500 AÑOS DE LA CONQUISTA SUPLEMENTO ESPECIAL

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Directorio Rector Dr. Enrique Luis Graue Wiechers Secretario General Dr. Leonardo Lomelí Vanegas

Director General del CCH Dr. Benjamín Barajas Sánchez Secretaria General Mtra. Silvia Velasco Ruiz

Directora Mtra. María Patricia García Pavón Secretario General QFB. Reyes Flores Hernández Secretaria Académica Lic. Edith Catalina Jardón Flores Secretaría Administrativa Mtra. Alejandra Barrios Rivera Secretaria Docente Lic. María del Carmen Martínez Tapia Secretaria de Administración Escolar Lic. Norma Cervantes Arias Secretaria de Asuntos Estudiantiles Dra. Elsa Rodríguez Saldaña Secretaria Técnica del Siladin Ing. Angélica Nohelia Guillén Méndez

Jefe de Información Lic. Ignacio Valle Buendía Mesa de redacción y diseño editorial Lic. Miguel Ángel Landeros Bobadilla Redes sociales Lic. Marlen Vázquez del Mercado Solís Oriente Informa aparece los lunes publicado por el Departamento de Información, de la Secretaría General del Plantel Oriente. Edificio de la Dirección. Teléfono: 57736325, ext. 142 Correos electrónicos ignacio.valle@cch.unam.mx landerosbo@hotmail.com

Octava época | Suplemento especial Septiembre de 2021 www.cch-oriente.unam.mx Coordinación Lic. Miguel Álngel Landeros Bobadilla Textos Lic. Miguel Ángel Landeros Bobadilla Mtra. Tania Romero López Ulises Soriano Delgado Diseño Ulises Soriano Delgado


Índice Presentación

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Tenochtitlan

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La historia de las mujeres para repensar la caída de Tenochtitlan

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"Malinche"

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Visión de los vencidos

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El último día de Tenochtitlan

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Factores para la caída de Tenochtitlan

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Último mensaje de Cuauhtémoc

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Raíces de una nación a 500 años.

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Un sueño de 500 años

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8 sitios arqueológicos que puedes visitar en la Ciudad de México

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Entrevista exclusiva con Ángeles González Gamio

Resiliencia

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"Salimos del sueño"

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Presentación

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espués de una fiera defensa orquestada por Cuauhtémoc, Tenochtitlan sucumbió ante las huestes españolas comandadas por Hernán Cortes. Aquella encarnizada batalla significó el fin de una era, de una cultura y una ciudad. Tenochtitlan, para entonces, era una ciudad señorial con grandes edificios, calzadas y canales. Construida en un islote en el lago de Texcoco, a lo largo y ancho de su territorio se alzaban grandes templos, palacios, mercados, jardines, plazas y barrios. Aquella ciudad lacustre era la capital de un imperio poderoso que, por medio de conquistas y guerras, llegó a dominar una buena parte de Mesoamérica. La cuenca, de lo que hoy conocemos como Valle de México, fungía como el centro económico, político y militar más poderoso de la época. La ciudad fue derruida después de que los españoles la ocuparon el 13 de agosto de 1521. Casas y palacios, templos e ídolos de piedra fueron derrumbados. Con las mis-

mas piedras fueron levantadas las construcciones y los vencidos, con sus propias manos y seguramente con un hoyo en el corazón, contribuyeron a erigirlas. En la actualidad, aún podemos admirar vestigios provenientes de la cultura mexica. El tezontle que predomina en muchas construcciones de lo que hoy conocemos como Centro Histórico, es el recuerdo de una ciudad fantasma, llena de ecos de celebración y batalla, de aquel centro portentoso de Mesoamérica. También, nos quedan hallazgos como el Templo Mayor, axis mundi para los mexicas o la piedra del sol, Coatlicue, Coyolxauhqui y Tlatecuhtli. En Oriente Informa, bajo la consigna de informar y formar, nos hemos dado a la tarea de conmemorar este acontecimiento fundacional con este especial: “500 años de la conquista”. Dentro de estas páginas versan diferentes historias, crónicas, reflexiones sobre el papel de las mujeres en la conquista, anécdotas, personajes y leyendas alrededor de ese trágico momento. Los invitamos a adentrarse en estos relatos, llenos de momentos terribles, pero también de heroicas acciones y, sobre todo, para recordar que esa ciudad, Tenochtitlan, y esos habitantes, los mexicas, siguen presentes con una herencia que nunca morirá.

“In quexquichcauh maniz cemanahuatl, ayc pollihuiz yn itenyo yn itauhcain Mexico-Tenochtitlan” “En tanto que permanezca el mundo, no acabará la fama y la gloria de México-Tenochtitlan” Memoriales de Culhuacan

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Tenochtitlan Cantares mexicanos

O

rgullosa de si misma Se levanta la Ciudad de México-Tenochtitlan Aquí nadie teme a la muerte en la guerra Ésta es nuestra gloria. Éste es tu mandato. ¡Oh, dador de la vida! Tenedlo presente, oh príncipes, No lo olvidéis. ¿Quién podrá sitiar a Tenochtitlan? ¿Quién podrá conmover los cimientos del cielo? Con nuestras flechas, con nuestros escudos, Está existiendo la ciudad. ¡México – Tenochtitlan subsiste!

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La historia de las mujeres

para repensar la caída de Tenochtitlan a 500 años

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“La Historia de las mujeres es indispensable y básica para lograr la emancipación de la mujer” —Gerda Lerner Por: Tania Romero López, profesora del

El

área Histórico Social

13 de agosto de 1521 es una fecha simbólica qué tradicionalmente ha sido utilizada para marcar el fin de una época, pero la historia no se trata de nombres, fechas y datos, sino de procesos. Por ello las conmemoraciones pueden funcionar como pretextos para establecer un diálogo entre distintas visiones y formas de interpretar la historia, repensar las fuentes a la luz del presente y así romper con la idea de que esta fecha marca el fin del mundo indígena, porque no es así. Entender la complejidad de los procesos históricos, requiere de una visión integral, en este sentido, la historia de las mujeres ha abierto un camino a nuevas preguntas que rompen con la visión masculinizada donde los hombres (blancos) son los sujetos principales, que las situaba como un grupo olvidado, excluido y marginado. La categoría de género para el estudio de la historia permite proyectarlas como referentes esenciales del orden social, como sujetos históricos y protagonistas de la historia viva. Como referente de las mujeres españolas durante la conquista encontramos a María de Estrada, soldado de Cortés, entre otras de quienes se sigue indagando pues existen pocos o nulos referentes, pues será hasta culminada la conquista militar que se observarán la llegada de mayor número de mujeres españolas a este territorio. Por el lado indígena las mujeres juegan un papel de suma importancia como mediadoras culturales, Malintzin y Tecuichpo, son un ejemplo de ello, por mencionar algunas. En el 2016 la historiadora estadounidense Camilla Townsend, realizó una excelente biografía de Malintzin, donde

Malintzin

Tecuichpo

“Entender la complejidad de los procesos históricos, requiere de una visión integral, en este sentido, la historia de las mujeres ha abierto un camino a nuevas preguntas que rompen con la visión masculinizada...” señala su importancia como pieza clave, pues al fungir como traductora y consejera, fue puente entre culturas, esencial para el desarrollo de la conquista. En el discurso tradicional, lo anterior se ve opacado, por un lado, por la idea de su supuesto enamoramiento hacia Cortes, el cual en realidad responde a una idealización del hombre blanco como gran seductor, lamentable concepción que avala la idea de la mujer sometida al varón. En contraparte, el historiador Federico Navarrete, resalta que Malintzin aparece en algunas imágenes con el pelo suelto, lo cual la identificaría

con autoridad por su sexualidad femenina y al ser un tipo de “trabajadora sexual mesoamericana” detentaba un cierto poder sobre el propio Cortés. Por otro lado, a Malitzin se le imputa el estigma de traidora, que parte de la idea errónea de que Mesoamérica era una nación y que existía una conformación homogénea en sus habitantes cuando en realidad existían diversos y, en cierta medida, enfrentados grupos indígenas que habitaban este territorio. El término malinchismo, que alude a la preferencia de lo extranjero en detrimento de lo nacional, es prueba de esa

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falsa idea de traición que se reproduce relatos como el Laberinto de la Soledad de Octavio Paz. Como indica Martínez Baracs, ella no traicionó a nadie, se eligió a ella misma dentro de las más difíciles circunstancias. A la luz de los hallazgos actuales, tras ejercicios de revisión de las fuentes visuales y escritas de la época, se puede comprender que las mujeres indígenas eran quienes daban de comer, cuidaban y velaban por los españoles que se enfrentaron al nuevo continente, fueron quienes introdujeron a los españoles a la vida en Mesoamérica. Debemos entender el contexto del siglo XVI, no existía un interés de hacer registro y seguimiento de las mujeres que participaron en

la Conquista, la falta de datos tan elementales como sus nombres, hace que nuestro conocimiento de ellas se reduzca aquellas pertenecían a la elite gobernante o bien por testimonios que dan cuenta de sus atributos y acciones, esto aunado al desinterés de los historiadores por investigar al respecto, había contribuido a perpetrar esta invisibilización de las mujeres en los procesos históricos, lo cual afortunadamente ha cambiado en los últimos años, cuando historiadores y principalmente historiadoras se han dado a la tareas de indagar al respecto, formulando nuevas metodologías, acercamientos, preguntas, revisando diversidad de fuentes, y un largo etcétera. Urge que nuestro Colegio, a 50 años de haberse

formado, se sume a la enseñanza-aprendizaje de una historia nacional con un enfoque más integral y abierto a las nuevas interpretaciones de nuestro pasado. Te invito a que te sumes a esta conmemoración y revises las iniciativas de diversos institutos y dependencias de nuestra universidad como “noticonquista” para seguir informándote respecto a éste y otros tópicos fundamentales a la conformación de nuestra historia nacional. Formar nuestro espíritu crítico y abierto sigue siendo prioridad en la virtualidad. Descubre lo fascinante que es nuestra historia nacional cuando le hacemos preguntas distintas a las que tradicionalmente hemos estudiado.


Malinche

Por: Rosario Castellanos *

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esde el sillón del mando mi madre dijo: “Ha muerto”. Y se dejó caer, como abatida,

en los brazos del otro, usurpador, padrastro que la sostuvo no con el respeto que el siervo da a la majestad de reina sino con ese abajamiento mutuo en que se humillan ambos, los amantes, los cómplices. Desde la Plaza de los Intercambios mi madre anunció: “Ha muerto”. La balanza se sostuvo un instante sin moverse y el grano de cacao quedó quieto en el arca y el sol permanecía en la mitad del cielo como aguardando un signo que fue, cuando partió como una flecha, el ay agudo de las plañideras. “Se deshojó la flor de muchos pétalos, se evaporó el perfume, se consumió la llama de la antorcha. Una niña regresa, escarbando, al lugar en el que la partera depositó su ombligo. Regresa al Sitio de los que Vivieron.

Reconoce a su padre asesinado, ay, ay, ay, con veneno, con puñal, con trampa ante sus pies, con lazo de horca. Se toman de la mano y caminan, caminan perdiéndose en la niebla.” Tal era el llanto y las lamentaciones sobre algún cuerpo anónimo; un cadáver que no era el mío porque yo, vendida a mercaderes, iba como esclava, como nadie, al destierro. Arrojada, expulsada del reino, del palacio y de la entraña tibia de la que me dio a luz en tálamo legítimo y que me aborreció porque yo era su igual en figura y rango y se contempló en mí y odió su imagen y destrozó el espejo contra el suelo. Yo avanzo hacia el destino entre cadenas y dejo atrás lo que todavía escucho: los fúnebres rumores con los que se me entierra. Y la voz de mi madre con lágrimas ¡con lágrimas! que decreta mi muerte.

*Rosario Castellanos (1925-1974) es una de las escritoras mexicanas más reconocidas a nivel nacional e internacional. Combinó su labor creadora con la promoción cultural, la docencia, el periodismo y la diplomacia. Sus obras más importantes son: Balún Canán, Oficio de tinieblas, Álbum de familia o Poesía no eres tú.

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Visión de los vencidos retrato de un doloroso pasaje histórico Por: Miguel Ángel Landeros Bobadilla

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Miguel León-Portilla (1926-2019) reveló el pensamiento profundo de los antiguos mexicanos e inauguró un estilo muy personal de acercamiento a los textos

suceso histórico de primera magnitud y con profundas repercusiones para la construcción de nuestra patria e identidad fue, sin duda, la conquista del imperio mexica a manos de los soldados españoles y sus aliados indígenas. Durante siglos, la versión de este hecho corrió a cargo de los testimonios de cronistas europeos o a partir de las relaciones de los conquistadores, con Hernán Cortés en primer lugar y obras seminales como “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España”, de Bernal Díaz del Castillo. Era evidente que se carecía el punto de vista de la contraparte de la tragedia vivida en el siglo XVI en el Valle de México. Faltaban los recuer-

dos, evocaciones y lamentos de aquellos indígenas que atestiguaron el asedio de México-Tenochtitlan, las masacres en ciudades como Cholula, las batallas y el brutal final de una civilización. Fue hasta 1959, que el brillante filósofo e historiador mexicano, Miguel León-Portilla, editó un libro que se volvería la crónica de la hecatombe que significó el proceso de la conquista a partir de textos indígenas: “La visión de los vencidos”, que surgió con el objetivo de “dar rostro a los que no la tenían”, y con ello abrir una ventana


fascinante a la mentalidad y perspectiva prehispánica, muchas veces desconocida en la actualidad. En las páginas de esta fascinante obra encontramos, a partir de diversas fuentes que el autor revisó para reconstruir la “visión” de la derrota y la evocación de los hechos y personajes que la desencadenaron. Son textos extraordinarios, como “La relación anónima de Tlatelolco”, escrita en 1528 en idioma náhuatl, donde algún superviviente del derrumbe de México-Tenochtitlan nos hace experimentar la tragedia de primera mano. También se citan obras como los testimonios que recopiló fray Bernardino de Sahagún donde, rescatando el poder de la oralidad, varios ancianos mexicas que presenciaron la caída de la ciudad narran sus experiencias. En sus recuerdos, aparecen acontecimientos de enorme fuerza, como los que abren “La visión de los vencidos”, sobre los presagios de la llegada de los españoles, desde la aparición en el cielo de una “espiga de fuego” hasta que el agua del lago hirvió o el fuego espontáneo que consumió la casa de Huitzilopochtli. ¿Señales divinas? ¿Fenómenos naturales? ¿Leyendas? No se sabe, pero generan en el lector una profunda huella. Otro capítulo conmovedor es “Cantos tristes de la conquista”, los icnocuícatl, obras de poetas indígenas que plasmaron en palabras su tristeza y consternación ante el mundo que se perdió para siempre bajo las espadas españolas. Aquí encontramos versos de gran dramatismo, pero el más recordado es el perteneciente a un manuscrito de 1528, cuando el dolor estaba fresco todavía y nos permite presenciar, como si fuéramos testigos, los momentos postreros de la gran Tenochtitlan: En los caminos yacen dardos rotos,/ los cabellos están esparcidos./ Destechadas están las casas,/ enrojecidos tienen sus muros./ Gusanos pululan por calles y plazas,/ y en las paredes están salpicados los sesos./ Rojas están las aguas, están como teñidas,/ y cuando las bebimos,/ es como si bebiéramos agua de salitre. En cada uno de sus capítulos, donde se rescatan otros documentos como códices, por ejemplo, el Florentino o el Lienzo de Tlaxcala, junto con las crónicas de Tezozómoc, entre otras fuentes, nos permiten reconstruir, a grandes rasgos, la llegada de Cortés a es-

“En las páginas de esta fascinante obra encontramos, a partir de diversas fuentes que el autor revisó para reconstruir la “visión” de la derrota y la evocación de los hechos” tas tierras, los temores de Moctezuma, las batallas, la llamada “Noche triste” hasta el fatal desenlace para la capital tenochca. Son imágenes vívidas con anécdotas estremecedoras y momentos indignantes y conmovedores que convierten a dicho libro en una lectura indispensable. Los comentados testimonios, sumados a la inclusión de diversas imágenes basadas en las presentadas en los códices, ofrecen un poderoso retrato de un doloroso pasaje histórico, pero también nos acerca al sentir de una cultura que se perdió. Es un texto que apela al recuerdo de los derrotados, pero que sobre todo debe motivarnos a la reflexión, a replantear nuestra concepción de la conquista y a conocer mejor nuestras raíces a 500 años de ese traumático acontecimiento.

En este libro se encuentran imágenes vívidas con anécdotas estremecedoras y momentos indignantes y conmovedores, esto hace que sea un libro imprescindible.

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El último día de

Tenochtitlan Por: Miguel Ángel Landeros Bobadilla

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“¿Tan lejos quedaron esos 21 meses, cuando los españoles llegaron por vez primera a los límites de la ciudad? ¿Esa vez que ellos y sus aliados indígenas se presentaron ante el todo poderoso Moctezuma y fueron bienvenidos?”


Es

de noche y empieza a llover de nuevo sobre México-Tenochtitlan. O más bien, en lo que queda de esta ciudad, ahora sin techos, con su mercado, jardines, chinampas, templos y palacios destruidos. Y sobre todo, con montones de muertos en las calles y flotando en las antes cristalinas aguas de los canales en medio de una nube de hedor. ¿Tan lejos quedaron esos 21 meses, cuando los españoles llegaron por vez primera a los límites de la ciudad? ¿Esa vez que ellos y sus aliados indígenas se presentaron ante el todo poderoso Moctezuma y fueron bienvenidos? Menos de dos años, y ahora todo ha terminado. Ese día, el 8 de noviembre de 1519, el pequeño ejército español, con Cortés a la cabeza y seguido de sus capitanes Alvarado, Velázquez de León, Olid, Ávila y el joven Sandoval, entraron con sus armaduras que no se quitaban ni para dormir y que apestaban a sudor. Llegaron seguidos por cientos de indígenas rivales de los tenochcas, sin disimular su alegría por entrar en la ciudad de sus odiados enemigos. Los habitantes mexicas se acercaban curiosos para observar mejor a esos hombres barbados, con el pelo largo, algunos

rubios y otro de cabello negro, y montando esos animales que confundían con venados gigantes. Se acercaban cautelosos, porque se decían que eran dioses, que habían ido derrotando a otros pueblos por su paso. Desde las canoas y las azoteas también vieron llegar al tlatoani Moctezuma, con su manta de hilos de oro, joyas y sandalias recubiertas de hermosas piedras. Y cuando Cortés quiso abrazarlo lo detuvieron porque no se podía tocar al emperador. Pero aun así todos fueron bien recibidos y entraron a la ciudad. Ahí empezó la tragedia. A los pocos días, Cortés hizo prisionero a Moctezuma culpándolo de conspiración, quien no aceptó la acusación pero toleró permanecer bajo el cuidado de los españoles. Eso nunca se había visto con ningún otro tlatoani. Y siguió que los españoles vivieron dentro de los muros de la urbe durante meses, inspeccionando cada rincón, revisando sus calzadas que conectaban al islote con tierra firme, paseándose por el mercado. También se horrorizaron con los sacrificios humanos y de los tzompantli, las calaveras unidas con argamasa. Pero sobre todo, investigaban dónde estaba el oro y las riquezas. Se admiraban de la belleza de Tenochtitlan y, en secreto, planeaban conquistarla.

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Fue por entonces que Cortés tuvo que salir por una emergencia y a cargo quedó Pedro de Alvarado. Le decían “Tonatiuh”, por su cabello dorado como el sol, y se había ganado la confianza de Moctezuma con sus bromas y comentarios. Cuando Cortés se fue, los habitantes le pidieron permiso para festejar el tóxcalt, la festividad en honor a Tezcatlipoca. Sucedió que, mientras los mexicas bailaban desarmados, Alvarado ordenó la masacre que inició cuando le cortaron las manos a un indígena que tocaba el tambor. Mataron sin aviso a los mejores guerreros, a los jefes militares, a los espectadores. La furia tenochca se desató y los españoles y sus aliados fueron aislados dentro del palacio y amenazaban con asesinarlos. Cortés llegó poco después para salvarlos. Convenció a Moctezuma para que, desde lo alto de un edificio, tratará de contener la ira. “Cobarde” le gritó su antes sumiso pueblo, y lo apedrearon, y murió a los pocos de una herida en la cabeza. O quizá fue asesinado por sus captores al ver que ya no les era útil. O a lo mejor se murió de tristeza. Los españoles tuvieron que salir huyendo dejando atrás hombres, armas y el tesoro robado. Dicen que el capitán Hernán lloró debajo de un árbol la derrota. Los tenochcas festejaron el triunfo, limpiaron la ciudad, sacaron los cadáveres de los que habían creído dioses de la aguas de los canales y se admiraron de que su piel fuera tan descolorida. Nombraron un nuevo Tlatoani, Cuitláhuac, quien estaba decidido a exterminar a los invasores. Parecía la victoria pero llegó con un enemigo inesperado. Una enfermedad desconocida atacó la ciudad. Los habitantes enfermaban con granos y fiebres que los mataban. Las cosechas se perdieron y el hambre cundió. Murieron miles, entre ellos Cuitláhuac. Se nombró a un nuevo líder, el joven y valiente Cuauhtémoc. Nadie lo sabía, pero “Águila que cae” sería el último tlatoani. Entonces los falsos dioses, los españoles, regresaron con más armas, aliados y soldados. De su tierra llegaron barcos con pertrechos, caballos, ballestas, arcabuces y pólvora. Hicieron nuevas guerras y ganaron más pueblos aliados contra Tenochtitlan. Construyeron embarcaciones, bergantines les llamaban, para controlar el lago con sus cañones de bronce colocados el frente. Su plan era simple: rodear Tenochtitlan, aislarla y matarla de hambre cortando sus contactos con la tierra. Para eso, bloquearon las entradas a las calzadas principales, con el cruel Alvarado por Tacuba, Sandoval en Iztapalapa y Olid por Coyoacán. Rompieron el acueducto de Chapultepec para dejar sin agua bebible a la población, pues el agua del lago era salobre. Así inicio el asedio. Con todo listo, comenzaron las primeras batallas por la ciudad. Avanzaban los bergantines destruyendo las canoas

mexicas, los disparos de los arcabuces causaban horror. Cuauhtémoc dividió la ciudad en cuatro frentes para defenderla y ordenó que las mujeres tomaran las armas de sus maridos si éstos morían. También se cavaban zanjas por la noche para que los caballos no pudieran pasar, que los aliados tlaxcaltecas las volvían a rellenar de día y así en un círculo de destrucción. Igualmente, los españoles avanzaban y la ferocidad de los tenochcas los hacía retroceder, así como las pedradas y flechas que se lanzaban desde las azoteas. Cortés llegó a una conclusión, la única forma de ganar era demoler las casas para que no pudieran atacar desde lo alto. Los tlaxcaltecas aplaudieron con júbilo esta estrategia y comenzaron a derrumbar los muros sobre los pobladores de la ciudad. El líder español llegó a decir en sus cartas que le provocó mucho pesar destruir esa hermosa ciudad que soñaba tomar intacta. ¿Es cierto eso, Hernán? ¿En serio lloraste al ver la destrucción y muerte que, bajo tus órdenes, tus tropas y aliados causaron? Ahora Cortés controlaba los accesos y sometía a las ciudades que estaban a los lados del lago, como Mixquic. Se destruyeron los cultivos, se quemaron las casas y templos, asesinaban a los mexicas que descubrían pescando o cazando. Pero la resistencia seguía, y les aventaban a los españoles pedazos de cuerpos de sus prisioneros y se burlaban de los tlaxcaltecas diciéndoles que los obligarían a reconstruir su ciudad. A pesar de su valor, los mexicas tuvieron que retroceder a su último reducto, a Tlatelolco. Los españoles pensaron que solo faltaba un golpe más. Entonces, los valerosos tenochcas, con sus últimos guerreros águilas y guerreros jaguares, contraatacaron, los hicieron retroceder. Los invasores querían huir pero sus caballos caían en el lago y se ahogaban. Cortés debió morir, pero la obsesión de los mexicas de tomarlo con vida para sacrificarlo le permitió escapar cuando ya lo tenían agarrado. Esa noche, desde lejos, los maltrechos españoles oyeron la música, los tambores, los silbatos y ocarinas y los gritos de los sitiados. Vieron subir al teocalli a sus compañeros que habían sido hecho presos, cubiertos de plumas y obligados a bailar. También observaron, impotentes, como los sacrificaban, les arrancaban el corazón y aventaban sus cadáveres por la empinada escalera del edificio. Pero los mexicas no repitieron el ataque. La falta de comida y agua los debilitó, ya no había armas ni soldados. Empezaron las lluvias vespertinas y la resistencia menguó. Tenían que comer lo que hubiera: ratas, lagartijas, paja, yerbas y hasta tierra. Los cadáveres se amontonaban en las calles y el olor era insoportable. Los españoles intentaron acortar la guerra con

“Los españoles pensaron que solo faltaba un golpe más. Entonces, los valerosos tenochcas, con sus últimos guerreros águilas y guerreros jaguares, contraatacaron”

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“Los conquistadores entraron a lo quedaba de Tlatelolco y ya no hubo resistencia. Encontraron montones de muertos, y los pocos defensores recargados en los muros esperando la muerte.” un nuevo artilugio que incluso provocó la curiosidad de los agotados tenochcas. Construyeron una catapulta que, cuando la probaron los hispanos, la piedra voló y cayó unos pocos metros adelante. Los mexicas también buscaron la estrategia que cambiara su suerte. Vistieron a un guerrero del “Tecolote de quetzal”, quien cubierto de plumas causó pánico entre los tlaxcaltecas pero indiferencia en los españoles. Ambas armas fracasaron. Todavía hubo algunas pláticas para pactar la rendición de la ciudad, pero fue inútil. La última noche de combate, en medio de una tormenta, se vio un remolino que lanzaba chispas y fuego, que se elevó y se perdió en el centro del lago. Era un último presagio. Al día siguiente, 13 de agosto de 1521, antes de atacar, mujeres, ancianos, niños hambrientos salieron de la ciudad para no caer en manos de los vengativos tlaxcaltecas. En la ciudad todavía quedaban pobladores, soldados, sacerdotes,

algunos señores dignatarios. Los conquistadores entraron a lo quedaba de Tlatelolco y ya no hubo resistencia. Encontraron montones de muertos, y los pocos defensores recargados en los muros esperando la muerte. A Cuauhtémoc lo vieron salir en una canoa junto con el señor de Tacuba. Fueron detenidos. Al ser llevado ante Cortés, Cuauhtémoc señaló el cuchillo que éste llevaba y le pidió que lo matara. Con eso terminó la batalla. En 80 días de cerco, la ciudad fue arrasada. Se ordenó evacuarla para evitar una epidemia. Los pocos habitantes que todavía quedaban salieron rumbo al Tepeyac. Los soldados españoles revisaban a todos para que no llevaran oro escondido, hasta a los niños. Gritaban: “¿dónde está el oro? ¡Todo nos lo tenéis que entregar!”. Y escogían para ellos a las jóvenes más bonitas quienes, para evitar eso, se cubrían el rostro con lodo. Todos vestían harapos y tenían hambre. Así, la ciudad quedó desierta en medio de una tormenta. A Cuauhtémoc lo torturaron buscando el tesoro que se perdió en las aguas del canal la noche que Cortés lloró la derrota. Cuando ya no les sirvió, lo ahorcaron. El capitán pensó qué hacer con la ciudad que tanto había ambicionado. Contra la opinión de sus consejeros, decidió construir ahí, encima, una nueva urbe estilo europeo. Con esta decisión quedó sepultada la grandeza de la orgullosa México-Tenochtitlan. Ya no queda nada de aquello, de “la Venecia del Nuevo Mundo”. Ahora es de noche y empieza a llover. Igual que aquella vez que se perdió el imperio mexica.

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Factores para la

caída de Tenochtitlan Por: Ulises Soriano

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“Los pueblos indígenas aliados a los españoles peleaban para capturar a su enemigo, mientras que los españoles no tuvieron piedad y asesinaron a la mayor cantidad posible de tenochcas.”


La

caída de la ciudad más poderosa de Mesoamérica no fue una coincidencia, mucho menos una simple batalla campal por defender el Imperio Tenochca. Si bien la última defensa contra los españoles la orquestó Cuauhtémoc, la población mexica ya estaba mermada, no solo por la pérdida del grueso militar, también por algunos presagios funestos que los persiguieron durante mucho tiempo, además de que la economía se vio severamente afectada. El arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, dividió los factores que llevaron a la caída de Tenochtitlan en tres: los psicológicos, económicos y armamentistas. Así pues, utilizando estos tres ejes, se distinguen algunas causas que acompañaron a los mexicas como fantasmas arraigados en el imaginario colectivo.

Psicológicos Moctezuma Xocoyotzin con la grulla que tenía un espejo en la cabeza.

