho de ser misionero, que hace que la petición de Jesús a sus discípulos de no llevar nada para el camino se convierta en algo concreto. El misionero es acogido como un hermano, a quien no le falta un plato de comida, un lugar para dormir, un corazón para ser cuidado en todo momento, también ante la dificultad, la enfermedad y el dolor. Y eso, por el hecho de compartir una misma fe, un mismo Dios.
Cuántos hermanos y hermanas no han encontrado en la misión aquellos que un día fueron enviados; personas que ocupan un lugar importante en el corazón, con quienes se han compartido
momentos de todo tipo. Gente que ha ido ayudando a crecer en la vida y en la fe y a entender que las diferencias primigenias con el tiempo se convirtieron en fuente de riqueza, pues fue de ellas como uno fue aprendiendo y enriqueciéndose. Todo ello, nacido del Dios que envía en misión.
Hay unas palabras del número 128 de Fratelli tutti en las que Francisco señala que “la afirmación de que todos los seres humanos somos hermanos y hermanas, si no es solo una abstracción, sino que toma carne y se vuelve concreta, nos plantea una serie de retos que nos descolocan, nos obligan a asumir nuevas perspectivas y a desarrollar nuevas reacciones”. Eso se hace realidad en la misión
y lleva al misionero a superar desafíos que en otros momentos de la vida eran vistos como muros infranqueables.
Uno piensa en comidas, en modos de desplazarse, en esfuerzos considerados inalcanzables, en el aprendizaje de lenguas y formas de entender la vida... Cuando la misión nace de la fe y uno entiende que es en favor de los hermanos y hermanas, uno va asumiendo estas
dificultades como estímulos, pues en la medida en que se van superando, eso nos hace fraternos y nos abre a la realidad del otro, ayudándonos a entender situaciones que parecían incomprensibles.
Para vivir esa hermandad es necesario contemplar la realidad y, sobre todo, contemplar al otro con los ojos del corazón. Es desde esa actitud como uno va aprendiendo a superar las diferencias de razas,
culturas, ideas, lenguas, religiones... Cuántos ejemplos de esto aparecen en los testimonios de los misioneros que un día dejaron España para adentrarse en la vida de los pueblos de Hispanoamérica.
El Día de Hispanoamérica nos lleva a recordar a los sacerdotes de la OCSHA que actualmente continúan como misioneros en Hispanoamérica. Según las últimas estadísticas, son 157 los sacerdotes diocesanos en misión en América Latina, siendo Perú, con 44, el país con un mayor número, seguido de Chile, con 19, y Ecuador, con 14. Cabe recordar que actualmente hay sacerdotes de la Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana en 19 países del continente americano, incluido Estados Unidos.
Con relación a las diócesis españolas que tienen misioneros de
la OCSHA enviados en misión, la archidiócesis de Toledo, con 24, es la que actualmente cuenta con un número mayor, seguida por la archidiócesis de Burgos y Madrid, con 13 cada una de ellas. Hoy son 49 las Iglesias particulares españolas que tienen misioneros de la OCSHA en misión, lo que representa casi el 70% de las diócesis de nuestro país, si bien es cierto que, de esas 49, casi la tercera parte, 16, tienen un único misionero de la OCSHA en activo. Números que deben llevar a la reflexión a la Iglesia española, todavía más teniendo en cuenta que, en 2022, únicamente tres sacerdotes, uno de la diócesis de Córdoba y dos de la archidiócesis de Toledo, fueron enviados en misión a Perú, Ecuador y Uruguay.
En el Día de Hispanoamérica también se recuerdan a los misioneros que celebran sus bodas de
oro y de plata. Aunque las estadísticas no son completas, al menos cinco sacerdotes de la OCSHA, algunos de ellos ya regresados a España, celebran las bodas de oro, siendo al menos seis los sacerdotes que conmemoran su jubileo de plata.
la evangelización ad gentes entre sus miembros, también entre sus sacerdotes. No hay disculpas, ni siquiera el poco número de ellos en muchas Iglesias particulares, para no plantear abiertamente esta posibilidad y esta necesidad.
También en el Día de Hispanoamérica se realiza una colecta, que en 2022 tuvo una recaudación de 64.560,65 euros, de los que más de la tercera parte, 22.783,88 fueron aportados por la diócesis de Tenerife, seguida por OrihuelaAlicante, con 6.100,28 euros, y Mallorca, con 3.000 euros. Sorprende el hecho de que, hasta el momento en que fueron realizadas las estadísticas, más de la mitad de las diócesis no habían registrado ninguna aportación.
Por encima de todo, el Día de Hispanoamérica es una oportunidad que la Iglesia española y los hombres y mujeres que en ella viven su fe tienen para reflexionar sobre la importancia decisiva de la misión. Esta es elemento fundante de la vida cristiana y de la vida de la Iglesia, llamada a promover
Dar desde nuestra pobreza, compartir lo que tenemos, aunque sea poco, nos enriquece sobremanera, nos abre al otro y nos ayuda a entender que allende las fronteras también nos está esperando un hermano, una hermana, que necesita de un misionero para profundizar en el sentido de su fe y poder celebrar los sacramentos que nacen de esa fe. No echemos en saco roto esta reflexión, no dejemos pasar oportunidades que la Iglesia nos ofrece para considerar lo que fundamenta nuestro caminar, todavía más si queremos ser esa Iglesia sinodal a la que tanto nos llama el papa Francisco. Ciertamente es un desafío, pero que, en la medida en que es afrontado, nos lleva a crecer, pues compartir la fe con el hermano es una de nuestras mayores riquezas y alegrías.
Una jornada perfecta, el 24 de enero, para recordar (y homenajear) a todos los misioneros que se dedican a ella, "dando a muchas familias la esperanza de un futuro mejor"
OMP Twitter @OMP_ES
Puso a sus discípulos sobre las huellas de Jesús. Esto es, "no está interesado en tener seguidores, sino que presenta su testimonio y luego da un paso atrás para que muchos tengan la alegría de encontrarle".
¿Puede haber mejor ejemplo? El Papa dixit.
PAPA FRANCISCO
Instagram @franciscus
Un post para hacerse eco, de nuevo, de las amenazas de muerte recibidas por Maurizio Meza, socio local, por defender el medioambiente en Bucaramanga. Y mostrar, claro, "nuestro rechazo más absoluto".
MANOS UNIDAS
Instagram @manosunidas
Que nos lleva hasta Butembo, ciudad de la República Democrática del Congo, donde vemos a Liée Natingar, directora del colegio San Daniel Comboni, organizar a los niños para la limpieza en las clases.
MISIONERAS
COMBONIANAS MADRID
Twitter @MisionerasComb1
Y el 15 del primer mes, como era lógico, se hizo viral. Corrió por las redes que, "gracias a los misioneros, 4 millones de niños en el mundo, cada año, comen, estudian y encuentran en la Iglesia una familia". Se ilustró con nombres, con fotos, con ejemplos.
MISIONES CANARIAS
Twitter @MisionCanarias
Burkina Faso es un país “en medio de la tierra”. Media docena de naciones rodean sus fronteras: Malí, Níger, Benín, Togo, Ghana y Costa de Marfil. En este territorio de África occidental, el litoral brilla por su ausencia. Burkina es uno de los 16 Estados africanos que no tienen acceso directo al mar abierto. Es poco mayor que la mitad de España: su territorio mide 274.200 km². Y en él habita menos que la mitad de la población de nuestro país: 20.870.000 personas. Solo el 31% vive en regiones urbanas.
La antigua colonia francesa (1919-1960), entonces conocida como Alto Volta por el triple y largo río que allí nace, fue rebautizada como Burkina Faso. Así lo hizo el entonces presidente del país, Thomas Sankara, el 4 de agosto de 1984. Este carismático y revolucionario capitán utilizó dos de los 59 idiomas nativos que hay en su país: el mossi, hablado por el 50% de la población, y el diula. Del primero tomó la voz “burkina”, que significa “hombres íntegros”; del segundo, la palabra “faso”, que quiere decir “patria”. El resultado, ahí está.
En la actualidad, 36 años después, el sueño de Thomas Sankara –asesinado en el golpe de Estado que encabezó Blaise Compaoré, su “mayor y mejor amigo”, en 1987– todavía no se ha
cumplido. La realidad delpaís no es la más deseable para lo que su hermoso nombre significa.
Al presente, el capitán Ibrahim Traoré, de 34 años, es presidente interino de Burkina Faso, el más joven del mundo con ese cargo. El pasado 30 de septiembre derrocó al presidente Paul-Henri Sandaogo Damiba. Los interminables y sucesivos golpes de Estado siguen siendo amargo pan de cada día. Tan inestable situación ha propiciado la aparición del fundamentalismo islámico más radical, que ha llegado al país de la mano del terrorismo. La yihad islámica ha echado raíces en Burkina. Y ha causado más de 2.000 muertos y dos millones de desplaza-
dos. Se estima que ya controla el 40% del territorio. Además, ha acarreado muchos otros daños que nada tienen de “colaterales”: 300 centros de salud han sido clausurados y 4.000 colegios, cerrados. Los primeros y más perjudicados: unos 600.000 niños y, también, 18.000 profesores.
Para colmo de males, en el país también ha hecho acto de aparición la Rusia de Putin. No directamente, pero sí al confuso amparo de las sombras. El grupo Wagner, la temida y brutal “empresa privada” de mercenarios, muchos de ellos reclutados en cárceles rusas, que dirige Víctor Prigozhin, oligarca de San Petersburgo, también es punta de lanza en Burkina Faso, donde combate al yihadismo. Como ya ha ocu-
rrido en Malí y en la República Centroafricana, su labor está cosechando aplausos y acrecentando el rechazo a todo lo francés. La gente quema edificios: la Embajada, el Liceo Francés, las oficinas de Air France, las gasolineras Total... Y también quema la bandera de la vieja metrópoli. En su lugar, ahora, agita enseñas con los mismos colores, pero dispuestos en franjas horizontales, que así es la bandera de Rusia. Este movimiento popular ha sido clave para que el capitán Traoré se sienta respaldado y siga al frente de la nación.
Mientras tanto, el pueblo llano burkinés sigue estando entre los que menor expectativa de vida tienen en el mundo. Pero, contra todo pronóstico, la esperanza de los burkineses sigue en pie. La “patria de los hombres íntegros” no se ha rendido todavía.
Los habitantes del país se confiesan, mayoritariamente, musulmanes. El 55,6% lo son, sobre todo, sunitas. Y más del 20,7% pertenecen a las religiones tradicionales. Los cristianos suman, en
conjunto, el 23,7%; son católicos el 15,12%. La Iglesia católica de Burkina tiene 15 sedes: 12 diócesis y 3 archidiócesis. En total, hay 22 obispos. Además, 1.638 religiosas, 849 sacerdotes diocesanos, 316 sacerdotes religiosos y 208 religiosos. Y existe también una gran esperanza, que pasa por los 777 seminaristas mayores que tiene, y por los 7 seminarios y residencias religiosas que hay.
A todo ello contribuye, también, la generosa fraternidad de la que hacen gala los católicos españoles. El año pasado, las Obras Misionales –concretamente, la de Infancia Misionera y la de San Pedro Apóstol– hicieron posible el envío de 228.057,27 €. Los subsidios ofrecidos, repartidos en 7 diócesis distintas, hicieron posibles no pocos “pequeños grandes milagros”. Así, el colegio católico de Bougui, en la diócesis de Fada N’Gourma, por ejemplo, que acoge a 132 niños, ha podido levantar un muro alrededor del centro educativo para proteger a los alumnos de posibles ataques terroristas.
La parroquia de Tonkar, diócesis de Gaoua, ha logrado construir dos salas, con sillas y me-
sas, para acoger a los 850 niños que llegan desde 25 kilómetros a la redonda para recibir catequesis. Por su parte, el Liceo de San Mbaga Tuzinde, en la diócesis de Nouna, que se ocupa de la formación de 1.200 niños, ha podido construir dos aulas nuevas que eran muy necesarias. Cuando llegan los desplazados internos, el número de alumnos por clase se dispara a 35.
En Uagadugú, la archidiócesis capitalina que dirige el cardenal Philippe Nakellentuba Ouédraogo, el Seminario Mayor de San Pedro y San Pablo, que cuenta con 17 formadores y 258 estudiantes, también ha recibido 94.560 €. De la eficacia y rentabilidad de esta ayuda saben más y mejor que nadie su rector y sus propios alumnos. El primero, el P. Guy Mukasa Sanon, natural de Bobo-Dioulasso, escribe: “En nombre de todo el seminario, nuestro agradecimiento. Sin vuestro apoyo no podríamos afrontar las muchas tareas de nuestra institución formadora. Gracias a todos los donantes. Con su ayuda, el Evangelio sigue anun-
ciándose en el mundo. ¡Gracias de todo corazón!”.
Por su parte, Félix Sawadogo, seminarista de la diócesis de Tenkodogo, con gran alegría dice: “Os dirijo esta nota en nombre de toda la comunidad del seminario, para mostraros nuestro agradecimiento por lo que estáis haciendo”. Y añade: “Gracias a vuestros esfuerzos, constantemente renovados, nuestra casa sobrevive en medio de las tormentas de esta querida vida, caracterizada por la crisis de seguridad que sufre nuestro país desde hace unos años. Su ayuda es muy importante”.
El joven seminarista recuerda que “los alimentos son pieza clave de nuestro presupuesto. A pesar de los altísimos precios y del creciente número de alumnos, el seminario, gracias a vosotros, logra mantener un estilo de vida modesto, pero digno. En definitiva, gracias a vuestro apoyo, tenemos una dieta regular, saludable y acorde con la dignidad humana”. Y termina: “Agradezco de todo corazón, en nombre de toda la comunidad, vuestra ayuda, que no nos deja indiferentes. ¡Gracias por participar en la fraternidad cristiana y universal! Estamos muy agradecidos por ello. Rogamos a Dios para que bendiga cada una de vuestras obras y haga fructífera vuestra misión en el mundo. ¡Os enviamos nuestras humildes oraciones!”.
Y un testimonio más. “Yo soy Constantino Somda, de la diócesis de Diébougou, alumno de tercer curso. Gracias a todos por la ayuda que hace posible nuestra formación. Merced a estos subsidios, los seminaristas disponemos de cosas tan elementales como jabón, fregonas..., y para muchas otras necesidades básicas. También podemos estudiar en
buenas condiciones: aulas, luces adecuadas... Sin su generosa ayuda, sería imposible para la mayoría de los seminaristas pagar la matrícula que permite el salario de los maestros, algunos de los cuales vienen de la universidad
nacional. Por todo eso, expresamos nuestro más sincero agradecimiento. Queridos bienhechores: os encomendamos a la protección de nuestra Madre celestial, la Virgen María. Que 2023 sea un año de paz, alegría, salud para vosotros y vuestras familias”.
TOMÁS TAMARREDO
Si e estás i interesado e en r realizar u un d donativo, p puedes h hacerlo en e el n número d de c cuenta ES25 0 0075 0 0204 9 9506 0 0006 0 0866.
También, a accediendo a l la p página w web www.omp.es y p pinchando e en l la o opción " "Colabora".
