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Somos cristianos genuinos?

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Caveat emptor

Caveat emptor

Por Ellen G. White

El hombre debe representar a Cristo. Debe ser longánime hacia sus semejantes, ser paciente, indulgente y lleno de amor cristiano. El que esté verdaderamente convertido manifestará respeto por sus hermanos; hará lo que Cristo ha mandado. Jesús dijo: «Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros».

Donde el amor de Cristo abunda en el alma, habrá una expresión de ese amor que será entendida por el mundo.

Dios expresaría su carácter en la humanidad; pero los atributos de Cristo solamente pueden ser revelados a través de aquellos que trabajan con amor por las almas por las que Cristo ha muerto. Dios ha dado poder al agente humano, lo que lo hace responsable de las impresiones que hace en la mente de sus semejantes. No puedo decir que todo esté bien con ustedes, cuando tienen poca preocupación en cuanto a qué tipo de impresión están haciendo en las mentes y en aquellos con quienes se asocian. Quienes trabajan de manera imprudente y descuidada, y no tienen ninguna preocupación en cuanto a lo que sucede con quienes consideran que están heridos, tienen ideas falsas sobre lo que constituye el cristianismo. Jesús dice: «Quien ofenda a uno de estos pequeños que creen en mí, sería mejor para él que se colgara una piedra de molino en el cuello y que se ahogara en la profundidad del mar».

No todos los que nombran el nombre de Cristo son uno con Cristo. Aquellos que no tienen el Espíritu y la gracia de Cristo no son suyos, sin importar cuál sea su profesión. Por sus frutos los conoceréis. Las costumbres y prácticas que están tras del orden del mundo no llevan a cabo los principios de la ley de Dios, y por lo tanto no respiran de su Espíritu ni expresan su carácter. La semejanza de Cristo será revelada solo por aquellos que son asimilados a la imagen divina. Solo aquellos que están siendo moldeados a través de la obra del Espíritu Santo son hacedores de la palabra de Dios, y expresan la mente y la voluntad de Dios. Hay cristianismo falsificado en el mundo, así como hay cristianismo genuino. El verdadero espíritu de un hombre se manifiesta por la forma como trata a su prójimo. Podemos preguntar: ¿Representa el carácter de Cristo en espíritu y acción, o simplemente manifiesta los rasgos naturales y egoístas del carácter que pertenecen a las personas de este mundo? La profesión no significa nada para Dios. Antes de que sea eternamente demasiado tarde para que los errores sean criticados, que cada uno se pregunte: «¿Qué soy?». Depende de nosotros mismos en cuanto a si formaremos el carácter que nos constituirá como miembros de la familia real de Dios.

Si deseamos ser semejantes a Cristo, debemos estudiar el carácter de Cristo. Dios ha dado capacidades al agente humano por las cuales debe cooperar con Dios, en bendición, edificación, fortalecimiento y ennoblecimiento, no solo de sí mismo, sino de con quienes se asocia. Esta obra de bendecir a los demás, se llevará a cabo dando a los hombres un ejemplo en nuestra propia vida del espíritu, la actitud y las obras de Cristo. Cuando el ego controla, su función es desalentar, desanimar y alejar a las almas del Salvador. Cristo dice: «El que conmigo no recoge, desparrama».

Es necesario que nos examinemos detenidamente y preguntemos: ¿Es esta la actitud de Cristo? ¿Seguiría Cristo este curso de acción? ¿Qué tipo de impresión estoy dejando en la mente de aquellos con quienes me relaciono? ¿Debo seguir un curso de acción que debilite la confianza de cualquiera con quien me relaciono y no tome con seriedad el cristianismo que profeso? ¿Seré descortés, poco cristiano, inmisericorde con quienes fueron comprados por la sangre de Cristo?... Cristo dijo: «Ustedes son la luz del mundo». ¿A quién se refería como la luz del mundo? —se refería a los que siguen sus pasos—. Cristo dice: «El que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida». Son quienes son ramas de la Vid viviente, los que dan

mucho fruto. Son sostenidos por la nutrición que fluye del tallo central. Aquellos que permanezcan en Cristo tendrán el mismo espíritu que él manifestó y serán motivados por los mismos motivos, serán puros, pacíficos e inmaculados, sin embargo, serán como luces ardientes y brillantes en medio de las tinieblas morales del mundo.

Los discípulos de tiempos buenos no responderán al llamado del Señor en el tiempo de peligro hacia el cual nos apresuramos. Se necesitará a los que no solo escuchan, sino a los que hacen las palabras de Cristo, para ser discípulos activos, «no siendo perezosos en lo que requiere diligencia; siendo ardientes en espíritu, sirviendo al Señor»....

Que quienes ministran en la palabra y en la doctrina mezclen la fe con la oración sincera, y traten de usar cada rayo de luz que proviene de la palabra escrita. La voz de Dios llama desde el cielo y exige el uso de toda capacidad confiada. Cada talento debe ser usado a lo máximo. Si alguna vez hubo un tiempo en que los hombres y las mujeres deberían tener la seguridad de que son compañeros con Cristo en la salvación del mundo, lo es ahora. Pregúntate: ¿Soy un fiel mayordomo de la gracia de Dios? ¿Estoy enterrando la luz, sin mejorar el talento que se ha confiado para comerciar? La manera en que utilizamos la capacidad confiada por Dios decide nuestro destino futuro, y resuelve la pregunta de si se nos confiarán o no dones mayores, incluso riquezas eternas... No vivas una vida de incertidumbre. «Ustedes, en cambio, hermanos, no están en la oscuridad para que ese día los sorprenda como un ladrón. Todos ustedes son hijos de la luz y del día. No somos de la noche ni de la oscuridad. No debemos, pues, dormirnos como los demás, sino mantenernos alerta y en nuestro sano juicio… Nosotros que somos del día, por el contrario, estemos siempre en nuestro sano juicio, protegidos por la coraza de la fe y del amor, y por el casco de la esperanza de salvación». Todo agente humano sabe por sí mismo si sus pies tienden hacia la ciudad de nuestro Dios o tienden hacia la oscuridad de la sombra de muerte. Hay muchos que dicen ser cristianos que son como una moneda espuria. Están viajando por el amplio camino del egoísmo y el pecado. Pero el que descansa sobre los méritos de un Salvador crucificado y resucitado, que ha recibido a Cristo por fe, tiene la promesa de que él es el hijo de Dios. «Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. Estos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios». Como hijos de Dios, somos partícipes de la naturaleza divina. Sabemos lo que es la verdadera luz, y conocemos el poder de la gracia de Cristo. Tenemos la fe que obra por amor y purifica el alma.

Este artículo apareció originalmente en The Review and Herald el 9 de abril de 1895.

Que quienes ministran en la palabra y en la doctrina mezclen la fe con la oración sincera y traten de usar cada rayo de luz que proviene de la palabra escrita.

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