LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA El 18 de julio de 1936 los militares más conservadores del Ejército español se levantaron en armas contra la República. Este acto significaba el fin del experimento democrático realizado en España desde abril de 1931. La caída de la Dictadura del general Miguel Primo de Rivera y el descrédito de la Monarquía habían posibilitado la proclamación de la II República Española como panacea que pretendía sacar al país de su histórico atraso. Sin embargo, los años que van desde 1931 a 1936 se convirtieron en fiel reflejo de las contradicciones de la sociedad española. De un lado muchos pedían un cambio social y económico profundo que acabara definitivamente con el poder oligárquico en España. Del otro, ese mismo poder, apoyado por el Ejército y la Iglesia, luchaba por defender su posición privilegiada. Las elecciones de febrero de 1936 sólo sirvieron para dividir aún más a los españoles y tras el triunfo del Frente Popular, la oligarquía ya solo tuvo fe en una acción salvadora del Ejército que librara a España de la anarquía y la revolución. Se daba paso así a la Guerra Civil Española. LA PROCLAMACIÓN DE LA REPÚBLICA 1931 Las causas que motivaron la instauración del régimen republicano fueron principalmente el agotamiento del sistema político de la Restauración y la incapacidad de la monarquía de asumir sus errores durante la Dictadura. A partir de abril de 1931 quedó claro que el descontento popular iba orientado hacia una respuesta antimonárquica y pro republicana. La II República española llegó al poder en abril de 1931. En ello tuvo mucho que ver la caída de la Dictadura del general Miguel Primo de Rivera (29 de enero de 1930) que, apoyada por la monarquía, había tenido un triste final. El rey, Alfonso XIII, estaba más aislado que nunca, la clase obrera lo consideraba el símbolo de la opresión, la clase media no le perdonaba los siete años de dictadura, incluso para la clase dirigente la monarquía ya no representaba una solución de continuidad. El nuevo gobierno presidido por el general Dámaso Berenguer trataba inútilmente http://www.guerracivil1936.galeon.com/ 1
de volver a la situación anterior a la Dictadura, pero era imposible. El sistema político de la Restauración estaba agotado, gran parte de la opinión pública estaba ya resueltamente en contra de la monarquía. En el verano de 1930, con el gobierno en plena crisis, se produjo un pacto de unión entre diversos sectores del nuevo republicanismo. El así denominado “Pacto de San Sebastián”, clave en el tránsito de la monarquía a la república y firmado por representantes de las principales fuerzas sociales de izquierdas posibilitó una futura acción conjunta antimonárquica. Sin embargo, antes de que dicho pacto pudiera plantearse como una verdadera alternativa pacífica al cambio de sistema, los partidarios más acérrimos de la instauración de la República intentaron la vía golpista. Estimulada por diversos círculos militares (la U.M.R. Unión Militar Republicana) la guarnición de Jaca, con el capitán Fermín Galán y el teniente García Hernández al frente se sublevaron contra la monarquía y proclamaron la República. Su principal error estribó en no romper las comunicaciones con Francia, por lo que el gobierno, enterado del levantamiento, pudo tomar las medidas necesarias para sofocarlo. Aislados los rebeldes, fueron hechos prisioneros y sus cabecillas, Galán y García Hernández fueron fusilados. La República había conseguido así a sus mártires. La represión no acabó aquí pues todos los firmantes del Pacto de San Sebastián fueron encarcelados por lo que su reputación aumentó mucho desde sus celdas. El rey decidió poner a prueba a la opinión pública convocando elecciones municipales para el 12 de abril de 1931. la escasa popularidad de la monarquía quedó patente en la victoria de las candidaturas republicanas en todas las principales ciudades españolas. Los datos oficiales señalaron 29.953 concejales monárquicos frente a 8.855 republicanos pero en aquella época los votos de las ciudades eran los que decidían y éstas habían votado mayoritariamente por la República. La proclamación de la República fue acogida con euforia por la mayoría de la población. Para estas multitudes la república representaba la esperanza de una nueva España moderna y más justa. Mientras el país celebraba la proclamación de la República, Alfonso XIII abandonaba palacio rumbo a un exilio voluntario. Antes de marcharse dejó a los españoles esta proclama: "Las elecciones celebradas el domingo, me revelan claramente que no tengo hoy el amor de mi pueblo [...]. Hallaría medios sobrados para mantener mis regias prerrogativas, en eficaz forcejeo con quienes las combaten. Pero, resueltamente, quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro, en fraticida guerra civil [...]. Espero conocer la auténtica y adecuada expresión de la conciencia colectiva, y mientras habla la nación suspendo
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deliberadamente el ejercicio del poder real y me aparto de España, reconociéndola como única señora de sus destinos." La república quedó instaurada inmediatamente y a ojos de la opinión mundial pudo considerarse como un maravilloso ejemplo de civismo y madurez política. Su primer jefe de gobierno fue Alcalá Zamora, pero en el nuevo gabinete ya podía identificarse un alto componente de miembros de corte anticlerical o que ejercían profesiones liberales, representantes de la Institución Libre de Enseñanza. Los más destacados ministros de ese primer gobierno republicano eran Miguel Maura (Gobernación), Fernando de los Ríos (Justicia), Casares Quiroga (Marina), Alvaro de Albornoz (Fomento), Marcelino Domingo (Educación) y Manuel Azaña (Guerra). Nada más formarse este nuevo gobierno la República tuvo su primer problema ante la reaparición del catalanismo político, que debía su fuerza a una combinación de la expansión económica catalana y su renacimiento literario (Jocs Florals). Desde el balcón de la Generalitat su líder, Francesc Macià, proclamó la Republica Catalana. Varios ministros viajaron rápidamente de Madrid a Barcelona para persuadir a Macià de que abandonara su idea y se mostrara favorable a la adopción de un estatuto de autonomía promulgado por las Cortes, a lo que accedió. Sin embargo, menos de un mes después de la proclamación de la República (11 de mayo de 1931), el anticlericalismo que ésta había desatado se convirtió en violencia callejera. Después de un enfrentamiento entre monárquicos y republicanos el día anterior, los partidarios de la República prendieron fuego a seis iglesias en Madrid. La policía republicana no hizo nada para impedir la quema de los conventos. Manuel Azaña, futuro presidente de la República, dijo ese día: “Todos los conventos de Madrid no valen la vida de un republicano”. Los católicos practicantes no olvidaron ni perdonaron esta actitud de las autoridades, los republicanos por su parte, promulgaron una Ley de Defensa de la República. Las elecciones dieron la mayoría de los escaños a los socialistas y republicanos, los partidos que pertenecían a la izquierda y al centro. Manuel Azaña, fue elegido nuevo jefe de gobierno. A finales de 1935 empezó a gestarse una gran coalición de partidos de izquierdas que se preparaba para las elecciones de febrero de 1936 y que poco más tarde se conocería como Frente Popular. El pacto entre republicanos y socialistas pretendía un programa reformista pero desde la derecha se identificó como un pacto revolucionario. El llamado Frente Nacional o de Orden se creó para oponer sus intereses a los de las izquierdas en las elecciones más reñidas que hasta entonces había vivido España. La larga campaña electoral que tuvo lugar entre el 4 de enero y el 16 de febrero de 1936 se prometía como una de las más duras de la historia de España. La unidad de las izquierdas quedó http://www.guerracivil1936.galeon.com/ 3
plasmada en el Frente Popular, la coalición izquierdista formada ante las elecciones de 1936 propuesta por el Partido Comunista. Además los anarquistas, aunque no entraron a formar parte del Frente Popular por negarse ideológicamente a colaborar con un sistema democrático, apoyaron las candidaturas para la liberación de los presos políticos. Oponiéndose a ellos se formó el Frente Nacional o de Orden cuya cabeza más visible era la CEDA de Gil Robles que lanzó una agresiva campaña electoral presentándose como la última y única alternativa de defensa ante una inevitable revolución bolchevique. Su fotografía de jefe miraba retadoramente desde los carteles situados en la Puerta del Sol madrileña. Dentro de esa coalición derechista quedó fuera la Falange porque no hubo entendimiento entre José Antonio Primo de Rivera y Gil Robles. Este hecho, de relativa poca importancia, marcaría el desarrollo posterior de la guerra civil.
Vistos los resultados el Frente Popular obtuvo una ajustada victoria. El entusiasmo de sus partidarios fue ilimitado. Una gran multitud se dirigió al Ministerio de la Gobernación en Madrid con una única palabra: ¡Amnistía!. Un partido por encima de todos había experimentado un mayor crecimiento tras conocerse los resultados de las elecciones. Era el PCE (Partido Comunista de España). Este partido nació tras una escisión del PSOE en 1920. Al proclamarse la República contaba con alrededor de 3.000 militantes, cifra bastante modesta. En 1933 obtuvo su primer representante en Cortes y tras las elecciones de febrero de 1936 obtuvo 14 diputados. En Oviedo, una de sus principales dirigentes, diputado por Asturias, Dolores Ubárruri “La Pasionaria” abrió las cárceles donde se alojaban gran parte de los revolucionarios de 1934. Pero los socialistas se negaron a formar parte del nuevo gobierno, simplemente lo apoyaron débilmente, y los políticos http://www.guerracivil1936.galeon.com/ 4
republicanos quedaron irremisiblemente atrapados entre el pánico de los conservadores y las nuevas esperanzas de la clase trabajadora. Las huelgas y las invasiones de tierra aumentaron, los conflictos sociales y laborales amenazaban más que nunca el orden constitucional. Desde la derecha Gil Robles había caído en desgracia, las esperanzas de la España conservadora se centraban ahora en un nuevo y carismático líder, José Calvo Sotelo. Para un numero creciente de partidarios de la derecha, y tal y como había ocurrido antes con la izquierda, el juego parlamentario había resultado un doloroso desengaño. La creciente polarización de la sociedad española se reflejó primero en su juventud. Unos 15.000 militantes de las juventudes de la CEDA abandonaron el partido y se unieron a un movimiento más combativo, la Falange, que como ya hemos visto, había sido fundada por José Antonio Primo de Rivera en 1933. En 1934, junto a Ramiro Ledesma Ramos y Onésimo Redondo, fundadores de las JONS (Juntas Ofensivas Nacional Sindicalistas) había negociado su fusión con la Falange. El nuevo partido, Falange Española y de las JONS, empezó a existir el 13 de febrero de 1934 adoptando el símbolo del yugo y las flechas. Sin embargo, la Falange fue siempre un partido minoritario hasta el extremo de que al concurrir en solitario a las elecciones de 1936 se quedó fuera del juego parlamentario sin obtener ni un solo escaño. Debido a ello en marzo de 1936, ante la creciente espiral de violencia impulsada por la Falange, José Antonio, privado de inmunidad parlamentaria, fue detenido y las oficinas de Falange clausuradas. Aún así la violencia callejera y los crímenes políticos siguieron en aumento tanto por parte de la izquierda como de la derecha.
El presidente de la República pidió nuevamente a Manuel Azaña que formara gobierno. Pero nada podía ya detener las pasiones políticas. En la ciudad los puños y las pistolas habían reemplazado al debate político, en el campo la violencia se había convertido en el último recurso para escapar de la pobreza. En Extremadura la paciencia de los jornaleros extremeños se había agotado. En un solo día, el 25 de marzo de 1936, unos 60.000 jornaleros ocuparon casi 3.000 fincas. Los terratenientes ya no temían sólo por sus posesiones sino por sus vidas. El descontento popular tenia el signo opuesto en Navarra, el feudo carlista de campesinos profundamente conservadores estaban dispuestos a defender Dios, Patria y Rey hasta la http://www.guerracivil1936.galeon.com/ 5
muerte. Los carlistas se habían rebelado contra la anarquía liberal en el siglo XIX, ahora se disponían a enfrentarse a una República que consideraban roja y atea. Para un número creciente de militares el golpe de estado era la única forma posible de restablecer el orden. Advertido de las conspiraciones militares, el gobierno decidió enviar a los generales mas abiertamente derechistas lejos de la Península. El general Franco fue enviado a las islas Canarias, el general Mola fue únicamente trasladado a Pamplona donde se convirtió en el “Director”, el cerebro del complot.
A principios de abril se originó una polémica constitucional sobre la presidencia de la República. La Constitución establecía la posibilidad de deponer a su presidente (Alcalá Zamora) dado que había disuelto las Cortes en dos ocasiones. Dimitido éste, Manuel Azaña fue el único candidato a ocupar su puesto que estaban dispuestos a votar las izquierdas. La jefatura del gobierno pasó a otro republicano, Santiago Casares Quiroga. El 1 de mayo de 1936 se celebraron en España los tradicionales desfiles de la fiesta de los trabajadores. Las manifestaciones sindicales tenían por objeto demostrar a los enemigos de la República el poder de la izquierda. Durante esa jornada, los discursos inflamados del líder socialista Francisco Largo Caballero contribuyeron a la radicalización de las masas. Largo Caballero, apodado “el Lenin español” se había convertido poco a poco en un líder revolucionario. Durante esta manifestación cundió además el rumor infundado de que unas monjas habían dado caramelos envenenados a unos niños. Grupos de manifestantes atacaron y prendieron fuego a un convento. Las autoridades republicanas se mostraron nuevamente impotentes ante la ira anticlerical de algunos sectores de la sociedad. También en mayo los anarquistas celebraron su congreso anual en Zaragoza. El congreso exigió esfuerzos para acabar con la división interna y para concertar una alianza con la UGT pero a nadie se le ocurrió preparar la actuación ante el creciente peligro de un golpe de estado que sobrevolaba el país. No hubo pues ningún acuerdo sobre el futuro armamento de las milicias o sobre la organización de un ejército revolucionario.
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Entretanto el 25 de mayo, el general Mola desde Pamplona dio un plan estratégico detallado sobre la preparación del alzamiento. Lo firmaba con el sobrenombre de “El Director”. Dos días después entró en contacto desde la cárcel Modelo de Madrid con José Antonio, el líder de la Falange, que inicialmente no estuvo completamente de acuerdo con el desarrollo del plan. El 5 de junio, José Antonio fue trasladado a la cárcel de Alicante pero para entonces ya había aceptado la idea de que era inevitable un golpe militar y que la Falange debía participar en él. En consecuencia prometió que 4.000 falangistas prestarían ayuda al golpe. A finales de junio lo único que faltaba para fijar la fecha del alzamiento era el acuerdo con los carlistas. Tantos éstos como los falangistas estaban planteando muchas exigencias al general Mola, que veía indispensable para el triunfo contar con el apoyo civil de estos grupos. Los carlistas estaban obsesionados por los colores de la bandera bajo la cual se sublevarían, los falangistas planteaban problemas de autoridad. El 7 de julio de 1936, como cada año, se celebraron las fiestas de San Fermín en Pamplona, Mola aprovechó la ocasión para dejar completamente zanjada la cuestión. Escribió a Manuel Fal Conde, dirigente carlista, prometiéndole que resolvería la cuestión de la bandera después del levantamiento. Por su parte, José Antonio, que inicialmente había criticado el plan de Mola, se mostraba ahora más dispuesto a apoyarlo. Mola decidió que había llegado el momento. Desde las Canarias el general Franco se comunicó con el cerebro de la conspiración a pesar de que aún no estaba seguro de que hubiera llegado el momento propicio para el levantamiento. Pese a todo el plan para trasladar a Franco a Marruecos para ponerse al frente de la rebelión en la zona siguió adelante. El contacto de Mola en Londres había alquilado un avión de transporte “Dragon Rapide” y localizó en el aeropuerto de Croydon a un piloto independiente, el capitán Bebb que se mostró dispuesto a cooperar. Bebb despegó de Croydon el 11 de julio, y un día después hizo escala en Casablanca, en el Marruecos francés. Esa noche en Madrid, iba a desencadenarse la tragedia. El teniente de la Guardia de Asalto José Castillo salía de su casa para empezar su servicio. Castillo, que el día anterior había reprimido con dureza una manifestación monárquica, ya había recibido amenazas de muerte de la ultraderecha. Fue muerto a tiros por cuatro hombres armados que escaparon. Los camaradas del teniente muerto, indignados, exigieron de las autoridades una lista de sospechosos a los que detener. También pidieron medidas contra la Falange, aunque nunca quedó claro que los asesinos fueran falangistas. Entre los que clamaban venganza estaba un capitán de la Guardia Civil, Fernando Condés, íntimo amigo de Castillo. Alguien sugirió que fueran a la casa del líder de la CEDA José María Gil Robles, pero éste se encontraba ausente de vacaciones por lo que finalmente se decidió ir al domicilio del diputado conservador José Calvo Sotelo. Hacía las tres de la mañana del 13 de julio Calvo Sotelo fue convencido por Condés y otros para que les acompañara a la comisaría, a pesar de que su inmunidad parlamentaria le eximía de ser detenido. El coche arrancó y a unos 200 metros de su casa, Luis Cuenca, un joven socialista que iba sentado a su lado, le disparó dos tiros en la nuca. Calvo Sotelo fue asesinado a pesar de que http://www.guerracivil1936.galeon.com/ 7
las autoridades republicanas no habían ordenado su detención. Pero inevitablemente se culpó al gobierno de su muerte, al fin y al cabo, Calvo Sotelo había sido asesinado bajo la custodia de la policía republicana. La clase media española quedó paralizada por este cruel asesinato y ello proporcionó a los golpistas gran apoyo popular en un momento decisivo. El 14 de julio Bebb despegó de Casablanca rumbo a las Canarias. Poco a poco se estaban concretando todos los aspectos del golpe. Mientras tanto la izquierda se preparaba para el golpe que se avecinaba. Los socialistas seguían divididos pero su movimiento juvenil si parecía más concienciado de la gravedad de la situación y a finales de junio llegó la tan esperada fusión entre los movimientos juveniles socialistas y comunistas que dio lugar a las JSU (Juventudes Socialistas Unificadas) formada en su mayoría por dirigentes socialistas (como Santiago Carrillo) pero cuya línea política era comunista. El gobierno republicano de Casares Quiroga parecía no tomarse totalmente en serio la situación. Diversos políticos de izquierda visitaron al jefe de gobierno rogándole que hiciera todo lo posible para evitar cualquier intentona del ejército, incluso le pidieron que repartiera armas al pueblo, pero Casares, temeroso de perder su última posibilidad de mantener el orden se negaba constantemente limitándose a decir que estaba seguro de que no ocurriría nada. El 17 de julio de 1936 nada podía salvar ya a España de una guerra civil. Las elecciones de junio de 1931 habían dado el poder a la coalición de republicanos de izquierdas y socialistas. Durante dos años, hasta fines de 1933, el nuevo gobierno dirigido por Manuel Azaña intentó encontrar solución a los principales problemas que aquejaban al país. Sin embargo la tarea resultó mucho más complicada de lo previsto pues se agrandó la separación entre derechas, que creían que las reformas eran demasiado radicales y atrevidas, e izquierdas que creían que eran demasiado moderadas y lentas. LOS PROBLEMAS DE LA REPÚBLICA: LA IGLESIA La iglesia luchaba por conservar sus privilegios ante las reformas republicanas, contaba con el apoyo de los poderosos y la fe muchos humildes pero era también el blanco del odio de todos aquellos que la consideraban la aliada del poder, la defensora del inmovilismo. En el otoño de 1931 las Cortes prepararon un anteproyecto de Constitución que pretendía acabar con el enorme poder de la Iglesia. El artículo 26, uno de los más importantes, separaba Iglesia y Estado. Para mayor confusión y crispación de los sectores conservadores, el 13 de octubre de 1931 Manuel Azaña declaró que: “España ha dejado de ser católica”, mensaje que la Iglesia interpretó mal. Azaña había querido decir que España ya no era un país de corte clerical pero la frase fue sacada de su contexto y le valió el odio y la enemistad de los sectores conservadores. Las cláusulas anticlericales de la nueva Constitución se debatieron agriamente en las Cortes pero, al haber mayoría republicano-socialista en el consistorio, todas las medidas salieron adelante y la Constitución se promulgó en diciembre de 1931. http://www.guerracivil1936.galeon.com/ 8
Los republicanos y socialistas en el gobierno estaban decididos a reducir el poder de la Iglesia. A lo largo de 1932 y 1933 la República se dedicó en cuerpo y alma a la promulgación de leyes destinadas a acabar con la influencia de la Iglesia en la sociedad. Disolución de la Compañía de Jesús y confiscación de sus bienes; matrimonio civil, divorcio y secularización de cementerios; prohibición de la enseñanza a las órdenes religiosas. La Iglesia mantenía su control sobre la educación. En un pais donde casi la mitad de la población era analfabeta la republica tenia que romper el control de la iglesia para crear un moderno sistema de enseñanza laica. Los proyectos iniciales se vieron frenados por falta de presupuestos, a pesar de ello, en dos años se crearon más de 13.000 nuevas escuelas. Pero habría sido más prudente que la República no hubiera atacado las órdenes religiosas, que ya disponían de buenos colegios. El cierre de los mismos planteó graves problemas de ubicación de nuevos alumnos. EL PROBLEMA SOCIAL El problema social que envolvía a la República giraba en torno a los dos grandes sindicatos anarquista y socialista. El movimiento anarquista constituía la oposición mas violenta a la República. En el resto de Europa el anarquismo como fenómeno de masas había desaparecido después de la I Guerra Mundial, en España siguió creciendo, especialmente en Andalucía y Cataluña agrupado en torno a una organización anarcosindicalista, la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), que ya en 1920 tenia 700.000 militantes. Su objetivo final era la total emancipación de los trabajadores, su instrumento, la huelga revolucionaria. Los anarquistas se oponían a la republica por principios, rechazaban cualquier tipo de gobierno y luchaban por una sociedad libre e igualitaria, sin dios, sin amos y sin propiedad privada. Dentro del anarquismo, sin embargo, existían diversas corrientes. Los puristas sólo se conformaban con una revolución social completa. Los moderados, con Angel Pestaña y Juan Peiró al frente, aunque seguían los mismo objetivos creían que era necesario conseguir alguna concesión por parte del gobierno que mejorara la mala situación de los obreros. Entre los puristas más radicalizados había lideres como Buenaventura Durruti y Francisco Ascaso que se unieron a la FAI (Federación Anarquista Ibérica), fundada en 1927 y cuyo objetivo era oponerse al revisionismo anarquista. El movimiento socialista obtuvo un fuerte impulso durante los años de la I Guerra Mundial que habían dado a España una mayor prosperidad económica y gran conciencia política. En 1920, su sindicato, la UGT (Unión General de Trabajadores) tenía 200.000 miembros. No es de extrañar pues que su principal dirigente en 1931, Francisco Largo Caballero, fuera nombrado Ministro de Trabajo durante el primer gobierno de la República ya que la UGT no había sido siquiera ilegalizada durante la Dictadura.
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EL PROBLEMA REGIONAL El clima de libertad provocado por la proclamación de la República daba nuevos impulsos al regionalismo. Histórica y culturalmente Cataluña y el País Vasco eran las dos regiones más claramente diferenciadas de resto de España. Eran las regiones más industrializadas y prósperas desde mitades del siglo XIX. La nueva Constitución republicana mencionaba la posibilidad de conceder la autonomía a aquellas regiones que lo solicitasen. Atendiendo a las crecientes demandas del catalanismo político, la República accedió a que se celebrase un plebiscito en Cataluña para otorgar a dicha región su anhelado estatuto de autonomía. El resultado fue abrumadoramente favorable (592.961 votos a favor y sólo 3.276 en contra). En el verano de 1932, el estatuto catalán se convirtió en ley y se constituyó un nuevo gobierno catalán, la Generalitat. El catalán y el castellano serían las lenguas oficiales.
El País Vasco también realizaba esfuerzos parecidos en busca de un mayor autogobierno pero aquí los problemas eran más difíciles de superar. La profunda confesionalidad del principal partido autonomista, el PNV, chocaba con un gobierno republicano de corte anticlerical. Ello sólo sirvió para posponer la promulgación del estatuto hasta octubre de 1936, cuando en plena guerra civil, la cuestión se transformó en una simple necesidad política. Además hubo otros intentos de autonomía en Galicia, Valencia o Andalucía pero no tuvieron tiempo de promulgarse. EL PROBLEMA MILITAR Frente a las aspiraciones autonomistas de algunas regiones españolas, el Ejército se mostró como la institución más ofendida por las pretendidas reformas republicanas. Muchos militares del ejército estaban alarmados ante la perspectiva de autonomías regionales. La unidad de la patria les obsesionaba. España había perdido todas sus colonias de ultramar. En los años 20, las guerra de Marruecos amenazaban sus últimas posesiones. La República se proponía modernizar este ejercito anticuado y con exceso de oficiales (uno por cada nueve soldados). El Ejército veía las reformas republicanas con profunda desconfianza, pero era el proyectado estatuto de autonomía catalán lo que los militares conservadores consideraban como la amenaza mas inmediata.
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La llamada “Ley Azaña” admitía el retiro, con el sueldo íntegro, de todos los generales y oficiales que no quisiesen prestar juramento de fidelidad a la República. El Ejército respondió con las armas. El 10 de agosto de 1932 el general José Sanjurjo, que había declarado su lealtad al nuevo gobierno en 1931, se levantó contra la República en Sevilla. El golpe de Sanjurjo fracasó pero ejemplificaba el creciente descontento dentro del seno de las fuerzas armadas. Sanjurjo fue encarcelado, su rebelión se había demostrado prematura porque los grupos sociales que pudieran haberla apoyado aún no estaban lo suficientemente unidos para oponerse a la República. EL PROBLEMA AGRARIO Los campesinos de toda España esperaban que la llegada de la República representara el fin de todos sus problemas. El problema agrario era uno de los más complicados, no olvidemos que la agricultura en los años 30 era el principal sector de la economía del país. Los trabajadores del campo, mal pagados y mal alimentados esperaban que las prometidas reformas fueran drásticas e inmediatas. Andalucía era una región de profundos contrastes sociales y económicos, de latifundios y de grandes terratenientes. Estas desigualdades alimentaban el resentimiento de mas de 700.000 jornaleros que vivían en la miseria. Pero la reforma agraria de 1932, una ley complicada y cautelosa, solo sirvió para desilusionar a muchos jornaleros e irritar a los terratenientes. Pronto se comprobó que la reforma era prácticamente imposible, al menos en un corto espacio de tiempo. Se creó un Instituto de Reforma Agraria que pudiera controlar dicho plan pero, a pesar de todos los esfuerzos, frente a los 60.000 campesinos asentados en nuevas tierras que anualmente la Reforma había proyectado, después de dos años de actuación sólo 12.000 estaban realmente en dicha situación.
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Entre los propietarios y terratenientes empezó a cundir la alarma, entre los campesinos la desilusión ante la lentitud de la Reforma Agraria. El hambre y la miseria creaban las condiciones ideales para un clima de violencia revolucionaria. Los pueblos de Castilblanco, Arnedo y Casas Viejas se convirtieron en exponentes claros de esa violencia. En Castilblanco (Badajoz) estalló una huelga general el 31 de diciembre de 1931. Al intentar disolverla, los campesinos reaccionaron violentamente matando a cuatro números de la Guardia Civil. En Arnedo (La Rioja), murieron siete trabajadores y quedaron heridos treinta más al disolverse a disparos de la Guardia Civil la manifestación que se celebraba ante la casa consistorial del pueblo. Las consecuencias políticas fueron importantes. Ante la dureza de las medidas tomadas por la Guardia Civil fue destituido su director, el general Sanjurjo, que unos meses después se levantaría contra la República. Sin embargo, el episodio de violencia definitivo se produjo a principios de 1933 en Casas Viejas (Cádiz). Agotada allí la paciencia tras la lentitud de la Reforma Agraria los campesinos, tras declarar el comunismo libertario, asaltaron el cuartel de la Guardia Civil, asesinando a varios de sus números. La llegada de refuerzos permitió reprimir el levantamiento duramente. Las autoridades republicanas fueron acusadas de haber organizado la matanza. Escándalos como el de Casas viejas, la lentitud de las reformas y el creciente desempleo impulsaron a los socialistas a abandonar un gobierno Azaña desprestigiado. La crisis desembocó en las elecciones de 1933. LA REPÚBLICA DE CENTRO DERECHA 1933-1936 El fracaso que supuso el gobierno Azaña hizo posible que tras las elecciones de noviembre de 1933 la República, proclamada por una base social izquierdista, girara a la derecha. Ello se debió básicamente a la disconformidad que el pueblo español mostró con la labor realizada por la República hasta ese momento, promoviendo un amplio abstencionismo electoral de izquierdas. Empezaba de esta manera el periodo llamado "El bienio conservador".
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Frente a la nueva convocatoria de elecciones en noviembre de 1933, la derecha se preparaba para la toma del poder. En 1931 sus principales candidaturas habían sido barridas debido fundamentalmente a su falta de unidad en un sistema electoral que primaba las coaliciones. Ahora sus esperanzas se centraban en una nueva coalición, la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas). La CEDA fue el primer partido católico de masas en España y su líder era José María Gil Robles. La izquierda se lanzó a la campaña en defensa de las realizaciones de su gobierno, pero, como ya en 1931 le había ocurrido a la derecha, esta vez acudían desunidas. No es de extrañar pues el resultado que arrojaron los comicios que traducido en escaños fue el siguiente: La CEDA se convirtió en el principal partido de las Cortes y Gil Robles en el ídolo de la España conservadora. Entre los diputados elegidos se podía apreciar tanto a derecha como a izquierda representantes del extremismo político. José Antonio Primo de Rivera (hijo del dictador) y Francisco Moreno Herrera obtuvieron acta por Falange Española, partido fundado por José Antonio hacía pocos meses. Del otro lado Cayetano Bolívar fue el primer representante del PCE (Partido Comunista de España) en las Cortes. La aparición en dicha cámara de dos representantes falangistas y un comunista fue la primera advertencia de que la sociedad española estaba entrando en una espiral de radicalización. La República dio un giro a la derecha, el proceso de reformas quedó paralizado. La izquierda estaba alarmada, convencida que detrás de Gil Robles se escondía la amenaza del fascismo. En 1934 el fascismo se extendía por Europa, las dictaduras reemplazaban a las democracias parlamentarias. Los socialistas españoles temían que lo mismo ocurriera en España si la CEDA ocupaba el poder. Para calmarles se formó un gobierno de centro dirigido por el jefe del Partido Radical, Alejandro Lerroux. Gil Robles y la CEDA lo apoyaban pero no entraron a formar parte del mismo, a pesar de que era el partido más votado. Esperaba la ocasión más propicia para hacerse con el poder. Mientras tanto, la sustitución de las escuelas religiosas por las laicas se pospuso, la Reforma Agraria se abandonó en gran medida, y se produjo una amplia amnistía política hacia los conspiradores de 1932. La situación fue tornándose cada vez más confusa. Ante las vacilaciones del presidente de la República en promulgar la ley que perdonaba a Sanjurjo y los conspiradores de 1932, Lerroux dimitió en mayo de 1934 siendo sustituido por otro radical, Ricardo Samper, que contaba con muchos menos apoyos en las Cortes. Ante la debilidad del gobierno, el 4 de octubre Gil Robles retiró el apoyo de la CEDA a Samper que dimitió. Alcalá Zamora no hizo otra cosa que volver a encomendar su formación a Lerroux, pero ahora Gil Robles exigió que tres de sus partidarios de la CEDA entraran como ministros. Este hecho fue suficiente para que los socialistas, que seguían creyendo que Gil Robles era “otro Mussolini”, se levantaran contra el poder constitucional. En Madrid la UGT declaró la huelga general, en Barcelona, el presidente de la Generalitat Lluís Companys, juzgando erróneamente la situación, proclamó el “Estado Catalán”. Pero la rebelión fue aplastada con la misma rapidez con la que había empezado. El movimiento revolucionario fracasó en todo el país con una excepción: Asturias. Las guarniciones en Asturias se vieron http://www.guerracivil1936.galeon.com/ 13
impotentes para frenar una ofensiva revolucionaria que produjo violentos combates. Todas las ciudades y pueblos de la cuenca minera quedaron sometidos a un comité revolucionario, que al mismo tiempo que reorganizaba la zona tenía que ocuparse de la lucha. El gobierno, decidido a acabar con la rebelión tuvo que llamar a la Península a las tropas coloniales, los moros y la Legión. Los generales Manuel Goded y Francisco Franco coordinaron la ofensiva desde Madrid. La Legión y los moros consiguieron un éxito casi inmediato. Apoyados por la aviación liberaron Oviedo, Gijón cayó el 10 de octubre y en 15 días la rebelión se podía dar por sofocada. El líder socialista de la revolución Ramón González Peña renunció a seguir dirigiéndola, Belarmino Tomás, líder de los mineros, aceptó la derrota pero no renunció a comentar que el haber quedado la revolución reducida sólo al foco de Asturias había sido la clave del fracaso.
Casi 2.000 personas murieron en la revolución asturiana, algunas ejecutadas sin previo juicio, miles de republicanos y socialistas en toda España fueron encarcelados. La rebelión había fracasado principalmente por su falta de cohesión, pero la izquierda había aprendido una valiosa lección. Durante los dos años siguientes el deseo de amnistía para sus compañeros encarcelados contribuyó a forjar la alianza de la izquierda. Pero antes el gobierno debía quedar desprestigiado. El castigo a los rebeldes de 1934 suscitó las primeras divisiones en el seno del gobierno de centro-derecha. Gil Robles y la CEDA eran partidarios de la aplicación de varias penas de muerte. Alcalá Zamora les recordó las medidas de gracia impuestas a los conspiradores de 1932 y no las ejecutó por lo que los ministros de la CEDA retiraron el apoyo al gobierno radical de Lerroux aunque en marzo de 1935 se vió obligado a incluir cinco nuevos ministros de dicha formación y con Gil Robles al frente del Ministerio de la Guerra. Pero en octubre de 1935 el gabinete se hundió debido al escándalo del “estraperlo” en el que Lerroux quedó bastante mal parado. El Partido Radical se desmoronó y el 4 de enero de 1936 el presidente de la República tuvo que disolver por segunda vez las Cortes. Las nuevas elecciones quedaron fijadas para el 16 de febrero. http://www.guerracivil1936.galeon.com/ 14