Cuaderno 2 / Junio 2011
DOS TESIS PARA
MÉXICO MIGUEL BORGE MARTÍN
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Elio Carmichael / Mural Forma, Color e Historia de Quintana Roo. Palacio Legislativo
Este es un gobierno incluyente, en el que participa toda la comunidad del municipio. Carlos Mario Villanueva Tenorio Presidente Municipal
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CUADERNO 2 / Junio 2011
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CUADERNO 2 / DOS TESIS PARA MÉXICO DIRECTORA
Zita Finol
COORDINADOR EDITORIAL
Nicolás Durán de la Sierra DISEÑO
Sergio Gomez Villarreal CONSEJO EDITORIAL
Jorge Polanco Zapata Fernando Espinosa de los Reyes Juan José Morales Raúl Espinosa Gamboa gacetadelpensamiento@yahoo.com.mx
www.gacetadelpensamiento.com Gaceta del Pensamiento es una revista de carácter cultural que aparece los primeros dias de cada mes con un tiraje de 3000 ejemplares. Editor responsable Nicolás Durán González. Se distribuye en todos los municipios del estado de Quintana Roo y México DF. Certificado de Licitud y contenido de la Comisión de Publicaciones y Revistas ilustradas de la Secretaría de Gobernación en trámite. Certificado de reserva de Derechos de uso exclusivo del título expedido por el Instituto Nacional de Derechos de Autor en trámite.
NOTA DEL EDITOR Dos Tesis Para México, la conferencia impartida el pasado 19 de mayo del 2011 por el Dr. Miguel Borge Martín, de manera paralela a su valía intrínseca, tuvo como valor añadido el haber tenido por escenario el aula mayor de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística y como anfitriones a su presidente Julio Zamora Bátiz y a su vicepresidente David Velasco Carpio. La benemérita academia fundada en la Ciudad de México en 1833, fue la Primera Sociedad Científica en el Continente Americano y la cuarta más antigua del mundo. Cuarenta de los nombres de sus miembros se encuentran inscritos en la Rotonda de las Personas Ilustres de México y ocho más, con letras de oro, en el Muro de Honor del Congreso de la Unión. En la actualidad, la sociedad está ramificada por todo el país al través de sus 55 Academias especializadas estatales y sus programas de investigación incluyen intercambios con la Universidad Nacional Autónoma de México, así como con otras universidades como Harvard, Berkeley, Chicago, Stanford, Los Ángeles, Madrid, Salamanca y Toulouse. Nicolás Durán de la Sierra
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Semblanza Margarito Molina
Su origen, sus antecedentes familiares, se le pueden ubicar en un barrio del puerto de Jounieh, en el Líbano, y en Valladolid, una ciudad del oriente de Yucatán. De esos lugares vienen sus apellidos, pero es en la isla caribeña de San Miguel de Cozumel donde se encuentra la raigambre de varias generaciones de su familia. Y donde el Dr. Miguel Borge Martín nació hace 67 años. Mientras en esa bella isla se avituallaban en los muelles los paquebotes que cargaban chicle y copra de la selva y la costa quintanarroense y se recibía a los primeros turistas que desembarcaban en el aeródromo que construyeron los norteamericanos durante la Segunda Guerra Mundial, el niño y adolescente Miguel Borge asistía a la escuela primaria Benito Juárez y a la secundaria Gabino Barreda. Esto sucedió entre 1949 y 1958. Cuando Jacques Cousteau daba a conocer al mundo la belleza de los arrecifes de coral de Cozumel, el joven isleño emigró a la Ciudad de México a estudiar en la Vocacional Número 2, del Instituto Politécnico Nacional. Parecía que ya se perfilaba un técnico, que luego se hizo político. En 1965 se gradúa en la Escuela Superior de Ingenieria Mecánica y Eléctrica del Poli. El flamante profesional dedica cinco años a poner en práctica sus conocimientos, trabajando en
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una constructora y en los talleres y laboratorios de la Comisón Nacional del Espacio Exterior de la Secretaria de Comunicaciones y Transportes. Entre 1971 y 1973, Miguel Borge realiza estudios de posgrado en la Brown University, de Providence, Rhode Island, Estados Unidos. Nuevamente el profesional aprovecha unos años para trabajar como jefe de técnicos en la Comisión de Estudios del Territorio Nacional y en el Comité Promotor del Desarrollo de Quintana Roo, dependiente de la secretaría de la presidencia. Pero también comienza a trabajar para el Estado de Quintana Roo: se desempeña como asesor del gobernador del todavía territorio federal y como coordinador del progama de desarrollo de aquella entidad. Entre 1978 y 1980 realiza sus estudios de doctorado en economía pública en la Universidad de Paris IX-Dauphine. Cabe mencionar que desde su arribo al Instituto Politécnico Nacional, hasta su partida de la ciudad luz, Miguel Borge Martín siempre contó con becas para realizar sus estudios. El Politécnico, el Gobierno del territorio de Quintana Roo, la Administración Nacional de la Aereonáutica y del Espacio (NASA) y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, fueron los que le proporcionaron subvención. De no haber sido así, para Don Cecilio –su padre- hubiese sido difícil apoyar plenamente las aspiraciones de su hijo Miguel. Ya con el grado de Doctor, Miguel Borge Martín incursiona plenamente en la política. Para él, la política es una actividad excepcional del ser humano, ya que tiene la capacidad de matizar la vida colectiva. Entre 1982 y 1993 desarrrolla plenamente su carrera política, ocupando diversas posiciones en o por Quintana Roo. Secretario de Desarrollo Económico, Senador de la República, Presidente de las Comisones Unidas del Senado para la consulta nacional para el ingreso de México al Gatt,
