Palmiguía. Edición Especial. Febrero de 2012

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palmi

guía Palmira, sus desafíos, su opinión.

Palmira, Valle del Cauca, Colombia. Edición especial. Febrero de 2012. Número 04. ISSN 2248-7123

Alzhéimer ciudadano

Vigilar, hacer seguimiento, dudar, definir cuáles son los problemas públicos que requieren atención, establecerle prioridades a la administración pública son ejercicios que romperían con la rutina conducente al alzhéimer ciudadano.

Palmira, la quinta ciudad más violenta del mundo en 2011 Con 320 homicidios en 2011, Palmira alcanzó una tasa de 107.88 homicidios por cada cien mil habitantes.


Aunque de muchas maneras es la ciudad la que deja huella en nosotros, al incorporarnos inconscientemente a procesos culturales preestablecidos, es hora de que intentemos dejar huella en ella. Es obvio que el sitio en el que vivimos, la forma como nos transportamos y hasta los horarios en los que nos movemos, cada vez son mรกs imposiciones y menos decisiones. Sin embargo, es nuestro comportamiento ciudadano dentro de esas imposiciones sociales el que puede provocar el cambio. Teresa Consuelo Cardona G.


CONTENIDO

Alzhéimer ciudadano Una ciudad entra fácilmente en un estado colectivo de rutina, cuando por omisión de sus líderes las cosas empiezan a estandarizarse por lo bajo.

Pág. 12

▪▪ Ética vs. Legalidad. Pág. 3 ▪▪ Descarado voto veinte. Pág. 4 ▪▪ Palmira, la quinta ciudad más violenta del mundo en 2011. Pág. 6 ▪▪ Transporte público. Pág. 8 ▪▪ Todos a la mesa en Genève. Pág. 10 ▪▪ Las tiendas de mi barrio. Pág. 14 ▪▪ La araña no vive sólo en su nido. Pág. 18

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¿Sabía que...

F

ue María Josefa Cabal de Hoyos, quien por iniciativa del Pbro. Pedro Antonio Holguín, cura y vicario de Palmira, cedio el terreno para la fundación del Hospital San Vicente de Paúl. Que su construcción se adelantó con fondos particulares del Pbro. Holguín, y colaboración de la ciudadanía que reunió algunos fondos. Que en 1888 se construyeron nuevos pabellones y su dirección se confió a las Hermanas de la Caridad, quienes empezaron a manejar los escasos fondos que tenía el Hospital. Que en 1891 se le concedió personería jurídica, y el 1 de abril de 1894 se aprobaron sus primeros estatutos. Que en 1899, tras el deceso de su fundador, el Pbro. Pedro Antonio Holguín, se le da el nombre de Hospital San Vicente de Paúl y se inaugura el 1 de enero de 1900. Que en 1901 se entrega la administración del Hospital a las autoridades eclesiásticas, y en 1902 se nombra su primer capellán. Que en el año de 1948, en un lote de 11 650 metros cuadrados, adyacente al Hospital, se realizaron trabajos para construir un centro hospitalario que tuviera características modernas, pero fueron suspendidos debido a diferencias de opinión acerca de su funcionabilidad, y se dispuso mejorar la antigua edificación.

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Bulevar de los días

Ética vs. Legalidad Por Leopoldo de Quevedo y Monroy

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uando estaba sentado en las aulas universitarias, con gran asombro oí de labios de mis profesores de Derecho que en la interpretación jurídica no había lugar para la ética. Que la norma jurídica tenía un carácter tan especial que no admitía “intromisiones” de la moral y la ética. Así, el abogado, cuando estudiaba un artículo o todo el texto de una ley debía atenerse a la letra, a su sentido estricto, o al “espíritu” con que había sido expedida, si había alguna duda. —¿Qué significa el “espíritu”? ¿No es algo vaporoso y cercano a la ética de quienes concibieron el texto? —me preguntaba inocente yo (!). Ahora, en estos tiempos de confusión, corrupción de costumbres, de desenfado social, vuelve la reflexión a la palestra: ¿es sano que esté ausente la ética cuando se acude a la ley? Nuestros máximos magistrados, los de la Sala Disciplinaria, los guardianes de la corrección en el aparato judicial, se han prestado para el amiguismo y han llamado a su seno a sus camaradas para hacerles el favorcito legal de aumentarle sus pensiones. Oh, si la sal se corrompe… Si se acude a los subterfugios de interpretación jurídica para decir que aquí todo es legal. En la escala de los servidores públicos en la rama judicial, en el más alto lugar están los magistrados. Magistrado viene de maestro, de quien tiene autoridad, de quien vigila que todo

se haga como ante los ojos de la República. Que no haya lugar a sospecha. Que todo sea claro y diáfano. Que no haya favorecimiento a unos pocos para gozar de la leche pública. Que no haya defraudación al erario, como dice la Contralora. Habrá libros muy gordos, como ciertas novelas de hoy, que defiendan que la ética es enemiga del Derecho. La ética, ese espíritu que vaga cuando el hombre actúa consciente de la trascendencia de sus actos. Diferente a lo que dictan las reglas morales que se confunden con lo que se llama la “costumbre” en la sociedad. Algo parecido a lo que invocó hace poco uno de los Nule: “Es propio del ser humano ser corrupto”. “Si lo hacen todos, ¿por qué no lo haré yo?”. Oh, sapiencia suma, de dioses humanados llegados a magistrados. Oh, enseñanzas preclaras de los maestros en las aulas cuando alguien empieza a estudiar derecho. Así no enseñaron Aristóteles ni Catón en la Escuela. Que la moral va por su lado y el derecho por otro camino. No sabía el alumno lo que ya practicaban los ellos en sus tronos dorados y con penacho negro en sus cabezas blancas. ¿Qué esperanza tendrá el colombiano sediento de transparencia y aburrido de tanta cojera en las leyes y tanta duda en la “alta” corte? Razón ha tenido la opinión nacional de que se acabe con el Consejo Superior de la Judicatura que ha estado por debajo de las expectativas, del “espíritu” con que fue creado por la Constitución del 91, que era ser el ejemplo para todo el aparato judicial.

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Baukará

Descarado voto veinte Por Teresa Consuelo Cardona G.

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ara resolver ese antiguo asunto, acerca de lo insaciable que podríamos ser los humanos ante la posibilidad del poder absoluto y de lo dañino que un poder absoluto podría ser para la sociedad, la Administración Pública y los poderes públicos promueven la obtención del bien colectivo mediante la actividad social y la participación política, lo que, en teoría, impediría que el absolutismo y otras conductas reprochables hicieran mella en la sociedad. Esa participación social garantizaría también que lo puramente administrativo con lo exclusivamente político funcionara de forma armónica, pero independiente. Y que ambas estuvieran al servicio de todos los ciudadanos. Todo ello reclamaría una dimensión ética en torno a los funcionarios del Estado y a todos los miembros de la sociedad. Dicho de otra forma: ni los políticos ni los funcionarios públicos son dignos de total confianza, por lo que es preciso que unos vigilen a los otros, a fin de limitar sus tendencias timadoras. Y para evitar que ellos se pongan de acuerdo y nos estafen, estamos los ciudadanos. Nos corresponde a nosotros vigilar los procesos para mantener el equilibrio. Una de esas vigilancias que debemos hacer, recae sobre quienes ejerciendo el rol político han llegado a hacer parte de autoridades colegiadas como el Concejo Municipal, cuya principal función es representarnos luego de que nosotros, los ciudadanos, les hemos conferido nuestra confianza simbolizada en un voto. Representarnos, quiere decir presentarse a nombre nuestro. Lo que exige una gran responsabilidad ética para con sus electores, sean ellos de partido o independientes. Y para con quienes no les eligieron, pero que son ciudadanos tan respetables como los primeros. En cualquiera de los casos, los elegidos lo son

a nombre de sus partidos y toman decisiones grupales según lo establece la ley de bancadas. Y según lo establece la ley, escrita para proteger a los partidos, deben votar públicamente. Con lo que ponen ante los ciudadanos sus actuaciones para que sean juzgados por ellos. En Palmira acudimos a la elección de las autoridades que tienen por tarea limitar el poder de la administración pública, sometiéndola al principio de legalidad y conduciéndola estrictamente a los aspectos de interés público. Le corresponde al Concejo Municipal, por delegación del pueblo, elegir los cargos de Contralor y Personero. Y ¡que sorpresa! En un acto que carece de coherencia y hasta de decencia, los miembros del Concejo Municipal olvidaron o desconocieron las normas al respecto. El asunto tiene dos situaciones que deben ser observadas por nosotros, los centinelas de la democracia. Por un lado, se violó la ley de bancada y por el otro, cojea el comportamiento ético de quienes deberían darnos ejemplo de legalidad, objetividad y preeminencia de la ley. Ambos asuntos se desprenden de la votación secreta que hicieron los concejales al hacer la elección de ambos funcionarios. Al respecto la ley de bancadas es clara: “Los miembros de cuerpos colegiados de elección directa representan al pueblo, y deberán actuar consultando la justicia y el bien común. El voto de sus miembros será nominal y público, excepto en los casos que determine la ley”. Saltarán a gritar que el voto secreto está protegido por la Constitución Nacional. Sí, el de los ciudadanos de a pie y no el de los miembros del Senado, la Cámara, las Asambleas y los Concejos. Como consecuencia de los actos de los concejales, se abrió tímidamente la discusión que se ha centrado en las disposiciones de la Ley de bancadas y puede que la preocupación por la violación a esa ley sea válida. Pero en todo esto, ¿dónde queda el asunto de la responsabilidad por la actuación pública? Se supone

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que quienes fueron elegidos para integrar el Concejo Municipal pueden demostrar su capacidad técnica, su conocimiento de las normas, su responsabilidad sobre el impacto de sus acciones, su conciencia sobre los deberes del Estado y, sobre todas las cosas, su capacidad para promover la orientación al ciudadano y para proteger la platica de todos los aportantes. Los aquelarres en los que se eligieron a la Contralora y al Personero son una muestra de todo lo contrario. La misteriosa votación en la que el grupo minoritario ganó la Contraloría con una mixtura de votos públicos y privados, así como la elección del Personero que se hizo fuera del plazo correspondiente, con una terna de dos ante el retiro de César Quintero, en la que los concejales expusieron públicamente los arreglos de los caciques, que contó con el enigmático voto veinte producido por diecinueve concejales, dejan todo que desear. Los concejales han explicado su desconocimiento de la ley, como si les sirviera de excusa. El problema no lo constituyen los elegidos ni los costos que tendrán las equivocaciones en los procedimientos, que dicho sea, no serán pocos. Ni la imagen que tendrá Palmira de villorrio tercermundista, en el que invertir sería irresponsable. Sino el mensaje que los padres del terruño le envían a sus

