Examen final de la asignatura de Teoría II + Comentario voluntario sobre una obra artística
Alumno: Oscar García-Fraile Pueyo Profesor: Pedro Azara 15 de Enero de 2015
El PDF contiene la resolución del examen final de Teoría II, cuyo enunciado se ha colgado en Atenea, y un ejercicio voluntario para subir nota donde teorizo sobre la obra artística de Andy Goldsworthy.
Examen final Teoría II - Grupo de tardes Enunciado: Autor: Oscar García-Fraile Pueyo Profesor: Pedro Azara Tema 2: Arte y magia El arte ha estado vinculado de forma estrecha y necesaria con lo sagrado desde sus inicios. Es más, el origen del arte proviene de las propias creencias en fuerzas sobrenaturales a las que el hombre ha rendido pleitesía desde que se le considera hombre. Como prueba de ello, podríamos remitirnos a los propios orígenes de la palabra arte. En sánscrito tenemos rita, de origen cósmico, personalizándose en Rita, divinidad absoluta que representa el orden en el mundo y el destino (al que están sometidos también los dioses), asociándose así a la Moira griega. Etimológicamente, nos encontramos con una serie de palabras que contienen la RT como arte, rito, ritmo, aritmética, articulación. Todas ellas estrechamente relacionadas con la idea de poner orden y dar forma al caos del cosmos. El arte tiene que ver con creación, con orden y con la vida. Ya en el homo erectus nos encontramos con ejemplos que nos muestran la capacidad intrínsecamente humana de crear imágenes de seres, proyectarse en ellas y conferirles un valor especial. Esto implica que el ser humano siempre ha tenido creencias y ha realizado prácticas religiosas considerado que ciertos objetos poseen poderes mágicos o sobrenaturales, considerándolos fetiches. Entendiendo la obra artística como objeto fetiche portador de fuerzas sobrenaturales capaz de ponernos en contacto con éstas, demostraríamos que el arte cumple una función. Los objetos ya no nos sirven únicamente para facilitar nuestra relación con el entorno, sino que también nos pueden servir para ponernos en contacto con fuerzas que nos rebasan, poniendo a las deidades a nuestro servicio. El ser humano realizaba ritos y a creaba entes -fetiches, ofrendas, amuletos- para alzarse o para defenderse de potencias que se intuían como superiores a las capacidades y fuerzas humanas. El arte (y la obra de arte) quedaba instituido como un medio de comunicación con lo que no es humano. De ésta capacidad de otorgar valores sobrehumanos a las obras de arte surge la visión fetichista del culto a la reliquia. El hecho de adorar un objeto significa que tal objeto ha sido dotado de energía, entendiendo el objeto o la imagen como un ser vivo. De aquí la fuerza de las imágenes, los símbolos y su capacidad de representar deidades o personas comunes. Clara prueba de ello es la predilección que sentimos por objetos que pertenecieron o estuvieron en contacto con personajes destacados. Ello demuestra que el ser humano dota de energía a los objetos hasta el punto de venerarlos, bien sean imágenes de vírgenes o botas de futbolistas.
No es de extrañar, pues, que hasta la revolución francesa los denominados artistas fuesen enterrados en fosas comunes en lugar de cementerios, puesto que no existía diferenciación entre artista y brujo. La capacidad de realizar útiles con componentes mágicos convertía al artesano en una especie de mago que no podía ser enterrado en el mismo lugar que las personas de a pie. Como muestra de nuestra capacidad de conferir valores o cualidades a los objetos, en clase se nos mostró el ejemplo del derrocamiento de la estatua de Saddam Hussein en la Plaza Firdos. La estatua no era un objeto sin más, tenía carácter de símbolo y por lo tanto se le atribuían las propiedades de la persona real. Tirar al suelo la estatua connotaba derrocar a Saddam como presidente de Irak. Sin embargo, la actualidad informativa nos deja un nuevo ejemplo de la vinculación evidente entre imágenes y fuerzas sobrenaturales, o lo que entenderíamos como la relación entre obra artística y creencias religiosas/sagradas: Las caricaturas de Mahoma realizadas por Charlie Hebdo. A priori podríamos sorprendernos de las reacciones que suscitan en el mundo islámico unos simples dibujos publicados en una revista. ¿Cómo puede suponer una ofensa hacia las creencias personales un dibujo? Es sencillo: Las imágenes están dotadas de poderes. Tienen capacidad representativa, por lo que adquieren los atributos de lo representado cual símbolos. Éstos pueden ser percibidos bien como objetos de culto a venerar o bien como ofensivos para las creencias religiosas. Esto pone de manifiesto que la creencia en el poder mágico de las imágenes sigue tan vigente como nunca.
Comentario sobre la obra de Andy Goldsworthy Autor: Oscar García-Fraile Pueyo Profesor: Pedro Azara *Realizado de forma voluntaria para la asignatura de Teoría II, curso de tardes.
Andy Goldsworthy es un ambientalista que realiza obras definidas como "site-especific" (obras de arte creadas para que existan en cierto lugar) o "land-art" (Donde el paisaje y la obra de arte acontecen la misma cosa). En este caso voy a presentar su obra mediante las siguientes dos imágenes. Representan con fidelidad la línea característica del trabajo del autor, que se muestran como creaciones efímeras, livianas, naturales y que acostumbran a formular su discurso alrededor de la idea del paso del tiempo.
Untitled, de Andy Goldsworthy. 2000. No podremos encontrar éstas obras en ningún museo, sala de exposiciones o lugar habilitado para exponer obras de arte en general. Precisamente, las creaciones se caracterizan por ser modificaciones del paisaje natural a través de los propios elementos naturales del lugar. Entendemos, pues, que lugar y obra son inseparables. El "aquí y ahora" representa la propia obra artística, no podría ser en ningún otro lugar ni momento. La existencia de la intervención humana queda limitada por su temporalidad, hecho que define la obra generando el mensaje de la acción del hombre como algo efímero y frágil. Como espectadores de la obra, nos vemos ante un evidente problema. Hemos de enfrentarnos a una obra que sólo puede ser interpretada en un lugar y momento concreto sin poder estar presentes. ¿Cómo podemos valorar lo que el artista trata de mostrarnos, si no podemos enfrentarnos directamente a ello?
El propio Andy Goldsworthy tuvo que enfrentarse a la misma pregunta en su momento. Su obra estaba cargada de mensaje, estaba concebida como obra artística, pero no podía ser mostrada al público y por lo tanto no había interlocutor. Podríamos preguntarnos si es necesaria la interlocución artista-espectador para que la obra de arte pueda ser considerada como tal. ¿Puede haber arte si no hay interpretación? Automáticamente esto nos conduce a la ya muy conocida paradoja del árbol que cae: ¿Hace ruido un árbol al caer si nadie lo escucha? Immanuel Kant ya sostenía que la idea del "mundo objetivo" debía ser matizada por la idea de "el mundo según el espectador", por lo que plantea al sujeto como configurador de la realidad. Si entendiésemos que la realidad es objetiva, significaría que no existe ruido sin oreja, igual que no existe arte sin espectador. Probablemente ésa fue la mentalidad de Andy Goldsworthy al decidir documentar sus creaciones artísticas mediante la filmación de vídeos o la fotografía. De hecho, si consultamos cualquier biografía del autor veremos que se le define como escultor y fotógrafo, y es que como artista se veía en la necesidad de documentar sus obras de alguna forma que permitiese al espectador conocer, enfrentarse e interpretar lo que hace. Sin embargo, y pese a que sobre el papel el problema queda resuelto, como espectadores seguimos siendo incapaces de interpretar la obra directamente. Nosotros no podemos juzgar su escultura, pues no tenemos la posibilidad de enfrentarnos a ella de tú a tú. Sólo podemos juzgar una imagen de la escultura. Cualquier persona que quiera ser conocedor de la obra de Andy Goldsworthy deberá hacerlo a través de las imágenes de su obra. No podrá hacer más que juzgar una fotografía de la escultura, por lo que la imagen adquiere el papel de obra de arte. La escultura cede el papel de "obra de arte" a la fotografía, así que la representación de la obra acontece obra en sí. Aceptamos pues que el tiempo y la confrontación es lo que da lugar a la interpretación, y en éste caso sólo es posible a través de la imagen de la obra. La imagen suple la ausencia, sirviendo como mecanismo para preservar una obra que a priori se planteaba como efímera. ¿Deja la obra, por lo tanto, de ser efímera? ¿De ser así, perdería el sentido de la obra? Probablemente no, pues justamente es ésta la voluntad de Andy Goldsworthy. A través de una imagen con valores representativos, nos remite a cuestiones sobre la temporalidad de las acciones humanas sobre el mundo. Vemos como el autor manipula la naturaleza de forma aparentemente efímera, pero la obra artística prevalece más allá y se muestra como atemporal.