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El Futuro a la Colombiana

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La Totuma

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Perspectivas de la diplomacia digital en el país

El Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia ha sido una de las instituciones más olvidadas de la historia reciente del país. Su presencia misma pasa por inadvertida muchas veces y se debe a la poca atención que se le presta al mismo ministerio dentro de las políticas públicas de Colombia. Ahora, con los cambios tecnológicos actuales, se están dando oportunidades abiertas a la modernización y a la inserción de la entidad como medio importante para el progreso de la diplomacia como disciplina, teniendo en cuenta la relevancia de este oficio para el progreso colombiano.

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“La “cuarta revolución industrial”, término acuñado por Klaus Schwab en 2015, es el fenómeno insignia del siglo XXI.”

Esta revolución está permeando todos y cada uno de los procesos actuales de la humanidad, expandiéndose con avances en las redes tecnológicas, la inteligencia artificial, el Internet de las cosas (IoT), entre otras. Los administradores públicos y los especialistas en relaciones internacionales, poco a poco, han tratado de incorporar las transformaciones digitales en coyunturas especiales a favor de intereses nacionales. Por eso, el mundo de la academia ha vaticinado la creación de la ‘diplomacia digital’ como respuesta a los cambios y continuidades en la política internacional. Expertos todavía no han podido definir ni teorizar de manera exacta la diplomacia digital, e-diplomacy o ciberdiplomacia, pero, en un sentido amplio, se dice que es el uso de tecnología y redes sociales para propósitos diplomáticos (Bjola y Holmes, 2015).

Los beneficios que se han visto, fruto de la adopción de la diplomacia digital, en asuntos exteriores son varios. La conectividad que brindan las nuevas tecnologías es tan esencial que los medios tradicionales muestran lo que las redes sociales ya anunciaban. Los canales que se abren para la comunicación de noticias, información e incluso la comunicación entre entidades y ciudadanos es vital para cumplir con las expectativas que se tiene del Estado en el siglo XXI. La modernización de las tecnologías usadas en los consulados y embajadas muestra también una evolución en la capacidad del gobierno para manejar y procesar información. La e-diplomacy, de este modo, acerca a todos los actores políticos a los objetivos nacionales. En palabras de Olubukola Adesina:

“El mundo es tal que las entidades estatales y no estatales compiten por la influencia y el poder en el mismo espacio en línea [...]. Cuando se utiliza adecuadamente, la diplomacia digital es un complemento persuasivo y oportuno de la diplomacia tradicional que puede ayudar a un país a avanzar en sus objetivos de política exterior, ampliar el alcance internacional e influir en personas que nunca pondrán un pie en ninguna de las embajadas del mundo” (2017, p. 10).

Esa es la misma esencia de la diplomacia digital, distribuir el poder de una manera en la que se democratiza el oficio diplomático. Los intereses colombianos en el exterior ya no se limitan a alianzas gubernamentales,

sino a una confluencia de factores económicos, sociales y culturales que demarcan el progreso del país (González, 2018).

“En ese orden de ideas, el auge de la diplomacia digital no es un proceso de destrucción creativa. No busca reemplazar el campo clásico ocupado por la diplomacia.”

Por el contrario, se ha visto cómo su implementación va de la mano con procesos diplomáticos comunes y, de esta manera, trabajar por la construcción de una política exterior estratégica y mancomunada. Por ejemplo, las negociaciones de Acuerdos de Asociación Económica entre los países de la Unión Europea con la ACP (Estados de África, el Caribe y del Pacífico) se han manejado históricamente bajo esquemas de diplomacia tradicional, pero, en recientes décadas, los países del ACP han logrado hacer un lobby fuerte para mejorar los acuerdos económicos en gran parte gracias al internet (Westcott, 2008). En el internet está el futuro del poder blando y, en consecuencia, de los cambios y continuidades que se darán en la diplomacia.

Entonces, se esperaría de la Cancillería colombiana una adopción de tecnologías sabiendo que son herramientas útiles para el desarrollo de una nueva institución que responda a las necesidades internacionales de Colombia. Claro, los esfuerzos han sido mínimos y se no han traducido en mejoras significativas para la entidad. En el informe de gestión del Ministerio de Relaciones Exteriores del 2019, los únicos indicios sobre la diplomacia digital son la constancia de cursos de actualización

Figura 1. Ranking anual de países por efectividad de su diplomacia digital presente en los ministerios de asuntos exteriores. Conferencia de Diplomacia Digital. (2017).

sobre este tema al personal de la carrera diplomática. Los demás procesos de digitalización han sido para modernizar los procesos legales y la tramitología que manejan las embajadas y los consulados. Son pocas las iniciativas hechas antes de la coyuntura actual que muestren un avance en la adopción de la tecnología en pro de la política exterior colombiana. Los esfuerzos de la Cancillería se han centrado en una diplomacia focalizada en las redes económicas y culturales que en una agenda política establecida.

