8 minute read

El triunfo del género

Next Article
Novedades

Novedades

TEXTO CONTEMPORÁNEO

El triunfo del género: la descomunal presencia mormona en la ficción para jóvenes adultos

Advertisement

Jana Reiss Traducido por Mario R. Montani

En la apertura del año académico que inició en septiembre de 1967 en la Universidad Brigham Young, el élder Spencer W. Kimball se dirigió al cuerpo de profesores en un discurso denominado «Educación para la eternidad». En ese momento, el élder Kimball había sido apóstol por casi un cuarto de siglo, siendo llamado en 1943 a la edad de 48 años. Propuso una amplia visión no sólo para la Universidad de la Iglesia sino para el pueblo mormón en su totalidad. Había tenido una visión, dijo, del profesorado, estudiantes y egresados de BYU no únicamente contribuyendo en el conocimiento secular y éxito artístico, sino también teniendo predominio en esos campos «hasta que los ojos del mundo estén sobre nosotros».

En nuestro mundo han nacido brillantes lumbreras, estrellas del teatro, la música, literatura, escultura, pintura, las ciencias y todos los campos de excelencia. Durante muchos años he tenido la visión de miembros de la Iglesia en un constante aumento de sus ya fuertes posiciones de excelencia, hasta que llegue el momento en que los ojos de todo el mundo se encuentren sobre nosotros. Jana Reiss es una escritora y académica estadounidense cuyos estudios se centran principalmente en las religiones de EE. UU., especialmente en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y la Comunidad de Cristo. Es miembro de la primera de estas dos confesiones religiosas, aunque sus pronunciamientos públicos en algunos aspectos no siempre se alinean con los oficiales de dicha Iglesia.

Entonces citó un sermón de John Taylor en el cual profetizó sobre la grandeza de la gente mormona:

Anoten mis palabras, y regístrenlas y vean si no ocurre de ese modo. Verán el día en que Sion estará a la vanguardia del resto del mundo en todo aquello que pertenezca al conocimiento de cualquier tipo como lo estamos hoy en relación a los asuntos religiosos.

Dios espera que Sion llegue a transformarse en la alabanza y gloria de toda la tierra, de modo que los reyes, oyendo de su fama, vendrán y observarán su gloria… (Sermones, 20 de septiembre de 1857, ver The Messenger, julio de 1953) De modo que, artistas mormones, no se sientan presionados.

Es una visión osada y fascinante. Ninguno de los dos se había convertido aún en presidente de la Iglesia, no obstante hablaron proféticamente de un día futuro en el que los artistas, escritores y músicos mormones dominarían en sus respectivas esferas.

Probablemente parecería una quimera en 1857, cuando John Taylor habló: en ese año, el mormonismo había sufrido una pérdida de más de ocho mil miembros, lo que, para una iglesia de apenas 55.000 representaba una disminución del 13%. También estaba siendo atacada por todos los flancos, luchando con el gobierno federal en la Guerra de Utah y con algunos de sus propios miembros en el contexto de la llamada Reforma Mormona. De hecho, la luminosa visión del apóstol Taylor de la Iglesia [de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días] transformándose en «la alabanza y gloria de toda la tierra» tuvo lugar sólo nueve días después de la Masacre de Mountain Meadows. Era un momento ciertamente extraño para imaginarse al mormonismo bendiciendo a los pueblos de la tierra.

Las cosas parecían mucho mejores 110 años más tarde cuando Spencer W. Kimball pensaba acerca de los mismos párrafos. El mormonismo en 1967 acababa de superar los 2,6 millones de miembros y crecía a razón de algo más del 5% anual. Nuevos países se abrían constantemente a la predicación del evangelio.

Cincuenta años después del desafiante mandato del presidente Kimball, toda-

vía estamos sin nuestros Shakespeares o nuestros Miguelángeles… Aún en el pequeño mundo masculino y culturalmente occidental en el que él esperaba que se destacasen, no hemos logrado producir un solo genio creativo que se haya resistido lo suficiente a la tradición como para hacer que el mundo tomase nota. ¿O sí?

Tal vez el problema es que estamos valorando y honrando las cosas equivocadas, aquellas cosas que los mormones no hacemos bien. Muchos de los nombres en la lista del presidente Kimball son individuos que entran dentro del arquetipo de «genios solitarios», iconoclastas que desafiaron las convenciones artísticas o científicas de su tiempo, partiendo hacia nuevas direcciones. No siempre fueron populares. En algunos casos, su conducta moral no fue la que los líderes de la Iglesia [de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días] querrían que sus miembros emularan… Los mormones no hemos tenido mucha suerte con el paradigma del genio solitario. En música, nos destacamos en el canto coral; el Coro del Tabernáculo es ciertamente uno de los mejores y más consistentes grupos corales de la nación, tal vez del mundo. En televisión hemos visto miembros con una robusta e inusual presencia en programas de reality, particularmente en concursos y shows que involucran trabajo en equipo, como el rigor y belleza clásica del baile de salón. Y en la escritura, nos destacamos en la ficción de género. ¿Qué es la ficción de género? El debate de «ficción literaria versus ficción de género» es antiguo y anticuado. Los buenos escritores pueden producir expectativas de género y al mismo tiempo hacer agudas observaciones sobre la naturaleza humana, la familia, la vida o la muerte.

La ficción literaria presenta mayores riesgos artísticos y menos convencionalismos. Es ficción que presiona sobre los límites artísticos. Considerada como literatura «seria», no se vende tanto como la de género, principalmente porque exige una lectura más desafiante y su función primaria no es entretener. Busca comprender la realidad y la condición humana. Dentro de su campo hay muchos estilos y los autores permanentemente prueban los límites de forma y estructu-

ra. Los narradores no son necesariamente confiables, el tiempo no siempre es presentado de forma lineal, el argumento es menos importante que el tema o el desarrollo de los personajes.

La ficción de género contrasta en la mayoría de esos modos. Es conducida principalmente por el argumento y no privilegia el tema o las caracterizaciones. Se llama de ese modo pues está agrupada en varios tipos, o géneros, que han definido parámetros y expectativas: ciencia ficción, misterio, romance, fantasía, terror, western. Dentro de cada una de estas categorías amplias existen subgéneros, como el romance histórico

contrastando al erótico o el misterio detectivesco versus el thriller legal. A diferencia de la ficción literaria, las novelas de género son escritas para un público popular y bien definido. Las expectativas son claras. Un lector que desea un misterio amable se verá horrorizado por la violencia explícita de una serie de novelas negras… La ficción de género intenta primariamente entretener. Se presenta de modo maravilloso y sin vergüenza como un momento para disfrutar, no como un intento de conducir al lector por las oscuras noches del alma. Leemos ficción de género mayormente para escapar de la realidad, no para ahondar más profundamente en ella. Por esta razón, la ficción de género no es tomada con seriedad por los críticos (a menudo, equivocadamente). Nuevamente, las buenas novelas borran los límites… Yo disfruto ambos tipos de ficción. Probablemente leo un promedio de una novela de fantasía o ciencia ficción por semana, algunas de las cuales están dirigidas al mercado de jóvenes adultos. Y este es el mercado en el que vemos a los escritores de género mormones brillar. Algunos artículos sobre el éxito de los escritores santo de los últimos días han propuesto que es una consecuencia natural de su extravagan-

te teología… Permítanme presentar una alternativa: la Comunidad es el Shakespeare mormón. Una bendición mormona única es que estamos condicionados a ayudarnos unos a otros, a vernos como una parte de algo mayor. Nuestros autores no son diferentes… El éxito mormón trata de géneros. Y los géneros son del pueblo y para el pueblo, mientras que la ficción literaria puede estar legítimamente dirigida a un público unipersonal: el autor. Esto funciona muy bien para los novelistas mormones de género pues ya están empapados de comunidad, y cumplir las expectativas de la comunidad es

«ya tenemos algunos de nuestros Shakespeares, si eso significa que poseemos escritores que serán una profunda influencia para otros escritores»

vital para el éxito en la ficción de género.

También quiero señalar que recientemente, los autores mormones han sido exitosos en un subgénero particular que se ha vuelto popular en los últimos años: la antiutopía, distopía o ficción post apocalíptica. Muchas de estas novelas se centran en el rol del individuo en la comunidad, y en el valor de las elecciones y el libre albedrío. Muchas obras distópicas, de hecho, muestran una sociedad en las que la capacidad individual de escoger ha sido quitada, y la obediencia es forzosa. Para mormones imbuidos en una cosmología de «una guerra en los cielos» en la cual el plan de Satanás era quitar el libre albedrío de los individuos para asegurar su perfección, es un punto natural de consonancia. Tal vez, existe un sentido de que los mormones están mejor equipados teológicamente para ver los peligros de la obediencia forzada y de la falsa perfección pues creen en un Dios que estuvo dispuesto a sacrificar un tercio de las huestes de la humanidad para proteger la capacidad de elegir. Y viendo el lado más oscuro, debo agregar que tal vez los mormones contemporáneos están mejor preparados para ver los peligros de una obediencia impuesta pues, a pesar de un fundamento teológico que tan fuertemente enfatiza el albedrío, la retórica que más se escucha de los líderes es sobre obediencia y la importancia de ser seguidores. Es posible que los artistas y escritores mormones estén desarrollando sobre la página este balance entre libertad y obediencia, esa paradoja de nuestro pueblo, como tan bien Terryl Givens la ha señalado.

A modo de conclusión, se le ha dicho al pueblo mormón que deberíamos tener y que tendremos nuestros Shakespeares. Pero ¿y si hemos estado pensando esto de un modo demasiado estrecho? Como me dijo Mette Harrison: «ya tenemos algunos de nuestros Shakespeares, si eso significa que poseemos escritores que serán una profunda influencia para otros escritores». El arquetipo del genio solitario es un modo de definir el triunfo. Pero otro puede ser la construcción de comunidad con los lectores y con otros escritores. Y en eso, los mormones se destacan.

This article is from: