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Entre el temor y la confianza
from El Centinela: Entre el temor y la confianza
by Pacific Press Publishing Association / AdventistBookCenter.com
San Lucas 21:26
En cuarentena.* Algo nuevo, invisible y contagioso recorre el mundo, dejando los centros comerciales desolados, cerrando estadios, cines y lugares públicos. El fantasma de la muerte se pasea por las calles, sumiéndolas en espanto mortal. Por mandato del gobierno, la gente permanece en sus casas. Es como si un enemigo invisible, proveniente de algún lugar recóndito del universo (aunque atacó primero en China) se hubiese instalado en la tierra y asechara a todos.
Cuando el presidente argentino, el doctor Alberto Fernández, anunció que todo el país debía permanecer en sus hogares, en cuarentena, como una medida de prevención del contagio del COVID-19, dijo: “Estamos luchando contra dos enemigos: el virus y la psi cosis”. Habló del virus, pero de lo que llamó “psicosis” no dijo nada.
Las medidas que se adoptan en todos los países son informar cómo opera el mal, qué hacer para combatirlo y los estragos a la salud y la economía. Con respecto al otro enemigo, el miedo y la incertidumbre, no se dice nada.
En realidad, el “temor y la expectación” crecen más rápido que el contagio. Los medios periodísticos anuncian hora tras hora, con grandes titulares, sobre fondo negro, el número de contagiados y de muertos en el país y en el mundo, como si se estuviera jugando alguna suerte de competencia, a ver quién alcanza las cantidades más ele vadas. Asimismo, las cotizaciones de las acciones de la bolsa se hunden y los indicadores económicos apuntan hacia abajo. Los noticieros se han convertido en asustadores profesionales. Nadie permanece inmune a la fascinación del derrumbe y las cifras de la muerte.
A mediados del siglo pasado, el doctor Emilio Mira y López, célebre psicólogo cubano, escribió un libro que fue éxito de ventas, Los cuatro gigan tes del alma. Uno de esos gigantes, al que denominó el “gigante negro”, es el miedo. Afirma el autor que este poder del alma se procesa en etapas de intensidad creciente, donde la persona va siendo dominada por las fuerzas de las emociones hasta perder totalmente el control racional y ser víctima indefensa de ese poderoso monstruo sombrío del psiquismo. Es que cuando el alma se hunde, ya no se siente el corazón y todo el cuerpo se vuelve blando como una esponja, produciendo el colapso de todo el ser. 1 ¿Acaso no es esto más destructivo que el COVID-19?
Los principales niveles de intensidad fobígena son la prudencia, la cautela o desconfianza, el miedo, el pánico y el terror. ¿En qué nivel nos encontrare mos como sociedad y como individuo?
Paul Virilio, escribió hace unos años el libro La ciudad pánico: El afuera comienza aquí, que ahora adquiere notable vigencia. El autor mostraba cómo la inseguridad ciudadana adquiere cada día mayor importancia, propagando un estado de ánimo que hace estar en la calle, y aun en la casa, como algo intrínsecamente peligroso. Las ciudades actuales ejercen una suerte de “democracia de la emoción, donde lo que ocurre es la sincronización de las emociones”, ya que todos los habitantes son dominados por la misma emoción: el pánico.2
Es sabido que el pánico anula la reflexión, dando lugar a cualquier acto irracional. Es posible que, con el tiempo, se cumpla la profecía de Graham Greene, que anticipaba que los gobiernos implementarían un “Ministerio del Miedo”, algo así como ocurría en el país descrito por Orwell, en su obra 1984, ya que estamos en un “mundo de miedo y de tormento, un mundo de pisotear y ser pisoteado, un mundo que se hará cada día más despiadado”. 3
Cómo vencer el miedo
En su libro Los miedos del nuevo milenio, Maximiliano Korstanje (2010) nos instala en una encrucijada básica, un punto donde confluye la desven tura o la posibilidad. 4 Estamos ante la disyuntiva de permitir que el pánico sombrío nos invada, temblando ante la amenaza del fin o la eventualidad de asumir una disposición positiva, aceptando el mensaje de esperanza que contienen los textos bíblicos. ¿Por qué asustarse con las ideas catastrofistas y no sentirse iluminado por las prome sas de un futuro mejor?
La esperanza nos pone al abrigo para soportar airosos la perspectiva ineludible del epílogo. En lugar de dar cabida al miedo, apostemos a la espe ranza. El autor del Apocalipsis declara: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron” (Apocalipsis 21:1). Resaltando el hecho de que en la patria futura “ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (vers. 4). El miedo desaparecerá, pero la esperanza permanecerá. Por eso concluye con la segura confianza futura: “El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos voso tros. Amén” (Apocalipsis 22:20, 21).
Ante el miedo hay dos actitudes posibles, huir o enfrentarlo. Si se huye, el miedo se acrecienta y la persona se debilita, se siente más incapacitada y vulnerable. Al enfrentarlo, se encuen tra que el miedo puede ser difícil, pero pronto se comprende que no es tan gigantesco, y la persona se ve fortalecida. Más que valentía, lo que se necesita es confianza. Hace casi dos mil cuatrocien tos años, en su libro Retórica, Aristóteles presentó una serie de conceptos opuestos. Por ejemplo, lo que se contrapone al amor es el odio, el antagonista de la ira es la calma. Cuando consideró el miedo (o temor), Aristóteles le opuso no la valentía, sino la confianza. Creía muy bien el sabio filósofo que lo que podía expulsar el temor de la vida humana es la conciencia de que “las cosas que pueden salvarnos están próximas y, en cambio, no existen o están lejanas las que provocan temor”.
En síntesis, es promoviendo la confianza y la esperanza como se enfrentan y superan los temores paralizantes. Son las certezas las que neutralizan los miedos; por el contrario, la desconfianza los incrementa. Ya lo había dicho el apóstol Juan: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor” (1 Juan 4:18). Por lo tanto, hay que reafirmar la importancia de enfrentar los mie dos con la seguridad de que Dios nos ayudará a superarlos y nos permitirá alcanzar la dicha de la serenidad.
El autor es psicólogo clínico y docente de vasta experiencia y autor de libros y artículos sobre su especialidad. Escribe desde Buenos Aires, Argentina. Si le interesa la bibliografía, pídala a este editorial, en www.elcentinela.com, en “Escríbale a los editores”.
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