Londoño análisis 2

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Universidad de Los Andes Departamento de Arte

Análisis Visual 2 Pablo Londoño Urdaneta – 201126508

Título: Niña rubia


Artista: Andrés de Santa María Fecha: 1913 Medio/Técnica: Óleo sobre tela Lugar Actual: Museo del Banco de la República – Sala La Renovación Vanguardista

El comienzo del Siglo XX marcó la apertura de diferentes vías políticas, administrativas y culturales en Colombia, rutas que si bien tardaron varios años en ser labradas, marcarían el inicio de una nueva etapa en el país. El gobierno se encontraba aún en manos del Partido Conservador, y tomaría las tres primeras décadas del siglo para finalizar con una hegemonía política de más de cuarenta años; las fuerzas liberales reclamaban participación política, lo que llevó –entre tantos otros enfrentamientos- a la Guerra de los Mil Días. Esta violenta guerra civil y la independización de Panamá en 1903 serían los agentes detonantes en el inicio de una acérrima campaña liberal que rompe con la sucesión conservadora en 1930. En materia de arte, la batalla militar tuvo su impacto más severo en la Academia Nacional de Bellas Artes, que permaneció cerrada un largo período de tiempo, y a su reapertura se encontró con una sede física devastada y sin docentes que retomaran la tarea emprendida a finales del Siglo XIX. Sin embargo, la inconformidad con la Academia y sus valores clásicos era ya latente, y empezaban a surgir en el país diferentes expresiones artísticas antiacademicistas. “(…) el Gobierno, encabezado por José Manuel Marroquín, procedió con una celeridad sorprendente, por medio del decreto 137 de 11 de febrero de 1904, a nombrar director de la escuela a Andrés de Santa María y a completar la nómina del personal docente a su cargo. Se abrió así un paréntesis de siete años, hasta 1911, en el que la escuela tuvo a su frente a alguien que podía impulsar la apertura antiacademicista hacia un leguaje flexible y, en cuanto flexible, eficaz en el propósito de expresar una nueva situación del panorama plástico nacional.” 1 De la mano de Santa María vinieron nuevas perspectivas, como los paisajes de Jesús María Zamora y Ricardo Borrero,

1 Álvaro Medina, Procesos del arte en Colombia: Tomo I (1810-1930). (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2014) 223-224.


los murales de Pedro Nel Gómez y Luis Alberto Acuña –gran impulsor del Movimiento Bachué y el americanismo-, e incluso el reverdecer del academicismo con el Círculo de Bellas Artes bajo el liderazgo de Roberto Pizano. Entretanto, en Europa el florecer de las vanguardias estaba en su máximo punto en las primeras décadas del siglo, con el crecimiento del expresionismo, el fauvismo, el cubismo y el futurismo marcando el sendero hacia la modernidad. La búsqueda de un arte nuevo y la ruptura con los valores del pasado eran la filosofía detrás de las vanguardias, que intercedía más la por la plasticidad y la experiencia estética que por el realismo ciertamente más didáctico de los siglos anteriores. América Latina no fue ajena a estos movimientos, con países como Argentina, México, Brasil y Uruguay exponiendo un gran portafolio de artistas que exploraban los nuevos estilos pictóricos. En éste contexto artístico surge la obra de Andrés de Santa María (1860-1945), alumno de la Escuela de Bellas Artes de París, reconocida en el ámbito nacional como pionera del impresionismo. Santa María nace en Bogotá, aunque recibe su formación en Inglaterra, Bruselas y París, y regresa a Colombia únicamente en 1894 para permanecer en el país por dos décadas. Su breve estadía en territorio colombiano y su formación en el exterior abrieron el debate de si Santa María es verdaderamente un artista colombiano, discusión que abordan varios historiadores del arte. Innegable es que su vivencia en Europa lo expuso fuertemente a los movimientos más frescos en el mundo del arte, con el impresionismo causando el mayor impacto en su obra; figuras como Cézanne, Monet, Pissaro y Degas fueron emprendedoras en este importante movimiento, clave en la formación del colombiano. Gabriel Giraldo Jaramillo comenta de su obra que “El espíritu francés que con tan crecido vigor penetró en todas las esferas del arte hispanoamericano a fines del siglo XIX y principios del XX, encuentra en la figura de don Andrés de Santa María uno de sus más destacados representantes; por que este bogotano ilustre que tan hondamente captó las corrientes modernas de la pintura europea es el más universal de los artistas colombianos. En sus telas no se