No obstante, las circunstancias en las que nos presentamos en el momento han empujado, a las malas, al ministerio hacia procesos enmarcados en las herramientas que brinda la e-diplomacy. La canciller Claudia Blum ha asistido y debatido en espacios virtuales en reuniones con la OEA, la ONU y el Grupo de Lima, donde ha demostrado, con una agenda controvertida, que el peso de Colombia en las reuniones regionales se siente aún. Claro está, cabe resaltar que los cambios en los métodos diplomáticos actuales vienen, pura y exclusivamente, del momento histórico y no por iniciativa propia del gobierno que tiene una tendencia clara a preferir métodos más ortodoxos. Las ventajas que ha dejado de aprovechar el Ministerio son demasiadas, porque, por primera vez, las limitaciones geográficas se están desdibujando.

En las reuniones de la Asamblea General de la ONU se vio cómo el énfasis geográfico pasó a un segundo plano, exaltando más capacidades e instituciones. Obvio, mucho de esto se debe a la pandemia por la que atravesamos, pero no deja de significar que el papel de Colombia como líder regional pudiera pasar a un líder en innovación. Esta afirmación, muy optimista claramente, ejemplifica una

Figura 2. Programa de informe de gestión, sección sobre el modelo de gestión de TICs. En esta figura se muestra la única referencia presente a la diplomacia digital, todo lo demás se enmarca en la modernización de trámites y procesos ante las embajadas y consulados. Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia. (2019).

problemática que desligo del ministerio, ya que es responsabilidad del gobierno, pero que muestra la oportunidad tan clara que enseñaba si la institucionalidad colombiana hubiera sido más eficiente en esta coyuntura actual.

“Otros flancos de la diplomacia digital, como el uso de redes sociales, han sido extremadamente débiles desde un principio.”

Las embajadas en el exterior no cuentan con mecanismos actualizados para la atención de los colombianos afuera, solo queda comunicarse con el Twitter o Facebook del ministerio o sucumbir a la lentitud de su página web (Dussán, 2017). Si temas tan banales como la comunicación con sus conciudadanos es limitada, los retos digitales, en materia política, son metas retadoras que debieron haber sido planeadas desde la década pasada con el nacimiento del twiplomacy (diplomacia en twitter).

Empero, toda acción tiene sus consecuencias. Los riesgos que conlleva una presencia en internet son de común conocimiento; por lo tanto, estos sesgos hacen parte de la argumentación de aquellos que ven con ansiedad esta nueva ola informática. Los riesgos más presentes son la filtración de información, la piratería informática y la anonimidad que manejan los usuarios en la red (Manor, 2015). Vale la pena recordar episodios ocurridos bajo

WikiLeaks o los robos de información sensible a Microsoft o a Sony. La respuesta que se le daría a estas cuestiones es 12

bastante simple. Un avance en materias TIC no se puede dar sin instituciones encargadas específicamente de la ciberseguridad y del manejo apropiado de datos, ya que el avance hacia un mundo digitalizado a estas alturas de la vida es inevitable.

“El porvenir de las relaciones exteriores de Colombia no mejorará sin una convicción certera a adaptarse al funcionamiento del sistema internacional.”

La diplomacia clásica ponía a los gobiernos de naciones en desarrollo a trabajar arduamente para su inclusión en las decisiones importantes en cualquier materia. Ahora, la responsabilidad se la reparte con sus habitantes, con la sociedad civil, con el sector privado. Si bien esto en Colombia no es nuevo, debido a que la diplomacia del café, del petróleo y de la guerra impera, es deber del ministerio y del gobierno ser un establecimiento inclusivo con las ideas de la sociedad y la diplomacia digital es un paso importante para democratizar este oficio. De esta forma, los beneficios que acarrean estas nuevas formas de hacer diplomacia, en un país donde el oficio es subestimado, son inmensos y ayudarían a procesos democráticos que exacerben los deseos y peticiones de la ciudadanía al gobierno.

“Esto se da porque ignorar el futuro de las relaciones

internacionales es una condena que acabaría en retroceder a esa imagen, descrita por López Michelsen, de una Colombia tan parroquial en sus asuntos exteriores que se compara con la lejanía del Tíbet.”

Con todo esto dicho, la evolución de la situación sanitaria y económica marcará y, en lo posible, acentuará el rumbo de los procesos tecnológicos y digitales que tanto espera el país. El ponernos a la vanguardia ya no es una cuestión de ostentosidad sino de supervivencia en un ambiente internacional hiperconectado. Por eso, temas tan polémicos como la situación de Venezuela, la delimitación de los mares de Colombia, la coordinación económica regional o el panorama del comercio internacional necesitan de una estructura más robusta y actualizada del Ministerio, ya que negar el poder de la tecnología y del internet sería oponerse al futuro de Colombia.

Fabián Acuña Estudiante de Economía

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