Por qué tiemblan. Portada: Verónica Durán. (Mujer Ciervo) Dirección: Jesus Borda – Noelia Palma- Pablo Romero
/por qué tiemblan
PQTiemblan
Por quĂŠ tiemblan #5
I El cero lame la muerte encriptada en tu sexo
II Transmigro a una lágrima las voces que fornicaron en las venas Cuento los pedazos de mis sesos acurrucados en tu cuello hermafrodita para merodeo el uróboros enquistado en la saliva del moribundo Hoy traspasé el infinito Volví a ser
misterio hervido en las caderas del verbo
Irán Infante
Jess B
EJERCICIO MILITAR. Los jóvenes serán los encargados de defender sea lo que sea que estamos ocultando. Una generación de muertos. Estricto orden bajo el sol. Los jóvenes llevamos una guerra con nosotros antes de Hiroshima Antes de Waterloo ser joven ha sido estar en guerra con el mundo.
Ramón José Colmenarez
OTRA RELACIÓN No voy a estudiar las teorías. Como todo hereje me resignaré al alcohol y fingiré ser una persona que piensa. Hoy he sentido mi alma y he llorado en el baño de un bar mientras miro parte de mi cuerpo en el espejo hoy he sentido nostalgia. Quisiera volver a nacer y tener segundas oportunidades. Hay canciones sagradas amores sagrados poemas tristes y malos de los cuales no quieres despegarte son como dioses “soy la luz del mundo” gritan. “La sal del mundo” los recorro con mi lengua. Y aunque este día ha pasado le sigo llamando. Ramón José Colmenarez
DISCURSO Abrazamos las primeras horas del día como un presagio de lo que nos espera con un optimismo patético. Estas ciudades son un intento de futuro de alegría No pueden culparnos de borregos de humanos de idiotas. Hemos crecido con mentiras atadas a nuestros pies con la felicidad fuera de nosotros en las brillantes cosas del mundo. Pero ya lo sabemos nos lo han dicho demasiado ahora déjennos en paz.
Ramón José Colmenarez
/Henar Bengale
PARA AGREGAR A LA CONFUSIÓN * Hay un único árbol en la cima de una colina. El camino es sinuoso, polvoriento. El hombre asciende a toda velocidad en su camioneta y luego corre hasta llegar a la cima. Desde ahí puede comunicarse. Algo interfiere sin embargo. De a ratos parece no poder oír lo que le dicen. Él insiste, habla. Se pasea por la colina. Se acerca y se aleja del árbol. Finalmente arroja lejos de sí el celular. Se sienta al amparo del árbol. Se abraza a sus rodillas. Llora. Acaso llora. ¿Qué es lo que sabe? ¿Qué ha escuchado? No tenemos nada de él. Ningún dato. Ninguna certidumbre. ¿Dónde está ahora, cuando permanece inmóvil debajo del árbol? ¿Qué dice de sí mismo? ¿Qué conjetura? El aire es transparente, atraviesa, traspasa la imagen del árbol y del hombre. El ojo que mira se aleja. La colina se hace lejana. La imagen del árbol, pequeña. El hombre, apenas se ve… * Un campo de girasoles. Alguien avanza por entre los girasoles. Apenas se lo ve. No hay caminos. Hay una busca que no cesa. El cielo perturba con su limpidez. En el centro del campo de girasoles surge como de un vértigo una casa. Dentro de la casa, cientos de cajas pequeñas rotuladas con nombres. Las cajas guardan objetos sin importancia: calcetines, un mechón de cabellos atado con una cinta, cartas amarillas, guantes de niño…Parecen signos de una devastación. Una casa en medio de un campo que guarda la memoria de los muertos. Acaso de una guerra atroz. De la nada surge una fuerza centrífuga, como un remolino de tierra creado por el viento: cajas con reliquias del pasado, nombres, ausencias, casa, campo de girasoles, el cielo dolorosamente azul. * ¿Quién ha ordenado la sintaxis? ¿Quién ha elegido este pequeño grupo de palabras y las ha dispuesto según el orden que suponía posible? ¿Hay un orden posible? Se puede desbaratar el orden dado como quien arroja un mazo de cartas e imaginar una nueva sintaxis. Otro sujeto de la acción. Otros
modificadores del sujeto. Otros complementos para la acción. Otro ritmo. Otra melodía para cerrar y abrir los párrafos, como si se tratara de otro sujeto. Entonces otra sería la verdad de las palabras. Otro sería el juego del lector. Otro sería el lector. * Hay un lugar que cada quien cree que tiene en el otro. Hay en el otro un lugar otorgado a cada quien. A veces los lugares se desplazan. Se corren. Se transfiguran. Lo que cada quien supone es para el otro es un lugar equívoco. Creado y sostenido por sí mismo. Es probable que el supuesto lugar que teníamos en el otro no exista. Tal vez nunca existió o se esfumó en el aire. El alfabeto que se creía común, compartido, no era tal. Las letras eran las mismas. Pero el lenguaje se ha vuelto apócrifo, desconocido. * Ha llegado a una ciudad enorme. Una ciudad donde los centros se multiplican y no es posible trazar un diseño que lleve a alguna parte. Alguna parte es ningún lugar. El centro se bifurca en múltiples arterias anónimas. Lo que no tiene nombre se desconoce y se confunde. ¿A dónde ir? ¿Cómo hallar lo que carece de nombre? ¿Cómo guiarse en la confusión? Se busca en la mirada del otro una señal, un signo. Pero el otro no mira. Perdido de sí mismo, alienus, enajena su mirada, sus pasos. No tiene dónde ir. Sólo lo habita el desasosiego. * Desde los edificios altos de la ciudad busca la colina con los caminos sinuosos y polvorientos. La colina con el único árbol. ¿Pero cómo guiarse? Debería encontrar un mapa que lo oriente. El mapa no tiene puntos cardinales y si los tiene, otros son los nombres. Desconocidos todos. Ya no tiene fuerzas para crear un nuevo orden. Para encontrar otras variantes. Y las calles se cierran en puntos ciegos, que crecen a medida que nos acercamos. ¿Qué son esos puntos ciegos de la gran ciudad? ¿A quién llamar? ¿Habrá un otro que reconozca en el balbuceo un orden posible? * Todo se vuelve confuso. Puro instante. Colina, árbol, hombre abrazado a sus rodillas, campo de girasoles, casa, cajas con pequeñas reliquias de los muertos… Inocencia primera, perfume animal y salvaje. Todo está ahí en una dolorosa simultaneidad.
* Tal vez el hombre en la colina imagine ideogramas posibles para un libro invisible. Tal vez crea que es posible empezarlo todo de nuevo. ¿Será capaz de instaurar una mirada inocente para nombrar y así dar existencia a lo nombrado? Podrá hacerlo desde esa herida cuyos bordes se alejan? ¿Quién lo sabe? En la colina del único árbol el hombre se mece en la alta noche. Abrazado a sus rodillas se da y se recibe a sí mismo. El cielo es un interrogante. La palabra cielo, un espiral vuelto sobre sí mismo. Y es también, desde su centro en fuga, una energía que se libera. Inapresable. Inexpresable…Un libro invisible hecho de balbuceos.
Nélida Cañas
ESCRIBIR Escribir/vivir así del mismo modo a la vez en un único pálpito en un aullido desde una melancolía inconmensurable en la ciudad paralizada por el tráfico donde flaquean el aire y los huesos. Escribir levantando adoquines, rastreando coordenadas, creando puntos cardinales, dinamitando las variables, hurgando en el duelo: escribir/vivir so-se-ga-da-men-te. Así. Escribir desde el frío de las autopistas desde el frío de los abrazos desde el frío de la adolescencia y la soledad y el temblor vivir también desde el frío que arrasa los campos las lenguas los recuerdos. Después volver e incendiarlo todo por igual: papel y hombre. Escribir/vivir como si se conjugaran las formas de atracción presentes en el universo: el arte, el amor y la fe con-fundidas en la sola emoción de la masacre. Escribir/vivir/rastrear las coordenadas acudir a lo no dicho, a la excitabilidad dormida, erigir un promontorio de verbos en honor de aquella que no pudo ser dicha, en honor de la que fue, en honor de la mujer despedazada la madre, amante, creadora, alimento. Así escribir/vivir también despojándose
de lo ya dicho de la casa ya construida de la herida ya curada del equilibrio del cuerpo conocido la conciencia la transacciĂłn enumerar manifiestos, asĂ soportar apenas la bĂşsqueda incesante.
Rosa Berbel
DIARIO DE LA CASUALIDAD Here are two Jeff. Pick one. R.S Me acuesto. Me dibujo esa sonrisa que tanto te gustaba ¿te acordás? Sólo que ahora es más leve y tiembla como un pájaro que acaba de caerse del nido. Está bien, no es una sonrisa, es una canción como esas que ponen cuando muere alguien importante sólo que no es el caso Me toco. Me llevo los ojos al asco. (Nunca tendrás a quién regalar un pájaro) Me levanto de nuevo, doy dos vueltas a la misma cuadra ¿Qué era el sentido? El sentido era cuando arrancábamos los labios del amor Ni siquiera es de noche. No puedo usar la excusa del dolor de corazón, etcétera. El cuerpo, el maldito cuerpo tiene la energía de un sol de maratón Nada. Quiero decirte algo. Aquí hay dos Jeff, amor. Elegí uno. Este de acá es el que escribe los poemas que leías cuando los leías de pura congoja. Tiene las venas calientes, como cuando decís no quiero más problemas con vos. Este otro Jeff es un nene de 5 años que no sabe pedir perdón nunca y trata de compararse con el pajarito que acaba de caerse del nido. Me vengo cayendo, amor.
Nadie me enseñó a volar con la herida abierta. El frío es el amor dejando el cuerpo. Aquí están los dos Jeff. Elegí uno
Jeferson Gonzalez Gómez.
Jess B
Con racimos de neuronas Las Ăşltimas que quedan Las pocas que resisten A los vasodilatantes A los antidepresivos A cada uno de estos frascos Repletos de pastillas Que me duermen Me tranquilizan Me detienen Me incitan a no ser Aquel que ha perdido Aquel que ha llorado Aquel que alguna vez fue amado
AndrĂŠs Ruiz
Henar Bengale
NO SOY SUFICIENTEMENTE MADURA PARA CONOCER LOS TÉRMINOS DEL DESAPEGO No soy suficientemente madura para conocer los términos del desapego “La nostalgia de ser nada se arrincona como un ebrio sobre la piel” -Agustin Guambo Busco verdad en todo lo que se mueve Busco miradas antiofídicas que me sanen por dentro Busco polución en las pieles de mis amantes Busco significados dados a renacer y volverse a esconder en su pequeña cueva de significados Las actitudes linfáticas me dan asco Busco la reproducción sistemática de todos mis males en cada órgano de tu cuerpo Busco la felicidad de apoderarte de ellos tatuada en tus dientes Los espacios vacíos de tus ojos rellenados con figuras dibujadas a lápiz de los espacios vacíos de los míos No se ser algo sin ser lo otro No se atormentar sin sentir una caricia No se acariciar sin sentir una tormenta La obscenidad se me da mejor cuando encuentra ternura En el fosfeno de tus parpados Las fricciones me dan igual Cuando el desapego es una recesión clara de tu reloj y sus horas perdidas Quiero exudar bromuro con las piernas abiertas Quiero tener las manos calientes para vomitar capullos
que luego se conviertan en mariposas Tengo un almanaque de revoluciones y una cicatriz en la rodilla izquierda Tengo la nostalgia pulveriz谩ndose en mis pupilas Tengo el alcohol como reflejo de mi sombra Tengo la insuficiencia de tu boca Tengo mis impulsos en una habitaci贸n estrecha y sin luz rotos ultrajados adictos y sin embargo amenos.
Pamela Rahn Sanchez
POEMA DE GUERRA Le declaro la guerra a tu ropa, a las miradas perdidas, a las noches abrazada a la almohada, al reloj de la hora eterna, al poeta sin musa, y a los otoños sin hojas. Le declaro la guerra a los soñadores sin sueños, a la ausencia de tu mano, a los que gritan "NO", a los latidos sin dueño y a los amantes puritanos. Nos declaro la guerra para que cada esquina de nuestra cama sea el escenario de un aquí te pillo, aquí te mato. Lara Peiró
Cristina Altieri
PERO ESTE POEMA
Quizá debía morir en aquel accidente que tuve una Semana Santa cuando todavía era un niño y el carro en el que iba tuvo que ser declarado “pérdida total”. O quizá tenía que haber muerto aquella vez en que me ahorcaron por detrás para quitarme todas mis pertenencias a la vez que el oxígeno a mi cerebro haciéndome caer en medio de una acera después de perder la noción del tiempo y del espacio. Puede que quizá tenía que haber muerto el día de aquella nefasta borrachera en la que también perdí el conocimiento hasta el momento en que abrí otra vez los ojos y mi primera visión fue la de la aguja en mi brazo. O quizá debía morir cuando me quedé dormido conduciendo y en lugar de girar el volante hacia la derecha
(donde me esperaba el despeñadero) giré el volante hacia la izquierda (donde la montaña me detuvo). Debía morir, quizá, por último, aquella noche violenta en que las armas apuntaron a mi cabeza y supe el sentido de la palabra secuestro y pasé a formar parte de esa peculiar estadística de secuestrados que no fueron también asesinados a pesar de no haberse pagado el rescate. Debí haber muerto, quizá, desde hace mucho, pero este poema tenía que escribirse.
Alejandro Rodríguez Morales
CANTANDO Cantando me enciendo Me incendio Soy la garganta de un volcán Rogándole al viento Que nos cubra la niebla Que nos llene de brasas Brazos de fuego Piernas de hogueras Huesos de leño Soy la tormenta descendiendo Por un torrente de lenguas 20.000 lenguas de labio leporinos Albinos, peregrinos, todos Encendiendo cada una de las bocas Cada uno de los cuerpos Con el calor de un solo canto Para alumbrar tanto silencio
Andrés Ruiz
Jess B
2 El infinito no es igualmente infinito en todas partes Roberto Juarroz lo que me digo para usted es que el agua saltó de más arriba de las regiones del frío/ y ahora anda unida al extenso firmamento azul sobre azul y a su huella vamos hundiendo la cabeza en su pecho cortando nuestra lengua torpe para escuchar / su color es lo que hay: puntos de agua rara donde crecimos y picos que bajan en la noche subimos-bajamos subimos-bajamos /\/\/\/\/\ lo que me digo, entonces, hermano es que nos dejemos hundir en el centro de su nombre de agua que no hemos podido tocar que crucemos la ciudad fluvial para conocernos que sigamos la ruta de los que ya no están aquí y siguen caminando que no tengamos miedo de hundirnos y postremos la cabeza / en el agua para tener, por fin, los pies sobre la tierra sobre azul sobre agua azul dices: “nos escogió el aire y los cielos derretidos, tan pequeños y vastos” sonrío toma la montaña y muévela —insisto a tu voz— que el pensamiento tiemble con las piernas sus varices caigan
en el templo
hiérelo, hermano, como nunca, con la O azul del poeta, del agua, de mis padres / de arriba blanco-silencio-azul-agua-blancosea este el lugar donde empezó todo donde nos cruzó la noche grande para ver qué hacíamos De La O azul (2012)
Jairo Rojas
DESVIACIÓN DEL PRIMO AL PEZ El pez agoniza en la ribera del Río Salado, yo me inclino a contemplarlo directo a los ojos mientras quito el anzuelo que ambos clavamos en su boca: un botón suelto en mi chaleco cae rozando su cara aún con vida; pienso en devolverlo al agua. Mi primo apunta con premura y dispara contra una lejana lata vacía, tiro por tiro, su pistola semi-automática. El arma caliente humea y descansa junto a los aparejos de pesca; él me asegura que está vacía. La tomo, apunto a la altura de su cara y disparo el último tiro que dormía en la recámara: el proyectil zumba rozándole el ojo izquierdo y lamenta en la lejanía su destino desviado. “Francotirador”, me nombra para no asustarme, agradecido tal vez, pero sin inmutarme, vuelvo a contemplar al pez: ha muerto.
Juan Ramón Ortiz Galeano