advierte solamente la influencia de alguna escuela determinada o de algún maestro de sobresaliente personalidad, sino la huella profunda de toda una época y de una nueva concepción del arte.” 2 Su retrato Niña rubia hace parte de una amplia lista de retratos, y se considera parte de su segundo período pictórico. El primero de ellos abarca entre 1885 y 1903, y se compone de obras tan variadas como Las lavanderas del Sena (1887), Las segadoras (1895), y Los fusileros (1885), donde Santa María exploró una gran variedad de estilos y trabajó una amplia diversidad temática. Su segundo período representó su distanciamiento de elementos como la profundidad, dando campo a su exploración del campo bidimensional del lienzo, y experimentaciones con el uso vívido del color; a éste período pertenecen retratos similares como Niño vestido de verde (1913). “Los años 1913 y 1914 son en todo caso los más importantes de esta época. Durante ellos, Santa María se aproximó a sus temas preferidos, las figuras –torsos o cabezas-, pintó con una gama de colores rica y clara y comenzó a demostrar su gusto por la materia suelta y espesa. La cabeza con fondo de flores de 1914 es, tal vez, la obra más bella de estos años. El color es radiante y la cabeza de la niña y las flores se confunden con el mismo pretexto: pintar con alegría y desenfado una superficie de lienzo”. 3 Tomando en cuenta lo anterior, nos acercamos más a la obra a analizar. Niña rubia es un retrato al óleo sobre lienzo, aunque no tenemos claridad de quién es la niña representada (característica común en Santa maría). De formato mediano en vertical (35,9 x 43,8 cm.), la obra se exhibe en compañía de trabajos similares del artista, y llama la atención del espectador por la pastosidad predominante en la tela. El hecho de que la obra permaneciera en el taller de Santa María hasta antes de su regreso a Europa nos indica que seguramente fue un ejercicio de interés propio del artista, y no una comisión privada o una pieza de concurso. “Santa María es un pintor insular que trabajó los pinceles por que le gustaba retratar a sus familiares, por que quería tener imágenes pictóricas de flores, bodegones y paisajes, porque amaba el óleo jugoso y los colores brillantes y

2 Gabriel Giraldo Jaramillo, La Pintura en Colombia. (México D.F: Fondo de Cultura Económica,

1948) 180-181. 3 Leonardo Ayala y Eugenio Barney-Cabrera. Historia del Arte Colombiano Vol. 5. (Bogotá: Salvat Editores Colombiana S.A., 1988) 1341-1350.


porque, posiblemente, tenía tiempo suficiente para dedicarse a una labor creativa, amable y refinada”.4 La composición del cuadro es central, con la protagonista del retrato en la mitad del recuadro, y el énfasis vertical, marcado por elementos alargados como el pelo de la niña, la bufanda, e incluso su rostro mismo. La composición icónica del retrato se evidencia en la figura única en la tela, con la totalidad del espacio ocupado por un trabajo de color que se entremezcla con el trazo del retrato. De esta forma, el espacio tridimensional propio de la pintura académica desaparece, dando paso a una exploración de la bidimensionalidad del lienzo, sin ningún tipo de insinuación de profundidad o manejo de diferentes planos. Si bien se trata de una imagen figurativa, no hay intenciones de lograr un modelado perfecto con un dibujo riguroso, pues el trazado se logra con contrastes de color y no con contornos propiamente definidos. En cuanto a la técnica escogida, es evidente que predomina el uso del óleo sin diluyentes, visible en la pastosidad y el grosor de la pincelada misma; ésta en sí es muy impresionista, pues predominan en el trazo toques cargados de pintura con el pincel, sin ser esparcidos a lo largo de la superficie. Por la forma misma en que se aplica el pigmento a la tela es imposible apreciar las diversas capas, pues el tratamiento de la pintura es opaco. Éste proceder afecta la percepción de la obra pues invita al espectador a acercarse a ver el tipo del trazado. En cuanto al color, la paleta predominante es pastel y sin grandes contrastes de color; el tratamiento de la profundidad se logra por medio de la interacción entre colores cálidos –utilizados para acercar al protagonista al espectador­ y colores fríos –usados para el tratamiento del fondo­. Los colores no responden exactamente al modelo, pues hay una clara interpretación del color, las luces y las sombras por parte de Santa María, evidente en elementos como el color azulado del pelo, o las cuencas de los ojos morados. La luz parece ser cenital, y enfocada directamente sobre el modelo; el manejo de las sombras se da a través del trabajo mismo del color.

4 Ayala y Barney-Cabrera, Historia del Arte Colombiano Vol. 5, 1341-1350.


La sumatoria de todos los elementos anteriormente mencionados ayudan en el entendimiento de la obra, pues dan pistas para la interpretación de la misma, al igual que de su contexto histórico y artístico, explicando elementos que de otra forma sería imposible entender. Difícil tarea es encerrar a Santa María dentro de un movimiento artístico único, pues su obra presenta rasgos propios de diversos estilos pictóricos. Hablar de Niña rubia como pieza impresionista parece acertado en cuanto a las exploraciones cromáticas y el uso de la pincelada gruesa y pesada; sin embargo, no se puede desconocer que su aproximación a la realidad es más expresionista, y la escena misma no toca los temas cotidianos propios del impresionismo o la descomposición de los elementos al efecto de la luz. En cualquier escenario su obra es meritoria de resaltar, y es innegable que sin su aporte al arte Colombiano –y Latinoamericano por extensión- el panorama artístico actual no sería el mismo.

Bibliografía 

Ayala, Leonardo, y Eugenio Barney-Cabrera. Historia del Arte Colombiano Vol. 5. Bogotá: Salvat Editores Colombiana S.A., 1988.

Giraldo Jaramillo, Gabriel. La Pintura en Colombia. México D.F: Fondo de Cultura Económica, 1948.

Medina, Álvaro. Procesos del arte en Colombia: Tomo I (1810-1930). Bogotá: Ediciones Uniandes, 2014.

Traba, Marta. Historia abierta del Arte Colimbiano. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1985.


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