La llorona o Cihuacóatl presentada en el Códice Florentino

Hay que recordar que, tanto los mexicas como los españoles, tenían distintas concepciones de la guerra. Los peninsulares estaban motivados por conquistar tierras para la Corona y enriquecerse, además de convertir a los indígenas al catolicismo. Todas estas acciones las llevaron a cabo de manera exitosa, en especial la de evangelizar — acción que ha perdurado por muchísimo tiempo, no por nada somos uno los países con más fieles católicos. En la concepción de la guerra, el mexica realizaba guerras floridas, las cuales servían para hacer cautivos que serían sacrificados para alimentar a sus deidades, así como para avasallar a otros pueblos y que éstos ofrecieran tributo al imperio Tenochca. Otro factor psicológico que influyó en sus creencias, fueron los presagios funestos que aparecieron diez años antes de la llegada de los españoles. En el libro, La visión de los vencidos de Miguel León-Portilla, se nos da cuenta de lo que ocurrió según los informantes de Sahagún. El primer presagio fue “Una como espiga de fuego”, lo que se deduce como el paso de un cometa. Posterior al paso del cometa, el sitio denominado como Tlacateccan o Casa de Mando,

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templo dedicado a Huitzilopochtli, ardió en llamas de manera espontánea. Entre otros presagios, se oía a una mujer decir “¡Hijitos míos, pues ya tenemos que irnos lejos!” o “Hijitos míos, ¿a dónde os llevaré?” Esto hace referencia a Cihuacóatl, un antecedente de La Llorona. También se encontraron una especie de grulla que tenía un espejo en la cabeza, cuando lo llevaron ante Moctezuma, este vio las estrellas y un “Mastelejo” y tuvo un mal presentimiento. Otro efecto que pesó en los habitantes de Tenochtitlan fue la pérdida de sus tres tlatoani. El primer gran golpe fue cuando los españoles capturaron a Moctezuma y lo aprisionaron en el palacio de Axayácatl. Al ser depuesto y asesinado, es sustituido por Cuitláhuac, quien comandó la batalla y el triunfo de la Noche Triste. Sin embargo, murió poco tiempo después a causa de la viruela. Con esto, Cuauhtémoc subió al poder y resistió hasta el último minuto del sitio contra Tenochtitlan. Cabe destacar que los españoles siempre contaron con sus líderes, pues nunca cayeron en batalla o por alguna enfermedad. Estos sucesos le pesaron al pueblo. Un tlatoani no solo gobernaba, también era el jefe militar más importante y un guía espiritual. Sin embargo la llama guerrera de los mexicas resistió hasta el dramático final.

Moctezuma Xocoyotzin fue el tlatoani mexica que recibió a los españoles y gobernó entre 1503 a 1520. En el trono, lo relevó Cuitláhuac.

Económicos

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Como es bien sabido, el pueblo Tenochca subsistía de la agricultura y del tributo que los pueblos avasallados rendían, además del comercio con pueblos de Mesoamérica. Cuando los españoles llegaron a estas tierras, encontraron un disgusto total de los pueblos sometidos por los mexicas, que exigían onerosos tributos que se debían entregar cada ochenta días. El primer pueblo que pactó su alianza con los peninsulares fue el totonaca. Según Eduardo Matos, permitieron que Hernán Cortés y sus huestes montaran su “cabeza de playa” en las costas veracruzanas y, de ahí, comenzar aquel largo camino hasta la cuenca dónde se encontraba Tenochtitlan. Así pues, este descontento generado por los altos costos tributarios sumó

nativos al ejército de Hernán Cortés, además de alianzas muy poderosas con enemigos de los mexicas. Entre lo que se ofrecía se podía encontrar oro, cargas de mantas, trajes e insignias para guerreros, plumas de ave, frijol, cacao y objetos para uso ritual. Hoy, si miramos el Códice Boturini, en especial el apartado “Matricula de tributos”, podemos observar en palabras pintadas las cantidades de tributo que debían pagar y el período de entrega.

El ejército y aliados Después de la consumación de poderosas alianzas entre los pueblos enemigos de los mexicas y el ejército de Hernán Cortés, el asedio a Tenochtitlan fue una estrategia muy planeada. Primero, se decidió cortar el suministro de


agua a toda la ciudad y esto creó grandes estragos. En la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Bernal Diaz del Castillo hace una relación sobre como se dividió el ejército invasor entre las tres calzadas más importantes y el lago. Pedro de Alvarado atacó por Tacuba, al poniente y fue ayudado por soldados españoles además 8000 tlaxcaltecas. En Coyoacán se encontraba Cristóbal de Olid con soldados españoles, algunos a

pie y otros a caballo, además del mismo número de indígenas cubriendo aquella calzada. Por el sur, Sandoval custodió Iztapalapa y, comandó 8000 chalcas y huejotzingas. Mientras tanto, Cortés dirigió el ataque desde el lago, ayudado por los 13 bergantines. En cuanto a la estrategia, los pueblos indígenas aliados a los españoles peleaban para capturar a su enemigo, mientras que los españoles no tuvieron piedad y asesinaron a la mayor cantidad

posible de tenochcas. Los peninsulares contaban con armas de fuego y los caballos, mientras que los indígenas contaban con macanas, flechas y arcos, además de hondas. Toda esta estrategia y armamento asestaron el golpe final al poderoso señorío de Tenochtitlan el 13 de agosto de 1521 y con ello, la era prehispánica llegaría a su fin y la época colonial comenzaría. Así, una vez más, se sembró una semilla para cimentar las raíces de lo que hoy es nuestro país y nuestra historia.

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Último mensaje de

Cuauhtémoc

*

N

uestro sol se ocultó uestro sol desapareció su rostro Y en completa obscuridad nos ha dejado Pero sabemos que otra vez volverá, Que otra vez saldrá Y nuevamente nos alumbrará. Pero mientras allá esté y en la mansión del silencio permanezca, Muy prontamente reunámonos y estrechémonos Y el centro de nuestro ser ocultemos Todo lo que nuestro corazón ama Y que sabemos que es un gran tesoro. Destruyam0s nuestros recintos al principio creador, Nuestras escuelas, nuestros campos de pelota Nuestros recintos para nuestra juventud, nuestras casas para el canto y juego, Que nuestros caminos queden abandonados Y que nuestros hogares nos resguarden Hasta cuando salga nuestro nuevo sol. Los papacitos y las mamacitas Que nunca olviden guiar a sus jóvenes Y hacer saber a sus hijos mientras vivan Cuán buena ha sido Hasta ahora nuestra madre tierra Anáhuac. *La tradición oral atribuye este poema como el último mensaje del Tlahtokan (Consejo de gobierno) de Tenochtitlan. Esto fue dado a conocer por Cuauhtémoc como su último acto de gobierno el 12 de agosto de 1521.

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Raíces de una nación a 500 años

Entrevista exclusiva con Ángeles González Gamio Por: Ulises Soriano

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Ángeles González Gamio es amante y cronista de la Ciudad de México. Conoce cada uno de los tesoros y secretos que yacen en el mar de calles, calzadas, edificios, plazas, templos, barrios, restaurantes y demás lugares. A través de sus crónicas gozosas, publicadas dominicalmente por el periódico La Jornada, da cuenta del patrimonio tangible e intangible del lugar donde habitamos así como de su imperecedera belleza. En exclusiva para Oriente Informa, la conocedora de la historia de esta urbe nos ofrece reflexiones a tomar en cuenta para conmemorar los 500 años de la caída de Tenochtitlan. Raíces capitalinas

Esta ciudad edificada dentro de una cuenca es, hoy por hoy, el hogar de más de 9 millones de personas. Su origen es Tenochtitlan, que hace 500 años era el centro de poder más importante de Mesoamérica hasta que los españoles la sitiaron y, después de una larga resistencia, lograron tomar. “Para nosotros, los de la Ciudad de México, ese es el origen de nuestra capital”, refiere nuestra entrevistada. “Cuando Hernán Cortés y sus huestes llegaron a Tenochtitlan, se asombraron tanto porque muchos de ellos habían estado en las mejores ciudades del mundo y nunca se habían encontrado una metrópoli como esa.” Su asombro

fue tal, que la compararon con los cuentos de Amadís de Gaula. Aquel islote, usando la técnica de la chinampa, se convirtió en una ciudad muy bien planeada. Quienes la edificaron “supieron convivir con las aguas porque crearon un albarradón que separaba la saladas de las dulces y, además, diseñaron calzadas y canales que les permitía comunicarse con tierra firme.” Hernán Cortés, después de haber derrotado a Cuauhtémoc y pese a la recomendación de sus capitanes, decidió “levantar la ciudad española en el mismo lugar donde estuvo Tenochtitlan que había quedado devastada y llena de cadáveres. Tardaron dos años en tener-

la lista para que Alonso García Bravo, el 'jumétrico' (geómetra) de la expedición, volviera a trazar la ciudad. Una curiosidad es que después se siguió la misma traza ya que era una obra reticular fantástica.” Y aunque destruyeron gran parte de sus templos y palacios, “me conmueve y me emociona ver que en muchas de las construcciones barrocas subsisten las piedras que pertenecieron a alguna edificación mexica. Aún sigue presente la huella de aquella urbe madre y que está ahí debajo.” La Ciudad de México, en el presente, es “un libro de piedra”, como lo afirma González Gamio, ya que está compuesta por diferentes capas arquitectónicas.

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Una sola nación: México

A 500 años de la caída del imperio Tenochca, asevera nuestra entrevistada, hay que valorar a las comunidades indígenas. “No podemos dividir a la sociedad en clases. Los que son herederos más directos de las antiguas culturas que habitaban nuestro país, hoy son discriminados en su propia tierra”. Pero, insiste, esta ciudad es un punto de encuentro, no solo del extranjero, sino también del interior de nuestra república. De este modo, vivimos en una tierra multicultural donde los pueblos del pasado como los tenochcas, otomís, chalcas, totonacas, tlaxcaltecas, mayas, toltecas, entre muchos otros, se unificaron y conformaron lo que hoy entendemos como México. “Yo quisiera que este momento de nuestra historia, sirva para visibilizar a esas personas y entender que cargan consigo la esencia más profunda de México. Ellos han logrado mantener viva gran parte de las tradiciones y riquezas del pasado. Un ejemplo es que aún se siguen hablando más de 69 lenguas indígenas”.

Los fantasmas de la conquista y la historia

Cuando la historia es relatada, siempre se presentan filias y fobias, pues “es difícil que no haya una ideología permeando la visión de los historiadores”. Nuestra entrevistada refiere a que siempre nos encontraremos con extremos y extremistas. “En la historia eso no se puede. Existe la posibilidad de sentir más simpatía por unos o por otros, pero se tienen que reconocer los acontecimientos y evidencias. Yo tengo una

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enorme simpatía por los mexicas, siento que son mis ancestros. Sin embargo, eso no va a evitar que reconozca que su imperio era abusivo y autoritario al imponer demasiados tributos a los pueblos avasallados. Debido a eso, muchas naciones se unieron a Hernán Cortés para derrocarlos”. En contraparte, González Gamio reconoce que la sociedad mexica fue muy desarrollada en cuestiones culturales, así como en educación, leyes y valores. “Un ejemplo que lo demuestra, es lo que cuen-

ta Fray Bernardino de Sahagún a través de sus informantes y dice que en muchos sentidos su pensamiento era muy superior al nuestro. Cuando leemos a Miguel León-Portilla o al padre Ángel María Garibay, empezamos a entender su alma y ver cómo pensaban y educaban a sus hijos además del rigor en la aplicación de las leyes. Básicamente era una sociedad honesta. Todo eso lo tendríamos que dar a conocer y valorarlo muchísimo, porque en la actualidad no se dice y es muy valioso para comprender a su sociedad”.


Para retornar a los libros

Al hablar sobre los libros, afirmó que son un abrevadero de conocimiento y maravillas, es por eso que debemos retornar a ellos para crearnos una opinión sobre todo lo acontecido hace 500 años. “Creo que todos los trabajos de León-Portilla son fundamentales, uno de ellos es La tinta negra y roja, una antología de poesía náhuatl valiosísima, sin dejar de lado La visión de los vencidos”. Retornar a las fuentes primarias es fundamental para saber qué fue lo que ocurrió y cómo lo vivieron los protagonistas de las batallas o los testigos. “Hay que leer a Sahagún y sus informantes, pero también a Bernal Diaz del Castillo con su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. Además de ser otra visión, en ese libro expresa su admiración, muchos sentidos, por la cultura con la que se encontraron”. Para escuchar a las piedras que volvieron a ver la luz el siglo pasado y que han sido, poco a poco, desenterradas, “en términos arqueológicos debemos leer a Eduardo Matos Moctezuma, quien ha comprobado, a través de su disciplina científica, muchas de las afirmaciones de los cronistas españoles, además de descifrar los códices prehispánicos.” La autora de La ciudad que me habita nos refiere que con esas lecturas podemos “construir nuestro propio criterio además de entender lo que era esa ciudad, reflejo de una mentalidad que llegó a ser extraordinaria que y se adueñó de usos y costumbres”.

La tinta negra y roja fue escrita por Miguel León-Portilla y publicada por Ediciones ERA.

Historia verdadera de la conquista de la Nueva España fue escrita por Bernal Diaz del Castillo y hoy se puede encontrar en diferentes ediciones.

Tenochtitlan fue escrita por Eduardo Matos Moctezuma y publicado por el Fondo de Cultura económica.

Para finalizar, Ángeles González Gamio comentó que “al conmemorar esta fecha, hay que tener en claro de dónde venimos. No tenemos que ver a los mexicas como una cultura que fue o que ya no existe, sino como algo presente y que nos define; un ejemplo de ello es el corazón de la ciudad. Creo que todos nosotros tenemos algo de sangre indígena o mestiza. En este mestizaje tan profundo, todos contamos ese origen en común y hay que sentirnos orgullosos de eso, además de entender que somos un solo país”.

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Un sueño

de casi 500 años El resurgir de México-Tenochtitlan Por: Miguel Ángel Landeros Bobadilla


“A 2.40 metros de profundidad, los trabajadores Mario Alberto Espejel y Jorge Valverde, de la cuadrilla 303, golpearon algo duro con la pala. Habían hallado algo excepcional. ”

La

ciudad de México-Tenochtitlan cayó derrotada el 13 de agosto de 1521, y fue sistemáticamente demolida. Sus esculturas y deidades fueron arrojadas al fuego y sus edificios derruidos para utilizar sus piedras en el levantamiento de las nuevas construcciones tipo europeo. A diferencia de los hermosos edificios árabes que se conservaron en la península ibérica (por ejemplo, la Alhambra en Granada), la arquitectura prehispánica fue considerada poco práctica y se decidió devastarla. De este modo, el corazón del imperio mexica estaba condenado a desaparecer. Sobre sus escombros surgió la capital de la Nueva España y se asienta la moderna Ciudad de México. De sus antiguas pirámides, ceremoniales, templos, calzadas, barrios, calles y escuelas solamente quedó el recuerdo y las leyendas de las edificaciones que maravillaron a las huestes de Hernán Cortés.

El primer paso Sin embargo, existía la inquietud de algunas personas por rescatar a la antigua ciudad. Un pionero fue el antro-

pólogo y arqueólogo mexicano Manuel Gamio, quien anhelaba demostrar que el Templo Mayor, el principal recinto de México-Tenochtitlan y centro ritual del imperio azteca, se ubicaba cerca de la Catedral Metropolitana. Para ello, en mayo de 1914, demolió un edificio que había pertenecido a la familia Dondé, en la esquina de Santa Teresa (hoy Guatemala) y Seminario. Ahí encontró restos que identificó como parte de la pirámide dedicada a Tláloc y Huitzilopochtli, es decir, el Templo Mayor. Fue el pequeño paso de un camino que tardaríamos 64 años en avanzar.

Y la luz se hizo La madrugada del 21 de febrero de 1978, un grupo de trabajadores de la ya desaparecida Compañía de Luz y Fuerza del Centro, dirigido por el ingeniero Orlando Gutiérrez, cavaba en la esquina de las calles de Guatemala y Argentina, un pozo de 12 metros de largo por ocho de profundidad para instalar un transformador de alta potencia. Todo marchaba con normalidad hasta que, a 2.40 metros de profundidad, los trabajadores Mario Alberto

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Espejel y Jorge Valverde, de la cuadrilla 303, golpearon algo duro con la pala. Sorprendidos, descubrieron una roca labrada. Con la sensación de que habían hallado algo excepcional, decidieron buscar orientación. Así, el ingeniero Gutiérrez buscó asesoría pero, para su incredulidad, las autoridades no parecían interesadas. Por tres días buscó ayuda en las oficinas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), e incluso acudió al Museo Nacional de Antropología. Fue en la Dirección de Salvamento Arqueológico, de Tecamachalco, donde lo atendió el arqueólogo Raúl Arana, quien quiso visitar de inmediato el lugar. Al llegar nuestros personajes a las 10 de la noche a la excavación, la encontraron cubierta con vigas para que los vehículos pudieran circular. Al quitarlas e ingresar al enorme hoyo, Arana observado fascinado el monolito. El ingeniero Gutiérrez le jaló la chamarra para preguntarle: “oiga, ¿vale la pena? Es que lleva 15 minutos sin decir nada. Entonces, ¿ya no vamos a poder trabajar aquí?”.

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“Se estima que apenas se ha desenterrado el 12% del Templo Mayor y una minúscula parte de lo que era México-Tenochtitlan.” Posteriormente, otro grupo de arqueólogos terminó de desenterrar la enorme piedra. Incluso uno de ellos corrió a su casa para traer un libro e identificar a la figura representada. No había duda, habían descubierto a la diosa Coyolxauhqui, la hija de Coatlicue y hermana del poderoso Huitzilopochtli. Es decir, era la confirmación de que estaban en el templo sagrado. La zona fue cercada por guardias presidenciales, pues el presidente José López Portillo pretendía ir de inmediato. El 25 de febrero, el primer mandatario quedó asombrado al ver el monolito

de entre 3.04 y 3.25 metros de diámetro por 30 centímetros de espesor y un peso aproximado de ocho toneladas. Sin dudar, dio órdenes para el rescate de esa parte de la capital mexica e inició su despertar de un largo sueño de 457 años.

Una riqueza inagotable Bajo la dirección del antropólogo Eduardo Matos Moctezuma, el 20 de marzo de 1978 arrancó el Proyecto Templo Mayor, con un ambicioso plan urbanístico para resucitar al centro político-religioso prehispánico, el cual contaba con el aval presidencial que, con un


tinte autoritario, decretó “exprópiense las casas. Derríbense. Y descúbrase, para el día y la noche, el Templo Mayor de los aztecas”. Dicha orden generó rechazos, y ante la amenaza de expropiarse 40 mil metros cuadrados, los vecinos se ampararon. Hubo críticos, como el historiador de arte, Jorge Alberto Manrique, quien afirmó que solo se encontrarían “los restos de un perro”. Además, comentó que se provocarían daños estructurales a construcciones cercanas como la Catedral Metropolitana, sumada a la destrucción de edificios históricos novohispanos. Al final, se expropiaron 12 mil metros cuadrados y, a decir de Eduardo Matos, se tiraron 13 construcciones: nueve de los años 30 del siglo XX, y cuatro del siglo XIX. Ahí se ubicaban el hotel Amatlán, el restaurante “El caminito”, una farmacia, y la afamada librería Robredo, localizada en un edificio que se encontraba en lamentables condiciones y en cuyo interior había un arco colonial que fue trasladado a la Dirección de Monumentos Históricos. Asimismo, se tiró un predio semiabandonado y un estacionamiento. De este modo, comenzaron las excavaciones que rescataron parte de aquella urbe que deslumbró a los españoles y a sus aliados. Al momento, se han revisado 1.83 hectáreas de terreno, descubierto 17 edificios, explorado 171

ofrendas y sacado a la luz miles objetos entre esculturas, la diosa Tlaltecuhtli, cabezas de serpiente, tzompantli (pared tapiada con cráneos humanos), vasijas, cuchillos, y hasta algunas reliquias de oro que escaparon al saqueo. Para el resguardo y difusión de estos tesoros, el 12 de octubre de 1987 se inauguró el Museo del Templo Mayor. Tiene ocho salas, además de exposiciones temporales y visitas guiadas, entre otros servicios. Han sido más de 40 años de excavaciones que no dejan de aportar nuevos y extraordinarios descubrimientos. Sin

embargo, se estima que apenas se ha desenterrado el 12% del Templo Mayor y una minúscula parte de lo que era México-Tenochtitlan. Pero ahora se cuentan con nuevas herramientas tecnológicas, como los escáneres láser, que permiten vislumbrar las maravillas sepultadas en el subsuelo de la ciudad y que representan una riqueza histórica inagotable. Visitar estos restos arqueológicos es una experiencia inolvidable, y resulta imposible no imaginar las sorpresas que, bajo nuestros pies, yacen en espera de, algún día, ser despertadas.

Fuentes https://www.inah.gob.mx/red-de-museos/292-museo-de-sitio-del-templo-mayor “Templo Mayor: una ventana al pasado de México que se abrió hace 40 años”, en https://www.efe.com/efe/america/mexico/templo-mayor-una-ventana-al-pasado-de-mexicoque-se-abrio-hace-40-anos/50000545-3503762 Sánchez Medel, Leticia, “Encuentro con la Coyolxauhqui: 40 años”, en https:// www.pressreader.com/mexico/milenio-puebla/20180108/281986082948738 http://mediateca.inah.gob.mx/

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Sitios arqueológico

que puedes visitar en l

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Ciudad de México Por: Ulises Soriano


os

la

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Metro

Pino Suárez

Templo Mayor Es quizá, la zona arqueológica más emblemática de la Ciudad de México y se encuentra muy cerca del zócalo capitalino. Se caracteriza por albergar las huellas del pasado del que fuera el centro ceremonial más importante de la antigua Tenochtitlan. También se puede visitar el Museo del Templo Mayor. Destacan entre sus piezas Tlaltecutli y Coyolxauhqui. Estas mujeres de piedra fueron descubiertas entre los vestigios de este centro ceremonial. Cómo llegar Se encuentra tan solo a unos pasos del zócalo capitalino, justamente a un costado de la Catedral Metropolitana.

El templo de Ehécatl es uno de los sitios arqueológicos de la CDMX más pequeños y también de los más visitados. Cada año la visitan 54 millones de personas y se encuetra en el corazón del metro Pino Suárez. Este vestigio data del año 1400 y está dedicado al dios del viento mexica: Ehécatl. Aunque oficialmente no es una zona arqueológica, se encuentra protegida por el Intituto Nacional de Antropología e Historia. Cómo llegar Se encuentra en la estación Pino Suárez de la Linea 2 en el Sistema Colectivo Metro.

Tlatelolco Tlatelolco fue fundada hacia 1337, 13 años después de la fundación de México Tenochtitlan. En ambas ciudades se construyeron recintos ceremoniales. El nombre de Tlatelolco significa "Terraza” y es de origen náhuatl. La cercanía que Tlatelolco y Tenochtitlan tenían, lo convirtió en uno de los sitios de comercio más importantes de la época. Esta es la zona arqueológica de mayor acervo expuesto en la CDMX. Cómo llegar Se ubica en la esquina de Ricardo Flores Magón, Eje Central y Reforma.

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Este sitio arqueológico se encuentra al sureste de la CDMX. En este lugar se celebraba la ceremonia del Fuego Nuevo. Era de gran importancia para las sociedades Mesoamericanas. Antiguamente se le llamaba Huixachtecatl, "Cerro de los huizaches", sin embargo hoy se conoce como el Cerro de la Estrella pues en las faldas se encontraba una hacienda con el nombre de "La estrella." Cómo llegar Se accede por la Calzada Estrella muy cerca de la Calzada Ermita Iztapalapa y la Av. Rojo Gómez.

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Cuicuilco 5

Cerro

de la Estrella

Al sur de la CDMX, se encuentra esta zona arqueológica, su espectacular basamento se puede observar desde el Periférico. En estos lugares arqueológicos también se pueden visitar el montículo circular de Peña Pobre, dentro del actual Parque Ecológico de Villa Olímpica y la Pirámide de Tenantongo en la parte alta del Bosque de Tlalpan. Cuicuilco significa “Lugar donde se hacen cantos y danzas”. Cómo llegar Por la Av. de los Insurgentes dirección Sur, frente a la Villa Olímpica.


Tenayuca

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Mixcoac Esta zona arqueológica fue fundada por los mexicas. Cuenta la historia que la orilla del Lago de Texcoco llegaba hasta estas ruinas. Con la llegada de los conquistadores el asentamiento fue prácticamente destruido hasta sus cimientos y hoy son lo único que sobrevive. Se piensa que hasta este recinto llegaban músicos y danzantes para celebrar fiestas populares. Cómo llegar Sobre la Calle Pirámide, muy cerca de Periférico y San Antonio, en la Col. San Pedro de los Pinos.

7 Esta zona se encuentra en los límites del Estado de México. Consta de dos sitios arqueológicos que están separados por unas cuantas calles. Se dice que este recinto fue construido por los chichimecas, alrededor del año 1250, aunque posteriormente fue utilizado por los mexicas. En el lugar existe un museo de sitio que exhibe los objetos encontrados en la zona. Cómo llegar Se llega por la Calzada Vallejo, pasando el Río de los Remedios.

Cuahilama Cuahilama, se encuentra en la Zona de Xochimilco, entre San Gregorio y el cerro de Piedra Larga. Los antiguos habitantes xochimilcas le pusieron este nombre náhuatl que significa “Bosque de la Anciana”. Esta zona arqueológica aún se encuentra en etapa de exploración, según investigaciones del

8 INAH, en la zona se encuentran entre 10 y 16 monumentos prehispánicos. Como llegar Desde el centro de Xochimilco, seguir los señalamientos hacia San Gregorio.

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Resiliencia 36

cinco siglos de lucha Por: Ulises Soriano


"Personas, instituciones gubernamentales o privadas, han utilizado sus características lingüísticas, económicas y fenotípicas para violentar y humillarles. Un chiste, un comentario en la calle, un señalamiento, son acciones discriminatorias para estas mujeres y hombres que forman parte de nuestras raíces como mexicanos."

El

Centro Histórico de la Ciudad de México continúa conservando, a más de 500 años, la tradición de ser un epicentro religioso, de poder, comercial y de convivencia. Basta mencionar que, en sustitución del Templo Mayor, hoy podemos encontrar la Catedral Metropolitana. Las señoriales casas de Moctezuma en las que gobernaba hoy en día son parte de Palacio Nacional. Cuando hablamos de comercio, en Tenochtitlan se comerciaban animales, verduras, joyas y adornos, entre otras mercancías; en la actualidad, hay un dicho: si no lo encuentra en el Centro, es porque no existe. Caminar por Madero, 16 de septiembre, Tacuba o Donceles, es un encuentro no solo con la historia y arquitectura, sino también con hombres y mujeres que mantienen en movimiento a una sociedad. En aquellas calles, todos se aglomeran, pero nadie siente que sobra. Algunos visten para ir a la oficina y otros vienen de un viaje largo y se disponen a comprar mercancía para surtir su negocio. Mientras unos corren estresados porque el tiempo que apremia, otros ven ropa, calzado, cigarros o algo para mitigar la sed que provoca un día caluroso. En las inmediaciones del Zócalo, se encuentra el antiguo Portal de Mercaderes y el Palacio de Ayuntamiento. Ambos edificios poseen arcos que atajan el sol a quienes salen de las oficinas o comercios y, a su vez, han servido para que se instalen tendidos de artesanías, recuerdos, ropa y bisutería indígena. Blusas, aretes, pulseras, collares, bolsas, además de alebrijes, son elaborados ahí mismo por manos de artesanos pertenecientes a comunidades indígenas de la República Mexicana. Actualmente, una de las demandas más grandes de estos pueblos es el reconocimiento de su autonomía. Desde hace más de cinco siglos, han sido avasallados y, por más luchas que se han realizado para emanciparse del yugo de una herencia colonialista, no se ha logrado demasiado. Un ejemplo es la

Guerra de Independencia que, si bien transformó a una sociedad que buscaba librarse de los españoles, también provocó que los criollos se apoderaran de las tierras pertenecientes a los pueblos indígenas así como eliminar su reconocimiento como pueblos originarios. Tiempo más tarde, la Revolución y su nacida constitución política, tampoco generaron un cambio. Además, en el siglo XXI, ellos han sido víctimas de racismo cotidiano. Personas, instituciones gubernamentales o privadas, han utilizado sus características lingüísticas, económicas y fenotípicas para violentar y humillarles. Un chiste, un comentario en la calle, un señalamiento, son acciones discriminatorias para estas mujeres y hombres que forman parte de nuestras raíces como mexicanos. A pesar de todo esto, han resistido, no solo los embates de guerras, también a las segregaciones y actos denigrantes. Han sido resilientes en el pasado y en el presente. Un ejemplo es que se ha buscado la conservación de aquellas lenguas que se hablaban antes de la llegada de los españoles, caracterizadas por su complejidad y belleza. Decía Miguel León-Portilla que “Cuando muere una lengua/ entonces se cierra/ a todos los pueblos del mundo/ una ventana.” También deberíamos decir que cuando muere un indígena por discriminación al negársele un servicio médico, por algún acto violento o por alguna omisión, entonces se cierra una ventana a cultos y tradiciones distintas. Cabe destacar que la aportación de los pueblos indígenas a la nación es muy variada y cuenta con dimensiones muy amplias. Lo que nos queda como sociedad, es reflexionar nuestras actitudes para con los pueblos indígenas y hacer conciencia sobre las acciones que pueden afectar estos hombres y mujeres resilientes que lo único por lo que luchan, es por un reconocimiento, además de un trato justo y digno como sociedad.

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Salimos del sueño Por: Tochihuitzin Coyolchiuhqui

De pronto salimos del sueño, solo vinimos a soñar, no es cierto, no es cierto que vinimos a vivir sobre la tierra. Como yerba en primavera es nuestro ser. Nuestro corazón hace nacer, germinan flores de nuestra carne. Algunas abren sus corolas, luego se secan.

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