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El camino hacia Emaús

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Dónde

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hacia Emaús El camino

Rosa Alexandre de Sampayo Hacia Emaús es el camino de la vida. Para cada uno de nosotros será una larga o corta recorrida. Se ven las flores del camino en primavera, algunas por aquí y unas cuantas por allí, su perfume es más intenso en el verano, y a la distancia el cielo es más glorioso que invita a cantar o a reír, en fin… Parece que nada ni nadie nos detiene. Explotamos de alegría, la vida nos sonríe. Al costado del camino se ha quedado el Viajero que nos pide recorrer juntos esta bella travesía pero amablemente y sin ardor alguno le decimos: No gracias, ya tengo todo lo que mi vida necesita. No queremos ni necesitamos compañía. Pero, llega el otoño y por las tardes el calor del verano ya se enfría. Advierten las nubes oscuras tormentas. Ya no es posible dormir en la hierba tibia. Los días se hacen cortos y las noches más extensas. Los pájaros se alimentan, los capullos se cierran y una triste soledad embarga el alma. Ya es difícil caminar por estas filosas rocas. Si quieres puedo acompañarte, nos dice el Viajero con calma. Hacia el vértice del ojo inclinamos la mirada. La respuesta es un no muy evidente por orgullo o por comodidad o porque tal vez no hemos sufrido lo suficiente. El paisaje cambia de repente… se oscurece y modifica totalmente el ambiente. La tormenta se hace fuerte y nos dobla completamente. Caídos y arrastrados por el barro con frío y llorando amargamente, el Viajero nos suplica suavemente: ¿Te ayudo a levantarte?

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Oídos sordos a tan gentil oferta, ya que esta estación pasará como el verano y primavera. Caminamos más lento y evitamos las caídas, porque tenemos mucha experiencia en la vida. La nevada anuncia el invierno, no hay donde dormir ni quien nos abrace. No es que no quieran ayudar en esta difícil situación sino que todos estamos en la misma condición. Caminar ya es difícil, no caer es imposible. El frio del invierno nos penetra como heladas espinas en la frente. Los miles y millones recorremos el camino, tristes y solitarios recordando primaveras y veranos cuando la abundancia nos rodeaba felizmente: caminamos hacia la muerte, no hay progreso en este ambiente. El Viajero nos habla dulcemente... Algunos le escuchamos a pesar de las burlas de la gente. Es más fácil junto a Mí, porque Yo he recorrido este camino antes de ti. Ven conmigo y juntos llegaremos salvos al fin. Cansados y lastimados, dolidos y malheridos, nos abrazamos al Viajero que sus brazos ha extendido. El calor de su pecho es semejante al verano y bien distinto al invierno padecido. Admirados preguntamos: ¿Porque no nos dijiste antes que era más fácil caminar cerca de Ti? El Viajero nos contesta: Porque debes elegir… si quieres o no seguirme a Mí. El invierno ha terminado y los brotes aparecen. Vemos que el Viajero se aleja. Corremos hacia Él con mucho miedo: ¿Nos dejas solos aquí? La respuesta del Viajero concluye así: No temáis pequeñitos... Yo debo seguir el camino, por vuestro bien, hacia Getsemaní.

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