coterráneos sobre la flexibilidad de la ética y la amplitud del umbral moral. No tendrán ninguna autoridad para exigirle a los palmiranos un comportamiento acorde con la ley ni mucho menos podrán basar sus reflexiones en la práctica de una cultura de calidad basada en la libertad como principio para actuar bien. Los lagartos insaciables de corrupción y podredumbre abrirán sus fauces tras sus pasos, hasta que los empujarán al abismo de donde no podrán salir limpios jamás. Se revolcarán en la oscura ignominia y se degradarán en su condición política y humana. Y luego, con falsedades ridículas, se presentarán nuevamente ante sus electores y, carentes de dignidad y mandados por sus capos, usarán la amnesia colectiva para regresar a sus curules. Habrán perdido su vergüenza en servilismos bochornosos. Pero ello no será óbice a su carrera política. Pero a los palmiranos nos irá peor, porque una horda de infames, inspirados en políticos pestilentes, hará gala de sus oprobios a los derechos de los ciudadanos. No habrá autoridad que los controle, porque todo el Estado local está permeado por la mala conducta ético–política. Y porque quienes son titulares de los poderes públicos, han abierto la puerta a la deshonra. Y los palmiranos ¿los reelegirán? ¡Espero que no!

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Columnista invitado

Palmira, la quinta ciudad más violenta del mundo en 2011 Por Arvey Lozano S.

M

uy al contrario de lo expresado en los eslóganes corporativos de la anterior Administración Municipal de Palmira desde 2008, que a la letra indicaban: “Con seguridad ciudad para todos” y “Palmira, tierra de progreso”, los cuales se erigieron como la imagen pública del exgobernante Arboleda; la ciudad, con una velocidad abrumadora, se fue convirtiendo en una representación del “viejo oeste” o algún estado de México o quizás Afganistán. La imagen de Palmira, ciudad acogedora, que era admirada como el mejor vividero del departamento del Valle del Cauca, se fue diluyendo de manera vertiginosa. La figuración nacional y departamental en los medios no obedecía a elementos propios de la capacidad, la innovación o la creatividad del pueblo palmirano que, por cierto, es mucha, sino que correspondía a nefastas noticias relacionadas con homicidios, hurtos, secuestros, pandillas, microtráfico, bandas criminales, ofi-

cinas de cobro, sicariato y microextorsión. En el primer año del mandato del exalcalde Arboleda (2008), Palmira llegó a una tasa de homicidios de 61.1 por cada cien mil habitantes (hcmh), para el 2009 se incrementó hasta 71.4 hcmh, en 2010 se alcanzó una cifra de 96.4 hcmh, y, de manera preocupante y triste a la vez, en 2011 la tasa de homicidios fue de 107.8. Esta situación indica que la tasa de homicidios de la ciudad creció en un 46.7% entre 2008 y 2011, algo que demuestra a las claras, porque la aritmética no miente, que en los cuatro años de gobierno del mencionado mandatario, poco se hizo por la seguridad ciudadana y, sin lugar a equívocos, se puede afirmar que las estrategias en seguridad, si es que existieron, favorecieron; antes que neutralizar a los delincuentes. Palmira, con 320 homicidios en el año 2011 y una población para dicho año estimada en 296 620 habitantes, alcanzó una tasa de 107.88 homicidios por cada 100 mil habitantes, cifra que la lleva a destacarse, de manera vergonzosa, como la quinta ciudad en tasa de homicidios más alta en el mundo.

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Primeras quince de las cincuenta ciudades más violentas del mundo en 2011

Posición

Ciudad

1

San Pedro Sula

2

País

Homicidios

Habitantes

Tasa

Honduras

1 143

719 447

158.87

Juárez

México

1 974

1 335 890

147.77

3

Maceió

Brasil

1 564

1 156 278

135.26

4

Acapulco

México

1 029

804 412

135.26

5

Distrito Central

Honduras

1 123

1 126 534

99.69

6

Caracas

Venezuela

3 164

3 205 463

98.71

7

Torreón

México

990

1 128 152

87.75

8

Chihuahua

México

690

831 693

82.96

9

Durango

México

474

593 389

79.88

10

Belém

Brasil

1 639

2 100 319

78.04

11

Cali

Colombia

1 720

2 207 994

77.90

12

Guatemala

Guatemala

2 248

3 014 060

74.58

13

Culiacán

México

649

871 620

74.46

14

Medellín

Colombia

1 624

2 309 446

70.32

15

Mazatlán

México

307

445 343

68.94

Fuente: Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal A.C. 2012.

La ONG Seguridad, Justicia y Paz relacionó en un ranking las 50 ciudades más violentas en el mundo en 2011, según sus cifras, y comparándolas con la tasa de homicidios de Palmira; evidentemente, se demuestra que únicamente es superada por San Pedro Sula, Honduras (158.87 hpcmh); Ciudad Juárez, México (147.77 hpcmh); Maceió, Brasil (135.26 hpcmh); Acapulco, México (127.92 hpcmh). En el quinto lugar estaría Palmira con una tasa de 107.88 hpcmh. La crudeza de las cifras, invita a la reflexión, en el sentido que Palmira sí tuvo algún

progreso en la Administración Arboleda y este progreso se evidenció en el crecimiento abrumador de las tasas de homicidio; por ello, se tiene que afirmar que Palmira fue “Tierra de regreso”, al “viejo oeste”. Queda mucho por recuperar, bajar las tasas de homicidio doloso es un reto que deben asumir el nuevo mandatario Ritter López, los organismos de seguridad del Estado, los empresarios y los ciudadanos; si, verdaderamente, quieren construir una ciudad digna para el futuro de sus hijos.

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Especial

Transporte público Por Fernando Estrada

A

unque sin datos precisos, esta fotografía ilustra parcialmente detalles del transporte público en Palmira a principios del siglo XX. Algunos, según Covarrubias, le llaman coche, quasi curroche, como carroza de curroza á curro. Y también quienes afirman que se deriva de una población de Hungría, en la que suponen, fueron inventados o de la voz alemana gutsche, lecho de reposo. También pudiera venir de la voz inglesa stagecoach, “diligencia o transporte a caballo de cuatro ruedas”. Obviamente, la adaptación a la geografía local nos permite observar detalles de los pobladores de la

Villa de las Palmas. Los carruajes de caballos, con diseños heredados del sistema europeo, permitían ofrecer un servicio para distancias relativamente cercanas como La Buitrera o Potrerillo, y pueblos vecinos como Florida y Buga. Estos coches, fabricados en madera, disponían asimismo de ruedas forradas con gruesos materiales de caucho, de modo que pudiesen soportar trayectos destapados y caminos de herradura. Tanto viajeros como animales debían terminar sus jornadas extenuados y con algo de dolor en sus extremidades. Mal contadas, viajan 25 almas en este medio de trans-

porte. La demografía poblacional durante la primera mitad del siglo XX dejaba marcados contrastes entre una minoría que copaba la cabecera municipal y la mayoría de habitantes de los corregimientos y las veredas. La agricultura reproducía una economía básica familiar de la que dependían dos, tres y hasta cuatro generaciones. Los pobladores del campo tenían entonces que trasladar sus productos en caballos y mulas, mientras que los viajes dominicales para negocios o paseos familiares hicieron uso regular de los coches de caballos. Es claro que con los viajeros, sus cargas tenían lugar en bodegones de madera situados en la parte inferior. Suponiendo recorridos de cincuenta kilómetros por día, estos carruajes podían transportar entre ochenta y cien paisanos. Naturalmente, los viajes dominicales superaban el tamaño de la población transportada durante la semana. Sumado a las temperaturas de un medio día vallecaucano; las jornadas del cochero, viajeros y caballos tenían que resultar agotadoras. Las carreteras del Valle del Cauca y, en general, de todo el país estuvieron todavía en una etapa premoderna. La gran innovación del transporte durante este período sería el Ferrocarril del Pacífico, pero su tra-

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Entre los coches de servicio público durante la primera mitad del siglo XX y los vehículos motorizados que circulan a principios del siglo XXI, Palmira ha perdido condiciones fundamentales de vida social. yectoria, naturalmente, estuvo limitada a las ciudades capitales e intermedias. El vestuario del viajero refleja parcialmente diferencias sociales marcadas. Sombreros de copa, saco y corbata, trajes de paño que contrastan con viajeros con sombreros de paja y camisas almidonadas. Se observan adolescentes que llevan boinas y uniformes dominicales. No es demasiado curioso pensar que las modas del vestuario capitalino (o antioqueño) tuviesen notable influencia entre los cotudos. Pero resulta importante saber que los pasajeros llevan ropa que contrasta con las temperaturas vallecaucanas. El paisaje de fondo no deja duda que nos encontramos en una época calurosa del año, entre los meses de junio y agosto. Nos impresiona el tiempo del viajero, si comparamos aquella época con la nuestra. La imagen parece suspendida en el tiempo, sin duda, dentro de una geografía en la cual el espacio y la distancia son cercanos, el tiempo fluye lentamente. Una señal de que habían mayores encuentros comunitarios, vínculos familiares, solidaridad; expresiones de una sociedad relativamente aislada de la gran civilización. Lo fundamental es observar que la evolución del transporte corresponde a cambios en las formas de vida,

transformaciones que provienen de hábitos y costumbres sustituidos durante la segunda mitad del siglo. Valores de una sociedad que se reflejan en su movimiento, en los modos de transporte público. ¿Qué tanto hemos cambiado los palmiranos que sea reflejado en estos medios de transporte? Admitiendo que los cambios han sido graduales, demos un salto hasta principios del siglo XXI. La bicicleta masificó la movilidad dentro de la ciudad; Palmira ocupó el título de “ciudad de las bicicletas” por excelencia. Comparadas las ciudades por tamaño de pobladores, la Villa de las Palmas obtenía el galardón hasta mediados de la década de los años ochenta. Con la bicicleta, tenemos los coches de paseo dentro de

la ciudad, cuya vigencia se ha mantenido con dificultades. Muy a pesar, ni la bicicleta ni el coche fueron concebidos dentro de un plan de transporte público. Con la modernización de la ciudad, llegarían los primeros buses municipales e intermunicipales. Entre los coches de servicio público durante la primera mitad del siglo XX y los vehículos motorizados que circulan a principios del siglo XXI, Palmira ha perdido condiciones fundamentales de vida social; la evolución de ciudades con un tamaño poblacional semejante, demuestra que la formalización del transporte público contribuye al bienestar de toda la población. Una masificación desordenada de la movilidad es muestra también de nuestro atraso cultural.

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Espiral

Todos a la mesa en Genève Por Ana Milena López de Vélez

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an en busca de acuerdos fundamentales. Se sentarán doce horas en Ginebra, Suiza, convocados por la revista The Economist del Reino Unido. Estarán la empresa privada, los gobiernos, los amables componedores, como la FAO y Naciones Unidas (ONU); y las ONG representando la sociedad civil organizada. El lema sería: “Pongámonos de acuerdo en lo fundamental. Lo demás es tecnología”. ¿Y qué es lo fundamental en este caso? José Graziano, brasilero, director de la FAO, lo resume, en lo que creo, puede presentarse como el verso de un poema: «¿Por qué un billón de personas están hambrientas en un mundo donde el alimento producido es más que suficiente?».

Menuda confusión hemos armado desde que aparecimos nosotros, los humanos, en el Universo. Como dice la Cábala, se retiró la luz a nuestro pedido y quedamos inmersos en la oscuridad, para ejercitar nuestro enorme deseo de ser creadores de luz también. Nos ha tomado cinco millones de años y vean por donde vamos. En plena confusión, sin saber cómo crear luz permanente dentro de nosotros que nos permita, al menos a los siete billones que somos, “eviscerar la mala nutrición y el hambre crónica”, como dice el Dr. Shaphiro, participante de este Encuentro Feeding the World. Es la oportunidad. Participemos con un aporte acertado o equivocado en la búsqueda de soluciones. Por física cuántica, sabemos ahora que el pensamiento es una forma de energía que se transforma y tiene poder transformador, estando en capacidad de generar formas más densas como lo es la materia. Entonces, hagamos cada uno nuestra tarea en la medida

de nuestras posibilidades: en la academia, en la ciencia, en el periodismo, con publicaciones especializadas, en la mesa de nuestra casa, en la página web del Evento. ¿Cómo hacer para que todos deseemos redefinir el sistema, el régimen, que ha llevado a la humanidad a esta situación de inequidad en la distribución de los recursos?

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Menuda confusión hemos armado desde que aparecimos nosotros, los humanos, en el Universo. Como dice la Cábala, se retiró la luz a nuestro pedido y quedamos inmersos en la oscuridad. cantes de leyes que legitiman sus actuaciones. También en ese todos se encuentran los gobiernos, detentores del poder que les permite trazar las políticas que nos han llevado a esta inequidad, donde la corrupción campea como una manada de potros salvajes en las praderas de nadie. Aprobadores de leyes, que como fallas geológicas, han fracturado la unicidad de la raza humana y de la naturaleza. Todos son también cada una de las organizaciones supranacionales, creadas para facilitar, ayudar a prevenir problemas de inequidad y que de un momento a otro se levantan sobre las organizaciones de la sociedad y se alejan de ellas tomando el partido de los más poderosos y empobreciéndolas. Todos somos todos los que nos paramos encima de nuestro vecino arrancándole una lágrima de impotencia o haciéndolo escupir sangre, como canta Atahualpa Yupanqui. En cuanto a tecnología, está en la mesa otra pregunta de José Graziano, la cual presento en forma de verso también: «¿Cómo podemos producir más con un menor impacto ambiental?».

Y cuando se dice todos, sabemos que están incluidos los participantes que se sientan a la cabecera de la mesa, los poderosos y grandes beneficiados de la situación actual. Hablamos de las grandes transnacionales, empresas sin fronteras políticas, la empresa privada globalizadora. Se sentarán a la mesa Monsanto, DuPont, Nestlé, Illycaffé y muchas otras. Fabri-

Espero con verdadero interés la ponencia de Andrea Illy, cuya industria Illycaffé lleva tres años trabajando en un proyecto para desarrollar un sistema productivo más sustentable. Para resolver este problema fundamental, difícil y complejo, los esfuerzos también han de ser proporcionales. La solución primera está dentro de cada uno de nosotros y después en la ciencia. Redefinamos nuestras prioridades y estaremos redefiniendo el sistema oscuro en el que vivimos muchos hoy: unos pocos poderosos en la orilla amable y la gran muchedumbre en la orilla donde se escucha el llanto y el crujir de dientes. Sentémonos a manteles y vamos a redefinir, ellos allá en Ginebra y nosotros en el silencio de la noche.

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Especial

Alzhéimer ciudadano Por Teresa Consuelo Cardona G.

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na ciudad entra fácilmente en un estado colectivo de rutina, cuando por omisión de sus líderes las cosas empiezan a estandarizarse por lo bajo. Esos estados rutinarios terminan causando problemas muy serios, entre ellos, la pérdida de la capacidad de reacción, la disminución en la destreza de la coordinación de pequeños movimientos y la ausencia de memoria colectiva. Nada más parecido al alzhéimer. Al fin y al cabo las ciudades son, de cierta forma, extensiones de nosotros mismos. Creo que eso le ha sucedido a Palmira. Su síntoma inicial es la inhabilidad de adquirir nuevas memorias y, en cambio, ha desarrollado una tendencia a los delirios y las alucinaciones. El verdadero peligro es que el alzhéimer es incurable y terminal. Así que debemos hacer algo urgentemente. El neurólogo que trata el alzhéimer de las ciudades es la administración pública. El tratamiento primario consiste en prestar un servicio a la sociedad atendiendo los intereses y derechos de los ciudadanos y los grupos en los que ellos se reúnen. Su principal medicamento es, sin duda alguna, el equilibrio mezclado con legalidad, eficacia y eficiencia. El alzhéimer ciudadano tiene manifestaciones muy

claras que deben ser atendidas inmediatamente para evitar su avance. Una de ellas, es que por la amnesia de la que es víctima, especialmente en la memoria de corto plazo, la comunidad olvida rápidamente cuáles son sus necesidades y expectativas. Tan pronto pasan las elecciones, los ciudadanos olvidan incluso por quien votaron y que la administración pública es, evidentemente, una institución prestadora de servicios al ciudadano y a la sociedad en su conjunto por una razón fundamental y es que los recursos que administra le pertenecen al ciudadano y a la sociedad. Otro olvido frecuente es que el poder de la administración pública es limitado y no se le puede exigir al gobernante nada que contradiga a la Constitución o a la Ley. Y otra manifestación innegable de esa falta de memoria colectiva, es que casi nadie recuerda el programa de gobierno de su gobernante, sea que lo haya elegido o no, al fin de cuentas, el ganador define la ruta de la ciudad por el periodo para el cual fue votado. Ese alzhéimer ciudadano es una catástrofe en tiempos actuales, en los que las ciudades no solo son referentes físicos y espaciales, sino, sobre todas las cosas, las ciudades constituyen una medida pública de los conceptos cotidia-

nos y las vivencias colectivas. Me explico: cada elemento constitutivo de una ciudad, sus espacios simbólicos, sus parques, los barrios, la ubicación de jardines infantiles, escuelas, colegios y universidades, las plazas de mercado, los ancianatos, los centros comerciales, las concentraciones de vendedores estacionarios, la movilidad, los vehículos, las zonas de crecimiento a través de construcciones legales o ilegales, los hospitales y clínicas, las zonas de esparcimiento, el tipo de esparcimiento en algunas zonas, la conexión con las zonas rurales, hablan de cómo sus habitantes y gobernantes entienden el mundo y de cómo unos y otros se han relacionado históricamente. Una ciudad caótica es el reflejo, entre

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otras cosas, de una falta de liderazgo de sus gobernantes y también de sus habitantes. Tiende a pensarse que los líderes son fruto de la sociedad que los contiene, pero es también sabido que de muchas maneras es el líder el que hace a la sociedad. Para hacerla tiene que pensarla, discutirla y estimularla. Y pensar, discutir y estimular son prácticas que ayudan a detener el alzhéimer. El liderazgo basado en el respeto por la diferencia, es un proceso de estímulo mutuo que conduce a quienes lo practican a la obtención de causas comunes. Aunque un individuo se yerga como líder, el liderazgo de la ciudad depende totalmente del grupo que lo reconozca como tal y de la forma como ese grupo pro-

voque el funcionamiento de lo colectivo. No habrá liderazgo ciudadano si los ciudadanos no se incorporan a un sistema integral de formación, regulación y cambio del orden social. Aunque de muchas maneras es la ciudad la que deja huella en nosotros, al incorporarnos inconscientemente a procesos culturales preestablecidos, es hora de que intentemos dejar huella en ella. Es obvio que el sitio en el que vivimos, la forma como nos transportamos y hasta los horarios en los que nos movemos, cada vez son más imposiciones y menos decisiones. Sin embargo, es nuestro comportamiento ciudadano dentro de esas imposiciones sociales el que puede provocar el cambio. Vigilar, hacer seguimien-

to, dudar, definir cuáles son los problemas públicos que requieren atención, establecerle prioridades a la administración pública son ejercicios que romperían con la rutina conducente al alzhéimer ciudadano. Nos hemos acostumbrando a rutinas ciudadanas como cambios en la estructura de los hogares cada vez más monoparentales o encabezados por mujeres, a la feminización de la pobreza y al surgimiento de nuevos pobres. Y no nos inmutamos. Tampoco lo hacemos ante la aplicación de medidas de ajuste económico orientadas por los organismos multilaterales, el rompimiento de la estabilidad social, la corrupción administrativa, el desgaste abusivo de los recursos naturales, el aprovechamiento indebido de los cargos públicos, la incertidumbre ante la seguridad alimentaria o la existencia de un mínimo vital de agua y la falta de transparencia en los procesos de contratación y manejo de los dineros del Estado. Y es posible que nos estemos acostumbrando a no notar a los líderes que nos puedan ayudar a salir de esa petrificación. Para encontrarlos basta, tal vez, ubicarnos frente al espejo. Y participar de las decisiones trascendentales de la existencia individual y colectiva, nos aleja de la costumbre rutinaria de quejarnos al final de cada gobierno, por lo que pudo haber sido y no fue.

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Crónicas y relatos

Las tiendas de mi barrio Por Fernando Estrada

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esde la Grecia clásica las tiendas han conformado la propia vida de la Polis (comunidad). Y las pequeñas tiendas fueron escenario apropiado en los diálogos de Sócrates, las polémicas de Protágoras; antes de ellos los discursos de los rapsodas (cantores populares) que se situaban dentro de una tradición que llega hasta Homero en la Ilíada y la Odisea. La tienda constituye la ocasión y

el lugar para conocer lo que pasa en una ciudad, en sus formas de gobierno y los temas centrales de interés público. Tanto la tienda como el Ágora (plaza pública) formaron parte de la cultura griega en el período de su mayor esplendor. Las tiendas se confunden con expresiones mitológicas en las tradiciones de Oriente, según el notable historiador en religiones comparadas, Mircea Eliade.

Algo de su pasado conservan todavía las tiendas en los barrios. El oficio del tendero en las fondas de tradición antioqueña, su amabilidad y atención se describen legendariamente en la obra maestra de la literatura castellana: El Quijote de la Mancha; y con la misma gracia en los pequeños poblados que encontramos en la geografía colombiana: desde el Viejo Caldas, Ipiales, Popayán, la Guajira, Leticia o en el Valle del Cauca. Ninguna ciudad puede comprenderse sin este lugar, como afirmaba Borges, en el mismo período en que Fernando González escribía: Viaje a pie (1929). La tienda y el café son lugares de creación para Fernando Pessoa en Lisboa, así como para Walter Benjamin en Paris a principios del siglo XX. Pueden observarse matices de estas tradiciones entre las tiendas que encontramos en el Cairo, Egipto a mediados del siglo XIX y los mercados populares que describe Bartolomé de las Casas durante la segunda mitad del siglo XVI. Toda la geopolítica y los cambios culturales de la humanidad han pasado por las tiendas de barrio. La evolución histórica de Palmira puede observarse como una extensión de las tiendas en sus barrios; los tenderos y el generoso servicio que prestan a la comunidad

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Las tiendas y los tenderos representan un símbolo artesanal de un comercio pequeño, pero de inmenso significado para los seres humanos. son una pauta social que merece estudio. ¿En dónde radican propiamente los secretos de la tienda? La tienda originalmente hizo parte de un intercambio artesanal. Y los valores del intercambio entre la comunidad se han sucedido en escala menor. Esto es, menor en tamaño pero superior en la calidad de sus servicios. El caso se ilustra porque la economía familiar depende, en una mayoría de casos, de pequeñas necesidades: un poco de aceite, algo de sal, un poco de cebolla y unos tomates. El objeto de esta economía doméstica es el bienestar de la gente, ¡Todos los días nos sentamos a comer! Y son las tiendas y sus dueños los proveedores de estos bienes de consumo en la canasta familiar. Es cierto que con la transformación de las ciudades la economía ha abierto inmensas cadenas comerciales. Y las tiendas reducen sus alcances con respecto a mercados de competencia superior. Pero es equivocado sostener que las grandes cadenas puedan reemplazar todo lo que encontramos en las tiendas. El tendero tiene funciones sociales semejantes a los artesanos en la Antigüedad y la época del Renacimiento, la tienda es fuente de abastecimiento disponible a una distancia más cercana, en la tienda pueden encontrarse con frecuencia

desde bienes de consumo regular hasta accesorios de ferretería o mechones para encender hogueras. No sólo son los bienes al alcance, sino sus cantidades, tamaños y gustos. ¿Puede usted comprar media panela en un supermercado? No. ¿No tiene para comprar la libra de café o el paquete de cigarrillos? En la tienda pueden ofrecerle los mismos productos por unidades. Sin embargo, todas estas curiosidades de contraste entre las tiendas y los grandes centros comerciales son lo de menos. Las tiendas en las tradiciones de mercado son mucho más que depósitos de comida. El mayor desafío para las tiendas como unidades de consumo se centra en las ambiciones de los grandes mercados. Esto nos resulta poco familiar, debido a que comúnmente tiende a darse por sentado que las prácticas de consumo están determinadas por el desarrollo de la economía en los grandes centros comerciales. La libertad de elección del consumidor individual tiene sólo un papel limitado en la respuesta a las ofertas productivas específicas de la economía desde los tiempos de la Grecia clásica. Lo que quiere la gente es aumentar su bienestar dentro de condiciones amigables con el hogar. Justo la razón por la que las tiendas cumplen un papel social más cercano que

las grandes cadenas comerciales. Aquello que consumimos a diario está a mano en la tienda. Nadie se complica con un producto que puede conseguir más fácilmente con el tendero. Mi versión literaria procede de la infancia. En los barrios de Palmira, en donde pasaba mi niñez, las tiendas fueron mis lugares favoritos. En San Pedro teníamos cuatro tiendas en donde reinaba el comercio más amable que uno se pueda imaginar. En la calle 37 con carrera 14 estaba la tienda de la familia España, reconocida porque sus dueños distribuían los mejores panes y la confitería de mayor gusto en todo Palmira. Y un poco más arriba, en la carrera 15, teníamos dos tenderos famosos. La tienda de don Pedro, un paisa llegado del Viejo Caldas, tenía las hijas más bonitas de todo el barrio. Don Pedro ofrecía lo que necesitaba toda unidad familiar: el petróleo para los fogones, arroz que era traído desde el Huila y todas las variedades de espaguetis italianos. La fama de don Pedro fue reconocida por todo el vecindario. En términos prácticos, don Pedro no dejaba que ninguno de sus vecinos se muriera de hambre. “Lleve su remesa, luego me paga”. Y con este principio don Pedro nunca se encontró en condiciones de miseria. Sus hijos llegaron a la universidad y sus hijas se

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casaron bien casadas. Frente a la tienda de don Pedro, en el barrio San Pedro, estaba la tienda de don Napoleón. Que por el afecto del vecindario le llamábamos “Don Napo”. Ambas tiendas se disputaban el cariño de los consumidores. Don Napo ofrecía unas vitrinas de lujo con todo tipo de productos, desde tostados hasta hilos para la costura. Don Napo, a diferencia de don Pedro, no fiaba. El viejo Napo no fue tan desconfiado como su señora. Y tenían sobre la pared de entrada el cuadro legendario de un rico opulento rascándose su estómago: “Yo vendí de contado”; y, a su lado, un pobre miserable con una tienda desierta rodeada por ratones y basura: “Yo vendí a crédito”. Todo el barrio sabía que el cuadro había sido colocado como una sátira contra la tienda de don Pedro. Lo curioso, sin embargo, era que tan-

to don Pedro como don Napo fueron amigos de entrañables sentimientos con la gente del barrio. Esa amistad parecía aristotélica. Madre tuvo que recurrir en muchas ocasiones a los favores de la tienda de barrio. Durante una temporada no teníamos ni en donde caer muertos. Faltaba lo básico en la cocina: aguadepanela y arroz. Como yo era el mandadero, Madre me ordenó que fuera primero al granero de don León, la tienda más grande del barrio, arriba en la carrera 13. Con una pequeña lista en mis manos llegaba a la tienda, siendo despachado de inmediato con estas palabras: “Dígale a su mamá que el que fía está en el cielo”. Pero como el hambre la teníamos en la tierra, Madre me ordenó ir hasta donde don Pedro. Se encontraban en la tienda don Lisímaco, el jugador del barrio;

Toño, el viejo que tenía tres mujeres; mi abuelo Melquiades y don Saturnino. Cuando yo entregué el pedido, don Pedro llamó a sus amigos aparte. Y luego de cinco minutos comenzaba a llenar un canasto con tantos víveres como nunca he visto en mi vida. Luego llamaron al cochero don Jacinto. Y en cinco minutos estaba en mi casa con un mercado que nos duraba varios meses. La tienda de don Pedro ha sido el lugar de mayor generosidad que he conocido en este mundo. Todavía, en nuestra época y en los barrios de las ciudades, muchas expresiones de solidaridad son la mejor manifestación de la vida en comunidad. Las tiendas y los tenderos representan un símbolo artesanal de un comercio pequeño, pero de inmenso significado para los seres humanos.

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Caricaturas

Palmira avanza... Por Cotudo

Palmira avanza...

Cotudo

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La araña no vive sólo en su tela Por Leopoldo de Quevedo y Monroy

E

xtraño este diminuto ser que sale de los rincones y parece que naciera viejo del vientre de los escombros, de cuerpo estrecho, ojos saltones, boca sin dientes y un manojo de ocho patas largas. Vive como ermitaño en casas desiertas, cuevas oscuras, bodegas desocupadas y, a veces, debajo de grandes piedras. Se alimenta de moscas, zancudos que buscan su destino entre las paredes de su fortaleza de redes. Las arañas tienen muchas historias y no son de muertes y susto. Cierto que de su boca salen uñas que matan con veneno a las víctimas que se enredan en sus mallas. Cierto que todas tienen cicuta para atrapar a sus imprudentes visitas. Mas son muy pocas especies las que son de peligro al ser humano. Ni atacan a sus presas si no llegan a su casa. Ellas trabajan tejiendo y el resto del tiempo lo pasan dormitando, visitando flores o caminando por tierra, piedras y arena. Algunas de sus hembras se comen a sus machos durante el apareamiento y por eso se llaman viudas negras.

Otras madres se suicidan para dar el primer alimento a sus hijas. La indefensa araña, la mínima araña —la de cuerpo frágil que puede morir de un pastorejo humano o bajo la pata de un ciervo—, también merece un lugar en nuestra manera de mirar su Arte. La araña es toda una obra en sí misma con su telaraña donde vive y en la que atrapa su comida. Las hay grises, negras, blancas, amarillas, delgadas como el hilo, gordas, de peludas piernas, de ancas anchas y rollizas, pintadas como con tatuaje, diminutas o enormes como la pollera. El mundo arácnido es numerosísimo y apasionante. Cuando la araña con sus hileras va dando vueltas y luego atraviesa la red en líneas rectas hasta el centro, se comporta como toda una arquitecta. Desde la esquina donde comienza a desenrollar su ovillo, se lanza en picada extrema y sin paracaídas hasta la otra orilla para enlazar su cuerda. Si uno la mira con ojos de músico, la puede ver como una pianista de alto vuelo. Mien-

tras pulsa teclas construye una sinfonía de redes y espacios delgados para encantar a sus presas entre su melodía de hilos. A ocho manos, en compases largos y silencios delgados, compone la obra en sólo un día, sea invierno u otoño. También se las ingenia para irse de paseo por las flores y nadar entre mullidas corolas rojas o amarillas. Posa para la foto de Damoiseau y pareciera que retozara entre el néctar escondido en estambres y pistilos. Las arañas se pintan y camuflan como féminas vanidosas y sensibles. Con sus tres pares de ojos en su frente nos miran y se miran en las gotas de rocío, se hacen las uñas y cuidan no caerse de sus tronos enredados para no sufrir rotura de sus frágiles fémures y caderas. Entre lianas moradas y alfombras rojas, alguna araña se quedará dormida. Luego irá a fabricar su palacio de cuerdas anguladas, tenderá su cuartel y en la esquina esperará al incauto huésped que intente acompañarla en su escondida existencia. Saldrá a su encuentro, le inoculará una pócima y en estrecho abrazo le chupará sus líquidos.


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