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La Cuadra nos hizo vecinos
Una de las historias que más me gusta sobre La Cuadra es la de su origen. El mito fundacional de una feliz coincidencia de amigos, artistas y gestores que decidieron aprovechar la simultaneidad de presencias para crear un espacio de encuentro. Espacio perseverante que insistió en coincidir durante 20 años.
Su propio nombre, La Cuadra Talleres Abiertos nos recordó durante dos décadas que las relaciones entre vecinos construyen ciudad; que son estas relaciones el corazón de las ideas y el engrudo para mantenerlas juntas.
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Soy, sin duda, una voz parcial en este asunto. Le tengo un profundo cariño a La Cuadra porque, desde su inicio, esa historia de vecinos se entrelazó con mi historia personal. Crecí junto con La Cuadra. Fuimos niñas corriendo entre talleres, comiendo los pasabocas que por esa época se ofrecían. Fuimos adolescentes sentadas en las cuatro esquinas, conociendo gente, viendo gente pasar. Fuimos bailarinas en la calle con lluvia y las piedritas del asfalto enterrándose en las rodillas, decidiendo, gracias a estos espacios, dedicar la vida al arte. Finalmente, y como un destino producto de esa coincidencia que desde siempre envuelve este proyecto, tuve la responsabilidad de hacer parte de la junta y la vecindad de La Cuadra como Directora Cultural del Colombo Americano durante un tiempo. Crecimos juntas.
Porque La Cuadra fueron muchas. A cada quien le gusta un versión distinta –mejor las de antes, mejor las últimas–... La verdad es que a mi me gustaron todas sus versiones. Un proyecto de este estilo no es de cuerpos individuales y por eso sus trayectos son insospechados.
Me gusta pensar que La Cuadra creó una ciudad de vecinos. En medio de la multitud existía la familiaridad de siempre estar con los mismos. De repetir una y otra vez el encuentro. Durante 20 años transitamos por diferentes lugares, de la mano de pintores, músicos, bailarinas, cirqueros, artesa-
nos, escultoras, cuenteras, fotógrafos y performers que nos enseñaron el mundo afuera y la variedad incontable del mundo adentro de nuestra propia ciudad.
La Cuadra nos mostró la fuerza de las relaciones cercanas que se construyen cuando nos organizamos alrededor de la música, la danza o las artes. Y es que esa fuerza se concretiza en una vecindad diversa en todos los sentidos. Un reconocimiento de esa diversidad, tan necesario en nuestra ciudad, tan necesario para construir lo político. Una vecindad diversa es siempre un cable de tensión en el que La Cuadra y todos nosotros decidimos mes a mes bailar juntos. ¡Que gran tarea de equilibrio y de ritmo!
Todo el mundo tendrá recuerdos de La Cuadra por años. Que nos sirvan esas semillas para que hagan eco en nuevos caminos para la ciudad. Que nos den más ganas de ser vecinos.
Daniela Botero Marulanda
Directora Cultural Colombo Americano 2017-2018