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El Skateboarding: un estilo de vida olímpico

Poco podían imaginar aquellos surferos californianos, allá por los sesenta, que aquello que hacían sobre su tabla de madera con ruedas de patines, para surfear calles y mobiliario urbano, sustituto para aquellos días donde sus deseos de coger olas en Malibú se veían truncados, se convertiría 50 años después en deporte olímpico. Y menos aún lo soñaría (o siquiera desearía) Rodney Mullen, padre del skate moderno, cuando en los años ochenta, se estrujaba la sesera (y los huesos contra el asfalto) inventando los trucos bases del skateboarding ( el Heelflip, el 360 flip…) y viviendo el carácter underground de un estilo de vida diferente, intrínseco en los skaters, de pantalones anchos, gorras, y camisetas de los Misfits, de gamberros ‘jodiendo’ a la gente en las plazas, con su patineta y su música punk y hard rock.

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Y digo bien si me pregunto si desearían o no esta corriente deportiva y olímpica. Esto realmente no está claro. La imagen perfecta es la campaña Don’t Do It, que, skaters y marcas que rodean a este mundo, han lanzado parafraseando el eslogan de una conocida marca de zapatillas y pidiendo que no se mercantilice su formar de ver la vida y criticando la entrada de grandes empresas en el skateboarding.

De esta manera, se han creado dos corrientes dentro del skate, la purista que reniega de las olimpiadas y que sigue su camino alternativo, y otra más acorde con los nuevos tiempos del monopatín que defienden un sentido deportivo y lúdico. A pesar de las críticas, ambas conviven y ambas son compatibles. Quizás sea por el propio carácter integrador que conlleva el movimiento skater.

Así, con este panorama, vemos como se ha pasado de ‘fastidiar’ a los transeúntes de las calles en las ciudades, a crear skateparks para practicar este deporte y, como consecuencia, que hayan nacido escuelas de skaters, como la que Borja Benjumeda dirige en El Puerto de Santa María, TheHOME.

El comenta como TheHOME “ha pasado de tener un solo alumno cuando comencé con esta aventura hace unos años, a ir creciendo cada vez más. Alumnos de todas las edades, cada vez más jóvenes y número parejo de niños y niñas”. Asevera también sobre los valores que alumnos y padres encuentran en el skateboarding, “valores como la constancia, la confianza en uno mismo, superar adversidades y sufrimiento, y a nivel psicomotriz, el equilibrio, posicionamiento, visión espacial y periférica, así como algo muy importante hoy en día: el compañerismo, el sentimiento de pertenencia a un grupo de amigos. Por todo esto y más cosas, el skate tiene cada vez más seguidores y practicantes. Además, las olimpiadas han sido un empujón a las escuelas que seguro veremos pronto reflejado en nuevos alumnos y alumnas. Al ver la juventud de los olímpicos de este deporte en Tokio, nos damos cuenta del futuro prometedor de esta disciplina.”

Realmente, el skateboard, patineta o monopatín, es el símbolo y nexo que ha unido a ‘surferos de olas urbanas’ de una identidad propia y característica, donde lo irreverente se convierte en social y la contracultura tiñe cada una de las ruedas que hacen rodar a este movimiento, y que los avatares del destino han blanqueado esa imagen transgresora para convertirlo en deporte olímpico.

____ Paco Martín, agosto 2021

• Paco Martín

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