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y Gobernador Constitucional del Estado, después como Director General Presidente del Centro de Convenciones y de la Oficina de Visitantes y Convenciones de Cancún y como coordinador de proyectos especiales del gobierno del estado en materia de educación superior. En su trayectoria académica, Borge Martín se ha desempeñado como docente en la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica del Instituto Politécnico Nacional; en la Universidad Iberoamericana y en la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha publicado Un Método para Determinar la Utilización Económica Óptima del Suelo, en coautoría con Néstor Duch Gary; y La Asignación de Recursos en la Agricultura Mexicana, trabajo concursante en el Premio Anual de Economía de Banamex y ha escrito sobre la eficacia de las decisiones públicas políticas en su paso por la Universidad de Paris IX. También ha impartido múltiples conferencias y publicado artículos políticos y de divulgación cultural. Frases como “nunca se debe separar la demanda social de la actividad política”, “un gobierno sin guión, sin orientación, es un gobierno de ocurrencias”, “la pobreza nos debe avergonzar a todos y más aún cuando se manipula mediáticamente para lograr fines personales”, “un análisis de la riqueza no debe quedar en cuánto gana cada quien, sino en ir a las consecuencias que las disparidades tienen sobre la estructura social”, son rasgos que muestran un perfil del pensamiento de Miguel Borge. Quien ha sido consecuente con el precepto aristotélico de que “la política nos trasciende cuando comenzamos a pensar en los demás, en la sociedad” o para quien “la ética de los individuos es fundamental para construir una moral social respetable”, ha sido merecedor de diplomas en su etapa de estudiante politécnico, ha recibido mención honorífica en el Premio Anual de Economía de Banamex, le han sido entregadas las medallas Lázaro Cárdenas y Netzahualcóyotl, por el
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Instituto Politécnico Nacional y por la Sociedad General de Escritores de México, respectivamente. Es miembro distinguido de la Sociedad Mexicana de Ingenieros y recientemente, el año pasado, recibió el grado de Doctor Honoris Causa por la Universidad de Quintana Roo. Por ser para una persona que ha sabido transitar sin confusión alguna entre la adminsitración, el gobierno, la política y la academia; para quien sabe que no puede haber compromiso político si no existen presupuestos ideológicos y filosóficos, y para quien la sensibilidad hacia los problemas que genera un desarrollo desigual y combinado en nuestro país lo han llevado a trabajar en el análisis y en la práctica de la cultura y la educación. Por todo ello, es para mí un honor haberles presentado al Doctor Miguel Borge Martín.
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DOS TESIS PARA MÉXICO Estimados Amigos: La impresión diaria que tenemos muchos mexicanos, es que hay cosas que no están funcionando bien en el país. Nos preguntamos por qué un país como el nuestro, dotado de abundantes y variados recursos naturales, no puede construir un mejor legado de bienestar para sus habitantes de hoy y de mañana. Observamos que la economía, que debiera crecer entre un 8 y un 10%, se mueve lentamente y con altibajos y que, consecuentemente, la oferta de empleos bien remunerados, no alcanza a cubrir la demanda que plantean siete y medio millones de jóvenes que no estudian ni trabajan, y necesitan un empleo para fincarse un modo honesto de vida; para participar con su propio esfuerzo en la construcción de un mejor futuro. Vemos también que la delincuencia se ha desbordado y que la declaración de una guerra –que convirtió a los delincuentes en combatientes- no ha sido suficiente para disminuirla, a pesar de las casi 35,000 pérdidas humanas que ha ocasionado y las más de 200,000 personas que han tenido que desplazarse –a manera de refugiados- dejando abandonadas sus pertenencias para proteger su integridad física. A cambio de ello, se han generado incrementos en el presupuesto que se destina para combatirla, a costa de reducir asignaciones a otros rubros asociados al desarrollo económico y social del país. Durante los últimos cuatro años, del 2007 al 2010, el presupuesto asignado a las entidades administrativas directamente responsables de combatir la delincuencia, tuvo un crecimiento cercano al 55%, equivalente a casi dos y media veces lo que creció el presupuesto para la educación. El discurso diario sobre la delincuencia ya resulta cansado y ensombrece la mirada hacia el futuro.
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La actividad política se degrada porque los Partidos Políticos se disputan el poder, sin que, al menos en apariencia, les importe el bienestar del pueblo y el destino de la nación: el pragmatismo, asociado a la mercadotecnia política, ha suplido a las ideologías. El partidismo, con sus arreglos cupulares, y la concertación de alianzas, que son a todas luces inescrupulosas e inmorales, desfigura nuestra democracia y se aprovecha de la ignorancia del pueblo para lograr sus propósitos. Se gastan millonarias sumas de dinero para sostener el sistema de partidos y el sistema democrático -cuyos montos rondan en más de 10,000 millones de pesos al año- para que al final de cuentas ese dinero no le rinda buenos resultados al pueblo, ni fortalezca la democracia nacional. En 2003 México gastó alrededor de 17 dólares por cada elector en el padrón, cuando en Brasil se gastaban 29 centavos de dólar, en Argentina 41 centavos y en Colombia 2 dólares. Para 2009 el gasto electoral en nuestro país ya rebasaba los 25 dólares por elector registrado en el padrón nacional. Preocupa asimismo que tanto la investigación básica como la aplicada reciban apoyos minúsculos, y que no podamos ser generadores de nuevos desarrollos tecnológicos, para estar en condiciones de competir ampliamente en el mercado globalizado, con empresas y productos genuinamente mexicanos. Vivimos inmersos en un mundo dominado por la tecnología –donde el desarrollo del conocimiento y las nuevas aplicaciones tecnológicas marcan la pauta- y no se percibe que exista en el Gobierno Mexicano y en las Cámaras, un entendimiento de lo que esto representa para el desarrollo del país. Por cada patente que se registra en México, en Taiwán se registran 500. La inversión extranjera, que debiera ser complementaria de la nacional, se ha convertido en factor de credibilidad y pivote de la actividad económica del país, cuando estas inversiones aplican tecnologías de su propiedad, dejándonos a nosotros el espacio de la mano de obra. Participamos mayoritariamente en la primera fase del proceso de producción, que es el trabajo, ya que los medios, la tecnología y los productos terminados, no son nuestros. Nuestra preocupación por generar puestos de trabajo hizo que en algún momento confundiéramos el empleo con la riqueza. Olvidamos que la riqueza genera empleos, pero que los empleos no generan necesariamente riqueza –generan sobre todo consumoy en este camino, inmerso en la integración global, estamos en vías de convertirnos en un país de asalariados.
Entendemos la globalización, pero no entendemos, y menos aceptamos, que un país como México, importe productos de escasa tecnología; ya no digamos otras cosas, de mayor nivel tecnológico. Se ha dejado de lado el concepto de la soberanía alimentaria, y el campo, que no recibe el apoyo que requiere –aunque fuese sólo por justicia- no produce con suficiencia los alimentos básicos que demanda la población. La importación de alimentos supera ya el 50% del consumo nacional. Tenemos que importar la tercera parte del maíz que consumimos, el 65% del trigo, el 75% del arroz y el 95% de la soya. Uno de los costos de esta situación lo vemos a diario con los flujos de migrantes – que también salen de las zonas urbanas marginadas- buscando cruzar la frontera norte y arriesgando hasta su propia vida, con tal de escapar de su dura y triste realidad. Así perciben lo que vale su vida muchos compatriotas, que en estas condiciones pueden estar dispuestos a realizar cualquier cosa, así sea ilegal, dentro de su propio país, al que seguramente aman entrañablemente. Cabe recordar que nadie se muere de hambre en silencio. La soberanía alimentaria es una cuestión de seguridad nacional. No basta con que los productos se puedan comprar en el mercado internacional, porque la soberanía alimentaria no es una cuestión de precios o de oferta y demanda. La soberanía alimentaria es un soporte a nuestra capacidad para decidir con autonomía lo que le conviene al país, en condiciones de estabilidad política y social. Año con año se construyen por todo el territorio nacional, miles de viviendas de las llamadas “de interés social”, creando espacios de dimensiones reducidas, que lastiman la dignidad de la persona y de la familia, que contribuyen al deterioro del tejido social, con todas las consecuencias negativas que esto implica, y que terminarán, en pocos años, por su elevada tasa de depreciación, representando un déficit presupuestal para los municipios, que tendrán que proveer de servicios a estas unidades habitacionales, a cambio de pocos ingresos. Los bancos establecidos en el país no le apuestan al futuro de México. Si lo hicieran, invertirían parte de sus utilidades otorgando financiamiento barato, pagadero en períodos largos, que resultara accesible a las empresas, sobre todo pequeñas y medianas. Saben los banqueros que “el plazo mata a la tasa”, pero prefieren ver sus utilidades de manera inmediata, como si el futuro no existiera. Con un sistema bancario así, se dificulta la
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creación y el crecimiento de las empresas, se reduce la generación de empleos y se hace más lento el desarrollo del país. La procuración de justicia y la administración de la justicia –que para el pueblo son la misma cosa, porque no las sabe diferenciar- se han convertido en una gigantesca trama impregnada de corrupción, que lastima la dignidad de los ciudadanos y la fortaleza institucional del país. La aplicación de la justicia se ha convertido en un asqueroso negocio que lo mismo pone en libertad a un delincuente, que destruye la vida de inocentes condenándolos a prisión, o que negocia a conveniencia los frutos del abuso y la impunidad. Grave, muy grave, que se pierda la confianza en el sistema de justicia, porque es lo último que un pueblo puede perder. En medio de todo este panorama, que es aún más amplio, unos pocos sacan ventaja de la situación y se enriquecen desproporcionadamente, agrandando el paisaje de desigualdad en el que vivimos, que ya alcanza niveles que deberían preocuparnos más a todos los mexicanos. Tal vez me vea un tanto catastrofista, pero casi 55 millones de pobres, de los cuales casi 20 están en pobreza extrema, en un país de poco más de 112 millones de habitantes, me parece algo verdaderamente alarmante. En suma, pareciera que México camina a la deriva, sin saber hacia dónde van la ganadería, la pesca, la agricultura, la industria, el turismo, la minería, la explotación petrolera, la educación, el crecimiento urbano, etc., etc. Nada parece tener rumbo. Nada apunta en la dirección de un mejor futuro para México y los mexicanos. Trato de no ser pesimista, pero mi verdad está hecha de cosas como estas que les he dicho. Platicaba hace unos días con unos amigos sobre todo esto, y uno de ellos me preguntaba mi opinión sobre lo que podría hacerse para corregir el rumbo. Les dije que me parecía que el país estaba atravesando por una problemática múltiple y que los problemas interactuaban entre ellos mismos para hacer más difícil la solución. También les comenté que me parecían equivocadas las estrategias y las acciones que se ponían en práctica, porque las más de las veces se trata de situaciones de tipo estructural, que no se pueden corregir sólo con medidas de corto plazo, como las que hoy se están aplicando. En la mayoría de los casos, los males que padecemos no son una excepción, sino la regla. O bien ya forman parte de la ‘forma de ser’ de grandes segmentos de la población,
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o se han venido arraigado en las entrañas de la sociedad mexicana desde hace mucho tiempo, o se han acrecentado como respuesta a decisiones equivocadas. Difícil combatir la corrupción, la impunidad, el abuso, la delincuencia organizada, la desigualdad, la injusticia y otros tantos males que agobian a México, pensando que en un sexenio o menos vamos a poder cambiar la situación. Menos aún, si se ponen en práctica medidas que no obedecen a estrategias bien diseñadas. Por eso es importante -y necesario- tener una visión de mediano y largo plazo. Sin embargo, es igualmente importante que nos revaloremos, para recuperar nuestra autoestima y tener confianza en lo que somos capaces de hacer los mexicanos, para enfrentar así, con éxito, cualquier reto. Y es esta visión la que me lleva a pensar que hay dos cosas que juegan un papel fundamental, sin pretender decir con esto que sean lo único que debamos hacer. Lo que creo es que podemos avanzar hacia el verdadero cambio, si emprendemos con determinación dos reformas fundamentales: En lo político la Descentralización y en lo social la Educación. Estas son mis “Dos Tesis para México”. Plantear la Descentralización es reconocer que el modelo centralista, que en otros tiempos fue el eje para afianzar nuestra soberanía territorial y la estabilidad política y social del país, ya está agotado. Hoy la centralización está asfixiando al país. El centralismo le resta fortaleza a los Estados y obstaculiza el perfeccionamiento de nuestra vida democrática. El centralismo no es una cuestión de personas o de partidos. Ni la alternancia en la Presidencia de la República ha podido terminar con su dominancia, porque el centralismo es una estructura que, como tal, buscará siempre su permanencia, antes que cualquier otra cosa, antes que el interés de la nación, en tanto no se emprendan acciones conscientes y decididas para establecer otra forma de relación entre las partes integrantes del Pacto Federal. Estoy convencido de que no es necesaria una Reforma de Estado que nos lleve a crear una “nueva república”, modificando nuestro sistema político, como algunos han llegado a plantear. No necesitamos reinventar a México, copiando otros modelos. Lo que necesitamos es reorganizarlo y fortalecerlo. Nuestra Constitución, a sus 94 años, tiene solidez de principios y permite hacer las adecuaciones que el país necesita para vigorizar su vida política, económica, social y
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cultural. Sólo se requiere de la voluntad política de quienes tienen la responsabilidad de salvaguardar el futuro de la nación, para emprender una verdadera descentralización de la vida nacional. En todo caso, la descentralización generará un cambio estructural en todos los órdenes de la vida del país, equivalente al surgimiento de un México nuevo, muy distinto del que hoy estamos viviendo. Necesitamos descentralizar a México y el primer paso deberá ser una Reforma Fiscal profunda, en la que participen todos los actores del acontecer político, económico y social del país; esto es, no sólo del sector público –federal y estatal- sino también de las organizaciones del sector social, del sector privado, los partidos políticos y los académicos e investigadores de nuestras más prestigiadas instituciones de educación superior. La Reforma Fiscal deberá ser una reforma hecha por todos los mexicanos pensando en un futuro mejor para el país. Esta Reforma Fiscal deberá manejar una agenda de conceptos. Deberá, desde luego, simplificar la complicadísima trama operativa que se ha venido formando a lo largo de los años, que dificulta el cumplimiento de las obligaciones fiscales y estimula la evasión. Sin embargo, lo más importante será devolverle a los Estados el manejo de su Soberanía Fiscal, sin la cual, su Soberanía Política está incompleta. Hoy, las treinta y un entidades del país a las que llamamos “Libres y Soberanas” están mutiladas y con muy poca capacidad de acción. Es tiempo ya de que los Estados jueguen a plenitud el papel que les corresponde como piezas clave de una verdadera República Democrática, Representativa y Federal. Esto es de vital importancia para la Nación. Por eso, la Reforma Fiscal de la que les hablo, no debe llevarse a una mesa de discusiones regida por manejos aritméticos, sino por las bases conceptuales que le den cimiento a un federalismo verdadero, sano y fuerte. Se trata de una Reforma Fiscal orientada por argumentos políticos para fortalecer la estructura institucional del país, y no por números y porcentajes, como siempre se hace, aplicados a la forma de generar más ingresos y de cómo dividir el “pastel fiscal”, que hoy en día se administra desde “el centro”. No se trata de regresar al caos de múltiples impuestos y contribuciones que inhiben y trastornan el actuar de las personas físicas y morales. Se trata de que en los estados se
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puedan aprovechar oportunidades y tomar decisiones con mayor agilidad, para instrumentar programas y proyectos que en la actualidad no tienen cabida en el formato centralista del país. Soberanía Fiscal a los Estados para terminar con las negociaciones o “arreglos” que se hacen año con año, para determinar cuánto le toca finalmente a cada entidad para la realización de diferentes proyectos o programas. Estas negociaciones no le convienen a la salud de la República, porque se pueden dar a cambio de concesiones invisibles, que dañan la integridad de la política y perjudican los verdaderos intereses del pueblo. Debemos terminar con las componendas en el manejo de los recursos que son legítimamente de los Estados y no del poder central. Soberanía Fiscal a los Estados, para que cada entidad pueda realizar una verdadera promoción de su desarrollo, atendiendo las demandas inmediatas de su población, pero haciendo también planes ciertos de mediano y largo plazo, para dejar de transitar en la inmediatez del día con día, sin capacidad para rebasarlo. Soberanía Fiscal para que cada Estado pueda aprovechar oportunidades que hoy se pierden, precisamente porque las entidades no tienen solvencia fiscal. Muchas inversiones con impacto económico y social, dejan de realizarse en los estados porque entre 80 y 90 centavos de cada peso fiscal se los lleva el centro. En estas condiciones, los Estados no pueden sacar provecho de