3 minute read

Oraciones en medio de una pandemia

Padre nuestro que estás en los cielos

¿No te has dado cuenta de que estamos solos en medio de una pandemia, llevando la mochila de nuestra vida, con nuestra historia y contigo adentro? ¿No quieres acaso llevar nuestras ansiedades y miedos?

Santificado sea tu nombre

¿No quieres santificarnos con la humildad de Jesús? ¿No quieres santifi carnos con el fuego de tu Espíritu para que arda en nuestro corazón tu deseo por nosotros?

Venga tu reino

¿No quieres acaso dejar caer tu gracia de un modo silencioso y anónimo como cae el rocío por las noches, preanun ciando un amanecer sereno?

Hágase tu voluntad

¿No quieres darnos la fe valiente de creer en ti a pesar de la oscuridad que nos rodea, de entregarnos a ti más allá de nuestra comprensión, a hacer tu voluntad a cualquier precio?

El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy

¿No quieres darnos con el pan coti diano también el don de saber que necesitamos poco para vivir y que eso poco lo necesitamos por poco tiempo? ¿No quieres darnos el don del hambre por ti para que sacies a través de nosotros tu hambre y tu sed por los otros?

Y perdona nuestras deudas, como tam bién nosotros perdonamos a nuestros deudores

¿No quieres tomarnos de la mano y llevarnos al sótano de nuestra vida, donde escondemos nuestros secretos inconfesa dos? ¿Puedes ayudarnos a pedirte perdón y a concederlo a quienes hemos odiado porque nos han ofendido?

Líbranos de la tentación y del mal

¿Podrás librarnos de la tentación de resignarnos a no buscarte ni a amarte? ¿Podrás libarnos del mal de medir tu amor por las veces que has satisfecho nuestros deseos y necesidades? ¿Podrás ayudarnos a entender, Padre bueno, que tu mirada no produce miedo? ¿Que tu mirada nos libera, porque no es como la mirada del carcelero que aterra al pri sionero cuando lo observa a través de la mirilla de su celda?

¿Podremos entender en esta cuarentena que tú eres nuestro Padre Celestial?

Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria, por todos los siglos

Amén.

Mi amado hijo,

Me dices: Padre nuestro

Si así me nombras, ¿por qué me preguntas si puedo llevar tus cargas de dolor?

Elígeme. Ven a mí como el ave que en la oscuridad del bosque toma vuelo al encuentro del resplandor.

Me dices: Santificado sea tu nombre

¿Cómo santificarte si toda tu vida gira en torno de tus afanes?

Elígeme. Y le sacaré el veneno a las fle chas de tus preocupaciones, que podrán herirte pero jamás matarte.

Me dices: Venga tu reino

¿No es esta la hora en la que se arriesga tu cuerpo y se desnuda tu alma?

Elígeme. No tengas miedo, porque mi buena voluntad es llenarte de gracia.

Me dices: Hágase tu voluntad

¿Hay algo más libre que un ave en el cielo o algo más bello que un lirio en la tierra, que obedecen alegres y en silencio la ley del Universo?

Elígeme. Y serás como ellos que hacen mi voluntad sin proponérselo.

Me dices: El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy

¿No vales tú mucho más que las aves del cielo, que no siembran ni siegan ni recogen en graneros, y yo las alimento?

Elígeme. Y tu trabajo tendrá un sen tido y tus afanes un destino eterno.

Me dices: Perdona nuestras deudas

¿No nacen ellas de tus envidias y tus tristezas a causa de la comparación y la confrontación?

Elígeme. Y te enseñaré la justicia de ser manso y humilde de corazón.

Me dices: Líbranos de la tentación y del mal

¿No sabes que mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mis manos?

Elígeme. Y te sostendré cuando se tiente a olvidarse de mí tu corazón can sado.

Me dices: Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria por todos los siglos

¿Cuánto cuestan dos gorriones: una moneda de cobre? Sin embargo, ni uno solo puede caer a tierra sin que yo lo sepa. Tú eres más que ellos. Por eso no tengas miedo ni ansiedad.

Elígeme ahora, y nacerás nuevamente. Sentirás el instante en que mi reino tras pasa tu tiempo, para que tus días se vayan contando con la eternidad.

El autor es el editor de El Centinela.

This article is from: