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Lo que el coronavirus nos ha enseñado
from El Centinela: Entre el temor y la confianza
by Pacific Press Publishing Association / AdventistBookCenter.com
Afinales del año 2019, la noticia de que en Wuhan, China, había estallado un brote del COVID-19, un nuevo virus que no había sido detectado en humanos hasta la fecha, sacudió al mundo. Las reacciones en todo el planeta fueron diversas. Unos se llenaron de pánico y se abalanzaron a saquear farmacias y tiendas de autoservicio, otros ignoraron las recomendaciones en medio de la emergencia sanitaria.
Independientemente de que el COVID-19 no es un asunto menor, la reacción que ha habido para enfrentarlo resulta muy reveladora respecto a la conducta humana. En estos casos es más que evidente que “es en la crisis cuando se revela el carácter”. Y esta pandemia ha reflejado algunas tendencias de nuestra sociedad.
El coronavirus nos ha demostrado que somos enormemente vulnerables. Específicamente, hemos constatado lo susceptibles que somos a la desinformación a través de los medios masivos de comunica ción. Solo bastaba ver los rostros aterrados de la gente en las farmacias suplicando por una mascarilla, gel antibacteriano o guantes desechables. De pronto, alguien arrebató a la raza humana su manto omnipotente que le han dado los gobiernos democráticos, la bonanza económica y los avances tecnológi cos. Ahora se veía a sí misma presa de la indefensión, una conducta muy extraña en este tiempo, especialmente en los países desarrollados.
Lo cierto es que los seres humanos no somos omnipotentes. Tenemos marcadas limitaciones propias de nuestra naturaleza. Por eso, el rey David le suplicaba a Dios: “Hazme saber, Jehová, mi fin y cuánta sea la medida de mis días; sepa yo cuán frágil soy” (Salmo 39:4).
Así es. Esta enfermedad nos ha recordado cuán frágiles somos.
El miedo va más allá de la tecnología
El COVID-19 pasará dentro de un tiempo. Seguramente, se encontrará una vacuna y todo habrá pasado. Muchos no van a recordar los malos momentos. Lo único que va a quedar es el miedo a la muerte, el pánico a una peste que acabe con todos. Como ha dicho Mario Vargas Llosa: “El terror a la peste es, simplemente, el miedo a la muerte que nos acompañará siempre como una sombra”.
El miedo no favorece el pensamiento. Una sociedad aterrada no piensa. Más bien, reacciona de manera salvaje. Durante los meses del COVID-19 fuimos testigos de epidemias de miedo que reflejaron lo peligrosa que resulta la irracionalidad social, como las compras de pánico, las teorías conspirativas construidas por algunos sectores radicales de la población o las crisis de ansiedad.
El miedo también nos recuerda que seguimos siendo seres humanos, algo que la embriaguez de la tecnología, los logros científicos y las comodidades de la vida contemporánea nos hacen olvi dar con frecuencia. No tenemos todo bajo control. Necesitamos a Dios, aunque nos cueste trabajo reconocerlo.
Jesús dijo que durante nuestra época la gente sería proclive al miedo: “Habrá más angustia que en cualquier otro momento desde el principio del mundo. Y jamás habrá una angustia tan grande” (Mateo 24:21, NTV). 4 Así es. Hoy tenemos más miedo. Es uno de los rasgos más acendrados de la condición posmoderna. Reaccionamos con menos fuerza ante la adversidad. Por eso, necesitamos más fe.
Sí se pueden perder las libertades
La dimensión de la crisis sanitaria obligó a varios gobiernos a tomar medidas extremas, como el declarar confinamientos obligatorios de la población, suspender actos multitudinarios, e incluso controlar el desplazamiento de la gente. Esto nos ha recordado que, a pesar de vivir en sociedades democráticas, las libertades también se pueden perder.
En este caso, la Biblia presenta escenarios antes del regreso de Jesús a este mundo en los que la gente perderá sus libertades. Por ejemplo, dice que habrá restricciones económicas y medidas extremas en cuestiones de libertad (Apocalipsis 13:16, 17). Para muchos críticos de la Biblia, estas declaracio nes han resultado motivo de escarnio. ¿Pero qué podemos pensar ante lo que acabamos de vivir? ¿De verdad resulta tan alejado de la realidad?
Sí puede haber medidas de carácter mundial
Al mismo tiempo, el COVID-19 ha recordado a todo el planeta que, bajo ciertos escenarios, se requiere tomar medidas mundiales. En este sentido, la crisis sanitaria ha unido a la comu nidad internacional en la búsqueda de soluciones a un problema que atañe a todos. En tales circunstancias, nadie puede actuar solo.
A pesar de las marcadas diferen cias políticas entre las naciones, una vez más ha quedado demostrado que sí puede haber medidas de carácter global. Bajo escenarios futuros de cri sis, las naciones estarían obligadas a sumarse en bien de todo el planeta, sin importar su condición económica, religiosa o política. En la Biblia tam bién se plantean escenarios de unidad mundial antes del segundo advenimiento de Jesús (Apocalipsis 18:3, 9). De modo que, a la luz de las recientes actuaciones de los líderes del mundo, tampoco resultan tan desatinados.
Hemos perdido la capacidad de ponderar lo más valioso en el mundo
Otra de las grandes lecciones del COVID-19 ha sido la incapacidad de convivir en familia. En realidad, las medidas de prevención para enfren tar la epidemia eran muy sencillas: quedarse en casa, lavarse las manos constantemente y guardar una sana distancia con el resto de la gente en caso de verse obligado a salir a la calle, entre otras cosas. Pero a muchos eso les pareció muy difícil, quizá porque algunos no podrían generar recursos económicos. ¿Pero quedarse en casa es algo tan difícil cuando de eso podría depender la vida? ¿Resulta complicado hacer un alto en medio del frenesí cotidiano y dedicar tiempo para hablar con el cónyuge y los hijos?
Por si fuera poco, la crisis sanita ria nos ha mostrado nuestra propia soledad e incapacidad de encontrarnos con nosotros mismos. De pronto, hemos sido obligados a pensar en el valor de la vida en vez de llenarnos la cabeza de asuntos baladíes —como los deportes, las series de televisión, la música, etc.—. Pero, como no esta mos acostumbrados a reflexionar en cuestiones relevantes, a muchos les ha sobrevenido una enorme tristeza y desesperación.
Conclusión
¿Estamos listos para enfrentar el futuro? ¿Cómo hemos de encarar las crisis venideras? ¿O acaso creemos que esto que hemos vivido no se repetirá?
Hoy es un buen momento para reconocer nuestra profunda necesidad de confiar en Dios. Una vez más hemos demostrado que necesitamos de su ayuda. No tenemos por qué seguir en la orfandad espiritual. Es mejor apro piarnos de aquella maravillosa promesa aún vigente: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10).
El autor es vicepresidente editorial de GEMA Editores. Escribe desde la Ciudad de México. Si le interesa la bibliografía, pídala a este editorial, en www.elcentinela.com, en “Escríbale a los editores”.