coyunturas favorables, que es algo que debiera depender sólo de las capacidades que los propios Estados tengan para competir entre ellos, lo que resultaría sano para el desarrollo de cada entidad y para el desarrollo del país. México no será nunca un país rico con Estados pobres, aunque queramos, pero a cambio, cuando los Estados sean ricos, el país lo será, aunque no queramos. La Descentralización de la Vida Nacional no es un proceso sencillo. Implica muchas cosas que reclaman buenas dosis de tiempo, imaginación, organización, análisis, discusión y determinación; pero que vale la pena afrontar si estamos convencidos de que el centralismo ya no es una opción favorable para el país. La devolución a los Estados de su Soberanía Fiscal, deberá acompañarse de formas de control efectivas en el ejercicio de los presupuestos, creando mecanismos de rendición de cuentas y dándole transparencia al manejo de los recursos. Los ciudadanos deben saber cuánto ingresa y en dónde y cómo se aplican los recursos públicos. Hay que terminar, de una vez por todas, con desviaciones que encarecen la obra pública a cambio de engrosar bolsillos,
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a costa del rendimiento que debiera tener el gasto y de la calidad de las obras que se realizan. Los municipios también deberán ser considerados en el proceso de descentralización y en la Reforma Fiscal, respetando la soberanía de los Estados. Obviamente, el diseño de la descentralización tendrá que considerar a los municipios, asegurándoles los recursos que requieren y cancelando cualquier posibilidad de centralismo periférico al interior de cada entidad federativa. De igual modo, la Reforma Fiscal asociada a la Descentralización, deberá considerar que las asignaciones de recursos a los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, tanto de la Federación como de los Estados, aseguren la independencia de cada poder, para que cada uno realice su función a plenitud, sin que medien componendas o arreglos que mermen o cancelen su capacidad de decidir y de mantener el sano equilibrio que debe existir entre ellos. Muchas otras cosas forman parte del proceso de Descentralización. No es posible, por citar un ejemplo, que “el centro” tenga que ver con la construcción de parques, de instalaciones deportivas, de calles, de redes de alumbrado público, de obras viales, etc., etc., en las más de doscientos mil comunidades rurales y zonas urbanas del país, cuando estas acciones deben corresponder exclusivamente a las autoridades locales. Debe dejarse a cada nivel lo que a su potestad corresponde. Descentralizar al país es bueno para el sano desenvolvimiento de la democracia nacional. Resulta hasta contradictorio que sostengamos como aspiración el perfeccionamiento de nuestra vida democrática -para hacer de la democracia una forma de vida- cuando el centralismo tiene capacidad para apabullar a las democracias locales, restándoles la capacidad y el vigor que tienen para ser las impulsoras del desarrollo nacional. El centralismo aleja a la gente de las decisiones y le resta capacidad al pueblo para exigir el cumplimiento de los compromisos democráticos. Descentralizar significa también el adelgazamiento de la burocracia federal, que representa una carga presupuestal bastante pesada. Sólo como ejemplo, las delegaciones federales a nivel estatal de la SAGARPA, de la SCT, de la Secretaría de Economía, de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, de la SEMARNAT, de la PGR y de la Secretaría de Desarrollo Social, suman en este año un presupuesto cercano a los 51,000 millones de pesos, casi la mitad del presupuesto asignado a la salud en este año.
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Con pequeñas ampliaciones, en su caso, los Estados tienen la capacidad y la estructura para atender muchos de los asuntos que hoy maneja la Federación a través de sus “delegaciones”, por lo que descentralizar significaría eliminar buena parte de esta estructura, que sólo se justifica por la visión centralista que tiene el manejo del país. Podemos imaginar muchas otras cosas que una verdadera Descentralización cambiaría para bien de México. Sin embargo, más importante sería que un foro como la Conferencia Nacional de Gobernadores –la CONAGO- incorporara a la agenda de sus trabajos el tema de la Descentralización, con la mira puesta en darle al país la fortaleza de una verdadera República Democrática, Representativa y Federal. II Estimados Amigos: Cambio ahora de tema para hablarles un poco de la educación, esa otra gran vertiente del cambio verdadero que necesita nuestro país. La educación debe ser considerada como la gran envolvente de todo lo que acontece en un grupo social. La sociedad mexicana no puede tener opciones reales de un futuro mejor si no impulsa decididamente el avance de la educación, que conlleva en sí mismo el desarrollo del pensamiento, la ciencia, la investigación y la tecnología. Necesitamos de todos los productos de la educación. Esto es así por el papel fundamental e insustituible que tiene la educación en el desarrollo pleno de la persona y de la comunidad. Existimos como especie desde hace unos dos millones de años, pero tuvieron que pasar quinientos mil años para que comenzáramos a manejar los rudimentos de la palabra y el lenguaje. Hace unos setecientos mil años comenzamos a transmitir el conocimiento de generación en generación, a diferencia de todas las demás especies de primates que existían en aquellos tiempos. Después, hará unos ciento cincuenta mil años, las mujeres comenzaron a hacerse cargo de la educación de los niños en el seno de sus grupos tribales, como parte del quehacer diario de la comunidad.
