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La música: el antídoto que nos une

Raúl tiene setenta y ocho años, vive en Roma, y lleva cuatro semanas confinado en su pequeño apartamento. A las siete de la tarde se asoma al balcón porque Luisa, la vecina de enfrente, es cantante de ópera y ofrece un minicon cierto todos los días a la misma hora. Los vecinos acompañan el canto en un coro improvisado. Lloran, ríen, agitan pañuelos, mientras la música de Luisa llena el aire de belleza y esperanza, desafiando el gris confinamiento.

Antonio tiene diez años y vive en Buenos Aires. Hace dos semanas que no va a la escuela. Por momentos está triste y ansioso, pero cuando llegan las diez en punto de la mañana se conecta por Internet con el coro virtual de su escuela y su ánimo cambia: salta, danza, cierra los ojos y sonríe. ¡Todo cambia!

Sofía tiene noventa y tres años y contrajo coronavirus. Después de quince días luchando por su vida en una sala de cuidados intensivos, ha superado la infección. ¡Ya se puede ir a casa! Cuando la llevan por el pasillo en una silla de ruedas, un coro de enfermeras y médicos cantan entre aplausos y lágrimas de emoción, “Resistiré”, una de las canciones que han llevado esperanza a miles de per sonas en el mundo. ¡Sofía ha resistido! ¡Todos celebran la victoria!

Cuando cantamos pensando en los enfermos que se recuperan, ¡todos celebramos la vida! En medio de una pandemia que nos ha llenado de miedo, impotencia y ansiedad, la música se ha vuelto un símbolo de unidad, de esperanza, de resiliencia. ¡Y de sanidad física y mental! Cuando escuchamos música positiva le permi timos al cuerpo segregar endorfinas que activan un estado de ánimo más optimista.

Hoy, en todo el mundo se escuchan coros improvisados en los balcones para compartir alegría y esperanza. Nada puede detenerla, ni muros, ni ventanas, ni fronteras, ni confinamien tos. Es impresionante cómo la música nos hace sentir libres, conectados, y nos inyecta felicidad.

Ya desde tiempos remotos, la música fue usada como método terapéutico. En el siglo VII a.C. una plaga asoló la ciudad de Esparta, y los líderes de la ciudad le pidieron al poeta Tales que cantara himnos para levantar la moral de los ciudadanos. La música es una herramienta poderosa que nos ayuda a superar el miedo y la depresión.

Una médica amiga que trabaja en un hospital de Nueva York me contó que cada vez que un paciente en el hospital deja de usar respirador, ¡signo de que se está recuperando!, todos los enfermeros comienzan a cantar la misma canción. La música los ayuda a hacer su trabajo.

El arte nos da belleza y esperanza. No deje, querido lector, que la rutina gris o la falta de esperanza hagan nido en su corazón. Lo invito a que cante, que escuche música, que celebre que estamos vivos, y que somos parte de un coro universal que se une para cantar al unísono: ¡Todavía hay esperanza!

La autora es directora del Departamento de Música de la Universidad Andrews en Berrien Springs, Michigan.

Algunas formas de utilizar la música durante estos días de confinamiento:

• Recuerde que “el que canta sus males espanta”. Cante por lo menos quince minutos cada día. ¡Notará la diferencia!

• Seleccione canciones rítmicas que lo motiven a hacer ejercicio físico en casa.

• Escuche música que le transmita emociones positivas.

• Envíe una canción que tenga mensaje de esperanza y alegría a alguna persona que esté pasando por un momento difícil.

Vaya a este link y cantemos todos: https://www. youtube.com/watch?v=WL1Jv1-9OEM.

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