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irectorio Número 11 / Diciembre del 2015
Jermán Argueta Director General
Laura Dippólito
Directora en Argentina
Pep Bruno
Director en España
Martín Céspedes
Antonio González Beltrán
Director a perpetuidad en España y norte de África
Alexander Díaz Gómez M.G.
Director en Bolivia
Director a perpetuidad en Colombia
Diseño e intervenciones gráficas: Juana Araceli Ordaz “El Ánima Sola”
Revista Oralidad y Cultura cronicas_leyendas@hotmail.com jermanargueta@hotmail.com Tel. 55422899 en la Cd. de México
Leyendas Mexicanas http://issuu.com/oralidadycultura http://www.cronicasyleyendasmexicanas.com.mx/
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ontenido 4
Tras el canto de las sirenas
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De soledades Un acercamiento a la caricia
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Una aventura cultural
Jermán Argueta
Montserrat
en el barrio de La Merced Jermán Argueta
Esquinas Virgen La Niña Tarántula Tinta Algo diferente Alicia
Jermán Argueta
Patricia
Jermán Argueta
(fragmento)
Mericia
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Tras el de las s
Un aven cultu
Ellas son parte de la cultura de la caricia y de la humedad erótica que también se escribe con canto, cantera, tezontle, malquerencia, amor y viajes a la cama telúrica de nuestra ciudad de México. Y efímera y virtual como la caricia sensual de las prostitutas es esta edición de Oralidad y Cultura. Su contenido, eso sí, es memoria que tiene su origen en una década de investigación voyerista por la ciudad de escote y minifalda. 4
l canto sirenas
na ntura ural
Estas líneas cautivas en el signo escrito, tienen la finalidad de dar a conocer una experiencia propia que nace en febrero de 1991. En esta fecha decidí transitar un camino en los laberintos de la marginalidad, la que bondadosamente genera como práctica consecuente el sistema político del “liberalismo social”. Y en una oficina de la calle del franciscano Gante, empecé un trabajo cultural con las mujeres estigmatizadas entre las lámparas de neón y las sombras de la noche. Con la aceptación de ellas di inicio al proyecto La voz de las Damas de la Caricia; primero con un grupo de prostitutas de Sullivan y luego con uno que trabajaba en el barrio de La Merced. La experiencia es, quizá, la única en toda América Latina. Ellas, las que antes tenían una vida rutinaria de su casa al trabajo,
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han sido mis alumnas en un Taller de Oralidad y Escritura, y aquí no sólo han consumido bienes culturales sino también, y es lo más importante, los han producido: han narrado cuentos y también han escrito algunos materiales de poesía. Pero antes de seguir y de dar a conocer aquí algo de su producción, me dispongo a desentrañar breves pensamientos que han resultado del intercambio humano con ellas. Vale la pena abrir las mismas entrañas de un mortal. ¿Y yo qué pienso? Lo real y lo imaginario son los rumbos que traza la vida humana: la cotidiana y la trascendental. Y es la práctica del discurrir por ese tiempo, sumado en lo efímero de la vida, lo que marca la memoria. Abrir los tiempos pasados que nos hablan del caminar por los senderos de lo que se construye y se destruye; de lo nuevo y lo viejo; de lo que huele a raíz de lo nuestro; de lo ajeno y lo propio y también de lo que se combina. Parpadear e imaginar para rememorar los laberintos de lo vivido; es la búsqueda de la voz, de nuestras voces para que se expresen en la oralidad como tradición o, más aun, en las manifestaciones que se desbordan en la imaginería de lo literario: cuentos, leyendas, poesía.
¿Por qué esta aventura cultural? Los tiempos cambian y con ellos las formas de pensar y de ser. En la mentalidad y su quehacer se juega la vida misma; es un marasmo de perspicacias, ansiedades, búsquedas, pasiones. El cimiento en la forma de ser se presenta, fundamentalmente, en la sorpresa, en el azar: el destino se teje con los hilos de la imprecisión. Aunque este nos lleve a algo seguro: la muerte. Esto no es tragedia, es la vida misma que vive para reverenciar la muerte. Por esta dualidad andamos. En el interludio de lo efímero nos toca el hacer.
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Las Damas de la Caricia se saben frágiles en el oscuro destino y pocas buscan un nuevo horizonte para dejar sentir su presencia humana. Son personas que al descubrirse en sus potencialidades revaloran su condición humana, su papel como mujeres. Se miran no sólo como alguien que puede brindar un servicio en la caricia fugaz, onírica y fantasiosa, sino en el plano de la producción de bienes culturales. El descubrirse como un ser creador posibilita una revaloración de la gente que las rodea. La creación en el plano de lo artístico; son los momentos más intensos de vida. No sólo se consumen los bienes culturales, sino que se crean para que otros los consuman.
¿Por qué es necesario atender a esta población? Uno de los acuerdos de la Consulta Pública sobre Prostitución realizada en agosto de 1990 por la Asamblea de Representantes, a través de la Comisión de Educación, Salud y Asistencia Social, se refiere al impulso de “programas de educación... entre las personas dedicadas a la prostitución, con el objetivo de incrementar su nivel cultural”. Este foro sin duda fue un evento que obligó a gran parte de la población mexicana a mirar con otros ojos el oficio de la prostitución, sobre todo el que se ofrece en la calle; las miró como seres humanos que tienen hijos y necesidades para sobrevivir; incluso las conoció a través de la prensa en la violación de sus derechos humanos: razzias, agresiones físicas, vejaciones, extorsión económica. Lo anterior nos da pauta para decir que las mujeres que ejercen la caricia sexual, constituyen un sector de la población que vive políticas de segregación y de exclusión social. Esto ha generado en ellas, en miles de casos, que se auto marginen de lo que ofrece la vida y la cultura y, además, se recluyan en soledades; aislamiento
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que repercute en profundos traumas, no sólo en ellas sino también en sus familias. El estigma que sufren es parte de la herencia de una sociedad envuelta en una moralidad de doble cara: por un lado las satanizan y por otro las desean y les piden sus servicios. Es el estigma que las condena o en otros casos se condenan a vivir al margen de muchos bienes culturales. Por lo consiguiente se crean un perfil de resentimiento que las aleja de la vida social y las hace sumergirse en la incertidumbre. Ellas son parte, por otro lado, de la vida populosa del barrio. Son esencia de composiciones musicales: el romántico y sensual Agustín Lara nutrió su vida cantoral en las huellas que dejan los rincones y las noches: A ti, que me juraste ser siempre buena... A ti, mujer ingrata, pervertida mujer, a quien adoro a ti, vida de mi alma, por quien tanto he sufrido y tanto lloro. A ti consagro toda mi existencia la flor de la maldad y la inocencia. Es para ti, mujer, toda mi vida; te quiero, aunque te llamen pervertida.
“Pervertida” Sus alegrías y penurias también han sido llevadas a la pantalla del cine. Algunas de estas películas son presencia del buen cine mexicano: La mujer del puerto. En la literatura los escritores han dejado poemas, cuentos y novelas: Santa, de Federico Gamboa, y canción después: Santa, santa mía...
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Si otros han hablado de ellas, es el tiempo de que tengan voz propia, no impostada: aunque positivamente asuma su defensa. Atenderlas es una posibilidad, hoy, de que den a conocer lo que pueden brindar a una sociedad que les ha sido infiel. Tienen algo por dar a conocer en el ámbito de la escritura y de la narración oral escénica.
La importancia de una manifestación cultural. El 8 de mayo de 1991 como culminación del Taller de Oralidad El 8 de mayo de 1991, como culminación del Taller de Oralidad y escritura “La vida es un cuento”, un grupo de cinco mujeres de Sullivan, de quince inscritas, se presentaron en el teatro Ramírez y Ramírez para narrar cuentos y leyendas —dos de tradición oral, uno escrito y dos más de lectura—. El público estuvo compuesto por funcionarios de la Delegación Cuauhtémoc y Gloria Ornelas de Conasida. Asistieron personalidades del ámbito cultural y artístico: Francisco Garzón Céspedes, Marilú Carrasco, Beatriz Falero, entre otros. Pero la asistencia más numerosa fue la de las mujeres del sexo servicio de La Merced y Sullivan. En este evento no sólo se narraron cuentos, también se leyeron poemas escritos por las asistentes al taller que impartió el que esto escribe. Jamás se habían reunido tantas mujeres alrededor de un evento cultural. Una sorpresa para los asistentes. Pero las más gustosas del evento eran las que contaron cuentos en el escenario y también las que escucharon la lectura de sus poemas musicalizados en voz de la periodista Carmen Ruiz. El eco en el escenario. Una historia, una vida en la creatividad literaria: Pero a pesar de todo/ qué más da si fui una rosa / que uno a uno regaló sus pétalos,/ sus espinas, su candor; a manos/ vacías, sin
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calor y sin huellas/ de ilusión:/ a bocas rabiosas por morder/ y destruir un aliento./ Bocas que sólo buscan penetrar/ unos cuerpos débiles/ y darles su esencia de pasión ... (Fragmento del poema “Ya nunca más”, de Martha Raquel). El 8 de mayo fue un momento único en nuestro país. Unas mujeres antes marginadas y autosegregadas dieron a conocer una manifestación cultural que fue obra de un gran esfuerzo y de confianza. Todo esto generó nuevas expectativas en su forma de vivir la vida. Pero la vida sigue y a mí me place caminar por los rincones y los olores que manan del barrio de La Merced... y aquí andamos recordando las andanzas y entrevistas entre el hotel Madrid, Ampudia y el Oriente. La historia y la creatividad también nacen en los rincones de la marginalidad. Jermán Argueta
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De soledades De penas y soledades ya tengo las manos llenas. Quisiera vaciarlas todas en tu cuerpo de madera. Frotar tu piel con ternura. Olvidos en la arena de playas abandonadas. Lรกgrimas de ausencia. Deja que mi soledad se mezcle con tu cuerpo y ser la protagonista de tu tiempo. Montserrat T. Trabajadora del sexo en Sullivan
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Las prostitutas del barrio de La Merced son las herederas de las ahuani, las alegradoras mexicas, las “gallas” de la primera casa de mancebía que existió en la séptima calle de Mesones. Ellas son las “antiguas” de la ciudad de México; ahí están con su voz que llama al canto de la piel, a los ratos efímeros del erotismo. ¿Vass? ¿Sí vasss? Desde temprano salen de las entrañas del Metro La Merced. Se les ve llegar deseosas de una suerte benévola. En el andén perciben ese penetrante olor a cebolla y ajo. Varias vienen de Ciudad Nezahualcóyotl, Chalco, El Caracol, El Arenal, Martín Carrera. Otras abordan el autobús en Río Frío y Tlaxcala. Llegan sin ataviarse, con vestimenta normal, como cualquier persona. En el hombro cuelgan su bolso: ahí traen sus imprescindibles cosméticos. En ocasiones se hacen acompañar por una bolsa de plástico que lleva dentro esa prenda especial, sugerente y atrevida, y los zapatos de tacón que resaltan el atributo de los glúteos. Su cara, su cabello y el cuerpo conservan la frescura del baño matinal. La jornada siempre será pesada, a veces ardua. Se introducen a los lugares —hoteles y lupanares— donde ejercen y comparten la caricia del cuerpo. Saludan entre bromas a las que ya se encuentran ahí. Sólo ocupan los minutos necesarios para hacer de su figura un atributo sensual. ¡Claro!, si la ropa lo permite y, sobre todo, las líneas del cuerpo. Los afeites sólo se deslizan tenuemente sobre las mejillas, los ojos y los labios. Son pocas las caras maquilladas en exceso, marchitas y los cuerpos voluminosos viviendo la agonía en el oficio. Los colores se adhieren a esos rostros plásticos que llevan la vida entre los dieciocho y los treinta años. Hay otras que tienen ya sus cua-
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renta y cincuenta años. Las más viejas trabajan en el jardín de Loreto o andan desbalagadas sobre la avenida Circunvalación. Las chicas que llevan años viviendo en la ciudad de México y zonas conurbadas se confunden en el trabajo con las que apenas llegaron de los Estados de Oaxaca, Veracruz, Tabasco, Michoacán, Estado de México, Guerrero, Tlaxcala, Chiapas. Su tez, su figura, pero sobre todo su vestimenta, las delata. Ellas son mestizas, güeras, mulatas, negras, indígenas; son parte del enjambre cotidiano del barrio de La Merced. Algunas de ellas han sido peregrinas de zonas de tolerancia diseminadas por todo el país. Son migrantes de la penitencia social. Allí están alquilando decenas y decenas de cuartos de hotel mientras ejercen sus servicios. No son pocas las que arrastran a sus hijos a la promiscuidad precoz de la sexualidad clandestina y viven con ellos en incómodos e insalubres cuartos de los hoteles del barrio. Ocupan un amplio espacio de este antiguo barrio de La Merced, lugar sacralizado como Centro Histórico de la Ciudad de México y hoy patrimonio de la humanidad. Ocupan, con sus siluetas, calles, callejones, avenidas, esquinas, puertas de hotel, accesorias y escaparates. Imágenes y semblantes testimoniales de la miseria omnipresente de provincia. Son parte de este entorno desde hace más de cuatro siglos y medio; ¡sí!, de más de cuatro siglos y medio. Los colonizadores y sus huestes, muchos de ellos amantes del sexo y el oro, son los primeros proxenetas o hacedores de prostitutas en la ciudad. Sus ropas entalladas y sugerentes las muestran con su identidad propia e inconfundible para la mirada ajena. No hay similitud ni confusión entre ellas y los miles de consumidores que asisten a la zona. Son parte, de igual forma, de las tradiciones festivas del rumbo; son parte de las viviendas y moradas destruidas, de las bodegas aban-
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donadas, de empedrados y losetas de ornato, así como de montículos con desechos de frutas y legumbres que corrompen con sus mieses el ambiente (aromas pútridos, agrios, se levantan cuando el sol penetra la humedad de la basura). Están ahí junto a los puestos que expenden a los cuatro vientos sus diversas mercancías; ropa, frutas, legumbres, trastos, antojitos placeros y objetos divinizados que ofrecen la curación de los males físicos y espirituales. Deambulan o están de fijo en calles y esquinas, con su vestir sensual que abandona la tranquilidad ajena. Ahí están, recogiendo el aliento de los rincones promiscuos, de los charcos, de la basura que acumulan los vendedores en grandes montículos. Ocupan con su presencia más de veinticinco aceras todos los días, y de manera especial los fines de semana y los días de raya de los trabajadores de la construcción. Se les contempla recargadas y en movimiento en las aceras y calles de San Pablo, Manzanares, Topacio, General Anaya, Limón, Santo Tomás, San Antonio Tomatlán, Santa Escuela, La Soledad, en los jardines de San Miguel y Loreto. Asimismo, se instalan a lo largo de un gran tramo de la avenida Circunvalación. Muchas de ellas posan, incómodamente, todo el día hasta que oscurece. Estos son los tiempos de la modernidad y del neoliberalismo en fracaso. Son los tiempos donde muchas mujeres salen a la calle —es la búsqueda de unos pesos— para persuadir a los posibles clientes. Son los tiempos que se repiten con las mismas voces que no tienen historia precisa, pero sí un mensaje que persuade a los que quieren o necesitan desfogar las ganas acumuladas. ¿Vasss? ¿No vasss? Jermán Argueta
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Las viejas esquinas se van cayendo, se llevan para siempre el secreto de los besos, las voces de la madrugada, los adioses sin regreso. Ciudad: tu historia se queda sin esquinas, entonces ÂżdĂłnde te encontrarĂŠ?
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Virgen
Jermán Argueta Para mis amigas, las Damas de la Caricia
Eres tú la virgen que trasnochas la noche de los ángeles desangelados de amor. Eres tú la virgen protectora de los menesterosos arropados de infortunio en la vida. Vida de virgen amante, devota de todos, de todos los que a las tres de la mañana comen tiempos vacíos de vida. De los que odian el olvido, el silencio de sus mujeres, y furtivos llegan a ti para postrarse ante tu humedad. Vida de virgen amante, medio rostro de mariposa que posa y vuela en las sombras de una ciudad dormida. 19
Eres tú la virgen, nicho donde el fuego se alimenta de día y de noche para que algunos de tus fieles —negándote mil veces— te sean infieles. Eres tú la virgen que levantas a Lázaro y lo llevas a vivir la luz de la vida. Vida de inválidos, válidos en el amor. El que les brindas como acto de unción sacramental. Porque a ti llegan después del cautiverio, de la oscuridad alimentadora en deseos inconclusos. Ellos son, en el tiempo, los que abrevan en tu manantial y juegan atrapando tus aromas, los que apretujan en su piel. Es el retorno al paraíso. Eres tú la virgen transfigurada en mantas, mantos: sudario de rostros
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bañando tus senos a diario. Tú, lo dicen, no duermes y en el desvelo abrigas a los sobrevivientes de las sombras, a los olvidados del amor, a los que ayunan en soledades para llegar a ti, depositando, ardorosamente, sus fantasías acumuladas en vela. Tú, lo dicen, eres exhalación de peces, fragancia de luna llena que fenece y vuelve a nacer en la piel de tus devotos. Virgen mítica, real, ritual de peregrinos, los que andan sus huellas de día y de noche, no dejes que sus sueños fantasiosos se vayan. ¡Protégelos! ¡Protégelos!
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La Niña Tarántula Recuerdo que cuando tenía once años entré a trabajar a la feria. Ahí había una exhibición de la mujer tarántula. La dueña me dijo que si quería trabajar ahí. A mí me daba miedo, porque creía que me iban a cortar la cabeza. Pero aun con miedo le dije que sí, y le entré. Cuando salí ante el público por primera vez, se me olvidaron Ias cosas que tenía que decir. Pero fue porque me dio fiebre, por lo que me preguntaban. Era en primer término: 23
Señorita, ¿cómo se llama? Yo les decía: ¡Patricia!
Ella tiene un nombre muy bonito, pero un cuerpo horrible. ¿Cuántos años tiene? Yo les decía: ¡cuento con quince años!
¿Qué alimentos le dan para que pueda vivir en esa horrible forma? ¡Jugo de uva y sangre de rata blanca!
¿Qué consejo les da a todos los niños que vienen a conocerla? Que sean buenos para que no les pase lo que me pasó a mí. ¡Estoy así por desobedecer a mis padres!
¿En qué lugar de la República la capturaron? ¡En el Golfo de México!
Despídase del simpático público que vino a conocerla. Yo les decía: ¡Gracias! ¡Muy buenas tardes! Y la niña tarántula desaparecía. Patricia Piedad Trabajadora del sexo en el barrio de La Merced
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En agosto de 1990 tuve el primer contacto directo con ellas (aclaro, no en un hotel ni en un lupanar); fue en el Primer Foro sobre Prostitución que organizó la Asamblea de Representantes del Distrito Federal. Después de leer mi ponencia me acerqué a Jaime Gutiérrez y Gloria Fraga, de Humanos del Mundo Contra el Sida, asociación civil a la cual ofrecí un curso de escritura y narración de cuentos. Hubo acuerdo. Así, en febrero de 1991, laboré con un grupo de trabajadoras del sexo de la calle de Sullivan y, en 1992, con otro grupo del barrio de La Merced. Aprecio de ellas, en el escenario de mi efímera existencia, que me hayan abierto los rincones de sus sueños, fantasías y deseos —ocultos o revelados—, de su visión de la muerte, de su marginación y de sus secretos, y que los llevaran a la creación literaria como una forma de cambiar un pedazo de vida. La creatividad es lo venturoso que aleja el vacío de la desesperanza. Para ellas, en su experiencia creativa, va este poema: Tinta.
Jermán Argueta De tus manos, la tinta terca se fue al recuerdo. Y te comías el viento de la noche sin escritura. Nunca el disfraz te pudo cubrir tu disfraz de la vida. y las ganas de escribir fueron las ganas de sacar tu mundo; huída de lo que se esconde. —El mundo hablado ya nos es inocente—.
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Que la gente trajine los amaneceres contigo. Ya no importa. Ensayabas y, tendida en la alfombra, los años regresaron. El palo de lluvia y los pájaros inhiestos levitaban. De las alas, una pluma se te metió en la boca y salió en tinta lo que arrincona el alma. Volaron sentimientos para repartir cuentas contra la vida. Disfrutabas el vaivén de los martes; de las cinco a las siete hablabas de bonanzas. Tres rehiletes diarios miraban tus pechos. En tus hojas escribías vino y mozos en decadencia; no ansiabas la existencia sola. Duele el cartón para dormir
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en duras duelas. ¿Importan los amores que fingen su paisaje en gotas y vienen por lo tibio y se van sin amor? Por eso tú atrapabas la foto a perpetuidad en Santo Domingo. Y si escribir encierra al escribano, tú, en la escritura, abrías la puerta de lo que guarda la epidermis; la que se interpone entre el corazón y la calle samaritana. Escribana, ¿cuántas golondrinas buyen en tus entrañas? Golondrina, ¿cuántas letras despiertan bajo tu disfraz?
Jermán Argueta
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