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Vivimos sobre el planeta Tierra rodeados de decenas de millones de otras especies vivas, pero hasta donde se sabe, sólo nosotros somos capaces de transmitir y acumular el conocimiento de generación en generación. Y todo lo que hemos aprendido como especie a lo largo de dos millones de años, nos permite extraer, como una gran lección de nuestra historia milenaria, que “la transmisión del conocimiento es una condición imprescindible para el avance de la humanidad, al igual que lo es para las personas mismas”. De ahí que ningún país –ninguno- pueda aspirar objetivamente a mejores condiciones de vida, si no le otorga a la educación la importancia que debe tener; dicho en otras palabras, si no le ofrece a todos sus habitantes la oportunidad de integrarse y acceder, a través de la educación, al conocimiento que a diario se está generando, como resultado del avance de la humanidad. Entre los seres humanos de hace 100,000 años y nosotros, no son muchas las diferencias, salvo los cambios inducidos por la herencia, por la mezcla racial, por las tradiciones y por el medio físico y social en que nos desenvolvemos, cada vez más determinado por nuestras propias acciones, particularmente aquellas derivadas de las aplicaciones científicas y tecnológicas. Sin embargo, la transformación que ha experimentado la especie humana es considerable. Y así seguirá, hasta el fin de los días, que será una fecha tan lejana en el tiempo, como capaces seamos de coexistir con nuestro entorno natural, para mantener vivo a este nuestro hermoso planeta Tierra, que ya comenzó a darnos avisos del daño que por voracidad e insensatez le estamos ocasionado. Y es aquí, donde la reflexión me hace recordar a Ortega y Gasset, cuando decía: “yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo”, que en ocasiones solía comentar diciendo: “la realidad circundante forma la otra mitad de mi persona”. Y evoco esta idea, porque explica muy bien muchos de los cambios que ha experimentado la humanidad a los largo de su existencia, ya que si bien las diferencias biológicas con nuestros antepasados son menores –es decir, la primera mitad de la que hablaba Ortega y Gasset- el cambio es palpable, y es el resultado de la acción de nuestra inteligencia, a través del conocimiento que adquirimos, para modificar nuestras circunstancia,esas que forman nuestra segunda mitad.
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Las implicaciones son muy serias, ya que si bien, por naturaleza, todos los seres humanos somos iguales, por el alcance de las circunstancias y la capacidad que tengamos para hacerles frente, se generan diferencias intangibles entre unos y otros. Unos logran adquirir las capacidades necesarias para desenvolverse ante los cambios en las circunstancias, mientras que otros, por la falta de oportunidades educativas, apenas si logran contar con un acervo mínimo de conocimientos, que les impide transitar exitosamente escenarios que pueden rebasar por mucho su capacidad de actuación. Es decir, al no brindar igualdad de oportunidades para la educación a todos, vamos generando rezagos formativos que limitan el actuar individual y, en consecuencia, el avance personal y el de la comunidad. A lo más que se puede aspirar en estas condiciones, es a que el avance se produzca de manera fragmentada, porque mientras algunos pueden ir hacia adelante, otros no avanzan, y esto hace que las diferencias se acentúen, generando día con día más desigualdades, en una dinámica que no puede tener un desenlace diferente, mientras no se le garantice a todos la misma oportunidad para acceder al conocimiento, a través de la educación. No hay otra alternativa para modificar esta dinámica que no sea la educación. Si hubiera otra, habría que intentarla, pero no la hay. La única es la educación. Sabemos que cada persona es única, que cada persona es diferente y exclusiva, pero la desigualdad de la que hablo no es ésta. Tampoco me refiero a la que resulta de la imperfección de los mecanismos económicos, financieros y fiscales. Hablo de aquella que crea diferencias que convierten la riqueza personal en poder, el poder en abuso; el ingreso, en factor de estatus social; la necesidad, en incondicionalidad; el apoyo en limosna; la diferencia de ingresos, en resentimiento, o las oportunidades en la sumisión de las personas. Debemos entender esto como algo primordial al desenvolvimiento armónico de la vida social, porque uno de los soportes fundamentales del armazón constitucional y jurídico que enmarca el quehacer de la sociedad, descansa precisamente sobre el principio de la igualdad. Nuestra Constitución reconoce que los mexicanos nacemos iguales, pero no establece que, para que esta igualdad siga siendo válida después del nacimiento, se necesita, por fuerza, que todos los individuos cuenten, en todo momento, con la posibilidad de acceder a la educación. Necesitamos que todos los mexicanos, absolutamente todos, y cueste lo que
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cueste, tengan garantizado el acceso a la educación en todos sus niveles. Al no ser así, paradójicamente, la educación contribuye a la desigualdad, ya de por sí acentuada por el mestizaje y la pluralidad cultural del país. La educación no tiene en nuestra Constitución el rango que debiera tener. Al comienzo de su artículo 3º dice que “Todo individuo tiene derecho a recibir educación…” y que “el Estado impartirá educación preescolar, primaria y secundaria” -que son los niveles que conforman la educación básica obligatoria. En lo personal, me parece que este artículo 3º debiera comenzar diciendo algo así como: “Es una obligación del Estado ofrecer educación a todos los habitantes del país, en todos los niveles, destinando los recursos presupuestales que se requieran, para dar satisfacción plena a este derecho inalienable de los mexicanos”. Sí, la educación es un derecho innato de todos los mexicanos, pero debe ser impuesto por la Sociedad como una obligación del Estado, para garantizar la igualdad entre todos sus miembros. No debemos dejar que la educación dependa de la buena voluntad de los gobernantes. Menos aún la debemos dejar en las manos del azar o del bien común. La educación para todos, debe ser un mandato social ineludible, establecido claramente en nuestra Carta Magna, para poder construir un país con capacidad para transitar exitosamente los caminos del futuro. Y al referirme a la educación, lo hago de manera plena; es decir, entendiendo no sólo lo que tiene que ver con la cantidad, sino también con la calidad de la educación. No basta con crear suficientes espacios educativos y asignar los maestros que se necesiten para poder decir que la educación de los mexicanos está debidamente cubierta o atendida. Necesitamos que todos los mexicanos reciban una educación de calidad, para que la educación, además de impulsar el avance del conocimiento, pueda cumplir con su sagrada misión de salvaguardar la igualdad entre todos los mexicanos. Tenemos que impulsar a fondo la educación. No debemos permitir que avance más la desigualdad que deriva de la falta de oportunidades educativas, porque puede llegar a convertirse en el peor de los males de nuestro país. La desigualdad lastima a los mexicanos y lastima a la nación. Y digo esto, porque no veo que en México estemos haciendo algo para combatir la desigualdad, que no sea la aplicación de algunos programas con inspiración filantrópica.
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Algo así como el dar un pescado, en lugar de enseñar a pescar. Y actuando de esta manera, lastimamos cada día más la dignidad de cada mexicano y, en la suma, la dignidad de la nación. La dignidad es el atributo del que surge la consideración más plena que podamos hacer de la persona humana, de sus deseos y aspiraciones, de su búsqueda de mayor bienestar, de su satisfacción personal y familiar, de sus afanes de superación y de muchos otros objetivos personales y sociales a los que todo ser humano debe tener derecho. La dignidad –esa que florece con la educación- tiene muchos vínculos y es consubstancial a los principios básicos de nuestra vida social. Difícil entender la libertad, la igualdad, la solidaridad, el respeto, la democracia, la justicia y otros tantos valores que alimentan una vida comunitaria sana, al margen de un claro y definitivo entendimiento y práctica cotidiana de respeto a la dignidad de las personas. No es posible –y esto nos debe quedar bien claro a todos- no es posible que sin educación plena, podamos acceder a un mejor futuro. Aunque pareciera que en nuestros días tenemos claro este principio, los hechos nos dicen que no es así. Nos debatimos en México por alcanzar un mañana mejor, cuando tenemos seis millones de analfabetas, situación que se profundiza, lastimosamente, en el sector rural e indígena; cuando el rezago educativo alcanza a 33 millones de personas, cuando la escolaridad media de los mexicanos es de alrededor de siete años; cuando 52 de cada 100 jóvenes no pueden hacer sus estudios de Preparatoria; cuando 75 de cada 100 no pueden acceder a la Educación Superior; y cuando es ínfimo el apoyo que se le otorga a la investigación. ¿Será este el país que anhelamos? ¿A dónde puede llegar México con estos niveles de oferta educativa, que no alcanzan para que cada mexicano encuentre siempre una puerta abierta a sus deseos de superación? Debemos decirlo en voz muy alta y hasta el cansancio: México puede requerir cambios, los que sean, pero no podrá jamás -así de tajante: jamás- convertir en realidades sus sueños de progreso, si la educación nacional no es capaz de liberar toda la fuerza creadora y transformadora de que somos capaces los mexicanos. Para terminar, quiero decirles que las ideas que he planteado, expresan una sola preocupación: el presente y el futuro de México; que no son otra cosa que el presente
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y el futuro de los mexicanos. Sin embargo, me parece que en esta ocasión sólo he sido el portavoz de muchas voces, al menos del lugar en el que vivo, que a diario expresan sus inquietudes por las cosas que pasan en nuestro querido país. Lo que yo he hecho es darles formato –formato de Tesis- y aprovechar esta oportunidad que me ha dado la insigne Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, para presentarlas ante ustedes. Espero que estas “Dos Tesis para México” nos muevan a reflexionar más sobre la realidad y el futuro de nuestra nación. Muchas Gracias.
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Dos Tesis Para México Glosa
Dr. José Luis Pech Várguez Rector de la Universidad de Quintana Roo Agradezco la oportunidad que hoy se me brinda para hacer algunos comentarios respecto del trabajo Dos Tesis Para México que nos ha presentado el Dr. Miguel Borge Martín. Esta tarde hemos escuchado las palabras de un distinguido mexicano que se preocupa por el porvenir de su patria, que habla con el conocimiento que le dan sus orígenes, su formación académica y la experiencia de haber participado como funcionario y actor fundamental de la vida política nacional. Su intervención señala claramente la grave situación que vive la Nación y enfatiza las limitaciones que exhiben las políticas públicas actuales para resolver de fondo los problemas que hoy vivimos. Por eso, es muy grato y esperanzador escuchar las tesis presentadas por el Dr. Miguel Borge Martín que hacen un llamado a reflexionar sobre las verdaderas causas que crean los efectos o consecuencias que hoy observamos. Sus tesis sobre la descentralización y la educación son fundamentales porque proponen trabajar sobre la reedificación de las plataformas básicas y resolver desde sus raíces, en el mediano y largo plazo, varios de los problemas más importantes que hoy nos aquejan. En las últimas décadas, nuestra nación evidencia el agotamiento del centralismo como sistema de administración de los recursos nacionales. Los presupuestos federales, estatales y municipales son insuficientes para resolver las demandas que se presentan. Las decisiones presupuestales cupulares que hoy se toman, alejan la posibilidad de que las autoridades cercanas a la población cuenten con las capacidades legales y financieras para resolver los retos que plantea el desarrollo en las diferentes regiones del país. Nuestro estado, Quintana Roo, condenado al crecimiento turístico por los apetitos de la inversión nacional e internacional y por la belleza 37
de sus recursos naturales, no dispone de una sólida base fiscal que le permita transformar su crecimiento en desarrollo sustentable. Aún más, el centralismo actual coarta la posibilidad de tomar decisiones y desatar las energías sociales regionales para crear riqueza: no se tiene hoy la posibilidad de cada región decida emocionadamente su participación y destino en el contexto nacional. Como señalara Don Miguel Borge, debemos “terminar con componendas en el manejo de recursos que son legítimamente de los Estados y no del poder central”, para que las entidades alcancen, en la práctica, su soberanía fiscal y política. Acertadamente nos remarca que México nunca podrá ser un país rico si sus Estados son pobres y por el contrario, cuando sus Estados, gracias a la descentralización, hayan hecho efectiva la administración de sus energías productivas, entonces tendremos, obligadamente, una nación exitosa. Por mi parte, señalo que el desarrollo experimentado por varios países europeos con sus administraciones regionales son un buen ejemplo de las energías que se desatan y la riqueza que se crea cuando el concepto de soberanía se ejerce fiscal y políticamente por las personas que habitan cada zona de un país; todo esto sin detrimento de su participación en los problemas generales que afectan a la nación en su conjunto. Su segunda tesis considera a la educación como una gran vertiente del cambio verdadero que necesita nuestro país. Su tesis avanza hasta una propuesta de modificación en el artículo Tercero constitucional de manera que éste asegure la educación pública, en todos sus niveles, como una obligación ineludible de Estado, con el fin de salvaguardar la igualdad entre todos los mexicanos, y recuperarle a todos ellos la dignidad y autoestima que florece en cada ser humano cuando recibe educación. Soy profundamente sensible a esta tesis, porque en estos tiempos, cuando las crisis minan la fe en los valores, cuando las instituciones económicas que hoy dominan el orbe han desvirtuado nuestra capacidad para entendernos como individuos y como integrantes de la familia universal a la que pertenecemos, cuando esta globalización nos despersonaliza, cuando se derrumba la noción de futuro porque se apuesta a lo instantáneo, cuando los espejismos asumen estatuto de realidad, cuando no se asignan los recursos suficientes para ofrecerle una oportunidad educativa 38
a todos los jóvenes mexicanos que desean acceder al nivel superior, es cuando más hace falta redoblar esfuerzos y levantar la voz para señalar la importancia tan grande que tiene para la construcción del futuro necesario, el ofrecer desde ahora suficiente y buena educación para todos los mexicanos. Dice con certeza Don Fernando Savater que nuestras democracias tienen que educar en defensa propia. Porque lo que defiende, hace grande y productiva a una democracia, es una buena educación para todos. Si una democracia quiere sobrevivir, mejorar, generalizarse, si quiere hacerse de todos y para todos, necesita educación. Es un punto fundamental, no es optativo, no es que la educación sea una especie de adorno para colgarse. La educación es un pilar para el buen funcionamiento de una democracia, porque ésta, para cumplir eficazmente su cometido, necesita hombres educados con los conocimientos, competencias, actitudes y valores que aumenten nuestra competitividad como país y aseguren una sana convivencia para el desarrollo social. Hoy, cuando la mayoría de nuestros políticos pierden la visión de Estado, acertadamente señala nuestro conferencista, el país pierde su capacidad para pensar en el mediano y largo plazo y con ello se nos niega a los mexicanos la posibilidad de construir un mejor futuro. Aunque la educación no puede por sí misma resolver todos los problemas del mundo, en la solución de cada uno de esos problemas hay una parte de educación. Hacen falta medidas sociales, económicas e institucionales, particularmente, porque la educación necesita un largo plazo y no un plazo inmediato para mostrar sus efectos. Pero si en la solución de los problemas no hay una dimensión educativa, si no enraizamos en la conciencia y en el conocimiento futuro de nuestras generaciones los cambios y las transformaciones positivas que queremos que ocurran, éstos desaparecerán como esas plantas que arrastra la corriente porque no tienen raíces y no han quedado fijas en el suelo, donde tenían que haber fructificado. Celebremos entonces, lo escuchado esta tarde, porque además, las palabras vienen de un hombre cuyas acciones de vida validan los pensamientos que hoy nos ha presentado.
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Índice
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Semblanza / Margarito Molina
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Dos Tesis para México
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Glosa / José Luis Pech Várguez
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Impreso en
Grupo Editorial estosdías SA de CV Av. Maxuxac, No. 471, entre Nizuc y Sacxán, Mz 377, Lt 06, Fraccionamiento Proterritorio, Chetumal, Quintana Roo, México. C.P. 77086 (983) 118-4114, 118-4115
Leonora Carrington en Quintana Roo Cancún
del 7 de Mayo al 7 de Junio Kilómetro 5 del Bulevar Kukulcán
Chetumal
Junio - Julio Explanada de la Bandera
"Mi gobierno está comprometido en la promoción de la cultura como estrategia para el desarrollo armónico y pleno del Estado". Roberto Borge Angulo Gobernador de Quintana Roo
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Este Cuaderno apuesta al futuro y no tan sólo como proyecto editorial, sino también como vehículo para la expansión de las Este Cuaderno apuesta al ideas futuroque se generan Quintana y no tan sóloen como proyectoRoo; la única manera de quecomo podamos editorial, sino también vehículo para la expansión alcanzar un porvenir luminoso de las ideascomunidad que se generan en como depende de Quintana Roo; la única manera lo que sembremos ahora. de que podamos alcanzar un porvenir luminoso como comunidad depende de lo que sembremos ahora.
Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística
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